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Los límites planetarios Jaume Terradas CREAF-Unitat d'Ecologia, Universitat Autònoma de Barcelona D esde hace algunos arios, las adver- tencias acerca de los riesgos del cambio global, y en especial del cambio climático, se suceden. El Informe Stern, por proceder de un economista poco sospechoso de ser un ambientalista más o menos ácrata, y por haber sido encargado por el Gobierno británico, fue un aldabonazo fuerte que resonó en medios generalmente sordos, e incluso muy refractarios a esta clase de preocu- pación. Luego llegó el 'cuarto informe del IPCC que, aunque moderado y prudentísimo en sus cálculos, dejaba claro que el cambio climático era real y sus consecuencias temibles, y venía respaldado por dos mil quinientos científicos de todo el mundo. La película de Al Gore Una verdad incómoda tuvo también mucha resonan- cia, aunque entre los más reticentes la persona- lidad política de Gore más bien causó reaccio- nes opuestas. Algunos han seguido negando la realidad del cambio climático, empezando por el Gobierno Bush en EE UU y por personas tan conocidas como el excelente novelista de cien- cia ficción Michael Crichton. También hay cien- tíficos solventes que creen que se han exagerado mucho las tintas y que los datos reales de que disponemos no avalan un aumento de la tem- 8 peratura sensible en los últimos quince arios, si se considera el hecho de que estamos en un período caluroso dentro de los ciclos habitua- les. Pero los trabajos científicos que reconocen como reales el cambio y su autoría humana han seguido llegando a un ritmo creciente, y no sólo abonan las tesis del IPCC, sino que en muchos casos indican que éstas pueden haberse queda- do cortas. La razón de esto último es fácil de comprender. El informe del IPCC es ciencia corisensuada. Cada afirmación ha de ser aceptada por todos. Por tanto, establece lo que es la verdad científica conocida sobre el tema, una especie de mínimo común denominador para miles de investigado- res de muy diversas disciplinas cuyos resultados a menudo son heterogéneos y difíciles de com- parar (Terradas, J., Peñuelas, J, 2008. Ambio 3, 4: 321). El Global Carbon Project, un importante programa internacional, ha señalado que las es- timaciones del IPCC estaban siendo desborda- das: entre el 2000 y el 2008, el aumento del CO 2 en la atmósfera siguió una tendencia más rápida que la peor hipótesis de todas las utili- zadas por el IPCC (Michael R. Raupach, Gregg Marland, Philippe Ciais, Corinne Le Quéré, Jo- 89 / Diciembre 2009

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Los límites planetarios

Jaume TerradasCREAF-Unitat d'Ecologia, Universitat Autònoma de Barcelona

D

esde hace algunos arios, las adver-tencias acerca de los riesgos delcambio global, y en especial delcambio climático, se suceden. El

Informe Stern, por proceder de un economistapoco sospechoso de ser un ambientalista más omenos ácrata, y por haber sido encargado porel Gobierno británico, fue un aldabonazo fuerteque resonó en medios generalmente sordos, eincluso muy refractarios a esta clase de preocu-pación. Luego llegó el 'cuarto informe del IPCCque, aunque moderado y prudentísimo en suscálculos, dejaba claro que el cambio climáticoera real y sus consecuencias temibles, y veníarespaldado por dos mil quinientos científicosde todo el mundo. La película de Al Gore Una

verdad incómoda tuvo también mucha resonan-cia, aunque entre los más reticentes la persona-lidad política de Gore más bien causó reaccio-nes opuestas. Algunos han seguido negando larealidad del cambio climático, empezando porel Gobierno Bush en EE UU y por personas tanconocidas como el excelente novelista de cien-cia ficción Michael Crichton. También hay cien-tíficos solventes que creen que se han exageradomucho las tintas y que los datos reales de quedisponemos no avalan un aumento de la tem-

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peratura sensible en los últimos quince arios,si se considera el hecho de que estamos en unperíodo caluroso dentro de los ciclos habitua-les. Pero los trabajos científicos que reconocencomo reales el cambio y su autoría humana hanseguido llegando a un ritmo creciente, y no sóloabonan las tesis del IPCC, sino que en muchoscasos indican que éstas pueden haberse queda-do cortas. La razón de esto último es fácil decomprender.

El informe del IPCC es ciencia corisensuada.Cada afirmación ha de ser aceptada por todos.Por tanto, establece lo que es la verdad científicaconocida sobre el tema, una especie de mínimocomún denominador para miles de investigado-res de muy diversas disciplinas cuyos resultadosa menudo son heterogéneos y difíciles de com-parar (Terradas, J., Peñuelas, J, 2008. Ambio 3,4: 321). El Global Carbon Project, un importanteprograma internacional, ha señalado que las es-timaciones del IPCC estaban siendo desborda-das: entre el 2000 y el 2008, el aumento delCO2 en la atmósfera siguió una tendencia másrápida que la peor hipótesis de todas las utili-zadas por el IPCC (Michael R. Raupach, GreggMarland, Philippe Ciais, Corinne Le Quéré, Jo-

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Jaume Terradas

sep G. Canadell, Gernot Klepper, ChristopherB. Field. 2007. Global and regional drivers of

accelerating CO, emissions. Proc Natl Acad SciUSA. 12; 104(24): 10288-10293).

Es posible que la crisis económica haya reduci-do esta tasa de aumento, pero aun así muchosespecialistas dudan que podamos confiar enmantener la concentración de CO2 entre 350y 450 ppm, que es lo que dejaría el aumentomedio de temperatura durante este siglo alrede-dor de unos 2°C. Crecen los temores, además,de que se desencadenen mecanismos autoace-lerados incontrolables. Dos ejemplos claros: lareducción del hielo ártico en verano reduce elalbedo terrestre y aumenta la captación de la ra-diación solar, aumentando la temperatura; y lafusión del permafrost en las altas latitudes pue-de liberar enormes cantidades de metano, ungas de efecto invernadero más de veinte vecesmás potente que el CO2.

UMBRALES QUE NO SE DEBER1ANTRASPASAR

¡Cuáles son los límites que no deberíamos tras-pasar para evitar males mayores y este procesoautoacelerado que algunos, como James Love-lock (2007. La venganza de la Tierra, ed. Plane-ta, 249 pp.), creen que ya ha empezado, y quees muy capaz de convertir en inhabitable la ma-yor parte del planeta? Esta pregunta se la ha for-mulado recientemente un grupo de veintinueveprestigiosos científicos, encabezado por JohanRockström, de la Universidad de Estocolmo.Sus propuestas, publicadas en Nature en versiónreducida y en Ecology and Society de modo másextenso (Rockström et al, Nature 461, 472-475;2009; id, en prensa, véase http://www.stockhol-mresilience.org/download/18.1fe8f33123572b59ab800012568/pb_longversion_170909.pdf )han abierto un debate importante. La idea queles mueve es que la acción antropógena ha alcan-zado tales proporciones que no puede excluirseun cambio global abrupto. Para evitarlo, sugie-ren disponer de unos indicadores que señalenlos límites biofísicos que no debemos pasar paraque no se produzcan procesos no lineales de

consecuencias potencialmente catastróficas. De-tectan nueve límites y para siete de ellos ponencifras a los umbrales que deberían respetarse.Estos siete se relacionan con la concentración deCO2 en la atmósfera, la acidificación oceánica,la concentración de ozono estratosférico, la fija-ción de nitrógeno y el vertido anual de fósforoal mar, el consumo de agua dulce, la proporciónde tierras cultivadas, y la perdida de diversidadbiológica. Los dos restantes, más difíciles decuantificar con un sólo indicador, son la cargade aerosoles y la contaminación química. Losautores creen que ya hemos transgredido tresde estos umbrales (CO2 , pérdida de biodiver-sidad, nitrógeno) y que todos estos límites soninterdependientes, por lo que rebasar uno deellos puede arrastrarnos a pasar también otros.Así pues, proponen trabajar sobre este nuevoconcepto de límites planetarios para definir elmarco de seguridad para las sociedades huma-nas. Reconocen las dificultades para establecerestos límites, porque nuestros conocimientosdel sistema pueden ser insuficientes, porque esmuy difícil comprender el funcionamiento delos sistemas complejos con sus interacciones nolineales, y porque los efectos de la transgresiónde un límite dependen también de la resilienciade nuestras sociedades.

La propuesta ha producido ya bastantes reaccio-nes. Entre los científicos, algunos discuten losumbrales que proponen e, incluso, si estamosen condiciones de establecerlos con rigor, y al-gunos dudan incluso de la conveniencia de fijarlímites porque, en aquellos no transgredidos,no se verá razón suficiente para cambiar nues-tros malos hábitos de conducta en relación conel planeta. El intento de cuantificar los límiteses atrevido y responde, por otra parte, a una de-manda continuada de los políticos: ¡cuando hayque considerar que se ha encendido la luz rojade peligro? "Dadnos indicadores" es el mensa-je que los científicos recibimos constantementede políticos y gestores. Pero cuando se les danes inevitable que se produzcan muchos desa-cuerdos en la propia comunidad científica, quesin duda han de ser aprovechados por quienesprefieren postergar la toma de decisiones quesuponga cambios importantes en el actual mo-

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tiffiiiilbaKlab 89 / Diciembre 2008

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29 científicos dela Universidadde Estocolmoconsideran que ya sehan traspasado tres -umbrales que puedenacarrear consecuenciaspotenciahnente

catastróficas: laconcentración de CO2

en la atmósfera, lafijación de nitrógenoy la pérdida debiodiversidad

1 La fusión delpermafrost en lasaltas latitudes puedeliberar enormescantidades demetano, un gas deefecto invernaderomás de veinte vecesmás potente queel CO 2 . Glaciarde Bossons. Foto:Vicente González.

Los límites planetarios

delo económico. En mi modesta opinión, losindicadores pueden ser útiles, pero siempre tie-nen el grave inconveniente de que tendemos asacralizar los números. Y eso, cuando se tratacon sistemas complejos y mal comprendidos,tiene riesgos importantes. Los economistas losaben.

DIFICULTADES CON LOS INDICADORES

En efecto, lo que se nos pide a los ecólogos esque demos indicadores como el PIB. Son índicesque agregan muchas cosas y cuya interpretaciónestá lejos de ser sencilla, pero que en economíase aplican muchas veces con demasiado dog-matismo. Disponer de este tipo de indicadoresmacroeconómicos no ha evitado las crisis. Algu-nos economistas prudentes claman por volver aprestar más atención a la microeconomía. Qui-zás esto pueda servirnos de aviso. Si lo que sepretende es evitar una crisis, seguramente queno lo lograremos con una batería de indicado-

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res. Esto no significa que sean completamen-te inútiles. Me parece que pueden tener ciertafunción pedagógica. Pero también pueden serengañosos. No es tanto que se puedan usar me-jor o peor, como el hecho en sí de que, cuandotenemos cifras, tendemos a creer demasiado enellas. Un ejemplo conocido por cualquier inves-tigador es el de los índices de impacto o el va-lor h en la evaluación de la investigación. Quealgo significan es evidente. Y que han ayudadoa estimular la deseada tendencia a publicar enrevistas internacionales, también. Pero son de-masiado fáciles de usar, demasiado cómodos,y prácticos, a la hora de dirimir los casos sintomarse la molestia de profundizar lo que haytras el valor numérico (empezando por la ca-lidad real de las aportaciones y acabando porlas condiciones en que se han producido y quéparte de lo realizado por cada investigador no serefleja en la cifra). Los indicadores son útiles enalgunos aspectos, en otros pueden desviarnosde lo esencial. Cuando tratamos de problemasmucho más relevantes, de magnitud global y re-lativos al bienestar de toda la Humanidad, hayque extremar la prudencia.

El sistema planetario es de una complejidadenorme. También lo es el cuerpo humano, y to-marle la temperatura sigue siendo un indicadorútil: un estado febril puede derivar de muy dis-tintos procesos, pero nos advierte de que algono funciona lo bastante bien. Sin embargo, te-ner 38° no es necesariamente estar menos en-fermo que tener 39°, dada la multiplicidad decausas. Puede que los 38° sean debidos a una

tuberculosis y los 390 a unas vulgares anginas.Que España tenga un PBI más alto que Italia enun cierto momento no significa que su econo-mía sea más fuerte: el tejido industrial españoles muy inferior al italiano y nuestro PBI teníamucho que ver con el negocio inmobiliario, queha pinchado escandalosamente. Sin embargo,antes del batacazo nuestros políticos estabaneufóricos acerca del ."sorpasso" frente a Italia,pese a la endeblez intrínseca del indicador.

¿Son tan débiles los límites que se nos propo-nen para el sistema planetario? Puede que no.Para empezar, tienen una ventaja muy impor-tante: no son valores agregados. Cada uno serefiere a una,variable específica. Por ejemplo, lasituación del ciclo del carbono y el cambio cli-mático se pondera en relación a un valor límitede 350 ppm de CO2 en la atmósfera (por cierto,ya ampliamente superado). Una sola variable,cierto, para una serie de procesos muy com-plicados, y eso también es un inconveniente.Para empezar, hay otros gases de efecto inver-nadero además del CO 2 . Luego, las relacionesentre cada variable y los procesos planetariosson poco menos que indescifrables. Hay indi-cios para pensar que un aumento de CO2 haido asociado a mayores temperaturas: el análi-sis de las burbujas de aire apresadas en la sondaobtenida en los hielos de Vostok ha permitidoreconstruir la evolución, fluctuando en parale-lo, de la concentración del gas y la temperaturahasta hace 400.000 arios. Sin embargo, este pa-ralelismo es menos evidente cuando se consi-dera el aumento del CO 2 en las últimas décadas

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La acidificación oceánica y los vertidos de fósforo al mar son dos de los siete umbrales que, según los científicos deEstocolmo, no se deben traspasar si no queremos resultados catastróficos. Foto: Vicente González.

y la evolución de la temperatura, que no pareceseguir el mismo ritmo. Además, en las muestraspolares el aumento de temperatura precede aldel CO 2 , mientras que ahora el proceso debe-ría ir al revés, el cambio atmosférico provoca elaumento térmico. Sobre las razones de la actualrespuesta térmica hay mucha discusión, en par-ticular sobre el posible papel de los aerosoles, yno entraremos en ellas.

Otras variables presentan problemas. En rea-lidad, es casi imposible determinar la tasa deextinción con un mínimo de garantías. Sólo seinfieren estimaciones a partir de la pérdida dehábitats, pero cuando los cálculos de la biodi-versidad existente varían entre cinco y treintao incluso cien millones de especies, la incer-tidumbre es excesiva para hacer afirmacionesen este sentido, y el equipo de Rockström semuestra muy atrevido al decir que hemos so-

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brepasado los límites tolerables para este indi-cador. Tanto más cuánto nadie sabe cuál es elmínimo de diversidad necesaria para mantenerel funcionamiento de los sistemas soporte devida. En cuánto al nitrógeno, aunque es ciertoque se está produciendo una fertilización ex-cesiva en muchos ecosistemas, tampoco pareceque sea fácil decidir cuál es el umbral de peli-gro y si lo hemos pasado o no. De momento, lafertilización tiene su cara positiva, al contribuira la alimentación de las poblaciones humanas.Aunque es evidente que, tanto en el caso delnitrógeno como en el del fósforo, estamos ge-nerando un problema, resulta muy arriesgadodar un valor para un umbral que no debieratraspasarse y los propios autores advierten delalto grado de incertidumbre en que se mueven,a pesar de lo cuál escogen un valor de fijacióndel nitrógeno atmosférico que ha sido pasadocon creces.

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La constantepérdida debiodiversidades otro de losindicadoresque marcan' los limitesdel Planeta':Foto: RobertoAnguita.

No hace falta seguir examinando las variablespropuestas una a una. La fortaleza de la pro-puesta es señalar que hay umbrales en el siste-ma planetario, pasados los cuales pueden pro-ducirse cambios abruptos, afirmación que esdifícil no suscribir. Las debilidades se hallan enla dificultad de establecer cuáles son estos um-brales y qué variables deberíamos considerar,dado que no se trata de variables independien-tes, sino que hay interacciones que aún no com-prendemos en los diversos subsistemas (clima,océanos, respuestas ecosistemicas, etc.).

UNA NUEVA PALABRA PARA EL RETO

DEL FUTURO: LA DESCARBONIZACIÓN

Desde hace arios, se vienen empleando algunostérminos clave para referirse a la situación am-biental. Uno de ellos, que ha conocido muchoéxito desde su formulación en el Informe Brun-dtland, es desarrollo sostenible. Cierto que su de-finición se suele hacer más por crítica del cre-cimiento insostenible que por una explicación

convincente de cómo ha de ser un desarrollosostenible que sea a la vez desarrollo, entendidocomo mejora de las condiciones económicas yde calidad de vida, y sostenible en el sentidode ser compatible con el mantenimiento de losprocesos de soporte de la vida. Pero la sosteni-bilidad se ha convertido en un cuarto eje de lautopía, junto a los clásicos de libertad (o gobier-no democrático respetuoso con los derechos delindividuo), igualdad (o justicia equitativa en elacceso a los recursos básicos y trato igual ante laley) y fraternidad (o solidaridad entre las gentesy los pueblos). Y, como estos tres ejes anterio-res, la sostenibilidad puede parecer algo desea-ble, pero también inalcanzable, ya que no estáclaro que los buenos deseos lleguen a imponer-se a las realidades de la naturaleza humana y losconflictos perennes. Sin embargo, mientras queno existen condicionantes externos que puedanobligarnos a ser más libres, más iguales y mássolidarios, sí pueden haberlos que nos fuercen aavanzar hacia una mayor sostenibilidad: si no lohacemos podemos sufrir consecuencias graves ycuando éstas se vayan manifestando serán una

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fuerza que empujará hacia la toma de medidas.En este sentido, el utopismo aparentementeidealista del desarrollo sostenible puede deveniruna imperiosa necesidad, aun a costa de gran-des sacrificios, e incluso a costa del desarrolloeconómico. Sería mucho mejor, desde el pun-to de vista de los intereses humanos, evitar queesto ocurra por la fuerza mayor de una crecientedisfunción en los sistemas planetarios.

El problema más preocupante con el que nosenfrentamos es, seguramente, el posible cam-bio climático derivado de las crecientes emisio-nes de gases de efecto invernadero. Por tanto,los esfuerzos deberían concentrarse en realizarcambios profundos en qué clase de energía em-pleamos y cómo lo hacemos. La palabra clavepara la estrategia del futuro podría muy bienser descarbonización. Aunque las reservas ac-tuales de petróleo y gas natural pueden resultarinsuficientes para soportar una demanda quecrece muy deprisa, y que esto se agrave por elhecho de que gran parte de estas reservas es-tén bajo control de países que puedan resultarpolíticamente problemáticos para los occiden-tales, quedan en el planeta muchos recursosenergéticos con carbono. Está aumentandomucho el uso de carbón, de los que la China yla India poseen una cuarta parte de las reservasmundiales. Hay enormes reservas de arenas yarcillas bituminosas, especialmente en Canadá,que aún ofrecen dificultades tecnológicas parasu explotación, pero las mayores inversiones ennuevas energías tienen lugar precisamente en laproducción de combustibles a partir de estosmateriales. Y se han puesto muchas esperanzas

en el uso de hidratos de metano, abundantísi-mos en las regiones frías del planeta con sueloshelados (permafrost) y en algunos fondos mari-nos. También en este caso hay dificultades, yaque la tecnología actual no permite la explota-ción sistemática de estas reservas por la durezade las condiciones ambientales y las dificultadesde acceso, pero las cantidades existentes supon-drían la posibilidad de disponer de una fuenteinmensa de gas natural.

¿CÓMO AVANZAR HACIA

LA DESCARBONIZACIÓN?

La apuesta por estas fuentes de combustible porparte de las grandes compañías existe, y la vencomo la manera más sencilla de continuar conel modelo actual. Sin embargo, es este modeloel que genera problemas. Todas estas fuentes su-ponen continuar con la sociedad que ha prospe-rado a lomos del petróleo, pero que también hagenerado el problema de las emisiones de gasesinvernadero. La propuesta alternativa es un retobastante más complejo: descarbonizar significaampliar mucho el espectro de las energías em-pleadas y, por otra parte, impedir que el CO2emitido por procesos industriales llegue a la at-mósfera. En efecto, una idea consiste en retenerel CO2 emitido por centrales de carbón u otrasy mandarlo canalizado hasta lugares apropiadospara inyectarlo en capas profundas y seguras dela corteza terrestre. Las centrales de combusti-bles fósiles, nucleares o de cualquier otro tipode energía (fotovoltaica, eólica, geotérmica, deolas y mareas, etc.) deberían servir para au-

El problema más preocupante con el que nos enfrentamos es, seguramente,el posible cambio climático derivado de las crecientes emisiones de gasesde efecto invernadero. Por tanto, los esfuerzos deberían concentrarse enrealizar cambios profundos en qué clase de energía empleamos y cómo lohacemos. La palabra clave para la estrategia del futuro podría muy bienser descarbonización

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mentar mucho la producción de electricidad, yésta para sustituir muchos usos actuales de loscombustibles fósiles. Habrá que hacer muchoscambios en la arquitectura hacia tipos de edifi-cación que ahorren energía, agua potable, y queminimicen la generación de residuos durante laconstrucción y al final del ciclo de vida, y ellose logrará con nuevos diseños y con procesos depreproducción industrial de las construcciones.

Habrá que repensar el urbanismo para dismi-nuir el transporte horizontal y crear ciudadescompactas polinucleares autosuficientes, conmayor desarrollo vertical por encima y por de-bajo del suelo y más ahorro de suelo. Hay dosesperanzas principales para el transporte depersonas, junto al incremento de los serviciospúblicos de tipo ferroviario: el coche eléctrico,que dado que las baterías han experimentadoimportantes mejoras en sus prestaciones y segu-ramente seguirán haciéndolo, tiene el obstáculode la inexistencia de redes adecuadas para la re-carga, algo relativamente fácil de solucionar; yla producción de un sustituto para el querosenode los aviones a partir de cultivos de algas mo-dificadas genéticamente, que ya han dado, encondiciones experimentales, producciones muyelevadas (del orden de veinte veces más porunidad de superficie) en comparación con lasplantas que producen etanol o biodiesel: las al-gas requerirían mucho menos espacio, no com-petirían con la producción de alimentos básicosy pueden dar un producto que apenas necesitatratamiento para ser usado como combustible,pero todavía hay que resolver el problema del

paso de condiciones controladas a la produc-ción en masa.

La descarbonización plantea un cambio de es-trategia global de vastas dimensiones. La difi-cultad mayor (aunque hay aún muchas dificul-tades importantes en la solución de los distintostipos de tecnología para hacerlas disponibles)estriba en que muchos procesos industriales,muchas empresas y muchos puestos de trabajohan de ser sustituidos por otros procesos y otrasmaneras de hacer. Para que esta transición seaposible, las grandes empresas que actualmentecontrolan la producción y distribución de ener-gía no deberían oponerse a ella, sino entrar afondo en las nuevas posibilidades de negocioque aparecerán con el cambio. Ya se entiendeque no podrán hacerlo de un modo súbito,pero, si el futuro ha de ser descarbonizado, lasque no realicen la reconversión serán tarde otemprano apartadas al desván de las tecnologíasobsoletas. Hoy todavía es difícil que los políticostomen decisiones y compromisos fuertes haciaun mundo descarbonizado, y es probable que lacumbre de Copenhague parezca, una vez más,decepcionante. Pero es casi seguro que el temasiga abierto, porque el problema existe, y máspronto que tarde las sociedades más avanzadas(y su extrema vulnerabilidad al aumento de loscostes de los combustibles fósiles) exigirán quenuevas tecnologías resuelvan sus necesidades.

Los negacionistas del cambio climático temenque el alarmismo creado en torno a esta cues-tión conduzca a conclusiones precipitadas, a

ier emir

La descarbonizacirplantea un cambio de estrategia global de vastas 911"11119

dimensiones. La dificultad mayor estriba en que muchos procesosindustriales, muchas empresas y muchos puestos de trabajo han de sersustituidos por otros procesos y otras maneras de hacer. Para que estatransición sea posible, las grandes empresas que actualmente controlan laproducción y distribución de energía no deberían oponerse a ella, sino entrara fondo en las nuevas posibilidades de negocio que aparecerán con el cambio

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Habrá que repensar el urbanismo para disminuir el transporte horizontal y crear ciudades compactas polinuclearesautosuficientes, con mayor desarrollo vertical por encima y por debajo del suelo y más ahorro de suelo. Foto: VicenteGonzález.

decisiones muy costosas que podrían evitarsey que implicarán que los recursos invertidosen luchar contra un fantasma no estén dispo-nibles para temas que consideran mucho másprioritarios, como la mejora de la salud y dela alimentación en el mundo. Esta es la excu-sa. Pocas veces, me temo, son quienes trabajanpor mejorar la alimentación y la salud los queexpresan su temor de perder recursos por la dis-tracción de parte de estos hacia la lucha contrael cambio climático. Pero no entremos en jui-cios de intenciones. Es objetivamente cierto quelas cantidades de recursos son limitadas, y quelos que se destinen a una partida en cualquierpresupuesto no estarán a punto para otras par-tidas. Claro que en lugar de detraer recursos dealimentación y sanidad, podrían detraerse de lafabricación de armamentos y del mantenimien-to de guerras para asegurar los yacimientos yconducciones de petróleo y otros recursos. Perome parece que no es ésta la cuestión.

elliaiklaisi 89/ iliciemtire 2009

La cuestión es que, si el mundo, o al menoslas sociedades más poderosas económicamen-te, deciden que hay que declarar la guerra alcambio climático, pueden generar una ola deactividad del mismo modo que ha ocurridocuando estas sociedades han entrado en ungran conflicto bélico: la economía entera deun país puede reconvertirse en meses o algúnario cuando se produce una situación de nece-sidad. La movilización de recursos puede serimpresionante. La Segunda Guerra Mundialfue un ejemplo espectacular de esto. No hizofalta mucho tiempo para que, en lugar de otrascosas, se fabricasen ametralladoras, cañones,tanques, aviones, destructores, submarinos oacorazados, para que se crearan equipos e ins-tituciones encargadas de controlar el desarro-llo de las operaciones, el espionaje de las acti-vidades del enemigo, el apoyo a la resistencia,la defensa civil y, de hecho, toda la actividadsocial se transformó enseguida.

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El motor de este cambio fue la aparición de unacausa externa perentoria. Al presidente Roose-velt, cuyo New Deal no había logrado sacar alpaís de la recesión de modo definitivo, le vinobien el ataque japonés a Pearl Harbour, la ex-cusa necesaria para embarcar a Estados Unidosen un inmenso esfuerzo bélico. La gran recesiónquedó atrás. ¿Podría ocurrir algo parecido si sedeclarase la guerra al cambio climático, sea estetan inminente como dice la mayoría o tan pococomo creen algunos? Es muy posible. Se podríarelanzar la economía en una nueva dirección ycambiarlo todo si algo lo bastante fuerte empu-jase a los gobernantes a actuar y les diese losmotivos suficientes para esgrimirlos ante suselectores.

RECESIÓN Y SUS CAUSAS

¿Puede esto ocurrir? Mi impresión es que sí, yme acojo a la explicación que le he escuchado aun importante economista, Antoni Serra Ramo-neda, aunque puede que no logre transmitir concorrección total sus ideas ya que la economía no

es mi campo. Para razonarlo debo explicar algoque creo sustancial. Estamos viviendo una crisisque puede ser larga, aunque no tenga la magni-tud de la de 1929. Ha sido considerada comouna crisis financiera, producida por la propa-gación, en el sistema financiero mundial, de lasfamosas "subprimes". Esta fue, al parecer, la cau-sa más directa, al provocar sonadas bancarrotasde prestigiadas entidades crediticias y la consi-guiente retracción de los créditos, reducción dela actividad empresarial, aumento del paro, etc.Sin embargo, hay otras dos causas que prece-dieron a la crisis financiera y que van a subsis-tir cuando ésta haya sido superada. La primeracrisis, que es de fondo y de largo trayecto, es laambiental. El continuo aumento de la presiónque ejercemos sobre los recursos y los ecosis-temas del planeta produce una degradación delos sistemas de soporte de vida. En este mar-co se produce una segunda crisis: la demandade petróleo de países emergentes tan pobladoscomo China e India se dispara y arrastra conella una histórica subida del precio del barril decrudo en 2008, que roza los 150 dólares, el másalto jamás registrado. Esta subida del petróleo

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La sociedad ha prosperado a lomos del petróleo, pero también ha generado el problema de las emisiones de gasesinvernadero. Refinería de petroleo. Foto: Vicente González.

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impacta fuertemente en las economías, y al de-bilitarse las economías aparecen problemas quepermanecían ocultos, como el de las burbujasinmobiliarias y los créditos que no se puedendevolver infectando las carpetas de valores apa-rentemente sólidas. Así pues, una triple crisis enla que el aspecto financiero es el más inmediato,pero no la causa de fondo.

Así las cosas, lo cierto es que podemos enga-ñarnos con los brotes verdes, e incluso con unareactivación de las economías, pero la cuestiónde los recursos en general y del petróleo enparticular sigue ahí. Si el precio del petróleobajó al empezar la recesión no fue porque laoferta hubiera superado la demanda, sino por-que los países productores prefirieron bajar losprecios que causar el colapso de la economíamundial. Si hay reactivación, estos mismospaíses considerarán que ya se han sacrificadobastante y que los precios no pueden seguirartificialmente bajos, así que estos volverán asubir. La demanda sigue siendo muy superior ala oferta. No se puede extraer y refinar petróleoal mismo ritmo con que se está demandando.Es de temer que la presente recesión, que esmuy posible que se salde con pocos cambios enel modelo económico basado en los combusti-bles fósiles, no sea sino el preludio de nuevasrecesiones causadas por el encarecimiento delos combustibles. Y eso, tarde o temprano, va aconvenirse en el detonante del cambio hacia ladescarbonización.

CONCLUSIONES

Aunque sigue habiendo muchos extremos poraclarar sobre cómo va a evolucionar el climacomo resultado del aumento de los gases de efec-to invernadero, y cualquier predicción es arries-gada, la mayoría de científicos dan por seguroque el cambio se ha iniciado y que es en buenamedida consecuencia de nuestra actividad. Hayademás otros procesos de dimensiones globalesque también resultan de la acción humana. Al-gunos de ellos tienen potencial para producirsituaciones muy indeseables e incluso catastró-ficas. Es razonable tratar de cifrar los umbrales

que no deberían pasar ciertas variables, comoseriales de alerta, pero no debemos poner unaconfianza excesiva en los indicadores que sehan dado, ya que hay demasiada incertidumbreen su efecto en el conjunto del sistema com-plejo atmosférico, oceánico y social. Por ello,conviene usar estos valores con prudencia. Sóloun gran esfuerzo investigador puede reducir laincertidumbre y hacer mayor la utilidad de losindicadores que, sin embargo, por sí solos, nun-ca serán una solución. Mientras, las sociedadeshumanas han de emprender una carrera contrareloj para descarbonizar sus actividades, redu-cir el nivel de consumo de recursos, adaptarse auna economía de decrecimiento en este sentido(menor consumo de recursos per capita) en lospaíses ricos y favorecer un mayor equilibrio en-tre ricos y pobres a la vez que, gradualmente,habrá que rebajar la presión de la demografía,que contribuye a aumentar las demandas. Esteproceso va a suponer un cambio profundo enlos modelos productivos y de consumo, y seríailusorio esperar que la reunión de Copenhaguepropicie el avance en el sentido expuesto. Pero,por desgracia, es presumible que las crisis derecursos y energética continúen agravándoseen el futuro próximo y provoquen nuevas crisiseconómicas, lo que puede forzar en posterioresreuniones internacionales la adopción de medi-das más decididas. +

Las centralesde cualquierotro tipo deenergía, comopor ejemplola eólica,deberíanservir paraaumentarmucho laproducción deelectricidad,y ésta parasustituirmuchos usosactualesde loscombustiblesfósiles. Foto:RobertoAnguita.

19tulathwe 89 / Diciembre 2809