los marcos urbano-regionales del campo reli- gioso en … · gabriela estrella, así como las de...

31
FRONTERA NORTE VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996 Los marcos urbano-regionales del campo reli- gioso en México* José Luis Molina Hernández** RESUMEN La transformación del campo religioso en México es un hecho evidente que llama poderosamente la atención de especialistas y profanos en el tema. Pese a ello, es aún poco lo que sabemos acerca de sus tendencias de transformación, de las configuraciones regionales que genera y de los factores que dan lugar a dichos cambios. En este ensayo se busca un primer acercamiento a esas tendencias articulándolas con la transformación del proceso de urbanización del país. Se parte de una base demográfica y de las entidades federativas como unidad de análisis para proceder a la detección de grandes regiones nacionales de transformación del campo religioso. La indagación revela, así sea de manera preliminar, que las configuraciones regionales resultantes de este proceso trascienden el conflicto religioso y se vinculan claramente a los fenómenos de hegemonía política y cultural que han marcado a la sociedad mexicana desde su origen y que han determinado el perfil territorial de las diversas regiones del país. ABSTRACT The transformation of the religious field in Mexico is an undeniable fact that attracts the attention of specialists and lay people alike. Yet, we still know very little about its transformation tendencies, the regional configurations it generates, and the elements that produce such changes. This essay seeks to establish a first approach to these tendencies and their appearance within the urban trans- formation process. The study is supported on a demographic foundation in which federal entities are units to be analyzed in order to detect the largest national regions to be transformed in the reli- gious field. On a preliminary basis, the investigation reveals that the resulting regional configura- tions transcend religious conflict and clearly link political and cultural hegemony issues that have shaped Mexican society since its origin and which have determined the territorial profile of the dif- ferent regions of this country. * Este ensayo es una versión modificada del tercer capítulo de la tesis de maestría del mismo autor: “Desarrollo urbano y campo religioso, tres perspectivas de análisis”, facultad de Arquitectura-Instituto de Investigaciones Sociales, UABC, Mexicali, 1993. En el desarrollo de ese capítulo en particular fueron fundamentales las observaciones de Agustín Sandez y Gabriela Estrella, así como las de Víctor Castillo en la versión inicial. A los tres se les agradecen sus valiosos comentarios y críticas. “ Sociólogo, maestro en desarrollo urbano, profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional-Unidad Mexicali y estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de El Colef. E-mail durante doctorado: [email protected]. 7

Upload: nguyenduong

Post on 19-Sep-2018

218 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

FRONTERA NORTE VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

Los marcos urbano-regionales del campo reli-gioso en México*

José Luis Molina Hernández**

RESUMEN

La transformación del campo religioso en México es un hecho evidente que llama poderosamentela atención de especialistas y profanos en el tema. Pese a ello, es aún poco lo que sabemos acercade sus tendencias de transformación, de las configuraciones regionales que genera y de los factoresque dan lugar a dichos cambios. En este ensayo se busca un primer acercamiento a esas tendenciasarticulándolas con la transformación del proceso de urbanización del país. Se parte de una basedemográfica y de las entidades federativas como unidad de análisis para proceder a la detección degrandes regiones nacionales de transformación del campo religioso. La indagación revela, así seade manera preliminar, que las configuraciones regionales resultantes de este proceso trascienden elconflicto religioso y se vinculan claramente a los fenómenos de hegemonía política y cultural quehan marcado a la sociedad mexicana desde su origen y que han determinado el perfil territorial delas diversas regiones del país.

ABSTRACT

The transformation of the religious field in Mexico is an undeniable fact that attracts the attentionof specialists and lay people alike. Yet, we still know very little about its transformation tendencies,the regional configurations it generates, and the elements that produce such changes. This essayseeks to establish a first approach to these tendencies and their appearance within the urban trans-formation process. The study is supported on a demographic foundation in which federal entitiesare units to be analyzed in order to detect the largest national regions to be transformed in the reli-gious field. On a preliminary basis, the investigation reveals that the resulting regional configura-tions transcend religious conflict and clearly link political and cultural hegemony issues that haveshaped Mexican society since its origin and which have determined the territorial profile of the dif-ferent regions of this country.

* Este ensayo es una versión modificada del tercer capítulo de la tesis de maestría del mismo autor: “Desarrollo urbano ycampo religioso, tres perspectivas de análisis”, facultad de Arquitectura-Instituto de Investigaciones Sociales, UABC,Mexicali, 1993. En el desarrollo de ese capítulo en particular fueron fundamentales las observaciones de Agustín Sandez yGabriela Estrella, así como las de Víctor Castillo en la versión inicial. A los tres se les agradecen sus valiosos comentariosy críticas.

“ Sociólogo, maestro en desarrollo urbano, profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional-UnidadMexicali y estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de El Colef. E-mail durante doctorado: [email protected].

7

1. Introducción

1.1 Cambio religioso y desarrollo urbano,elementos de un campo problemático

Una somera revisión a los censos de poblaciónde México en el presente siglo demuestra queexiste por lo menos una coincidencia en el tiem-po entre el inicio del proceso que convirtió aMéxico en un país predominantemente urbano,por una parte, y el principio de la transforma-ción del campo religioso global y del subcampoprotestante, por la otra, ubicándose ambosalrededor de la década de los cincuenta. Por otrolado, tanto la sociología urbana como la soci-ología de la religión y hasta la antropología dancuenta de la transformación de las prácticas einstituciones sociales en el ámbito urbano, con-figurando un tipo de práctica religiosa al quehemos denominado “religiosidad urbana”.

Sin embargo, y pese a que conceptualmentese ha avanzado en el estudio de las implica-ciones de la transformación de las prácticas einstituciones religiosas en la sociedad urbana,los límites del conocimiento empírico que seposee actualmente sobre el campo religiosohacen difícil la comprensión cabal del fenó-meno.

De ahí que al hablar del cambio religioso enMéxico sea un lugar común referirse al crec-imiento de las “sectas protestantes”

y afirmar que dicho crecimiento se concen-

tra principalmente en los estados del su-reste, yen menor medida en los de la frontera norte.Ésta es una verdad a medias que, sin embargo,sirve para dar pie a las interpretaciones queexplican la transformación del campo religiosocomo parte de una estrategia de intervenciónimperialista en las “zonas más sensibles para laidentidad nacional”.

De acuerdo con dicha visión esto ocurreporque, en el primer caso, se trata de comu-nidades indígenas atrasadas y aisladas que sonfácil presa del mensaje transculturizante de losgrupos evangélicos; y en el segundo, debido a lacercanía geográfica con Estados Unidos y a lainfluencia cultural estadunidense que caracteri-za al fronterizo, vale decir, su “pochismo” o“agringamiento”. En síntesis, el fenómeno obe-dece a un estímulo externo (la conspiraciónimperialista), que tiene como apoyo la debilidadde la identidad nacional en las regiones afec-tadas, la cual, a su vez, se explica en términosde atraso cultural y de contigüidad geográfica.

Independientemente de que dicho punto devista ha sido cuestionado por diversos investi-gadores del fenómeno,2 hasta ahora no se haemprendido un análisis cuantitativo que clari-fique las tendencias de dicha transformación, esdecir, que ofrezca una base estadística a partirde la cual se puedan emprender generaliza-ciones más amplias.3

FRONTERA NORTE., VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

1 Un tratamiento mucho más detenido de las formas, orígenes e implicaciones de la religiosidad practicada en lassociedades urbanas lo hemos desarrollado en José Luis Molina Hernández, “La religiosidad urbana”, en Civitas,núms. 8-9, enero-agosto de 1992, Mexicali, Centro de Estudios para el Desarrollo de la Administración Municipal,pp. 73-88.

2 Desde el campo de la investigación sociorreligiosa lo han hecho José Valderrey, Jean-Pierre Bastían, Gilberto Giménezy Elio Masferrer, entre otros. Desde la perspectiva de la identidad fronteriza también se ha cuestionado esa percep-ción centralista de la identidad nacional. Véase Jorge A. Bustamante, “El mito de la desnacionalización cultural de lafrontera”, en Repensarla nación: fronteras, etnias y soberanía, Cuadernos de la Casa Chata, núm. 174, México,CIESAS 1990.

3 Una oportuna llamada de atención sobre este espacio de convergencia entre religión y demografía es la realizada porRodolfo Casillas y Alberto Hernández en “Demografía y religión en México: una relación poco explorada”, Síntesis,núm. 10, Paraguay, 1990. Análisis propiamente dichos que se inscriben en este

8

En general, los estudios sociales sobrereligión en México descansan sobre ese marcoestadístico escasamente desarrollado, lo cual dalugar a varias deficiencias:

i) Las investigaciones carecen de datosestadísticos y procedimientos de análisis rig-urosos que las avalen, de ahí que se queden másen el terreno de la especulación que en el delanálisis científico.

ii) No analizan la totalidad del campo reli-gioso, es decir, no perciben la dinámica especí-fica de las diferentes corrientes que lo compo-nen, de las cuales tres son cuantitativamenteimportantes: el catolicismo, el protestantismo yla población sin religión.

iii) No han establecido una diferenciaciónregional del fenómeno, sino que aceptan a pri-ori la idea de los dos polos de crecimiento nocatólico.

iv) No se han establecido los ritmos y las eta-pas de desarrollo de cada una de las corrientes anivel nacional y en cada una de las entidades.Como es obvio, tales deficiencias constituyenuna laguna importante a la hora de tratar degenerar explicaciones cualitativas en torno a latransformación del campo religioso.

1.2 Ejercicio de regionalización: unaopción analítica

Frente a esta problemática —que requiere,por supuesto, de un esfuerzo mucho más ampliopara su superación—, nos hemos propuestorealizar un ejercicio estadístico que nos permitacomprender de manera general las tendenciasdel desarrollo urbano y del cambio religioso, asícomo sus posibles interrelaciones. Más que unanálisis sofisticado, lo que perseguimos esestablecer las grandes tendencias regionales deestas variables y descomponer el territorionacional mediante un mapeo que nos ilustreacerca de las estructuras del desarrollo y de lahegemonía religiosa.

Salvo el breve esbozo teórico con el que ini-ciamos, todo el ejercicio está desarrollado a par-tir de una base de datos demográfica: los censosgenerales de población y vivienda de 1960,1970, 1980 y 1990. Pese a las limitaciones queya se conocen de esta fuente de información,4resulta de suma utilidad cuando se trata deestablecer las tendencias generales referentes alas características de la población.

Este análisis consta de cuatro momentos cen-trales: en el primero se presentan algunas con-sideraciones con respecto al “modo

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

campo, pero de carácter más bien elemental y circunscritos a dimensiones muy específicas, son los del mismoCasillas, “Emergencia protestante y disidencia religiosa en Chiapas”, en Estudios Fronterizos, núm. 17, vol. VII, añoVI, enero-diciembre de 1988, IIS-UABC, Mexicali; Gilberto Giménez, Sectas religiosas en el sureste: aspectossociográficos y estadísticos. Cuadernos de la Casa Chata, núm. 161, Centro de Investigaciones y Estudios Superioresde Antropología Social (CIESAS) del Sureste, México, 1988; Martín de la Rosa, El impacto social del protes-tantismo. Cuadernos Docentes, Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, 1989, y Carlos RodríguezBrandao, “Creencia e identidad. Campo religioso y cambio cultural”, en Estudios sobre las CulturasContemporáneas, vol. III, núm. 7, Universidad de Colima, 1989, pp. 65-71.

4 Algunos ejemplos de esto son: Sergio Noriega Verdugo, “Limitaciones y deficiencias del X Censo General de Poblacióny Vivienda 1980”, en Cuadernos de Ciencias Sociales, serie 2, Cuaderno núm. 4, Instituto de InvestigacionesSociales, UABC, Mexicali, 1985, pp. 36-43; Sergio Campos-ortega Cruz, “Compatibilidad de las fuentes de datosdemográficos nacionales 1980-1990”, en Civilas, núms. 3-4, octubre-marzo de 1991, CEDAM, Mexicali, pp. 23-25.A nivel más general puede verse Carmen Arretx y J. Chackiel, “Algunos problemas relativos a la recolección de datosdemográficos en los censos de la población de América Latina en la década del 80”, en Los censos de población del80. Taller de análisis y evaluación. Buenos Aires, INDEC/CELADE, 1985, pp. 245-263, y Mortimer Spriegel, intro-ducción a la demografía México, Fondo de Cultura Económica, 1972, pp. 56-85.

5 Sobre la utilidad de los censos en el análisis demográfico, puede verse Roland Pressat, El análisis demográfico, Cuba,Instituto del Libro, 1970, Edición Revolucionaria, pp. 15-25.

9

de vida urbano” y su correlato religioso, esdecir, la religiosidad urbana, a fin de ofrecer unavisión muy general de las implicaciones teóric-as de la relación en estudio.En un segundo momento buscamos establecerla configuración regional del desarrollo urbano,entendido éste en un sentido restringido, talcomo se define en ese apartado. Partiendo delmodelo propuesto por Claudio Stern para elanálisis regional, construiremos un índice dedesarrollo urbano que servirá para establecer losniveles de desarrollo urbano por entidad y pararealizar un posterior análisis de correlación.

El tercer momento está dedicado al análisisde la transformación del campo religioso en sustres corrientes principales (de acuerdo a las cat-egorías censales):

católicos, protestantes o evangélicos y lapoblación sin religión. El propósito es tambiénconstruir un índice de cambio religioso, paraestablecer la configuración regional y parahacer el análisis de correlación en la últimaparte de este trabajo.El análisis final nos permitirá observar las rela-ciones entre el cambio religioso y el desarrollourbano con base en la estructura de los índicespor entidad para cada década. El objetivo cen-tral de esta correlación será delinear una con-figuración regional susceptible de expresarseen mapas y gráficas.Finalmente, es necesario enfatizar que esteejercicio no pretende mostrar relaciones decausalidad entre las variables, sino más bienuna relación de covarianza en la orientaciónseguida por lo urbano y lo religioso, entendi-dos en los términos específicos en que aquí seplantean.

1.3 El marco social urbano y la religiosidadurbana

La sociedad urbana, entendida no sólo conbase en el criterio de concentración poblacional,sino fundamentalmente por las prácticassociales que en ella se generan, enmarca laaparición de nuevos fenómenos culturales y,sobre todo, la transformación y refuncional-ización de las prácticas características de lasociedad tradicional. Más allá de la simplifi-cación que supone esta dicotomía, es claro quelos estilos de vida desarrollados en las ciudadestienen rasgos específicos que son irradiadoshacia la zona rural (por diversas vías, como losmedios de comunicación, la migración rural-urbana y los programas educativos nacionales),imponiéndose paulatinamente en el conjuntosocial.

La ciudad, pues, en tanto eje de la vida mod-erna, produce lo que podríamos llamar un“modo de vida urbano”6 que se constituyecomo un espacio social diverso, dado que estáconstruido con múltiples fragmentos. Por ello,este modo de vida es un mecanismo de transi-ción por el cual los individuos se adaptan a unmedio altamente transformado y heterogéneo,en el que sucede una reconstrucción de los espa-cios sociales impulsada, entre otras cosas, por laanonimia típica de la vida moderna, por la altamovilidad —horizontal y vertical— de los indi-viduos, por la incorporación creciente de lasmujeres a la estructura productiva (con sus efec-tos en la transformación de la vida familiar), porel incremento en los niveles de escolaridad, ypor el anonimato y el secreto urbano que tipifi-can a los habitantes.En este contexto, surgen formas de religiosidaddistintas a la tradicional, la cual

FRONTERA NORTE., VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

6 Asumiendo las ambigüedades de este concepto y las polémicas que encierra su uso, nos aproxima a la idea de las prácti-cas sociales características de las ciudades. Véase Louis Wirth, El urbanisimo como mudo de vida, Buenos Aires, Ediciones3 de Buenos Aires, 1958.

10

se caracteriza por las tendencias a la ocu-pación monolítica —por lo menos formal-mente— del campo religioso, es decir, por lahegemonía casi absoluta de una sola corriente,así como por una escasa tolerancia hacia ladisidencia religiosa.

Los efectos de la vida urbana sobre la prácti-ca religiosa se han traducido en la crisis de lareligiosidad tradicional: ésta no sólo no halogrado llenar los espacios simbólicos “vacíos”de la ciudad, sino que ha retrocedido abriendohuecos en la dimensión religiosa de los individ-uos y generando nuevas demandas simbólicore-ligiosas y de estructuras culturales de referen-cia.

De lo anterior se desprenden varias conclu-siones. Una es que la ciudad es importante, nosólo porque en ella se transforma la vida social,sino además porque es difusora del modo devida urbano, lo cual implica que las formas depercepción y organización social que se desar-rollan en ella son exportadas a las áreas rurales,donde son reprocesadas según los patronessociales de la población.

Otra conclusión es que la vida urbana se car-acteriza, ante todo, por la concentración y ladiversidad, en donde las particularidades indi-viduales tienden a perderse. Estas característi-cas ofrecen la posibilidad de una doble natu-raleza para el habitante de las urbes: por unlado, la ciudad genera una multiplicidad de con-tactos y relaciones sociales superficiales, en lasque el individuo se incrusta como un ciudadanocomún, homogéneo; por otro, la libertad propi-ciada por el secreto urbano crea regionesmorales para la

expresión marginal, y en este sentido sefomenta la pluralidad.

Ahora bien, frente al carácter abstracto de lasociedad urbana y el anonimato que genera, laconformación de la identidad personal atraviesapor la creación de subcomunidades —elneotribalismo de Maffesoli— que dan sentidoinmediato a la vida social. Es en esta instanciadonde la religión recobra su función integrado-ra, pero ya no a través de las grandes institu-ciones, que repiten el gigantismo de la sociedad,sino mediante la diversidad de los grupos, locual corresponde también al carácter plural yheterogéneo de la vida social.

Sin embargo, cabe señalar que las afilia-ciones religiosas en la ciudad, como otras for-mas de asociación, presentan un carácter muchomás transitorio y mutable que en el área rural.

En este sentido, el modo de vida urbano tienediferentes efectos sobre el campo religioso. Unode ellos es el cambio en su composición, la cualadquiere dos sentidos distintos, según el sustra-to previo sobre el que se desarrolle: del caráctermonorreligioso a la conversión arreligiosa (nonecesariamente antirreligiosa), y del carácterplurirreligioso a la fragmentación del camporeligioso.7

Otro efecto es el estímulo a la competenciaentre los grupos religiosos, la cual hace queéstos abandonen el ámbito exclusivamente reli-gioso para desarrollar acciones asistenciales,ofreciendo así un atractivo mayor a los posiblesadherentes. La competencia conduce también ala mercantilización de la teología y al uso detécnicas de mercadotecnia para su “venta”.

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

7 Los campos religiosos con tradición monorreligiosa —como los de México y la mayor parte de Latinoamérica— obser-van un mayor desarrollo de las identidades no religiosas, en tanto que los de sustrato pluralista, como el de EstadosUnidos, tienden a una fragmentación religiosa mayor. Véase Albert J. Meneses, Religion al the Polis, Filadelfia, TheWestminster Press, 1977.

11

Una consecuencia más es que ciertas formas dereligiosidad se expresan en patrones secularesque cumplen funciones análogas a las de la reli-giosidad tradicional. Adicionalmente, los cen-tros religiosos tienden a servir como marcos deinteracción social y comercial entre sus miem-bros, en particular en el caso de profesionistas yempresarios, lo cual le añade una función secu-lar característica a la religiosidad urbana.Finalmente, en el marco urbano hay una estrati-ficación social que encuentra correspondenciaen la afiliación religiosa a grupos específicos.Aunque esto no implica que se pueda estableceruna relación uno-a-uno entre ambos procesos, sípuede encontrarse que variables como la clasesocial, el carácter de migrante o nativo y aun laedad son factores fundamentales en la composi-ción del campo religioso.

En todo caso, una última conclusión es que elproceso de urbanización (concebido como unproceso de organización racional de lasociedad) no implica la desaparición de lareligión, sino su transformación, una transfor-mación diferenciada según los grados de urban-ización alcanzados por la sociedad.

2. Estructura y transformación del desar-rollo urbano en México

2.1 Consideraciones generales

La construcción de un índice de desarrollourbano supone una concepción particular de lourbano. El sentido que le damos aquí al concep-to de desarrollo urbano difiere de su uso corri-ente, que tiene una connotación más técnica eidentifica la urbanización con la ciudad, y másespecíficamente con la concentración de lapoblación y la correspondiente dotación de ser-vicios, lo cual ubica al desarrollo urbano más enel ámbito de la planeación y la ingenieríaurbanas que en el de las ciencias sociales. Eldesafío de la expansión urbana, sin embargo —como ha dicho Luis Unikel—, es también paralos expertos en ciencias sociales.

Nuestro concepto de desarrollo urbano tam-bién es distinto del índice de urbanizacióndesarrollado por Unikel, debido a que lo con-struyó a partir de un solo criterio, el del gradode concentración de la población; y cuando con-struye índices más amplios, como el de desar-rollo socioeconómico, desborda el marcodemográfico incluyendo variableseconómicas.8

FRONTERA NORTE, VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

8 Los índices de urbanización de Unikel fueron obtenidos mediante las siguientes fórmulas:

1) Iu “ % de pob. urbana x factor E“Este factor de estructura de la población da una idea de la distribución de tal población según distintos tamaños de

ciudades. En este sentido, se identifica población urbana total con el grado de urbanización. Su expresión numérica es:Factor E= (0.2’5p+0.50p+0.75+p), en que p1, p2, p3 y p4 son los porcientos respecto a la población urbana de aquel-la población que vive en las ciudades de 15 000 a 19 000, 20 000 a 49 000, 50 000 a 99 000, y 100 000 y mas habi-tantes, respectivamente”.

2) Iu= 1/4(U1/P+U2/P+U3/P+U4/P)*100“en donde U1, U2, U3; y U4 son la población en localidades de 15 000 y más, 50 000 y más y 100 000 y más habi-

tantes, respectivamente. P es la población total en cada región. Iu se da en por ciento”. El índice de desarrollo económi-co comprende los siguientes indicadores: i) consumo de energía eléctrica por habitante; U) consumo de gasolina porhabitante; iii) porcentaje de áreas de riego respecto a la superficie de labor; ir) índice de capitalización agrícola; v) par-ticipación del sector industrial en el producto brillo regional; vi) participación de la población económicamente activa(PEA) en sector industrial de la PEA total; vii) producto bruto por habitante; viii) porcentaje de la población escolar quesabe leer y escribir; ix)

12

Nuestro índice se deriva de dos fuentes funda-mentales: las características relevantes delmodo de vida urbano y el modelo de análisisregional de Claudio Stern.9 De este últimoretomamos, en términos generales, el proced-imiento y adoptamos algunas de sus categoríasde análisis. Como ya hemos establecido, elíndice de desarrollo urbano expresa, en prome-dio, el grado de posesión de las características oatributos reputados como típicamente urbanosque posee una entidad o una región. En este sen-tido, pretende reflejar en niveles concretos elproceso de urbanización —entendido como laevolución histórica de tales características— ylos rasgos típicos y mensurables de la personal-idad urbana.

2.2 Análisis regional del desarrollo urbano.10

2.2.1 Unidades analíticas A diferencia de Stern,que rechaza el criterio de la división político-administrativa (porque era insuficiente para susobjetivos, que requieren de unidades máshomogéneas), para nosotros la entidad federati-va se presenta como una unidad necesaria,porque así se homogeneizó esta informacióncon los datos disponibles sobre el campo reli-gioso, y

suficiente, porque el propósito era estableceruna unidad analítica de mayor escala, como lasregiones homogéneas nacionales.

2.2.2 Marco de análisis empírico La determi-nación de las variables e indicadores para elanálisis estadístico fue producto de tres fac-tores: las características del modo de vidaurbano, las variables demográficas consider-adas en el modelo de Stern y las característicasde la información disponible en los censos gen-erales. Aunque el análisis general incluyó diver-sos índices e indicadores, finalmente el toco deatención lo constituyeron las seis variables bási-cas que veremos a continuación.

2.2.3 Índice compuesto de desarrollourbanoLos indicadores seleccionados fueron lossiguientes:—población urbana (que habita localidades

de 2 500 habitantes y más),

—población económicamente activa dedica-da a las actividades secundarias,

—población económicamente activa dedica-da a las actividades terciarias,

—población económicamente activa fe-menina,

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

consumo de azúcar por habitante; x) mortalidad infantil por cada mil habitantes; XI) porcentaje de viviendas con servi-cio ele agua potable; y xii) porcentaje de la población que usa zapatos. Véase Luis Unikel, El desarrollo urbano deMéxico: Diagnóstico e implicaciones futuras, 2ª1 ed., México, El Colegio de México, 1970, pp. 33, 34 y 76).

9 Claudio Stern, “Un análisis regional de México”, en ¡Demografía y Economía, vol. 1, núm. 1, 1967, El Colegio deMéxico, México, pp. 92-117. El índice de Stern comprende los siguientes indicadores: población urbana (que habitalocalidades de 2 500 habitantes y más), población económicamente activa dedicada a las actividades secundarias,¡población económicamente activa dedicada a las actividades terciarias y salario mensual promedio por trabajadorocupado.

10 Lo que aquí denominamos región es el conjunto DE estados que tienen características semejantes en cuanto deter-minadas variables , es decir, (que son relativamente homogéneos, aunque sea solamente en el sentido considerado Unanálisis más profundo revela cómo el concepto de región. identificado con ciertos límites geográficos o político-admin-istrativos. ha evolucionado hasta la noción de espacio regional, (que da idea de una configuración funcional másamplia y compleja. Véase El pensamiento geográfico, Madrid, Au, 1982 (en especial los siguientes apartados: FriedrichRatzel “El territorio, la sociedad y el Estado”, pp. 193-203; Paul Vidal de la Blanche, “Las divisiones fundamentalesdel territorio francés”, pp. 243-251, v Pierre Dumolard,, “Región y regionalización: una aproximación sistemática”, pp.452-480).

13

FRONTERA NORTE, VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

14

—población migrante (según entidad fe-derativa de residencia y lugar de nacimiento), y

—población de 6 años y más con estudiosposprimarios.

Como puede verse, el índice se construyó conlos tres indicadores demográficos que incluye elíndice de Stern (se eliminó el indicadoreconómico, ya que el modelo se manejó con unabase puramente demográfica), y se incorporarontres indicadores adicionales; con esto, se inten-tó dar cuenta del grado de concentración pobla-cional, del crecimiento de los sectores produc-tivos industrial, comercial y de servicios, de laincorporación de la mujer al mercado laboral,de la movilidad de la población y de sus niveleseducativos. Los valores relativos de cada vari-able con respecto de la población total consider-ada en el caso correspondiente se promediaronpor década en cada entidad, obteniendo índicespor estado para 1960, 1970, 1980, y 1990.

En el cuadro 1 se resumen los resultados,observándose una doble característica:

i) Hay un desequilibrio estructural en eldesarrollo urbano nacional, cuya manifestaciónmás evidente es la concentración del mismo,particularmente en el Distrito Federal, y enseguida en Baja California, Nuevo León, Estadode México y Quintana Roo, principalmente.

A nivel de entidades llama la atención el casode Jalisco, el cual, pese a contar con la segundaciudad del país en cuanto a volumen depoblación, cae siempre por abajo de los sieteprimeros lugares. En el extremo inferior de latabla encontramos en todo el periodo a Tabasco,Guerrero, Hidalgo, Zacatecas, Oaxaca yChiapas, que manifiestan un acusado atraso ensu desa-

rrollo. Curiosamente, otros dos estados com-prendidos en la región sureste: Yucatán yCampeche, se mantienen ligeramente abajo dela media nacional.

En un análisis por regiones, llaman la aten-ción varias cosas. Todos los estados de la fron-tera norte se ubican por encima de la medianacional. La región sureste, en cambio, presen-ta una mayor heterogeneidad, constante paratodo el periodo, excepto por el notable caso deQuintana Roo, que desde la posición número 14asciende hasta el quinto lugar; este caso especí-fico, sin embargo, contribuye a aumentar la het-erogeneidad de la zona.

ii) Ahora bien, aunque de manera dife-renciada, pueden observarse dos rasgos intere-santes: un incremento en el nivel del conjuntopara cada década (esto es, que todos incremen-tan su nivel de desarrollo urbano) y la existen-cia de una tendencia descendente en este dese-quilibrio, lo cual nos sugiere que el conjunto delas entidades registran un proceso lento perosostenido de homogeneización de sus niveles dedesarrollo urbano.”

2.2.4 Análisis de consistencia del índice dedesarrollo urbano

Una forma de probar el grado de consistenciadel índice construido es contrastarlo con otrosíndices similares. Por tanto, procederemos acotejar nuestro índice con los índices de desar-rollo económico y de urbanización obtenidos enla investigación de Luis Unikel. La con-trastación realizada se limita a las décadas de1960 y 1970, espacio temporal que trabajaUnikel en su investigación, aunque nuestroíndice cubre el periodo de 1960 a 1990.Procederemos al cotejo analizando la posiciónrelativa de cada una de las enti-

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

11 Lo cual coincide plenamente con las conclusiones de Stern, cuando afirma que “...la heterogeneidad entre las regionesdel país tenderá a ser menor a medida que el nivel general de desarrollo de! mismo sea mas elevado...” Claudio Stern,op. cit., p. 105.

15

FRONTERA NORTE, VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

16

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

17

FRONTERA NORTE, VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

18

dades según el rango de su índice para lasdécadas de 1960 y 1970. Los cuadros 2 y 3muestran los índices de desarrollo socioe-conómico y de urbanización de Unikel, en tantoque el cuadro 4 expone nuestros propios resul-tados.

El cuadro 5 muestra algunos casos en los quese observan las coincidencias entre los trescuadros anteriores, pese a estar construidos concriterios distintos.

Desde luego que junto a estas coincidenciastambién encontramos diferencias importantes;sin embargo, cabe notar que también existendiferencias significativas entre los índices delpropio Unikel.

2.2.5 Clasificación de las entidades enregiones homogéneasA partir del índice obtenido para cada una de lasregiones, se jerarquizaron las entidades y se lesagrupó en regiones homo-

géneas por su nivel de desarrollo urbano en cadadécada (tabla 1).La distribución geográfica que se observa a par-tir del índice de desarrollo urbano en 1990, yque en buena medida se mantiene constante entodo el periodo, revela varios hechos intere-santes: a) que la frontera norte se mantiene porencima de los niveles de la mayor parte del país,a excepción de unas cuantas entidades, si bienhay diferencias intrarregionales muy claras:Nuevo León y Baja California alcanzan siemprelos niveles más altos, seguidos de Coahuila yTamaulipas; Sonora y Chihuahua son los demenor índice.En el resto del país también hay diferenciasclaras. Por ejemplo, los índices más altos sonlos del D. F., seguidos por los del Estado deMéxico, Quintana Roo, Morelos, BajaCalifornia Sur y Colima; en el rango siguiente—nivel intermedio—

19

FRONTERA NORTE, VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

se sitúan Aguascalientes, Jalisco, Querétaro yTlaxcala.

Enseguida están los de nivel bajo:Yucatán, Campeche, Sinaloa, Guanajuato,Nayarit y Durango. Puebla, San Luis Potosí,Michoacán, Veracruz, Tabasco, Guerrero eHidalgo conforman, en orden descendente, elpenúltimo rango; mientras que el de menorgrado de desarrollo urbano de todo el conjuntoestá integrado por Zacatecas, Oaxaca y Chiapas.La evidencia que se desprende de este examenes que el desarrollo urbano aparece concentradosobre todo en las regiones central, frontera nortey occidente, y un poco más atrás, en la penínsu-la de Yucatán. El resto forma un continuumgeográfico de bajo desarrollo claramente per-ceptible.12

3. Estructura y transformación del camporeligioso mexicano

3.1 Consideraciones generalesDe acuerdo con lo establecido en la intro-ducción, en este apartado nos proponemos undoble objetivo con relación al campo religioso:por una parte, analizar la evolución de cada unode los tres componentes mencionados a partirde 1960, tomando como base los estados o enti-dades federativas, para establecer así los marcosregionales de transformación del campo reli-gioso. Con esto queremos someter a prueba laidea ya asentada respecto a la concentración delcambio religioso en las zonas mencionadas.Por la otra, como en el apartado anterior, pre-tendemos obtener un índice de

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

12 Aunque es una línea de análisis que aquí hemos dejado fuera, no está de más llamar la atención sobre las determinacioneshistóricas de la concentración del desarrollo urbano, pues, como puede verse, éste se localiza predominantemente en laregión de Mesoamérica y su área circundante, en donde la hegemonía sociopolítica se dio desde la época prehispánica,durante la Colonia y a lo largo de toda la vida independiente. La otra región importante, la frontera norte, sólo ha adquiri-do relevancia en este siglo, ligada al desarrollo de Estados Unidos.

20

cambio religioso que nos permita observar laconfiguración regional del campo religioso encada una de las décadas analizadas, y que nosservirá en la correlación posterior.

Antes de emprender el análisis, resulta perti-nente aclarar que debido al carácter global desus objetivos, los censos tienden a generalizar lainformación, en particular la referente a lareligión, por lo que se hace necesario puntu-alizar las variables que ahí se manejan:

i) En relación con la variable “Protestantes”,estos incluyen una amplia gama de denomina-ciones cristianas no católicas que tienen muchasdiferencias sociológicas, históricas y doctri-nales entre sí, como es el caso de las siguientes:presbiteriana, metodista, bautista, pentecostés,sabatista, cuáquera, testigos de Jehová, adven-tista del séptimo día, anglicana, ciencia cristia-na, luterana, calvinista y episcopal. Más allá delas duplicidades e imprecisiones de la lista ante-rior, lo cierto es que el agregado resulta útil paraver el movimiento y la presencia de la poblacióncristiana no católica como un ente colectivo.

ii) El rubro “Ninguna(o)” (censos de 1960,1970 y 1990) o “No tiene religión” (censo de1980) resulta aún más ambiguo, pues dentro deel callen las siguientes posibilidades:15 per-sonas que no son cre

yentes, es decir, lo que comúnmente seconoce como “ateos”; personas que soncreyentes pero que no están adheridas a ningúngrupo religioso; personas que están adheridas agrupos que sociológicamente son definidoscomo religiosos (y que incluso son percibidosasí por el común de la gente), pero que rechaz-an concebirse a sí mismos como tales, y los quemilitan o simpatizan con más de un grupo reli-gioso y que, por lo tanto, no se definen porninguno en particular.

3.2 Análisis regional del campo religioso3.2.1 Unidades analíticas Al igual que en el

caso del desarrollo urbano, se utilizó el criteriode la división político-administrativa, tomandoa la entidad federativa como unidad analíticabásica.

3.2.2 Marco de análisis empírico Las vari-ables utilizadas en este caso se determinaron, enprimer lugar, de acuerdo con las característicasde la información disponible en los censos, y ensegundo, de acuerdo con el lugar ocupado porcada corriente en la estructura jerárquica delcampo religioso en cuanto a su número demiembros, y con su evolución en el periodoconsiderado. Como ya se ha estableci-

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

13 Secretaría de Programación y Presupuesto. X Censo General de Población y Vivienda, 1980 Resumen GeneralAbreviado, México, INEGI. 1984.14 La relativa vaguedad de esta clasificación, (que coincide con lo que la mayor parte de la gente entiende por “protes-tantes”, esconde un aporte importante: agrupa en un solo conjunto a las corrientes religiosas de filiación cristiana que tienencomo rasgo común el compartir una posición subalterna con respecto a la institución religiosa hegemónica;; son, más alláde sus diferencias, los “herejes , “las sectas” (nótese que no se concibe como tales a los budistas o musulmanes). La apli-cación de las tipologías de organización religiosa en México ha tendido a olvidar este hecho, y al segregar a una parte delmovimiento (los testigos de Jehová y los mormones, principalmente, a los que se denomina, con imprecisión y hasta concierta>- parcialidad como “paracristianos”, lo cual merece1 un comentario aparte) se establece una división que no esjustificable desde e! punto de vista del mercado de bienes simbólicos, en el cual todas las organizaciones son unidades pro-ductoras en competencia.15 Un análisis más detallado de los tres subcampos puede verse en “Composición topológica de los subcampos reli-giosos según las categorías censales”, ensayo incluido como anexo en José Luis Molina H., Desarrollo ¡urbano Y camporeligioso. ..,. op. al. pp. 225- 240. 16 Carlos Rodríguez Brandao, “Creencia e identidad ...”, op. cit., p. 67.

21

do, las variables generales fueron tres:población católica, población protestante y

población sin religión.3.2.3 Análisis estadístico primario i) Desde

una perspectiva general, es posible apreciar elmovimiento de los diferentes componentes delcampo a lo largo del tiempo, si bien hay unamovilidad diferenciada según la variable que seconsidere.

El declive (que no necesariamente de-cadencia) del catolicismo se hace evidente:

su porcentaje a nivel nacional con respecto ala población total ha descendido del 98.2 reg-istrado en 1950 hasta el 89.7 en 1990. Esedescenso ha sido constante aunque no monorrít-mico: entre 1950 y 1960 bajó 2.3 puntos por-centuales, 0.3 en la siguiente década, 3.6 para1980 y 2.9 para 1990. Es importante notar que anivel de entidades este descenso ha sido suma-mente heterogéneo: mientras que de 1950 a1990 pierde 2.3 y 2.9 puntos en Aguascalientesy Jalisco, respectivamente, en ese mismo perio-do descendió 10.7 puntos en Baja California,12.4 en Oaxaca, 21 en Tabasco y 28.9 enChiapas.

Las regiones en las que el catolicismo ha per-dido menos terreno tienen un nú

cleo central que comprende los estados deAguascalientes, Jalisco, Guanajuato, Querétaroy Tlaxcala; una segunda región la integran cua-tro entidades vecinas: Nayarit y Zacatecas, alnorte, y Colima y Michoacán, al sur, y una ter-cera región compuesta por nueve estados queprácticamente envuelven por tres de sus flancosa las dos primeras, y que, con la excepción deSinaloa, forman un continuo territorial.Retomaremos este punto al analizar en detalle elcampo no católico.

Otro ángulo de observación se logra mediantela construcción de un índice de crecimiento,17con el cual es posible estimar con mayor pre-cisión la diferente dinámica de las distintas cor-rientes religiosas, como se puede ver en elcuadro 6.

Los datos confirman la tendencia: el índice decrecimiento del catolicismo es inferior a launidad en casi todo el periodo, mientras que losotros grupos religiosos, en particular el protes-tantismo, rebasan con mucho la tasa media decrecimiento de la población total.

Como se ha mencionado, son dos los gruposbásicos que han crecido en los espacios perdi-dos por el catolicismo: los protestantes y lapoblación sin religión (aunque el

FRONTERA NORTE, VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

17 Las tasas de crecimiento de las distintas corrientes religiosas se encuentran afectadas por las lasas de crecimiento gen-eral de la población, de modo que la tasa de crecimiento del protestantismo en una entidad x sólo adquiere sentido si ladividimos entre la tasa de crecimiento de la población total —como es obvio, tasas iguales darán por resultado launidad—, lo cual nos hablará de la variación neta de la corriente considerada. De esta manera construimos el índice decrecimiento.

22

rubro “Otros” tiene importancia en algunoscasos, en general se mantiene en niveles másbajos que los anteriores).

ii) Protestantismo: se observa una clara ten-dencia a la conformación de estratos diferencia-dos según el grado cié presencial8 de lapoblación protestante o evangélica en cada enti-dad. En 1950 sólo dos de las cinco primerasentidades eran del sureste, mientras que treseran de la frontera norte; en 1990 las cincoprimeras eran del sureste, con una variaciónporcentual mínima de 6.6 y máxima de 14.2para todo el periodo.

El segundo estrato lo conforman dos enti-dades adyacentes al primero, Veracruz yOaxaca, además de Morelos (que constituye uncaso notable, pues es una entidad de alta pres-encia de población protestante o evangélica enmedio de una zona de bajos porcentajes) y losestados de la frontera norte, con la notoriaexcepción de Sonora, que es el único estado dela región que se mantiene en estratos inferioresa la media nacional. Los rangos de variación seubican entre 3.4 y 4.9 (Sonora varía 2.4).

Un tercer estrato, localizado a media tabla, esel integrado en su mayoría por entidades delcentro que oscilan entre 3.5 y 2; y más abajoqueda un último estrato, en el que cae la mayorparte de la región occidental, con rangosmenores a 2 y cuyo valor más pequeño es de0.7, en el caso de Aguascalientes.

En la tabla 2 se delinean ya las característicasbásicas de la configuración regional del protes-tantismo.

Estos resultados matizan la visión simplistade los dos focos de expansión, pues se ve cómo,en el caso de la frontera norte, Sonora noresponde a las patrones generales de su región,lo mismo que Morelos y Sinaloa en la suya;además, si bien la dinámica de la región surestees singular, sus vecinos Oaxaca y Veracruz, eincluso Tamaulipas, presentan niveles cercanos,de tal manera que conforman una región aúnmás amplia. Llevando esto a sus últimas conse-cuencias, podríamos dividir al país en dosgrandes bloques, obteniendo continuos territori-ales prácticamente ininterrumpidos, que ocu-pan, en el caso de los de mayor presencia, laszonas norte, oriente y sureste del país, con

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

18 Entendemos como “presencia” el porcentaje de población identificado con una de las variables con respecto de lapoblación total.

23

las excepciones ya señaladas, y en el caso delos de menor rango, las zonas central y Pacíficooccidental.Hay, en suma, un comportamiento muy regular

a nivel de regiones.ni) Población sin religión. También aquí obser-vamos un proceso de conformación de estratosdiferenciados, si bien no tan acentuado como enel caso anterior, y con porcentajes menores en lamayoría de las entidades. Encontramos que cua-tro estados del sureste se ubican en los cincoprimeros lugares, acompañados por Sinaloa,que desde 1960 se ha mantenido en los tresprimeros sitios. En este estrato queda incluidoVeracruz, y sus rangos de variación van de 5.1 a11.6 puntos. Más abajo, con rangos de incre-mento superiores a 2.5, encontramos a cuatroestados de la frontera norte, además de Guerreroy Morelos. En seguida, por debajo de la medianacional, está la mayor parte de la zona central,con porcentajes de entre 1.1 y 2.7; y finalmente,con porcentajes menores a 1, la misma

zona que ocupa el último lugar en cuanto aprotestantes.Geográficamente la distribución presenta tam-bién cierta regularidad, tal como se aprecia en latabla 3.También en este caso podríamos dividir al paísen dos conjuntos diferenciados, y observar otravez, con pocas excepciones, un continuo territo-rial.3.2.4 Índice compuesto de cambio religiosoDado que aquí no existía un precedente, se optópor una alternativa sencilla: sumar los porcenta-jes de disidencia con respecto a la corriente reli-giosa hegemónica. De esta manera situamos elanálisis en el mismo nivel que en el caso deldesarrollo urbano, y observamos a la vez,sintetizadas, las principales tendencias detransformación del campo religioso. Esto sehizo, por supuesto, para cada década.En el cuadro 7 se presentan los índicesobtenidos por entidad en cada una de las cuatrodécadas. Del análisis se desprende

FRONTERA NORTE, VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

19 Cabe hacer notar que el índice de desarrollo urbano expresa un valor promedio, en tanto implica la conjugación decaracterísticas no excluyentes (se puede ser a la vez urbano y migrante, por ejemplo); en cambio, el índice de cambio reli-gioso expresa una sumatoria de dos características mutuamente excluyentes, pero identificadas entre sí como disidentesde la fuerza religiosa hegemónica.

24

que el campo religioso está orientado hacia unacreciente pluralidad en dos sentidos:1) Puede notarse cómo todas las entidadesincrementan 0sus porcentajes. Ex-

presada en una media general de 2.2, 3.4, 6.4. y8.1 para cada una de las décadas, la estructuraglobal se modifica en la medida en que las enti-dades aumentan sus índices y se integran en ran-gos mas altos.

25

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

Esto significa que desde el punto de vista de lacomposición cuantitativa la orientación es haciael equilibrio, o hacia la reducción del desequi-librio, entre los distintos sectores del camporeligioso. Y aún más, si lo viésemos ya no en elnivel de los miembros formales de una corri-ente, sino en el de los practicantes reales, la ten-dencia hacia el equilibrio aparece más nítida.2) Pero por otra parte, y especialmente reflejan-do lo que sucede con el protestantismo, el índicede cambio religioso nos revela una disparidadregional creciente. Así podemos ver cómo,aunque en niveles más altos, la diferenciaciónpor rangos se mantiene relativamente constantey la distancia entre los rangos se hace cada vezmayor: en el extremo inferior encontramos quela variación en puntos porcentuales fue de 1para Aguascalientes, 1.3 para Guanajuato y 1.5para Jalisco; en el nivel intermedio está BajaCalifornia con 6.4, y en la parte alta de la tablaestán Tabasco con 16.6 y Chiapas con 23.9.

Ésta es la otra cara de la pluralidad: la diver-sidad regional producto de una diferenciaciónprogresiva entre las regiones del campo reli-gioso.

3.2.5 Clasificación de las entidades enregiones homogéneas De nueva cuenta, a partirdel índice obtenido para cada una de las enti-dades del país, se procedió a su jerarquización yse les agrupo en regiones homogéneas por sunivel de transformación del campo religioso. Deesta manera pudimos sintetizar su configuraciónregional, como se expresa en la tabla 4. 204. Desarrollo urbano y campo religiosoUna vez que hemos analizado la evolución delcampo religioso a partir de los índices corre-spondientes y visto su configuración regionalpor década, sólo queda por efectuar el análisisconjunto de ambas variables a fin de determinarsi

FRONTERA NORTE, VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

20 Al igual que en el caso del índice de desarrollo urbano, éste también deja entrever un fundamento histórico: la zona endonde el catolicismo tiene mayor fuerza, o donde su retroceso es mucho menor, es precisamente aquella en la que tuvolugar la Cristiada, esto es, la región del occidente, seguida de la zona central. Los sustratos culturales, fruto v expresiónde hegemonías socioeconómicas históricas, aparecen con claridad, validando los índices construidos.

26

existe un nivel de asociación significativo entreellas. Para esto utilizaremos tres procedimien-tos:i) En primer lugar analizaremos los rangos devariación de nuestros índices, considerando losvalores extremos de la distribución porcentualpara cada década. De esta manera podremosobservar sus tendencias generales en cuanto aamplitud o estrechamiento de la distribución delos valores, y someter a una primera pruebanuestro supuesto general, esto es, que “a may-ores niveles de desarrollo urbano correspondeuna heterogeneidad mayor del campo religio-so”.u) En un segundo momento examinaremos lasestructuras de ambos índices, consideradas apartir de los porcentajes correspondientesobtenidos para cada década. La idea es definiruna regionalización por tipos y ver si lospatrones encontrados en el análisis precedente—cuando construimos cada uno de losíndices— se mantienen.iii) Por último, llevaremos la comparación alextremo, dividiendo los valores de los índicesde cada entidad según su posición —superior oinferior— con respecto a la media nacional,tanto para el desarrollo urbano como para elcambio religioso, y luego, mediante lasobreposición de planos, llegaremos a la últimaregionalización producida por la correlación denuestras variables.

4.1 Rangos de variación por década

Este indicador considera la diferencia entre losvalores mayor y menor en la estructura por-centual de cada índice en cada una de lasdécadas, y en este sentido es ilustrativo de lastendencias que sigue el conjunto en términos dehomogeneización-heterogeneización, es decir,nos muestra si las diferencias entre las entidadestienden a reducirse o a ampliarse.

Como puede observarse en la gráfica 1, lastendencias del desarrollo urbano y del cambioreligioso, tal como las detectamos en el análisisprevio, aparecen encontradas, es decir, mientrasque se registra un proceso creciente de homo-geneización de los niveles de desarrollo urbanoentre las entidades —en el sentido de ladisminución de sus diferencias—, en el camporeligioso la tendencia es hacia la hetero-geneización, hacia la diferenciación cada vezmayor.21

Si tenemos presente que el índice de desar-rollo urbano registra incrementos en todas lasdécadas, esto es, que crece de manera sostenida,lo que vemos en primera instancia es que may-ores niveles de desarrollo urbano suponen unamayor homogeneidad entre las entidades y re-giones, y en segundo lugar, se refuerza la ideade que mayores niveles de desarrollo urbanoposibilitan aún más la fragmentación del camporeligioso. En tanto que el incremento de estosniveles impli-

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

21 Ya hemos asentado que la progresiva homogeneización del desarrollo urbano detectada aquí coincide con los resulta-dos del análisis de Stern (véase 1a nota 9) En cambio, la hipótesis de que este proceso es acompañado por una hetero-geneización cada vez mayor del campo religioso parece contradecir la siguiente conclusión de este autor, cuando afirmaque, coincidiendo “ ...con hipótesis derivadas de otros estudios... [puede sostenerse que] la cultura tiende a homo-geneizarse en función de la urbanización y la industrialización, conforme se asciende en el nivel de desarrollo”. En real-idad esta contradicción es sólo aparente. Ya en otro análisis hemos visto cómo la homogeneización cultural que vive lasociedad actual tiene su contraparte en la heterogeneización de los espacios simbólicos, generando nuevas identidades,esto es, que son dos procesos correlativos antes que contrapuestos. Sobre el punto puede verse José Luis Molina H.,“Minorías religiosas en Baja California”, en Minorías en Baja California, Serie Educación para la Democracia, núm. 5,Mexicali, Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, 1991, pp. 157-187, y Alain Woodrow, Las nuevas sectas,1a ed., México, Fondo de Cultura Económica, 1979.

27

ca mayor concentración, diversidad y com-plejidad de la población, niveles de compe-tencia más altos que entre los productores debienes y servicios del área rural, mayores posi-bilidades de elección en el consumo de bienesmateriales y simbólicos para los individuos, yuna mayor separación de los ámbitos público yprivado —y por tanto mayor autonomía de lavida secular con respecto a la vida religiosa—,las posibilidades de que la oferta religiosa sediversifique son mayores.En resumen, lo que nos indica este parámetro esque conforme el desarrollo urbano avanza inte-grando las regiones, el tipo de mercado que locaracteriza (un mercado en el que predomina lacompetencia) tiende a marcar la pauta de fun-cionamiento de los mercados de bienes sim-bólicos, en particular la del de los bienes sim-bólicos de salvación.4.2 Regionalización basada en la estructura delas variables

Para este análisis hemos dividido el planocartesiano en cuadrantes a partir de la medianacional de las variables (gráficas 2 a 5), lo quenos da cuatro tipos, tal como se ilustra en latabla 5.

Antes de analizar esta tabla, es necesariohacer una observación previa. Los datos quese presentan podrían dar lugar a un error detipificación si se conceptualizan las posibili-dades de los cuadrantes en términos de“alto/bajo’’, “desarrollo urbano/cambio reli-gioso”, dando a la distribución total de losdatos una forma de I!, con un hipotético tipo“Alto desarrollo urbano-Alto cambio reli-gioso” en el cuadrante II-A. Las gráficas 2 a 5nos muestran que dicho tipo (Alto desarrollourbano-Alto cambio religioso) no existe, puesen ningún caso se combinan niveles altos delas dos variables: los de alto cambio religiosotienen niveles bajos (y excepcionalmentemedios, en el caso de (Quintana Roo) dedesarrollo urbano, mientras que los de altodesarrollo urbano registran niveles de cambioreligioso bajos y medios (muy próximos a lamedia nacional). Por ello, resulta más propiohablar de niveles superiores o inferiores a lamedia nacional.

Analizando las gráficas resultantes de esta clasi-ficación, lo primero que salta ala vista es la con-sistencia en cuanto a las entidades que integrancada uno de los cuadrantes:

I-A: Chiapas, Tabasco, Yucatán, Veracruz. ySinaloa se ubican aquí en las cuatroTABLA 5.

FRONTERA NORTE, VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

28

décadas; Campeche tres de cuatro veces (laúnica ocasión en que se sitúa fuera —1960—, lohace en la frontera del cuadrante); Oaxaca delcuadrante I-B (1960 y 1970) pasa en las dosdécadas siguientes al I-A (se incrementa sucambio religioso y sin aumentar su desarrollourbano). Quintana Roo, en cambio, se desplazadel I-A (1960 y 1970) al II-A (1980 y 1990), loque indica que incrementa su desarrollo urbanoy que mantiene sus niveles de cambio religioso(si bien en esto sigue una tendencia generalentre los de mayor desarrollo urbano, baja pau-latinamente su rango en el cambio religioso dela posición 2 en 1960 y 1970, a la 3 en 1980 y ala 4 en 1990).22

I-B: son constantes en él Guerrero,Michoacán, Nayarit, Guanajuato, Querétaro,Zacatecas, Durango y Puebla; aparecen tres decuatro veces Hidalgo, San Luis Potosí yTlaxcala (sólo en 1960 caen en el cuadrante I-A,pero en la colindancia con el I-B).

II-B: permanentes en este cuadrante son elDistrito Federal, Jalisco, Aguascalientes,Colima y Sonora (aunque este último cae exac-tamente en la línea divisoria de los cuadrantesII-A y II-B en 1960 y 1980: es igual a la medianacional de cambio religioso en ambos casos);con excepción de 1960, en que queda en el I-B,el Estado de México se ubica en este cuadranteen las tres décadas siguientes.

II-A: aquí se ubican en todo el periodo BajaCalifornia, Chihuahua, Tamaulipas, Morelos yNuevo León (aunque este último se colocaexactamente en la media

nacional de cambio religioso en 1990); tres decuatro veces cae aquí Coahuila, con la solaexcepción de 1970, cuando queda una décimapor debajo de la media nacional.

Por lo demás, puede verse que, aun cuandolas entidades se desplazan en su posición, tien-den a conservar su rango con respecto de ambasvariables: no hay desplazamientos bruscos nicomportamientos erráticos, e incluso, la evolu-ción de algunas entidades —por ejemplo,Quintana Roo, el Estado de México y Oaxaca—de un cuadrante a otro sigue una trayectoria lóg-ica.

A nivel regional, observamos también uncomportamiento consistente:

El cuadrante I-A es ocupado por los estadosde la región sureste, con la adición de Veracruz—geográficamente contiguo a ellos— y Sinaloa(que es la excepción, hablando espacialmente),y el desplazamiento progresivo de QuintanaRoo.33

En el I-B se concentran los estados de laHuasteca (exceptuando a Veracruz), parte de losdel Bajío y los de la costa occidental.

En el II-B están ubicados los subsistemasColima-Jalisco-Aguascalientes y DistritoFederal-Estado de México.

Finalmente, en el II-A se localizan la mayorparte de los estados de la frontera norte.

Una visión mas precisa de las regioneshomogéneas se logra uniendo con rectas lospuntos correspondientes a las entidades delsureste, por un lado, y a las de la frontera norte,por el otro. Los resultados no podían ser másreveladores.

El polígono de la región sureste cubre un áreamuy amplia, de forma romboidal

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

22 Sobre la relación entre la transformación del contexto socioeconómico y e! cambio religioso en el caso particular deQuintana Roo, pueden verse Cuauhtémoc Cardiel Coronel, “Cancún: turismo, subdesarrollo social y expansión sectario-religiosa”, y Martha H. Villalobos Gonzáles, “Una comunidad adventista en e! sur de Quintana Roo”, ambos en GilbertoGiménez (coord.), Religión y sociedad en el sureste de México, vol., VI, I1 ed., Cuadernos de la Casa Chata, México,CIESAS del Sureste, 1989.

23 El análisis detenido de la transformación del perfil religioso y el contexto social de la región sureste puede verse en laserie de investigaciones dirigidas por Gilberto Giménez, Religión y sociedad en el sureste de México, op. cit., vols. II alVII.

29

en las primeras dos décadas, más alta que ancha,lo que habla de la heterogeneidad religiosa quela caracteriza. En las dos siguientes décadas,por el desplazamiento de Quintana Roo —enparticular debido a la ampliación del sector ter-ciario y al incremento de los flujos migrato-rios—, el polígono adquiere una forma alarga-da, semejante a una flecha, lo cual indica quetambién los niveles de desarrollo urbano sehacen relativamente diversos en la zona.

En contraste, el polígono trazado por la fron-tera norte ocupa en las cuatro décadas un árearelativamente reducida, y muy próxima a lamedia nacional del cambio religioso; esto hablade niveles muy homogéneos de desarrollourbano y de cambio religioso.

Llaman la atención, además, dos hechos: lasdistintas regiones, y en particular estas dos, sepresentan en un solo cuadrante —con pocasvariantes—, lo que significa que están muy biendefinidas en términos de ambas variables;asimismo, dentro de las áreas trazadas para laregión sureste y la frontera norte no aparecen,sino por excepción, otras entidades ajenas adichas regiones. Es el caso de Sinaloa, que en1970 aparece dentro del polígono de la regiónsureste, y de Morelos, que en 1980 y 1990 sesitúa dentro del área ocupada por la fronteranorte. En el resto, el patrón es consistente y noshabla, sin lugar a dudas, de regioneshomogéneas.

En general, lo que nos indica este análisis esque, si bien a medida que avanza el desarrollourbano se heterogeniza el campo religioso, estono sucede de manera unívoca, sino que lospatrones de transformación obedecen a determi-naciones regionales, es decir, que el campo reli-gioso se transforma por regiones, y que la cre-ciente pluralidad del campo religioso mexicanoestá orientada hacia la constitución de perfilesreligiosos regionales diferencia

dos, más que a la heterogeneización de laspropias entidades federativas.

4.3 Regionalización extrema del desarrollourbano y el cambio religioso

El análisis por sobreposición de planos per-mite observar espacialmente los resultados delanálisis precedente. Para realizar el ejercicio —que se limitará a la última década, ya que sólose pretende ilustrarlos resultados de la cor-relación a nivel espacial—, seguiremos la lógi-ca del apartado anterior; considerando la estruc-tura porcentual de cada uno de los índices en1990, dividiremos al país en dos secciones, apartir de la media nacional, para obtener lasmismas categorías establecidas en la tabla 5.Los resultados de esta división ya han sido per-filados con la elaboración de los índices corre-spondientes y con el análisis de estructura pre-vio. Lo que ahora procede es establecer la cor-respondencia espacial entre esas dos regional-izaciones, de manera que tengamos sobre elplano los cuatro tipos básicos que sintetizan re-gionalmente el análisis precedente, y que ilus-tramos en los mapas 1, 2 y 3, y en la tabla 6.

Desde esta perspectiva más general podemosvisualizar territorialmente los patrones de agru-pación de las entidades, y por ello resulta útilcomo síntesis final de la correlación entre desar-rollo urbano y cambio religioso.

Estos patrones de agrupación correspondi-entes a 1990 son la regla y no la excepción en elperiodo; es decir, el comportamiento de lasregiones es relativamente constante. La config-uración regional es claramente identificable:

En el centro del país el sistema DistritoFederal-Estado de México, y al accidente, conniveles menores, el sistema Colima-Aguascalientes-Jalisco, hegemonizan el desar-rollo urbano. Ambos sistemas se en-

FRONTERA NORTE, VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

30

cuentran rodeados por una zona de bajodesarrollo urbano (con la excepción ya men-cionada de Morelos). Otras tres entidades queaparecen en el mismo caso (región II-B) sonNuevo León, Baja California Sur y Sonora, perocaen fuera del sistema anterior ya que sus nive-les de desarrollo urbano son semejantes a los deesas zonas, y su grado de disidencia religiosa esmayor.

En el caso del macrosistema centro-occidentese combinan la concentración del desarrollourbano con bajos niveles de cambio religioso(encabezado por el sistema Aguascalientes-Jalisco-Guanajuato-Querétaro), situación queexpresa una estructura asimétrica de poder yque sugiere una hegemonía simbólico-religiosade esos centros sobre su binterland (la región I-B). Esto quiere decir que el predominio region-al en términos de desarrollo urbano se expresatambién en un predominio religioso.

No se requeriría demasiado esfuerzo para fun-damentar históricamente este fenómeno.24 Dehecho, el análisis diacrónico

de los mismos datos muestra cómo estemacrosistema centro-occidente marca las pautasen lo urbano y en lo religioso en toda esa zona,en tanto que la frontera norte alcanzó paulatina-mente los niveles más altos de desarrollourbano a la vez que se distanciaba en lo reli-gioso. Por su parte, el sureste, lejos de los nive-les de desarrollo urbano de las regiones II-A yII-B, pero fuera también del binterland {I-B),radicalizó su ruptura religiosa con el centro.

5. Conclusiones

5. I ParticularesEl análisis del desarrollo urbano y del cambio

religioso, entendidos en el sentido restringido ycon el marco empírico con que los hemos mane-jado, revelan algunas tendencias interesantesdesde el punto de vista de la regionalización.

Los estados de la frontera norte, por su artic-ulación con la economía estadunidense, hanlogrado niveles de desarrollo urbano superioresa la media nacional, hecho

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

24 Una reflexión oportuna e interesante sobre esta problemática, importante para dimensionar las tendencias establecidasaquí a nivel general, puede verse en Felipe Cuamea-Velázquez, “Religión y comportamiento político en México; en buscade tendencias regionales”, en Revista Mexicana de Sociología, núm. 3, 1995, pp. 107-130.

31

que les ha dado una relativa autonomía política,económica y cultural con respecto al resto delpaís, y particularmente con respecto al centrohegemónico.25 Por otra parte, esta región entraen el área de influencia del mercado de bienessimbólico-religiosos del sur de Estados Unidos.La vecindad con este país ha resultado funda-mental para explicar la evolución de la zona enambos aspectos, así como para entender el rela-tivo equilibrio intrarregional en el que las enti-dades crecen sin establecer relaciones de para-sitismo o subordinación entre ellas (aunque estotambién ha generado una falta de articulaciónregional). Es comprensible, entonces, el distan-ciamiento de la frontera norte respecto del per-fil religioso del macrosistema centro-occidente,pero también la relativa moderación de ese dis-tanciamiento (patrón que tiende a repetirse,según hemos visto, en las entidades de recientedesarrollo urbano y fuerte cambio religioso,como es el caso de Quintana Roo).

La región sureste, en cambio, que —con laexcepción de Quintana Roo— comparte con elhinterland del macrosistema centro-occidentelos mayores niveles de atraso, es una zona defranca rebelión religiosa. La persistencia de lasetnias prehispánicas en esta región, sus menoresgrados de integración urbano-regional y cultur-al con respecto al centro del país, las estructurasde poder cerradas y basadas en la explotación

intensiva de la fuerza de trabajo y en niveles devida inferiores a los de la media nacional, sonfactores que han diferenciado tanto en lo urbanocomo en lo religioso a la región sureste delmacrosistema hegemónico, Una muestra, y unmecanismo de la rebelión en lo religioso, la ten-emos en las conversiones masivas a las reli-giones no católicas.26

5.2 Generales

En el fondo, lo que parece estar en cuestión esuna lucha por la hegemonía en una estructuracentralista, que cada vez corresponde menos ala nueva realidad urbana y religiosa del país.Ciertamente, no existe una relación de causali-dad inequívoca entre desarrollo urbano y cam-bio religioso, de tal manera que no es posibleafirmar que la expansión de la disidencia reli-giosa sea producto del desarrollo urbano o de suausencia. No obstante, la transformación delcampo religioso de cada entidad sí aparecedirectamente ligada a la posición ocupada en laestructura de poder delineada previamente.

Podemos decir, entonces, que lo que el nivelde desarrollo urbano determina, conformado enuna estructura de poder tal, no es la presencia ono de disidencia religiosa, sino el grado y lasmodalidades en que ésta se da. Los extremoscasi siempre pertenecen a los grupos hegemóni-cos y a los

grupos marginados, y regularmente los

FRONTERA NORTE, VOL. 8, NÚM. 15, ENERO-JUNIO DE 1996

25 La bibliografía es abundante al respecto, por ello nos limitamos a mencionar aquí dos trabajos que hacen mención deeste hecho: Alejandra Salas-Porras, Nuestra frontera norte, México, Editorial Nuestro Tiempo, 1989, pp. 7-42, y ElíseoMendoza Berrueto, “Algunos aspectos socioeconómicos de la frontera norte de la República Mexicana”, en RoqueGonzález (comp.), La frontera del norte. Integración y desarrollo, México: El Colegio de México, 1981, pp. 46-67.

26 El análisis realizado hasta aquí se ubica en el nivel del estado y movimiento de la población, por lo cual expresa uvasbien al conjunto de la sociedad civil (o secular, en su caso), y desatiende el aspecto de las instituciones, sus mecanismosde adaptación al mercado y sus implicaciones políticas. Esto no significa soslayar el papel jugado por algunos agentespolítico-religiosos que, como el Instituto Lingüístico de Verano, han sido factores fundamentales en la expansión delprotestantismo en el sureste. Antes bien, lo que nos ha interesado en este apartado es analizar los movimientos colectivosde la población en torno a determinados credos, esto es, verlos como movimientos masivos, como voluntad colectiva enacción. En este sentido, los fenómenos analizados expresan la dinámica de la sociedad civil y sus tendencias de cambio.

32

primeros tienen sectores importantes de lossegundos bajo su influencia directa e indiscuti-da (en términos de intercambio comercial,político, cultural, migratorio, etcétera).Generalmente, los sectores subordinados sonaquellos que por su proximidad espacial y fun-cional, y por compartir un sustrato histórico cul-tural con las regiones hegemónicas, no logranconcebir siquiera la existencia de otrasopciones.

Si bien estamos generalizando en la medidaen que planteamos la correlación en términosextremos, simplificando y reduciendo la gamade matices desarrollada anteriormente, ello nospermite llegar a una conclusión general,extrema, en el sentido de que existen tendenciasafines entre la estructura socioeconómica y laconformación del mercado de bienes simbólico-religiosos.

Una expresión concreta de estas tendenciasson las estructuras de poder político-económicoy simbólico-religioso que, por una parte, van encada década hacia niveles mayores de desarrol-lo urbano y cambio religioso, pero por la otratienden a definirse

por regiones, mismas que manifiestanuna relación de concentración muyclara, tanto del desarrollo urbano comode la ruptura religiosa. Hay, pues, unaestructura de poder y una lucha por elmismo que se expresan en el fondo de lacorrelación.

La existencia de zonas con un alto desarrolloque se articulan con zonas subdesarrolladassubordinadas a ellas v que, debido a su posicióninferior en la relación de poder, contribuyen a sucrecimiento, es una constante en la historia deldesarrollo regional; unas y otras son correlati-vas, y la evidencia teórica y empírica de su exis-tencia es tan clara que su demostración nosparece innecesaria. En todo caso, lo importantees que esa relación de hegemonía y subordi-nación se expresa, aún inconscientemente, enotros campos de la vida social, como el terrenode lo simbólico-religioso.

Hemos constatado, finalmente, que desde unabase estadística se pueden establecer, por diver-sos procedimientos y con niveles de confiabili-dad aceptables, algunas de las determinacionesestructurales del fenómeno religioso.

33

JOSÉ LUIS MOLINA/LOS MARCOS URBANOS-REGIONALES

34

35

36

37