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Documento del Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial Asociado a la Fundação Armando Alvares Penteado - 2005 Democracia 4: Brasil necesita una nueva estrategia Lula y Mefistófeles Norman Gall Esta edición de Braudel Papers tiene patrocínio de Natura. Este ensayo fue escrito en medio de la peor crisis política que ha vivido Brasil desde el colapso del régimen democrático, a princi- pios de los años 60. Si bien las instituciones democráticas son mucho más sólidas hoy en día y las posibilidades del retorno de un régimen militar son remotas, el resultado de los problemas actuales todavía es incierto. No obstante, el Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial considera que en es- tos momentos podría ser útil analizar los contornos generales de tales dificultades, así como los problemas a largo plazo inherentes a éstas. 1. Guerra de termitas “Escúchenme, ciudadanos de Brasil, senadores y diputados”, comenzó Mefis- tófeles durante la sesión de una comisión parlamentaria de investigación sobre corrup- ción, televisada a escala nacional. “Solicito su permiso para decir que, aunque nos encontramos en un teatro de luchas e ideas, un teatro político, no vine aquí para desempeñar el papel de un artista. Si así fuere juzgado, ofrecería disculpas de modo que pueda tratar de presentar mis argumentos de manera personal, dejando de lado cualquier propensión artística que yo o cualquiera de ustedes pudiera tener. No vine aquí a rogar para conservar mi escaño en el Congreso. Ahora me encuentro más allá de esas cosas. Nadie me forzará a arrodillarme con la cola entre las patas. Nadie me ri- diculizará. No desempeño el papel de héroe porque no soy mejor que todos ustedes, sino igual a todos ustedes. Tampoco desempeño el rol de villano porque ustedes, damas y caballeros, no son mejores que yo”. Norman Gall és director ejecutivo del Instituto Fernand Braudel de Economia Mundial y editor de Braudel Papers. Mefistófeles, arcángel de la corrupción, ter- minó la sesión a las 2 a.m. con una risa infer- nal. Mefistófeles ha asumido muchas formas e identidades a través de los siglos. En esta encar- nación, asumió la identidad de un diputado de 51 años, de Río de Janeiro: Roberto Jefferson Monteiro Francisco, ex presentador de televisión que portaba armas y cantan- te aficionado de arias operísticas y canciones napolitanas cuyas acusaciones, embellecidas con manierismos teatrales y pausas, desencadenaron un escándalo político que casi ha destruido al gobierno del presidente Luiz Inácio Lula

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Documento del Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial Asociado a la Fundação Armando Alvares Penteado - 2005

Democracia 4: Brasil necesita una nueva estrategia

Lula y MefistófelesNorman Gall

Esta edición de Braudel Papers tiene patrocínio de Natura.

Este ensayo fue escrito en medio de la peor crisis política que ha vivido Brasil desde el colapso del régimen democrático, a princi-pios de los años 60. Si bien las instituciones democráticas son mucho más sólidas hoy en día y las posibilidades del retorno de un régimen militar son remotas, el resultado de los problemas actuales todavía es incierto. No obstante, el Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial considera que en es-tos momentos podría ser útil analizar los contornos generales de tales dificultades, así como los problemas a largo plazo inherentes a éstas.

1. Guerra de termitas

“Escúchenme, ciudadanos de Brasil, senadores y diputados”, comenzó Mefis-tófeles durante la sesión de una comisión parlamentaria de investigación sobre corrup-ción, televisada a escala nacional. “Solicito su permiso para decir que, aunque nos encontramos en un teatro de luchas e ideas, un teatro político, no vine aquí para desempeñar el papel de un artista. Si así fuere juzgado, ofrecería disculpas de modo que pueda tratar de presentar mis argumentos de manera personal, dejando de lado cualquier propensión artística que yo o cualquiera de ustedes pudiera tener. No vine aquí a rogar para conservar mi escaño en el Congreso. Ahora me encuentro más allá de esas cosas. Nadie me forzará a arrodillarme con la cola entre las patas. Nadie me ri-diculizará. No desempeño el papel de héroe porque no soy mejor que todos ustedes, sino igual a todos ustedes. Tampoco desempeño el rol de villano porque ustedes, damas y caballeros, no son mejores que yo”.

Norman Gall és director ejecutivo del Instituto Fernand Braudel de Economia Mundial y editor de Braudel Papers.

Mefistófeles, arcángel de la corrupción, ter-minó la sesión a las 2 a.m. con una risa infer-nal. Mefistófeles ha asumido muchas formas e

identidades a través de los siglos. En esta encar-nación, asumió la identidad de un diputado de 51 años, de Río de Janeiro: Roberto Jefferson Monteiro Francisco, ex presentador de televisión que portaba armas y cantan-te aficionado de arias operísticas y canciones napolitanas cuyas acusaciones, embellecidas con manierismos teatrales y pausas, desencadenaron un escándalo político que casi ha destruido al gobierno del presidente Luiz Inácio Lula

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Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial

Asociado a la Fundação Armando Alvares Penteado (FAAP)

Rua Ceará, 2 – 01243-010São Paulo, SP

Tel.: 11 3824-9633e-mail: [email protected]

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Copyright 2005 Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial

da Silva y su Partido de los Trabajadores (PT). La nación se quedo atónita ante sus palabras. Como para probar su autentici-dad, Jefferson – presidente del Partido La-borista Brasileño (PTB) – confesó que en nombre del PTB había negociado pagos de los líderes del PT por un total de 20 millones de reais (cerca de 6 millones de dólares estadounidenses), pero indignado agregó que sólo había recibido 4 millo-nes de reales en efectivo en el primero y único pago parcial del dinero entregado en maletas. Maestro tanto del portugués grandilocuente como del callejero, Me-fistófeles posteriormente enfatizó – con gesticulaciones teatrales – el código de honor en política, declarando que si el gobierno hubiera mantenido su palabra y no lo hubiera traicionado, habría guar-dado silencio. Al final, su denuncia dio lugar a revelaciones en cascada de fraudes, lavado de dinero a escala internacional, financiamiento ilegal de campañas electo-rales, sobornos a congresistas a cambio de votos, contratos gubernamentales ilícitos y robo de grandes cantidades a autorida-des municipales y bancos, corporaciones y compañías aseguradoras propiedad del gobierno federal, además de inversiones ilícitas de empleados gubernamentales en fondos de pensiones.

La esencia de la antigua leyenda de Fausto es la incapacidad de percibir li-mitaciones. Cada uno de estos errores tiene un precio. Según la antigua histo-ria, Fausto era un mago y un charlatán que negoció con el Diablo para obtener poderes sobrehumanos durante 24 años, después de los cuales Mefistófeles, uno de los siete príncipes del Infierno, reclama el alma de Fausto para su condenación eterna. La leyenda evolucionó a lo largo de los pasados cinco siglos en cuentos populares, teatros de marionetas, dramas trágicos, poemas, óperas y sinfonías, y películas y novelas modernas.

En el poema clásico de Goethe, Mefis-tófeles pregunta a Fausto:

¿Por qué haces un pacto con nosotros si no lo puedes cumplir? ¿Fuimos nosotros los que te forzamos o tú nos forzaste a nosotros?

En su versión brasileña más reciente, la leyenda de Fausto se manifiesta, en in-

vestigaciones del Congreso y revelaciones de prensa, como negociaciones perversas que buscaban aumentar el poder de Lula y el PT, las cuales resultaron inútiles y amenazaron con poner fin a una espec-tacular carrera, así como a los sueños de establecer una hegemonía del PT similar a las siete décadas de gobierno en México del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Los medios para lograr esta hege-monía fueron un temerario esquema de sobornos y desvíos de fondos del Esta-do por medio de préstamos y contratos gubernamentales fraudulentos, conforme los políticos roían como termitas la es-tructura y legitimidad de la democracia brasileña.

Las esperanzas inspiradas por Lula han terminado por derrumbarse en un espec-táculo de corrupción, bufonería y degra-dación. Se dice que el autor intelectual de este espectáculo es José Dirceu de Oliveira e Silva, ex hombre fuerte del gobierno de Lula quien, como el Mefistófeles original, asumió muchas identidades: líder estu-diantil revolucionario en la “generación de 1968” que se resistió a la dictadura militar; agente de la inteligencia cuba-na después de someterse a una cirugía plástica durante su exilio en La Habana; una carrera clandestina como propietario de una tienda de ropa de hombre en un pequeño pueblo de Paraná y, de 1995 a 2005, presidente del PT y posteriormente principal ministro de Lula, a quien Lula llamaba “el capitán de mi equipo”. Agi-tador adusto y tenso que construyó la organización del partido y luego asumió la administración cotidiana del gobierno, Dirceu desarrolló la fallida estrategia de sobornar a pequeños y corruptos parti-dos de derecha a fin de garantizar una mayoría operacional en el Congreso. Los resultados fueron tan desastrosos que, de acuerdo con un observador, “tal vez el marxismo que José Dirceu defendía estaba basando en los trabajos de los hermanos Marx y no en los de Karl Marx”. El 14 de junio, durante las sesiones televisadas del Comité de Ética de la Cámara, Rober-to Jefferson acusó a Dirceu de encabezar los esquemas de corrupción y perento-riamente le dijo: “Sal de ahí rápido, Zé”, para salvar a Lula de la desgracia. Dos días

Consejo director: Rubens Ricupero (Presidente), Antônio Carlos Barbosa de Oliveira (Vice Presidente), Alexander Bialer, Roberto de Oliveira Campos Neto, Eliana A. Cardoso, Getúlio Pereira Carvalho, Cláudio de Moura Castro, Maria Helena Guimarães de Castro, Roberto Teixeira da Costa, Francisco R. Gros, Viveka H. Kaitila, Antônio Corrêa de Lacerda, Miguel Lafer, Roberto Macedo, Luis Alberto Machado, Felícia Reicher Madeira, Marcelo Basílio de S. Marinho, Mailson da Nóbrega, Maridite Cristóvão Oliveira, Antonio Carlos Pereira y Rick Waddell.

Director ejecutivo: Norman GallCoordinadores: Patricia Mota Guedes y Nilson Vieira Oliveira

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AmBev | Banco Real ABN AMRO BASF | Bradesco | Brascan | Brasmotor British Gas/Comgas | Coinbra | Esteve Fosfértil | Fundação Filantrópica Safra

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Braudel Papers es una publicación del Instituto Fernand Braudel de Economía

Mundial

Editor: Norman GallEditores asistentes: Nilson VieiraOliveira, Patricia Mota Guedes y

Kleber Oliveira

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después, Dirceu renunció a su cargo. Dos meses más tarde, en otra audien-cia de la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI), Dirceu negó la afirmación de Roberto Jefferson de que el ministro en jefe había auto-rizado a agentes del PT y del PTB a viajar a Lisboa a fin de organizar un esquema de sobornos y lavado de dinero con Telecom Portugal; Me-fistófeles respondió con melosa voz: “Tengo miedo de Su Excelencia porque Su Excelencia provo-ca en mí los instintos más primitivos. Tengo miedo de las consecuencias”.

Día tras día, semana tras semana, el desfile de corrupción y bufonería, con sus múltiples ramifi-caciones, ha tenido un impacto en la autoestima de la sociedad brasileña. El golpeteo de los medios no ha cesa-do. Todas las noches, el Jornal Nacio-nal de TV Globo, principal programa noticioso de la cadena de televisión líder de Brasil, transmitía a 30 millo-nes de hogares en todo el país media hora de detalles sobre los escándalos. Cada mañana, los grandes diarios de Sao Paulo y Río de Janeiro dedica-ban 10 ó 12 páginas por día a los escándalos. Las tres revistas semanales de noticias competían furiosamente por las exclusivas. “Se ganan lectores mediante información exclusiva y el número de lectores tampoco es tan grande”, comentó un editor. “Así que todo esto se está tornando febril y ha tomado una dinámica propia”. Las fi guras clave de la CPI – Roberto Je-fferson, el ambicioso anunciador que se convirtió en banquero del PT y miembros corruptos del Congreso; el ex secretario que reveló todo, lacayos políticos, burócratas, agentes de inte-ligencia, contratistas gubernamenta-les – se volvieron tan famosas como las estrellas de las telenovelas. Los te-léfonos en los salones de corretaje de grandes bancos dejaron de repicar a medida que Mefistófeles lanzaba sus acusaciones durante las audiencias de la CPI. En las grandes ciudades, en autobuses repletos, las personas escu-

chaban compulsivamente las audien-cias a través de radios de transistores. Esta es la primera crisis política de Brasil en la era digital, con blogs de Internet, cadenas de cartas por correo electrónico y páginas como www.e-indignacao.com.br a la que hasta aho-ra se han inscrito 503 mil personas para una marcha de protesta “virtual” en Brasilia. La incredulidad y la in-

dignación entre los 53 millones de personas que votaron por

Lula cedieron a la frustración por la falta de una solución política.

“Nosotros, el pueblo brasileño, estamos profundamente desconcer-tados e indignados”, escribió el car-denal arzobispo de Sao Paulo, Cláu-dio Hummes, quien, en los años 70, como obispo del suburbio industrial de Sao Bernardo do Campo, apoyó la carrera del joven Lula como líder sindical y político, y la fundación del PT. “Nosotros [la Iglesia] deseamos contribuir para que la gente no pierda la esperanza y no caiga en el cinismo en este momento de desencanto e indignación ante políticos corruptos que amenazan a un gobierno tan es-perado y celebrado por la mayoría de la población que lo eligió y se enor-gulleció, con razón, de haber llevado al poder presidencial a un trabajador metalúrgico, un tornero, alguien sur-gido de entre la gente común”.

“¡Quédense conmigo!”“¡Quédense conmigo!”, gri-

tó Fausto en su momento de mayor peligro. “¡No me abandonen! ¡Permanezcan a mi lado a la hora del juicio final!”. Lula es hoy una fi gura solitaria, ni temida ni respetada, que podría salvarse por lástima y por la cautela de aquéllos preocupados por el futu-ro del sistema político de Brasil. Las personas que creyeron en él, gente pobre, su gente, están angustiadas y perplejas con las historias repulsivas que aparecen casi diariamente en la prensa y en las audiencias televisadas del Congreso, sobre los seguidores

más fi eles del PT y sus esbirros, via-jando con maletas llenas de dinero para sobornar políticos, bajo la tonta presunción de que estos extravagantes e infantiles esquemas nunca se descu-brirían. La esencia de la tragedia hu-mana es la autodestrucción, una op-ción de los privilegiados, que conlleva contemplación y elección. Lula tuvo la oportunidad de elegir. Lo que hizo con sus elecciones refl eja una perso-nalidad muy compleja; la de alguien cuyo espectacular ascenso generó una arrogancia que le hizo perder su brú-jula moral. Lula llegó a la presiden-cia como un símbolo de esperanza, un símbolo de los cambios logrados por Brasil con su nueva democracia. Lo que nos conmovió a todos fue el espectáculo de la toma de posesión de Lula en Brasilia, el 1o de enero de 2003, con una muchedumbre que lo adoraba, aglomerada alrededor del Rolls-Royce presidencial, histérica de felicidad, esperanza y solidaridad con un hombre que empezó su vida como uno de ellos, en las condiciones más pobres, y se convirtió en un símbo-lo de lo que los brasileños más po-bres pueden lograr. Y entonces Lula les dijo: “Cuando me acuerdo de la época en la que mi familia huyó de la sequía en el noreste, de cuando niño vendía maní y naranjas en los muelles del puerto de Santos, de cuando tra-bajé como tornero en fábricas y luego como líder sindical que fundó el Par-tido de los Trabajadores (PT), veo y sé con claridad y convicción, en este

momento en que me convierto en comandante en jefe de la nación, que podemos hacer mucho más”.

Lula se cubrió de fama y adulación a escala internacional. De acuerdo con The New York Times, “Luiz Inácio Lula da Silva, de 58 años, es un artículo genuino, una fá- bula ambulante, la historia clásica de la democracia, el niño pobre que creció para convertirse en presiden-te”. Poco después de que asumiera el poder, el periódico boliviano La Razón llamó a Lula “la nueva estre-

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lla política latinoamericana”. Cuando habló durante una conferencia sobre gobernabilidad progresiva en la Lon-don School of Economics, opacando a otros presidentes y primeros minis-tros asistentes, el eminente sociólogo Anthony Giddens proclamó: “Lula quiere transformar a Brasil, pero creo firmemente que puede transformar al mundo”.

Habiendo estudiado sólo hasta el quinto grado, Lula se postuló a la presidencia cuatro veces; es un improvisador sumamente inteli-gente, con talento para escuchar y que toda su vida ha tenido difi-cultades de lectura. Una persona de su entorno cercano dice que es doloroso ver a Lula, como pre-sidente, luchar durante una hora para leer una sola página impre-sa. A Lula le gusta ridiculizar a los intelectuales, lo que al prin-cipio podría parecer extra-ño, ya que hay mu-chos intelectuales en el PT. “Yo digo que la política no tiene secretos”, declaró en Brasilia unos cuantos días antes de su dis-curso en Londres. “Si hay una cosa que na-die necesita para saber de política, es un diplo-ma universitario”. La falta de esfuerzo de Lula para superar su problema de lectura puede ser una cuestión de elección. Otra cuestión de elección fue su indiferencia ante la corrupción. Esto implicó una elec-ción todavía más fatídica: la de entre-gar las riendas del gobierno a otros, mientras se dedicaba a las relaciones públicas, a realizar visitas de estado alrededor del mundo y a recorrer todo Brasil, haciendo discursos im-provisados. Uno de los senadores más sabios y respetados de Brasil, Jefferson Perez, del estado de Amazonas, obser-vó: “Voté por Lula y ahora pienso, contrario a lo que pensé en ese en-tonces, que no estaba preparado para ser presidente. Carece de la noción

de que la Presidencia de la República es la institución más importante del país. A Lula le gusta el lado externo de las cosas, el escenario iluminado, las visitas de estado, inaugurar obra pública, pronunciar discursos, posar como estadista; pero tiene una inapti-tud absoluta para el hábito y la rutina de gobernar”.

No obstante, el historial de Lula en la presidencia incluye algunos logros.

Aún antes de que el pánico se apode-rara de los mercados financieros ante la posibilidad de su elección en 2002, tuvo la sabiduría de entender que el pueblo de Brasil no aceptaría el retor-no de la inflación crónica. Compren-dió que el impulso principal de una política gubernamental tendría que ser la conservación de la estabilidad, de la cual dependía su sobrevivencia política. Durante los últimos 25 años y a lo largo de seis administraciones presidenciales, Brasil ha estado en-

vuelto en una larga lucha para lograr la estabilidad política y económica. El triunfo electoral de Lula fue fruto de un largo proceso de consolidación de-mocrática y estabilización económica en Brasil, al que el PT con frecuencia se opuso por motivos ideológicos y que, no obstante, creó las condiciones para la llegada al poder de un par-tido de izquierda, con un programa revolucionario. Cuando en 1994 se anunció el Plan Real, Lula advirtió: “De entrada, los trabajadores podrían perder 30% de su poder adquisitivo”. Al final, la gente pobre ganó poder adquisitivo con el fin de la inflación crónica.

La consolidación de la estabilidad y la reactivación del crecimiento econó-mico deberían haber dado a Lula una ventaja decisiva para buscar la reelec-ción en octubre de 2006. La decencia y la simpatía que irradiaba llevaron a la gente a perdonar el fracaso de su programa Hambre Cero, divul-gado en todo el mundo, y de otros programas plagados por la desorga-nización y la corrupción. Entre sus victorias legislativas se cuentan refor-mas al sistema de seguridad social, al sistema judicial, a la legislación sobre quiebras y la creación de alianzas pú-

blico-privadas (APP) para financiar infraestructura, así como

la prohibición a civiles de portar armas, esta última sujeta a ratifi-cación por medio de

referendo. Lula propor-cionó a estudiantes pobres ma-

yor acceso a universidades públicas y privadas. El rápido crecimiento de la economía mundial permitió a Bra-sil lograr un superávit comercial y de cuenta corriente sin precedentes. Algunos de estos éxitos fueron fruto del trabajo de gobiernos anteriores. Sin embargo, las victorias de Lula se vieron manchadas por revelaciones de grandes pagos en efectivo a congre-sistas, que coincidían con votaciones clave.

En meses recientes los problemas se han acumulado. A su regreso a Brasil

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luego de una década encabezando la UNCTAD en Ginebra, el embajador Rubens Ricupero, presidente de nues-tro Instituto, observó: “Para alguien que vuelve después de diez años de viajar alrededor del mundo, lo que primero me impresiona es la rapidez con la que el gobierno pierde control de la agenda nacional. Otra sorpresa es que un comunicador natural y es-pontáneo como el presidente produce resultados tan contradictorios cuando trata de explicar sus políticas”. Poco después de dejar el gobierno, Ricar-do Kotscho, secretario de prensa de Lula durante muchos años, escribió en una página Internet local: “Hay una atmósfera de deterioro moral, de falta de esperanza, de indignación, de cada hombre para sí mismo, todo al mismo tiempo”. La senadora de iz-quierda Heloísa Helena, expulsada del PT por oponerse a la reforma del sistema de seguridad social, declaró que “el gobierno cede su maquinaria pública para tratos parasíticos con delincuentes sibaritas. Distribuye em-pleos, poder, apropiaciones especiales o el mensalão (sobornos mensuales a legisladores de partidos aliados a fin de garantizar sus votos en el congre-so)… Mi convicción absoluta es que nadie de la camarilla presidencial del partido en el Palacio Presidencial ac-túa sólo en crímenes contra la admi-nistración pública. Si el partido actúa de esta forma, es porque hay auto-rización e indulgencia del presidente Lula. Por lo que sé del PT, nadie actúa por sí sólo”.

Antes de que Lula asumiera el po-der en 2003, el PT era ampliamente admirado por defender la ética en la vida pública, denunciando escánda-los reales e imaginarios en gobiernos anteriores, y por haber erigido la más poderosa maquinaria partidaria jamás vista en la política brasileña. Durante los años 90, para financiar su buro-cracia, el PT desarrolló un sistema de desvío de fondos de las municipalida-des del estado de Sao Paulo, el cual gobernaba, incluyendo la gran ciudad de Sao Paulo, principalmente a tra-

vés de cobranza de comisiones sobre contratos inflados para consultorías, recolección de basura y servicios de autobús. El mensalão en el gobierno de Lula fue básicamente una amplia-ción del esquema de sobornos ideado para controlar al Consejo de la Ciu-dad de Sao Paulo, durante la adminis-tración de la prefecta Marta Suplicy (2001-04), del PT. El PT también recibía financiamiento de comisiones provenientes de los operadores de las loterías estatales de Río de Janeiro y Río Grande do Sul.

Una de las primeras revelacio-nes del actual sistema corrió a car-go de Paulo de Tarso Venceslau, ex líder estudiantil e integrante de la guerrilla urbana que participó en el secuestro del embajador de Estados Unidos, Burke Elbrick, en 1969. En 1995, como secretario de finanzas de la ciudad de Sao José dos Campos, Venceslau advirtió a Lula, entonces presidente del PT, que el partido estaba acumulando fondos secretos (llamados caixa 2) en estas munici-palidades, a través de una empresa de consultoría propiedad del compadre de Lula, Roberto Teixeira, cuyo de-partamento y casa de fin de semana Lula ocupó sin pagar renta durante ocho años. Una investigación inter-na del PT confirmó “irregularidades alarmantes”. No obstante, Lula pro-tegió a su compadre. Venceslau fue despedido de su puesto en el gobierno de la ciudad y posteriormente expul-sado del PT. “En este episodio Lula se consagró como caudillo y el partido se arrodilló ante él”, declaró Vences-lau durante los escándalos actuales; “esto fue mortal para el PT”. Entre tanto, el PT lucha por hacer frente a los efectos del secuestro y asesinato en enero de 2002 de Celso Daniel, miembro del PT y prefecto de Santo André, suburbio de Sao Paulo, que había sido postulado como director de la campaña electoral de Lula. El asesinato de Daniel se ha relacionado con disputas sobre el desvío de fondos de campaña de Santo André al PT en el que están involucrados dirigentes

de alto nivel del partido que actual-mente son miembros clave del equipo presidencial de Lula en Brasilia.

En privado, Lula expresó desprecio por el PT y sus riñas internas. “Mi partido es una mierda”, comentó Lula la víspera de su campaña electoral vic-toriosa en 2002, a un extranjero al que le solicitó una sesión informativa de cuatro horas sobre cómo dirigirse a los hombres de negocios. “El PT está formado por muchas facciones y clases de personas que siempre están peleando entre sí: sindicalistas, ex guerrilleros, profesores universitarios socialistas, funcionarios públicos, po-líticos profesionales, católicos radica-les y trotskistas. Yo no intervengo en esas disputas y trato de mantener al PT unido. Me merezco algo mejor que eso. Merezco ser el candidato de un amplio frente partidario. Nunca he sido ideológico. Nunca en la vida he leído un libro sobre marxismo. Sabe, nunca en la vida he leído nin-gún libro”.

Las posibilidades de reelección de Lula en 2006 se han visto afectadas por estos escándalos, pero el presi-dente prometió renovar sus esfuerzos para superar las dificultades. “Tengo una biografía que preservar, un patri-monio moral, un historial de décadas en defensa de la ética en la política”, declaró durante el Cuarto Foro Mun-dial para el Combate de la Corrup-ción, hablando con ojos enrojecidos y voz ronca, llena de emoción. “Es evidente que nuestras instituciones deben fortalecerse. Es evidente que la reforma política es indispensable y urgente. Es evidente que la reforma no puede ser obra de la voluntad de una sola persona, sino el producto de una congregación de voluntades en nuestra república. Es evidente que todos nosotros deberemos ceder en algunas de nuestras posturas para que Brasil emerja victorioso. En juego se encuentra la respetabilidad de nues-tras instituciones, de las que soy el guardián principal”. Un mes después, en París, bajo presión debido a las crecientes revelaciones de corrupción,

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trató de distanciarse del PT y culpó al sistema político: “Lo que hizo el PT, desde el punto de vista electoral, es lo que se hace sistemáticamente en Brasil”.

Al interior del palacio, Lula dijo a sus asesores: “No iré al matadero”. Durante los días siguientes se tornó más beligerante conforme recorría el país, pronunciando discurso tras dis-curso, solicitando el apoyo de los sin-dicatos: “En este país de 180 millo-nes de brasileños puede haber iguales, pero no piensen que existe un hombre o una mujer que tenga el valor de dar-me una lección de ética, moralidad u honestidad. En este país todavía no ha nacido quien pueda darme leccio-nes de ética”. Algunos días después, dijo a líderes sindicales de trabajado-res retirados que no “negociaría con el Diablo para la reelección… No presentaré mi candida-tura para la reelección si eso quiere decir subastar ministerios y no tener la capacidad para mejorar la economía y distribuir más el ingreso. Si impli-ca dirigir un gobierno igual o peor que este, no seré candidato”. Pero al día siguien-te Lula estaba en campaña, usando el casco de cuero de los vaqueros brasi-leños (cangaceiros) y llorando al ha-blar de su ma-dre, diciendo a una multitud en su ciudad natal, Garanhuns, en Pernambuco, que, si decidía postular-se, “ellos [las elites] tendrán que tragarme nuevamente, porque el pueblo brasileño me que-rrá”.

Lula repetidamente acusó a “una conspiración de elites” de tratar de derrocar a su gobierno. Pero hom-bres de negocios, banqueros y líderes

políticos de oposición, casi de ma-nera unánime, se opusieron al pro-ceso de destitución de Lula, a pesar de que muchos afirman que existen amplias bases legales para realizarlo. Al eliminar la amenaza del proceso de destitución, la oposición renunció al uso del principal instrumento de presión contra Lula. Entre tanto, la economía se mantiene bien; la infla-ción disminuye. Las finanzas públicas mejoran y las cuentas internacionales presentan creciente superávit. Bancos y proveedores extranjeros de capital especulativo obtienen enormes ga-nancias provenientes de préstamos al gobierno a las tasas de interés más elevadas del mundo, 14% por arriba de la inflación. Los hombres de ne-gocios temían que la caída de Lula también significara la caída del mi-nistro de finanzas, Antonio Palocci,

descrito por Delfim Netto, el cíni-co zar económico del régimen militar (1964-85), como “el poste que sostiene la carpa

del circo”.El sistema político de Brasil parece carecer de

la autoestima necesaria para enfrentar el trau-ma de un proceso de destitución como el que en 1992 lle-vó a la renuncia de Fernando Collor, quien se convirtió en el primer pre-sidente electo en la historia de América Latina en ser someti-do a un proceso de destitución, luego de que se

descubriera un amplio esquema de

sobornos y pagos de comisiones. Exis-ten dos importantes diferencias entre entonces y ahora. En primer lugar, en 1992 aún no se había descubierto la extensa corrupción en el Congreso, mientras que actualmente muchos miembros del Congreso se han be-

neficiado del mucho más ambicioso esquema de pagos de sobornos del PT, lo cual priva al Congreso de la autoridad moral para someter a Lula a un proceso de destitución con base en acusaciones de corrupción. En segun-do lugar, las manifestaciones callejeras y reuniones públicas que orquestaron la caída de Collor fueron organiza-das por el PT y otros partidos im-portantes, así como por los sindicatos controlados por el PT, todos los que, hasta ahora y por diferentes motivos, no han movilizado a sus militantes. Además, muchos políticos temen un reacción antagónica de lo que ellos perciben como un núcleo irreductible de apoyo a Lula entre la gente pobre. No obstante, la frase “tendrán que tragarme”, que Lula profirió durante su discurso en Garanhuns, provocó una rápida reacción. El senador Tas-so Jereissati, dos veces gobernador del estado de Ceará, al noreste de Brasil, expresó la indignación del opositor Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB):

Nosotros, los de la oposición, hemos hecho lo posible y lo imposible a fin de preservar la fi - gura del Presi-dente de la República; preservar la fi gura de un hombre cuyo historial político amerita el respeto de todos los brasileños. Pero el Presidente, en sus discursos, ha rebasado los límites de lo que podemos tolerar. Parece que el Presidente de la República todavía no ha entendido la gravedad de los hechos que involucran a su gobier-no, que han generado un estado de perplejidad y estupefacción a escala nacional e internacional.

El primero en romper el amplio frente contra del proceso de destitu-ción fue Mefistófeles mismo, quien durante meses había defendido al pre-sidente como “un hombre inocente” traicionado por asociados malévolos. “Tuvimos un proceso de destitución hace 13 años y nuestras instituciones democráticas no perdieron nada. Al contrario, se fortalecieron”, afirmó

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Roberto Jefferson el 8 de agosto, ante un desbordante público de fascinados hombres de negocios. Posteriormen-te, ante iracundos estudiantes de leyes que lo llamaron picareta (pillo) y que gritaban “Fora Lula” [fuera Lula], el héroe/ villano respondió: “Hoy su si-tuación [la de Lula] es débil; si llevan este grito a las calles, él no durará”.

Posteriormente en esa misma se-mana, dos sorpresas empeoraron los problemas de Lula. La mayor transfe-rencia de efectivo revelada hasta ahora era de 15.5 millones de reales, a la compañía de mercadotecnia política de Duda Mendonça, creador de la campaña mediática “Lulinha, paz e amor” para la elección de 2002, en la que Lula se había rehusado a par-ticipar nuevamente como candidato, luego de haber perdido tres elecciones previas, a menos que el PT contratara a Duda como comercializador de su imagen. Pero después de la elección Duda tuvo problemas para recibir su pago. Luego de largos retrasos, su so-cia, Zilmar Fernandes Silveira, firmó recibos por efectivo y el 11 de agosto fue llamada a testificar ante la CPI. Pero el mismo Duda apareció sorpre-sivamente ante la CPI a lado de su socia, habiendo volado a Brasilia en un jet privado a las 6 de la mañana, después de varias horas de interroga-torio por parte de la Policía Federal en Salvador, que terminaron a las 4 de la mañana. Amante de las peleas de ga-llos que se convirtió en el experto en mercadotecnia política más caro de Brasil, Duda reveló que 10.5 millones de reales de la factura de 25 millones de reales que cobró por la campaña mediática de Lula fueron pagados de manera ilegal, a través de un esquema de lavado de dinero oculto en otros países, afirmando que, para obtener el dinero que se le debía, se le indicó que abriera una cuenta bajo el nom-bre de Dusseldorf en BankBoston de Bahamas. “Nosotros sabíamos que el dinero era de caixa 2”, declaró Duda. “No somos tontos. Teníamos que re-cibirlo de esta forma o de otro modo no nos pagarían. Dado que la campa-

ña había terminado, ya no teníamos poder de negociación”. Fuentes del PT señalaron que la campaña presi-dencial de Lula costó cerca de 200 millones de reales, diez veces más que lo que se informó a las autoridades electorales y cuatro veces más que lo que gastó su rival más cercano. Si bien los pagos fuera de libros y las transferencias ilegales hacia y desde cuentas clandestinas extranjeras han sido tolerados en la política brasileña durante mucho tiempo, la magnitud de estas operaciones y el soborno masivo de legisladores con pagos en efectivo era algo nuevo. Los muchos millones de dólares en pagos ilegales a políticos estremecieron a una na-ción con salario mínimo de cerca de 100 dólares mensuales y en la que un salario de 500 dólares mensuales es considerado como ingreso de clase media. Toninho de Barcelona, prin-cipal operador del mercado negro en Brasil, quien actualmente purga una condena de 25 años de prisión, afirma que el PT ha estado lavando dinero en el extranjero desde 1989, año de la primera campaña electoral de Lula a la presidência.

A lo largo de la escalada de escán-dalos, Lula insistió en que no sabía nada de los pagos ilegales. El día siguiente al testimonio explosivo de Duda Mendonça, bajo presión para hacer una declaración pública, Lula pronunció un breve discurso televisa-do, en el que enunció: “con toda fran-queza, me siento traicionado; traicio-nado por prácticas inaceptables de las cuales nunca tuve conocimiento”. Pero ese mismo día la revista Época publicó una entrevista con Valdemar Costa Neto, líder del pequeño Par-tido Liberal (PL), quien renunció a su cargo de diputado después de que Roberto Jefferson lo acusara de recibir sobornos del PT para hacer que el PL participara en la alianza de partidos que eligió a Lula y en la coalición de gobierno. Valdemar dijo que Lula había estado presente en una reunión realizada el 19 de junio de 2002 en casa de José Dirceu, en Brasilia, para

ayudar a resolver un estancamiento en torno al dinero. “Empecé pidiendo 20 millones de reales para terminar aceptando 15 millones”, declaró Val-demar. “Lula estaba en el cuarto de a lado. Sabía que estábamos negocian-do cantidades. Yo dije: ‘Vamos a arre-glarnos con diez millones’. Entonces Lula entró para autorizar la opera-ción. [Posteriormente] Zé Dirceu eligió operar con Roberto Jefferson. Jefferson siempre estaba con ellos, en compañía de Lula. Se metieron en esto porque quisieron. Jefferson es un personaje conocido en este mercado, con malas intenciones, peligroso”.

“Maquillaje Extremo”Roberto Jefferson todavía usa algu-

nos de los holgados trajes que com-pró cuando pesaba 170 kg, antes de someterse a una cirugía para retirar parte de su estómago. No obstante, de acuerdo con un sondeo entre te-lespectadores, “el supuesto villano” se robó el show y cautivó a la gente. Abo-gado penalista que toma lecciones de canto y cuenta con una habilidad de actuación ilimitada, el ex obeso con anteojos de fondo de botella parece haber salido del programa de televi-sión ‘Extreme Makeover’ directo al teatro de las investigaciones televi-sadas de la CPI”. Hace una década, Roberto Jefferson ganó notoriedad al encabezar la defensa del presiden-te Collor en el Congreso, contra el proceso de destitución.

Roberto Jefferson es una de esas personalidades exóticas que ocasio-nalmente alcanza la fama en la cultura política de Brasil. Usando una pulsera de candomblé, religión afrobrasileña folclórica, se defendió brillantemen-te y con humor cáustico durante las audiencias televisadas conforme deve-laba el sistema de sobornos a congre-sistas, ideado por el PT y conocido como mensalão, el cual consistía en pagos mensuales en efectivo que su-maban muchos millones de dólares. “Es más barato pagar un ejército de mercenarios que compartir el poder”, observó Mefistófeles. “Es más fácil

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rentar un diputado que discutir con él un proyecto de gobierno. El que recibe una paga no piensa”. La prin-cipal justificación para estos sobornos era el financiamiento de los gastos de campaña. Jefferson dijo que soportó una “presión brutal” de diputados de su propio partido que querían más dinero. “Presión, presión, presión, dinero, dinero, dinero”.

Si bien su apetito por la comida disminuyó, la sed de poder de Ro-berto Jefferson no cambió. Elegido por primera vez en 1983, luego de ganar popularidad como “abogado de los pobres” en un programa diario de televisión, Jefferson es uno de los di-putados que ha permanecido durante más tiempo en el Congreso, con un profundo conocimiento del funciona-miento del sistema político. Durante las dos últimas décadas el PTB ha apoyado virtualmente a todos los go-biernos federales y ha propuesto muy pocas leyes. La mitad de sus diputados ha sido acusada o juzgada por evasión fiscal, desvío de fondos o fraude. En la misma elección que llevó a Lula y al PT al poder en 2002, el PTB sólo había logrado la elección de 26 de sus miembros a la Cámara de Diputados, formada por 513 escaños. Al cabo de unos cuantos meses, la base de dipu-tados del partido se había duplicado, debido a los promiscuos cambios de un partido a otro, endémicos en la política brasileña, gracias a los esfuer-zos del PT para seducir diputados de partidos menores a fin de engrosar las fi las de los partidos aliados al nue-vo gobierno, con el objeto de formar una mayoría en el Congreso. Se dice que el PTB habría controlado 2 mil de los 20 mil nombramientos presi-denciales efectuados desde que Lula asumió el poder. Menos interesado en cargos ministeriales para él o para otros miembros del PTB, Jefferson se concentró en obtener puestos ejecu-tivos clave en corporaciones estatales casi autónomas, dotadas de grandes presupuestos sujetos a muy poca su-pervisión, como el monopolio estatal de reaseguramiento que controla 800

millones de dólares estadounidenses en depósitos en el extranjero, y como empresas estatales de energía eléctrica y la policía federal de caminos de Río de Janeiro. Entre estas agencias estaba el servicio de Correos, donde se ini-ciaron los problemas.

A mediados de mayo de 2005, la revista Veja publicó y difundió en su página Internet una entrevista – vi-deograbada con una cámara escondi-da – con un funcionario menor de la oficina de Correos que de manera ca-

rante de una pequeña ciudad de Mato Grosso do Sul.

Conforme el video se repetía una y otra vez en televisión, Lula trató de defender a su nuevo aliado diciendo: “Debemos mostrar solidaridad con nuestros socios”. Lula y el PT fracasa-ron en sus desesperados esfuerzos por bloquear una CPI y luego trataron de distanciarse de Jefferson y del PTB lanzando una investigación policíaca. Entonces Jefferson concedió una ex-tensa entrevista al diario Folha de São Paulo en la que describió el amplio esquema del mensalão para sobornar a docenas de congresistas. “Me di cuen-ta de que el gobierno actuaba para ais-lar al PTB”, dijo. “Tendrán que cortar la cabeza de alguien en la guillotina y tirar sangre y carne a los chacales. Veja dijo que soy un hombrebomba, y ¿qué se hace con una bomba? O se desactiva o se hace explotar. Veo que están evacuando los alrededores para aislar al PTB y hacerlo explotar”.

Valério y DelúbioLa audacia de los esquemas crea-

dos por estos hombres es más extra-ña que cualquier ficción. El principal responsable del dinero y hacelotodo era Marcos Valério de Souza, un pe-lón de 44 años, tenso y de voz suave que invariablemente viste trajes ne-gros, administra 18 empresas y 150 cuentas bancarias, y cuyo grupo de agencias de publicidad en la ciudad de Belo Horizonte servía como con-ducto para el lavado de dinero y pago de sobornos a decenas de políticos. Aunque Valério era muy poco conoci-do en Belo Horizonte antes de la elec-ción de Lula, se enriqueció tan rápido que compró 13 caballos pura sangre para su hija adolescente e importó de Suiza y Bélgica a dos campeones olímpicos de equitación a fin de que la entrenaran para competencias. Sus esquemas eran financiados mediante contratos de publicidad inflados sus-critos con agencias gubernamentales, y a través del pago de comisiones a cambio de influencia política para el desvío de depósitos provenientes de

DelúbioLoredano / O Estado de S. Paulo

sual se embolsó una propina de 3 mil reales ($1,200 US). “Somos tres y tra-bajamos juntos”, dijo el funcionario, Maurício Marinho, en el video. “A los tres nos designó Roberto Jefferson. Es un acuerdo con el gobierno. Nosotros nombramos al director, a un asesor y al jefe de departamento. Yo soy el jefe de departamento. El partido tiene conocimiento sobre todos los tratos que cerramos”. Marinho proporcio-nó más detalles a los fiscales. Rober-to Jefferson dijo que apenas conocía a Marinho, pero posteriormente se informó que ambos sostuvieron una animada conversación en un restau-

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los corruptos fondos de pensiones del sector público brasileño hacia bancos favorecidos. Los servicios de Valério incluían desde el financiamiento del baile de toma de posesión de Lula en enero de 2003, hasta el pago de honorarios a un ex procurador gene-ral federal, Aristedes Junquiera, para defender al PT en la investigación de secuestro y asesinato de Celso Daniel, el alcalde petista de Santo André.

Valério realizó 41 pagos en efectivo por un total de 36 millones de reales, princi-palmente a políticos, a partir de sus cuentas en el Banco Rural de Belo Horizonte, una pequeña institución con la que tenía un contrato de pu-blicidad desde 1995. El Banco Rural ha estado en problemas con el Ban-co Central casi constantemente des-de que adquirió notoriedad en 1992, cuando abrió cuentas “fantasma” bajo nombres falsos como parte del esque-ma de sobornos y pago de comisiones operado por el tesorero de campaña del presidente Fernando Collor, P. C. Farias, quien se dice habría recaudado cerca de 350 millones de dólares, los cuales nunca se han recuperado. Valé-rio ayudó al Banco Rural en sus exito-sas apelaciones ante el Banco Central para la reducción de sus sanciones, en audiencias en las que era acompañado por el abogado del Tesoro Nacional, Glênio Guedes, quien renunció a su cargo poco después de que se revelara que había recibido pagos por un total de 2.5 millones de reales, de una de las empresas de Valério.

En 1984, el Banco Rural abrió el Trade Link Bank en las Islas Caimán y se involucró a fondo en un esquema ilegal de lavado de dinero por 30 mil millones de dólares estadounidenses en el que participaban el crimen or-ganizado y cientos de políticos de diferentes partidos, operado a través de la sucursal neoyorquina de Banes-tado [banco del estado de Paraná], y de una cuenta en J. P. Morgan, bajo el nombre de Beacon Hill. Una in-vestigación del fiscal de distrito de

Manhattan, Robert Morgenthau, y de la policía federal brasileña estaba por llegar a su punto culminante en abril de 2003, poco después de la toma de posesión de Lula, cuando el agente de la policía federal encargado de la investigación en Nueva York fue repentinamente retirado y enviado a un oscuro puesto en una provincia al sur de Brasil. El agente, José Francisco de Castilho Neto, recientemente in-

formó al diario O Estado de São Paulo que el esquema de Ba-nestado “involucraba a gen-te de las más altas jerarquías

de los dos gobiernos [de los presidentes Fernando Henrique Car-doso (1995-2002) y Lula]. Hoy, estoy convencido de que todo este esquema de lavado de dinero que estábamos a punto de revelar fue montado princi-palmente para sacar de Brasil fondos secretos de los dos partidos”. Entre tanto, el Congreso investigaba a Ba-nestado, con un diputado del PT, José Mentor, como relator. Mentor ayudó a ocultar la participación del Banco Rural en el esquema y telefoneó a Valério con una información que dio lugar a la rápida destrucción de 25 ex-pedientes de documentos, de acuerdo con la ex secretaria de Valério. Mentor recibió pagos por un total de 120 mil reales, de los 50 millones de reales en transferencias realizadas de las cuentas de Valério en el Banco de Brasil, del que se vieron obligados a renunciar varios funcionarios nombrados por el PT. El 14 de mayo, cuando los procuradores federales reabrieron la investigación, Mentor propuso al Congreso una ley de amnistía para los responsables de transferencias ilegales de dinero.

La pista del dineroEl origen de todo el dinero, cal-

culado en 2 mil millones de reales (unos 800 millones de dólares esta-dounidenses), todavía no está claro. Debemos remontarnos muy atrás en la historia para encontrar un escán-dalo de tales proporciones y com-

plejidad, tal vez hasta los fraudes y sobornos revelados luego del colapso de la fiebre especulativa que dio lugar a la Burbuja de los Mares del Sur en Inglaterra, en los años 1711-20, y que comprometió a la familia real, a varios ministros y miembros del Parlamen-to, y a los principales mercaderes y corredores de bolsa. En América La-tina es necesario remontarse hasta la corrupción en Cuba bajo el régimen del presidente Carlos Prío Socorrás (1948-52), que despejó el camino para la ascensión de Fidel Castro al poder. En el gabinete de Prío había líderes estudiantiles idealistas de la generación anterior, como algunos de los asociados de Lula en la actua-lidad, que habían caído en lo que el historiador Hugh Thomas describió como “el gangsterismo y la corrup-ción que carcomieron al Legislativo y al Ejecutivo”. El anterior gobierno cubano electo, del presidente Ramón Grau San Martín (1944-48), también despertó grandes esperanzas y resultó igual de malo. El ministro de educa-ción de Grau llegó a Miami, después de abandonar su cargo, con 20 mi-llones de dólares en efectivo (cerca de 180 millones en dinero actual) en su maleta.

Las maletas llenas de dinero se con-virtieron en el último grito de la moda en Brasil. La ex secretaria de Valério, Fernanda Karina Ramos Somaggio, reveló que Marcos Valério enviaba

en aviones privados maletas llenas de efectivo para ser distribuido entre políticos

en Brasilia. “A veces reti-raban un millón de reales en

efectivo del Banco Rural”, rememora Karina. Los retiros en efectivo se rea-lizaban – dijo – en la víspera de las frecuentes reuniones que Marcos Va-lério sostenía en Brasilia y Sao Paulo con Delúbio Soares y Sílvio Pereira, tesorero y secretario general del PT respectivamente, cuyos risibles esque-mas se parecían a las creaciones del canal de televisión Cartoon Network.

Karina explicó que la directora de finanzas de la agencia de publicidad,

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Simone Vasconcellos, se había que-jado con ella de que estaba cansada de contar dinero y entregar efectivo a políticos en cuartos de hotel en Bra-silia. “En tres ocasiones transporté el efectivo para Valério: dos veces al ho-tel Blue Tree Park y una vez a un taxi estacionado en un centro comercial en Brasilia”, declaró posteriormente Simone a la policía. “Me preocupaba ser identificada por desconocidos y entregarles grandes sumas de efectivo sin saber de quiénes se trataba”.

Hubo más cargamentos de efecti-vo en maletas para políticos de otros estados de Brasil. El 8 de julio, en el aeropuerto de Sao Paulo, la policía federal encontró 200 mil reales en una maleta y 100 mil dólares esta-dounidenses en efectivo en la ropa interior de un asistente del presiden-te de la Asamblea Estatal de Ceará, hermano del presidente nacional del PT, José Genoino, quien de inme-diato renunció a su cargo. La policía posteriormente se enteró de que el efectivo que transportaba la mula, o mensajero, era el pago de una comi-sión de una empresa constructora por un contrato de 500 millones de reales que había ganado para construir una línea de transmisión eléctrica de alto voltaje, financiada por el Banco del Noreste, institución federal. Tres días más tarde, en el aeropuerto de Bra-silia, la policía arrestó a João Batista Ramos da Silva., diputado del con-servador Partido del Frente Liberal (PFL) y obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, cuando trataba de cargar en un avión particular maletas llenas de 10.4 millones de reales en efectivo (unos 4 millones de dólares estadounidenses). João Batista fue ex-pulsado del PFL al día siguiente.

Esta tragedia todavía no termina y su resultado aún está sujeto a elec-ción. La revista The Economist culpó de los actuales problemas a “la arro-gante ingenuidad de un partido cuya aceptación de la democracia y el capi-talismo es muy reciente. Varios de los lugartenientes caídos de Lula parecen haber llevado al gobierno dos nocio-

nes marxistas: que un fin superior jus-tifica el uso de medios reprobables, y que el partido está por encima del Estado.” Dicho todo esto, la evolu-ción de las instituciones brasileñas en décadas recientes ofrece la esperanza de que este episodio pueda dar lugar a mayores avances.

Las riendas del poder En la época de la Burbuja de los Mares del Sur, la política británica probablemente no era menos corrupta que la política brasileña actual. Al mismo tiempo, Inglaterra estaba desesperada por lo-grar estabilidad financiera y conso-lidar su crédito a fin de pagar por sus múltiples guerras del siglo XVIII; necesitaba reducir las tasas de interés y convertir su deuda de corto plazo en deuda de largo plazo, del mismo modo que Brasil ha estado tratando de hacerlo desde la crisis de deuda externa de los 80 y el surgimiento de la hiperinflación a principios de los 90. De modo que para modernizar las finanzas públicas y la administra-ción, Inglaterra realizó una serie de reformas parciales que duraron todo un siglo, lo cual permitió a la Corona contraer enormes deudas a un interés bajo. En The Sinews of Power: War, Money and the English State, 1688-1783, John Brewer observó que “el impacto de la Burbuja de los Mares del Sur y la dolorosa reconstrucción financiera que siguió ayudaron a ga-rantizar un alto grado de probidad financiera a partir de ese entonces”.

Del mismo modo, desde la crisis de la deuda externa en 1982, Brasil ha tomado una serie de pasos importan-tes a fin de modernizar sus finanzas públicas y su administración. Entre estas medidas está la abolición del financiamiento abierto (conta de mo-vimento) al Banco do Brasil, que cons-tituía un motor de inflación; la fusión de gastos monetarios y fiscales en un presupuesto unificado; el incremento en la eficiencia profesional de la re-caudación de impuestos; la creación de la oficina del Secretario del Tesoro para administrar la deuda pública y la prohibición al Banco Central de

hacer préstamos al gobierno; la priva-tización de bancos estatales corruptos y deficitarios; el establecimiento de una procuraduría federal indepen-diente y de un Consejo de Control de Actividades Financieras (COAF) para detectar lavado de dinero y otras transacciones financieras ilícitas; y la aprobación en el 2000 de una Ley de Responsabilidad Fiscal que establece límites de gasto y crédito en todos los niveles de gobierno. Estas inno-vaciones están incompletas y debe-rían continuar, pero ya hacen menos factible un retorno a las décadas de inflación crónica como las vividas en el siglo XX.

El descubrimiento de la actual ola de escándalos en Brasil fue posible gracias a un sofisticado sistema fi-nanciero que rastrea fácilmente mo-vimientos de dinero. Ya no se per-mite a los bancos cambiar cheques al portador. Por eso los pillos se vieron obligados a cargar grandes cantidades de efectivo en maletas y ropa inte-rior. La mayoría de los edificios de ofi cinas en las grandes ciudades de Brasil fotografían y tienen registros de todos sus visitantes. Cámaras de vigilancia en lugares públicos, desde aeropuertos hasta corredores de ho-teles, graban los movimientos de la gente. Por eso fue fácil rastrear las idas y venidas de políticos y sus asistentes y parientes, haciendo retiros de efec-tivo de las cuentas de Valério en la sucursal del Banco Rural ubicada en un centro comercial de Brasilia.

Pero estos mecanismos se activaron sólo después de que se habían descu-bierto los crímenes. Las burocracias produjeron pocos denunciantes. Los auditores del sector público tienen so-brecarga de trabajo y obedecen a sus jefes políticos. “Este escándalo salió a la luz no por el Congreso, los audito-res del Banco Central o los esfuerzos de la Policía Federal”, dijo Gilberto Amaral, consultor de impuestos. “Lo supimos porque alguien involucrado en el esquema de corrupción abrió la boca. Fue un arreglo de cuentas entre gángsteres”.

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Rondônia, 1976 (Norman Gall)

2. La tierra feliz

A pesar de todos estos problemas, Brasil sigue siendo un país de aspi-raciones. Los brasileños se juzgan a sí mismos según las normas políti-cas de las democracias occidentales avanzadas. No obstante, la visión que tienen de su propio país oscila – con grandes cambios de humor – entre triunfalismo y desespera-ción. Lula se quejó frecuentemente de que Brasil padece una “herencia maldita”, la de una economía y so-ciedad históricamente enraizadas en la esclavitud y un asentamiento pre-cario. El pesimismo acerca de Brasil coexiste insubstancialmente con la idea de Brasil como una tierra feliz, el país del futuro, una cornucopia de recursos naturales y muchos ta-lentos individuales, con lastimeros y palpitantes ritmos de una música popular nativa que se extiende más allá de las fronteras; una potencia mundial para el siglo XXI; la patria de Pelé y la única nación que ha ganado la Copa Mundial de fútbol cinco veces; un archipiélago conti-nental de comunidades que hablan

el mismo idioma bajo la misma bandera; país intocado por las gran-des guerras, en el que cohabitan 180 millones de personas de ascen-dencias africana, europea, asiática y amerindia, sin grandes explosiones causadas por conflictos étnicos.

Muchas personas tienen pocas oportunidades en la vida, mientras que otras tienen muchas. Brasil es una tierra feliz porque ha tenido muchas oportunidades. A pesar de las distorsiones e injusticias que se institucionalizaron durante el perio-do de inflación crónica, desde 1870 hasta alrededor de 1980, Brasil en-cabezó a las principales economías en lo que a crecimiento se re- fi ere. Sin embargo, desde 1980, las elevadas tasas de expansión econó-mica decayeron debido a las debili-dades institucionales, lo que llevó al surgimiento de la violencia urbana, crisis de deuda recurrentes y dos episodios de hiperinflación.

La lista de las otras debilidades institucionales de Brasil es impre-sionante. Em educación, apenas la

mitad de los alumnos que ingresan a primer grado terminan la escue-la primaria y sólo el 37% comple-ta la educación secundaria, siendo común el analfabetismo funcional en los grados más altos. En Sao Paulo, la tercera ciudad más gran-de del mundo con 17 millones de habitantes, 52% de todos los jefes de familia no estudiaron más allá del cuarto grado. Una quinta parte de todos los nacimientos en Brasil ocurre entre madres adolescentes de entre 15 y 19 años de edad. De acuerdo con el Banco Mundial, el 20% más rico de los brasileños, in-cluyendo la clase media, recibe el 65% de todo el ingreso, en com-paración con el 2% de los ingresos para el 20% más pobre. La concen-tración del ingreso es tan extrema que el diez por ciento más rico de la población recibe el 47% de todos los ingresos. Si bien la quinta parte de los adultos más pobres tiene en promedio sólo 3.4 años de educa-ción, la dispersión de la escolaridad entre los grupos con diferente in-

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greso es menos escandalosa que el hecho de que el 20% de los adultos más ricos sólo han completado 10.3 años de educación. Es difícil operar una sociedad compleja con una eli-te investida de tan poca educación.

No obstante, es difícil para noso-tros reconocer el Brasil del pasado. En 1900, Brasil tenía sólo 17 mi-llones de habitantes, 90% de ellos en zonas rurales, con una esperanza de vida al nacer de 31 años y un ingreso per cápita de $678 US (dó-lares de 1990). Más del 80% de la población era analfabeta, en com-paración con el 11% hoy en día, lo que aún es muy elevado. Actual-mente hay 180 millones de brasile-ños, de los cuales el 82% vive en zonas urbanas, con una esperanza de vida de 71 años y un ingreso per cápita real que ha crecido casi diez veces hasta aproximadamente $6,000 US.

La pobreza de la niñez de Lula se ha convertido en una leyenda viviente; la historia de un mucha-chito de cinco años, con brillantes ojos alertas que, muchos años des-pués, como político famoso, mira-ran al pasado, a su infancia en el polvoriento pueblo de Garanhuns, en Pernambuco, al interior del país: “Recuerdo que la primera vez que comí arroz fue cuando estaba enfer-mo. Me dolía la barriga, así que mi madre compro un remedio; es de-cir, compró arroz. En aquella épo-ca el arroz era poco común en mi casa. Comíamos mandioca y frijo-les”. Hoy, este tipo de pobreza ha disminuido considerablemente. En 2003, se distribuyeron siete millo-nes de pensiones a familias rurales, que abarcan a 24 millones de per-sonas, o tres cuartas partes de la población rural. La madre de Lula, doña Lindu, era una mujer valiente y decidida, analfabeta toda su vida, que dio a luz 11 hijos, cuatro de los cuales murieron durante la in-fancia. En esos años, de cada mil niños nacidos en Brasil, aproxima-damente 200 morían antes de cum-

plir los cinco años de edad. En la actualidad sólo mueren 34 de esos niños. Brasil todavía tiene mucho más muertes infantiles que los paí-ses ricos, pero mucho menos que en el pasado. Cuando Lula era niño, sólo seis millones de niños es-taban inscritos en escuelas primarias y secundarias, en comparación con casi 40 millones hoy en día, aunque la calidad de la enseñanza todavía es terrible.

El sistema político también se desarrolló. En 1872, sólo un millón de los nueve millones de brasileños eran elegibles para votar y apenas 20 mil lo hacían. De acuerdo con Richard Graham, “elecciones y vio-lencia a menudo iban de la mano. Si bien el resultado de las eleccio-nes frecuentemente podía predecir-se con facilidad a escala nacional, las pugnas entre ciertos hombres por el poder local cobraban enorme importancia”. El control de jueces y jefes de policía decidía las elec-ciones. Los perdedores a menudo eran perseguidos y los ganadores obtenían apadrinamiento e influen-cia en niveles jerárquicos superiores e inferiores. En 1920, el total de empleos federales, estatales y locales era de aproximadamente 200 mil, lo que equivalía a los votos necesa-rios para ganar la elección presiden-cial de 1919. Desde 1945, cuando Lula nació, el electorado de Brasil ha crecido 19 veces, de 5.9 millo-nes a 119 millones; pero el parasi-tismo fiscal se extendió junto con el crecimiento del sistema político.

Hoy en día, la economía brasi-leña es diez veces más grande que cuando Lula era niño. En 1950, cuando tenía cinco años, la escasez de derivados de petróleo en Brasil era tan grave que hasta el asfalto para pavimentar las pocas carrete-ras del país tenía que importarse. En esos tiempos, Brasil sólo tenía 3 mil kilómetros de carreteras pa-vimentadas, en comparación con aproximadamente 160 mil hoy día, la mayoría de las cuales, desafortu-

nadamente, tiene baches y está des-gastada por falta de mantenimiento e inversión. Actualmente, Brasil no sólo es autosuficiente en petróleo, sino que pronto exportará petróleo y gas de sus yacimientos marítimos recientemente descubiertos. Con enormes extensiones de tierra culti-vable barata y sofisticada tecnología, el país se ha convertido en una su-perpotencia agrícola. Ha construido la mayor y más productiva base in-dustrial en el Hemisferio Sur, con una talentosa clase empresarial que absorbe nuevas tecnologías y téc-nicas de administración y comer-cialización. Las principales impor-taciones incluyen aviones tipo jet, compresores, automóviles, autobuses y partes automotrices. Hoy, Brasil es un país rico y productivo, pero todavía tiene muchos ciudadanos pobres.

No obstante, Brasil es una tierra feliz porque continúa desarrollándo-se. Brasil no sólo es la octava mayor economía del mundo, sino también un crisol de procesos de moderni-zación a largo plazo. Sus desalenta-doras estadísticas sociales esconden centros de excelencia tanto en el sector público como en el priva-do. Nodos de comunicación siguen llegando a lo más profundo de su centro, animados por una fantasía de expansión infinita que caracte-riza a las sociedades fronterizas de América. La mística de la frontera se moldeó en una estructura polí-tica de organización precaria, que sobrevive tras barreras de distan-cia, cultura y ley, las cuales aislaron a su vasto interior del resto de la economía mundial. El crecimiento económico a largo plazo sobrevi-no a partir del rápido crecimiento de los insumos de mano de obra y tierra, alimentados por una base de recursos virgen, de proporciones continentales. Hoy la frontera se extiende hasta los cerrados, enormes bosques de matorrales que cubren llanuras del tamaño de las Gran-des Planicies de Estados Unidos y a

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los que la agricultura moderna está transformando en la más dinámica frontera agrícola del mundo, donde se cultiva soya, algodón, arroz, maíz y azúcar. Habiendo superado enor-mes dificultades de transporte al in-terior, los productos agrícolas ahora se exportan a mercados del exterior por medio de una nueva línea de ferrocarril al puerto de Santos, en Sao Paulo, y de un novedoso sis-tema de barcazas de alta tecnolo-gía que recorre los ríos Madeira y Amazonas. La frontera hizo de Bra-sil un país ambicioso. El ex presi-dente Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) alguna vez expresó la esperanza de Brasil: “Estamos lejos de ser un país desarrollado, pero te-nemos algo positivo: la aspiración de llegar a ser uno de los países de-sarrollados; eso es lo que nos mue-ve, ¿no es así?”

“El surgimiento de Brasil”Hace tres décadas publiqué un

ensayo: “El surgimiento de Brasil” (Commentary, enero de 1977), en el que señalé que “en un periodo re-lativamente corto, Brasil se ha con-vertido en una nueva fuerza políti-ca en el Hemisferio Occidental. La nación tropical más grande y más importante del mundo, aproximada-mente del mismo tamaño en super-ficie, población y producto interno bruto que el resto de América del Sur, Brasil se ha desarrollado has-ta llegar a ser la décima economía más grande del mundo, uno de los principales socios comerciales de las potencias industriales y uno de los campos de inversión más redi-tuables para su capital excedente”. Desde entonces, Brasil ha atrave-sado varias dificultades y transfor-maciones: una crisis de deuda ex-terna, estancamiento económico, transición de un régimen militar a una democracia, hiperinflación, re-estructuración gradual de las finan-zas públicas que duró dos décadas y ayudó a acabar con la inflación crónica, un enorme incremento en

el gasto social a fin de superar la pobreza y la injusticia, y la apertura de la economía a mayor comercio e inversión. Durante la pasada dé-cada, Brasil ha logrado estabilidad política y económica, confirmando mi creencia de hace tres décadas de que “el surgimiento de Brasil ha ofrecido a la humanidad muchos retos, de los cuales preservar el ca-rácter del Nuevo Mundo como una región de esperanza no es uno de los menores”.

En 2003, Goldman Sachs, un banco de inversiones, especuló au-dazmente que Brasil, Rusia, India y China, en conjunto llamados BRIC, “podrían convertirse en una fuerza mucho mayor de la economía mun-dial. Si las cosas marchan bien, en menos de 40 años, las economías de los BRIC podrían ser más gran-des que las del G6 [Francia, Ale-mania, Italia, Japón, Gran Bretaña y Estados Unidos] en términos de dólares estadounidenses. La princi-pal suposición que subyace todas estas proyecciones es que los BRIC mantienen entornos políticos que apoyan el crecimiento”. De acuerdo con un nuevo estudio del Conse-jo Nacional de Inteligencia de Es-tados Unidos, Mapping the Global Future: “Los expertos reconocen que Brasil es un Estado clave, con una democracia dinámica, una econo-mía diversificada y una población emprendedora, un gran patrimonio nacional e instituciones económicas sólidas. Brasil es un socio natural tanto para Estados Unidos como para Europa y para potencias emer-gentes como India y China, además de que tiene el potencial de hacer más atractivas sus ventajas como ex-portador neto de petróleo”.

Podríamos adquirir perspectiva al comparar los recursos de Brasil con los de Rusia, India y China, las otras grandes economías “emergen-tes”. Una clara diferencia es que la población de Brasil, concentrada en una masa de tierra principalmente llana y geológicamente estable, pa-

dece menos a causa de climas ex-tremosos y desastres naturales, tales como terremotos, huracanes e inun-daciones, que otras naciones con-tinentales en las que este tipo de desastres históricamente han matado a decenas o cientos de miles de per-sonas en un solo evento. Brasil no está plagado por la clase de tensio-nes étnicas, religiosas y lingüísticas que afectan a Rusia, India y Chi-na. Dichos países han educado a elites científicas y tecnológicas más numerosas que Brasil; no obstan-te, la productividad por trabajador de Brasil es mucho mayor, debido a que Rusia, India y China tienen poblaciones rurales mayores y más atrasadas, menor libertad personal que en Brasil y menor acceso a re-cursos naturales. Si bien un mayor progreso se ha retrasado a causa de sus derrochadoras y atrasadas insti-tuciones públicas, Brasil cuenta con un amplio y eficiente sistema de distribución de bienes, alimentos y la mayoría de los servicios, que lle-ga a las partes más remotas de su inmenso territorio.

Brasil es el mayor abastecedor de mineral de hierro del mundo. Su programa de alcohol es pionero en la producción a gran escala de com-bustibles a partir de biomasa. Las enormes plantaciones forestales de Brasil alimentan a una de las in-dustrias de celulosa más grandes y de menor costo del mundo. No obstante, su población ejerce menor presión sobre los recursos naturales que India y China. Los ríos brasile-ños, con enorme potencial de gene-ración de energía hidroeléctrica de bajo costo, contienen 13% de las reservas de agua dulce del mundo, en un planeta que enfrentará grave escasez de agua durante las próxi-mas décadas. India padece una es-casez endémica de energía eléctrica porque su politizado sector energéti-co está administrado por gobiernos que distribuyen la energía a precios tan bajos o de manera gratuita, que no pueden invertir para ampliar

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su capacidad. Esta escasez afecta a 50 de las grandes ciudades chinas, principalmente a Beijing. Los redu-cidos flujos de los ríos chinos han cortado la producción hidroeléctri-ca. Fábricas de papel, fundidoras y plantas petroquímicas carecen de agua que requieren para operar con-tinuamente. Las sequías, más co-munes al norte de China, también se han extendido al sur. El ritmo de envejecimiento de la población de China y Rusia es más acelerado. Rusia está perdiendo población y la mortalidad se está incrementando debido al deterioro de la calidad de

vida durante las pasadas dos déca-das. Brasil ha sido mucho más efi-caz que Rusia, India y China en el control de la pandemia de SIDA. Sus recursos energéticos son más ac-cesibles y mayores que los de India y China, que necesitan combustible desesperadamente afín de alimentar a sus economías en rápido creci-miento.

Durante la última década, Brasil podrá haber tenido más éxito que Rusia, India y China en el com-bate a la corrupción, pero eso no significa mucho. La corrupción es un problema grave en los cua-

tro países, independientemente del grado de democracia. Los elemen-tos criminales penetran las insti-tuciones públicas. Por ejemplo, de los 541 miembros del parlamento de India elegidos en 2004, casi un cuarto había enfrentado cargos cri-minales. Si bien Brasil e India han desarrollado democracias sólidas, la fragmentación de sus sistemas de partidos políticos los debilita, en la medida en que los políticos com-piten para distribuir favores entre grupos de intereses políticos y des-cuidan las inversiones en capital so-cial y capacidad productiva.

3. Brasil necesita una nueva estrategia

Con todos sus recursos y logros, ¿por qué la vida de Brasil está tan plagada de mediocridad y corrupción? Como hemos visto, Brasil se ha desarrollado rápidamente, pero todavía carece de la capacidad institucional para resolver problemas de una escala y complejidad que sólo pueden ser manejados eficazmente por una población educada. El fracaso para desarrollar capital humano es uno de los legados de la esclavitud, que poco a poco está siendo superado. La corrupción florece a partir de las oportunidades que brinda el fracaso para manejar con éxito la gran escala y la complejidad. Contrario al mito de

su dedicación al carnaval y al fútbol, los brasileños son gente trabajadora que, desafortunadamente, todavía carece de la capacidad para manejar de manera espontánea los sistemas complejos creados por una población que se multiplicó por diez durante el siglo pasado, que se desplazó a las ciudades a un ritmo acelerado y que continuamente incorpora una amplia gama de nuevas tecnologías. Hoy, dentro de su enorme territorio, Brasil tiene 13 ciudades de por lo menos un millón de habitantes y 32 ciudades con poblaciones de medio millón o más. Existen ineficiencias e injusticias en todas las sociedades y sistemas

políticos, pero mayores niveles de educación tienden a reducir estas fallas institucionales. La educación tiende no sólo a disminuir la corrupción, sino que también fortalece la cooperación y dota a las personas con capacidades para desarrollar otras oportunidades para sí mismas.

Brasil tendría un brillante futuro si logra superar sus obstáculos institucionales. Para tener éxito, una nueva estrategia debe recibir apoyo durante un largo periodo, sostenida por una serie de gobiernos electos. Debe brindar credibilidad a un programa de largo plazo para el fortalecimiento de las instituciones

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públicas y para desarrollar el potencial del país. Algunas de estas ideas fueron propuestas por Felipe González, gran líder democrático de España y nuevo miembro de nuestro Instituto, quien durante un seminario en Sao Paulo, en noviembre pasado, nos dijo:

En América Latina, y especialmente en Brasil, nos falta consenso; un consenso estratégico para definir una estrategia sostenible más allá de un periodo de alternancia de gobierno, más allá de un periodo presidencial o legislativo. Éste no puede ser un consenso sobre demasiadas cuestiones porque sería muy complicado. Pero un consenso sobre tres o cuatro objetivos a los que puedan sumarse los esfuerzos de todos. Todos los países desarrollados tienen este tipo de consenso sobre temas que unen a la gente y quedan fuera de la arena de debates. Estos elementos de consenso gozan de una permanencia que fortalece a los países. Este tipo de consenso es particularmente importante para el desarrollo del capital humano. El fracaso en el desarrollo del capital humano es una fuente de considerable angustia. Aun en países con grandes riquezas naturales como petróleo, no hay posibilidad de desarrollo, no hay futuro, si se descuida la formación de capital humano.

Se requiere un consenso de largo plazo porque toma décadas consolidar los avances en áreas como educación, infraestructura y reforma política. Para evitar fragmentación política y desorden, debe surgir un centro democrático más sólido, con un programa coherente y creíble de innovación tanto en políticas como en procesos. Una alianza centrada en este programa podría apoyar las siguientes ideas:

1. Un consenso estratégico para desarrollar educación e infraestructura de alta calidad, como prioridades gubernamentales a largo plazo.

2. Acabar con el estancamiento en política social que obstruye

mayor inversión en educación e infraestructura.

3. Ratificación por el Senado de todos los nombramientos presidenciales a cargos de ministros y viceministros. Hoy en día, en Brasil, sólo los embajadores, el presidente del Banco Central y los jefes de entidades reguladoras requieren aprobación del Senado. La ratificación por el Senado resultaría en un escrutinio más estrecho de nombramientos políticos, e inhibiría tanto escándalos como rápida rotación en cargos clave. Todos los funcionarios ratificados deberían tener la libertad de nombrar a sus propios subordinados en el ámbito de las políticas. Los partidos participantes en el pacto deberían acordar el nombramiento de profesionales calificados para encabezar ministerios técnicos como los de energía, transporte, seguridad social, educación y justicia.

4. Organizar un referendo a escala nacional para decidir si el voto debe ser obligatorio u opcional. El voto ha sido obligatorio en Brasil desde 1932, al igual que en todas las repúblicas sudamericanas, con excepción de Colombia, mientras que el voto es opcional en casi todas las democracias avanzadas fuera de América Latina. Muchos brasileños votan sólo por obligación jurídica, sin conocimiento o interés por partidos y candidatos. El voto opcional reduciría el costo de campañas y elecciones.

5. Reforma política amplia. Luego de más de una década de deliberación, la Comisión de Reforma Política del Congreso recientemente propuso legislación que establece el financiamiento público de campañas electorales y el fortalecimiento de la disciplina en los partidos. Un sistema de elecciones primarias debería resolver candidaturas partidarias disputadas. El tamaño de los distritos electorales, que actualmente son estatales y municipales, debería reducirse a fin de uniformizar unidades de población, haciendo que los legisladores sean responsables ante un conjunto de

votantes específico y coherente; bajo la actual legislación no existe dicha responsabilidad. En la ciudad de Sao Paulo, por ejemplo, los 55 miembros del Consejo Ciudadano son elegidos por siete millones de votantes que escogen entre varios cientos de candidatos que no cuentan con bases electorales claramente definidas. Las enmiendas presupuestales que favorecen a bases electorales determinadas y a miembros del Congreso deberían declararse ilegales, restringiendo así incentivos perversos que corrompen el comportamiento del Congreso y el Ejecutivo. Para lograr la representación de cualquier partido en el Congreso, debería requerirse un umbral del 5% del voto nacional, en por lo menos un tercio de los estados.

6. El financiamiento de las campañas electorales se ha citado muchas veces como motivo de corrupción, en Brasil y en muchas otras democracias. No hay una sola solución a este problema, pero algunas soluciones parciales ayudarían a reducir el grado de corrupción crónica. La Comisión de Reforma Política del Congreso ha propuesto el financiamiento público de las campañas electorales; pero esto no es suficiente. Como lo sugirió el periodista Elio Gasperi, todos los partidos y candidatos deberían publicar sus cuentas en Internet a fin de permitir al sistema político vigilarse a sí mismo. Además, el personal y el presupuesto de las autoridades electorales debería aumentarse para permitir una supervisión más efi caz y una revisión de las miles de campañas realizadas cada dos años.

La aprobación de reformas como éstas depende de qué tan avergonzados se sientan los brasileños como resultado de los recientes escándalos y de qué tan desesperados estén por garantizar su futuro a largo plazo. Como escribiera Maquiavelo hace cinco siglos:

… tales reformas nunca se realizan sin peligro, ya que la mayoría

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de los hombres nunca adopta voluntariamente ninguna nueva ley tendiente a cambiar la constitución del Estado, a menos que la necesidad del cambio esté claramente demostrada; y como dicha necesidad no puede hacerse sentir sin estar acompañada del peligro, la república puede ser destruida antes de haber perfeccionado su constitución.

Impasse en política socialEl desarrollo de una estrategia para

el futuro de Brasil se ve obstaculizado por la ‘herencia maldita’ del estancamiento en política social. Obligado por la constitución de 1988, que fue promulgada después del fin del régimen militar, Brasil generó uno de los mayores aumentos a corto plazo en el gasto social que haya tenido ningún país en la historia. Brasil gasta una cuarta parte de su producto interno bruto (PIB) en programas sociales, un porcentaje más elevado que el de países más ricos como España, Canadá, Japón, Australia y Estados Unidos. Estos programas absorben dos tercios del gasto federal, excluyendo pagos de intereses. Entre 1987 y 2002, las transferencias a personas se incrementaron en 344%. Sin embargo, este gasto social tiende a evadir a los pobres. La mayoría de los investigadores están de acuerdo en que el final de la inflación crónica en 1994-95 fue más eficaz para reducir la pobreza que cualquier programa social. Un estudio de especialistas del IPEA, instituto de investigación del gobierno, descubrió que el gasto en programas sociales desde 1995 no ha logrado reducir el porcentaje de brasileños que viven en la pobreza (54 millones o 32%) y en pobreza extrema (22 millones o 13%). La mortalidad de niños menores de cinco años ha permanecido en los mismos niveles desde 1990. Ricardo Paes de Barros, del IPEA, señaló irónicamente: “Si todo el dinero gastado en programas sociales en Brasil sencillamente se tirara desde un helicóptero, los pobres tendrían una mejor oportunidad de

beneficiarse con él, que de la manera en la que se gasta actualmente”.

¿Qué tan productivo ha sido este enorme incremento en el gasto social en Brasil, cuando se le compara con el de otros países latinoamericanos? En 2000-01, el gasto per cápita de Brasil en educación, salud, seguridad social y vivienda fue casi igual al de Chile, cinco veces mayor al de Perú y República Dominicana, tres veces más que el de Colombia y dos veces más que el de México. No obstante, Los avances desde 1990 en indicadores sociales tales como mortalidad infantil, escolaridad, esperanza de vida, vivienda y saneamiento, e ingreso familiar no son mejores que los de países que gastan mucho menos en programas sociales.

¿Por qué ha sido tan poco productivo este incremento en el gasto social? De acuerdo con el ministerio de finanzas, el gasto en pensiones, que representa el 73% de todas las transferencias monetarias realizadas por el gobierno central en 2002, tiene un perfi l regresivo en el que las familias más ricas se apropian de la mayor parte de los recursos. Durante la última década, Brasil incrementó gradualmente la tributación, de 24% a 37% del PIB, a fin de mantener la estabilidad, igualando la carga impositiva de países mucho más ricos. De todos los impuestos cobrados, el 45% es para programas sociales, principalmente el sistema de seguridad social, sin tener impacto alguno en la reducción de la pobreza o desigualdad. De todas las personas empleadas, el 60% no está cubierto por el sistema de seguridad social y permanece en el sector informal. Los impuestos para financiar improductivos programas sociales son tan onerosos (35% de la nómina) que los empleadores se muestran reticentes a hacer contrataciones.

“Brasil constituye una excepción a las tendencias internacionales, en las que una alta carga impositiva está relacionada con una distribución del ingreso más igualitaria”, observó el ministerio de finanzas. “En otras

palabras, Brasil es un país con un ingreso per cápita relativamente bajo que ha logrado un índice tributario tan alto como el de países ricos. No obstante, contrariamente a lo que ocurre en países ricos, Brasil no ha podido utilizar sus sistema impositivo y su gasto social para incidir en su extrema desigualdad de ingresos”. Las transferencias de ingreso mínimo a los pobres sumaron únicamente 1.7% de todas las transferencias de ese año, lo que en promedio incrementó los ingresos de éstos en tan sólo 0.4%. La quinta parte más rica de la población de Brasil recibe el 61% del gasto en pensiones, en comparación con el 26% en Estados Unidos. Brasil gasta 12% de su PIB en pensiones, más que Gran Bretaña, Holanda, España, Japón y Estados Unidos, aunque dichos países tienen poblaciones mucho más ancianas. La comparación con España es particularmente reveladora. Mientras que en España el 45% de las pensiones lo reciben personas de más de 70 años, en Brasil, la mayor parte (40%) la reciben pensionados con edades de entre 40 y 60 años. Los impuestos y las transferencias reducen la desigualdad en tan sólo 14% en Brasil, en comparación con 50% en Europa. Sin estas políticas de redistribución, la desigualdad en Europa sería tan grave como en Brasil. Si bien sólo 6.5% de los brasileños tiene más de 65 años, los programas y políticas sociales favorecen a los ancianos más que a los jóvenes, quienes se ven privados de una educación digna. Las pensiones generosas generan una de las más bajas tasas de pobreza en la vejez en América Latina, mientras que se sacrifica el bienestar y futuro de sus niños. Otros países latinoamericanos gastan, en proporción, de una tercera a una cuarta parte de lo que gasta Brasil en pensiones, y logran aproximadamente los mismos avances sociales en general.

De acuerdo con el Banco Mundial: “La seguridad social es el problema fiscal más importante que en la

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actualidad enfrentan el gobierno federal y los gobiernos estatales en Brasil”. País de población joven, Brasil gasta más en sus 24 millones de retirados, dos veces el número de brasileños mayores de 65 años, que en los 50 millones inscritos en primaria, secundaria y universidades. De los 24 millones de retirados, aproximadamente el 40% del gasto en pensiones lo reciben sólo tres millones de ex empleados públicos. Entre 1993 y 1998, el número de jubilados del sector privado que recibía pensiones del gobierno se incrementó en 90%, creciendo a un ritmo anual de 11%, un aumento sin precedente en la experiencia internacional, mientras que la edad promedio de retiro cayó de 54 a 49 años. En ningún país desarrollado se permite a las personas retirarse tan jóvenes y con salarios completos. Cuando cambiaron las reglas a fin de limitar este crecimiento, el número de nuevos jubilados con pensiones de discapacidad aumentó más del doble entre 1999 y 2003, un síntoma de la corrupción que ha plagado al sistema de seguridad social. De continuar las actuales tendencias, el déficit de seguridad social crecerá de 5% del PIB en la actualidad, a 10% para el 2030, lo que impedirá inversiones en infraestructura y educación que son sumamente necesarias. Explicado de otro modo, el déficit acumulado por la seguridad social entre 1995 y 2005 suma aproximadamente un billón de reales, incluyendo pagos de intereses, cantidad equivalente a la totalidad de la deuda pública.

Ninguno de estos problemas de política social es fácil de resolver. Todos los especialistas concuerdan en que los programas sociales para apoyar a los más pobres son necesarios y sustentables. El problema principal es que el sistema de pensiones coloca a Brasil en la ruta del suicidio colectivo, drenando al país de recursos necesarios para invertir en su desarrollo futuro. Desde la aprobación de la constitución de 1988, que incrementó el gasto

social considerablemente, la inversión pública ha caído de 4% a 1.5% del PIB. Las soluciones probablemente serán graduales y se aplicarán con el transcurso del tiempo. Son sencillas, obvias, ampliamente discutidas y siempre enfrentan una feroz resistencia política.

1. Incrementar la edad de retiro. Dada la mejor esperanza de salud y de vida de la población, el problema fi scal del sistema de seguridad social puede resolverse elevando la edad para el retiro a 65 años y eliminando disposiciones especiales, como permitir a las mujeres retirarse cinco años antes que los hombres.

2. Desligar las pensiones del salario mínimo reduciría la carga fiscal creada cada vez que el Congreso aprueba un incremento considerable al salario mínimo, como lo hizo este año. Las pensiones podrían ajustarse con base en el índice de precios al consumidor o de acuerdo con las tendencias de los salarios promedio en toda la economía.

3. Proporcionar más recursos financieros y humanos para que el sistema del seguro social combata fraudes y corrupción. Estos recursos se han recortado en años recientes, reduciendo la capacidad investigadora del sistema, que había dado resultados alentadores en años anteriores.

EducaciónPoco después de la elección de

2002, publiqué un artículo en el diario O Estado de São Paulo, “Lula, el educador”, expresando esta esperanza: “El terrible desempeño de las escuelas públicas de Brasil amenaza el futuro del país. Lula, quien sólo completó cinco años de escuela primaria, se convirtió en símbolo de la movilidad social y podría llegar a ser nuestro gran presidente educador. La mejoría de la enseñanza pública es la mejor manera de fomentar la justicia social”. No hay manera de que Brasil maneje eficazmente una sociedad compleja sin una estrategia específica para fortalecer la calidad de la educación.

Para operar una sociedad cada vez más compleja, necesitamos más y mejores especialistas y profesionales: ingenieros, maestros, gerentes, médicos, enfermeros, contadores, policías, operadores de maquinaria y programadores de software que sólo una mejor educación puede proporcionar. Brasil gasta 12% de su PIB en pensiones, lo que gastan países europeos en pensiones para poblaciones mucho más viejas y ricas. Si el gasto en pensiones pudiera reducirse en sólo 1% del PIB, el gasto por alumno en educación primaria y secundaria podría incrementarse en más de 25%. Actualmente, Brasil gasta únicamente 150 dólares estadounidenses por año por cada alumno en el noreste y de 400 a 500 dólares en Río de Janeiro y Sao Paulo. Es muy difícil mejorar escuelas y enseñanza con tan poco dinero. En Brasil, debido a las muy generosas pensiones, la pobreza tiende a concentrarse en los niños más que en los ancianos. Los niños tienen menores posibilidades de desarrollar sus capacidades a fin de poder ganarse la vida de una mejor manera en el futuro. En 1950 se consideraba a Corea como un país irremediablemente pobre, mucho más pobre que Brasil, pero hoy Corea es mucho más rico; desarrolla y exporta productos avanzados que quedan fuera de la capacidad de Brasil. Una de las razones por las cuales Corea es más rico es que gasta sólo una cuarta parte en pensiones de lo que gasta en educación, mientras que Brasil gasta en pensiones el doble de lo que invierte en educación. Más que por el dinero que Corea gasta en educación, a su esfuerzo lo impulsa la motivación de las familias y la atención a la calidad y al buen desempeño en todas las esferas. El fracaso de Brasil para invertir en enseñanza primaria y secundaria se refleja en los resultados de exámenes a escala nacional e internacional que demuestran lo poco que los alumnos aprenden en la escuela.

Durante la pasada década ha

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habido grandes avances en términos de inscripción escolar, pero la mala calidad de la instrucción condena a millones de jóvenes a una vida sin un acceso útil a la palabra impresa. En un examen realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con sede en París, a jóvenes de 15 años de 32 países, los estudiantes brasileños terminaron en último lugar en lectura y matemáticas. Obtuvieron resultados inferiores al nivel 1, la norma de desempeño más baja, el 56% de los estudiantes en Brasil, 50% en Chile, 44% en Argentina y México, y 80% en Perú. Un supervisor brasileño del examen observó que muchos estudiantes brasileños no podían ni siquiera leer las preguntas. El Sistema Nacional para la Evaluación de la Educación Primaria (SAEB) del ministerio de educación no encontró avances en el aprendizaje de los alumnos desde 1991. A pesar de todas estas deficiencias, Brasil es un país de aspiraciones. Los brasileños de 15 años se ubicaron en primer lugar entre estudiantes de 31 países en cuanto a su grado de ambición ocupacional, aspiraciones socavadas por la calidad de su enseñanza.

Durante la labor de nuestro Instituto organizando Círculos de Lectura en escuelas públicas de la periferia de Sao Paulo, constatamos que muchas escuelas están plagadas de violencia, vandalismo, tráfico de drogas y armas, ausencias frecuentes y elevada rotación de maestros y directores y – principalmente – falta de enseñanza. Los maestros y directores, víctimas de amenazas o ataques de alumnos o personas ajenas que invaden la escuela, no reciben ningún apoyo institucional. Sencillamente se les dice que presenten una queja ante la policía civil, pero los agresores amenazan con peores consecuencias si acuden a la policía. Las escuelas por lo general cambian a los directores cada año, algunas de ellas dos o tres veces al año. La ausencia endémica de profesores permite que los alumnos

ociosos se congreguen y jueguen en los corredores, creando un ruido infernal que impide el trabajo en las clases donde hay un maestro presente. La mayoría de los profesores está demasiado ocupada para aprenderse los nombres de sus alumnos y pasan lista por números que le son asignados a cada niño. La mayor parte de la enseñanza tiene lugar con el profesor de espaldas a la clase, escribiendo en el pizarrón para que los alumnos copien mecánicamente sin ninguna explicación o discusión.

Estos patrones de comportamiento son aceptados como normas. Los padres a menudo se sienten impotentes al ver que sus hijos siguen siendo analfabetos en quinto o sexto grado. Los episodios de presión de los padres para solicitar mejoras son poco comunes porque carecen de acceso a las autoridades escolares. La mayoría trabaja durante muchas horas. Muchos sólo completaron dos o tres años de estudio en escuelas rurales, por lo que es difícil para ellos evaluar la forma en la que sus hijos aprenden en la escuela. Hay algunas escuelas

públicas buenas, pero constituyen una pequeña minoría.

Brasil necesita una nueva estrategia, apoyada por un consenso nacional para mejorar las escuelas primarias y secundarias. A continuación se mencionan algunas ideas:

1. Crear un cuerpo nacional de profesores maestros, que ganen salarios equivalentes a los de los miembros del Congreso, seleccionados mediante un examen de competencia y una evaluación independiente de su práctica en clase. Estos profesores maestros recibirían una capacitación especial durante uno o dos años, en grupos de mil, en un nuevo Instituto Nacional de Enseñanza, donde tomarían cursos intensivos en métodos de enseñanza de lectura, matemáticas y estudios sociales, buscando mejorar la calidad del contenido. Debido a la considerable inversión pública en sus elevados salarios y capacitación especial, estos profesores maestros normalmente serían elegibles para el retiro hasta los 65 años.

2. El número de profesores maestros empezaría a aumentar después de varios años. Podrían concentrar sus esfuerzos de enseñanza en comunidades pobres, mediante cursos especiales para profesores y evaluación continua. Estarían apoyados por financiamiento para bibliotecas y materiales educativos especiales. Podrían asesorar a secretarías de educación municipales y estatales, pero no podrían aceptar cargos burocráticos. Estarían sujetos a una evaluación continua y volverían al Instituto Nacional de Enseñanza cada cinco años para actualizarse.

3. Establecer un programa nacional de acreditación para maestros, con altos estándares y primas salariales para quienes califiquen.

4. Establecer un programa federal para escuelas públicas en regiones metropolitanas; desarrollar nuevos métodos para mejorar la seguridad en las escuelas; modificar leyes y reglamentos a fin de disminuir el ausentismo de los profesores, y crear

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incentivos financieros para atraer profesores calificados a escuelas ubicadas en áreas pobres.

5. Decenas de miles de prometedores brasileños graduados de preparatoria y estudiantes universitarios son demasiado pobres para seguir estudiando. Este talento potencial podría movilizarse a través de un programa de becas bajo el cual, con capacitación especial, candidatos cuidadosamente seleccionados podrían dar clases en escuelas primarias de comunidades pobres durante un mínimo de dos años. Cada año de enseñanza satisfactoria otorgaría el derecho a una beca universitaria, incluyendo gastos de alojamiento y viáticos.

6. Ampliar el sistema de escuelas de capacitación técnica y crear cursos de dos años en colegios comunitarios para graduados de preparatoria.

7. La evaluación de los resultados de la enseñanza es algo a lo que tradicionalmente se oponen sindicatos de maestros y administradores de la enseñanza en muchos países, debido a que podría poner en evidencia su mal desempeño en el trabajo. El buen desempeño debería ser recompensado. En los años 90 empezó un ambicioso programa de pruebas a estudiantes de los ciclos básico, medio y superior. No obstante, los resultados no se publican por escuelas individuales, profesores y alumnos. Los consumidores de educación, principalmente padres y estudiantes, necesitan conocer estos resultados para realizar una autoevaluación y para estimular a profesores y escuelas a seguir su buen ejemplo.

8. Las tendencias decrecientes en los índices de fertilidad de décadas recientes han disminuido las presiones demográficas, creando oportunidades para ampliar y mejorar la educación de niños pequeños. Un considerable cuerpo de investigación demuestra que la educación preescolar mejora los logros académicos de los niños en años posteriores. En preescolar, aprenden cooperación y adaptación

en el entorno de un salón de clase y dan los primeros pasos para su alfabetización. Al terminar preescolar, los niños deberían iniciar la escuela primaria a los seis años y no a los siete como se requiere actualmente.

9. Reducir la disparidad en el financiamiento por estudiante entre escuelas primarias, secundarias y universidades. Calculado por la OCDE en poder de compra constante en dólares estadounidenses, Brasil gasta sólo una quinta parte por alumno de escuela primaria por año y una sexta parte por alumno de escuela secundaria por año, de lo que gasta Gran Bretaña, pero gasta casi 50% más por estudiante universitario por año que Gran Bretaña.

InfraestructuraNiveles avanzados de educación e

infraestructura son las dos necesidades básicas para la gestión eficiente de sociedades complejas, a fin de garantizar la distribución equitativa de beneficios a un costo razonable. Se requieren especialistas altamente capacitados y bien pagados para lograr equidad y eficacia en la producción y distribución de bienes públicos, tales como instalaciones de transporte y energía, particularmente en una democracia compleja como Brasil, que abarca un territorio continental con cientos de ciudades y puntos de producción remotos. Crear y administrar infraestructura moderna significa dominar complejas cuestiones jurídicas, financieras, de ingeniería, reglamentarias y contables a fin de satisfacer el interés público. Brasil necesita avanzar considerablemente en el desarrollo de capital humano para evitar escándalos y desperdicio que degradan las condiciones de vida en lugar de mejorarlas. Sólo un consenso democrático para la reasignación de recursos puede impulsar las inversiones y crear las estructuras reglamentarias y jurídicas necesarias para lograr estos avances.

La infraestructura brasileña requiere mayor inversión y mejor

reglamentación a fin de modernizar y ampliar redes de transporte, comunicaciones, saneamiento público y abastecimiento de energía. El gobierno calculó que entre 2000 y 2007 se necesitaría una inversión de 100 mil millones de dólares estadounidenses en infraestructura para apoyar un crecimiento económico anual del 4%. Brasil está poniendo en peligro su desarrollo futuro al no invertir lo suficiente tanto en obras públicas como en concesiones de proyectos a inversionistas privados, dadas sus restricciones presupuestales. La privatización parcial de puertos, ferrocarriles y carreteras, así como el fin del cártel del transporte aéreo comercial, ha propiciado avances en la última década. Pero en años recientes estos avances se han estancado bajo el peso de disputas políticas e ideológicas, falta de fondos para inversión pública, y ausencia de un marco jurídico y reglamentario claro para los inversionistas privados. El ex presidente Fernando Henrique Cardoso (FHC) se lamentó:

Los baches dificultan la vida de los conductores, incrementan el consumo de gasolina, desgastan los automóviles, retrasan las entregas de carga y – esta parte es dramática – provocan accidentes y muertes… El gobierno federal no está en condiciones de cuidar de todas las carreteras. Se ha comprobado que empresas privadas pueden mantener parte del sistema. Esto ocurre en carreteras que unen a Río de Janeiro y Sao Paulo, a Río de Janeiro y Teresópolis, a Río y Juiz de Fora, a Osório y Porto Alegre, en Río Grande do Sul, y en el puente Río-Niteroí. Quienes ya han recorrido estos tramos pueden ser testigos de que el peaje pagado garantiza mejores carreteras. Seguiremos privtizando y transfiriendo tramos de carreteras a los estados.

No obstante, durante los ocho años de administración de FHC, no se hicieron nuevas concesiones de

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carreteras a inversionistas privados y el 98% de la red carretera permanece en manos del gobierno. Mientras operadores privados mejoran la eficiencia interna de los puertos, a pesar del proteccionismo de los sindicatos, largas fi las de camiones que transportan exportaciones desde miles de kilómetros de distancia, de la Amazonia y la región de los cerrados, esperan durante días a las afueras del puerto de Santos, el más grande de América Latina, debido a la falta de capacidad ferroviaria y carretera para entrar al puerto. Y la estabilidad del abastecimiento de energía eléctrica para una economía creciente ha sido comprometida en un atolladero legal e institucional que impide nuevas inversiones.

Los costos logísticos absorben 20% del PIB en Brasil, dos veces más que en países desarrollados. Estos costos pueden dividirse de varias maneras. Una logística ineficiente significa mayores costos de inventarios y almacenamiento en toda la economía. Gran parte del transporte de carga nacional se encuentra en manos de camioneros, en su mayoría informales, que trabajan sin reglamentación y proporcionan un servicio de baja calidad, plagado por el robo de mercancías y exceso de capacidad, con viajes de retorno sin mercaderías a través de grandes distancias, lo que les impide obtener utilidades razonables. La mala condición de los 55 mil kilómetros de carreteras federales retrasa las entregas e incrementa los costos de transporte hasta en 30%. El mantenimiento a las carreteras se colapsó después de que la constitución de 1988 eliminó el Fondo para Carreteras Federales, así como el Fondo de Desarrollo para el Transporte Urbano (FDTU). Las carreteras pavimentadas se dañan con el peso de camiones sobrecargados que causan grietas en el pavimento, a través de las cuales entra el agua hasta que el pavimento se desbarata. El ministerio de transporte calcula que el 20% o 30% de la carga excesiva de los

camiones puede reducir la vida útil de una carretera en 60%. El sistema de carreteras federales está equipado con 70 estaciones de peso para camiones, pero sólo seis de ellas funcionan. La red de carreteras federales podría mejorarse y mantenerse a un costo anual de 300 millones de dólares estadounidenses, durante un periodo de cuatro años, reduciendo los costos de operación de vehículos en 500 millones de dólares anualmente, lo que en términos prácticos sólo puede llevarse a cabo con más concesiones para la operación y mantenimiento privados de carreteras. El Banco Mundial calcula que resolver estos problemas de transporte podría incrementar el PIB en 2%. En otras palabras, el crecimiento económico de Brasil podría haber sido de 7% en 2004, en lugar de 5%, creando más empleos y otras oportunidades.

Resolver la escasez de infraestructura y los cuellos de botella implica superar problemas jurídicos y técnicos en diferentes áreas. Pero hay soluciones institucionales disponibles que gradualmente pueden satisfacer algunas de las necesidades más urgentes con el transcurso del tiempo:

1. Una de las necesidades más urgentes es la de especialistas altamente calificados para trabajar en las agencias reguladoras, que deberían

ser políticamente independientes. Para superar esta escasez, Brasil debería establecer un Instituto para Estudios Reglamentarios en Brasilia, que ofreciera cursos de uno o dos años a ingenieros, contadores, abogados y economistas a fin de que adquirieran el conocimiento especializado necesario para trabajar en las agencias reguladoras. Los graduados de este instituto deberían recibir primas salariales equivalentes a las de los miembros del Congreso. El instituto debería ayudar a establecer agencias reguladoras capaces de desarrollar y aplicar reglamentos efi caces; a diseñar e implementar contratos de concesiones, y a incrementar la transparencia y credibilidad reglamentaria mediante la definición de conceptos jurídicos ambiguos tales como “equilibrio financiero”, que causan incertidumbre entre los inversionistas. Dicho instituto también podría ayudar a las agencias reguladoras a desarrollar normas de contabilidad e información, modelos financieros y de costos para el establecimiento de tarifas e indicadores a fin de comparar la productividad y eficiencia entre los concesionarios en Brasil y en otros países.

2. Sin agencias reguladoras independientes de la influencia

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política, mejorar el personal no funcionará. Los directivos de estas agencias deberían prestar sus servicios en periodos escalonados, diferentes a los del calendario electoral.

3. Consolidar la reglamentación del transporte terrestre en una sola agencia, con un mandato para emitir nuevas concesiones a operadores privados de puertos y carreteras. Esta agencia podría operar exitosamente sólo bajo estatutos y reglas claras, con mecanismos de apelación rápidos e imparciales a fin de evitar prolongados litigios en tribunales.

4. La privatización del sector energético debería acelerarse a fin de evitar la influencia política y la corrupción expuesta en escándalos recientes.

5. Reactivar el Fondo para Carreteras Federales, así como el Fondo de Desarrollo para el Transporte Urbano (FDTU), abolidos por la constitución de 1988, a fin de financiar la construcción y el

mantenimiento de infraestructura de transporte y disciplinar el impuesto sobre la gasolina (CIDE) para que se invierta en mantenimiento de carreteras, de donde los políticos lo han desviado en años recientes.

6. Establecer un Fondo de Inversión en Infraestructura, de acuerdo con un plan maestro aprobado por el Congreso cada cinco años, financiado por el BNDES y agencias internacionales que reciclan pagos de deuda, bajo el control conjunto de agencias de financiamiento brasileñas e internacionales.

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“Brasil no se merece todo lo que está ocurriendo”, dijo Lula en París, al inaugurar el “Año de Brasil en Francia”, conforme los escándalos se multiplicaban. “Se merece mucho más”. Mucha gente estaría de acuerdo. Pero para evitar problemas como estos en el futuro se requieren

innovaciones institucionales. Al enfocarse a las prioridades de largo plazo en educación e infraestructura, Brasil podría lograr la eficiencia que le permitiría avanzar más rápidamente hacia un mejor manejo de su compleja sociedad, resolviendo gradualmente otros problemas institucionales no mencionados en este ensayo, tales como seguridad pública, salud, la Amazonia y el sistema judicial, así como la plaga de la corrupción. Sólo persiguiendo nuevas estrategias institucionales basadas en un consenso político amplio puede Brasil superar los traumas y fracasos que nos han afligido durante los últimos meses. La sociedad brasileña sólo puede lograr confianza en sí misma si invierte en su futuro, en lugar de en su pasado; en estrategias para el desarrollo de la capacidad – como educación e infraestructura – en lugar de en el parasitismo fiscal generado por un sistema político arcaico.

Agradecemos a colaboração de Clara Allain, Jimmy Brandon Avila e Virgínia Montesino no preparo dessa edição.

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