los traductores del arba, reseña
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1157, la Valdonsella aragonesa. Una abadía en construcción, Biota. La presencia del Maligno. Brutales asesinatos sin resolver. Se enfrentan dos maneras de entender la fe y el infierno. Los obispos de Zaragoza y Pamplona, ayudados por el conde de Barcelona, se oponen al rey Sancho de Navarra por el control del territorio. En medio, hombres sabios de diferentes partes de Europa enviados por el abad de Cluny, Pedro el Venerable, con la finalidad de traducir todo el conocimiento científico del mundo árabe. En este ambiente irrespirable, Robert de Ketton, traductor del Corán, estudiante en Chartres y en París además de seguidor del irlandés Eriúgena, deja de ser la autoridad eclesiástica. Se ha enfrentado a su obispo. Novela de personajes, salvajes misterios y piedras románicas.TRANSCRIPT
Fernando Ezquerra debuta como novelista con Los traductores del
Arba
Es un relato histórico con elementos de “thriller” ambientado en el
siglo XII en Aragón
Jordi Vilarrodà, El 9nou, jueves 28 de marzo de 2013.
Mediados del siglo XII. El escenario es el valle del río Arba, territorio
aragonés de frontera acabado de conquistar a los árabes. ¿Qué hace, en
este lugar, el clérigo inglés Robert de Ketton, un intelectual que ha sido el
primero en traducir El Corán al latín? ¿Tiene alguna relación con el hecho de
que en ninguna de las iglesias nuevas que se construyen aquí no tengan
ninguna referencia al infierno? No, todo esto no forma parte de ninguna
adaptación casera de El nombre de la rosa de Umberto Eco. Son hechos
rigurosamente ciertos sobre los cuales Fernando Ezquerra ha construido su
debut como escritor, la novela histórica Los traductores del Arba (United
P.C), un relato que mezcla la historia con elementos de intriga y la
descripción de un territorio y un paisaje con los que tiene una profunda
relación.
Profesor y experto en Humanidades, Fernando Ezquerra nació en
Biota (Zaragoza), en el corazón del territorio en el que ha ambientado el
relato. Aunque hace tiempo que vive en
Osona, ha mantenido una estrecha
vinculación y ha publicado estudios sobre
aspectos de arte e historia, como la
iconografía de los templos románicos de la
comarca, conocida actualmente con el
nombre de Las Cinco Villas. La novela
nació preguntándose cómo podía hacer
llegar estos conocimientos más allá de los
círculos de los estudiosos del tema.
Estructurada en capítulos cortos, es un
relato ágil, que ha escrito en “secuencias,
pensando en que el lector de hoy se lo
pase bien leyendo” y procurando
responder una pregunta: “¿Qué le pesaba a la gente, a mediados del siglo
XII?”
Fernando Ezquerra ha hecho una novela rica en personajes, “un
sociograma, un calidoscopio de todos los estados sociales”, tal y como él la
define. Pero en este conjunto destaca poderosamente la figura de Robert de
Ketton, Robert el Inglés como también era conocido. Había estudiado en
Chartres y en París, había estado en Roma y se podría considerar un
auténtico intelectual de la época. ¿Qué hacía en una tierra perdida a caballo
entre Aragón y Navarra? Formaba parte de un grupo de hombres que
habían llegado de diferentes lugares atraídos por los libros que habían sido
dejados por los árabes en Zaragoza, Tudela, Tarazona... “Gente que había
ido para traducir conocimiento”, como hizo Robert de Ketton con El Corán,
enviados por Pedro el Venerable, abad del gran monasterio francés de
Cluny.
Ellos no son, sin embargo, los únicos protagonistas del relato.
Fernando Ezquerra pone especial cuidado en describir “una sociedad donde
cada uno intenta sobrevivir como puede, en tiempos de guerras”, y donde
para mucha gente la prioridad es muy básica, “el comer”. El argumento
avanza al ritmo de un thriller con una lucha entre bandos y asesinatos sin
resolver como ejes narrativos. Y sin olvidar tampoco “un toque de ironía”.
Las piedras hablan
En sus investigaciones sobre el arte medieval, Fernando Ezquerra ha
llegado a una conclusión: “Las piedras también hablan de las ideas”. Con
Robert de Ketton y los suyos llegaron a la península ideas nuevas, influidas
por el irlandés Juan Escoto Eriúgena y que negaban, por ejemplo, la
existencia del infierno. No debe ser casualidad, por lo tanto, que las iglesias
románicas construidas en esta zona de Aragón no tengan representaciones
del Infierno en ninguna de sus esculturas, como ha observado el autor.
“Detrás de muchas iglesias está la mano de Robert de Ketton”, recuerda. Si
no, ¿cómo se explica que se puedan encontrar inscripciones en gaélico
antiguo –lengua hablada en Irlanda- en un valle de Aragón? La historia, en
este caso, viene cargada de argumentos para construir la literatura.