los orÍgenes de la filosofÍa occidental · 2018. 9. 18. · los filósofos griegos se plantearon...

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1 LOS ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA OCCIDENTAL 1.- LA FILOSOFÍA PRESOCRÁTICA 1.1.- El paso del mito al logos: a) El surgimiento de la filosofía en Grecia. b) Mito y explicación racional (logos). 1.2.- El concepto de Physis (naturaleza): a) Significado e importancia de esta idea en el pensamiento griego. b) Naturaleza y explicación racional. 1.3.- Modelos presocráticos de explicación de la naturaleza: a) La escuela de Mileto: Tales, Anaximandro y Anaxímenes. b) La escuela pitagórica. c) Heráclito de Éfeso y Parménides de Elea. d) Los pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y Demócrito. 2.- LA SOFÍSTICA Y SÓCRATES 2.1.- El giro antropológico. 2.2.- Los sofistas y la convencionalidad de las normas. a) Razones del giro antropológico de la sofística. b) Rasgos comunes de los sofistas. c) La doctrina político-moral de los sofistas: el convencionalismo. 2.3.- La autoexperiencia moral en Sócrates. a) Coincidencias y diferencias entre Sócrates y los sofistas. b) La búsqueda del conocimiento frente al relativismo sofístico. c) Virtud y saber: el intelectualismo moral.

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LOS ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA OCCIDENTAL

1.- LA FILOSOFÍA PRESOCRÁTICA

1.1.- El paso del mito al logos: a) El surgimiento de la filosofía en Grecia. b) Mito y explicación racional (logos).

1.2.- El concepto de Physis (naturaleza): a) Significado e importancia de esta idea en el pensamiento griego. b) Naturaleza y explicación racional.

1.3.- Modelos presocráticos de explicación de la naturaleza: a) La escuela de Mileto: Tales, Anaximandro y Anaxímenes. b) La escuela pitagórica. c) Heráclito de Éfeso y Parménides de Elea. d) Los pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y Demócrito.

2.- LA SOFÍSTICA Y SÓCRATES

2.1.- El giro antropológico.

2.2.- Los sofistas y la convencionalidad de las normas. a) Razones del giro antropológico de la sofística. b) Rasgos comunes de los sofistas. c) La doctrina político-moral de los sofistas: el convencionalismo.

2.3.- La autoexperiencia moral en Sócrates. a) Coincidencias y diferencias entre Sócrates y los sofistas. b) La búsqueda del conocimiento frente al relativismo sofístico. c) Virtud y saber: el intelectualismo moral.

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1.- LA FILOSOFÍA PRESOCRÁTICA

1.1.- EL PASO DEL MITO AL LOGOS

Suele decirse, acertadamente, que la filosofía y la ciencia aparecen cuando se abandona el mito sustituyéndolo por la explicación racional (logos). La filosofía surge, pues, cuando el logos sustituye al mito en la tarea de explicar la realidad en toda su complejidad: el universo físico, la naturaleza individual humana y la convivencia social, con sus implicaciones de carácter político y moral. El paso del mito al logos es un acontecimiento que tiene lugar en la cultura griega alrededor del siglo VI a.C. Dos son las cuestiones que se nos plantean de forma inmediata:

¿Por qué este hecho trascendental ocurrió en la cultura griega y no en otras culturas antiguas, y por qué precisamente en esa fecha?

¿En qué consisten el pensar mítico que se abandona y el pensar racional que se le opone? Una comprensión adecuada de esto último, es decir, del sentido e

implicaciones del pensar racional, permitirá comprender la originalidad y vigor con que los filósofos griegos se plantearon los problemas del universo físico, del ser humano y de la sociedad.

a) El surgimiento de la filosofía en Grecia

El origen de la filosofía se ha pretendido explicar a menudo recurriendo a la genialidad de los griegos. Pero dejando a un lado el genio griego, han de tenerse en cuenta ciertas condiciones socioculturales que hicieron posible el surgimiento de la filosofía en este contexto.

La Grecia anterior al surgimiento de la filosofía se caracteriza por las siguientes circunstancias:

1.- Es una sociedad aristocrática, agrícola y guerrera. La sociedad se encuentra dividida en nobleza (que vive placenteramente en épocas de paz y conduce al pueblo en épocas de guerra) y pueblo (dedicado, fundamentalmente, a la agricultura y la ganadería en tiempos de paz). Los ideales morales que mantiene son que los nobles son los únicos depositarios de la virtud, siendo los valores supremos el linaje (el de linaje noble es bueno y excelente y el de linaje plebeyo es malo y vulgar), el éxito (fracasar es vergonzoso y malo) y la fama. Resulta, por tanto, fácilmente comprensible que en una sociedad estructurada de este modo no haya lugar para las ideas de justicia y derecho, que implican una cierta igualdad entre los hombres.

2.- La cultura griega arcaica carece de libros sagrados y un sistema educativo organizado. El papel de educadores lo desempeñaban los poetas y, muy especialmente, Homero. En aquellas sociedades donde hay libros sagrados y dogmas, la posibilidad de crítica a la doctrina contenida en estos es escasa o nula. El carácter peculiar de la cultura griega, donde los conocimientos se transmitían de forma oral, hizo más fácil la crítica a las doctrinas homéricas, crítica que constituye el punto de partida de la filosofía.

A partir del siglo VII a.C., tuvo lugar una honda transformación en la sociedad griega. Cobra importancia definitiva el comercio y aparece la moneda. Además, los viajes y el contacto con otras culturas traerán consigo nuevos conocimientos técnicos y geográficos, junto al de distintas formas de vida. En las mentes más despiertas, la sabiduría popular (enseñanzas de los poetas) comienza a parecer inadecuada. Por ejemplo, los valores guerreros y aristocráticos quedan desfasados cuando las relaciones comerciales exigen nuevas formas de justicia y derecho como base para intercambiarlos.

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En general, se abre paso la convicción de que la interpretación del universo y de la convivencia humana ha de asentarse sobre bases distintas, esto es, sobre bases racionales. Esto nos permite comprender dos hechos fundamentales: 1.- La filosofía surge como una crítica a la sabiduría popular, a la que intenta suplantar. 2.- Esta sabiduría popular, que nos ofrecía explicaciones míticas e irracionales, es criticada por el logos (filosofía) en todos los frentes: moral, astronomía, teología, ciencia, etc. Se trata de una nueva visión de la realidad que se esfuerza en eliminar los supuestos irracionales del mito.

b) Mito y explicación racional (logos)

En general, cabe entender por mito el conjunto de narraciones y doctrinas tradicionales difundidas por los poetas acerca del mundo, los dioses y los hombres. Estos escritos se caracterizan por ofrecer una explicación total, que dé respuesta a todos los problemas y enigmas más acuciantes y fundamentales acerca del origen y la naturaleza del universo, del hombre, de la técnica, de la sociedad, etc. La filosofía no renunciará a esta dimensión de respuesta última acerca de la totalidad de lo real, más bien ese será uno de sus rasgos esenciales, aunque desde una perspectiva distinta: la racional. En el siguiente cuadro se muestra el contraste entre las respuestas ofrecidas por el mito y el logos:

MITO LOGOS Carácter imaginativo: la principal facultad del conocimiento es la imaginación, caracterizada por su absoluta libertad, y al margen de principios como el de identidad (A es igual a A), no-contradicción (no es posible al mismo tiempo A y no-A) o tercio excluso (o A o no-A), que atribuimos a la razón.

Carácter racional: conocer racionalmente es conocer por causas, asumiendo los principios básicos de la razón (identidad, no-contradicción y tercio excluso).

Explicación sobrenatural o trascendente: a preguntas plenamente racionales y naturales (enfermedades, derrotas militares, desastres naturales, etc.) se dan respuestas de orden superior (cólera de los dioses, destino, etc.). La causa de lo que pasa en el mundo está fuera del mundo, en un nivel no físico.

Explicación natural o inmanente: la naturaleza encuentra su explicación en causas naturales que nos permiten predecir acontecimientos futuros con bastantes garantías de éxito.

Explicación arbitraria: no hay posibilidad de pensar la realidad como regida por leyes que nos permitan predecir con garantías el futuro a partir de la causalidad que suponemos en las cosas. Para el mito, las cosas son así, pero podrían ser de otra manera (depende del estado de ánimo de los dioses).

Explicación necesaria: en el universo reinan el orden y la regularidad (NO la voluntad de los dioses) y la razón humana puede descubrirlos. Para el pensamiento racional, las cosas son así y no pueden ser de otro modo, las cosas suceden cómo y cuando tienen que suceder.

Explicación particular y concreta: dos casos o situaciones, aunque parecidos, pueden tener explicaciones distintas.

Explicación universal y abstracta: todos los hechos similares deben responder a la misma causa explicativa.

No verificable ni falsable: como las explicaciones que se dan son de carácter trascendente, es imposible verificar su veracidad, y lo que es más, tampoco las podemos falsar: cuando los hechos no coinciden con lo que era de esperar conforme a la explicación dada, en lugar de cambiarla por otra, se atribuye a razones misteriosas o al simple capricho de los dioses.

Verificable y falsable: lo que decimos de la realidad puede ser contrastado con ella, lo que confirmará, o no, la validez de nuestras teorías.

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Resulta obvio que dentro de las coordenadas del mito es imposible la ciencia. La ciencia solo es posible como búsqueda de leyes o regularidades que rigen la naturaleza. Y, ¿cómo intentar siquiera descubrir las leyes que rigen el universo si se niega por principio su misma existencia? El logos comienza cuando la idea de arbitrariedad es suplantada definitivamente por la de necesidad. Esta convicción constituye, ciertamente, uno de los logros más importantes de la cultura occidental. A esta idea de necesidad se hallan vinculadas un conjunto de ideas que constituyen lo que podemos denominar coordenadas o esquema intelectual dentro del cual tiene lugar la explicación racional en la filosofía griega. Veámoslo en un cuadro:

CONOCIMIENTO

RAZÓN

LA UNIDAD

REALIDAD

LO PERMANENTE

LA ESENCIA

SENTIDOS

LA PLURALIDAD

LO CAMBIANTE

LAS APARIENCIAS

TEORÍA DEL CONOCIMIENTO ONTOLOGÍA

La idea de que las cosas suceden como tienen que suceder está relacionada con la idea de permanencia o constancia: las cosas se comportan de una manera constante. Así, por ejemplo, el agua se comporta de una manera constante: hierve y se solidifica siempre a unas temperaturas determinadas. Tiene una manera de ser constante o permanente. Esta manera de ser constante o permanente fue denominada por los griegos como esencia (eidos). La esencia es lo que una cosa es a pesar de los cambios de apariencia o estado. El agua se presentará en estado sólido, líquido o gaseoso, pero siempre es agua; un hombre se presentará bajo distintas apariencias, edades, etc., pero siempre se trata de un hombre. Por último, esta manera de ser constante es lo que hay de idéntico y común entre seres que muestran apariencias diversas. La esencia es, pues, el fundamento de la unidad de las cosas frente a la multiplicidad de sus estado y apariencias y frente a la pluralidad de individuos que la comparten. Desde este esquema intelectual, conocer las cosas será conocer lo que verdaderamente son, lo que tienen de común y permanente. Y los sentidos, aunque muy útiles, son incapaces de proporcionarnos tal conocimiento; antes al contrario, los sentidos nos muestran una multiplicidad de individuos de apariencias y estados cambiantes y accidentales. Es necesario un esfuerzo intelectual, racional, para alcanzar el ser de las cosas, su esencia. De este modo, y en correspondencia con la dualidad establecida anteriormente (unidad y permanencia frente a pluralidad y cambio), los griegos establecieron también una dualidad en el campo del conocimiento: razón frente a sentidos. La heterogeneidad del conocimiento racional con respecto al conocimiento sensible se reveló a los griegos fundamentalmente en el dominio de las matemáticas. Hay, pues, esencias o maneras de ser comunes a una multiplicidad de individuos. En esta idea se basa la actividad intelectual consistente en clasificar, esto es, en agrupar a los seres del universo en grupos cada vez más amplios. Esta búsqueda racional de lo permanente y común está asociada a la convicción fundamental de que todo el universo se reduce, en último término, a uno o muy pocos elementos. Esta es la perspectiva que permite comprender tanto la originalidad como la trascendencia histórica de la pregunta de los primeros filósofos griegos acerca del Arché, o principio último de lo real.

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1.2.- EL CONCEPTO DE PHYSIS (NATURALEZA)

a) Significado e importancia de esta idea para el pensamiento

griego

“Naturaleza” o “physis” posee para los griegos, igual que para nosotros, dos grandes usos o acepciones:

1. La totalidad del universo, exceptuando a las cosas producidas por el ser humano.

2. Lo que las cosas son (esencia) de manera permanente y constante. Por ejemplo, hablamos de una “naturaleza humana”. En este segundo sentido, la idea de physis es una intuición original y originaria del pensamiento griego.

Los rasgos que caracterizan a la “physis”, según la filosofía griega, son:

Necesidad: el universo como totalidad es un todo ordenado (es un cosmos, no un caos). El universo es un cosmos porque todos los seres que lo pueblan están en su sitio y se comportan del modo que les corresponde según su naturaleza (esencia). Es decir, el que las cosas tengan una esencia hace que el universo sea un cosmos y no un caos.

Dinamismo: el universo muestra un orden dinámico en que los movimientos de los astros, las estaciones, etc., se suceden ordenadamente. Negar el cambio, el movimiento, es negar la naturaleza.

El movimiento y actividad de los seres naturales es intrínseco: este rasgo marca la separación radical entre los seres naturales y los seres artificiales o artefactos (los seres que son producto del trabajo e industria humanos). Por esta actividad intrínseca y propia que caracteriza a la naturaleza, el universo no puede ser concebido por los griegos como una máquina (modelo que presidirá la concepción de la naturaleza en la modernidad), sino más bien como un organismo viviente.

b) Naturaleza y explicación racional (logos)

Pasemos ahora a considerar la relación que la idea de naturaleza guarda con el logos o explicación racional.

La naturaleza, en cuanto modo de ser propio y permanente de la cosas, se identifica con lo que llamábamos esencia, pero con una importante diferencia de matiz, que resulta del carácter dinámico que señalábamos en la naturaleza: la esencia es la manera de ser permanente de las cosas por oposición a sus aspectos cambiantes y variables; la naturaleza es ese mismo modo de ser permanente, pero en cuanto que determina cierto tipo de actividades u operaciones propias (ver cuadro de la página 4). Así, mientras que la esencia prescinde de los aspectos variables y cambiantes de las cosas, la naturaleza explica, precisamente, esas variaciones y cambios. De esta manera, el concepto de naturaleza tiende un puente entre los miembros de las distintas oposiciones del cuadro de la siguiente forma:

Es lo permanente en cuanto que explica los cambios.

Es el ser real de las cosas (esencia) en cuanto fundamento de lo que parecen ser (apariencia).

Es el principio de unidad capaz de generar la pluralidad.

Por tanto, preguntar por la naturaleza es preguntar por el ser de las cosas para, a partir de él, explicar sus movimientos y procesos.

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La pregunta de los primeros filósofos griegos, desde Tales de Mileto, es una pegunta por la naturaleza, por la physis, y por su principio último, el arché.

El arché es:

Es aquello a partir de lo cual se generan los seres del universo, el origen.

Es aquello en que consisten los seres del universo, de lo que los seres del universo están formados, lo permanente, el sustrato último.

Es aquello capaz de explicar las distintas transformaciones del universo, su causa.

La pregunta de los primeros filósofos griegos por el principio último de la totalidad de lo real (arché) presenta, pues, una doble característica:

1. Radicalidad: en cuanto que pretende alcanzar el principio último y originario. 2. Universalidad: en cuanto que aspira a alcanzar el principio de todo lo real.

Se trata, por tanto de la pregunta con la que se abre y empieza la historia de la filosofía.

1.3.- MODELOS PRESOCRÁTICOS DE EXPLICACIÓN DE LA

NATURALEZA

El tema fundamental del que se ocupan los primeros filósofos, los presocráticos, es la naturaleza o physis. De ahí que a este conjunto de filósofos se les denomine con frecuencia como cosmólogos o físicos (Aristóteles los llamaba physikoi, es decir, físicos o filósofos de la naturaleza). Su actividad se desarrolla durante el siglo VI a. C. y la primera mitad del siglo V a. C. Veamos los distintos modelos que estos filósofos propusieron.

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a) La escuela de Mileto: Tales, Anaximandro y Anaxímenes.

La cuna de la filosofía griega se encuentra en Jonia, región situada en Asia Menor, y que pertenece a la costa occidental de la actual Turquía. Es en una ciudad de Jonia, en Mileto, donde tres grandes pensadores van a coincidir en una idea común: la existencia de un principio básico de la naturaleza (arché) que se mantiene estable a pesar de los cambios externos observables. Esa única realidad o sustancia, según hemos visto, ejercerá las funciones de origen, sustrato y causa de todo lo real.

Tales de Mileto: Tales de Mileto era un hombre de negocios, mezcla de filósofo y científico, que

desarrolló su actividad intelectual en la primera mitad del siglo VI a. C. Como astrónomo predijo un eclipse de Sol acaecido en el año 585 a. C., y como ingeniero y matemático formuló el teorema que lleva su nombre.

Tales es considerado el primer filósofo por ser el primero que introdujo la investigación racional acerca del principio o arché de lo real. Según Tales, el principio único y común de todos los seres (origen, sustrato y causa de todo lo que existe) es el elemento líquido, el agua. Esta hipótesis se fundamentaría en la observación de que la vida (y no olvidemos que los griegos conciben la naturaleza como un organismo viviente) se genera y conserva por lo húmedo. Todos los seres del universo han surgido, por tanto, del agua, mediante los procesos de condensación y rarefacción de la misma.

Anaximandro de Mileto: Fue discípulo y sucesor de Tales y fue también astrónomo, geómetra y

geógrafo (diseñó un mapamundi según los conocimientos de la época). Anaximandro propone como arché de la physis, no una sustancia concreta,

como Tales, sino que él lo llama ápeiron, palabra griega que significa lo ilimitado, lo infinito, lo indefinido, una especie de materia prima indeterminada y caótica, de dimensiones infinitas e imperceptible, que contiene en su seno a todos los contrarios. Está dotada desde el principio de movimiento natural interno que produce en su interior remolinos que originan una pluralidad de universos. En cada universo se produce un proceso de separación natural de los contrarios (frío/caliente) de los que nacerán los cuatro elementos (agua, tierra, aire y fuego) y a partir de estos, y siguiendo el proceso de separación y combinación, se formarían todos los seres restantes.

Anaxímenes de Mileto: Discípulo y compañero de Anaximandro, vuelve a fijarse en un elemento

material, y no abstracto, como arché. Para éste, la sustancia original y primera, de la que está formada todo lo que existe es el aire. El aire, al dilatarse (rarefacción) engendraría lo caliente hasta llegar al fuego, y por condensación, se transformaría en agua, y finalmente en tierra.

b) La escuela pitagórica

Pitágoras (aprox. 570-490 a.C.) jonio de nacimiento, nacido en Samos, tras diversos viajes por Oriente próximo se estableció hacia el 530 a.C. en Crotona, Magna Grecia (al sur de la actual Sicilia), donde fundó una escuela que recibió el nombre de escuela pitagórica. Se trata de una comunidad de naturaleza religiosa y política, caracterizada por su secretismo y los ritos de iniciación de sus miembros. Aunque los escritos de esta comunidad son atribuidos al fundador, Pitágoras, lo cierto es que es muy difícil precisar de quién o quiénes son las aportaciones por ellos realizadas.

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Sus mayores preocupaciones se centraron en la religión. En este sentido adoptaron la influencia del Orfismo, una antigua organización religiosa que defiende una antropología dualista, esto es, que el ser humano está compuesto de dos sustancias distintas: el cuerpo y el alma. El cuerpo es material y corruptible, la cárcel del alma, y el alma espiritual es de origen celeste, inmortal y sujeta a la transmigración. A partir de esto fundan una moral basada en castigos y recompensas tras la muerte. El hombre, a lo largo de su vida, ha de purificar su alma para prepararse para la otra vida. Las formas de purificación incluyen el estudio de las matemáticas, la música o la filosofía. Esta doctrina influirá enormemente en Platón, y a través de éste, en toda la cultura occidental. Pero los pitagóricos fueron ante todo matemáticos, lo que influyó decisivamente en su explicación acerca del arché de la physis. El arché, principio y origen común a todo lo real, es el número. Los pitagóricos observaron que múltiples propiedades y comportamientos de los seres reales (como la música o los movimientos de los astros) pueden ser formulados o expresados matemáticamente, por lo que supusieron que todos los seres del universo –tanto lo que son como su forma de comportarse- son formulables en un lenguaje matemático. Así, los números constituyen el arché del universo, la naturaleza última de todo lo real.

c) Heráclito de Éfeso y Parménides de Elea

La filosofía asciende de tono cuando nos adentramos en el siglo V a. C., con las reflexiones de Heráclito y Parménides.

En la teoría del conocimiento, Heráclito coincide con Parménides en afirmar que el conocimiento racional es el único firme e indubitable, capaz de proporcionarnos el verdadero saber: la episteme o ciencia, frente al conocimiento empírico (de los sentidos) que es inseguro, dudoso, doxa (opinión) y, por tanto, rechazable si queremos alcanzar la verdad.

Pero aquí acaban las coincidencias entre ambos. Por eso aparecen, en la historia de la filosofía, como pensadores enfrentados. Si Parménides inaugura en Occidente el pensar metafísico basado en la identidad y en la no-contradicción como principios básicos de la razón, Heráclito introduce la contradicción, la oposición de contrarios, como la esencia de la realidad y por tanto también de nuestro conocimiento de ella, si quiere captarla fielmente.

Heráclito de Éfeso:

Vivió, aproximadamente, de la segunda mitad del siglo VI a. C. hasta el 480 a. C. De su obra se conservan fragmentos recogidos en una obra titulada posteriormente Acerca de la naturaleza, escrita en prosa y en un estilo denso, aforístico y metafórico, que le valió en su época el sobrenombre de “el oscuro”.

En su ontología, Heráclito señala que los sentidos nos muestran una realidad cambiante, pero también algunas cosas fijas y permanentes (como puede ser una roca o un paisaje), como si en el universo hubiera algunas cosas que no cambiasen. Pero esta inmutabilidad que percibimos a través de nuestros sentidos es solo aparente. Detrás subyace lo verdaderamente real, a lo que se accede mediante la razón dialéctica: una naturaleza siempre cambiante, semejante a un río en el que no podemos bañarnos dos veces en las mismas aguas. Es decir, en el universo, la ley de identidad de cada cosa consigo misma carece de vigencia, al estar todas las cosas sometidas a constante transformación. Según Heráclito «todo fluye, nada permanece» («Panta rei»). Pero, aunque todo cambia, ese devenir no es caótico ni irracional, según Heráclito, sino que se realiza de acuerdo a cierta ley (logos) y proporción: la ley de oposición o lucha de contrarios. Las cosas que pueblan el universo no son sino algo producido por el enfrentamiento de dos fuerzas contrarias, «como ocurre con el arco y la lira».

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Esta naturaleza siempre cambiante tiene como arché o esencia común al fuego, del que todo procede y al que todo vuelve. Las cosas nacen del fuego por vía descendente (fuego, aire, agua y tierra) y vuelven al fuego por vía ascendente (tierra, agua, aire y fuego).

Parménides de Elea:

Vive entre el 510 y el 450 a. C., aproximadamente. Su importancia filosófica es enorme, ya que su obra divide a la filosofía presocrática en dos periodos bien definidos: el de los sistemas monistas (que tratan de reducir todos los entes del universo a una única sustancia o arché) anteriores a él, y el de los sistemas pluralistas posteriores. Se conservan 154 versos de un poema escrito en versos hexámetros, donde se plantean, principalmente, dos problemas: uno gnoseológico (teoría del conocimiento) y otro metafísico u ontológico sobre el Ser (la realidad en su conjunto). En el terreno gnoseológico, Parménides plantea una oposición radical entre el conocimiento empírico (vía de la opinión) y el conocimiento racional (vía de la verdad). El primero (conocimiento sensible) no es fiable, solo nos conduce a la doxa u opinión, y nunca al verdadero conocimiento y a la verdad. Su objeto son las cosas concretas y sensibles, sujetas a la generación y la corrupción y a todos los demás tipos de cambios, por lo que el conocimiento de estas cosas también será cambiante. El otro tipo de conocimiento es el de la razón, que es el único que nos proporciona la episteme o ciencia, porque su objeto es universal y necesario. La importancia histórica de Parménides radica en que descubre los dos pilares básicos de la razón analítica: el principio de identidad (A es igual a A) y el de no-contradicción (no es posible que A y no-A), y en las consecuencias que se derivan de su aplicación al problema de la physis. Con Parménides se inicia el camino de la ontología. Lo que descubre por la vía de la razón es que el arché de la physis consiste o se identifica con el Ser, y que este es uno, eterno, esférico, finito, indivisible e inmóvil. Rechaza, por tanto, que la pluralidad cambiante de seres que nos ofrecen los sentidos sea la verdadera realidad, pues tal multiplicidad y cambio implican algo que es lógicamente imposible si seguimos los principios de la razón expuestos anteriormente. Parménides defenderá la existencia del Ser (el no-Ser ni siquiera se puede pensar) como la esencia, principio y fundamento de todo lo real. Y todo lo que puede decirse de la physis, o sea, del Ser, es que:

Por el principio de identidad: el Ser es y no puede no ser, y el no-Ser no es y no puede ser.

Por el principio de no-contradicción: no puede ser que el Ser, no sea, o que el no-Ser, sea.

Niega, por tanto, el movimiento en la physis, ya que este supondría el paso del no-Ser al Ser o viceversa, y eso es lógicamente (racionalmente) imposible.

La afirmación de que la verdadera realidad, solo captable por la razón, es única e inmutable, constituye lo que llamamos el monismo estático del Ser de Parménides, y con ello inaugura en Occidente la rama filosófica de la ontología: el estudio del Ser en cuanto Ser, en su sentido más amplio, y sin descender al análisis de las cosas concretas, los entes.

d) Los pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y Demócrito

Después de Parménides no fue posible ya retornar a una explicación monista de la physis, ya que aceptar una única realidad como origen, sustrato y causa era condenarse a no poder explicar la pluralidad ni el movimiento. Surgen, por tanto, en el

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siglo V a. C. unos filósofos que intentan conciliar la permanencia e identidad del Ser con la existencia del cambio, proponiendo que no es uno, sino varios elementos, el arché o principio de todo lo real.

Empédocles de Agrigento:

Para Empédocles el arché son los cuatro elementos: agua, tierra, aire y fuego, a los que denomina como raíces de todas las cosas. Todo ser natural es uno de los elementos o un compuesto a partir de ellos. La composición y descomposición, y por tanto, la generación y corrupción de los seres, se explica por la acción de dos fuerzas: el amor (philía) y la discordia u odio (neikós), que impulsan a los elementos y los hacen moverse (unirse y separarse).

Anaxágoras de Clazomene:

Mantiene que el arché de todas las cosas son unas semillas o partículas muy sutiles, indestructibles, inalterables e invisibles por su pequeño tamaño. Aristóteles las llamó homeomerías, y contienen una porción de todas las sustancias naturales y de sus cualidades en proporciones distintas, por lo que en cada agrupación de semillas predomina una cualidad diferente. En los seres humanos, por ejemplo, predominan las “partículas de ser humano”, pero en realidad en el ser humano, como en el resto de seres, hay partículas u homeomerías de todas las sustancias del universo. Según dice Anaxágoras, «todo participa de todo».

La generación y corrupción de las cosas se explica por un proceso de agregación y desagregación de homeomerías siguiendo leyes físicas. Pero el primer impulso se debe a la acción de una Inteligencia ordenadora o Nous, y a partir de ahí el universo progresa y se desarrolla mecánicamente por sus propias fuerzas.

Demócrito de Abdera:

Junto con su maestro Leucipo, es el fundador del atomismo mecanicista. Según Demócrito, el arché común a todo lo real es una pluralidad infinita de partículas indestructibles, inalterables e indivisibles llamadas átomos. Los átomos son cualitativamente idénticos, ya sean de agua, de fuego o de alma, sus diferencias serán, más bien, cuantitativas: el tamaño, la forma y la posición que ocupan en la composición de los seres. El alma humana, por ejemplo, estaría formada por los átomos más sutiles.

Los átomos están dotados de movimiento natural rectilíneo, y se mueven en el espacio vacío, chocando entre sí y formando remolinos y uniones de átomos, que constituyen los seres concretos. El tamaño, la forma o la manera de unirse entre sí los átomos, es lo que, en cada caso, origina la diversidad de seres. La destrucción o corrupción se produce cuando un conjunto de átomos se desintegra o desune.

La agregación y desagregación de átomos se produce de una manera necesaria y mecánica, pero esta necesidad se rige por unas leyes que son inaccesibles a la razón humana y, por ello, a veces la confundimos con el azar. Así pues, la última respuesta al problema de la physis nos aboca al escepticismo (la verdad no es asequible al ser humano).

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2.- LA SOFÍSTICA Y SÓCRATES

2.1.- EL GIRO ANTROPOLÓGICO

La actividad intelectual de los últimos filósofos presocráticos se prolonga hasta

bien entrada la segunda mitad del siglo V a.C. Sin embargo, en la segunda mitad del

siglo V a.C. en la polis de Atenas, se produce un notable cambio de intereses

intelectuales: los temas relativos a la naturaleza pasan a un segundo plano, y los

pensadores de la época centran su atención en cuestiones relacionadas con el ser

humano, la educación y la política. Para denominar a este cambio se utiliza a

menudo la expresión de “Giro Antropológico”. Esta orientación de la filosofía hacia

los asuntos humanos fue llevada a cabo por un conjunto de intelectuales a los que

denominaremos con el nombre de sofistas, y también por Sócrates, filósofo

contemporáneo a los sofistas, a los que se oponía particularmente en temas morales,

según la imagen que de él nos ha transmitido Platón.

2.2.- LOS SOFISTAS Y LA CONVENCIONALIDAD DE LAS NORMAS

“Sofista” significa etimológicamente el más sabio (Sofía=sabiduría) y, en

principio, se utilizaba en Grecia para designar a los que sobresalían por sus grandes

conocimientos. Sin embargo, esta denominación adquiere una connotación peyorativa

a partir de que grandes filósofos de la antigüedad, como Sócrates, Platón y Aristóteles,

empezaron a utilizarla como una burla hacia los filósofos que estudiaremos a

continuación. Les acusaban de que, más que saber realmente, aparentaban saber

todo y, con falsos argumentos, pretendían engañar a los demás para beneficiarse

económicamente, dado que los sofistas impartían enseñanzas a cambio de una

remuneración. Hoy en día se valoran más positivamente las aportaciones de estos

pensadores pero, aún así, el término “sofista” sigue teniendo una connotación

negativa.

a) Razones del “Giro antropológico” de la sofística

Las principales razones del cambio de orientación de los sofistas fueron las

siguientes:

1. Su interés por seguir con la tradición educativa iniciada por los grandes

poetas griegos. Los presocráticos eran sabios que apenas se preocupaban

por la transmisión de sus conocimientos al pueblo.

2. La nula preocupación por las investigaciones de los presocráticos acerca

de la naturaleza, que habían acabado en una diversidad de teorías opuestas o

incluso contradictorias entre sí (uno o varios archés, devenir o inmutabilidad,

azar o necesidad, etc.), que abocaron a la filosofía hacia un callejón sin salida.

3. El nacimiento de la democracia en Atenas, que trajo consigo un notable

cambio en la naturaleza del liderazgo político: ya no basta el linaje, sino que es

necesario ser capaz de convencer a los ciudadanos para ser elegido como

gobernante. En una sociedad como la ateniense, donde las decisiones las

toma la asamblea del pueblo y donde la máxima aspiración es el triunfo (el

poder político), se sintió pronto la necesidad de prepararse para ello. Un buen

político necesitaba, indubitablemente, ser un buen orador para manejar al

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pueblo. También necesitaba poseer ciertas ideas acerca de la ley, de lo justo y

lo conveniente, acerca de la administración y del Estado. Estos conocimientos

son los contenidos de las enseñanzas de los sofistas, de ahí su éxito y

popularidad en la época.

b) Rasgos comunes de la sofística

1. La institucionalización de la enseñanza: son los primeros profesionales de la

enseñanza, por la que cobran sumas considerables al tener una finalidad tan

codiciada como la de conseguir el éxito político. Sus clientes eran las familias

pudientes de la ciudad.

2. Enseñan disciplinas humanísticas: tales como el arte de la retórica (saber

hablar, el arte de la persuasión), la política, la moral, el derecho, etc.

3. El relativismo y el escepticismo: estos filósofos mantienen una actitud

escéptica frente a las teorías presocráticas acerca de la naturaleza, puesto que

no habían logrado llegar a resultados concluyentes que todo el mundo pudiese

aceptar. De este modo defienden el relativismo (no hay una verdad absoluta,

como mucho hay verdades parciales y relativas) y el escepticismo (si hubiese

una verdad absoluta, esta sería incognoscible para el ser humano).

Protágoras (relativismo), por ejemplo, declara que «el hombre es la

medida de todas las cosas», es decir, lo que existe o no existe, lo verdadero,

lo bello o lo justo, lo decide el hombre en cada momento y según su

conveniencia, puesto que no existe ni el Ser, ni la Verdad, ni la Belleza, ni la

Justicia.

Gorgias (escepticismo) va aún más lejos al afirmar «nada existe, si

existiese no podría ser conocido por el hombre, y fuese conocido no

podría ser comunicado mediante el lenguaje». Es decir, las cosas no tienen

una esencia fija y permanente, sino que son cambiantes (nada existe); aunque

existiesen cosas fijas, nuestro conocimiento de las mismas es demasiado

limitado para poder conocerlas y comprenderlas en todas sus dimensiones (las

cosas no pueden ser conocidas); y aún pudiendo conocerlas, el lenguaje y la

realidad son tan heterogéneos que una palabra nunca podría captar ni

transmitir la esencia de una realidad (las cosas no se pueden comunicar

mediante el lenguaje).

4. El lenguaje como instrumento de manipulación: para los presocráticos

antes y para Platón y Aristóteles después, la realidad es racional, por lo que el

pensamiento y el lenguaje se acomodan a ella, son capaces de expresarla

adecuadamente. Pero los sofistas desvinculan al lenguaje de la realidad, el

lenguaje no manifiesta lo real, ni puede hacerlo, como afirmara Gorgias. Por lo

tanto, la función del lenguaje es la de ser un instrumento de manipulación,

es un arma para convencer e impresionar a las masas, un medio de imponerse

a los demás, si se dominan las técnicas adecuadas. De ahí la importancia de la

retórica, el arte de la persuasión.

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c) la doctrina político-moral de los sofistas: el

convencionalismo

La tesis central de los sofistas es que tanto las leyes e instituciones políticas

como las normas e ideas morales son convencionales.

El carácter convencional de las leyes e instituciones políticas: la

oposición physis-nomos:

En su acepción más general, el término griego “nomos” significa la ley, el

conjunto de normas políticas e instituciones establecidas por las que se rige una

comunidad. Toda comunidad humana se rige por unas leyes e instituciones, y en este

momento surge la pregunta por su origen y naturaleza.

En el momento en el que surge la sofística, la experiencia socio-política de los

griegos estaba condicionada por el continuo contacto con otros pueblos y por la

constatación de que cada pueblo o comunidad poseía sus propias leyes, distintas en

cada caso. Los propios sofistas eran, en buena parte, extranjeros llegados a Atenas

desde diversas polis y colonias griegas, por lo que conocían bien tales diferencias y

variedad.

Esto lleva a los sofistas a promover la convicción de que las leyes y las

instituciones son el resultado de un acuerdo o decisión humana. Las leyes son de

una determinada manera, pero nada impide que puedan ser de otro modo. En otras

palabras, son convencionales, es decir, están establecidas por un acuerdo más o

menos libre entre las personas y que, por tanto, pueden cambiarse si se estima

conveniente.

El término nomos viene a significar el conjunto de leyes y normas

convencionales, en oposición a la palabra physis, que expresa lo natural, las leyes y

normas de la naturaleza, ajenas a todo acuerdo o convención. Distinguen así

claramente entre lo que es por ley (nomos) de lo que es por naturaleza (physis).

El carácter convencional (y antinatural) de la moral:

Los sofistas, en general, defienden la tesis de que lo que se considera bueno y

malo, justo e injusto, no es fijo ni universalmente válido, sino que depende de quién,

dónde y cuándo lo considere. Es decir, la moral es también convencional. Y para

llegar a esta conclusión, los sofistas contaban con un argumento doble:

1. La falta de unanimidad acerca de qué es lo bueno, lo justo, etc. Esta

falta de unanimidad salta a la vista no solo comparando unos pueblos con

otros, sino también comparando los criterios de distintos individuos y grupos

dentro de una misma sociedad.

2. La comparación entre las normas de conducta vigentes y la naturaleza

humana. Los sofistas están de acuerdo en que lo único verdaderamente

común a todos los hombres es la propia naturaleza humana. Esta solo se

puede conocer observando el modo propio e intrínseco de comportarse de

los seres humanos.

Pero la búsqueda del modo natural de comportarse de los seres

humanos no es sencilla, ya que nuestro comportamiento está condicionado

por el aprendizaje, los hábitos adquiridos a lo largo de la vida, etc. Los

sofistas llegan a la conclusión de que el modo natural de comportamiento

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humano es lo que queda después de eliminar todo aquello que hemos

adquirido mediante las enseñanzas recibidas.

Algunos sofistas, como Calicles y Trasímaco, utilizan al animal y al

niño como ejemplos de lo que es la naturaleza humana al margen de los

elementos culturales adquiridos. De estos se deduce que solo hay dos

normas naturales de comportamiento:

o La búsqueda del placer (el niño llora cuando siente dolor y sonríe

cuando experimenta placer).

o El dominio del más fuerte (como podemos observar en el reino

animal).

La moral griega, al ir en contra de estas normas, es antinatural, según

estos pensadores.

Con estas consideraciones se inaugura en ética el eterno debate sobre las

normas morales, y sobre la distinción entre la ley natural (physis) y la ley positiva

(nomos).

2.3.- LA AUTOEXPERIENCIA MORAL EN SÓCRATES

Hijo de un escultor y una comadrona,

Sócrates nació en Atenas en el año 470 a.

C. No escribió ninguna obra, ya que

consideraba que el diálogo directo e

interpersonal era el único método válido

para la filosofía, ya que en él cada

interlocutor puede objetar al otro y

argumentar a favor de sus propias

posiciones.

Participó en el gobierno de Atenas,

aunque su mala fama en la ciudad le llevó a

ser enjuiciado por no honrar a los dioses de la ciudad y por corromper a la juventud

ateniense. Sin embargo, tras las acusaciones oficiales se escondían deseos de

venganza por parte de personas importantes a las que había puesto en ridículo con

sus diálogos, y el resentimiento de ciertos padres por la influencia de Sócrates en sus

hijos. La acusación lo condenó a muerte, pena que podía conmutar por el destierro

de su ciudad natal, Atenas. Sócrates desecha el destierro, pues opinaba que su vida

fuera de la polis no tenía sentido para él. Aún así la ejecución se retrasó un mes,

durante el cual sus amigos y discípulos trataron de convencerle de que escapase, a lo

que él renunció, alegando que iba en contra de sus principios y del respeto de las

leyes de la polis, que siempre había enseñado y defendido. Finalmente aceptó su

sentencia y él mismo bebió el veneno de la cicuta que acabaría con su vida.

Aunque Sócrates no dejó nada escrito, su pensamiento nos ha llegado gracias

a su discípulo Platón, que dedicó buena parte de su obra a defender las ideas de su

maestro, llegando a ponerlo como el personaje principal en la mayor parte de sus

diálogos.

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a) Coincidencias y diferencias entre Sócrates y los sofistas

Sócrates pertenece al mismo ambiente filosófico y cultural que los sofistas y

muchos de sus conciudadanos lo consideraron, erróneamente, un sofista más.

Comparte con ellos el interés por el ser humano y por las cuestiones morales y

políticas. Sin embargo, su personalidad y su doctrina contrastan radicalmente con las

actitudes mantenidas por los sofistas. Veremos tal contraposición en el siguiente

cuadro:

SOFISTAS SÓCRATES

Cobraban por sus enseñanzas.

No cobraba por enseñar.

Impartían conocimientos organizados en cursos completos.

No impartía conocimientos, sino que invitaba a sus alumnos a reflexionar, planteándoles constantemente cuestiones

Forma de practicar la filosofía:

Pronunciaban largos discursos y conferencias eruditas.

Cultivaba el diálogo entre maestro y alumnos, que consta de dos etapas: 1. La ironía: supresión de prejuicios y opiniones gratuitas hasta tomar conciencia de la propia ignorancia acerca del tema en cuestión. 2. La mayéutica (arte de las matronas): consiste en sacar a la luz la verdad que todos llevamos dentro. La verdad no se enseña ni se aprende, sino que la descubrimos en nosotros mismos. Defiende así el innatismo de las ideas, que influirá enormemente en Platón.

Actitud hacia la política y los valores morales:

La sociedad y el Estado son escenarios en donde los individuos compiten por el éxito y el poder, que son el objetivo de la vida. La tarea del educador consiste en dar instrumentos para lograr estos objetivos.

El objetivo de la educación socrática es el cuidado de uno mismo. La esencia del hombre es su alma racional, por lo que cuidar de uno mismo será cuidar del alma, que es lo que nos hace especiales y diferentes al resto de los animales. La tarea del educador es ayudar a los alumnos a cuidar de su alma racional para que llegue a ser lo mejor posible (lo más sabia posible). Hace un llamamiento a la interioridad: «conócete a ti mismo», porque en nosotros está la fuente de la verdad y de la moralidad, que nos conduce a la felicidad.

b) La búsqueda del conocimiento frente al relativismo sofístico

Sócrates se opone al relativismo defendido por los sofistas y a la tesis de la

imposibilidad de la comunicación humana, tal y como la expresaba Gorgias.

Sócrates acepta que es un hecho que no hay un acuerdo en el significado de

los términos morales (lo bueno, lo justo, etc.), pero esto no implica que tal acuerdo sea

imposible, sino que significa que hay que dialogar y esforzarse para lograrlo. Lo

podemos lograr intentando buscar lo que son las cosas en sí mismas, buscando su

esencia. Hay que investigar lo que es la bondad en sí misma, la justicia en sí

misma, etc. Ciertamente, llegar a conocer lo que las cosas son en sí mismas, más allá

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de las opiniones subjetivas, es algo difícil, pero que no tengamos las ideas claras no

significa que no podamos llegar a tenerlas algún día; solo demuestra que somos

perezosos e ignorantes.

Se trata de llegar a un acuerdo sobre los términos morales, estableciendo

qué es realmente cada cosa. Con esto, Sócrates trata de restaurar el valor del

lenguaje como vehículo de significaciones objetivas y válidas para todos los seres

humanos. Sócrates se basa en una afirmación fundamental: la aplicación de un

predicado general (concepto o idea) a una pluralidad de individuos o cosas,

supone la presencia en éstos de ciertos rasgos idénticos e identificables. Por

ejemplo, el hecho de que llamemos árboles a cierto tipo de seres vivos, supone que

todos ellos, a pesar de su diversidad, poseen uno o varios rasgos comunes en virtud

de los cuales todos ellos son árboles y no otra cosa. Del mismo modo, si

denominamos como justas a diversas acciones, personas o instituciones, en todas

ellas ha de encontrarse aquel rasgo o rasgos que identificamos con la justicia.

De este modo, Sócrates es mostrado por Platón, dialogando con sus alumnos

en la búsqueda de una definición rigurosa de los conceptos morales, es decir,

localizando el factor o carácter que hace buenos o virtuosos a ciertos hechos.

c) Virtud y saber: el intelectualismo moral

El intelectualismo moral, defendido por Sócrates, identifica la virtud (el bien

moral) con el saber. Afirma que «solo sabiendo qué es la justicia se puede ser

justo, solo sabiendo qué es lo bueno, se puede obrar bien». Sin embargo,

estamos habituados a ver a personas ignorantes que, sin embargo, son buenas y

justas, y personas instruidas con conductas reprobables. Ante esto Sócrates replica

que únicamente puede actuar justamente aquel que sabe qué es la justicia, de lo

contrario se tratará de un acierto puramente casual. Lo mismo que no consideramos

médico a aquel que acierta por casualidad con un remedio, tampoco es justo quien

realiza acciones justas sin saber qué es la justicia.

Sócrates afirma que nadie obra mal a sabiendas, ya que el conocimiento de la

virtud es condición, además de necesaria, suficiente para una conducta virtuosa. Ante

el hipotético caso de que alguien actuara mal a sabiendas, Sócrates respondería que

tal sujeto no sabía realmente que actuaba mal. Todos buscamos nuestro propio bien y

felicidad, y no el mal y la desgracia. Los que obran mal desconocen que el alma es

la esencia del ser humano, y confunden lo bueno, lo justo o lo virtuoso con cosas

externas o relacionadas con los placeres corporales. Pero la auténtica felicidad solo

puede venir del alma y su cuidado y no del mundo externo ni del cuerpo. O sea, que

los que se dejan guiar por la consecución de placeres físicos, honores o riquezas, son

ignorantes, no malvados.

Así, el intelectualismo moral desecha las ideas de pecado o culpa (nadie obra

mal voluntariamente), y conlleva, en último término, el sustituir las cárceles por

escuelas.