los maestros

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Secretaría de Educación NÚCLEO DE DESARROLLO EDUCATIVO San Juan Girón Los Maestros GABO .. y los editorialistas Los Maestros http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/victor-diusaba-rojas/maestros Cuando un Maestro se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro Maestro. Hago así parodia de la vieja canción de Alberto Cortez para tratar de decir cuánto significa la partida de Gabriel García Márquez, Maestro de la literatura y de este oficio, el periodismo. Y por supuesto que así como Cortez habla de la inmensa soledad que significa la partida de un amigo, no menos lo es la de un Maestro. Al fin y al cabo, son tan escasos los unos como los otros, aunque los últimos, los Maestros, tienen la particular condición de cambiar la vida de pueblos enteros, hasta el punto de convertirse en amigos de todos, incluso de quienes ni siquiera tuvieron la oportunidad de cruzar una palabra con ellos. Conocí a Gabriel García Márquez. Quiero decir, tuve la inmensa fortuna de ser su alumno pasajero

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Secretaría de Educación

NÚCLEO DE DESARROLLO EDUCATIVO

San Juan Girón Los Maestros

GABO .. y los editorialistas

Los Maestros

http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/victor-diusaba-rojas/maestros

Cuando un Maestro se va queda un espacio vacío

que no lo puede llenar la llegada de otro Maestro.

Hago así parodia de la vieja canción de Alberto

Cortez para tratar de decir cuánto significa la

partida de Gabriel García Márquez, Maestro de la

literatura y de este oficio, el periodismo.

Y por supuesto que así como Cortez habla de la

inmensa soledad que significa la partida de un

amigo, no menos lo es la de un Maestro. Al fin y al

cabo, son tan escasos los unos como los otros,

aunque los últimos, los Maestros, tienen la

particular condición de cambiar la vida de pueblos

enteros, hasta el punto de convertirse en amigos

de todos, incluso de quienes ni siquiera tuvieron la

oportunidad de cruzar una palabra con ellos.

Conocí a Gabriel García Márquez. Quiero decir,

tuve la inmensa fortuna de ser su alumno pasajero

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en un taller de su escuela de periodismo de

Cartagena de Indias, gracias a la generosidad de

otro Maestro, Luis Cañón, quien me mandó, por

allá en los 90, quién sabe por qué, a representar a

este diario en ese curso.

Claro está, lo había tratado de antes, como

lector. Uno, en la literatura, fascinado por ‘El

Coronel no tienen quién le escriba’. Y dos, en las

primeras letras del periodismo con ‘El relato de

un náufrago…’. Claro está, después vendrían todos

los honores con ‘Cien años de soledad’ y el Nobel.

Pero de todos los García Márquez, el que llevo

más hondo es ese otro: aquel hombre camino a la

gloria, el escritor y periodista a la vez, el

inconforme de la inolvidable ‘Alternativa’ y el

perseguido político. A propósito de esto último, no

olvidaré jamás cómo los vendedores callejeros de

‘Crónica de una muerte anunciada’ eran corridos

de los sitios públicos por los representantes de la

autoridad, en el gobierno de Julio César Turbay

Ayala. Era entonces García Márquez, el

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subversivo, como recordábamos con su hermano

Eligio (q.e.p.d.), a quien, por vainas de la suerte,

tuve la oportunidad de conocer y tratar. Hoy

muchos de los que comulgaron con esos abusos

dejan rodar lágrimas de cocodrilo. No los

olvidamos.

Igual, en una y otra época, aprendí a hacer

periodismo en el único lugar en el que se debe

hacer: en la calle, al lado de las historias y con la

fe del carbonero. Con la contrastación como regla

y la pasión hecha combustible. Del lado del rigor y

con el escepticismo bajo el brazo. Y luego, con lo

más fácil y lo más difícil: saber contarlo. Ese, el

García Márquez reportero, nos enseñó lo que solo

pueden enseñar los Maestros, eso mismo que

hacen a diario. Nadie es Maestro de lo que no es

capaz de hacer. Será jefe pero jamás Maestro.

Y Gabriel García Márquez, como Maestro, seguirá

siéndolo siempre. Para hacer que los muchachos

en las universidades aprendan y se fascinen

leyendo en voz alta sus crónicas (la de Caracas sin

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agua sacó aplausos hace unos días en un curso) o

para que adviertan que los excesos partidistas de

los medios quedan en evidencia más temprano que

tarde. Y es que en el taller aquel citamos el caso

de la revista anarquista El Motín en la España de

la preguerra civil, que describía, y justificaba, así

un ataque de obreros a curas: “Ayer por la tarde,

un grupo de obreros subía tranquilamente por la

calle de Gracia cuando, por la acera contraria,

vieron bajar a dos sacerdotes. Ante tal

provocación...”.

Con Gabo, perdón por la confianza, se fue un

Maestro. Como se fue otro el mismo jueves 17 de

abril: Cheo Feliciano, ese salsero que nos puso a

bailar a los malos bailarines. Como se había ido

otro Maestro hace siete meses, Álvaro Mutis,

grande entre los grandes. Y como se fue uno más

por estos días, no de esta vida pero sí del oficio:

Daniel Samper, el auténtico, el original, el Pizano.

¿Dónde están los Maestros que llenarán esos

espacios vacíos?