madame bovary, lectura
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La idealización del sentido de la vida como forma de libertad en
Madame Bovary de Flaubert
Ana Karina Solís Campos
El modelo actancial propuesto por Greimas en “Elementos para una teoría de la interpretación
del relato mítico”, permite acercarse al texto por medio de los elementos que lo ponen en
movimiento, tanto en sus contrariedades como en sus contradicciones, posibilitando mostrar en
qué eje se encuentra cada actante y qué papel juega dentro de la trama del relato para, por medio
de ello, llegar a comprender mejor el sentido de mismo.
Se pretende, entonces, un análisis dentro del marco teórico actancial de Madame Bovary,
escrito por Gustave Flaubert y publicado en 1857, bajo la corriente realista (desarrollada en la
segunda mitad del siglo XIX, con el propósito de retratar con mayor exactitud la realidad
tangible, se oponía a la idealización planteada por el romanticismo, corriente que se desenvuelve
paralelamente) con el fin de, a través de los elementos constitutivos de la narración, acceder con
mayor facilidad al tema central que mueve la obra.
Emma Bovary: Sujeto y destinatario
Según Greimas, el sujeto es equivalente al héroe que plantea la teoría de Vladimir Propp
(Morfología del cuento), es el papel que se interna en la búsqueda de algo que le hace falta, sea
un bien tangible (objeto o persona), sea un valor. En el caso de Madame Bovary, Emma Bovary
su búsqueda de libertad, sus aspiraciones de una vida llena de felicidad y lujos que le permitan
dejar atrás su condición de mediocridad, concretan a la protagonista como sujeto actancial:
Su indefinición no es sólo moral y psicológica; profundamente tiene que ver asimismo con su sexo. Porque, bajo la exquisita femineidad de esta muchacha, se embosca un decidido varón. […] En la realidad ficticia, ser mujer constriñe, cierra puertas, condena a opciones más mediocres que las del hombre. Durante el diálogo amoroso con Rodolphe, en el marco de los comicios agrícolas, cuando el seductor habla de esa clase de seres a la que él pertenece, a quienes es indispensable el sueño y la acción, pasiones puras y goces furiosos, Emma lo contempla como a alguien que ha pasado por "países extraordinarios" y responde con amargura, en nombre de su sexo. (Vargas Llosa , 126)
De este modo, Emma no sólo luchará contra su estatus económico- social, sino que tendrá
que combatir contra la desigualdad de género, los pocos privilegios de los que goza por ser
mujer, elemento que se repite constantemente en los diálogos de Emma, pues siempre lamenta su
condición femenina, incluso cuando se entera su embarazo “desea ardientemente que su hijo sea
hombre” (126):
Ella deseaba un hijo; sería fuerte y moreno, le llamaría Jorge; y esta idea de tener un hijo varón era como la revancha esperada de todas sus impotencias pasadas. Un hombre, al menos, es libre; puede recorrer las pasiones y los países, atravesar los obstáculos, gustar los placeres más lejanos. Pero a una mujer esto le está continuamente vedado. Fuerte y flexible a la vez, tiene en contra de sí las molicies de la carne con las dependencias de la ley. Su voluntad, como el velo de su sombrero sujeto por un cordón, palpita a todos los vientos; siempre hay algún deseo que arrastra, pero alguna conveniencia social que retiene.
Dio a luz un domingo, hacia las seis, al salir el sol.
-¡Es una niña! –dijo Carlos.
Emma volvió la cabeza y se desmayó. (Flaubert , 132)
Por otro lado, al romper Emma con todo que se espera que haga una madre y esposa:
amar a su hija, respetar a su esposo, realizar las actividades domésticas, etc., no sólo se erigirá
como un sujeto actancial, sino que aún siguiendo a Greimas, tomará el perfil del personaje, pues
ha roto con el rol que debería cumplir haciendo todo lo contrario a lo que se espera de ella.
Como destinatario, es evidente que si la búsqueda da frutos, será la misma Emma Bovary
quien pueda disfrutar de ellos, se vería en una vida sin vacíos, completa y con todo lo que ella
desea para sí misma.
La idealización del sentido de la vida para alcanzar la libertad: objeto
La idealización del sentido de la vida es el valor que sostiene la trama, Emma es una chica
provinciana que aspira siempre a las relaciones amorosas que lee en los libros románticos
durante su estancia en el convento, desea la aventura y adentrarse en un mundo que le es
desconocido por completo, un mundo al que el hombre tiene pleno acceso y que está negado para
ella, en el que podría realizarse sin importar su sexo, pues el placer es siempre denominador
común a las altas clases sociales.
La tragedia de Emma es no ser libre. La esclavitud se le aparece a ella no sólo como producto de su clase social —pequeña burguesía mediatizada por determinados medios de vida y prejuicios— y de su condición de provinciana —mundo mínimo donde lasposibilidades de hacer algo son escasas—, sino también, y quizá sobre todo, como consecuencia de ser mujer. (Vargas Llosa , 126)
Es por ello que, en concordancia con el modelo actancial, la idealización de esta vida se
traducirá en el objeto, puesto que es lo que Emma busca durante todo el relato, llegar a la libertad
mediante una vida ideal dentro de la esfera burguesa superior a su propio estrato social, en la que
la que imperaría su autodeterminación.
[…] trata de sacar partido de sus "limitaciones" y, convirtiendo el vicio en virtud, la regla en excepción, rompe los condicionamientos que pesan sobre su persona (su sexo) e inicia un proceso que es, sin la menor duda, un oscuro, instintivo proceso de liberación. Es imposible no admirar la “aptitud" de Emma para el placer; una vez estimulada y educada por Rodolphe, supera a su maestro y al segundo amante y envuelve de cálido erotismo la novela a partir del capítulo IX de la segunda parte. (Vargas Llosa ,19).
Una vez que obtiene el placer fugaz de la vida que desea con tanto anhelo, sentirá el halo
de la libertad y tratará de asirlo mientras se le escapa de las manos, le será imposible dejarlo, se
mantendrá firme en su decisión de alcanzarla, será, pues, el objeto de su búsqueda: “entonces
Emma le hizo la promesa de encontrar muy pronto, como fuese, la ocasión permanente para
verse en libertad, al menos una vez por semana. Emma no lo dudaba. Estaba, además, llena de
esperanza […]” (Flaubert , 334).
Lecturas románticas: destinatario
Desde los primeros capítulos, el narrador da cuenta de la actividad lectora de Emma mientas
vivía en el convento, lecturas de corte romántico que idealizaban el amor y la libertad,
exaltándolos como los valores de más aspiración por alcanzar:
La inadaptación de Emma a la vida es hija en buena parte de sus lecturas, de esas historias románticas que han modelado en su mente una realidad ideal que no encaja en la real (lo que quiere decir que esas novelas falsifican la vida). Por eso, las personas sensatas, como la madre de Charles, temen la afición de Emma por las novelas. No se equivocan. Que la insatisfacción de Emma se enraíza en la literatura se ve muy bien en el episodio que sigue inmediatamente a su entrega a Rodolphe. […] Es posible que si Emma no hubiera leído todas esas novelas su destino habría sido distinto (lo mismo el Quijote, si no hubiera leído las novelas de caballerías); tal vez hubiera soportado su suerte con el sosiego y la inconsciencia de las otras burguesas de Yonville. Las mentiras de la ficción llenaron su cabeza de apetitos, de inquietud, de sueños.(Vargas Llosa 135-136)
De esta suerte, que las lecturas de Emma representen al destinador de Greimas, pues son
éstas las tienen en tan alta estima lo ideal del amor y la libertad, es a través de ellas que Emma
reconoce su objeto de búsqueda, ese elemento que le hace falta para admitirse como un ser pleno
y completo:
Estudió, en Eugenio Sue, descripciones de muebles; leyó a Balzac y a George Sand buscando en ellos satisfacciones imaginarias a sus apetencias personales. Hasta la misma mesa llevaba su libro y volvía las hojas, mientras que Carlos comía y le hablaba. El recuerdo del vizconde aparecía siempre en sus lecturas. Entre él y los personajes inventados establecía comparaciones. Pero el círculo cuyo centro era el vizconde se ampliaba a su alrededor y aquella aureola que tenía, alejándose de su cara, se extendió más lejos para iluminar otros sueños. (Flaubert 94-95)
Una y otra vez, Emma establecerá comparaciones entre su vida poco complaciente con la
que le presentan los libros, siempre lamentándose por no llegar a lo que aspira, por mirarse
perdida entre la mediocridad a la que no parece ajustarse, por no ser lo que anhela.
Antes de casarse, ella había creído estar enamorada, pero como la felicidad resultante de este amor no había llegado, debía de haberse equivocado, pensaba, y Emma trataba de saber lo que significaban justamente en la vida las palabras felicidad, pasión, embriaguez, que tan hermosas le habían parecido en los libros. (Flaubert , 66)
La desilusión que le presenta cada etapa en la que deja crecer su esperanza la obligan a
plantearse objetivos más altos cada vez, saltando de una condición a otra y encontrando siempre
la misma carencia, manteniendo, así, interminable su búsqueda, desencadenando en la muerte lo
inasible e inalcanzable de ella.
Rodolphe Boulanger y León Dupuis: Adyuvantes
La travesía que emprende mientras busca su libertad, la lleva a encontrar en el adulterio una
ilusión de tenerla, sus amantes Rodolfo y León le proporcionarán chispazos de felicidad a los que
se verá obligada a aferrarse en pos de no perder la esperaza de una vida más allá de su condición.
Lo trágico de Madame Bovary se esconde en la imposibilidad de su protagonista por llegar a ese
estado idealizado de la vida, por su pérdida de realidad entre la imaginación y sus volátiles
instantes de placer.
El drama de Emma es el intervalo entre la ilusión y la realidad, la distancia entre el deseo y su cumplimiento. En dos ocasiones cree que el adulterio puede proporcionarle esa vida espléndida que su imaginación anhela, y en ambas se ve desengañada. Su ideal amoroso es destruido a la vez […] Incluso en la época en que sus amores con Léon prosperan sin sombra, Emma descubre en cada viaje a Rouen que la realidad está siempre por debajo del sueño. (Vargas Llosa , 125)
Su primera aventura es con Rodolfo, contrario a Charles, rápidamente Emma se entrega
al romance y se muestra dispuesta a arriesgarlo todo con tal de mantenerse a su lado, de no dejar
pasar la felicidad que la conduzca a los días de satisfacción continua:
Y como hablándose a sí misma —Sí, será bueno viajar... ¿Por qué tengo el corazón triste, sin embargo? ¿Es el miedo a lo desconocido..., el efecto de los hábitos abandonados o más bien...? No, es el exceso de felicidad. ¡Qué débil soy, verdad! ¡Perdóname!
-Todavía estás a tiempo –exclamó Rodolfo–. Reflexiona, quizás te arrepentirás después.
-¡Jamás! –dijo ella impetuosamente.
Y acercándose a él:
-¿Pues qué desgracia puede sobrevenirme? No hay desierto, precipicio ni océano que no atravesara contigo. A medida que vivamos juntos, será como un abrazo cada día más apretado, más completo. No tendremos nada que nos turbe, ninguna preocupación, ningún obstáculo. Viviremos sólo para nosotros, el uno para el otro, eternamente... (Flaubert , 259)
No tardará mucho en darse cuenta de que sus palabras no podían ser más erróneas, pues
Rodolfo reflexionaba ya acerca de poner fin a su relación, sin importar el placer que su romance
le proporcionaba, era demasiado para él hacerse cargo de la niña y de su manutención. La carta
de Rodolfo significará pues la adición de otra desilusión a la lista de Emma. Pero su nuevo
encuentro con León ayudará a superarla y a encontrar una esperanza en esta figura masculina, de
la que había sido forzada a alejarse cuando él mismo salió de la ciudad. Se le presentaba como la
figura de un viajante, alguien que tenía maravillosas e interesantes historias que contarle, una
persona que había encontrado la libertad que ella buscaba y que la ayudaría a encontrarla. El
renacer de su amor devolvió a Emma la vida que Rodolfo se había llevado con su partida:
León muy pronto pegó en ella sus labios. Luego, después de haber respirado profundamente:
-Usted en aquel tiempo era para mí no sé qué fuerza incomprensible que cautivaba mi vida. Una vez, por ejemplo, fui a su casa; pero usted no se acuerda de esto, sin duda.
-Sí –dijo ella–. Continúe.
-Usted estaba abajo, en la antesala, preparada para salir, en el último escalón; por cierto, llevaba un sombrero con pequeñas flores azules; y sin que usted me invitara, yo, a pesar mío, la acompañé. Cada minuto tenía cada vez más conciencia de mi tontería, y seguía caminando a su lado, sin atreverme a seguirla por completo y sin querer dejarla. Cuando usted entraba en una tienda, yo quedaba en la calle, la miraba por el cristal quitarse los guantes y contar el dinero en el mostrador. Después llamó en casa de la señora Tuvache, le abrieron, y yo me quedé como un idiota delante de la gran puerta pesada que se había vuelto a cerrar detrás de usted.
Madame Bovary, escuchándole, se asombraba de ser tan vieja; todas aquellas cosas que reaparecían le parecían ensanchar su existencia; aquello constituía como unas inmensidades sentimentales a las que ella se transportaba […] (Flaubert)
Conclusión
Emma Bovary es una mujer que no se resigna a las limitaciones de su tiempo, que se
arriesga al intentar romper las barreras que impone su condición, que ambiciona tanto en el
terreno sentimental como en el económico, que intenta superar todos los obstáculos que la
mantienen por debajo de sus expectativas de vida. Será, entonces, presa de ensoñaciones
presentadas por la literatura en auge de la época y llevada a buscar la libertad que anhela en
aventuras indignas que la alejan de la realidad cada vez con más fuerza.
Su esposo, quien no ama, pues representa la vida confortable y mediocre que tanto
repudia; su hija que le recuerda la falta de equidad de género y los pocos placeres a los que una
mujer tiene derecho; además de las deudas contraídas a partir de la ilusión de una vida burguesa
ataviada con lujos impropios de su estatus económico (representantes, estos tres factores, del
oponente), llevan a Emma a darse por vencida en una lucha que está condenada a perder desde
que comienza.
El modelo Greimasiano facilita la delimitación de los problemas planteados por la obra y
que desencadenan en Emma su decepción ante la vida provincial y la llevan a esta constante
búsqueda de mejorar, a conseguir su felicidad a partir de idealizar su existencia para llegar a la
libertad absoluta a la que está tan empeñada a encontrar.
BibliografíaFlaubert, Gustave. Madame Bovary. Barcelona: Castell y Moretón, 1954.
Vargas Llosa, Mario. La orgía perpetua. Barcelona: Seix- Barral, 1975.
OPONENTECharles BovarySu condición de mujer.Su hijaLas deudas
DESTINATARIO.Emma Bovary
OBJETOIdealización del sentido de la vida para alcanzar la libertad.
DESTINADORLecturas románticas
SUJETOEmma Bovary
ADYUVANTEAmantes:RodolpheLeón