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IV Conferencia Regional ISTR-LAC 8-10 de octubre, 2003 San José, Costa Rica
Raymi Padilla Vargas
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Los movimientos sociales en la trayectoria latinoamericana.
Raymi Padilla Vargas
Las líneas que siguen buscan aportar algunos elementos que apoyen en la reflexión
de lo que ha sido la trayectoria de la sociedad civil latinoamericana en su dimensión
organizada, y las diferentes motivaciones en torno a las cuales ésta ha tomado
contenido. Con esa intención haremos particularmente referencia al movimiento
social como forma de expresión colectiva y como espacio de reflexión en las
ciencias sociales desde el cual se ha buscado comprender la sociedad en sus
diferentes manifestaciones frente a un ejercicio y conceptualización de la
ciudadanía que ha oscilado entre la integración y la exclusión social.
_______________________
Las sociedades latinoamericanas están
viviendo un conjunto de profundas
transformaciones en las diferentes esferas
sociales, observando grandes cambios en la
configuración de las relaciones entre el
Estado y los partidos políticos, el mercado y
la sociedad civil, así como en las más
cotidianas relaciones entre las personas en
las comunidades y barrios de nuestros
países. El advenimiento de estos cambios
ha llevado a recomponer los hilos con que
se teje la convivencia y el razonamiento de
nuestra modernidad inacabada, y con ello la
de algunos aspectos en la reconstitución de
las identidades en una coyuntura de mayor
democratización, de crisis de ésta
modernidad y sus referentes, de
internacionalización de la economía y la
cultura, así como las formas de hacer en lo
colectivo.
Sin duda en este proceso los movimientos
sociales, tradicionales y nuevos, han tenido
gran participación y han sido a un tiempo
manifestación de este conjunto de cambios
en que las nuevas prácticas colectivas
aparecen asociadas tanto a los procesos de
descomposición y segmentación social
producidos por la crisis económica como a
los cambios culturales y políticos suscitados
por los impulsos de las modernizaciones
nacionales.1
1 Para una referencia más detallada de estos procesos ver de Fernando Calderón Los Movimientos Sociales en América Latina: entre la modernización y la
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Bien, pero antes de entrar a referirnos a la
trayectoria, marquemos un poco la
discusión acercándonos a una acepción del
movimiento social como forma de expresión
ciudadana de trascendencia colectiva y
dinámica deliberativa, así como instrumento
teórico para el discernimiento académico.
Cortometraje del Concepto Se ha dicho que el concepto de movimiento
social ha padecido de una polisemia que le
ha llevado a perder claridad y precisión al
momento de explicar un fenómeno social
colectivo. En la evolución de este concepto
han tenido gran importancia las teorías del
comportamiento colectivo, así como la
psicología de masas y las teorías del
racional choice, entre otras. Sin embargo en
los análisis más actuales, uno de los
aspectos que más ha permanecido como
relevante en la delimitación de los
movimientos, es su observación como
agente de cambio social2, de transformación
sobre alguna de las esferas de la sociedad.
construcción de la identidad. En Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía. Vol.13 Filosofía política I. Ideas políticas y movimientos sociales. Editorial Trotta. 1997 2 En este sentido autores como Alberto Melucci, Alain Touraine, Enzo Faletto, André Gunder Frank, Fernando Calderón y otros han considerado que la transformación y cambio social es un elemento propio de los movimientos sociales, lo que en alguna medida ha llevado a considerar que éstos son formas de acción colectiva destinadas a producir cambios determinados en la sociedad. Creemos que como ésta
Al respecto y como ejemplo de ese
elemento Touraine3 -quien ha sido de gran
influencia en el pensamiento
latinoamericano y cuyos aportes han sido
centrales para delimitar y despejar la
confusión en este sentido-, considera que la
noción de movimiento social “sólo es útil si
permite poner en evidencia la existencia de
un tipo muy específico de acción colectiva
(…) por la cual una categoría social,
siempre particular, pone en cuestión una
forma de dominación social(…) e invoca
contra ella valores, orientaciones generales
de la sociedad que comparte con su
adversario para privarlo de tal modo de
legitimidad”.
Si bien la característica del cambio es un
elemento compartido por muchos autores,
debe recordarse que no siempre esta
característica está a la base del concepto, y
que muchos movimientos se orientan en
forma reaccionaria a la conservación de las
normas y formas de acción prevalecientes.
no puede ser una deducción automática, ni unívoca, compartimos con Enrique Laraña el que sea más adecuado afirmar la existencia de una relación entre el movimiento y los procesos de cambio, que entender por antonomasia lo uno por lo otro. 3 Alain Touraine; ¿Podremos vivir Juntos?. Fondo de Cultura Económica. 4ta reimpresión. Brasil 1999.p.100
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En esta línea Manuel A. Garretón4 agrega al
concepto en la idea de que éstos deben
observarse como una forma de agrupación
colectiva con algún grado de organización y
estabilidad en el tiempo, pero que su
orientación se conduce hacia cambios o
conservación de una sociedad o una esfera
de esta; orientación que gira en torno a dos
polos, ya sea como respuesta a las
contradicciones sociales a las que busca
poner fin; o ya sea como depositario o
portador de un sentido de la historia, y en el
que sería el principal agente de cambio.
Esta última idea va a caracterizar muy
particularmente los movimientos de la
modernidad industrial, con fuerte influencia
de la utopía socialista.
Además en los últimos años, se ha
considerado la reflexividad como una
característica más propia de los
movimientos sociales en esta etapa actual
de la modernidad en que vivimos;
característica que se entiende como la
condición en que la mayoría de los aspectos
de la vida social y de nuestras relaciones
con la naturaleza son sometidos a revisión
4 Manuel A. Garretón. Movimientos Sociales y Procesos de Democratización. Un Marco Conceptual. FLACSO, Documento de Trabajo. Serie Estudios Sociales. No.57. Título Original: Social Movements and Process of Democratization. A Conceptual Framework. Chile. 1994.p.1
continua a la luz de nuevas informaciones o
conocimientos5.
Si bien muchos podrían identificar esta
condición revisionista en fenómenos y
movimientos del pasado, ésta no contenía
el peso a la conciencia que hoy le es
asignado por la dinámica desbordante de
grandes cambios a nivel nacional y mundial.
El énfasis en la conciencia se caracteriza
por la búsqueda de individuación, que para
Touraine viene siendo el elemento principal
de la reflexividad, la conciencia de sí y la
acción sobre sí mismo; es la aproximación a
la idea de Sujeto “cuando la meta de la
sociedad y los individuos es ser capaces de
actuar sobre sí mismos, ser actores de su
propia historia y no únicamente
consumidores, objetivos de publicidades,
propagandas e influencias”.6 Una mayor
actitud de autoconfrontación con las
consecuencias de la modernidad.
Es generalizado en el estudio de los
movimientos la aceptación de que éstos
5 Se puede encontrar un amplio tratamiento de la Reflexividad en Anthony Giddens. Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea. Ediciones Península. Barcelona. 1997 Ver también sobre este concepto: Ulrich Beck, coautor. Modernización Reflexiva. Política, tradición y estética en el Orden Social Moderno; y del mismo autor La Invención de lo Político. 6 Alain Touraine; ¿Podremos vivir Juntos?.Op.cit.p.148
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están constituidos por tres elementos: la
definición del actor mismo (construcción
de su identidad); de su adversario; y de un
conflicto por el cual se forma y lucha.7
Varios autores coinciden con este tercer
elemento, pues la existencia de un conflicto
devela la presencia de contradicciones
sociales que lleva al surgimiento de
manifestaciones como lo sería el caso del
movimiento obrero contra la dominación y
explotación del capital y del feminismo
contra un modelo de sociedad de
sometimiento patriarcal.
Tomando en cuenta estos elementos
anteriores, podríamos entonces decir
brevemente que un movimiento social hoy
puede ser entendido como la acción
colectiva que en su discurso o
comportamiento busca incidir en el
mantenimiento de un orden o la generación
de transformaciones y cambios en un
ámbito específico de la vida social o el
sistema total; en que su acción implica la
ruptura de normas y valores sociales y la
posibilidad de generar y legitimar nuevos.
Además, su capacidad de reflexividad y
conciencia de sí permite controvertir la
sociedad. En ello es fundamental el grado
de acercamiento e influencia en la
construcción de opinión pública, como
plataforma desde la cual proyectar los
7 Alain Touraine. América Latina. Política y Sociedad. 1989.p.249ss
problemas y limitaciones del sistema social
o un ámbito de éste; “es consecuencia de
que ‘son algo sobre lo que se refleja la
sociedad y que impulsa la capacidad de
ésta para reflexionar y ser consciente de lo
que es’. nos dice Laraña.8
Pero en la trayectoria de la sociedad
latinoamericana, podemos identificar
movimientos sociales tanto tradicionales
como nuevos que han tenido un gran
participación en la lucha por ampliar el
espacio y ejercicio de la ciudadanía sobre
un horizonte más democrático. Veamos
algunas breves características de éstos.
Las llamadas formas tradicionales
(movimientos) de expresión colectiva,
refiere aquellas que se articularon en torno
a una sociedad cuyo proyecto cultural es el
de la modernidad, especialmente la
europea; proyecto que fue condicionando el
accionar de los movimientos y el modo de
concebirse frente a la historia. Sobre este
lienzo de la modernidad la imagen de los
movimientos es trazada con una concepción
historicista, lineal y objetivista de la acción
colectiva, en que se le consideraba como
agente clave del cambio social y la
modernización de la sociedad a través de
los conflictos que suscitaba9 A partir de esta
8 Laraña. Op. cit.p.87 9 Ver de Enrique Laraña. La Construcción de los Movimientos Sociales. Alianza Editorial. Madrid 1999. p71
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concepción es que movimientos
tradicionales como el obrero sindical y
campesino se constituyen en una mirada
reivindicativa con frecuencia vinculados a
formaciones partidistas de inclinación
socialista, en procura de mejores
condiciones laborales en la empresa y un
acceso equitativo a la tierra como medio de
ascenso social.
En general, y siempre con las variantes
propias de cada sociedad, los movimientos
sociales tradicionales se definían
particularmente por lo que combatían, en
este sentido eran anticapitalistas,
anticoloniales o antimachistas.10 La acción
colectiva estaba orientada contra formas de
exclusión a derechos básicos como el
sufragio universal, jornadas laborales y
salarios mínimos, seguridad social,
educación y acceso laboral de la mujer,
definiendo posiciones de lucha más
radicales hacia la obtención del poder
político.
Ahora, se ha planteado que la categoría
“movimiento social” es más apropiada para
países europeos donde las expresiones
colectivas se consolidan a partir de
procesos endógenos, como por ejemplo el
movimiento obrero que logra constituirse en
una fuerza reivindicativa frente a los
10 Touraine. ¿Podremos vivir juntos? Op.cit. p.306
excesos del modelo de producción
industrial.
En el caso latinoamericano se ha planteado
que estos movimientos y actores sociales,
son el producto de un modelo exógeno y
por tanto menos autónomos, donde las
acciones colectivas han sido más en
respuesta a las intervenciones del Estado
que ha procesos independientes, masivos y
más autónomos como lo fue en el caso
europeo.
Autores como Touraine, Calderón y
Garretón coinciden en que los actores
sociales y movimientos de la región estaban
constituidos en torno a una matriz
sociopolítica nacional popular, que permitía
agrupar -y controlar a través del Estado- a
las diferentes expresiones de organización
colectiva. Esta es una matriz en la que se
encuentran mezcladas distintas
dimensiones de lucha pasando por la
defensa de intereses, la búsqueda de poder
político e independencia nacional y el
constante deseo de integración social.11 A
este respecto Garretón considera que bajo
este manto nacional popular, todos los
movimientos sociales eran desarrollistas,
11 Touraine hace referencia a esta pluridimensionalidad en otros escritos como: Actores Sociales y Pautas de Acción Colectiva en América Latina. PREALC, OIT. 1984 ; también De la mañana de los regímenes nacional-populares a la víspera de los movimientos sociales. Ponencia al
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modernizadores, nacionalistas y orientados
al cambio global.12
Aunque se considere que en América Latina
han existido más actores sociales que
movimientos clásicos, está claro que
nuestra versión de expresiones colectivas
(movimientos) como el sindical y el
campesino, tuvieron una participación
protagónica en la determinación de
importantes acontecimientos sociales y
procesos revolucionarios que se tejieron en
la región; en Costa Rica en el período 1944-
1948, Guatemala en 1944, con el
movimiento boliviano –especialmente en la
región de Cochabamba- en la revolución de
1952 o Cuba en 1959. Además, grupos de
trabajadores y campesinos conformaron el
sector de izquierda del gobierno populista
de Joao Goulart en Brasil entre 1962 y
1964, así como sectores marginales,
campesinos y sectores medios votaron en
forma masiva por la Unidad Popular en
Chile (1970) y apoyaron su gobierno.13 Aun
se escucha el eco de las luchas de los “sin
tierra” en Brasil, así como las sindicales en
las minas de Chile, Perú, México y Bolivia
en el pasado.
XX Congreso Internacional de ALAS. Guadalajara, México. 1997 12 Garretón. Op.cit.p.8 13 Hobart A. Spalding. EL movimiento sindical latinoamericano en los años 90. En Revista Nueva Sociedad. Mar-ab. No.130. Caracas 1994.p.60
Las “nuevas” expresiones colectivas
Los estudios respecto a los movimientos
sociales comienzan a incorporar un nuevo
enfoque a partir de la observación de
fenómenos sociales diferentes y su
expresión colectiva. Es así como el
calificativo de nuevo comienza a ser
utilizado por las ciencias sociales para
hacer referencia a formas de acción
colectiva diferentes respecto aquellas que
se basaban en la división y lucha entre
clases sociales, propias de sociedades
occidentales e industrializadas, y en
América Latina aproximadamente desde los
años 30 hasta finales de la década de los
60. Manifestaciones que dan cuenta de
nuevos fenómenos sociales y cuyo centro
de lucha da un giro desde el nivel político y
económico al nivel cultural y de la identidad.
En un contexto donde a finales del siglo XX,
especialmente a finales los años 70, se
comienza a generalizar la exigencia por la
liberalización de la economía y vemos el
declive de todas las formas de
intervencionismo económico, del
cuestionamiento del Estado de Bienestar,
del derrumbe de las versiones socialistas,
del nacionalismo poscolonial y los
regímenes nacional populares de América
Latina, la acción colectiva se alimenta del
reclamo por un mayor control y autonomía
en el desarrollo de las vidas personales de
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quienes los integran, “la acción colectiva
está más dirigida hacia sí misma y hacia lo
que podría denominarse un esfuerzo de
subjetivación.14
Este ha sido un proceso importante pues
consideramos que el resurgir del debate
sobre la sociedad civil se ha visto en gran
medida alimentado por estos procesos de
modernización materializándose en
diferentes formas de vida, en las exigencias
de mayor participación ciudadana, así como
formas de descentralización del poder
puestas en marcha desde las
organizaciones sociales; ha permitido dar
contenido a uno de los ideales de nuestra
época como es el de “autorrealización” y
“búsqueda de la identidad propia”15. Estos
nuevos procesos de cambio y las nuevas
áreas culturales de lucha de los
movimientos están llevan la política fuera de
las instituciones y a lo interno de las
organizaciones sociales. El ideal
humanizante es un gran indicador de una
tendencia de cambio en las reivindicaciones
seguidas por los movimientos sociales
tradicionales, las que se desplazan desde
los factores económicos a otros de carácter
cultural relacionados con la identidad
individual, el medio ambiente, la familia
14 A. Touraine. ¿Podremos vivir juntos?. Op.cit.p.306 15 Ulrich Beck. La Sociedad del Riesgo. Op.cit. pp.123
tradicional, la raza, el sexo y otros aspectos
de la vida.
Estos nuevos movimientos están ampliando
su acción en el mundo y Latinoamérica, no
sin generar efectos que valoramos como
positivos, entre ellos todo un cuerpo valórico
respecto a la construcción de las
identidades y nuevas formas de estructurar
la convivencia y su organización. Si bien no
son nuevos valores y exigencias morales,
como la dignidad y la autonomía de las
personas, de integridad de las condiciones
físicas de la vida, de igualdad y
participación y de formas pacíficas y
solidarias de organización social, de
acciones políticas menos institucionales,
con estructuras de organización menos
rígidas y de favorecimiento de diálogo y
participación horizontales, creemos que lo
realmente importante es que estos valores
modernos cobran en la actualidad un
énfasis y significados imaginarios e
institucionales de gran envergadura,
reconociendo la necesidad de alcanzarlos o
reafirmarlos en nuestras sociedades frente
a las nuevas amenazas de procesos que
están convergiendo hacia una
profundización de la exclusión social. De tal
forma que lo nuevo estaría en el contexto
sociopolítico, tecnológico y cultural actual y
la subjetividad reflexiva con que éste es
abordado; muestra de ésto son las recientes
expresiones del ejército Zapatista (EZLN)
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en México y el llamado Foro Social Mundial,
formas de expresión que se han valido de
las nuevas realidades tecnológicas para
impulsar sus deseos de transformación
social, conectando su discurso con el
mundo a través de redes electrónicas;
mecanismo propios de la sociedad
informacional. La crisis de representación
de los partidos políticos ha llevado a los
movimientos a reinventar formas de acción
política para, en concordancia con el nuevo
paradigma, reivindicarla al interior de la
sociedad civil; este es el espacio desde
donde los actores sociales se conducen a
cuestionar las prácticas e instituciones tanto
privadas como públicas y el modelo cultural
dominante que lo sustenta16
Aunque los movimientos sociales de la
región comparten muchas de sus
características de países desarrollados de
Europa y América del Norte, como
organización no convencional, acciones de
corta duración, diversidad ideológica,
ampliación de los campos de acción etc, los
movimientos latinoamericanos siguen
conservando elementos propios de estas
sociedades dependientes y de débil
desarrollo endógeno.
Autores como Garretón y Touraine
coinciden en que en la expresión de los
16 Sobre esta nueva carácterística ver de Manuel Castells. La Era de la Información. Economía, Sociedad y Cultura. Vol. 2, El Poder de la Identidad. Alianza Editorial. 1998.p.130
nuevos actores sociales hay un fuerte
desplazamiento de los movimientos
nacional populares a un movimiento más
democrático. Como menciona Touraine, en
el proceso de debilitamiento y finalización
de los regímenes militares en América
Central y el Cono Sur, aparecen una serie
de movimientos urbanos y barriales con un
fuerte contenido político que se orientan
contra la represión y casos de corrupción.17
La época de los regímenes represivos, el
proceso de transición democrática en la
región y los procesos de reforma del Estado
permiten el surgimiento de banderas de
lucha diferentes de otras regiones como la
defensa de la vida y los derechos humanos;
acciones que exigían la apertura del
sistema hacia formas democráticas y de
integración social.18
Abriendo espacios en la construcción de ciudadanía
Aunque América Latina ha llevado un
recorrido inestable de conquistas
ciudadanas, de avances y retrocesos, de
imposiciones y rechazos de nuestra forma
particular de concebir y aprehender la
modernidad, no cabe duda que hemos
experimentado grandes progresos en el
reconocimiento de derechos ciudadanos
17 A. Touraine. De la mañana de los regímenes nacional-populares... Op.cit.p.4 18 M. Garretón. Movimientos Sociales y Procesos de Democratización. Op.citpp.10-16
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con un alto contenido cualitativo,
particularmente en los últimos treinta años
de reconstitución de las identidades
democráticas nacionales.
Hemos experimentado en las dos últimas
décadas una serie de transformaciones en
todos los ámbitos, lo que ha llevado ha
replantear los modelos de relación entre el
Estado, la sociedad civil y la economía, y
con ello el replanteamiento de la acción
colectiva en la región. Dentro de una serie
de transformaciones objetivas
(estructurales) y subjetivas (normas y
valores) en nuestros países -como los
procesos de democratización y superación
de regímenes militares, la reforma de los
Estado y el cambio del modelo económico
hacia la internacionalización, los cambios en
la matriz socio-política nacional popular, de
la matriz socio-cultural aparejada a la
modernización en nuestros países que
contribuye a una nueva subjetividad, a
nuevos roles sociales y valores colectivos e
individuales-, han surgido o consolidado
nuevas formas de expresión colectiva
asociadas directamente a la preocupación y
el debate por el tema de la ciudadanía en
Latinoamérica y del contexto democrático
que lo impulsa. Los nuevos movimientos se
han apropiado en su discurso y acción del
reclamo por mayores espacios ciudadanos
para la integración social
La discusión en torno a la ciudadanía y los
nuevos movimientos sociales están
estrechamente entrelazados. Esta ingresa
por diferentes puertas o vías, entre ellas (y
desde “arriba”) la que viene como una
“moda” intelectual asociada a un cuerpo de
ideas difundidas por la globalización y que
desde mediados de los ochenta entra al
ámbito académico en nuestros países.
También se ve reforzada por el impulso en
las corrientes de la participación social, la
gestión de recursos en el nivel local, por la
exigencia de control social sobre las
instituciones públicas, y todo el tema de la
asociatividad y la generación de capital
social. Pero muy especialmente en nuestra
región la ciudadanía entra, desde “abajo”,
por el desarrollo de movimientos sociales
por la defensa de los derechos humanos,
particularmente frente a las violaciones
cometidas por los regímenes dictatoriales
en las décadas anteriores19. Esto nos
permite entender, en un primer momento,
como las conquistas ciudadanas han estado
estrechamente relacionadas con el grado de
incidencia de los movimientos diversas
luchas por el fortalecimiento de la
democracia en la región. Veamos esto más
de cerca...
19 Sobre las vías de ingreso al debate ciudadano ver: Martín Hopenhayn. Ciudadanía, Equidad e Identidad. Versión escrita de la charla dictada en el Seminario Pobreza y Políticas Sociales del programa de Maestría en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos. ILADES-ESPO IV. Universidad Alberto Hurtado. Santiago, Septiembre 1999.
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Organizaciones de Base frente a la crisis
Con el escenario de crisis económica de los
ochenta y los consecuentes procesos de
ajuste interno, se reforzaron fenómenos
históricos de exclusión y pobreza en
Latinoamérica; como respuesta a esta
situación se da en los países de la región el
surgimiento de pequeñas organizaciones
sociales de carácter reactivo y
mayoritariamente temporal, especialmente
urbanas como asociaciones barriales y
comités de vecinos, orientados a la
satisfacción solidaria de necesidades
básicas.
Estas formas de organización con
frecuencia situadas en segmentos de
informalidad económica y marginalidad
social, se constituyeron con el fin de
autogestionar ingresos, bienes y servicios
como forma de garantizar la supervivencia
con expresiones como: ollas comunes,
cooperativas de autoconstrucción de
vivienda, cooperativas de compra y
consumo de bienes alimentarios, bolsas
comunales de trabajo, programas de
educación popular, de defensa de derechos
humanos y reivindicación de identidades
locales (étnicas o culturales), grupos de
mujeres etc.20
20 Martín Hopenhayn. La participación y sus motivos. Santiago, junio 1988.p.9
En países como Uruguay, Brasil o Chile
adquieren gran importancia los llamados
Clubes de Madres donde las mujeres
activistas contribuían a la solución de
problemas relacionados con carencias
cotidianas, animaban a las organizaciones
populares solidarias y en éstos y otros
países los grupos activistas estaban
fuertemente articulados y apoyados por la
Iglesia Católica y otros grupos religiosos.21
En la práctica estos grupos, que no eran
manifestación de movimientos sociales
propiamente tal, sí servirían de espacio
embrionario en la formación de futuros
movimientos. Su mayoría no tuvo
permanencia en el tiempo, puesto que
muchas se disolvieron o fueron absorbidas
tras la solución de sus demandas y la
institucionalización de programas
gubernamentales de ayuda.
Movimiento por los Derechos humanos Durante los regímenes militares en la región
(en los 60, 70 y 80), la violación de éstos
derechos es sistemática y progresiva, e
implicó una fuerte regresión que puso en el
centro de la sociedad el problema de la vida
en su dimensión elemental, de
sobrevivencia o integridad física. Aunque ha
21 Ver p.e. Pedro Jacobi. Movimientos sociales en Brasil. Desafíos en la construcción de la ciudadanía. En: Revista Nueva Sociedad. No.111, enero-feb.1991. Caracas.p.58,59
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sido una realidad con larga data en la región
latinoamericana, su incorporación al debate
público desde “abajo” -primero como tarea
pendiente de la democracia y después
como tema de ciudadanía- se abre a
mediados de los años ochenta a través de
movimientos de la sociedad vinculados con
la defensa de los derechos humanos (DH) .
En esta lucha ya en la segunda mitad de los
años 70, el caso de las Madres de la Plaza
de Mayo en Argentina es emblemático en la
región y genera gran interés y solidaridad
en algunos países europeos. Estos grupos
comienzan siendo particularmente
defensivos y principalmente de mujeres
afectadas: madres, abuelas, familiares de
víctimas, de desaparecidos y torturados
pidiendo una reparación institucional y
simbólica de estas violaciones.22 Sin
embargo no es si no hasta inicios de los
ochenta que las violaciones denunciadas
por este movimiento se convierten,
especialmente en el cono sur, en un tema
de debate público, que como en el caso de
Chile, Paraguay y Brasil, permite abrir
puertas de reactivación de movimientos de
luchas populares y de revalorización de la
democracia.
22 Elizabeth Jelin. Otros silencios, otras voces: el tiempo de la democratización en Argentina. En Los movimientos sociales ante la crisis. Compilación de Fernando Calderón. Biblioteca de Ciencias Sociales num. 18, Argentina 1986. pp 28 y 29
Sin duda la década de los ochenta es un
período de crecimiento y consolidación de
las organizaciones y grupos de derechos
humanos en América Latina, donde la
penetración de esta temática en la sociedad
civil se refleja en el aumento del número de
organizaciones dedicadas a su promoción y
defensa. Ya en 1981 el número de
organizaciones vinculadas con los derechos
humanos en América Latina era de 220,
cifra que aumenta a 550 sólo nueve años
después23, red de organizaciones que al
mismo tiempo se vio fortalecida por el
crecimiento y apoyo de organizaciones
internacionales, principalmente desde los
Estados Unidos, ampliando el flujo de
millones de dólares al financiamiento de
acciones en esta materia. Entre ellas
destaca Amnesty International/EU, los
Watch Committees y los Comités de
Abogados por los Derechos Humanos24.
Otra de las contribuciones de este
movimiento ha sido no sólo servir como eje
de presión ante los gobiernos y canalizar la
solidaridad de países vecinos, como fue en
el caso de Argentina y Uruguay, para
procesar a los responsables de la represión,
sino en convertirse en centro de
23 Kathryn Sikkink. La red internacional de derechos humanos en América Latina: surgimiento, evolución, efectividad. En Elizabeth Jelin y Eric Hershberg (coordinadores). Construir la democracia: derechos humanos, ciudadanía y sociedad en América Latina. Edit. Nueva Sociedad 1996.p.79 24 Ibidem
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investigación e información para el
procesamiento judicial de los responsables;
la Agrupación de Familiares de Detenidos y
Desaparecidos de Chile es ejemplo en este
sentido.
Paulatinamente la problemática de DH deja
de reducirse a una problemática particular
de los familiares de detenidos y
desaparecidos, y adquiere una legitimidad
como problemática nacional, elemento en el
que reside su potencialidad como
movimiento social.25 Este movimiento ha ido
evolucionando con los años, respondiendo
al cambio de condiciones sociales y
políticas de fortalecimiento democrático en
algunas áreas. reenfocando su trabajo hacia
nuevos grupos tales como las mujeres, los
niños de la calle, los homosexuales y los
indígenas.”26
Movimiento Feminista El movimiento feminista en América Latina
estuvo precedido por las grandes luchas
sufragistas de principios y mediados del
siglo veinte, así como la importante
participación de la mujer dentro del
movimiento obrero y sus conquistas
laborales. Pero estas luchas resurgen como
movimiento feminista en forma masiva en la
década de los 80, como consecuencia de
las reivindicaciones por los derechos
25 Ver Fernando Calderón. Los movimientos sociales frente a la crisis. En Los movimientos sociales ante la crisis. Op.cit.p.375 26 Sikkink. Op.cit.p.85
humanos conducidas principalmente por las
mujeres madres, abuelas y familiares de las
víctimas de las dictaduras; así como por
una circunstancia histórica donde la
atención internacional comienza a volcarse
hacia las mujeres y la desigualdad de la
mujer se convierte en debate público. Los
movimientos feministas europeos y de
Norteamérica impactan fuertemente en
Latinoamérica con la adopción y
formulación de discursos y un cuerpo
valórico que replantea la posición de la
mujer en la sociedad así como la
construcción de una subjetividad de
género.27
Poco a poco el movimiento feminista se
ha ido institucionalizando en la mayoría de
los países latinoamericanos a través de
Centros de Mujeres de carácter no
gubernamental (ONG), trabajando en torno
a dimensiones que trastocan la temática de
género como derechos, educación, salud,
reproducción, participación política, etc28 y
de éstos cruzado con la cuestión indígena,
como en el caso de Guatemala, donde con
frecuencia la violación de las activistas
indígenas es una forma de represión.29
27 Ver Lola G. Luna. La lucha de las mujeres en América Latina. En Revista Razón y Fe. Sept. Octubre. 1992.p. 334,335 28 Lola G. Luna...Op.cit.p.338 29 Dato de Jennifer Schirmer 1988. Citado por Elizabeth Jelin. Mujeres, género y derechos humanos. Op.cit.p.202
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Después de tres décadas, las luchas
referidas a la sexualidad han tomado mucha
fuerza, donde los derechos reproductivos
como derecho al control del propio cuerpo
ha sido una de las principales banderas
desplegadas en apropiación de una nueva
subjetividad.
Muestra de ello son las conquistas
obtenidas respecto al derecho del aborto
pasando desde la eliminación del aborto
social y por ofensa del honor, hasta el
desarrollo de toda una legislación de
despenalización en caso de aborto
terapéutico, y redes de protección
garantizadas por el Estado para la práctica
de éste con las mejores condiciones de
salud para la madre, esto último en el caso
de los países cuya práctica ha sido
liberalizada (Cuba y Puerto Rico). 30
Como nos menciona Teresa Valdés31, todos
los países de Latinoamérica cuentan con la
presencia de ONG que trabajan en la
promoción y desarrollo de las mujeres con
una amplia variedad de objetivos y
temáticas, siendo indiscutible el rol que han
jugado en la documentación y aporte
30 CLADEM, Comité Latinoamericano y del Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer. Documento El Tratamiento Legal del Aborto en América Latina y el Caribe. Estudio Comparativo. En página digital: http://www.derechos.org/cladem/aborto/index.html 31 Teresa Valdés. De lo social a lo político. La acción de las mujeres latinoamericanas. Editorial LOM. Santiago, Chile. 2000.p.76,77
investigativo para la formulación de políticas
públicas en favor de la mujer.
Esta característica demuestra también la
progresiva capacidad de las mujeres de
organizarse a nivel regional con el
desarrollo de redes y coordinaciones para la
acción y discusión de diversas
problemáticas femeninas, entre ellas la Red
de Salud de la Mujer en América Latina y el
Caribe, Red de Educación Popular entre
Mujeres (CEPEM), la Red Latinoamericana
y del Caribe contra la Violencia Doméstica y
Sexual, entre otras. Y de seguido sólo
recordamos los logros en instancias político
partidarias a partir de políticas de afirmación
como los sistemas de cuotas, donde se
obliga la participación de la mujer en
diferentes espacios de elección en un
mínimo que varía entre 20% y 50%.
Igualmente hemos visto grandes avances
en puestos de elección como parlamentos,
ministerios y puestos directivos en
municipalidades y sindicatos, así como la
aprobación de leyes para promover la
igualdad de oportunidades entre mujeres y
hombres.32 La pulsión de este movimiento
ha generado una fuerte tendencia
democratizante de la vida social y mayores
espacios para la realización de derechos.
32 Ibid.pp 98 y ss.
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Movimiento por la homosexualidad
Las acciones colectivas que luchan por la
visibilidad y reconocimiento de las personas
con prácticas no heterosexuales, así como
de los comportamientos y formas de vida
asociadas a ellas, comienzan a tener una
presencia significativa a inicios de los años
80, impulsados por la transición hacia
sociedades más democráticas y con
frecuencia al abrigo de las organizaciones
por los derechos humanos que buscan una
mayor apertura del sistema y la superación
de prácticas autoritarias y violatorias
respaldadas por el Estado.
Entre los factores que influyeron en el
origen y organización del movimiento
homosexual en varios países de la región
está la fuerte influencia proveniente del
desarrollo del feminismo en países del
norte, principalmente de Estados Unidos, y
donde sus facciones lésbicas a lo interno
constituían un foco de atención muy fuerte.
Esto unido además a la difusión de un
movimiento cultural europeo (arriba
mencionado) que avanza empujando por
una nueva subjetividad y libertad en el
desarrollo de los proyectos de vida, que ve
en la sexualidad un nuevo espacio por el
cual transgredir las normas sociales y
buscar una forma diferente de formación de
la personalidad. Los procesos de
democratización y secularización social
extienden el ejercicio ciudadano a diferentes
esferas como las prácticas sexuales.
El caso de Argentina es bastante ilustrador
de este proceso de constitución de una
identidad y formación de una amplia red de
organizaciones que luchan por el derecho a
la diferencia, donde no sólo se funda
oficialmente en 1969 la primera
organización homosexual de América Latina
(Grupo Nuestro Mundo), sino que hoy
(2003) continua a la vanguardia siendo el
primer país latinoamericano aprobar
legalmente la unión civil entre personas del
mismo sexo.
Sin duda una de los mayores logros de este
movimiento ha sido el aumento de su
visibilidad en la esfera pública a través de
los medios de comunicación, el desarrollo
de legislación, así como de constantes
manifestaciones callejeras por el “orgullo
homosexual” que han tenido lugar en países
como Brasil, Argentina y México,
reconocidos por un elevado activismo de
estos movimientos. 33 Y según S. Brown, en
América Latina con excepción de Panamá y
Paraguay, todos los países tienen un
movimiento lésbico-gay organizado, muchos
de ellos aparecidos en los años ochenta.34
33 Stephen Brown. “Con discriminación y represión no hay democracia”: The Lesbian and Gay Movement in Argentina. Ponencia para el Congreso LASA 1997. Guadalajara México.pp.3,4 34 Ibid.p.2
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En esta trinchera de la identidad sexual
también se ha abonado hacia una
ciudadanía más integradora y en cierta
forma, regeneradora de la sociedad civil en
su dimensión colectiva y organizada.
Los movimientos frente a la Exclusión
En los últimos nueve años hemos estado
presenciando el surgimiento de
movimientos sociales con pretensiones
integración diferentes a los anteriores. Las
expresiones tradicionales como el
campesinado y obreros sindicalizados,
tenían un eje de integración principalmente
económico-material y orientado por la
búsqueda de la igualdad como valor central.
Los llamados nuevos reflejaban una nueva
necesidad de integración como la simbólico-
cultural, es decir, donde el valor de la
diversidad emerge como la dimensión
olvidada por la democracia, y el control y
autonomía individual y en los espacios
comunitarios son necesarios para el ideal
de autorrealización personal.
Hoy el acelerado proceso de exclusión
social, aumento de la pobreza y
desigualdad está profundizando y
aumentando la frustración de expectativas
entre la integración simbólica y la
desintegración material. Esta realidad está
llevando a reorientar la organización de la
sociedad civil tendiendo puentes entre las
reivindicaciones ciudadanas económico-
materiales y las simbólico- culturales de
construcción y pertenencia a una identidad.
El Zapatismo
Es ya emblemática la lucha que ha sido
conducida desde la selva Lacandona,
Chiapas, por el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN), cuya lucha
recoge derechos milenarios y olvidados por
la sociedad mexicana pero al mismo tiempo
presenta el perfil de un nuevo movimiento
social latinoamericano haciendo uso de
elementos proporcionados por la misma
modernización que los ha excluido.
Lo que le ha dado una gran originalidad al
movimiento zapatista es que la lucha contra
la exclusión además de levantarse desde la
causa indígena, desde el 1 de enero de
1994 también lo hace desde una lucha
socioeconómica contra la globalización,
convirtiéndose en “la primera revuelta
simbólica contra la mundialización” nos dice
Ramonet.35 En este sentido hay un interés
por reconocer que en el nuevo orden
mundial hay una realidad político-
económica distinta, cuyas estructuras de
poder no solo son determinadas desde los
Estados sino por fuerzas y actores que
traspasan las fronteras.
IV Conferencia Regional ISTR-LAC 8-10 de octubre, 2003 San José, Costa Rica
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Como se muestra, esta nueva expresión
colectiva y organizada integra en sus
demandas la dimensión simbólica de
integración a una comunidad nacional
(México) sin olvidar el reconocimiento de la
diferencia que reclama la identidad
indígena; pero también hace suya la lucha
contra las consecuencias excluyentes de la
modernización económica, contra los
efectos negativos de procesos
globalizadores como el libre comercio. Las
líneas de acción de los movimientos
sociales en los ochenta y principios de los
noventa, encuentran en la lucha contra la
globalización y sus agentes político-
económicos (Multinacionales, FMI, BM,
OMC) un punto de convergencia.
Sin embargo no es sino hasta abril del 2001
que con el Foro Social Mundial de Porto
Alegre se logra constituir la primera
instancia organizada donde los movimientos
sociales más recientes logran alcanzar un
alto grado de organización, aglutinando en
una sola voz a numerosos grupos de la
sociedad civil en una nueva lucha en contra
de la globalización excluyente.
El Foro Social Mundial
35 Ver Ignacio Ramonet. Marcos en Ciudad de México. En Le Monde Diplomatique. Edición chilena, N°7, abril 2001.p.3
Con la consigna “otro mundo es posible”, se
realizó en enero del 2001 en Porto Alegre el
evento que mejor expresa el punto de
unificación de los movimientos
latinoamericanos, el Foro Social Mundial
(FSM). Este fue un evento muy significativo
por cuanto constituyó el primer escenario
formalmente instalado en América Latina
desde el cual un gran número de
organizaciones sociales y políticas
plantearon al mundo un reclamo
generalizado contra la concentración de la
riqueza, el aumento de la pobreza y la
necesidad de conquistar una ciudadanía
más integradora a partir del fortalecimiento
de la democracia.
Lo significativo de este hecho es que
múltiples organizaciones y movimientos
sociales con reivindicaciones muy
particulares logran articular sus luchas
frente a los efectos de la mundialización
económica, la ideología neoliberal y su
modelo cultural y las instituciones políticas y
económicas que la sustentan. Sus
expresiones de negación al “neoliberalismo
y sus políticas”, “la globalización neoliberal”,
“la Deuda Externa de los países del Sur”, “la
privatizaciones”, “las compañías
multinacionales”, “los Acuerdos de Libre
Comercio”, “el armamentismo y el comercio
de armas”, y las “instituciones financieras
IV Conferencia Regional ISTR-LAC 8-10 de octubre, 2003 San José, Costa Rica
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internacionales”36 entre otras dibujan de
forma clara el adversario y el reto que los
convoca.
Como se observa, la primera línea visible de
reivindicación es claramente económica en
la que destaca la aplicación de la tasa Tobin
a las transacciones financieras con la cual
combatir la especulación; la condonación de
la Deuda Externa de los países pobres; y la
clausura de los paraísos fiscales. Sin
embargo hay una segunda línea más
extensa del Foro en que las propuestas y
reflexión van desde el desarrollo
sustentable, pasando por “democratizar la
democracia formal”, nuevas formas de
distribuir el ingreso, hasta la aplicación de
los medios de comunicación y las nuevas
tecnologías en la disminución de las
desigualdades;37 dos líneas que permiten
unir lo uno a lo múltiple y lo múltiple a lo
uno.
Porque ciertamente no es nuevo que grupos
ambientalistas o agricultores salgan a
protestar, o que lo hagan las feministas, los
anarquistas y los críticos de la deuda
externa del tercer mundo. Lo novedoso está
en que todos estos grupos se hallan unido
bajo un mismo objetivo e involucrando a
36 Ver la declaración final del Foro Social Mundial en el sitio electrónico: www.forumsocialmundial.org.br 37 Ver Carlos Gabetta. Porto Alegre: activismo y propuestas para un futuro distinto. En Le Monde
viejos y nuevos opositores de la
globalización y el neoliberalismo.
Estas manifestaciones de múltiples grupos
de la sociedad civil contra un modelo
político, económico y cultural excluyente,
que si bien no pueden entrar en la
clasificación tradicional de movimiento
social, expone una fuerte transformación y
evolución del movimiento latinoamericano
hacia un perfil más autónomo y con fuerte
pretensión de historicidad en la coyuntura
actual de agotamiento de los fundamentos
epistemológicos de la modernidad.
Atando cabos, y una salida elegante
Hemos planteado a través de este texto,
que la trayectoria latinoamericana de los
movimientos sociales, ha dejado en su
trazado una serie de importantes conquistas
que contribuyen a la construcción de una
ciudadanía más integradora. Si entendemos
por este concepto la condición que se
constituye desde la posesión y ejercicio de
los derechos políticos, sociales, económicos
y culturales, los cuales adquieren sentido y
contenido para las personas en el acceso a
mecanismos de pertenencia a un colectivo
(o comunidad valórica) y una mayor
capacidad de interlocución en el espacio
público para participar de los beneficios del
Diplomatique. Edición chilena. No.6, Marzo 2001.p.3
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desarrollo y realizarse como ser humano;
podremos plantear algunos escenarios en
los cuales han aportado los movimientos.
Desde hace treinta años los nuevos
movimientos sociales están aportando
desde varios escenarios a la ciudadanía
latinoamericana como adherir al debate un
nuevo cuerpo de ideas y valores que han
permitido ampliar la concepción de
derechos humanos heredada de la
modernidad. Este cuerpo de ideas está
permitiendo en los nuevos actores articular
la universalidad de estos derechos con
vertientes particularistas, develando la voz
de sectores y comunidades valóricas
históricamente ignorados (mujeres,
indígenas, homosexuales, grupos
ecológicos). Desde los derechos humanos,
esta ciudadanía está siendo enriquecida
tanto en la ampliación como en la
diferenciación de derechos. Los nuevos
valores reivindican la dimensión individual
para el desarrollo del sujeto en la diferencia
y libertad de autonomía.
También han contribuido desde una
dimensión colectiva organizada en la
sociedad, es decir en el desarrollo de una
entramado asociativo que emerge en torno
a nuevas temáticas y la renovación de las
anteriores. Nos referimos a toda una red de
organizaciones comunitarias y en gran
medida de las llamadas no
gubernamentales cuya constitución, trabajo
y orientación adquieren cuerpo en
referencia a los contenidos de los nuevos
movimientos sociales (derechos humanos,
liberación e igualdad de la mujer, diversidad
de identidades, valoración de lo
comunitario, la autogestión, etc).
De igual manera, ha influenciado en la
transformación y renovación de actores
sociales tan importantes en la configuración
de lo político como los sindicatos, los
sectores campesinos y grupos indígenas
como en el caso mexicano donde la lucha
indígena y campesina resurge desde los
ochenta con un estilo en que las
reinvindicaciones ecológicas comienzan a
formar de su discurso y acción.
Al mismo tiempo el entramado asociativo
ha adquirido altos grados de independencia
y progresiva capacidad de organización
más allá de los ámbitos locales y nacionales
como lo demuestra el movimiento feminista
con la presencia de redes regionales de
coordinación, acción y discusión de la lucha
por sus derechos y problemáticas
particulares.
En estas formas de expresión colectiva son
importantes la cultura de participación a la
que han aportado contenido. Una de las
formas en que ésta toma posesión es en el
nivel simbólico-discursivo: generando teoría
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y nuevos sustentos culturales en su
propuesta de sociedad; con sus prácticas
discursivas y de comportamiento, los
movimientos han puesto a la orden del día
muchos de los grandes temas que forman
parte de la causa y acción de muchos
individuos y actores sociales, tanto en
espacios gubernamentales como
académicos, entremezclando los espacios
públicos con los privados de la esfera
personal. Es decir que en los sectores de
élite más progresistas y en las nuevas
formas asociativas voluntarias en la
sociedad, ha aumentado la participación de
un discurso con nuevos contenidos
asociados a la lucha por la construcción del
sujeto y la apropiación de derechos
ciudadanos.
Esta cultura de participación se ha
reforzado desde el desarrollo de redes de:
experiencias muchas veces de carácter
informal en cuyo interior se enfatiza una
conciencia por la participación y desarrollos
de capacidades personales y de grupos
para el empoderamiento de los espacios
locales y comunales. Es clara también la
existencia de ONG en Latinoamérica que
trabajan en estrecha relación con los
gobiernos en la promoción y de desarrollo
de programas que enfatizan en la
autogestión de comunidades, capacitación
en temas ambientales, de violencia
doméstica, asesoría jurídica, derechos de
los niños y ancianos, y formas alternativas
de política comunitaria.
En acuerdo con Wahl38, si bien muchas
ONG han adquirido independencia de los
nuevos movimientos sociales, en sus
ideales y algunas orientaciones, todavía hoy
siguen viviendo de un capital reivindicativo
que han acumulado los nuevos
movimientos, sobre todo en relación con la
gran aceptación que tienen entre la gente y
su elevado prestigio moral, que también han
sabido mantener con el desarrollo de
nuevas áreas de trabajo como la tecnología,
mujer y el ámbito de la gestión local, y más
recientemente áreas como la microfinanza y
la ecología.
Por último, además de los logros en los
ámbitos político-partidarios y en la
legislación, es importante mencionar la
contribución en la reconstrucción del
espacio público, entendiendo éste como un
espacio de deliberación y circulación
argumentativa libre entre actores relevantes
en una sociedad. Consideramos que con el
salto a la esfera pública de nuevos grupos
sociales se ha puesto en circulación en el
“mercado” de recursos culturales, voces y
discursos que disputan la participación en la
construcción de un modelo de sociedad.
38 Peter Wahl. Tendencias globales y sociedad civil internacional. ¿Una oginización de la política mundial? En Revista Nueva Sociedad, N°149, mayo-junio 1997.p.46
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Central en este proceso es lo referente a la
formación de la opinión pública y como ésta
se puede convertir en cámara de
resonancia de ciertas demandas,
movimientos y grupos haciendo ascenderlas
a espacios neurálgicos de decisión o debate
público. No sería exagerado decir que
desde el punto de vista temático las
iniciativas ciudadanas han sido exitosas al
“tomarse el poder”, pues gran parte de las
agendas públicas en nuestros países tienen
a la orden del día temas y problemáticas
impulsadas por los nuevos movimientos.
Los movimientos de hoy, a diferencia de los
de ayer, deben buena parte de su influencia
al uso de las tecnologías de la
comunicación en la difusión de la palabra
(discurso) como la principal arma
generadora de impacto y obtención de
apoyo; pero también a su condición de
reflexividad que pone a los sujetos sociales
en estado de vigilia frente a los efectos
negativos del frenesí de la modernización y
el progreso de nuestra modernidad.
El movimiento emergente contra la
globalización busca hacer suya una de las
herramientas más importantes en el mundo
actual para influir en cambios en las
estructuras tanto políticas como valóricas y
discursivas: la comunicación electrónica y
visual de alcance mundial. El Foro Social
Mundial parece haber entendido estas
condiciones objetivas haciendo uso de ellas
frente a la creciente exclusión social. El
potencial de sujeto político se encuentra en
la amalgama de una resistencia y oposición
generalizada a la globalización.
Finalmente, si bien la lucha por una
ciudadanía más integradora, ha tenido
grandes avances y en la acción y discurso
de los nuevos movimientos sociales hay
una nueva materialización de sueños y
utopías que abren nuevos caminos para
realizar las revoluciones y cambios sociales
históricamente anhelados, no podemos
dejar de reconocer que la ciudadanía en
América Latina tiene más obstáculos y
problemas que las soluciones y los avances
que logra. Si bien no son sanas las
posiciones de un triunfalismo embriagante
como tampoco las de una desesperanza
paralizante y corrosiva, nos mostramos más
cercanos a la valoración de la potencialidad
de transformación social que anida y
expresan los movimientos latinoamericanos,
potencialidad para generar nuevos modelos
culturales y de integrar y democratizar
nuestras sociedades. Aunque en América
Latina sus venas siguen estando abiertas,
existen más opciones para sanarlas desde
dentro con una “desinfección” desde fuera,
pues como nunca antes y en palabras de
Ulrich Beck, son “justamente los guardianes
del bienestar, el derecho y el orden, los que
simultáneamente están bajo sospecha y son
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incriminados por poner en el mundo peligros
y restarles importancia”. La inadaptación no
se encuentra ya en los “resentidos” sino en
los individuos, grupos e instituciones que
insisten en imponerse en una época cuyas
creencias ya “no” se sostienen.
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