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LOS NUEVE LIBROS DE LA HISTORIA TOMO 9 HERODOTO DE HALICARNASO Ediciones elaleph.com

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  • L O S N U E V E L I B R O SD E L A H I S T O R I A

    T O M O 9

    H E R O D O T O D EH A L I C A R N A S O

    Ediciones elaleph.com

    Diego Ruiz

  • Editado porelaleph.com

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    LIBRO NOVENO.

    CALIOPE.

    Mardonio se apodera nuevamente de Atenas, aban-donada de sus ciudadanos, los cuales se quejan de laindiferencia de los Lacedemonios: decdense stos asocorrerlos, por lo cual Mardonio abandona la po-blacin despus de haber demolido sus muros yedificios. -Los Griegos son atacados a las inmedia-ciones del Citeron por la caballera persa, y muereen la refriega su jefe Masistio. Avanza el ejrcitogriego hacia Platea y se atrinchera contra el Persa.Disputa entre los Atenienses y los de Tegea sobrepreferencia en el campamento y mando: resea yformacin de ambos ejrcitos, los cuales, en vista delos ageros, permanecen indecisos, sin atreverse a

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    dar la batalla. Decdese Mardonio a embestir contralos Griegos, y Alejandro de Macedonia le avisa enpersona este proyecto. -Reto de Mardonio a los La-cones. Tratan los Griegos de retirarse para mejorarde posicin pero se opone un caudillo Lacedemo-nio, y entretanto algunos de los confederados huyena Platea. Al retirarse los Lacedemonios son atacadospor los Persas. -Muerte de Mardonio y fuga delejrcito persa, que atacado en sus trincheras es pa-sado a degello por los Griegos. Relacin de lossujetos que se distinguieron en aquella jornada y delbotn ocupado a los Persas. -El ejrcito Griegotrata de castigar a los aliados, y pone sitio a los Te-banos. Entretanto Leotiquides con la armada griegaintenta atacar a los restos de la persiana; pero susjefes saltan en tierra y se fortifican en Micale, endonde son atacados y vencidos por los Griegos. -Sublevacin de los Jonios contra los Persas.-Riaentre Masistes y Atraintes, generales persas. Amoresincestuosos de Jerges con la familia de Masistes. Elmanto de Jerges. Los Griegos atacan el Quersonesoy se apoderan de Sesto, plaza defendida por los Per-sas, y dan muerte a su gobernador, el impo Artaites.

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    Recibida, pues, dicha respuesta, dieron la vueltahacia Esparta los enviados; pero Mardonio, luegoque vuelto de su embajada Alejandro le dio raznde lo que traa de parte de los Atenienses, saliendoal punto de Tesalia dbase mucha prisa en conducirsus tropas contra Atenas, haciendo al mismo tiempoque se le agregasen con sus respectivas milicias lospueblos por donde iba pasando. Los prncipes de laTesalia1, bien lejos de arrepentirse de su pasadaconducta, entonces con mayor empeo y diligenciaservan al Persa de guas y adalides: de suerte queTorax el Lariseo, que escolt a Jerges en la huida,iba entonces abiertamente introduciendo en la Gre-cia al general Mardonio.

    II. Apenas el ejrcito, siguiendo sus marchas,entr en los confines de la Beocia, salieron conpresteza los Tebanos a recibir y detener a Mardonio.Representronle desde luego que no haba de hallarparaje ms a propsito para sentar sus reales queaquel mismo donde actualmente se encontraba;aconsejbanle, pues, con mucho ahnco, sin dejarlepasar de all, que atrincherado en aquel campo to-mara sus medidas para sujetar a la Grecia toda sin

    1 Tres eran los hermanos Alvadas, prncipes de Tesalia,Eupilo, Trasideo y Torax.

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    disparar un solo dardo, pues harto haba visto yapor experiencia cun arduo era rendir por fuerza alos Griegos unidos, aunque todo el mundo les aco-metiera de consuno. -Pero si vos, iban continuan-do, queris seguir nuestro consejo, uno os daremostan acertado, que sin el menor riesgo daris al suelocon todas sus mquinas y prevenciones. No habisde hacer para esto sino echar mano del dinero, ycon tal que lo derramis, sobornaris fcilmente alos sujetos principales que en sus respectivas ciuda-des tengan mucho influjo y podero. Por este mediolograres introducir en la Grecia tanta discordia ydivisin, que os sea bien fcil, ayudado de vuestrosasalariados, sujetar a cuantos no sigan vuestro parti-do.

    III. Tal era el consejo que a Mardonio sugeranlos Tebanos: el dao estuvo en que no le dio entra-da2, por habrsele metido muy dentro del corazn eldeseo de tomar otra vez a Atenas, parte por merocapricho y antojo, parte por jactancia, queriendohacer alarde con su soberano, quien se hallaba a lasazn en Sardes, de que era ya dueo otra vez de 2 Con esto desmiente Herodoto a los oradores Demstenesy Esquines, cuando afirman que pas en efecto al Pelopone-

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    Atenas, y pensando darle el aviso por medio de losfuegos que de isla en isla pasaran como correos.Llegado en efecto a Atenas, tom a su salvo la pla-za, donde no encontr ya a los Atenienses, de loscuales parte supo haber pasado a Salamina, partehallarse en sus galeras. Sucedi esta segunda tomade Mardonio diez meses despus de la de Jerges.

    IV. Al verse Mardonio en Atenas, llama a un talMuriquides, natural de las riberas del Helesponto yle despacha a Salamina; encargado de la misma em-bajada que a los de Atenas haba pasado Alejandroel Macedonio. Determinose Mardonio a repetirles lomismo no porque no diera por supuesto que le eracontrario y enemigo el nimo de los Atenienses,sino porque se lisonjeaba de que, viendo ellos con-quistada entonces el tica a viva fuerza, y puesta supatria en manos del enemigo, cediendo de su tena-cidad primera, volveran quiz en su acuerdo. Contal mira, pues, envi a Muriquides a Salamina.

    V. Presentado ste delante del Senado de losAtenienses, expuso la embajada que de parte deMardonio les traa. Entre aquellos senadores hubocierto Lcidas, cuyo parecer fue que lo mejor sera

    so un tal Artimio, con grandes sumas para desconcertar launin de los Griegos.

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    admitir el partido que Muriquides les haca y propo-nerlo a la junta del pueblo, ora fuera que l de suyoas opinase, ora bien se hubiese dejado sobornarcon las ddivas de Mardonio. Pero los Atenienses,as senadores como ciudadanos, al oir tal propo-sicin, mirronla con tanto horror, que rodeando aLcidas en aquel punto le hicieron morir a pedradas,sin hacer por otra parte mal alguno a Muriquides,mandndole solamente que se fuera luego de supresencia3. El grande alboroto y ruido que sobre elhecho de Lcidas corra en Salamina lleg veloz a losodos curiosos de las mujeres, quienes iban infor-mndose de lo que pasaba; entonces, pues, de im-pulso propio, exhortando unas a las otras a que lassiguieran, y corriendo todas juntas hacia la casa deLcidas, hicieron morir a pedradas a la mujer de s-te, juntamente con sus hijos, sin que nadie les hu-biese movido a ello.

    VI. El motivo que para pasar a Salamina tuvie-ron entonces los de Atenas fue el siguiente: Todo eltiempo que vivan con la esperanza de que en suasistencia y socorro haba de venirles un cuerpo de

    3 Herodoto no hace mencin de otro apedreado por motivosemejante, segn parece, llamado Cirselo, si estamos a lo quedicen Demstenes, Ciceron y otros.

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    tropas del Peloponeso, estuvironse firmes y cons-tantes en no desamparar el tica. Mas despus quevieron que los Peloponesios, dando treguas al tiem-po, dilataban sobrado su venida, y oyendo ya decirque se hallaba el brbaro marchando por la Beocia,les oblig su misma posicin a que, llevando prime-ro a Salamina cuanto tenan, pasasen ellos mismos adicha isla. Desde all enviaron a Lacedemonia unosembajadores con tres encargos; el primero de darquejas a los Lacedomonios por la indiferencia conque miraban la invasin del tica por el brbaro, nohabiendo querido en compaa suya salirle al en-cuentro hasta la Beocia; el segundo de recordarlescun ventajoso partido les haba a ellos ofrecido elPersa a trueque de atraerles a su liga y amistad; eltercero de prevenirles que los Atenienses al fin, sino se les socorra; hallaran algn modo como salirdel ahogo en que se vean.

    VII. He aqu cul era entretanto la situacin delos Lacedemonios: hallbanse por una parte muyocupados a la sazn en celebrar sus Hiacintias, asllamaban sus fiestas en honor del nio Hiacinto,emplendoles toda la atencin y cuidado el clebreculto de su dios; y por otra andaban muy afanadosen llevar adelante la muralla que sobre el istmo iban

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    levantando y que tenan en estado ya de recibir lasalmenas. Apenas entrados, pues, en Lacedemonialos embajadores de Atenas, en cuya compaa ve-nan los enviados de Megara y los de Platea, pre-sentronse a los Etoros, y les hablaron en estostrminos: -Venimos aqu de parte de los Atenien-ses, quienes nos mandan declararos los siguientespartidos que el rey de los Medos nos propone: pri-mero, se ofrece a restituirnos nuestros dominios;segundo, nos convida a una alianza ofensiva y de-fensiva con una perfecta igualdad e independencia,sin doblez ni engao; tercero, nos promete, y sale deello garante, aadir a nuestra repblica el estado yprovincia que nosotros queramos escoger. Pero losAtenienses, tanto por el respeto con que veneramosa Jpiter Helenio, patrono de la Grecia4, cuanto porel horror innato que en nosotros sentimos de sertraidores a la patria comn, no le dimos odos, re-chazando su proposicin, por ms que nos vira-mos antes, no como quiera agraviados, sino lo quees ms, desamparados y vendidos por los Grie