los veranos de nuestra vida 1

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L os veranos de nuestra vida Miguel López-Guzmán

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GENTE Y VERANOS PARA EL RECUERDO 1

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Los veranosde nuestra vida

Miguel López-Guzmán

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LOS VERANOS DE NUESTRA VIDA

© Güssman editores S.L.© Miguel López-Guzmá[email protected]: TRIBUNA LA MURALLAEnero/[email protected]@gmail.com

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MIGUEL LÓPEZ-GUZMÁN

A Tantica

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Tiene el lector ante su vista una serie de artículos de MiguelLópez-Guzmán publicados en el diario La Opinión de Murciadurante el verano de 2010.

Los veranos siempre han sido estación ideal para las nostalgiasjuveniles, tiempos de vino y rosas difícilmente olvidados, queresurgen con fuerza una vez superados los cuarenta. Dijo al-guien que la vida es breve, y lo peor de ello es que vienes adarte cuenta cuando no tiene remedio.

Intenta el autor recuperar los recuerdos de personajes signifi-cados de Murcia, de sus vacaciones estivales, en un intento depulsar el replay de la memoria de cada uno de ellos para tratardescubrir aquellos días de sol y mar que les hicieron felices yque sin duda marcaron sus vidas.

Prólogo

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El Régimense moja

Carmen Polo de Franco. Primera dama del Régimen

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Corrían los años sesenta, en pleno boom del desarrolloeconómico y turístico del Régimen que instauraraFrancisco Franco tras la guerra civil. Unos años de bo-

nanza y paz silenciosa con veranos larguísimos para escolares,bachilleres y universitarios que se regían por las leyes educa-tivas del ministro Villar Palasí.

Como cada verano los partes informativos y de los medios decomunicación -incluida TVE en blanco y negro, aquella cadenade televisión que era la mejor que existía en España ya que erala única, con programas tan excepcionales como los Estudio 1dirigidos por Gustavo Pérez Puig; Diego de Acevedo o seriesveraniegas como Rompeolas (también conocida como MiamiBeach) y tantos otros inolvidables-, nos mostraban al Caudillojugando al golf en La Zapateira; pescando atunes a bordo delAzor o lanzando anzuelos en los ríos trucheros de Galicia. Todocomenzaba con el traslado de residencia de su Excelencia alPazo de Meirás, lugar en el que se celebraban los consejos deministros estivales. Doña Carmen Polo, primera dama de laépoca, ofrecía té helado a sus amigas a la fresca de los jardinesdel Pazo y Franco se mostraba relajado, vistiendo Blasiers azu-les con pantalón blanco y gorra marinera sin entorchados. Por aquellos entonces, se inauguraban espléndidas urbaniza-ciones en el litoral andaluz y levantino, lugares de veraneo quesurgían como hongos, una de ellas fue La Dehesa de Campoa-mor, y seguramente, dada su amistad con Luis Carrero Blanco,Pedrolo Nieto Antúnez, Camilo Alonso Vega pioneros en laverde urbanización oriolana, doña Carmen se dejó caer poresos lares. Fue recibida y agasajada por el propietario de lamisma Antonio Tárraga Escribano y su esposa (a la que vemos

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de espaldas en la imagen) Encarnita Segura y el directivo dela misma José Luis Durán Juan. No se fue con las manos vacíasya que le fue obsequiado un apartamento en el edificio DiezPicos, lugar de residencia de los ministros citados.

Lo cierto y verdad es que doña Carmen, y a diferencia de losdemás jerarcas del Régimen, nunca llegó a veranear ni volvióa pisar el apartamento ni la urbanización. No así su nietaMerry, quien se retiró al lugar tras su separación de Jimmy Ji-ménez Arnau, o su yerno el marqués de Villaverde, quien pasólos últimos días de su vida respirando el aire marino de Cam-poamor acompañado de una bella secretaria particular, a losque se podía ver como dos discretos veraneantes más en hela-derías y supermercados de la zona.

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Un mitoen el Mar Menor

“El Cachalote” de la familia Viudes.

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No era un barco espectacular, pero sí era cómodo ymuy adecuado para la navegación por las aguas delMar Menor. Concebido para navegar a vela, con am-

plia bañera en popa y poco calado en su orza abatible, comolos buenos barcos, estaba realizado en madera y debió botarlodon Adrián Viudes Guirao, patriarca de la conocida familiamurciana, importante empresario y agricultor y durante mu-chos años del siglo pasado presidente de la Cámara de Comer-cio de Murcia. Su hijo Adrián Luis Viudes Romero, siempre uninnovador, realizó en la embarcación múltiples reformas en eltranscurso de los años acoplándole un motor fuera borda e ins-talándole un mástil mayor de aluminio entre otros cambios. AAdrián Luis se debe el diseño del “Selfis”, claro antecedente dela actual tabla wind surf, con la particularidad de que se nave-gaba sentado. El “Selfis” ilustró las imágenes del Mar Menor afinales de los años cincuenta, donde se podían alquilar en elbalneario del hotel “Los Arcos” propiedad de la familia Viudes,e igualmente fue el creador de la moto “Sadrián” de motor“Hispano Viliers” y un curioso automóvil que giraba sobre símismo: el “Trigiro” invento que quedaría relegado junto conotros como el “Biscuter” con la aparición del Seat 600.

Mi siempre recordado Adrián Luis Viudes Romero fue todo unhombre del Renacimiento que le tocó vivir en el siglo XX. To-davía me parece verlo armado de sextante en la terraza de sucasa de La Ribera, ante una inmensa carta marina marcandorutas de viajes imaginarios por los mares de la China y a losconfines del mundo que como aventura se iniciaban más alládel Estacio.

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“El Cachalote” en sus mejores tiempos tuvo como pasaje a losilustres de varias décadas, desde él conocieron el Mar Menory degustaron el sabroso caldero; ministros y notables que ad-miraron boquiabiertos nuestro litoral, compartiendo tiempoy mar con otros mitos clásicos de la Mar Chica como “La Ba-llenera” de la familia Barnuevo todavía en activo; el viejo “Ga-solino”, el “Virgen del Carmen” de los Maestre; el “Virgen dela Fuensanta” de la familia Bernal; el “Delfín” y el “SantoTomás” de Luis Federico y Francisco Javier Viudes respectiva-mente.

Barcos de otro tiempo que majestuosos navegaban ágiles comola gaviota entre espumas de mar, llenando con el blanco de susvelas el horizonte cercano de nuestra mar creando la estampaúnica de unos años que se fueron. “Bandera vieja hace capitán”reza el dicho marinero y al igual que muchos de sus patrones,los viejos barcos fueron desapareciendo quedando en las reti-nas la imagen de aquellos días, que por jóvenes, se recuerdandichosos.

Las cuadernas de “El Cachalote” seguramente reposan en elalgún fondo de la mar que surcó, dando cobijo a la vida silen-ciosa de peces y caballitos de mar, la mejor sepultura para ungran barco.

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En el lugar equivocado

Manuel Fraga Iribarne Ex ministro de Información y Turismo

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En las brumas más densas del pasado siglo existió unministro con cartera de Información y Turismo, minis-terio de nuevo cuño en la época del Caudillo que os-

tentaba don Manuel Fraga Iribarne. A este señor le cabe elhonor de haber pasado a la historia como representante exclu-sivo de la citada cartera ministerial, aunque posterior a él hu-biera otros, que como Sánchez Bella también desempeñaronidéntico cargo pero sin pena ni gloria. A Fraga se debieron elnacimiento de los Paradores Nacionales, la Ley de Prensa,campañas publicitarias como “España es diferente” y otrosgrandes éxitos que convirtieron a España en todo un monstruodel destino turístico de medio mundo, -el otro medio llegaríacon Zapatero en patera algunos décadas más tarde.

La imagen para la historia de España del siglo XX también lapuso Fraga, cuando se bañó en el Mediterráneo almeriense enzaragüelles para demostrar que no existía radioactividad trasel accidente aéreo de Palomares (Nunca se nos dijo si a algunode aquellos bañistas, después de aquello, no se les cayó el peloy la piel a ronchas o les salieron bultos enormes como coliflo-res) De lo que estamos seguros es que a Fraga no le dio nin-guna pelagra a raíz de aquel baño a la vista del tiempotranscurrido.

Menos conocida es la imagen que hoy les mostramos. Alguiendebió de informar mal al ministro, o quizás el mismo Fragaconfundiera el destino, pues apareció disfrazado de cazadorperdicero (también fueron famosos unos zajones que vistió,que incluso salieron en el “Hola”, en una montería en los mon-tes de Toledo).

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A lo que vamos, Fraga debió confundir la Manga, por la Man-cha, famosa ésta por sus cacerías de perdices, así que el hom-bre sorprendió (por no decir que se rieron por lo bajini) en granmanera a Tomás Maestre, su sobrino y al gobernador SolerBans al aparecer vestido de tal guisa: sombrero tirolés, cha-queta austriaca, calzón a media rodilla; con sus correspondien-tes calcetas y botas de montaña. Por aquel entonces, La Mangaera virgen como una doncella y se trataba de promocionarla ydarla a conocer al personal ávido de sol y de mar. Aquel para-íso entre dos mares, como rezaba el eslogan se convertiría conel tiempo en una colmena para el turismo de segunda… ¿Quequé ha sido de Fraga…? Fraga después de la oprobiosa se con-virtió en padre de la patria y fundó un partido que se llamóAlianza Popular que llegó a tener un presidente que se llamóHernández Mancha, lo que pone de manifiesto la obsesión delex ministro por los territorios de Barreda y también tuvo otropresidente –entre otros muchos– con un aire más moderno, quese llamaba Jorge Vestringe que se separó de su mujer (macizaella) y luego se hizo rojo por despecho, pero eso ya es otra his-toria…

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Manuel Fraga Iribarne y Tomás Maestre

en La Manga. 1963

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Marisol Sánchez Belmar. Comerciante

Internado de señoritas

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Debió de ser como en una película muy rosa, diría in-cluso que celestialmente almibarada.Cuando lamitad de los adolescentes y jóvenes españoles se pe-

laban al cero con la llegada del verano y la otra mitad se alis-taba para sufrir, entre pulgas y terrones, los veraneos en loscampamentos de la OJE y del Servicio Social en el caso de lasjovencitas, Marisol Sánchez Belmar subía a un tren que la lle-varía a un internado para señoritas en la bucólica Suiza. Allí,junto a las nevadas cumbres alpinas moteadas por las vaquitasde Milka y las lecheras del Nestlé se forjó el espíritu de lamujer que el tiempo convertiría en la gerente de la sombrereríamás popular de Murcia (si es que queda alguna otra).

No por la distancia evitaría la joven Marisol la disciplina queemanaba de la Formación del Espíritu Nacional pues un altodestino le aguardaba en aquel país, ejemplo de neutralidad yde sedes bancarias. Allí se encontró compartiendo cuarto, re-trete, espejo de coqueta y destino universal con la nietísima dedon Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España por laGracia de Dios, que no era otra que María del Carmen Martí-nez-Bordiú y Franco por su madre.

En Lausanne Cristina Bultó, Marisol Sánchez Belmar y Car-mencita Martínez-Bordiú iniciaron una amistad y una compli-cidad que perduraría con el paso de los años. Como en loscuentos de “Celia” Cristina y Marisol escuchaban los relatosde Carmencita: Sus días como fallera Mayor de Valencia; el sig-nificado de la llegada de su menstruación, sus ligues, el ajetreode papá buscando cobayas humanas para implantarles el co-razón como había hecho Barnard en Ciudad del Cabo; los tran-

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quilos días tranquilos en el Pazo de Meirás o los divertidos cru-ceros por el Cantábrico a bordo del yate Azor.

Sí, por aquel entonces Carmencita estuvo en casa de los Sán-chez Belmar en Santiago de la Ribera, e incluso paseó en el ve-lero “Delfín” de Luis Federico Viudes hasta la isla Perdiguera,y también Marisol estuvo en el Pardo compartiendo vivenciasy balsa (la piscina del Palacio del Pardo era una auténtica balsade riego alicatada) cara al sol en unos tiempos difíciles de ol-vidar.

Con los años Marisol y Carmen se volvieron a encontrar enMurcia, justo antes del chabacano “Mira quien baila” y de queJosé Campos la pusiera a vender orujo como si de una nueva“Anni” se tratara.

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Carmen Martínez Bordiú,

Marisol Sánchez Belmar y Cristina Bultó

en el internado de Lausanne

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Ramón Gaya y Juan Bonafé. PROFESIÓN:Pintores.

En el portal

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Los portales, esos escaloncitos que facilitan el accesoa las viviendas de planta baja y que suelen pasardesapercibidos para la mayoría, se convertían (y to-

davía se convierten) con la llegada del tórrido verano en lugaragradable donde tomar la fresca. Si bien siempre ha sido cos-tumbre sentarse a la puerta del hogar en una mecedora o unahamaca (en la que por obligación te pillabas los dedos), el por-tal no exige el mínimo esfuerzo del traslado de enseres altiempo que, debido al material del que están construidos, aliviay refresca las posaderas.

En la siesta si queda a la sombra o a la caída de la tarde, el mo-desto portal se convierte en tribuna desenfadada de tertuliaque permite y facilita el saludo de quienes por la calle transi-tan.

Como mínimo se exigen dos escalones para que el portal al-cance su máxima comodidad y se convierta en una especie deescaño muy a la romana: reposo del cuerpo sobre un codo quepermite la ingesta de bebidas y frutas y sobre todo el estira-miento de piernas con leve balanceo de las caderas. Observensi no la relajación envidiable de los dos monstruos del arte re-gional Ramón Gaya, Adela Gummá, y su esposo Juan Bonaféen el portal de la vivienda de este último en la calle del Aire deLa Alberca, muy cerca de la legendaria taberna de La Anica,célebre por su vermut con sifón, cerveza y olivas de Cieza.La Alberca, allá por el año 62 del pasado siglo, era en los vera-nos un auténtico remanso de paz y polvo, amortiguado éste porlas manos generosas de algún vecino inquieto que siempreacudía a la manguera, en la hora de la siesta, para refrescar el

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ambiente y mantener, de paso, agradable conversación acercadel calor o de algún crimen pasional provocado por las eleva-das temperaturas. La Alberca de aquellos años aún trae aro-mas de alhábega y de jazminero. De cabezas asadas de corderoa la hora de la merienda; a sonidos de poleros voceando sufresca mercancía y sobre todo al canto de madrugadoras chi-charras y de los grillos que tomaban el relevo tras la paricióndel lechero.

Gaya y Bonafé sabían de las bondades del rincón murciano enel que la huerta y el monte se abrazan. Desde el portal obser-varon privilegiadamente el paso de los aguadores camino dela fuente, mientras hablaban del cuadro por pintar, de las téc-nicas utilizadas; de los artículos por escribir y de un Velázquez,pájaro solitario, que competía en arrullo con el zureo de lospalomos deportivos del vecino Perico el de La Anica.

Como dos senadores romanos a la fresca del portal, los dos ge-nios del arte murciano hablaban de pintura, mirando sin miraren el horizonte perdido de la imaginación el futuro por llegar.

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Ramón Gaya, Adela Gummá y su

esposo Juan Bonafé en La Alberca

en 1962

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Campoamor F.C.

Campoamor F.C. 1970

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El partido comenzó después del café en Montepiedra, sinduda a eso de las seis de la tarde, después de hecha la di-gestión y el equipo rival del Veraneantes de Campoamor

F.C. fueron los Veraneantes de La Ribera F.C., que es lo mismo quedecir que se mascaba la rivalidad playera, no por el deporte, sinopor los espectadoras en su mayoría admiradoras de estos buenosmozos que llenaban el Estadio Pitín de San Javier hasta la ban-dera. Los gritos de las entregadas hinchas eran reiterativos: ¡Tíobueno! ¡tío bueno!, diciéndolo así, a granel.

A este tipo de partidos de fútbol no asistían los “progres” muy demoda en aquel año de 1970, ellos se decantaban por los porros yla falta de higiene y ellas por seguir enfundadas en sus negras to-quillas invernales y dar una pincelada fúnebre a la lucha por laslibertades.

Sí, aquel año de 1970 el Seat 600 seguía siendo el coche de la ma-yoría españoles aunque los más desarrollados hubiesen jubiladoel 1500 pasándose al Seat 1430. Los potentados lucían su DodgeDart, mientras Urtain se proclamaba campeón de Europa de losligeros partiéndole los morros en encarnizada pelea al inglés Bu-chanhan.

Así las cosas, la flor y nata de la juventud masculina de la Dehesade Campoamor se lanzó al terreno de juego del Pitín, todo un pe-dregal cuajado de tormos (Todavía faltaba mucho tiempo para queJosé Hernández fuera alcalde de San Javier) llevados por su san-gre caliente y sus deseos de vencer ante cualquier reto.

La alineación resultó estelar, con la excepción del que aparentaser el “mister”, el bancario jubilado Enrique Andrés Vázquez quese coló en la fotografía para no ser menos que sus amigos. Vea-mos, de pie y de izquierda a derecha: Pedro Hernández-Rex (hoyboticario) con cierto parecido al “Pernales”; a su lado José LuisDurán (hoy ingeniero de Caminos) con algo más de pelo y tan

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rubio como el niño del Nenuco. A su lado un guiri francés quenadie recuerda como se llama. El empresario de la firma Roger,José Vicente Bayo; el ex alcalde de Orihuela, Luis Fernando Car-tagena, que levanta los hombros para aparentar pectorales; el hoydoctor Leandro González Sicilia con pelo muy a la moda de en-tonces. Justo Marín Carrillo, que en la actualidad, cual mojama,se conserva idéntico a la imagen.

Abajo y agachados: El empresario de la firma Roger y accionistadel Valencia F.C., Rogelio Bayo. Carlos Martínez Murciano que poraquellas fechas ya se consideraba senior y era el decano delequipo. El arquitecto Anselmo Alonso, quizás el más esforzado, asu lado con el esférico en las manos l’enfant terrible de toda unaépoca, el hoy abogado y secretario judicial excedente TrinitarioAbadía Pacheco y por último el piloto de Iberia y sindicalista Pe-rico Durán. Toda una memoria histórica de las bondades de aquelverano, el mismo verano en el que Pinito del Oro se retiró del tra-pecio.

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Pandilla en Campoamor 1968

Tocando puerto

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En la imagen la típica pandilla de playa del inolvidableaño de 1968 en la playa grande de la Dehesa de Cam-poamor. La inquieta juventud de la época dio lugar al

mayo del 68 parisino, el que originó cambios sustanciales yaires de renovación para Europa y el mundo occidental, mar-cando nuevas pautas de comportamiento que hicieron que elmundo sea lo que hoy es. España que parecía alejada del mun-danal ruido, comenzó a soltarse la melena y poner el picú atodo volumen con las canciones protesta en los ya clásicos gua-teques que iniciaban por estas fechas su declive. El eco de lasnuevas formas también encontró su hueco en España, eso sí,lento en la práctica pero con final feliz. En aquel año y tras elpolémico veto a Juan Manuel Serrat, Massiel ganaba en Euro-visión con el “La,la,la” compitiendo en éxito con un soso JulioIglesias que se hacía con el premio del Festival de la Canciónde Benidorm con su pegadiza “La vida sigue igual”, aunque losmás avanzados se subieran a la moto de los Pop Tops y su “Oh,Lord, Why Lord” y de Los Canarios que rompían esquemas con“Get Ou Your Knees” compitiendo con la canción oficial del ve-rano “Tengo tu amor” de los engomados Fórmula V.

Seguramente Mary Hopkyn no fuera la canción preferida dela pandilla playera que retoza al sol de agosto de aquel lejanoaño, pero sí la canción será hoy de su agrado al igual que lo esde María Teresa Campos al llamar así a su programa televisivo“Qué tiempo tan feliz”.

Al igual que hoy, por estas fechas, (entonces no se hablaba decambio climático) el agua del mar bajaba su temperatura y elsol estival daba un reflejo distinto a la superficie marina. Las

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noches de cine exigían el jersey de punto al agudizarse el re-lente y los propietarios de chalés y apartamentos se vanaglo-riaban que el mejor mes para veranear era el de septiembrepara chinchar a los que alquilaban cuando emprendían la obli-gada hégira hacia sus puntos de residencia habituales. Losmalos estudiantes volvían a tomar los libros para los exámenesde septiembre y los demás aguardaban ociosos el regreso acasa y el inicio del curso que por aquellos entonces tenía lugara mediados de octubre. Lo que pone de manifiesto que la vidase tomaba con más calma que en la actualidad.

Carmenchu Gil (De rodillas, esposa de Alfonso Avilés presi-dente del Club Taurino) ni siquiera llegaba a imaginar la carade su hijos y mucho menos de sus nietos. A Paci López Bernal(con el bañador listado) se le perdió la pista. Araceli Rojo (es-posa del arquitecto Luis Clavel Sainz) ni se enteró de la foto-grafía. A las suizas Lolí y Michelle se las vio algunos años másy desaparecieron. Maruja Clavel (con gafas) estaba en Campo-amor de visita quedando inmortalizada para el resto de losdías. Rogelio Bayo (Roger) herido, es abuelo. Rafa Ayuso aban-donó la Junquera y vive en Campoamor todo el año; un tal Ma-riano nunca volvió y Andrés abandonó Bruselas y se vino a supueblo, Molina. Jesús Navarro Hilla (tumbado a la izquierda)vendió su maravillosa moto Sanglas 400 que todos admirabany vive una pacífica vida de jubilado. Todo viene a ser como unverano azul, donde el paisaje y la música permanecen y tansolo cambian los rostros de los protagonistas de unos veranosque se van para no volver. Buen verano el de 1968.

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Inma e Ilu Vera, Virginia y Emma Poveda,Carmen y Hortensia Sevilla.

La edad del pavo

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Tras el baño, las amigas venían a comer a casa previoconsentimiento telefónico de sus mamás. Para quepapá y mamá pudieran dormir la siesta a pata suelta,

nos encerrábamos en el pequeño patio trasero decorado conagradecidas yucas, con la excusa de tomar el sol a nuestras an-chas y sobre todo para dar rienda suelta a la lengua narrandonuestros primerizos lances amorosos: que si fulano está muybien, que si mengano es muy simpático, que si aquel otro es unimbécil. En resumen los pequeños aconteceres y cuitas de unasvidas que amanecían. El tragadiscos a todo trapo en un año enel que Los Diablos y su Rayo de Sol copaban los números unode las listas de éxitos nacionales y sobre todo como cancióndel verano de aquel año de 1970.

Más tarde llegarían los primeros amores semioficiales, amoresde verano, pasajeros y que, como el tiempo, se enfriaban porla distancia y la llegada del otoño tan triste y tan gris. Amoresnunca olvidados y que quedaron marcados para siempre porel primer beso; una mirada; una caricia a la luz de la luna, unme gustas mucho, un te quiero…

La elección del modelito para la noche de verbena en el Náu-tico causaba verdaderos quebraderos de cabeza: yo te dejo lospantalones y tu me dejas la blusa; pásame el brillo de labios,se decían unas a otras durante el trasiego previo a la salidanocturna y ante el espejo compartido en un interminable e in-acabado acicalamiento que solía terminar con un –me hacendaño los zapatos.

La Torrevieja de aquellos días todavía podía presumir de ser

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un pueblo: la colonia sueca; algunos extranjeros; muchos ma-drileños y murcianos. Fue en ése 1970 el año del éxito indiscu-tible de la discoteca Xairo de la Dehesa Campoamor, también,cuando se inauguró en Torrevieja la posteriormente afamadadiscoteca Keeper de Curro Ruiz del Portal; las tardes envidia-bles en locales como el bar El Tiburón, Piara’s; Sugar Sugar, ola heladería Sirvent. Tímidamente los establecimientos de ociose transformaban para acoger la marabunta humana ávida desol grasiento y borracheras que habría de llegar.

Las sillas de los cines de verano se perpetuaron en nuestrosculos cuando nos pasmábamos viendo Aeropuerto’70, primeraentrega del cine de catástrofes y nuestras protagonistas, pre-sumían de jerseys de hilo sobre los hombros, jerseys con colo-res intensos que destacaban el bronceado, con los que soportarel húmedo relente marino de las noches de verano.

Todo un ramillete de bellezas las que hoy traigo a esta sección;madres y abuelas actuales que los años, pese a su ingrata tareade oxidación, no han conseguido marchitar.

*Pie de foto:Inmaculada e Iluminada Vera Meseguer, Virginia y Emma Po-veda, Hortensia y Carmen Sevilla (hacia 1970) .

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Familia Abadía Sánchez. Sto. Ángel (1962).

Disfraces a la luzde la luna

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Insisto en decir que lo mejor de no veranear es que notienes que regresar de ningún sitio. Sin hacer ruido yase marcha julio, lo que significa que ya hemos superado

la mitad del verano. Los veraneantes del mes que terminasiempre se han consolado diciendo aquello de que en agostose trabaja menos y encima no están los jefes, pero lo cierto esque algunos vuelven deprimidos ante la idea de mojarse lospies sólo los fines de semana y vivir de rodriguez el resto de lasemana.

Veranear cerca de la ciudad siempre fue una ventaja que ayu-daba a evitar síndromes vacacionales. La Alberca o SantoÁngel siempre fueron buenos feudos para soportar los caloresen viejos caserones rodeados de huertos y jardines, aunque laidea original surgiera en los años veinte y treinta con la finali-dad de curar la tuberculosis con ambientes secos y respirandoel aire balsámico entre pinos y eucaliptos.

Por aquel año de 1962 todavía no había salido al mercado laCocacola ni tan siquiera el botellín doble, Richard Anthony yel twist hacían furor entre la juventud junto con el Dúo Diná-mico y Los Brincos sonando a todo trapo en el picú. Los her-manos Abadía, Joaquín y Antonio (en total son catorce)organizaron en su casa, a la vera de la Fuensanta un animadobaile de disfraces en que el no debieron de faltar los pinchosde tortilla y las empanadillas de atún y tomate. Para los tiem-pos que corrían los invitados son numerosos, y hoy, al margende los que fallecidos, la mayoría son venerables abuelitos ytiernas abuelitas que veían la jubilación muy lejana. Pero todollega. Y ahí tenemos la imaginación que algunos echaron a la

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hora de elegir el disfraz. Carlos Martínez Murciano se inclinópor vestirse de una mezcla entre gitano y bandido de SierraMorena. El catedrático Francisco López Andreu se vio guapocon una bata de médico y un serrucho en la mano. La mayoríade ellas optaron por sacar de la naftalina los trajes de la Batallade las Flores. Antonio Abadía fue el que más trabajó el disfrazvistiéndose de Conde Drácula. Amparo Bermejo (esposa delrector Antonio Montoro), Mila Tabares, Mercedes y FuensantaSeiquer; Conchita y María Dolores Ibáñez, María Teresa Bofill;Pepe Rubio, Marisa López, Pilar Alonso, Margarita y AmparoFerreres y lo que es curioso para la época, tres o cuatro inglesesque nadie recuerda como se llaman, figuran entre otros invita-dos al sarao entre oliveras y pinos. Luego llegaría la mili, aellas el Servicio Social quedando como recuerdo empolvadode aquella noche esta imagen de un verano de sus vidas

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Pepe Conesa Jorge. Polifacético.

Los que no se bañan

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Existen personas que dan la impresión de que no sebañan ni en verano. Es lo que siempre me ha ocurridocon el amigo Pepe Conesa. Puede que sea porque

nunca lo haya visto en traje de baño y mucho menos sumer-girse en aguas más o menos procelosas. Pepe siempre me haparecido un hombre de asfalto, aunque me lo desmiente rotun-damente. Ahora, después de tantos años resulta que al, en otrosdías peluquero, le van las piscinas. A mi pregunta de si él sebaña, me contesta que sí, que en un piscina espléndida en laque nada de espaldas y a braza, e incluso utiliza gafas de bu-cear para evitar que los ojos se le enrojezcan debido al cloropurificador y que le sirven para buscar la lentilla perdida dealguna amiga cegarruta en los fondos de gresite.

El popular y conocido protagonista que nos ocupa evita las pla-yas multitudinarias, pues no soporta las carnes y las tetas caí-das de las cincuentonas, las panzas cerveceras y mucho menosel tufo a sardinas y a bronceador barato. –Desde que me hicemarchante de arte me he vuelto mucho más sofisticado, puesmis amigos y clientes me invitan a pasar semanas enteras ensus yates, por lo que afortunadamente evito pisar la arena pu-trefactas de algunas playas. Sin ir más lejos el otro día me con-vidó a visitarla mi amiga, la elegante Carmen Lomana queestuvo por estas tierras en el fiestón del año que dio la revistaTribuna La Muralla– comenta.

Pepe desde su más tierna infancia fue todo un adicto al cine deverano, portando fiambrera (con conejo con tomate y tortillade patatas) marchaba alegre el chiquillo a ver a Marisol suídolo primerizo: Un rayo de luz, Marisol rumbo Río; lloraba a

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moco tendido con Pablito Calvo en “Mi tío Jacinto” o insultabaa Ana Belén en aquel bodrio que se titulaba “Zampo y yo”.Cuando Pepe daba cuenta de su fiambrera y se chupaba losdedos, se pasaba a las fantas, dando cuenta de una docena deellas mientras veía la segunda película del programa doble quesolía ser una de romanos, de aquellos con peplum cortito quemostraban las patas secas e insinuaban el escroto macizo deSteve Reeves en Los últimos días de Pompeya.

Conesa suele presentarse en los barcos de sus amigos por-tando como presente un par de langostas vivas, las mismas queamarra al espejo de popa para mantenerlas intactas hasta elmomento del condumio. Marbella, Ibiza o Menorca suelen serel destino habitual de las escasas vacaciones del vitalista con-sumado y sibarita por excelencia nacido en Puente Tocinos. Pepe es el verano en sí mismo; de veraneos discretos vestidosde camisolas amplias y de color blanco que manifiestan la fres-cura y permanente curiosidad de quien las porta.

Si usted amigo lector descubre en el horizonte un gran yate,piense inmediatamente que en él posiblemente navega PepeConesa; piénselo, porque lo normal es que este se encuentreen casa tumbado a la bartola, a la fresca de la parra, leyendoel último libro que le haya dedicado su amigo Antonio Gala.

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José Antonio Martínez-Abarca. Analista político.

El aguaque nos ahoga

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Este niño tan pulcro, tan mono y tan moderno, de as-pecto inquietante, es el conocido analista político y co-lumnista José Antonio Martínez-Abarca en su más

tierna infancia. Por aquellos años llevaban las criaturas pan-taloncitos pololo (que recogían sin marcar follones los nove-dosos Dodottis) con peto muy del gusto de madres y abuelitas.El pelo, tan de la época, imita el encanto empalagoso de LosPeco’s en criaturas cultivadas bajo los designios del Barrio Sé-samo

Abarca hubiera sido seleccionado, sin temor a dudas, por Chi-cho Ibáñez Serrador en el casting para la siniestra película¿Quién se atreve a matar a un niño? En la que unos niños ase-sinos exterminan a los adultos en una isla solitaria muy pare-cida a Tabarca pero sin moscas, que fue rodada en realidad enCiruelos, pueblo de la provincia de Toledo que junto con Sitgessirvió para los exteriores de ambiente isleño de la cruel cinta.Una película escalofriante donde en una secuencia primerizaun niño mata a garrotazos a un anciano hasta sacarle los sesospor las orejas y fosas nasales al son de la cancioncilla “Al corrode la patata”.

Tampoco es lejana la similitud de nuestro ilustre al encontrarlecierto parecido con el sádico personaje de la Naranja Mecánicaque respondía al nombre de Alex, película libre de gestos ro-mánticos y donde la violencia gratuita de una juventud bien seerige en objetivo de Kubrick.

Por estos años bonancibles, Martínez-Abarca ya ahorcabagatos en la casa de su abuelo en la subida de El Valle, aunque

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no se hubiera decidido aún a coleccionar vídeos de terror. Nopor nada, sino porque todavía no se habían inventado los ví-deos.

El verano ideal del último genio de las letras murcianas estápor llegar o simplemente queda en la imaginación de quien nosocupa: un temporada estival en el museo de cera, donde Mar-tínez, en plan hacendoso, colaboraría tomando la temperaturade la caldera desbordada por la parafina hirviente o ajustandolos moldes de rostros impenetrables, una labor altruista del es-critor murciano hacia su dios Vincent Price sería sin duda elveraneo soñado desde que le endosaron el pololo y le repeina-ran el flequillo en los años dulces de la pluma más crítica y bri-llante de la Murcia actual..

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Agustín Escribano de PradoConsultor de empresas y asesor fiscal.

Depredador

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Don Agustín Escribano de Prado es lo que se llama unhombre social, un señor de la Murcia de principiosdel siglo XX instalado en el siglo XXI. Su aspecto de

señorito cortijero lo confirma al igual que sus apellidos de ran-cio abolengo. Un señor que rezuma bondad que hizo la milien la puerta del antiguo Gobierno Militar saludando a los co-nocidos que pasaban por la calle, que es lo mismo que decirque saludó a la mayoría de los habitantes de Murcia. Sus múl-tiples facetas ponen de relieve su vitalidad y dinamismo. A élse deben los viajes de estudios de numerosas generaciones deuniversitarios murcianos cuando dirigía los destinos de Viaje-Seu, aquella extraña oficina ubicada en la plaza de Santo Do-mingo, a la sombra del ficus y de la extinta Cruz de los Caídos.Quien nos ocupa es un gran degustador de los caldos andalu-ces, sobre todo de la manzanilla de San Lúcar, al que da gozoobservar cuando levanta la copa, haciéndolo con tal parsimo-nia que parece se esté bebiendo todo el embrujo de Andalucia,los toros y los rasgueos de sus guitarras.

Escribano cuando sus verdes praderas practicó el deporte dela colombicultura, un deporte muy cómodo ya que los que vue-lan son los palomos y el deportista se limita a mirar las graciasdel pajarito.

Afirma don Agustín que su verano más feliz tuvo lugar en lafinca familiar de “Las Palmeras” en Lo Pagán allá por al año1962 cuando hacían furor los ritmos de Neil Sedaka y de RayCharles y él disfrutaba gastando bromas a los labradores yechando de comer a los animales, que alborozados corrían asu alrededor como en el cuento de Blancanieves.

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Han sido muy pocas las fiestas y bailes del Real Casino en lasque no haya estado presente don Agustín: Bailes de las Flores,cenas y bailes de fin de año, bailes de disfraces; tanto es así,que para él, el smoking llegó a ser todo un mono de trabajo que lucía con su natural elegancia.

Los aperitivos y tardes en Paco’s llenas de sabrosas ensaladi-llas, jamoncitos, gambas al ajillo regados con fino depararonlos tiempos actuales, que al margen de la actividad profesionalllevaron a don Agustín a decantarse por el sano deporte de lapesca, convirtiéndose en los últimos tiempos en todo un depre-dador de la fauna marina. Pescando al curricán, al chambel,con mosca o cucharilla e incluso a mano (los peces ya le cono-cen e incluso le saludan) don Agustín se ha convertido en el tíodel saco de los fondos del litoral marino, como demuestra laimagen adjunta captada tras una jornada de pesca en el quelogró un hermoso ejemplar. Aprovecho la ocasión para que donAgustín se acuerde de mí si captura algunos kilos de percebeso como si son unos langostinos del Mar Menor, frutos de lamar, tan de mi agrado.

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El Panamá tan necesario

Miguel Ángel Cámara y Antonio González Barnés Alcalde y ex edil.

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Nuestros bisabuelos y bisabuelas ya lo hacían. Unos cu-briendo sus testas con “Ricarditos” y afines que les res-guardaban de perniciosos rayos solares y otras evitando

las exposiciones al sol y conservando el pajizo (incluso aumen-tándolo con polvos de arroz) como elemento primordial de la be-lleza femenina; pañuelos, pamelas, casetas y castos trajes de bañocontribuyeron a ello sin necesidad de que los médicos se expre-saran en larga letanía de lo poco recomendable que es el sol parala salud: enfermedades pulmonares, cánceres de piel en su másamplio espectro; cefaleas; insolaciones y lupias craneales. El solsiempre significó salud, cuando se hace uso de él en la justa me-dida.

Desde siempre los humanos corazones evitaron los excesos de lo-renzo sobre sus cabezas: los albañiles con el pañuelo de cuatronudos, los deportistas con las gorritas; el sombrero pavero de lagente del campo; la montera huertana y un larguísimo etcétera detocados así lo demuestran.

Las gorritas Made in USA parecen haber pasado a mejor vida enlos últimos tiempos, debido quizás a que su visera proporcionasombra a los ojos pero resulta calurosa al estar excesivamente ce-rrada. Su ajuste trasero incomoda a los calvos de cogote pues seles aprecia el cartón en la zona donde se instala el citado elementoajustador. El sombrero mejicano resulta excesivo por sus propor-ciones exageradas y el de vaquero del oeste demasiado caluroso,quedando prácticamente en exclusiva para las gogós de discotecahortera. El gorrito que creara Fred Perry, y que llegó hasta los sol-dados que luchaban en Vietnam provocaba un exceso de sudora-ción al ser demasiado cerrado, incluso para jugar al tenis. Afinales de los setenta se impuso la cinta de toalla en la frente, quetanto gusta a los tenistas, pero a más de no evitar insolaciones,otorga cierta apariencia de descalabrado a quien lo utiliza.En su justa medida, para acallar a los médicos, por su elegancia,por su poco peso y resultar más fresquito que los demás se ha im-

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puesto, para gozo de los calvos y de la sombrerería Belmar el usodel liviano y prístino Panamá. El alcalde Cámara y el ex edil Bar-nés lo usan desde hace tiempo, puede que para pasear en los ses-teros de agosto por la nuevas y grandes avenidas de la Murciamoderna, muy pobres ellas de arbolado, o para sentarse en unbanco a freir huevos en el suelo de la flamante calle peatonalfrente al corteinglés. Aún así el Panamá nos devuelve a la gloriosaépoca colonial, cuando los indianos regresaban al casino de supueblo luciendo jorocos, sembrando envidias y olvidando mise-rias. Al alcalde y a Barnés el tocado les queda muy bien y les con-fiere gran estilo. Sí señores.

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Estoy preparado

Andrés Muñoz Pérez. Asesor Fiscal y Financiero.

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Este señor que parece estar muerto, no está muerto. Tansolo se está sometiendo a un moderno tratamiento es-tético para erradicar pelillos no deseados, asquerosos

puntos negros y michelines cerveceros que envejecen y afeanen sobremanera el aspecto físico y la imagen tan importanteen el mundo empresarial de hoy.

Nuestro protagonista acude día sí, día no a un centro de bellezaunisex, alternándolo con meditaciones y rítmicos ejercicios depilates en un extraño gimnasio, el mismo en el que un buen díale llamaron la atención por hacer sus ejercicios en calzoncillosy rígidos zapatos al haber olvidado su mente prodigiosa la ropade deporte adecuada.

Labora el hombre buceando a diario en la vísceras de las em-presas –la mayor parte de ellas enfermas o en mejor vida porla crisis que nos estrangula– lo que hace que se vea sometidoa un desesperante estrés. Fuma como un morciguillo y pareceser que trata de abandonar tan feo vicio aprovechando la esta-ción estival que hoy prácticamente inauguramos.

Andrés Muñoz es un gran amante de la vida, de la naturalezay de los espacios abiertos, sobre todo de la mar, la misma en laque se sumerge con las primeras luces del día y emerge con elocaso con la piel de gallina. Nada a braza; practica el estilo ma-riposa y se decanta por la espalda ya que lisiado quedó graciasa la película “Escuela de sirenas” que protagonizara la inolvi-dable Esther Willians en la prehistoria del siglo pasado.La Manga, aquel paraiso entre dos mares que nos vendieroncon películas de Manolo Escobar y Julio Iglesias es el espacio

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veraniego que ocupa nuestro protagonista en esta nueva sec-ción de LA OPINIÓN que hoy inauguramos. Allí, reposa el gue-rrero, harto de suspensiones de pagos, impuestos de valorañadido, arbitrajes y otras zarandajas a las que nos somete lavida actual. Repantigado en su terraza-gallinero gusta de sa-borear una fresca y rubia cerveza con los ojos perdidos en elhorizonte del edificio de enfrente. Sacando medio cuerpo fuerade la ventana, incluso contempla de través la puesta de sol enel Mar Menor. ¡Estoy preparado! grita en ocasiones como unposeso, ante la llegada del deseado verano mientras chequeael descapotable y repasa, cual marine ante el día “D”, su equipode campaña, a saber: gafas de sol; toalla, chancletas, meybapaquetero; bolsa Nokia anti humedad; protector-bronceadorsolar; flit, gorra, camiseta made in USA, gambero, distintascajas de quintos de cerveza de su marca preferida y algunasbolsas de cortezas de cerdo que le servirán de sustento en losdías venideros.

Parco equipaje ante la ilusión añorada por el cincuentón soli-tario, que libre de pelillos y espinillas, masajeado el cerebro,se lanza con ilusión juvenil a la conquista de las playas limí-trofes en un nuevo y ansiado verano.

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El primer bañista

Enrique Conde Hernández. Abogado.

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Hace suyo el dicho popular de que “Hasta el cua-renta de mayo no te quites el sayo” así que el co-nocido abogado murciano Enrique Conde se

despojó de su abrigo camel, bufanda y gorra inglesa el pasadonueve de junio.

Enrique Conde es lo se dice un hombre serio y de buenas cos-tumbres al que no se le conoce ninguna afición concreta, ex-cepto su vida de Casino del que resulta ser uno de sus mayoresvaledores, eso sí, siempre y cuando no se anuncie en los me-dios de comunicación la aparición o amenaza de alguna pan-demia por leve que esta sea, lo que le lleva a aislarse junto a lamesa camilla y el Viks Vaporub hasta que cesa la alerta.Su perfil encaja perfectamente con el estilo de mobiliario desu despacho: el españolísimo y adusto estilo remordimiento.En cuanto a la moda veraniega, se decanta por el más puro es-tilo francés, es decir gusta de vestir pantalones blancos, jerseysrayados y mocasines en tonos claros que le proporcionan unalegre aire mediterráneo, cuando no de gondolero veneciano.Conde (cuyo apellido, parece ser, no tiene relación alguna conel conocido ex banquero Mario Conde) no es amigo de inno-vaciones gratuitas, cualquier cambio en su rutina diaria le su-pone un trastorno de importancia, lo que significa que elverano no sea precisamente su estación predilecta. A mí se meantoja el protagonista ideal para interpretar la obra de MiguelMiura “Ninette y un señor de Murcia” que hiciera universal mibuen amigo y hombre de teatro Gustavo Pérez Puig, pues enlo más interno de su ser, el también amigo Conde es todo unpicarón (que no es lo mismo que decir mujeriego).

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Resulta ser el abogado que nos ocupa una de las pocas perso-nas que porta en su billetera una foto de sí mismo, en la quedebe de verse guapo gracias a la espléndida cabellera que lucíacuando recibía lecciones del rector don Manuel Batlle en lostiempos de las verdes praderas.

A Enrique Conde no se le conocen propiedades en la costa, asíque cuando abandona toga y puñetas los sábados por la tardepara subir a su utilitario japonés con el meyba modelo Fragacolocado, lo hace a costa (sirva el pleonasmo) de algún amigoo colega de profesión. Tumbado a la bartola, embadurnada supiel cerúlea con litros de protector solar y sin pelo en la soba-quera Enrique Conde es el modelo ideal (sin que se moleste laObregón) para el posado del primer bañista clásico de la tem-porada recién inaugurada.

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El oasis

Ignacio Abellán TriguerosJoven jubilado.

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Tan popular como la Torre de la Catedral, Ignacio Abe-llán ha sido pieza angular de la saga fundadora de unode los restaurantes con más sabor y de más éxito de

esta tierra; todo un estandarte de Murcia, en el que todavía hoy,al entrar en el establecimiento, la sombra de Ignacio se dejasentir entre mesas, grifos de cerveza, bandejas de manjares yperolas. Todo un relaciones públicas carismático que supo ade-lantarse a su tiempo convirtiéndose en el alma mater del ne-gocio familiar.

Cansado de la lucha a la que somete el trabajo duro, Ignaciosupo retirarse en el momento adecuado, dedicando su vida ala familia y a sus aficiones que no son pocas.

Hombre viajado, ha recorrido más de medio mundo desde Bra-sil a la China de los chinos y desde New York a la Patagoniapasando por las antípodas. Amigo de sus amigos; quien nosocupa, tiene tiempo sobrado para bailarse unas sevillanas conMarujita Díaz en la Feria de Sevilla alternando con su compa-dre Ortega Cano y tener un recuerdo para Rocío Jurado; mar-carse unas rumbas en el Carnaval de Río con su íntimo AndrésPajares o tomarse unos finos en el Rocío con Fernando Esteso.Ignacio es figura obligada en cualquier sarao de familia bienque se organice en Murcia. Sus inviernos al borde del mar enuna conocida urbanización alicantina, le han llevado a tomardecisiones drásticas tras profunda reflexión, tan drásticas queharto de tanto viaje, saraos, cruceros y demás pasatiempos haoptado por pasar el verano que vivimos metido en la cama, po-niéndose al mundo por montera.

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Ahí lo tienen, puesto de pijama de seda, televisión de 52 pul-gadas al pie del tálamo, el aire acondicionado a 25º ni más nimenos; leyendo LA OPINIÓN a diario y el último best sellerque le haya enviado su amigo Frederick Forsyth; con su ositode peluche en el regazo, embutido en el raso de las sábanas ydando sorbitos a un champagne francés de la pata gorda; fru-tas, pescados a la plancha y alguna que otra cucharadita de ca-viar iraní le sirven para llevar los días del estío. Aún así,Ignacio insiste que el verano de su vida fue el de 1987, acom-pañado de su mujer y sus hijas a pie de playa en la Torre de laHoradada.

Abellán duerme la siesta del borrego, se levanta para el al-muerzo, se tumba a dormir la siesta clásica, se levanta cenar yse vuelve a acostar hasta la mañana siguiente. La cama con-vertida en oasis, en tribuna de la ensoñación; en un remansode aire fresco y de sosiego que ya descubrieron y disfrutaronlos antiguos griegos y romanos. Habrá que probar a vivir unverano tan dulce, tranquilo y relajado como el que está vi-viendo Ignacio Abellán, Ignacio el del Hispano.

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El canon praxiteliano

Isabel Carrá Directora de centro de estética.

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Aunque no lo parezca la señora que aparece en laimagen tiene ochenta y cinco años o más, reco-nociendo a priori que es una falta de caballero-

sidad el decir los años de una dama (ahora que lo digo leencuentro cierto parecido con la Dama de Elche) pero en estecaso, creo justificado mi atrevimiento.

Estar en posesión de ocho décadas de existencia y aparentartreinta y siete no deja de ser algo estupendo y muy moderno.La experiencia de la senectud, muy valorada en las sociedadestribales, unida a un cuerpo serranamente joven es todo un lujoy un avance digno de tener en cuenta. La pregunta del lectorserá sin duda el cómo ha conseguido Isabel Carrá su magníficoaspecto, su belleza imperecedera, forma física y mental ycuerpo eternamente estival dados sus años. La respuesta esmuy sencilla pues nuestra protagonista de hoy (una vez cru-zado el ecuador agosteño y en plenas cabañuelas) es directorade un centro avanzado de estética y belleza. Un lugar dondelas peludas salen sin vello y donde la magra se convierte, comopor arte de magia, en fibra. ¿Qué usted tiene las carnes fofas?,en el citado centro se las dejarán prietas como las filas delFrente de Juventudes o igualmente si el culo o los senos se lehan desfondado o presenta perrugones en los muslos, allí selos enderezan o eliminarán si llega el caso. Los caballeros mis-mamente pueden darse un enlucido y perder el óxido de algu-nos años haciéndose un injerto de flequillo, eliminar la panzacervecera, tetas fláccidas o los asquerosas espinillas, consi-guiendo incluso unos abdominales semejantes a los de Cris-tiano Ronaldo o José María Aznar.

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Es por eso que quien nos ocupa no descanse en el tradicionalmes de vacaciones de la patronal, es decir en agosto. Mujer pre-visora (la lluvia no le ha pillado por sorpresa) e incansable,aconseja sin atosigar a su distinguida clientela sin matizar losdefectillos que saltan a la vista, ganando con ello la confianzade quienes se someten a tratamiento con sus sofisticados apa-ratos y siempre bajo estricta supervisión médica.

Da gusto ver a la anciana muchacha subida en su Mercedesdescapotable, introducirse en las revoltosas aguas del mar osimplemente verla pasear, ya que su físico no pasa desaperci-bido para nadie.

Isabel Carrá no es en absoluto una mujer enamorada delcuerpo, sino todo lo contrario, ya que rezuma una alta espiri-tualidad religiosa que la distingue del resto de la masa. Unamujer sensible e ilusionada que manifiesta que su verano felizaún está por llegar confiando en un fatum benefactor en el queno tienen cabida ni las arrugas ni los amorcillamientos corpo-rales lo que significa que dentro de muy pocos lustros todosseremos guapos cual angelotes. Ya lo cantaron Los Sirex, quese mueran los feos.

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os veranosde nuestra vida

Miguel López-Guzmán

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