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Los Muertos Mandan Por Vicente Blasco Ibáñez

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LosMuertosMandan

Por

VicenteBlascoIbáñez

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PRIMERAPARTE

I

JaimeFebrerse levantóa lasnuevede lamañana.MadóAntonia,que lehabíavistonacer—servidorarespetuosadelasgloriasdelafamilia—,movíasedesde las ocho en la habitación, para despertarle. Pareciéndole escasa la luzque penetraba por el montante de un amplio ventanal, abrió las hojas demadera carcomida, desprovistas de vidrios.Luego levantó las colgaduras dedamascorojogaloneadasdeoroquecubríancomounatiendadecampañaelampliolechomajestuoso,enelquehabíannacido,procreadoymuertovariasgeneracionesdeFebrer.

La noche anterior, al retirarse del Casino, la había encargado Jaime congran insistencia que le despertase temprano. Estaba invitado a almorzar enValldemosa. «¡Arriba!» La mañana era de las mejores de primavera; en eljardín de la casa chillaban a coro los pájaros sobre las ramas florecientes,mecidasporlabrisaqueenviabaelvecinomarporencimadelamuralla.

Lacriadasefue,caminodelacocina,alverqueelseñorsedecidíaalfinaecharsefueradelacama.AnduvoJaimeFebrercasidesnudoporlahabitación,antelaventanaabierta,partidaporunacolumnadelgadísima.Nohabíamiedodeque leviesen.Lacasadeenfrenteeraunpalacioviejocomoel suyo;uncaserónde pocos huecos.Frente a su ventana se extendía unmurode colorindefinido,conprofundosdesconchadosyrestosdeantiguaspinturas,perotanpróximoporlaestrechezdelacalle,queparecíapodertocarseconlamano.

Habíase dormido tarde, desasosegado y nervioso por la importancia delactoqueibaarealizarenlamañanasiguiente,yelaturdimientodeunsueñocortoeineficazlehizobuscarconavidezlacariciareconfortantedelaguafría.Allavarseenunapalanganaestudiantil,angostaypobre,Febrertuvoungestodetristeza.«¡Ah,miseria!...»Lefaltabanlasmásrudimentariascomodidadesenaquellacasadeunlujoseñorialyvetustoquelosricosmodernosnopodíanimprovisar.Lapobrezasurgíaantesupaso,contodassusmolestias,enestossalones que le hacían recordar los espléndidos decorados de ciertos teatrosvistosensusviajesporEuropa.

Como si fuera un extrañoque entrase por primera vez en su dormitorio,admiraba Febrer esta pieza, grandiosa y de elevado techo. Sus poderososabuelos habían edificado para gigantes. Cada habitación del palacio era tanvastacomounacasamoderna.Elventanalcarecíadevidrios,comolosdemáshuecosdeledificio,yen inviernohabíaquemantenerlos todoscon lashojas

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cerradas, sin más luz que la que entraba por los montantes, cubiertos decristales resquebrajados y opacos por el tiempo. La carencia de alfombrasdejabaaldescubiertolospavimentosdepiedraareniscayblandadeMallorca,cortadaenfinosrectángulos,comosifuesemadera.Lostechoslucíanaúnelviejoesplendordelosartesonados,unosobscuros,deartificiosastrabazones,otros con un dorado mate y venerable que hacía resaltar los cuartelescoloreados de las armas de la casa. Las paredes altísimas, simplementeenjalbegadas de cal, desaparecían en unas piezas bajo filas de cuadrosantiguos,yenotrasdetrásdericascolgadurasdecoloresvivosqueeltiemponolograbaapagar.Eldormitorioestabaadornadoconochograndestapicesdeun tono verde de hoja seca, representando jardines, amplias avenidas deárboles otoñales, con una plazoleta terminal en la que triscaban venados ogoteabansolitariasfuentesentriplestazones.Encimadelaspuertascolgabanviejos cuadros italianos de una suavidad acaramelada: niños de carnesambarinasjugueteabanconrizadoscorderos.Elarcoquedividíaelverdaderodormitorio del resto de la habitación tenía algo de triunfal, con columnasacanaladas sosteniendo un medio punto de follaje tallado, todo de un oropálidoydiscreto,comosifueseunaltar.Sobreunamesadelsigloxviiiveíaseuna imagenpolicromadeSanJorgepisoteandomorosbajosucorcel;ymásallálacama,laimponentecama,monumentovenerabledelafamilia.Algunossillones antiguos,de encorvadosbrazos, conel rojo terciopelo calvoy raídohasta mostrar la blancura de la trama, mezclábanse con sillas de paja y elpobrelavabo.«¡Ah,miseria!»,volvióapensarelmayorazgo.ElviejocaseróndelosFebrer,consushermososventanalesfaltosdevidrios,sussalonesllenosde tapicesysinalfombras, susmueblesvenerablesconfundidoscon losmásruinesenseres,leparecíaigualaunpríncipearruinadoostentandoaúnmantobrillanteycoronagloriosa,perodescalzoysinropablanca.

Él era igual a este palacio, imponente y vacío caparazón que en otrostiemposhabíaguardadolagloriaylariquezadesusabuelos.Unoshabíansidomercaderes,otrossoldados,ytodosnavegantes.

LasarmasdelosFebrerhabíanondeadoenflámulasybanderassobremásde cincuenta navíos de gavia—lo mejor de la marina de Mallorca—, que,luego de tomar órdenes en Puerto Pi, iban a vender aceite de la isla enAlejandría, embarcaban especierías, sedas y perfumes de Oriente en lasescalasdelAsiaMenor,traficabanconVenecia,PisayGenova,o,pasandolasColumnasdeHércules, sumíanseen lasbrumasde losmaresdelNorteparallevar a Flandes y a las repúblicas anseáticas la loza de los moriscosvalencianos,llamadaporlosextranjerosmayólica,acausadesuprocedenciamallorquína.

Esta navegación continua a través de mares infestados de piratas habíahechodelafamiliadericosmercaderesunatribudevalerosossoldados.Los

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Febrer habían peleado o ajustado alianzas con corsarios turcos, griegos yargelinos,habíanescoltadosusflotasporlosmaresdelNorteparahacerfrentea los piratas ingleses, y hasta una vez, a la entrada delBosforo, sus galerashabían abordado a las de Genova, que monopolizaban el comercio deBizancio. Luego, esta dinastía de soldados del mar, al retirarse de lanavegación comercial, había rendido tributo de sangre a la seguridad de losreinoscristianosyalafecatólicahaciendoingresarunapartedesushijosenlasantamiliciadeloscaballerosdeMalta.

LossegundonesdelacasadeFebrer,almismotiempoquerecibíanelaguadel bautismo, llevaban cosida a sus pañales la cruz blanca de ocho puntas,símbolodelasochobienaventuranzas,yalserhombrescapitaneabangalerasdelaOrdenbelicosayacababansusdíascomoricoscomendadoresdeMalta,contandosusproezasaloshijosdesussobrinasyhaciéndosecuidarachaquesy heridas por esclavas infieles que vivían con ellos, a pesar del voto decastidad.Monarcasfamosos,alpasarporMallorca,habíansalidodelalcázarde la Almudaina para visitar a los Febrer en su palacio. Unos habían sidoalmirantes de las flotas del rey; otros, gobernantes de lejanos territorios;algunosdormíanelsueñoeternoenlacatedraldeLaValetteconotrosilustresmallorquines,yJaimehabíacontempladosustumbasenunavisitaaMalta.

La Lonja de Palma, gallardo edificio gótico vecino al mar, había sidodurantesiglosun feudodesusascendientes.Para losFebrerera todocuantoarrojaban en el inmediato muelle las galeras de alto castillo, las cocas depesado casco, las ligeras fustas, las saetías, panfiles, rampines, tafureas ydemás embarcaciones de la época, y en el inmenso salón columnario de laLonja, junto a los fustes salomónicos que se perdían en la penumbra de lasbóvedas, sus abuelos recibían como reyes a los navegantes de Oriente, quellegabanconanchoszaragüellesybirretecarmesí,alospatronosgenovesesyprovenzales, con sucapotillo rematadopor frailunacapucha, a losvalerososcapitanesdelaisla,cubiertosconlarojabarretinacatalana.LosmercaderesdeVeneciaenviabana susamigosdeMallorcamueblesdeébanoconmenudasincrustaciones de marfil y lapislázuli o grandes espejos de luna azulada ymarcocristalino.LosnavegantesdevueltadeÁfricatraíanmanojosdeplumasde avestruz, colmillos de marfil, y estos tesoros y otros iban a adornar lossalones de la casa, perfumados por misteriosas esencias, regalo de loscorresponsalesasiáticos.

Los Febrer habían sido durante siglos los intermediarios entreOriente yOccidente,haciendodeMallorcaundepósitodeproductosexóticos,queluegodesparramabansusnavesporEspaña,FranciayHolanda.Lasriquezasafluíanfabulosamente a la casa. En algunas ocasiones, los Febrer hasta hicieronpréstamosalosreyes...PerotodoestonopodíaevitarqueJaime,elúltimodelafamilia,luegodeperderenelCasino,lanocheanterior,todocuantoposeía

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—unos centenares de pesetas—, hubiese aceptado dinero, para poder ir a lamañana siguiente a Valldemosa, de Toni Clapés, el contrabandista, hombrerudo,deentendimientodespierto,yelmásfielydesinteresadodesusamigos.

Mientrassepeinaba,Jaimesecontemplóenunespejoantiguo,rajadoydelunanebulosa.Treintayseisaños:nopodíaquejarsedesuaspecto.Erafeo,conunafealdad«grandiosa»,segúnexpresióndeunamujerquehabíaejercidociertainfluenciasobresuvida.

Estafealdadlehabíaproporcionadoalgunassatisfaccionesamorosas.MissMaryGordon,rubiaidealista,hijadelgobernadordeunarchipiélagoinglésdeOceanía, que viajaba por Europa sin otro acompañamiento que el de unadoméstica, lehabíaconocidounveranoenunhoteldeMunich,yellafuelaque, impresionada,dio losprimerospasos.Elespañolera, según lamiss,unvivo retrato de Wagner joven. Y Febrer, sonriendo a impulsos del gratorecuerdo, contemplaba su frente abombada, que parecía oprimir con supesadumbrelosojosimperiosos,pequeñoseirónicos,sombreadosporgruesascejas. La nariz era aguda y aguileña, la nariz de todos los Febrer, valientespájaros de presa de las soledades del mar; la boca desdeñosa y sumida; elmentónsalienteyrecubiertoporlasuavevegetación,ralayfina,delabarbayelbigote.«¡Ah,deliciosamissMary!»CercadeunañohabíaduradolaalegreperegrinaciónporEuropa.Ella,enamoradadeélrabiosamenteporsuparecidoconelMaestro,quería casarse,y lehablabade losmillonesdelgobernador,mezclandosusentusiasmosrománticosconlasaficionesprácticasdesuraza.PeroFebreracabóporhuir,antesdequelainglesaledejaseasuvezporalgúndirectordeorquestaqueseasemejasemásasuídolo.

«¡Ay, las mujeres!...» Y Jaime erguía su cuerpo de varón forzudo, algoencorvado de espaldas por el exceso de estatura. Hacía tiempo que habíarenunciado a interesarse por ellas.Unas leves canas en la barba y un ligerofruncimientodelapielenlascomisurasdelosojosrevelabanlafatigadeunaexistencia que habíamarchado, según decía él, «a todamáquina». Pero aunasí,lebuscaban,yeraelamorelqueibaasacarledesuangustiosasituación.

Al acabar el arreglo de su persona, salió del dormitorio.Cruzó un salónvastísimo iluminado por los rayos del sol, que pasaban a través de losmontantes de tres ventanales cerrados. El suelo estaba en la penumbra,mientras lasparedesbrillabancomoun jardíndevivos colores, cubiertasdeinterminables tapices con figuras de doble tamaño natural. Eran escenasmitológicas y bíblicas; damas arrogantes, de abultadas carnes color de rosa,quecomparecíananteguerrerosrojosoverdes;enormescolumnatas;palaciosconguirnaldasdeflores;cimitarrasenalto,cabezasporelsuelo, tropelesdecaballos panzudos con una pata en alto: todo unmundo de viejas leyendas,pero con tintas frescas a pesar de los siglos, y entre franjas demanzanas yhojarasca.

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Febrer miró al pasar con ojos irónicos estas riquezas heredadas de susascendientes.Nadaerasuyo.HacíamásdeunañoqueestostapicesylosdeldormitorioytodoslosdelacasapertenecíanaciertosusurerosdePalma,quelos habían dejado colgados en el mismo sitio. Esperaban la llegada de unaficionado rico, que los pagaría con más esplendidez al imaginárselosadquiridos directamente de su dueño. Jaime no eramás que un depositario,amenazadoconlacárcelencasodeinfidelidadensucustodia.

Al llegar al centro del salón dio un pequeño rodeo, a impulsos de lacostumbre,peroempezóareírviendoquenohabíanadaqueinterrumpiesesupaso.Unmesantesaúnestabaallíunamesa italianademármolespreciososque había traído el famoso comendador don Príamo Febrer de una de susexpedicionesencorso.Másallá tampocohabíanadaque lehiciese tropezar.Un brasero enorme de plata repujada,montado sobre una tarima delmismometal, conuna fila circulardegeniecillosque sosteníanestemonumento, lohabíaconvertidoFebrerendinero,vendiéndoloalpeso.Yelbrasero lehizorecordar una áurea cadena, regalo del emperador Carlos V a uno de susascendientes,queañosanteshabíavendidoenMadrid,tambiénalpeso,coneladitamento de dos onzas de oro recibidas por el trabajo artístico y laantigüedad. Después había llegado vagamente hasta él la noticia de que lacadena la vendieron en París por cien mil francos. «¡Ah, miseria!» Loscaballerosyanopodíanvivirenestostiempos.

Su vista tropezó con el brillo de unos enormes vargueños de laborveneciana montados sobre mesas antiguas sostenidas por leones. Parecíanfabricadosparagigantes,con innumerablesyprofundoscajones,cuyascarasexterioresteníanesmaltespolicromosrepresentandoescenasmitológicas.Erancuatropiezasmagníficasdemuseo:un recuerdode laantiguamagnificenciade la casa. Tampoco eran suyos. Habían corrido la misma suerte que lostapices,yallí estabanesperandouncomprador.Febrernoerayamásqueelconserjedesupropiacasa.Ytambiénpertenecíanalosacreedoresloscuadrositalianosyespañolesqueadornabanlasparedesdedosgabinetesinmediatos;losmueblesantiguosconsedasrapadasorotas,perodehermosastallas;todo,enfin,loqueconservabaalgúnvalorentrelosrestosdelasecularherencia.

Salióalasaladerecibimiento,vastapiezaenelcentrodeledificio,fríaydealtísimotecho,quecomunicabaconlaescalera.Lasparedesblancashabíantomadoconlosañosuntonoamarillentodemarfil.Eraprecisoecharlacabezaatrás para alcanzar con la vista el negro artesonado del techo. Ventanasabiertasjuntoalacornisaayudabanalosventanalesdeabajoailuminarestesalóninmensoyaustero.Muebles,pocosyconventuales:ampliossillonesdebrazos,conasientosyrespaldaresdevaquetaadornadosdeclavos;mesasderoblederetorcidaspatas;cofresobscuros,conoxidadosherrajessobrefondosde paño verde apolillado. La blancura amarillenta de los muros sólo era

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visible,comolas líneasdeunenrejado,entre lasfilasdelienzos,muchosdeellossinmarco.

Erancentenaresdecuadros, todosmalose interesantesa lavez;pinturasencargadasparaperpetuarlasgloriasdelafamilia,hechasporantiguosartistasitalianos y españoles de paso en Mallorca. Un encanto tradicional parecíaemanardeestoslienzos.EralahistoriadelMediterráneoescritaportorpeseingenuos pinceles: encuentros de galeras, asaltos de fortalezas, grandesbatallas navales envueltas en humo, sobre cuyas vedijas flotaban losgallardetesdelosnavíosylasaltastorresdepopa,encuyacimarizábanselasbanderasconlacruzdeMaltaolamedialuna.Loshombrespeleabanenlascubiertas de los buqueso en los esquifes que flotaban junto a ellos; elmar,enrojecido por la sangre o las llamas de los barcos, estaba matizado decentenares de cabecitas de náufragos, que a su vez luchaban sobre las olas.Unamasadecascosychambergoschocaba, sobredosnavíosaferrados,conotradeturbantesblancosyrojos,ysobreellasalzábansemandoblesypicas,cimitarrasyhachasdeabordaje.Eldisparodecañonesytrabucoscortabaconlenguas rojas el humo del combate. En otros lienzos no menos obscurosveíansecastillosarrojandollamasporsustroneras,yalpiedeellosguerrerosconlacruzblancadeochopuntassobrelacoraza,tangrandescasicomolastorres,yaplicandoaéstassusescalasparasubiralasalto.

Los cuadros tenían a un lado cartelas blancas con los mismos rematesplegadosdeunescudodearmas,yenellas,escritoendefectuosasmayúsculas,elrelatodelsuceso:encuentrosvictoriososcongalerasdelGranTurcooconpirataspisanos,genovesesyvizcaínos;guerrasenCerdeña;asaltosdeBujíayde Tedeliz; y en todas estas empresas era un Febrer el que dirigía a loscombatientes o se hacía notar por su heroísmo, descollando sobre todos elcomendadordonPríamo,héroeendiablado,burlónypocoreligioso,quehabíasidolagloriaylavergüenzadelacasa.

Alternandoconestas escenasbelicosasestaban los retratosde la familia.En la partemás alta, tocando a una fila de viejos lienzos de evangelistas ymártires, que formaban un friso, mostrábanse los Febrer más antiguos,venerables mercaderes de Mallorca pintados algunos siglos después de sumuerte, graves varones de nariz judaica y ojos agudos, con joyas sobre elpechoyaltosgorrosdeaspectooriental.Acontinuaciónvenían loshombresde armas, los navegantes de espada, con la cabellera al rape y el perfil depájaro de presa, todos vistiendo armadura de negro acero y algunos con lablancacruzdeMalta.De retrato en retrato, los rostros se ibanafinando, sinperder la frenteabombaday lanariz imperiosade la familia.Elcuellode lacamisa, ancho, flácido y de burdo tejido, iba elevándose con el serpenteoalmidonadodelarizadagola;lacorazaseconvertíaenjustillodeterciopelooseda; las barbas duras y anchas, a la moda del Emperador, trocábanse en

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agudas perillas y empinados bigotes, a los que servían de marco suavesguedejas.

Entrelosrudoshombresdeguerrayloselegantescaballerosresaltabanloshábitosnegrosdeciertoseclesiásticosconbigotesybarbillas,ostentandoaltosbonetesdeborla.UnoserandignatarioseclesiásticosdeMalta,ajuzgarporlainsignia blanca que adornaba su pecho; otros, venerables inquisidores deMallorca,segúnlaleyendaqueensalzabasuceloenprodelafe.Despuésdetodosestosseñoresnegros,degestoimponenteyojosduros,veníaeldesfiledepelucasblancas,de rostrosaniñadospor la rasura,devistosascasacasdesedayoroadornadasconbandasycondecoraciones.EranregidoresperpetuosdelaciudaddePalma;marquesescuyomarquesadohabíaperdidolafamiliaconlosentronquesmatrimoniales,yendosustítulosafundirseconotrosdelanobleza de la Península; gobernadores, capitanes generales y virreyes depaíses americanos y oceánicos, cuyos nombres despertaban una visión defantásticas riquezas; entusiastas botiflers partidarios deFelipeV, quehabíantenido que huir de Mallorca, apoyo postrero de los Austrias, y ostentabancomosupremotítulonobiliarioelapododebutifarrasdadoporelpopulachohostil.

Cerrandoelgloriosodesfile,casiarasdelosmuebles,estabanlosúltimosFebrerdeprincipiosdel sigloxix,oficialesde laArmada,decortaspatillas,rizossobrelafrente,altocuelloconanclasdeoroynegrocorbatín,quehabíanpeleadoenelcabodeSanVicenteyenTrafalgar;ytraselloselbisabuelodeJaime,unviejodeojosdurosybocadesdeñosa,quealvolverFernandoVIIdesu cautiverio enFrancia se había embarcadopara prosternarse a sus pies enValencia, pidiendo con otros grandes señores que restableciese los usosantiguos y exterminase la naciente plaga del liberalismo. Era un patriarcaprolífico, que había prodigado su sangre en varios distritos de la islapersiguiendoalaspayesas,sinperdernadadesugravedad,yaldarabesarlamano a algunos de los hijos legítimos que vivían en su casa y llevaban suapellido,decíaconvozsolemne:«¡Diostehagaunbueninquisidor!»

EntreestosretratosdelosFebrerilustresveíansealgunosdemujeres.Eranseñorasconhinchadosguardainfantesquellenabantodoellienzo,igualesalasdamaspintadasporVelázquez.Unaqueemergíasubustofrágildelacampanade terciopelo floreadode sus faldas, concarapuntiagudaypálidayun lazodescolorido en las rizadas y cortas melenillas, era la hembra notable de lafamilia,laquehabíanapodado«laGreca»porsusabiduríaenletrashelénicas.Su tío, frayEspiridiónFebrer,priordeSantoDomingo,gran lumbrerade laépoca,habíasidosumaestro,y«laGreca»podíaescribirensu idiomaa loscorresponsales de Oriente que aún mantenían con Mallorca un mortecinocomercio.

Jaime encontraba con su vista algunos lienzos más allá—distancia que

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representaba el paso de un siglo—, otro retrato de hembra famosa de lafamilia. Era una niña de blanca peluquíta, vestida de mujer, con la faldaplegadaylosgrandesahuecadoresdelasdamasdelsigloxviii.Estabajuntoaunamesa,alladodeunbúcarodeflores,ysosteníaconlaexangüediestraunarosaigualauntomate,mirandoanteellaconojillosporcelanescosdemuñeca.Aéstalahabíanllamado«laLatina».Lacarteladelretratohablaba,enelestiloampulosode la época, de sudiscrecióny su ciencia, acabandopor llorar sumuerte a los once años. Las hembras eran como retoños secos en el troncovigoroso de los Febrer, peleadores y exuberantes. La sabiduría se agostabapronto en esta familia de marinos y guerreros, como planta que surge porequivocaciónenunclimaadverso.

Preocupado por sus pensamientos de la noche anterior y por el próximoviaje a Valldemosa, Jaime se detuvo en el recibimiento contemplando losretratos de sus ascendientes. ¡Cuánta gloria... y cuánto polvo! Hacía veinteañostalvezqueuntrapomisericordiosonosehabíaremontadoalolargodela ilustre familia para adecentarla un poco. Los abuelos más remotos y lasbatallasfamosasestabancubiertosdetelarañas.¡Ypensarquelosprestamistasnohabíanqueridoadquirirestemuseodeglorias,conelpretextodequeeranpinturasmalas!¡Nopodertraspasarestosrecuerdosaciertosricosansiososdecrearseunorigenilustre!...

Jaime atravesó el recibimiento, entrando en las habitaciones del alaopuesta. Eran piezas de techo más bajo; tenían encima un segundo piso,ocupadoenotrostiemposporelabuelodeFebrer;habitacionesrelativamentemodernas, con muebles viejos de estilo Imperio y en las paredes estampasiluminadasdelperíodorománticorepresentandolasdesventurasdeÁtala,losamores de Matilde y las hazañas de Hernán Cortés. Sobre las cómodasventrudasveíansesantospolicromosycrucifijosdemarfil,entrepolvorientasfloresdetrapo,bajocampanasdecristal.Unapanopliadeballestas,flechasycuchillosrecordabaaunFebrer,capitándecorbetadelrey,quehizounviajealrededordelmundoa finesdelsigloxviii.Conchaspurpúreas,caracolasdemarenormes,conentrañasdenácar,adornabanlasmesas.

Siguiendouncorredor,caminodelacocina,dejóaunladolacapilla,queestabacerradamuchosaños,yalotrolapuertadelarchivo,vastapiezacuyasventanasdabansobreel jardín,yenlaquehabíapasadoJaime,devueltadesusviajes,muchas tardes, revolviendo legajos guardados tras el enrejadodealambredevetustas estanterías.Se asomóa la cocina, inmensadependenciadonde se preparaban en otros tiempos los famosos banquetes de los Febrer,rodeadosdeparásitosygenerososcontodoslosamigosquellegabanalaisla.MadóAntoniaparecíamáspequeñaenestahabitacióndedilatadostérminos,juntoa lagranchimeneadelhogar,quepodíaadmitirunmontónenormedetroncos,asandoa lavezvariaspiezas.Losbancosdehornillospodíanservir

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paratodaunacomunidad.Elfríoaseodeestadependenciademostrabasufaltadeuso.Enlasparedes,grandesescarpiasdelatabanlaausenciadelasvasijasdecobrequehabíansidoenotrostiemposgloriaesplendorosadeestacocinaconventual.Laviejacriadahacíasusguisosenunpequeñohornilloalladodelaartesaenlaqueamasabaelpan.

Jaime dio un grito a madó Antonia para avisarle su presencia, y seintrodujo en una habitación inmediata, el pequeño comedor que habíanutilizadolosúltimosFebrer,venidosamenosensufortuna,huyendodelgransalóndondesecelebrabanlosantiguosbanquetes.

También aquí era visible el paso de lamiseria. Lamesa larga hallábasecubierta con un hule resquebrajado, de dudosa blancura. Los aparadoresestabancasivacíos.Laantigualoza,alromperse,habíasidoreemplazadaporunoscuantosplatosyjarrosdegroserafabricación.Dosventanasabiertasenel fondo encuadraban pedazos de mar de inquieto azul, palpitante bajo elfuegodel sol.En sus rectángulos balanceábanse pausadamente las ramas deunaspalmeras.Más allámarcábanse en el horizonte las alas blancas deunagoletaqueveníahaciaPalmalentamente,comounagaviotafatigada.

EntrómadóAntonia,dejandosobrelamesauntazónhumeantedecaféconleche y una gran rebanada de pan cubierta de manteca. Jaime atacó eldesayuno con avidez, y almascar el panhizoungestodedesagrado.Madóasintió con un movimiento de cabeza, rompiendo a hablar en su lenguajemallorquín.

—Muy duro, ¿verdad?... Aquel pan no podía compararse con lospanecillos que comía el señor en el Casino; mas la culpa no era de ella.Pensabahaberamasadoeldíaanterior,peronoteníaharinayestabaesperandoque el payés de Son Febrer trajese su tributo. ¡Las gentes ingratas yolvidadizas!...

La vieja servidora insistió en su desprecio al labriego cultivador de SonFebrer, predio que constituía la última fortuna de la casa. Todo lo debía elrústico a la benevolencia de la familia, y ahora, en losmomentos difíciles,olvidabaasusbuenosseñores.

Jaime siguió mascando, con el pensamiento puesto en Son Febrer.Tampoco aquello era suyo, no obstante figurar él como dueño. El predio,situadoenelcentrodelaisla—lamejorfincaheredadadesuspadres,laquellevabaelnombredelafamilia—,loteníahipotecadoeibaaperderlodeunmomentoaotro.La renta,escasaycorta,conformea losusos tradicionales,servíaleparapagarúnicamenteunaexiguapartedelinterésdelospréstamos,engrosandoelrestolacuantíadeladeuda.Quedabanlasaldehalas,lospagosenespeciequeelpayésdebíahacerle, siguiendocostumbresantiguas,yconellos semantenían él ymadóAntonia, perdidos en el inmenso caserón que

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había sido hecho para albergar una tribu. En Navidad y en Pascua deResurrección recibíaunaparejade corderos acompañadosdeunadocenadeavesdecorral;enelotoñodoscerdosbiencebadosparalamatanza,ytodoslosmeseshuevosyunacantidaddeharina,amásdelosfrutosdelaestación.Con estas aldehalas, unas consumidas en la casa y otras vendidas por lasirviente,ibansosteniéndoseJaimeymadóAntoniaenlasoledaddelpalacio,aisladosde la curiosidadpública, comodosnáufragosperdidosenun islote.Lasofrendasenespecieseretrasabancadavezmás.Elpayés,coneseegoísmorústico propenso a huir de la desgracia, hacíase el remolón, evitando elcumplimiento de sus obligaciones. Sabía que el mayorazgo ya no era elverdaderoamodeSonFebrer,ymuchasveces,al llegara laciudadconsuspresentes, torcía el camino, yendo a depositarlos en las casas de losacreedores,temiblespersonajesalosquedeseabatenerpropicios.

Jaimemirócontristezaalaservidora,quepermanecíaerguidaanteél.Eraunaantiguapayesaqueaúnconservabael trajedesupueblo: jubónobscuro,condoblefiladebotonesenlasmangas;faldaclarayrameada,ycubriendosucabezaelrebocillo,blancovelosujetoalcuelloyalpecho,pordebajodelcualseescapabalagruesatrenza—quellevabapostizaymuynegra—rematadaporlargascintasdeterciopelo.

—¡Miserias,madóAntonia!—dijoelseñorenelmismolenguaje—.Todoshuyen de los pobres, y el mejor día, si ese tuno no trae lo que nos debe,tendremosquecomernosunoaotro,lomismoquesifuésemosnáufragos.

Laviejasonrió:«Elseñorsiemprealegre.»Enestoeraunvivoretratodesu abuelo don Horacio, eternamente serio, con una cara que metía miedo,¡perodiciendounascosas!...

—Esto debe acabar—prosiguió Jaime, sin hacer caso de la alegría de lasirviente—.Estoacabaráhoymismo;estoydecidido...Sábelo,madó,antesdequelanoticiacorra:mecaso.

Lacriadajuntólasmanosdevotamenteparaexpresarsuasombroyelevólamiradaaltecho.¡SantísimoCristodelaSangre!Yaerahora...Antesdebíahaberlo hecho, y otro sería el estado de la casa. Despertóse en ella lacuriosidad,ypreguntóconunaavidezdecampesina:

—¿Esrica?...

Elgestoafirmativodelseñornolasorprendió.Forzosamentehabíadeserrica. Sólo una mujer que llevase con ella una gran fortuna podía aspirar aunirseconelúltimodelosFebrer,quehabíansidoloshombresmásnotablesdelaislaytalvezdelmundoentero.

La pobremadó pensó en su cocina, poblándola instantáneamente con laimaginacióndevasijasde cobrebrillantes comooro,viéndola con todos los

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fogonesencendidos,llenademuchachasdebrazosarremangados,elrebocilloatrás,latrenzaflotante,yellaenmedio,sentadaenunsillón,dandoórdenesyaspirandoeldeleitosotufillodelascacerolas.

—¡Serájoven!—afirmólavieja,parasacarmásnoticiasasuseñor.

—Sí, joven;muchomás joven que yo; demasiado joven: unos veintidósaños.Pocomefaltaparapodersersupadre.

Madóhizoungestodeprotesta.DonJaimeeraelhombremásguapodelaisla.Lodecía ella, que le había admiradodesde los tiempos enque iba conpantalóncortoylollevabadelamanoapasearentrelospinosinmediatosalcastillodeBellver.EraunFebrer,deaquellafamiliadeseñoronesarrogantes,yconestoquedabadichotodo.

—¿Yesdebuenacasa?—siguiópreguntandoparaforzarel laconismodesuseñor—.Familiadecaballerosindudablemente;delomejorcitodelaisla...Perono:yaadivino.TalvezesdeMadrid.Algúnnoviazgodecuandoustedvivíaallá.

Jaime quedó indeciso unos instantes, palideció, y luego dijo con rudaenergía,paraocultarsuturbación:

—No,madó...Esunachueta.

Antoniafueajuntarlasmanos,comomomentosantes,invocandootravezla Sangre deCristo, tan venerada en Palma; pero de pronto se dilataron lasarrugas de su rostro moreno, y rompió a reír... ¡Qué señor tan alegre! Lomismo que su abuelo.Decía las cosasmás estupendas e increíbles con unaseriedadqueengañabaalasgentes.¡Yella,pobreboba,quehabíacreídotalesbromas!Talvezhastalodelcasamientoeramentira...

—No,madó.Mecasoconunachueta...MecasoconlahijadedonBenitoValls.ParaesoiréhoyaValldemosa.

LavozapagadadeJaime,susojosbajos,elacentotímidoconquesusurrótales palabras, quitaron toda duda a la sirviente. Quedó ésta con la bocaabierta,losbrazoscaídos,sinfuerzasparalevantarlasmanosnilosojos.

—¡Señor...Señor...Señor!...

Leera imposibledecirmás.Creyóquehabíasonadountrueno,haciendoestremecerse la vieja casa; que un nubarrón acababa de pasar ante el sol,obscureciéndolo;queelmarsevolvíaplomizo,avanzandoenencrespadasolascontralamuralla.Luegovioquetodoestabalomismo,quesóloellasehabíaconmovido con esta noticia estupenda, digna de trastornar el orden de loexistente.

—¡Señor...Señor...Señor!...

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Yagarrandoelvacíotazónylosrestosdelpan,echóacorrer,deseosaderefugiarsecuantoantesenlacocina.Despuésdeoírtaleshorrores,lacasaleinspiraba miedo. Debía andar alguien por los venerables salones de la otraparte del edificio: alguien que ella no podía saber quién fuese, pero queseguramenteacababadedespertardeunsueñodesiglos.Aquelpalacioteníaun alma. Cuando la vieja quedaba sola en él, crujían los muebles como sihablasenentreellos,palpitabanlostapicesmovidosporsucaraoculta,vibrabaenunrincónunarpadoradadelaabueladedonJaime,yellanosentíamiedonunca,porquelosFebrerhabíansidogentebuena,simpleybondadosaconsusservidores. ¡Pero ahora, después de oír tales cosas!... Pensaba con ciertainquietudenlosretratosqueadornabanlapiezaderecibimiento.¡Quécaralade aquellos señores, si habían llegado hasta ellos las palabras de sudescendiente!

MadóAntoniaacabóporserenarse,bebiendolosrestosdelcafépreparadopara el señor.Yano teníamiedo, pero sentíahonda tristezapor la suertededon Jaime, como si le viese en peligro demuerte. ¡Acabar de estemodo lacasadelosFebrer!¿YDiospodíatolerartalescosas?...Ciertodesprecioporelseñor vino a sobreponerse momentáneamente al antiguo cariño. Al fin, uncalavera olvidado de la religión y las buenas costumbres, que habíaderrochado lo que restaba de la fortuna de su casa. ¿Qué iban a decir susilustres parientes? ¡Qué vergüenza la de su tía doña Juana, aquella nobleseñora—lamássantaylinajudadelaisla—alaque,unosporburlayotrosporexcesodeveneración,llamaban«laPapisa»!

—Adiós,madó...Alanochecerestarédevuelta.

La vieja saludó con un gruñido a Jaime, que asomaba la cabeza paradespedirse.Luego,viéndosesola,levantólosbrazos,invocandolaayudadelaSangredeCristo,delaVirgendelLluch,patronadela isla,ydelportentosoSan Vicente Ferrer, que tantos milagros había realizado durante suspredicaciones en Mallorca. ¡Uno más, santo prodigioso, para evitar lamonstruosidad que proyectaba su señor!... ¡Que cayese un pedrusco de lasmontañas, interceptandoparasiempreelcaminodeValldemosa;quevolcaseel carruaje y trajeran a don Jaime entre cuatro hombres... todo antes queaquellavergüenza!

Febreratravesóelrecibimiento,abriólapuertadelaescalerayempezóadescenderlossuavespeldaños.Susabuelos,comotodoslosnoblesdelaisla,construíanengrande.Laescalerayelzaguánocupabanuna tercerapartedelos bajos de la casa. Una especie de loggia a la italiana, con cinco arcossostenidospordelgadascolumnas,extendíasealaterminacióndelaescalera,abriéndose en sus extremos las dos puertas que daban acceso a las dos alassuperioresdeledificio.Enelcentrodesubaranda,situadasobreelarranquedelaescalera,frentealapuertadelacalle,estabaelescudoenpiedradelos

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Febrer,conunfarolóndehierroforjado.

Jaime, al descender, chocaba su bastón en la piedra arenisca de losescalonesotocabalasgrandesánforasbarnizadasqueadornabanlosrellanos,y éstas devolvían el golpe con una sonoridad de campana. La baranda dehierro, oxidada por los años y deshaciéndose en herrumbrosas escamas,temblaba,casisueltadesusalvéolos,conelruidodelospasos.

Al llegar al zaguán, Febrer se detuvo. La extrema resolución que habíaadoptado, y que iba a influir para siempre en los destinos de su nombre, lehizomirarconcuriosidadlosmismoslugaresqueantescruzabaindiferente.

Enningunapartedeledificiosenotabacomoaquílaantiguaprosperidad.El zaguán, enorme cual una plaza, podía admitir más de una docena decarrozasytodounescuadróndejinetes.

Docecolumnasalgopanzudas,demármolavellanadodelaisla,sosteníanlosarcosdepiedracortadaenpiezas,sinrevestimientoalguno,encimadeloscuales extendíase el techodevigas negras.El pavimento era deguijarros, yentreelloscrecíaelmusgode lahumedad.Una frescurade ruinaextendíasepor esta entrada gigantesca y solitaria.Ungato atravesó el zaguán, saliendopor el orificio de una puerta carcomida de las antiguas cuadras, paradesaparecer en los abandonados subterráneos que habían guardado lascosechasenotrostiempos.Aunlado,habíaunpozodelamismaépocaenquese construyó el palacio, un orificio abierto en la roca, con brocal de piedraroídaporel tiempoyunaespadañadehierro trabajadaamartillo.Lahiedracrecía en frescos ramilletes entre los salientes de la pulida piedra. Muchasveces,Jaime,siendoniño,sehabíaasomadoparacontemplarsealláabajo,enlapupilacircularyluminosadesusaguasdormidas.

Lacalleestabasolitaria.Alfinaldeella,junto,alastapiasdeljardíndelosFebrer,veíase lamurallade la ciudad,y abiertoenestamurallaunportalónconbarrotesdemaderaensuarco,igualesalosdientesdeunabocaenormedepescado.Enelfondodeestabocatemblaban,verdesyluminosas,lasaguasdelabahía.

AnduvoJaimealgunospasosporlasazuladaspiedrasdelacalle,faltadeaceras,ysedetuvoluegoparacontemplarsucasa.Noeramásqueunpequeñorestodelpasado.ElantiguopalaciodelosFebrerocupabatodaunamanzana,perohabíaidoempequeñeciéndoseconelpasodelossiglosylosapurosdelafamilia. Ahora una parte de él era residencia demonjas, y otras fraccioneshabían sido adquiridas por ciertos ricos, que desfiguraban con balconajesmodernoslaprimitivaunidaddeledificio,atestiguadaporlalíneauniformedealeros y tejados.LosmismosFebrer, refugiados en la parte del caserón quemiraba al jardín y al mar, habían tenido que ceder los pisos bajos, paraaumento de sus rentas, a almacenistas y pequeños industriales. Junto a la

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portada señorial, tras unas vidrieras, trabajaban planchando ropa blancaalgunasmuchachas, que saludaron a don Jaime con respetuosa sonrisa.Éstesiguióinmóvilensucontemplacióndelaantiguacasa.

¡Quéhermosatodavía,apesardesusamputacionesysuvejez!...

La piedra del zócalo, agujereada y combada hacia dentro por el roce depersonasy carruajes, estabapartidaporvarios tragaluces con rejas a rasdelsuelo.Lapartebajadelpalaciomostrábaseroída,laceradaypolvorienta,comounospiesquehubiesencaminadodurantesiglos.

A partir del entresuelo, piso con entrada independiente, que había sidoalquiladoaunalmacenistadedrogas,comenzabaadesarrollarseelesplendorseñorialdelafachada.Tresventanalesalniveldelarcodelportalón,divididospor dobles columnas, mostraban sus marcos de mármol negro finamentetrabajado. Los pétreos cardos trepaban por las columnas que sostenían lascornisas, y sobre estas últimas campeaban tres grandes medallones: el delcentro con el busto del Emperador y la inscripción Dominus CarolusImperator 1541, recuerdo de su paso por Mallorca para la infortunadaexpedición de Argel; los de los lados ostentando las armas de los Febrer,sostenidos por peces con barbudas cabezas de hombre. En las grandesventanas del primer piso trepaban por jambas y cornisas unas guirnaldasformadas con anclas y delfines, testimonio de las glorias de esta familia denavegantes.Sobresusrematesabríanseenormesconchas.Enlapartemásaltadelafachadaextendíaseunafilacompactadeventanillasconadornosgóticos,unastapiadas,otrasabiertasparadarluzyairealosdesvanes,ysobreellaselaleromonumental,elalerograndioso,comosóloseencuentraenlospalaciosde Mallorca, extendiendo hasta el promedio de la calle su ensamblaje demaderos tallados, ennegrecidos por el tiempo y sostenidos por vigorosasgárgolas.

Por toda la fachada extendíanse, formando cuadriláteros, listones demaderacarcomidaconclavosyabrazaderasdehierrooxidado.Eranrestosdelasgrandesiluminacionesconquelacasaconmemorabaciertasfiestasensustiemposdeesplendor.

Jaimepareció satisfechode este examen.Aúnerahermoso el palaciodesusabuelos,apesardelasventanasfaltasdecristales,delpolvoylastelarañasamontonadosen loshuecos,de losdesgarronesque lossigloshabíanabiertoen su revoque.Cuandoél secasasey la fortunadelviejoVallspasaraa susmanos,ibantodosaasombrarsedelamagníficaresurreccióndelosFebrer.¿Yaún se escandalizaban algunos de su resolución y sentía él ciertosescrúpulos?...¡Adelante!

SedirigióhaciaelBorne,anchaavenidaqueeselcentrodePalma,antiguotorrenteque enotros tiempos separaba la ciudadendosvillasydosbandos

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enemigos:CanAmuntyCanAvall.AllíencontraríauncochequelellevaseaValldemosa.

AlentrarenelBorneatrajosuatenciónlainmovilidaddevariospaseantesquebajo lasombrade loscopudosárbolescontemplabanaunoscampesinosdetenidos ante el escaparate de una tienda. Febrer reconoció sus trajes,distintosdelosusadosporlospayesesdelaisla.Eranibicencos...¡Ah,Ibiza!El nombre de esta isla evocaba el recuerdo de un año remoto de suadolescencia pasado allá. Al ver a aquellas gentes que hacían sonreír a losmallorquinescomosi fuesenextranjeros,Jaimesonrió también,mirandoconinteréssustrajesyfiguras.

Eran,indudablemente,unpadreconsuhijaysuhijo.Elcampesinocalzabaalpargatas blancas, sobre las que caía la ancha campana de un pantalón depanaazul.Suchaqueta-blusaibasujetasobreelpechoconunbroche,dejandover la camisa y la faja. Unmantón obscuro demujer descansaba sobre sushombros como un chal, y para completar este atavío semifemenil, quecontrastaba con sus facciones duras y morenas de moro, llevaba bajo elsombrerounpañueloanudadoenelmentón,conlaspuntascolgandosobrelaespalda.El hijo, queparecía tener catorce años, iba vestido como él, con elmismopantalónestrechodepiernayampliodecampana,perosinelmantónni el pañuelo. Un lazo de color de rosa pendía sobre su pecho a guisa decorbata,unramitodehierbasasomabaaunadesusorejas,yelsombrerodecintabordadaafloresechadosobreelcogotedejabaenlibertadunaondaderizoscayendosobreelrostromoreno,enjuto,malicioso,animadoporlaluzdeunosojosafricanos,deintensanegrura.

Lamuchacha era la que llamabamás la atención, con su falda verde demenudos pliegues, bajo la cual se adivinaba la presencia de otras faldas,hinchadoglobode varias envolturas que parecía empequeñecer aúnmás lospiesfinosygraciososencerradosenblancasalpargatas.Elpechoocultabasuscontornossalientesbajounmantoncilloamarillentoconflores rojas.Deéstesurgíanunasmangasde terciopelodedistinto color que el jubón, adornadascondoblefiladebotonesdefiligrana,obradelosplateroschuetas.Unatriplecadenadeorodeslumbrante,rematadaporunacruz,partíasupecho,peroconeslabones tan enormes, que a no ser huecos la hubiesen agobiado bajo supesadumbre. El pelo negro separábase en dos crenchas sobre la frente y seperdíabajounpañueloblancoanudadoenelmentón,volviendoasurgiratrásen forma de trenza larga y enorme, con adorno de cintas multicolores quetocabanelbordedelafalda.

Lamuchacha,conunacestillaalbrazo,permanecíainmóvilenelbordedela acera, admirando las altas casas y las terrazas de los cafés. Era blanca ysonrosada,sinlarudezacobrizayduradelashembrasdelcampo.Teníaensusfacciones una delicadeza de monja aristocrática y bien cuidada, una pálida

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suavidad,animadaporelreflejoluminosodeladentadurayeltímidobrillodesusojosbajoelpañuelosemejanteaunatocamonástica.

Jaime,porunacuriosidadinstintiva,seaproximóalpadreyalhijo,vueltosdeespaldasalamuchachayenfrascadosenlacontemplacióndelescaparate.Eraunatiendadearmas.Losdosibicencosexaminabanunaporunatodaslasexpuestas, con ojos ardientes y gestos de devoción, cual si adorasen ídolosmilagrosos. El muchacho avanzaba su cabeza de pequeño moro, como sipretendieseintroducirlaporelcristal.

—Fluxas...¡Pare,fluxas!—exclamabaconlasorpresadelqueencuentraunamigoinesperado,señalandoasupadreunospistolonesLefaucheux.

Pero la admiración de los dos era para las armas desconocidas, que lesparecíanmaravillosasobrasdearte:paralasescopetassinllavesvisibles, lascarabinas de repetición y las pistolas con depósito, que podían hacerseguidamentemuchosdisparos.¡Loqueinventanloshombres!¡Loquegozanlosricos!...Aquellasarmasinmóvileslesparecíanseresvivientes,conunalmamaligna y un poder sin límites. Debían matar solas, sin que su dueño setomaseeltrabajodeapuntar.

La imagen de Febrer reflejándose en el cristal hizo volver al padre lacabezarápidamente.

—¡DonChaume!...¡Ay,donChaume!

Tal fue el aturdimiento de su sorpresa y tan grande su alegría, que,agarrando lasmanos de Febrer, faltó poco para que se arrodillase almismotiempoquehablabatembloroso.EstabanentreteniéndoseenelBorneparairacasa de don Jaime cuando éste se hubiese levantado. Ya sabía él que losseñores se acuestan tarde. ¡Qué felicidad verle!... ¡Aquí los atlots, y quemirasenbienalseñor!EradonJaime:eraelamo.Diezañosquenolehabíavisto,perolomismolehubiesereconocidoentremilpersonas.

Febrer, desconcertado por las vehemencias cariñosas del payés y lacuriosidad respetuosa de sus dos hijos, plantados ante él, no acertaba acoordinar sus recuerdos. El buen hombre adivinó este olvido en su miradaindecisa. ¿De veras que no le reconocía? Pep Arabi, de Ibiza... Pero estomismonodecíagrancosa,puesenlaislasóloexistenseisosieteapellidos,yArabieranunacuartapartedesushabitantes.Seexplicaríamejor.PepdeCanMallorquí.

Febrer sonrió. ¡Ah, Can Mallorquí! Un pobre predio de Ibiza donde élhabíapasadounañosiendomuchacho:laúnicaherenciadesumadre.HacíadoceañosqueCanMallorquínoerasuyo.SelohabíavendidoaPep,cuyospadresyabuelosveníancultivandolafinca.

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Fue esto en la época que aún tenía dinero. ¿Pero de qué podía servirleaquella tierra en una isla apartada a la que no volvería nunca?... Y en unagenialidad de gran señor bondadoso, la cedió a Pep a bajo precio,capitalizándola con arreglo al arrendamiento tradicional y concediendoampliosplazosparaelpago;cantidadesque,alsobrevenirdespuésépocasdeapuro,habíanrepresentadomuchasvecesparaélunaalegríainesperada.HacíavariosañosquePephabíasatisfechosudeuda,ysinembargo,aquellasbuenasgentesseguíanllamándoleamo,yalverleahorasentíanlaimpresióndelquesehallaenpresenciadeunsersuperior.

Pep Arabi fue presentando a su familia. La atlota era la mayor, y sellamabaMargalida:unaverdaderamujer,aunquesóloteníadiezysieteaños.Elatlot,queeracasiunhombre,contabatrece.

Queríatrabajarlatierra,comosupadreysusabuelos,peroéllodestinabaal Seminario de Ibiza, ya que era listo en asuntos de letra. Sus tierras lasguardabaparaunmuchachobuenoytrabajadorquesecasaseconMargalida.Yaandabanmuchosenlaislatrasdeella,yapenasvolviesenibaaempezarlatemporadadelosfesteigs,elcortejotradicional,paraqueescogiesemarido.

Pepet, su hijo, estaba llamado a más altos destinos: iba a ser cura, ydespuésquecantasemisaentraríaenunregimientooseembarcaríaconrumboaAmérica, como lo habían hecho otros ibicencos que recogían allá muchodineroyloenviabanasuspadresparacomprartierrasenlaisla.

¡Ay,donJaime,ycómopasael tiempo!...Élhabíavistoal señorcasiunniño, cuando pasó un verano con sumadre enCanMallorquí. Pep le habíaenseñado amanejar la escopeta, a cazar los primeros pájaros. «¿Se acuerdavostra mercé?...» Él estaba entonces para casarse; aún vivían sus padres.Luego sólo sehabíanvistounavez, enPalma,para laventadelpredio—ungranfavorquenoolvidabanunca—;yahora,cuandovolvíaapresentarse,yaeracasiunviejo,conhijostanaltoscomoél.

Al explicar su viaje, enseñaba su fuerte dentadura de campesino consonrisasde inocentemalicia. ¡Unaverdaderacalaverada,de laquehablaríanmucho tiempo las gentes allá en Ibiza! Él había sido siempre andariego yatrevido: resabiosdel tiempoenque fuesoldado.Elpatróndeun laúd,granamigosuyo, teníacargaparaMallorca,y lehabía invitadocomoporbroma.Peroconélnovalíanbromas: ¡lopensado,hechoal instante!LoschicosnohabíanestadoenMallorca;entodalaparroquiadeSanJosé,queeralasuya,nollegabanaunadocenalaspersonasqueconocíanlacapital.Muchoshabíanido aAmérica; uno había estado enAustralia.Algunas vecinas hablaban desusviajesaArgeliaenfaluchoscontrabandistas;peroaMallorcanadieiba,yconrazón.«Nonosquieren,donJaime:nosmirancomoanimalesraros,noscreensalvajes,comosinofuésemostodoshijosdeDios...»Yallíestabaélcon

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sus atlots, aguantando desde por la mañana la curiosidad de las gentes, lomismoquesifuesenmoros.Diezhorasdenavegaciónconunmarmagnífico;laatlotallevabaenlacestalacomidaparalostres.Semarcharíanalamanecerdeldía siguiente,peroéldeseabaanteshablarconelamo.Teníanque tratarnegocios.

Jaimehizoungestodeextrañeza,prestandomayoratenciónalaspalabrasdePep.Este se expresó con cierta timidez, embarullándose en sus palabras.Los almendros eran la mejor riqueza de CanMallorquí. El año anterior lacosechahabíasidobuena,yéstenosepresentabamal.Sevendíaabuenprecioalospatrones,quelaembarcabanparaPalmayBarcelona.Élhabíaplantadodealmendroscasitodossuscampos,yahorapensabadesmontarylimpiardepiedrasciertastierrasdelseñor,cultivandotrigoenellas,elprecisonadamásparaelconsumodelafamilia.

Febrer no ocultó su asombro. ¿Qué tierras eran aquéllas?... ¿Pero lequedaba algo en Ibiza?... Pep sonrió. No eran tierras precisamente: era unpeñón, un promontorio de rocas avanzado sobre el mar, pero que podíaaprovecharseporlapartedetierraformandoalgunosbancalesensupendiente.ArribaestabalatorredelPirata,¿noseacordabaelseñor?...Unafortificacióndel tiempo de los corsarios, a la que había subido don Jaimemuchas vecescuandoniño, lanzandogritosdepelea,conungarrotedesabinaen lamano,dandoórdenesparaelasaltoaunejércitoimaginario.

El señor, que había creído por un instante en el descubrimiento de unafinca olvidada, la única de la que podía ser verdadero dueño, sonriótristemente.¡Ah,la torredelPirata!Seacordabadeella.Unarocacaliza,unavance de la costa, en cuyos intersticios nacían plantas salvajes, refugio yalimentodeconejos.Elviejofortíndepiedraeraunaruinaquelentamenteibadeshaciéndosebajolosembatesdel tiempoylossoplosdelmar.Lossillarescaían de sus alvéolos; las almenas tenían las puntas roídas. Al vender CanMallorquí, la torre había quedado fuera del contrato, tal vez por olvido, acausadesuinutilidad.PodíahacerPeploquegustase:élnohabíadevolverjamásaaquellugarolvidadodesujuventud.

Ycomoelpayéspretendiesehablardefuturasremuneraciones,donJaimeleatajóconungestodegranseñor.Luegomiróa lamuchacha.Muyguapa;parecíaunaseñoritadisfrazada;enlaisladebíanirlosatlotslocostrasdeella.

El padre sonrió, orgulloso y turbado por estos elogios. «¡Saluda, atlota!¿Cómosedice?...»

La hablaba como si fuese una niña, y ella, con los ojos bajos, el rostrocoloreadoporunallamaradadesangre,cogiendoconladiestraunapuntadesu delantal, murmuró trémula algunas palabras en ibicenco: «No; no soyguapa.Servidoradevuestramercé...»

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Febrerdioporterminadalaentrevista,ordenandoaPepyalossuyosquefuesen a su casa. El payés conocía de antiguo a madó Antonia, y la viejatendríamuchogustoenverle.Comeríanconellaloquetuviese.Yalesveríaalanochecer,cuandovolviesedeValldemosa.«¡Adiós,Pep!¡Adiós,atlots!»

E hizo señas a un cochero sentado en el pescante de un carruajemallorquín,vehículoligerísimo,montadosobrecuatroruedasfinas,conalegretoldodelonablanca.

II

Febrer,alversefueradePalma,enplenacampiñaprimaveral,searrepintiódesuvidapresente.Llevabaunañosinsalirdelaciudad,pasandolastardesenloscafésdelBorneylasnochesenlasaladejuegodelCasino.

¡NoocurrírselenuncaasomarlacabezafueradePalmaparaverelcampo,deunverdetierno,consusacequiassusurrantes;elcielo,desuaveazul,enelqueflotabanislotesdeblancosvellones;lascolinas,deunverdeobscuro,consusmolinillosdevientobraceandoenlacumbre;lassierrasabruptas,decolorde rosa, cerrando el fondo; todo el paisaje risueño y rumoroso que habíaasombrado a los navegantes antiguos, haciéndoles llamar aMallorca la islaAfortunada!... Cuando, gracias a su casamiento, adquiriese una fortuna ypudierarescatarelhermosoprediodeSonFebrer,pasaríaenéllamayorpartedelaño,lomismoquesusascendientes,haciendolavidarústicaybenéficadeun gran señor, dadivoso y respetado. El carruaje, a todo correr de sus doscaballos, rozabaydejaba atrásuna filadepayesesquevolvíande la ciudadpor el borde del camino. Eran esbeltas mujeres morenas, llevando sobre latrenzayelblancorebocillounanchosombrerodepajaconcintascolgantesyramos de flores silvestres; hombres vestidos de dril rayado—la llamada telamallorquína—, con fieltros echados atrás que parecían una aureola negra ogrisentornodesusrostrosafeitados.

Recordaba Febrer las sinuosidades de este camino, por el que no habíapasado en algunos años, lomismo que un extranjero que volviese a la isladespuésdeunavisitaremota.Másadelantesebifurcabalaruta:unaramasedirigía aValldemosa y otra a Sóller... ¡Ay, Sóller!... ¡La niñez olvidada queacudía de golpe a sumemoria! Todos los años, en un carruaje como aquél,emprendía la familia de Febrer su viaje a Sóller, donde poseía una antiguacasa,deampliozaguán,lacasadelaLuna,llamadaasíporunhemisferiodepiedra con ojos y nariz que adornaba lo alto del portalón, representando alastrodelanoche.

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ErasiempreaprincipiosdeMayo.ElpequeñoFebrer,cuandoelcarruajetransponíaunagarganta,enlomásaltodelasierra, lanzabagritosdealegríacontemplandoa suspies elvalledeSóller, el jardínde lasHespéridesde laisla.Lasmontañas,obscurasdepinaresymoteadasdeblancascasitas,teníanlas cumbres envueltas en turbantes de vapores.Abajo, en torno a la villa yprolongándoseportodoelvallehastaelmarinvisible,estabanloshuertosdenaranjos.Laprimaveraestallaba sobreeste suelo felizconunaexplosióndecoloresyperfumes.Lasplantassalvajescrecíanentrelospeñascoscoronadosdeflores; losárboles tenían los troncosvestidosdeserpenteanteverdura; laspobres casas de los payeses ocultaban su miseria ruinosa bajo sábanas derosales trepadores.Acudían de todos los pueblos del contorno a la fiesta deSóller las rústicas familias: las mujeres con blancos rebocillos, pesadasmantillasybotonesdeoroenlasmangas;loshombresconvistososchalecos,capotesdepañoyfieltrosconcintasdecolor.Gangueabaladulzainallamandoalbaile;pasabandemanoenmanolosvasosdedulceaguardientedelaislaydevinodeBañalbufar.Eralaalegríadelapazdespuésdemilañosdeguerrayde piratería con los pueblos infieles del Mediterráneo: la regocijadaconmemoracióndelavictoriaconseguidaporlospayesesdeSóllersobreunaflotadecorsariosturcosenelsigloxvi.

En el puerto, los pescadores, disfrazados demusulmanes y de guerreroscristianos,fingíanatrabucazosyestocadassobresuspobresbarcasunabatallanaval,oseperseguíanporloscaminosinmediatosalacosta.Enlaiglesiasecelebrabaunafiestaparaconmemorarlamilagrosavictoria,yJaime,sentadojuntoasumadreenunsitiohonorífico,estremecíasedeemociónescuchandoalpredicador,lomismoquecuandoleíaunanovelainteresanteenlabibliotecaquesuabueloteníaenPalma,enelsegundopisodelacasa.

ElvecindarioseponíaenarmasconloshabitantesdeAlaróyBuñola,alsaberporunabarcadeIbizaqueveintidósgaleotasturcasconalgunasgalerasmarchabansobreSóller,lamásricapoblacióndelaisla.Milsetecientosturcosyafricanos, lopeordelapiratería, tomabantierraatraídospor lariquezadelpueblo,ymásaúnporeldeseodeasaltarciertoconventodemonjas,dondevivíanretiradasdelmundojóveneshermosasydeilustrefamilia.Divididosendoscolumnas,marchabaunacontralatropadecristianosquehabíasalidoasuencuentro, mientras la otra, dando un rodeo, penetraba en la población,cautivando doncellas y mancebos, robando las iglesias, matando a lossacerdotes.Loscristianos sentían la incertidumbrede su situación.Enfrente,mil turcos que avanzaban; a sus espaldas, la villa entregada al saqueo, susfamilias sometidas al ultraje y a la violencia, que les llamaban condesesperación.Peroladudafuecorta.UnsargentodeSóller,heroicoveteranodelosejércitosdeCarlosVenlasguerrasdeAlemaniayelGranTurco,losdecide a todos por el ataque contra el enemigo inmediato. Se arrodillan,invocanalapóstolSantiago,yesperandounmilagro,atacanconsusescopetas,

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arcabuces,lanzasyhachas.Losturcoscejanyvuelvenlasespaldas.EnvanolesanimasutemiblecaudilloSuffarais,capitángeneraldelmar,turcoviejoyde gran obesidad, famoso por su coraje y atrevimiento. Al frente de unaescuadradenegros,queeransuguardia,atacacimitarraenmano,formandoentornode él un círculode cadáveres; pero al fin un sollerense le atraviesa elpechoconsulanza,yalcaerhuyenlosinvasores,perdiendosuestandarte.Unnuevoenemigolescierraelpasocuandoescapanhacialacostaparasalvarseensusnavíos.Unacuadrilladebandoleroshapresenciadoelcombatedesdelos riscos, y al ver huir a los turcos sale a su encuentro, disparando lospedreñalesyesgrimiendosusdagas.Llevanconellosunatropademastines,feroces compañeros de su vida infame, y esas bestias, arrojándose sobre losfugitivos y destrozándoles, prueban, según los cronistas de la época, «labondaddelacastamallorquina».Latropavencedoravuelveatrás,penetrandoenlavilladesolada,ylossaqueadoreshuyencomopuedencaminodelmar,ocaendegolladosenlascalles.

El predicador exaltábase al relatar esta acción victoriosa, atribuyendo lamejor parte del éxito a laReina de losCielos y al guerrero apóstol. LuegoensalzabaalcapitánAngelats,elhéroedelaexpedición,elCiddeSóller,yalasvalentasdònasdeCanTamany,dosmujeresdeunpredio inmediatoa lavillaquehabíansidosorprendidasportresturcosansiososdesaciarenellassucarnívoro apetito tras largas abstinencias en las soledades del mar. Lasvalentasdonas,arrogantesydurascomobuenaspayesas,nogritabannihuíanalavistadeestostrespiratasenemigosdeDiosydelossantos.Conlatrancade la puertamataban a uno, y luego se encerraban en la casa.Arrojando elcadáver por una ventana sobre los asaltantes, descalabraban a otro yperseguían a pedradas al tercero, como esforzadas nietas de los honderosmallorquines.¡Ah,lasvalentasdònas,lasesforzadashembrasdeCanTamany!Elbuenpueblolasadorabacomosantasheroínasdelaguerramilenariacontralos infieles, y reía cariñosamente de las hazañas de estas Juanas de Arco,pensando con orgullo en lo peligroso que era el trabajo de losmusulmanesparaabastecerdecarnenuevasusharenes.

Luego, el predicador, siguiendo la costumbre tradicional, daba fin a suarenga citando las familias que habían tomado parte en el combate: uncentenar de apellidos, que escuchaba atentamente el rústico auditorio,moviendo la cabeza cada cual con signos de asentimiento cuando sonaba elnombre de uno de sus ascendientes. Esta enumeración interminable parecíacorta a muchos, que hacían un gesto de protesta al callarse el predicador.«Otros estuvieron, y no los nombran», murmuraban los payeses cuyosapellidosnohabíansonado.TodosqueríanserdescendientesdelosguerrerosdelcapitánAngelats.

Cuando terminaban las fiestas y Sóller recobraba su plácida calma, el

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pequeñoJaimepasabalosdíascorreteandoporlosnaranjalesconAntonia,lavieja madó Antonia de ahora, que era entonces una mujerona fresca, deblancos dientes, curvo pecho y pisada fuerte, viuda a los pocos meses dematrimonioyperseguidaporlasmiradasardorosasdetodalapayesía.Juntosibanalpuerto,tranquiloysolitariolago,cuyaentradaeracasiinvisibleporlasrevueltas entre las peñas del brazo acuático que lo comunicaba con elmar.Sólodetardeentardeaparecíanenestaplazacerradadeaguaazullosmástilesde algún velero que venía a cargar naranjas para Marsella. Las bandas degaviotas viejas, enormes como gallinas, aleteaban con evoluciones decontradanzasobrelatersasuperficie.Alacaídadelatardeentrabanlasbarcasde los pescadores, y bajo los tinglados de la playa quedaban colgando deescarpiaspecesenormes,conlacolaarrastrandoporelsuelo,quesangrabanlomismoquebueyes;rayasypulposquedespedíancomopedazosdetemblorosocristalsusblancasviscosidades.

Jaimeamabaestepuerto tranquilo,demisteriosa soledad,conun respetoreligioso. Recordaba en él las milagrosas historias con que su madre leadormecía por la noche; el gran prodigio de un siervo de Dios para burlarsobreaquellasaguaslosempedernidospecadores.SanRaimundodePeñafort,virtuoso y austeromonje, indignábase contra el rey don Jaime deMallorca,torpementeamancebadoconunadama,doñaBerenguela,ysordoasussantosconsejos. El fraile quiso huir de la isla de perdición, y el rey se lo impidióponiendo embargo a todas las barcas y navíos. Entonces el santo bajó alsolitario puerto de Sóller, tendió su manto sobre las olas, montó en él yemprendióelrumbohacialascostasdeCataluña.

Madó Antonia le había contado también este milagro, pero en versosmallorquines,enunsencillo romancequerespiraba lacándidacredulidaddelos siglos aficionados a lo maravilloso. El santo, embarcado en su manto,poníaelbordónpormástilyelcapuchónporvela.UnvientodeDiossoplabasobrelaextrañanave,yenpocashoras,elsiervodelSeñoribadeMallorcaaBarcelona. El vigía de Montjuich anunciaba con bandera la aparición delprodigiosobarco,repicabanlascampanasdelaSeo,ylosmercaderesacudíanalamuralladelmarpararecibiralsantoviajero.

ElpequeñoFebrer,conlacuriosidadexcitadaporestasmaravillas,queríasaber más, y su acompañante llamaba a los viejos pescadores, que leenseñabanlarocaenquehabíapuesto lospieselsantomientras invocabaelauxilio de Dios antes de embarcarse. Una montaña de tierra adentro, vistadesdeelpuerto,teníalaformadeunfraileencapuchado.Alolargodelacosta,enunlugarinaccesible,unapeña,quesóloveíanlospescadores,erasemejantea unmonje arrodillado y en oración. Tales prodigios los había hechoDios,segúnestasalmassencillas,paraperpetuarelfamosomilagro.

Jaime aún recordaba los estremecimientos de emoción con que acogía

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estosrelatos.¡Ah,Sóller!¡Laépocadesantainocencia,enqueabriósusojosalavidaentrerelatosdemilagrosyconmemoracionesdeluchasheroicas!...LacasadelaLunahabíalaperdidoparasiempre,lomismoquelacredulidadylainocencia de aquella época para él casi remota.Habían transcurridomás deveinteañossinquevolviesea laolvidadaSóller,queahora resucitabaensumemoriacontodoslosrisueñosespejismosdelainfancia.

Llegó el carruaje a la bifurcación del camino, emprendiendo la ruta deValldemosa,ytodoslosrecuerdosparecieronquedaratrás,inmóvilesalbordedelacarretera,esfumándoseconladistancia.

El caminodeValldemosanoofrecíapara élmemoria algunadelpasado.Sólo lo había seguido dos veces, siendo ya hombre, para visitar con unosamigos las celdas de la Cartuja. Se acordaba de los olivos del camino, losfamososolivosseculares,deformasextrañasyfantásticas,quehabíanservidodemodeloamuchosartistas,yavanzólacabezaporunaventanilladeseandoverlos. El terreno subía; comenzaban los campos pedregosos de secano, lasprimeras estribaciones de la sierra. El camino iba serpenteando entrearboledas.Pasabanyaantelasventanillasdelcarruajelosprimerosolivos.

Febrer losconocía,habíahabladodeellosmuchasveces,y sinembargo,sintió la sensación de lo extraordinario, como si los viese por primera vez.Eran árboles negros, de enorme tronco nudoso y abierto, abombados porgrandes excrecencias y con escaso follaje; olivos que tenían siglos deexistencia, que no habían sido podados nunca y en los que la vejez robabasaviaalramaje,hinchandoeltroncoconlasexpansionesdeunalentaypenosacirculación.Elcampoparecíaunabandonadotallerdeescultura,conmilesdebocetos informes, demonstruos esparcidos en el suelo, sobre una alfombraverdematizadademargaritasycampanillassilvestres.

Unolivoparecíaunsapoenorme,encogidoyenactituddesaltar,conunramilletedehojasenlaboca;otro,unaboainformedeamontonadosanillos,conunpenachodeolivoenlacabeza;veíansetroncosabiertoscomoojivas,altravésdecuyosorificioslucíaelcieloazul;serpientesmonstruosasenrolladasen grupo como las espirales de una columna salomónica; gigantes negros,cabezaabajo,conlasmanosenelsuelo,hundiendolosdedosdesusraícesylospiesenalto,de losque surgíanvaras llenasdehojas.Algunos,vencidospor los siglos, se acostaban en el suelo, sostenidas sus leñosidades porhorquillas,comoviejosqueintentasenincorporarsesobresusmuletas.

Parecíahaberpasadosobreestoscamposunatempestad,abatiéndolotodo,retorciéndolotodo,petrificándosedespuésparamantenerestadesolaciónbajosupesoyquenorecobraralasprimitivasformas.Muchosolivoserguidos,deperfilesmás suaves,parecían tener rostroy formas femeniles.Eranvírgenesbizantinas, con tiara de leves hojas y luengas vestiduras de leña.Otros eran

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ídolos feroces, de ojos saltones y barbas ondeadas y rastreantes; fetiches dereligionesobscurasybárbaras,capacesdedeteneralahumanidadprimitivaensusemigraciones,haciéndolacaerderodillasconlaemocióndeunencuentrodivino.Enlacalmadeesteretorcimientotempestuosoeinmóvil,enlasoledadde estos campos poblados de espantables y perennes visiones, cantaban lospájaros,extendíansuinvasiónhastaelpiedelostroncoscarcomidoslasfloressilvestres, y lashormigas ibanyveníanen infinito rosario, socavandocomominerasinfatigableslasañosasraíces.

Gustavo Doré había dibujado—según decían muchos isleños—en estosolivaressusmásfantásticasconcepciones,yelrecuerdodedichoartistatrajoala memoria de Jaime el de otros más célebres que pasaron también por elmismocaminoyvivieronysufrieronenValldemosa.

Dos veces había visitado la Cartuja sólo por ver de cerca los lugaresinmortalizadosporelamortristeyenfermizodeunaparejadeseresfamosos.Suabuelolehabíahabladomuchasvecesde«lafrancesa»deValldemosaysucompañero«elmúsico».

Un día, los habitantes de Mallorca y los peninsulares que se habíanrefugiado en la isla huyendo de los horrores de la guerra civil, vierondesembarcarunmatrimonioextranjeroacompañadodeunniñoyunaniña.Eraen1838.Albajarelequipajea tierra, los isleñosadmiraronconasombrounpianoenorme,unpianoErard,comoentoncesseveíanpocos.Elpianoquedócautivo en la Aduana, mientras se resolvía el enredo de ciertos escrúpulosadministrativos, y los viajeros fueron a alojarse en una posada, alquilandodespuéslafincadeSonVent,inmediataaPalma.

Elhombreparecíaenfermo;eramásjovenqueella,peroenflaquecidoporlas dolencias, pálido, con una palidez transparente de hostia, los claros ojosbrillantes de fiebre, el angosto pecho agitado por ruda y continua tos.Unaspatillas finísimas sombreaban susmejillas;unacabellera tumultuosade leóncoronabasufrente,cayendoatrásencascadaderizos.Ellaeravaronilycorríacon todos los trabajosde la casa, comounabuenaburguesamáspródigaenvoluntadqueenhabilidades.Jugabaconsushijoslomismoqueunaniña,ysurostrobondadosoyrisueñoensombrecíaseúnicamentealoírlatosdel«amadoenfermo».Unambientedeexotismo,deexistenciairregular,deprotestacontralasleyesquerigenaloshumanos,parecíaenvolveraestafamiliavagabunda.Ella vestía trajes de cierta fantasía, con un puñal de plata clavado en lacabellera, adorno romántico que escandalizaba a las devotas señorasmallorquinas.Además,noibaamisaalaciudad,nohacíavisitas,nosalíadesu casamás que para juguetear con sus hijos o sacar al sol al pobre tísico,dándoleelbrazo.Losniñoserantanextraordinarioscomolamadre:lahijaibavestidademuchacho,paracorrerporloscamposconmayorsoltura.

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Prontolaisleñacuriosidadseenteródelosnombresdeestosforasterosdeaspecto alarmante. Ella era una francesa, autora de libros: Aurora Dupín,antigua baronesa separada de sumarido, que se había hecho una reputaciónuniversalporsusnovelas,firmándolasconunnombremasculinoyelapellidode un asesino político: Jorge Sand. Él era un músico polaco, organismodelicadoqueparecíadejarunpedazodeexistenciaencadaunadesusobras,ysesentíamoribundoalosveintinueveaños.LellamabanFedericoChopin.Loshijoserandelanovelista,queestabayaenlostreintaycincoaños.

La sociedadmallorquina, encerrada en sus preocupaciones tradicionales,comounmoluscoensusvalvas,yenemigapor instintode lasnovedadesdeParís, indignóse ante este escándalo. ¡No eran casados!... ¡Y ella escribíanovelasqueespantabanpor suaudaciaa lasgentesdebien!...Lacuriosidadfemenil quiso conocerlas, pero enMallorca sólo recibía libros donHoracioFebrer, el abuelo de Jaime, y los pequeños volúmenes de Indiana y Leliapropiedad de aquél corrieron de mano en mano sin que los lectores losentendiesen.¡Unamujercasadaqueescribíalibrosyvivíaconunhombrequenoerasumarido!...

DoñaElvira,laabueladeJaime,unaseñoravenidadeMéjico,cuyoretratohabíaélcontempladotantasveces,yalaqueseimaginabasiemprevestidadeblanco, con los ojos en alto y el arpa dorada entre las rodillas, visitó a lasolitariadeSonVent.Gozábaseenabrumarconsusuperioridaddeforasteraalasseñorasdelaislaquenosabíanfrancés;escuchabaalaescritorasuslíricoselogios de la originalidad de este paisaje africano, con sus blancas casitas,espinosos cactos, esbeltas palmeras y seculares olivos, que tan rudamentecontrastabaconel armónicoordende las campiñasdeFrancia.Luego,doñaElvira,enlastertuliasdePalma,defendíaconvehemenciaalaescritora,unapobre mujer apasionada, cuya vida actual era más abundante en tristezas ycuidadosdehermanadelaCaridadqueensatisfaccionesdeamor.Elabuelotuvo que intervenir, prohibiendo a la esposa estas visitas para acallarmurmuraciones.

Se hizo el vacío en torno a la escandalosa pareja. Mientras los niñosjugabanconsumadreenelcampo,comopequeñossalvajes,elenfermotosíarecluido en su dormitorio, detrás de los cristales, o se asomaba a la puertabuscandounrayodesol.Porlasnoches,aaltashoras,eralavisitadelamusa,enfermiza y melancólica, y sentado al piano improvisaba entre toses ygemidossumúsica,deunavoluptuosidadamarga.

EldueñodeSonVent,unburguésdelaciudad,dioordenalosforasterosde levantar el campo, como si fuesen una banda de bohemios. El pianistaestabatísico,yélnoqueríacontagiarsufinca.¿Adondeir?...Elregresoalapatria era difícil: estaban en pleno invierno, y Chopin temblaba como unpájaro abandonado pensando en los fríos de París. La isla inhospitalaria era

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amada,sinembargo,porladulzuradesuclima.ComoúnicorefugioseofrecióaelloslacartujadeValldemosa:edificiosinbellezasarquitectónicas,sinotroencanto que el de su antigüedadmedioeval, pero enclavado entremontañaspor cuyas laderas se derrumban bosques de pinos, teniendo como suavescortinasqueamortiguanelardordelsolplantacionesdealmendrosypalmeras,entrecuyo ramajealcanzan losojos laverde llanurayel lejanomar.Eraunmonumentocasienruinas,unconventodemelodrama,lúgubreymisterioso,encuyosclaustrosacampabanvagabundosymendigos.Paraentrarenéleraprecisoatravesarelcementeriodelosfrailes,consusfosasremovidasporlasraícesdelasplantassilvestres,quesacabanloshuesosaflordetierra.Enlasnochesdelunavagabaporelclaustrounespectroblanco,elalmadeunfrailemalditoqueaguardabalahoradelaredenciónpaseándoseporellugardesuspecados.

Allámarcharon los fugitivosundía lluviosode invierno,azotadosporelaguaceroyelhuracán, siguiendoelmismocaminoqueahora seguíaFebrer,pero un camino antiguo que sólo tenía de tal el nombre. Los carros de lacaravanaiban,comodecíaJorgeSand,«conunaruedaporlamontañayotraporelfondodeunatorrentera».Elmúsico,arrebujadoenuncapote,temblabaytosíabajolalonadeltoldo,estremeciéndoseconlosdolorososvaivenes.Lanovelistaseguíaapieenlosmalospasos,llevandoasushijosdelamanoenesteviajedevagabundos.

Pasaron todo el invierno en la soledad de la Cartuja. Ella, calzandobabuchas y con el puñalito en la cabellera mal peinada, hacía la cocinaanimosamente, con la ayuda de una mozuela del país, que aprovechaba elmenordescuidoparaengullirselosbocadosdestinadosal«queridoenfermo».Los chicuelos de Valldemosa apedreaban a los pequeños franceses,creyéndolos moros, enemigos de Dios. Las mujeres robaban a la madre alvenderla loscomestibles,yademás laapodaban«laBruja».Todoshacían lacruzaestosgitanosqueseatrevíanavivirenunaceldadelmonasterio,cercadelosmuertos,encontinuotratoconelfrailefantasmaquesepaseabaporelclaustro.

De día, mientras descansaba el enfermo, preparaba ella el puchero yayudabaalasirvienta,consusmanosfinasypálidasdeartista,amondarlaslegumbres.LuegocorríaconsushijosalaabruptacostadeMiramar,cubiertade arboleda, donde Raimundo Lulio estableció su escuela de estudiosorientales.Sóloalllegarlanochecomenzabasuverdaderaexistencia.

Elclaustro,obscuro,enorme,conmovíaseconunamúsicamisteriosaqueparecíavenirdemuylejos,altravésdelosreciosparedones.EraChopin,que,inclinadoanteelpiano,componíasusNocturnos.Lanovelista,alaluzdeunavela,escribíaSpiridón,lahistoriadelmonjequeacabapordemolertodassuscreencias,ymuchasvecescortabasutrabajoparacorreralladodelmúsicoy

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preparar sus tisanas, alarmada por la frecuencia de su tos.En las noches deluna tentábala el escalofrío de lo misterioso, la voluptuosidad del miedo, ysalía al claustro, cuya lobreguez cortaban las manchas lácteas de losventanales. ¡Nadie!... Después sentábase en el cementerio de los monjes,esperando en vano la aparición del fantasma para animar su monótonaexistenciaconalgonovelesco.

Una noche de Carnaval, la Cartuja fue invadida por los moros. EranjóvenesdePalmaquedespuésderecorrerlaciudaddisfrazadosdeberberiscospensaron en «la francesa», avergonzados sin duda del aislamiento en que latenían las gentes. Llegaron a media noche, turbando con sus canciones yguitarreos lacalmamisteriosadelconvento,haciendoaletearmedrososa lospajarracosalbergadosenlasruinas.Enunapiezadelaceldabailarondanzasespañolas,queelmúsicoseguíaatentamenteconsusojosdefiebre,mientraslanovelistaibadeungrupoaotro,sintiendolasimplealegríadelaburguesaquenoseveolvidada.

EstafuesuúnicanochefelizenMallorca.Luego,alvolverlaprimavera,el«amado enfermo» se sintió mejor y emprendieron el lento retorno a París.Eranavesdepasoquedetrásdesuinvernajenodejabanotrahuellaqueladelrecuerdo.NisiquierapudosaberJaimeconcertezaquéhabitaciónhabíasidolasuya.Lasreformasrealizadasenelconventohabíanborradotodovestigio.Muchas familias de Palma veraneaban ahora en laCartuja, convirtiendo lasceldas enhermosashabitaciones, y cada cual quería que la suya fuese la deJorgeSand,infamadaydespreciadaporsusabuelas.Febrerhabíavisitadoelconvento con un nonagenario de los que fueron vestidos de moros a darserenata a la francesa. No se acordaba de nada; no podía reconocer lahabitación.

El nieto de don Horacio sentía una especie de amor retrospectivo haciaaquellamujerextraordinaria.Laveíacomoenlosretratosdesujuventud,conel rostro inexpresivo y los ojos profundos y enigmáticos bajo una cabellerasueltasinmásadornoqueunarosaenunasien.¡PobreJorgeSand!Elamorhabía sido para ella lo que la antigua esfinge: cada vez que intentabainterrogarlo sentía en el corazón su zarpazo sin misericordia. Todas lasabnegaciones y rebeldías del amor las había conocido aquella mujer. Lahembracaprichosade lasnochesvenecianas, la infielcompañeradeMusset,era la misma enfermera que guisaba la cena y preparaba las tisanas almoribundoChopinenlasoledaddeValldemosa...¡Siélhubieseconocidounamujerasí,unamujerquellevasedentromilmujeres,todalainfinitavariedadfemenildedulzurasycrueldades!...¡Seramadoporunahembrasuperior,alaquepudieraimponerelascendientevaronilyquealmismotiempoleinspiraserespetoporsugrandezaintelectual!...

Quedó Febrer largo rato como adormecido por este deseo, mirando el

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paisaje sin verlo. Luego sonrió irónicamente, como si compadeciese suinsignificancia. Recordaba el objeto de su viaje y se tenía lástima. Él, quesoñabacongrandesamoresdesinteresadosyextraordinarios, ibaavenderse,ofreciendo su mano y su nombre a una mujer que apenas había visto; acontraerunaalianzaqueescandalizaríaatodalaisla...¡Dignotérminodeunavidainútilyatolondrada!

Elvacíodesuexistenciaseleaparecíaahoraclaramente,sinlosengañosdelapresunciónpersonal.Laproximidaddelsacrificiolohacíareplegarseensusrecuerdos,cualsibuscaseenellosunajustificacióndelosactospresentes.¿Paraquéhabíaservidosupasoporelmundo?...

Volvió otra vez a las memorias de su infancia que había evocado en elcaminodeSóller.VeíaseenelvenerablecaseróndelosFebrerconsuspadresy su abuelo. Era hijo único. Su madre, una señora pálida, de bellezamelancólica, había quedado enferma a consecuencia de su nacimiento. DonHoracio vivía en el segundo piso, en compañía de un viejo criado, como sifueseunhuéspedenlacasa,mezclándoseconlafamiliaoaislándosedeellaasucapricho.

Jaime,enmediode lavaguedaddesusrecuerdos infantiles,contemplabaconsalienterelievelafiguradesuabuelo.Jamáshabíaencontradounasonrisaen aquel rostro de patillas blancas, que contrastaban con sus ojos negros eimperiosos.Losdelacasateníanprohibidosubirasushabitaciones.Nadielehabíavistomásqueen trajedecalle,conunapulcritudminuciosa.Elnieto,queeraelúnicoquepodíasubirasudormitorioatodashoras,encontrábaledebuena mañana con su levita azul, alto cuello de puntas y la negra corbataarrollada en varias vueltas, sujeta por una perla enorme. Hasta en días deenfermedad conservaba su aspecto correcto, de una elegancia antigua. Si ladolencia le obligaba a guardar cama, daba órdenes al criado para que norecibieseniasuhijo.

Febrer pasaba las horas sentado a los pies de su abuelo, escuchando susrelatose intimidadopor laenormecantidadde librosquedesbordabade losarmarios,extendiéndoseporsillasymesas.Leveíaigualentodotiempo,consu levita forradadesedaroja,queparecíasiempre lamismayera renovada,sin embargo, cada seismeses.Las estacionesno traíanotramudanzaque elconvertirelinvernalchalecodeterciopeloenotrodesedabordada.Cifrabasuprincipal orgullo en la ropa blanca y en los libros. Le traían del extranjerodocenasdedocenasdecamisas,quemuchasvecesamarilleabanolvidadas,sinestrenar,enelfondodelosarmarios.LoslibrerosdeParísenviábanleenormespaquetes de volúmenes recién publicados, y en vista de sus continuasdemandas,escribíanenladirecciónunalíneaquedonHoraciomostrabaconburlonacomplacencia:«Mercaderdelibros.»

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Hablabaalúltimode losFebrerconunabondaddeabuelo,esforzándosepor que entendiese sus relatos, a pesar de que era parco en palabras y pocosufrido en sus relaciones con la familia. Le contaba sus viajes a París yLondres: los primeros en buque de vela hastaMarsella y luego en silla deposta;losotrosenvaporesderuedasyencaminodehierro,grandesinventoscuyainfanciahabíapresenciado.HablabadelasociedadenlaépocadeLuisFelipe;delosgrandesestrenosdelromanticismo,alosquehabíaasistido;delas barricadas que había visto levantar desde su cuarto, callándose que almismotiempoabarcabaeltalledeuna«griseta»asomadajuntoaél.

Sunietohabíanacidoenbuentiempo:elmejordetodos.DonHoracioseacordabadesusdesavenenciasconsuterriblepadre,quelehabíanobligadoaviajarporEuropa;aquelcaballeroquesalíaalencuentrodelreyFernandoparapedirlelavueltaalosusosantiguos,ybendecíaaloshijosdiciéndoles:«Diostehagaunbueninquisidor.»

LuegoenseñabaaJaimegrandesestampasconvistasdelasciudadesenlasquehabíavivido,yquealniñoleparecíanpoblacionesdeensueño.Algunasveces se quedaba contemplando el retrato de «la abuela del arpa», de suesposa, la interesante doña Elvira, el mismo lienzo que estaba ahora en elrecibimiento con las demás señoras de la familia. No parecía conmoverse.Conservaba la misma gravedad con que acompañaba las bromas a que eraaficionadoy laspalabrasgruesasquematizabansuconversación,perodecíaconvozalgotrémula:

—Tuabuelaeraunagranseñora,unalmadeángel,unaartista.Yoparecíaunbárbaroasulado...Eradenuestrafamilia,perovinodeMéjicoparacasarseconmigo.Supadrefuemarinoysequedóalláconlos«insurgentes».Nohayentodanuestrarazaquienseparezcaaaquellamujer.

A las once y media de la mañana abandonaba al nieto, y calándose unsombrerodecopa,desedanegraeninviernoydecastorenverano,salíaadarunpaseoporlascallesdePalma,siempreporigualsitioeidénticasaceras,lomismocuandollovíaquecuandoabrasabaelsol,insensiblealfríoyalcalor,puestodelevitaentodotiempo,siguiendosumarchaconlaregularidaddelosautómatasdereloj,queaparecen,caminanyseocultanalsonarciertashoras.

Sólo una vez en treinta años habíamodificado su camino por las callessolitariasyblancasdesol,enlasqueresonabansuspasos.Unamañanahabíaoídolavozdeunamujerenelinteriordeunacasa:

—Atlota...lasdoce.Ponelarroz,quepasadonHoracio.

Élsehabíavueltohacialapuertaconsugravedaddegranseñor:

—Nosoyrelojdep...

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Y soltó la palabra gorda, sin despojarse de su seriedad, como lanzabasiempre las expresiones más atroces. Desde aquel día modificó su camino,parahuirdelosqueteníanfeenlaexactituddesuspaseos.

Algunasveceshablabaasunietodelasantiguasgrandezasdelacasa.Losdescubrimientos geográficos habían arruinado a los Febrer. ElMediterráneonoerayaelcaminodeOriente.Losportuguesesylosespañolesdelotromarhabíanencontradonuevosderroteros,ylasnavesmallorquinaspudríanseenlainacción.Yanohabíaguerrasconlospiratas.LasantaOrdendeMaltasóloeraunadistinciónhonorífica.Unhermanodesupadre,comendadorenLaValettecuandoBonaparteconquistólaisla,habíavenidoamoriraPalmaconsupobrepensión de retirado. Los Febrer hacia dos siglos que, olvidados del mar—dondenoquedabacomercioysólohacíanlaguerrapobrespatronesehijosdepescadores—, se habían dedicado a imponer su nombre con un lujoesplendoroso,arruinándoselentamente.

El abueloaúnhabíaalcanzado los tiemposdeverdadero señorío, cuandoserbutifarra era enMallorcaalgoquecolocaban lasgentesentreDiosy loscaballeros.LavenidaalmundodeunFebrereraunacontecimientodelquesehablabaentodalaciudad.Lagrandamaparturientapermanecíarecluidaensupalacio cuarenta días, y en todo este tiempo las puertas estaban abiertas, elzaguán lleno de carrozas, la servidumbre formada en la antecámara, lossalonesllenosdevisitas,lasmesascubiertasdedulces,bizcochosyrefrescos.Habíadíasdelasemanadestinadosalarecepcióndecadaclasesocial.Unoseran únicamente para los butifarras, aristocracia de la aristocracia, casasprivilegiadas, contadísimas familias, unidas todas por el parentesco decontinuoscruces;otrosdíasparaloscaballeros,noblezatradicionalquevivía,sinsaberporqué,supeditadaalosanteriores;luegoserecibíaalosmossons,claseinferiorperoentratofamiliarconlosgrandes,intelectualesdelaépoca,médicos, abogados y escribanos que prestaban sus servicios a las familiasilustres.

Don Horacio recordaba el esplendor de estas recepciones. Los antiguossabíanhacerlascosasengrande.

—Cuandonaciótupadre—decíaasunieto—,fuelaúltimafiestaenestacasa. Ochocientas libras mallorquinas pagué a un confitero del Borne porazucarillos,bizcochosyrefrescos.

DesupadreseacordabaJaimemenosquedesuabuelo.Eraensumemoriaunafigurasimpáticaydulce,peroalgoborrosa.Alpensarenélsóloveíaunabarbasuaveyalgoclaracomolasuya,unafrentecalva,unasonrisadulceyunos lentes que brillaban al inclinarse. Contaban que de muchacho habíatenidoamorescon suprimaJuana, aquella señoraaustera llamadapor todos«la Papisa», que vivía como una monja y gozaba de enormes riquezas,

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regalándolas pródigamente en otros tiempos al pretendiente don Carlos, yahoraalasgenteseclesiásticasquelarodeaban.

El rompimiento de su padre con ella era, sin duda, la causa de que «laPapisa Juana» semantuviese alejada de esta rama de su familia, tratando aJaimeconhostildespego.

Su padre había sido oficial de laArmada, siguiendo una tradición de lafamilia.EstuvoenlaguerradelPacífico,fuetenienteenunafragatadelasquebombardearonelpuertodelCallao,y comosi sóloesperasehaberdadounapruebadevalor,seretiróinmediatamentedelservicio.LuegosecasóconunaseñoritadePalma,defortunaescasa,cuyopadreeragobernadormilitardelaisladeIbiza.«LaPapisaJuana»,hablandoundíaconJaime,habíapretendidoherirle,consuvozfríaysugestoaltivo.

—Tu madre era noble, de familia de caballeros... pero no era butifarracomonosotros.

Jaimepasólosprimerosañosdesuvida,cuandoempezóadarsecuentadeloquelerodeaba,sinverasupadremásqueenlosrápidosviajesquehacíaaMallorca.Eradelpartidoprogresista,ylaRevoluciónde1868lehabíahechodiputado.Luego,alserreyAmadeodeSaboya,estemonarcarevolucionario,execradoyabandonadopor lanobleza tradicional,había tenidoqueacudiranuevos hombres históricos para formar su corte. El butifarra, por unaexigenciadelpartido,fuealtofuncionariodePalacio.Sumujer,instadaporélparaquesetrasladaseaMadrid,noquisoabandonarlaisla.¡Irellaalacorte!¿Ysuhijo,quecasiacababadenacer?...DonHoracio,cadavezmásenjutoymás débil, pero siempre erguido en su eterna levita nueva, seguía dando elpaseodiario,ajustandosuvidaalamarchadelrelojdelAyuntamiento.Liberalantiguo, gran admirador de Martínez de la Rosa por sus versos y por laeleganciadiplomáticadesuscorbatas, torcíaelgestoal leer losperiódicosylascartasdesuhijo.¿Enquépararíatodoaquello?...

En el corto período de laRepública volvió el padre a la isla, dando porterminada su carrera. «La Papisa Juana», a pesar del parentesco, fingía noconocerle.Estabaocupadísimaenaquellaépoca.HacíaviajesalaPenínsula;giraba,segúnsedecía,enormescantidadesparalospartidariosdedonCarlosque sostenían la guerra en Cataluña y las provincias del Norte. ¡Que no lahablasendeJaimeFebrer,elantiguomarino!Ellaeraunaverdaderabutifarra,una defensora de la tradición, y hacía sacrificios para que España fuesegobernada por caballeros. Su primo era menos que un chueta: era un«descamisado».Ysegúnafirmaba lagente,aesteodiode ideas ibaunida laamarguraporciertasdecepcionesdelpasadoquenohabíapodidoolvidar.

AlrestaurarselosBorbones,el«progresista»,elpalatinodedonAmadeo,se convirtió en republicano y conspirador. Hacía frecuentes viajes; recibía

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cartascifradasdeParís;ibaaMenorcaparavisitarlaescuadrasurtaenMahón,y valiéndose de sus amistades de antiguo oficial, catequizaba a loscompañeros,preparandounasublevacióndelamarina.PusoenestasempresasrevolucionariaselmismoardoraventurerodelosantiguosFebrer,suaudaciatranquila,hastaquerepentinamentemurióenBarcelona,lejosdelossuyos.

Elabueloacogiólanoticiaconimpasiblegravedad,peroyanolevieronamediodía en las calles de Palma las vecinas que aguardaban su paso paraponerelarrozalfuego.Ochentayseisaños:yahabíapaseadobastante:¡paraloquelequedabaquever!...Serecluyóenelpisosegundo,dondesóloadmitíaa su nieto.Cuandovenían a visitarle los parientes, prefería bajar al salón, apesar de su debilidad, correctamente vestido, con levita nueva, los dostriángulosblancosdelcuelloasomandosobrelasroscasdelacorbata,siemprerecién afeitado, con las patillas bien peinadas y el tupé brillante de goma.Llegó un día en que no pudo abandonar la cama, y el nieto le vio entresábanas, con el mismo aspecto de siempre, conservando la fina camisa debatista, la corbata, que el criado le cambiaba todos losdías, y el chalecodesedaaflores.Cuandoleanunciabanlavisitadesunuera,donHoraciohacíaungestodecontrariedad.

—Jaimito:lalevita...Esunaseñora,yhayquerecibirlacondecencia.

Igualoperaciónserepetíaalllegarelmédicoolascontadasvisitasquesedignaba recibir. Había que mantenerse hasta el último momento sobre lasarmas,oseacomolehabíanvistotodalavida.

Unatarde,llamóconvozdébilasunieto,queleíajuntoaunaventanaunlibrodeviajes.Podíaretirarse:necesitabaestarsolo.Jaimesefueyelabuelopudomorirdignamente,enlasoledad,sineltormentodetenerquevelarporlapulcritud de sus gestos, pudiendo entregarse sin testigos a las muecas yestremecimientosdelaagonía.

AlquedarsolosFebrerysumadre,elmuchachosintióansiasdelibertad.Tenía llena su imaginación de aventuras y viajes leídos en la biblioteca delabuelo, e igualmente de las hazañas de sus ascendientes celebradas en losrelatos de familia. Quería ser marino de guerra, como su padre y como lamayoría de sus abuelos.Lamadre se opuso, con grandes extremos de sustoque hacían palidecer sus mejillas y azulear sus labios. ¡El único Febrer,sometidoaunaexistenciapeligrosayviviendo lejosdeella!...No;bastanteshéroeshabía tenido la casa.Debía ser señor en la isla; un caballerodevidatranquila,quecreaseunafamiliaparaperpetuarelapellidoquellevaba.

Jaimecedió a los ruegosde sumadre, eterna enfermaa la que lamenorcontrariedadparecíaponerenpeligrodemuerte.Yaquenolequeríamarino,estudiaríaotracarrera.NecesitabahacerlomismoquelosotrosmuchachosdesuedadalosquehabíatratadoenlasaulasdelInstituto.Alosdiezyseisaños

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seembarcóparalaPenínsula.Sumadredeseabaquefueseabogado,paraquepudiera desenmarañar la fortuna de la familia, gravada y revuelta conhipotecasypréstamos.

Suequipajefueenorme,unverdaderoajuardecasa,yelbolsillolollevababien provisto. Un Febrer no podía vivir como un simple estudiante. FueprimeroaValencia,porcreerlamadreestapoblaciónmenospeligrosaparalajuventud. En otro curso pasó aBarcelona, y sucesivamente fue viajando deUniversidad en Universidad, según el humor de los catedráticos y subenevolencia con los alumnos. Su carrera no adelantó gran cosa. Aprobabaciertoscursosporunazarfelizenelmomentodelexamenoporlatranquilaaudaciaconquehablabadeloquenosabía.Enotrosseatascaba,nopudiendoseguir adelante. Lamadre aceptaba como buenas todas sus explicaciones alvolveraMallorca.Ellamismaleconsolaba,aconsejándolequenoextremasesus estudios, y se revolvía contra la injusticia de los tiempos presentes. Suimplacable enemiga«laPapisa Juana» estaba en lo cierto.Estos tiemposnoeranparaloscaballeros;leshabíandeclaradolaguerra,secometíantodaclasedeinjusticiasparamantenerlosrelegados.

JaimegozabadeciertapopularidadenlassociedadesycafésdeBarcelonay Valencia donde había juegos de azar. Le llamaban «el mallorquín de lasonzas»,porquesumadreleremitíaeldineroenonzasdeoro,querodabanconreflejoescandalososobrelasmesasverdes.Alprestigiodeestamagnificenciamonetaria iba unido su extraño título de butifarra, que hacía sonreír en laPenínsula, evocando en la imaginación demuchos una especie de autoridadfeudal,conderechosdesoberano,sobrelejanasislas.

Transcurrieroncincoaños.Jaimeerayahombre,peroaúnnohabíallegadoa lamitadde sus estudios.Sus condiscípulosde la isla, al volverdurante elverano,regocijabanaloscontertuliosdeloscafésdelBorneconelrelatodelas aventuras de Febrer enBarcelona.Le veían del brazo por las calles conmujeresde llamativo lujo; lagentebraviaque frecuenta las timbasguardabagrandes respetos al «mallorquín de las onzas» por su fuerza y su coraje.Contabanqueunanochehabíaagarradoaciertomatón,levantándoloenvilocon sus brazos de atleta para arrojarlo por una ventana.Y losmallorquinespacíficos,aloíresto,sonreíanconunorgullodelocalidad.EraunFebrer,unverdaderoFebrer.Laislaproducíamozosbravoscomosiempre.

LabuenadoñaPurificación,madredeJaime,tuvoungravedisgustoyunaalegríamaternalalsaberqueciertahembraescandalosahabíallegadoalaislaenseguimientodesuhijo.Lacomprendíaylaexcusaba.¡Unmozotanguapocomo su Jaime!... Pero la mozuela alborotó con sus trajes y ademanes lastranquilascostumbresdelaciudad;lasbuenasfamiliasseindignaron,ydoñaPurificación trató conella, valiéndosede intermediarios, paradarledineroyqueabandonaselaisla.

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En otras vacaciones el escándalo fue mayor. Jaime, que cazaba en SonFebrer, tuvo relaciones con una payesa joven y hermosa, y casi anduvo aescopetazosconunmozorústicoque lapretendía.Susamorescampestres leayudabanapasareldestierrodelverano.EraunlegítimoFebrer,lomismoquesu abuelo. La pobre señora sabía a qué atenerse respecto a aquel suegrosiempreserioycorrecto,queacariciabalabarbilladelaspayesasjóvenesconunafrialdaddeseñorgrave.EnlosalrededoresdelprediodeSonFebrereranmuchos los mozos que tenían la cara de don Horacio; pero su esposa lamejicana,almapoética,vivíamuyporencimadeestasvulgaridades,mientrasconelarpaenlasrodillasylosojosentornadosrecitabalaspoesíasdeOssián.Las rústicas beldades de nítido rebocillo, trenza suelta y blancas alpargatasatraíanalospulcrosyseñorialesFebrerconunafuerzairresistible.

CuandodoñaPurificaciónsequejabadelaslargasexcursionesdecazaqueemprendíasuhijoporlaisla,éstesequedabaenlaciudad,pasandoeldíaeneljardínparaejercitarseeneltirodepistola.Enseñabaasuasustadizamadreunsacoguardadoalasombradeunnaranjo.

—¿Veustedesto?...Esunquintaldepólvora.Hastaqueno loquemenodescanso.

YmadóAntoniatemíaasomarsealasventanasdesucocina,ylasmonjasqueocupabanunaparte del antiguopalaciomostrabanun instante sus tocasblancas, ocultándose inmediatamente como palomas amedrentadas por elcontinuotiroteo.

El jardín, encerrado entre tapias almenadas lindantes con la muralla demar, estremecíase de la mañana a la noche bajo el estrépito de lasdetonaciones. Huían los pájaros con medroso aleteo; trepaban por losagrietados muros verdosos lagartos, ocultándose entre las capas de hiedra;trotaban losgatospor lasavenidasconungalopede terror.Losárboleseranviejísimos, respetables, como el palacio: naranjos centenarios, de troncoretorcido,quenecesitabanelapoyodeuncercodehorquillasparasostenersusmiembrosvenerables;magnolierosgigantes,conmásleñaquehojas;palmerasinfecundas,queseremontabanenelespacioazulbuscandoelmarporencimadelasalmenasparasaludarloconvaivenesdesucabezaempenachada.

El sol hacía crujir las cortezas de los árboles y estallar las simientesolvidadas a flor de tierra; danzaban como chispas de oro los insectoszumbadores en las barras de luzqueperforaban el follaje; caían conblandochapoteo, de tarde en tarde, los higosmaduros despegándose de las ramas;sonabaalolejoselarrullodelmar,batiendolasrocasalpiedelamuralla;yenesta calmapobladademurmullos seguíaFebrerdisparandopistoletazos.Eraya un maestro. Cuando apuntaba al monigote dibujado en el muro,lamentábasedequenofueseunhombre,unenemigoodiadoalquenecesitase

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exterminar. Esta bala iba al corazón. ¡Pum! Y sonreía satisfecho al vermarcarseelagujerodelproyectilenelmismolugaraquehabíaapuntado.

El estrépito de los tiros, el humo de la pólvora, despertaban en suimaginación belicosas fantasías, historias de lucha y de muerte en las quesiempre era un héroe triunfador. ¡Veinte años, y aún no se había batido!...Necesitabaun lanceparadarpruebade su coraje.Eraunadesgraciaquenotuviese enemigos, pero ya procuraría crearse alguno cuando volviera a laPenínsula.Ypersistiendoenestosdesvaríosdesuimaginación,excitadaporelestampido de las detonaciones, fingía un lance de honor. Su adversario letocabaalprimertiroyélcaíaalsuelo.Aúnteníalapistolaenlamano;debíadefenderse, debía contestar tendido en el suelo.Y congran escándalode sumadreydemadóAntonia,quealasomarselecreíanloco,permanecíaechadode bruces y disparaba en esta posición, amaestrándose «para cuando lehiriesen».

Al volver a la Península con el propósito de seguir sus interminablesestudios, ibafortalecidopor lavidadecampo,arroganteporsusensayosdeljardínydeseosodetenerelansiadodueloconelprimeroqueledieseelmásleve pretexto. Pero como era hombre cortés, incapaz de injustasprovocaciones, y su aspecto imponía respeto a los insolentes, transcurría eltiempo y el lance no llegaba. Su vitalidad exuberante, su fuerza impulsiva,consumíanseenobscurasaventurasyestúpidosderroches,delosquehablabanluegoenlaislaconadmiraciónloscompañerosdeestudios.

ViviendoenBarcelona,recibióuntelegramaanunciadordequesumadreestabaenfermadegravedad.Tardódosdíasenembarcarse:nohabíaunbuqueprontoazarpar.Cuandollegóalaisla,sumadrehabíamuerto.Delaantiguafamiliaquehabíavistoensuniñeznoquedabanadie.SólomadóAntonia lepodíarecordarlostiempospasados.

CuandoseviodueñodelafortunadelosFebreryenplenalibertad,teníaveintitrés años. La tal fortuna estaba roída por las esplendideces de susascendientesyabrumadacontodaclasedegravámenes.LacasadeFebrereragrande, como esos buques que al encallar y perderse para siempre hacen lariquezade la costaadondevanamorir.Sus restosydespojos,quehubieranmiradocondespreciolosantiguos,representabanaúnunafortuna.

Jaime no quiso pensar, no quiso saber. Necesitaba vivir, ver mundo, yrenuncióasusestudios.¿Quéleimportabanlasleyesycostumbresromanasyloscánoneseclesiásticosparapasarunabuenaexistencia?Yasabíabastante.En realidad, lo mejor y más ameno de sus conocimientos se lo debía a sumadre, cuandoélvivía, siendoniño, enelpalacio, sinhabervistomaestros.Ella le había enseñado algo de francés y un poco de piano en un antiguoinstrumento de teclas amarillentas y gran frontispicio de seda roja que casi

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llegabaaltecho.Otrossabíanmenosqueélyerantancaballerosymuchomásdichosos.¡Avivir!....

Permaneció dos años en Madrid. Tuvo amantes que le dieron ciertapopularidad, caballos famosos, alborotó en los entresuelos de Fornos, fueíntimo amigo de un torero célebre y jugó fuerte.Tuvo un duelo, pero fue aespada—nocomoélselohabíaimaginado,tendidoenelsuelo,lapistolaenladiestra—, y salió del lance con un pinchazo en un brazo; algo como unapuntadadealfilerenunaepidermisdeelefante.

Yanoera«elmallorquíndelasonzas».Eldepósitoderedondelesdeoroguardado por su madre se había extinguido; pero arrojaba los billetespródigamenteen lasmesasde juego,ycuandovenía«lamala»escribíaasuadministrador, un abogado hijo de una familia de antiguos mossons,dependientesdelosFebrerdesdehacíasiglos.

SecansódeMadrid,dondeseconsiderabacasiunextranjero.PerdurabaenélelalmadelosantiguosFebrer,grandesviajerosdetodoslospaísesmenosde España, pues siempre habían vivido vueltos de espaldas a sus reyes.MuchosdesusabueloseranfamiliaresdetodaslasciudadesimportantesdelMediterráneo; habían visitado a los príncipes de los pequeños Estadositalianos,habíansidorecibidosenaudienciaporelPapayporelGranTurco,perojamásselesocurrióiraMadrid.

Además, Febrer se irritaba muchas veces con sus parientes de la corte,jóvenesorgullososdesustítulosnobiliarios,quesonreíanalmencionarsuraracualidaddebutifarra.¡YpensarquelafamiliahabíadejadoquepasasenalosparientesdelaPenínsulavariosmarquesados,prefiriendoestetítulosupremodenoblezaisleñayelgocedelasaltasdignidadescaballerescasdeMalta!...

Comenzó a viajar porEuropa, fijando su residencia el otoño y parte delinviernoenParís,losmesesdefríoenlaCostaAzul,laprimaveraenLondresyelveranoenOstende,convariasexpedicionesaItalia,aEgiptoyaNoruegaparaverelsoldemedianoche.

Enestanuevaexistenciaapenaseraconocido.Vivíacomounviajeromás,insignificanteglóbulocirculantede lagranredarterialqueelansiadelviajeextiende sobre el continente. Pero esta vida de continuo movimiento, conmonotonías abrumadoras e inesperadas aventuras, satisfacía sus instintosatávicos, las aficiones heredadas de sus remotos ascendientes, grandesvisitadoresdepueblosnuevos.

Además, esta existencia errante halagaba su ansia por todo loextraordinario.En loshotelesdeNiza, falansteriosde lacorrupciónmundialcorrectaehipócrita,sehabíavistoagraciadoenlaobscuridaddesucuartoporlasmás inesperadas visitas. En Egipto había tenido que huir de las caricias

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decadentes de una condesa húngara, marchita flor de elegancia, de ojoshundidosyviolentoperfume,querevelababajotersosyjuvenilesesmalteslapodredumbredesucarne.

Estando en Munich cumplió veintiocho años. Había ido poco antes aBayreuth para una representación de las óperas de Wagner, y ahora, en lacapital deBaviera, asistía al teatro de la Residencia, donde se verificaba elfestivaldeMozart.Jaimenoeramelómano,perosuvidaerranteleobligabaair donde iba la gente, y su condición de pianista aficionado le había hechoasistirdosañosseguidosaestaromeríamusical.

EnelhotelquehabitabaenMunichencontróamissMaryGordon,alaquehabíavistoantesenelteatrodeWagner.Eraunainglesaalta,esbelta,depocasyfinascarnes;uncuerpodegimnasta,enelquelosdeporteshabíancontenidolasamenasredondecesfemeniles,dándolaunaspectojuvenil,sanoyasexualdebellomuchacho.Lacabezaera lomáshermoso:unacabezadepaje, contransparenciasdeporcelana,sonrosadasnaricillasdeperrojuguetón,húmedosojos azules y una cabellera rubia, de oro blanquecino en la superficie y oroobscuro en sus profundidades. Su belleza era adorable y frágil; la bellezabritánica que se pierde a los treinta años bajo violáceas rubicundeces ygranulacionesdelapiel.

En el restorán había sorprendido Jaime repetidas veces lamirada de susojosazules,cándidosytranquilamenteatrevidos,fijosenél.Ibaconunadamagorda,fofayderostroarrebolado,unaseñoradecompañíavestidadenegro,conunsombrerodepaja rojayuncinturónde igualcolorquepartíaendosabultadoshemisferiossupechoysuvientre.Ella,juvenilyligera,parecíaunaflor de oro y nácar dentro de sus vestidos de franela blanca, de cortemasculino, con corbata de hombre y un panamá de alas caídas, al que searrollabaunveloazul.

Febrer seencontrabaconellas frecuentemente:en laPinacoteca, frentealosEvangelistas deDurero; en laGlicoteca, contemplando losmármoles deEgina; en el teatro rococó de la Residencia, donde cantaban las obras deMozart,saladeotrosiglo,conunadecoracióndeporcelanayguirnaldasqueparecía imponer a los espectadores el uso del tacón de púrpura y la pelucablanca.Habituadosaverse,Jaimelasaludabaconunasonrisa,yellaparecíacontestarletímidamenteconelbrillodesusojos.

Unamañana,alsalirdesucuarto,encontróalainglesitaenunrellanodelaescalera.Inclinabasubustodemuchachosobrelabarandilla.

—¡Lift!¡lift!—gritabaconsuvocecitadepájaro,avisandoalencargadodelascensorparaquelosubiese.

La saludó Febrer al entrar con ella en la caja movible y dijo algunas

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palabrasenfrancésparaentablarconversación.Lainglesacallaba,mirándolofijamenteconsuspupilasazulesclaras,enlasqueparecíaflotarunaestrelladeoro.Permaneció inmóvilcomosino leentendiese,peroJaimelahabíavistoenelsalóndelecturahojeandodiariosdeParís.

Al salir del ascensor, la inglesa se dirigió con paso rápido a la oficinadonde estaba pluma enmano el cajero del hotel. Éste la escuchó con gestoobsequioso, como un políglota pronto a entender a todos los huéspedes, ysaliendo de su encierro fuese hacia Jaime, que fingía leer los anuncios delvestíbulo, turbadoaúnpor su fracaso.Febrer creyóqueno lehablabana él.«Señor,estaseñoritamepidequelepresente.»

Y volviéndose hacia la inglesa, el hotelero añadió con germanatranquilidad,comoquiencumpleundeberdesucargo:

—MonsieurelhidalgoFebrer,marquésdeEspaña.

Sabíasuobligación.Todoespañolqueviajaconbuenasmaletaseshidalgoymarquésmientrasnopruebalocontrario.

Luego indicó con sus ojos a la inglesa, que permanecía tiesa y graveduranteestaceremonia,sinlacualningunajovenbiennacidapuedecruzarsupalabra con un hombre: «Miss Gordon, doctora de la Universidad deMelbourne.»

LamissalargósumanecitaenguantadadeblancoysacudióconunarudezagimnásticaladiestradeFebrer.Sóloentoncessedecidióahablar.

—¡Oh,España!...¡Oh,donQuichotte!

Sinsabercómo,salieronlosdosdelhotelhablandodelasrepresentacionesaqueasistíanporlastardes.Aqueldíanoeradeteatro,yellapensabairalapraderallamadaTeresienwiese,alpiedelaestatuadelaBavaria,paraverlaferiadelostirolesesyescucharsuscanciones.Despuésdealmorzarenelhotelvisitaron el campo de la feria; subieron a la cabeza de la enorme estatua,contemplandolaplaniciebávara,suslagosysuslejanasmontañas;recorrieronlaGalería de laGloria, llena de bustos de bávaros célebres, cuyos nombresleíanporprimeravez,yacabaronyendodebarracaenbarraca,admirandolostrajesdelostiroleses,susbailesgimnásticos,susgorjeosytrinosigualesalosdelruiseñor.

Marchabanlosdoscomosisehubiesenconocidotodalavida,admirandoJaimeenlosademanesdemissGordonesalibertadvaronildelasmuchachassajonas, que no temen el contacto con el hombre y se sienten fuertes al serguardadas por ellas mismas. Desde aquel día salieron juntos a correr losmuseos,lasacademias,lasviejasiglesias,unasvecessolos,otrasconlaseñoradecompañía,queseesforzabaporseguirsuspasos.Erandoscamaradasque

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se comunicaban sus impresiones sin pensar nunca en la diversidad de sussexos. Jaime sentía deseos de aprovecharse de esta intimidad diciendogalanterías, osando pequeños atrevimientos; pero se detenía en el momentooportuno.Conestasmujereserapeligrosalaacción,semantienenimpasibles,a prueba de toda clase de impresiones. Debía esperar que fuese ella la quetomase la iniciativa. Eran hembras que podían ir solas por el mundo,sintiéndose capaces de interrumpir los arrebatos de pasión con golpes deboxeo.Algunashabíavistoélensusviajesquellevabanenelmanguito,oenel bolso de mano, entre la caja de polvos y el pañuelo, un diminuto yniqueladorevólver.

MissMarylehablabadellejanoarchipiélagooceánicoenelquesupadreera algo así comoun virrey.No teníamadre, y había venido aEuropa paracompletarlosestudioshechosenAustralia.EllaeradoctoradelaUniversidadde Melbourne; doctora en música... Jaime, disimulando el asombro que lecausabanestasnoticiasdeunmundolejano,hablabadeél,desufamilia,desupaís, de las curiosidades de la isla, de la caverna de Artá, trágicamentegrandiosa,caóticacomounaantesaladel infierno;de lascuevasdelDragón,consusbosquesdeestalactitasluminosas,cualunpalaciodehielo,ysuslagosmilenarios y dormidos, de cuyo profundo cristal parecía que iban a surgirmágicasdesnudeces semejantesa lasde lashijasdelRhinqueguardabaneltesoro de los Nibelungos. Miss Gordon le escuchaba embelesada. Jaimeparecía engrandecerse ante sus ojos al ser hijo de aquella isla de ensueño,dondeessiempreazulelmar,luceelsolentodotiempoyfloreceelnaranjo.

PocoapocoFebrer fuepasando las tardesen lahabitaciónde la inglesa.Habían terminado las representaciones del festival deMozart.MissGordonnecesitabadiariamenteelalimentoespiritualdelamúsica.Teníaunpianoensu salóny un rimerode partituras que la acompañaban en sus viajes. Jaimesentábase junto a ella, frente al teclado, y procuraba seguirla comoacompañanteenlaspiezasqueinterpretaba,siempredelmismoautor,deldios,del único. El hotel estaba próximo a la estación, y el ruido de camiones,coches y tranvías enervaba a la inglesa, haciéndola cerrar las ventanas. Ladamadecompañíaquedábaseensucuarto,satisfechadeverselibredeaquelchaparrónmusical,cuyasdeliciasnopodíancompararseconlasdehacerunabuenalabordepuntodeIrlanda.MissGordon,solaconelespañol,letratabacomounamaestra.

—Aver,otravez:repitamoseltemade«laespada».Pongaustedatención.

PeroJaimesedistraíacontemplandodereojoelcuellolargoyblanquísimodelainglesa,erizadodepelillosdeoro,lareddevenasazulesquesemarcabalevementeenlatransparenciadesuepidermisnacarada.

Llovíaunatarde;elcieloplomizoparecíarozarlostejadosdelascasas;en

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elsalónhabíaunaluzdifusadebodega.Tocabancasiatientas,avanzandolascabezasparaleerenlamanchablancadelapartitura.Zumbabalaselvadelosencantos,moviendosusverdesy rumorosascabellerasanteel rudoSigfrido,inocentehijodelaNaturaleza,ansiosodeconocerellenguajeyelalmadelascosas inanimadas.Cantabaelpájaromaestro,haciendo resaltar sudulcevozentrecortadasobrelosmurmullosdelfollaje.Maryseestremeció.

—¡Ah,poeta!...¡poeta!

Ysiguiótocando.Luego,enlacrecienteobscuridaddelsalónsonaronlosrudosacordesqueacompañanalhéroea la tumba; la fúnebremarchade losguerreros llevando sobre el pavés el cuerpo membrudo, blanco y rubio deSigfrido, interrumpidapor la frasemelancólica del dios de los dioses.Maryseguíatemblando,hastaquedeprontosusmanosabandonaroneltecladoysucabeza fueaposarseenunhombrodeJaime,comounpájaroqueabate susalas.

—¡Oh,Richard!...¡Richard,monbienaimée!

Elespañolviosusojosextraviadosysubocallorosaqueseofrecían;sintióensusmanoslasmanosfríasdeella,leenvolviósualiento.Sobresupechoseaplastaron ocultas redondeces de elástica y firme dureza cuya existencia nohabíapodidosospechar.

Yaquellatardenohubomásmúsica.

A media noche, cuando se acostó Febrer, aún no había salido de suasombro.Éleraelprecursor,elprimeroquellega;noteníadudas.Despuésdetantos miramientos, así habían ocurrido las cosas, con la mayor simpleza,comoquienofrecelamano,sinqueélpusieranadadesuparte.

Otrodesusasombroshabíasidooírsellamarconunnombrequenoeraelsuyo. ¿Quién podía ser aquel Ricardo?... Pero en la hora de dulces ysoñolientas explicaciones que siguen a las de locura y olvido, ella le habíahabladodelaimpresiónquesintióenBayreuthalverleporprimeravezentrelasmilcabezasquellenabanelteatro.¡Eraél...él,comolerepresentabansusretratosdejoven!YalencontrarledenuevoenMunichbajoelmismotecho,habíasentidoquelasuerteestabaechadayerainútillucharpordesprendersedeestaatracción.

Febrer se examinó con irónica curiosidad en el espejo de su cuarto. ¡Loqueunamujerescapazdedescubrir!Sí;algoteníadelotro...lafrentepesada,loscabelloslacios,lanarizpicudaylabarbasaliente,que,andandolosaños,se inclinarían buscándose, para darle cierto perfil de bruja... ¡Excelente yglorioso Ricardo! ¡Por dónde había venido a proporcionarle una de lasmayoresfelicidadesdesuvida!...¡Quéhembratanoriginalaquélla!

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Y su asombro aún se aumentó en los otros días, mezclado con ciertaamargura. Era una mujer que parecía renovarse diariamente, olvidando lopasado.Lerecibíacongravetiesura,comosinadahubieseocurrido,comosien ella no dejasen rastro los hechos, como si el día anterior no existiese, yúnicamente cuando la música evocaba la memoria del otro venían elenternecimientoylasumisión.

Jaime, irritado, se proponía dominarla: por algo era hombre. Al fin fueconsiguiendoqueelpianosonasemenosyqueellavieseensupersonaalgomásqueunretratovivientedelídolo.

EnsufelizembriaguezlespareciófeoMunichyenojosoaquelhoteldondeleshabíanconocidoextrañoselunoalotro.Sentíanlanecesidaddearrullarselibremente, de volar lejos, y un día se vieron en un puerto que tenía a suentradaunleóndepiedraymásallálalíquidaplaniciedeunlagoinmensoquese confundía con el cielo en la línea del horizonte. Estaban en Lindau. Unvapor podía llevarlos a Suiza, otro a Constanza, y prefirieron la tranquilaciudadalemanadelfamosoConcilio,yendoainstalarseenelHoteldelaIsla,antiguomonasteriodedominicos.

¡Cómo se conmovía Febrer al recordar este período, el mejor de suexistencia!Mary seguía siendopara él unamujer de carácter original, en laquesiemprequedabaalgoporconquistar,abordableaciertashorasyrepelenteyausteraelrestodeldía.Erasuamante,ysinembargonopodíapermitirseundescuido,unalibertadquerevelaselaconfianzadelavidacomún.Lamáslevealusiónasusintimidadeslahacíaenrojecerdeprotesta:«¡Shocking!...»

Ynoobstante,todaslasmadrugadas,alromperelalba,Febrer,siguiendoloscorredoresdelantiguoconvento, regresabaasucuarto,deshacía lacamaparaquenosospechasenlossirvientesyseasomabaalbalcón.Cantabanlospájaros enun jardínde altos rosales situadoa suspies.Más allá, el lagodeConstanzasecoloreabadepúrpuraconlasalidadelsol.Losprimerosesquifesdepescapartíanlasaguasconondulacionesdecoloranaranjado;sonabanalolejos, veladas por la húmeda brisa mañanera, las campanas de la catedral;comenzaban a rechinar las grúas en la orilla donde el lago deja de serlo,encauzándoseparaconvertirseenelRhin;lospasosdeloscriadosylosfrotesdelalimpiezadespertabanenelhotellosecosdelclaustromonacal.

Juntoalbalcón,adosadaalmuro,ytaninmediataqueFebrerpodíatocarlaconlamano,habíauntorrecillaconmonteradepizarrayantiguosescudosensu pared circular. Era la torre donde había vivido preso JuanHuss antes demarcharalahoguera.

El español pensaba en Mary. A aquellas horas estaría en la penumbraperfumadadesuhabitación,conlarubiacabecitaentrelosbrazos,durmiendoelprimersueñoseriodelanoche,cansadoelcuerpoyvibranteaúnporlamás

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nobledelasfatigas...¡PobreJuanHuss!Jaimelecompadecíacomosihubiesesidoamigosuyo.¡Quemarleanteunpaisajetanhermoso,talvezunamañanacomoaquélla!...¡MeterseenlabocadelloboydarlavidaporsielPapaerabueno o malo, o los laicos debían comulgar con vino lo mismo que lossacerdotes! ¡Morir por tales simplezas cuando la vida es tan hermosa y elhereje hubiera podido amenizarla ricamente con cualquiera de las rubiaspechugonas y caderudas, amigas de cardenales, que presenciaron susuplicio!... ¡Infeliz apóstol! Febrer compadecía irónicamente la simpleza delmártir. Él veía la existencia con otros ojos... ¡Viva el amor!... Era lo únicoseriodelaexistencia.

Cercadeunmespermanecieronenlaantiguaciudadepiscopal,paseandoala caída de la tarde por las calles solitarias cubiertas de hierba, con suspalaciosruinososdeltiempodelConcilio;bajandoenesquifelacorrientedelRhina lo largoderiberasorladasdebosques;deteniéndoseacontemplar lascasitasdetechorojoyampliasparrasbajolascualescantabanlosburguesesjarroenmano,conunaalegríagermánicadesochantre,graveyreposada.

De Constanza pasaron a Suiza, y después a Italia. Un año anduvieronjuntos, contemplando paisajes, viendo museos, visitando ruinas, cuyassinuosidadesyescondrijosaprovechabaJaimeparabesar lanacaradapieldeMary, gozándose en sus auroras de rubor y en el gesto de enfado con queprotestaba:«¡Shocking!...»Laacompañanta,insensiblecomounamaletaalasnovedades del viaje, seguía la confección de un gabán de punto de Irlandaempezado en Alemania, seguido a través de los Alpes, a lo largo de losApeninos y a la vista del Vesubio y del Etna. Privada de poder hablar conFebrer, que ignoraba el inglés, lo saludaba con el brillo amarillento de susdientesyvolvíaasutrabajo,siendounafiguradecorativadeloshallsdeloshoteles.

Los dos amantes hablaban de casarse. Mary resolvía la situación conenérgicarapidez.Asupadresólonecesitabaescribirledoslíneas.Estabamuylejos,yademásnuncalehabíaconsultadoenningúnasunto.Aprobaríacuantoellahiciese,segurodesusesoyprudencia.

Estaban en Sicilia, tierra que recordaba a Febrer su isla. También losantiguos de la familia habían andado por allí, pero con la coraza sobre elpecho y en peor compañía. Mary hablaba del porvenir, arreglando la partefinanciera de la futura sociedad con el sentido práctico de su raza. No leimportaba que Febrer tuviese poca fortuna: ella era rica para los dos. Yenumerabatodossusbienes,tierras,casasyacciones,comounadministradorsegurodesumemoria.AlregresaraRomasecasaríanenlacapillaevangélicay en una iglesia católica. Ella conocía a un cardenal que le habíaproporcionadounavisitaalPapa.SuEminencialoarreglaríatodo.

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JaimepasóunanocheenclaroenunhoteldeSiracusa...¿Casarse?Maryera agradable: embellecía la vida y llevaba con ella una fortuna. ¿Perorealmente se casaba con él?... Comenzaba amolestarle el otro, el fantasmailustrequehabíasurgidoenZurich,enVenecia,entodosloslugaresvisitadosporellosqueguardabanrecuerdosdelpasodelmaestro...Élseharíaviejo,ylamúsica,sutemiblerival,seconservaríasiemprefresca.Dentrodepocosaños,cuandoelmatrimoniohubiesequitadoasusrelacioneselencantodeloilegal,el deleite de lo prohibido,Mary encontraría algún director de orquestamássemejanteaún«alotro»,ounviolonchelista feo,melenudoydepocosañosquelerecordaseaBeethovenmuchacho.Además,éleradeotraraza,deotrascostumbres y pasiones. Estaba cansado de aquella reserva pudibunda en elamor,deaquellaresistenciaalaentregadefinitivaquelegustabaalprincipio,comounarenovaciónde lamujer,perohabíaacabadopor fatigarle.No;aúneratiempodesalvarse.

—Losientopor loquepensarádeEspaña...LosientopordonQuijote—dijohaciendosumaletaenlamadrugada.

Y huyó, yendo a perderse enParís, adonde la inglesa no iría a buscarle.Odiaba a esta ciudad ingrata por la silba del Tannhauser, suceso ocurridomuchosañosantesdenacerella.

De estas relaciones, que habían durado un año, sólo guardó Jaime elrecuerdodeunafelicidadagrandadayembellecidaporelpasodeltiempoyunmechóndecabellosrubios.Tambiéndebíatenerentrevariasguíasdeviajeynumerosaspostalesconvistas,guardadasenunmuebleantiguodesucaserón,unretratodeladoctoraenmúsica,vistiendounatogadeluengasmangasyunbirretecuadradodelquependíaunaborla.

De la vida que llevó después apenas se acordaba. Era un vacío de tediocortadoporcongojasmonetarias.Eladministradormostrábasetardoydolienteensusremesas.Jaimelepedíadinero,ycontestabaconcartasquejumbrosas,hablandodeinteresesquehabíaquesatisfacer,desegundashipotecasparalascuales apenas encontrabaprestamistas, de irregularidaddeuna fortuna en laquenoquedabanadalibredegravamen.

Creyendo que con su presencia podía solucionar esta mala situación,Febrer hacía cortos viajes a Mallorca, terminados siempre por la venta dealgunafinca;yapenasveíadineroensusmanos,levantabaotravezelvuelo,sinprestaroídoalosconsejosdeladministrador.Eldinerolecomunicabaunoptimismosonriente.Todosearreglaría.Aúltimahoracontabaconelrecursodelmatrimonio.Mientrastanto...¡avivir!

Yviviótodavíaalgunosaños,unasvecesenMadrid,otrasenlasgrandesciudadesdelextranjero,hastaquealfineladministradorcerróesteperíododealegres prodigalidades enviando su dimisión, sus cuentas, y con ellas la

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negativaaseguirremitiendodinero.

Unañollevabaenlaisla«enterrado»,comoéldecía,sinotradiversiónquelasnochesdejuegoenelCasinoylastardespasadasenelBorneenunamesadeantiguos camaradas, isleños sedentariosquegozabanconel relatode susviajes. Apuros y miserias: ésta era la realidad de su vida presente. Losacreedoresleamenazabanconinmediatasejecuciones.

Aún conservaba aparentemente Son Febrer y otros bienes de susantepasados, pero la propiedad producía poco en la isla; las rentas, por unacostumbre tradicional, eran iguales que en tiempo de sus abuelos, pues lasfamilias de arrendatarios se perpetuaban en el disfrute de las fincas. Estospagabandirectamenteasusacreedores,peroaunasí,nollegabanasatisfacerlamitad de los intereses. Los ricos adornos del palacio sólo los conservabacomo un depósito. La noble casa de los Febrer estaba sumergida y él eraincapazdesacarlaaflote.Pensabafríamentealgunasvecesenlaconvenienciade salir del mal paso sin humillaciones ni deshonras, haciendo que leencontrasenunatardeeneljardín,dormidoparasiemprebajounnaranjo,conunrevólverenladiestra.

Entalsituación,alguienlesugirióunaideaalsalirdelCasino,despuésdelasdosde lamadrugada,a lahoraenqueel insomnionerviosohacever lascosasconunaluzextraordinariaqueparecedarlesdistintorelieve.DonBenitoValls, el rico chueta, le apreciaba mucho. Varias veces había intervenidoespontáneamente en sus asuntos, librándole de peligros inminentes. Erasimpatía a su persona y respeto a su nombre. Valls no tenía más que unaheredera, y además estaba enfermo: la exuberancia prolífica de su raza sehabía desmentido en él. Su hija Catalina había querido ser monja en laadolescencia; pero ahora, pasados los veinte años, sentía gran amor por lasvanidades del mundo, y compadecía tiernamente a Febrer cuando hablabananteelladesusdesgracias.

Jaime se resistió a la proposición casi con tanto asombro como madóAntonia.¡Unachueta!...Perolaideafueabriéndosecamino,lubrificadaensuincesantetaladroporlosapurosylasmiseriascrecientesqueacompañabanlallegadadecadadía.¿Porquéno?...LahijadeVallseralaherederamásricadelaisla,yeldineronotienesangreniraza.

Al fin había cedido a las instancias de algunos amigos, oficiososmediadoresentreélylafamilia,yaquellamañanaibaaalmorzarenlacasadeValldemosa,dondevivíaVallsgranpartedelañoparaaliviodelasmaqueleahogaba.

Jaime hizo un esfuerzo de memoria queriendo recordar a Catalina. Lahabía visto varias veces, en las calles de Palma. Buena figura, rostroagradable.Cuandovivieralejosdelossuyosyvistiesemejor,seríaunaseñora

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«presentable»...¿Peropodíaamarla?...

Febrer sonrió escépticamente. ¿Acaso resultaba necesario el amor paracasarse?Elmatrimonioeraunviajeadosporelrestodelavida,yúnicamentehabíaquebuscarenlamujerlascondicionesqueseexigenenuncompañerode excursión: buen carácter, identidad de gustos, lasmismas aficiones en elcomeryeneldormir...¡Elamor!Todossecreíanconderechoaél,yelamoreracomoeltalento,comolabelleza,comolafortuna,unadichaespecialquesólo disfrutaban contadísimos privilegiados. Por suerte, el engaño venía aocultar esta cruel desigualdad, y todos los humanos acababan sus díaspensandonostálgicamenteenlajuventud,creyendohaberconocidorealmenteelamor,cuandonohabíansentidootracosaqueeldeliriodeuncontactodeepidermis.

Elamoreraunacosahermosa,peronoindispensableenelmatrimonionienlaexistencia.Loimportanteeraescogerunabuenacompañeraparaelrestodelviaje;acomodarsebienen losasientosde lavida;arreglarelpasode losdosaunmismoritmo,paraquenohubiesensaltosniencontronazos;dominarlosnerviosyquelapielnoserepelieseenelcontactodelaexistenciacomún;poderdormircomobuenoscamaradas,conmutuorespeto,sinherirseconlasrodillas nimeterse los codos en los costillares... Él esperaba encontrar todoesto,dándoseporcontento.

Valldemosasepresentódeprontoasuvistasobrelacumbredeunacolinarodeadademontañas.LatorredelaCartuja,conadornosdeazulejosverdes,elevábasesobrelafrondosidaddelosjardinesdelasceldas.

Febrer vio un carruaje inmóvil en una revuelta del camino. Un hombredescendiódeél,moviendolosbrazosparaqueelcocherodeJaimedetuviesesusbestias.Luegoabriólaportezuelaysubióriendo,parasentarsealladodeFebrer.

—¡Hola,capitán!—dijoésteconextrañeza.

—No me esperabas, ¿eh?... También soy del almuerzo; me convido yomismo.¡Quésorpresavaatenermihermano!...

Jaime estrechó su diestra. Era uno de susmás leales amigos: el capitánPabloValls.

III

Pablo Valls era conocido en toda Palma. Cuando tomaba asiento en laterrazadeuncafédelBorneformábaseentornodeélunapretadocírculode

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oyentes,quesonreíanantesusademanesenérgicosysuvozruidosa,incapazdesonarentonodiscreto.

—Yosoychueta,¿yqué?...¡Judíodelomásjudío!Todoslosdemifamiliaprocedemosde «la calle».Cuandoyomandaba elRoger deLauna, una vezqueestuveenArgelmedetuvealapuertadelasinagoga,yunviejo,luegodemirarme,dijo:«Túpuedespasar:túeresdelosnuestros.»Yyoledilamanoycontesté:«Gracias,correligionario.»

Los oyentes reían, y el capitán Valls, declarando a gritos su calidad dechueta,mirabaatodaspartescomosidesafíasealascasas,alaspersonas,alalmadelaisla,hostilasurazaporunodioabsurdodesiglos.

Surostrodelatabasuorigen.Laspatillas rubiasycanosas,unidasporunbigotecorto, revelabanalmarinoretiradode lanavegación;perosobreestosadornos capilares resaltaba su perfil semita, su curva y pesada nariz, sumentónsalienteyunosojosdepárpadosprolongados,conpupilasdeámbarodeoro,segúneralaluz,enlasqueparecíanflotaralgunospuntosdecolordetabaco.

Habíanavegadomucho;habíavividolargastemporadasenInglaterraylosEstadosUnidos,ydelapermanenciaenestastierrasdelibertad,insensiblesalosodiosreligiosos, traíaunafranquezabelicosaque le impulsabaadesafiarlas preocupaciones de la isla, tranquila e inmóvil en su estancamiento. Losotros chuetas, atemorizadosporvarios siglosdepersecuciónymenosprecio,ocultaban su origen o procuraban hacerlo olvidar con su mansedumbre. ElcapitánVallsaprovechabatodaslasocasionesparahablardeél,ostentándolocomo un título de nobleza, como un reto que lanzaba a la generalpreocupación.

—Soy judío, ¿y qué?...—seguía gritando—.Correligionario de Jesús, deSan Pablo y otros santos a los que se venera en los altares. Los butifarrashablanconorgullodesusabuelos,quedatancasideayer.Yosoymásnoble,másantiguo.MisascendientesfueronlospatriarcasdelaBiblia.

Luego,indignándosecontralaspreocupacionesquesehabíanensañadoensuraza,volvíaseagresivo.

—EnEspaña—decíagravemente—nohaycristianoquepuedalevantareldedo.Todossomosnietosdejudíosodemoros.Yelqueno...elqueno...

Aquísedetenía,ytrasunabrevepausaafirmabaconresolución:

—Yelqueno,esnietodefraile.

EnlaPenínsulanoseconoceelodiotradicionalaljudíoqueaúnseparalapoblacióndeMallorcaendoscastas.PabloVallsseenfurecíahablandodesupatria.Noexistíanenellajudíosdereligión.Hacíasiglosquehabíaquedado

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disuelta la última sinagoga. Todos se habían convertido en masa, y losrebeldes fueron quemados por la Inquisición.Los chuetas de ahora eran loscatólicosmás fervorososdeMallorca, llevandoasuscreenciasun fanatismosemita. Rezaban en alta voz, hacían sacerdotes a sus hijos, buscabaninfluenciasparameterasushijasenlosconventos,figurabancomogentededinero entre los partidarios de las ideas más conservadoras, y sin embargopesaba sobre sus personas la misma antipatía que en otros siglos, y vivíanaislados,sinqueningunaclasesocialquisieraaliarseconellos.

—Cuatrocientoscincuentaañosllevamosenelcogoteelaguadelbautismo—seguía vociferando el capitán Valls—, y somos aún los malditos, losréprobos,comoantesdelaconversión.¿Notienegraciaesto?...«¡Loschuetas!¡Cuidado con ellos! ¡Malagente!...»EnMallorcahaydos catolicismos: unoparalosnuestrosyotroparalosdemás.

Luego,conunodioenelqueparecíanconcentradastodaslapersecuciones,decíaelmarino,refiriéndoseasushermanosderaza:

—Bien empleado les está, por cobardes, por tener demasiado amor a laisla,aestaRoquetaen laquehemosnacido.Pornoabandonarlasehicieroncristianos, y hoy que lo son de veras les pagan a coces. De seguir judíos,esparciéndoseporelmundocomolohicieronotros,talvezseríanaestashoraspersonajes y banqueros de reyes, en vez de estar en las tiendecitas de «lacalle»fabricandobolsillosdeplata.

Escéptico en materias religiosas, despreciaba o atacaba a todos: a losjudíos fieles a sus antiguas creencias, a los conversos, a los católicos, a losmusulmanes,conlosquehabíavividoensusviajesalascostasdeÁfricayenlas escalas de Asia Menor. Otras veces sentíase dominado por una ternuraatávica,mostrandociertorespetoreligiosohaciasuraza.

Élerasemita: lodeclarabaconorgullogolpeándoseelpecho.«Elprimerpueblodelmundo.»

—Éramos unos piojosos muertos de hambre cuando vivíamos en Asia,porqueallínohabíaconquiénhacercomercioniaquiénprestardinero.Peronadiemásquenosotroshadadoalrebañohumanosuspastoresactuales,queaún serán por muchos siglos los amos de los hombres. Moisés, Jesús yMahomasondemitierra...Quétressociosdefuerza,¿eh,caballeros?Yahorahemos dado almundo un cuarto profeta, también de nuestra raza y nuestrasangre, sólo que éste tiene dos caras y dos nombres. Por un lado se llamaRothschild,yeselcapitándetodoslosqueguardaneldinero;porotroladosellamaCarlosMarx,yeselapóstoldelosquequierenquitárseloalosricos.

LahistoriadesurazaenlaislalacondensabaVallsasumodoenbrevespalabras.Losjudíoseranmuchos,muchísimos,enotrostiempos.Casitodoel

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comercioestabaensusmanos;granpartedelasnaveseransuyas.LosFebrery otros potentados cristianos no tenían reparo en asociarse con ellos. Lostiemposantiguospodíanllamarsedelibertad;lapersecuciónylabarbarieeranrelativamentemodernas.Judíoseranlostesorerosdelosreyes,losmédicosyotroscortesanosenlasmonarquíasmedioevalesdelaPenínsula.—Aliniciarselosodios religiosos, loshebreosmás ricosyastutosde la islahabíansabidoconvertirseatiempo,voluntariamente,fundiéndoseconlasfamiliasdelpaísyhaciendoolvidarsuorigen.Estoscatólicosnuevoseranlosquedespués,conelfervor del neófito, habían azuzado la persecución contra sus antiguoshermanos. Los chuetas de ahora, los únicos mallorquines de origen judíoconocido,eranlosdescendientesdelosúltimosconvertidos,losnietosdelasfamiliasenlasquesehabíaensañadolaInquisición.

Ser chueta, proceder de la calle de la Platería, a la que se llamaba porantonomasia «la calle», era la peor desgracia que le podía ocurrir a unmallorquín. En vano se habían hecho revoluciones en España y aclamadoleyesliberalesquereconocíanlaigualdaddetodoslosespañoles;elchueta,alpasaralaPenínsula,eraunciudadanocomolosotros,peroenMallorcaeraunréprobo,unaespeciedeapestado,quesólopodíaemparentarconlossuyos.

Valls comentaba irónicamente el orden social en que habían vivido,escalonadasdurantesiglos, lasdiversasclasesde la isla,ydelquequedabanaúnmuchospeldañosintactos.Arriba,enlacúspide,losorgullososbutifarras;luego los nobles, los caballeros; después los mossons; tras éstos losmercaderesy losmenestrales,y a continuación lospayeses, cultivadoresdelsuelo.AbríaseaquíunenormeparéntesisenelordenseguidoporDiosalcreara unos y a otros: un vasto espacio libre que cada cual podía poblar a sucapricho. Indudablemente, detrás de los mallorquines nobles y plebeyosveníanenordendeconsideraciónloscerdos, losperros, losasnos, losgatos,lasratas...yalacoladetodasestasbestiasdelSeñor,elodiadovecinode«lacalle», el chueta, paria de la isla. Nada importaba que fuese rico, como elhermano del capitán Valls, o inteligente, como otros. Muchos chuetas,funcionariosdelEstadoenlaPenínsula,militares,magistrados,hacendistas,alvolveraMallorcaencontrabanqueelúltimomendigoseconsiderabasuperioraellos,yalcreersemolestadoprorrumpíaeninsultoscontrasuspersonasysusfamilias.ElaislamientodeestepedazodeEspañarodeadodemarservíaparamantenerintactaelalmadeotrasépocas.

En vano los chuetas, huyendo de este odio que perduraba a través delprogreso,extremabansucatolicismoconunafevehementeyciega,enlaqueinfluíamuchoelterrorinfiltradoensualmayensucarneporunapersecucióndesiglos.Envanoseguíanrezandoagritosensuscasas,paraqueseenterasenlosvecinosdelacalle,imitandoenestoasusabuelos,quehacíanlomismoyademás guisaban la comida en las ventanas con el propósito de que viesen

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todos que comían cerdo. Los odios tradicionales de separación no caíanvencidos.La Iglesia católica, que se titulauniversal, era cruel e inabordableparaellosenlaisla,pagandosuadhesiónconhurañasrepulsiones.Loshijosde los chuetasquedeseaban ser curasno encontraban sitio en elSeminario.Los conventos cerraban las puertas a toda novicia procedente de «la calle».LashijasdeloschuetassecasabanenlaPenínsulaconhombresnotablesodegranfortuna,peroenlaislaapenasencontrabanquienaceptasesumanoysusriquezas.

—¡Gente mala!—continuaba diciendo irónicamente Valls—. Sontrabajadores,ahorran,vivenenpazenelsenodesusfamilias,hastasonmáscatólicos que los otros; pero son chuetas, y algo tendrán cuando les odian.Tienen... «algo», ¿se enteran ustedes? «algo». Él que quiera sabermás queaverigüe.

Y el marino reía hablando de los pobres payeses del campo, que hastapocosañosantesafirmabandebuenafequeloschuetasestabancubiertosdegrasay teníanrabo,aprovechando laocasióndeencontrarsoloaunniñode«la calle» para desnudarlo y convencerse de si era cierto lo del apéndicecaudal.

—¿Ylodemihermano?—proseguíaValls—.¿YlodemisantohermanoBenito,querezaavocesyparecequesevayaacomerlasimágenes?...

TodosrecordabanelcasodedonBenitoValls,yreíanfrancamente,yaqueelhermanoeraelprimeroenburlarsedelsuceso.Elricochuetasehabíavistodueño,alcobrarunoscréditos,deunacasayvaliosastierrasenunpueblodelinteriorde la isla.Al ira tomarposesiónde lanuevapropiedad, losvecinosmásprudentes lehabíandadobuenosconsejos.Eramuydueñodevisitar suhacienda durante el día, ¿pero pernoctar en su casa?... ¡nunca! No habíamemoria de que un chueta hubiese dormido en el pueblo. Don Benito noprestóatenciónaestosconsejosysequedóunanocheensupropiedad;peroapenassemetióenlacamahuyeronloscaseros.Cuandoelamosecansódedormir saltó del lecho.Ni elmás tenue resplandor entraba por las rendijas.Creíahaberdormidodocehoraslomenos,peroaúneradenoche.Abrióunaventana,ysucabezatropezócruelmenteenlaobscuridad;intentófranquearlapuerta, y no pudo. Durante su sueño el vecindario había tapiado todos loshuecosysalidas,yelchuetatuvoquesalvarseporeltejado,entrelasrisotadasdelagente,quecelebrabasuobra.Estabromasóloeraaguisadeadvertencia;si persistía en ir contra las costumbres del pueblo, alguna noche despertaríaentrellamas.

—¡Muy bárbaro, pero gracioso!—añadió el capitán—. ¡Mi hermano!...¡Unabuenapersona!...¡unsanto!...

Todos reían al oír estas palabras. Seguía tratándose con su hermano,

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aunqueconciertafrialdad,ynohacíasecretodelosagraviosqueteníaconél.ElcapitánVallseraelbohemiodelafamilia,siempreenelmaroenlejanastierras,llevandounavidadesolterónalegre.Bastanteteníaparavivir.Yalamuertedelpadre,suhermanosehabíaquedadocon losnegociosde lacasa,quitándolemuchosmilesdeduros.

—¡Lomismoqueentrecristianosviejos!—seapresurabaaañadirPablo—.Enestodelasherenciasnohayrazasnicredos.Eldineronoconocereligión.

Las interminables persecuciones sufridas por sus ascendientes irritaban aValls.Todaslascircunstanciaseranbuenasparaatropellaralasgentesde«lacalle». Cuando los payeses tenían agravios con los nobles y bajaban losforáneos enbandas armadas contra los ciudadanosdePalma, el conflicto seresolvíaasaltandounosyotroselbarriodeloschuetas,matandoalosquenohuían y robando sus tiendas. Si un batallón mallorquín recibía orden demarchar aEspaña en caso de guerra, los soldados se amotinaban, salían delcuartelysaqueaban«lacalle».CuandolasreaccionessucedíanenEspañaalasrevoluciones, los realistas,paracelebrar su triunfo,asaltaban lasplateríasdeloschuetas,seapoderabandesusriquezasyhacíanhoguerasconlosmuebles,arrojandoa las llamashasta loscrucifijos... ¡Crucifijosdeantiguojudío,queforzosamentehabíandeserfalsos!

—¿Yquiénessonlosde«lacalle»?—gritabaelcapitán—.Yasesabe:losque tienen la nariz y los ojos como yo. Pero hay muchos chuetas que sonromosynopresentannadadeltipocomún.Encambio,¿cuántosquesetienenporcaballeros rancios,denoblezaorgullosa,presentanunacaraqueni ladeAbrahamyJacob?...

Existía una lista de apellidos sospechosos para conocer a los verdaderoschuetas. Pero estosmismos apellidos los llevaban cristianos viejos, y era elcapricho tradicional el que separaba a unos de otros. Sólo habían quedadomarcadas por el odio popular las familias descendientes de los que fueronazotadosoquemadospor laInquisición.Elfamosocatálogode losapellidosestabasacadoindudablementedelosautosdelSantoOficio.

—¡Una felicidad el hacerse cristiano! Los abuelos achicharrados en lahogueraylosnietosmarcadosymalditosporlossiglosdelossiglos...

Elcapitánperdíasutonoirónicoalrecordarlahistoriahorripilantedeloschuetas de Mallorca. Se coloreaban sus mejillas y brillaban sus ojos confulgoresdeodio.Paravivirtranquilos,sehabíanconvertidotodosenmasaenelsigloxv.Noquedabaunjudíoenlaisla,peroalaInquisiciónleeraprecisohacer algo para justificar su existencia, y hubo quemas de sospechosos dejudaísmoenelBorne,espectáculosorganizados,comodecíanloscronistasdelaépoca,«conarregloalasfuncionesmáslucidascelebradasparaeltriunfodelaFeenMadrid,PalermoyLima».

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Unos chuetas fueron quemados, otros sufrieron azotes, otros salieronúnicamentealavergüenzaconcaperuzapintadadediablosyvelaverdeenlamano;perotodosvieronporigualconfiscadossusbienes,yelSantoTribunalse enriqueció. Desde entonces, los sospechosos de judaísmo, los que nocontabanconunprotectorclérigo,tuvieronqueirtodoslosdomingosamisaalacatedralconsusfamilias,bajoelmandoycustodiadeunalguacil,quelosformabaenrebaño,lesponíaunmantoparaquenadielosconfundiese,yasílos llevaba al templo, entre las rechiflas, insultos y pedradas del devotopopulacho.Estoeraundomingoyotrodomingo,yenestesupliciosemanalysin término morían los padres y se convertían en hombres los hijos,engendrandonuevoschuetasdestinadosalinsultopúblico.

Unas cuantas familias se concertaron para huir de esta vergonzosaesclavitud.SereuníanenunhuertoinmediatoalamurallaylasaconsejabaydirigíauntalRafaelValls,hombreanimosoydegrancultura.

—Noséciertamentesifueparientemío—decíaelcapitán—.¡Hanpasadomásdedossiglosdesdeentonces!Perosino lo fue,quieroque losea...Mehonramuchotenerlocomoabuelomío.¡Adelante!

PabloVallshabíacoleccionadoensucasapapelesylibrosdelaépocadelaspersecuciones,yhablabadeéstascomodeunsucesoacaecidodíasantes.

—Seembarcaronhombres,mujeresyniños enunbuque inglés; perountemporal lovolviódenuevoa lascostasdeMallorca,y los fugitivos fueronpresos.EstoeragobernandoaEspañaCarlosIIelHechizado.¡QuererhuirdeMallorca,dondetanbienlestrataban,yamásdeesto,enunbuquetripuladopor luteranos!...Tresañosestuvieronpresos,y laconfiscacióndesusbienesprodujo un millón de duros. Además, el Santo Tribunal contaba con otrosmillones arrancados a las víctimas anteriores, y construyó un palacio enPalma, elmejorymás lujosoque tuvoenpartealguna la Inquisición.A losprisioneroslesdierontormentohastaconfesarloquedeseabansusjueces,yen7 de Marzo de 1691 comenzaron las ejecuciones. Aquel suceso tuvo unhistoriadorcomonoseconoceotroenelmundo,elpadreGarau,santojesuita,pozodeciencia teológica, rectordelSeminariodeMonte-Sión,dondeahoraestáel Instituto,autordel libroLafe triunfante,unmonumento literarioqueno vendo por todo el dinero del mundo. Aquí está: me acompaña a todaspartes.

Y sacaba de un bolsillo La fe triunfante, librito encuadernado enpergamino,deantiguayrojizaimpresión,queacariciabaconuncariñoferoz.

¡Bendito padre Garau! Encargado de exhortar y fortalecer a los reos, lohabía visto todo de cerca, y se hacía lenguas de los miles y miles deespectadoresqueacudierondelosdiversospueblosdelaislaparapresenciarlafiesta,delasmisassolemnesconasistenciadetreintayochoreosdestinados

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a la quema, del lujoso atavío de caballeros y alguaciles, jinetes en briososcorcelesalfrentedelaprocesión,yde«lapiedaddelgentío,queprorrumpíaotrasvecesengritosdelástimacuandollevabanalahorcaaunfacineroso,ypermanecíamudoanteestosréprobosolvidadosdelSeñor...»Enaqueldíasemostró,segúneldoctojesuita,eltempledealmadelosquecreenenDiosydelosque ledesconocen.Los sacerdotesmarchabananimosos,dandogritosdeexhortación sin cansarse; los miserables reos iban pálidos, decaídos y sinfuerzas.Bienseviodequéparteestabalaayudaceleste.

LossentenciadosfueronconducidosalpiedelcastillodeBellver,para laquemafinal.ElmarquésdeLeganés,gobernadordelMilanesado,depasoenMallorca con su flota, se apiadó de la juventud y belleza de unamuchachacondenadaalasllamasypidiósuperdón.ElTribunalalabólossentimientoscristianosdelmarqués,peronoquisoadmitirsusúplica.

ElpadreGaraueraelencargadodeconvenceraRafaelValls,«hombredeciertas letras, pero al que inspiraba el demonio un desmedido orgullo,impulsándolo a maldecir a los que le condenaban a muerte, y sin quererreconciliarseconlaIglesia».Pero,comodecíaeljesuita,estasvalentías,obradelMalo,acabananteelpeligroynopuedencompararseconlaserenidaddelsacerdotequeexhortaalreo.

—El padre jesuita era un héroe lejos de las llamas.Ahora verán ustedesconquépiedadevangélicarelatalamuertedemiabuelo.

Y abriendo Valls el libro por una página señalada, leía con lentitud:«Mientras llegó sólo el humo a él, era una estatua; en llegando la llama, sedefendió, secubrióy forcejeócomopudo,yhastaquenopudomás.Estabagordocomounlechonazodecríayencendióseenlointerior;demaneraqueaun cuando no llegaban las llamas, ardían sus carnes como un tizón; yreventando por medio, se le cayeron las entrañas como a Judas. Crepuitmediusdifusasuntomniavisceraejus.»

Esta lectura bárbara producía siempre efecto. Cesaban las risas, seentenebrecían los rostros, y el capitán Valls paseaba en torno sus ojos deámbar,respirandosatisfecho,comosiacabasedealcanzaruntriunfo,mientraselpequeñovolumenvolvíaaocultarseensubolsillo.

UnavezqueFebrer figurabaentre losoyentes,elmarino ledijoconvozrencorosa:

—Tútambiénestabasallí.Esdecir,túno.Unodetusabuelos,unFebrer,llevabalabanderaverde,comoalférezmayordelTribunal;ylasdamasdetufamiliafueronencarrozaalpiedelcastilloparapresenciarlaquema.

Jaime,molestadoporelrecuerdo,levantóloshombros.

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—¡Cosas viejas! ¿Quién se acuerda de lo que ya pasó? Sólo algún lococomo tú...Anda, Pablo, cuéntanos algo de tus viajes... de tus conquistas demujeres.

El capitán rezongaba... ¡Cosas viejas! El alma de la Roqueta era aún lamisma que en aquellos tiempos. Persistía el odio de religión y de raza. Poralgovivíanaparte,enunpedazodetierraaisladoporelmar.

Pero Valls recobraba pronto su buen humor, y como todos los que hanrodadoporelmundo,nopodíaresistirsealainvitaciónderelatarsupasado.

Febrer, otro vagabundo como él, gozaba escuchándole. Los dos habíanvividounaexistenciaagitadaycosmopolita,distintade lamonótonavidadelos isleños; los dos habían gastado el dinero con prodigalidad. La únicadiferenciaestribabaenqueVallshabíasabidoganarloigualmenteconelgenioactivodesuraza,yahora,diezañosmayorqueJaime,teníaconquéatenderdesahogadamenteasusmodestasnecesidadesdesolterón.Todavíacomerciabade vez en cuando y hacía comisiones para amigos que le escribían desdepuertoslejanos.

De su accidentada historia de marino, Febrer desechaba el relato dehambresyborrascas,ysólosentíacuriosidadporlosamoríosenlosgrandespuertosinternacionales,dondeseamontonanlosviciosexóticosylashembrasdetodaslasrazas.Valls,ensustiemposjuveniles,cuandomandababuquesdesupadre,habíaconocidomujeresdetodasclasesycolores,viéndosemezcladoen orgías marinerescas que acababan entre olas de whisky y golpes decuchillo.

—Pablo,cuéntanosaquellosamoríosenJaffa,cuandolosmorostequeríanmatar.

YFebrerlanzabacarcajadasescuchándole,mientraselmarinosedecíaqueesteJaimeeraunbuenmuchacho,dignodemejorsuerte,sinotrodefectoqueserunbutifarraalgopegadoalaspreocupacionesdefamilia.

Cuando subió al carruaje de Febrer en el camino deValldemosa, dandoordenalcocheroquelohabíatraídohastaallíparaqueregresaseaPalma,seechó atrás el sombrero de fieltro flexible, que llevaba en todo tiempo,aplastadodecopa,conelaladelanterasubidaylaposteriordesplomadasobrelanuca.

—¡Aquí estamos todos! ¿de veras que no me esperabas? A mí; me locuentantodo,yyaquehayfiestadefamilia,queseacompleta.

Febrerfingíanoentenderle.ElcarruajeentróenValldemosa,deteniéndoseen las inmediaciones de la Cartuja ante una casa de construcciónmoderna.Cuando los dos amigos transpusieron la verja del jardín, vieron venir hacia

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ellosunseñordeblancaspatillasapoyadoenunbastón.EradonBenitoValls.SaludóaFebrerconvozlentayopaca,cortandovariasvecessuspalabrasparasorber el aire. Hablaba humildemente, celebrando con grandes extremos elhonorquelehacíaFebreralaceptarsuinvitación.

—¿Y yo?—preguntó el capitán con sonrisa maligna—; ¿yo no soynadie?...¿Notealegrasdeverme?

DonBenito se alegraba de verle.Así lo dijo varias veces, pero sus ojosrevelaban inquietud. Su hermano le inspiraba ciertomiedo. ¡Qué lengua!....Mejorvivíansinverse.

—Hemos venido juntos—continuó el marino—. Al saber que Jaimealmorzabaaquí,meheconvidadoyomismo,segurodedarteunalegrón.Estasreunionesdefamiliasonencantadoras.

Habían entrado en la casa, adornada con sencillez. Los muebles eranmodernosyvulgares.AlgunoscromosyunaspinturashorriblesrepresentandopaisajesdeValldemosayMiramaradornabanlasparedes.

Catalina, la hija de don Benito, bajó apresuradamente del piso superior.Llevaba aún polvos de arroz esparcidos en el pecho, revelando elapresuramientoconquehabíadadounúltimotoquedeadornoasupersonaalverllegarelcarruaje.

Jaime pudo contemplarla detenidamente por primera vez. No se habíaequivocado en sus apreciaciones. Era alta, de un moreno mate, con negrascejas,ojosigualesagotasdetintayunligerovelloenellabioylassienes.Suesbeltezjuvenilofrecíasellenayfirme,anunciandounamayorexpansiónparaelporvenir,comoentodaslashembrasdesuraza.Parecíadecarácterdulceysumiso: una buena compañera, incapaz de estorbos en el viaje de la vidacomún. Tenía los ojos bajos y se coloreó su rostro al encontrarse frente aJaime.Ensuactitud,ensusmiradasfurtivas,notábaseelrespeto,laadoracióndelquesesienteintimidadoenpresenciadeunserqueconsiderasuperior.

El capitán acarició a su sobrina con cierta libertad, adoptando elmismogesto de viejo alegre conquehablaba a lasmuchachuelas dePalma, a altashoras de la noche, en algún restorán del Borne. ¡Ah, buena moza! ¡Y quéguapaestaba!Parecíaimposiblequefuesedeunafamiliadefeos.

DonBenitolosencaminóatodosalcomedor.Elalmuerzoesperabahacíamucho rato; en aquella casa se comía al uso antiguo: las doce en punto.Sentáronse a la mesa, y Febrer, que estaba al lado del dueño, sintiósemolestado por su respiración jadeante, por las grandes aspiraciones con queinterrumpíasuspalabras.

En el silencio que envuelve siempre el principio de toda comida, sonó

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penosamenteelsilbidodesuspulmonesenfermos.Elricochuetaavanzabaloslabios, poniéndolos en forma circular como la boca de una trompetilla, yaspiraba el aire con ruido fatigoso. Como todos los enfermos, sentía lanecesidad de hablar, y sus palabras eran interminables, entre balbuceos ylargosdescansosqueledejabanconelpechojadeanteylosojosenalto,cualsi fuese a morir asfixiado. Un ambiente de inquietud se extendía por elcomedor. Febrer le miraba con cierta alarma, como si aguardase verle caermoribundodesusilla.Lahijayelcapitánhabituadosalespectáculo,parecíanindiferentes.

—Es el asma, don Jaime—dijo trabajosamente el enfermo—EnValldemosa...estoymejor...EnPalmamemoría.

Y lahija aprovechó laocasiónparadejaroír unavozdemonjita tímida,quecontrastabaconsusardientesojosorientales:

—Sí;papávivemejoraquí.

—Aquíestásmástranquilo—añadióelcapitán—yhacesmenospecados.

Febrerpensabaeneltormentodepasarsuexistenciaalladodeaquelfuelleroto. Por fortuna, moriría pronto. Una molestia de algunos meses, que nomodificabasuresolucióndeentrarenlafamilia.¡Adelante!

Elasmático,ensumaníaverbosa,hablabaaJaimedesusdescendientes,delosilustresFebrer,loscaballerosmásbuenosynoblesdelaisla.

—YotuveelhonordesermuyamigodesuseñorabuelodonHoracio.

Febrerlemiróasombrado...¡Mentira!Asuseñorabueloleconocíantodosen la isla y con todos hablaba, pero guardando una gravedad que imponíarespetoalasgentessinalejarlas.¡Perodeestoaseramigosuyo!...Talvezlehabría tratado con motivo de alguno de los préstamos que necesitaba donHoracioparasostenersufortunaenplenadecadencia.

—También conocí mucho a su señor padre—prosiguió don Benito,animado por el silencio de Febrer—. Trabajé por él cuando salió diputado.¡Aquéllos eranotros tiempos!Yo era joven, y no tenía la fortunaque tengoahora...Entoncesfigurabaentrelos«rojos».

ElcapitánVallsleinterrumpióriendo.AhorasuhermanoeraconservadorymiembrodetodaslascofradíasdePalma.

—Sí, lo soy—gritó el enfermo, ahogándose—.Me gusta el orden... megustaloantiguo...quemandenlosquetienenqueperder.¿Ylareligión?¡Ah,lareligión!...Porelladaríalavida.

Y se llevó una mano al pecho, respirando angustiosamente, como si leahogaseelentusiasmo.Clavabaenloaltosusojosmortecinos,adorandocon

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el respeto del miedo la santa institución que había quemado a susascendientes.

—No haga usted caso de Pablo—continuó al recobrar el diento,dirigiéndose a Febrer—; usted lo conoce bien: una mala cabeza, unrepublicano,unhombrequepodíaserricoyvaallegaraviejosintenerdospesetas.

—¿Paraqué?¿Paraquetúmelasquites?...

Conestabruscainterrupcióndelmarinosehizoelsilencio.Catalinapusoungesto triste,comosi temiesequese reprodujerananteFebrer las ruidosasescenasquehabíapresenciadomuchasvecesaldiscutirlosdoshermanos.

Don Benito levantó los hombros y habló sólo para Jaime. Su hermanoestabaloco:uncorazóndeoro,peroloco,rematadamenteloco.Consusideasexaltadasysusvociferacionesenloscafés,eraelprincipalculpabledequelaspersonasdecentesguardasenciertaprevencióncontra... dequehablasenmalde...

Y el viejo acompañaba sus truncadas expresiones con gestos humildes,evitandopronunciarlapalabrachuetaynombrarlafamosa«calle».

El capitán, con las mejillas coloreadas por el arrepentimiento de suacometividad, quería hacer olvidar las palabras anteriores, y comíavorazmenteteniendolacabezabaja.

La sobrina rio de su buen apetito. Siempre que comía con ellos lesadmirabaporlacapacidaddesuestómago.

—Esqueyoséloqueeshambre—dijoelmarinoconciertoorgullo—.Yohesufridohambredeverdad,hambredelaquehacepensarenlacarnedeloscompañeros.

Y lanzado por este recuerdo en pleno relato de sus aventurasmarítimas,hablaba de los tiempos juveniles, cuando había sido «agregado» a bordo deunafragatadelasqueibanalascostasdelPacífico.

Alempeñarseensermarino,supadre,elviejoValls,autordelafortunadelacasa,lehabíaembarcadoenunagoletadesupropiedadquetraíaazúcardelaHabana.Aquellonoeranavegar.Elcocineroleguardabalosmejoresplatos,el capitánno se atrevía a darle unaorden, viendo en él al hijodel armador.Nuncaseríaunbuenmarino,duroyexperto.Conlatenazenergíadesuraza,sehabíaembarcadosinsaberlosupadreenunafragataquesehacíaalavelapara cargar guano en las islas Chinchas, tripulada por gentes de pueblosdiversos: ingleses desertores de la flota, lancheros de Valparaíso, indiosperuanos, lo peor de cada casa, bajo el mando de un catalán cicatero, máspródigoenlosrebencazosqueenel,rancho.Elviajedeidafueregular;peroa

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lavuelta,luegodehaberpasadoelestrechodeMagallanes,sobrevinieronlascalmas, y la fragata quedó inmóvil en el Atlántico cerca de un mes,agotándose rápidamenteelpañolde losvíveres.Elarmador,unavaro,habíaaprovisionado el buque con escandalosa parsimonia, y el capitán a su vezhabía roído losvíveres,apropiándoseunapartede lacantidaddestinadaa lacompra.

—Nos daban dos galletas al día, llenas de gusanos. Cuando recibí lasprimerasme entretuve cuidadosamente, comoun señorito debuena casa, enquitarles uno por uno aquellos animalejos. Pero después de la limpia sóloquedaban unas cortezas delgadas como hostias, y me moría de hambre.Luego...

—¡Oh,tío!—protestóCatalina,adivinandoloqueibaadeciryrepeliendoeltenedoryelplatoconungestoderepugnancia.

—Luego—continuó el marino, impasible—suprimí la limpieza y me lastragué enteras. Bien es verdad que comía de noche... ¡Muchas que hubiesetenido, muchacha! Al final sólo nos daban una por día, y cuando llegué aCádiz hube de estar sometido muchos a caldo, para que mi estómago searreglase.

Alterminarelalmuerzo,CatalinayJaimesalieronaljardín.ElmismodonBenito,conairesdepatriarca,bondadoso,ordenóasuhijaqueacompañasealseñordeFebrerparamostrarleunosrosalesdeexóticavariedadqueélhabíaplantado.Losdoshermanosquedaronenlahabitaciónqueservíadedespacho,viendoalaparejaquepaseabaporeljardínyacabósentándoseendossillonesdejuncoalasombradeunárbol.

Catalinacontestabaalaspreguntasdesuacompañanteconunatimidezdedoncellacristianasantamenteeducada,adivinandoelpropósitoocultobajosuspalabrasdevulgargalantería.

Aquel hombre venía por ella, y su padre era el primero en aceptar estedeseo. ¡Cosa hecha!... Era un Febrer, y ella iba a decirle «sí». Recordó susañosinfantilesenelcolegio,rodeadadeniñasmáspobresqueaprovechabantodas las ocasiones paramolestarla, por envidia a su riqueza y por un odioaprendidodesuspadres.Eralachueta.Sólopodíajuntarseconlasdesuraza,y aun éstas, ansiosas de congraciarse con el enemigo, se traicionabanmutuamente, sin energía ni cohesión para la defensa común. A la hora desalida, las chuetas se marchaban antes, por indicación de las monjas, paraevitar los insultosy ataquesde lasotras alumnas al verse juntas en la calle.Hastalascriadasqueacompañabanalasniñasemprendíanpeleas,asumiendolosodiosypreocupacionesdesusamos.Tambiénenlasescuelasdeniñosloschuetas salían antes, huyendo de las pedradas y correazos de los cristianosviejos.

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La hija de Valls había sufrido los tormentos del alfilerazo traidor, delarañazooculto,delgolpedetijeraenlatrenza,yluego,alsermujer,elodioyel desprecio de sus antiguas compañeras le había seguido en la vida,amargandosusplaceresdemujerjovenyrica.¿Paraquéserelegante?...Enlospaseossólolasaludabanlosamigosdesupadre;enelteatronoveíavisitadosu palco más que por gentes procedentes de «la calle». Con uno de ellostendría que casarse, como se habían casado su madre y sus abuelas. Ladesesperaciónyelmisticismodelaadolescencialahabíanarrastradohacialavidamonjil. Su padre estuvo próximo a ahogarse de pena. Pero la religión,¡aquella religiónpor laquedeseabadar lavida!...AceptódonBenito lodelmonjíoenunconventodeMallorca,dondeélpudieraverasuhija todoslosdías.Peroningúnconventoquisoabrir suspuertasparaella.Las superioras,tentadas por la fortuna del padre, que acabaría por pasar a la comunidad,mostrábansetransigentesybuenas;perolosrebañosmonásticosalborotábanseantelaideaderecibirensusenoaunade«lacalle»,ynohumildeniresignadaparasoportarlasuperioridaddelasotras,sinoricaysoberbia.

Cuando,empujadadenuevohaciaelmundoporestaresistencia,nosabíaqué pensar de su porvenir y vivía como una enfermera junto al padre,ignorandocuálpodríasersusuerte,volviendolaespaldaalosjóveneschuetasquemariposeaban en torno de ella atraídos por losmillones de donBenito,presentábase el noble Febrer, como un príncipe de cuento de hadas, parahacerlasuesposa.¡QuébuenoesDios!...Seveíaenaquelpalacioinmediatoalacatedral,enelbarriodelosnoblesporcuyasestrechascallesdepavimentoazulysilenciosopasanloscanónigosdurantelashorasdormidasdelatarde,atraídospor lacampanadecoro.Seveíaenuncarruaje lujosoporentre lospinosdelamontañadeBellveroalolargodelmuelle,conJaimealladodeella,ygozabapensandoen lasmiradasdeodiodesusantiguascompañeras,queno sólo le envidiarían su riquezay sunuevo rango, sino la posesióndeaquel hombre al que lejanas aventuras y una vida agitada habíanproporcionadociertaaureoladeterribleseducción,deslumbradorayfatalparalastranquilasseñoritasdelaisla.

Jaime Febrer!... Catalina le había visto siempre de lejos; pero cuandoentretenía su aburrida soledad con una lectura incesante de novelas, ciertospersonajes, losmás interesantes por sus aventuras y sus audacias, le hacíanpensar siempre en aquel noble del barrio de la Catedral que andaba por elmundoconmujereselegantesdisipandosufortuna. ¡Ydeprontosupadre lehablabadeestepersonajeextraordinario,dandoporseguroqueibaaofrecerlesunombre,yconéllagloriadesusascendientes,quehabíansidoamigosdereyes!...Nosabíaella sieraamorogratitud,perounsentimientode ternuraque empañaba sus ojos la impelía hacia aquel hombre. ¡Ay, cómo iba aquererlo! Y escuchaba como un zumbido dulce sus palabras, sin saberciertamente qué decía, embriagándose con su música, pensando al mismo

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tiempo en el porvenir que rápidamente se había abierto ante ella, comounasalidadesolquerasgalasnubes.

Luego,haciendounesfuerzo,concentrabasuatención,yoíaaFebrerquele hablabadegrandesy lejanas ciudades, dedesfiles de coches lujosos, conmujeresqueostentabanlasúltimasmodas,deescalinatasdeteatrospordondedescendíancascadasdebrillantes,plumasyhombrosdesnudos,esforzándoseélporcolocarsealniveldelpensamientode lamuchacha,porhalagarlaconestasdescripcionesdegloriafemenil.

Jaime no decía más, pero Catalina adivinaba el propósito que habíaprecedidoaestaspalabras.Ella, la infelizmuchachade«lacalle», lachueta,habituada a ver a los suyos plegados y temerosos bajo el peso de un odiotradicional, visitaría estas ciudades, se mezclaría en los desfiles de riqueza,tendríafrancaslaspuertasquehabíacontempladosiemprecerradas,yentraríaporellasapoyándoseenelbrazodeunhombrequelehabíaparecidosiemprelarepresentacióndetodaslasgrandezasterrenales.

—¡Cuándoveréyoeso!—murmurabaCatalinaconhipócritahumildad—.Yoestoycondenadaavivirenlaisla;yosoyunapobremuchachaquenohehechomal a nadie, y sin embargo he sufrido grandes disgustos... Debo serantipática.

Febrer se lanzó por el camino que le franqueaba esta habilidad femenil.¡Antipática!...No,Catalina.ÉlhabíavenidoaValldemosasóloporverla,porhablarla. Le ofrecía una vida nueva. Todo aquello que le causaba asombropodíaconocerloypaladearloconsolaunapalabra.¿Queríacasarseconél?...

Catalina, que esperaba esta propuesta desde una hora antes, palideciótrémuladeemoción.¡Oírladesuslabios!...Pasómuchotiemposincontestar,y al fin balbuceó algunas palabras. Era una felicidad, la mayor de suexistencia,perounadoncellabieneducadanodebecontestarinmediatamente.

—¿Yo?...Veremos...¡Estangrandeestasorpresa!

Jaime quiso insistir, pero en el mismo instante salió al jardín el capitánValls, llamándole con grandes voces. Debían irse a Palma: ya había dadoordenalcocheroparaqueenganchase.Febrerprotestósordamente.¿Conquéderechosemezclabaaquelentrometidoensusasuntos?...

LapresenciadedonBenitocortósuprotesta.Bufabaangustiosamente,conel rostro congestionado. El capitán se movía con hostil nerviosidad,protestando de la tardanza del cochero. Adivinábase que los hermanosacababandesostenerunadiscusiónviolenta.Elmayormiróasuhija,miróaJaime,yparecióserenarsealadivinarquelosdossehabíanentendido.

Don Benito y Catalina les acompañaron hasta el carruaje. El asmático

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cogióunamanodeFebrerentrelassuyasconvehementeapretón.Aquéllaerasucasa,yélunverdaderoamigodeseosodeservirle.Sinecesitabasuauxilio,podíamandarcomoquisiera.¡Lomismoquesifuesedelafamilia!...TodavíanombróunavezmásadonHoracio,recordandosuantiguaamistad.Luegoleinvitóaquealmorzaseconellosdosdíasdespués,sinacordarseparanadadesuhermano.

—Sí, volveré—dijo Jaime lanzando una mirada a Catalina que la hizoenrojecer.

Cuandoperdierondevistalaverjadelacasa,detrásdelacualagitabansusmanoselpadreylahija,elcapitánVallslanzóunaruidosacarcajada.

—Segúnparece,¿quieresqueseatíotuyo?—preguntóirónicamente.

Febrer,queibafuriosoporlaintervencióndesuamigoylarudezaconquele había hecho abandonar la casa, dio expansión a su cólera. ¿Y a él qué leimportaba?¿Conquéderechoseatrevíaamezclarseensusasuntos?...Erayabastantegrandeparanonecesitarconsejeros.

—¡Alto!—dijoelmarinoretrepándoseenelasientoyllevandosusmanosal chambergo de mosquetero caído sobre su cogote—. ¡Alto, galán!... Memezcloporquesoydelafamilia.Creoquesetratademisobrina;alomenosasímeparece.

—Ysiquierocasarmeconella,¿qué?...TalvezaCatalinaleparezcabien;talvezsupadresemuestreconforme.

—Nodigoqueno;perosoysutío,yeltíoprotestaydicequeesabodaesundisparate.

Jaime le miró con asombro. ¡Disparate casarse con un Febrer! ¿Acasodeseabaalgomejorparasusobrina?...

—Disparate por parte de ellos y disparate por tu parte—afirmóValls—.¿Te has olvidado de dónde vives? Tú puedes ser mi amigo, el amigo delchuetaPabloValls,alquevesenelcafé,enelCasino,yqueademástienenlasgentespormedioloco.¡Perocasarteconunamujerdemifamilia!...

Y elmarino reía al pensar en esta unión. Los parientes de Jaime iban aindignarse contra él, negándole para siempre el saludo. Más tolerantes semostraríansicometíaunasesinato.Sutía«laPapisaJuana»ibaachillarcomosi presenciase un sacrilegio. Él lo perdería todo, y su sobrina, olvidada ytranquilahastaentonces,ibaatrocarelaburrimientodesucasa,monótonoytriste, pero que al fin era una paz, por una vida infernal de disgustos,humillacionesydesprecios.

—No;telorepito:eltíoseopone.

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Hasta las gentes del populacho que se decían enemigas de los ricos seindignaríanalveraunbutifarracasándoseconunachueta.Habíaquerespetarelambientetradicionaldelaisla,sopenademorircomomoriríasuhermanoBenito,porfaltadeaire.Erapeligrosoquerermodificardeungolpelaobradesiglos.Hastalosquellegabandefuera,limpiosdeprejuicios,sufríanalpocotiempo la influencia de esta repulsión de razas que parecía diluida en laatmósfera.

—Unavez—continuóValls—vinounmatrimoniobelgaaestablecerseenlaisla,recomendadoamíporunamigodeAmberes.Lesatendí,leshicetodaclasedefavores.«Tenganustedescuidado—dijemuchasveces—;piensenquesoy chueta, y los chuetas son gente muy mala.» La mujer reía. ¡Québarbaridad! ¡Quéatrasoelde la isla! Judíos loshabíaen todaspartesyerangentesigualesalasotras.Nosvimosmenos,trataronaotraspersonas.Unañodespués,alencontrarmeenlacalle,miraronatodosladosantesdesaludarme.Ahora me ven y vuelven la cara siempre que pueden... ¡Lo mismo que sifuesenmallorquines!

¡Casarse!...Estoeraparatodalavida.Enlosprimerosmeses,Jaimeharíafrentealasmurmuracionesylosdesprecios;peroeltiempopasa,unodiodesiglosnosefatigaeneltranscursodeunoscuantosaños,yFebreracabaríaporarrepentirse de su aislamiento, reconocería su error al ir contra laspreocupaciones de la gran masa, y sería Catalina la que sufriese lasconsecuencias,viéndosemiradaensuhogarcomounsignodeignominia.No;conelmatrimoniopocosjuegos.EnEspañaesindisoluble,nohaydivorcio,yel hacer experiencias con él resulta caro. Por eso Valls se habíamantenidocélibe.

Febrer, irritado por estas palabras, apeló al recuerdo de las ruidosaspropagandasquehacíaPablocontralosenemigosdeloschuetas.

—¿Pero túnodeseas ladignificaciónde los tuyos?¿No te irritasdequemirenalosde«lacalle»comopersonasdiferentesalasotras?...¡Quémejorqueestematrimonioparacombatirlaspreocupaciones!...

Elcapitánagitólasmanosparaexpresarsududa:«¡Ta,ta!...Elmatrimoniono probaba nada. En varias épocas de tolerancia y olvido momentáneo sehabían casado cristianos viejos con gentes de «la calle». En la isla habíanmuchosque revelabanporsusapellidosestasmezclas.¿Yqué?Elodioy laseparacióncontinuabanlomismo...Lomismono:unpocomásamortiguadosque en otros tiempos, pero latentes aún. Los que habían de acabar con estasituacióneran laculturade lagente, lascostumbresnuevas,yesto resultabaobradeañosynoseconseguíaconunmatrimonio.Además,losensayoseranpeligrosos y causaban víctimas. Si él tenía empeño en hacer la experiencia,podíaescogeraotraquenofuesesusobrina.

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YVallssonrióirónicamentealverlosgestosnegativosdeFebrer.

—¿EstásacasoenamoradodeCatalina?—preguntó.

Los ojos de ámbar del capitán, maliciosos y fijos en Jaime, no lepermitieronmentir.¿Enamorado?...Enamoradono.Peronoeraindispensableelamorparacasarse.Catalinaerasimpática,podíaserunaexcelenteesposa,unaagradablecompañera.

Pabloextremómásaúnsusonrisa.

—Hablemoscomobuenosamigos,conocedoresdelavida.Mihermanoteesmássimpáticoquesuhija.Élseencargaráindudablementedearreglartusasuntos. Llorará al ver el dinero que le cuestas; pero tiene la manía delnombre,respetayadoraloantiguo,ypasaráportodo...Mas¡notefíes,Jaime!Es el tipo de esos judíos que salen en las comedias con un bolsón de oro,ayudandoa lasgentesenunamalahora,paraexprimirlasdespués.Ésossonlosquedesacreditanamiraza.Yosoyotracosa.Cuandotetengaensupodertearrepentirásdelnegocioquehashecho.

Febrermiróasuamigoconojoshostiles.Lomejorquepodíanhacererano hablar más del asunto. Pablo era un loco, acostumbrado a decir cuantopensaba,yélnoibaasufrirlesiempre.Paracontinuarsiendoamigos,lomejoreracallarse.

—Bueno, callemos—dijoValls—.Pero consteunavezmásque el tío seoponeyquelohagoportiyporella.

Pasaronsilenciososelrestodelcamino.EnelBornesesepararonconfríosaludo,sindarselamano.

Cuando Jaime entró en su casa era casi de noche. Madó Antonia teníasobreunamesadel recibimientounacandilejade aceite, cuya llamaparecíahacermásdensaslastinieblasdelavastapieza.

Losibicencosacababandemarcharse.Luegodealmorzarconellayvagarporlaciudad,habíanesperadoalseñorhastaelanochecer.Teníanquepasarlanocheenel falucho:elpatrónqueríadarsea lavelaantesdel alba.Ymadóhablaba con bondadoso interés de aquellas gentes, que le parecían del otroextremo del mundo. ¡Cómo lo admiraban todo! Iban por la calle comoasustados...¿YMargalida?¡Quémuchachatanhermosa!

LabuenamadóAntoniateníaunaideaensubocayotraenelpensamiento,ymientrasseguíaalseñorhastasudormitorio,leexaminabadisimuladamente,queriendo adivinar algo en su rostro. ¿Qué habría pasado en Valldemosa,Virgen del Lluch? ¿Qué sería de aquel plan disparatado que había expuestoFebrerduranteeldesayuno?...

Peroelamoestabademal talante,y respondíaconpalabrasbrevesasus

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preguntas.Nosequedabaencasa:cenaríaenelCasino.Alaluzdeunquinquéquealumbrabadébilmentesuvastodormitorio,cambiódetrajeyseacicalóunpoco, tomando una llave enorme de manos de madó para abrir cuandovolvieseaaltashorasdelanoche.

Alasnueve,aldirigirsealCasino,vioalapuertadelacalle,enuncafédelBorne,asuamigoToniClapés,elcontrabandista.Eraunhombretónderostroafeitadoycarilleno,contrajedepayés.ParecíauncuradelcampovestidodelabriegoparapasarlanocheenPalma.Consusalpargatasblancas,lacamisasincorbatayelsombreroechadoatrás,entrabaencafésysociedades,siendorecibido con grandes extremos de amistad. En el Casino le admiraban losseñores al ver cómo sacaba tranquilamente de sus bolsillos los billetes deBanco a puñados. Procedente de un pueblo del interior de la isla, habíallegado,enfuerzadecorajeydearrostrarpeligros,asereljefedeunEstadomisterioso que todos conocían de lejos, pero cuyo secreto funcionamientopermanecíaenlasombra.Teníacentenaresdesúbditos,capacesdemorirporél y una flota invisible que navegaba de noche, sinmiedo a los temporales,abordandoacostascasi inaccesibles.Laspreocupacionesypeligrosdeestasempresasnosetraslucíannuncaensurostrojovialysusademanesgenerosos.Sólo semostraba triste cuando pasaban varias semanas sin que él recibiesenoticiasdealgunabarcasalidadeArgelenplenomaltiempo.

—¡Perdida!—decía a sus amigos—. La barca y el cargamento importanpoco... Iban siete hombres en ella, y yo también he navegado así...Procuraremosquealasfamiliasnolesfalteelpan.

Otrasveces,sutristezaerafingida,yalexpresarlafruncíairónicamentesuslabios:«Unaescampavíadelgobiernoacabadeapresarmeunabarca.»Ytodosreían, sabiendo que Toni dejaba algunos meses que le cogiesen unaembarcaciónvieja con algunosbultos de tabaco, para que sus perseguidorespudieran ostentar de este modo un triunfo. Cuando había epidemia en lospuertosdeÁfrica,lasautoridadesdelaisla,impotentesparaguardarunlitoralextenso, llamaban a Toni, apelando a su patriotismo de mallorquín, y elcontrabandista prometía cesar momentáneamente en sus navegaciones ocargabaenotropuntoparaevitarelcontagio.

Febrer tenía con este hombre rudo, alegre y generoso, una confianzafraternal.Muchasveceslehabíacontadosusapurosparabuscarelconsejodesu astucia campesina. Él, que era incapaz de solicitar un préstamo de susamigosdelCasino,aceptabaeldinerodeTonienmomentosdifíciles,dinerodelquenoparecíaacordarsemáselcontrabandista.

Al encontrarse se estrecharon lamano. «¿Has estado enValldemosa?...»Toni sabía ya su viaje, gracias a la facilidad con que circulan las másinsignificantes noticias en el ambiente monótono y calmoso de una ciudad

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provincianaávidadecuriosidades.

—Algomás cuentan—dijo Toni en sumallorquín de campesino—, algoquemeparecementira.¿DicenquetecasasconlaatlotadedonBenitoValls?

Febrer, admirado de que se supiesen tan pronto sus propósitos, no seatrevióanegar.Sí,eracierto.SóloaToniqueríaconfesarlo.

El contrabandista hizo un gesto de repulsión, al mismo tiempo que susojos,acostumbradosalasmayoressorpresas,revelabanasombro.

—Hacesmal,Jaime;hacesmal.

Lodecíagravemente,comosiestuvieratratandounasuntosolemne.

Elbutifarratuvoconaquelamigounaconfianzaquenohubieraosadoconningúnotro...

—¡Perosiestoyarruinado,queridoToni! ¡Sinadade loque tengoenmicasaesyamío! ¡Si losacreedoressólomerespetanpor laesperanzadeestematrimonio!...

Toni siguió moviendo la cabeza negativamente. El rudo payés, elcontrabandistaburladordelasleyes,parecíaestupefactoporlanoticia.

—De todos modos, haces mal. Debes salir de tus apuros como puedas,pero de otra manera... Los amigos te ayudaremos. ¿Casarte tú con unachueta?...

Se despidió de él con un vigoroso apretón de manos, como si le viesemarcharhaciaunpeligrodemuerte.

—Hacesmal...piénsalo—dijocontonodereproche—.¡Hacesmal,Jaime!

IV

CuandoJaimesemetióensucama,treshorasdespuésdelamedianoche,creyó ver en la obscuridad del dormitorio los rostros del capitánValls y deToniClapés.

Parecíanhablarle,lomismoqueenlatardeanterior.«Meopongo»,repetíaelmarinoconrisairónica.«Nohagaseso»,aconsejabaelcontrabandistacongestograve...

Había pasado la noche en el Casino, silencioso y malhumorado bajo laobsesióndeestasprotestas.¿Quéteníasuproyectodeextrañoyabsurdoparaquelorepelieseaquelchueta,apesardeconstituirunhonorparasufamilia,y

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aquelpayésrudoyfaltodeescrúpulos,quevivíacasifueradelaley?...

Era cierto que en la isla este matrimonio iba a producir escándalos yprotestas;pero¿yél?...¿Noteníaderechoabuscarsusalvaciónporcualquiermedio?¿Eraacasounanovedadquegentesdesuclaseintentasenrehacersufortunapormediodeuncasamiento?¿Ylosduquesypríncipesquebuscabanel oro en América dando su mano a hijas de millonarios de origen máscensurablequedonBenito?...

¡Ay!AquellocodePabloVallsteníaenparterazón.Esasalianzaspodíanser en el resto delmundo, peroMallorca, la amadaRoqueta, tenía un almatodavíaviva,elalmadeotrossiglos,cargadadeodiosypreocupaciones.Lasgentes eran tales como habían nacido, tales como fueron sus padres, y asíhabíandeseguirenelambienteinmóvildelaisla,quenolograbanconmoverlejanasytardasondulacionesvenidasdefuera.

Jaimeseagitabainquietoensulecho.Noteníasueño...¡LosFebrer!¡Quépasadotanglorioso!¡Ycómogravitabasobreélestepasado,comounacadenadeesclavitudqueaúnhacíamástristesumiseria!...

Habíapasadomuchastardesenelarchivodelacasa,lapiezainmediataalcomedor,registrandolegajosapiladosenarmariosconpuertasdealambre,alaluzsuavequesefiltrabaporlaspersianasdeloshuecos.¡Polvoypapelviejoquehabíaquesacudirparaquenolodevorasenlaspolillas!¡Bárbarascartasdenavegación,conerróneosycaprichososperfiles,quehabíanservidoa losFebrer en sus primeras travesías comerciales!... Por todo esto apenas sí ledarían con que comer unos días; y sin embargo, la familia había peleadodurantesiglosparahacersedignadetaldepósitoyaumentarlo.¡Cuántagloriamuerta!...

Laverdaderafamadelossuyos,rompiendoloslímitesdelahistoriadelaisla,comenzabaen1541con la llegadadelgranEmperador.Unaarmadadetrescientasvelas,condiezyochomilhombresdedesembarco,sejuntabaenlabahía de Palma para ir a la conquista de Argel. Estaban allí los terciosespañolesmandadosporGonzaga,losalemanesregidosporelduquedeAlba,lositalianosacaudilladosporColonna,doscientoscaballerosdeMalta,acuyofrentemarchabaelcomendadordonPríamoFebrer,elhéroede la familia,ytodalaflotanavegababajoladireccióndelgranmarinoAndrésDoria.

Mallorca acogía con fiestas mitológicas al señor de las Españas y lasIndias,deAlemaniaeItalia,gotosoya,yroídoporotrasdolencias.LamejornoblezadeCastillaseguíaalEmperadorenestasantaempresa,alojándoseenlascasasdeloscaballerosmallorquines.LadeFebrerrecibíacomohuéspedaun noble improvisado, recién salido de la nada, cuyas lejanas hazañas yvisiblesriquezasinspirabanentusiasmosymurmuraciones.EraelmarquésdelValledeOaxaca,donHernánCortés,quehabíaconquistadoMéjicoyveníaen

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laexpediciónansiosodemedirsecon losantiguosnoblesde laReconquista,ahorasusiguales,enunagaleraequipadaasucosta,acompañadodesushijosdon Martín y don Luis. Una magnificencia real envolvía al lejanoconquistador,dueñodefantásticasriquezas.Adornandoelpuentedesugalerallevaba tres esmeraldas enormes, valuadas enmás de cienmil ducados: unatalladaenformadeflor,otraenformadepájaroyotradecampanilla,alaqueservíadebadajounaperlagruesa.Conélibanservidoresquehabíanestadoentan lejanas tierras, adoptando sus extraños usos. Enjutos hidalgos de colorenfermizo pasaban silenciosos las horasmuertas encendiendo unosmanojosde hierbajos, a modo de trozos de cuerda, llamados «tobaco», y arrojandohumoporsubocacomodemoniosqueardieseninteriormente.

Lasabuelasde Jaimehabíanconservadodegeneraciónengeneraciónungrueso diamante sin tallar, recuerdo del heroico capitán por el generosohospedajedelosFebrer.Lapiedrapreciosafigurabaenlosdocumentosdelafamilia, pero el abuelo don Horacio no había alcanzado a conocerla.Desapareció en el cursode los siglos, como tantas riquezasbarridas por losapurosdeunacasaostentosa.

LosFebrerpreparabanunrefrescoparalaarmada,anombredeMallorca,perocosteadoengranparteporellos.Este«refresca»,paraqueelEmperadorapreciase la abundancia de frutos de la isla, componíase de cien vacas,doscientoscarneros,centenaresdeparejasdegallinasypavos,decuarterasdeaceiteyharina,decuarteronesdevino,decuarterolasdequeso,alcaparrasyaceitunas,veintebarrilesdeaguadearrayánycuatroquintalesdecerablanca.Además,losFebreravecindadosenlaislayquenoerandelaOrdendeMaltaseembarcaronenlaescuadracondoscientoscaballerosmallorquines,ansiososde conquistar Argel, nido de piratas. Las trescientas galeras salieron de labahía, ondeando sus flámulas entre el estruendo de cañones y bombardas,saludadaspor el gentío aglomerado en lasmurallas.Nuncahabía reunido elEmperadorunaflotatanimponente.

EraenOctubre.ElexpertoDoriaponíamalgesto.ParaélnoexistíanenelMediterráneootrospuertossegurosque«Junio,Julio,Agosto...yMahón».ElEmperadorsehabíaretrasadodemasiadoenelTiroleItalia.ElpapaPauloIII,al salir a su encuentro en Luca, le había profetizado desgracias por loavanzado de la estación. Los expedicionarios desembarcaron en la playa deHamma. El comendador Febrer, con sus caballeros de Malta, marchaba avanguardia, sosteniendo incesantes choques con los turcos. El ejército seapoderó de las alturas que rodean a Argel y comenzó el sitio. Entonces secumplieronlasprediccionesdeDoria.Sobrevinounahorribletempestad,contodalaviolenciadelinviernoafricano.Lastropas,sinabrigo,caladashastaloshuesosdurantelanocheporlalluviatorrencial,sentíanseateridas.Unvientofurioso obligaba a los hombres a mantenerse tendidos en el suelo. Al

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amanecer,losturcos,aprovechandoestasituación,cayeronporsorpresasobreelejército,quecasisedesbandó.

PeroestabaallíelcomendadorPríamo,demoniodelaguerra,insensiblealaguay al fuego,duro,maliciosoydespreciadorde la fatiga,que contuvoelempuje enemigo con un puñado de sus caballeros.Españoles y alemanes serehicieron,ylosturcossereplegaron,perseguidosporlossitiadores,hastalasmismasmurallas de Argel. Don Príamo Febrer, herido en la cara y en unapierna, se arrastró hasta una puerta de la ciudad, clavando en ella su puñalcomotestimoniodesuavance.

Enotra salida de lamorisma, el choque era tan furioso, que cejaban lositalianos,seguíansuejemplolosalemanes,yelEmperador,rojodecóleraalver en fuga a sus soldados favoritos, desenvainaba la tizona, pedía suestandarte,metíaespuelasaltrotónygritabaalbrillanteséquitodecaballerosqueleseguía:«¡Arriba,señores!Simeveiscaerconelestandarte,levantadaésteantesqueamí.»

Losturcoshuíananteelímpetudeesteescuadróndehierro.UnFebrer,«elrico»,eldelaisla,abueloremotodeJaime,sehabíainterpuestopordosvecesentreelEmperadorylosenemigos,salvandosuexistencia.Alasalidadeundesfiladero,elfuegodelasculebrinasturcasdiezmóalosjinetes.ElduquedeAlbacogiólabridadelcaballodesumonarca.«Señor:quevuestravidavalemás que el triunfo.» Y el Emperador, serenándose, volvía al fin sobre suspasos,yconungestodeagradecimientomajestuososequitaba lacadenadeoropendientedesucuello,paracolocarlasobreloshombrosdeFebrer.

Mientrastanto,latempestaddestruíacientosesentabuques,yelrestodelaflotateníaquerefugiarsedetrásdelcaboMatifux.

Losmásdelosnoblesopinabanporunaretiradainmediata.HernánCortés,elcondedeAlcaudete,gobernadordeOran,yloscaballerosmallorquines,conlosFebreralacabeza,pedíanquesepusieraensalvoelEmperadorydejasealejércitocontinuarsololaempresa.Alfinsedecidiólaretirada,yporcumbresybarrancashinchadasdelluviasefuerealizandolatristeoperaciónacosadospor el enemigo, dejando una estela de muertos y prisioneros. En plenatempestad se embarcaron los que pudieron. El mar embravecido devorónuevosbuques,y lasgalerasmallorquinas llegaron tristementea labahíadePalma escoltando al Emperador, que sin querer bajar a tierra se dirigió a laPenínsula.LosFebrervolvieronasucasacubiertosdegloriaenplenaderrota:unoconel testimoniodeamistaddelCésar;otro,elcomendador, tendidoenunacamillayblasfemandocomounpaganoporhaberseinterrumpidoelcercodeArgel.

¡Príamo Febrer!... Jaime no podía pensar en este personaje sin unsentimiento de simpatía y curiosidad que le habían infundido los relatos

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escuchados en su infancia. Era el alma heroica ymaldita de la familia. Lasantiguasdamasdelacasanomencionabanjamássunombre,yalescucharlobajabanlosojosyenrojecían.GuerrerodelaIglesia,santocaballeroquehabíapronunciadovotodecastidadalentraren laOrden, llevabasiempremujeresensugalera.Erancristianasrescatadasalmusulmán,quenoteníagranprisaen devolver a sus hogares, o infieles hechas esclavas en sus audacesdesembarcos.

Cuandoseprocedíaalrepartodelbotín,mirabaindiferentelasriquezasenmontón,dejándolasparaelGranMaestre.Élsólo tenía interésenapropiarselashembras.Sileamenazabanconlaexcomunión,reíadiabólicamenteenlacaradeloseclesiásticosdelaOrden.CuandoelGranMaestrelellamabaparareprenderle por sus impurezas, erguíase fieramente, hablandode las grandesvictoriasenelmarqueledebíalacruzdeMalta.

Conservábanseenel archivode lacasaalgunasde suscartas:pliegosdepapelamarillentoconcaracteresrojizos,desigualesyconfusos,yunestiloquedelataba las pocas letras del comendador. Expresábase con soldadescatranquilidad,mezclandofrasesreligiosasconlasmás impúdicasexpresiones.En una de dichas cartas, que Jaime había leído, escribía alarmado a suhermanodeMallorcaenvistadeciertaenfermedadmisteriosaquesufríaéste;yporsiera«maldemujeres,ledabaexpertosconsejosymágicosremedios.ÉlhabíaconocidomuchoestadolenciaensusvisitasalospuertosdeLevante.

Su nombre era terriblemente popular en toda la costa mediterráneaocupada por los infieles. Losmahometanos le temían como al demonio; lasmorashacíancallarasuspequeñuelosconlaamenazadelcomendadorFebrer.Dragut,grancorsarioturco, leapreciabacomoúnicorivaldignodesuvalor.Losdosse temíanyse respetaban,procurandonoverseniencontrarseenelmar,despuésdevarioscombatesdelosqueamboshabíansalidomalparados.

Undía,Dragut,alvisitarunadesusgalerasenArgel,encontróaPríamoFebrercasidesnudo,encadenadoaunbancoyconunremoenlasmanos.

—¡Cosasdelaguerra!—dijoDragut.

—¡Cosasdelafortuna!—contestóelcomendador.

Seestrecharonlamanoynodijeronmás.Nielunoofreciófavornielotropidió misericordia. Las gentes de Argel acudían ansiosas para conocer al«Demonio deMalta» amarrado a su banco de esclavo; pero al verle fiero yceñudocomounaguiluchocautivo,noseatrevíanainsultarle.LaOrdendiopor el rescate de su heroico guerrero centenares de esclavos, naves ycargamentos,comosifueseunpríncipe.AñosdespuésfuedonPríamoelque,entrandoenunagaleradeMalta,encontróencadenadoenunbancoderemeroal intrépidoDragut.Serepitió laescenasinsorpresaparaambos,comosiel

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encuentrofuesenatural.Seestrecharonlasmanos.

—¡Cosasdelaguerra!—dijouno.

—¡Cosasdelafortuna!—contestóelotro.

Jaime amaba al comendador porque había representado en el seno de lanoblefamiliaeldesorden,lalibertad,eldespreciodelaspreocupaciones...¡Loqueaélleimportabanlasdiferenciasderazayreligióncuandosentíaeldeseode una mujer!... Había vivido en la madurez de su existencia retirado enTúnez,consusbuenosamigoslosricoscorsarios,queenfuerzadeodiarleyperseguirleacabaronporsersuscamaradas.Fueésteelperíodomásobscurodesuexistencia.Lasleyendasllegabanasuponerquehabíarenegado,yparadistraer su tedio daba caza en el mar a las galeras de Malta. Algunoscaballeros de la Orden, enemigos suyos, juraban haberle visto durante uncombatevestidoalaturcaenelcastillodeunaembarcaciónenemiga.

LoúnicociertoeraquehabíavividoenTúnezenunpalacioaorillasdelmar, conunamorade espléndidabelleza, parienta de su amigo elBey.Doscartas atestiguaban en el archivo esta dulce e incomprensible esclavitud.Almorir la musulmana, don Príamo volvía a Malta, dando por terminada sucarrera.LosmásimportantesdignatariosdelaOrdenquisieronfavorecerlesicambiabadeconducta,hablandodenombrarleBailíodeNegropontooGranCastellán de Amposta. Pero el empecatado don Príamo no se corregía, ycontinuósiendounlibertinotemible,dehumorfantásticoydesigualparalosotros caballeros. En cambio, el heroico comendador era adorado por los«hermanossirvientes»,hombresdearmasdelaOrden,simplessoldadosquesólopodíanllevarsobrelacorazaeladornodemediacruz.

EldesprecioalasintrigasyelodiodesusenemigoslehicieronabandonarparasiempreelarchipiélagodelaOrden,lasislasdeMaltayGozzo,cedidasporelEmperadoralosfrailesguerrerossinotroprecioqueeltributoanualdeunazordelosquesecriabanenaquellasislas.

Viejo ya y cansado, retirábase aMallorca, viviendo de los bienes de suencomiendasituadosenCataluña.Laimpiedadylosviciosdelhéroeaterrabanalafamiliayescandalizabanalaisla.Tresmorasjóvenesyunajudíadegranbellezaleacompañabancomosirvientesenlashabitacionesdetodaunaladelcaserónde losFebrer,queeramuchomásgrandeenaquellaépoca.Ademásconservabavariosesclavos,turcosunos,tártarosotros,quetemblabanalverle.Andaba en tratos con viejas tenidas por brujas, consultaba a curanderoshebreos,seencerrabaensudormitoriocontodaestagentesospechosa,y losvecinos temblabanviendoaaltashorasde lanoche susventanas inflamadasporunfuegodeinfierno.Algunosdesusesclavoslanguidecían,pálidos,comosi les chupasen la vida. La gente murmuraba que el comendador habíaempleado su sangreparamágicosbebedizos.DonPríamoqueríavolver a la

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juventud: ansiaba reanimar con fuego vital sus fuerzas pasionales. El GranInquisidordeMallorcahablabadeunavisitaconfamiliaresyalguacilesalashabitaciones del comendador; pero éste, que era primo suyo, le anunció porcarta supropósito de abrirle la cabeza conunmandoblede abordaje apenasavanzaseunpiesobreelprimerpeldañodesuescalera.

Moría don Príamo, o más bien, reventaba con los diabólicos brebajes,dejando como resumen de sus despreocupaciones un testamento cuya copiahabíaleídoJaime.ElguerrerodelaIglesialegabaelcuerpodesusbienes,asícomo sus armas y trofeos, a los hijos de su hermanomayor, lomismo quehabían hecho siempre todos los segundones de la casa. Pero a continuaciónfiguraba una extensa lista demandas, todas para hijos suyos que declarabahabidos con esclavas musulmanas o amigas judías, armenias y griegas quedebían vegetar a aquellas horas, decrépitas y arrugadas, en algún puerto deLevante. Era una descendencia de patriarca bíblico, pero toda irregular ymestiza,productodelcruzamientodesangresenemigas,derazasantagónicas.¡Famoso comendador! Parecía que al quebrantar sus votos hubiese buscadoaminorar esta falta escogiendo siempre mujeres infieles. A su pecado deimpureza unía lo vergonzoso del comercio con hembras enemigas delverdaderoDios.

AdmirábaloJaimecomoaunprecursorquelesalvabadesusdudas.¿Quétenía de extraño que él se uniese a una chueta, igual a las otrasmujeres encostumbres, creencias y educación, si el más famoso de los Febrer, en unaépocadeintolerancia,habíavivido,fueradetodaley,conhembrasinfieles?...PerolosprejuiciosdefamiliadespertabanenJaimecomounremordimiento,haciéndole recordar una cláusula del testamento del comendador. Dejababienesaloshijosdesusesclavas,mestizosdeotrasrazas,porqueerandesusangreydeseabaevitarleslossufrimientosdelamiseria,perolesprohibíaqueusasen el apellido de su padre, el nombre de los Febrer, que se habíanmantenido siempre puros de cruzamientos vergonzosos en su casa deMallorca.

Alrecordaresto,sonreíaJaimeenlaobscuridad.¿Quiénpodíaresponderdel pasado? ¿Qué misterios no se ocultaban en las raíces del tronco de suestirpe, allá en los tiemposmedioevales, cuando losFebrery los ricosde lasinagoga balear comerciaban juntos y cargaban sus naves en Puerto Pi?Muchosdesufamilia,yhastaélmismo,asícomootrosdelaantiguanoblezamallorquína,teníanalgodejudaicoenelrostro.Lapurezadelasrazaseraunailusión.Lavidadelospueblosresidíaenelmovimiento,granengendradordemezclas y confusiones... Pero ¡ay, los orgullosos escrúpulos de familia! ¡Laseparacióncreadaporlascostumbres!...

Él mismo, que pretendía burlarse de los prejuicios del pasado,experimentabaunsentimientoirresistibledealtivezalladodedonBenito,que

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había de ser su suegro. Se consideraba superior a él; le toleraba con unabondad lastimera; se había sublevado interiormente cuando el rico chuetahablódesupretendidaamistadcondonHoracio.Noeracierto;losFebrernohabíantratadonuncaaaquellasgentes.CuandosusabuelosibanaArgelconelEmperador,losabuelosdeCatalinaestabantalvezrecluidosenelbarriodelaCalatrava, fabricando objetos de plata, temblando ante la idea de que lospayeses pudieran bajar en son de guerra a Palma, encorvándose pálidos demiedo ante el Gran Inquisidor—algún Febrer indudablemente—paragranjearsesuprotección.

Fuera, en el recibimiento, estaba el retrato de uno de sus ascendientesmenosremotos,unseñorderostroafeitado,labiosfinosydescoloridos,pelucablancaycasacadesedaroja,que,segúnrezabalacarteladellienzo,habíasidoregidor perpetuo de la ciudad de Palma. El rey Carlos III enviaba unapragmáticaalaislaprohibiendoqueseinsultasealosantiguosjudíos,«gentelaboriosa y honrada», amenazando con pena de presidio al que los llamasechuetas.ElConcejosealborotabaconestadisposiciónabsurdadelmonarca,sobradamente bondadoso, y el regidor Febrer solucionaba el asunto con laautoridad de su nombre. «Archívese la pragmática; se acata, pero no secumple. ¿Para qué necesitan los chuetas tener dignidad como cualquiera denosotros?Contalquenolestoquenlabolsaolamujer,sedanporcontentos.»

Ytodosreían,diciéndosequeFebrerhablabaporexperienciapropia,pueseragranaficionadoavisitar«lacalle»,encargandotrabajoalosplaterosparapoderhablarconlasplateras.

Tambiénestabaenelrecibimientoelretratodeotrodesusascendientes,elinquisidordonJaimeFebrer,quellevabasumismonombre.Enlosdesvanesde la casa había encontrado él, amarillas por el tiempo, varias cartulinas devisitaconelnombredelricosacerdote:tarjetasgrabadasconemblemas,comoempezaronausarseenelsigloxviii.

Enel centrode la tarjetaaparecíaunacruz leñosaconunaespadayunaramadeolivo;aambos ladosdoscorazas,unacon lacruzdelSantoOficio,otracondragonesycabezasdeMedusa.Esposas,látigos,calaveras,rosariosycirioscompletabaneladorno;abajoardíaunahogueraentornoaunposteconargolla y figuraba una caperuza como un embudo adornada de serpientes,sapos y cabezas cornudas. Una especie de sarcófago elevábase entre estosadornos,yenélseleíaenantigualetraespañola:«ElInquisidorDecanodonJaimeFebrer.»Elpacíficomallorquínquealvolverasucasaencontrabaestacartulinadevisitadebíasentirunespeluznamientodeterror.

Además, pasaba por sumemoria otro de sus ascendientes, aquel a quienmencionabairacundoPabloVallsalrecordarlasquemasdechuetasyellibritodel padre Garau. Era un Febrer elegante y galanteador, que había

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entusiasmadoa lasdamasdePalmaenel famosoautode fe,conunvestidonuevodepañodeFlorenciarecamadodeoro,jinetesobreuncorceltanvistosocomosudueñoyllevandoelestandartedelSantoTribunal.Eljesuitahablabacon líricos arrebatos de su gentil apostura. A la caída de la tarde habíapresenciado el caballero en la falda del castillo de Bellver cómo ardía laabultadacorpulenciadeRafaelVallsycómoreventabansusentrañascayendoenelbrasero, espectáculodelque ledistrajo lapresenciadealgunasdamas,haciendo caracolear su caballo junto a las portezuelas de las carrozas. ElcapitánVallsteníarazón:todoestoresultababárbaro.PerolosFebrereranlossuyos; el nombre y los bienes ya perdidos a ellos los debía. ¡Y él, últimovástago de una familia orgullosa de su historia, iba a casarse con CatalinaValls,descendientedelajusticiado!...

Las consejas oídas en la niñez, los simples relatos con que le entreteníamadóAntonia,surgíanahoraensurecuerdocomoideasolvidadas,peroquehabían abierto hondo surco. Pensaba en los chuetas, que, según la opiniónpopular,noeran lomismoque lasotraspersonas;seresdemiseriasórdidaycontacto viscoso, que debían ocultar terribles deformidades. ¿Quién podíaafirmarlequeCatalinaeraigualalasotrasmujeres?...

Almomentopensaba enPabloValls, tan alegreygeneroso, superior porsus cualidades a casi todos los amigos que él tenía en la isla. Pero PabloapenashabíavividoenMallorca:habíaviajadomucho;noeracomolosdesuraza,inmóvilesenlamismaposturadurantesiglos,reproduciéndosesobreelmontóndesuvilezaysucobardía,sinfuerzasnisolidaridadparalevantarseeimponerrespeto.

Jaime conocía en París y enBerlín ricas familias de judíos.Hasta habíasolicitadoquelepresentasenalosaltosvaronesdeIsrael;peroalponerseencontacto con estos hebreos verdaderos, que conservaban su religión y suindependenciaderaza,nosintiólainstintivarepugnanciaqueleinspirabaneldevotodonBenitoyotroschuetasdeMallorca.¿Eraelambiente,queinfluíaen él? ¿Era que una sumisión de siglos, el miedo y el hábito de doblarse,habíanhechodelosdeMallorcaunarazadistinta?...

Febreracabópor sumirseen la lobreguezdel sueño, rodandoa travésdelassinuosidadesdesupensamiento,cadavezmásconfuso.

En la mañana siguiente, mientras se vestía, decidióse a realizar ciertavisita,congranesfuerzodesuvoluntad.Aquelcasamientoeraalgoaudazypeligroso que exigía larga reflexión, como le había dicho su amigo elcontrabandista.

«Antes debo jugar mi última carta...—pensó Jaime—. Voy a ver a «laPapisa Juana» Hace muchos años que no la he visto; pero es mi tía, miparientemáspróxima.Enjusticia,debíaseryosuheredero.¡Siellaquisiera!...

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Lebastaríahacerungesto,ytodosmisapuroshabríanterminado.»

Pensóenlahoramejorparavisitaralagranseñora.Porlatardeteníasufamosatertuliadecanónigosygravesseñores,alosquerecibíaconunairedesoberana. Estos eran los que iban a heredarla, como mandatarios yrepresentantesdevarias corporacionesde carácter religioso.Ladebíavisitarinmediatamente,sorprenderlaensusoledaddespuésdelamisaylosejerciciosmatinales.

Doña Juana vivía en un palacio inmediato a la catedral. Se habíamantenidosoltera,abominandodelmundodespuésdeciertosdesengañosdesu juventud, de los que era responsable el padre de Jaime. Toda laacometividaddesucarácterbiliosoyelentusiasmodesufesecayaltivaloshabíadedicadoa lapolíticay la religión.«PorDiosypor elRey», lehabíaoídodecirFebreralvisitarlasiendomuchacho.

EnsujuventudhabíasoñadodoñaJuanaconlasheroínasdelaVendée;sehabía entusiasmado con las hazañas y penalidades de la duquesa de Berry,queriendo,comoestashembrasfuertesdelareligiónyellegitimismo,montaracaballo, llevandosobreelpechouncrucifijoyjuntoalafaldadeamazonaun sable pendiente. Pero estos deseos no pasaronde ser vagas fantasías.Enrealidad, nohabía hechootra expediciónqueunviaje aCataluñadurante laúltimaguerracarlista,paravermásdecerca lasantaempresaqueconsumióunapartedesusbienes.

Losenemigosde«laPapisa Juana»afirmabanquede jovenhabía tenidoocultoensupalacioalcondedeMontemolín,pretendientealacorona,yqueallí lohabíapuestoen relaciónconelgeneralOrtega,capitángeneralde lasislas.AestasmurmuracionesuníanladeunamorrománticodedoñaJuanaporelpretendiente.

Jaimesonreíaaloírestasnoticias.Todomentira.ElabuelodonHoracio,queestababienenterado,hablómuchasvecesasunietodetalessucesos.«LaPapisa»sólohabíaqueridoalpadredeJaime.ElgeneralOrtegaerauniluso,al que recibía doña Juana con novelesco misterio, vestida de blanco en unsalóncasiaobscuras,hablándoleconvozdulcedeultratumba,comosifueseel ángel del pasado, de la necesidad de volver España a sus antiguascostumbres, barriendo a los liberales y restableciendo el gobierno de loscaballeros. «¡Por Dios y por el Rey!...» Ortega fue fusilado en la costa deCataluña al fracasar su desembarco carlista, y «la Papisa» se quedó enMallorca,prontaadarsudineroparanuevasempresassantas.

Muchos la consideraban arruinada después de sus prodigalidades en laúltima guerra civil, pero, Jaime conocía la verdadera fortuna de la devotaseñora. Su vida era simple como la de una payesa; le quedaban en la islaextensos predios, y todas sus economías las invertía en regalos a iglesias y

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conventosoendonativosaltesorodeSanPedro.Suantiguolema«PorDiosypor el Rey» había sufrido unamutilación.Ya no pensaba en el rey.De susantiguosentusiasmosporelpretendientedonCarlossólolequedabaunagranfotografíacondedicatoriaadornandolapartemásobscuradesusalón.

—Buen mozo—decía de él—, buen caballero, pero igual casi a losliberales. ¡Ay, la vida en tierra extranjera! ¡Cómo cambia a los hombres!...¡Quépecados!...

AhorasuentusiasmoerasóloporDios,ysudineroemprendíaelcaminodeRoma.Unasupremailusiónanimabasuexistencia.¿Noleenviaríaantesdemorirla«RosadeOro»elSantoPadre?Eraregalodestinadoenotrostiempossóloalasreinas,peroalgunasdevotasricasdelaAméricadelSurconseguíanahora esta distinción. Y menudeaba las liberalidades, viviendo en santapobrezaparapoderenviarmásdineroalVaticano.¡La«RosadeOro»,yluegomorir!...

Febrer llegóacasade«laPapisa»:unzaguánsemejanteal suyo,aunquemás cuidado, más limpio, sin hierbas en el pavimento, sin grietas nidesconchadurasenlasparedes,conunapulcritudmonacal.Arribaleabriólapuertaunacriaditapálida,vestidaconelhábitoazuldeunacofradíaycordónblanco.EstamuchachanopudoreprimirungestodesorpresaalreconoceraJaime.

Ledejóenelrecibimiento,llenoderetratoscomoeldecasadelosFebrer,ycorrióconunligerotrotederatónalashabitacionesinteriores,paraavisarestavisitaextraordinariaqueturbabalapazmonásticadelpalacio.

Transcurrieronlargosminutosdesilencio.Jaimeoyópasosfurtivosenlashabitaciones inmediatas; vio cortinajes que se agitaban levemente, comomovidosporsuavecéfiro;adivinótrasdeelloscuerposenacecho,ojosquelecontemplabanocultos.Lacriadavolvióaaparecer,saludandoadonJaimecongrave cortesía. ¡Era el sobrino de la señora!... Le acompañó hasta un gransalón,ydesapareció.

Febrer entretuvo la espera contemplando esta vasta pieza, de un lujoarcaico.Asíerasucasaentiemposdelabuelo.Lasparedesestabancubiertasde rico damasco carmesí, y sobre ellas destacábanse antiguos cuadrosreligiososdesuavespincelesitalianos.Losmuebleserandemaderablancayoro, con voluptuosas curvas, tapizados de gruesa seda bordada. Sobre lasconsolas, reflejándose en los espejos azulados y profundos, mezclábansefiguraspolicromasdesantosypéndolasdelsigloxviiconfigurasmitológicas.Labóvedadel techo estabapintada al fresco, conuna asambleadediosesydiosas sentados en nubes. Sus rosadas desnudeces y atrevidos gestoscontrastaban con la faz dolorosa de un gran Cristo que parecía presidir elsalón,ocupando lamayorpartedelmurosobreelestrado,entredospuertas.

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«LaPapisa»reconocíalopecaminosodeestosadornosmitológicos;peroeranrecuerdos de la buena época, de cuando mandaban los caballeros, y losrespetaba,procurandonoverlos.

Se levantó un cortinaje de damasco y entró una criada vieja vestida denegro,confaldalisaypobrejubón,lomismoqueunacampesina.Loscabellosgrisesestabancubiertosenparteporunapañoletaobscura,alaqueeltiempoylagrasahabíandadountinterojizo.Pordebajodelafaldaasomabanlospiescalzadosdepaño,conunasmediasblancasdegruesotejido.Jaimeseapresuróalevantarsedesuasiento.Aquellacriadaviejaera«laPapisa».

La sillería estaba en un desorden permanente que parecía denunciar latertulia reunida allí todas las tardes. Cada asiento pertenecía por derechoconsuetudinario a una grave persona, y quedaba inmóvil en elmismo sitio.DoñaJuana,alentrar,ocupóunsillónsemejanteauntrono,asientodesdeelcual presidía toda las tardes su fiel tertulia de canónigos, amigas viejas yseñoresdesanasideas,comounareinaquerecibesucorte.

—Siéntate—dijobrevementeasusobrino.

Tendió lasmanos,por el automatismode la costumbre, sobreunbraseromonumentaldeplataqueestabavacío,ycontemplófijamenteaJaimeconsusojillos grises de mirada aguda, habituados a infundir miedo. Esta miradaautoritaria fue humanizándose, hasta temblar con una lacrimosidad deemoción.Cercadediezañosquenoveíaasusobrino.

—EresunFebrerdelomáspuro.Teparecesatuabuelo...¡Iguala todoslosdetufamilia!

Yocultaba suverdaderopensamiento; callábase el únicoparecidoque leconmovía: la semejanza de Jaime con su padre, cuando éste era oficial demarina y venía a verla en tiempos ya remotos. Sólo le faltaban para seridéntico a su progenitor el uniforme y los lentes... ¡Ah, monstruo deliberalismoydeingratitud!...

Susojosrecobraronlaacostumbradadureza;susfaccionesparecieronmássecas,pálidasyangulosas.

—¿Quédeseas?—dijoconrudeza—.¡Porqueseguramentenovienesporelplacerdeverme!...

Jaimebajólosojosconunahipocresía infantil,y temerosodellegarasuverdaderademanda,acometióelrelatodesdemuylejos.Élerabueno,creíaentodoloantiguo,deseabamantenerelprestigiodesufamiliayaumentarlo...Nohabía sido un santo, lo confesaba; una existencia loca había consumido susbienes... ¡peroelhonorde lacasasiempreintacto!Deestavidadepecadoyruinahabíasacadodoscosasexcelentes:laexperienciayelfirmepropósitode

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enmendarse.

—Tía:yoquierocambiardemododevivir;yoquieroserotro.

La tía asintió con un gesto enigmático.Muy bien; así habían hechoSanAgustínyotrossantosvaronesquepasaronsujuventudenlalicencia,paraserluegolumbrerasdelaIglesia.

Se animó el sobrino con estas palabras. Él, ciertamente, no llegaría afigurarcomolumbreradenada,perodeseabaserunbuencaballerocristiano;secasaría,educaríaasushijosparaquecontinuasenlastradicionesdelacasa;unhermosoporvenir.Pero ¡ay!vidas tandesarregladascomo lasuyasondedifícil apaño cuando llega el momento de enderezarlas hacia la virtud.Necesitabaunaayuda.Estabaarruinado,tía.Losprediossehallabanenmanosde losacreedores; sucasaeraundesierto: sehabíadefendidovendiendo losrecuerdosdel pasado.Él, unFebrer, iba averse enmediode la calle si unamanomisericordiosanoledabaapoyo.Yhabíapensadoensutía—quealfinerasuparientemáspróxima,algoasícomosumadre—paraquelesalvase.

Esta supuesta maternidad hizo enrojecer débilmente a doña Juana yaumentó la dura brillantez de sus ojos. ¡Ay, la memoria con sus penosasevocaciones!...

—¿Y es de mí de quien esperas tu salvación?—dijo lentamente «laPapisa»,conunavozquesilbabaentre losdientes,separadosyamarillentos,perotodavíafuertes—.Pierdeseltiempo,Jaime.Yosoypobre...notengocasinada.Apenaslonecesarioparaviviryhaceralgunaslimosnas.

Lo dijo con tal firmeza, que Febrer perdió la esperanza y juzgó inútilinsistir.«LaPapisa»noqueríaayudarle.

—Estábien—dijoconvisibledespecho—.Peroafaltadesuapoyo,hedeprocurarme otra salida enmis apuros, y cuento con una. Usted es ahora lamayor de mi familia, y debo pedir su consejo. Tengo en proyecto uncasamientoquepuedesalvarme:unmatrimonioconpersonarica,peroquenoesdenuestraclase,sinodeunorigenbajo.¿Quédebohacer?...

Esperaba en su tía unmovimiento de sorpresa, de curiosidad.Tal vez elanunciodesucasamientolaablandase.Casieraseguroque,aterrándoseanteunpeligro tanenormeparaelhonordesucasaydesusangre,seallanaraatodo,concediéndolesuprotección.Peroelsorprendido,elaterrado,fueJaimealverfruncirseconunasonrisafríaloslabiospálidosdelavieja.

—Losé—dijo—.MelohancontadotodoestamañanaenSantaEulalia,alsalir de misa. Ayer estuviste en Valldemosa. Te casas... te casas con... unachueta.

Lecostóunesfuerzosoltar lapalabra,seestremecióaldecirla.Luegode

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esto reinó en el salón un largo silencio, uno de esos silencios trágicos yabsolutosquesiguenalasgrandescatástrofes,lomismoquesilacasaacabaradevenirseabajo,extinguiéndoseelecodelúltimomuroderrumbado.

—¿Yaustedquéleparece?—seatrevióapreguntartímidamenteJaime.

—Hazloquequieras—dijo«laPapisa»confrialdad—.Sabesquehemosestadomuchosañossinvernos,ylomismopodernosseguirelrestodenuestravida.Túyyosomosahoracomodeotrasangre;pensamosdedistintomodo;nopodemosentendernos.

—¿Demodoquedebocasarme?—insistióél.

—Eso pregúntalo a ti mismo. Los Febrer marchan desde hace años portalescaminos,quenadadeellospuedesorprenderme.

Jaime adivinaba en los ojos y la voz de su tía un goce reprimido, lavoluptuosidadde lavenganza, la alegríadever caídosa susenemigosen loqueconsiderabaunadeshonra,yestoleirritó.

—Ysimecaso—dijoimitandolafrialdaddedoñaJuana—,¿puedocontarconusted?¿Vendráustedamiboda?

Esto puso fin a la tranquilidad de «la Papisa», y la hizo erguirse conaltivez.Laslecturasrománticasdelajuventudacudieronasumemoria.Hablócomounareinaultrajadaalfinaldeuncapítulodenovelahistórica.

—Caballero,soyGenovartpormipadre.MimadreeraFebrer,perotantovalenlosunoscomolosotros.Yoreniegodelasangrequevaamezclarseconlade lagentevil,matadoradeCristo,ymequedocon lamía,con lademipadre,queacabaráconmigopurayhonrada.

Señalaba la puerta con ademán arrogante, dando por terminada laentrevista.Peroluegopareciódarsecuentadeloextemporáneoyteatraldesuprotesta,ybajó losojos,sehumanizó, tomandounaspectodemansedumbrecristiana.

—Adiós,Jaime;¡queelSeñorteilumine!

—Adiós,tía.

La tendió él una mano, a impulsos de la costumbre, pero ella retiróvivamente su diestra, ocultándola detrás de su espalda. Febrer sonrió alrecordarciertasnoticiasde losmurmuradores.Esta retracciónnosignificabadesprecioniodio.Eraque«laPapisa»habíahechovotodenotocarensuvidalasmanosdeotroshombresquelossacerdotes.

Cuando se vio en la calle prorrumpió sordamente en denuestos,mirandolos panzudos balcones del caserón. ¡Víbora! ¡Cómo se alegraba de sucasamiento!...Cuando éste fuese un hecho, fingiría indignación y escándalo

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antesutertulia.Talvezenfermase,paraquetodosenlaislalacompadeciesen,y sin embargo, su alegría era inmensa, la alegría de una venganza incubadadurantemuchosaños,viendoaunFebrer,alhijodelhombreodiado,sumidoenloqueconsiderabalamásafrentosadelasdeshonras...¡Yél,empujadoporlasangustiasdelaruina,tendríaqueproporcionarleesteplacercasándoseconlahijadeValls!...«¡Ah,miseria!»

VagóhastapasadomediodíaporlascallespocofrecuentadasinmediatasalaAlmudainay lacatedral.Eldesfallecimientodelestómagoguiósuspasosinstintivamente hacia su casa.Comió silencioso, sin saber lo que comía, noviendo amadó, que, inquieta desde el día anterior, rondaba en torno de él,ansiosadeentablarconversación.

Luegodecomersalióaunapequeñagaleríaquedabasobreeljardín,consuruinosabarandadebalaustrescoronadaportresbustosromanos.Asuspiesextendíaseelfollajedelashigueras,lasbarnizadashojasdelosmagnolieros,las bolas verdes de los naranjos. Frente a él cortaban el espacio azul lostroncos de las palmeras, y más allá de las almenas puntiagudas de la tapiaextendíase el mar, luminoso, con estremecimientos de vida, como sicosquilleasensublandaepidermislasbarcas,sueltassusvelasalviento.Aladerechaestabaelpuerto,repletodemástilesyamarillaschimeneas;más,allá,avanzabaenlasaguasdelabahíalamasaobscuradelospinosdeBellver,ysobresucumbreerguíaseelantiguocastillo,redondocomounaplazadetoros,con su torre del homenaje suelta, aislada, sin otro lazo de unión que ungallardopuente.AbajoextendíaseelrojocaseríomodernodelTerreno,ymásallá, al extremodel cabo, el antiguoPuertoPi, con su torrede señalesy lasbateríasdeSanCarlos.

Alotroladodelabahíaperdíasemaradentro,enlasbrumasflotantesdelhorizonte,uncabodeobscuroverdeypeñasrojizas,sombríoydeshabitado.

Lacatedraldestacabasobreelazuldelcielosusbotarelesyarcadas,comounnavíodepiedra con la arboladuradesmochadaquehubiesen arrojado lasolasentre la ciudady lacosta.Másalládel templo, el antiguoalcázarde laAlmudaina mostraba sus rojas torres morunas. En el palacio del obispobrillabancomoláminasdeaceroenrojecidoloscristalesdelosmiradores,cualsi reflejasen un incendio. Entre este palacio y la muralla de mar, en unprofundofosollenodehierba,porcuyosmurostrepabanguirnaldasderosales,amontonábanse numerosos cañones: unos antiquísimos, montados sobreruedas; otrosmodernos, esparcidospor el suelo, esperando, durante años, elmomentodeseremplazados.Lastorresblindadasestabanoxidadas,lomismoquelascureñas;loscañonesdelargoalcance,pintadosderojoyhundidosenla hierba, parecían tubos de desecho. El olvido y el óxido del abandonoenvejecíanestaspiezasmodernas.Elambiente tradicionalyenvejecedorquesegún Febrer envolvía a la isla, parecía pesar sobre estos instrumentos de

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guerra,decrépitospocodespuésdenaceryantesdehaberhablado.

Insensiblealaalegríadelsol,alaspalpitacionesluminosasdelaextensiónazul, al piar de los pájaros que revoloteaban a sus pies, Jaime se sentíadominadoporintensatristeza,porundesalientoanonadador.

«¿Aqué luchar conelpasado?... ¿Cómo libertarsede su cadena?...Cadauno, al nacer, encuentra marcado el sitio y gesto para todo el curso de suexistencia,yesinútilquerercambiardesituaciónydepostura.»

Muchasveces,ensuprimerajuventud,alverdesdeunacumbrelaciudadysus risueños alrededores, se había sentido obsesionado por fúnebrespensamientos. En las calles bañadas de sol o bajo los caparazones de lostechos agitábase el humano hormiguero, impulsado por necesidades e ideasdel momento que consideraba importantísimas. Todos creían con el máscándidoyvanidosodelosegoísmosqueunavoluntadsuperioryomnipotentevigilabaydirigíasusidasyvenidas,igualesalasdelosinfusoriosenunagotade agua. Más allá de la ciudad veía Jaime con la imaginación monótonastapias,cipresesqueasomabansuspuntassobreellas,unapoblaciónapretadadeblancasconstrucciones,deventanillascomobocasdehorno,delosasqueparecíancubrirentradasdecuevas.¿Cuántoseranloshabitantesdelaciudadde los vivos en sus plazas y sus amplias calles? Sesentamil... ochentamil.¡Ay! En la otra población situada a corta distancia, apretada, silenciosa,comprimida en sus casitas blancas entre sombríos cipreses, los habitantesinvisibleserancuatrocientosmil,seiscientosmil,talvezunmillón.

Luego,enMadrid,habíapensadolomismounatardequepaseabacondosmujeresporlosalrededoresdelavilla.Lascumbresdelascolinasinmediatasal ríoestabanocupadaspormudaspoblacionesentrecuyosedificiosblancossurgían agudos grupos de cipreses. Y en el lado opuesto de la gran urbeexistían igualmenteotroscampamentosdesilencioyolvido.LaciudadvivíaentreunapretadocordóndefuertesdelaNada.Mediomillóndeseresvivosagitábanseenlascalles,creyendosersoloseneldominioyladireccióndelaexistencia, sin acordarse ni conocer a cuatro, seis u ocho millones desemejantesquepermanecíaninvisiblesenlosinmediatoscementerios.

IgualhabíapensadoenParís,dondecuatromillonesdevecinosdespiertosvivíanrodeadosdeveinteo treintamillonesdeantiguoshabitantesdormidosparasiempre;ylamismafúnebreideahabíaleperseguidoentodaslasgrandesciudades.

Losvivosnoestánsolosenningunaparte.Lesrodeanlosmuertosentodoslos sitios, y como éstos son más, infinitamente más, gravitan sobre suexistenciaconlapesadezdeltiempoydelnúmero.

No;losmuertosnosevanaprisa,comocreeelrefránpopular.Losmuertos

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sequedaninmóvilesalbordedelavida,espiandoalasnuevasgeneraciones,haciéndolassentirlaautoridaddelpasadoconunrudotirónensualmacadavezqueintentanapartarsedelsenderomarcadoporlarutina.

¡Qué tiranía la suya! ¡Qué poder sin límites! Es inútil apartar los ojos yparalizar lamemoria;se lesencuentraentodaspartes, tienenocupadastodaslas avenidas de nuestra existencia, y nos salen al paso para recordar susbeneficios,obligándonosaunagratitudenvilecedora.¡Quéservidumbre!...Lacasa en que vivimos la construyeron los muertos; las religiones ellos lascrearon; las leyesqueobedecemos lasdictaron losmuertos,yobrasuyasontambiénnuestraspasionesynuestrosgustos,losalimentosquenossostienen,todoloqueproducelatierraroturadaporsusmanos,queahorasonpolvo.Lamoral,lascostumbres,losprejuicios,elhonor,todoobrasuya.Depensarellosdedistintomodo,otraseríalaactualorganizacióndeloshombres.Lascosasagradables a nuestros sentidos lo son porque así lo quieren losmuertos; lasdesagradableseinútilessevensumidasensuvilezaporlavoluntaddelosqueyanoexisten;lomoralyloinmoralsonsentenciasdadashacesiglosporellos.

Loshombresque se esfuerzanpordecir cosasnuevasnohacenmásquerepetircondiversaspalabras lomismoquelosmuertosdijeronhacesiglosysiglos. Lo que consideramosmás espontáneo y personal en nosotros nos lodictan ocultosmaestros tendidos en su lecho de tierra, los cuales, a su vez,aprendieron la lección de otros muertos anteriores. En el punto de luz denuestros ojos arde el alma de nuestros abuelos, así como en las líneas denuestras facciones se reproducen y reflejan los rasgos de generacionesdesaparecidas.

Febrersonreíaconinmensatristeza.Creemospensarporcuentapropia,yen lascircunvolucionesdenuestrocerebroseagitaunafuerzaquehavividoenotrosorganismos,semejantealasaviadelinjertoquellevalaenergíadesdelosárbolessecularesymoribundosalasplantacionesnuevas.Loquedecimosa veces espontáneamente, como última novedad de nuestro pensamiento, esunaideadelosotrosenquistadaennuestrocerebrodesdeelnacimiento,yquede pronto rompe su envoltura. Los gustos, los caprichos, las virtudes, losdefectos, las afinidades y las repulsiones, todo heredado, todo obra de losdesaparecidos,quesesobrevivenennosotros.

¡ConquéterrorpensabaJaimeenelpoderdelosmuertos!...Ocultábanseparahacermenoscruelsudespotismo,peronohabíanmuertorealmente.Susalmas estaban agazapadas y vigilantes en los límites del campo de nuestraexistencia,asícomosuscuerposformabanuncampoatrincheradoentornoalas aglomeraciones humanas. Nos espiaban con ojos severos, nos seguían,apartándonosconinvisiblezarpazoalmenorintentodedesviaciónenlaruta.Se juntaban todospara tirar con fuerzadiabólicade los rebañosdehombresqueselanzanalaconquistadeunidealnuevoyextraordinario,restableciendo

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conviolentareacciónlacalmadelavida,queamansilenciosayplácida,consusurrosdehierbasmustiasyaleteosdemariposasblancas:unadulcecalmadecementeriodormidobajoelsol.

Elalmadelosmuertosllenabaelmundo.Losmuertosnosevan,porquesonlosamos.Losmuertosmandan,yesinútilresistirseasusórdenes.

¡Ay! El hombre de las grandes ciudades, que vive vertiginosamente, nosabequiénhizosucasa,quiénelaborósupan,ynovedelalibreNaturalezaotrasobrasquelospobresárbolesqueadornanlascalles,ignoralatiraníadelos muertos. Ni siquiera llega a enterarse de que su vida transcurre entremillonesymillonesdeascendientesqueestánamontonadosapocospasosdeél y le espían y dirigen. Obedece ciegamente sus tirones, sin saber dóndeterminaelcabodelacuerdaamarradoasualma;creetodossusactos—¡pobreautómata!—productodesuvoluntad,cuandonosonmásqueimposicionesdelosomnipotentesinvisibles.

Jaime,sumidoenlaexistenciamonótonadeunaislatranquila,conociendosusascendientesunoauno,sabiendoelorigenylahistoriadetodocuantolerodeaba—objetos, ropas, muebles—y de aquella casa que parecía tener unalma,podíadarsecuentadeestatiraníamejorquelosdemás.

Sí; los muertos mandan. La autoridad de los vivos, sus asombrosasnovedades, ¡todo ilusión! ¡engaños que sirven para hacernos sobrellevar laexistencia!...

Febrer,mirandoelmar,encuyohorizontesemarcabaladébilcolumnadehumo de un vapor, pensó en los grandes trasatlánticos, pueblos flotantes,monstruos de velocidad, orgullo de la industria humana, que pueden dar enpocotiempolavueltaalmundo...SusremotosabuelosdelaEdadMedia,queibanaInglaterraenunanavedeltamañodeunabarcadepesca,representabanalgo más extraordinario. Y los grandes capitanes del presente, con susinterminablesrebañosdehombres,nohabíanrealizadomayoreshazañasqueelcomendadorPríamoconunpuñadodemarineros.

¡Ah, la vida! ¡Qué engaños, qué ilusiones bordamos sobre ella paraocultarnoslamonotoníadesutrama!Lolimitadodesussensacionesydesussorpresasresultadesesperante.Igualesvivirtreintaañosquetrescientos.Loshombresperfeccionan los juguetesútilespara suegoísmoy subienestar, lasmáquinas, losmediosde locomoción;peroapartedeesto, lomismosevivíaantes que ahora. Las pasiones, las alegrías y las preocupaciones son lasmismas:elanimalhumanonocambia.

Él se había creído un hombre libre, poseedor de un alma que llamaba«moderna»,suya,todasuya,yahoradescubríaenellaunconfusoamasijodelasalmasdesusascendientes.Podíareconocerlasporquelashabíaestudiado,

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porque estaban guardadas en una habitación inmediata, en el archivo, comoesasfloressecasqueseconservanaplastadasentrelashojasdeunlibroviejo.Lamayoríade loshumanosque sóloguardanmemoria, cuandomás,de susbisabuelos; las familias que no conocen detalladamente la historia de supasadoaltravésdelossiglos,nosepuedendarcuentadelavidaancestralqueperdura en su alma, tomando como inspiraciones propias los gritos que losascendientes lanzandentrodeellos.Nuestracarneescarnede losqueyanoexisten;nuestrasalmassonfragmentosdelasalmasdeotrosmuertos.

JaimesentíavivirensuinterioralgraveabuelodonHoracio,yconéllosescrúpulosdelInquisidorDecano,eldelatarjetahorripilante,ylasalmasdelfamosocomendadoryotrosascendientes.Sumentalidaddehombremodernoguardabaalgodeladeaquelregidorperpetuoqueconsiderabacomounarazaaparteyenvilecidaalosjudíosconversosdelaisla.

Losmuertosmandan.Ahoraseexplicabalarepugnanciaquehabíasentidoal ponerse en contacto con aquel don Benito tan obsequioso y atento... ¡Yestos sentimientos eran irresistibles! Se los imponían otros que eran másfuertesqueél.Losmuertoslemandaban,ydebíaobedecer.

Estepesimismolehizorecordarsusituaciónpresente.¡Todoperdido!...Élno servía para los pequeños negocios, para las transacciones y arreglos quesacanadelanteunavidadeapuros.Renunciabaaaquellabodaqueerasuúnicasalvación, y los acreedores, así que se enterasen de esta renuncia quedesvanecíasusesperanzas,caeríansobreél.Ibaaverseexpulsadodelacasadesusabuelos,ylagentelecompadeceríaconunalástimamásaflictivaparaélqueelinsulto.Sentíasesinfuerzasparapresenciarelnaufragiodefinitivodesurazaysunombre.¿Quéhacer?...¿Adondeir?...

Permaneciógranpartedelatardecontemplandoelmar,siguiendoelcursodelasblancasvelasqueseocultabantraselcabooseperdíaneneldilatadohorizontedelabahía.

Alretirarsedelaterraza,Febrer,sinsabercómo,sevioabriendolapuertadel oratorio, una puerta antigua y olvidada, que al chirriar sobre sus pernosoxidados esparció polvo y telarañas. ¡Cuánto tiempo que no había entradoallí!...Enesteambientedensodepiezacerradacreyópercibirunvagoolordeesencias, de bote de perfumes abierto y abandonado; un olor que le hizorecordar a las solemnes damas de la familia cuyos retratos estaban en elrecibimiento.

Atravésdeunrayodeluzquesefiltrabaporlosventanillosdelacúpuladanzabanenespiralascendentemillonesdecorpúsculosdepolvoinflamadosporelsol.Elaltar,detallaantigua,brillabadiscretamenteenlapenumbraconreflejos de oro viejo. Sobre la mesa sagrada había unos zorros y un cubo,olvidadosallíhacíaaños,desdelaúltimalimpieza.

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Dosreclinatoriosdeviejoterciopeloazulparecíanguardaraúnlahuelladeseñoriales y delicados cuerpos que ya no existían. Quedaban sobre suspupitres,comoolvidados,doslibrosdeoracionesconlaspuntasroídasporeluso. Jaime reconoció uno de estos libros. Era de sumadre, la pobre señorapálidayenfermaquecompartíasuvidaentreelrezoylaadoraciónaunhijopara el que había soñado las mayores grandezas. El otro tal vez habíapertenecidoasuabuela,aquellaamericanade los tiemposdel romanticismo,queaúnparecíaestremecerelcaserónconelrocedesusblancosvestidosylossusurrosdesuarpa.

Esta aparición del pasado, todavía latente en la capilla abandonada, elrecuerdodeaquellasdosdamas,launatodapiedad,laotraidealista,elegantey soñadora, acabó de trastornar a Febrer. ¡Y pensar que dentro de poco lasmanazasdelausuravendríanaprofanartantacosavenerable!...Élnopodríapresenciarlo.¡Adiós!¡adiós!...

AlanochecerbuscóenelBorneaToniClapés.Conlaconfianzaamistosaqueleinspirabaelcontrabandista,lepidiódinero.

—No sé cuándopodré devolvértelo.MevoydeMallorca.Que se hundatodo,peroqueyonolovea.

ClapésdioaJaimemásdineroqueelqueéstelepedía.Toniquedabaenlaisla,y conayudadel capitánValls intentaría arreglar susasuntos, si aúneraposible. El capitán entendía de negocios y sabía desenmarañar los másconfusos.Febreryélestabanreñidosdesdeeldíaanterior;peronoimportaba:Vallseraunverdaderoamigo.

—Nodigasanadiequemevoy—añadióJaime—.Sólodebessaberlotú...yPablo.Tienesrazónaldecirqueesunamigofiel.

—¿Ycuándotevas?...

EsperabaelprimervaporquesalieseparaIbiza.Aúnposeíaalláalgo:unmontónderocasconhierbajosyconejos;unatorreruinosadeltiempodelospiratas.Losabíaporcasualidaddesdeeldíaanterior:selohabíandichounospayesesdeIbizaquehabíaencontradoenelBorne.

—Lomismoesestarallíqueenotraparte...Talvezmuchomejor.Cazaré,pescaré;voyavivirsinvergente.

Clapés,recordandosusconsejosdelanocheanterior,apretósatisfecholamanodeJaime.¡Seacabólodelachueta!...Sualmadepayéssealegrabadeestasolución.

—Hacesbienenirte.Lootro...lootroeraunalocura.

****

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SEGUNDAPARTE

I

Febrer contemplaba su imagen, sombra transparente, de flotantescontornos por el estremecimiento de las aguas, a través de la cual veíase elfondodelmarconlácteasmanchasdearenaybloquesobscurosdesprendidosdelamontañaquesehabíancubiertodecostrasvegetales.

Las hierbas marinas ondeaban temblorosas sus verdes cabelleras; frutosredondos semejantes a los higos chumbos agrupábanse blancuzcos en lasaristasdelasrocas;floresqueparecíandenácarbrillabanenlaprofundidaddelasaguasverdes;yentreestavegetacióndemisteriodestacabanlasestrellasdemarsuspuntasdecolores,apelotonábaseelerizocomounborrónnegrollenodepúas,nadabaninquietosloscaballitosdeldiablo,yunchisporroteodeplatay púrpura, de colas y nadaderas, pasaba veloz entre torbellinos de burbujas,surgiendodeunacuevaparaperderseenotrabocadeinsondablemisterio.

Estaba Jaime inclinado sobre la borda de una pequeña embarcación queteníasuvelacaída.Enunamanosustentabaelvolantí, largohiloconvariosanzuelosquecasitocabaelfondodelmar.

Eracercademediodía.Elbarquichueloestabaenlasombra.AespaldasdeJaime extendíase con grandes sinuosidades de puntas salientes y profundasescotaduras la costa bravia de Ibiza. Ante él erguíase el Vedrá, peñascoaislado,mojónsoberbiodetrescientosmetrosdealtura,queensuaislamientoaúnparecíamásenorme.Asuspieslasombradelcolosodabaalasaguasuncolordensoy transparentea lavez.MásalládesusombraazuladahervíaelMediterráneo con burbujeo de oro bajo la luz del sol, y las costas de Ibiza,rojasyescuetas,parecíanirradiarfuego.

Jaimeveníaapescartodoslosdíasdecalmaenunestrechocanal,entrelaisla y el Vedrá. Era en los días buenos un río de agua azul, con peñascossubmarinosqueasomabansobrelasuperficiesuscabezasnegras.Elgigantesedejabaabordar,sinperderporesosuaspectoimponente,duroyhostil.Asíquerefrescabaelviento, lascabezasmediosumergidassecoronabandeespuma,lanzando rugidos; montañas de agua penetraban sordas y lívidas en lamarítimagarganta,yhabíaqueizarlavelayhuircuantoantesdeestecallejón,caosruidosoderemolinosycorrientes.

En la proa de la barca estaba el tíoVentolera, viejomarinero que habíanavegado en buques de diversas naciones, y era el acompañante de Jaime

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desdequeéstellegóaIbiza.«Cercadeochentaaños,señor»,ynodejabaunsolodíadeembarcarseparapescar.Nienfermedadesnimiedoalmaltiempo.Teníaelrostrocurtidoporelsolyelairesalitroso,peroconpocasarrugas.Laspiernas,enjutasyaldescubiertobajounospantalonesarremangados,teníanlapiel fresca y tirante de los miembros vigorosos. La blusa, abierta sobre elpecho, dejaba ver una pelambrera gris, del mismo color que su cabeza,cubiertaconunagorranegra—recuerdodesuúltimoviajeaLiverpool—,conuna borla encarnada en el vértice y ancha cinta a cuadritos blancos y rojos.Llevabaadornadoelrostroconestrechaspatillasydesusorejaspendíanunosaretesdecobre.

Jaime,alconocerle,habíasentidocuriosidadporestosadornos.

—De chico fui grumete en una goleta inglesa—dijo Ventolera en sudialectoibicenco,cantandolaspalabrasconvocecitadulce—.Elpatróneraunmaltésmuyarrogante,conpatillasypendientes.Yyomedecía:«Cuandoseahombre, he de ser igual al patrón...»Aunqueustedmevea ahora así, yo hesidomuypintureroymehagustadoimitaralaspersonasquevalen.

LosprimerosdíasqueJaimepescóenelVedráolvidábasedemiraralaguayalaparejoqueteníaenlamano,parafijarseenelcolosoquesealzasobreelmar,despegadodelacosta.

Amontonábanse las rocas, soldadas unas a otras, y al remontarse en elespacio,obligabanalespectadoraecharlacabezaatrásparaalcanzarconsusojos la aguda cumbre. Los peñascos de la orilla del agua eran abordables.Penetraba el mar entre ellos, sumiéndose en las bajas arcadas de cuevassubmarinas, refugio en otros tiempos de corsarios y depósitos ahora de loscontrabandistas algunas veces. Podía caminarse saltando de peñasco enpeñasco,entrecabinasyotrasvegetacionessilvestres,porunapartedelaorilladel Vedrá; pero más adentro la roca se elevaba recta, lisa, inabordable, enpulidas paredes grises cortadas a pico. A enorme altura existían algunasmesetas cubiertas de verde, y tras de ellas volvía a elevarse el peñón en sucortadura vertical, hasta llegar a la cumbre, aguda como un dedo. Algunoscazadores habían escalado una parte de esta ciudadela, aprovechando comosenderos las aristas entrantes de la piedra para llegar de este modo a lasprimerasmesetas.Másallásólohabíaido,segúneltíoVentolera,ciertofrailedesterradoporelgobiernocomoagitadorcarlista,quehabíaconstruidoenlacostadeIbizalaermitadelosCubells.

—Era un hombre duro y atrevido—continuó el viejo—.Dicen que pusounacruzenlomásalto,perohacetiempoqueselallevaronlosmalosvientos.

Febrerveíasaltarsobrelasoquedadesdelgranpeñóngris,sombreadasporelverdedelassabinasylospinosmarítimos,unospuntosdecolor,semejantesa pulgas rojas o blanquecinas, de incesante movilidad. Eran las cabras del

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Vedrá;cabrassalvajesporelaislamiento,abandonadashacíamuchosaños,yque se reproducían lejos del hombre, habiendo perdido todo hábito dedomesticidad,huyendomontearribaconprodigiosossaltosapenasunabarcaabordabaelpeñón.Enlasmañanastranquilas,susbalidos,agrandadosporelsilencioagreste,extendíansesobrelasuperficiedelmar.

Unamanecer,Jaime,quehabíatraídosuescopeta,disparódostiroscontraungrupodecabrasqueestabanagrandistancia,segurodenotocarlas,porelplacerdeverlassaltarensuhuida.Losestampidos,agrandadosporelecodelcanal,poblaronelespaciodechillidosyaleteos.Erancentenaresdegaviotasviejasyenormesqueabandonabansusguaridasespantadasporelestruendo.Elislote,estremecido,arrojabafueraasusaladoshabitantes.Enlomásalto,comopuntosnegros,volabanhacia la islagrandeotrospájarosfugitivos: loshalconesqueserefugiabanenelVedráydabancazaalaspalomasdeIbizayTormentera.

ElviejomarineroseñalóaFebrerciertascuevasabiertascomoventanasenlasparedesmásrectase inaccesiblesdel islote.Ni lascabrasni loshombrespodíanllegaraellas.EltíoVentolerasabíaloqueseocultabamásadentrodesus negras gargantas. Eran colmenas; colmenas que tenían siglos y siglos,refugiosnaturalesdelasabejasque,pasandoelestrechoentreIbizayelVedrá,venían a refugiarse en estas cuevas inaccesibles luego de haber revoloteadosobreloscamposdelaisla.Élhabíavistoenciertaépocadelañobrillarjuntoaestasbocashilosdeluzqueserpenteabanpeñasabajo.Eramielquederretíaelsolenlaentradadelacavernaychorreabainútilfueradeldepósito.

El tío Ventolera tiró de su aparejo de pesca con un ronquido desatisfacción.

—¡Yvanocho!...

Pendiente de un anzuelo, coleaba y movía sus patas una especie delangosta de obscuro gris. Otras semejantes descansaban inertes en unaespuertaalladodelviejo.

—TíoVentolera,¿nocantaustedlamisa?

—Siustedlopermite...

Jaimeconocíalascostumbresdelviejo,suaficiónaentonarloscánticosdela misa mayor cada vez que se sentía alegre. Retirado de las largasnavegaciones, su placer era cantar los domingos en la iglesia del pueblo deSanJoséoen ladeSanAntonio,extendiendo luegoestaaficióna todos losmomentosfelicesdesuvida.

—Allá voy... allá voy—dijo con tono de superioridad, como si fuese adispensarasuacompañanteelmayordelosplaceres.

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Llevándose una mano a la boca, se extrajo de golpe la dentadura,guardándolaenlafaja.Surostrosellenódearrugasentornoalabocasumida,ycomenzóacantarlasfrasesdelsacerdoteylasrespuestasdelayudante.Suvoz temblona e infantil adquiría una grave sonoridad al resbalar sobre laacuáticaextensiónyserreproducidaporlosecosdelasrocas.LascabrasdelVedrárespondíandevezencuandocontiernosbalidosdesorpresa.Jaimereíade la vehemencia del viejo, el cual, poniendo los ojos en blanco, se llevabaunamanoalcorazónsinsoltardelaotralacuerdadelvolantí.Asíestuvieronlargo rato, atento Febrer a su aparejo, en el que no percibía el más levemovimiento.Todalapescaeraparaelanciano.Estolepusodemalhumor,ydeprontosesintiómolestadoporsuscánticos.

—Basta,tíoVentolera...¡Yahaybastante!

—Le ha gustado, ¿verdad?—dijo el viejo con candidez—. También séotrascosas;sélodelcapitánRiquer:unsucedido,nadadecuentos.Mipadrelovio.

Jaimehizounademándeprotesta.No;nadadelcapitánRiquer.Sesabíadememorialahazaña.Entresmesesquesalíanjuntosalmar,raroeraeldíaqueterminabasinelrelatodelsuceso.PeroeltíoVentolera,consuinconscienciasenil, convencido de la importancia de todo lo suyo, había ya empezado suhistoria, y Jaime, vuelto de espaldas, echaba el cuerpo fuera de la borda,mirando lasprofundidadesdelmar,paranooírunavezmás loquesabíadememoria.

¡ElcapitánAntonioRiquer!...UnhéroedelaisladeIbiza,unmarinotangrandecomoBarceló...PerocomoBarcelóeramallorquínyelotroibicenco,todos los honores y los grados habían sido para aquél. Si hubiese justicia,debíatragarseelmaralaislaorgullosa,madrastradeIbiza.Depronto,elviejorecordaba que Febrer eramallorquín, y permanecía en confuso silencio porunosinstantes.

—Esto es un decir—añadía excusándose—. Buenas personas las hay entodaspartes.Vostramercéesunadeellas.PerovolviendoalcapitánRiquer...

Erapatróndeun jabequearmadoencorso,elSanAntonio, tripuladoporibicencos, en continua guerra con las galeotas de losmoros argelinos y losnavíosdeInglaterra,enemigadeEspaña.ElnombredeRiquerloconocíanentodoelMediterráneo.Elsucesoocurrióen1806.EldíadelaTrinidad,porlamañana,sepresentóa lavistade laciudaddeIbizaunafragataconbanderainglesa,dandobordadas, fueradelalcancede loscañonesdelcastillo.Era laFelicidad,elnavíodelitalianoMiguelNovelli,apodado«elPapa»,vecinodeGibraltar y corsario al servicio de Inglaterra. Venía en busca de Riquer, aburlarse en suspropiasbarbas, navegandoarrogante a lavistade su ciudad.Tocaronarebatolascampanas,sonaronlostambores,elvecindarioseagolpó

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en lasmurallas de Ibizay en el barriode laMarina.ElSanAntonio estabacarenándose en tierra; pero Riquer, con los suyos, lo echó al agua. Loscañoncitosdel jabequehabíansidodesmontados,y lossujetarona todaprisaconcuerdas.TodoslosdelaMarinaqueríanembarcarse,peroelcapitánsóloescogiócincuentahombres,yoyómisaconellosenlaiglesiadeSanTelmo.Al ir a izar las velas se presentó el padre de Riquer, un marino viejo, yatropellandolaresistenciadesuhijosemetióenelbuque.

Necesitó el San Antonio largas horas y expertas maniobras paraaproximarse a la fragata del «Papa».El pobre jabeque parecía un insecto alladodelgrannavío,tripuladoporlagentemásbravayaventurerarecogidaenlosmuelles deGibraltar:malteses, ingleses, romanos, venecianos, liorneses,sardosyraguseos.Laprimeraandanadadeloscañonesdelnavíomatacincohombres sobre la cubierta del jabeque, entre ellos el padre de Riquer. Éstecogeelcadáverdestrozado,manchándoseconsusangre,ycorreaocultarloenlacala.«¡Hanmuertoanuestropadre!»,gimenloshermanosdeRiquer.«¡Aloqueestamos!—gritaésteconrudeza—.¡Alosfrascos!¡Alabordaje!»

Los«frascos»,armaterribledeloscorsariosibicencos,botellasígneasquealrompersesobrelacubiertaenemigalaincendiabanconsufuego,caensobreel navío del «Papa». Arden los cordajes, flamea la obra muerta, y comodemoniossaltanentrelasllamasRiquerylossuyos,lapistolaenunamano,elhachadeabordajeenlaotra.Lacubiertachorreasangre,loscadáveresruedanalmarconlacabezadestrozada.Al«Papa»loencontraronescondidoymediomuertodemiedoenunarmariodesucámara.

YeltíoVentolerareíaconsurisadeniñoalrecordarestedetallegrotescodelagranvictoriadeRiquer.Luego,alserconducido«elPapa»alaisla,lasgentes de la ciudad y los payeses acudidos en tropel lo miraban como unanimal raro. ¡Éste era el pirata, terror del Mediterráneo! ¡Y lo habíanencontrado metido entre tablas por miedo a los ibicencos! Le formaronprocesoparacolgarloenlaisladelosAhorcados,unislotedondeahoraestabael faro, en el estrecho de los Freus; pero Godoy dio orden para que locanjeasenporvariosprisionerosespañoles.

Supadrehabíavisto estosgrandes sucesos: ibadepaje en el jabequedeRiquer. Luego había caído cautivo de los argelinos, siendo de los últimosesclavos,antesdequellegasenlosfrancesesaArgel.Allísevioenpeligrodemuerteundíaquelosdiezmaronatodosporelasesinatodeunmoroperverso,cuyocadáveraparecióembutidoenuna letrina.El tíoVentolera seacordabatambién de los relatos que hacía su padre de la época en que Ibiza teníacorsariosyllegabanasupuertoembarcacionesapresadas,conmorasymoroscautivos. Los prisioneros comparecían ante el «escribano de presas» comotestigos del suceso, y se les exigía juramento de verdad «por Alaquivir, elProfeta y su Alcorán, alto el brazo y el dedo índice, mirando su rostro al

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nacimientodelsol».Mientrastanto,losduroscorsariosibicencos,alrepartirseel botín, apartaban un fondo para la compra de sábanas destinadas aconvertirse en vendajes de sus futuras heridas, y dejaban otra parte de lasgananciasparaque«unsacerdotecelebrasemisatodoslosdíasmientrasellosestuviesenfueradelaisla».

El tío Ventolera pasaba de Riquer a otros valerosos patrones de corsosanterioresaél;peroJaime,molestadoporsucharla,enlaquelatíaundeseodeasombraralaisladeMallorca,vecinayenemiga,acabóporimpacientarse.

—¡Quesonlasdoce,abuelo!...Vámonos;yanopican.

El viejo miró el sol, que sobrepasaba la cumbre del Vedrá. Aún no eramediodía,pero faltabapoco.Luegomiróelmar;el señor tenía razón:yanopicaríanlospeces,peroélestabasatisfechodelajornada.

Consusbrazosenjutostiródelacuerda,izandolapequeñavelatriangularde la embarcación. Ésta se inclinó sobre un costado, cabeceó un poco sinmoversedelsitio,yderepenteempezóacortarelaguaconsuavemurmullo.Salierondelcanal,dejandoatráselVedráysiguiendolacostadeIbiza.Jaimeempuñabaeltimón,mientraselviejo,manteniendoelcestodelapescaentresurodillas,ibacontandoymanoseandolaspiezasconavarodeleite.

Doblaron un cabo y apareció una nueva sección de la costa. Sobre unmontículo de peñas rojas, cortado a trechos por manchas obscuras dematorrales,destacábaseuna torreanchayamarilla,uncilindroachatado, sinmáshuecosporlapartedelmarqueunaventana,negroagujerodecontornosirregulares.Enelcoronamientode la torre,una troneraquehabíaservidoenotros tiemposparaunpequeñocañón recortabasu tajadurasobreelazuldelcielo.A un lado del promontorio, cortado a pico sobre elmar, descendía elterreno,cubriéndosedeverdeconarboledasbajasyfrondosas,entrelascualesasomabalamanchablancadeunexiguocaserío.

La embarcación hizo rumbo a la torre, y al llegar cerca de ella desviósehaciaunaplaya inmediata, chocando suproa en el fondodegrava.El viejoamainólavelayaproximólaembarcaciónaunarocaaisladaenmediodelaplaya,delacualpendíaunacadena.Amarróaellalabarca,yluegosaltaronatierraélyJaime.Noqueríaponerensecolaembarcación;pensabavolveralmar aquella tarde, luego de comer: asunto de calar unos palangres, querecogeríaa lamañanasiguiente.¿Leacompañabaelseñor?...Febrerhizoungestonegativo,yelviejosedespidiódeélhasta lamadrugadasiguiente.LedespertaríadesdelaplayacantandoelIntroitocuandoaúnhubieraestrellasenelcielo.ElamanecerdebíasorprenderlesenelVedrá.¡Aversielseñorsalíaprontodesutorre!

Sealejóelviejotierraadentro,llevandopendientedeunbrazoelcestode

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pescado.

—DéleustedmiparteaMargalida,tíoVentolera,yquemetraiganprontolacomida.

Elmarinerocontestóconunmovimientodehombros,sinvolverelrostro,y Jaime fue avanzando por el borde de la playa hacia la torre. Sus pies,calzados de alpargatas, hollaban la grava, en la que se perdían los últimosestremecimientos delmar.Entre las azuladas piedrecitas veíanse fragmentosde barro cocido: pedazos de asas; superficies cóncavas de alfarería, convestigios de remotos adornos que tal vez habían pertenecido a panzudasvasijas; pequeñas esferas irregulares de tierra gris, en las que parecíaadivinarse, a través de las roeduras del agua salitrosa, rostros informes,fisonomíascrispadasporelpasode los siglos.Eranmisteriososdespojosdelosdíasdetormenta;fragmentosdelgransecretodelmarquevolvíanalaluztrasunaocultacióndemilesdeaños;lahistoriaconfusaylegendariadevueltaporlasolasincoherentesalasriberasdeestasislas,abrigoentiemposremotosde fenicios y cartagineses, árabes y normandos.El tíoVentolera hablaba demonedasdeplata,delgadascomohostias,encontradaspormuchachosaljugarenlacosta.Suabuelolehabíacontado,siendoniño,latradicióndecavernassubmarinasqueconteníantesoros,cuevasdelossarracenosynormandosquehabían sido muradas con pedruscos, perdiéndose después el secreto delescondrijo.

Jaimecomenzóaascenderporlapeñascosaladera,caminodelatorre.Lostamariscos erguían su áspera y rumorosa vegetación de pinos enanos, queparecíanutrirsede la saldisueltaenel ambiente,hundiendosus raícesen laroca. El viento de los días tempestuosos, al remover la arena, dejabadescubiertassusmúltiplesyenmarañadasraíces,negrasydelgadasserpientesenlasqueseenredabanmuchasveceslospiesdeFebrer.Alecodelospasosdeésterespondíaenlosmatorralesunrumordemedrosascarrerasychasquidodehojas,viéndosepasarentremataymata,conciegavelocidad,unbultodepelosgrisesconlacolaenformadebotón.Lafugadelosconejoshacíacorreraloslagartosdecolordeesmeraldatendidosperezosamentealsol.

JuntoconestosrumoresllegóaoídosdeJaimeundébiltamborileoyunavoz de hombre que entonaba un romance ibicenco. Deteníase de vez encuando como indecisa, repitiendo los mismos versos tenazmente, hasta quelograba pasar a otros nuevos, lanzando al final de cada estrofa, segúncostumbredelpaís,uncloqueoextrañosemejantealgraznidodelpavoreal,ungorgoritorudoyestridentecomoelqueacompañaaloscantosdelosárabes.

CuandoFebrerestuvoen lacumbrevioalmúsico sentadoenunapiedradetrásdelatorreycontemplandoelmar.

Eraun atlot al quehabía encontradoalgunasveces enCanMallorquí, la

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casade suantiguoarrendatarioPep.Teníaapoyadoenunmusloel tamborilibicenco, pequeño tambor pintado de azul con flores y ramajes dorados. Elbrazo izquierdo se apoyaba en el instrumento y la cara descansaba en unamano,ocultacasiporlapalmaylosdedos.Conladiestraarmadadeunpalillogolpeabalentamenteunodelosparches,yasípermanecíainmóvil,enactitudreflexiva,conelpensamientoconcentradoensuimprovisación,contemplandoelinmensohorizontedelmaratravésdesusdedos.

LellamabanelCantó,comoatodoslosqueenlaislacantanversosnuevosenbailesyserenatas.Eraunmozueloalto,paliduchoyestrechodehombros,unatlotqueaúnnohabíallegadoalosdiezyochoaños.Alcantar,tosíaysehinchaba su frágil cuello, arrebolándosele el rostro, de una blancuratransparente. Sus ojos eran grandes, ojos demujer, con el lagrimal de colorrosamuysaliente.Vestíatrajedefiestaentodotiempo:suspantaloneserandeterciopeloazul,lafajayellazoqueleservíadecorbatadeencendidorojo,ypor encimade esta últimaprendaostentabaunpañolito femenil arrollado alcuello,conlabordadapuntapordelante.Dosrosasasomabansobresusorejas,y bajo el ala de su fieltro, echado atrás y adornado con una cinta a flores,escapábanse en rizado flequillo las ondulaciones de su cabello, lustroso depomada. Febrer, viendo estos adornos casi femeniles, sus grandes ojos y supálida tez, lo comparó a una doncella exangüe de las que idealiza el artemoderno.Peroestavirgenmostrabaciertobultoinquietanteenelruedodesufajaroja.Indudablementeerauncuchilloounpistoletedelosquefabricanlosherrerosdelaisla;elcompañeroinseparabledetodoatlotibicenco.

Al ver a Jaime se levantó el cantor, dejando el tamborcillo pendiente deunacorreasujetaalbrazo izquierdo,mientrascon lamanoderecha,queaúnempuñabaelpalillo,tocabaelaladesusombrero.

—¡Bondíatengui!

Febrer,quecomobuenmallorquíncreíaen la ferocidadde los ibicencos,admiraba sin embargo su aspecto cortés al encontrarlos en los caminos. Semataban entre ellos, siempre por asuntos de amor, pero el forastero erarespetado, con el mismo escrúpulo tradicional que muestra el árabe por elhombrequepidehospitalidadbajosutienda.

El Cantó parecía avergonzado de que el señor mallorquín le hubiesesorprendidojuntoasucasa,enunterrenoqueerasuyo.Balbuceabaexcusas.Venía a sentarse allí porque le gustaba contemplar el mar desde la altura.Sentíase mejor a la sombra de la torre; ningún amigo le turbaba con supresencia y podía componer libremente los versos de un romance para elpróximobaileenelpueblodeSanAntonio.

Jaime sonrió al oír las tímidas excusas del cantor. Seguramente que susversos eran dedicados a alguna atlota. El muchacho inclinó la cabeza. «Sí,

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señor...»¿Yquiéneraella?

—Flod'enmetllé—dijoelpoeta.

«¡Flordealmendro!...»Bonitonombre.Yanimadopor laaprobacióndelseñor,elatlotsiguióhablando.«Flordealmendro»eraMargalida,lahijadelsiñó Pep de CanMallorquí. Él era quien había dado este nombre, al verlablancayhermosacomolasfloresqueechaelalmendrocuandoterminan lasheladasyvienendelmarlossoplostibiosanunciadoresdelaprimavera.Todoslos muchachos del contorno repetían este nombre, y Margalida no eraconocida por otro. El cantor confesaba poseer cierta habilidad para lainvencióndeapodosbonitos.Loqueéldecíaquedabaparasiempre.

Febreracogiósonriendoestaspalabrasdelmuchacho.¿Adondehabíaidoarefugiarse la poesía?... Luego le preguntó si trabajaba, y el atlot contestónegativamente.Noqueríansuspadres:unmédicodelaciudadlehabíavistoundíademercado,aconsejandoasufamiliaqueleevitasetodafatiga.Yél,satisfechodelconsejo,pasabalosdíasdelaborenplenocampo,alasombradeunárbol,oyendocantaralospájaros,espiandoalasatlotasquetransitabanporlassendas;ycuandolebullíaenlacabezauntrovonuevo,sentábasealaorilladelmarparadevanarlolentamente,fijándoloensumemoria.

Jaimesedespidiódeél:podíacontinuarsutrabajopoético.

Peroalospocospasossedetuvo,volviendolacabezaalnooírdenuevoeltamboril.Elcantorsealejabacuestaabajo,temerosodemolestaralseñorconsumúsica,eibaenbuscadeotrolugarsolitario.

Llegó Febrer a la torre. Todo lo que parecía de lejos piso bajo era unaconstrucciónmaciza.Lapuertaestabaalniveldelasventanassuperiores;asílosantiguosguardianespodíanevitarunasorpresade lospiratas,valiéndosepara susentradasy salidasdeunaescala,que retirabanal interiorencuantollegabalanoche.Jaimehabíahechofabricarunarudaescalerademaderaparallegar a su habitación, pero no la retiraba nunca. La torre, construida conpiedraarenisca,estabaalgoroídaensuexteriorporelvientodelmar.Muchossillares habían rodado fuera de sus alvéolos, y estas oquedades eran comopeldañosdisimuladosparaescalarlatorre.

Ascendió el solitario a su habitación. Era una pieza circular, sin máshuecosquelapuertaylaventanatrasera,aberturasquecasiparecíantúnelesen el desmesurado espesor de los muros. Éstos, por su parte interna,hallábansecuidadosamenteenjalbegadosconladeslumbrantecaldeIbiza,quedaunatransparenciayunasuavidadlácteasatodoslosedificios,comunicandoaspectoderisueñasmansionesalascasuchassórdidasdelacampiña.Sóloenla bóveda, cortada por un tragaluz revelador de la antigua escalera queconducía a la plataforma, quedaba el hollín de las fogatas que se habían

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encendidoenotrostiempos.

Unastablasmalunidasporcrucesdemaderosquelesservíanderefuerzocerrabanlapuerta,laventanayeltragaluz.Nohabíaniuncristalenlatorre.Aúneraverano,yFebrer, indeciso sobre sudestino,omásbien indiferente,dejabalostrabajosdeunainstalacióndefinitivaparamásadelante.

Leparecíahermosoyseductoresteretiro,apesardesurudeza.NotabaenéllamanoadictadePepylagraciadeMargalida.Jaimesefijabaenlonítidode lasparedes, en la limpiezade las tres sillasy lamesade tablas,mueblesfregoteados por la hija de su antiguo arrendatario. Unos aparejos de pescaextendían sus mallas por los muros con ondulaciones de tapiz. Más allácolgaban la escopeta y un bolso de municiones. A trechos agrupábanse,formando abanicos, largas y estrechas valvas de mariscos que tenían latransparenciaacarameladadelcarey.Eran regalodel tíoVentolera, así comodoscaracolasenormesqueadornabanlamesa,blancas,erizadasdepúasyconel interior de un rosa húmedo, como el de la carne femenil. Cerca de laventanapermanecíaarrolladoeljergónconsualmohadaysussábanas,camarústicaqueMargalidaosumadrehacíantodaslastardes.

Jaimedormía allí conmás tranquilidadque en supalaciodePalma.Losdíasquenoledespertabaalromperelalbael tíoVentoleracantandolamisadesdelaplayaosubiendolacolinaparalanzarunascuantaspiedrascontralapuertade la torre, el solitariopermanecía en su jergónhastabien entrada lamañana. Llegaba a sus oídos la voz monótona del mar, la gran madrearrulladora.Unaluzmisteriosa,mezcladeorodesolyazulacuático,filtrábasepor las rendijas, temblando en la blancura de las paredes. Las gaviotaschillaban afuera, y pasando ante las ventanas con aleteo juguetón trazabanrápidassombrasenelmuro.

Lasnochesenqueseacostabatemprano,reflexionabaelsolitarioconlosojosabiertos,viendodeslizarselaluzdifusaestelaroelresplandordelalunapor los maderos entreabiertos. Era esa media hora en la que se ve todo elpasadoconunapercepciónsobrenatural;antesaladelsueño,porlaquepasanlosrecuerdosmásremotos.Elmargruñía;sonabanestridentessilbidosdelospajarracos de la noche; las gaviotas se quejaban con un lamento de niñosmartirizados.¿Quéharíanaaquellashoras susamigos?... ¿Quédiríanen loscafésdelBorne?...¿QuiéndeellosestaríaenelCasino?...

Por lamañana estos recuerdos le hacían sonreír con gesto lastimero. Lanueva luz parecía embellecer su vida, haciéndola más amable. ¡Y él habíapodidosercomolosotros,adorandolaexistenciaenlaciudad!...Laverdaderavidaeraésta.

Paseabasumiradaporlainternaredondezdelatorre.Unverdaderosalón,más apacible para él que los de la casa de sus antepasados. Todo suyo, sin

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miedo a la copropiedad con prestamistas y usureros. Hasta tenía bellasantigüedadesquenadielepodíadisputar.Cercadelapuertaseapoyabanenelmuro dos ánforas extraídas por las redes de unos pescadores, dos piezas debarro blancuzco, adornadas caprichosamente por el mar con guirnaldas deconchaspetrificadas.Enelcentrodelamesa,entrelascaracolas,estabaotroregalo del tío Ventolera: una cabeza demujer rematada por una especie detiara redonda sobre los cabellos en trenzas.El barro gris estabamoteadodeblancasydurasesferillas,granulacionesdelossiglosydelaguasalitrosa.PeroJaime, al contemplar a esta compañera de soledad, atravesaba con laimaginación su áspera mascarilla, adivinando sus serenas facciones y elmisteriodesusojosorientales,rasgadosenformadealmendra.Laveíacomonadie podía verla. Sus largas horas de contemplación silenciosa habíanacabadoporborrarelrugosoantifaz,obradelossiglos.

—Mírala, es mi novia—había dicho una mañana a Margalida, mientraséstalimpiabalahabitación—.¿Verdadqueeshermosa?...Debióserprincesade Tiro oAscalón, no lo sé cierto; pero lo que sé indiscutiblemente es queestabareservadaparamí.Meamabacuatromilañosantesdenaceryo,yhavenidoabuscarmea travésde los siglos.Teníabarcos, tenía esclavos, teníatrajesdepúrpuraypalaciosconterrazasqueeranjardines;peroloabandonótodoporocultarseenelmar,esperandodurantesiglosysiglosqueunaolalaarrastrasealaplayaparaserrecogidaporeltíoVentolerayqueéstelatrajeseamicasa...¿Porquémemirasasí?Tú,pobrecita,noentiendesestascosas.

Margalidalemirabaconasombro.Herederadelrespetoquesupadresentíaporelseñor,sóloseimaginabaadonJaimehablandogravemente.¡Lascosasquehabíavistoenelmundo!...Yahorasuspalabrassobrelanoviamilenariaconmovíansucredulidad,haciéndolasonreírlevemente,almismotiempoquemirabacontemorsupersticiosoalagranseñoradeotrostiemposquesóloerauna cabeza. ¡Cuando el señor decía aquello! ¡Era tan extraordinario todo losuyo!...

AlsubirFebreralatorresesentócercadelapuerta,contemplandotodoelpaisaje de tierra adentro que se dominaba desde este agujero. Al pie de lacolinaextendíansealgunoscamposroturadosrecientemente.EranlospedazosdemontañapropiedaddeFebrer,quePepibaconvirtiendoentierracultivable.Más allá comenzaban las plantaciones de almendros, con su follaje de unverde fresco,y losañososy retorcidosolivares,queextendíansu leñanegracon ramilletesdehojasdeplateadogris.La casa, elCanMallorquí, eraunavivienda casi árabe, un grupo de construcciones cuadradas como dados, detechoplanoydeslumbranteblancura.Conformeaumentabanlasnecesidadesylaexpansióndelafamilia,seibanlevantandonuevasconstruccionesblancas.Cadadadoeraunahabitación,ytodosjuntosformabanunacasa,quemásbienparecíaunaduar,noadivinándoseexteriormentecuálesservíanparalavidade

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loshabitantesycuálesparalasbestiasdelabor.

MásalládelCanextendíanselaarboleda,divididaporparedonesdepiedraseca, y los bancales de altos ribazos. Los vientos de la isla no permitían laascensióndelosárboles,yéstosesparcíansuramajeentornodeellosconunaprolijidad exuberante, ganando en extensión lo que perdían en altura.Todosconservabanlasramassostenidaspornumerosashorquillas.Algunashiguerasllegaban a tener centenares de sostenes, y se extendían como una inmensatienda verde destinada a cobijar un sueño de gigantes. Eran cenadoresnaturales, en los que podía ocultarse casi un pueblo.El fondo del horizonteestaba cerradopormontañas cubiertas depinos congrandes calvasde tierraroja.Entreelobscurofollajeseelevabancolumnasdehumo.Eranlasfogatasdelosleñadoresquefabricabancarbónvegetal.

TresmesesqueFebrerestabaenlaisla.SullegadahabíaasombradoaPepArabi,todavíaocupadoenrelataraparientesyamigossuestupendaaventura,suinauditoatrevimiento,elrecienteviajeaMallorcaconlosatlots,laestanciaenPalmadeunashoras,ysuvisitaalpalaciodelosFebrer, lugarencantadoqueguardabacuantoenelmundopuedeexistirdeseñorialylujoso.

LasrudasdeclaracionesdeJaimeasombraronmenosalpayés.

—Pep,estoyarruinado;túeresricositecomparasconmigo.Vengoavivirenlatorre...noséhastacuándo.Talvezparasiempre.

Y entró en los detalles de instalación, mientras Pep sonreía con aireincrédulo.¡Arruinado!...Todoslosgrandesseñoresdecíanlomismo,yloqueaellos les sobrabaen sudesgraciapodíahacer ricosamuchospobres.ErancomolosbarcosqueencallabanenFormenteraantesqueelgobiernopusierafaros.Losformenterinos,gentesinleyydejadadeDios—porserdeunaislamáspequeña—,encendíanhoguerasparaengañaralosnavegantes;ycuandoseperdíaelbarcoparaéstos,noseperdíaparalosisleños,puessusdespojoshacíanricosamuchos.

¡PobreunFebrer!...NoquisoaceptareldineroqueleofreciódonJaime.Élibaacultivarunastierrasqueerandelseñor;yaarreglaríancuentas.Yviendosu empeño en ocupar la torre, trabajó Pep por hacerla habitable, ordenandoademás a sus hijos que llevasen la comida al señor los días quenoquisierabajarparasentarseasumesa.

EstostresmeseshabíansidoparaJaimederústicoaislamiento;niescribirunacarta,ni abrirunperiódico,ni conocermás librosquemediadocenadevolúmenes que había traído de Palma. La ciudad de Ibiza, tranquila ysoñolientacomounpueblodel interiorde laPenínsula,parecíaleunacapitalremota.Mallorcanodebíaexistirya,nitampocolasgrandesciudadesqueélhabíavisitado.Enelprimermesdeestanuevavida,unsucesoextraordinario

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turbósuplácidatranquilidad.Llegóunacarta,unpliegoconmembretedeuncafédelBorneyunoscuantosrenglonesdeletragruesaydefectuosa.EraToniClapés quien le escribía. Le deseaba muchas felicidades en su nuevaexistencia. En Palma todo continuaba lo mismo. Pablo Valls no le escribíaporque estaba enfadado con él. ¡Marcharse sin avisarle!... Pero era un buenamigo y se ocupaba en desenmarañar sus asuntos. Tenía para esto unahabilidaddiabólica.¡Alfin,chueta!...Yaledaríamásnoticias.

Después habían transcurrido dos meses sin que por suerte llegase otracarta.¿Quéleimportabanaélestasnoticiasdeunmundoalquenopensabavolver?...Nosabíaciertamentequélereservabaelporvenir:allíhabíallegadoy allí se quedaba, sin otros placeres que la caza y la pesca, gozando unavoluptuosidad animal al no tener más ideas y deseos que los del hombreprimitivo.

Permanecía aparte de la vida ibicenca, sinmezclarse en sus costumbres.Era un señor entre los payeses, un forastero. Aquéllos le tratabanrespetuosamente,peroconunrespetofrío.

La existencia tradicional de estas gentes, ruda y un tanto feroz, le atraíacon la fuerza de todo lo que es extraordinario y de contornos vigorosos.Laisla,abandonadaasuspropiasfuerzas,habíatenidoquehacerfrentedurantesiglosysiglosalospiratasnormandos,alosnavegantesárabes,alasgalerasdeCastilla,enemigadelosestadosaragoneses,alosbarcosdelasrepúblicasitalianas,alosbajelesturcos,tunecinosyargelinos,yaloscorsariosinglesesen tiemposmás recientes. Formentera, deshabitada durante siglos, luego dehaber sidogranerode los romanos, servía de refugio traicionero a las flotashostiles.Lasiglesiasdelospuebloseranaúnverdaderasfortalezascontorresrobustas,dondeserefugiabanloslabriegosalenterarseporlasfogatasdequedesembarcaban enemigos. Esta vida azarosa, de continuo peligro einterminablelucha,habíacreadounapoblaciónhabituadaalderramamientodesangre, adefender susderechoscon lasarmasen lamano.Los labradoresypescadoresdelpresente,encerradosensuisla,teníanaúnlamismamentalidady costumbres de sus abuelos. Los pueblos no existían. Eran caseríosdesparramadosenmuchoskilómetros,sinmásnúcleoquelaiglesiaylascasasdel cura y el alcalde. La única población era la capital, la llamada en losantiguos documentos «Real Fuerza de Ibiza», con su barrio anexo de laMarina.

Cuandounatlotllegabaalapubertad,supadrelollamabaalacocinadelaalqueríaenpresenciadetodalafamilia.

—Yaereshombre—declarabasolemnemente.

Ylehacíaentregadeuncuchillodereciahoja.Elatlotarmadocaballeroperdíasuencogimientofilial.Enadelantesedefenderíaélmismo,sinbuscar

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la protección de su familia. Luego, al juntar algún dinero, completaba susarreospaladinescoscomprandounpistoleteconadornosdeplataalosherrerosdelpaís,queteníansuforjaenelbosque.

Fortalecido por el contacto de estos dos testimonios de viril ciudadanía,que no le abandonarían mientras viviese, se juntaba con los otros atlotsigualmente pertrechados, y empezaba para él la vida juvenil y amorosa: lasserenatas con acompañamiento di relinchos, los bailes, las excursiones a lasparroquias que celebraban la fiesta de su santo patrón, donde se divertíatirando al galle con certeras pedradas, y sobre todo los festeigs, lostradicionalescortejos,labuscadenovia,costumbrelamásrespetabledetodas,quedabaorigenariñasymuertes.

En la isla no había ladrones. Las casas aisladas en pleno campoconservabanmuchasveces la llaveen lapuertamientras losdueños estabanausentes.Loshombresnosematabanporcuestionesdeinterés.Eldisfrutedelsueloestabamuyrepartido,y ladulzuradelclimaasícomola frugalidaddelas gentes hacían que éstas fuesen generosas y poco apegadas a los bienesmateriales. El amor, sólo el amor empujaba a los hombres a matarse. Losrústicos caballeros eran apasionados en sus predilecciones y fatales en suscelos,comohéroesdenovela.Porunaatlotadeojosnegrosymanosmorenassebuscabany seprovocaban en la obscuridadde la noche con relinchosdedesafío;seaucabandelejosantesdeveniralasmanos.Elarmamodernaquesólo emite un proyectil en cada disparo les parecía insuficiente, y sobre elcartucho añadían un puñado de pólvora y otro de balas, atacándolo todofuertemente.Sielarmanoreventabaensusmanos,elagresorestabasegurodehacerpolvoasucontrario.

Loscortejosdurabanmesesyaños.Elpayésqueteníaunaatlotaenedaddenoviazgoveíapresentarsealosmuchachosdeldistritoydeotrosdistritosdelaisla,puestodoslosibicencoscontabanconigualderechoparasolicitarla.El padre apreciaba el número de los pretendientes. Diez, quince, veinte: aveces hasta treinta. Luego calculaba el tiempo de que podía disponer en laveladaantesdeque le rindieseel sueño,y teniendoencuentaelnúmerodesolicitantes,lodividíaatantosminutoscadauno.

Al cerrar la noche iban acudiendo por distintos caminos los del cortejo,unos engrupos, canturreandocon acompañamientode relinchosy cloqueos,otros solitarios, haciendo vibrar en su boca el zumbido del bimbau, uninstrumento compuesto de dos laminillas de hierro que gruñía como unmoscardónyleshacíaolvidarlafatigadelamarcha.Veníandemuylejos.Loshabíaquecaminabantreshorasalaidayotrastantasalavuelta,yendodeunextremoaotrodelaisla,losjuevesysábados,díasdecortejo,parahablartresminutosconunaatlota.

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Sentábanseenelveranoenelporchu,especiedezaguándelaalquería,oentraban en la cocina si era invierno. Inmóvil en un poyo de piedra lesesperaba lamuchacha.Habíasedespojadodel sombrerodepalmacon largascintas,que ledabaa lashorasdesolunairedepastoradeopereta;vestíaeltraje de fiesta, la falda verde o azul demenudos pliegues, que guardaba elresto de la semana apretada entre cuerdas y pendiente del techo para queconservase intacto su plegado. Debajo de ésta llevaba otras faldas y otras,ocho,diezodocezagalejos,todalaropafemenildelacasa,unembudosólidode paños y bayetas que borraba los vestigios del sexo y hacía imposibleimaginarselaexistenciadeunarealidadcarnalbajolabalumbadetejidos.Lashileras de botones de filigrana brillaban en las mangas postizas del jubón.Sobreelpecho,aplastadoporuncorsémonjilqueparecíadehierro,brillabalatriplecadenadeorodeenormeseslabones.Pordebajodelpañueloquecubríasu cabeza colgaba una gruesa trenza con remate de cintas. Sobre el poyo,sirviendodetapizaunasrotundidadesqueparecíanvoluminosascomoglobospor el enorme bulto de las faldas, estaba el abrigais, la prenda femenil deinvierno.

Deliberabanlossolicitantesparaelbuenordendelcortejo,yunotrasotroibanasentarsealladodelaatlotahablandoconellalosminutosmarcados.Sialguno, enardecido por la conversación, se olvidaba de los compañeros,dejando pasar el tiempo, éstos se lo advertían con toses,miradas furiosas ypalabrasdeamenaza.Si insistía,elmásfuertedelabandaloagarrabadeunbrazo,apartándoloparaqueotroocupasesulugar.Algunasveces,cuandolospretendienteseranmuchosyapremiabaeltiempo,laatlotahablabacondosalavez,haciendoesfuerzosdehabilidadparanodarlapreferenciaaunosobreotro...Asícontinuabanloscortejoshastaqueellamanifestabasupreferenciapor un atlot, sin tener en cuenta la voluntad de sus padres. En esta cortaprimaveradesuvida,lamujererareina.Luego,alcasarse,cultivabalatierracomosumaridoyerapocomásqueunabestia.

Losatlotsdespreciadosseretiraban,cuandonosentíangraninterésporlamuchacha, trasladando sus amores algunas leguasmás allá; pero si estabanrealmente enamorados, seguían acechando la casa, y el preferido tenía quepelearse con sus antiguos rivales, llegandomilagrosamente al casamiento atravésdecuchillosypistolas.

La pistola era como una segunda lengua del ibicenco. En los bailesdominguerossoltabatirosparademostrarsuentusiasmoamoroso.Saliendodelaalqueríadelanovia,paradaraéstayasufamiliaunamuestradeaprecio,disparabauntiroaltransponerlapuerta,ygritabaluego:«¡Bonanit!»Si,porel contrario, se retiraba ofendido y deseaba inferir a la familia una graveinjuria,invertíalostérminos,dandoprimerolasbuenasnochesydisparandolapistoladespués;peroentalcasohabíadesalirinmediatamenteatodocorrer,

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pues los de la casa contestaban acto seguido a la declaración de guerra conotrosdisparosoconpalosypedradas.

Jaimevivíaalbordedeestaexistenciarudaytradicional,contemplandodelejos lascostumbresdeaduarqueaúnsemanteníanenelapartamientode laisla. España, cuya bandera ondeaba todos los domingos sobre elmenguadocaseríodecadaparroquia,apenashacíamemoriadeestepedazodesusueloperdido en el mar. Muchas tierras de la lejana Oceanía se hallaban encomunicaciónmás frecuentecon losgrandesnúcleoshumanosqueesta isla,arrasadaenotrostiemposporlaguerraylarapiña,ymíseraahoraalhallarselejosdelcaminode losgrandesbuques,encerradaenuncinturónde islotes,rocas y bajos, entre freos y canales cuyas aguas transparentaban el fondosubmarino.

Sentía Febrer en esta nueva existencia el deleite del que ocupa sitiocómodo para presenciar un espectáculo interesante. Aquellos campesinos ypescadores,belicososnietosdecorsarios,eranparaélagradablescompañerosdeexistencia.Pretendíacontemplarlosdelejos,comountestigocurioso,perolentamente sus costumbres habían hecho presa en él, arrastrándolo a losmismos hábitos de existencia. No tenía enemigos, y sin embargo, en suspaseos por la isla, cuando no llevaba la escopeta al hombro, ocultaba unrevólverensufaja...porsiacaso.

Enlosprimerosdíasdesuestanciaenlatorre,comolasnecesidadesdelainstalaciónleobligabana ira laciudad,conservósutraje;peropocoapocoprescindióde la corbata, del cuello de camisa, de las botas.La caza le hizopreferir lablusayelpantalóndepanadelospayeses.Lapescaleaficionóamarchar con los pies desnudos dentro de unas alpargatas por playas ypeñascos.UnsombreroigualalqueusabantodoslosatlotsenlaparroquiadeSanJosécubriósucabeza.

La hija de Pep, conocedora de las costumbres de la isla, admiraba concierto agradecimiento el sombrero del señor. Los hombres de los diversoscuartonesquede antiguodividían a Ibizadistinguíanseunosdeotros por lamaneradellevarelsombreroylaformadesusalas,diferenciaimperceptibleparaelquenofuesedelatierra.EldedonJaimeeraidénticoaldetodoslosatlotsdeSanJoséysediferenciabadelosusadosporlosvecinosdelosotrospueblos,todosconnombresdesantos.Unhonorparalaparroquiadequeellaerahija.

¡Ingenua y graciosa Margalida! Febrer gustaba de hablar con ella,gozándoseenelasombroquesusrelatosdeotrastierrasysusbromas,dichascongestograve,despertabanensualmasimple...

Notardaríaentraerlelacomida.HacíamediahoraqueunacolumnatenuedehumoflotabasobrelachimeneadeCanMallorquí.Seimaginabaalahija

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dePepguisando,yendoyviniendojuntoalhogar,seguidaporlamiradadelamadre,payesainfelizydesilenciosatorpeza,quenoosabaponermanoenlascosasdelseñor.

Deunmomentoaotro laveríaaparecerbajoelsombrajodelporchuquedaba entrada a su casa, llevando al brazo la cesta de la comida y sobre surostro demilagrosa blancura, que el sol apenas doraba con ligera pátina demarfilantiguo,unsombrerodepajaconlargascintas.

Alguiensemovióbajoelsombrajo,emprendiendolamarchahacialatorre.¡EraMargalida!...No;noeraella.Llevabapantalones.ErasuhermanoPepet...Pepet,quevivíaenIbizadesdeunmesantes,preparándoseparaseminarista,yalquelagentehabíadadoporestoelapododeelCapellanet.

II

—¡Bondíatengui!...

Pepetextendióunaservilletaenunladodelamesaypusosobreelladosplatos tapados y una botella de vino de parra que tenía el color y latransparenciadelrubí.Luegosesentóenelsuelo,abarcandolasrodillasconlos brazos, y quedó inmóvil. El luminoso marfil de su dentadura brillabasonrientesobreelrostromoreno.Susojosmaliciososfijábanseenelseñorconunaexpresióndecanalegreyfiel.

—Pero ¿no estabas en Ibiza para ser cura?—preguntó Jaime mientrasatacabalacomida.

El muchacho movió la cabeza. Sí, señor; estaba. Su padre lo habíaconfiado a un profesor del Seminario. ¿Sabía don Jaime dónde era elSeminario?...

Hablaba el pequeñopayés de él comodeun remoto lugar de tortura.Niárboles,nilibertad,niaireapenas:lavidanoeraposibleenaquelencierro.

Febrer, oyéndole, recordaba su visita a la ciudad alta, laReal Fuerza deIbiza,poblaciónmuerta,separadadelbarriodelaMarinaporunagranmuralladeltiempodeFelipeII,conlosintersticiosdelapiedraareniscacubiertosdeverdesyondeantesalcaparros.Estatuasromanassincabezadecorabanentreshornacinas la puerta que comunicaba la ciudad con el arrabal.Más allá, lascalles tortuosas empezaban a empinarse hacia la cumbre, ocupada por lacatedral y el castillo: pavimentosdepiedra azul, por cuyo centro corrían enpendiente las inmundicias; fachadas de nítida blancura, marcandoborrosamentebajo suenjalbegadoescudosnobiliariosy la labordeantiguos

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ventanales; un silencio de cementerio a orillas del mar, interrumpidosolamente por el lejano rumor de la resaca y el zumbido de las moscasamontonándoseenelarroyo.Detardeentarde,pasosenelpavimentodeestascallesmorunas y ventanas que se entreabren con la ávida curiosidad de unsuceso extraordinario; unos soldados que suben lentamente hacia el castillopor las empinadas cuestas; los señores canónigosquebajandel coro, con elpechodelasotanabrillantedegrasayelsombrerodetejayelmanteodecolordealademosca,míserosprebendadosdeunacatedralolvidada,pobrey sinobispo.

En una de estas calles había visto Febrer el Seminario, casa larga, deblancasparedes,conlasventanascubiertasderejaslomismoqueunacárcel.El Capellanet, al recordarla, poníase grave, borrándose de su rostroachocolatado el blancomarfil de la sonrisa. ¡Quémes había pasado allí! Elmaestro entretenía el aburrimiento de las vacaciones con este pequeñocampesino,queriendoiniciarloen lasbellezasde las letras latinasconayudade su elocuencia y de una correa. Deseaba hacer de él un prodigio, parasorprender a losotrosprofesores cuando se abriesen las clases, y losgolpesmenudeaban. Además de esto, las rejas, que sólo dejaban ver la pared deenfrente; la aridezde la ciudad,dondeno se encontrabaunahojaverde; losaburridospaseosalladodelcuraporaquelpuertodeaguasmuertasqueolíaaalmeja corrompida y sin otros barcos que algunos veleros que llegaban acargarsal...Eldíaanterior,unoscuantoscorreazosmásfuerteshabíanacabadocon su paciencia. «¡Pegarle a él! ¡Si no fuese un cura!...» Se había fugado,emprendiendoapieel regresoaCanMallorquí;peroantes,comovenganza,desgarró varios libros que el maestro tenía en gran estima, volcó el tinterosobre lamesay escribió en lasparedesvergonzosas inscripciones, conotrastravesurasdemonoenlibertad.

Lanochehabía sidodeemocionesenCanMallorquí.Pephabíadadodepalosa suhijo: loquisomatar,ciegode ira, teniendoque interponerseentrelosdosMargalidaysumadre.

Lasonrisadelatlothabíavueltoareaparecer.Hablabaconorgullodelospalosquellevabarecibidossinquelearrancasenungrito.Erasupadrequienlepegaba,yunpadrepuedepegar,porqueasídemuestraquese interesaporsushijos.Peroqueprobaseotroagolpearle:eracomosentenciarseamuerte.Yaldeciresto,seerguíaconlabelicosapetulanciadeunarazahabituadaavercorrer lasangreyahacerse justiciaporsumano.Pephablabade llevarasuhijootravezalSeminario,peroelmuchachodudabadeestaamenaza.Noiríaaunque su padre cumpliera la promesa de llevarlo atado como un costal alomosdeunasno:huiríaantesa lamontañaoal islotedelVedrá,paravivirconlascabrassalvajes.

El dueño de Can Mallorquí había dispuesto del porvenir de sus hijos

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rudamente,conesaenergíadelcampesinoquenoreparaenobstáculoscuandocree hacer el bien.Margalida se casaría con un payés, y para él serían lastierrasylacasa.Pepetseríacura,loquerepresentabaunaascensiónsocialdelafamilia,honoryfortunaparatodos.

Jaimesonreíaalescucharlasprotestasdelatlotcontrasudestino.Entodala islanoexistíaotrocentrodeenseñanzaqueelSeminario,y lospayesesypatronesdebarcaquedeseabanparasushijosunasuertemejorlosllevabanaél. ¡Los curas de Ibiza!... Muchos de ellos, mientras seguían sus estudios,tomabanparteenloscortejos,usandocuchilloypistolete.Nietosdecorsariosydesoldados,alvestirlasotanaguardabanlaarroganciaylarudavirilidaddesus ascendientes. No eran impíos, pues su simpleza de pensamiento no lespermitíaestelujo,perotampocoerandevotosniausteros:amabanlavidacontodas sus dulzuras y sentían la atracción de los peligros con atávicoentusiasmo.Laislaeraunafábricadesacerdotesanimososyaventureros.LosquepermanecíanenEspañaacababanporsercapellanesderegimiento.Otros,más atrevidos, apenas cantaban misa se embarcaban para América, dondeciertas repúblicas de aristocrático catolicismo son el Eldorado de lossacerdotesespañolesquenotemenalmar.Desdeallágirabanmuchodineroasusfamiliasycomprabancasasytierras,alabandoaDios,quemantieneasussacerdotesconmásholguraenelNuevoMundoqueenelviejo.Habíabuenasseñoras en Chile y el Perú que daban cien pesos de limosna por unamisa.Estas noticias hacían abrir la boca de asombro a los parientes, reunidosdurante las noches de invierno en la cocina.A pesar de tales grandezas, sudeseoeraregresaralaislaamada,yvolvíanalospocosañosconelpropósitode vegetar en sus tierras. Pero el demonio de la vida moderna les habíamordido en el corazón, y se aburrían en la monótona existencia isleña,tradicionalycerrada.Pensabanenlasciudadesjóvenesdelotrocontinente,yal finvendíansusbieneso losregalabana lafamilia,embarcándoseparanovolvermás.

Indignábase Pep contra la tenacidad de su hijo, que se empeñaba encontinuarsiendopayés.Hablabadematarlo,comosilovieseenuncaminodeperdición.Llevaba la cuenta de todos los hijos de amigos suyos que habíanpartidoparaelotromundoconlasotanapuesta.ElhijodeTreufoch llevabaenviadosdeAmérica cercade seismilduros.Otro,quevivía tierra adentro,entreindios,enunasmontañasmuyaltasalasquellamabanlosAndes,habíacompradounpredioenIbiza,quecultivabasupadre.¡YelpillodePepet,máslistoparalasletrasquelosdemás,negábaseaseguirtanhermososejemplos!...Habíaparamatarlo.

Lanocheanterior,enunmomentodecalma,cuandoPepdescansabaensucocina con el brazo fatigado y el gesto triste del padre que acaba de pegarfuerte,elatlot,rascándoselosgolpes,habíapropuestounarreglo.Seríacura;

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obedeceríaalsiñóPepperoantesdeseabaserhombre,irconlosmuchachosdela parroquia a hacermúsica, bailar los domingos,mezclarse en los cortejos,tenernovia, llevaruncuchilloenlafaja.Estoúltimoeraloquedeseabaconmayoresansias.Sisupadre leregalabaelcuchillodelabuelo,élpasaríaportodo.

—¡Elgabinetdelgüelo,pare!—implorabaelmuchacho—.¡Elgabinetdelgüelo!

Porobtenerelcuchillodelabueloseríacura,yhastasieraprecisoviviríasolitario,delalimosnadelasgentes,comolosermitañosqueestabanaorillasdelmarenelsantuariodelosCubells.Alrecordarelarmavenerable,brillabansusojosconfulgoresdeadmiraciónyseladescribíaaFebrer.¡Unajoya!Eraunaantigua limadeaceroaguzadaybruñida.Podíaatravesarseconellaunamoneda, ¡y enmanos de su abuelo!... Su abuelo era un hombre famoso. Elnietonolehabíaconocido,perohablabadeélconadmiración,colocandosumemoria por encimadelmediano respeto que le inspiraba el buenazode supadre.

Luego,aimpulsosdesudeseo,seatrevíaaimplorarlaproteccióndedonJaime. ¡Si quisiera darle ayuda!... Bastaría que pidiese una vez el famosocuchillo,paraquesupadreseloentregaraalinstante.

Febreracogióestademandaconrisabondadosa.

—Tendráselcuchillo,muchacho.Ysitupadrenoquiereentregarlo,yotecompraréotrocuandovayaalaciudad.

Esta certeza entusiasmó al Capellanet. Necesitaba ir armado para podermezclarseconloshombres.Sucasaibaaversefrecuentadaporlosatlotsmásvalerososdelaisla.Margalidaerayamozaeibaacomenzarelfesteig.ElsiñóPephabíasidorogadoporlosatlotsconobjetodequefijasedíayhoraparalavisitadeloscortejantes.

—¡Ah! ¡Margalida!—dijo Febrer con asombro—. ¡Margalida connovios!...

Lo que él había visto en tantas casas de la isla parecíale un espectáculoabsurdo enCanMallorquí.Sehabía olvidadodeque la hija dePep era unamujer.¿Perorealmenteaquellaniña,aquellamuñecablancaeingenua,podíagustar a los hombres?... Sentía la extrañeza del padre que ha enamorado enotrotiempoamuchasmujeres,yjuzgandoluegoporsupropiasensibilidad,nopuedecomprenderquesuhijainspirepasiones.

Pasadosalgunos instantesyano lavioasí.Margalidaeraotraasusojos:eraunamujer.Latransformaciónledolía.Creyóqueacababadeperderalgo,peroseresignóantelarealidad.

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—¿Ycuántosson?—dijoconvozalgoapagada.

Pepetagitóunamanoalmismotiempoqueelevabalosojosalabóvedadelatorre.¿Cuántos?...Aúnnosesabíaconcerteza.Lomenostreinta.Ibaaserun festeig del que se hablaría en toda la isla; y eso quemuchos, aunque secomíanaMargalidacon losojos,noosabanentrarenelcortejo,dándosedeantemano por vencidos. Como su hermana había pocas en la isla: guapa,alegreyconunbuenpedazodepan,pueselsiñóPephablabaentodaspartesdedarCanMallorquíalyernocuandoélmuriese.¡Yelhijoquesereventaseconlasotanaacuestasalotroladodelmar,sinvermásatlotasquelasindias!¡Futro!...

Perosuindignacióndurópoco.EntusiasmábasealpensarenlosmozosqueibanaacudirasucasadosvecesporsemanaparahacerlacorteaMargalida.Iban a venir hasta de San Juan, al otro extremo de la isla, el pueblo de loshombresvalientes,dondemuchosevitabansalirdesucasaapenascerrabalanoche,sabiendoquecadaribazoservíadesosténaunapistolaycadaárboldeguaridaaunaescopeta,ytodosesperabanpacientementelasatisfaccióndeunagravio recibidomuchos años antes; la patriade las temibles«fierasdeSanJuan». Juntos conestospersonajesvendríanotrosde losdemáscuartones,ymuchostendríanquecaminarleguasparallegaraCanMallorquí.

El Capellanet regocijábase pensando en los mozos arrogantes que iba aconocer.Todosletrataríancomouncompañero,porserhermanodelanovia;perodeestasfuturasamistadeslaquemáslehalagabaeraladePere,apodadoelFerrerpor suoficiodeherrero,unhombrecercanoa los treinta años,delquesehablabamuchoenlaparroquiadeSanJosé.

Elmuchacholoadmirabacomogranartista.

Cuando sedecidía a trabajar, fabricaba lasmáshermosaspistolasque seconocíanenloscamposdeIbiza.Pepetenumerabasutrabajo.LeenviabandelaPenínsulacañonesviejosdeescopeta—loviejoinspirabarespetoalatlot—ylosmontabaasumodoenculatasdepistolaesculpidasconbárbarafantasía,añadiendoalaobraprolijosadornosdeplata.Armasalidadesusmanospodíacargarsehastalaboca,sinmiedoaquereventase.

Pero otra circunstancia más importante aumentaba su admiración por elFerrer.Lodeclaróenvozbaja,conuntonodemisterioyrespeto:

—ElFerrerésunverro.

¡Un verro!... Jaime quedó pensativo unos instantes, coordinando susrecuerdossobre lascostumbresde la isla.UngestoexpresivodelCapellanetayudóasumemoria.Unverroesunhombrecuyovalornonecesitaprobarse,puestienepudriendotierraunoovariosejemplosdeladurezadesumanoodelocerterodesupuntería.

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Pepet, para que los suyos no quedasen por debajo del Ferrer, volvió arecordarasuabuelo.Tambiénhabíasidoverro,perolosantiguossabíanhacermejor las cosas. Aún se acordaban en San José de la habilidad con que elgüelodespachaba susasuntos:ungolpenadamásconel famosocuchillo,ydespuéslasprecaucionestanbientomadasquesiempresepresentabantestigosparadeclararquelohabíanvistoalotroextremodelaislaalamismahoraenqueagonizabaelenemigo.

El Ferrer era un verro con menos fortuna. Hacía medio año que habíadesembarcado, después de pasar ocho en un presidio de la Península. Lehabían condenado a catorce, pero le alcanzaron varios indultos. Elrecibimiento fue triunfal. ¡UnhijodeSanJoséque regresabade tanheroicodestierro!...Nodebíanmostrarsemenos entusiastas que los vecinosdeotrasparroquias,queacogíanasusverroscongrandesagasajos.Ybajaronalpuertode Ibiza, el día de la llegadadel vapor, los parientes lejanosdelFerrer, queeranmediopueblo,ytodoelrestodelvecindarioporpuropatriotismo.Hastaelalcaldehizoelviaje,seguidodesusecretario,paraconservarlassimpatíasdesusadministrados.Losseñoresdelaciudadprotestabanconindignacióndeestas costumbres bárbaras e inmorales de la payesía, mientras hombres,mujeresychiquillosasaltabanelvapor,ansiosocadaunodeserelprimeroenestrecharlamanodelhéroe.

Pepet se acordaba de la vuelta del verro a San José. Él también habíafigurado en la comitiva, larga hilera de carros, caballos, asnos y peatones,como si el pueblo entero emigrase. En todas las tabernas y ventorros delcaminodeteníaselaromería,yelgrandehombreeraobsequiadoconjarrosdevino, pedazos de sobreasada y copas de figola, licor de hierbas de la isla.Admirabansutrajenuevo—untrajedeseñorquehabíacompradoalsalirdelpresidio—,seasombrabanensilenciodeladesenvolturadesusmaneras,delaire de buen príncipe con que acogía a sus antiguos amigos, protegiéndolosconelgestoylamirada.Muchosleenvidiaban.¡Loqueaprendeunhombresaliendode la isla! ¡Nohaycomocorrer elmundo!...El antiguoherrero losabrumó a todos con la superioridad de sus recuerdos durante el viaje a SanJosé. Luego, en el espacio de varias semanas, la tertulia en la taberna delpueblo,alacaídadelatarde,resultóinteresantísima.Laspalabrasdelverroserepetían de hogar en hogar por todos los esparcidos caseríos del cuartón,viendo cada payés algo honroso para su parroquia en estas aventuras delconvecino.

ElFerrernosecansabadealabarlasbellezasdelestablecimientoenelquehabía permanecido ocho años.Olvidaba las cóleras y tristezas sufridas allá.Todoloveíaaltravésdeeseamoralopasadoquedesfiguralosrecuerdos.

Élnohabíavivido,comociertosinfelices,enunestablecimientopenaldelas llanuras manchegas, donde hay que subir el agua a lomos de hombre,

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sufriendo los tormentos de un frío ártico. Tampoco había estado en lospresidiosdelaviejaCastilla,dondelanieveblanquealospatiosyloshuecosdelasrejas.VeníadeValencia,delpenaldeSanMigueldelosReyes,llamadoNiza, a causa de la dulzura de su clima, por los habituales pensionistas dedichosestablecimientos.Hablabaconorgullodeestacasa, lomismoqueunrico estudiante recuerda los años pasados en una universidad inglesa oalemana. Altas palmeras sombreaban los patios, ondeando su capitel deplumas por encima de los tejados. Desde las rejas llegaba a verse toda laextensióndelahuertavalenciana,conlosfrontonestriangularesyblancosdesus barracas, y más allá el Mediterráneo, una faja azul inmensa, tras cuyolomoseocultabaelpeñónnatal,laislaamada.Talvezhabíapasadoporellaelvientocargadodeemanacionessalinasyardoresvegetalesquesecolabacomounabendiciónen lashediondascuadrasdelpresidio. ¡Quémáspodíadesearunpreso!...Lavidaeradulce:secomíaasushoras,siempredecaliente;habíaorden,yelhombrenoteníamásqueobedecer,dejarsellevar.Sehacíanbuenasamistades;setratabaunocongentesnotables,quejamáshubieseconocidodepermanecer en la isla.YelFerrer hablaba conorgullode sus amigos.UnoshabíantenidomillonesypaseadoenlujososcarruajesalláenMadrid,ciudadcasi fantástica, cuyo nombre sonaba en los oídos de los isleños como el deBagdad para el pobre árabe del desierto que escucha un relato de Las milnoches y una noche. Otros habían corrido medio mundo antes de que ladesgracialesconfinaseenelencierro,yrecordabananteuncorroabsortosusaventurasentierrasdenegrosoenpaísesdondeloshombreseranamarillosoverdesyllevabantrenzasmujeriles.Enaquelantiguoconvento,grandecomoun pueblo, vivía lo mejor de la tierra. Algunos habían ceñido espada ymandado hombres; otros habíanmanejado papeles sellados e interpretado laley.¡HastauncurahabíasidocompañerodecuadradelFerrer!...

Los admiradores de éste le oían con los ojosmuy abiertos y las naricespalpitantesdeemoción.¡Quédicha!Serverro,haberganadolacelebridadyelrespetomatandoaunenemigoenlassombrasdelanoche,yacambiodeesto,ocho años en Niza, lugar de delicias y honores. ¡No tendrían ellos tantasuerte!...

El Capellanet, que había escuchado estos relatos, sentía por el verro unrespeto admirativo. Describía las particularidades de su persona con laprolijidaddelquesesienteenamoradodeunhéroe.

Noera altoni fuerte comoel señor; pero era ágil, nadie le ganaba en elbaile,ypodíadanzarhorasenteras,hasta rendira todas lasmuchachasde laparroquia. Había traído de su larga temporada en Niza una tez pálida ylustrosa, una tez de monja en clausura; pero ya estaba obscuro como losdemás,conlacarabronceadaycurtidaporelairedelmaryelsolafricanodelaisla.Vivíaenlamontaña,enunacasuchainmediataalosbosquesdepinos,

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cercadeloscarbonerosqueproporcionabancombustibleasufragua.Estanose encendía todos los días. El Ferrer, con sus pretensiones de artista, sólotrabajabacuandoteníaquerepararunaescopeta,transformarunviejotrabucodechispaenarmadepistón,ofabricaraquellaspistolasconadornosdeplataqueadmirabanalCapellanet.

Deseaba éste verle preferido por su hermana; que el verro entrase en sufamilia con sus asombrosas habilidades. Tal vez a impulsos del próximoparentescosedecidiesearegalarleunadeaquellasjoyas.

—PuedeserqueMargalidalequiera,yentonceselFerrermedéunadesuspistolas.¿Ustedquécree,donJaime?...

Abogabaporelverrocomosifueseyaparientesuyo.¡Elpobrevivíatanmal!... Solo en la fragua, sin otra compañía que una parienta vieja, siemprevestidadenegroporremotoslutos,lagrimeanteunojo,cerradootro,ytirandodel fuelle mientras su sobrino batía el hierro rojo. La vecindad del fogónsecabacadavezmássuhuesosaflacura.Ensucaraarrugadademanzanaviejaparecíanliquidarselascuencasdelosojos.

Aquel antro ahumado y lóbrego en medio de los pinares podíaembellecerseconlapresenciadeMargalida.Suúnicoadornoactualeranunoscuantoscestillosdejuncosdecolorestejidosenformadetablerodeajedrez,con pompones de seda, amistoso recuerdo de los ignorados artistas queentretenían sus ocios en el retiro deNiza.Cuando suhermanaviviese en lafragua,Pepetiríaaverla,ycontabaadquirirdelamunificenciadesucuñado,enestasvisitas,uncuchillotanfamosocomoeldelabuelo,siesqueelseñorPepperseverabainjustamenteennegarleestaherenciagloriosa.

Elrecuerdodesupadreparecióobscurecer lasesperanzasdelmuchacho.Veía difícil que el dueño de CanMallorquí aceptase como yerno a Pere elFerrer.Nadamalopodíadecirelviejodeél;aceptabasufamacomounahonrapara el pueblo. La isla no sólo tenía hombres bravos en «las fieras de SanJuan»;tambiénSanJosépodíaenorgullecersedemozosvalientesquehabíansufridoduraspruebas.PeroelFerrererahombredeoficio,pocoentendidoenmaterias agrícolas, y aunque todos los ibicencos mostrábanse igualmentedispuestos a cultivar la tierra, echar una red en el mar o hacer un alijo decontrabando,pasandofácilmentedeuntrabajoaotro,élqueríaparasuhijaunverdaderolabrador,habituadotodasuvidaaarañarelsuelo.Suresoluciónerainquebrantable.Enaquelcerebroyermoyduro,cuandollegabaaretoñarunaidea, echaba raíces tan hondas, que no había huracán ni cataclismo que laarrancase.Pepet seríacuraycorreríamundo.Margalida laguardabaparaunlabradorqueagrandaselastierrasdeCanMallorquíalheredarlas.

ElCapellanetinquietábasealpensarenquiénpodríaserelfavorecidoporMargalida. Trabajo le daba a todos teniendo enfrente a un hombre como el

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Ferrer.Aunque su hermana se inclinase hacia otro, el agraciado tendría quevérselas luego con Pere, el bravo glorioso, quitándolo de enmedio. Iban aversecosasgrandes.DelcortejodeMargalidasehablabayaentodaslascasasdelcuartón;sufamaacabaríaporextenderseatodalaisla.YPepetsonreíaconferozdeleite,comounpequeñosalvajequevepróximaunamatanza.

AdmirabaaMargalida, reconociendoen ellauna autoridadmayorque ladelpadre,porlomismoquenoestababasadaenelmiedoalosgolpes.Ellalodirigía todo en la casa. La madre marchaba tras sus pasos como unadoméstica,noosandohacernadasinconsultarla.ElsiñóPep,tanabsolutoensus ideas, deteníase antes de tomar una resolución, rascándose la frente congestodedudamientrasdecíaenvozbaja:«Estohabráqueconsultarloconlaatlota». El mismo Capellanet, que había heredado la terquedad paternal,desistía fácilmente de sus intentos de protesta con sólo una palabra de lahermana,unainsinuacióndesubocasonriente,desuvozdulce.

—¡Lo que ella sabe, don Jaime!—decía elmuchacho con admiración—.Yoignorosiesguapa.Porahídicenquesí;peroamínomegusta.Amímegustanotrasdemiedad.¡Lástimaquenoesténaúnparaadmitirelfesteig!....

Yvolviendoahablarde suhermana, enumeraba sus talentos, insistiendoconciertorespetoensuhabilidadparaelcanto.

¿ConocíadonJaimealCantó,unatlotmaluchodelpecho,quenotrabajabaypasabalosdíastendidoalasombradelosárboles,golpeandoeltamborilymascullandoversos?...Eraunblancocordero,unagallina,conojosypieldemujer, incapazdehacer frente anadie.También éstepretendía aMargalida;peroelCapellanetjurabameterleeltamborilporelcogoteantesqueaceptarlocomocuñado...Élsólopodíaemparentarconunhéroe...Peroenlodesacarsecancionesde la cabezay cantarlas intercaladas con alaridosdepavo real nohabíaquiensemidieseconelCantó.Habíaqueserjustos,yPepetreconocíasumérito.EraparaelcuartónunagloriaquecasipodíacompararseconladelvalerosoFerrer.Puesbien;aestecantorlehacíafrenteMargalidacuando,enlastertuliasdeveranoenelporchudelaalqueríaoenlosbailesdeldomingo,ruborosa,empujadaporlascompañeras,sedecidíaasentarseenelcentrodelcorro, y con el tamboril en una rodilla, ocultos los ojos tras un pañuelo,contestabaconunlargoromance,tododesuinvención,aloquehabíadichoanteselpoeta.

SielCantósoltabaundomingouninterminablerelatosobrelafalsedaddelas mujeres y lo caras que cuestan al hombre por su afición a los trapos,Margalida le respondía al otro domingo con un romance doblemente largocriticando la vanidad y el egoísmo de los hombres, y la turba de atlotascoreabasusversosconcloqueosdeentusiasmo,reconociendolagloriadeunavengadoraenlamuchachadeCanMallorquí.

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—¡Pepet!...¡Atlot!

Una voz femenina sonó a lo lejos, como un cristal, cortando el densosilenciodelasprimerashorasdelatarde,cargadodevibracionesdecalorydeluz.Sonabacadavezmásfuerte,alrepetirse,comosiseaproximasealatorre.

Pepet abandonó su posición de bestezuela en descanso, libertando laspiernas encogidas del anillo de los brazos para erguirse de un salto... EraMargalida laque llamaba...Supadredebía reclamarleparaalgún trabajo,envistadesutardanza.

Elseñorleretuvoporunbrazo.

—Déjalaquevenga—dijosonriendo—.Hazteelsordo,paraquegrite.

El Capellanet enseñó los nítidos dientes en la obscuridad de su carabronceada.Sonrióelpillete,satisfechodeestainocentecomplicidad,yquisoaprovecharsedeella,hablandoalseñorconatrevidaconfianza.

¿Deverasquepediríaparaél,alsiñóPep,elcuchillodelabuelo?¡Ay,elgabinetdelgüelo!Estabasiemprepresenteensumemoria.

—Sí,lotendrás—dijoJaime—.Ysitupadrenoteloda,yotecompraréelmejorqueencuentreenIbiza.

Elmuchachosefrotólasmanos,brillándolelosojosconfulgoressalvajes.

—Essóloparaqueseashombrecomolosotros—continuóFebrer—;pero¡nadadeusarlo!Unsimpleadornonadamás.

Pepet, ansioso de realizar cuanto antes su deseo, contestó con enérgicosmovimientos de cabeza. Sí; un adorno nada más... Pero sus ojos seobscurecieron con una duda cruel... Un adorno; pero si alguien le ofendíallevandotalcompañero,¿quédebehacerunhombre?...

—¡Pepet!...¡Atlot!

Lavozdecristalsonóahoraalpiede la torre.Febreresperabaoírlamáscerca,veraparecerlacabezadeMargalidayluegotodosucuerpoenelhuecodeentrada.Envanoaguardólargorato:lavozfuehaciéndoseapremiante,congraciosostembloresdeimpaciencia,perosinaproximarsemás.

Febrerseasomóalapuertayvioalamuchachaalpiedelaescalera,algoempequeñecida por la distancia, con hinchada falda azul y un sombrero depaja del que pendían cintas a flores. Sobre el fondo de las amplias alas delsombrero,igualesaunaaureola,destacábasesurostro,deunapalidezderosa,enelqueparecíantemblarlasgotasnegrasdelosojos.

—¡Salut, Flo d'enmetllé!—dijo Febrer con cierta inseguridad en la voz,perosonriendo.

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«¡Flordealmendro!...»Aloírlamuchachaestenombreenbocadelseñor,el carmín de una expansión sanguínea ocultó momentáneamente la suaveblancuradesutez...

«¿Ya sabía don Jaime este nombre?... ¿Un señor como él se enteraba detalestonterías?...»

Febrer sólo vio ya la copa y las alas del sombrero deMargalida. Habíabajado la cabeza, y en su turbación jugueteaba con las puntas del delantal,avergonzadacomounaniñaquesedacuentadeprontodelasignificacióndesusexoyescuchaelprimerrequiebro.

III

Eldomingosiguiente,Febrerfueporlamañanaalpueblo.EltíoVentoleranopodíaacompañarlealmar,puesconsiderabaindispensablesupresenciaenlamisa,pararesponderconvozchillonaalaspalabrasdelsacerdote.

Falto de ocupación, Jaime emprendió la marcha hacia el pueblo porsenderosdetierrarojaqueensuciabalablancuradesusalpargatas.Eraunodelos últimos días estivales. Las alquerías de nítida blancura parecían reflejarcomo espejos el fuego de un sol africano. Zumbaban en el ambiente losenjambresdeinsectos.Enlasombraverdosadelashigueras,amplias,bajasyredondas,apoyadasenuncírculodeestacascomountechodeverdura,caíanloshigosabiertosporelcalor,reventandoenelsuelocomoenormesgotasdeazúcar purpúreo. Las chumberas alzaban sus muros de pinchosas palas aambosladosdelcamino,yentresusraícespolvorientascorreteaban,medrosasyebriasdesol,pequeñasbestiasondeantes,delargacolayverdeesmeralda.

Por entre la columnata negra y retorcida de los olivos y los almendrosveíanse a lo lejos, siguiendootros senderos, grupos de payeses que tambiénmarchabanhaciaelpueblo.Delanteibanlasatlotasdetrajedominguero,conpañuelosrojosoblancosyfaldasverdes,brillandoalsolsusgrandescadenasdeoro.Juntoaellascaminabanlospretendientes,escoltatenazyhostilquesedisputabaunamiradaounapalabradepreferencia,asediandovariosalavezalamismamoza.Cerrabanlamarchalospadresdelasmuchachas,envejecidosantes de tiempo por las fatigas y sobriedades de la vida del campo, pobresbestias de la tierra, sumisas, resignadas, negras de piel, con los miembrossecoscomosarmientos,yqueenlamodorradesumenterecordabancualunavagayremotaprimaveralosañosdelfesteig.

Cuando Febrer llegó al pueblo se dirigió rectamente a la iglesia. Loformabanseisuochocasasconlaalcaldía,laescuelaylatabernaentornodel

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templo. Éste erguíase soberbio y poderoso, como nexo de unión de todo elcaseríoesparcidoporvallesymontesenalgunoskilómetrosalaredonda.

Jaime,despojándosedelsombreroparalimpiarseelsudordelafrente,serefugióbajolasarcadasdeunpequeñoclaustroqueprecedíaalaiglesia.Allíexperimentó la misma sensación de bienestar del árabe que se acoge a unsolitariomorabitotraslamarchaporelarenalinflamadocomounhorno.

Lablancuradelaiglesia,enjalbegadadecal,consusarcadasfrescasysusribazos de piedra seca coronados de nopales, hacía pensar en unamezquitaafricana. Teníamás de fortaleza que de templo. Sus tejados estaban ocultospor el borde superior de losmuros, especie de reducto sobre el cual habíanasomadomuchasvecesescopetasytrabucos.Latorreerauntorreóndeguerracoronadotodavíadealmenas:suviejacampanahabíavolteadoenotrotiempoconlafiebredelrebato.

Esta iglesia, en la que los payeses del cuartón entraban a la vida con elbautismoysalíandeellaconlamisadedifuntos,habíasidodurantesigloselrefugiodesuspavores,lafortalezadesusresistencias.Cuandolasatalayasdelacostaanunciabanconfogatasohumaredasunbarcodemoros,detodaslasalquerías de la parroquia corrían las familias hacia el templo, los hombrescargando su escopeta, lasmujeresyniños arreando las cabrasy los asnosollevandoacuestasconlaspatasatadasenmanojotodaslasavesdecorral.LacasadeDiosseconvertíaenestabloguardadordelafortunadesusadeptos.Elcura,enunrincón,rezabaconlasmujeres,siendocortadassusoracionesporchillidosdeangustiayllantosdeniños,mientrasenlostejadosylatorrelosescopeterosexplorabanelhorizonte,hastaquellegabanoticiadequelasavesde rapiña del mar se habían alejado. Entonces reanudábase la existencianormal,volviendocada familia a suaislamiento, con la certezade repetir elviajeangustiosopocassemanasdespués.

Febrerpermanecióbajolasarcadasviendocómoibanllegandolosgruposde payeses a toda prisa, espoleados por el último toque del esquilón quevolteabaenloaltodelatorre.Elinteriordelaiglesiaestabacasilleno.Porlapuerta entreabierta llegabahasta Jaimeuna densa bocanadade respiracionesardorosas,desudoryropasburdas.ExperimentabaFebrerciertasimpatíaporestasbuenasgentescuandolastropezabaporseparado,perolamuchedumbreinspirábaleaversión,ypermanecíalejosdesucontacto.

Muchosdomingosbajabaalpuebloparaquedarseenlapuertadelaiglesia,sinentrarenella.Lasoledadhabitualensutorredelacostalehacíanecesariovergentes.Además,eldomingoresultabaparaél,hombresinocupaciones,undía monótono, fastidioso, interminable. Este descanso de los demás era sutormento.Nopodía ir almar por falta de barquero, y los campos solitarios,consuscasascerradas,porhallarselasfamiliasenlamisaoenelbailedela

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tarde,lecomunicabanlaimpresiónpenosadeunpaseoporuncementerio.Lamañana pasábala en San José, y uno de sus placeres era permanecer en elclaustro de la iglesia viendo entrar y salir al gentío, gozando de la frescasombra de los arcos, mientras unos pasos más allá ardía la tierra con lareverberación solar, mecían sus ramas los árboles lentamente, comoangustiadasporelcaloryelpolvoquecubríasushojas,yelambientedensoparecíasermascadoantesdedescenderalospulmones.

Llegaban las familias retrasadas, pasando anteFebrer conunamiradadecuriosidad y un leve saludo. Todos le conocían en el cuartón. Estas buenasgentes, al verle en el campo podían abrirle la puerta de su casa; pero suafabilidadnoibamásallá,siendoincapacesdeaproximarseaélporimpulsopropio.Eraun forastero.Además, eraunmallorquín.Sucondiciónde señorcreabaunamisteriosadesconfianzaenlagenterústica,quenopodíaexplicarsesupermanenciaenelaislamientodeunatorre.

Febrerquedósolo.Llegóhastasusoídoselrepiqueteodeunacampanilla,elrumordelagentealarrodillarseoalponersedepie,yunavozconocida,lavozdeltíoVentolera,lanzandoentonocantablelasrespuestasdelamisaconelestridordesubocasindientes.Lagenteaceptabasinreírseestasingerenciasdesulocurasenil.Estabahabituada,añosyaños,aoírloslatinajosdelantiguomarinero, que desde su banco apoyaba a gritos las respuestas del ayudante.Todosdabanciertocaráctersagradoaestosdesvaríos,comolosorientales,quevenenlademenciaunsignodesantidad.

FumóJaimeenlaentradadelaiglesiaparaentretenerse.Unospalomossearrullaban sobre los arcos, cortando con el rumor de sus caricias las largaspausasdesilencio.TrescolillasdecigarroestabanalospiesdeFebrer,cuandosonóenelinteriordeltemplounlargomurmullocomodecienrespiracionescontenidasqueseexhalanalfinconunsuspirodesatisfacción.Luegoruidodepasos,vocesahogadasdesaludo,chocardesillas,chirridodebancos,arrastredepies,ylapuertaquedóobstruidaporlasgentesqueintentabansalirtodasauntiempo.

Comenzaron a desfilar los fieles, saludándose como si se vieran porprimeravezalencontrarseenplenosol,fueradelaluzcrepusculardeltemplo.

—¡Bondia!...¡Bondia!...

Salíanengrupos lasmujeres: lasviejasvestidasdenegro,esparciendoelinternoolordesusinnumerableszagalejosyfaldas;lasjóveneserguidasensuestrechocorsé,quelesaplastabalospechosyborrabalascurvassalientesdelascaderas,ostentandoconnobiliarioorgullo,sobreelpañuelomulticolor,lascadenasdeoroylosenormescrucifijos.Erancabezasmorenasoverdosascongrandesojosdedramáticaexpresión;vírgenescobrizasconelpelobrillanteyaceitosopartidoporunarayaqueibaensanchandocadavezmáslarudezadel

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peine.

Loshombresdeteníanseunmomentoenlapuertaparacolocarsesobrelarapadacabeza,conluengosrizosensupartedelantera,elpañueloquellevabanbajoelsombrero,ausomujeril.Eraunaprendaconlaquesuplíanelcapuchóndel antiguo jaique del país, usado ya únicamente en circunstanciasextraordinarias.

Luego, los viejos sacaban de la faja una pipa rústica fabricada por ellosmismos,llenándoladetabacodepotacultivadoenlaisla,hierbadeacreolor.Losmozossealejabandeellos.Salíandelatrioparaadoptarfierasposturas,conlasmanosenlafajaylacabezaerguida,antelosgruposdemujeres.Enellos estaban las amadasatlotas fingiendo indiferenciaycontemplándolos almismotiempoconelrabillodeunojo.

Pocoapocoibadisolviéndoseestamasadegentío.

—¡Bondia!...¡Bondia!...

Muchos no volverían a verse hasta el domingo siguiente. Por todos lossenderos se alejabangruposmulticolores: unosobscuros, sin escolta alguna,marchandolentamente,comosisearrastrasen,conlamiseriadelaancianidad;otros bulliciosos, de faldas inquietas y pañuelos ondeantes, seguidos adistancia por una tropa de atlots, que gritaban, relinchaban y corrían paraadvertirsupresenciaalasmuchachas.

Aún quedaba gente dentro de la iglesia. Febrer vio salir a unasmujeresvestidasdenegro,tétricogrupodetapadas,queapenassíenseñabanatravésdelaaberturadelmantosunarizenrojecidaporelsolyunojodebrasaveladopor las lágrimas. Iban cubiertas con el abrigais, chal de invierno, envolturatradicional de gruesa lana, cuya vista producía una sensación de tormento yasfixia en aquella mañana bochornosa de verano. Detrás salieron unosencapuchados, antiguos payeses que se habían cubierto con el capote deceremonia, un jaique pardo de lana burda con amplias mangas y apretadocapuchón. Las mangas las llevaban sueltas, pero el capuchón iba bienabrochado bajo la barba, mostrando por la abertura sus rostros tostados depiratas.

Eran los parientes de un payés que había muerto una semana antes. Lanumerosa familia, que habitaba en distintos puntos del cuartón, habíasereunido,segúncostumbre,enlamisadeldomingopararecordaralmuerto,yalverseestallabasudolorconafricanavehemencia,comosiaúntuviesenantesusojoselcadáver.Lacostumbreexigíaquesecubrieranconsusprendasdeceremonia,consusvestidosdeinvierno,encerrándoseenelloscualsifuesencáscarasdedolor.Llorabanysudabanbajolasenvolturas,yalreconocercadaunoalosparientesquenohabíavistoenalgunosdías,estallabasupenacon

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nuevorecrudecimiento.Salíansuspirosdeagoníadeentrelosespesosmantos;lasrudascaras,encuadradasporelcapuchón,contraíanseconcrispacionesdedolorinfantil,exhalandolamentosdepequeñueloenfermo.Eldolorselicuabaconunaincesantesecreción,mezcladesudorylágrimas.Detodaslasnarices—lapartemásvisibledeestosfantasmasdoloridos—pendíangotasqueibanacaersobrelosplieguesdelpañoburdo.

Unhombrehablabaconbondadosaautoridad,exigiendocalma,enmediodel estrépito de las voces femeniles que rugían broncas de pena y de lossuspirosmasculinosatipladosporeldolor.EraPepeldeCanMallorquí,lejanoparientedelmuerto,enestaisladondetodossehallabanmásomenosunidospor los cruces de la sangre. El vago parentesco, aunque le impulsaba aparticipar del dolor, no le había obligado a ponerse el jaique de las grandessolemnidades.Ibavestidodenegroysecubríaconunmanteodeligeralanayunfieltroredondo,queledabanciertoaireeclesiástico.SumujeryMargalida,quenosecreíanunidasporelparentescoaestafamilia,manteníanseaparte,comosi lasalejaseladiferenciaentresusalegresropasdominguerasyaquelaparatodedolor.

ElbondadosoPepfingíaenfadarseporlosextremosdedesesperación,cadavezmásvehementes,de losenlutados...«¡Yahabíabastante!Cadaunoa sucasa,avivirmuchosaños,paraencomendarelmuertoalSeñor.»

Estallaron más fuertes los sollozos bajo los mantos y los capuchones.«¡Adiós!¡adiós!»Seestrechabanlasmanos,sebesabanlasbocas,seretorcíanlosbrazos,comositodossedespidieranparanoversemás.«¡Adiós!¡adiós!»Se alejaron por grupos, cada uno en distinta dirección, hacia las montañascubiertasdepinos,hacialasalqueríasdelejanablancuramedioocultasentrehigueras y almendrales, hacia los rojos peñascos de la costa; y era unespectáculo absurdo e incoherente ver bajo el ardor del sol, al través de loscamposverdesyespléndidos,cómomarchabanconpasotardoestosfantasmasespesosysudorosos,incansableslloradoresdelamuerte.

LavueltaaCanMallorquífuetristeysilenciosa.Pepetabríalamarchaconelbimbauenloslabios,queleacompañabaensucaminataconunzumbidodemoscardón.Devezencuandodeteníaseparaecharpiedrasa lospájarosoalos lagartos hinchados y negruzcos que asomaban entre las chumberas. ¡Loque a él le importaba la muerte!... Margalida caminaba junto a su madre,silenciosa, abstraída, con los ojosmuy abiertos: unos ojos de vaca hermosaquemirabanatodaspartessinver,sinreflejarpensamientoalguno.Parecíanodarse cuenta de que tras ella caminaba don Jaime, el señor, el reverenciadohuéspeddelatorre.

Pep,abstraídotambién,delatabaelcursodesuspensamientosconpalabrassueltasdirigidasaFebrer,comosinecesitasehacerpartícipeaalguiendesus

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ideas.

«¡Lamuerte! ¡Quécosa tan fea,don Jaime!...Yallí estabanellos, enunpedazodetierrarodeadoporlasolas,sinpoderescapar,sinpoderdefenderse,aguardando el momento en que les echase la zarpa.» El payés sentíasublevarsesuegoísmoanteestagraninjusticia.Buenoquealláentierrafirme,donde las gentes son felices y gozanmucho, se ensañase lamuerte... ¿Peroaquí? ¿También aquí, en el último rincón del mundo? ¿No había límite niexcepciónparalagranentrometida?...

Era inútil imaginarseobstáculos.Yapodíaelmarembravecerseentre lascadenasde islotesy escollosquevande Ibiza aFormentera.Los freos eranherviderosdeolas, lospeñonessecubríandeespuma, los rudoshombresdemarretrocedíanvencidos, losbarcosserefugiabanen lospuertos,elpasosecerraba para todos, las islas quedaban apartadas del resto delmundo... Peroesto nada significaba para la marinera invencible de cráneo pelado, para lacaminante de piernas de hueso, que podía correr con gigantescos saltos porencimademontañasymares.

No había tempestad que la detuviese; no existía alegría que la hicieraolvidar;estabaentodaspartes;seacordabadetodos.Yapodíalucirelsol,ymostrarse hermosos los campos, y ser buena la cosecha... ¡Engañifas paraentreteneralhombreensusfatigasyquelefuesenmástolerables!¡Mentirosaspromesas, como las que se hacen a los niños para que se sometan de buengradoaltormentodelaescuela!...Yhabíaquedejarseengañar;lamentiraerabuena.Nodebíanacordarsedeestemalinevitable,deesteúltimopeligrosinremedio alguno, que entristece la vida, quitando su sabor al pan, su alegretopacioallíquidodelaparra,sujugoalblancoqueso,susabordeazúcaraloshigos purpúreos, y su energía picante a la sobreasada, entenebreciendo yamargandotodas lascosasbuenasqueDiospusoen la islaparaconsuelodelasgentesdebien.«¡Ay,donJaime,quémiseria!...»

FebrercomióenCanMallorquí,paraevitaraloshijosdePeplasubidaalatorre.Lacomidaempezóconciertatristeza,comosiaúnvibrasenensusoídoslos lamentos de los encapuchados en el atrio de la iglesia. Poco a poco, entorno de lamesita baja y su gran cazuela de arroz fue difundiéndose ciertaalegría.ElCapellanethablabadelbailedelatarde,olvidadototalmentedesuvidade seminarista yosando arrostrar losojosdePep.Margalida recordabalas miradas del Cantó y la arrogante postura del Ferrer cuando ella habíapasadoantelosatlotsalentrarenmisa.Lamadresuspiraba:

—¡Ay,Siñor!...¡Ay,Siñor!...

Nunca había dichomás, acompañando con lamisma exclamación de suconfusopensamientohaciaDioslasalegríasylosdolores.

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Pephabíadadovariostientosaljarrodevino,llenodelzumosonrosadodelas mismas parras que extendían un toldo de pámpanos ante el porche. Surostro cetrino se coloreó conuna aurora alegre. «¡Al diablo lamuerte y susmiedos!¿Ibaunhombrehonradoapasarlaexistenciaenteratemblandoporsullegada?... Podía presentarse cuando lo tuviese a bien. ¡Mientras tanto, avivir!...» Y manifestó esta voluntad de vida durmiéndose en un poyo, consonoros ronquidos que no lograban asustar a las moscas y avispasrevoloteantesentornodesuboca.

Febrersemarchóalatorre.Margalidaysuhermanoapenassefijaronenelseñor.Habíanabandonadolamesaparahablarmáslibrementedelbailedelatarde, con una alegría de muchachos a los que estorba la presencia de unapersonagrave.

Enlatorresetendióensujergónyquisodormir.¡Solo!...Sedabacuentade su aislamiento, rodeado de personas que le respetaban, que tal vez leamaban,peroalmismotiemposentíanlairresistibleatraccióndeunasalegríassencillas, insípidas para él. ¡Qué tormento el de los domingos! ¿Adonde ir?¿Quéhacer?...

En su firmedeseode suprimir elmartiriodel tiempo, de alejarsedeunavida sin objeto inmediato, acabó por dormirse y despertó a media tarde,cuandoelsolempezabaadescenderlentamente,másalládelalíneadeislotes,entreunalluviadeoropálidoqueparecíadaralasaguasunazulmásintensoyprofundo.

Al bajar a Can Mallorquí vio cerrada la alquería. ¡Nadie! Ni siquieraexcitaronsuspasoselladridodelperroqueestabasiemprebajoelporche.Elvigilanteanimalhabíaidotambiénalafiestaconlafamilia.

«Estántodosenelbaile—pensóFebrer—.¿Siyofuesealpueblo?...»

Dudólargorato.¿Quépodíahacerallá?...Repugnábanleestasdiversiones,enlasquesupresenciadeforasteroparecíadespertarciertamolestiaentrelospayeses.Aquellasgentespreferíanversesolas.¿Ibaélabailarconunaatlotaasus años y con su aspecto malhumorado que infundía respeto y frialdad?...TendríaquepermanecerconPepyotros,aspirandoelolordeltabacodepota,hablandodelaalmendraydelmiedoaquesehelase,esforzándoseporabatirsupensamientoalniveldeldeestasgentes.

Alfinsedecidióairalpueblo.Teníamiedoalasoledad.Antesquepasarsolo el resto de la tarde, prefería la conversación lenta y monótona de lasgentes simples, una conversación refrescante, como él decía, que no leobligabaareflexionarydejabasupensamientoendulcecalmaanimal.

CercadeSanJosévio labanderaespañola flotandosobreel tejadode laalcaldía, y llegaron a sus oídos los golpes secos del parche del tamboril, el

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bucólicogorjeodelaflautayelrepiqueteodelascastañolas.

Elbaileerafrentealaiglesia.Lagentejovenformabagrupos,depie,cercade losmúsicos, que ocupaban silletas bajas.El tamborilero, con su redondoinstrumento acostado en una rodilla, golpeaba el parche cadenciosamente,mientras su compañero soplaba en la larga flauta de madera, adornada contallas de primitiva rudeza hechas a cuchillo. El Capellanet repicaba lascastañolas,enormescomolasconchasquecogíaenlaplayaeltíoVentolera.

Lasatlotas,agarradasdel talleoapoyadasunasen loshombrosdeotras,mirabanconvirtuosahostilidadalosmozos,quesepavoneabanenelcentrode la plaza, lasmanosmetidas en el cinto, el ancho castoreño echado atrásparadejaraldescubiertolasrizosdesufrente,elcuelloenvueltoenbordadopañuelo o corbata de cintas, y las alpargatas de inmaculada blancura casiocultasporlabocadelpantalóndepanaenformadepatadeelefante.

Aun ladode laplaza estaban sentadas sobreun ribazo,o en sillasde lainmediata taberna, las casadasy lasviejas;mujeres anémicasy tristes en surelativa juventud por una procreación excesiva y por las fatigas de suexistencia campestre, con los ojos hundidos en un cerco azul que parecíarevelardesarreglosinteriores,guardandosobresupecholascadenasdeorodesus tiempos de atlotas y adornadas las mangas con botones de oro. Lasancianas, cobrizas y arrugadas, vistiendo trajes obscuros, suspirabanlastimeramentealverlaalegríadelagentemoza.

Febrer, luego de contemplar un buen rato a toda esta concurrencia, queapenasfijóenélunamiradadistraída,fueacolocarsejuntoaPepenuncorrodepayesesviejos.Hicieronsitioalsiñordelatorreconrespetuososilencio,ydespuésdelanzaralgunasbocanadasdehumodesuspipascargadasdepota,reanudaron la lenta conversación sobre los rigores probables del inviernopróximoylasuertedelafuturacosechadealmendra.

Seguía repicando el tamboril, sonaba la flauta, tableteaban las enormescastañuelas, pero ninguna pareja se lanzaba al centro de la plaza.Los atlotsparecíanconsultarseconindecisión,comositodostemiesenserlosprimeros.Además, la inesperada presencia del señor mallorquín intimidaba a lasvergonzosasmuchachas.

Jaimesintióqueletocabanenuncodo.EraelCapellanet,quelehablabamisteriosamentealoídoalmismotiempoqueseñalabaconundedo...AquéleraPereelFerrer,elfamosoverro.Ydesignabaaunmozodeestaturamenosque mediana, pero arrogante y jactancioso en su actitud. Los atlots seagrupaban en torno del héroe. El Cantó le hablaba sonriente, y él oía conprotectora gravedad, escupiendo de vez en cuando por las comisuras de laboca,yadmirándosea símismopor ladistanciaaqueenviabael chorrodesecreción.

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De pronto, el Capellanet saltó al medio de la plaza tremolando susombrero...«Pero¿esque ibanapasar la tardeoyendo la flauta sinbailar?»Corrióalgrupodeatlotasyagarróporlasmanosalamásgrande,tirandodeella. «¡Tú!...» Esto bastaba para la invitación. Cuanto más rudo era elmanotazo,máscariñosoparecíaydignodeagradecimiento.

El traviesoatlotquedófrenteasupareja,mozaarrogantey fea,derudasmanos, pelo aceitoso y cara negra, que le llevaba de estatura casi toda lacabeza.Elmuchachoprotestó,encarándosecon losmúsicos.Nadade llarga;queríabailarlacurta.La«larga»yla«corta»eranlosdosúnicosbailesdelaisla. Febrer no había llegado nunca a distinguirlos: una simple variación deritmo,pueslamúsicayladanzasiempreparecíaniguales.

La moza, con un brazo doblado sobre la cintura en forma de asa ypendienteelotroalolargodelahuecafaldamenta,comenzóagirar.Nodebíahacermás:éstaeratodasudanza.Bajabalosojos,fruncíalaboca,comoeraderigor,conungestodevirtuosodesprecio,cualsibailasecontrasuvoluntad,y así giraba y giraba, trazando en sus evoluciones sobre el suelo grandesnúmeros ochos. El bailarín era el hombre. Reproducíase en esta danzatradicional, inventada sindudapor losprimerospobladoresde la isla, rudospiratasdelaedadheroica,laeternahistoriadeloshumanos,lapersecuciónylacazadelahembra.Ellagirabafríaeinsensible,conlaaltivezasexualdeunavirtud ruda, huyendo de los saltos y contorsiones varoniles, presentando laespalda con gesto de desprecio, y el fatigoso trabajo de él consistía encolocarse siempre ante sus ojos, en ponerse ante su paso, en salirle alencuentroparaquelevierayleadmirase.Elbailarínsaltabaysaltabasinreglaalguna, sinotradisciplinaque la del ritmode lamúsica, rebotando sobre elsuelo con incansable elasticidad. Unas veces abría los brazos con gestoagresivodedominador,otraslosreplegabasobrelaespalda,echandolospiesenalto.

Era más que baile un ejercicio gimnástico, un delirio de acróbata, unmovimientofrenéticocomoeldelasdanzasguerrerasdelastribusafricanas.La hembra no sudaba ni enrojecía: continuaba sus vueltas fríamente, sinapresurarelpaso,mientraselcompañero,poseídodelvértigodelavelocidad,jadeabaconelrostrocongestionado,retirándosetrémulodefatigaalospocosminutos. Cada atlota podía bailar con varios hombres sin esfuerzo alguno,rindiéndolos. Era el triunfo de la pasividad femenil, que sonríe ante lajactancia arrogante del sexo contrario, sabiendo que acabará por verlohumillado...

La salida de la primera pareja pareció arrastrar a los demás. En unmomento,todoelespaciolibrequehabíaantelosmúsicossecubriódefaldaspesadas, bajo cuyo rígido y múltiple ruedo movíanse los pequeños pies,metidos en blancas alpargatas o amarillos zapatos. Las anchas bocas de los

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pantalonescimbreábanseaunladoyaotroconelrápidomovimientode lossaltosoelenérgicopateoquehería la tierra levantandonubecillasdepolvo.Losbrazosvaronilesescogíancongalantezarpazoentrelasatlotasagrupadas.«¡Tú!...»Ya estemonosílabo seguíanel tirónde conquista, los empellones,que equivalían aun títulomomentáneodepropiedad, todos los extremosdeunapredilecciónrudamenteancestral,deunagalanteríaheredadaderemotosabuelos en la época obscura en que el palo, la pedrada y la lucha a brazopartidoeranlaprimeradeclaracióndeamor.

Algunosatlotsquesehabíanvistoprecedidosdeotrosmásaudacesenelescogimientodelasparejaspermanecíaninmóvilescercadelcorro,vigilandoasuscompañerosparasucederles.Cuandoveíanaldanzaríncongestionadoysudoroso por los saltos, extremando sus esfuerzos para seguir adelante,llegábanse a él, tirándole de un brazo para apartarlo. «¡Déixamela!» Yocupabansupuestosinmásexplicación,saltandoyacosandoalahembraconel empuje de su frescura, sin que ella pareciese percatarse del cambio depareja,puescontinuabasusvueltasconlavistabajayelgestodesdeñoso.

Jaimeviopor primeravez en las evolucionesdel baile aMargalida, quehastaentonceshabíapermanecidoocultaentresuscompañeras.

¡Hermosa «Flor de almendro»! Febrer la encontraba más bella alcompararlaconsusamigas,morenasycurtidasporelsolyeltrabajo.Supielblanca,deuna suavidadde flor, susojoshúmedosybrillantesdeanimalillodulce,sucuerpoesbeltoyhastalasuavidaddesusmanos,laseparaban,comosifuesedeunarazadistinta,deaquellascompañerasnegruzcas,seductorasporsujuventud,enérgicasyguapotas,peroqueparecíantalladasahachazos.

Contemplándola,pensabaJaimequeaquellamuchacha,enotroambiente,podía haber sido una criatura adorable. Él creía entender algo de esto.Adivinabaen«Flordealmendro»unsinnúmerodedelicadezas,delasqueellamisma no se daba cuenta. ¡Lástima que hubiese nacido en esta isla para nosalirdeellajamás!...¡Ysubellezaseríaparaalgunodeaquellosbárbarosquela admiraban con perruna mirada de ansiedad! ¡Tal vez para el Ferrer, elodiosoverroqueparecíaprotegerlosatodosconsusojossombríos!...

Cuandofuesecasadacultivaríalatierra,comolasotras:sublancuradeflorse marchitaría, amarilleando; sus manos se tornarían negras y escamosas;acabaría siendo igual a su madre y a todas las payesas viejas, una hembraesqueleto, retorcida y nudosa, lo mismo que un tronco de olivo... Febrerentristecíaseconestospensamientoscomoanteunagraninjusticia.¿Dedóndehabría sacado este retoño el simple Pep, que estaba a su lado? ¿Por quéobscura combinación de raza había podido nacer Margalida en CanMallorquí?...¿Yhabríadeagostarseestaflorescenciamisteriosayperfumadadel tronco payés lo mismo que los otros brotes rudos que crecían junto a

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ella?...

Algo extraordinario distrajo a Febrer de estos pensamientos. Seguíansonandolaflauta,eltamborilylascastañolas,saltabanlosdanzarines,girabanlasatlotas,peroenlosojosdetodosbrillabaunamiradadealarmainteligente,una expresión de solidaridad defensiva. Los viejos cesaban en suconversación, mirando hacia la parte que ocupaban las mujeres. «¿Qué es?¿quées?»ElCapellanetcorríaporentre lasparejas,hablandoaloídode losbailarines.Éstossalíansedelcorroconlasmanosenlafaja,ydesapareciendounossegundosvolvíaninmediatamenteaocuparsusitio,mientraslasatlotasseguíangirando.

Pepsonriólevementealadivinarloqueocurría,yhablóaloídodelseñor.«Nada:lodetodoslosbailes.Habíapeligro,ylosatlotsponíanenseguridadsusarreglos.»

Estos «arreglos» eran las pistolas y los cuchillos que llevaban losmuchachoscomotestimoniodeciudadanía.Duranteunosinstantes,Febrerviosaliraluzlasarmasmásestupendasyenormes,disimuladasprodigiosamenteen aquellos cuerpos enjutos y esbeltos. Las viejas las reclamaban con susmanos huesosas, deseando compartir el riesgo, brillando en sus ojos lavehemenciadeunheroísmoagresivo. ¡Tiemposmalditosde impiedad losdeahora, enque semolesta a lasgentesy se atenta a las antiguas costumbres!«¡Aquí!¡aquí!»Yagarrandolosmortaleschismes,losescondíanbajoelruedode innumerables hojas de sus faldas y zagalejos. Las madres jóvenes searrellanabanensusasientosyabríanelángulodelasabultadaspiernas,comoparaofrecermayorespacioalguerreroescondrijo.Unasaotrassemirabanlasmujeres con belicosa resolución. «¡Que viniesen aquellasmalas almas!... Sedejaríanhacerpedazosantesquemoversedesusitio.»

Febrer vio brillar algo en un camino que conducía a la iglesia. Erancorreajesyfusiles,ysobreéstoslasblancascogoterasdelostricorniosdeunaparejadelaGuardiacivil.

Los dos soldados del orden se aproximaron lentamente, con ciertodesmayo, convencidos sin duda de haber sido adivinados de lejos y llegardemasiado tarde. Jaime era el único que los miraba; los demás fingían noverles,conlacabezabajaopuestoslosojosendistintadirección.Losmúsicostocaban con más fuerza, pero las parejas se iban retirando. Las atlotasabandonabanalosmozosparairaconfundirseenelgrupodemujeres.

—¡Buenastardes,señores!...

A este saludo del guardia más antiguo contestó el tamboril callando ensecoydejandosolaalaflauta.Éstatodavíagangueóunascuantasnotas,queparecieroncontestarirónicamentealasalutación.

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Hubo un largo silencio. Algunos contestaron con un leve «¡Tengui!» alsaludodelapareja,perotodosfingíannoverla,ymirabanaotraparte,comosilosguardiascareciesendepresenciareal.

Elsilenciopenosopareciómolestaralosdossoldados.

—Vaya,siganustedes—continuóelmásviejo—.Pornosotrosquenopareladiversión.

Hizoungestoalosmúsicos,yéstos,incapacesdedesobedecerennadaalaautoridad,acometieronunamúsicamásvivayendiabladamentealegrequeladeantes.¡Perocomositocasenamuerto!...Todospermanecíaninmóvilesyenfurruñados,pensandocómopodríaacabarestainesperadapresentación.

La pareja, acompañada por el repiqueteo del tamboril, las cabriolasmusicalesdelaflautaylarisasecayestridentedelascastañuelas,comenzóamoverseentrelosgruposdeatlotsexaminándolos.

—Tú,galán—decíaconpaternalautoridadelmásantiguodelapareja—,¡brazosenalto!

Yeldesignadoobedecíamansamente,sinelmenorintentoderesistencia,casiorgullosodeestadistinción.Conocíasusdeberes.El ibicencohanacidoparatrabajar,vivir...yserregistrado.¡Noblesinconvenientesdeservalerosoyque le tengan a uno cierto miedo!... Y cada atlot, viendo en el registro untestimonio de su mérito, levantaba los brazos y avanzaba el vientre,prestándosesatisfechoalmanoseodelosguardias,mientrasmirabaorgullosohaciaelgrupodelasmuchachas.

Febrer se dio cuenta de que los dos soldados fingían no reparar en lapresenciadelFerrer.Parecíanno reconocerlo; levolvían la espalda.Pasaronvariasvecesjuntoaél,registrandominuciosamentealosqueestabanasuladoyhaciendovisiblealardedenofijarseenelverro.

Pep habló al oído del señor en voz queda, con acento de admiración.«Aquellas gentes del tricornio sabían más que el diablo. No registrando alverroleinferíanuninsulto.Demostrabannotenerlemiedo;leponíanapartedelos demás, eximiéndole de una operación por la que iban pasando todas laspersonas.»Siemprequeencontrabanalverroconotrosmozos, registrabanaéstos,sintocarnuncaaaquél.Deestemodo,losatlots,pormiedoaperdersusarmas, acababanpor evitar el trato con el héroe y huían de él comode unaatraccióndelpeligro.

Continuabaelregistroalsondelamúsica.ElCapellanetseguíaalaparejaensusevoluciones,plantándosesiempreanteelguardiaviejocon lasmanosen la faja, mirándole tenazmente con una expresión entre amenazadora ysuplicante.Elguardiaparecíanoverle,buscabaalosotros,peroapocovolvía

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atropezarseconelmuchacho,quelecerrabaelpaso.Elhombredeltricornioacabóporsonreírbajoeldurobigoteyllamóasucamarada.

—Tú—dijo,designándolealmuchacho—registraaesteverro.Debeserdecuidado.

ElCapellanet,perdonandoel tonozumbóndelenemigo,estirólosbrazostodocuantopudoparaquenadiedejasedeenterarsedesuimportancia.Yasehabía alejado el guardia, luego de hacerle unas cosquillas en el ombligo,cuandotodavíaguardabasuactituddehombretemible.Despuéscorrióhaciael grupo de mozas, para ufanarse del peligro que acababa de arrostrar.Afortunadamente,elcuchillodelabueloestabaencasa,bienguardadoporsupadreenunlugarqueéldesconocía.«Sillegoatraerlo,meloquitan.»

Los guardias cansáronse pronto de este registro infructuoso. El guardiamás antiguo miraba maliciosamente, como un perro que husmea, hacia elgrupo demujeres. Por allí cerca debía estar el escondrijo. ¡Pero cualquierahacía mover a las secas y negruzcas matronas de sus asientos! Bien clarohablaban los ojos hostiles de estas damas. Habría que arrastrarlas a vivafuerza,yeranseñoras.

—¡Caballeros,buenastardes!

Y se echaron los fusiles al hombro, rechazando la amable solicitud dealgunosmozosquehabíancorridoalatabernaparatraerunascopas.«Selasofrecíansinrencorysinmiedo;alfintodoseranunosyvivíanenlaestrechezde la isla.» Pero los guardias insistieron en su negativa. «Se agradece; loprohíbe el reglamento.» Y se marcharon, tal vez para emboscarse a cortadistanciayrepetirelregistroalanochecer,cuandolagentevolviesedispersaasusalquerías.

Al alejarse este peligro cesaron de sonar los instrumentos. Febrer vio alCantó que se apoderaba del tamborcillo, sentándose en el espacio libre queantesocupabanlosbailarines.Lasgentesseagruparonensemicírculofrenteaél.Lasrespetablesmatronasavanzabansussilletasdeespartoparaoírmejor.Iba a cantar uno de aquellos romances que sacaba de su cabeza; una«relación»cortadaausodelpaísporunalarido tembloroso,gorjeodedolorqueseibaprolongandomientraselcantanteteníaaireenlospulmones.

Golpeóconelpalilloelparchelentamenteparadarunatétricagravedadasucantomonótono,soñolientoytriste.«¡Cómoqueréis,amigos,quecante,sitengo el corazón destrozado!...» Y a continuación un gorjeo estridente, unquejidointerminabledeavemoribunda,enmediodelgeneralsilencio.Todosmirabanalcantor,noviendoenélalatlot,perezosoyenfermo,despreciableporsuinutilidadparaeltrabajo.Enelrudimentariomagíndetodoselloslatíaalgo confuso que les impulsaba a respetar las palabras y quejidos delmozo

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débil.Eraalgoextraordinarioqueparecíapasarcon rudobatirdealas sobresusalmasprimitivas.

La voz del Cantó lloriqueaba hablando de una mujer insensible a susquejas;yalcompararsublancuraconlaflordelalmendro,todosvolvieronlavistaaMargalida,quepermanecíaimpasible,sinruboresvirginales,habituadaaestoshomenajesdeburdapoesía,queeranelpreludiodetodogalanteo.

Continuaba el Cantó sus lamentos, enrojeciéndose con el esfuerzo delcacareodolorosoquedabarematealasestrofas.Supechoangostojadeabaconel esfuerzo; dos rosetas de enfermiza púrpura coloreaban sus pómulos;dilatábase su débil cuello, marcándose en él las venas con azul relieve.Siguiendolacostumbre,ocultabapartedelrostroenunpañueloquesosteníacon el brazo apoyado en el tamboril. Febrer sentía congoja al escuchar estavozdoliente.Creíaqueibaadesgarrarsesupecho,aestallarsugarganta;perolos oyentes, habituados al canto bárbaro, tan anonadador como la danza, noparaban atención en la fatiga del cantor ni se cansaban de su interminablerelato.

Un grupo de atlots separándose del corro que rodeaba al poeta, pareciódeliberaryseaproximóluegoadondeestabanloshombresgraves.Veníanenbusca del siñó Pep el de Can Mallorquí, para hablar con él de asuntosimportantes.VolvíanlaespaldacondesprecioasuamigoelCantó,uninfelizquenoservíaparaotracosaqueparadedicartrovosalasatlotas.

Elmás atrevido del grupo se encaró conPep.Querían hablar del festeigconMargalida; recordabanal padre supromesade autorizar el cortejode lamuchacha.

Elpayésmiróelgrupodetenidamente,comosicontasesunúmero.

—¿Cuántossois?...

Sonrió el que llevaba la voz. Eran muchos más. Representaban a otrosatlotsquesehabíanquedadoenelcorroescuchandolacanción.Loshabíadediferentes cuartones. Hasta de San Juan, en el extremo opuesto de la isla,vendríanmozosparacortejaraMargalida.

Pep,apesardesufalsogestodepadreintratable,enrojecíayapretabaloslabios con mal disimulada satisfacción, mirando de reojo a los amigossentadosjuntoaél.¡QuéhonorparaCanMallorquí!Nuncasehabíaconocidoun galanteo como éste. Jamás sus compañeros habían visto a sus hijas tancortejadas.

—¿Sereuvint?—preguntó.

Los atlots tardaron en contestar, ocupados en cálculos mentales,murmurandonombresdeamigos.¿Veinte?...Más,muchosmás.Podíacontar

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conunostreinta.

Elpayésextremósu falsa indignación. ¡Treinta! ¿Creíanacasoqueélnonecesitaba descanso y que iba a pasar la noche en vela presenciando susgalanteos?...

Luegosecalmó,entregándoseacomplicadoscálculosmentales,mientrasrepetíapensativo,conexpresióndeasombro:«¡Trenta!...¡trenta!

Sudecisiónfueautoritaria.Élnopodíadedicaralnoviazgomásquehoraymedia de la noche. Siendo treinta, salían a tres minutos por cabeza. Tresminutos,contadosrelojenmano,parahablarcadaunoconMargalida:niunminutomás. Noches de noviazgo, la del jueves y la del sábado. Cuando élhabía cortejado a su mujer eran muchos menos los pretendientes, y sinembargo, su suegro, un hombre al que jamás vio nadie reír, no le concediómayor tiempo... Mucha formalidad, ¿eh? Nada de rivalidades y riñas. Alprimeroquefaltasea loconvenido,éleramuynombreparahacerlepasar lapuertaapalos;ysiresultabaprecisocogerlaescopeta,lacogería.

ElbuenPep,satisfechodepoderfingirunabravurasinlímitesacostadelrespeto de los pretendientes de su hija, amontonaba bravata sobre bravata,hablando de matar al que faltase a lo convenido, mientras los atlots leescuchabanconlavistahumildeyunamuecadeironíadebajodelanariz.

Eltratoquedócerrado.EljuevespróximoseríalaprimeraveladaenCanMallorquí.Febrer,quehabíaescuchadolaconversación,miróalverroquesemanteníaaparte,comosisugrandezanolepermitieradescenderalosmíserosregateosdeestearreglo.

Cuandosealejaronlosmuchachosparaincorporarsealcorro,discutiendoen voz baja elmodo de repartirse los turnos, cesó elCantó en su lastimerapoesía, lanzando el último cacareo con voz dolorosa, que parecía desgarrardefinitivamente su pobre garganta. Se limpió el sudor y luego se llevó lasmanosalpecho;sucaraeradeunrojoamoratado;pero lagente levolvía laespalda,olvidadayadeél.

Las atlotas, con una solidaridad de sexo, envolvían a Margalida envehementesmanoteos, laempujaban,pidiéndolaquecantaseparacontestaraloquehabíadichoelcantorsobrelafalsedaddelasmujeres.

—¡Novullc!¡novullc!—contestaba«Flordealmendro»,agitándoseentrelosbrazosdesuscompañeras.

Ytansinceraerasuresistencia,quealfinintervinieronlasmujeresviejas,defendiéndola.«¡Dejadalaatlota!Margalidahabíavenidoparadivertirseynopara entretener a los demás. ¿Creían empresa fácil sacarse de la cabezarepentinamenteunacontestaciónenverso?...»

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El tamborilero había recobrado el instrumento de manos del Cantó, ygolpeaba con su baqueta el redondo parche. La flauta parecía gargarizarrápidas escalas, antes de emprender la adormecedora melodía de africanoritmo.¡Sigaelbaile!...

Comenzaba a ocultarse el sol. La brisa venida del mar refrescaba loscampos. Las gentes, que parecían dormidas en la pesadez ardorosa delambiente, agitábanse ahora con vivo movimiento, como si la frescura lasespolease.

Los atlots gritaban a un tiempo contradictoriamente, con agresivavehemencia,dirigiéndosealosmúsicos.Unospedíanlallarga,otroslacurta:todos se sentían fuertes e imperiosos en su voluntad. La ferretería mortaloculta bajo los zagalejos de las mujeres había vuelto a sus fajas, y con elcontacto de estos acompañantes cada uno sentía nueva vida, unrecrudecimientodesusarrogancias.

Losmúsicos rompieron a tocar lo que les pareciómejor, echóse atrás elgentío curioso, yotravez en el centrode laplazavolvieron adar saltos lasblancasalpargatas,aagitarse,rígidos,losruedosdelasfaldasazulesyverdes,mientrasarribaondeabanlospicosdelospañuelossobrelasgruesastrenzas,osemovíancomoborlasrojaslasfloresquellevabanlosatlotsenlasorejas.

JaimeseguíamirandoalFerrerconlairresistibleatraccióndelaantipatía.Manteníase el verro silencioso y como distraído entre sus admiradores, queformabancorroen tornodeél.Parecíanovera losdemás, fijossusojosenMargalida con una expresión dura, cual si pretendiese vencerla bajo estamirada que infundía miedo a los hombres. Cuando el Capellanet, con susentusiasmos de aprendiz, se aproximaba al verro éste dignábase sonreír,viendoenélaunparientepróximo.

Los mismos atlots que habían hablado del noviazgo con el siñó PepparecíanintimidadosporlapresenciadelFerrer.Salíanlasmuchachasabailar,sacadas por los mozos, y Margalida permanecía al lado de su madre,contempladacodiciosamenteportodos,perosinquenadieosaseavanzarparainvitarla.

Elmallorquínsintiórenacerenél lasaficionescamorristasdesuprimerajuventud.Odiabaalverro;sentíacomounavagaofensainferidaasupersonaalverelterrorqueinspirabaatodos.¿Ynohabríaquienledieseunabofetadaaestefantasmónvenidodelpresidio?...

Un atlot avanzó hasta Margalida, tomándola la mano. Era el Cantó,sudorosoytrémuloaúnporsurecientefatiga.Erguíase,comosisudebilidadfueseunanuevafuerza.Lablanca«Flordealmendro»comenzóagirarsobresuspequeñospies,yélsaltóysaltó,persiguiéndolaensusevoluciones.

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¡Pobremuchacho!Jaimesentíaunaimpresióndeangustia,adivinandolosesfuerzos de aquella pobre voluntad para dominar la fatiga de su cuerpo.Respirabajadeante,alospocosminutosletemblabanlaspiernas,peroapesarde esto sonreía, satisfecho de su triunfo. Contemplaba amorosamente aMargalida,ysivolvíalavistaeraparamiraraltivamentealosamigos,quelecontestabancongestosdelástima.

Aldarunavuelta,estuvopróximoacaer;aldarungransalto,susrodillassedoblaron.Todosesperabandeunmomentoaotroverletendidoenelsuelo;peroélseguíabailando,adivinándoseelesfuerzodesuvoluntad,suresolucióndeperecerantesqueconfesarsuflaqueza.

Secerrabanyasusojosconelvértigo,cuandosintióqueletocabanenunhombro,segúncostumbre,paraquecedieselapareja.

EraelFerrer,queselanzabaabailarporprimeravezenlatarde.Sussaltosfueron acogidos con unmurmullo de aplauso. Todos le admiraban, con esacobardíacolectivadelamultitudtemerosa.

Elverro,viéndoseaplaudido,extremaba losmovimientosycontorsiones,persiguiendoa supareja, saliéndolaalpaso,envolviéndolaen lacomplicadareddesusmovimientos,mientrasMargalidagirabaygirabaconlavistabaja,evitandoelencuentrodesusojosconlosdeltemiblegalán.

En ciertos momentos, el Ferrer, para demostrar su vigor, con el bustoechadoatrásylasmanosenlaespalda,saltabaaconsiderablealtura,comosiel suelo fuese elástico y sus piernas acerados resortes. Estos saltos hacíanpensaraJaime,conunasensaciónderepugnancia,encarcelariasevasionesoencanallescosduelosacuchillo.

Pasabael tiempoyaquelhombreparecíanofatigarse.Sehabíanretiradounasparejas,habíasidosustituidoenotraselbailarínvariasveces,yelFerrercontinuaba su danza violenta, siempre sombrío y desdeñoso, como si fueseinsensiblealcansancio.

ElmismoJaimereconocíaconciertaenvidiaelvigordeltemibleherrero.¡Quéanimal!...

Deprontoviocómobuscabaalgoensufajayavanzabaunamanohaciaelsuelo,sindetenerseensusevolucionesysaltos.Unanubedehumoseesparciósobre la tierra, y entre susblancasvedijasmarcáronse,pálidosy sonrosadosporlaluzdelsol,dosrápidosfogonazos.Acontinuaciónsonarondostruenos.

Las mujeres agrupáronse chillando con instantáneo susto; los hombresquedaron indecisos;peroalmomento, reponiéndose todos,prorrumpieronengritosdeaprobaciónyaplausos.

¡Muybien!ElFerrerhabíadisparadolapistolaalospiesdesupareja:la

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suprema galantería de los hombres valientes; elmayor homenaje que podíarecibirunaatlotadelaisla.

YMargalida,mujeralfin,siguióbailando,sinhaberlaimpresionadograncosa,comobuenaibicenca,elestampidodelapólvora.FijabaenelFerrerunamiradadeagradecimientoporsubravura,quelehacíadesafiarlapersecuciónde la Guardia civil, tal vez próxima; contemplaba después a sus amigas,temblorosasdeenvidiaporestehomenaje.

HastaelmismoPep,congranindignacióndeJaime,mostrábaseorgullosodelosdostirosdisparadosalospiesdesuhija.

Febrer era el únicoquenoparecía entusiasmadopor estahazañagalantedelverro.

«¡Malditopresidiario!...»Nosabíaciertamenteelmotivodesufuria,peroeraalgoinevitable...Aeste«tío»lepegaríaél.

IV

Llegóelinvierno.Elmarbatiófurioso,enciertosdías,lacadenadeislasypeñascosqueformaentreIbizayFormenteraunamuralladerocas,aportilladapor estrechos y freos. En estos pasadizos marítimos, las aguas, antestranquilas, de un azul profundo que refleja los fondos de arena,arremolinábanse lívidas, chocando contra las costas y las rocas sueltas, quedesaparecíanyemergíanenlaespuma.

EntrelaisladelEspalmadoryladelosAhorcados,dondeseabreelpasoparalosgrandesbuques,deslizábanseéstosteniendoquelucharconelímpetusordo de las corrientes y los dramáticos y ruidosos golpes de agua. Lasembarcaciones de Ibiza y Formentera tendían la lona de su velamen paranavegaralabrigode los islotes.Lassinuosidadesdeeste laberintode tierrasmarítimaspermitíanalosnavegantesdelarchipiélagodelasPitiusasirdeunaisla aotrapordistintosderroteros, conarregloa ladirecciónde losvientos.Mientras en un lado del archipiélago mugía el mar, en el otro manteníaseinmóvilyprofundo, conunapesadezdeaceite.En los freosamontonábanselasolasconremolinosfuriosos,perobastabaungolpedebarra,unadesviacióndelaproa,paraquedaralabrigodeunaisla,balanceándoselabarcaenaguastranquilas, paradisíacas, límpidas, con un fondo visible de extrañasvegetaciones, en el que bullían los peces entre chisporroteos de plata yrelámpagosdecarmín.

El cielo amanecía nublado los más de los días, y el mar ceniciento. ElVedrá parecíamás enorme,más imponente, alzando su cónica aguja en esta

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atmósfera tempestuosa. El mar se despeñaba en cataratas dentro de lascavidadesdesuscuevas,congigantescoscañonazos.Lascabrassilvestres,ensusalturas inaccesibles, saltabandemesetaenmeseta,yúnicamentecuandorodabaeltruenoenelazulsombríoylosrayoscomoserpientesígneasbajabancon veloz angulosidad a beber en el inmenso abrevadero delmar huían lastímidasbestias conbalidosde terror a refugiarse en las oquedades cubiertasporelramajedelassabinas.

Febrer iba de pesca con el tíoVentoleramuchos días demal tiempo.Elviejoconocíabiensumar.AlgunasmañanasqueJaimesequedabaenellechoviendofiltrarsepor las rendijas la luz lívidaydifusadeundía tempestuoso,tenía que levantarse apresuradamente al oír la voz de su compañero, que«cantabalamisa»acompañandoloslatinajosconpedradasalatorre.«¡Arriba!Eldíaerabuenoparalapesca.Ibanacogermucho.»YcuandoFebrerparecíainquietocontemplandoelmaramenazador,leexplicabaelviejoquealabrigodelaparteopuestadelVedráencontraríanaguastranquilas.

Otras veces, enmañanas esplendorosas, aguardaba Febrer inútilmente lallamada del viejo. Pasaban las horas. Tras la luz rosada del amanecermarcábanse en las rendijas las barras de oro de la luz solar. Pero en vanotranscurríaeltiempo:nimisacantadanipedradas.EltíoVentolerapermanecíainvisible.Luego,alabrirsuventana,contemplabauncielolímpido,luminoso,conelesplendorsuavedelsolinvernal,peroelmarestabaagitado,ondeandosinespumaysinestrépitoaimpulsosdeunvientopeligroso.

Las lluvias cubrían la isla de un manto gris, en el que apenas sí semarcaban con indecisos contornos las montañas próximas. En las cumbreslloraban lospinospor todos los filamentosde su follajey lagruesacapadehumus seempapabacomounaesponja, expeliendo líquidobajo lahuelladelospies.Enlascalvasalturasdelacosta,derocaviva,amontonábaselalluvia,formandotumultuososarroyosquesaltabandepeñaenpeña.

Las anchas higueras temblaban como enormes paraguas rotos, dejandoentrar el agua en el amplio recinto cobijado por su cúpula. Los almendros,desnudos de hojarasca, temblaban como negros esqueletos. Los profundosbarrancosllenábansedeaguasmugientesquerodabaninfecundashaciaelmar.Los caminos, empedrados de guijarros azules, entre altos ribazos de piedraseca, convertíanse en cataratas. La isla, sedienta y empolvada durante granpartedel año,parecía repelerpor todos susporos esta exuberanciade lluviainvernal,comounenfermorepeleelmedicamentoenérgicoytardíodedifícilasimilación.

En estos días de aguacero,Febrer permanecía encerrado en su torre.Eraimposibleiralmareimposibletambiénsalirconlaescopetaporloscamposde la isla.Las alquerías estabancerradas, con susblancos cubosmanchados

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por los raudales de lluvia, sin más vida que el hilo de humo azul que seescapabadelosagujerosdelaschimeneas.

Obligadoalainercia,elseñordelatorredelPiratavolvíaareleeralgunode lospocos librosadquiridosensusviajesa laciudado fumabapensativo,recordando aquel pasado del que había querido huir... ¿Qué ocurriría enMallorca?¿Quédiríansusamigos?...

Sumidoenestainmovilidadforzosa,cuandolefaltabaladistraccióndelosejerciciosfísicosacordábasedelavidaanterior,cadavezmáslejanaeindecisaen sumemoria.Creía que era la vidadeotro; algoquehabía presenciadoyconocíaconexactitud,peropertenecientealahistoriadeunaexistenciaajena.¿EnrealidadaquelJaimeFebrerquehabíarodadoporEuropayhabíatenidosushorasdeorgulloyde triunfoeraelmismoquehabitabaahorauna torrejunto al mar, rústico, barbudo y casi salvaje, con alpargatas y sombrero depayés,máshabituadoal ruidode lasolasyelchillidode lasgaviotasquealtratodeloshombres?...

SemanasanteshabíarecibidounasegundacartadesuamigoToniClapés,elcontrabandista.Estabaescrita tambiénenuncafédelBorne:cuatro líneasgarrapateadas de prisa para hacer presente su buen recuerdo. Aquel amigorudo y bondadoso no le olvidaba; ni siquiera parecía ofendido por haberquedadosinrespuestasucartaanterior.LehablabadelcapitánPablo.Siempreenfadado con Febrer, pero moviéndose hábilmente para desenmarañar susasuntos.ElcontrabandistateníafeenValls.Eraelmáslistodeloschuetasygenerosocomoningunodeellos.IndudablementesacaríaaflotelosrestosdelafortunadeJaime,yéstepodríapasarsuexistenciaenMallorcatranquiloyfeliz.Másadelanterecibiríanoticiasdelcapitán.Vallsnoqueríahablarhastaquetodoestuvieseresuelto.

Febrermovió los hombros al enterarse de estas esperanzas. «¡Bah!Todoterminado...» Pero en los días tristes de invierno su resignación se revolvíacontraestaexistenciademoluscorecluidoensucaparazóndepiedra.¿Ibaavivir siempre así?... ¿No era torpeza haberse encerrado en este rincón,teniendoaúnjuventudybríosparalucharenelmundo?...

Sí;eraunatorpeza.Muyhermosalaislaysurománticoalberguedurantelos primeros meses, cuando lucía el sol, estaban verdes los árboles y lascostumbresisleñasejercíansobresuánimoelencantodeunanovedadbizarra.Perohabíavenidoelmal tiempo, la soledadera intolerable,y lavidade loscampesinos se le aparecía con toda la rudeza de sus bárbaras pasiones.Aquellospayesesvestidosdepanaazul,consusfajasycorbatasdecolorysusflores detrás de las orejas, le habían parecido en los primeros momentosfigulinas originales creadas únicamente para servir de adorno a los campos,coristas de una opereta pastoril lánguida y dulzona; pero ahora los conocía

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mejor,eranhombrescomolosdemás,yhombresbárbaros,enlosqueelrocedelacivilizaciónapenashabíalogradounlevepulimento,conservandotodaslasangulosidadescortantesde su rudezaancestral.Vistosde lejos,porcortotiempo,seducíanconelencantodelanovedad;peroélhabíapenetradoensuscostumbres,casieraunodeellos,ylepesabacomounacaídaenlaesclavitudesta existencia inferior, en la que chocaba a cada instante con ideas yprejuiciosdesupasado.

Debía alejarse de este ambiente; pero ¿adonde ir? ¿cómo escapar?... Erapobre.Todosucapitalconsistíaenunascuantasdocenasdedurosquehabíatraído de su fuga deMallorca, cantidad que conservaba aún gracias a Pep,tenaz en su negativa a aceptar remuneración alguna.Allí debía permanecer,clavadoasu torrecomosifueseunacruz,sinesperarnada,sindesearnada,buscando en la anulación de su pensamiento una felicidad vegetativasemejante a la de las sabinas y tamariscos que crecían entre las peñas delpromontorio, o a la de las almejas agarradas para siempre a las rocassumergidas.

Traslargareflexiónconformábaseconsusuerte.Nopensaría,nodesearía.Además, la esperanza, que jamás nos abandona, hacíale columbrar laposibilidadconfusadealgoextraordinarioqueibaapresentarseasuhoraparaarrancarlo de tal situación. Peromientras esto llegaba, ¡cuán abrumadora lasoledad!...

Pepylossuyosconstituíansuúnicafamilia;perosindarsecuentadeello,obedeciendo tal vez a un confuso instinto, se alejaban cada vezmás de él.Jaimeserecluíaensuaislamiento,yellosseacordabanmenosdelseñor.

Hacía tiempo queMargalida no se presentaba en la torre. Parecía evitartodopretextoparaesteviaje,yhastasorteabalosencuentrosconFebrer.Eraotra:diríasequehabíadespertadoaunanuevaexistencia.Lasonrisainocenteyconfiadadesupubertadhabíasetrocadoenungestodereserva,comomujerqueconocelospeligrosdelcaminoymarchaconpasotardoyprudente.

Desdequeeraobjetodecortejoylosmozosacudíanasolicitarladosvecesporsemanaconarregloaltradicionalfesteig,parecíahabersedadocuentadegrandeseinesperadospeligrosqueantesnosospechaba,ypermanecíaalladode su madre, evitando toda ocasión de verse a solas con un hombre,ruborizándoseapenasunosojosvaronilessecruzabanconlossuyos.

Estegalanteonada teníadeextraordinariodentrode lascostumbresde laisla,peronoobstante,producíaenFebrersordacólera,comosivieseenélunatentado y un despojo. La invasión de Can Mallorquí por la atloteriabravucona y enamorada mirábala como un insulto. Había considerado laalqueríalomismoquesifuesesucasa;peroyaquellegabanestosintrusosyeranbienrecibidos,élsemarchaba.

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Además, sufría en silencio el despecho de no ser, como en los primerosdías,laúnicapreocupacióndelafamilia.Pepysumujerseguíancreyéndoloelseñor;Margalidaysuhermanolevenerabancomounserpoderosovenidodelejanas tierras,por ser Ibizaelmejor lugardelmundo;peroapesardeesto,otraspreocupacionesparecíanreflejarseensusojos.Lavisitadetantosatlotsylamodificaciónqueestohabíatraídoasuscostumbresleshacíasermenossolícitos con don Jaime. A todos ellos les inquietaba el porvenir. ¿QuiénmereceríaalfinserelmaridodeMargalida?...

Durante las noches de invierno, Febrer, recluido en su torre,miraba unalucecita que brillaba a sus pies: la de Can Mallorquí. No eran noches defesteig, lafamiliadebíaestarsola,cercadelhogar;peroélmanteníasefirmeen su aislamiento. No, no bajaría. Quejábase en su despecho hasta del maltiempo, como si quisiera hacer responsable de la frialdad invernal a estecambio que lentamente se había efectuado en sus relaciones con la familiapayesa.

¡Ay, lashermosasnochesdelveranoconsusveladasqueseprolongabanhastaaltashoras,viendotemblarlasestrellasenelcieloobscuro,másalládelborde negro del porche!... Sentábase Febrer bajo su techumbre con toda lafamilia y el tío Ventolera, que acudía atraído por la esperanza de algúnobsequio.Nuncaledejabanirsinunatajadadesandía,quellenabalabocadelviejoconladulcesangredesucarneroja,ounacopadefigolaperfumadadehierbasolorosasdelmonte.Margalida, losojospuestosenelmisteriode lasestrellas,cantaba romances ibicencosconvoz infantil,más frescaysuavealoído de Febrer que la brisa que poblaba de leves estremecimientos la azulconfusión de la noche. Pep contaba con aire de prodigioso explorador susestupendasaventurasentierrafirmedurantelosañosquehabíaservidoalreycomosoldadoenlosremotosycasifantásticospaísesdeCataluñayValencia.

Elperro,encogidoasuspies,parecíaescucharle,fijosenelamosusojosde suavemansedumbre, en cuyo fondo se reflejaba una estrella. De prontoincorporábase con nervioso impulso, y dando un salto desaparecía en laobscuridad, entre sonoro rumor de vegetaciones rotas. Pep explicaba estearranquesilencioso.Noeranada;algúnanimalqueandabaerranteyperdidoenlasombra:unaliebre,unconejoquehabíahusmeadoconsusensibleolfatode perro cazador. Otras veces se incorporaba lentamente, con gruñidos devigilantehostilidad.Alguienpasabaporcercadelaalquería;unasombra,unhombrecaminandodeprisa,conlaceleridaddelosibicencos,habituadosairrápidamente de un lado a otro de la isla. Si la sombra hablaba, contestabantodosasusaludo.Cuandopasabasilenciosa,fingíannoverla,lomismoqueelobscuroviandanteparecíanoenterarsedelaexistenciadelaalqueríaydelaspersonassentadasbajoelporche.

Era costumbre antiquísima en Ibiza no saludarse en campo raso apenas

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cerraba la noche. En los caminos se cruzaban las sombras sin una palabra,evitando el encuentro para no rozarse ni conocerse. Cada cual iba a sunegocio,averalanovia,abuscarelmédico,amatarauncontrarioenelotroextremodelaisla,pararegresarcorriendoypoderdecirquealamismahoraestaba con los amigos. Todo el que caminaba durante la noche tenía susrazonesparapasarinadvertido.Lassombrastemíanalassombras.Un«bona,nit!» o una petición de lumbre para el cigarro podían recibir comocontestaciónunpistoletazo.

Algunasvecesnopasabanadie ante la alquería,y sin embargo, elperro,avanzando el pescuezo, aullaba frente al vacío negro. A lo lejos parecíancontestarle aullidos humanos. Eran alaridos prolongados y salvajes quecortabancomoungritodeguerraelsilenciomisterioso:«¡Auuú!...»Ymuchomás lejos, debilitada por la distancia, contestaba otra fiera exclamación:«¡Auuú!...»

Elpayéshacíacallarasuperro.Nadateníandeextrañoestosgritos.Eranatlotsqueseaucabanenlaobscuridad,guiándoseporelsonidodesusgritostal vez para reconocerse y reunirse, tal vez para pelear, siendo el grito unllamamiento de desafío. Era probable que tras el aucamiento sonase unadetonación.¡Cosasdejóvenesydelanoche!...¡Adelante!Conlosdecasanoibanada.

Y Pep seguía el relato de sus viajes extraordinarios, bajo la mirada deasombro de su mujer, que escuchaba por milésima vez estas maravillas,siemprenuevas.

El tío Ventolera, por no ser menos, narraba historias de piratas y devalerososmarinerosdeIbiza,apoyándolasconeltestimoniodesupadre,quehabíasidopajeeneljabequedelcapitánRiquer,asaltandodetrásdeestehéroela fragata Felicidad, del temible corsario «el Papa». Entusiasmado por losrecuerdos heroicos, canturreaba con su voz trémula las coplas con que lamarineríaibicencahabíacelebradoeltriunfo;coplasencastellano,paramayorsolemnidad,ycuyaspalabrasdesfigurabaeltíoVentolera.

¿Dóndeestás,«Papa»valiente,

hombredetantovalor,

queportemoralamuerte

teescondisteenuncajón?...

Y la boca desdentada del marino seguía cantando las proezas de otrostiempos,comosidatasendeayer,comosilashubiesepresenciado,comosidepronto fuesen a flamear sobre aquella tierra envuelta en la obscuridad lasllamaradasdelastorresatalayasanunciandoundesembarcodeenemigos.

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Otras veces, con los ojos brillantes de codicia, hablaba de enormescaudales que los moros, los romanos y otros marineros rojos, a los quellamaba losmormandos,habíanenterradoencuevasde la costa, tapiándolasdespués.Susabuelossabíanmuchodeesto.¡Lástimaquemuriesensindecirpalabra!...RelatabalahistoriaverídicadelacavernadeFormentera,dondelosnormandoshabíanguardadolosproductosdesuspirateríasenEspañaeItalia:santosdeoro,cálices,cadenas,joyas,piedraspreciosasymonedasmedidasacelemines.Unespantosodragón,amaestradosindudaporloshombresrojos,velabaenelfondodelasimaconeltesorodebajodesupanza.Elimprudentequesedescolgabaleservíadepasto.Losmarinerosrojoshabíanmuertohacíamuchossiglos;eldragónhabíamuerto también;el tesorodebíaestaraúnenFormentera.¡Ay,quiénpudieseencontrarlo!...Yelrústicoauditoriotemblabadeemoción,sindudardelaexistenciadetalesriquezas,porelrespetoqueleinspirabalavejezdelnarrador.

¡Plácidas veladas aquéllas, que ya no se repetirían para Febrer! EvitababajarporlanocheaCanMallorquí,temerosodeestorbarconsupresencialasconversacionesdelafamiliaacercadelospretendientesdeMargalida.

Enlasnochesdefesteigexperimentabamayordesazón;ysinexplicarseelmotivo, asomábase a la puerta de la torre, mirando ávidamente hacia laalquería.Lamismaluz,elaspectodesiempre,peroélseimaginabaoírenelsilencio nocturno nuevos ruidos, ecos de cantos, la voz de Margalida. Allíestaría el Ferrer odioso, y aquel pobre diablo del Cantó, y todos los atlotsbárbarosyrudos,consustrajesridículos.¡GranDios!¿Cómohabíanpodidogustarleestoscampesinos?...¡Conloqueélhabíavistoenelmundo!...

Al día siguiente, al subir elCapellanet a la torre para llevar la comida adonJaime,éstelehacíapreguntassobreloocurridoenlanocheanterior.

Escuchando al muchacho, se imaginaba Febrer todos los accidentes delgalanteo. La familia cenaba de prisa, al anochecer, para estar pronta a laceremonia.Margalidadescolgabadel techode sucuarto la faldade fiesta,yluegodeponérsela,conelpañuelorojoyverdecruzadosobreelpecho,otromáspequeñoen lacabezayun largo lazodecintasalextremode la trenza,colocábaselascadenasdeoroquelehabíacedidosumadre,eibaasentarsesobreelabrigais,dobladoenunasilladelacocina.Elpadrefumabasupipadetabaco de pota; lamadre, en un rincón, tejía cestos de junco; el Capellanetasomábasefueradelacasa,bajoelamplioporche,enelcualibanreuniéndosesilenciosos losatlotscortejadores.Loshabíaqueestabanallídesdeunahoraantes, por ser vecinos; los había que llegaban polvorientos omanchados debarro,despuésdecaminardosleguas.Enlasnochesdelluviasacudíanbajoeltechado sus jaiques de burda capucha, herencia de los abuelos, o elmantónfemenilenqueseenvolvíancomoprendademodernaelegancia.

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Luego de acordar brevemente el orden que iban a seguir en suconversaciónconlamuchacha,latropaderivalesentrabaenlacocina,porsereninviernoelporcheunlugarfrío.Ungolpeenlapuerta.

—¡Avant qui siga!—gritaba Pep como si ignorase la presencia de loscortejantesyestuvieraesperandounavisitaextraordinaria.

Entraban mansamente, saludando a la familia. «¡Bona nit!¡Bona nit!»Tomabanasientoenunbanco,comoniñosdelaescuela,oquedabandepie,mirandotodosalaatlota.Juntoaellahabíaunasillavacía,ycuandofaltabaésta,elsolicitanteponíaseencuclillas,ausomoruno,hablandoalamuchachaenvozbajadurantetresminutos,bajolamiradahostildesusadversarios.Lamenorprolongacióndeestebreveplazoprovocaba toses, furiosasmiradasyreclamacionesamenazadorasamediavoz.Seretirabaelatlot,yotroalpuesto.El Capellanet reía de estas escenas, viendo en la tenacidad hostil de loscortejantesunmotivodeorgulloparaMargalidaylafamilia.

El noviazgo de su hermana no iba a ser como el de otras atlotas. LospretendientesparecíanleaPepetperrosrabiososquenosoltaríanfácilmentesupresa.Aélleolíaapólvoraeltalgalanteo,yestoloafirmabaconunasonrisadeorgullo,quehacíabrillarlablancuradesusdientesdelobeznoenelóvaloobscurodelacara.Ningunodelospretendientesadelantabasobrelosdemás.Endosmesesque llevabandenoviazgo,Margalidanohabíahechomásqueescuchar, sonreíry respondera todosconpalabrasque turbabana losatlots.Eramucho el talento de su hermana.Los domingos, al ir amisa,marchabadelante de sus padres acompañada por todos los pretendientes. Un ejército:donJaimeloshabíaencontradovariasveces.Lasamigas,alverla llegarconeste acompañamiento de reina, palidecían de envidia. Todos la asediaban,pugnando por arrancarla una palabra, un signo de preferencia, y ellacontestaba a todos con asombrosa discreción, manteniéndolos en perfectaigualdad,evitandoloschoquesmortalesquepodíansobrevenirrepentinamenteentreestajuventudbelicosa,armadaypocosufrida.

—¿YelFerrer?—preguntabadonJaime.

¡Malditoverro!Sunombresalíacondificultaddeloslabiosdelseñor,perosurecuerdoseestabamoviendodesdemuchoantesensumemoria.

El muchacho agitaba la cabeza negativamente. El Ferrer tampocoadelantaba gran cosa sobre sus rivales, y el Capellanet no parecía sentirlomucho.

Sehabíaenfriadoalgosuadmiraciónporelverro.Elamorembravecealoshombres,ytodoslosatlotspretendientesdeMargalida,alverleenfrentecomorival,yanoleteníanmiedoyhastaosabanatropellarsutemiblepersona.Unanochesehabíapresentadoconunaguitarra,proponiéndoseinvertirenmúsicas

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granpartedeltiempoquecorrespondíaaotros.AlllegarleelturnosecolocójuntoaMargalida, templósu instrumentoycomenzóaentonarcancionesdetierrafirmeaprendidasenelretirodeNiza.Peroanteshabíasacadodelafajaunapistoladedos cañones, dejándola con las llavesmontadas sobreunodesus muslos, pronto a cogerla y descerrajar un tiro al primero que leinterrumpiese.Silencioabsolutoymiradasimpasibles.Cantócuantoquiso,seguardólapistolaconairedevencedor;peroluego,alasalida,enlanegruradelos campos, cuando los atlots se dispersaban con auquidos de irónicadespedida,doscerteraspedradassalidasdelasombradieronconelbravucónenel suelo,ydurantevariosdíasdejódeacudir al cortejopornomostrarsecon la cabeza entrapajada. No había intentado saber quién fuese el agresor.Eranmuchoslosrivales,yademáshabíaquetenerencuentaasuspadres,tíosyhermanos,casilacuartapartedelaisla,prontosamezclarseporlahonradelafamiliaenunaguerradevenganzas.

—Pienso—decíaPepet—queelFerrernoes tanvalientecomodicen.¿Yustedquécree,donJaime?...

Cuando avanzaba la noche yMargalida había hablado ya con todos suscortejantes,elpadre,quedormíaenunrincón,prorrumpíaensonorobostezo.Aquel hombre de campo parecía adivinar durante su sueño el curso deltiempo.«¡Lasnueveymedia!...Adormir.¡Bonanit!»Ytodalaatloteria,trasestainvitación,abandonabalacasa,perdiéndoseenlaobscuridadsuspasosyrelinchos.

Pepet,alhablardeestasreuniones,enlasqueserozabacongentebrava,portadora de armas, volvía a acordarse del cuchillo del abuelo. ¿CuándohablaríadonJaimeasupadreparaqueleentregaseestajoyadefamilia?...Yaque retardaba la petición, debía acordarse de su promesa y regalarle otrocuchillo.¿Quépodíahacerunhombrecomoélfaltodetalcompañía?¿Dóndepresentarse?...

—Descansa—dijoFebrer—.Undíadeestosiréalaciudad.Cuentaconelregalo.

Y Jaime emprendió una mañana el camino de Ibiza, ansioso de nuevaexistencia, de renovar y variar sus impresiones fuera de la rusticidadcampestre.

Ibizaleparecióunagranciudad,aélquehabíacorridotodaEuropa.Lascasasenfila,lasacerasdeladrillosrojos,losbalconesconpersianas,todoloadmiróconlasimplezadeunsalvajedelinteriorquellegaaunafactoríadelacosta.Detúvoseantealgunasventanasconvertidasenescaparates,examinandolos géneros expuestos con la misma delectación que había contemplado enotraépocalaslujosasvitrinasdelosbulevaresodelRegentStreet.

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Unaplateríadeunchuetaleretuvolargotiempo.Admirabalascadenasdeorohuecofabricadasparalaspayesas,losbotonesdefiligranaconunapiedraenelcentro,reputandoensuinteriortodosestosobjetoscomolasobrasmásperfectasymaravillosascreadasporelartedeloshombres.¡Sientraseenlatiendaparacomprarunadocenadeaquellosbotones!...¡QuésorpresaladelaatlotadeCanMallorquícuandoélselosofrecieseparaadornarsusmangas!...Seguramentequelosaceptaríadeél,unseñorgravealquemirabaconrespetofilial.¡Enojosorespeto!¡Malditagravedadlacuya,queleestorbabacomounfardo abrumador!... Pero el heredero de los Febrer, el descendiente deopulentosmercaderesyheroicosnavegantes,tuvoquedesistirpensandoeneldinero que guardaba en su faja. Indudablemente no tenía bastante para talcompra.

Luego, en otra tienda adquirió un cuchillo para Pepet, el más grande ypesado que encontró, un arma absurda, capaz de hacerle olvidar la de sugloriosoabuelo.

Amediodía,Febrer,aburridodesuspaseossinobjetoporlaMarinaylasempinadascallejuelasdelaantiguaRealFuerza,entróenunapequeñafonda,laúnicadelaciudad,situadajuntoalpuerto.Allíencontróloshuéspedesdesiempre.Enelvestíbulo,unoscuantosmozosvestidosdepayeses,congorradecuartel:soldadosdelaguarniciónqueservíandeasistentes.Enelcomedor,oficiales subalternos de un batallón de cazadores, jóvenes tenientes quefumaban con aire aburrido y contemplaban a través de las ventanas, comoprisionerosdelmar,lainmensaextensiónazul.Mientrascomíanlamentábansedelamalasuertedesujuventud,inútilyperdidaenestepeñón.HablabandeMallorca como de un lugar de delicias; recordaban las provincias de tierrafirme,delasqueeranhijosmuchosdeellos,comoparaísosalosqueansiabanvolver.¡Lasmujeres!...Eraunanhelo,unansiaquehacíatemblarsusvocesyponía en sus ojos fulgores de locura. Pesaba sobre ellos, como cadena deinsufrible presidio, la casta virtud ibicenca, el exclusivismo isleño, recelosoparalosforasteros.Allínosebromeabaconelamor,noseperdíaeltiempoengalanteos;o la indiferenciahostil,oelnoviazgohonestoparacasarsecuantoantes. Palabras y sonrisas conducían rectamente al matrimonio; sólo eraposible el trato con las jóvenes para hablar de la formación de una nuevafamilia. Y esta juventud ruidosa, alegre, exuberante en jugos, sufría unsupliciotantalescoalhablardelasmuchachasmáshermosasdelaciudad.Lasadmirabanyvivíanapartedeellas,apesardemoverseenunestrechoespacioque les obligaba a continuos encuentros. Toda su ilusión era conseguir unalicenciaparavivirvariosdíasenMallorcaoen laPenínsula, lejosde la islavirtuosayhuraña,quesóloadmitíaalforasterocomomarido;embarcarseenbuscadeotrastierras,dondeerafácildarexpansiónasusdeseosexacerbados,igualesalosdelcolegialyelpresidiario.

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¡Las mujeres!... Aquellos jóvenes no hablaban de otra cosa; y Febrer,sentado a la granmesade la fonda, aprobaba en silencio sus palabras y suslamentaciones.¡Lasmujeres!...Lairresistibletendenciaquenosligaaellasesloúnicoquesemantienefirmedespuésdelostrastornosmoralesquecambianunavida;loquepermanecedepieenmediodeloscadáveresdeotrasilusionesdestrozadas por el cataclismo. Febrer sentía el mismo tedio de aquellosmilitares,laimpresióndehallarseencerradoenunacárceldeprivacionesquetenía por fosos el mar. Ahora le pareció la capital isleña una población deirresistiblemonotonía,consusseñoritasencerradasenunaislamientohurañoymonjil.Pensabaenelcampocomoenunlugardelibertad,consusmujeresde alma simple y afectos naturales, limitados solamente por un instintodefensivoigualaldelashembrasprimitivas.

Aquellamismatardesaliódelaciudad.Nadaquedabaenéldeloptimismode pocas horas antes. Las calles de la Marina eran nauseabundas; un olorinfectoseescapabadelascasas;enelarroyozumbabanenjambresdeinsectos,saltandodeloscharcosalsonarlospasosdeuntranseúnte.Elrecuerdodelascolinasinmediatasasutorre,perfumadasdeplantassilvestresyolorsalitrosodemar,parecíasonreírensumemoriaconunadulzuraidílica.

ElcarrodeunpayéslellevóhastacercadeSanJosé,yalsepararsedeélemprendiólamarchaporelmonte,pasandoentrepinaresencorvadosporlasgrandestormentas.Elcieloestabanebuloso;laatmósferaeracálidaypesada.Devezencuandocaíangruesasgotas,peroantesdeque lasnubespudieranfijarsulluvia,unaráfagaparecíabarrerlashacialosconfinesdelhorizonte.

Cerca de la cabana de un carbonero vio Jaime a dos mujeres quemarchaban apresuradas por entre los pinos. Eran Margalida y su madre.Venían de losCubells, ermita situada en una altura de la costa, junto a unafuente que fecunda los abruptos peñones, haciendo crecer el naranjo y lapalmeraalabrigodelasrocas.

Jaimeseunióalasdosmujeres,yentoncesviosalirdeentrelosmatorralesa Pepet, que caminaba fuera del sendero persiguiendo piedra enmano a unpajarracocuyosgraznidoshabíanllamadosuatención.Continuaronjuntoslamarcha hacia Can Mallorquí, y sin saber cómo, Febrer se vio delante,caminandoalladodeMargalida,mientraslaesposadePepmarchabatrasellosconellentopasodesudebilidad,buscandoapoyoensuhijo.

Lamadreestabaenferma:unaenfermedad inciertaquehacía levantar loshombros al médico en sus raras visitas y excitaba la imaginación de lascuranderasdelaisla.VeníandehacerunapromesaalaVirgendelosCubellsyhabíandejadoensualtardosvelasrizadastraídasdelaciudad.

MientrasMargalidaibahablandoconvoztristedelasdolenciasdelavieja,elegoísmodeunajuventudrobustacoloreabasusmejillasysusojosdelataban

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cierta impaciencia.Aquel día era de festeig.Había que llegar pronto aCanMallorquí,paraprepararlacenadelafamiliaantesdequesepresentasenloscortejantes.

Febrer laadmirabaconsusojosgraves.Extrañábaseahoradesuanteriortorpeza,quelehabíahechocontemplaraMargalida,mesesymeses,comounaniña, como un ser asexual, sin percatarse de sus gracias. ¡Qué mujer!...Recordaba con desprecio aquellas señoritas de la ciudad por las quesuspirabanlosmilitaresrecluidosenlafonda.OtravezpensabaenelnoviazgodeMargalidaconunamolestiasemejantealadeloscelos.¿Yestamuchachaibaaserparaunodeaquellosbárbarosdetezobscura,quelasometeríacomounabestiaalaservidumbredelatierra?...

—¡Margalida!—murmuró como si fuese a revelarle algo importante—.¡Margalida!...

Pero no dijomás. El antiguo calavera sintió despertarse sus instintos delibertinajeconelperfumequeexhalabaaquellamujer,perfumeindefinibledecarnefrescayvirginalqueélcreíaaspirar,comobuenconocedor,másconlaimaginación que con el olfato. Al mismo tiempo—¡cosa extraña en él!—experimentóciertatimidezqueleimpedíahablar;unatimidezsemejantealaquehabíasentidoenlostiemposdesuprimerajuventud,cuando,lejosdelasfácilesconquistasensuprediodeMallorca,seatrevióadirigirsealasseñorasconocidasenlapenínsulaespañola...¿Noeraunactoindignodeélhablardeamoraaquellamuchachaa laquehabíavistocomoniñahastapocoantesyquelerespetabacualsifuesesupadre?

—¡Margalida!¡Margalida!

Ytrasestosllamamientos,queexcitabanlacuriosidaddelaatlotahaciendoqueelevaselosojosparafijarlosinterrogantesenlosdeFebrer,ésteselanzópor fin a hablar, preguntándola por los progresosde sunoviazgo. ¿Sehabíadecididoporalguien?¿Quiénibaaserelafortunado?ElFerrer...¿elCantó?...

Ella volvió a humillar los ojos, cogiendo en su turbación una punta deldelantalysubiéndolahastasupecho...Nosabía.Suvozceceabainfantilmenteaimpulsosdeunavergonzadoaturdimiento.Noteníaganasdecasarse.NielCantó, ni el Ferrer, ni nadie. Había aceptado el cortejo porque todas lasmuchachashacíanlomismoalllegaraciertaedad.Además—yaquíenrojecíavivamente—,laproporcionabaciertasatisfacciónhumillarasusamigas,querabiabanviendoelgrannúmerodesuspretendientes.Ellaestabaagradecidaalos atlots que venían a verla de grandes distancias a CanMallorquí. ¿Peroquererlos?¿casarseconellos?...

Había acortado su paso al hablar. La mujer de Pep y su hijo pasaroninsensiblemente delante de ellos, y al quedar solos los dos en la senda,

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acabaronpordetenersesinsaberloquehacían.

—¡Margalida!...¡«Flordealmendro»!...

¡Aldiablolatimidez!Febrersesintióarroganteytriunfador,comoensusbuenostiempos.¿Porquéaquelmiedo?...¡Unapayesa!¡unachiquilla!...

Habló con acento firme, poniendo un intento de fascinación en la fijezaapasionadadesusojos,aproximandosubocaaella,comoparaacariciarlaconelsusurrodesuspalabras...¿Yél?¿quépensabaMargalidadeél?...¿YsisepresentaseundíaaPepdiciendoquequeríacasarseconsuhija?...

—¡Usted!—exclamólamuchacha—.¡Usted,donJaime!

Levantó los ojos sin miedo alguno, riendo de estas palabras. El señoracostumbrabaaengañarlaconbromasinverosímiles.Biendecíasupadrequelos Febrer eran unos caballeros serios como jueces, pero de eterno buenhumor.Ibaaburlarseotravezdeella,lomismoquecuandolehablabadelanovia de barro guardada en su torre, que había estado esperándolemiles deaños...

PeroalfijarsumiradaenladeFebreryencontrarseconsurostropálido,crispadoporlaemoción,ellapalideciótambién.Eraotrohombre:veíaundonJaimequenuncahabíaconocido. Instintivamente,a impulsosdelmiedo,diounpasoatrás.Quedócomoaladefensiva,apoyadaeneldelgadotroncodeunarbolilloqueseelevabajuntoa lasenda,consusmenudashojascasisueltasporelotoño.

Aún tuvoserenidadparasonreírconunasonrisa forzada, fingiendocreerenunabromadelseñor.

—No—repuso Febrer con energía—. Hablo seriamente. Di,Margalida...«Flor de almendro»... ¿Y si yo fuese uno de tus novios? ¿Y si yo mepresentaseenelcortejo?¿Quécontestarías?...

Ellaseapelotonabacontraeldébiltronco,haciéndosemáspequeña,comosi quisiera escapar a aquellos ojos ardientes. Su instintivo movimiento deretroceso hizo cimbrearse el flexible árbol, y una lluvia de hojas amarillascomo copos de ámbar cayó en torno de ella, enredándose en su trenza,pegándoseasutez,esparciéndosesobresutraje.Pálida,conlabocaapretadaylos labios azulados, iba murmurando palabras que sonaban apenas comodébiles suspiros. Sus ojos, agrandados y húmedos, tenían la expresiónangustiosa de los humildes de espíritu que piensan muchas cosas y noencuentranelmododedecirlas.¡Él!...¡elmayorazgodelosFebrer!¡Ungranseñorcasarseconunapayesa!...¿Estabaloco?...

—No;yonosoyungranseñor,yosoyundesgraciado.Túeresmásricaqueyo,puesvivodevuestralimosna...Tupadredeseaparatiunmaridoque

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cultive sus tierras. ¿Aceptas que sea yo,Margalida? ¿Me quieres, «Flor dealmendro»?...

Con la cabeza baja, huyendo de una mirada que parecía quemarla, ellasiguióhablandosinsaberloquedecía.«¡Locura!Aquellonopodíasercierto.¡Decirelmayorazgotalescosas!...Estabasoñando.»

Perodeprontosintióenunadesusmanosuncontactoleveyacariciador.EraladiestradeFebrerqueagarrabalasuya.Volvióaverleotravez,peroleparecióunhombredistinto.Encontróantesusojosunrostronuevoquelahizoestremecerse. Experimentó la sensación de un grave peligro, el sobresaltonervioso que avisa. Temblaron sus rodillas, se contrajeron como si fuese adesplomarsedemiedo.

—¿Esquemeencuentrasviejopara ti?—murmuró en susoídosunavozsuplicante—.¿Esquenuncapodrásquererme?...

Lavozeradulceyacariciadora;¡peroaquellosojosqueparecíancomerla!¡aquellacarapálida,semejantealadeloshombresquematan!...Quisodeciralgoparaprotestardesusúltimaspalabras.DonJaimenohabíatenidonuncaedad para Margalida: era algo superior, como los santos, que crecen enhermosura con los años... Pero elmiedo no la dejó hablar. Se desasió de lamanoacariciadora,sintiósemovidaporelprodigiosoresortedelosnervios,lomismo que si viese su vida en peligro, y huyó de Febrer como si fuese unasesino.

—¡Jesús!Jesús!...

Saltó,murmurandoestasúplica,aalgunadistanciadeél,einmediatamenteempezóacorrerconsuságilespiernasdecampesina,desapareciendoenunarevueltadelsendero.

Jaime no fue tras ella. Permaneció inmóvil en la soledad del pinar,insensible a cuanto le rodeaba, como un héroe de leyenda sometido a unencantamiento. Luego se pasó una mano por el rostro, cual si despertase,coordinandosusideas.

Dolíanle como un remordimiento sus audaces palabras, el susto deMargalida, la carrera de terror con que había terminado la entrevista. ¡Quédisparateelsuyo!...Eraelresultadodesuviajealaciudad,lavueltaalavidacivilizadaquehabíatrastornadosucalmadesolitario,despertandopasionesdeantaño; la conversación de los jóvenes militares, que vivían con elpensamientopuestoenlamujer...Perono,noestabaarrepentidodesuacción.LoimportanteeraqueMargalidaconocieseloquetantasveceshabíapensadoélvagamenteenelaislamientode la torre,sinpoderdarformaprecisaasusdeseos.

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Continuó lentamente su camino, para no alcanzar a la familia de CanMallorquí.Margalida sehabía reunido con sumadrey suhermano.Losviodesdeunaaltura,cuandoelgrupocaminabayaporelvallecondirecciónalaalquería.

Febrertorciósumarcha,evitandoaproximarseaCanMallorquí.Fuehaciala torre del Pirata, pero al llegar cerca de ella continuó su camino, nodeteniéndosehastaelmar.

La costa de roca, que parecía cortada a pico sobre las aguas, estabaquebrantada por el embate de éstas durante siglos y siglos. Las olas, comofuriosos toros azules, topaban entre espumarajos de rabia contra la peña,abriendocóncavasoquedades,cuevasprofundasqueseprolongabanhacialoalto en forma de grietas verticales. Esta labor secular iba royendo la costa,arrebatándola su coraza de piedra, lámina por lámina.Despegábanse de ellafragmentosenormescomomurallas.Separábanseprimeramenteformandounarendijaimperceptible,queseagrandabaconelcursodelossiglos.Lamurallanatural se inclinabaañosyañossobre lasolasquebatían incesantementesubase, hasta que, perdido el centro de gravedad, una noche de tormentaderrumbábase como la cortina de una ciudadela sitiada, deshaciéndose enbloques, poblando el mar de nuevos escollos, prontamente cubiertos deviscosas vegetaciones, en cuyos enmarañamientos hervían las espumas ychisporroteabanlasescamasdelospeces.

Febrer fue a sentarse en el borde de un gran peñasco avanzado, de unfragmento de roca desprendida de la costa que se inclinaba peligrosamentesobre los escollos. Su fatalismo le impulsaba a sentarse allí. ¡Ojalá lacatástrofe esperada fuese en aquel momento, y su cuerpo, arrastrado por elgrandioso accidente, desapareciera en el fondo del mar, teniendo comosarcófago esta mole igual a la pirámide de un Faraón!... ¡Para lo que leesperabaenlavida!...

El sol poniente, antes de ocultarse, se asomó a un agujero del cielotempestuoso,entrenubesdesgarradas.Eraunaesferasangrienta,unahostiadepúrpuraqueanimócon tonosde incendio la inmensidaddelmar.Lasnegrasmasasdevaporquecerrabanelhorizonteseribetearondeescarlata.Sobreelobscuro verde acuático se extendió un inquieto triángulo de llamas.Enrojecióselaespumadelasolasylacostaparecióporunosinstantesdelavaenebullición.

Al resplandor de esta luz de tempestad, Jaime contempló a sus pies elvaivén de las aguas lanzando sus chorros rugientes en las oquedades de laroca, bramando y retorciéndose con espumarajos de cólera en las tortuosascallejuelasde losescollos.Enel fondodeestamasaverdosa, iluminadacontransparenciasdeópaloporelsolponiente,veíaagarradasalaspeñasextrañas

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vegetaciones, bosques minúsculos, en cuyas frondas pegajosas movíansebestiasdeformasfantásticas,rampantesyvelocesotorpesysedentarias,conduras corazas grises y rojizas, erizadas de defensas, armadas de tenazas, delanzas y de cuernos, dándose caza entre ellas y persiguiendo a seresmenosfuertes que pasaban como exhalaciones, haciendo brillar en la rapidez de lafugasutransparenciadecristal.

Febrer se sintió empequeñecido por la soledad. Perdida la fe en suimportanciahumana,considerábaseigualaunodeestosmonstruospequeñosqueseagitabanenlasvegetacionesdelabismosubmarino.Menosaúntalvez.Aquellos animales estaban armados para la vida, podíanmantenerse por supropiafuerza,sinconocerlosdesalientos,lashumillacionesylastristezasqueleafligíanaél. ¡Elmar!...Sugrandeza, insensiblepara loshombres,crueleimplacableensuscóleras,abrumabaaFebrer,despertandoensumemoriaunsinnúmerodeideasquetalvezerannuevas,peroéllasaceptabacomovagasreminiscenciasdeunavidaanterior,comoalgoqueyahabíapensado,nosabíadóndenicuándo.

Un estremecimiento de respeto, de devoción instintiva pasaba por él,haciéndole olvidar el suceso de poco antes, sumiéndolo en religiosaadmiración. ¡El mar!... Pensaba, sin saber por qué, en los más remotosascendientes de la humanidad, en los primeros hombres,miserables, apenassalidosdelanimalismooriginal,martirizadosy repelidosde todaspartesporuna Naturaleza hostil en su exuberancia, como el cuerpo joven y vigorosoanulaoalejalosparásitosqueseempeñanenviviracostadesuorganismo.

A la orilla delmar, ante la divinidadmisteriosa, verde e inmensa, debiótener el hombre susmejoresmomentos de descanso.Del seno de las aguassalieronlosprimerosdioses.Contemplandoelvaivéndelasaguasyarrulladopor su murmullo, debió sentir el hombre que nacía en él algo nuevo ypoderoso: un alma. ¡El mar!... Los organismos misteriosos que lo pueblantambiénvivían,comolosdetierra,sometidosalatiraníadelmedio,inmóvilesensuprimitivaexistencia,repitiéndoseatravésdelossiglos,comosifuesensiempre el mismo ser. También los muertos mandaban allí. Los fuertesperseguíanalosdébiles,yeranasuvezdevoradosporotrosmáspoderosos;lamisma historia de sus remotos antecesores en las aguas todavía cálidas delglobo en formación. Todo igual, repitiéndose a través de centenares demillones de años. Unmonstruo de los tiempos prehistóricos que volviese acolear en las aguas presentes encontraría por todas partes, en los abismosobscurosyenlasorillascosteras,lamismavidaeidénticasluchasqueensujuventud.Labestia de combate acorazadade rojo, armadadeuñas corvasytenazas de tortura, guerrero implacable de las verdes cavernas submarinas,jamássehabíaunidoconelpezgracioso,ligeroydébilquemovíalacoladesutúnicarosadayplateadaenlasaguastransparentes.Sudestinoeradevorar,

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ser fuerte, y si se veía desarmada, con las defensas rotas, entregarse alinfortuniosinprotestayperecer.¡Lamuerteantesqueabdicardesuorigen,delanoblefatalidaddelnacimiento!Paralosfuertesnohabíaenlatierrayenelmar satisfaccionesni vida fuera de su ambiente.Eran esclavosde supropiagrandeza: la casta traíapara ellos, con loshonores, ladesgracia. ¡Y siempresería lomismo!... Losmuertos eran los únicos que gobernaban lo existente.Losprimerosseresqueiniciaronunaacciónparavivirformaronconsusactoslajaulaenquehabíandemoverseprisioneraslassucesivasgeneraciones.

Lostranquilosmoluscosqueveíaahoraenelfondodelasaguas,agarradosalaspeñascomobotonesobscuros, leparecíanseresdivinosguardadoresensu estúpida quietud del misterio de la creación. Admirábalos augustos ygrandes, como los monstruos que adoran los pueblos salvajes por suinmovilidad, y en cuyo quietismo creen adivinar la majestad de los dioses.Febrerrecordabasusbromasdeotrostiempos,ennochesdefrancachela,antelosplatosdeostras frescasen losgrandes restoranesdeParís.Suselegantescompañeras le creían loco al escuchar los disparatados pensamientos que lesugerían el vino, la vista de los mariscos y el recuerdo de ciertas lecturasfragmentarias y rápidas de su juventud. «Vamos a comernos a nuestrosabuelos,comoalegresantropófagosquesomos.»

Laostraeraunadelasprimerasmanifestacionesdevidaenelplaneta,unade las primitivas formas de la materia orgánica, flotante aún, incierta ydesorientadaensuevolución,sobrelainmensidaddelasaguas.Elsimpáticoycalumniadomonosólo tenía la importanciadeunprimohermanoquenohahechocarrera,deunparientedesgraciadoyridículoalquesedejaenlapuertafingiendoignorarsuapellidodefamilia,negándoleelsaludo.Elmoluscoeranuestro abuelo venerable, el jefe de la casa, el creador de la dinastía, elantecesor, cargado con una nobleza de millones de siglos... Estas ideasresucitaban ahora en Febrer, con la frescura de verdades indiscutibles, alcontemplar los seres inmóviles y rudimentarios encerrados en su caparazón,agarradosalasrocas,debajodesuspies,enlasprofundidadesdelverdecristaltemblorosoentrelosescollos.

Lahumanidaderafielasuorigen.Nadierenegabalastradicionesdeestosvenerablesascendientesqueparecíandormidosen la inmensacatacumbadelmar.Loshombressecreen libresporquepuedenmoversedeun ladoalotrodel planeta, porque su organismo va montado sobre dos columnas ágiles yarticuladasquelepermitensaltarsobreelsueloconelmecanismodelpaso...¡Error! ¡Una ilusiónmásde lasmuchasque alegranmentirosamentenuestravida, haciéndonos llevaderas su miseria y su pequeñez! Febrer estabaconvencido de que todos nacen metidos entre dos valvas de prejuicios,escrúpulosyorgullos, herenciade losquenosprecedieronen lavida, ypormásqueloshombresseagitan,jamáslleganaarrancarsedelamismapeñaen

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quevegetaron agarrados sus predecesores.La actividad, los incidentes de lavida, la independencia del carácter, ¡todo ilusión! ¡vanidad demolusco quesueña adherido a la roca, y cree estar nadando por los mares del globo,mientrassusvalvassiguenunidasalacaliza!...

Todoslossereserancomohabíansidolosquemarcharondelantedeellos,como serían los que llegasen detrás. Cambiaban las formas, pero el almapermanecía inmóvil e inmutable, como la de aquellos seres rudimentarios,testigoseternosdelosprimeroslatidosdelavidaenelplaneta,yqueparecíanenvueltosenelmásespesodelossueños.Yasíseríasiempre.Eranvanoslosgrandes esfuerzos para librarse de este ambiente fatal, de la herencia delmedio, del círculo en que forzosamente nosmovemos; hasta que llegaba lamuerteyotrosanimalessemejantesveníanadarvueltasenelmismoredondel,creyéndose libres porque siempre tenían ante sus pasos nuevo espacio quecorrer.

«Losmuertosmandan»,afirmabaunavezmásJaimeensupensamiento.Parecíaimposiblequeloshombresnosediesencuentadeestagranverdadyse agitaran en eterna noche, creyendo hacer cosas nuevas al resplandor deilusiones que surgen diariamente, como surge el gran engaño del sol paraacompañarnospor el infinito,quees lóbregoyanosotrosnospareceazulyradiantedeluz...

CuandoFebrerpensabaesto,el sol sehabíaocultadoya.Elmareracasinegro,elcielodeungrisplomizo,yenlasbrumasdelhorizonteserpenteabanlosrayosbajandoabeberenlasolas.SintióJaimeensurostroyensusmanoselhúmedocontactodealgunasgotasdelluvia.Ibaaestallarunatormentaquetal vez durase toda la noche. Los relámpagos brillaban cada vezmás cerca.Resonaba un lejano estrépito, como si dos flotas enemigas se estuviesencañoneandodetrásde la cortinadebrumadelhorizonte, aproximándose conésta.Lasláminasdeaguamansa,tersascomocristalesentrelosescollosylacosta,empezarona temblarcon lasondulacionesexcéntricasde lasgotasdelluvia.

Apesardeesto,elsolitarionosemovió.Permanecíaenlaroca,sintiendounasordairritacióncontralafatalidad,sublevándosecontodalarudezadesucarácter ante la tiranía del pasado. ¿Y por qué habían de mandar losmuertos?... ¿Por qué obscurecían el ambiente con las partículas de su alma,semejantesaunpolvodehuesos,que seposabanenelcerebrode losvivosimponiéndolesviejasideas?...

De pronto Febrer sufrió una impresión de deslumbramiento, como sicontemplaseuna luzextraordinarianuncavista.Sucerebropareciódilatarse,esparcirse,comounamasadeaguaquerompeelvasoopresordepiedra.Fueen el mismo instante que un relámpago coloreaba de luz lívida el mar y

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estallabaun truenosobresucabeza,conmoviendoconhorrísonotableteo losecosdelainmensidadmarítimaylasoquedadesycimasdelacosta.

«No;losmuertosnomandan, losmuertosnogobiernan.»Jaime,comosifueseunhombrenuevo,seburlódesuspensamientosdepocoantes.Aquellasbestias rudimentarias que él veía entre los peñascos, y lo mismo que ellastodos los animales del mar y de la tierra, sufrían la esclavitud del medio.Mandaban los muertos sobre ellas porque hacían lo que harían susdescendientes.Peroelhombrenoesesclavodelmedio:essucolaboradoryaveces su dueño. El hombre es un ente de razón y de progreso, y puedemodificar el ambiente según sus conveniencias. Fue su siervo en otrostiempos,enremotasedades;peroaldominarenpartealaNaturalezaypoderexplotarla, rasgó la especie de envoltura fatal en que siguen prisioneros losotros seres de la creación. ¿Qué podía importarle el medio en que habíanacido?Secreeríaotrosilodeseaba...

Nopudoseguirensusreflexiones.Latempestadhabía,estalladosobreél.La lluvia chorreabapor los bordesde su sombreroy corría a lo largode suespalda.Lanochehabíallegadodepronto.Alaluzdelosrelámpagosveíaseelmarconlasuperficiemateestremecidaporelchoquedelalluvia.

Febrermarchóhacia la torre con toda la ligerezade suspiernas. Iba, sinembargo,alegre,conelgozodesbordantedelquesaledeunlargoencierroyno ve ante los ojos bastante espacio para su contenida actividad. Reía, sindetenerseensucarrera,ylaluzdelosrelámpagoslesorprendióvariasvecesavanzandoel brazoderechoconundedoen alto,mientras chocaba lamanoizquierdaen laparte inferiordelcodo, realizandounademándeprotesta tanpopularcomopocodecente.

—¡Haré lo que quiera!—gritaba, complaciéndose en escuchar su propiavozentreelfragordelatempestad—.¡Nimuertosnivivosmandanenmí!...¡Toma!...¡paramisnoblesascendientes!...¡Toma!...¡paramisantiguasideas,paratodoslosFebrer!...

Repitióvariasveceselindecorosoademánconunaalegríadepilluelo.Deprontosevioenvueltoenunaluzrojayestallósobresucabezauncañonazo,comosilacostaacabasedepartirseaimpulsosdeinmensocataclismo.

—Hacaídocerca—dijoFebrerrefiriéndosealaexhalación.

Su pensamiento, ocupado por el recuerdo de los Febrer, fue hacia suascendienteelcomendadordonPríamo.Aquellaexplosiónde trueno lehizorecordarloscombatesdeldiabólicohéroe,delreligiosocaballerodelaCruz,burlónconDiosyconeldiablo,quehizosiempresusoberanavoluntadytanpronto peleó al lado de los suyos como vivió entre los enemigos de la Fe,segúnsuscaprichosyaficiones.

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No;deésteno renegabaFebrer.Adorabaalvalerosocomendador:erasuverdaderoascendiente,elmejordetodos,elrebelde,eldemoniodelafamilia.

Alentraren la torreencendió luz,seenvolvióenel jaiquedeburda lanaque le servía para sus excursiones nocturnas, y tomando un libro quisodistraersedesuspensamientoshastaquePepetlesubieralacena.

La tempestad pareció fijarse sobre la isla. Caía la lluvia en los campos,convirtiéndolos en barrizales; saltaba por las pendientes de los caminos,desbordadoscomobarrancos;empapaba losmontes,comograndesesponjas,por la verde porosidad de sus pinares y matorrales. La rápida luz de losrelámpagosmostraba instantáneamente, comounavisióndeensueño,elmarnegruzco con hirvientes espumas, los campos encharcados, que parecíanllenosdepecesdefuego,losárbolesbrillantesbajosucapaacuosa.

En lacocinadeCanMallorquí, lospretendientesdeMargalida formabanunamasadealpargatasenlodadasycuerposhumeantesporlaevaporacióndesus ropas húmedas. Esta noche el cortejo sería más largo. Pep, con airepaternal,habíapermitidoalosatlotsqueesperasendespuésdepasadalahoradelgalanteo.Sentíalástimaporaquellosmuchachos,obligadosacaminarbajola lluvia. Él también había sido novio. Debían esperar; tal vez pasase latormenta.Ysinopasaba,sequedaríanadormirdondepudiesen:enlacocina,enelporche...«¡Unanocheesunanoche!»

La atloteria, contenta del accidente, que añadía algún tiempo más a sucortejo, contemplaba aMargalidavestida con su trajedegala, sentada en elcentrodelapieza,juntoaunasillavacía.Todoshabíanpasadoporéstaenelcurso de la noche; algunosmiraban con cierta ansiedad al asiento, pero sinatreverseaocuparlodenuevo.

ElFerrer,ganosodesobrepujarasusrivales,tañíaunaguitarra,cantandoamediavoz, acompañadoporel rodarde los truenos.ElCantó,metidoenunrincón, meditaba nuevos versos. Algunos muchachos saludaban conexpresionesburlonaslaluzdelosrelámpagosquesefiltrabaporlasrendijasde la puerta, y el Capellanet sonreía sentado en el suelo con la mandíbulaapoyadaenambasmanos.

Pep dormitaba en su silla baja, vencido por el cansancio, y su mujerlanzaba sordosalaridosde terrorcadavezqueun trueno fuerteconmovía lacasa, intercalando en sus gemidos fragmentos de oraciones,murmuradas encastellanoparamayoreficacia.«SantaBárberabendita,queenel sieloestásescrita...» Margalida, insensible a las miradas de sus pretendientes, parecíapróximaadormirseensuasiento.

Resonódeprontolapuertacondosgolpesdadosporunamano.Elperro,quesehabíaerguidomomentosantescomoadivinandolapresenciadealguien

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enelporche,estiróelcuello,peronoladró,moviendolacolacontranquilidad.

Margalida y su madre miraron a la puerta con cierto miedo. «¿Quiénpodría ser? ¡A aquellas horas, en aquella noche, en la soledad de CanMallorquí!...¿Lehabríaocurridoalgoalseñor?...»

Pep,despertadoporestosgolpes,se incorporóensuasiento.«¡Avantquisiga!» Invitaba a entrar con unamajestad de padre de familia al uso latino,señorabsolutodesucasa.Lapuertasóloestabaentornada.

Se abrió, dando paso a una ráfaga de viento cargada de lluvia, que hizoestremecerse las luces del candil y refrescó el denso ambiente de la cocina.Iluminóse con el resplandor de una exhalación el negro rectángulo de lapuerta,y todosvieronenella, sobreelcielo lívido,una figuraencapuchada,unaespeciedepenitente,chorreandolluviayconelrostrocasioculto.

Entró con paso decidido, sin saludar a nadie, seguido del perro, queolisqueabasuspiernascongruñidocariñoso,yfuerectamenteaocuparlasillavacíajuntoaMargalida:ellugarreservadoalospretendientes.

Alsentarseseechóatráslacapuchayfijósusojosenlamuchacha.

—¡Ah!—gimióésta,pálida,conlosojosagrandadosporlasorpresa.

Y fue tal su emoción, tan violento su impulso por retirarse de él, que lafaltópocoparacaer.

****

TERCERAPARTE

I

Dosdíasdespués,cuandoJaime,devueltadelapesca,esperabalacomidaensutorre,viopresentarseaPep,quedepositóelcestillosobre lamesaconciertasolemnidad.

El rústico intentó excusarse por esta visita extraordinaria. Su mujer yMargalida habían ido otra vez a la ermita de los Cubells: el muchacho lasacompañaba.

Comió Febrer con buen apetito, por haber pasado la mañana en el mardesdequerompióeldía;peroelairegravedelpayésacabóporpreocuparle.

—Pep: tú quieres decirme algo y no te atreves—dijo Jaime en dialectoibicenco.

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—Asíes,señor.

YPep,igualatodoslostímidos,quedudanyvacilanantesdehablar,perouna vez perdido elmiedo se lanzan adelante ciegamente, empujados por elpropiotemor,expusoconrudezasupensamiento.

«Sí; algo tenía que decirle, algomuy importante. Dos días había estadopensándolo,peroyanopodíacallarmástiempo.Sisehabíaencargadodetraerlacomidadelseñor,erasóloporhablarle...¿QuédeseabadonJaime?¿Porquéseburlabadeellos,quelequeríantanto?...»

—¡Burlarme!—exclamóFebrer.

«Sí;burlarsedeellos.»Pep loafirmabacontristeza.«¿Quéhabíasido lode la noche de la tormenta? ¿Qué capricho había impulsado al señor apresentarseenplenocortejo,sentándosealladodeMargalidacomosifueseunpretendiente?...» ¡Ah, don Jaime! Los festeigs son cosa seria: por ellos sematan los hombres. Bien sabía él que los señores se burlaban de esto,considerandocasicomosalvajesalospayesesdelaisla;peroalospobreshayquedejarlessuscostumbres,olvidarlos,noturbarsusescasasalegrías.

AhorafueFebrerquienpusoelgestotriste.

—¡Perosiyonomeburlodevosotros,queridoPep!¡Sitodoesverdad!...Entératedeunavez:soypretendientedeMargalida,comoelCantó,comoeseverro antipático, como todos los muchachos que acuden a tu cocina paracortejarla...Laotranochemepresentéporqueyanopodíasufrirmás,porquecomprendídeprontolacausadelastristezasquemevienenafligiendo,porquequieroaMargalida,ymecasaréconella,siellameacepta.

Suacentosinceroyapasionadonodejódudasalpayés.

—¡Luego es verdad!—exclamó—.Algo de esome había dicho la atlotallorandocuandoyolepreguntéelmotivodelavisitadelseñor...Yonolacreíalprincipio.¡Lasmuchachassontanpretenciosas!Seimaginanquetodosloshombresandanlocostrasellas...¿Conqueesverdad?...

Yestacertidumbrelehacíasonreír,comoalgoinesperadoygracioso.

¡QuédonJaime!Muyhonradosélysufamiliaporestamuestradeaprecioa los de Can Mallorquí. Lo malo era para la muchacha, que se engreiría,imaginándoseyadignadeunpríncipe,noqueriendoaceptaraningúnpayés.

—No puede ser, señor. ¿No comprende usted que no puede ser?... Yotambiénhesidojovenyséloqueesesto.Unprimermovimientoquenoshaceirdetrásdetodaatlotaquenoesfea;peroluegoreflexionauno,piensaloqueestá bien y lo que estámal, lo quemás le conviene, y acaba por no hacertonterías.Ustedhabráreflexionado,¿verdad,señor?...Lodelaotranochefueunabroma,uncapricho...

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Febrermoviólacabezaenérgicamente.No;nibromanicapricho.AmabaaMargalida,alagentil«Flordealmendro»;estabaconvencidodesupasión,eiría donde ella le arrastrase. Su propósito era hacer en adelante lo que leordenarasuvoluntad,sinescrúpulosniprejuicios.Bastantetiempohabíasidoesclavode ellos.No;ni reflexiónni arrepentimiento.Amaba aMargalida, yeraunodesuspretendientes,conelmismoderechoquecualquieratlotdelaisla.Yaestabadicho.

Pep,escandalizadopor talespalabras,heridoensus ideasmásantiguasyarraigadas, levantó las manos, al mismo tiempo que su alma simple seasomabaalosojoscontembloresdesorpresa.

—¡Siñor!...¡Siñor!...

NecesitabaponerportestigoalSeñordelcieloparaexpresarsuturbaciónysuasombro.¡UnFebrerqueriendocasarseconlapayesadeCanMallorquí!...Elmundoyanoeraelmismo:parecíantrastornadastodassusleyes,comosielmarestuvierapróximoacubrirlaislaylosalmendrosfloreciesenenadelantesobrelasolas.¿PerosehabíadadocuentadonJaimedeloquesignificabasudeseo?...

Todo el respeto depositado en el alma del payés durante largos años deservidumbrealanoblefamilia,laveneraciónreligiosaquelehabíaninfundidosuspadres cuandodeniñoveía llegar a los señores deMallorca, renacieronahora, protestando de este absurdo comode algo contrario a las costumbreshumanasyladivinavoluntad.ElpadrededonJaimehabíasidounpersonajepoderoso,delosquedictanlasleyesalláenMadrid;hastahabíavividoenelpalacioreal.Leveíaensumemoria, lomismoqueselohabíaimaginadoenlas ilusiones crédulas de su niñez, mandando a los hombres a su voluntad;pudiendo enviar unos a la horca y perdonando a otros, según su capricho;sentadoalamesadelosmonarcasyjugandoconellosalabaraja,igualquepodíahacerloélconunamigoenlatabernadeSanJosé,tratándosetúportú;ycuandonoestabaenlacorte,eraseñorabsolutoenbarcosdehierrodelosqueescupenhumoycañonazos...¿YsucélebreabuelodonHoracio?Pep lehabíavistopocasveces,ysinembargo,temblabaaúnderespetoalrecordarsuaspectoseñorial, sucaragrave, limpiadesonrisas,yelgesto imponenteconqueacompañabasusbondades.Eraunreyalaantigua,unodeaquellosreyesbuenosyjusticieros,padresdelospobres,conelpanenunamanoyelpaloenlaotra.

—¿Yquiereustedqueyo,elpobrePepdeCanMallorquí,seaparientedesupadreysuabuelo,ydetodoslosseñoronesquefueronamosdeMallorcaymandonesdelmundo?...Vamos,don Jaime.Vuelvo a creerque todoesunabroma:suseriedadnomeengaña.TambiéndonHoraciodiscurríaaveceslascosasmáschistosas,sinperdersucaradejuez.

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Jaimepaseólosojosporelinteriordelatorre,sonriendodesumiseria.

—¡Perosisoyunpobre,Pep¡Sitúeresricocomparadoconmigo!¿Aquérecordarmi familia, si vivode tu apoyo?...Simedespidieras, no sé adondepodríair.

El gesto de incredulidad con que Pep acogía siempre estas afirmacioneshumildesvolvióaaparecer.

«¡Pobre!¿Yaquellatorrenoerasuya?...»Febrerlecontestóriendo.¡Bah!Cuatropiedrasviejas,quesecaíancansadasdeexistir;unmonteinculto,quesólotendríaalgúnvalortrabajadoporelpayés...Peroésteinsistió.LequedabalodeMallorca,queaunquealgoenredado,eramucho...¡mucho!

Y al extender sus brazos con un gesto de inmensidad, como si nadiepudieseabarcarlafortunadeJaime,añadíaconvencido:

—UnFebrernuncaespobre.Ustednopodráserlonunca.Despuésdeestostiemposotrosvendrán.

Jaimedesistiódehacerle reconocersupobreza.Mejoreraque lecreyeserico.Asínopodríandeciraquellosatlotssinmáshorizontequeelde la isla,queeraundesesperadoansiosodeunirseconlafamiliadePeppararecuperarlastierrasdeCanMallorquí.

¿PorquéseasombrabatantoelpayésdequeélpretendieseaMargalida?Noeraestomásquelarepeticióndeunaeternahistoria:ladelreydisfrazadoyvagabundoenamorándosede lapastoraydándola sumano...Yélnoeraunreyniestabadisfrazado,sinoenunasituacióndemiseriaverdadera.

—También sé yo esa historia—dijo Pep—. Me la contaron de chicomuchasvecesyselahecontadoyoalosmíos...Nodigoquenosucedieseasí;peroseríaenotrostiempos...otrostiemposmuylejanos:cuandohablabanlosanimales.

ParaPep,lamásremotaantigüedadyelestadodichosodeloshombreserasiempreeneltiempofeliz«cuandohablabanlosanimales».

Pero¡ahora!...Ahoraél,aunquenosabíaleer,seenterabadelascosasdelmundo cuando iba a San José los domingos y hablaba con el secretario delAyuntamiento y otras personas letradas que leían periódicos. Los reyes secasaban con reinas y las pastoras con pastores. Se acabaron los buenostiempos.

—¿Pero tú sabes si Margalida me quiere o no me quiere?... ¿Tú estássegurodequeleparecetodoestoundisparate,lomismoqueati?...

Pep quedó silencioso largo rato,metiendo unamano bajo el fieltro y elpañuelodesedapuestomujerilmente,pararascarselosbuclescresposycanos

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desucabeza.Sonreíamaliciosamenteyalmismotiempocondesprecio,comoregocijadoporlainferioridadenquevivelahembradeloscampos.

—¡Las mujeres! ¡Vaya usted a saber lo que piensan, don Jaime!...Margalida es como todas: amiga de vanidades y cosas extraordinarias.A suedad, todas sueñan que va a venir por ellas un conde o un marqués parallevárselas en un carro de oro y que mueran de envidia sus amigas. Yotambién, cuando era atlot, pensabamuchas veces que vendría a pedirme enmatrimoniolamásricadeIbiza,unamuchachaquenosabíaquiénpudieraser,perohermosacomolaVirgenyconcampostangrandescomolamitaddelaisla...Soncosasdelospocosaños.

Luego,cesandodesonreír,añadió:

—Sí;talvezlequieraaustedynosedécuentadeloquedesea.¡Estodelquererydelajuventudestanraro!...Lloracuandolehablandelodelaotranoche; dice que fue una locura, pero ni una palabra contra usted... ¡Ay! ¡elcorazónquisierayoverle!

Febrer acogió estas palabras con una sonrisa de gozo; pero el payésdesvanecióinstantáneamentesualegría,añadiendoenérgicamente:

—No puede ser, y no será... Piense ella lo que piense, yo me opongo,porque soy su padre y quiero su bien... ¡Ay, don Jaime! Cada cual con lossuyos.MerecuerdatodoestoaciertofrailequevivíasolitarioenlosCubells,hombresabio,yporsersabio,medioloco,queseempeñóensacarcríasdeungalloyunagaviota:unagaviotadeltamañodeunganso.

Ydescribía,conlagravedadquetieneparaelcampesinolavidayelcrucede los animales, la ansiedad de los payeses cuando iban a los Cubells,agrupándosecuriososentornodeljaulóndondeestabanbajolavigilanciadelfraileelgalloylagaviota.

—Años duró el trabajo de aquel buen señor, y ¡ni una cría!... Contra loimposible nada pueden los hombres. Tenían sangre distinta; vivían juntos ytranquilos,peronoeranigualesnipodíanserlo.Cadaunoconlossuyos.

Yaldeciresto,Peprecogióde lamesa losplatosde lacomiday los fueguardandoenlacesta,preparándoseparamarcharse.

—Quedamos,donJaime—dijoconsutenacidadcampesina—,enquetodoesbroma,yustednoinquietaráalaatlotaconsusfantasías.

—No,Pep.QuedamosenquequieroaMargalida,yvoyasucortejoconelmismoderechoquecualquiermuchachodelaisla.Hayquerespetarlosusosantiguos.

Y sonrió ante el gestomalhumorado del payés. Pepmovía la cabeza enseñal de protesta, repitiendo que aquello era imposible. Las muchachas del

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cuartónibanaburlarsedeMargalida,regocijadasporestepretendienteextrañoque rompía el orden de las costumbres. Los maliciosos tal vez iban acalumniaraCanMallorquí,que teníaunpasadodehonradezcomo lamejorfamilia de la isla. Hasta sus amigos, cuando fuese él a misa a San Joséreuniéndoseconellosenel claustrode la iglesia, ibana suponerqueeraunambiciosoydeseabaconvertirasuhijaenunaseñorita...Ynoeraestosólo.Habíaque temerademás lacólerade los rivales, loscelosdeaquellosatlotsquehabíanquedadoabsortosporlasorpresaalverleentrarenplenatempestadysentarsejuntoaMargalida.Deseguroqueaaquellashorasyahabíansalidode su asombro, y hablaban de él concertándose todos para oponerse alforastero.Losdelaislaerancomoeran.Sematabanentreellos,sinmolestaral de fuera, porque le creían extraño a su vida, indiferente a sus pasiones.¡Perosielextranjerosemezclabaensusasuntos,yademásdeextranjero...eramallorquín!... ¿Cuándo se había visto a gentes de otras tierras disputarles lanoviaalosibicencos?...DonJaime,¡porsupadre!¡porsunobleabuelo!Selorogaba Pep, que le conocía desde niño. La alquería era suya, todos sushabitantesdeseabanservirle...¡peronodebíapersistirenaquelcapricho!Ibaatraerledesgracia.

Febrer,quehabíaescuchadohastaentoncescondeferencia,seirguióanteestaspalabrasdePep.Sublevósesucarácterrudo,comosiacabaraderecibirunagraveofensaconlostemoresdelpayés.¡Miedosaél!...Sentíasecapazdepelear con todos los atlots de la isla. No había en Ibiza quien le hicieseretroceder.A su apasionamiento belicoso de amante uníase una soberbia deraza, el odio ancestral que separaba a los habitantes de las dos islas. Iría alcortejo; tenía buenos compañeros que le defendiesen en caso de apuro. Ymiraba la escopeta colgada de la pared, luego de pasar sus ojos por la faja,dondeocultabaelrevólver.

Pepbajólacabezacondesaliento.Lomismohabíasidoélcuandojoven.Las mujeres hacen cometer las mayores locuras. Era inútil insistir paraconvenceralseñor,testarudoysoberbiocomotodoslossuyos.

—Haga su santa voluntad, don Jaime; pero acuérdese de lo que le digo.Nosesperaunadesgracia,unagrandesgracia.

Salió el payés de la torre, y Jaime lo vio alejarse cuesta abajo, hacia sualquería,moviéndosealimpulsodelabrisamarítimalaspuntasdesupañueloyelmantónmujerilquellevabasobreloshombros.

DesaparecióPeptras lasbardasdeCanMallorquí.Febrer ibaasepararsedelapuerta,cuandoviosurgirentrelosgruposdetamariscosdelapendienteunmuchachoque,luegodemiraraunladoyaotroparaconvencersedequenoeraobservado,corrióhaciaél.EraelCapellanet.Subióasaltoslaescalerade la torre, y al verse ante Febrer rompió a reír,mostrando elmarfil de su

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dentadurarodeadaderosaobscuro.

Desde la noche que el señor se presentó en la alquería, elCapellanet lotratabaconlamayorconfianza,cualsi leconsideraseyadelafamilia.Élnoprotestabade lo extraordinariodel suceso.Leparecíanatural queMargalidagustasealseñoryqueéstedeseasecasarseconella.

—Pero¿noestabasenlosCubells?—preguntóFebrer.

Elmuchachovolvióareír.Habíadejadoasumadreysuhermanaenmitaddelcamino,yocultoentrelostamariscosesperóaquesupadreregresasedelatorre.SindudaelviejoqueríahablardecosasimportantescondonJaime;poresto los había alejado a todos, encargándose de llevar élmismo la comida.Hacíadosdíasquesólohablabaensucasadeestaentrevista.Sutimidezyelrespeto«alamo»lehacíanvacilar,peroalfinsehabíadecidido.ElnoviazgodeMargalidaleteníademalhumor.¿Habíaestadomuyregañónelviejo?...

Queriendo esquivar Febrer estas preguntas, le hizo otras con ciertaansiedad.¿Y«Flordealmendro»?¿QuédecíacuandoelCapellanetlehablabadeél?

Seirguióelmuchachoconpetulancia,satisfechodeprotegeralseñor.Suhermana no decía nada; unas veces sonreía al oír el nombre de don Jaime,otras se le humedecían los ojos, y casi siempre daba fin a la conversaciónaconsejandoalCapellanetquenosemezclaseenesteasuntoydiesegustoalpadreyendoaestudiarenelSeminario.

—Esto se arreglará, señor—continuó el muchacho, poseído de la nuevaimportanciadesupersona—.Searreglará;selodigoyo.Estoysegurodequemi hermana le quiere mucho... pero le tiene cierto miedo, cierto respeto.¡Quién podía esperar que usted se fijase en ella!... En casa todos parecenlocos.Elpadreponemalacarayhablasolo; lamadregimeyseaclamaalaVirgen;Margalidallora;ymientrastanto,lagentecreequeestamosdelomásalegres.Peroestosearreglará,donJaime;yoseloprometo.

Preocupábale otra cosa, aparte de la voluntad de Margalida. Mientrashablaba, su pensamiento iba hacia sus antiguos amigos, los atlots quecortejaban a «Flor de almendro». «¡Atención, señor! ¡Mucho ojo!...» Él nosabía nada de cierto. Hasta sospechaba que aquellos muchachos habíanperdido la confianza en su persona, recatándose de hablar en su presencia.Peroseguramentetramabanalgo.Unasemanaantesparecíanodiarseyvivíanapartados unos de otros; ahora se habían juntado todos para abominar delforastero. Callaban, pero su silencio era taciturno, poco tranquilizador. ElúnicoquegritabaysemovíaconunacóleradecorderorabiosoeraelCantó,irguiendo su cuerpo desmedrado de tísico, afirmando entre crueles toses supropósitodemataralmallorquín.

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—Lehanperdidoaustedelrespeto,donJaime—continuóelmuchacho—.Cuando le vieron entrar y sentarse al lado de mi hermana, quedaron comoatontados.Yotambiénmequedésinsaberloqueveía,yesoquehacetiempomedaba el corazónque a ustedno le era indiferenteMargalida.Preguntabausteddemasiadopor ella... Pero ahoraya se les hapasado el susto, y van ahaceralgo: ¡vayasi loharán!...Yno lesfaltarazón.¿CuándosehavistoenSanJosévenirlosforasterosaquitarleslanoviaaunosatlotsquesonlosmásvalientesdelaisla?...

El orgullo de vecindario arrastró al Capellanet a participarmomentáneamente de las opiniones de los otros, pero pronto renacieron sugratitudysuafectoaFebrer.

—No importa.Usted la quiere, y basta. ¿Por qué ha de irmi hermana atrabajarlatierraypasarfatigas,cuandounseñorcomoustedsefijaenella?...Además—yaquísonreíamaliciosamenteelpilluelo—,amímeconvieneestecasamiento.Ustednovaacultivarloscampos,ustedsellevaráaMargalida,yel viejo, no teniendo a quién dejar Can Mallorquí, me permitirá que sealabrador,quemecase,y¡adióscapellanía!...Ledigoausted,donJaime,queustedselalleva.Aquíestoyyo,elCapellanet,parapelearmeconmediaislaensudefensa.

Mirabaaun ladoyaotro,comosi temieraencontrarsecon losbigotesylosojos severosde laGuardia civil, y luego, tras unavacilacióndehombremodestoquetemerevelarsuimportancia,llevábaseunamanoalosriñonesytiraba del interior de la faja, sacando un cuchillo cuyo brillo y limpiezaparecíanhipnotizarle.

—¿Eh?—decía,admirandolatersuradelacerovirgenymirandoaFebrer.

Eraelcuchilloque lehabía regaladoJaimeeldíaantes.Comoestabadebuen humor, había hecho arrodillarse al Capellanet. Luego, con burlonagravedad,lehabíagolpeadoconelarma,proclamándolocaballeroinvencibledelcuartóndeSanJosé,detodalaislaydelosfreosypeñonesadyacentes.Elpilluelo, trémulo de emoción por el regalo, había acogido la ceremonia congravedad,creyéndolaalgoindispensablequeseusabaentrelosseñores.

—¿Eh?—volvió a preguntar,mirando a don Jaime como si lo protegiesecontodalainmensidaddesuvalentía.

Pasaba un dedo ligeramente por el filo y luego apoyaba la yema en lapunta,gozandovoluptuosamentealsentirsuagudopinchazo.¡Quéjoya!

Febrermoviólacabeza.Sí;conocíaelarma:élmismoselahabíatraídodeIbiza.

—Puesconesto—continuóel chicuelo—nohayguapoque senosponga

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delante. ¿El Ferrer?... ¡mentira! ¿El Cantó y todos los otros?... ¡mentiratambién!¡Ypocasganasquetengoyodeusarlo!...Élqueintentealgocontraustedestásentenciadoamuerte.

Yacontinuación,conunatristezadegrandehombrequepierdeeltiemposindarlamedidadesuvalor,dijobajandolosojos:

—Cuando mi abuelo tenía mi edad, cuentan que ya era verro y metíamiedoatodalaisla.

Pasó el Capellanet en la torre una parte de la tarde, hablando de losenemigossupuestosdedonJaime,queyaconsiderabacomosuyos,ocultandosu cuchillo para volver a sacarlo, como si necesitase contemplar su imagendesfigurada en la bruñida hoja, soñando en tremendos combates queterminaban siempre con la fuga o muerte de los adversarios, salvando élcaballerescamente al acorralado don Jaime. Éste reía de la petulancia delmuchacho,tomandoabromasusansiasdepeleaydestrucción.

Alanochecerbajóalaalqueríaparatraerlelacena.Yahabíaencontradoenelporchevarioscortejantesvenidosdemuylejos,queesperabansentadosenlospoyoselprincipiodelfesteig.¡Hastaluego,donJaime!...

Febrer,asíquecerrólanoche,sedispusoabajaralaalquería,conelgestohosco, la mirada dura, las manos nerviosas por un imperceptible temblorhomicida, lomismoqueunguerreroprimitivo al emprender una expedicióndesdelacumbrealvalle.Antesdeecharseeljaiquesobreloshombrossacósurevólverdelafaja,examinandoescrupulosamenteelestadodelascápsulasyeljuegodelallave.¡Todocorriente!Alprimeroqueintentasealgocontraél,lemetíalosseistirosenlacabeza.Sentíasebárbaro,implacable,comounodeaquellosFebrer leonesdelmar,quesaltabana lasplayasenemigas,matandoparanomorir.

Anduvocuestaabajo,porentrelosgruposdetamariscos,quemovíanenlaobscuridadsusmasasondeantes,conunamanometidaenlafajayacariciandola culata del revólver. ¡Nadie! Al llegar al porche de Can Mallorquí loencontróllenodeatlotsqueaguardabandepieosentadosenlospoyosaquelafamiliaacabasesucenaenlacocina.Febrerlosadivinóenlaobscuridadporelolordecáñamodelasalpargatasnuevasyeldelanaburdadesusmantonesy jaiques.Laschispasrojasde loscigarros indicabanenel fondodelporcheotrosgruposenespera.

—¡Bono,nit!—dijoFebreralllegar.

Sólo le respondieron con un leve gruñido. Cesaron las conversacionesmantenidasamediavoz,yunsilenciohostilypenosoempezóagravitarsobretodosaquelloshombres.

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Jaime se apoyó en una pilastra del porche, alta la frente, arrogante elademán,destacandosufigurasobreelfondodelhorizonte,comosiadivinaselosojosqueenlaobscuridadestabanfijosenél.

Sentía cierta emoción, pero no era demiedo. Casi llegó a olvidar a losenemigos que le rodeaban. Pensaba con inquietud en Margalida. Sintió elescalofríodelenamoradocuandoadivinalaproximidaddelamujeradoradaydudadesusuerte,temiendoydeseandoalmismotiemposuaparición.Ciertosrecuerdosdelpasadovolvieronaél,haciéndolesonreír.¿QuédiríamissMarysilevieserodeadodeestagenterústica,temblorosoyvacilantealpensarenlaproximidaddeunamuchachacampesina?...¡CómoreiríansusantiguasamigasdeMadrid y deParís al encontrarle en esta traza de campesino, dispuesto amatarporlaconquistadeunamujercasiigualasuscriadas!...

Seabriólapuertadelaalquería,queestabaentornada,marcándoseensurectángulodeluzrojizalasiluetadePep.

—¡Avantelshómens!—dijocomounpatriarcaquecomprendelosanhelosdelajuventudyríebondadosamentedeellos.

Y loshombresentraronuno trasotro, saludandoal siñóPepy lossuyos,ocupandolosbancosysillasdelacocinacomoniñosquelleganalaescuela.

El payés de Can Mallorquí, al reconocer al señor, hizo un gesto deasombro.«¡Allíélesperandoconlosotros,comounsimplepretendiente,sinatreverse a entrar en una casa que era suya!...» Febrer contestó con unencogimiento de hombros. Quería hacer lo mismo que los demás. Seimaginabaquedeestemodoleseríamásfácilconseguirsusdeseos.Nadaquerecordasesuantiguacondicióndeamigorespetableydeseñor:cortejantenadamás.

Peplehizosentarasulado.Pretendiódistraerloconsuconversación,peroélnoapartabalosojosde«Flordealmendro»,que,fielalritualdelosfesteigs,estaba en una silla, en el centro de la pieza, acogiendo con gestos de reinatímidalaadmiracióndesuscortejantes.

FueronunotrasotrosentándosetodosalladodeMargalida,querespondíaen voz queda a sus palabras. Fingía no ver a don Jaime; casi le volvía laespalda. Los pretendientes que aguardaban su vez estaban taciturnos, sin laalegrecharlaconqueentreteníansuesperaenotrasnoches.Parecíaquealgofúnebrepesabasobreellos,obligándolosapermanecerensilencio,conlavistabaja y los labios apretados, como si en la habitación inmediata hubiese unmuerto. Era la presencia del extraño, del intruso, ajeno a su clase y suscostumbres.¡Malditomallorquín!...

Cuando hubieron pasado todos los mozos por la silla inmediata aMargalida, el señor se levantó.Era el último que se había presentado como

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cortejante, y enbuena ley le llegaba su turno.Pep, que le hablaba sin cesarparadistraerlo,quedósedeprontoconlabocaabiertaalvercómosealejabasinoírlemás.

SentósealladodeMargalida,queparecíanoverle,humilladalacabezayfijoslosojosensusrodillas.Todoslosatlotsquedaronensilencio,paraqueenelambientetranquiloresonasenlasmáslevespalabrasdelforastero;peroPep,adivinando esta intención, comenzó a hablar fuerte con su mujer y su hijosobretrabajosquedebíanderealizaraldíasiguiente.

—¡Margalida!¡«Flordealmendro»!...

LavozdeFebrer,comounsusurro,acariciólasorejasdelamuchacha.Allíle tenía, para convencerla de que era amor, verdadero amor, lo que ellaconsideraba un capricho. Febrer no sabía aún ciertamente cómo había sidoesto.Sentíaunmalestarensusoledad,unanhelovagodecosasmejores,quetalvezestabanasualcance,peroqueél,ensuceguera,nopodíareconocer,hastaquedeprontohabíavistoclarodóndeestaba ladicha...Y ladichaeraella. ¡Margalida! ¡«Flor de almendro»! Él no tenía juventud, él era pobre;¡pero la amaba tanto!... Una palabra nada más, algo que disipase laincertidumbreenquevivía.

Y ella, al sentir más próxima la boca de Febrer, al percibir su alientoardoroso,moviólevementelacabeza.«No,no.¡Váyase!...Tengomiedo.»Susojosseelevaronparamirarrápidamenteatodosaquellosjóvenesmorenos,degestotrágico,queparecíanquemarlosalosdosconsuspupilasdebrasa.

¡Miedo!...EstapalabrabastóparaqueFebrer saliesede suencogimientosuplicante y mirase con soberbia a los rivales sentados ante él. ¿Miedo aquién?...Sentíasecapazdepelearcontodosestosrústicosysusinnumerablesparientes. ¡Miedo no,Margalida! Ni por él ni por ella debía temer. Lo queJaime la suplicaba eraque respondiese a supregunta. ¿Podía esperar? ¿Quépensabacontestarle?...

PeroMargalidapermanecíasilenciosa,descoloridossuslabios,pálidaslasmejillasconunablancuralívida,moviendolospárpadosparaescondertraselenrejado de las pestañas la humedad lacrimosa de sus ojos. Iba a llorar. Seadivinabansusesfuerzosparacontenerel llanto: respirabaconangustia.Suslágrimas,surgiendodeprontoenesteambientehostil,podíanserunaseñaldecombate; iban a producir la explosión de todas las cóleras contenidas queadivinabaentornodeella.No...¡no!Yelesfuerzodesuvoluntadsóloservíaparahacermayorsuangustia,obligándolaahumillarelrostrocomolasbestiasdulces y tímidas, que creen salvarse del peligro ocultando su cabeza. Lamadre,quetrenzabacestosenunrincón,sintiósealarmadaensusinstintosdemujer.SualmasimplesediocuentadelestadodeMargalida.Elpadre,viendola inquietud de aquellos ojos de animal triste y resignado, intervino

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oportunamente.

«Lasnueveymedia...»Hubounmovimientodesorpresayprotestaenelgrupodelosatlots.Aúnerapronto,faltabanmuchosminutosparalahora:lotratadoera ley.PeroPep,consu testarudezdecampesino, sehacíael sordo,repitiendolasmismaspalabrasmientrasseponíadepieeibahacialapuerta,abriéndola completamente. «Las nueve y media.» Cada uno era amo en sucasa,yélhaciaenlasuyaloquecreíamejor.Debíalevantarsetempranoaldíasiguiente:«¡Bonanit!...»

Yfuesaludandoa loscortejantessegúnsalíande lacasa.AlpasarJaimeanteél,sombríoydespechado,intentóretenerloporunbrazo.Debíaesperar;élleacompañaríahastalatorre.MirabaconinquietudalFerrer,quesehabíaquedadodetrásdeél,retardandovoluntariamentesusalidadelacasa.

Peroelseñornolecontestó,librándosedesubrazoconrudomovimiento.SentíasefuriosoporelmutismodeMargalida,queconsiderabaunfracaso;porlaactitudhostildelosmozos;porelmodoinsólitoconquesehabíadadofinalavelada.

Los atlots dispersáronse en la sombra, sin gritos, relinchos ni canciones,como si volvieran de un entierro.Algo trágico flotaba en las tinieblas de lanoche.

Febrer siguió su camino sin volver la vista, deseoso de oír que alguienveníatrasdesuspasos,tomandopormisteriosoarrastredeperseguidoresloslevescrujidosdelramajedelostamariscosbajolabrisanocturna.

Al llegar al pie de la colina, donde losmatorrales eranmás espesos, sevolvió,quedandoinmóvil.Susiluetadestacábasesobrelablancuradelsenderoa la luz vagorosa de las estrellas. Tenía el revólver en la diestra, apretandonerviosamentelaculata,acariciandoelgatilloconundedofebril,ansiosodedisparar.¡Ay!¿noleseguiríaalguien?¿noapareceríaelverroocualquieradelosotrosenemigos?...

Transcurrió el tiempo sin que nadie se presentase. En torno de él, lavegetación silvestre, agrandada por la sombra y el misterio, parecía reírirónicamentedesucóleracongrandesmurmullos.Alfin,lafrescaserenidaddelatierrasoñolientapareciópenetrarenél.Acabóencogiéndosedehombroscongestodedesprecio,yllevandoelrevólverpordelante,continuósucaminohastaencerrarseenlatorre.

EldíasiguientelopasóporenteroenelmarconeltíoVentolera.Devueltaa su vivienda encontró fría sobre la mesa la cena que le había traído elCapellanet.UnascrucesyelpropionombredeFebrergrabadosenelmuroapunta de acero le revelaron la visita del atlot. El seminarista no podíapermanecerquietoteniendouncuchilloalalcancedesumano.

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Al otro día apareció en la torre elmuchacho deCanMallorquí con airemisterioso.TeníaquecontaradonJaimecosasimportantes.Latardeanterior,correteandoenpersecucióndeciertopájaroporelpinar inmediatoa la forjadel Ferrer, había visto de lejos, bajo el cobertizo de la herrería, al verrohablandoconelCantó.

—¿Y qué más?—preguntó Febrer, extrañándose de que el muchachocallase.

Nadamás. ¿Leparecía poco?...ElCantóno era aficionado a las alturas,porquesuscuestaslehacíantoser.Siempreandabaporlosvalles,sentándosebajo los almendros y las higueras para inventar sus trovos. Si había subidohasta la herrería, era indudablemente porque el Ferrer le habría llamado.Hablaban los dos con gran animación. El verro parecía darle consejos, y elpobrecillolecontestabacongestosafirmativos.

—¿Yqué?—volvióapreguntarFebrer.

El Capellanet pareció compadecerse de la simpleza del señor. «¡Muchoojo,donJaime!Élnoconocíaalosdelaisla.»Estaconversaciónenlafraguale inspiraba cuidado. Estaban en sábado: aquella noche era de festeig. Deseguroquepreparabanalgocontraelseñor,sisepresentabaenCanMallorquí.

Febreracogiótalespalabrasconungestodedesprecio.Bajaría,apesardetodo...¡Sicreíanqueleinspirabanmiedo!Loquelamentabaeraquetardasentantoenatacarle.

Pasó en belicosa nerviosidad todo el resto del día, deseando que llegarapronto el anochecer. Evitaba en sus paseos acercarse a Can Mallorquí,contemplándolo de lejos, con la esperanza de ver unos instantes la gentilfiguradeMargalidabajoelporche.Noporestoosabaaproximarse,comosiunairresistibletimidezlecerraseelcaminodelafincamientrasbrillabaelsol.Desde que era pretendiente no podía presentarse como amigo. Su llegadapodíaresultarembarazosapara lafamiliadePep.Temíaque lamuchachaseocultasealverle.

Apenasseextinguiólaluzdelsolycomenzaronabrillarlasestrellasenuncieloclarodeinvierno,Febrerdescendiódelatorre.

Durante el breve camino hasta la alquería volvieron a renacer en sumemorialosrecuerdosdelpasado,conunaprecisiónirónica,lomismoqueenlaanteriornochedecortejo.

«¡SimeviesemissMary!—pensó—.TalvezmecomparaseaunSigfridorústicoyendoamatareldragónqueguardaeltesorodeIbiza...¡Simeviesenotrasmujeresqueheconocido,ytodoloencontrabanridículo!...»

Perosuamorsesobrepusoinmediatamenteatalesrecuerdos.¡Sileviesen!

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¿yqué?...Margalidavalíamásquelashembrasqueélhabíaconocidoantes:eralaprimera,laúnica.Todoensuhistoriapasadaleparecíafalsoyartificial,comolavidaquesemuestraenlosescenarios,pintadaycubiertadeoropelesbajo una luz engañosa. Nunca había de volver a ese mundo de ficción. Larealidaderalopresente.

Al llegar al porche encontró reunidos a los cortejantes, que parecíandiscutirconvozahogada.Alverlecallaroninstantáneamente.

—¡Bonanit!

Nadiecontestó.Nisiquieraleacogieronconelgruñidodelaotranoche.

CuandoPep, abriendo la puerta, les dio entrada en la cocina, Febrer vioque elCantó llevaba el tamborcillopendientedeunbrazoy en ladiestra labaquetaconquegolpeabaelparche.

Era noche de música. Unos atlots sonreían al ocupar sus puestos conexpresiónmaligna,comoregocijándoseporadelantadodealgoextraordinario.Otros,másserios,mostrabanensugestoelnobledisgustode losque temenpresenciarunamalaaccióninevitable.ElFerrerpermanecíaimpasibleenunode los rinconesmás apartados, buscando empequeñecerse, pasar inadvertidoentreloscamaradas.

HablaronconMargalidaunoscuantosatlots,perodepronto,viendolasillalibre,elCantóavanzóparasentarseenella,sujetandoeltamborentrelarodillay un codo y apoyando la frente en su mano izquierda. La baqueta golpeólentamenteelparche,mientrassonabaunlargosiseoreclamandosilencio.Erauntrovonuevo:todoslossábadostraíaversoselCantó,enhonordelaatlotadelaalquería.Elencantodelamúsicabárbaraymonótona,admiradadesdelaniñez, obligó a callar a todos. La santa emoción de la poesía hacíaestremecerseporadelantadoaestasalmassimples.

Elpobretísicorompióacantar,acompañandocadaversoconuncloqueofinal que estremecía su pecho y arrebolaba sus mejillas. Pero el Cantó semostraba esta noche con más fuerzas que nunca: sus ojos tenían un brilloextraordinario.

A los primeros versos, una carcajada general resonó en la cocina,celebrandolagraciairónicadelrústicopoeta.

Febrer no había entendido gran cosa. Cuando escuchaba esta músicamonótona y relinchante, que parecía recordar los primeros cantos de losmarineros semitas esparcidos por el Mediterráneo, sumíase en otrospensamientosparahacercorta laesperay sufrirmenoscon laextraordinarialongituddelromance.

Lacarcajadadelosatlotsatrajosuatención,adivinandoconfusamentealgo

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hostilparasupersona.¿Quédecíaaquelcorderorabioso?...Lavozdelcantor,su pronunciación campesina y los continuos cloqueos con que cortaba losversoseranpocointeligiblesparaJaime;perolentamentefuedándosecuentadequeel romance ibadirigidoa lasatlotasquedeseanabandonarelcampo,casándoseconcaballeros,paralucirlosmismosadornosquelasseñorasdelaciudad.Lasmodasfemeninasdescribíalaselcantorentérminosextravagantes,quehacíanreíralospayeses.

El simple Pep reía también de estas burlas, que halagaban a la vez suorgullodecampesinoysusoberbiadevaróninclinadoanoverenlahembramásqueunacompañeradefatigas.«¡Verdad!¡verdad!»Yuníasucarcajadaaladelosmuchachos.¡QuéCantótangracioso!...

Pero a los pocos versos ya no habló el improvisador de las atlotas engeneral, sino de una sola, ambiciosa y sin corazón. Febrer miróinstintivamente a Margalida, que permanecía inmóvil, con los ojos bajos,pálidas lasmejillas, como asustada, no de lo que escuchaba, sino de lo queindudablementevendríadespués.

Jaimecomenzóarevolverseensuasiento.¡Molestarlaasí,ensupresencia,aquel rústico!... Una carcajada más fuerte e insolente de aquellos jóvenesatrajodenuevosuatenciónhacialosversos.Elcantorseburlabadelaatlotaque para ser señora quería casarse con un pobre arruinado, sin casa y sinfamilia;unforasteroquenoteníatierrasquecultivar...

El efecto de estos versos fue instantáneo. Pep, en la densidad de supensamientoespeso,vioflotaralgocomounachispadefuego,unaluminosaadivinación,yextendió lasmanos imperativamente,almismo tiempoqueseincorporaba:

—¡Prou!...¡prou!

Peroerayainútilquegritase«¡bastante!»Unbultoseinterpusoentreélylaluzdelcandil:elcuerpodeFebrer,quesehabíaerguidodeunsalto.

Con sólo un tirón arrancó el tamborcillo de las rodillas del cantor,arrojándolo inmediatamente contra su cabeza, y tal fue el ímpetu, que serompieronlosparches;quedandolacajacomoungorrotorcidosobrelafrenteensangrentadadelmuchacho.

Saltaronlosatlotsdesusasientos,sinsaberciertamenteloquehacían,perollevándosetodoslasmanosalafaja.Margalidaserefugióalladodesumadre,yelCapellanetcreyóllegadoelmomentodesacarsucuchillo.Elpadre,conlaautoridaddelosaños,seimpusoatodos:

—¡Fora!...¡fora!

Todosobedecieron,saliendofuerade laalquería,paradetenerseenpleno

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campo.Febrersaliótambién,apesardelaresistenciadePep.

Los atlots parecían divididos, discutiendo acaloradamente. Unosprotestaban. «¡Pegarle al pobre Cantó, un infeliz enfermo que no podíadefenderse!...» Otros movían la cabeza. Esperaban aquello: no se puedeinsultar impunemente a un hombre sin que ocurra algo. Ellos se habíanopuestoalacanción;eranpartidariosdequeloshombres,cuandotienenquedecirsealgo,selodigancaraacara.

Casiibanareñir,conlafuriadesusopinionesencontradasysurivalidadamorosa,cuandoelCantódistrajosuatención.Sehabía libradodel tamborilincrustado en su cabezay se limpiaba la sangrede la frente.Lloraba con larabiadeldébilenfurecido,capazdelasmayoresvenganzas,peroquesesientealmismotiempoesclavodesuimpotencia.

—¡Amí!¡amí!—gemíaasombradodeesteataque.Deprontoseagachó,buscando piedras en la obscuridad para arrojarlas contra Febrer, y a cadapedrada retrocedía algunos pasos, como para defenderse de una nuevaagresión.Losguijarros,despedidosporsusbrazosdébiles, fueronaperderseenlasombraorebotaroncontraelporche.

Luego ya no silbaron más piedras. Algunos amigos del Cantó se lollevabancasiarastrasenlaobscuridad.Oyéronsesusgritosalolejos:proferíaamenazas, jurabavengarse... «¡Mataría al forastero! ¡Él solo acabaría conelmallorquín!...»

Estepermanecióinmóvil,conunamanoenlafaja,entretantosenemigos.Sentíaseavergonzadodesuarrebato. ¡Pegarlealpobre tísico!...Parasofocarsus remordimientos, profirió en voz baja soberbios retos. «¡Otro deseaba élquehubiesecantado!...»YsusojosbuscaronalFerrer,peroel temibleverrohabíadesaparecido.

CuandoFebrer,mediahoradespués,apaciguadoyaeltumulto,volvíaasutorre,detúvosevariasvecesenelcamino,conelrevólverenladiestra,comosiesperaseaalguien.

¡Nadie!

II

Alamañanasiguiente,apenassalidoelsol,corrióelCapellanetenbuscadedonJaime,revelandoensugestoalentrarenlatorrelaimportanciadelasnoticiasdequeeraportador.

EnCanMallorquíhabíanpasadotodosmalanoche.Margalidalloraba; la

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madre se había lamentado incesantemente de lo ocurrido. ¡Señor! ¡quépensaríandeelloslasgentesdelcuartónalsaberqueensucasasepegabanloshombres como en una taberna! ¡Qué dirían las atlotas de su hija!... Pero aMargalida la preocupaba poco la opinión de sus amigas. Otra cosa parecíainteresarla: algo que no acertaba a decir, pero la hacía verter lágrima traslágrima.ElsiñóPepluegodecerrarlapuertadelacasa,sehabíapaseadomásdeunahoraporlacocinamascullandopalabrasycerrandolospuños.«¡Aqueldon Jaime!... ¡Empeñarse en conseguir lo que era imposible!... ¡Testarudocomotodoslossuyos!...

ElCapellanet tampocohabíadormido,sintiendonacerensupensamientodepequeñosalvaje,astutoyreceloso,unasospechaquepocoapocotomólarealidaddeunacertidumbre.

Al entrar en la torre comunicó inmediatamente sus pensamientos a donJaime.¿Quiéncreíaélqueeraelautordelacancióninjuriosa?¿ElCantó?...Puesno señor: era elFerrer.Losversos los había inventado el otro, pero laintención era del malicioso verro. Este le había sugerido la idea de queinsultaseadonJaimeenplenocortejo,contandoconlaseguridaddequenodejaríaimpuneelagravio.Yaveíaclaroelmuchachoelverdaderomotivodelaentrevistadelosdoscortejantesqueélhabíasorprendidoenelmonte.

Febrer acogió con un gesto de indiferencia esta noticia, a la que elCapellanet daba gran importancia. ¿Y qué?... El cantor insolente ya estabacastigado; y en cuanto al verro, había huido de sus retos a la puerta de laalquería.Erauncobarde.

Pepetmoviólacabezaconincredulidad.¡Ojo,donJaime!Élignorabalascostumbres de los valientes de la tierra, las astucias de que se valían paraasegurarse la impunidad en sus venganzas. Debía permanecer en guardia,ahora más que nunca. El Ferrer sabía lo que era el presidio, y no deseabavolveraél.Loqueacababadehacerlohabíanhechootrosverrosantes.

Se impacientó Jaime ante el aire misterioso y las palabras confusas delmuchacho.

—¡Paraquétapujos!...¡Habla!

ElCapellanetexpusoalfinsussospechas.YapodíaelherrerohacerloquequisieracontradonJaime:podíaesperarleemboscadoenlostamariscosalpiede la torre ymatarlodeun tiro.Las sospechas se dirigirían inmediatamentecontraelCantó,recordandolacuestiónocurridaenlaalqueríaysuspalabrasdevenganza.Conestoyconprepararseelverrounacoartada,trasladándoseatodocorrerporlosatajosaalgúnpuntolejanodondetodosleviesen,leseríafácilcumplirsuvenganza,sinpeligro.

—¡Ah!—exclamó Febrer poniéndose hosco, como si comprendiera de

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prontotodalaimportanciadetalespalabras.

Elmuchacho,satisfechodesusuperioridad,continuódandoconsejos.DonJaimedebíavivirenadelantemenosdescuidado,cerrarlapuertadesutorre,nohacercaso,apenasllegadalanoche,delosgritosdefuera.Seguramenteelverro pretendería inducirle a salir a la obscuridad con gritos de reto, conauquidosdedesafío.

—Aunque le aúquen durante la noche, usted quieto, don Jaime. Yoconozco eso—continuó el Capellanet con la importancia de un verroendurecido—. Le gritará desde fuera, oculto en la maleza, con el armapreparada, y si sale, antes de que pueda verle le matará de un pistoletazo.Ustedquietoenlatorre.

Estosconsejoseranparalanoche.Dedía,elseñorpodíasalirsinmiedo.Allíestabaélparaacompañarloatodaspartes.Seerguíaconbélicavanidad,llevándose unamano a la faja para cerciorarse de que el cuchillo no habíadesaparecido, pero su decepción era inmediata al ver el gesto de burlonagratituddeFebrer.

—Ríausted,donJaime,búrlesedemí,perodealgopuedoyoservir...Veausted cómo le aviso ahora el peligro.Hayquevivir enguardia.Con algunamalaideahapreparadoelFerrerlodelacanción.

Ymirabaentorno,comouncaudilloquesepreparapararepelerunlargositio.Susojosencontraronlaescopetacolgandodelmuroentrelosadornosdeconchas.¡Muybien!Debíacargarconbalalosdoscañones,yencimaunbuenpuñadodepostasoperdigóngrueso.Estonuncaestádemás.Asílohacíasuglorioso abuelo.Después fruncía el entrecejo al ver el revólver abandonadosobrelamesa.¡Muymal!Lasarmascortassonparallevarlasencimaatodashoras. Él dormía con el cuchillo sobre la panza. ¿Y si entraba de pronto elenemigosindejarletiempoparabuscarelarma?...

Latorre,quehabíapresenciadoenotrossiglosejecucionesycombatesdepiratas, cascarón de piedra de trágico vacío disimulado por la nítidaenjalbegaduradelosmuros,atrajoluegolaatencióndelmuchacho.

Ibahastalapuertaconlentaprecaución,comosiunenemigoleaguardaseal pie de la escalera, y ocultando el cuerpo en el borde delmuro, avanzabasólo un ojo y parte de la frente. Luegomovía la cabeza con desaliento. Alasomarsedenoche,aunque fueraconestasastucias, el enemigo,emboscadoabajo, podía verlo, apuntándole con toda comodidad apoyados los codos enuna ramao en una piedra, sinmiedo a perder el tiro. Peor era aún echar elcuerpofueradelapuertaypretenderbajar.Porobscuraquefueselanoche,elenemigopodíaescogerunpuntodemira,unamanchadelfollaje,unaestrelladel horizonte, algo saliente en la obscuridad que se destacase junto a la

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escalera.Yalpasarelbultonegrodelquebajaba,ocultandoporunmomentoel objeto apuntado... ¡fuego y pieza segura!Eran enseñanzas oídas a gravesvarones que habían pasado meses enteros tras un ribazo o al abrigo de untronco,conlaculatajuntoalamejillayelojoenelextremodelcañón,desdelapuestadelsolhastalaaurora,aguardandoaunantiguoamigo.

No; alCapellanet no le gustaba esta puerta con su escalera al aire libre.Habíaquebuscarotrasalida,ysusojosfueronalaventana,abriéndolaluegoparaasomarseaella.

Con una agilidad simiesca, riendo de su descubrimiento, saltó sobre elalféizar y empezó a descender por elmuro, buscando con pies ymanos lasdesigualdadesde lamampostería, losalvéolosprofundoscomopeldañosquehabíandejado lospedruscosal rodardesprendidosde laargamasa.Febrerseasomóalaventana,ylevioalpiedelatorrerecogiendosusombreroquesehabía caído y agitándolo en alto con expresión triunfante. Corrió luego elmuchachoentornodelabasedelatorre,ysuspasosresonaronpocodespuésconbulliciosotroteenlospeldañosdemadera,cercadelapuerta.

—¡Sieslomásfácil!—gritóalentrarenlapieza,rojodeemociónporsudescubrimiento—.¡Siesunaescaleradeseñores!...

Y comprendiendo la importancia de su descubrimiento, puso un gestogravedemisterio.Estoquedabaentrelosdos:niunapalabraanadie.Eraunasalidapreciosa,cuyosecretohabíaqueguardar.

ElCapellanetenvidiabaadonJaime.¡Notenerélunenemigoquevinieraaaucarloallídurantelanoche!...MientraselFerreraullaseemboscado,conlavistafijaenlaescalera,éldescenderíaporlaventana,aespaldasdelatorre,ydando la vuelta silenciosamente, cazaría al cazador. ¡Qué golpe!... Reía consalvaje complacencia, y en sus labios de rojo obscuro parecía despertartemblonalaferocidaddelosgloriososabuelos,quehabíanconsideradolacazadelhombrecomoelmásnobledelosejercicios.

Febrer se sintió contagiado por la bárbara alegría del muchacho. ¡Si élprobase a bajar por la ventana!... Echó las piernas fuera del alféizar, ylentamente, entorpecido por su madura corpulencia, fue tanteando lasdesigualdades de la muralla con las puntas de los pies hasta encontrar losagujerosque servíandepeldaños.Descendiópocoapoco, rodandobajo susplantasalgunaspiedrassueltas,hastaquealfinpusolospiesentierraconunsuspiro de satisfacción. ¡Muy bien! El descenso era fácil; después de unoscuantos ensayos bajaría con tanta facilidad como elCapellanet.Éste, que lehabíaseguidoágilmente,descolgándosecasisobresucabeza,sonreíacomounmaestrosatisfechodelalección,ytornabaarepetirsusconsejos.¡Quenolosolvidase don Jaime! Apenas le anearan desde fuera, debía echarse ventanaabajo,pillandoporlaespaldaalcontrario.

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Cuando a mediodía quedó solo Febrer, sintióse poseído de un deseobelicoso,deunaagresividadque lehizomirardurante largo ratoel trozodemurodelquependíalaescopeta.

Al pie del promontorio, en la playa donde estaba varada la barca del tíoVentolera,sonólavozdeéstecantandolamisa.Febrerseasomóalapuerta,llevándoselasdosmanosalabocaenformadebocinaparagritarle.

Elmarinero, con la ayudadeunmuchacho, echaba subarca al agua.Lavela, recogida, temblabaen loaltodelmástil. Jaimenoaceptó la invitación.«¡Muchasgracias,tíoVentolera!»Esteinsistióconsuvocecita,quellegabaatravésdelairecomoelvagidolejanodeunacriatura.Latardeerabuena:habíacambiado el viento; en las cercanías del Vedrá iban a coger el pescado enabundancia. Febrer encogió los hombros. «No, muchas gracias; tenía quehacer.»

Apenasacabódehablar,cuandoelCapellanetsepresentóporsegundavezenlatorre,llevándolelacomida.Elmuchachoparecíaenfurruñadoytriste.Supadre, colérico por la escena de la noche anterior, le había escogido comovíctima, para desahogar su enfado. «¡Una injusticia, don Jaime!» Gritabapaseándoseporlacocina,mientraslasmujeres,conlosojosllorososyelaireencogido, parecían huir de su mirada. Todo lo ocurrido lo atribuía a sublandura de carácter, a su bondad; pero iba a poner remedio a estoinmediatamente.El noviazgoquedaba suspendido: ya no admitía cortejos nivisitas.¡YencuantoalCapellanet!...Estemalhijo,desobedienteyrevoltoso,teníalaculpadetodo.

Pepnosabíaconcertezacómopodíahaberinfluidolapresenciadesuhijoen el escándalo de la noche anterior, pero recordaba su resistencia a serclérigo,sufugadelSeminario,ylamemoriadeestosdisgustosdespertabasucólera, haciendo que la concentrase en el muchacho. ¡Se acabaron losmiramientos y bondades! El próximo lunes lo llevaría al Seminario. Sipensaba resistirseyhuirpor segundavez,mejor seríaparaélembarcarsedegrumeteyolvidarqueteníapadre,puesalverleregresaralaalquería,Peperacapaz de romperle las dos piernas con la tranca de la puerta. Y por purodesahogo,porirhabituandolamanoydarunamuestradesufuturacólera,lelargóunascuantasbofetadasypuntapiés,cobrándosedeestaformaeldisgustosufridotiempoantesalverlellegarfugitivodeIbiza.

El Capellanet, encogido y paciente por la costumbre, se refugió en unrincóndetrásdelmurodezagalejosyfaldasqueoponíalallorosamadrealafuriadePep.Peroalverseahoraenlatorreyrecordarlaofensa,rechinabalosdientes,conlosojosenblanco,lasmejillaslívidasylospuñoscerrados.

«¡Quéinjusticia!¿Asísepegaaloshombres,sinmotivoalguno,sólopordesahogar elmal humor?... ¡A él, que llevabaun cuchillo en la faja yno le

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teníamiedo a nadie de la isla! ¡Todo porque era padre!...» ¡Ay! Esto de lapaternidadydel respeto filial eranparaelCapellanet enaquellosmomentosinvencionesde cobardes, creadasúnicamentepara fastidiary envilecer a loshombresdecorazón.Yencimadelosgolpes,humillantesparasudignidaddebravo,lacertezadelencierroenelSeminario;lanegrasotana,semejantealasfaldas de las mujeres, y el pelo cortado al rape, perdiendo para siempreaquellos bucles que asomaban arrogantes bajo las alas de su sombrero; latonsura,queharíareíroinfundiríaunfríorespetoalasatlotas,y¡adiósbailesynoviazgos!¡adióscuchillo!...

ProntodejaríadeverledonJaime.Antesdeunasemanaibana llevarleaIbiza.Otroslesubiríanlacomidaalatorre...Febrerhizoungestoreveladordesuesperanza.¡TalvezMargalida,comoenotrostiempos!PeroelCapellanet,apesar de su tristeza, sonriómaliciosamente.No,Margalida no; todosmenosella.¡BuenoestabaelsiñóPepparaconsentirlo!Cuandolapobremadre,paradefender a su atlot, había hablado tímidamente de lo necesario que era elmuchachoenlacasaparaserviralseñor,Pepestallóennuevasvociferaciones.Élmismo se encargaría de llevar todos los días a la torre la comidadedonJaime,ysinosumujer,ysinobuscaríanunaatlotaquesirviesedecriadaaaquelseñor,yaqueseempeñabaenvivircercadeellos.

No dijomás elCapellanet, peroFebrer adivinó las palabras que el buenpayés debía haber lanzado contra él. Olvidaba, a impulsos de la cólera, suantiguo respeto; sentíase enfurecido por la perturbación que acarreaba a lafamiliaconsupresencia.

El muchacho volvió a la alquería mascullando propósitos vengativos,jurándose no ir al Seminario, aunque ignoraba el modo de conseguirlo. Suresistencia tomódeprontountonodeproteccióncaballeresca. ¡AbandonarasuamigodonJaimecuandoleveíarodeadodepeligros!...¡Iraencerrarseenaquelcaserónde tristezas,entre señorescon faldasnegrasquehablabanunalenguarara,ahoraqueenplenocampo,alaluzdelsoloenelmisteriodelasnoches, ibanamatarse loshombres!... ¡Ocurrir tanextraordinariossucesosynoverlosél!...

CuandoFebrerquedósólo,descolgólaescopetayestuvolargoratojuntoalapuertaexaminándoladistraídamente.Supensamientoibalejos,muchomáslejos de los extremos de los cañones, que parecían apuntar a la montaña...«¡Aquelherrero!¡Aquelvalentóninsufrible!...»Desdeelprimerdíaquelovioalgo se había removido en su interior, poniéndose de pie con el irresistibleimpulso de la antipatía.A aquel fantasmón lúgubre nadie en la isla le iba apegarmásqueél.

La sensación fría del acero de la escopeta en la palma de susmanos levolvióalarealidad.Estabaresueltoasalirdecazaporlamontaña...¡Peroqué

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caza!... Extrajo los dos cartuchos que ocupaban los cañones, cartuchoscargadosconperdigónmenudopara lasbandasdepájarosquecruzan la islaviniendodeÁfrica.Buscóenunabolsaotroscartuchoseintrodujodoseneldoble cañón, guardándose los demás en los bolsillos. Eran con bala. ¡Cazamayor!...

Colgóselaescopetadeunhombroybajólaescaleradelatorresilbandoyconpasoarrogante,comosisuresoluciónlellenasedealegría.

AlpasarcercadeCanMallorquí,elperrosalióasuencuentroconladridosde regocijo. Nadie se asomó a la puerta como otras veces. Seguramente lehabíanvisto, sinmoverse,desdeel fondode lacocina.Elperrosaltó traséllargotrecho,retrocediendoluegoalverletomarelcaminodelamontaña.

Anduvo Febrer entre paredes de piedra seca que contenían pendientesbancales,yotrasvecesporsenderospavimentadosdeguijarrosazules,quelaslluvias de invierno convertían en encajonados barrancos. Luego dejó de vertierras removidas y surcadas por el arado: el suelo compacto cubríase debravia y espinosa vegetación. A los árboles frutales, el alto almendro y lachaparrahigueradeampliacopa, sucedían las sabinasy lospinos retorcidosporlosvientosdelacosta.AldetenerseFebreruninstanteymiraratrás,vioasus piesCanMallorquí comounos dados blancos escapados del cubilete deunarocavecinaalmar.EnlacúspidedeestarocaerguíasecomounagarradorlatorredelPirata.Suascensiónhabíasidoveloz,casiatodocorrer,comositemiera llegar tarde a un lugar de cita que no conocía con certeza.Inmediatamente reanudó la marcha. Dos palomas silvestres salieron de lamaleza con el sonoro plumeo de un abanico que se abre, pero el cazadorpareció no verlas. Unos bultos humanos, negros y agachados en losmatorrales, le hicieron llevar la diestra a la culata de la escopeta paradescolgarladel hombro.Eran carbonerosque apilaban leña.AlpasarFebrerjunto a ellos le miraron con ojos fijos, en los que creyó notar algoextraordinario,mezcladeasombroycuriosidad.

—¡Bonastardestenguin!

Los hombres negros apenas contestaron, pero le fueron siguiendo largorato con sus ojos, que tenían el brillo y la transparencia del agua sobre susrostrostiznados.SeguramentelossolitariosdelmontesabíanyaloocurridolanocheanteriorenCanMallorquí,yseasombrabanviendoalseñordelatorremarcharsolo,comosidesafiaseasusenemigos,creyéndoseinvulnerable.

Yanoencontrómásgenteensucamino.Depronto,sobrelosrumoresdelasecaarboledaacariciadaporelviento,oyóuntintineolejanodehierrobatido.Por entre el ramaje elevábase una ligera columna de humo: la fragua delFerrer.

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Jaime,llevandolaescopetaalgocaídadesuhombro,comosielarmafueraa descolgarse sola, desembocó en un claro del bosque que formaba anchaplazoletaantelafragua.Eraéstaunacasuchaconstruidaconadobes,negradehumo y cubierta por un techo giboso, que en algunos de sus puntos seabombaba como si fuera a desplomarse. Bajo un cobertizo brillaba el ojoinflamado de una fogata, y junto a ella el Ferrer, de pie ante el yunque,golpeabaconelmartillounabarradehierroígneo.

Febrernoquedódescontentodesuentradateatralenlaplazoleta.Elverrolevantólavistaaloírruidodepisadasenelintervalodedosdesusgolpes,yquedóinmóvil,conelmartilloenalto,alreconoceralseñordelatorre.Perosusojosfríoseranincapacesdetransparentarningunaimpresión.

AvanzóJaimeantelafraguaconlamiradafijaenelherrero,unamiradaderetoqueelotropareciónocomprender.Niunapalabra,niunsaludo.Elseñorpasó adelante; pero al salir de la plazoleta se detuvo junto a uno de losprimeros árboles y acabó por sentarse en sus raíces salientes, guardando laescopetaentrelaspiernas.

UnorgullodevirilsoberbiainvadíaelalmadeFebrer.Estabasatisfechodesuarrogancia.Bienpodíaveraquelmatónqueveníaabuscarloenlasoledaddelmonte,ensupropiavivienda;bienpodíaconvencersedequeno le teníamiedo.

Yparademostrarmejorsuserenidad,sacólapetacadelafajaysepusoaliaruncigarro.

Elmartillohabíavueltoareanudarsutintineosobreelmetal.Jaime,desdesu asiento, veía al Ferrer vuelto de espaldas a él con descuidada confianza,comosi ignorarasupresenciaysólo lepreocupaseelexamendesu trabajo.EstacalmadesconcertóunpocoaFebrer.«¡ViveDios!¿Nohabíaadivinadosusintenciones?...»Leexasperabalafrialdaddelherrero,yalmismotiempoinfundíaleunvagoagradecimientoelhechodepermanecerdeespaldasaél,tranquilamente, con la confianza de que el señor de la torre era incapaz deaprovecharsedeestasituaciónparadispararleunescopetazotraidor.Cesódesonarelmartillo.CuandoFebrermiróotravezhaciaelcobertizo,yanovioalherrero. Esta ausencia le hizo requerir la escopeta, acariciando sus llaves.Indudablementeibaasalirconunarma,cansadodeaguantarestaprovocaciónmudaqueveníaabuscarleensupropiacasa.Talvezibaadispararporalgunodelosventanucosquedabanluzalanegravivienda.Debíaprecaversecontraunaasechanzadelantiguopresidiario,ysepusodepie,procurandodisimularsucuerpodetrásdeltroncodeunárbol,nodejandovisiblemásqueunojo.

Alguiensemovióenelinteriordelacasucha;algonegroasomóindecisoen su puerta. Iba a salir el enemigo: ¡atención!... Empuñó la escopeta parahacer fuego apenas se mostrase el extremo del arma enemiga; pero quedó

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inmóvil y confuso al ver que era una falda negra rematada por unos piesdesnudosdentrodeviejasalpargatas,ysobreestounbustomísero,encorvadoyhuesudo,unacabeza cobrizay arrugada, con sólounojo,y ralos cabellosgrisesquedejabanbrillarentresusmechaselbarnizdelacalvicie.

Febrerreconocióalamujer.Eralatíadelherrero,latuertadequelehabíahabladoelCapellanet,laúnicacompañeradelFerrerensubraviasoledad.Lavieja se plantó en el cobertizo con los brazos en jarras, echando adelante elflácidovientreabultadopor loszagalejos, fijandosupupilaúnica, inflamadapor lacólera,enaquel intrusoqueveníaaprovocaraunhombredebienenmediodesutrabajo.MirabaaJaimeconlafieraacometividaddelamujerque,segura del respeto que infunde su sexo, es más audaz e impetuosa que elhombre.Mascullabaamenazaseinsultosqueelseñornopodíaoír,furiosadeque alguien se atreviera contra su sobrino, amado cachorro en el que habíapuestosuesterilidadtodoslosardoresdeunamadrefracasada.

Jaimesediocuentarepentinamentedeloodiosodesuacción.¡Unhombrecomoélveniraprovocarenplenodíaaotro,ensupropiacasa!Laviejateníarazón para insultarle. El matón no era el Ferrer: era él, señor de la torre,descendientedetantosvaronesilustresyorgullosodesuorigen.

La vergüenza le hizo tímido, sumiéndolo en torpe confusión. No sabíacómoirsenipordóndeescapar.Alfinseechólaescopetaalhombro,yconlavista en alto, como si persiguiese a un pájaro que saltaba de rama en rama,emprendiólamarchaporentrelosárbolesylamaleza,evitandopasarotravezantelafragua.

Anduvoahoracuestaabajo,haciaelvalle,huyendodeaquellamontañaalaquelehabíaarrastradounimpulsohomicida,avergonzadodesusanterioresdeseos.Volvióaencontraraloshombresnegrosquehacíancarbón.

—¡Bonastardestenguin!

Contestaronasusaludo,peroensusojosdeextraordinariablancurasobreel rostro tiznado creyó notar Febrer algo de burla hostil, de repulsivaextrañeza, comosi fueseéldeotra casta, comosihubieracometidounactoinaudito que le colocaba fuera para siempre de la comunidad humana de laisla.

Lospinosysabinasquedaronatrásenlafaldadelmonte.Caminabaahoraentrebancalesdetierraarada.Enunoscamposviopayesesquetrabajaban;enunribazoencontróvariasatlotasquerecogíanhierbas,encorvándosesobreelsuelo;enuncaminosecruzócontresviejosmarchandolentamentealladodesusborricos.

Febrer,conlahumildaddelquesesientearrepentidodeunamalaacción,saludabaatodosdulcemente.

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—¡Bonastardestenguin!

Los labriegos le respondieron con un gruñido sordo; las muchachastorcieron la cara con un gesto de contrariedad para no verle; los tres viejoscontestaronalsaludotristemente,mirándoleconojillosescrutadores,comosiencontraranensupersonaalgoextraordinario.

Bajounahiguera,negroparasolderamajesenroscados,vioaunospayesesocupados en escuchar a alguien que estaba en el centro del corro. AlaproximarseFebrerhubociertomovimientoenelgrupo.Unhombresurgiódeél con rabioso impulso, y los otros le detuvieron, cogiéndolo de los brazos,pugnando por contenerle. Jaime lo reconoció por el lienzo blanco anudadobajosusombrero.Eraelcantor.Losfuertespayesessujetaronfácilmenteconsólo una mano al enfermizo muchacho, pero éste, incapaz de moverse,desahogósurabiatendiendounpuñohaciaelcamino,mientraslasamenazaseinsultossalíanaborbotonesdesuboca.

Estaba,sinduda,contandoa losamigos loocurridoen lanocheanterior,cuando apareció Febrer.Adivinaba éste en las voces chillonas las amenazasdel Cantó. Eran las mismas que había proferido en Can Mallorquí. Jurabamatarle: prometía ir de noche a la torre del Pirata para incendiarla y hacerpedazosasudueño.

«¡Bah!» Jaime levantó los hombros y siguió adelante, pero triste,desesperadoporelambientederepulsiónyhostilidadcadavezmássensibleentornodeél.¿Quéhabíahecho?¿Endóndesehabíametido?¡Pegaraunodelaisla!¡Él,unforastero...,yademásmallorquín!...

En su tristeza, creyó que la isla entera, con todas sus cosas inanimadas,asociábase a esta protesta de las gentes. Ante su paso se despoblaban lasalquerías; sus habitantes ocultábanse para no saludarlo; los perros salían alcaminoladrandosañudamente,comosinolehubiesenvistonunca.

Lasmontañasleparecíanmásausterasyceñudasensuscumbresdepeladaroca; los bosques,más obscuros,más negros; los árboles de los valles,mástristes y escuetos; las piedras del camino rodaban bajo sus pies, como sihuyesendesucontacto;elcieloteníaalgoderepelente;hastaelairedelaislaacabaríaporhuirdesuboca.Febrer,ensudesesperación,seveíasolo.Todoscontra él; únicamente le quedaba Pep con su familia, pero éstos acabaríanalejándose igualmente, a impulsos de la necesidad de vivir bien con susvecinos.

El forasterono intentaba rebelarsecontra su suerte.Sentíase arrepentido,avergonzado de la acometividad de la noche anterior y de su recienteexcursiónalamontaña.Paraélnohabíasitioenlaisla.Eraunforastero,unextrañoqueperturbabaconsupresencialavidatradicionaldeaquellasgentes.

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Le había recibido Pep con un respeto de antiguo siervo, y pagaba talhospitalidadperturbandosucasaylapazdesufamilia.Lehabíanacogidolasgentes con una cortesía algo glacial, pero tranquila e inmutable, como a ungranseñorforastero,yélcorrespondíaaesterespetogolpeandoalmásinfelizdetodosellos,alqueporsudebilidaderaconsideradoconunabenevolenciapaternalpor todoslospayesesdeldistrito.¡Muybien,mayorazgodeFebrer!Desdehacíaalgún tiempoqueandabacomoloco,sindiscurrirotracosaquedisparates. ¿Y todopor qué?... Por amar absurdamente a unamuchachaquepodía ser su hija; por un capricho casi senil, pues él, a pesar de su relativajuventud,veíaseviejo, tristeymiserableanteMargaliday los rústicosatlotsqueseagitabanentornoasubelleza.¡Ay,elambiente!¡Elmalditoambiente!

Enlostiemposdeprosperidad,cuandohabitabaélsupalaciodePalma,deserMargalidaunacriadadesumadre, sólohabríasentidoporellaelapetitoqueinspiralafrescuradelajuventud,sinnadaquesepareciesealamor.Otrasmujeres le dominaban entonces con la seducción de sus artificios yrefinamientos. Pero aquí, en plena soledad, con el más imperioso de losinstintosirritadoporlaprivación,viendoaMargalidaentrelamorenayrudahermosuradesuscompañeras,bellacomounadiosablancadelasqueinspiranveneración religiosa a los pueblos cobrizos, sentía la demencia del deseo, ytodossusactoseranabsurdos,cualsihubieraperdidoparasiemprelarazón.

Habíaquehuir:enlaislanoquedabasitioparaél.Bienpodríaserqueleengañase su pesimismo al apreciar la importancia del afecto que le habíaempujadohaciaMargalida.Talveznoeradeseo, sinoamor, elprimer amorverdaderodesuvida:casiestabasegurodeello.Peroaunqueasífuese,habíaqueolvidaryhuir;huircuantoantes.

¿Para qué seguir en esta tierra? ¿Qué esperanza le retenía?...Margalida,comosiresultasesuperiorasusfuerzaslasorpresaexperimentadaalconocersuamor,huíadeél,seocultabasilenciosa,sólosabíallorar,ylaslágrimasnoeran una respuesta. Pep, por un resto de veneración tradicional, tolerabasilencioso este capricho de gran señor, pero iba a estallar de unmomento aotrocontraelhombrequeperturbabasuvida.La isla,que lehabíaaceptadocortésmente, parecía alzarse ahora contra el forastero venido de lejos paratrastornar su patriarcal quietismo, su existencia concentrada, su orgullo depuebloaparte,conlamismafierezaquesehabíaalzadoenotrossigloscontraelnormando,elárabeoelberberiscodesembarcadosensuscostas.

Imposible hacer frente a todos: huiría. Sus ojos acariciaron una enormefaja de mar tendida entre dos colinas, como un telón azul que ocultase undesgarrón de la tierra. Aquel pedazo de mar era el camino salvador, laesperanza, lo desconocido que nos abre sus brazos de misterio en losmomentos más difíciles de la existencia. Tal vez volviese aMallorca, parallevar una vida de mendigo respetable al lado de los amigos que aún se

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acordabandeél;talvezpasasealaPenínsulayfueseaMadridenbuscadeunempleo; tal vez acabara embarcándose para América. Todo era preferible aseguir allí. No sentía miedo; no le intimidaba la hostilidad de la isla y sushabitantes;loquesentíaeraremordimiento,vergüenza,porlasperturbacionesquehabíacausado.

Instintivamentesuspieslellevaronhaciaelmar,queeraahorasuamorysuesperanza.EvitóelpasoporCanMallorquí,yal llegaralaplayamarchóporlaorilla,dondelaúltimapalpitacióndelasolasllegabaaperderse,comodelgadahojadecristal,entrelasmenudasguijasmezcladasconfragmentosdebarrococido.

Cuando estuvo al pie del promontorio de su torre, trepó por las rocassueltas,yendoasentarseenelpeñónroídoporlasolasycasidespegadodelacosta.Allíhabíaestadoreflexionandounanochedetormenta,lamismaenquesepresentócomocortejanteencasadeMargalida.

La tarde era serena, el mar tenía un intenso color de extraordinaria yprofunda transparencia. Los fondos de arena reflejábanse como manchaslácteas;lospeñonessubmarinosysusobscurasvegetacionesparecíantemblarcon un rebullicio de vida misteriosa. Las nubes blancas que flotaban en elhorizonte, al pasar ante el sol trazaban sobre el mar grandes espacios desombra. Un pedazo de la extensión azul quedaba obscuro ymate, mientrasmás allá de este manto movible las aguas luminosas parecían hervir conburbujasdeoro.Aveces, el astro,oculto tras las cortinasdenubes, lanzabapordebajodesuorlaunamangavisibledeluz,unchorrodelinterna,unlargotriángulodeblanquecinoresplandor,comoeldeunpaisajeholandés.

Nada en este aspecto del mar recordaba a Febrer aquella nochetempestuosa;ysinembargo,porlaasociaciónqueformanennuestramemorialasideasolvidadasconloslugaresantiguamentevisitadoscuandovolvemosaellos,Febrer comenzóa sentir losmismospensamientos, sóloqueahora, envez de seguir adelante, desfilaban en sentido inverso, con una confusión dederrota.

Reía amargamente de su optimismo en aquella ocasión, de la confianzaque le había hecho despreciar todas sus ideas sobre el pasado. Losmuertosmandan:suautoridadysupodersonindiscutibles.¿Cómohabíapodidoél,aimpulsosdelentusiasmoamoroso,desconocerestaenormeydesconsoladoraverdad?... Bien le hacían sentir los lóbregos tiranos de nuestra vida todo elpesoabrumadordesupoder.¿Quéhabíahechoélparaqueenesterincóndelatierra, su último refugio, le mirasen como un extraño?... Las innumerablesgeneracionesdehombrescuyopolvoycuyaalmaestabanconfundidosconlatierra de la isla habían dejado como herencia a los presentes el odio alextranjero,elmiedoylarepulsiónalextraño,conelquevivieronsiempreen

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guerra. Él que llegaba de otros países era recibido con un aislamientorepelente,ordenadoporlosqueyanoexistían.

Cuando,despreciandosusantiguosprejuicios,intentabaaproximarseaunamujer,estamujerreplegábasemisteriosayasustadadetalaproximación.Eraunaobrade loco lasuya: laconjuncióndelgalloy lagaviotasoñadaporunfraileextravaganteyquetantohacíareíralospayeses.Asílohabíanqueridoloshombresenotrostiemposalfundarlasociedadydividirlaenclases,yasídebía continuar. Inútil rebelarse contra las cosas establecidas.Lavidadeunhombreeracorta,ynobastabaparabatirseconcentenaresdemilesdevidasquehabíanexistidoantesdeellayparecíanespiarla invisibles,oprimiéndolaentre creaciones materiales que eran recuerdo de su paso por la tierra,abrumándola con sus pensamientos, que llenaban el ambiente y eranaprovechadosportodoslosquenacíansinfuerzaparadiscurriralgonuevo.

Losmuertosmandan,yesinútilquelosvivosseresistanaobedecer.Todaslas rebeliones por salir de esta servidumbre, por romper la cadena de lossiglos,todasmentira.Febrerrecordabalaruedasagradadelosindios,símbolobudistaquehabíavistoenParísalpresenciarunaceremoniareligiosaorientalenunmuseo.

La rueda es el símbolo de nuestra vida. Creemos avanzar porque nosmovemos;creemosprogresarporquevamoshaciaadelante,ycuandolaruedada la vuelta completa, nos encontramos en el mismo sitio. La vida de lahumanidad, la historia, todo era un interminable «recomenzamiento de lascosas». Nacen los pueblos, crecen, progresan; la cabana se convierte encastilloydespuésenfábrica;seformanlasenormesciudadesdemillonesdehombres, sobrevienen después las catástrofes, las guerras por el pan queescasea para tantas gentes, las protestas de los desposeídos, las grandesmatanzas,ylasciudadessedespueblanycaenenruinas.Lahierbainvadelosorgullososmonumentos; lasmetrópolissehundenpocoapocoen la tierrayduermen siglos y siglos bajo colinas. El bosque bravío cubre la capital deremotas épocas; pasa el cazador salvaje por donde en otro tiempo eranrecibidosloscaudillosvencedoresconaparatodesemidioses;pacenlasovejasysoplaelpastorensucaramillosobrelasruinasquefuerontribunadeleyesmuertas; vuelven a agruparse los hombres y surge la cabana, la aldea, elcastillo,lafábrica,laciudadenorme,yserepitelomismo,siemprelomismo,conunadiferenciadecentenaresdesiglos,comoserepitendeunoshombresen otros iguales gestos, ideas y preocupaciones en el transcurso de unoscuantos años. ¡La rueda! ¡El eterno recomenzar de las cosas! ¡Y todas lascriaturasdelrebañohumanocambiandodeaprisco,perojamásdepastores!¡ylospastoressiempreeranlosmismos,losmuertos,losprimerosquepensaron,y cuyo pensamiento primordial fue como el puñado de nieve que rueda yruedapor laspendientes,agrandándose, llevandoadheridoensupegajosidad

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todo cuanto encuentra al paso!... Los hombres, orgullosos de su progresomaterial, de los juguetes mecánicos inventados para su bienestar, se creíanlibres,superioresalpasado,emancipadosdelaservidumbreoriginal,¡ytodocuantodecíansehabíadichocentenaresdesiglosantes,condiversaspalabras!Sus pasiones eran lasmismas; sus pensamientos, que consideraban propios,erandestellosyreflejosdeotrospensamientosremotos;ytodoslosactosqueteníanporbuenosomalosmerecíanestaclasificacióninmutable,porqueasílohabíandecididolosmuertos,lostiránicosmuertos,alosqueelhombretendríaquematardenuevosideseabaserlibrerealmente...¿Quiénllegaríaarealizaresta gran hazaña libertadora? ¿Qué paladín tendría fuerzas suficientes paramataralmonstruoquepesabasobrelahumanidad,enormeyabrumador,comolos dragones de las leyendas que guardaban bajo su corpachón inútilestesoros?...

Febrerpermaneciómuchotiempoinmóvilenlaroca,conloscodosenlasrodillas y la mandíbula en las manos, sumido en sus pensamientos,hipnotizadoslosojosporelmansosubirybajardelasaguaspalpitantes.

Cuandosearrancóaestameditacióncomenzabaacaerlatarde...¡Seguiríasudestino!Élsólopodíavivirenlasalturas,aunquefueseconlahumildaddelmendicante.Todosloscaminosdedescensoveíaloscerrados,¡Adiós,felicidadbuscadaenunretrocesoalavidanaturalyprimitiva!Yaquelosmuertosnoqueríanquefuesehombre,seríaparásito.

Susojos,vagandoporelhorizonte,fijáronseenlosblancosvaporesqueseamontonabansobreellímitedelmar.CuandoerapequeñoymadóAntonialeacompañabaensuspaseosporlacostadeSóller,sehabíanentretenidomuchasveces dando cuerpoy nombre, con un esfuerzo de imaginación, a las nubesquesejuntabanoseesparcíanenunaincesantevariedaddeformas,viendoenellastanprontounmonstruonegruzcodeinflamadasfaucescomounavirgenentrecelestesresplandores.

Unamontonamientodenubesdensasynítidascualblancosvellonesatrajosu mirada. Esta blancura luminosa era la del hueso pulido de los cráneos.Sueltasvedijasdevaporobscuroflotabansobreestanube.LaimaginacióndeFebrer fue viendo en ellas dos agujeros negros y espantables, un triángulolóbregosemejantealquedejalanarizdesaparecidaenlafazdelosmuertos,ymásabajoundesgarróninmenso,trágico,igualalarisamudadeunabocasinlabiosysindientes.

EralaMuerte,lagranseñora,laemperatrizdelmundo,quesemostrabaaélconsublancaymatemajestad,enplenodía,desafiandolosesplendoresdelsol,elazuldelcielo,elverdeluminosodelmar.Elreflejodelastromoribundoponíaunachispademalignavidaenelóseorostrodepalidezdehostia,enlalobreguez de sus negras cuencas, en su sonrisa que daba espanto... ¡Sí; era

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ella!Lasnubesesparcidasarasdelmarparecíanbullonesyplieguesdeunavestiduraqueocultabasuinmensoesqueleto;yotrasnubesflotantesenloalto,una amplia manga, de la que se escapaban vapores más sutiles e indecisosformandounbrazodehuesorematadoporun índicesecoycorvocomounauñadepresa,señalandolejos,muylejos,eldestinomisterioso.

La visión se desvaneció rápidamente con el movimiento de las nubes.Borráronse sus espantables contornos, adoptando otras formas caprichosas;peroFebrer,alperderladevista,nosalióporestodesualucinación.

Aceptabalaordensinrebelarse:partiría.Losmuertosmandan,yélerasusiervo inerme. La luz de la caída de la tarde daba a los objetos un relieveextraño. En los recovecos de la costa marcábanse vigorosas sombras queparecíandarvidayformasanimalesalaspiedras.Alolejos,unpromontoriosemejabaunleónacurrucadojuntoalasolas,mirandoaJaimeconhostilidadsilenciosa.Lospeñascosaflordeaguasacabanyocultabansusnegrascabezascoronadas de melenas verdes, como gigantes anfibios de una humanidadmonstruosa.ElsolitariovioporlapartedeFormenteraundragóninmensoquepocoapocoavanzabaenlalíneadelhorizonte,conlargacoladenubes,paradevorartraidoramentealsolmoribundo.

Cuandolarojaesfera,huyendodeestepeligro,sesumergióenlasaguas,agrandadaporunespasmodeterror,latristezagrisdelcrepúsculodespertóaFebrerdesualucinación.

Púsosedepie,recogiólaescopetaabandonadajuntoaél,yemprendióelcaminodelatorre.Ibapreparandomentalmenteelprogramadesumarcha.Nopensaba decir una palabra a nadie.Aguardaría a que tocase en el puerto deIbizaelvaporcorreodeMallorca,ysóloenelúltimomomentodaríacuentaaPepdesuresolución.

Lacertezadeabandonarmuyprontoeste retiro lehizovercon interéselinterior de la torre al resplandor de una vela que acababa de encender. Susombra,gigantescamenteagrandadayvacilanteporlasoscilacionesdelaluz,iba de un lado a otro en las blancas paredes, eclipsando los objetos que lasadornabanohaciendoquebrillasenelnácarde las conchasy elmetalde lacolgadaescopeta.

CiertocarraspeoconocidoatrajoaFebrer,ylehizoasomarsealoaltodelaescalera.Unhombreenvueltoenunmantónestabaenlosprimerospeldaños.EraPep.

—Elsopar—dijobrevemente,tendiéndoleunacesta.

Jaime la tomó.Notábase en el payésundeseodenohablar, y él, por suparte,sintióciertomiedodequerompiesesulaconismo.

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—¡Bonanit!

Pep emprendió el camino de regreso a su alquería luego de este brevesaludo,comounservidorrespetuosoyenojadoquesólosepermiteconsuamolaspalabrasindispensables.

VueltoJaimealinteriordelatorre,cerrólapuerta,dejandolacestasobrelamesa.Nosentíaapetito:cenaríamástarde.Cogióunapiparústica,labradaporunpayésenuna ramadecerezo, la llenóde tabacoycomenzóa fumar,siguiendoconojosdistraídoselrevoloteodelasespiralesdehumo,cuyaazulsutilidadtomabaantelavelaunatransparenciairisada.

Luegobuscóunlibroyquisoleer,perofueroninútilestodoslosesfuerzosporconcentrarsuatenciónenlalectura.

Fueradeaquellacáscaradepiedrareinabalanoche,unanochelóbrega,deprofundo misterio. Al través de los muros parecía filtrarse ese solemnesilencio que cae de lo alto, y en el cual los ruidos más leves adquierenproporcionespavorosas,comosielrumorseescuchaseasímismo.

Creía percibir Febrer los latidos de la circulación de su sangre en estacalmaprofunda.Devezencuandoescuchabaelchillidodeunagaviotao laagitaciónmomentáneadelostamariscosbajounaráfaga,murmullosemejanteal de las fingidasmuchedumbres teatrales ocultas tras los bastidores. En eltecho de la habitación sonaba a intervalos el cric-cric monótono de unacarcomaroyendolasvigasconuntrabajoincesante,inadvertidoduranteeldía.Elmar rasgaba la obscuridad con un ronquido plácido, cuya ondulación ibarompiéndoseentodoslossalientesyrecovecosdelacosta.

Por primera vez se dio cuenta exacta de la soledad en que vivía. ¿Eraposible continuar esta existencia de eremita? ¿Y cuando le sorprendiese laenfermedad?¿Ycuandollegaselavejez?...Aaquellashorascomenzabanlasciudades una nueva vida bajo los blancos resplandores de su alumbradoeléctrico; cortábase la circulación en las calles con la aglomeración de loscoches;brillabanlosescaparates,abríanselosteatros,sonabanlasacerasbajoel gracioso taconeo de mujeres hermosas. Y él estaba como un hombreprimitivoenelinteriordeunatorrebárbara,sinotrosignodecivilizaciónqueaquella luz macilenta que sólo servía para hacer más visibles las tinieblas,rodeado de un silencio trágico, como si elmundo se hubiese dormido parasiempre.Adivinábase al otro lado delmurode piedra la sombra preñada demisterios y peligros. Ya no albergaba a la fiera, como en los tiemposprehistóricos,perobienpodíaservirdeguaridaalhombre.

Depronto,Febrer,quepermanecíainmóvil,escuchándoseasímismo,conunaquietudsemejantealadelosniñosmedrososquetemenremoverseenlacamapornoaumentarelmisterioquelesrodea,seestremecióensuasiento.

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Algoextraordinariocortóelaire,dominandoconsuestridencia losconfusosruidosdelanoche.Eraungrito,unaullido,unrelincho,unadeaquellasvoceshostilesyburlonasconquelosatlotsvengativossellamabanenlasombra.

Jaime sintió un impulso de levantarse, de correr a la puerta, pero luegopermaneció inmóvil.El tradicionalauquidohabía sonadoaalgunadistancia.Debíansermozosdelcuartónqueescogíanlas inmediacionesdela torredelPirata para encontrarse arma enmano. Aquello no iba con él; a lamañanasiguienteseenteraríadeloocurrido.

Abrió otra vez el libro, intentando distraerse con la lectura; pero a laspocas líneasse levantódeunsalto,arrojandosobre lamesaelvolumeny lapipa.

¡Auuuú!Elrelinchodereto,elaullidohostilyburlón,habíaresonadocasial pie de la escalera de la torre, prolongándose con el fuerte soplo de unospulmonescomofuelles.Casialmismotiemposonóenlaobscuridadunrumorestridente de abanicos abiertos: las avesmarinas, sorprendidas en su sueño,salíandisparadasdeentrelasrocasparacambiardeguarida.

¡Eraparaél!¡Veníanaretarloalapuertadesuvivienda!...Mirófijamentesuescopeta;sellevóladiestraalafaja,palpandoelmetaldelrevólver,tibioporelcontactodelcuerpo;diodospasoshacialapuerta,perosedetuvoyalzóloshombrosconunasonrisaderesignación.Élnoeradelaisla;élnoentendíaestelenguajedechillidos,ysecreíaacubiertodetalesprovocaciones.

Volvióasusillaycogióellibro,sonriendoconunaalegríaforzada.

—¡Grita, buen hombre! ¡chilla, aúca! Lo siento por ti, que puedesconstipartealfresco,mientrasyoestoytranquiloenmicasa.

Peroestaconformidadburlonasóloeraaparente.Volvióasonarelaullido,yanoalpiedelaescalera,sinoalgomáslejos,talvezentrelostamariscosquecercaban la torre. El retador parecía haber tomado posición esperando quesalieseFebrer.

¿Quién sería?... Tal vez el miserable verro, al que había buscado por latarde;talvezelCantó,quejurabapúblicamentematarlo.Lanocheylaastucia,queigualanlasfuerzasdelosenemigos,habríandadoánimosaesteenfermoparamarcharcontraél.Tambiéneraposiblequefuesendosomáslosqueleaguardasen.

Sonóotroaullido,peroJaimevolvióaencogersedehombros.Podíagritarlo que quisiera su desconocido retador... Pero ¡ay! ¡imposible leer! ¡inútilesforzarseporfingirtranquilidad!...

Losaullidosrepetíanseahorarabiosamente,comoloscacareosdeungallofurioso.Jaimecreyóverelcuellodeaquelhombre,hinchado,enrojecido,con

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los tendonesvibrantespor la cólera.Elgritoguturalparecía adquirirpocoapoco,alrepetirse,loscontornosylasignificacióndeunlenguaje.Erairónico,burlón, insultante; echabaencara suprudenciaal forastero;parecía llamarlecobarde.

Envanointentónoescuchar.Nublábasesuvista,leparecióquelavelayano daba luz; en los intervalos de silencio, la sangre zumbaba en sus oídos.Pensó queCanMallorquí estabamuy cerca, y tal vezMargalida, trémula ypegadaaunventanuco,escuchabaestosaullidosfrentealatorre,dondeestabaunhombremedrosooyéndolostambién,peroencerradocomosifuesesordo.

No; no más. Arrojó esta vez definitivamente el libro sobre la mesa, yluego, por instinto, sin saber ciertamente lo que hacía, sopló la llama de lavela. Al quedar en la obscuridad anduvo algunos pasos con las manosavanzadas, olvidado completamente de los planes de ataque que habíaconcebidomomentosantesensuaceleradopensamiento.Lacóleratrastornabasus ideas. La ceguedad repentina de su espíritu sólo tuvo una idea, igual alúltimodestellodeunaluzquesealeja.Tocabayalaescopetaconsusmanospalpantes,cuandodesistiódecogerla.Necesitabaunarmamenosembarazosa;talveztendríaquedescenderyarrastrarseentrelosmatorrales.

Tiródelinteriordelafaja,yelrevólversedeslizófueradesumadrigueraconlasuavidaddeunabestiasedosaytibia.Anduvoatientashastalapuertayla abrió con lentitud, sólo un pequeño espacio, el necesario para asomar lacabeza,chirriandolevementesusgroserosgoznes.

PasandoFebrerdelaobscuridaddesuhabitaciónaladifusaclaridaddelaluz sideral, vio la mancha de las malezas en torno de la torre, más allá laconfusa blancura de la alquería, y enfrente la giba negra de los montescortandouncielocargadodepalpitacionesdeestrellas.Estavisiónsóloduróun instante: no pudo ver más. Dos pequeños relámpagos, dos culebreos defuegomarcáronseunotrasotroenlastinieblasdelosmatorrales,seguidosdedosestampidosquecasiseconfundieron.

Jaime experimentó en su olfato una sensación acre de pólvora quemada,que tal vez no fue más que un fenómeno imaginativo. Al mismo tiempopercibiósobre lacúspidedesucráneounsilenciosoyviolentochoque,algoanormalquepareciótocarlesinllegaratocarle, lasensacióndelrocedeunapiedra. Algo cayó sobre su rostro como una lluvia impalpable. ¿Sangre?...¿tierra?...

Su sorpresa sólo duró un instante. Le habían hecho fuego desde elmatorral, en las inmediaciones de la escalera.El enemigo estaba allí... ¡allí!Veía en la obscuridad el punto de donde habían surgido los fogonazos, yavanzandoladiestrafueradelapuerta,disparósurevólveruna...dos...cincoveces:todaslascápsulasqueconteníaelcilindro.

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Tirócasiaciegas,desorientadopor laobscuridadyeldesconciertode lacólera.Unleveruidoderamastronchadas,unaondulacióncasiimperceptibledel matorral, le llenaron de salvaje alegría. Había alcanzado al enemigoindudablemente, y en su satisfacción, se llevó una mano a la cabeza paraconvencersedequenoestabaherido.

Al pasarla después por su cara cayó de sus mejillas y sus cejas algomenudo y granujiento. No era sangre: era tierra, polvo de argamasa. Susdedos, deslizándose sobre el cuero cabelludo, estremecido aún por el rocemortal, tropezaron con dos agujeros de la pared, semejantes a pequeñosembudos, que guardaban una sensación de calor. Las dos balas le habíanrozado,yendoaclavarseenelmuroaunadistanciacasiimperceptibledesucabeza.

Febrer sintióse alegre por su buena suerte. Él sano, incólume, ¡y suenemigo!... ¿Dónde estaría en aquel momento? ¿Debía bajar para buscarleentre los tamariscos y reconocerlo en su agonía?... De pronto se repitió elgrito, el aullido salvaje, lejos, muy lejos, casi en las inmediaciones de laalquería:unauquidotriunfante,burlón,queJaimeinterpretócomoanunciodepróximavuelta.

El perro de Can Mallorquí, excitado por los disparos, ladrabalúgubremente.Alolejos,otrosperroslecontestaban.Elaullidodelhombresealejó, con incesantes repeticiones, cada vez más remoto, más débil,hundiéndoseenelmisterioazuldelanoche.

III

Apenasrompióeldía,elCapellanetsepresentóenlatorre.

Lohabíaoídotodo.Supadre,queteníaelsueñofuerte,noestabatalvezenteradoaaquellashorasdelsuceso.Yapodíaladrarelperroysonarjuntoalaalqueríatantosdisparoscomoenunaguerra;elbuenPep,cuandoseacostabacansadodesusfaenasdiurnas,erainsensiblecomounmuerto.Losdemásdela casa habían pasado una noche de angustias. La madre, luego de variosintentos para despertar a su esposo, sin conseguir otro éxito que palabrasincoherentes seguidas de nuevos ronquidos, había rezado hasta el amanecerporelalmadel señorde la torre,creyéndolomuerto.Margalida,quedormíacercadesuhermano, lehabía llamadoconvozquedayangustiosaaloír losprimerostiros.«¿Oyes,Pepet?...»

La pobre muchacha se había incorporado en la cama, encendiendo elcandil;asuluzlahabíavistoelatlot,conelrostropálidoyunosojosdeloca.

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Ella,tanpudorosaytímida,mostrabaensuagitaciónlosmayoressecretosdesudesnudez,olvidadadetodo,retorciéndoselosbrazos,llevándoselasmanosa la cabeza. «Habían matado a don Jaime: se lo anunciaba el corazón.» Ytemblaba con el eco lejano de nuevos disparos. «Un verdadero rosario detiros», según decía el Capellanet, había contestado a las dos primerasdetonaciones.

—Ésos fueron de usted, ¿verdad, don Jaime?—continuó elmuchacho—.LosconocíalmomentoyselodijeaMargalida.Recuerdolatardequedisparóustedelrevólverenlaplaya.Yotengomuchooídoparaestascosas.

Luego contó la desesperación de su hermana, buscando las ropas ensilencio,queriendovestirseparacorreralatorre.Pepetlaacompañaría.Perodespués,súbitamenteacobardada,yanoquisoir.Sólosabíallorar,yseopusoa que el muchacho cumpliera su propósito de escaparse por las bardas delcorral.

Habíanoídoelauquidojuntoalaalquería,muchodespuésdelosdisparos;y al hablar de este grito, sonreía el muchacho con aire malicioso. Luego,Margalida, súbitamente tranquilizada por las palabras de su hermano, habíacallado, quedando inmóvil en el lecho; pero durante toda la noche oyó elCapellanet suspiros de angustia y un ligero murmullo, como si debajo delembozo una voz queda murmurase palabras y palabras con incansablemonotonía.Tambiénlajovenhabíaestadorezando.

Después,alesparcirselaluzdelalba,selevantarontodos,menoselpadre,queseguíaensuplácidosueño.Alasomarselasmujeresalporche,dominadasporlosmáslúgubrespensamientos,esperabanpresenciaruncuadrohorroroso:la torre destruida y colgando sobre sus ruinas el cadáver del señor. Pero elCapellanethabía reídoalver lapuerta abierta,y juntoa ella, comoenotrasmañanas,adonJaime,conelbustodesnudo,chapuzándoseenunbaldequeélmismotraíadelacostallenodeaguadelmar.

Nosehabíaequivocadoalreírsedelosterroresdelasmujeres.«AsudonJaimenohabíaquienlomatase.Yestolodecíaél,queentendíadehombres.»

Luego, traselbreve relatoque lehizoel señorde todo loocurridoen lanoche,examinó,entornandolosojosconunaexpresióndeinteligente,losdosagujerosabiertosporlasbalasenlapared.

—¿Yustedteníalacabezaaquí,dondelatengoyo?...¡Futro!...

Su mirada reflejó admiración, devota idolatría, ante aquel hombreportentosoqueacababadesalvarseporunverdaderomilagro.

Febrer interrogó al muchacho sobre el supuesto agresor, fiando en suconocimientodelasgentesdelpaís,yelCapellanetsonrióconairedepersona

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importante.Habíaescuchadoelaullido.EraelmismomododeaucarqueteníaelCantó:muchossehubiesenimaginadoqueeraél.Lomismoaullabaenlasserenatas,enlastardesdebaileyalasalidadeloscortejos.

—Peronoesél,donJaime:estoyseguro.SialCantólepreguntan,diráquesí por darse importancia. Pero era el otro, el Ferrer, le conocí la voz, yMargalidacreelomismo.

Acontinuación,congestograve,hablódelneciomiedodelasmujeres,quesosteníanlanecesidaddeavisaralaGuardiacivildeSanJosé.

—Ustednoharáeso.¿Verdad,donJaime,queesundisparate?Loscivilessólosirvenparaloscobardes.

La sonrisadespectivay el encogimientodehombros conque le contestóFebrerdevolvieronalmuchachosuaspectoalegre.

—Yame lo figuraba yo: eso no se usa en la isla. ¡Pero como usted esforastero!...Haceustedbien:cadahombredebedefenderseélmismo;paraesoeshombre;yencasoapurado,buscaralosamigos.

Y al decir esto pavoneábase, resumiendo en su persona toda la ayudapoderosaconquepodíacontardonJaimeenmomentosdepeligro.

ElCapellanetquisosacarprovechodeestesuceso,aconsejandoalseñorlaconvenienciadellevarleavivirenlatorre.SiélselopedíaalsiñóPep,éstenoeracapazdenegarletalfavor.LeconveníaadonJaimetenerleasulado:siempreseríandosparadefenderse.Yparaapoyarlaurgenciadelapetición,recordabaelenfadodelsiñóPep,ylacertezadequeésteibaallevarloaIbizaaprincipiosdelasemanapróxima,paraencerrarleenelSeminario.¿Quéharíaelseñorcuandosevieseprivadodelmásfieldesusamigos?...

Queriendodemostrarlautilidaddesupresencia,censurabalosolvidosdeFebrerenlanocheanterior.¿Aquiénpodíaocurrírseleasomarlacabezaalapuertacuandodefueraleestabanaucandoconelarmapreparada?Pormilagronolohabíanmatado.¿Ylalecciónqueélledio?¿Norecordabasuconsejodebajarporlaventana,aespaldasdelatorre,parasorprenderalenemigo?...

—Esverdad—dijoJaime,realmenteavergonzadodesuolvido.

ElCapellanet,quesaboreabaorgullosoeléxitodeestosconsejos,tuvounsobresaltoalmirarporelhuecodelapuerta.

—¡Elpare!...

Pep subía la cuesta lentamente, con los brazos atrás y el aspectomeditabundo. El muchacho se alarmó al verle. Indudablemente, veníamalhumoradoporlasrecientesnoticias:noleconveníaencontrarseconél.Yrepitiendo a Febrer una vez más la conveniencia de que le guardase como

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compañero, echó las piernas fuera de la ventana, apoyó su vientre en elalféizar,ysedeslizóporelmuro.

Elpayés,alentrarenlatorre,hablósinningunaemocióndelsucesodelanocheanterior,comosifueseunhechonormalquesóloalterabalevementelamonotoníadelavidadelcampo.Lasmujereslehabíancontado...élteníaunsueñopesadísimo...¿Demodoquenohabíasidonada?...

Escuchóconlosojosbajosylospulgaresjuntoselbreverelatodelseñor.Luegofuealapuerta,paracontemplarlashuellasdelosproyectiles.

—Unmilagro,donJaime,unverdaderomilagro.

Volvióasusilla,permaneciendoinmóvillargorato,comosilecostaseungranesfuerzointeriorhacerfuncionarsutardopensamiento.

—El demonio anda en libertad, señor... Era de esperar; ya lo dije yo...Cuandosequierencosasimposibles,todoseenredayseacabalapaz.

Luego, levantando la cabeza, fijó sus ojos fríos y escrutadores en donJaime.Habría que avisar al alcalde; habría quedecir todo esto a laGuardiacivil.

Febrerhizoungestonegativo.No; eraun asuntodehombres, quedebíaventilarélmismo.

Pepquedóconlavistafijaenelseñor,deunmodoenigmático,comosiensupensamientoluchasenencontradasideas.

—Haceustedbien—dijoalpocoratoelcachazudopayés.

Los forasteros pensaban de distintomodo, pero él se alegraba de que elseñordijeselomismoquedecíasupobrepadre(queensantagloriaesté).Enlaislatodospensabanigual:loantiguoeralocierto.

Luego,Pep,sinconsultaralseñor,expusosupropósitodeayudarleensudefensa. Era un deber de amistad. Él tenía su escopeta en la casa. Hacíatiempoquenolausaba,peroensusmocedades,cuandovivíasufamosopadre(que en santa gloria esté), había sido un regular tirador.Vendría a pasar lasnoches en la torre, al lado de don Jaime, para que éste no viviese solo,expuestoaunasorpresaduranteelsueño.

Tampoco se extrañó el payés de la rotunda negativa del señor, algoofendidoporlaproposición.Éleraunhombre,nounchiquillonecesitadodecompañía.Cadaunoensucasa,ypodíavenirloquelasuertequisiera.

Pep asintió igualmente conmovimientos de cabeza a estas palabras. Lomismodecíasupadre,ycomoél todas laspersonasdebienqueseguían losantiguosusos.ParecíaFebrerunhijoverdaderodelaisla...Luego,ablandadopor la admiración que le inspiraba la energía de don Jaime, le propuso otro

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arreglo.Yaqueelseñornoqueríacompañíaensutorre,podíabajaradormirenCanMallorquí.Unacamaselaimprovisaríanencualquierparte.

Febrersintiósetentadoporlaproposición.¡VeraMargalida!...Peroeltonodeflojedadconqueelpadreleinvitabayelgestoinquietoconqueaguardósurespuestalehicierondesistir.No;muchasgracias,Pepsequedabaenlatorre.Podíancreerquecambiabadeviviendaaimpulsosdelmiedo.

Elpayésvolvióamoverlacabezaconsignosdeasentimiento.Comprendíaestaactitud;lomismoharíaélensusituación.PeroestonoeraobstáculoparaquePepdurmiesemenosporlanoche,ysioíagritosotiroscercadelatorresaliesealcampoconsuviejaescopeta.

Ycomosiestaobligaciónqueseimponíadedormirconzozobra,prontoaexponer la piel en defensa de su antiguo amo, rompiese la calma en que sehabíamantenidohastaentonces,elpayéselevólosojosyjuntósusmanos:

—¡Ay,Siñor!¡Siñor!...

Eldiabloandabasuelto;volvíaarepetirlo:yanohabíatranquilidad.Todopor no creerle a él; por ir contra la corriente de los usos antiguos, queestablecieron personas más sabias que las de ahora... ¿En qué pararía todoesto?

Febrer intentó tranquilizar al payés, y se le escapó un pensamiento quedeseaba mantener oculto. Podía tranquilizarse Pep. Él se marchaba parasiempre,noqueriendoturbarsupazyladesufamilia.

¡Ah!¿Eradeverasqueseibaelseñor?...Laalegríadelcampesinofuetangrandeytanvivasusorpresa,queJaimequedóindeciso.Leparecióverenlosojillos del rústico, animados por el gozo de la noticia inesperada, ciertamalicia. ¿Si creería aquel isleño que su repentino viaje era por huir de losenemigos?...

—Mevoy—dijomirandoaPepconhostilidad—,peronosécuándo.Másadelante... cuando me parezca. Antes tengo que vivir aquí, para que meencuentreelquemebusque.

Pep tuvo un gesto de resignación: se desvaneció su alegría; pero estuvopróximoaasentir tambiénaestaspalabras,añadiendoque lomismohubiesehechosupadreylomismocreíaél.

Cuandoelpayésse levantóparamarcharse,Febrer,queestaba juntoa lapuerta,distinguiócercadelaalqueríaalCapellanet,yestotrajoasumemoriaeldeseodelmuchacho.Si aPepno lemolestaba supetición,podíadejar alatlotparaqueleacompañaseenlatorre.

Peroelpadreacogiósuruegoásperamente.No,donJaime.Sinecesitabacompañía,allíestabaél,queeraunhombre.Elmuchachoaestudiar.Eldiablo

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ibasuelto,yhoraerayadeimponersuautoridadyquelafamilianosiguiesedesarreglada. En la próxima semana pensaba llevarlo al Seminario. Era suúltimapalabra.

Febrer, al quedar solo, bajó a laorilladelmar.El tíoVentolera reparabaconestopayalquitránlasjunturasdesubarca,puestaenseco.Tendidoenellacomosifueseunenormeataúd,buscabaconsusdébilesojoslosintersticios,yalencontrarunofaltodecarena,sualegríalehacíaprorrumpiratodavozenlatinajoscantados.

Alnotarquelabarcasemovíayverapoyadoenlabordaalseñor,elviejotuvounasonrisamaliciosa,einterrumpiósuscánticos.

—¡Hola,donChaume!...

Losabíatodo.LasmujeresdeCanMallorquílehabíancontadolanoticia,yaaquellashorascirculabaporelcuartón,perodeoídoenoído,comosedebehablar de estas cosas, sin que se enteren las gentes de la justicia, que sólosirven para enredarlo todo. ¿Conque le habían buscado la noche anterior,aucándoloparaquesaliesedelatorre?...¡Ji,ji!Aéltambién...aéltambién,enotros tiempos, cuando hacía el amor a su difunta entre dos viajes, lo habíaaucadociertocamaradaqueerarivalsuyo.Peroélsellevóalamuchachaportenerlamanomáslista;total,unacuchilladaalamigoenplenopecho,queletuvomuchotiempoentrelavidaylamuerte.Luegohabíavividoenguardiasiemprequebajabaatierra,paralibrarsedelavenganzadesuenemigo;perolos años pasan, todo se olvida, y los dos compadres acabaron porcontrabandearjuntos,navegandodesdeArgelaIbizaolascostasdeEspaña.

El tío Ventolera reía, con risa infantil, complacido por estos recuerdosjuveniles que resurgían en su memoria siempre que oía hablar de tiros,cuchilladasyprovocacionesen lanoche. ¡Ay! ¡Aélyano loaucarían!Estoquedabaparalos jóvenes.Ysuacentoeramelancólicoalnoversemezcladoen los lances de amor y de guerra, que juzgaba indispensables para unaexistenciafeliz.

Febrerledejócantandolamisamientrasterminabasucarenaje.Enlatorreencontrólacestadesucomidasobrelamesa.ElCapellanetlahabíadejadosinesperar, obedeciendo sin duda a algún llamamiento urgente de su padremalhumorado.DespuésdecomervolvióJaimeacontemplarlosdosagujerosquelosproyectileshabíanabiertoenelmuro.Pasadalaexcitacióndelpeligro,yalapreciar fríamente lagravedaddeéste, sintióunacóleravengativa,másintensa que la que le había impulsado hacia la puerta en la noche anterior.Unosmilímetrosmásabajoalapuntar,yhabríarodadoenlaobscuridad,alpiedelapuerta,comounabestiacazada.¡Cristo!¡Yasípodíamorirunhombredesuclase,víctimadelatraiciónyelacechodeunodeaquellosrústicos!...

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Sucóleratomóunimpulsovengativo.Sintiólanecesidaddeprovocar,deserarrogante,deaparecerserenoyamenazadoranteaquelloshombres,entreloscualesseocultabansusadversarios.

Descolgó la escopeta, examinó sus cargas, se la echó al hombro ydescendiódelatorre,tomandoelmismocaminodelatardeanterior.Alpasarjunto a Can Mallorquí, los ladridos del perro hicieron salir a la puerta aMargalidaysumadre.LoshombresestabanenuncampolejanoquecultivabaPep.Lamadre,lloriqueanteyconlapalabracortadaporlaemoción,sólosabíacogerlasmanosdelseñor.

—¡DonChaume!¡DonChaume!...

Debíatenermuchocuidado,salirpocodelatorre,estarenguardiacontralos enemigos. Y Margalida, silenciosa, con los ojos desmesuradamenteabiertos,contemplabaaFebrer,revelandoadmiraciónyzozobra.Nosabíaquédecir; su alma simple parecía recogerse humildemente, no encontrandopalabrasparaexpresarsuspensamientos.

Jaimecontinuósucamino.AlvolverserepetidasvecesvioaMargalida,depie bajo el porche, siguiéndolo con visible ansiedad. El señor iba de cazacomo otras veces, pero ¡ay! tomaba el sendero de lamontaña, iba hacia elbosquedepinos,enunadecuyascalvasestabalaherrería.

DuranteelcaminorumiabaFebrerproyectosdeataque.Estabaresueltoauna acción inmediata. Apenas saliese el verro a la puerta de su casa, ledispararía losdos tirosde laescopeta.Élventilabasusnegociosa la luzdelsol,yseríamásafortunado:susdosbalasnoiríanaclavarseenelmuro.

Pero al llegar a la fragua la encontró cerrada. ¡Nadie! El herrero habíadesaparecido; la vieja vestida de negro no estaba allí para recibirle coléricaconelfulgorhostildesuúnicoojo.

Se sentó al piedeun árbol como laotravez, con la escopetapreparada,resguardándosedetrásdeltronco,porsiestasoledadocultabaunaasechanza.Transcurriómuchotiempo;laspalomassilvestres,enardecidasporlacalmaylasoledaddelafragua,revoloteabanenlaplazoletasinfijarseenelcazador,inmóvil y olvidado de ellas. Un gato avanzaba lentamente por el ruinosotejado, con estiramientos de tigre, pretendiendo atrapar a los inquietosgorriones.

Pasó más tiempo. La espera y la inmovilidad serenaron a Febrer. ¿Quéhacía allí, lejos de su casa, enmedio delmonte, próximo ya el crepúsculo,esperando a un enemigo de cuya culpabilidad sólo tenía vagos indicios? Elherrero tal vez estaba en su casa. Se habría encerrado al verle llegar, y erainútilesperarle.Tambiénpodíaserquesehubieramarchadolejos,conlavieja,ynovolviesehastabienentradalanoche.Debíapartir.

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Yconlaescopetaenlamano,paraserelprimeroendispararsiencontrabaalenemigo,emprendióelregresoalvalle.

Otra vez volvió a encontrar en el camino payeses y muchachas que lemiraroncontenazcuriosidad,contestandoapenasasusaludo.OtravezvioalCantóconsucabezaentrapajada,enelmismositio,rodeadodeamigos,alosquehablabaconviolentasgesticulaciones.Al reconoceral señorde la torre,antes de que sus camaradas pudieran sujetarle, se agachó, y agarrando dospiedras en los endurecidos surcos, arrojólas contra aquél. Los rústicosproyectiles,a impulsosdeunbrazodébil,nollegaronahacer lamitaddesucamino. Luego, irritado por la despectiva serenidad de Febrer, que seguíaadelante, el atlot, prorrumpió en amenazas. ¡Mataría al mallorquín! lodeclaraba a gritos. ¡Que todos supiesen que él juraba el exterminio de estehombre!

Jaime sonrió tristemente ante estas amenazas.No; el cordero rabioso noera el que había venido a la torre del Pirata a matarle. Sus escandalosasvociferacionesbastabanparademostrarlo.

Elseñorpasótranquilamentelaprimerapartedelanoche.Luegodecenar,cuandosefueelhermanodeMargalidaconlatristecertezadequesupadrenodesistíadellevarloalSeminario,Jaimecerrólapuerta,colocandotrasellalamesaylassillas.Temíasersorprendidoduranteelsueño.Apagólaluzyfumóen laobscuridad, complaciéndoseenel latidodelpequeño tizóndel cigarro,queseensanchabaconsuschupetones.Teníalaescopetacercayelrevólverenla faja, pronto a hacer uso de ellos al menor movimiento de la puerta.Habituado su oído a los rumores de la noche y a la respiración del mar,buscabaaltravésdeéstosunroce,unindiciodequeenaquellasoledadhabíaotrossereshumanosapartedeél.

Pasómucho tiempo.A la luz del cigarromiró la esfera de su reloj. Lasdiez. Lejos sonaron ladridos, y Jaime creyó reconocer al perro de CanMallorquí.Tal vezdelataba el pasode alguien aproximándose a la torre.Yaestabacercaelenemigo:eraposiblequesearrastrasecautelosamente,fueradelasenda,entrelasramasdelostamariscos.

Seincorporó,requiriendolaescopeta,buscandoensufajaelrevólver.Tanpronto como oyese un grito de reto o un temblor en la puerta, se echabaventanaabajo,ydandovueltaalatorre,cogíaalenemigoporlaespalda.

Pasómástiempo...¡Nada!Febrerquisomirarelreloj,perosusmanosnoobedecían a su voluntad. Ya no brillaba en la sombra la punta rojiza delcigarro. Su cabeza había acabado por caer sobre la almohada; sus ojos secerraron: oyó gritos de reto, tiros, maldiciones, pero esto fue en un estadoanormal,comosivivieseenotromundo,dondelosinsultosylosataquesnodespertaban su sensibilidad. Luego... nada: una sombra densa, una noche

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profundae interminable, sinelmás levedestellodevisión...Ledespertóunrayodesolque,pasandoporunarendijadelaventana,veníaadarensusojos.Renaciócon la luzdiurna lablancuradeaquellosmuros,queparecíansudardurantelanochelasombrayelbárbaromisteriodeotrossiglos.

Jaime se levantó contento, y al deshacer la barricada de muebles queobstruíalapuerta,rioalgoavergonzadodesuprecaución,considerándolacasiuna cobardía. Las mujeres de Can Mallorquí le habían trastornado con sumiedo.¡Quiénpodíavenirabuscarleenlatorre,sabiendoqueestabaalertaylorecibiríaatiros!LaausenciadelFerrercuandoélsehabíapresentadoenlafragua y la calma de la noche anterior daban que pensar a Jaime. ¿Estaríaheridoelverro?¿Lehabríaalcanzadoalgunadesusbalas?...

Pasólamañanaenelmar.EltíoVentoleralellevóhastaelVedrá,alabandolaligerezayotrosméritosdesubarca.Lareparabaañotrasaño,noquedandoenellaniuna astillade suprimitiva construcción.Pescaronal abrigode lasrocas hasta media tarde. Al volver a la torre, Febrer vio al Capellanet quecorríaporlaplayaagitandoenloaltounacosablanca.

Antes de saltar a tierra, cuando la barca hundía su proa en la grava, elmuchacholegritóconlaimpacienciadelquetraeunagrannoticia:

—¡Unacarta,donChaume!

¡Unacarta!...Enaquelrincóndelmundo,elmásextraordinariosucesoquepodíaturbarlavidaordinariaeralallegadadeunacarta.Febrerlarevolvióensus manos, examinándola como algo extraño y lejano.Miró el sello; luegomiró la letra del sobre... La conocía; despertaba en su memoria la mismaimpresión de un rostro amigo al que no podemos asociar un nombre. ¿Dequiénera?...

ElCapellanet,mientras tanto, daba explicaciones sobre estegran suceso.La carta la había traído el peatón amediamañana. Era del vapor-correo dePalma, llegado a Ibiza en la noche anterior. Si deseaba contestarla, debíahacerlosinpérdidadetiempo.ElbuquevolveríaaMallorcaaldíasiguiente.

MientrasibaJaimehacialatorre,rompióelsobreybuscólafirma,casialmismo tiempo que en su memoria se precisaba el recuerdo y surgía unnombre: ¡PabloValls!... El capitánPablo le escribía luego demedio año desilencio, y su carta era larga: varias hojas de papel comercial cubiertas deapretadaescritura.

A las primeras líneas, el mallorquín sonrió. El capitán estaba allí, enaquellos renglones, con su ruda y desbordante personalidad, escandaloso,simpáticoyagresivo.Febrercreyócontemplarsobreelpapelsunarizenormeypesada,suspatillascanosas,susojosdecolordeaceiteconpintasdetabaco,suchambergoabolladopuestodetravés.

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Lacartacomenzabadeunmodoterrible:«Queridosinvergüenza.»Yenelmismoestiloseguíanlosprimerospárrafos.

—Estovalelapena—murmurósonriendo—.Estohayqueleerlodespacio.

Y guardando la carta, con el regodeo del que se reserva un gran placer,Jaimesubióalatorredespuésdedespediralmuchacho.

Sentadojuntoalaventana,conelbustoechadoatrásylaespaldaapoyadaen la mesa, comenzó a leer. Una explosión de furia cómica, de insultoscariñosos,deindignacionesporcosasolvidadas,llenabalasprimeraspáginas.Pablo Valls desbordaba su graciosa incoherencia, como un charlatáncondenadolargotiempoalsilencioyquesufreelsupliciodeunaverbosidadcomprimida. Echaba en cara a Febrer su origen y su orgullo, que le habíanimpulsado a huir sin despedirse de los amigos. «Al fin, de raza deinquisidores.»SusabueloshabíanquemadoalosdeValls:¡quenoloolvidase!Peroenalgohabíandedistinguirselosbuenosdelosmalos;yél,elréprobo,elchueta,elherejeaborrecidodeunosyotros,habíacorrespondidoaestafaltadeamistadocupándosedelosasuntosdeJaime.Seguramentelehabríaescritovariasvecesdeesto suamigoToniClapés, cuyosnegociosmarchabanbien,como siempre, aunque acababa de sufrir algunas contrariedades. Le habíancogidodosbarcascargadasdetabaco.

«Peronodivaguemos:algrano.Yasabesquesoyunhombrepráctico,unverdaderoinglés,enemigodeperdereltiempo.»

Yelhombrepráctico,elinglés,paranodivagarmás,cubríaotrasdoshojasconlasexplosionesdesuindignacióncontratodoloquelerodeaba:contrasushermanos de raza, tímidos y humildes, que besuqueaban la mano enemiga;contra losnietosde losantiguosperseguidores; contrael ferozpadreGarau,delquenoquedabayanipolvo;contralaislaentera,lafamosaRoqueta,alaque vivían sujetos los suyos por un amor al terruño, pagado siempre conaislamientoseinsultos.

«Peronodivaguemos: orden,métodoy claridad.Sobre todo, escribamosprácticamente.Lafaltadecarácterprácticoesloquenospierde.»

Yhablabaacontinuaciónde«laPapisaJuana»,tremendaseñoraquePabloVallshabíavistosiempredelejos,porserparaellalapersonificacióndetodaslasimpiedadesrevolucionariasytodoslospecadosdesuraza.«Poresteladonotengasesperanza.»LatíadeFebrersóloseacordabadeélparalamentarsedesumalfinyalabarlajusticiadelSeñor,quecastigaalosquecaminanpormalossenderosyseapartandelassantastradicionesdelafamilia.UnasveceslecreíaenIbizalabuenaseñora;otrasafirmabasaberconcertezaquehabíanvisto a su sobrino enAmérica, dedicado a losmásbajos oficios. «De todosmodos, cachorro de inquisidor, tu santa tía no se acuerda de ti y no debes

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esperar de ella el menor auxilio.» Ahora se murmuraba en la ciudad querenunciandodefinitivamentealaspompasdelmundoytalvezala«RosadeOro» pontifical, que nunca acababa de llegar, entregaría sus bienes a lossacerdotes de su corte, yendo a encerrarse en un convento con todas lascomodidadesdeunadamadeprivilegio.«LaPapisa»sealejabaparasiempre;imposible esperar nada de ella. «Y aquí entro yo, pequeño Garau; yo elréprobo, el chueta, el rabudo, que deseo ser adorado y reverenciado por ticomosifueselaProvidencia.»

Al fin, el hombre práctico, el enemigo de las divagaciones, cumplía supromesa,yelestilodelacartatornábaseconciso,conunasequedadcomercial.Primeramente un largo relato de los bienes que aún poseía Jaime antes departir deMallorca, esclavos de toda clase de gravámenes e hipotecas; luegounalistadesusacreedores,queeramayorqueladelosbienes,seguidadeunarelación de intereses y obligaciones, enmarañada red en la que se perdía lamemoriadeFebrer,peroporenmediodelacualcaminabaVallsrectamente,conlaseguridaddelosdesurazaparadesentrañarlosmásconfusosnegocios.

El capitán Pablo había pasado medio año sin escribir a su amigo, peroocupándosetodoslosdíasdesusasuntos.Habíapeleadoconlosmásferocesusurerosdelaisla,insultandoaunos,venciendoaotrosenastucia,valiéndosedelapersuasiónodelabravata,avanzandodinerosparasatisfacerloscréditosmásurgentes,cuyostenedoresamenazabanconelembargoylaventa.Total:había dejado limpia y sana la fortuna de su amigo, pero ésta resurgía delterriblecombateachicadaycasiinsignificante.SólolerestabanaFebrerunosmilesdeduros:talveznollegaríanaquince;peromejoreraestoquevivirensu antiguo ambiente de gran señor sin tener que comer y sometido a lasexigencias de los acreedores. «Ya es hora de que vuelvas. ¿Qué haces ahí?¿Vasaestar toda tuvidacomounRobinsónenesa torredepiratas?»Debíavolverinmediatamente,paravivirenalegremodestia.LavidaenMallorcaesbarata.Además,podía solicitarunempleodelEstado.Con sunombrey susrelacionesnoeradifícilconseguirlo.

También podía dedicarse al comercio, bajo la dirección y consejo de unhombre como él. Si deseaba viajar, no le sería difícil a Valls buscarle unacolocaciónenArgelia,enInglaterraoenAmérica.Elcapitánteníaamigosentodaspartes.«Vuelvepronto,pequeñoGarau,inquisidorsimpático;notedigomás.»

Pasó Febrer el resto de la tarde leyendo la carta o paseando por losalrededores de la torre, conmovido por tales noticias. Los recuerdos de supasada existencia, amortiguados por la vida solitaria, surgían ahora con elmismo relieve que si fuesen sucesos del día anterior. ¡Los cafés del Borne!¡Sus amigos del Casino!... ¡Volver allá, pasando de un salto a la vidaciudadana, luego de su reclusión casi salvaje en la torre!... Se marcharía

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cuanto antes: estaba resuelto a ello. Partiría a la mañana siguiente,aprovechandoelviajedevueltadelmismovaporquehabíatraídolacarta.

ElrecuerdodeMargalidasurgióensumemoria,pretendiendoretenerleenla isla. La veía blanca, con sus adorables redondeces y sus ojos tímidos ybajos, que parecían ocultar como un pecado el negro ardor de sus pupilas.¡Dejarla!¡noverlamás!... ¡Yella ibaaserdeunodeaquellosbárbaros,queprofanaríansubellezausándolaenlasfaenasdelcampo,convirtiéndolapocoapocoenunabestiaagrícola,negra,callosayarrugada!...

Pero una afirmación pesimista le arrancó al poco tiempo de esta dudacruel.Margalidanoleamaba,nopodíaamarle.Unmutismodesconcertanteylágrimas misteriosas era todo lo que él había podido conseguir con susdeclaracionesdeamor.¿Aquéempeñarseenconquistarloqueatodosparecíaimposible?¿Porquéseguirlaluchasordacontodalaisla,porunamujerqueaúnnosabíaélciertamentesileamaba?

La alegría de las recientes noticias volvió escéptico a Febrer. «Nadie semueredeamor.»Lecostaríaungranesfuerzoabandonaraquellatierraaldíasiguiente;experimentaríahondatristezaalperderdevistalablancuraafricanadeCanMallorquí.Peroalsentirselibredelambientedelaislayvolverasuantiguaexistencia,talveznofueseMargalidamásqueunpálidorecuerdo,yélreiríaelprimerodeestapasióndeunaatlotahijadeunantiguoarrendatariodesufamilia.

Novacilómás.Esta noche la pasaría en la soledadde la torre, comounhombre primitivo de los que viven acechados por el peligro, dispuestos amatar; a la noche siguiente estaría sentado ante lamesa de un café, bajo elresplandor de los focos eléctricos, viendo carruajes junto a las aceras ypasando por el centro delBornemujeresmás hermosas queMargalida. «¡AMallorca!»Noviviríaenunpalacio:el caserónde losFebrer loperdíaparasiempre en el arreglo revolucionario y salvador ideado por el amigo Valls;pero no le faltaría una casita pequeña y limpia en el Terreno u otro barriovecino al mar, y en ella la compañía y los cuidados maternales de madóAntonia.Ningunatristeza,ningunavergüenzaleesperabaallá.HastaseveríalibrededonBenitoVallsydesuhija,alosquehabíaabandonadodeunmodoincorrecto,sinpalabrasdeexcusa.Elricochueta,segúnanunciabasuhermanoen la carta, vivía ahora en Barcelona para cuidar mejor de su salud.Indudablemente,comocreíaelcapitánPablo,esteviajeeraparaencontrarunyernolejosdelaspreocupacionesqueperseguíanenlaislaalosdesuraza.

AlcerrarlanochellegóelCapellanetllevandolacestadelacena.MientrasFebrer comía ávidamente, con el buen apetito de la alegría, el muchachoanduvoporlahabitación,atisbandoconojosansiosos,porsipodíaencontraraquellacartaquehabíaexcitadosucuriosidad.«Nada.»Laalegríadel señor

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acabóporcontagiarle,yriotambién,sinsaberdequé,creyéndoseobligadoamostrarbuenhumor,yaquedonJaimeestabacontento.

Febrer bromeó sobre su próxima ida al Seminario. Pensaba hacerle unregalo,perounregaloextraordinario,comoélnopodíaimaginárselo,yalladodelcualnadavaldríaelcuchillo.Susojos,aldeciresto,mirabanlaescopetacolgadadelmuro.

Cuandose fueelmuchacho, cerró lapuertay seentretuvoa la luzde lavela en hacer el inventario y distribución de los objetos que llenaban suvivienda. En un antiguo arcón de madera, tallado a cuchillo groseramente,estabandobladasconcuidadoporMargalida,entrehierbasolorosas,lasropascon que había llegado él de Mallorca. Las vestiría a la mañana siguiente.Pensóconciertoterrorenelsupliciodelasbotasyeltormentodelcuellodelacamisa,despuésdesulargatemporadadecampestrelibertad;peroqueríasalirdelaislalomismoquehabíavenidoaella.LodemásloregalabaaPepylaescopetaasuhijo,riendodelgestodelpequeñoseminaristaanteestepresente,quellegabaalgotarde...Yacazaría,conellacuandofuesecuradeunodeloscuartonesdelaisla.

Volvió a sacar del bolsillo la carta de Valls, complaciéndose en leerlalentamente,comosicadavezencontraseensutextonuevasnoticias.Mientrasleíaestospárrafos,queyaleeranfamiliares,supensamientotrabajabaaparteaimpulsosde laalegría. ¡ElbuenamigoPablo! ¡Yquéa tiempo llegabansusconsejos!...LesacabadeIbizaenelinstantemásoportuno,cuandoseveíaenguerra abierta con todas aquellas gentes rudas, que deseaban la muerte delforastero.No se equivocaba el capitán. ¿Qué hacía allí, como unRobinsón,que ni siquiera podía disfrutar la placidez de la soledad?... Valls, oportunocomosiempre,lelibrabadelpeligro.

Su vida de horas antes, cuando aún no había recibido la carta, parecíaleabsurdayridícula..Ahoraeraotrohombre.Sonreíaconlástimayvergüenzade aquel loco que el día anterior, llevando la escopeta al hombro, habíaemprendido el camino de la montaña para buscar a un antiguo presidiario,retándoloabárbarocombateenlasoledaddelbosque.¡Comositodalavidadelplanetaestuvieseconcentradaenlapequeñaislayhubieraquematarparapoderexistirenella!...¡Comosinohubiesevidanicivilizaciónmásalládelasábana azul que rodeaba a este pedazo de tierra, con su grupo humano dealmas primitivas, petrificadas en las costumbres de otros siglos! Ésta era laúltima noche de su existencia salvaje.Al día siguiente, todo lo ocurrido nosería más que una aglomeración de recuerdos interesantes, con cuyo relatopodríaentretenerasusamigosdelBorne.

Cortó Febrer repentinamente sus pensamientos, separando los ojos delpapel.Alencontrarsumiradaunamitaddelahabitaciónenlasombrayotra

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mitadenunaluzrojizaquehacíatemblarlosobjetos,parecióvolverdellejanoviajealquelearrastrabasuimaginación.AúnvivíaenlatorredelPirata;aúnestabaenmediodelobregueces,deunasoledadpobladaporlosrumoresdelaNaturaleza,enel interiordeuncubodepiedracuyasparedesparecíansudarlóbregomisterio.

Algohabíasonadofueradelatorre:ungrito,unaullido,distintodeldelaotra noche, más sofocado,más lejano. Jaime tuvo la sensación de que estegrito venía de muy cerca, de que tal vez lo lanzaba alguien oculto en losgruposdetamariscos.

Concentró su atención, y al poco rato el aullido volvió a sonar. Era elmismoaucamientodelaotranoche,perosordo,quedo,ronco,comosielquelo lanzaba tuviesemiedodequeelgritoseesparciesedemasiado,colocandosusmanosentornoalabocaparaenviarloconestabocinanaturalúnicamentehacialatorre.

Pasadalaprimerasorpresa,riosilenciosamente,encogiendoloshombros.No pensaba moverse. ¿Qué le importaban ya estas costumbres primitivas,estosretosdepayeses?«Aúlla,buenhombre;gritahastaquetecanses:estoysordo.»

Y para distraer su atención volvió a leer la carta, complaciéndose en elsaboreode la larga lista de acreedores,muchosde cuyosnombres evocabanvisionescoléricasogrotescosrecuerdos.

Elaullidocontinuósonandoa largos intervalos,ycadavezque su roncaestridencia cortaba el silencio, Febrer se estremecía de impaciencia y decólera. «¡Cristo! ¿Iba a pasar así la noche, desvelado por esta serenataamenazadora?...»

Pensóquetalvezelenemigo,ocultoenlamaleza,veíalasrendijasdelapuertailuminadasyestolehacíapersistirensusprovocaciones.Apagólavelaysetendióenlacama,experimentandounasensacióndebienestaralverseenlaobscuridad, con laespaldahundidaen lascrujientesblandurasdel jergón.Podía aullar horas y horas hasta perder la voz aquel bárbaro. Él no queríamoverse.¿Quéleimportabansusinsultos?...Yrioconunaalegríadebienestaranimal,enlablanduradesulecho,mientraselotroenronquecíaocultotraslosmatorrales, con el arma preparada y el ojo atento. ¡Qué chasco para elenemigo!...

Febrer casi se durmió arrullado por estos gritos de amenaza. Habíacolocado tras la puerta la misma barricada de la noche anterior. Mientrassonasen los gritos tenía la certeza de que ningún peligro le amenazaba. Depronto, se incorporó, repeliendo ese sopor que precede al sueño. Ya nosonabanaullidos.Loquelehabíadesveladoeraelmisteriodelsilencio,más

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amenazadoreinquietantequelasvociferacionesdelahostilidad.

Avanzandolacabeza,creyópercibirentrelosrumoresconfusosyfundidosdelarespiraciónnocturnaunroce,unlevecrujirdemadera,algosemejantealligeropesodeungatotrepandodepeldañoenpeldañoporlaescaladelatorre,conlargaspausasdeinmovilidad.

Jaime buscó el revólver y aguardó con él en la diestra. El arma parecíatemblarentresusdedos.Comenzabaasentir lacóleradelhombrefuertequeadivinajuntoasupuertaelrondardeunenemigo.

La lenta ascensión se detuvo, tal vez enmitad de la escala, y tras largosilencio,oyóelsolitariounavozqueda,unavozquesonabasóloparaél.EralavozdelFerrer:lareconocía.Leinvitabaasalir;lellamabacobarde,uniendoaesteinsultootrasinjuriasparalaodiadaisladondehabíanacido.

Con irreflexivo impulso, se levantó Jaime de la cama, sonandoruidosamenteeljergónbajoelhundimientodesusrodillas.Alestardepie,enla obscuridad, con el revólver en lamano, volvió a tenerse lástima por estemovimientoyadespreciarasuretador.¿Porquéhacerlecaso?Debíavolveraacostarse... Hubo una larga pausa, como si el enemigo, al escuchar loscrujimientosdeljergón,esperasequeelhabitantedelatorrefueraasalirdeunmomento a otro. Pero transcurrió algún tiempo, y la voz ronca e injuriosavolvióasonarenlacalmadelanoche.Lellamabacobardeotravez;invitabaasaliralmallorquín.«Sal,hijode...»

Febrer, ante este insulto, tembló, guardándose el revólver en la faja. ¡Sumadre, su pobremadre, pálida, enferma, dulce como una santa, resucitandoconelmásinfamantedelosinsultosenlabocadeaquelpresidiario!...

Anduvoinstintivamentehacialapuerta,tropezandoalospocospasosconla mesa y las sillas amontonadas. No; la puerta no... Un rectángulo de luzbrumosa y azul se marcó en el muro lóbrego. Jaime acababa de abrir laventana.El fulgorsideral iluminódébilmente lacontraccióndesurostro,unrictusfrío,desesperado,cruel,queledabagransemejanzaconelcomendadordon Príamo y otros navegantes de guerra y destrucción, cuyos retratos seempolvabanenelpalaciodeMallorca.

Sentóse en el alféizar, echando las piernas fuera, y lentamente empezó adescender, tanteando con los pies las oquedades del muro para evitar querodasenpiedrassueltas,denunciándoleconsuestrépito.

Altocartierrasacóelrevólverdelafaja,yagachándose,casiderodillas,conunamanoenelsuelo,comenzóaseguirelcontornodelabasedelatorre.Sus pies se enredaron en las raíces de los tamariscos que el viento habíadejadoal descubierto, y sehundían en la arena comomarañasde serpientesnegras.Cadavezqueuntropezóndeéstoslehacíavacilar,obligándolearudos

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tirones para seguir adelante, cada vez que una piedra rodaba o crujía,deteníase, conteniendo su respiración. Temblaba, no de miedo, sino deansiedadyzozobra,conlainquietuddelcazadorquetemellegartarde.¡Ah,sicaíasobreelenemigo,si lepillabacercadelapuerta, lanzandoamediavozsusmortalesinjurias!...

Arrastrándosecomounabestia,casiaflordelsuelo,llegóaverelextremoinferiordesuescala,luegolospeldañossuperiores,yalfinlapuertanegraenmitaddelcubodelatorre,queaparecíablancobajoelfulgordelasestrellas.¡Nadie!Elenemigohabíahuido.

La sorpresa le hizo incorporarse, avizorando con inquietud la negra yondulantemancha dematorrales que se extendía ladera abajo. Este examenduró poco.Un culebreo rojo, una ondulación llameante y breve, seguida deunanubecillaydeuntrueno,saliódeentrelostamariscos,acortadistanciadeél.Jaimecreyórecibirenelpechounapiedra,unguijarrocalientequetalvezhabíahechosaltarelestrépitodeladetonación.

«¡Noesnada!»,pensó.

Pero al mismo tiempo viose en el suelo, sin saber cómo, tendido deespaldas.

«¡Noesnada!»,pensóotravez.

Yrevolviéndoseinstintivamente,diolavuelta,quedandoconelpechoentierra, apoyadoenunamanoy tendiendo laotra, que empuñaba el revólver.Sentíasefuerte,repetíaensuinteriorqueaquellonoeranada,peroelcuerposenegóconsúbitatorpezaaobedecersuvoluntad.Parecíapegadoalsueloporunadolorosasimpatía.

Vio agitarse los matorrales como movidos por una bestia obscura,cautelosaymaligna.Allíestabaelenemigo.Primeroavanzólacabeza,luegoelbusto,alfinsacólaspiernasdeentreelramajecrujidor.

Febrer,conlarápidavisiónqueacompañaalahogadoyalmoribundoensusúltimosinstantes,visiónenlaqueseconcentranlosfugitivosrecuerdosdetoda la vida anterior, pensó en su juventud, cuando tiraba a la pistola en eljardíndePalmatendidoenelsueloyfingiéndoseherido,comounensayodeilusoriosencuentros.Porprimeravezibaaservirleestacaprichosaprecaución.

Vioclaramenteelbultonegrodelenemigoinmóvilanteelpuntodemiradesurevólver.Leviocadavezmásturbio,másindeciso,comosilanocheseobscureciesepormomentos.Avanzabacautelosamente, tambiénconunarmaen lamano, sindudapara rematarlo.Entonces tiródel gatillouna, yotra, yotra vez, creyendo que el arma no funcionaba, sin llegar a oír susdetonaciones,diciéndoseensudesesperaciónqueelenemigoibaacaersobre

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él,privadodedefensa.Yanoleveía.Unanieblablancaseextendióantesusojos; le zumbaron los oídos... Pero cuando creía sentir cerca de él a sucontrario,lanieblasedeshizo,volvióaverlaluztranquilayazuldelanoche,y a pocospasos, tendido igualmente en el suelo, un cuerpoque se revolvía,quesearqueaba,arañandolatierra,lanzandounronquidoangustioso,unhipodemuerte.

Jaime no pudo comprender este prodigio. ¿Realmente era él quien habíatirado?...

Quisolevantarse,ysusmanos,alpalparelsuelo,chapotearonenunbarrodenso y caliente. Se tocó el pecho, y también lo encontrómojado por algotibioyespesoquechorreabaenhilillos sutilese incesantes. Intentócontraerlaspiernasparaarrodillarse,ylaspiernasnoleobedecieron.Sóloentoncesseconvenciódequeestabaherido.

Sus ojos perdieron la limpieza de su visión. Contempló doble la torre,luegotriple,despuéstodaunacortinadecubosdepiedraqueseextendíaporlacostahundiéndosemaradentro.Esparcióseungustoacreporsupaladarysuslabios.Leparecióquebebíaalgocalienteyviscoso,peroquelobebíaalrevés,poruncaprichodelmecanismodesuvida,viniendoelextrañolicorasupaladardesdelomásrecónditodesusentrañas.Elbultonegroqueserevolvíaentre ronquidos a pocos pasos de él agrandábase cada vez que en suscontorsionestocabaelsuelo.Erayaunabestiaapocalíptica,unmonstruodelanochequealarquearsellegabaalasestrellas.

El ladrido de un perro y voces de personas disolvieron estasfantasmagoríasdelasoledad.Delasombrasurgieronluces.

—¡DonChaume!¡DonChaume!...

¿Dequiéneraestavozfemenil?¿Dóndelahabíaoído?...

Viobultosnegrosquesemovían,queseinclinaban,llevandoenlasmanosestrellasrojas.Viounhombrequereteníaaotromáspequeño,yenlamanodeeste último un relámpago blanco, tal vez un cuchillo, con el que pretendíaremataralmonstruopataleante.

Noviomás.Sintióqueunosbrazossuaves,definaepidermisydulcecalor,lecogíanlacabeza.Unavoz,lamismadeantes,trémulayllorosa,sonóensusoídos:

—¡DonChaume!¡Ay,donChaume!...

Percibió en su boca un roce dulce, algo suave que le acariciabasedosamente,ypocoapocofueextremandosucontactohastaconvertirseenunbesofrenético,desesperado,rabiosodedolor.

Elherido,antesdeperderlavista,sonriódébilmentealreconocerjuntoa

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susojosunosojoslacrimososdeamorydepena:losojosdeMargalida.

IV

AlverseFebrerenunapiezadeCanMallorquí,tendidoenunacamaalta—tal vez la cama deMargalida—, fue dándose cuenta de lo ocurrido pocoantes.

Habíallegadoporsupiealaalquería,apoyadoenPepysuhijo,sintiendoa sus espaldas unas manos de simpático tacto que parecían temblar. Eranremembranzasvagas,imprecisas,rodeadasdeunnimbodeblancaniebla;algosemejante a la confusa memoria de hechos y palabras luego de un día deembriaguez.

Recordabaquesufrentehabíabuscadoconmortalperezaunapoyoenelhombro de Pep; que las fuerzas le iban abandonando, como si la vida seescapaseconel chorreocalienteyviscosoquecosquilleabaa lo largode supechoy suespalda.Recordaba tambiénque tras suspasos sonabangemidossordos, palabras entrecortadas implorando el auxilio de todos los poderescelestiales.Yél,enmediodesudebilidad,latenteslassienesporelzumbidocerebral que acompaña al desvanecimiento, hacía esfuerzos para concentrarsus energías en las piernas, avanzando paso tras paso, con el temor dequedarse para siempre en el camino. ¡Qué interminable la bajada a CanMallorquí! Había durado horas, había durado días: en su memoria obscuraaparecíaestamarchacasitanlargacomotodasuvidaanterior.

Cuandobrazosamigosleayudaronasubirallechoyalaluzdeuncandilfueron despojándolo de sus ropas, experimentó Febrer una sensación debienestarydescanso.¡Nolevantarsemásdeestasblanduras!¡Permanecerenellasparasiempre!...

¡Sangre!...Elrojoescandalosodelasangreportodaspartes:enlachaquetay la camisa, que cayeron como guiñapos al pie de la cama; en la blancurarígida de las gruesas sábanas; en el cubo de agua que se iba coloreando almojarPepuntrapoparalavarelbustodelherido.Cadaprendaarrancadadesucuerpoesparcíaentornounamenudalluvia.Lasropasinterioresdespegábansedelacarneconuntiróndoloroso.Laluzdelcandil,ensu llamearvacilante,sacabadelassombrasunaeternanotaroja.

Lasmujeresprorrumpíanenlamentos.LamadredeMargalida,olvidandotoda prudencia, juntaba lasmanos y elevaba los ojos con una expresión deterror. «¡Reina Santísima!...» Febrer, a quien el descanso en la cama habíadevuelto laserenidad,extrañábasedeestasexclamaciones.Él sesentíabien:

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¿porquésealarmabandetalmodolasmujeres?Margalida,silenciosa,conlosojos agrandados por el terror, iba de un lado a otro, revolviendo ropas,abriendo arcas, con la precipitación del miedo, pero sin aturdirse al oír losgritosfuriososdesupadre.

ElbuenPep,ceñudo,conunapalidezverdosaensutezobscura,manejabaal herido al mismo tiempo que daba órdenes. «¡Hilas! ¡muchas hilas!...¡Silenciolashembras!¿Aquétantosgritosylamentos?...»Loquedebíahacersu mujer era ir en busca de cierto pucherete que contenía un ungüentomaravillosoguardadoaprevencióndesdelostiemposdesuvalerosopadre,unverrotemiblehabituadoalasheridas.

Y cuando la madre, afligida por las órdenes furiosas, quería unirse aMargalida para buscar el remedio, la reclamaba otra vez sumarido junto allecho.Debíasosteneralseñor:lohabíapuestodeladoparaexaminarylavaralmismotiempoelpechoy laespalda.ElpacíficoPephabíavistodemozosucesosmásestupendosqueaquél,yentendíaalgodeheridas.Alborrar lasmanchasdesangreconeltrapomojado,dejóaldescubiertodosorificiosenelbustodedonJaime,unoenelpechoyotroenlaespalda...Bueno:labalalehabía atravesado el cuerpo; no habría que extraerla, y esto llevabanadelantado.

Con sus manos rústicas, a las que pretendía infundir cierta delicadezafemenil, pugnaba por formar unos tapones de hilas, intraduciéndolos enaquellos orificios de carne rota y sanguinolenta, que seguían vomitandomansamente el rojo líquido.Margalida, frunciendo las cejas y desviando lavistaparanoencontrarseconlosojosdelherido, intervino,apartandoaPep.«¡Deje,padre!»;talvezellasabríahacerlomejor...YJaimecreyópercibirensu carne viva, sensible, vibrante por el cruel rasguño, una impresión defrescura, de dulce calma al hundirse en ella los tapones manejados por losdedosdelamuchacha.

Quedó Jaime inmóvil, sintiendo en la espalda y en el pecho los traposamontonadosporlasdosmujeresensuhorroralasangre.

Eloptimismoquelehabíaanimadoaldoblarsesuspiernasycaerjuntoalatorre volvió a reaparecer. Seguramente, aquello no era nada: una heridainsignificante;sentíasemejor.Lemolestaba,comosifuesealgoinoportuno,elgesto triste y silencioso de los que le rodeaban, y sonrió para animarlos.Intentóhablar,peroelprimerintentodepalabraleprodujounagranfatiga.

El payés le atajó con un gesto. «¡Quieto, don Jaime: debía permanecerinmóvil!»Elmédicoibaallegar.Suhijohabíamontadoenlamejorcaballeríadelacasa,paratraerlodeSanJosé.

YalveradonJaimeconlosojosmuyabiertos,persistiendoensusonrisa

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animosa,Pepsiguióhablandoparaentreteneralherido.

Estabaéldurmiendoconlapesadezdeunsueñoinconmovible,cuandoledespertaronlasvocesytironesdesumujer,losgritosdelosatlotsquecorríanhacia lapuertaqueriendosalir.Fuerade laalquería,por lapartede la torre,sonabantiros.¡Otroataquealseñor,lomismoquedosnochesantes!...Pepet,alescucharlosúltimosdisparos,parecióalegrarse.ErandedonJaime:conocíaelestampidodesurevólver.

Pep había encendido el farol que le servía para salir al campo, sumujercogióelcandil,ytodoscorrieroncuestaarribahacialatorre,sinpensarenelpeligro.Elprimeroqueencontraron fueelFerrer,moribundo, con la cabezachorreando sangre, lanzando aullidos y retorciéndose lo mismo que undemonio... Ya había acabado de penar. ¡Que Dios le acogiese en sumisericordia! Pep había tenido que ir a las manos con su hijo, rabioso ymaligno como unmono, el cual, al ver almoribundo, extrajo de su faja ungrancuchillo,pretendiendorematarlo.¿DedóndehabríasacadoPepetaquellaarma? ¡El demonio son los muchachos! ¡Famoso juguete para unseminarista!...

Y el padre señalaba con los ojos el cuchillo regalado por Febrer alCapellanet,queestabaahoraabandonadosobreunasilla.

Luegohabíandescubiertoalseñor,caídodebrucescercadelaescaleradela torre. ¡Ay,don Jaime,qué susto el dePepy su familia!Lehabían creídomuerto. En estos trances es cuando se conoce el cariño que se tiene a laspersonas.Yelbuenpayés,consumirada lacrimosa,parecíabesaralherido,acompañándoleenestacariciamudalasdosmujeres,que,encogidasjuntoalacama,pretendíandevolverlelasaludconsusojos.

EstamiradadecariñoydezozobradolorosafueloúltimoquevioFebrer.Susojossecerraron,ydulcementefuecayendoenunsopor,sinensueños,sindelirio, en la blandura gris de la nada, como si su pensamiento se durmieseantesquesucuerpo.

Cuando volvió a abrir los ojos ya no era roja la luz que alumbraba lahabitación. Vio el candil colgado en el mismo sitio, con la mecha negra yapagada.Unaluzglacialylívidapenetrabaporelventanillodeldormitorio:laluzdelamanecer.Jaimeexperimentóunasensacióndefrío.Arrancabandesucuerpolascubiertasdellecho;unasmanoságilesibantentandolosenvoltoriosdesusheridas.Lacarne, insensiblepocashorasantes,estremecíaseahoraalmás leve contacto, con la espeluznante vibración del dolor, despertando undeseoirresistibledequejarse.

Elherido,siguiendoconsumiradanebulosalasmanosquelemartirizaban,viounasmangasnegras,luegounacorbata,uncuellodecamisadistintoalque

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usabanlosisleños,yencimadetodoestounacaraconbigotecano,unacaraque había visto otras veces en los caminos, pero no podía asimilar ahora alrecuerdodeunhombre.Pocoapocofuereconociéndolo.DebíaserelmédicodeSanJosé,alquehabíaencontradoenmuchasocasionesacaballooguiandoun carrito; un practicón viejo, calzando alpargatas como los payeses, y quesólo sediferenciabadeéstospor lacorbatayel cuelloplanchado, signosdesuperioridadsocialmantenidosporélcuidadosamente.

¡Cómoleatormentabaestehombrealpalparsucarne,queparecíahaberseendurecido,haciéndosemássensible,conunasensibilidadenfermizaytímida,cualsisecontrajeraalsimplecontactodelaire!...Cuandoperdiódevistaestacara,ynosintióyaelmartiriodesusmanos,sumióseotravezenelsopordeldescanso.Cerró los ojos, pero su oído pareció aguzarse en esta obscuridad.Hablaban en voz baja fuera de la pieza, en la cocina inmediata, y el heridosólo llegó a percibir algunas frases de esta conversación sorda. Una vozdesconocida, la del médico, sonaba en medio del angustioso silencio.Felicitábase de que la bala no se hubiese quedado en el cuerpo;indudablemente sólo había atravesado en su trayectoria el pulmón.Aquí uncoro de exclamaciones de asombro, de ayes contenidos, y la protesta de lamismavoz.«Sí,elpulmón;nohabíaqueasustarse.Elpulmónsecicatrizaconfacilidad.Eselórganomásbondadosodelcuerpo.»Sólohabíaquetemeralapulmoníatraumática.

Elherido,escuchandoesto,persistíaensuoptimismo.«Noesnada;noesnada.» Y otra vez volvía a sumergirse dulcemente en el brumoso mar delsopor, un mar inmenso, terso, pesado, en el que se hundían visiones ysensacionessinondulaciónnihuellas.

Desde este instante Febrer perdió la noción del tiempo y de la realidad.Vivíaaún,estabaciertodeello,perosuvidaeraanormal,extraña,una largavidadesombraeinconsciencia,conligerosintervalosdeluz.Abríalosojosyeradenoche.Elventanilloestabanegroylallamadelcandillocoloreabatodode inquietasmanchas rojas que danzaban agarradas a las sombras.Volvía aabrirloscuandosóloconsiderabatranscurridosunosinstantes,yerayadedía.Unrayodesolentrabaenlahabitacióntrazandounredondeldeoroalospiesdelacama.Ydeestemodosesucedíanconunarapidezfantásticaeldíaylanoche, como si se hubiese trastornado para siempre el curso del tiempo.Cuandonoeraasí, lageneralrevolución,envezdemarcharaceleradamente,seinmovilizabaenunamonotoníadesesperante.Alabrirelheridolosojoserade noche, eternamente de noche, como si el globo viviese condenado ainterminablestinieblas.Otrasvecesbrillabaelsolsiempreseguido,lomismoqueenlospaísesárticos,sometidosaldeslumbramientoirritantedeundíademeses.

Enundespertar de estos encontró los ojos delCapellanet.Elmuchacho,

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creyéndolesúbitamentemejorado,hablóconvozquedaparanoincurrirenlasirasdesupadre,querecomendabaelsilencio.

Ya habían enterrado al Ferrer. El valentón estaba pudriendo tierra. ¡QuétirostancerteroslosdedonJaime!¡Quémanolasuya!...Lehabíadeshecholacabeza.

Recordaba el atlot todo lo ocurrido después, con el orgullo del que hagozadoelhonordepresenciarunsucesohistórico.Habíanllegadodelaciudadeljuezconsubastóndeborlas,eloficialdelaGuardiacivilydosseñoresquellevaban papeles y tinteros, todos con escolta de tricornios y fusiles. Estospersonajesomnipotentes,trasundescansoenCanMallorquí,habíansubidoala torre, mirándolo todo, escudriñándolo todo, corriendo el terreno como siquisierantomarmedidas,obligándoleaél,¡alCapellanet!,aquesetendieseenelsitioenquehabíanencontradoadonJaime,adoptandosumismapostura.Luego, unos vecinos piadosos, con la venia del juez, se habían llevado elcadáverdelFerreralcementeriodeSanJosé,y la imponentecomitivade lajusticiabajóa laalqueríaparahacerpreguntasalherido. Imposiblehablarle.Dormía,ycuandoledespertabanmirabaatodosconojosvagos,volviendoacerrarlos inmediatamente. ¿De veras que no se acordaba el señor?... Ya lepreguntaríanotravez,cuandoestuvieserestablecido.Nohabíacuidado:todaslas gentes honradas, lo mismo que la justicia, «estaban a favor de ellos».Como el Ferrer carecía de parientes próximos que le vengasen y se habíahecho antipático, los vecinos no tenían interés en callar y todos decían laverdad.Elverrohabíaidodosnochesabuscaralseñorensutorre,yelseñorse había defendido. Era indudable que no le harían nada. Lo afirmaba elCapellanet, que por sus aficiones belicosas tenía algo de jurisconsulto.«Defensapropia,donJaime...»En la islasólosehablabadeestesuceso.Enloscafésycasinosdelaciudadtodosledabanlarazón.HastahabíanescritoaPalmarelatandoelhechoparaquelopublicasenlosdiarios.AestashorassusamigosdeMallorcaestaríanenteradosdetodo.

Las actuaciones del proceso iban a ser cortas. Al único que se habíanllevado a Ibiza parameterlo en la cárcel era al Cantó, por sus amenazas ymentiras.Intentabahacercreerqueeraélquienhabíaidoenbuscadelodiadomallorquín; ensalzaba al verro como una víctima inocente; pero de unmomentoaotrolepondríaenlibertadlajusticia,cansadadesustrapaceríasyembustes.Elatlothablabadeélcondesprecio.Aquelgallinanopodíadarseellujodemataraunhombre.¡Todofarsa!

Otrasveces,alabrirelheridosusojos,veíalafigurainmóvilyacurrucadade la mujer de Pep mirándolo fijamente con sus pupilas sin expresión,moviendo los labios como si rezase, interrumpiendo este silabeomudo consuspiros profundos.Apenas se encontraba con lamirada vidriosa de Febrer,corríaaunamesitacubiertadebotellasyvasos.Sucariñomanifestábasecon

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un incesante deseo de hacerle beber todos los líquidos ordenados por elmédico.

Cuando Jaime, en su turbiodespertar, encontrabael rostrodeMargalida,sentía una impresión placentera que le ayudaba a mantenerse con los ojosabiertos. Las pupilas de la muchacha tenían una expresión adorante ytemerosa.Parecíaimplorarmisericordiaconsusojoslagrimeantes,aureoladosdeazulsobrelablancuramonásticaydelicadadelrostro.«¡Pormí!¡todopormí!»,decíamudamente,conungestoderemordimiento.

Se aproximaba a él tímida, vacilante, pero sin rubores que alterasen supalidez,comosi loextraordinariode lascircunstanciashubiesevencidoasuantiguo encogimiento. Arreglaba el embozo del lecho, desordenado por losmovimientosdelherido,dabaabeberaésteylevantabaconmanosmaternalessu cabeza, para ahuecar la almohada. Llevábase un dedo a los labios paraimponerlesilenciocuandoFebrerintentabahablar.

Unavez,elheridoagarróalpasounadesusmanosyselallevóalaboca,acariciándolaconunbesoprolongado.Margalidanoosóretirarla.Únicamentevolvió la cabeza para que no viese sus ojos llenos de lágrimas. Gemía conhonda angustia, y el enfermo creyó oír las mismas expresiones deremordimiento que otras veces había adivinado en su mirada. «¡Por miculpa!...¡Hasidopormiculpa!»Jaimeexperimentóunasensacióndealegríaanteestaslágrimas.¡Ohdulce«Flordealmendro»!...

Yanoviomássucaradefinapalidez;sólodistinguióelbrillodesusojosenvueltos en blancas neblinas, como se ve el resplandor del sol en unamanecer tempestuoso. Le zumbaron cruelmente las sienes; su mirada seenturbió. Al dulce sopor de antes, blando y vacío como la nada, fuesucediendounsueñopobladodevisionesincoherentes,deimágenesdefuegovibrantessobreunfondodeintensanegrura,detormentosquearrancabanasupechogemidosdemiedoyalaridosdeangustia.Algunasveces,enmediodesusespantosaspesadillas,despertábaseporuninstante,uninstantenadamás,loprecisoparareconocerseincorporadoenlacama,conlosbrazossujetosporotrosbrazosqueintentabanmantenerloinmóvil.Ydenuevovolvíaasumirseenaquelmundodesombras,pobladodeespantos.Enestefugazdespertar,queerasemejantealarápidavisiónluminosadeunrespiraderoenlalobreguezdeun túnel, reconocía junto a su cara las caras afligidas de la familia de CanMallorquí.Otrasveces,susojosseencontraronconlosdelmédico,yenunaocasión hasta creyó ver las patillas canosas y los ojos color de aceite de suamigoPabloValls. «¡Ilusión! ¡Locura!», pensaba al sumirsedenuevo en suinconsciencia.

Mientras sus ojos permanecían sumidos en este mundo lóbrego surcadopor los rojos cometas de la pesadilla, su oído vibraba débilmente en ciertos

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momentos con palabras que parecían sonar lejos,muy lejos, y sin embargoeran pronunciadas junto a su cama. «Pulmonía traumática... Delirio.» Estaspalabraseranrepetidaspordiversasvoces,peroéldudabaqueserefiriesenasu persona. Sentíase bien; aquello no era nada: un fuerte deseo de seguiracostado; una renuncia de la vida; la voluptuosidad de estar inmóvil, depermanecer allí hastaque llegase lamuerte,queno le infundía ahoramiedoalguno.

Su cerebro, desordenado por la fiebre, parecía girar y girar en locarotación,yestemovimientocirculatorioevocabaensumemoriaconfusaunaimagen que la había ocupado muchas veces. Veía una rueda, una enormerueda,inmensacomoelgloboterráqueo,perdiéndosesupartemásaltaenlasnubes, hundiéndose el arco inferior entre el polvo sideral que brillaba en lanegruraceleste.

La llanta de esta rueda era de carne animada: millones y millones decriaturas soldadas, amasadas, gesticulantes, con las extremidades libres,moviéndolasparaconvencersedesusolturaysulibertad,mientrassuscuerposestaban pegados unos a otros. Los rayos de la rueda atraían la atención deFebrerpor susdiversas formas.Unoseranespadascon las sangrientashojascubiertasdeguirnaldasdelaurel,símbolodeheroísmo;otrosparecíanáureoscetrosrematadosporcoronasdereyodeemperador;varasdejusticia;barrasde oro formadas de monedas superpuestas; báculos con piedras preciosas,símbolosdedivinopastoreodesdeque loshombresseagruparonenrebañosparabalartemerososconlavistapuestaenloalto.Yelcubodeestaruedaerauncráneo,blanco,limpio,brillante,comosifuesedemarfilpulido;uncráneoenorme lo mismo que un planeta, que permanecía inmóvil, mientras todogirabaen tornodeél;uncráneo luminosocomo la luna,queconsusnegrasoquedadesparecíagesticularmalignamente,burlándosesilenciosodetodoestemovimiento.

La rueda giraba y giraba. Los millones de seres sujetos a su continuarevolución gritaban y manoteaban entusiasmados y enardecidos por lavelocidad. Jaime, tan pronto los veía subiendo a lo más alto, comodescendiendo cabeza abajo; pero ellos, en su ilusión, creían marcharrectamente,admirandoacadavueltanuevosespacios,nuevascosas.Juzgabancomoun lugar desconocido y asombroso elmismopunto por el que habíanpasadomomentosantes.Ignorandolainmovilidaddelcentroentornodelcualrodaban, creían con la mejor buena fe que el movimiento era de avance.«¡Cómocorremos!¿Adonde iremosaparar?»YFebrersonreía,apiadadodesusimpleza,viéndolosufanarsedelarapidezdesuprogreso,cuandoestabanen el mismo sitio, de la velocidad de una ascensión que emprendían pormilésimavezyhabíadeserseguidafatalmenteporeldescensocabezaabajo.

De pronto, Jaime sintióse empujado por una fuerza irresistible. El gran

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cráneolesonreíaburlonamente,«Tútambién:¿porquéresistirteatudestino?»Y se encontraba adosado a la rueda, confundido con aquella humanidadcrédulaeinfantil,perosinelconsuelodesudulceengaño.Ysuscompañerosdeviajeleinsultaban,leescupían,legolpeabanindignadosalenterarsedequenegabasumovimiento,yleteníanporlocoalponerendudaloqueeravisibleparatodos.

Laruedaestallaba,poblandoelnegroespaciode llamasdeexplosión,demillaresdemillonesdegritosyestremecimientos,queeranotrostantosseresarrojadosatravésdelmisteriodelaeternidad.Yélcaíaycaía,duranteaños,durante siglos, hasta sentir en su espalda la blandura de la cama... Abríaentonces los ojos. Margalida estaba allí, contemplándolo con expresión deterror a la luz del candil. Debían ser las altas horas de la noche. La pobremuchachasuspirabademiedomientraslecogíalosbrazosconsusmanecitastemblorosas.

—¡DonChaume!¡Ay,donChaume!...

Había gritado comoun loco; se inclinaba fuera de la cama conmarcadaintención de caer al suelo; hablaba de una rueda y una calavera. ¿Qué eraaquello,donJaime?...

Elenfermosentíaelroceamorosodeunasmanosdulcesquearreglabanlasropasdesordenadas,subíanelembozoyloapretabanentornodesushombrosmaternalmente,conelmismocuidadoacariciadorquesifueseunniño.

Febrer,antesdesumirsedenuevoen la inconsciencia,antesdeatravesarotra vez las puertas ígneas del delirio, veía próximos a sus ojos los ojoshúmedos deMargalida, cada vezmás tristes y lagrimeantes en sus círculosazulados; sentía el soplo tibio de su aliento en sus propios labios, y luegoestremecerseéstosconuncontactosedosoyhúmedo,unacaricialeveytímidasemejantealrocedeunala.«Dorga,donChaume.»Elseñordebíadormir.Yapesardelrespetoconquehablabaalherido,suspalabrasteníanunsusurrodecariñosa intimidad, como si don Jaime fuese otro para ella luego que ladesgracialoshabíaaproximado.

Eldeliriodelafiebreempujabaalenfermoporextrañosmundos,dondenopersistíalamásleveformaderealidad.Seveíaotravezensutorresolitaria.Elsombrío cuboyano eradepiedra: estaba formadode cráneos, unidos comobloques,porunaargamasahechadepolvodehuesos.Dehuesoserantambiénlacolinaylospeñascosdelacosta,yblancosesqueletoslaslíneasdeespumaquecoronabanlasrompientesdelmar.Todocuantoabarcabalavista,árbolesy montes, buques e islas lejanas, estaba osificado, con una blancuradeslumbradoradepaisajeglacial.Cráneosconalas,parecidosalosquerubinesde los cuadros religiosos, revoloteaban en el espacio, lanzando por sumandíbulacaídaroncoshimnosalagrandivinidadquelollenabatodoconlos

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bullones de su sudario y cuya cabeza de hueso se perdía en las nubes. Élmismo sentía que uñas invisibles le despojaban de su carne, sanguinolentosandrajos que, por haber estado adheridos a él toda una vida, le arrancabanalaridosdedoloraldespegarse.Luegoseveíamondoypulidoensublancuradeesqueleto,yunavozremotamurmurabaunahorribleconsagraciónensusorejasausentes.«Habíallegadoelmomentodesuverdaderagrandeza:dejabadeserhombreparaconvertirseenmuerto.Elesclavohabíapasadoporlagraniniciación,trocándoseensemidiós.»¡Losmuertosmandan!Nohabíamásqueverconquésupersticiosorespeto,conquémiedoservilsaludanlosvivosenlasciudadesalosquesemarchanparasiempre.Elpoderososedescubreanteelmendigo.

Conlapotentevisióndesuscuencasnegrasysinojos,paraloscualesnohabía distancia ni obstáculos, abarcaba el conjunto de la tierra. ¡Muertos,muertos por todas partes! Lo llenaban todo. Vio tribunales con hombresvestidos de negro, los ojos entornados y el gesto imponente, oyendo lasmiserias y locuras de sus semejantes, y tras ellos otros tantos esqueletosenormes,conunagrandezadesiglos,envueltosentogas,eranlosquemovíanlasmanosde los juecescuandoéstosescribíany losquesoplandosobresuscabezaslesdictabansussentencias.¡Losmuertosjuzgan!Viograndessalonesdeluzcenitalconhemiciclosdebancos,yenelloscentenaresdehombresquehablaban, vociferaban y gesticulaban en la ruidosa labor de confeccionarleyes. Tras ellos se ocultaban los verdaderos legisladores, los muertos, losdiputados con sudario, cuya presencia no adivinaban estos hombres degrandilocuentevanidad,creyendohablarsiempreporinspiraciónpropia.¡Losmuertos legislan!Enunmomentodeduda,bastabaquealguien recordase loquehabíanpensadolosmuertosenotrostiemposparaqueserestablecieselacalma,aceptandotodossuopinión.Losmuertoseranlaúnicarealidadeternaeinmutable. Los hombres de carne un accidente pasajero, una burbujainsignificante que no tardaba en estallar por la hinchazón de su huecasoberbia.

Yvioblancosesqueletosvelandocomotétricosángelesalaspuertasdelasciudades que eran su obra, vigilando el rebaño apriscado en su interior,repeliendo como reses malditas a los locos irrespetuosos que se negaban areconocersuautoridad.Vioalpiedelosgrandesmonumentos,deloscuadrosde los museos, de los estantes de las bibliotecas, la muda sonrisa de loscráneos,queparecíadeciraloshombres:«Admiradnos:éstaesnuestraobra,ycuanto hagáis vosotros debe ser a nuestra semejanza». El mundo enteropertenecíaa losmuertos.Ellosreinaban.Elviviente,alabrirsubocaparaelalimento,mascaba partículas de los que le antecedieron en el camino de lavida;alrecrearojosyoídosenlabelleza,dabaelarteobrasypatronesdelosmuertos.Hastaelamorsufríaestaservidumbre.Lahembra,ensuspudoresosus arrebatos, plagiaba sin saberlo a sus abuelas, quehabían sido, según las

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épocas,tentadorasconunavirtudhipócritaofrancamentemesalinescas.

Elenfermo,ensudelirio,empezóasentirseagobiadoporladensidadyelnúmerodeestosseresblancosyhuesosos,denegrosalvéolosymalignarisa,armazones de una vida desaparecida que se empeñaban tenazmente ensubsistir, llenándolo todo. Eran tantos, ¡tantos!... Imposiblemoverse. Febrertropezabaconsusabombadosy limpioscostillares,con lasagudasaristasdesus caderas, estremeciéndose sus oídos con el chasqueteode sus rótulas.Leoprimían, le asfixiaban, eran millones de millones: todo el pasado de lahumanidad. No encontrando espacio donde poner sus pies, se alineaban enfilas unos sobre otros. Eran amodo de unamareamontante de huesos quesubíaysubíahastaalcanzar lacumbredelasmásaltasmontañasy tocar lasnubes.Jaimeempezabaaahogarseenestainundaciónblanca,duraycrujiente.Gravitabansobresupechoconlapesadezdelascosasmuertas...Ibaaperecer.En su desesperación se asió a una mano que parecía venir de muy lejos,saliendodelasombra:unamanodevivo,unamanodecarne.Tiródeella,ypocoapoco,enlabruma,fuetomandoformalamanchapálidadeunrostro.Después de su existencia en aquel mundo de cráneos escuetos y huesospelados,esterostrohumanolecausólamismaimpresióndegratasorpresaquesiente el explorador al encontrarse con la cara de uno de su raza tras largapermanenciaentresalvajes.

Siguió tirando de aquella mano, y fue condensándose la vaguedad delrostro,hasta reconoceraPabloValls inclinadosobreél,moviendo los labioscomo si murmurase palabras cariñosas que no podía oír. «¡Otra vez!...¡Siempreelcapitánapareciendoensusdelirios!»

Sumiósedenuevoelenfermoensu inconscienciadespuésdeesta rápidavisión.Ahorasusoporeramástranquilo.Lased,unasedhorriblequelehacíaavanzarlasmanosfueradellechoyapartarsuslabiosdelvasovacíoconungesto de ansiedad no saciada, empezó a decrecer. Había visto en su delirioclarosarroyos, ríos silenciosos e inmensos, a losquenopodía llegarnunca,sumidassuspiernasendolorosainmovilidad.Ahoracontemplabaunacatarataluminosa y espumeante rodando en el fondo de su ensueño, y podía al fincaminar,aproximarseaella,viéndolaacadapasomásgrande,sintiendoensurostrolafrescacariciadelahumedad.

Enmediodel estrépitodeestacaída líquida llegabana suoídoapagadasvoceshumanas.Alguienvolvía a hablar de la pulmonía traumática. «Estabavencida.»Yunavozagregabaalegremente:

«En hora buena. Ya tenemos hombre.» El enfermo reconoció esta voz.¡SiemprePabloVallsresurgiendoensupesadilla!

Continuósumarchahaciaadelante,atraídoporlafrescuradelagua,hastacolocarsebajoelsonororaudal,estremeciéndoseconescalofríosvoluptuosos

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al recibir en su espalda todo el empuje del derrumbamiento acuático. Unasensacióndefrescuraseesparcíaporsucuerpo,haciéndolesuspirardeplacer.Sus miembros parecían dilatarse bajo la helada caricia. Se ensanchaba supecho,desvaneciéndoselaopresiónquelehabíamartirizadohastapocoantes,comosilatierraenteragravitasesobresutronco.Sentíaqueenelinteriordesucráneose ibandisolviendolasnebulosidadesdesupensamiento.Delirabaaún,perosudelirionosedesarrollabacortadoporescenasdeterrorygritosdeangustia.Eramásbienunensueñoplácido,enelquesucuerposedilatabaconestiramientos de voluptuosidad y su imaginación corría por los risueñoshorizontesdeloptimismo.Lasespumasde lacascadaeranblancas,vibrandoen las facetas de sus diamantes líquidos los colores del iris. El cielo era detinta rosa, con lejanas músicas y suaves perfumes. Alguien temblabamisterioso,invisibleyalmismotiemposonriente,enestaatmósferafantástica:una fuerza sobrenatural que parecía embellecerlo todo con su contacto. Lasaludquellegaba.

La sábana de agua que se encorvaba al desprenderse de las altas rocasdespertóensumemoriaensueñosanteriores.Viootravezlarueda,lainmensarueda, imagen de la humanidad, que giraba y giraba sin cambiar de sitio,emprendiendo una ascensión tras otra, para pasar siempre por los mismospuntos.

El enfermo, enardecido por aquella sensación de frescura, creyó poseernuevossentidosparadarsecuentadeloquelerodeaba.

Vio otra vez la rueda girando y girando en el infinito; ¿pero realmenteestabainmóvil?...

Laduda,principiodenuevasverdades,lehizomirarconmayoratención.¿Noeraunengañodesusojos?¿Seríaélquienvivíaenelerror,yaquellosmillonesdeseresquelanzabangritosdejúbiloensuprisiónrodanteestaríanenlociertoalcreerquerealizabanunnuevoavanceconcadavuelta?...

Eracruelque lavidasedesarrollasecentenaresycentenaresdesiglosenesta agitación mentirosa que ocultaba una inmovilidad real. ¿Para qué,entonces, la existencia de lo creado? ¿No tenía la humanidad otro fin queengañarseasímisma,dandovueltasporsupropioesfuerzoalacajacircularquelaaprisionaba,comoesospájarosqueconsussaltosmuevenunajaulaqueessucárcel?...

Deprontoyanoviolarueda.Viopasaranteélungloboinmenso,decolorazulado,enelquesemarcabanmaresycontinentesconperfilesigualesalosque había contemplado en los mapas. Era la Tierra. Y él, imperceptiblemolécula en la inmensidad del espacio, ínfimo espectador de la estupendarepresentación de la Naturaleza, podía abarcar con sus ojos el globo azulceñidodenubes.

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Tambiéndabavueltas,comolaruedafatal.Girabaygirabasobresímismocon una monotonía desesperante; pero este movimiento, que era el másinmediato, el más visible, el que todos podían apreciar, resultabainsignificante.Otromovimiento era el superior. Sobre lamonótona rotaciónsiempre en torno del mismo eje, estaba el movimiento de traslación, quearrastrabaalglobopor losespacios infinitoseneternoviaje,sinpasarnuncaporlosmismoslugares.

¡Maldición a la rueda! La vida no era una eterna vuelta por idénticospuntos. Sólo los cortos de vista, al contemplar este movimiento, podíanimaginarsequeeraelúnico.LaimagendelavidaeralaTierra.Girabasobresímisma en determinados espacios de tiempo: repetíanse los días y lasestaciones,comoenlahistoriadeloshumanosserepitenlasgrandezasylasruinas;perohabíaalgomássobretodoesto:elmovimientodetraslación,quearrastrahacialoinfinito,siempreadelante...¡siempreadelante!

La teoría del «eterno recomenzar de las cosas» era falsa. Repetíanse loshombresylossucesos,comoenlaTierraserepitenlosdíasylasestaciones;peroaunquetodoparecieseigual,noloerarealmente.Laformaexteriordelascosaspodíasemejarse;elalmaeradistinta.

No; ¡rómpase la rueda! ¡perezca la inmovilidad! Losmuertos no podíanmandar.Elmundo, en sumovimientode traslación, corría demasiado aprisaparaqueelloslograsenmantenerseeternamenteensusuperficie.Seagarrabanalacortezaconsusgarrasdehueso,pugnandopormantenersefirmesdurantemuchosaños, talvezdurante siglos,pero lavelocidadde la carrera acababapor expelerlos a todos, dejando atrás una estela de huesos rotos, luego depolvo,yalfinnada.

El mundo, cargado de vivientes, corría siempre adelante, sin pasar dosvecesporelmismositio.Jaimelohabíavistoaparecerenelhorizontecomounalágrimadeluminosoazul;luegoagrandarseyagrandarse,hastallenartodoelespacio,pasandojuntoaélconrotaciónderuedayvelocidaddeproyectilaunmismotiempo;yahoraseempequeñecíaotravez,huyendoporelextremoopuesto. Ya era una gota, un punto, nada... perdiéndose en la obscuridad,¡quiénsabehaciadóndeyparaqué!...

Era inútilquesusideasdepocoantes,alquedarvencidas,serevolviesencon el intento de una última protesta, gritando que aquel movimiento detraslaciónresultabaigualmentefalso,yaquelaTierragirabacomounaruedaalrededor del Sol... No; el Sol tampoco estaba inmóvil, y con todo su corofamiliardeplanetascaíaycaía,siesqueenelinfinitosepuedecaernisubir;marchabaymarchaba,¡quiénsabehaciaquepunto,niconquéfin!...

Definitivamente, abominó de la rueda, la hacía trizas mentalmente,sintiendoelgocedelpresoquepasalapuertadelencierroyaspiraelairelibre.

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Seimaginóquedesusojoscaíanescamas,comodelosdelapóstolhebreoenel camino deDamasco. Contemplaba una luz nueva. El hombre era libre ypodíaescaparsedeltiróndelosmuertos,organizandosuvidaconarregloasusdeseos, cortando el lazo de esclavitud que le soldaba a estos déspotasinvisibles.

Cesóde soñar; se sumióen lanadaconelplacer íntimoy silenciosodeltrabajadorquedescansadespuésdeunajornadaprovechosa.

Pasadomucho tiempo, ¡mucho! abrió los ojos y se encontró con los dePabloVallsfijosenél.Leteníacogidodelasmanos,lemirabacariñosamenteconsuspupilasamarillentas.

No podía dudar: era una realidad. Su olfato percibió el olor de tabacoinglés ligeramenteperfumadodeopioqueparecíaflotarsiempreentornodesubocaysuspatillas.¿Noera,pues,unailusiónhaberlevistoenelcursodesu delirio? ¿Era realmente su voz la que había escuchado enmedio de suspesadillas?...

Elcapitánrompióareír,mostrandosusdienteslargosamarilleadosporlapipa.

—¡Ah,buenmozo!—dijo—.Estomarcha,¿verdad?Yanohayfiebre,yanohaynadadepeligro.Lasheridasmarchanbien.Debessentirenellasunapicazóndemildemonios;algoasícomositehubiesenmetidoavispasbajolosvendajes.Eslaformacióndelostejidos,lacarnenuevaqueescuecealcrecer.

Jaimesediocuentadelaverdaddeestaspalabras.Sentíaenellagardesusheridasunafuertepicazón,unarigidezqueponíatirantesucarne.

Vallsadivinóunacuriosidadsuplicanteenlosojosdesuamigo.

—Nohables,notefatigues...¿QuecuántotiempoestoyenIbiza?Cercadedos semanas.Leí en lospapelesdePalma lo tuyo, y almomentomeplantéaquí.Tuamigoel chueta siempre seráelmismo... ¡Losmalos ratosquenoshashechopasar!Unapulmonía,hijomío,ydelasdepeligro.Abríaslosojosyno me reconocías: delirabas como un loco. Pero eso se acabó. Te hemoscuidadomucho...Miraquiénestáaquí.

YseapartódelacamaparaquevieseaMargalida,ocultatraselcapitán,encogidayvergonzosaahoraqueelseñorpodíamirarlaconojos limpiosdefiebre.¡Ah,«Flordealmendro»!...LamiradadeJaime,tiernaydulce,lahizoenrojecer. Tuvo miedo de que el enfermo pudiera acordarse de lo que ellahabíahechoenlosmomentosmáscríticos,cuandoestabacasiseguradequeibaamorir.

—Ahoraaestarsequieto—continuóValls—.Permaneceréaquíhastaquenos vayamos juntos a Palma.Yame conoces...Yo lo sé todo; yo lo arreglo

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todo...¿Eh?¿meexplico?...

El chueta guiñaba un ojo y reíamaliciosamente, seguro de su habilidadparaadivinarlosdeseosdelosamigos.

¡Famoso capitán! Desde que estaba en Can Mallorquí, todos parecíanpendientes de sus mandatos, admirándolo como un personaje poderoso yjovial.Margalida ruborizábase con sus palabras y guiños, pero le quería alverletanabnegado.RecordabasusojosllenosdelágrimasunanocheenquetodoscreyeronqueibaamorirdonJaime.Vallshabíalloradoalmismotiempoquemascullabamaldiciones.ElCapellanet tambiénadorabaaaquel señoróndeMallorcadesdeque levioreíralenterarsedequepensabanhacerlocura.Pepysumujerleseguíancomoperrosobedientesysumisos.

VariastardeshablaronPabloyelenfermodelossucesospasados.

Elcapitánerahombrerápidoensusdecisiones.

—Yasabesquenomecansocuandosetratadeunamigo.Aldesembarcaren Ibiza vi al juez. Eso se arreglará; tú llevas razón y todos lo reconocen:defensapropia.Unaspocasmolestiascuandoestésbueno,peronadaalfinal...Elasuntodetusaludtambiénestáresuelto.¿Quémásqueda?...¡Ah,sí!Algomásqueda,perotambiénlotengoenpuntodearreglo.

Riomaliciosamente al hablar así, apretando lasmanos deFebrer, y éste,porsuparte,noquisopreguntarmás,temerosodesufrirunadecepción.

Unavez,alentrarMargalidaeneldormitorio,Vallslacogiódeunbrazo,llevándolajuntoallecho.

—¡Mírala!—exclamó con burlesca gravedad dirigiéndose al enfermo—.¿Eséstalamismaquetúquieres?¿Notelacambiaron?...Dale,pues,lamano,tonto.¿Quéhacesahí,contemplándolaconojosespantados?...

Las dosmanos de Febrer estrecharon la diestra deMargalida. ¡Ay! ¿eraverdad lo que decía el capitán?... Sus ojos buscaron los de la atlota, quepermanecían bajos, mientras la emoción blanqueaba sus mejillas y hacíapalpitarlasalasdesunariz.

—Ahora,besaos—dijoValls,empujandosuavementealamuchacha,haciaelenfermo.

PeroMargalida,comosisevieraamenazadadeunpeligro,sedesasiódesusmanos,huyendodelahabitación.

—Bueno—dijoelcapitán—.Yaosbesaréisdentrodeunrato:cuandoyonoesté.

Valls aprobaba este casamiento. ¿LaqueríaFebrer?Pues adelante...Estoera más lógico que la boda con su sobrina por los millones del padre.

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Margalida era una granmujer. Él entendía de estas cosas. Cuando Jaime lasacarade la isla,habituándolaaotrosusosyotros trajes,con lafacilidaddeasimilaciónquetienenlashembrasparatodolobueno,nadiereconoceríaalaantiguapayesa.

—Yohearregladotuporvenir,pequeñoinquisidor.Yasabesquetuamigoel judíoconsigue siempre loque sepropone.TequedaenMallorcaconquévivirmodestamente.Nomuevas la cabeza:ya séquedeseas trabajar, ymásahoraqueestásenamoradoyquieresconstituirunafamilia.Trabajarás;entrelos dos montaremos un negocio: hay donde escoger. Yo siempre llevo lacabeza atiborrada de proyectos: es cosa de la raza... Si prefieres irte deMallorca, te buscaré una ocupación en el extranjero... Es asunto que debepensarse.

EntodoloreferentealafamiliadeCanMallorquí,elcapitánhablabaconuna autoridad de amo. Pep y su mujer no osaban desobedecerle. ¡Cómodiscutirconunseñorque losabía todo!...Elpayésopusoescasa resistencia.Ya que donPablo deseaba elmatrimonio deMargalida con el señor y dabapalabra de que esto no traería ninguna desgracia a la atlota, podían casarse.Era un gran infortunio para los dos viejos verla marcharse de la isla, peropreferían esta tristeza a conservar a su lado como yerno a Febrer, que lesinspirabaunrespetoirresistible.

AlCapellanet le faltó poco para arrodillarse anteValls. ¡Y aún dicen enPalmasiloschuetassonmalos!...Bienseconocíaqueeranmallorquineslosquehablaban:¡genteinjustayorgullosa!...Elcapitáneraunsanto.Graciasaél,yanoiríaalSeminario.Seríapayés;CanMallorquíquedabaparaél.Hastahabíarecobradodesupadre,porintercesióndedonPablo,elcuchilloregaladopor Febrer, y contaba con la promesa de una pistola moderna presente delcapitán:unadeaquellasarmasmilagrosasquehabíaadmiradoenPalmaenlosescaparates del Borne. Apenas se efectuase el casamiento de Margalida,saldríaenbuscadenoviaporelcuartón,llevandoenlafajaestosdosnoblesacompañantes.Losverrosnodebíanacabarseenlaisla.Rebullíaensusvenaslaheroicasangredesuabuelo.

Una mañana de sol, Febrer, apoyado en Valls y en Margalida, fueavanzandoconpasosdeconvalecientehastaelporchedelaalquería.Sentadoen un sillón de brazos, contempló con avidez el tranquilo paisaje extendidoanteél.SobrelacumbredelpromontorioalzábaselatorredelPirata.¡Cuántohabía soñado y sufrido en ella!... ¡Cómo la amaba al recordar que en suinterior, solo y olvidado del mundo, había incubado esta pasión que iba allenarelrestodeunavidasinobjetohastaentonces!...

Debilitadopor su largapermanencia enel lechoypor la sangreperdida,aspirabaeltibioambientedelamañanaluminosa,cortadoporlasráfagasque

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veníandelacosta.

Margalida, luego de contemplar a Jaime con sus ojos amorosos que aúnguardaban cierta timidez, volvió al interior de la alquería para preparar eldesayuno.

Quedaron los dos hombres en largo silencio.Valls había sacado su pipa,llenándoladetabacoinglés,yexpelíaolorosasbocanadas.

Febrer,conlavistafijaenelpaisaje,abarcandoensuretinadeslumbradaelcielo,losmontes,elcampoyelmar,hablóenvozbaja,comosidialogaseconsigomismo.

La vida era hermosa. Lo afirmaba con la convicción del resucitado quevuelve inesperadamente almundo. El hombre podíamoverse libremente, lomismoqueelpájaroyelinsectoenelsenodelaNaturaleza.Paratodoshabíasitio.¿Porquéinmovilizarsebajolasatadurasqueotroscrearon,disponiendodelporvenirdeloshombresquedebíanvenirdetrásdeellos?...¡Losmuertos,siempre los malditos muertos, queriendo mezclarse en todo, complicandonuestraexistencia!...

Sonrió Valls, mirándole con ojos maliciosos. Varias veces le habíaescuchado en su delirio hablar de losmuertos, agitando los brazos como sipeleaseconellosylosrepeliesedesusangustiasterroríficas.AlescucharlasexplicacionesqueledioJaime,alenterarsedesuantiguorespetoalpasadoyde aquella sumisión a la influenciade losmuertosquehabía entorpecido suvida,confinándoloenunaislaapartada,Vallsquedósilenciosoyabstraído.

—¿Túcreesquelosmuertosmandan,Pablo?...

El capitán se encogió de hombros. Para él no había en el mundo nadaabsoluto. Tal vez el imperio de losmuertos fuese parcial y estuviera ya endecadencia. En otros tiemposmandaban como déspotas: esto era indudable.Ahora sólo dominaban en determinados lugares, perdiendo en otros parasiempre toda esperanza de poder. En Mallorca aún gobernaban con manofuerte:lodecíaél,elchueta.Enotrospaíses,talvezno.

SintióFebrerhondairritaciónalrecordarsuserroresyangustias.¡Malditosmuertos!Lahumanidadnoseríafelizylibremientrasnoacabaseconellos.

—Pablo,¡matemosalosmuertos!

Miróun instanteconciertazozobrael capitána suamigo;peroalver laserenidaddesusojos,setranquilizó,ydijosonriendo:

—Pormí,¡quelosmaten!

Luego, recobrando su gravedad y reclinándose en su asiento, mientraslanzabaunabocanadadehumo,añadióelchueta:

Page 214: Los Muertos Mandan - WordPress.com...Los Muertos Mandan Por Vicente Blasco Ibáñez PRIMERA PARTE I Jaime Febrer se levantó a las nueve de la mañana. Madó Antonia, que le había

—Tienes razón. Matemos a los muertos: pisoteemos los obstáculosinútiles, las cosas viejas que obstruyen y complican nuestro camino. TodosvivimosconarregloaloquedijoMoisés,aloquedijoBuda,Jesús,Mahomauotrospastoresdehombres,cuandolonaturalylológicoseríavivirconarregloaloquepensamosysentimosnosotrosmismos.

Jaimemiródetrásdeél,comosisusojosquisieranbuscarenelinteriordelacasaladulcefiguradeMargalida.Luegoresumiótodaslascongojasylasnuevasverdadesdesupensamientorepitiendolamismaafirmaciónenérgica:«¡Matemosalosmuertos!».

LavozdePablolesacódesusreflexiones.

—¿Te hubieras casado ahora con mi sobrina, sin miedo y sinremordimiento?...

Febrerdudóantesdecontestar.Sí;sehabríacasado,sinpararatenciónenlosescrúpulosheredadosy lasdiferenciasde razaque tanto lehabíanhechosufrir.Perofaltabaalgoparaesto;algoqueestabaporencimadelavoluntadde los hombres y era superior a su poder; algo que no podía comprarse ygobernabaalmundo;algoquetraíaconellalahumildeMargalidasinsaberlo.

Susangustiashabíanterminado.¡Vidanueva!

No; losmuertos nomandan: quienmanda es la vida, y sobre la vida, elamor.

FIN

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