los perros de skaith

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  • 7/29/2019 Los Perros de Skaith

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    LOS PERROS DE SKAITH(Libro de Skaith II)

    Leigh Brackett

    1974; The Hounds of SkaithTraduccin: Francisco Arellano

    Digitalizacin: Umbriel.

    Para Michael e Hilary Moorcock

    _____ 1 _____

    Kell de Marg, hija de Skaith, se encontraba en la inmensa saladel Consejo, profundamente sumida bajo los picos montaosos delas Llamas Brujas. El trono, esculpido en una hermosa roca marrn,el color de la tierra frtil, tena la forma de una mujer con tnica,sentada de tal modo que poda sostener a la Hija de Skaith en sus

    rodillas. Sus protectores brazos la rodeaban, e inclinaba la cabezamaternalmente hacia adelante. Las manos de Kell de Marg seapoyaban en las de Nuestra Madre Skaith, y su delgado cuerpo depiel de armio brillaba contrastado sobre la piedra marrn.

    A los pies del estrado, Yetko, el Harsenyi, sudaba bajo susgruesas ropas; su mirada evitaba cuidadosamente posarse en laPresencia. Le aplastaba el peso agobiante de la montaa bajo la quese encontraba y el desconocimiento de laberinto de la Morada de laMadre, del que aquella nacarada sala constitua el corazn y elcentro neurlgico. Todo cuanto albergaba la sala era increble y

    maravilloso. Yetko y los suyos comerciaban desde hacageneraciones con los Hijos de Nuestra Madre Skaith; pero losintercambios se realizaban fuera de la Morada Sagrada y nunca enpresencia de tan altos personajes como los que en aquel momentose encontraban all: las Madres del Clan, los consejeros, los adivinosy la propia Hija de Skaith, reluciendo bajo los hermosos arnesesbrillantes ylas diademas incrustadas de joyas que indicaban su

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    rango. Ningn otro Harsenyi lleg nunca a donde lleg Yetko. Sabaque su presencia en aquel lugar no estaba justificada y no eranatural, lo que le daba miedo. Pero la propia poca en que vivan erauna poca de miedo y terribles acontecimientos. Haba yacontemplando lo que tena por impensable. El hecho de haber sidoconducido a la sala del Consejo no era ms que una parte de lalocura que invada Skaith.

    Kell de Marg habl; su voz era musical, cristalina, pero, noobstante, marcada por su intenso poder.

    --Eres el jefe de la aldea?Los dos saban que la Dama quera hablar del campamento

    permanente de los Harsenyi, al otro lado de la Llanura del Corazndel Mundo. Slo exista aqul. Los Harsenyi, nmadas, trasladabansus hogares a lo largo de sus viajes.

    --S -respondi Yetko.Aquellas criaturas le desazonaban. Y le aterrorizaba

    demostrarlo. Sus ancestros haban sido humanos, como l mismo;pero, por alguna magia perdida que estuvo en posesin de los

    Antiguos, sus genes fueron modificados para que pudieran vivir y serfelices en aquellas esplndidas catacumbas, lejos del sol, en laprotectora matriz de la diosa que veneraban. Yetko era un hijo delViejo Sol y del cielo inmenso y cruel; no poda comprender la religinde los Hijos de Nuestra Madre Skaith. Su fino pelaje blanco turbaba

    al Harsenyi, as como su olor, ligero, seco, acre. Segn las normashumanas, sus facciones aparecan deformadas sutilmente: narizaplastada, mandbulas demasiado prominentes, ojos excesivamentegrandes y brillantes cuando reflejaban la luz de las velas.

    --Desde los altos balcones septentrionales hemos visto llamas yhumaredas al otro lado de la llanura, detrs de las brumas.Cuntanos lo que ha pasado -orden Kell de Marg.

    --Lleg un hombre -explic Yetko-. Venci a los SeoresProtectores. Huy a travs de los pasos de las Montaas Desnudas,dirigindose hacia Yurunna. El hombre quem la poderosa Ciudadela

    que exista desde antes de la Gran Migracin. Slo sus murospermanecen todava en pie.

    El alarmado estupor de la sala se expres con un suspirocolectivo.

    --Viste a ese hombre? -pregunt Kell de Mar.--Lo vi. Es muy alto, muy moreno, y sus ojos son como el hielo

    que se forma en aguas claras.

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    De nuevo, el suspiro, cargado en aquella nueva ocasin de unodio salvaje.

    --Stark!Yetko mir de soslayo a la Hija de Skaith.--Le conoces?--Lleg hasta aqu como prisionero del Heraldo Gelmar. Llev la

    muerte a la Morada de la Madre, asesinando a dos de nuestrosjvenes cuando se evadi por la puerta norte.

    --Y an causar ms muertes -dijo uno de los adivinos. El Ojode la Madre lo ha visto.

    El adivino se adelant y le espet a Yetko:--Por qu los Perros del Norte no le mataron? Por qu? Por

    qu? Si desde siempre guardan la Ciudadela de los intrusos. Porqu dejaron a Stark con vida?

    Las Madres del Clan y los consejeros repitieron como un coro:--Por qu?Kell de Marg, lo exigi:--S. Dinos por qu.--No lo s -contest Yetko-. Los Seores Protectores nos dijeron

    que consigui matar a Colmillos, el perro rey, y se convirti en amode la manada. Dicen que es ms una bestia que un hombre. Locierto es que los Perros le siguieron a la Ciudadela y all mataron amuchos servidores.

    Recordando lo que viera, Yetko se estremeci.--Puedo afirmar que, cuando lleg a capturar nuestras monturas,los Perros del Norte le seguan como cachorros.

    --No naci en Skaith -le explic Kell de Marg-. Viene de otromundo. Sus caminos no son los nuestros.

    De nuevo, Yetko se estremeci. En parte a causa de laspalabras; pero, sobre todo, a causa del tono con que las pronunci.

    --Sigui a los Seores Protectores?--S, con los Perros. l y otro hombre. El otro hombre haba

    llegado mucho tiempo antes, por la ruta meridional de los Heraldos.

    Estaba prisionero en la Ciudadela.Yetko sacudi la cabeza.--Ese otro hombre, por lo que me han dicho, tambin vena de

    ms all del cielo. Nuestra Madre Skaith se ve rodeada de demonios.--Es fuerte -confi Kell de Marg, apoyando la cabeza en el seno

    de piedra marrn de la madre-. Tengo entendido que se encuentrangrandes peligros ms all de las Montaas Desnudas.

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    --As es. Los Hombres Encapuchados no nos permiten llegarms que a la primera estacin d reposo, pero se halla a unasemana de viaje. Un viaje peligroso a causa de los Corredores, seresterribles, y las tormentas de arena. Los Hombres Encapuchados son,adems, devoradores de hombres. Y los Ochars, que sostienen laruta, constituyen una tribu muy poderosa.

    --As, que si la buena suerte lo permite, Stark podra morir en eldesierto.

    --Es probable -contest Yetko.--Y el Heraldo Gelmar? Sali de la Morada de la Madre con

    dos prisioneros.--Atraves las Montaas Desnudas antes del ataque contra la

    Ciudadela. Una mujer meridional le acompaaba, y un hombreherido, transportado en unas parihuelas. Tambin vi a tres Heraldos

    de rango inferior y a sus servidores.--Quiz me haya equivocado -continu Kell de Marg, hablndose

    en voz alta- al permitir que Gelmar se fuese con Stark, como era sudeseo. Pero Stark estaba encadenado. Quin habra podidoimaginar que escapara de los grilletes y que sobrevivira a los Perrosdel Norte?

    Por primera vez, Yetko comprendi que la Presencia tenamiedo, lo que a l mismo le asust an ms que su fuerza yrareza.Humildemente, rog:

    --Te suplico que, si no me necesitas ms...Los ojos oscuros e inhumanos se clavaron en l.--Ahora que la Ciudadela no existe, abandonaris la aldea?--Si la mantenamos era slo para servir a los Heraldos y a los

    seores Protectores. Si vuelven, tambin nosotros regresaremos.Mientras tanto, nos limitaremos a volver para seguir con el comercio.

    --Cundo os marchis?--Cuando de nuevo se alce el Viejo Sol.Kell de Marg inclin la cabeza, alz una fina mano en seal de

    despedida.

    --Que lo conduzcan a la caverna exterior, pero que se quede allhasta que le haga saber mi voluntad.

    Los dos seres medio humanos que haban guiado a Yetkodesde el campamento hasta la gran sala le hicieron salir,acompandole a lo largo de interminables corredores, labrados enla roca, de muros esculpidos, techos decorados y miradas depuertas que daban a salas oscuras, llenas de cosas enigmticas y

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    terribles. Los gruesos pies de Yetko avanzaban cada vez msdeprisa. Todo ola a polvo y al perfumado aceite de las lmparas.Tena muchas ganas de salir de la Morada de la Madre.

    Sentada en las rodillas de Nuestra Madre Skaith, Kell de Margpermaneca inmvil y silenciosa. Y sus cortesanos esperabanenvueltos por un silencio cargado de temor. Al fin, habl.

    --Fenn. Ferdic.Avanzaron dos Seores. Sus diademas brillaban. Al igual que

    sus ojos, de dolor, pues saban lo que iba a decir. La Hija de Skaithse inclin hacia adelante.

    --La amenaza supera a Stark, pues es ms fuerte que l.Debemos considerar la verdadera naturaleza del peligro en toda suextensin. Id con los Harsenyi hacia el sur tan lejos y tan deprisacomo os sea posible. Id a Skeg. Descubrid cuanto se pueda saber

    sobre esos navos estelares. Haced lo que est en vuestra manopara que vuelvan a los soles de los que vinieron.

    Guard silencio durante un momento. Los hombres inclinaronlas hermosas cabezas de pelaje de armio.

    --Buscad a Gelmar -pidi-. l sabr si Stark consigui salir deldesierto. Y si Stark ha sobrevivido, haced lo que sea, pagadcualquier precio, para que muera.

    Fenn y Ferdic volvieron a inclinarse.--Te omos, Hija de Skaith. Y haremos lo que sea para servir a la

    Madre.Condenados a muerte, y sabindolo, se retiraron con el fin deprepararse para el viaje.

    Lo primero que hicieron fue celebrar la ceremonia de la sala delFeliz Reposo en la que dorman los Hijos su sueo eterno en brazosde la Madre. Haca tanto tiempo que nadie se haba visto obligado aabandonar la Morada sagrada que el adivino que oficiaba laceremonia se vio en serios problemas para encontrar los pergaminosrituales. El cuchillo de obsidiana y los cofrecillos con gemasincrustadas no se haban usado desde haca siglos. Sin embargo,

    respetaron todos los pasos del rito. Los dedos cortados se enterraronen suelo sagrado. Si la muerte los alcanzaba, Fenn y Ferdic sabranque una parte de sus cuerpos descansara para siempre bajo latierna, proteccin de Nuestra Madre Skaith.

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    Gerd apoy la maciza cabeza en la rodilla de Stark y le dijo:Hambre.Los Perros del Norte precedan a los hombres por la pista.

    Telpatas de nacimiento, podan comunicarse de modo adecuado encasi cualquier ocasin. Pero sus mensajes, como sus cerebros, eranmuy simples.

    Stark pregunt:Gerd tiene hambre?Gerd gru y eriz el rudo pelaje blanco. Examin con

    desconfianza la soledad que los rodeaba.Fuera. Hambre.Qu?

    No saber, N'Chaka. CosasFuera. Cosas. Hambrientas. Por qu no? El hambre era algo

    casi constantemente presente en Skaith, hijo senil del Viejo Sol queirradiaba fulgores escarlatas en un cielo oscuro y fro sobre eldesierto, igual de fro y oscuro.

    --Sin duda, una banda de Corredores -coment Ashton. Trasrealizar aquella misma ruta, pero en calidad de cautivo, unos mesesantes, conoca sus peligros-. Me gustara que estuvisemos mejorarmados.

    Tomaron lo que creyeron necesitar en la Ciudadela, antes deque Stark la incendiara. Sus armas eran de excelente calidad; pero lapobre tecnologa de Skaith no haba hecho otra cosa que retrocedercon el paso de unos siglos llenos de problemas unidos a ladisminucin progresiva de las fuentes de riqueza. En Skaith no seencontraban ms que espadas, lanzas y arcos. Como mercenarioque era, Stark las manejaba bien; las guerras en las que participhasta entonces haban sido restringidas, apenas escaramuzas quese desataban entre tribus o pequeas naciones en mundos sincivilizar, ms all de los lmites de la Unin Galctica. Ashton, cuyos

    ltimos combates de uniforme ocurrieron varios aos atrs, hubierapreferido armas ms modernas.

    --Contamos con los Perros -replic Stark. Con una mano, sealuna elevacin del terreno-. Puede que desde all veamos algo ms.

    Viajaban a toda prisa desde que salieron de las humeantesruinas de la Ciudadela. Los pasos a travs de las MontaasDesnudas les haban llevado hacia el norte, primero, y, luego, hacia

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    el este, donde la cadena montaosa daba un inmenso rodeo hacia elsudeste. Las montaas menos altas formaban un muro a su derecha.La ruta de los Heraldos conduca en lnea recta hacia Skeg, a travsde los desiertos orientales; una ruta ms corta que la que siguieraStark cuando sali del puerto de Skeg, dirigindose hacia el nortepara descubrir la prohibida Ciudadela en la que encerraban a Ashton.Stark se dirigi primero a Irnan, al oeste. A continuacin, con suscinco compaeros, se encamin a Izvand, en las Tierras Estriles,mucho ms al oeste. Despus de aquello, sufri en las carretastraqueteantes del mercader Amnir de Komrey quien, contando convender a sus prisioneros por un buen precio a los SeoresProtectores, sigui un antiqusimo camino que atravesaba las TierrasOscuras. El camino por el que transit Stark para llegar a laCiudadela desde Skeg se asemejaba a la curva trazada por un arco

    tensado. Ahora volva hacia el sur recorriendo la cuerda.Espole a su hirsuta y baja montura para que acelerara el paso.

    Al comienzo, donde la tierra helada era pedregosa y dura, avanzaronrpidamente. Pero, a aquellas alturas del viaje, las bestias Harsenyide cascos pequeos y acerados renqueaban por las dunas.

    Se detuvieron en la cresta. Cuando los vientos del oestefranqueaban la barrera de las montaas, perdan casi toda lahumedad que transportaban. En lugar de nieve, encontraron que, enaquel lado, no haba ms que arena con manchones blancos y

    polvorientos. El aire segua siendo glacial. Nada se mova en elamargo paisaje. Los cmulos de piedra que jalonaban la Ruta de losHeraldos se alzaban hasta donde llegaba la vista. Los SeoresProtectores les llevaban mucha ventaja.

    --Viajan deprisa para ser tan viejos -coment Stark.--Son viejos sagrados! Deja que descansen las bestias, Eric.

    Matarlas no nos har ir ms deprisa.El xodo de los Seores Protectores y sus servidores haba

    exigido muchas bestias Harsenyi. Slo el terror que inspiraban losPerros del Norte les facilit la consecucin de tres ms, dos para

    ellos mismos y una para las provisiones. Eran animales robustos depelaje tan largo que parecan llevar mantas. Sus pequeos ojosredondos brillaban bajo las espesas crines y sus cuernospuntiagudos estaban rematados por bolas de colores que evitabanaccidentes. Su aspecto de sufrida paciencia era equvoco; nocarecan de maldad. Sin embargo, llevaban la carga con buenavoluntad y, de momento, Stark no poda hacer otra cosa que

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    conformarse.--Alcanzaremos a Ferdias. Pero hay que alcanzar a Gelmar

    antes de que llegue al primer refugio. Ferdias le habr mandado uncorreo Yur para advertirle de lo que ha pasado. Sabr que le sigues.

    Stark, impaciente, replic.--Gelmar viaja con un hombre gravemente herido.Halk, el guerrero de alta estatura, aunque en modo alguno

    amigo de Stark, le acompa al Alto Norte por lealtad a su patria,Irnan. Era uno de los dos supervivientes del grupo de cincoirnanianos. El otro era Gerrith, la Mujer Sabia. Cayeron, con suscompaeros, en la trampa que Gelmar les tendi en Thyra; Halkresult gravemente herido durante el combate.

    --Tendrn que llevarlo en parihuelas. Gelmar no puede avanzarmuy deprisa.

    --Yo no contara con ello. Creo que Gelmar sacrificara a Halkpara impedirte rescatar a Gerrith. Ella es parte esencial de suestrategia contra Irnan. Sin embargo -continu Ashton enarcando lascejas-, creo que los Heraldos sacrificaran a Gerrith para apoderarsede ti. Ya sabes que Ferdias tena razn. Era una locura turbar todoun mundo para rescatar a slo un hombre.

    --Ya he perdido dos padres -dijo Stark, sonriendo-. Eres el nicoque me queda. -Espole la montura-. Descansaremos un poco mslejos.

    Ashton le sigui, contemplando ligeramente maravillado a aquelser tan alto y moreno a quien condujo al mundo de los hombres.Recordaba claramente la primera vez que vio a Eric John Stark, cuyonombre, por entonces, era N'Chaka, el Hombre Sin Tribu. Ocurri enMercurio, en los valles ardientes y tonantes del Cinturn Crepuscular,donde picos gigantes sobrepasaban la dbil atmsfera y vallesprisioneros entre montaas ocultaban increbles muertes violentas detodo tipo. Ashton era, por entonces, un joven funcionario del ControlTerrestre de Polica que tena cierta autoridad sobre las coloniasmineras. El CTP era, igualmente, responsable de la proteccin de las

    tribus aborgenes, una escasa poblacin de criaturas a las que lalucha por la supervivencia absorba de tal modo que no tenantiempo para franquear la ltima puerta que separaba el bestialismode la humanidad.

    Advertido de que un grupo de mineros irresponsables cometanmuchos asesinatos, Ashton lleg demasiado tarde para salvar la tribude hirsutos aborgenes; pero los mineros haban hecho un prisionero.

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    Un muchacho desnudo, feroz y orgulloso, que permanecaencerrado en una jaula. Su piel marrn, morena por el implacablesol, estaba cubierta de cicatrices causadas por la vida cotidiana enaquel cruel planeta. Sus revueltos cabellos eran negros, los ojos muyclaros... unos ojos limpios, inocentes y llenos de dolor, como los deun animal. Los mineros le golpearon hasta hacerle sangrar pormuchas partes. Tena el vientre descompuesto por el hambre, lalengua hinchada por la sed. Sin embargo, sin temor, acechaba a susverdugos con aquellos ojos claros y fros, esperando una ocasinpara matarlos.

    Ashton lo sac de la jaula. Pensando en el tiempo y losesfuerzos que necesit para civilizar a aquel joven tigre, para hacerleadmitir el odioso hecho de su humanidad, Ashton se sorprenda aveces de haber tenido paciencia suficiente para conseguir finalizar la

    tarea.Los archivos de la Compaa Minera de Metales de Mercurio

    revelaron su nombre e identidad: Eric John Stark. Se le tena pormuerto, junto con sus padres, en el derrumbe que destruy la colinaminera en la que naci. En realidad, los aborgenes lo encontraron ylo educaron como a uno de los suyos; y Ashton saba que bajo elexterior totalmente humano de su hijo adoptivo, el primitivo N'Chakasiempre seguira all, a flor de piel.

    Gracias a aquello, Stark pudo enfrentarse a los Perros del Norte

    y vencer a Colmillos, el perro rey. Mirando a las nueve inmensasbestias blancas correteando junto a Stark, Ashton se estremeci.Stark era su nico hijo, pero, no obstante, siempre sera un misteriopara l.

    Pero se queran. Por iniciativa propia, Stark acudi a enfrentarsea los peligros de aquel planeta loco que era Skaith y lo atravescombatiendo sin descanso para liberar a Ashton, cautivo en laCiudadela de los Seores Protectores.

    Ante ellos se extenda una larga ruta llena deenemigospoderosos y desconocidos peligros. En el fondo de su corazn,

    Ashton estaba seguro de que no llegaran a Skeg, cuyo puertoestelar constitua la nica esperanza de salir de Skaith. Y Ashtonsinti un relente de clera al ver que Stark se adentrabadeliberadamente en tal peligro. Por m, pens Ashton. Qu creesque sentir cuando te vea morir por m? Pero no le dijo nada..

    Cuando sus monturas empezaron a dar indudables signos defatiga, Stark permiti una pausa. Ashton dio de beber a los animales

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    y les puso de comer unas galletas de lquenes aplastados. Stark lesentreg a los Perros magras raciones de carne seca arrebatada en laCiudadela. Gerd segua murmurando acerca de Cosas, aunque elpaisaje pareca desierto. Los hombres masticaron las duras raciones,sin dejar de andar, estirndose para calmar los doloridos msculos acausa de las horas pasadas en las sillas.

    --Cunto camino habremos cubierto? -pregunt Stark.Ashton contempl la monotona sin cara del desierto.--Creo que estamos a menos de medio camino del primer

    refugio.--Ests seguro de que no hay otra ruta que nos permita

    adelantar a Gelmar?--Esta ruta fue trazada como camino ms corto entre Yurunna y

    la Ciudadela. Apenas se desva un centmetro en ciento cincuenta

    kilmetros una vez cruza los pasos entre las montaas. No darodeos. Adems, si dejamos de seguir las marcas, estaremosperdidos. Slo los Hombres Encapuchados y los Corredores sabenandar por el desierto.

    Ashton bebi agua de una cantimplora de cuero y se la pas aStark.

    --S lo que sientes por la mujer y tambin s lo importante quees impedir que Gelmar la lleve a Irnan. Pero tenemos un largocamino que recorrer.

    La mirada de Stark era fra y distante.--Si Gelmar llega al refugio antes que nosotros, tendr monturasfrescas. Las bestias del desierto son ms rpidas que stas,verdad?

    --S.--Intentar que no consigamos monturas de refresco y advertir

    a las tribus para que nos persigan. Quiz con los Perros podamossalir adelante. Quiz... El siguiente albergue est a siete das deviaje?

    --Sin apresurarse.

    --Y a Yurunna, siete das ms.--Tambin sin darse prisa.--Adems, me has dicho que Yurunna es una plaza fuerte.--En efecto. No es muy grande, pero se encuentra en un pen

    rocoso en medio de un oasis -o lo que aqu pasa por un oasis- y slohay un camino que lleve hasta ella. Las tribus salvajes la miran conenvidia, pero est tan bien guardada que raramente se atreven a

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    atacar los portones del oasis. Los Yur son originarios de la ciudad:los Bien Creados. Otra villana de los Heraldos. No me gusta que secre gente como si fueran bestias de un concurso de ganado, nisiquiera para que sirvan como asistentes perfectos de los SeoresProtectores. Tambin aqu educan a los Perros del Norte, que luegoenvan a la Ciudadela segn las necesidades. Cmo afectar a tusamigos un encuentro con sus antiguos compaeros y el Seor de lasBestias?

    --Lo ignoro. De todos modos, los Perros solos no serviran denada contra toda una ciudad.

    Stark volvi a guardar la cantimplora y llam a los Perros. Losdos hombres montaron.

    --Tenemos una razn ms para apresurarnos -recalc Stark.Mir hacia el desierto y al cielo oscuro en el que el Viejo Sol se

    deslizaba pesadamente hacia la noche-. Si no queremos acabarnuestros das en Skaith, tenemos que llegar a Skeg antes de que losHeraldos decidan despedir a los navos y cerrar definitivamente elpuerto estelar.

    _____ 3 _____

    Los navos interestelares eran desconocidos en Skaith cuandollegaron diez aos antes como sorprendentes aparicionesprocedentes de otros mundos.

    Antes de su llegada, el sistema de la Estrella Escarlata habavivido millares de aos de solitaria existencia en los confines de lagalaxia sin ser tocado por la civilizacin interestelar que, desde sucentro en Pax, principal mundo de Vega, se extenda por la mitad dela Va Lctea. La Unin Galctica incluso englobaba el pequeomundo de Sol. Pero el Escudo de Orin, del que formaban parte

    Skaith y su Viejo Sol, permaneca virtualmente inexplorado.En su juventud, Skaith fue rico, industrial, urbano, poblado. Sin

    embargo, nunca accedi a los vuelos espaciales y cuando la EstrellaEscarlata se debilit con la edad y empez la larga agona, no huboevasin posible para sus habitantes.

    Sufrieron y murieron; o bien, si eran lo bastante fuertes,sufrieron y sobrevivieron.

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    Gradualmente, nacido de las terribles alteraciones de la GranMigracin, se impuso un nuevo sistema social.

    El cnsul de la Unin Galctica que pas en Skeg algunos aosllenos de esperanzas que, al final, se veran defraudadas, escribi ensu informe:

    Los Seores Protectores, reputados como inmortales einalterables, fueron instaurados, aparentemente, hace muchotiempo por las autoridades de aquel tiempo como una institucin desper benevolencia. Empez la Gran Migracin; las civilizaciones delnorte fueron progresivamente destruidas a medida que aumentabanlas poblaciones que huan del fo. Era seguro que seguiran tiemposcaticos y se entablara una lucha feroz entre las diversas

    poblaciones para apropiarse de nuevas tierras. Entonces, y ms

    adelante, los Seores Protectores deberan, al alcanzarse una ciertaestabilidad, impedir el aplastamiento brutal de los dbiles a manosde los fuertes. Su ley era muy sencilla: socorrer a los dbiles,alimentar a los hambrientos, proteger a los desamparados... ysiempre actuar a favor de la mayora. A travs del tiempo, aquella leysobrepas sus primitivas intenciones. Los Errantes y las numerosasminoras improductivas de esta civilizacin extremadamentefragmentada forman ahora la mayora dominante. Como resultado,los Heraldos, en nombre de los Seores Protectores, constituyenahora ms de la tercera parte de una poblacin virtualmente esclavadedicada a suministrar lo necesario para los skaithianos no

    productivos.

    Una esclavitud de la que nadie poda escapar... hasta la llegadade los navos estelares.

    Skaith tena necesidad de metales. Los navos podantransportarlos, importando hierro, plomo y cobre a cambio de lasfantsticas drogas que crecan en la estrecha zona tropical de Skaithy las antigedades expoliadas entre las ruinas de ciudades

    milenarias. Los Heraldos permitiran aterrizar y Skeg se convertiraen un mercado para los extranjeros de otros mundos.

    Sin embargo, los navos llevaban, adems de metales, muchasotras cosas. Llevaban esperanza. Esperanza corruptora, pues aalgunos les conduca a pensar en la libertad.

    Los habitantes de Irnan, ciudad estado de la zona templada delnorte, haban soado tanto con ella que pidieron a la Unin

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    Galctica, por mediacin de su cnsul, la ayuda necesaria paraemigrar a un mundo mejor. Aquello precipit la crisis. Los Heraldosreaccionaron furiosamente para frenar aquel primer conato que notardara en convertirse en una fuerte demanda si nuevas ciudadesestado queran escapar de Skaith. Detuvieron a Ashton, llegado dePax para conferenciar con los irnanianos, y lo enviaron al Alto Norte,a la Ciudadela, para que los Seores Protectores lo interrogasen ydecidieran su suerte. Gelmar, Primer Heraldo de Skeg, dispona deuna masa inmensa de Errantes dispuesta a realizar las ms bajastareas. Cerr el consulado de la Unin Galctica e hizo de Skeg unenclave prohibido que ningn extranjero poda abandonar. OtrosHeraldos, siguiendo rdenes de Mordach, castigaron a los irnanianosy los apresaron en su propia ciudad. Cuando Stark lleg pararescatar a Ashton, los Heraldos le esperaban...

    Gerrith, la Mujer Sabia de Irnan, profetiz que un HombreOscuro llegara de las estrellas. Un lobo solitario, un hombre sin tribuni hogar, que destruira la Ciudadela de los Seores Protectores poramor hacia Ashton.

    La Mujer Sabia pag la prediccin con la vida, y a Stark casiestuvo a punto de costarle el mismo precio. La descripcin podacorresponder con la suya. Como mercenario, no tena amo. Comovagabundo de las rutas estelares, no tena hogar. Como hurfano delplaneta Mercurio, no tena pueblo, aunque fuera de origen terrestre.

    Gelmar y sus Errantes hicieron lo imposible para matarle en Skegantes de que pudiera empezar a investigar. La prediccin se difundientre todas las razas de Skaith. Precedi a Stark en su camino haciael norte, donde le reciban como un salvador al que podan aclamar yencumbrar; o como un blasfemo al que haba que matar lo antesposible; o como una mercanca que poda venderse al mejor postor.La prediccin no le ayud en absoluto.

    Sin embargo, cumpli la profeca. Conquist y destruy laCiudadela. A causa de los Perros del Norte y su fiera lealtad, nopudo eliminar a los Seores Protectores. Habra que destruirlos de

    otro modo y eso sera cuando las poblaciones se convencieran deque no eran seres sobrenaturales, inmortales e inmutables a lo largode los milenios, sino slo siete viejos Heraldos convertidos en amossupremos del Cinturn Frtil. Siete viejos, arrojados a los caminos deSkaith por el coraje y la determinacin de un aventurero de otromundo. Objetivo conseguido. Pero la Mujer Sabia no revel cuantosaba acerca del cumplimiento de la profeca.

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    De los seis compaeros que salieron de Irnan para dirigirse a laCiudadela, tres sobrevivan: Stark; Gerrith, hija de Gerrith, comosucesora de su madre; y Halk, el poderoso guerrero, matador deHeraldos y amigo del mrtir Yarrod. Los dems murieron en combatecuando los Thyranos, bajo las rdenes de Gelmar, hicieronprisioneros a Stark y a los suyos. Gracias a Gerrith y a laintervencin de Kell de Marg, la Hija de Skaith, que exigi queGelmar llevase a los cautivos a la Morada de la Madre para averiguarla verdad de los navos espaciales, Stark pudo evadirse. Tendra quehaber muerto en las oscuras catacumbas que se extendan bajo lasLlamas Brujas, en los laberintos abandonados y olvidados por losHijos de Nuestra Madre Skaith. Pero, finalmente, sali por la puertanorte, se enfrent a los Perros del Norte y tom la Ciudadela.

    Gelmar an tena en su poder a Halk y a Gerrith. Se apresuraba

    con ellos hacia el sur, para exhibirlos en las murallas de Irnan comopruebas del fracaso y la inutilidad de la sangrienta rebelin. Irnan,asediada, se defenda del furor de los Heraldos, esperando a queotras ciudades estado se unieran a la lucha para reclamar el derechode partir hacia otros mundos.

    Stark saba que los Seores Protectores y los Heraldos haran loque estuviera en su mano para destruirle. Y su poder era inmenso.

    All, en el casi despoblado norte, su poder se mantena gracias a lacorrupcin y la diplomacia ms que por la fuerza. Pero en el Cinturn

    Frtil, el cinturn verde que rodeaba las zonas templadas del viejoplaneta, donde viva la mayor parte de los supervivientes, su poderse apoyaba en tradiciones milenarias y en la innoble masa de losErrantes, los indisciplinados protegidos de los Seores Protectorescuya nica ley, en aquel mundo moribundo, era el placer. Cuandopareca necesario, los Heraldos empleaban tambin tropasmercenarias, disciplinadas y bien armadas, como los izvandianos. Amedida que avanzase hacia el sur, Stark se encontrara conenemigos ms poderosos.

    Su montura daba signos de agotamiento. Stark pesaba

    demasiado. La de Ashton se encontraba en mejor estado. A pesar delos aos, Ashton segua siendo tan delgado y musculosos comocuando era joven, con la misma fuerza en la mirada, la mente y elcuerpo. Incluso despus de una serie de ascensos que le valieron unpuesto importante en el Ministerio de Asuntos Planetarios, Ashton seneg a vivir detrs de una mesa. Se obstinaba en hacer pesquisasplanetarias sobre el terreno; lo que le llev a Skaith para caer

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    prisionero de los Heraldos.En todo caso, pens Stark, haba rescatado a Ashton de la

    Ciudadela; si no lograba sacarle de Skeg y del planeta, no se sentiraculpable por haber fracasado.

    Incansablemente, la arena se mova llevada por el viento que,cada vez, soplaba ms fuerte. Los Perros trotaban, pacientemente:Gerd, que sucedi a Colmillos como perro rey; Grith, la enorme yterrible perra que era su pareja; y los otros siete supervivientes delataque contra la Ciudadela. Bestias telpatas, infernales, con unmedio secreto y terrible de matar.

    El Viejo Sol pareci erizar la cima de la muralla montaosacomo si quisiera descansar para recuperar fuerzas de cara alimpulso final. A su pesar, Stark sinti el temor de que aquella puestade sol fuese la ltima y que la Estrella Escarlata no volviera a

    levantarse. Tal fobia, muy extendida entre los skaithianos, parecahaber dominado a Stark. Las sombras se acumulaban en los vallesdel desierto. El aire se hizo ms fro.

    Bruscamente, Gerd dijo:Vienen cosas.

    _____ 4 _____

    El perro se inmoviliz. Apoyado sobre las patas anteriores, tanespesas como postes, con los anchos hombros plantados frente alviento, mostraba su pelaje hirsuto totalmente erizado. Su cabeza,que pareca demasiado pesada para que incluso un cuello poderosola pudiera sujetar sin fatiga, se balanceaba lentamente. Tena losbelfos colgndole entre los colmillos. Excitada, rugiente, la jaura sereuni tras l. Anunciaban la muerte en el brillo de unos ojos que,sabiendo tantas cosas, centelleaban.

    All, dijo Gerd.

    Y Stark los vio, alineados bajo la luz crepuscular. Un segundoantes no haba percibido nada. En aquel momento eran once... no,catorce. Siluetas inclinadas, linguilneas, apenas humanas. Unaepidermis semejante a cuero viejo, insensible al viento y al fro,cubra sus huesos prominentes. El viento levantaba crines hirsutas y

    jirones de pieles de animales* Una familia, consider Stark: machos,hembras, cras. Una de las hembras llevaba algo entre los senos

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    colgantes. Otros adultos sujetaban piedras o huesos.--Corredores -exclam Ashton, sacando la espada-. Son como

    piraas. Una vez te muerden...Un viejo macho aull: un grito agudo, salvaje. Las siluetas

    harapientas se pusieron en tensin y, levantando las inmensaspiernas, se lanzaron a la oscura arena.

    Avanzaban a increble velocidad, con las cabezas y cuerposdemacrados situados a una irregular altura con respecto al suelo, sinapartar la vista de las presas. En los torsos estrechos no se veanms que costillas. Apenas posean hombros; los brazos, largos comoalas, les servan de contrapeso. Las increbles piernas selevantaban, se estiraban y se encogan con un ritmo tan grotesco yperfecto que su belleza conmova casi tanto como su terribleferocidad.

    Gerd dijo:N'Chaka. Matar?Matar!Los Perros enviaron Miedo. As mataban. No con colmillos o

    garras, sino con proyecciones mentales de terror, fras y crueles, queatravesaban como flechas los cerebros, licuando las entraas,helando los corazones hasta que dejaban de latir.

    Como aves atrapadas en la red, los Corredores cayerongesticulando, retorcindose, gritando. Y los Perros del Norte

    corrieron hacia ellos.Ashton segua sosteniendo la intil espada y contempl la jauracon horror.

    --Entiendo por qu la Ciudadela permaneci sin ser atacadadurante tanto tiempo.

    Mir a Stark.--Sobreviviste a eso? -le pregunt.--Exactamente.Stark volvi a verse a s mismo bajo las crueles estrellas, en

    medio de la nieve que cubra la llanura nocturna mientras Colmillos,

    el rey perro, se rea y le enviaba Miedo.--Estuve a punto de sucumbir. Luego record que ya haba

    conocido el miedo, cuando el Anciano me ense a sobrevivir enaquel lugar en que me encontraste. Record haber sido perseguidopor clamidosauros, grandes como dragones, con unos dientestodava ms horrorosos que los de Colmillos. Morir vencido por unperro me volva loco. Resist. No son invencibles, Simn, a menos

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    que as lo pienses.Los Perros jugaban con los grotescos cuerpos como si fueran

    muecos. Al pasar, Stark detect a la hembra de pechos cados. Loque apretaba contra el cuerpo era un recin nacido. Incluso muerta,la minscula cara sin frente tena una expresin feroz.

    --En las tierras oscuras del otro lado de las montaas, eranpeores -dijo Stark-, aunque no mucho ms. Los restos de lasdiversas poblaciones abandonadas en las Grandes Migracionesresuelven sus problemas de supervivencia de modos muy variados,todos muy poco agradables.

    --Los Hombres Encapuchados temen y odian a los Corredores-explic Ashton-. Antes se les localizaba ms al norte, pero ahoraluchan salvajemente por los pocos alimentos que quedan en eldesierto. Corren ms deprisa que cualquier otro ser vivo y todo lo

    que se mueve es comida: hombres, animales, cualquier cosa. Lastribus ms dbiles son las que ms sufren; las llaman las CasasMenores de los Siete Hogares de Kheb. Los Corredores realizanincursiones hacia el sur, hasta las ciudades del acantilado deYurunna, a lo largo del Borde. Los Ochars, que se denominan a smismos como los Primeros Llegados, estn mejor pertrechados porla cantidad de provisiones que les proporcionan los Heraldos. LasCasas Menores no les tienen mucho aprecio. Se hacen la guerramutuamente. No les gustars a los Ochars, Eric. Son los Guardianes

    Hereditarios de la Ruta de los Heraldos, y su existencia depende deellos. Ahora que la Ciudadela no existe y no habr ms relacionesentre Yurunna y ella...

    Ashton esboz un gesto expresivo.--Hasta el momento -replic Stark-, he gustado a muy poca

    gente.En Skaith, slo a una persona. Una mujer. Gerrith.Cuando los Perros terminaron de jugar y comer, Stark los llam.

    A disgusto, obedecieron.Bien hecho, tripa llena, dijo Gerd.Ahora dormir.

    Dormir ms tarde, respondi Stark, mirando los ojos brillantes ycrueles hasta que el animal apart la vista.Ahora dar prisa.

    Acabaron con rapidez.Se extingui el ltimo destello escarlata. Las estrellas ardieron

    en el cielo del desierto; Skaith no tena luna, y las Tres Reinas,magnficas joyas de las noches meridionales no brillaban all. Sinembargo, era posible seguir los mojones de la ruta.

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    El viento se detuvo, aument el fro. Los alientos se convirtieronen vapor y se helaron en las caras de los hombros y los hocicos delas bestias.

    Heraldos. All, dijo Gerd.Los Perros no podan distinguir las diferentes clases de

    Heraldos. Gerd, mentalmente, vea blanco, el color de las togas quellevaban los Seores Protectores.

    Stark no tard en detectar rastros en la arena y supo queestaban muy cerca.

    Las monturas tropezaban por el cansancio. Stark ordendetenerse. Comieron, durmieron un poco y se volvieron a poner enmarcha, siguiendo la larga pista entre las dunas.

    La primera luz cobriza del alba apareci por el este. Se amplilentamente, debilitando las estrellas, manchando la tierra como

    herrumbre creciente. El borde de la estrella escarlata ascendi conlentitud por el horizonte. Ante ellos, Stark escuch vocessalmodiadas.

    --Viejo Sol, te agradecemos este da. Te agradecemos la luz y elcalor que vencen al fro y a la muerte. No abandones a tus hijos yconcdeles muchos ms das de veneracin. Te adoramosrealizando ofrendas, con sangre preciosa...

    Desde lo alto de una duna, Stark vio el campamento: unaveintena de servidores, un montn de bestias y equipajes. Aparte,

    junto a las ltimas brasas de una hoguera, los siete viejos. Llevabansuntuosas mantas sobre las togas blancas de Seores Protectores.Ferdias ech una libacin sobre las brasas moribundas.

    Alz los ojos hacia los Perros del Norte y los dos terrestres queocupaban la cresta de la duna. Stark distingue claramente su rostro,un rostro fuerte, fiero, implacable. El viento del alba jugaba con suropa y sus largos cabellos blancos. Sus ojos eran de hielo. Suscompaeros, seis oscuros pilares de rectitud, alzaron tambin lavista. Pero no dejaron de salmodiar.

    --... con sangre preciosa, con vino y fuego, con todas las cosas

    que hacen la vida sagrada...El vino chisporrote y hume sobre las calientes cenizas.Gerd gimi.Qu pasa?, pregunt Stark.No saber, N'Chaka. Heraldos colricos.Gerd levant la cabeza. Bajo los rayos del viejo sol, sus ojos

    ardieron como carbunclos.

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    Heraldos quieren matar.

    ______ 5 _____

    Tranquilamente, Stark le dijo a Ashton:--Ni un gesto de amenaza. Qudate a mi lado.

    Ashton asinti. A su pesar, mir a los nueve delgados gigantesque casi tenan la alzada de las monturas. Se apret en la silla ysujet fuertemente las riendas.

    Stark dej de pensar en l. Los Perros del Norte eran incapacesde comprender las complejidades de su traicin. Segn la ley de la

    jaura, seguan a un nuevo jefe, un jefe que, indudablemente,

    demostr su derecho a la primaca. Lo siguieron hasta la Ciudadela;los servidores, los Yur, a los que deban pleitesa, les atacaron aflechazos. Pero no amenazaron a los Seores Protectores y leprohibieron a N'Chaka que los tocase. Segn su lgica, fueron fielesa la misin encomendada: impedir que cualquier ser humano seacercase a la Ciudadela. No consideraban a N'Chaka como un serhumano. Por eso le permitieron penetrar en la Ciudadela.

    Sin embargo, cuando Ferdias le orden a Gerd que matase aN'Chaka, Gerd dud peligrosamente. El recuerdo de lo que N'Chaka

    le hizo a Colmillos desequilibr la balanza. En aquel momento, seenfrentaba a una nueva prueba. Con todas sus fuerzas, Stark pensen Colmillos, ensangrentado, desgarrado, muerto en la llanura,proyectando en Gerd aquellas imgenes. Y aadi:

    Seguida los servidores. Pueden dispararnos flechas.Gerd encogi los belfos y gru. La herida de la cadera todava

    le dola.Vigilamos.Stark apret el costado de la montura y descendi por la

    pendiente de arena hacia los Seores Protectores, seguido por

    Ashton. Los Perros iban junto a Stark, con la cabeza baja, gruendosordamente.

    Los Yur se quedaron inmviles, mirando la jaura con ojoscobrizos y brillantes: ojos de estatua que reflejaban la luz pero quecarecan de profundidad. Sus muy hermosos rostros se parecantanto entre s que carecan de expresin. Sin embargo, Stark sinti elacre olor del terror. No haban olvidado lo que Perros del Norte

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    hicieron con sus hermanos.El Viejo Sol se levant finalmente. Ferdias derram el resto del

    vino. El cntico se apag. Los siete viejos esperaron junto al fuegomoribundo.

    Al pie de la duna, los dos terrestres y los Perros se detuvieronante los Seores Protectores. Con la gil gracia de un leopardo,Stark ech pie a tierra.

    --Nos llevaremos seis de tus bestias, Ferdias. Las mejores yms robustas. Que tus servidores nos las traigan, pero diles que concuidado.

    Puso una mano en la alta cruz de Gerd.Inclinando levemente la cabeza, Ferdias dio la orden. Los Yur se

    apresuraron, nerviosos. Prudentemente, Ashton desmont.Los Seores Protectores contemplaban a los terrestres como si

    se tratase de blasfemos encarnados. Sobre todo a Stark.Eran siete hombres de acero, creyentes de una fe y una forma

    de vida; las nicas que conocan. Skaith era su mundo, sus puebloseran su pueblo. Toda su vida la dedicaban a un nico objetivo segnla antigua ley: socorrer a los dbiles, alimentar a los hambrientos,alojar a los desamparados, actuar siempre para el bien de lamayora.

    Eran buenos; incluso Stark pareca incapaz de dudar de subondad. Sin embargo, dudaba de sus efectos. Efectos que haban

    hecho inevitable el bao de sangre de Irnan y ocasionado la muertede hombres y mujeres igual de buenos que no pedan ms que elderecho de elegir un camino propio entre las estrellas.

    A pesar de su odio, Stark poda comprender y perdonar a losSeores Protectores. Poco ms de una decena de aos era un lapsoinsuficiente para entender las implicaciones gigantescas de todo loque haba pasado. Durante milenios, el reducido cielo de Skaithhaba sido como una concha cerrada y pequea. Innumerablesgeneraciones nacieron y murieron en aquella concha sin ver msall. En aquellos nuevos tiempos, de golpe, el cielo se abri. Skaith

    contemplaba la terrible inmensidad de la galaxia, llena de mundos ygentes inimaginables, llena de soles, dedicada a la vida mientrasSkaith slo pensaba en su interminable agona.

    A quin poda extraar la difusin de las nuevas ideas? Aquin poda extraar que aquellos hombres todopoderosos temiesenel porvenir? Si la rebelin irnaniana triunfaba y otras masastrabajadoras, las que suministraban lo necesario al inmenso ejrcito

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    de Errantes, se unan a ella para emigrar hacia mundos ms libres,los protegidos de los Seores Protectores conoceran la completaderrota y todo el orden social de Skaith se derrumbara.

    --No es justo ni decente -coment Ferdias lentamente- que unser de forma humana controle a los Perros del Norte como si fuerauno de ellos, como un animal.

    --No los controlar mucho ms -replic un hombrecillo delgadode intensos ojos negros-. Los Perros no pueden vivir donde el ViejoSol es ms ardiente.

    --Exacto -continu Ferdias-. Han sido educados para el AltoNorte.

    Stark se encogi de hombros. Slo le inquietaba el presente.Gerd no dejaba de moverse; se senta a disgusto. Stark dej que sumano se deslizara por la maciza cabeza.

    --Por qu no matamos a este hombre aqu mismo? -preguntel de los ojos negros-. Los Perros no nos tocarn.

    --Cmo estar seguros? -respondi Ferdias-. Nunca hemosmatado a un Perro del Norte... y le consideran uno de ellos.

    --Adems -intervino Stark- los lanzara contra los Yur. Entonces,vosotros os quedarais solos, a merced de los Corredores, que sontripas sin mente. Incluso los Seores Protectores no son para ellosms que comida.

    Habl otro de los seis, un hombre alto, demacrado, cuyos

    desordenados cabellos le barran la cara. Sus ojos brillaban de rabiaentre los sueltos mechones. Le espet a Stark:--No esperes vivir. No esperes volver a ver ni Iman ni los navos

    de Skeg.--Es intil decirle a Stark que no espere hacer lo que quiere

    -cort Ferdias-. Ya se le dijo todo eso cuando decidi cumplir laprofeca de Irnan.

    --Una profeca de traidores! -exclam el hombre de la melena-.Bien, la ha cumplido. Nos arrebat a Ashton y quem sobre nuestrascabezas el techo sagrado. Pero eso es el fin de la profeca y del

    Hombre Oscuro. Ya no est predestinado.--A menos que se produzca otra profeca -propuso Ferdias con

    una sonrisa glacial-. Pero es poco probable. Gerrith sigue su propiocamino. Y, ella mismo lo dijo, desde que Mordach destruy la Tnicay la Corona, Irnan no tiene Mujer Sabia.

    --Con Mujer Sabia o no, con profeca o sin ella, llegar el cambio-le replic Ashton-. Skaith lo impondr. El cambio puede ser pacfico

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    y controlado por vosotros o atrozmente violento. Si tenis lasabidura y la previsin de permitir que Skaith entre en la UninGalctica...

    --Te hemos odo durante muchos meses, Ashton -le cortFerdias-. Pese a la cada de la Ciudadela, nuestra opinin no hacambiado.

    Volvi a mirar a Stark. Los Perros, irritados, grueron y gimieron.--Esperas vencernos revelando al mundo que no somos

    inmortales, sino hombres, Heraldos convertidos en viejos. Puede ser,pero todava no lo has hecho. Los nmadas Harsenyi hablarn de lacada de la Ciudadela durante sus viajes. Pero les llevar tiempo. Sinduda habrs enviado mensajeros, o intentado enviarlos, para queIman lo supiera antes de tiempo. Los mensajeros pueden serinterceptados. Irnan est siendo asediada. Tenemos en nuestro

    poder todo el Cinturn Frtil. Tenemos Skeg, tu nica esperanza deescapar de Skaith. El puerto estelar es vigilado constantemente. Noconfes en llegar a l sin ser capturado. Todo Skaith es tu enemigo.Es una madre cruel, pero es nuestra madre. La conocemos. T no laconoces. -Se volvi-. Las bestias estn listas. Tmalas y vete.

    Stark y Ashton montaron.Ferdias le habl a Gerd, en voz alta, para que Stark pudiera

    escucharlo.--Ve ahora con N'Chaka. Cuando llegue el momento, volvers

    con nosotros.Seguidos por los Perros, los terrestres abandonaron elcampamento. Recorrieron un trecho. El campamento desapareci asus espaldas.

    Cuando la adrenalina dej de actuar, los msculos de Stark serelajaron. Le invadi el sudor, pegndosele a la ropa. Duras lneasenmarcaban el rostro de Ashton que, finalmente, rompi el silencio y,en voz baja, dijo:

    --Buen Dios! Estaba casi seguro de que nos enfrentaran a losPerros.

    --No se han atrevido -contest Stark-. Pero ya se presentar laocasin.

    Los Perros trotaban apaciblemente.--Qu idea tan primitiva hacer de ellos los guardianes de la

    Ciudadela -expres Ashton.--Era lo que queran. Los Seores Protectores tenan hombres

    armados de sobra para defenderse durante las Grandes

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    Migraciones. Pero los hombres slo se enfrentaran contra hombresy armas que pudieran ver. Los enormes Perros blancos surgiendo dela nieve como espectros de ojos demonacos dotados de unacapacidad sobrenatural para matar, representaban algo que lamayora de los hombres preferira evitar. Los que se atrevieron aintentarlo, murieron. Con el tiempo, la leyenda se ha ido haciendoms eficaz que la propia realidad.

    --Los Seores Protectores habrn matado a mucha gente queno deseaba recibir ayuda.

    --Los Seores Protectores siempre han sido realistas. LaCiudadela tena que permanecer sacrosanta, como un misterio y unpoder oculto para los mortales. Se podan sacrificar algunas vidaspor el bien de la mayora.

    El rostro de Stark se endureci.

    --No estuviste atado a un poste en Irnan, esperando serdesollado en vida por orden del Primer Heraldo, Mordach. No ostelos aullidos de la multitud, ni olido la sangre que se derram cuandoYarrod fue degollado y desmembrado.

    Gerrith s estuvo all. Desnuda, pero orgullosa, desafiando aMordach, gritndole al pueblo de Irnan la profeca con voz fuerte yclara: Imn termina con Skaith y deberis construir una nueva ciudaden un nuevo mundo, entre las estrellas.A su lado, la mujer esper lamuerte. Como Halk, y los tres que murieron en Thyra intentando

    llegar a la Ciudadela, Ashton tena sus propios recuerdos delcautiverio y la proximidad de la muerte. Slo estaba vivo porque losSeores Protectores no se atrevieron a privarse del conocimiento deaquel enemigo desconocido que les amenazaba: la inmensidadgalctica.

    --S lo que piensan -dijo-, pero no son realistas en lo relativo alfuturo. La superficie til de Skaith disminuye cada ao. Expulsadospor el fro, los pueblos fronterizos empiezan ya a emigrar hacia elsur. Los alimentos escasean. Los Seores Protectores lo saben muybien. Si no actan a tiempo, se encontrarn con un nuevo caos y

    asesinatos en masa entre las manos, como ocurri durante lasGrandes Migraciones.

    --Su poder naci del caos y las matanzas -le record Stark-. Lovolvern a aceptar si con ello mantienen un poder al que no piensanrenunciar.

    --No les pedimos slo su poder. Les pedimos que dejen deexistir. Dnde va a ir un Seor Protector que ya no cuenta con nada

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    que proteger? No tienen sentido ms que en el actual contexto deSkaith. Abolido el contexto, desaparecern.

    --Es la suerte que les deseo -aventur Stark.Levant las riendas. Los mojones de la ruta se sucedan uno

    tras otro. Gelmar estaba en algn punto por delante de ellos. ConGerrith.

    Los terrestres avanzaban ms deprisa, cambiando de monturade vez en cuando. La carga se reparta entre dos bestias. Losanimales no haban descansado, pero eran ms fuertes que los quedejaron en el campamento. Stark los azuzaba sin piedad.

    Gelmar haca otro tanto. En tres ocasiones, se tropezaron conbestias muertas. Stark esperaba encontrar el cadver de Halk tiradoen alguna parte a la orilla del camino. Result gravemente herido enThyra y, a aquel paso, no podra acabar el viaje.

    --Es posible que Halk haya muerto -dijo Ashton-, pero se habrnllevado el cadver. Pueden exponerlo igual a la vista de todos,conservado en vino y miel.

    El viento soplaba caprichosamente, virando malignamente paralanzarles arena a la cara desde cualquier punto al que se volviesen.

    Al medioda, una bruma procedente del norte se extendi por el cielo.El Viejo Sol qued cubierto; el desierto empez a ondularse.

    --Los Corredores llegan a menudo con las tormentas de arena-dijo Ashton-. Tenemos que estar preparados.

    Hicieron que las monturas avanzasen ms all de las fuerzas,pasando cada mojn del camino como un triunfo personal. Lasbestias geman. Los perros corran, con las mandbulas abiertas y laslenguas colgando de ellas.

    La bruma se espes. La luz de la Estrella Escarlata se tornamarilla, para, luego, oscurecerse. Cruelmente, el viento azotaba alos hombres. Cielo, sol, desierto, perdieron definicin, fundindoseen un extrao crepsculo cobrizo.

    En aquella penumbra sin distancia ni horizonte, llegaron a lacima de una loma. Stark y Ashton descubrieron ante s la tropa de

    Gelmar: una lnea de oscuras siluetas, muy cerca las unas de lasotras, entre la arena que levantaban los cascos de los animales.

    _____ 6 _____

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    Stark le dijo a Gerd:Corre. Enva Miedo a los servidores si combaten. Contentos

    hasta que llegue.Gerd llam a la jaura. Se lanzaron hacia adelante como nueve

    sombras plidas. Ladraron y el viento transport las nueve terriblesvoces. Los hombres de Gelmar las oyeron y su marcha se hizotitubeante.

    Stark tendi las riendas de las bestias a Ashton y espole a sumontura para que sta galopara pesadamente.

    Las dunas parecieron llenarse de espuma de arena producidapor un viento que provena del noreste. Stark no escuchaba a losPerros. Durante un momento, perdi de vista al grupo: una brumaespesa cubra el terreno llano a los pies de la cresta. Cuando volvi aver las oscuras siluetas de los hombres y las bestias sobre el fondo

    ocre, detect que permanecan totalmente inmviles. Slo se movanlos Perros, formando un crculo alrededor del grupo.

    Stark se acerc, pero el rostro que buscaba no fue el primeroque vio. Fue, por el contrario, el de Gelmar. El Primer Heraldo deSkeg estaba montado en su silla pero a cierta distancia de losdems, como si se hubiera apartado para interceptar a los Perros. Lafatiga del viaje se lea en l y en los tres Heraldos que leacompaaban. Stark los conoca a todos de vista, pero slo a uno denombre: Vasth, que protega con un velo la destrozada cara producto

    de su combate con Halk en Irnan, el da en que la ciudad se sublevy mataron a los Heraldos. Vasth, aparentemente, fue el nicosuperviviente. Entre dos trozos de tela, su ojo sano contemplaba aStark lleno de odio.

    Gelmar haba cambiado mucho desde su primer encuentro conStark. Entonces era orgulloso, imponente, enfundado en susvestiduras rojas, siempre impartiendo su autoridad sobre la multitudde Skeg. Aquella lejana noche, el Primer Heraldo de Skeg recibiuna terrible impresin. Stark puso las manos sobre su sagradapersona, demostrndole que poda morir como cualquier otro

    hombre. Sufri innumerables derrotas, todas por culpa de Stark. Enaquel momento miraba al terrestre desde la silla no como un sersuperior de ilimitado poder, sino como un hombre fatigado,exasperado, frustrado y furioso. Vea la posibilidad de una nuevaderrota, pero no estaba vencido. Mientras viviera, Gelmar nuncasera vencido.

    Gerd se plant al lado de Stark.

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    Seguimos Heraldos enfadados, N'Chaka.Enfadados con N'Chaka. No con vosotros.Gerd gru.Nunca enfadados con Colmillos.Colmillos est muerto. Ferdias os dijo que, de momento, me

    siguierais.Insatisfecho, Gerd se call. Gelmar sonri levemente. Haba

    seguido la transmisin teleptica de Gerd.--Te costar trabajo sujetarlos. No estn preparados para servir

    a dos amos.--Quieres probar?--Har lo mismo que Ferdias.Los Yur, diez u once, no se movan. Algunos iban a pie y

    parecan menos cansados que los Heraldos. Haban sido educados

    para ser fuertes. Contemplaban a los Perros con ojos brillantes yvacos. Stark pens que estaban ms sorprendidos que asustados:saban lo acontecido en la Ciudadela, pero no lo presenciaron.Llevaban arcos, lanzas ligeras, espadas y picas.

    --Tus servidores -le dijo Stark- tirarn las armas cuidadosamenteal suelo. Al menor, gesto hostil, le* Perros matarn.

    --Nos dejars a merced de los Corredores? -grit uno de lossubalternos.

    --No me preocupa -replic Stark-. Llevas un pual en el cinturn.

    Scalo.Hizo un gesto hacia Gelmar.--Da la orden.--Los Perros no nos harn ningn mal -dijo Vasth a travs del

    velo.Con fra impaciencia, Gelmar replic:--Se avecina una tormenta de arena. Necesitamos a los Yur.Se dirigi a Stark.--Los Corredores vienen con las tempestades, viven donde otros

    moriran. Llegan con ansia, devorando cuanto encuentran a su paso.

    --Ya lo he odo -contest Stark-. Da la orden.Gelmar le obedeci. Los Yur dejaron las armas sobre la bullente

    arena. Gelmar se desat el cinturn.Stark tena los ojos clavados en Vasth. Gerd dijo:Heraldo lanzar cuchillo. Matar N'Chaka.Lo s. Tcale, Gerd.No herir Heraldo.

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    No herir. Tocar.La demonaca mirada de Gerd se dirigi hacia el Heraldo. Vasth

    empez a estremecerse. Un grito estrangulado sali de su garganta.Dej caer el pual.

    --No hagas ningn movimiento -le exigi Stark.Llam:--Gerrith!La mujer estaba junto a una litera cubierta, atada entre dos

    bestias. Se adelant, echando hacia atrs el capuchn de piel. Elviento jug con sus espesos cabellos color bronce dorado. Sonri aStark, pronunci su nombre. Sus ojos eran como estrellas.

    --Ven junto a m -solicit el terrestre.La mujer detuvo la montura al otro lado de Gerd. Tena el rostro

    demacrado por el largo viaje desde Irnan, a travs de los desiertos y

    las funestas tierras oscuras previas a la Ciudadela. La perfectaestructura de sus huesos se perfilaba bajo la piel de la mujer: unapiel teida por los vientos de Skaith hasta alcanzar un tono broncneoms suave que el de los cabellos. Orgullosa y soberbia, Gerrith. Elcalor de la felicidad invadi a Stark.

    --No quiero seguir aqu.El viento, cada vez ms fuerte, barra la arena. Las armas ya

    estaban semienterradas. El mundo se iba haciendo ms pequeo, elcrepsculo ms oscuro. Incluso los rostros de los Heraldos y los Yur

    parecan menos claros.--Vive Halk?--Apenas. Le hace falta reposo.

    Ashton, conduciendo las bestias, apareci en las sombras.--Sultalas, Ashton -le dijo Stark-. Podris llevar la litera entre

    los dos?Ocuparon el puesto de los dos servidores que la haban

    transportado hasta entonces y se reunieron con Stark.--Gelmar, diles a los tuyos que echen a andar.

    A disgusto, la cabalgata obedeci, pensando en las armas

    abandonadas. Los jinetes se cubran el rostro contra los desgarronesde la arena. Pequeos montoncillos se formaban en la litera de Halk.

    Pasaron un nuevo mojn. Parpadeando, Stark intent distinguirel siguiente cuando Gerd dijo:

    Humanos. All.Stark se acerc a Gelmar.--Qu humanos? Hombres Encapuchados? En el albergue?

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    Gelmar asinti. Siguieron adelante. Cuando Stark juzg que yaestaban lo bastante lejos de las armas abandonadas como para quefuera imposible recuperarlas, tom las riendas de Gelmar.

    --Os dejamos aqu. Si nos sigues muy de cerca, tus servidoresmorirn.

    Matar Yur?, pregunt Gerd entusiasmado.No hasta que yo lo diga.--Cuando hayas tomado el albergue, qu hars? -pregunt

    Gelmar.--Nos dejar morir en la arena -contest Vasth-. Ojal el Viejo

    Sol reduzca a cenizas a todos los hombres venidos de las estrellas!La cabalgata se detuvo a espaldas de Gelmar.--Me gustara ser tan misericordioso como lo fuisteis vosotros

    -dijo Stark-. Pero si llegis al albergue, no os negar abrigo.

    Gelmar sonri.--No podras hacerlo. Los Perros te obligaran a dejarnos entrar.--Lo s -respondi Stark-. De otro modo, quiz fuese menos

    generoso.Seguido por Ashton, Gerrith y la litera, se alej del grupo.Llvanos a los humanos, le pidi a Gerd, sabiendo que Gelmar

    seguira la misma seal mental.No necesitaban los mojones. Avanzaban entre dos dunas

    inmensas cuya forma cambiaba rpidamente. Sacudida con dureza,

    la litera se balanceaba. Stark lo lamentaba por Halk, pero no podahacer nada. El desierto gimi atormentado, un grito que se convirtien un profundo gemido. Sbitamente, el viento ces. El aire seaclar. El Viejo Sol brillaba de forma intermitente. Desde lo alto deuna loma vieron la casa de reposo, a poco ms de unos cientos demetros. Un edificio de piedra, rechoncho, bajo, rodeado por unosmuretes de defensa contra la arena.

    Con el brazo, Ashton seal:--Dios Todopoderoso!Una marea de arena, un tsunami, avanzaba hacia ellos,

    procedente del noreste. Ocupaba todo el horizonte. La crestapolvorienta ascenda hasta la mitad del cielo. En aquella inmensidad,los colores iban del ocre al rojo y al marrn, hasta que, abajo, todoquedaba dominado por el negro. Y, delante de aquella negrura, Starkvio correr numerosas formas.

    Por segunda vez, Gerd dijo:Vienen cosas.

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    Sobre la pista que se extenda a sus espaldas apareci la tropade Gelmar, claramente visible. Se detuvo, mir al noreste y se pusoen marcha a toda velocidad.

    Stark azot a las bestias. La ola tena voz: un rugido cuyo tonoresultaba demasiado grave para odos humanos. Se perciba en elcorazn, en la mdula de los huesos, en las retorcidas entraas.Incluso las bestias se olvidaron del cansancio.

    Bruscamente, Gerd habl insistente en el cerebro de Stark.Heraldo dice venir, N'Chaka. Venir ahora o Cosas matar.Seguido por la jaura, dio media vuelta y se lanz a la pista para

    responder a la llamada de Gelmar.

    _____ 7 _____

    Gerd! Vuelve!La manada segua corriendo.Peligro, N'Chaka, Proteger Heraldos. T venir.--Qu pasa? -grit Ashton, cuya voz sonaba muy dbil a causa

    del lejano rugido-. Dnde van?--A proteger a los Heraldos.

    El imperativo de los imperativos, el instinto instalado desde elprincipio de los tiempos. El grito de alarma de Gelmar debi serapremiante. Su escolta careca de armas y los Corredores llegaban.Stark jur violentamente. Si dejaba que la jaura se fuera sin l,N'Chaka quiz nunca recuperara la autoridad. No poda obligar a lamanada a volver y no poda permitir que Gelmar se hiciera con sucontrol.

    --Debo ir con ellos. Simn, acrcate a toda prisa al albergue.Gerrith, con el rostro plido, le contempl. La litera segua

    balancendose. La forma del interior mantena tal inmovilidad que

    Stark se pregunt si Halk estara todava vivo.--Deprisa! -aull Halk-. Deprisa!Dio media vuelta y sigui a los Perros. Su humor era tan negro

    como la parte baja de la ola de arena.Se reuni con Gelmar en un terreno liso entre dos dunas. Todos

    los Yur avanzaban a pie, corriendo con ms fuerza y energa que laspropias bestias. Dos de ellos corran a la cabeza de la montura de

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    cada Heraldo para obligarlas a aligerar el paso. Los Perros del Norteiban a los lados.

    Gelmar mir a Stark con cruel diversin.--Me preguntaba cunto tardaras.Stark no contest. Con la espada en la mano, se puso al frente

    del grupo. Precediendo a la base, la cresta de la ola se extendisobre sus cabezas, arrastrando largas rfagas arenosas. El airevolvi a espesarse. Desde la cima de una duna, Stark vio que lamuralla de arena estaba cada vez ms cerca. Los Corredoresbailaban ante ella como si preceder a la tempestad les proporcionasems placer que el acoplamiento o alimentarse. Era un juego, como elque Stark vio practicar en otro sitio a pjaros de inmensas alas enmedio de los fragores de la tormenta. En el movimiento de las formasse detectaba cierto tipo de belleza siniestra: una danza macabra,

    muy rpida. Stark no pudo contar las criaturas, pero las estim enuna cincuentena. Quiz ms. Los Corredores no avanzaban al azar.Tenan una meta.

    --El albergue? -pregunt Stark.--All hay comida. Hombres y animales.--Cmo atacan?--Con la ola de arena. Mientras sus vctimas se sofocan, ellos se

    alimentan. Sobreviven al polvo y parecen disfrutar de su violencia.Golpean como el Martillo de Strayer.

    Strayer era el Dios de los Yunques, venerado por cierto pueblode herreros en la otra pendiente de las montaas. Stark ya se lashaba visto con el Martillo.

    --Debemos refugiarnos antes de que la ola nos sumerja -dijo-. Sino lo hacemos, nos dispersaremos de tal modo que ni los Perrospodrn ayudarnos.

    Desde la cima de la siguiente duna, Stark distingui las siluetasde Ashton, Gerrith y la litera. Haban alcanzado los muretes yfranqueaban una puerta. Cuando se desliz a lo largo de lapendiente, ciego por la arena que revoloteaba, Stark los perdi de

    vista. El suelo tembl. El enorme y solemne rugido llenaba el mundo.Setecientos metros. Siete minutos y medio para cubrirlos.

    Corriendo, y cuando la vida depende de ellos, quiz la mitad.Mantente cerca, Gerd. Gua a, los humanos.La cabeza de Gerd se apret contra su rodilla. El Perro

    temblaba.Nopeor que la tempestad de nieve en el Corazn del Mundo.

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    Gualos, Gerd!Grith se situ junto a su pareja.Guiamos.El aire era todo un remolino. Corran a lo largo de la ola, hacia

    los muros que no vean.Vienen Cosas, N'Chaka.Matar?Demasiado lejos. Pronto.Entonces, corred deprisa!El viento intentaba arrancarles del suelo. Stark contaba los

    segundos. A la cuenta de ciento setenta, un muro emergi del mundolleno de arena, tan cerca que estuvieron a punto de tropezar. Lapuerta! La puerta!

    Aqu, N'Chaka.

    Una abertura. Al otro lado de los muros, la fuerza del vientopareci amainar. Quiz la calma que preceda a la explosin de laola. Vieron ante ellos el edificio de piedra, detrs, un muro interior.Imposible llegar. Mucho ms cerca se encontraban unos establoslargos y bajos, vacos, destinados a los animales. Aunque tenantecho, quedaban abiertos al sur.

    La ola se derrumb sobre los muros del noreste: un rebullir ocrey negro. Los Corredores llegaron con los surtidores de arena,rozando apenas el suelo, con los brazos abiertos. Parecan

    controlados por alguna demonaca energa que parecan extraer dela dinmica del viento y del desierto en erupcin.Stark se desliz de la silla y se aferr con la mano izquierda al

    pelaje del cuello de Gerd. Detrs de l, los Yur casi aupaban a losHeraldos. Los Perros se apelmazaban unos contra otros. Losestablos no ofrecan mucha segundad, pero no dejaban por ello deser un refugio preferible a nada. Se lanzaron bajo el techado mscercano, aplastndose contra el muro.

    La ola explot.Tinieblas, rugidos, polvo, estremecimientos. El mundo se

    derrumbaba. El viento les maldeca por haber escapado. Bajo eltecho, el aire estaba lleno de arena y la arena contena caras. Carasde grgolas, sin frente, con ojos apagados y enormes dientes decarnvoros.

    Matar!Los Perros mataron.Una parte del techo result arrancada. Los Corredores andaban

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    sobre el tejado, destrozndolo. Su fuerza era inusitada. Los Perrosmataban, pero algunos Corredores saltaron por los huecoslanzndose sobre sus presas. Los Yur dejaron a los Heraldos en unrincn y, ante ellos, formaron un muro humano. No tenan ms quelas manos para defenderse. Las mandbulas de los Corredores secerraban en la carne viva y no aflojaban la presa.

    Stark mataba con feroz desgana, rajando cuando se mova. Elolor era infecto. Los aullidos de rabia, de hambre y de pnico de losCorredores se extendan por doquier, agudos y terribles, atravesandola tormenta.

    Los Perros mataron hasta el agotamiento.Muchos, N'Chaka. Fuertes.Matad! Matad! Si no, Heraldos morir!Los Perros mataron. El resto de la horda de Corredores parti

    detrs de la tormenta buscando presas ms fciles, dejando a suespalda montones de cuerpos abominables. Pero los Perros estabandemasiado cansados para jugar. Con la cabeza gacha y la lenguacolgando, se tumbaron.

    N'Chaka, sed.Sacudido, agotado, Stark contempl la jaura.--Tienen sus lmites -dijo Gelmar. Su rostro pareca de ceniza. A

    su lado, se vea un Yur-. Dale la espada.Impaciente, lo repiti:

    --Tu espada, Stark! A menos que vayas a hacerlo t mismo.Los Heraldos estaban indemnes. Dos de los Yur haban muerto.Otros tres agonizaban atrozmente. A sus carnes an se prendancadveres de Corredores. Corra la sangre entre sus horriblesfauces.

    Stark tendi la espada. Rpida, eficazmente, el Yur dio losgolpes de gracia. Los ojos de las vctimas no traicionaron ningunaemocin y se hicieron menos brillantes en los hermosos rostrosimpasibles mientras moran. Los Yur indemnes tampocodemostraban emocin alguna. Tras cumplir con su deber, el Yur

    limpi la espada y se la devolvi a Stark.Todo ocurri en breves minutos. El salvajismo concentrado del

    ataque result increble.Stark se dio cuenta de que Gelmar miraba los cadveres de los

    Corredores con fascinacin horrorizada.--Nunca antes los habas visto?--Slo de lejos. Y nunca... -Gelmar titube, como si

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    reflexionase-. Nunca tantos.--Cada ao vienen ms, seor -dijo una nueva voz, autoritaria y

    fuerte.Por la parte abierta del recinto aparecieron cuatro hombres,

    apenas sombras en el polvo: unas capas de cuero con capuchn, decolor naranja, volaban alrededor de las altas y delgadas figuras. Losrostros se ocultaban bajo velos del mismo color. Slo se les vean losojos, penetrantes y azules. El hombre que acababa de hablar era el

    jefe: los otros esperaban a su espalda. Bajo el capuchn, sobre lafrente, colgaba una piedra naranja, mate, cuya montura de oro sevea araada y gastada.

    --Te vimos antes de que golpease la tormenta, seor, pero nopudimos llegar a tiempo.

    Como los dems, mir los cadveres de los Corredores.

    --Lo han hecho los Perros del Norte?--S -contest Gelmar.El Hombre Encapuchado traz un signo en el aire y murmur

    algo lanzando una mirada de soslayo hacia los Perros. Se volvi yhabl con Gelmar, aunque clavaba en Stark la fra mirada.

    --En la casa hay dos hombres y una mujer que han llegadoantes que t. Al hombre de cabellos grises lo vimos hace unosmeses, cuando los Heraldos lo llevaban hacia el norte. Reconocenhaber estado prisioneros. Han dicho que este extranjero comanda los

    Perros del Norte, que ellos ya no os obedecen y que nosotrostambin debemos obedecerle. Naturalmente, sabemos que todo esoes mentira.

    Ech hacia atrs la capa, descubriendo un corto sable,cruelmente curvo, y una daga, cuya empuadura de hierro rematadapor pinchos, se abra para recibir la mano.

    --Cmo quieres al hombre, seor? Muerto o vivo?

    _____ 8 _____

    Gerd movi la cabeza y gru. Lea los pensamientos delhombre.

    N'Chaka?Manda. Miedo. A l! No matar.

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    La demonaca mirada de Gerd se pos en el jefe de losOcharselos. Llegados Primero a las Siete Casas de Kheb. La altafigura se derrumb en el polvo, sollozando como un nioaterrorizado. Sus compaeros se quedaron mudos de estupor.

    --No! -grit Gelmar-. Basta, Gerd!El Perro se quej irritado.N'Chaka?Stark dej caer la espada y tom a Gerd por el hocico.Heraldos no en peligro. N'Chaka en peligro. A quin sigues?Vamos a arreglarlo ahora, pens Stark. Si no lo hacemos ahora

    mismo, volveremos al punto de partida... Gerrith, yo, Simn, Halk...todos prisioneros de los Heraldos.

    Tir de los belfos del animal, mirando sus ojos ardientes.Manda Miedo. El jefe Ochar gimi, retorcindose en el polvo.

    --No -protest Gelmar. Se adelant y puso la mano en el lomode Gerd-. Te lo prohbo, Gerd. Nos perteneces a nosotros, a losHeraldos. Obedceme.

    El jefe Ochar dej de reptar, pero sigui sollozando. Los otrostres se apartaron de l como si estuviera hechizado y temieran seguirla misma suerte. Estaban absortos, incapaces de creer en lo quevean sus ojos.

    Gerd emiti un grito casi humano.N'Chaka! No saber!

    Estaba fatigado. El combate le haba irritado. El olor a sangreera muy fuerte. Luch contra las manos de Stark, echndose haciaun lado u otro, rascando el suelo.

    Stark no lo soltaba.Elige, Gerd. A quin obedeces?Un peligroso destello brill en los ojos de Gerd. Bruscamente, se

    inmoviliz. Tens todos los msculos.Stark se prepar.La jaura no intervendra; el combate sera entre l y Gerd. Pero

    los Perros no permitiran que nadie se entrometiera, al menos

    fsicamente. Stark no corra el riesgo de que le clavaran un pual enla espalda.

    --Mata, Gerd -exigi Gelmar, con la mano en el lomo de labestia-. Este hombre os conducir a todos a la muerte.

    Mentalmente, Stark replic:No puedes matarme, Gerd. Acurdate de Colmillos.Como un ltigo, el Miedo le alcanz, abrasndole el cerebro,

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    licuando sus huesos, haciendo que el corazn le latiera fuera de s.Pero sus manos no se soltaron y un grito salvaje brot de su pasado:

    --Soy N'Chaka. No muero.El Miedo persisti.Los plidos ojos de Stark se alteraron. Se le contrajo la boca. Un

    sonido sali de su garganta. No vea a Gerd como si fuera Gerd.Vea cosas surgidas del lejano pasado; las que portaban el miedo, eleterno adversario de tantas caras: terror, hambre, tempestad,sesmo, noche mortal, da todava ms mortal, el cazador que buscael corazn de la presa.

    Toda la vida es miedo. Perro, t nunca lo has conocido. Lamuerte no conoce el miedo. Perro, voy a ensearte lo que es elmiedo.

    Su presa pas bruscamente al cuello de Gerd, agarrando la piel

    que colgaba a cada lado y retorcindola hasta que Gerd empez asofocarse. Apretando cada vez ms, dijo:

    Sientes cmo llega la muerte, Gerd?N'Chaka!El Miedo ces.Gerd cay, con la mandbula desencajada por una terrible

    mueca. Apoy la barbilla en el suelo.Seguir... ms fuerte.Stark lo solt y se incorpor. Sus ojos seguan siendo extraos.

    Haban perdido toda la humanidad. Gelmar dio un paso hacia atrs,como si retrocediese ante algo impuro. Y slo pudo articular algunaspalabras:

    --No sers siempre el ms fuerte, Stark. De hombre o bestia, lacarne es vulnerable. Algn da sangrar, y los Perros tedespedazarn.

    El jefe Ochar se puso de rodillas. Lloraba de rabia y vergenza.--No me dejes vivir -implor-. Me has humillado ante los mos.--No hay humillacin -respondi Stark-. Puede algn otro

    hombre demostrar mayor fortaleza ante ellos? No soy de vuestro

    mundo. Ningn hombre nacido en Skaith puede resistir a los Perrosdel Norte. Y, para que los tuyos no te crean dbil, te lo demostrar.

    Gerd, encogido, estiraba el cuello y an tosa. Stark llam a lajaura que se reuni a su alrededor, evitando su mirada para que nopensase que lo desafiaban. Dio una orden, y los tres Ocharsquedaron paralizados. Abrieron la boca bajo los velos naranjas ygritaron. Luego, titubeantes, huyeron.

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    --Ahora -continu Stark, dirigindose al jefe-, vayamos a la casa.Gelmar, t y los tuyos id delante. T, cmo te llamas?

    --Ekmal.--Qudate a mi lado, Ekmal. Y no olvides que los Perros leen los

    pensamientos.Les orden a los Perros que vigilaran, pero que no mataran a

    menos que l diera la orden.Llenos de odio, los Heraldos fueron delante. Hermosos e

    impvidos, los Yur los siguieron. Ekmal avanz junto a Stark, con lasmanos bien separadas del cinturn lleno de afiladas hojas. LosPerros seguan a Stark. El viento continuaba soplando y el airepareca marrn, pero un hombre poda moverse por l si eranecesario.

    Hombres vestidos de cuero naranja hicieron salir a las bestias

    de la casa, donde las haban metido por seguridad: eran estilizadas,con miembros largos y patas gruesas, cubiertas de abundante pelo.De andar gracioso, eran de todos los colores: negro, amarillo,marrn, rayadas, moteadas. Los cuellos arqueados se rematabancon estrechas e inteligentes cabezas de color mbar.

    Los hombres que se ocupaban de los animales se encontraroncon los tres que huan de los Perros. Empezaron a hablar a gritos,gesticulando, y algunos llevaron las manos a las armas.

    --Habla con ellos, Ekmal -pidi Stark.

    --Dejad las armas! -grit Ekmal-. Estos Perros demonios hanmatado a cien Corredores. Obedeced a este hombre, si no, estehombre los lanzar contra nosotros.

    Los hombres murmuraron, pero bajaron las manos. Ekmal sevolvi hacia Stark.

    --Qu quieres de nosotros?--Agua para los Perros. Que todos tus animales se preparen

    para transportarnos a m y a los tres prisioneros. Disponed tambinalimentos...

    --Todas las bestias? Eso es imposible!

    --Todas. Con provisiones y agua.--Sin monturas, estaremos como prisioneros.

    Al igual que todos los hombres del desierto, Ekmal tena pnicoante la imagen de verse a pie.

    --As es -dijo Stark-. Como los Heraldos y los SeoresProtectores cuando lleguen, si es que han sobrevivido a la tormenta.

    Con ojos desorbitados, Ekmal se qued fijo.

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    --Los Seores Protectores? Vienen aqu?Fue Gelmar quien contest.--Este hombre de otro mundo ha destruido la Ciudadela, Ekmal.

    La ha incendiado, y los Seores Protectores no tienen ya morada.Estupefactos, los Hombres Encapuchados se tensaron,

    inmviles bajo el viento. Alzando los brazos al cielo, Ekmal se irgui.--El Hombre Oscuro ha cumplido con la profeca! Ha destruido

    la Ciudadela! Nunca ms guardaremos la ruta de Yurunna! Nos hasdestruido tambin a nosotros, a nosotros, a los GuardianesHereditarios, a los Llegados Primeros de Kheb. Nuestras sagradasmadres y mujeres, nuestros altos hijos y nuestras hijas de ojosazules, morirn. Nuestras ciudades desaparecern bajo la arena.Incluso los Fallarins nos olvidarn.

    Todos los Hombres Encapuchados gimieron y, del interior de la

    casa, sali otro lamento: el de las mujeres.Son un grito agudo. Algo reson al chocar con la piedra, de

    tras de la puerta abierta.Haba un arco, N'Chaka. Para lanzar flechas.--Esperad! -pidi Gelmar con una voz fuerte-. Ahora, no hagis

    nada. Los Perros nos derrotaran. Pero ya llegar el momento. LosSeores Protectores no abandonan a sus hijos. La Ciudadela serreconstruida y no habr ms profecas. Skaith es viejo y fuerte.Ningn hombre, ni siquiera un extranjero llegado de las estrellas,

    podr vencerle. Dejad que se vaya. Encontrar la muerte en brazosdel propio Skaith.--Ojal se lo trague -bram Ekmal-. Ojal el Viejo Sol le abrase

    las entraas. Ojal lo devoren los Corredores.--Da las rdenes -exigi Stark.Ekmal las dio; palabras breves y cortantes emergieron de los

    velos que le tapaban la cara. Los hombres obedecieron, pero en susojos se lea la muerte que le deseaban a Stark. Adems del jefe,eran once. Las bestias salieron: haba dieciocho. Ekmal dijo:

    --El pozo est dentro.

    Vigila, Gerd.La construccin era muy antigua y slida. El incesante asalto del

    viento del desierto y la arena las haba tatuado, diseando multitudde curiosas formas en la piedra. A cada lado de la puerta, el murocontena una serie de entradas, algunas con un vasar. En un rincnse encontraba una torrecilla, agujereada en varios puntos de los quesala un murmullo semejante al gorjeo de los pjaros. Las puertas de

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    madera, pivotando sobre un eje de piedra, eran extremadamentepesadas, y estaban blindadas con hierro trado por los mercaderesHarsenyi desde Thyra, ms all de las montaas. El metal,infinitamente ms valioso que el oro puro, mostraba las cicatricesdejadas por las garras de los Corredores.

    En el interior, el aire tranquilo y clido ola a humo, bestias yalimentos cocidos. La cuadra se encontraba a la derecha, tras unamampara. Encontraron cuatro monturas Harsenyi con la cabeza bajay los costados agitados. El pozo tena dos pilas de piedra, una paralas bestias y otra para los hombres.

    La habitacin principal era grande, limpia, ordenada. Un fuegode arbustos arda en una chimenea elevada por encima del suelo.Las armas estaban al alcance de la mano. Vieron colgaduras ytrofeos en las paredes, as como ornamentos, algunos tan exticos

    que deban provenir del sur siguiendo la Ruta de los Heraldos. Sacosde grano, jarras de aceite y vino y otras provisiones se alojaban enlos nichos. En la parte trasera, la gran sala daba a una serie depasillos que conducan a otras habitaciones. Stark no dud que losHeraldos tendran confortables aposentos. Por lo menos, era unlugar agradable donde descansar de las fatigas del viaje.

    En el interior encontraron un grupo de mujeres, junto a la puerta.Algunas estaban con sus hijos; vestan trajes de lana, largos, devivos colores. Sus caras de rasgos finos y hermosos aparecan

    descubiertas. Rodeaban a una mujer de mediana edad queconsolaba a un muchacho de unos once aos. Se cea la tnica delana con un cinturn naranja y todava no ocultaba el rostro tras elvelo de los hombres. Temblaba, intentando contener los sollozos;pero, cuando vio a Stark, extendi la mano hacia el arco que habadejado caer.

    --No! -dijo Ekmal, apoderndose del arma-. Acarici losbrillantes cabellos del nio-. Es mi hijo, Jofr. Te suplico...

    --Que beban los Perros -le cort Stark.Las mujeres se apartaron para dejarle pasar. Tenan aspecto

    fiero. Sus cuellos y brazos estilizados estaban adornados concollares y brazaletes de metal y piedras oscuras que tintineabancuando se movan. Jofr se puso de pie y mir a Stark fijamente hastaque intervino su madre.

    La litera de Halk estaba junto al fuego. Arrodillada, Gerrithsostena una taza. Ashton estaba a su lado, de pie. Los dos, tensos,miraban por ver quin entraba. Algo deban saber de lo ocurrido

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    fuera, pero tenan que ver a Stark para asegurarse de que habasobrevivido a los Corredores y segua siendo dueo de la situacin.

    Halk tambin observaba.--All -le dijo Stark a Gelmar. Sentaos y estad tranquilos.Los Perros beban en el abrevadero. El odio y cierto deseo morir

    tal envolvan a Stark tanto como el humo que flotaba en el aire.Vigilad, Gerd.Vigilamos, N'Chaka.Maldecido por los azules ojos de las mujeres, Stark se acerc al

    fuego. El cansancio le roa los huesos.--Hay vino?Gerrith tom una jarra de arcilla y le pas una copa llena. La

    inquieta mirada de Ashton iba de los Heraldos a los HombresEncapuchados que se ocupaban de las provisiones.

    --Tenemos que continuar -dijo Stark-. Al final tendr que dormir,pero no me atrevo a arriesgar los Perros.

    Se inclin sobre la litera.--Halk?Halk le mir. Muy alto, ms que Stark, estaba tendido sobre las

    mantas como un rbol muerto. Los huesos del rostro sobresalanbajo los pliegues de la piel. Sus enormes manos no eran ms queramas nudosas, unidas por cuerdas purpreas. Pero sus ojos erantan duros, brillantes y agresivos como siempre, y sus labios lvidos

    no dejaron de esbozar la acostumbrada sonrisa sarcstica.--Hombre Oscuro.Stark sacudi la cabeza.--Si la Ciudadela no existe, el Hombre Oscuro tampoco. La

    profeca se ha cumplido; no estoy predestinado. Tienes que decidirte,Halk. Vienes con nosotros o te quedas aqu?

    --Ir -respondi Halk con una voz que le emergi del pechocomo el viento que sale de una caverna-. Y no morir. Jur ante elViejo Sol que te ofrecera en sacrificio a los manes de Breca.

    Breca, la compaera de Halk, muri en el combate contra los

    Thyranos. Aquellos hombres de hierro arrojaron su esplndidocuerpo a los canbales de Fuera. Halk podra sobreponerse a lamuerte; pero no a aquello. Y acusaba al Hombre Oscuro de haberlesconducido al desastre.

    --Cundo piensas hacer la ofrenda? -quiso saber Stark.--El da en que no seas til a Irnan. Hasta entonces, combatir a

    tu lado. Por Irnan.

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    --Lo recordar.Stark se volvi hacia Ashton y Gerrith.--Recoged el equipaje.Llamando a dos de los Hombres Encapuchados, les orden que

    sacasen la litera.--Stark -llam Gelmar-. No te seguirn ms all de Yurunna.

    Seris dos hombres y una mujer con un tipo medio muerto: seismanos para resistir a los Yur que irn a buscaros.

    Bruscamente, se volvi hacia Gerrith.--Tiene algo que decir la Mujer Sabia?Gerrith estaba a punto de ponerse el capuchn de piel. De

    pronto, se qued quieta. De nuevo, pareca una profetisa. Viendo sinver, fij los ojos en Gelmar. Su boca pareca a punto de decir algo.Stark, secamente, pronunci su nombre. La mujer se sobresalt,

    como absorta, como alguien que despierta en un lugar desconocido.Con la mano apoyada en su hombro, Stark la condujo hacia lapuerta. No respondi nada a Gelmar. No haba nada que decir, salvoque ocurrira lo que deba ocurrir. Y aquello todos lo saban.

    Pasaron ante las mujeres y los nios. Jofr permaneca muyerguido, como un animalillo de presa de su propio mundo.

    Gerrith se detuvo.--Llvate al muchacho -dijo.Las mujeres chillaron como guilas. Ekmal se adelant,

    apoyando una mano en el nio y la otra en el pual. Gerd gru.--No me lo llevar -respondi Stark.--No le pasar nada -continu Gerrith. Su voz resonaba como si

    proviniera de muy lejos-. Llvatelo, Stark. Si no lo haces, Skaith nosenterrar a todos.

    --Ya habis odo a la Mujer Sabia -explic Stark-. No le ocurrirnada. No me obliguis a usar los Perros.

    La madre del nio dijo una palabra, la ms salvaje que conoca.La mano de Ekmal dudaba en el pual. Los Perros rugan.

    --Ven -pidi Stark.

    Jofr mir a su padre.--Lo hago?--Parece que s.--Muy bien -respondi Jofr sonriendo-, soy un Ochar.

    Avanz solo junto a Stark.Salieron al patio. Las bestias estaban listas, atadas con cuerdas.

    Tres de ellas portaban las altas sillas del desierto, de cuero multicolor

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    labrado con dibujos medio borrados por el sol y el viento. La litera ibasuspendida entre dos de las bestias. Halk, de nuevo, era slo uninerte paquete. La capota le ocultaba el rostro.

    Montaron; Stark mont a Jofr delante suyo. Se alejaron de lacasa, pasando ante los amontonados cadveres de los Corredores ylas osamentas rodas de las bestias Harsenyi.

    Ekmal y los Hombres Encapuchados les observaron mientrasdesaparecan detrs de los muros. Luego, Ekmal penetr en la casay se dirigi a Gelmar.

    --Seor, es verdad que ni l ni el otro nacieron en NuestraMadre Skaith?

    --Es verdad.Ekmal traz una seal en el aire.--En ese caso, son demonios. Se han llevado a mi hijo,seor.

    Qu debo hacer?Sin dudarlo, Gelmar respondi:--Trae el Perforador del cielo.Ekmal avanz por uno de los tneles de la casa. La torre de

    pjaros murmurantes se encontraba a la derecha, pero no se dirigaa ella. Eran criaturas inferiores, slo aptas para comer. Se volvi a laizquierda, subi unos estrechos peldaos que conducan a una salaelevada cuyos angostos ventanucos dejaban entrar la luz del ViejoSol y el viento del desierto. En los muros, colgaduras y trofeos,

    crneos y armas. Algunos de los crneos, amarillentos por la edad,tenan mandbulas y rbitas medio pulverizadas.En el centro de la sala, sobre un pie metlico, haba un ser que

    pareca de hierro y bronce. Sus brillantes plumas se asemejaban auna marcial armadura. Incluso con las inmensas alas replegadas,encarnaba la velocidad y la fuerza; desde la parte superior de lareptiliana cabeza a la punta de la cola afilada, su cuerpo era fino,perfecto.

    Un ejemplar de aquellos seres viva en la casa de cada uno delos jefes Ochars. Alimentado en la mesa del jefe, con su delgado

    collar de oro donde se marcaba su rango, parejo al de su honor, erams precioso que la vida, la esposa, la madre o el hijo.

    --Taladrador del cielo -dijo Ekmal-. Jinete de los vientos.Hermano del rayo.

    La criatura abri las dos rojas estrellas que eran sus ojos y mira Ekmal. Tambin abri el pico y grit estridentemente la nicapalabra que conoca.

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    --Guerra!--S, guerra -dijo Ekmal, abriendo los brazos.

    _____ 9 _____

    Frescas y fuertes, las bestias avanzaban sobre la arena conseguridad. Los Perros trotaban tranquilamente. Sin dejar de soplar, elviento atenuaba el color ocre del aire.

    Con el rostro tan oscuro como un cielo tormentoso, Starkrodeaba con un brazo la joven ferocidad de Jorf. El muchachoviajaba erguido, tenso; su cuerpo nicamente ceda a losmovimientos de la montura.

    --Ests irritado por el muchacho -le dijo Gerrith.--S. Por el muchacho y por otra cosa... las visiones.--Djale marchar -le pidi Ashton-. Encontrar el camino de

    vuelta fcilmente.Gerrith suspir.--Hazlo, si quieres. Pero en ese caso ninguno de nosotros ver

    nunca Yurunna.Ashton se volvi sobre la silla para escrutar su rostro. Haba

    conocido a muchos pueblos de muchos mundos, visto cosas en las

    que no poda ni creer ni dejar de creer; y sabas tantas otras que nopoda decirse que fuera un ignorante.--Qu viste antes de que Eric te despertase?--Vi a Eric... Stark... en un lugar desconocido, entre unas rocas.

    Haba Hombres Encapuchados, pero sus capas eran de varioscolores, no slo el naranja de los Llegados Primero. Parecanaclamar a Stark y alguien... algo... celebraba un rito con un pual. Visangre...

    En los brazos de Stark, el muchacho se tens.--Sangre de quin? -pregunt Stark.

    --La tuya. Pareca una ofrenda, un sacrificio.Mir a Jofr.--El muchacho estaba all. Le en su frente que era tu gua. Sin

    l, no encontrars el camino.--Ests segura de eso? -pregunt Ashton.--Estoy segura de lo que vi, eso es todo. Te lo ha contado

    Stark? Mi madre era Gerrith, la Mujer Sabia de Irnan. Tena el don,

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    un don muy poderoso. El mo es dbil y poco regular. Viene cuandose le antoja. Veo y no veo.

    Se volvi hacia Stark.--Las visiones me irritan! Djame en paz! Me gustara caminar

    por mi vida