lviii la dinámica de la transferencia 1912

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LVIII LA DINÁMICA DE LA TRANSFERENCIA 1912 EL tema de la transferencia, tan difícilmente agotable, ha sido tratado recientemente aquí mismo por W. Stekel en forma descriptiva. Por mi parte quiero añadir algunas observaciones encaminadas a explicar por qué la transferencia surge necesariamente en toda cura psicoanalítica y cómo llega a desempeñar en el tratamiento el papel que todos conocemos. Recordaremos, ante todo, que la acción conjunta de la disposición congénita y las influencias experimentadas durante los años infantiles determina, en cada individuo, la modalidad especial de su vida erótica, fijando los fines de la misma, las condiciones que el sujeto habrá de exigir en ella y los instintos que en ella habrá de satisfacer. Resulta, así, un clisé (o una serie de ellos), repetido, o reproducido luego regularmente, a través de toda la vida, en cuanto lo permiten las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos eróticos asequibles, pero susceptible también de alguna modificación bajo la acción de las impresiones recientes. Ahora bien: nuestras investigaciones nos han revelado que sólo una parte de estas tendencias que determinan la vida erótica han realizado una evolución psíquica completa. Esta parte, vuelta hacia la realidad, se halla a disposición de la personalidad consciente y constituye uno de sus componentes. En cambio, otra parte de tales tendencias libidinosas ha quedado detenida en su desarrollo por el veto de la personalidad consciente y de la misma realidad y sólo ha podido desplegarse en la fantasía o ha permanecido confinada en lo inconsciente, totalmente ignorada por la conciencia de la personalidad. El individuo cuyas necesidades eróticas no son satisfechas por la realidad, orientará representaciones libidinosas hacia toda nueva persona que surja en su horizonte, siendo muy probable que las dos porciones de su libido, la capaz de conciencia y la inconsciente, participen en este proceso. Es, por tanto, perfectamente normal y comprensible que la

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EL tema de la transferencia, tan difícilmente agotable, ha sido tratado recientemente aquí mismo por W. Stekel en forma descriptiva. Por mi parte quiero añadir algunas observaciones encaminadas a explicar por qué la transferencia surge necesariamente en toda cura psicoanalítica y cómo llega a desempeñar en el tratamiento el papel que todos conocemos

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LVIII LA DINMICA DE LA TRANSFERENCIA 1912EL tema de la transferencia, tan difcilmente agotable, ha sido tratado recientemente aqu mismo por W. Stekel en forma descriptiva. Por mi parte quiero aadir algunas observaciones encaminadas a explicar por qu la transferencia surge necesariamente en todacurapsicoanaltica y cmo llega a desempear en el tratamiento el papel que todos conocemos.Recordaremos, ante todo, que la accin conjunta de la disposicin congnita y las influencias experimentadas durante los aos infantiles determina, en cada individuo, la modalidad especial de su vida ertica, fijando los fines de la misma, las condiciones que el sujeto habr de exigir en ella y los instintos que en ella habr de satisfacer.

Resulta, as, un clis (o una serie de ellos), repetido, o reproducido luego regularmente, a travs de toda la vida, en cuanto lo permiten las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos erticos asequibles, pero susceptible tambin de alguna modificacin bajo la accin de las impresiones recientes.Ahora bien: nuestras investigaciones nos han revelado que slo una parte de estas tendencias que determinan la vida ertica han realizado una evolucin psquica completa. Esta parte, vuelta hacia la realidad, se halla a disposicin de lapersonalidadconsciente y constituye uno de sus componentes. En cambio, otra parte de tales tendencias libidinosas ha quedado detenida en su desarrollo por el veto de la personalidad consciente y de la misma realidad y slo ha podido desplegarse en la fantasa o ha permanecido confinada en lo inconsciente, totalmente ignorada por la conciencia de la personalidad. El individuo cuyas necesidades erticas no son satisfechas por la realidad, orientar representaciones libidinosas hacia toda nueva persona que surja en su horizonte, siendo muy probable que las dos porciones de su libido, la capaz de conciencia y la inconsciente, participen en este proceso.

Es, por tanto, perfectamente normal y comprensible que la carga de libido que el individuo parcialmente insatisfecho mantiene esperanzadamente pronta se oriente tambin hacia la persona delmdico. Conforme a nuestra hiptesis, esta carga se atendr a ciertos modelos, se enlazar a uno de los cliss dados en el sujeto de que se trate o, dicho de otro modo, incluir al mdico en una de las series psquicas que el paciente ha formado hasta entonces.

Conforme a la naturaleza de las relaciones delpacientecon el mdico, el modelo de esta inclusin habra de ser el correspondiente a la imagen del padre (segn la feliz expresin de Jung).Pero la transferencia no tiene que seguir obligadamente este prototipo, y puede establecerse tambin conforme a la imagen de la madre o del hermano, etc. Aquellas peculiaridades de la transferencia sobre elmdico, cuya naturaleza e intensidad no pueden ya justificarse racionalmente, se nos hacen comprensibles al reflexionar que dicha transferencia no ha sido establecida nicamente por las representaciones libidinosas conscientes, sino tambin por las retenidas o inconscientes.Nada ms habra que decir sobre esta conducta de la transferencia si no permanecieran an inexplicados dos puntos especialmente interesantes para el psicoanalista. En primer lugar, no comprendemos por qu la transferencia de los sujetos neurticos sometidos al anlisis se muestra mucho ms intensa que la de otras personas no analizadas, y en segundo, nos resulta enigmtico porque al anlisis se nos opone la transferencia como laresistenciams fuerte contra el tratamiento, mientras que fuera del anlisis hemos de reconocerla como substrato del efecto teraputico y condicin del xito. Podemos comprobar, cuantas veces queramos, que cuando cesan las asociaciones libres de un paciente, siempre puede vencerse tal agotamiento asegurndole que se halla bajo el dominio de una ocurrencia referente a la persona del mdico. En cuanto damos esta explicacin cesa el agotamiento o queda transformada la falta de asociaciones en una silenciacin consciente de las mismas.A primera vista parece un grave inconveniente del psicoanlisis el hecho de que la transferencia, la palanca ms poderosa dexito, se transforme en ella en el arma ms fuerte de la resistencia. Pero a poco que reflexionemos desaparece, por lo menos, el primero de los dos problemas que aqu se nos plantean. No es cierto que la transferencia surja ms intensa y desentrenada en el psicoanlisis que fuera de l. En los sanatorios en que los nerviosos no son tratados analticamente, la transferencia muestra tambin mxima intensidad y adopta las formas ms indignas, llegando, a veces, hasta el sometimiento ms absoluto, y no siendo nada difcil comprobar su matiz ertico. Una sutil observadora, Gabriela Reuter, ha descrito esta situacin, cuando apenas exista an el psicoanlisis, en un libro muy notable, en el que revela, adems, una penetrante visin de la naturaleza y la gnesis de las neurosis. As, pues, no debemos atribuir al psicoanlisis, sino a la neurosis misma, estos caracteres de la transferencia. En cambio, el segundo problema permanece an en pie.Vamos a aproximarnos a l, o sea a la cuestin de por qu la transferencia se nos opone, como resistencia, en el tratamiento psicoanaltico.Representmonos la situacin psicolgica del tratamiento. Toda adquisicin de una psiconeurosis tiene como premisa regular e indispensable el proceso descrito por Jung con el nombre de introversin de la libido, proceso consistente en la disminucin de la parte de libido capaz de conciencia y orientada hacia la realidad, y el aumento correlativo de la parte inconsciente, apartada de la realidad confinada en lo inconsciente y reducida, cuando ms, a alimentar las fantasas del sujeto. La libido ha emprendido (total o fragmentariamente) una regresin y no ha reanimado las imgenes infantiles. En este camino es seguida por la cura analtica, que quiere descubrir la libido, hacerla de nuevo asequible a la conciencia y ponerla al servicio de la realidad. All donde la investigacin analtica tropieza con la libido, encastillada en sus escondites, tiene que surgir un combate. Todas las fuerzas que han motivado la regresin de la libido se alzarn, en calidad de resistencias, contra la labor analtica, para conservar la nueva situacin, pues si la introversin o regresin de la libido no hubiese estado justificada por una determinada relacin con el mundo exterior (generalmente por la ausencia de satisfaccin), no hubiese podido tener efecto. Pero las resistencias que aqu tienen su origen no son las nicas, ni siquiera las ms intensas. La libido puesta a disposicin de la personalidad se hallaba siempre bajo la atraccin de los complejos inconscientes (o mejor an: de los elementos inconscientes de estos complejos) y emprendi la regresin al debilitarse la atraccin de la realidad. Para libertarla tiene que ser vencida esta atraccin de lo inconsciente, lo cual equivale a levantar la represin de los instintos inconscientes y de sus productos. De aqu es de donde nace la parte ms importante de la resistencia, que mantiene tantas veces la enfermedad, aun cuando el apartamiento de la realidad haya perdido ya su razn de ser. El anlisis tiene que luchar con las resistencias emanadas de estas dos fuentes, resistencias que acompaan todos sus pasos. Cada una de las ocurrencias del sujeto y cada uno de sus actos tiene que contar con la resistencia y se presenta como una transaccin entre las fuerzas favorables a la curacin y las opuestas a ella.

Si perseguimos un complejo patgeno desde su representacin en lo consciente (representacin visible como sntoma o totalmente inaparente) hasta sus races en lo inconsciente, no tardamos en llegar a una regin en la cual se impone de tal modo la resistencia, que las ocurrencias inmediatas han de contar con ella y presentarse como una transaccin entre sus exigencias y las de la labor investigadora.Laexperiencianos ha mostrado ser este el punto en que la transferencia inicia su actuacin. Cuando en la materia del complejo (en el contenido del complejo) hay algo que se presta a ser transferido a la persona del mdico, se establece en el acto esta transferencia, produciendo la asociacin inmediata y anuncindose con los signos de una resistencia; por ejemplo, con una detencin de las asociaciones. De este hecho deducimos que si dicha idea ha llegado hasta la conciencia con preferencia a todas las dems posibles, es porque satisface tambin a la resistencia. Este proceso se repite innumerables veces en el curso de un anlisis. Siempre que nos aproximamos a un complejo patgeno, es impulsado, en primer lugar, hacia la conciencia y tenazmente defendido aquel elemento del complejo que resulta adecuado para la transferencia.

Una vez vencido ste, los dems elementos del complejo no crean grandes dificultades. Cuando ms se prolonga unacuraanaltica y ms claramente va viendo el enfermo que las deformaciones del material patgeno no constituyen por s solas una proteccin contra el descubrimiento del mismo, ms consecuentemente se servir de una clase de deformacin que le ofrece, sin disputa, mximas ventajas: de la deformacin por medio de la transferencia, Ilegndose as a una situacin en la que todos los conflictos han de ser combatidos ya sobre el terreno de la transferencia.De este modo, la transferencia que surge en la cura analtica se nos muestra siempre, al principio, como el arma ms poderosa de laresistenciay podemos deducir la conclusin de que la intensidad y la duracin de la transferencia son efecto y manifestacin de la resistencia. El mecanismo de la transferencia queda explicado con su referencia a la disposicin de la libido, que ha permanecido fijada a imgenes infantiles. Pero la explicacin de su actuacin en la cura no la conseguimos hasta examinar sus relaciones con la resistencia.De qu proviene que la transferencia resulte tan adecuada para constituirse en un arma de la resistencia? A primera vista no parece difcil la respuesta. Es indudable que la confesin de un impulso optativo ha de resultar ms difcil cuando ha de llevarse a cabo ante la persona a la cual se refiere precisamente dicho impulso. Esta imposicin provoca situaciones que parecen realmente insolubles, y esto es, precisamente, lo que quiere conseguir el analizado cuando hace coincidir con el mdico el objeto de sus impulsos sentimentales.Pero una reflexin ms detenida nos muestra que esta ventaja aparente no puede ofrecernos la solucin del problema. Una relacin de tierna y sumisa adhesin puede tambin ayudar a superar todas las dificultades de la confesin. As, en circunstancias reales anlogas, solemos decir: Delante de ti no tengo por qu avergonzarme; a ti puedo decrtelo todo. La transferencia sobre el mdico podra, pues, servir lo mismo para facilitar la confesin, y no podramos explicaros por qu provoca una dificultad.

La respuesta a esta interrogacin, repetidamente planteada ya aqu, no nos es proporcionada por una ms prolongada reflexin, sino por una observacin que realizamos al investigar las distintas resistencias por transferencia durante la cura. Acabamos por advertir que, admitiendo tan slo una transferencia, no llegamos a comprender el aprovechamiento de la misma para la resistencia, y tenemos que decidirnos a distinguir una transferencia positiva y una negativa, una transferencia de sentimientos cariosos y otra de sentimientos hostiles, y examinar separadamente tales dos clases de la transferencia sobre el mdico. La transferencia positiva se descompone luego, a su vez, en la de aquellos sentimientos amistosos o tiernos que son capaces de conciencia y en la de sus prolongaciones en lo inconsciente. Con respecto a estas ltimas, demuestra el anlisis que proceden de fuentes erticas, y as hemos de concluir que todos los sentimientos de simpata, amistad, confianza, etc., que entraamos en la vida, se hallan genticamente enlazados con la sexualidad, y por muy puros y asexuales que nos lo representemos en nuestra autopercepcin consciente, proceden de deseos puramente sexuales, habiendo surgido de ellos por debilitacin del fin sexual. Primitivamente no conocimos ms que objetos sexuales, y el psicoanlisis nos muestra que las personas meramente estimadas o respetadas de nuestra realidad pueden continuar siendo, para nuestro psiquismo inconsciente, objetos sexuales.

La solucin del enigma est, por tanto, en que la transferencia sobre el mdico slo resulta apropiada para constituirse en resistencia en la cura, en cuanto es transferencia negativa o positiva de impulsos erticos reprimidos. Cuando suprimimos la transferencia, orientando la conciencia sobre ella, nos desligamos de la persona del mdico ms que estos dos componentes del sentimiento. El otro componente, capaz de conciencia y aceptable, subsiste y constituye tambin, en el psicoanlisis como en los dems mtodos teraputicos, uno de los substratos del xito. En esta medida reconocemos gustosamente que los resultados del psicoanlisis reposan en la sugestin, siempre que se entienda por sugestin aquello que, con Ferenczi, vemos nosotros en l; el influjo ejercido sobre un sujeto por medio de los fenmenos de transferencia en l posibles.Paralelamente cuidamos de la independencia final del enfermo, utilizando la sugestin para hacerle llevar a cabo una labor psquica que trae necesariamente consigo una mejora permanente de su situacin psquica.

Puede preguntarse an por qu los fenmenos deresistenciade la transferencia surgen tan slo en el psicoanlisis, y no en los dems tratamientos, por ejemplo, en los sanatorios. En realidad surgen tambin en estos casos, pero no son reconocidos como tales. La explosin de la transferencia negativa es incluso muy frecuente en los sanatorios, y el enfermo abandona el establecimiento, sin haber conseguido alivio alguno o habiendo empeorado, en cuanto surge en l esta transferencia negativa. La transferencia ertica no llega a presenciar tan grave inconveniente en los sanatorios, pues en lugar de ser descubierta y revelada es silenciada y disminuida, como en la vida social; pero se manifiesta claramente como una resistencia a la curacin, no ya impulsando al enfermo a abandonar el establecimiento -por el contrario, lo retiene en l-, sino mantenindole apartado de la vida real. Para la curacin es totalmente indiferente que el enfermo domine en el sanatorio una cualquiera angustia o inhibicin; lo que importa es que se liberte tambin de ella en la realidad de su vida.

La transferencia negativa merecera una atencin ms detenida de la que podemos concederle dentro de los lmites del presente trabajo. En las formas curables de psiconeurosis coexiste con la transferencia cariosa, apareciendo ambas dirigidas simultneamente, en muchos casos, sobre la misma persona, situacin para la cual ha hallado Bleuler el trmino de ambivalencia. Una tal ambivalencia sentimental parece ser normal hasta cierto grado, pero a partir de l constituye una caracterstica especial de las personas neurticas. En la neurosis obsesiva parece ser caracterstica de la vida instintiva una prematura disociacin de los pares de anttesis y representar una de sus condiciones constitucionales. La ambivalencia de las directivas sentimentales nos explica mejor que nada la facultad de los neurticos de poner sus transferencias al serviciode la resistencia. All donde la facultad de transferencia se ha hecho esencialmente negativa, como en los paranoides, cesa toda posibilidad de influjo y de curacin.Pero con todas estas explicaciones no hemos examinado an ms que uno de los lados del fenmeno de la transferencia, y es necesario dedicar tambin alguna atencin a otro de los aspectos del mismo. Quienes han apreciado exactamente cmo el analizado es apartado violentamente de sus relaciones reales con elmdicoen cuanto cae bajo el dominio de una intensa resistencia por transferencia, cmo se permite entonces infringir la regla psicoanaltica fundamental de comunicar, sin crtica alguna, todo lo que acuda a su pensamiento, cmo olvida los propsitos con los que acudi al tratamiento y cmo le resultan ya indiferentes deducciones y conclusiones lgicas que poco antes hubieron de causarle mxima impresin; quienes han podido apreciar justamente todo esto sentirn la necesidad de explicrselo por la accin de otros factores distintos de los ya citados hasta aqu, y en efecto, tales factores existen, y no muy lejos; surgen nuevamente de la situacin psquica en la que la cura ha colocado el analizado.En la persecucin de la libido sustrada a la conciencia hemos penetrado en los dominios de lo inconsciente. Las reacciones que provocamos entonces muestran algunos de los caracteres peculiares a los procesos inconscientes, tal y como nos los ha dado a conocer el estudio de los sueos. Los impulsos inconscientes no quieren ser recordados, como lacuralo desea, sino que tienden a reproducir conforme a las condiciones caractersticas de lo inconsciente. El enfermo atribuye, del mismo modo que en el sueo, a los resultados del estmulo de sus impulsos inconscientes, actualidad y realidad; quiere dar alimento a sus pasiones sin tener en cuenta la situacin real. El mdico quiere obligarle a incluir tales impulsos afectivos en la marcha del tratamiento, subordinados a la observacin reflexiva y estimarlos segn su valor psquico. Esta lucha entre el mdico y el paciente, entre el intelecto y el instinto, entre el conocimiento y la accin, se desarrolla casi por entero en el terreno de los fenmenos de la transferencia. En este terreno ha de ser conseguida la victoria, cuya manifestacin ser la curacin de la neurosis. Es innegable que el vencimiento de los fenmenos de la transferencia ofrece al psicoanalista mxima dificultad; pero no debe olvidarse que precisamente estos fenmenos nos prestan el inestimable servicio de hacer actuales y manifiestos los impulsos erticos ocultos y olvidados de los enfermos, pues, en fin de cuentas nadie puede ser vencido in absentia o in effigie.

LIX CONSEJOS AL MDICO EN EL TRATAMIENTO PSICOANALTICO 1912LAS reglas tcnicas a continuacin propuestas son el resultado de una largaexperiencia. Se observar fcilmente que muchas de ellas concluyen en un nico progreso. Espero que su observancia ahorrar a muchos analistas intiles esfuerzos y los preservar de incurrir en peligrosas negligencias; pero tambin quiero hacer constar que si la tcnica aqu aconsejada ha demostrado ser la nica adecuada a mi personalidad individual, no es imposible que otra personalidad mdica, distintamente constituida, se vea impulsada a adoptar una actitud diferente ante los enfermos y ante la labor que los mismos plantean.a) La primera tarea que encuentra ante s el analista que ha de tratar ms de un enfermo al da es quiz la que parecer ms difcil. Consiste en retener en la memoria los innumerables nombres, fechas, detalles del recuerdo, asociaciones y manifestaciones patolgicas que el enfermo va produciendo en el curso de un tratamiento prolongado meses enteros y hasta aos, sin confundir este material con el suministrado por otros pacientes en el mismo perodo de tiempo o en otros anteriores. Cuando se tiene que analizar diariamente a siete u ocho enfermos, el rendimiento mnmico conseguido por elmdicoha de despertar la admiracin de los profanos -cuando no su incredulidad- y, desde luego, su curiosidad por conocer la tcnica que permite dominar un material tan amplio, suponiendo que habr de servirse de algn medio auxiliar especial.En realidad, esta tcnica es muy sencilla. Rechaza todo medio auxiliar, incluso, como veremos, la mera anotacin, y consiste simplemente en no intentar retener especialmente nada y acogerlo todo con una igual atencin flotante. Nos ahorramos de este modo un esfuerzo de atencin imposible de sostener muchas horas al da y evitamos un peligro inseparable de la retencin voluntaria, pues en cuanto esforzamos voluntariamente la atencin con una cierta intensidad comenzamos tambin, sin quererlo, a seleccionar el material que se nos ofrece: nos fijamos especialmente en un elemento determinado y eliminamos en cambio otro, siguiendo en esta seleccin nuestras esperanzas o nuestras tendencias. Y esto es precisamente lo que ms debemos evitar. Si al realizar tal seleccin nos dejamos guiar por nuestras esperanzas, correremos el peligro de no descubrir jams sino lo que ya sabemos, y si nos guiamos por nuestras tendencias, falsearemos seguramente la posible percepcin. No debemos olvidar que en la mayora de los anlisis omos del enfermo cosas cuya significacin slo a posteriori descubrimos.Como puede verse, el principio de acogerlo todo con igual atencin equilibrada es la contrapartida necesaria de la regla que imponemos al analizado, exigindole que nos comunique, sin crtica ni seleccin algunas, todo lo que se le vaya ocurriendo.

Si elmdicose conduce diferentemente, anular casi por completo los resultados positivos obtenidos con la observacin de la regla fundamental psicoanaltica por parte del paciente. La norma de la conducta del mdico podra formularse como sigue: Debe evitar toda influencia consciente sobre su facultad retentiva y abandonarse por completo a su memoria inconsciente. O en trminos puramente tcnicos: Debe escuchar al sujeto sin preocuparse de si retiene o no sus palabras.Lo que as conseguimos basta para satisfacer todas las exigencias del tratamiento. Aquellos elementos del material que han podido ser ya sintetizados en una unidad se hacen tambin conscientemente disponibles para el mdico, y lo restante, incoherente an y caticamente desordenado, parece al principio haber sucumbido al olvido, pero emerge prontamente en la memoria en cuanto el analizado produce algo nuevo susceptible de ser incluido en la sntesis lograda y continuarla. El mdico acoge luego sonriendo la inmerecida felicitacin del analizado por su excelente memoria cuando al cabo de un ao reproduce algn detalle que probablemente hubiera escapado a la intencin consciente de fijarlo en la memoria.

En estos recuerdos slo muy pocas veces se comete algn error, y casi siempre en detalles en los que el mdico se ha dejado perturbar por la referencia a su propia persona, apartndose con ello considerablemente de la conducta ideal del analista. Tampoco suele ser frecuente laconfusindel material de un caso con el suministrado por otros enfermos. En las discusiones con el analizado sobre si dijo o no alguna cosa y en qu forma la dijo, la razn demuestra casi siempre estar de parte del mdico.

b) No podemos recomendar la prctica de tomar apuntes de alguna extensin, formar protocolos, etc., durante las sesiones con el analizado. Aparte de la misma impresin que produce en algunos pacientes, se oponen a ello las mismas razones que antes consignamos al tratar de la retencin en la memoria. Al anotar o taquigrafiar las comunicaciones del sujeto realizamos forzosamente una seleccin perjudicial y consagramos a ello una parte de nuestra actividad mental, que encontrara mejor empleo aplicada a la interpretacin del material producido. Podemos infringir sin remordimiento esta regla cuando se trata de fechas, textos de sueos o singulares detalles aislados, que pueden ser desglosados fcilmente del conjunto y resultan apropiados para utilizarlos independientemente como ejemplos.

Por mi parte, tampoco lo hago as, y cuando encuentro algo que puede servir como ejemplo, lo anoto luego de memoria, una vez terminado el trabajo del da.Cuando se trata de algn sueo que me interesa especialmente, hago que el mismo enfermo ponga por escrito su relato despus de habrselo odo de palabra.c) La anotacin de datos durante las sesiones del tratamiento poda justificarse con el propsito de utilizar el caso para una publicacin cientfica. En principio no es posible negar almdicotal derecho. Pero tampoco debe olvidarse que en cuanto se refiere a los historiales clnicos psicoanalticos, los protocolos detallados presentan una utilidad mucho menor de lo que pudiera esperarse. Pertenece, en ltimo trmino, a aquella exactitud aparente de la cual nos ofrece ejemplos singulares la Psiquiatra moderna. Por lo general resultan fatigosos para el lector, sin que siquiera puedan darle en cambio la impresin de asistir al anlisis. Hemos comprobado ya repetidamente que el lector, cuando quiere creer al analista, le concede tambin su crdito en cuanto a la elaboracin a Ia cual ha tenido que someter su material, y si no quiere tomar en serio ni el anlisis ni al analista, ningn protocolo, por exacto que sea, le har la menor impresin. No parece ser ste el mejor medio de compensar la falta de evidencia que se reprocha a las descripciones psicoanalticas.

d) La coincidencia de lainvestigacincon el tratamiento es, desde luego, uno de los ttulos ms preciados de la labor analtica; pero la tcnica que sirve a la primera se opone, sin embargo, al segundo a partir de cierto punto. Antes de terminar el tratamiento no es conveniente elaborar cientficamente un caso y reconstruir su estructura e intentar determinar su trayectoria fijando de cuando en cuando su situacin, como lo exigira el inters cientfico. El xito teraputico padece en estos casos utilizados desde un principio para un fin cientfico y tratados en consecuencia. En cambio, obtenemos los mejores resultados teraputicos en aquellos otros en los que actuamos como si no persiguiramos fin ninguno determinado, dejndonos sorprender por cada nueva orientacin y actuando libremente, sin prejuicio alguno. La conducta ms acertada para el psicoanlisis consistir en pasar sin esfuerzo de una actitud psquica a otra, no especular ni cavilar mientras analiza y espera a terminar el anlisis para someter el material reunido a una labor mental de sntesis. La distincin entre ambas actitudes carecera de toda utilidad si poseyramos ya todos los conocimientos que pueden ser extrados de la labor analtica sobre la psicologa de lo inconsciente y la estructura de las neurosis, o, por lo menos, los ms importantes.Pero actualmente nos encontramos an muy lejos de tal fin y no debemos cerrarnos los caminos que nos permiten comprobar los descubiertos hasta ahora y aumentar nuestros conocimientos.e) He de recomendar calurosamente a mis colegas que procuren tomar como modelo durante el tratamiento psicoanaltico la conducta del cirujano, que impone silencio a todossus afectos e incluso a su compasin humana y concentra todas sus energas psquicas en su nico fin: practicar la operacin conforme a todas las reglas del arte. Por las circunstancias en las que hoy se desarrolla nuestra actividad mdica se hace mximamente peligrosa para el analista una cierta tendencia afectiva: la tambin teraputica de obtener con su nuevo mtodo, tan apasionadamente combatido, un xito que acte convincentemente sobre los dems. Entregndose a esta ambicin no slo se coloca en una situacin desfavorable para su labor, sino que se expone indefenso a ciertas resistencias del paciente, de cuyo vencimiento depende en primera lnea la curacin. La justificacin de esta frialdad de sentimientos que ha de exigirse al mdico est en que crea para ambas partes interesadas las condiciones ms favorables, asegurando al mdico la deseable proteccin de su propia vida afectiva y al enfermo eI mximo auxilio que hoy nos es dado prestarle. Un antiguo cirujano haba adoptado la siguiente divisa: Je le pensai, Dieu le gurit. Con algo semejante deba darse por contento el analista.

f) No es difcil adivinar el fin al que todas estas reglas tienden de consuno. Intentan crear en elmdicola contrapartida de la regla psicoanaltica fundamental impuesta al analizado. Del mismo modo que el analizado ha de comunicar todo aquello que la introspeccin le revela, abstenindose de toda objecin lgica o afectiva que intente moverle a realizar una seleccin, el mdico habr de colocarse en situacin de utilizar, para la interpretacin y el descubrimiento de lo inconsciente oculto, todo lo que el paciente le suministra, sin sustituir con su propia censura la seleccin a la que el enfermo ha renunciado. O dicho en una frmula: Debe orientar hacia lo inconsciente emisor del sujeto su propio inconsciente, como rgano receptor, comportndose con respecto al analizado como el receptor del telfono con respecto al emisor. Como el receptor transforma de nuevo en ondas sonoras las oscilaciones elctricas provocadas por las ondas sonoras emitidas, as tambin el psiquismo inconsciente del mdico est capacitado para reconstruir, con los productos de lo inconsciente que le son comunicados, este inconsciente mismo que ha determinado las ocurrencias del sujeto.Pero si elmdicoha de poder servirse as de su inconsciente como de un instrumento, en el anlisis ha de llenar plenamente por s mismo una condicin psicolgica. No ha de tolerar en s resistencia ninguna que aparte de su conciencia lo que su inconsciente ha descubierto, pues de otro modo introducira en el anlisis una nueva forma de seleccin y deformacin mucho ms perjudicial que la que podra producir una tensin consciente de su atencin. Para ello no basta que sea un individuo aproximadamente normal, debiendo ms bien exigrsele que se haya sometido a una purificacin psicoanaltica y haya adquirido conocimiento de aquellos complejos propios que pudieran perturbar su aprehensin del material suministrado por los analizados. Es indiscutible que la resistencia de estos defectos no vencidos por un anlisis previo descalifican para ejercer el psicoanlisis, pues, segn la acertada expresin de W. Stekel, a cada una de las represiones no vencidas en el mdico corresponde un punto ciego en su percepcin analtica.Hace ya aos respond a la interrogacin de cmo poda llegarse a ser analista en los siguientes trminos: por el anlisis de los propios sueos. Esta preparacin resulta desde luego suficiente para muchas personas, mas no para todas las que quisieran aprender a analizar. Hay tambin muchas a las cuales se hace imposible analizar sus sueos sin ayuda ajena. Uno de los muchos merecimientos contrados por la escuela analtica de Zurich consiste en haber establecido que para poder practicar el psicoanlisis era condicin indispensable haberse hecho analizar previamente por una persona perita ya en nuestra tcnica. Todo aquel que piense seriamente en ejercer el anlisis debe elegir este camino, que le promete ms de una ventaja, recompensndole con largueza del sacrificio que supone tener que revelar sus intimidades a un extrao. Obrando as, no slo se conseguir antes y con menor esfuerzo el conocimiento deseado de los elementos ocultos de la propiapersonalidad, sino que se obtendrn directamente y por propia experiencia aquellas pruebas que no puede aportar el estudio de los libros ni la asistencia a cursos y conferencias. Por ltimo, la duradera relacin espiritual que suele establecerse entre el analizado y su iniciador entraa tambin un valor nada despreciable.

Estos anlisis de individuos prcticamentesanospermanecen, como es natural, inacabados. Aquellos que sepan estimar el gran valor del conocimiento y el dominio de s mismos en ellos obtenidos, continuarn luego, en un autoanlisis, la investigacin de su propia personalidad y vern con satisfaccin cmo siempre les es dado hallar, tanto en s mismos como en los dems, algo nuevo.En cambio, quienes intenten dedicarse al anlisis despreciando someterse antes a l, no slo se vern castigados con la incapacidad de penetrar en los pacientes ms all de una cierta profundidad, sino que se expondrn a un grave peligro, que puede serlo tambin para otros. Se inclinarn fcilmente a proyectar sobre lacienciacomo teora general lo que una oscura autopercepcin les descubre sobre las peculiaridades de su propia persona, y de este modo atraern el descrdito sobre el mtodo psicoanaltico e inducirn a error a los individuos poco experimentados.g) Aadiremos an algunas reglas con las que pasaremos de la actitud recomendable almdicoal tratamiento de los analizados.Resulta muy atractivo para el psicoanalista joven y entusiasta poner en juego mucha parte de su propia individualidad para arrastrar consigo alpacientee infundirle impulso para sobrepasar los lmites de su reducida personalidad. Poda parecer lcito, e incluso muy apropiado para vencer las resistencias dadas en el enfermo, el que el mdico le permitiera la visin de sus propios defectos y conflictos anmicos y le hiciera posible equipararse a l, comunicndole las intimidades de su vida. La confianza debe ser recproca, y si se quiere que alguien nos abra su corazn, debemos comenzar por mostrarle el nuestro.Pero en la relacin psicoanaltica suceden muchas cosas de un modo muy distinto a como sera de esperar segn las premisas de lapsicologade la conciencia. La experiencia no es nada favorable a semejante tcnica afectiva. No es nada difcil advertir que con ella abandonamos el terreno psicoanaltico y nos aproximamos al tratamiento por sugestin. Alcanzamos as que el paciente comunique antes y con mayor facilidad lo que ya le es conocido y hubiera silenciado an durante algn tiempo por resistencias convencionales. Mas por lo que respecta al descubrimiento de lo que permanece inconsciente para el enfermo, esta tcnica no nos es de utilidad ninguna; incapacita al sujeto para vencer las resistencias ms profundas y fracasa siempre en los casos de alguna gravedad, provocando en el enfermo una curiosidad insaciable que le inclina a invertir los trminos de la situacin y a encontrar el anlisis del mdico ms interesante que el suyo propio. Esta actitud abierta del mdico dificulta asimismo una de las tareas capitales de la cura: la solucin de la transferencia, resultando as que las ventajas que al principio pudo proporcionar quedan luego totalmente anuladas. En consecuencia, no vacilamos en declarar indeseable tal tcnica.EImdicodebe permanecer impenetrable para el enfermo y no mostrar, como un espejo, ms que aquello que le es mostrado. Desde el punto de vista prctico no puede condenarse que un psicoterapeuta mezcle una parte de anlisis con algo de influjo sugestivo para conseguir en poco tiempo resultados visibles, como resulta necesario en los sanatorios; pero debe exigrsele que al obrar as sepa perfectamente lo que hace y reconozca que su mtodo no es el psicoanlisis autntico.h) De la actuacin educadora que sin propsito especial por su parte recae sobre el mdico en el tratamiento psicoanaltico se deriva para l otra peligrosa tentacin. En la solucin de las inhibiciones de la evolucin psquica se le plantea espontneamente la labor de sealar nuevos fines a las tendencias libertadas. No podremos entonces extraar que se deje llevar por una comprensible ambicin y se esfuerce en hacer algo excelente de aquella persona a la que tanto trabajo le ha costado libertar de la neurosis, marcando a sus deseos los ms altos fines. Pero tambin en esta cuestin debe saber dominarse el mdico y subordinar su actuacin a las capacidades del analizado ms que a sus propios deseos. No todos los neurticos poseen una elevada facultad de sublimacin. De muchos de ellos hemos de suponer que no hubieran contrado la enfermedad si hubieran posedo el arte de sublimar sus instintos. Si les imponemos una sublimacin excesiva y los privamos de las satisfacciones ms fciles y prximas de sus instintos, les haremos la vida ms difcil an de lo que ya la sienten. Como mdicos debemos ser tolerantes con las flaquezas del enfermo y satisfacernos con haber devuelto a un individuo -aunque no se trate de unapersonalidadsobresaliente- una parte de su capacidad funcional y de goce. La ambicin pedaggica es tan inadecuada como la teraputica. Pero, adems, debe tenerse en cuenta que muchas personas han enfermado precisamente al intentar sublimar sus instintos ms de lo que su organizacin poda permitrselo, mientras que aquellas otras capacitadas para la sublimacin la llevan a cabo espontneamente en cuanto el anlisis deshace sus inhibiciones. Creemos, pues, que la tendencia a utilizar regularmente el tratamiento analtico para la sublimacin de instintos podr ser siempre meritoria, pero nunca recomendable en todos los casos.i) En qu medida debemos requerir la colaboracin intelectual del analizado en el tratamiento? Es difcil fijar aqu normas generales. Habremos de atenernos ante todo a la personalidad delpaciente, pero sin dejar de observar jams la mayor prudencia.Resulta equivocado plantear al analizado una labor mental determinada, tal como reunir sus recuerdos,reflexionarsobre un perodo determinado de su vida, etc. Por el contrario, tiene que aceptar algo que ha de parecerle muy extrao en un principio. Que para llegar a la solucin de los enigmas de la neurosis no sirve de nada la reflexin ni el esfuerzo de la atencin o la voluntad y s nicamente la paciente observancia de las reglas psicoanalticas que le prohiben ejercer crtica alguna sobre lo inconsciente y sus productos. La obediencia a esta regla debe exigirse ms inflexiblemente a aquellos enfermos que toman la costumbre de escapar a las regiones intelectuales durante el tratamiento y reflexionan luego mucho, y a veces muy sabiamente, sobre su estado, ahorrndose as todo esfuerzo por dominarlo. Por esta razn prefiero tambin que los pacientes no lean durante el tratamiento ninguna obra psicoanaltica; les pido que aprendan en su propia persona y les aseguro que aprendern as mucho ms de lo que pudiera ensearles toda la bibliografa psicoanaltica. Pero reconozco que en las condiciones en que se desarrolla la cura en sanatorio puede ser conveniente servirse de la lectura para la preparacin del analizado y la creacin de una atmsfera propicia.

En cambio, no deber intentarse jams conquistar laaprobaciny el apoyo de los padres o familiares del enfermo dndoles a leer una obra ms o menos profunda de nuestra bibliografa. Por Io general, basta con ello para hacer surgir prematuramente la hostilidad de los parientes contra el tratamiento psicoanaltico de los suyos, hostilidad natural e inevitable ms pronto o ms tarde, resultando as que la cura no Ilega siquiera a ser iniciada.

Terminaremos manifestando nuestra esperanza de que la progresivaexperienciade los psicoanalistas conduzca pronto a un acuerdo unnime sobre la tcnica ms adecuada para el tratamiento de los neurticos. Por lo que respecta al tratamiento de los familiares, confieso que no se me ocurre solucin alguna y que me inspira pocas esperanzas su tratamiento individual.