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Los laberintos múltiples de Beltenebros El tiempo, el espacio y las voces en Beltenebros, de Antonio Muñoz Molina María Clara Lucifora Universidad Nacional de Mar del Plata [email protected] “…yo iba notando con impasibilidad que me alejaba de la tierra firme y de la certidumbre de volver, que me llevaba una corriente más poderosa que mi voluntad y más verdadera o más falsa que mi vida, la otra…” (55) Beltenebros, de Antonio Muñoz Molina, puede considerarse una novela “laberíntica”, en consonancia con la tradición borgeana. Los diversos niveles (estructural, narrativo, intertextual, genérico, etc.) podríamos dibujarlos como una especie de laberintos, cuyos senderos van y vuelven sin centro, sin dirección definida, sin salida. Este trabajo se propone indagar tres de estos niveles: el laberinto de tiempo, conformado por el cruce entre el pasado, el presente y el futuro; el laberinto de espacios, constituido por las diversas ciudades mencionadas, los distintos espacios interiores, todos ellos desdibujados e imágenes de otra cosa; el laberinto de subjetividades, porque los personajes son ellos y otros al mismo tiempo, a la vez, son dobles de otros o totalmente contrapuestos. Para comenzar el análisis, resulta interesante reparar en la frase que inicia la novela: “Vine a Madrid para matar a un hombre” (9), porque a partir de ella, podemos determinar el tiempo que predomina: pasado, el espacio principal donde se desarrolla la acción: Madrid y el narrador en primera persona protagonista. Ahora bien, si ahondamos en cada una de estas categorías, ninguna se mantiene estable. En relación al tiempo en el que trascurre la acción, resulta productivo observar la distinción entre el tiempo de la historia y el tiempo del discurso. Con el primero, consideramos el tiempo cronológico en el cual está situada la acción, es decir, los veinte años que transcurren entre el asesinato de Walter a manos de Darman durante los inicios

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Ponencia Congreso CELEHIS 2007

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  • Los laberintos mltiples de Beltenebros

    El tiempo, el espacio y las voces en Beltenebros, de Antonio

    Muoz Molina Mara Clara Lucifora

    Universidad Nacional de Mar del Plata

    [email protected]

    yo iba notando con impasibilidad que me alejaba de la tierra firme

    y de la certidumbre de volver, que me llevaba una corriente ms

    poderosa que mi voluntad y ms verdadera o ms falsa que mi vida, la otra (55)

    Beltenebros, de Antonio Muoz Molina, puede considerarse una novela

    laberntica, en consonancia con la tradicin borgeana. Los diversos niveles

    (estructural, narrativo, intertextual, genrico, etc.) podramos dibujarlos como una

    especie de laberintos, cuyos senderos van y vuelven sin centro, sin direccin definida,

    sin salida.

    Este trabajo se propone indagar tres de estos niveles: el laberinto de tiempo,

    conformado por el cruce entre el pasado, el presente y el futuro; el laberinto de

    espacios, constituido por las diversas ciudades mencionadas, los distintos espacios

    interiores, todos ellos desdibujados e imgenes de otra cosa; el laberinto de

    subjetividades, porque los personajes son ellos y otros al mismo tiempo, a la vez, son

    dobles de otros o totalmente contrapuestos.

    Para comenzar el anlisis, resulta interesante reparar en la frase que inicia la novela:

    Vine a Madrid para matar a un hombre (9), porque a partir de ella, podemos

    determinar el tiempo que predomina: pasado, el espacio principal donde se desarrolla la

    accin: Madrid y el narrador en primera persona protagonista. Ahora bien, si

    ahondamos en cada una de estas categoras, ninguna se mantiene estable.

    En relacin al tiempo en el que trascurre la accin, resulta productivo observar la

    distincin entre el tiempo de la historia y el tiempo del discurso. Con el primero,

    consideramos el tiempo cronolgico en el cual est situada la accin, es decir, los veinte

    aos que transcurren entre el asesinato de Walter a manos de Darman durante los inicios

  • TERCER CONGRESO INTERNACIONAL CELEHIS DE LITERATURA

    del franquismo (aos 40) y la misin, encomendada al mismo Darman, de asesinar a

    Andrade (aos 60). Ibez Ehrlich asegura que es necesario tener en cuenta tambin el

    tercer punto de referencia histrica: el final de la dcada de los ochenta, momento de

    creacin y publicacin de la novela, porque es el momento desde el cual se sita el

    mismo Muoz Molina para el tratamiento esttico del franquismo que realiza en su

    novela (Cf. Ibez Ehrlich, 151). Beltenebros es un ejemplo ms del singular realismo

    que se desarrolla durante la etapa postfranquista (el realismo posmoderno del cual

    habla Joan Oleza) y que busca indagar en el pasado y explorar los referentes histricos

    desde nuevas categoras como lo privado, lo emocional, la corporalidad (Cf. Oleza, 41).

    Ahora bien, este tiempo histrico, que es fcilmente identificable, se cruza en el

    interior del texto con el discurso, el cual transforma la coordenada temporal en un

    laberinto de pasados diversos, de presente y de futuro; de modo que, finalizada la

    novela, nos resulta dificultoso determinar cul es el orden temporal de las acciones. En

    principio, el verbo inicial vine nos puede dar una pista, porque si bien, por su

    conjugacin, alude al pasado durante el cual se desarrolla la accin que narrar a

    continuacin, implica en su significado el espacio donde est situado el hablante en el

    presente de la enunciacin; es decir, desde el inicio de la novela hay una referencia al

    presente donde se ancla el protagonista para narrar su historia. Luego de esta primera

    frase, el narrador cuenta cmo llego a Madrid para cumplir su misin, pero lo que

    creemos que ser el instante inicial de la historia, slo resulta ser un momento

    intermedio. Desde all, la referencia al pasado ser mltiple: desde el ms alejado

    correspondiente al asesinato de Walter hasta el ms cercano durante el cual se desarrolla

    su vida familiar en Brighton (Inglaterra), el trato siempre extrao y hasta ridculo con

    los agentes secretos de la resistencia, e incluso la charla con Bernal y con Luque para

    encomendarle la nueva misin.

    Pero lo notable es que esta accin que inicia la novela pronto se hace parte de ese

    pasado, incrementando la densidad temporal, porque ella, junto a las siguientes (los

    encuentros con Rebecca, el encuentro con Andrade y su muerte y los extraos

    acontecimientos del final) constituyen, como dijimos, el pasado de un presente desde el

    cual Darman narra su historia. A partir de la tcnica del flash-back y los raccontos

    sucesivos, recupera una y otra vez un pasado que, si bien ya no existe, parece repetirse

    una y otra vez en cada nueva situacin. Y ah est la particularidad y el motivo de

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    nombrar el tiempo narrativo como un laberinto: todos los tiempos se identifican como si

    lo presente fuera slo un retorno al pasado, muy similar y, al mismo tiempo diferente, y

    tambin una posible vivencia en el futuro que sin duda se repetir, tal como las acciones

    ya narradas: Mi inteligencia se rebelaba contra las vanas duplicaciones del azar, pues

    no era posible que todo lo que yo haba vivido estuviera repitindose, con alteraciones

    secundarias que agravaban la irrealidad de mi viaje (173).

    Hacia el final, el presente inicial ha perdido su condicin de piedra fundamental

    donde se asienta la estructura del relato, para pasar a formar parte de reflexiones

    existenciales, comentarios, suposiciones o expresiones de angustia y desesperanza

    desperdigados por el texto: Yo desconfo siempre del silencio y la inmovilidad de los

    telfonos (34); o bien: Y es posible que aquel hombre no supiera nada (59);

    tambin: En toda llegada hay un instante de incertidumbre o de tristeza: marcharse es

    un duradero arrebato de felicidad (69).

    Por ltimo, tambin nos encontramos con referencias al futuro a partir de las cuales

    Darman hipotetiza sobre sus posibles pensamientos, razones o emociones futuras:

    Todava guardo la foto. Miro la cara de Andrade, que no es de traidor ni de hroe, y

    s que con los aos ir cobrando una actitud de profeca, ser la cara en la que estaba

    contenido no slo su destino, como supona Bernal, sino tambin el de cada uno de

    nosotros, sus verdugos, sus vctimas, sus perseguidores, los acreedores y jueces lejanos

    de sus actos (50). El futuro se presenta, de este modo, como un tiempo de revelaciones

    sobre los propios actos y las identidades; revelaciones que el narrador puede suponer o

    atisbar, pero que no logra ver claramente en el presente. Estas referencias logran

    proyectar las acciones pasadas y presentes como una sombra ineludible y densa sobre el

    futuro de los personajes: el pasado nos determina y el tiempo cclico no permite

    liberarnos de los fantasmas del pasado. El futuro se convierte en un nuevo espacio para

    este laberinto, que en principio poda presentarse como una posible salida, pero sin

    embargo, se convierte en una sala ms, idntica a las anteriores, y a la vez, otra:

    estara atrapndome como una de esas cinagas que se abren a veces en tiempo? sin

    permitir retroceso ni avance (58).

    La segunda referencia que nos presenta la primera frase de la novela es el espacio:

    Madrid, ciudad en la cual se desarrolla la accin. Si bien no es la nica ciudad donde

    suceden los hechos (tambin Florencia es descripta cuando Darman recibe la misin de

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    asesinar a Andrade), es la ciudad a la que ms alude el narrador y la que ms conflictos

    le produce. Darman es espaol, ha vivido en Madrid muchos aos, ha estado en Madrid

    durante la guerra y ahora vuelve para cumplir una nueva misin; sin embargo, la ciudad

    le resulta totalmente extraa y ajena a su propia identidad: Not que ese nombre,

    Atocha, se me haba vuelto extico, y que Madrid tambin era para m una ciudad

    extraa, la clase de ciudad menor (30). A pesar de esta extraeza, esta ciudad le

    devuelve la memoria y las sensaciones ms remotas de la juventud, cuando el mundo

    que nos rodea nos sorprende y nos modifica a cada momento: Cada vez que volva a

    Madrid era como si perdiese la piel de indiferencia y olvido que el tiempo haba

    agregado a la memoria, y todas las cosas me heran como recin sucedidas (58).

    Finalmente, Madrid adquiere caractersticas de espacio mtico, fuera del tiempo, donde

    el protagonista no encuentra anclaje o quiz lo encuentra en exceso, porque resulta ser

    el lugar de las revelaciones y de las simetras: De repente la ciudad era otra, ms

    dilatada y silenciosa, ntima como un bosque sagrado, porque de la colina me llegaba

    un olor a vegetacin y tierra hmeda. Abajo, a mi espalda, haba dejado la estacin

    pero los lugares por donde ahora caminaba pertenecan a otro mundo lejano que ya no

    era inhabitable (78). En este punto, la fractura espacial se entrecruza con la fractura

    temporal y el laberinto vuelve a multiplicarse: al otro lado de las luces de la ciudad y

    casi del tiempo (80). El espacio va mutando y fragmentndose, formando nuevas

    figuras en la percepcin del personaje, al modo de un caleidoscopio. Y en este punto, es

    posible preguntarse: cul de todas las configuraciones de Madrid es la ms cercana a la

    ciudad real? Y la respuesta es todas y ninguna, porque la capital espaola se vuelve

    literaria y se construye al tiempo que la subjetividad del personaje (y la nuestra) la va

    (re)conociendo, fundando y, a la vez, negando: Pens con un doble sentimiento de

    dolor y de huida que sta ya no era mi patria (62).

    Pero no slo se alude a la Madrid exterior (calles, plazas, iluminacin pblica), sino

    tambin a espacios provisionales (Cf. Ferrari, 203-204), donde se desarrolla la accin,

    los cuales acentan las caractersticas que ya veamos en las descripciones de la ciudad.

    Estos espacios (bares, hoteles, estaciones, aeropuertos) son intermedios y se constituyen

    ntimamente ligados a la subjetividad del narrador. Decimos provisionales o tambin

    intermedios, porque son lugares de paso para ir de un lugar a otro y, sin embargo, es

    donde el narrador se encuentra ms cmodo, quiz porque es all donde no necesita

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    preguntarse por su identidad, porque el carcter pasajero del espacio no le exige una

    subjetividad slida y unvoca: quedarme varias horas aislado y sin nada que hacer en

    un aeropuerto solitario se convirti misteriosamente en una circunstancia memorable

    (19). Es llamativo observar cmo en cada descripcin espacial las caractersticas se van

    repitiendo: inmundicia, desesperacin, sombras, fatiga, cenagoso, suciedad, asfixia,

    oscuridad, conformando espacios muy propios del cine negro y la novela de espionaje,

    gneros en los cuales abreva esta novela.

    Por ltimo, la constitucin de la subjetividad de los personajes, fuertemente ligada a

    los quiebres de tiempo y espacio, como veremos, resulta problemtica e inestable. Las

    identidades en Beltenebros estn fracturadas y son inasibles (Cf. Oropesa, 83). Si bien

    los personajes estn construidos en base a clichs del cine negro, el texto est plagado

    de reflexiones existenciales, preguntas, suposiciones, acciones inesperadas,

    contradicciones que no nos permiten determinar de una vez la conformacin interior de

    cada uno de ellos.

    La primera peculiaridad en relacin a esto es el hecho de que la visin de todos los

    personajes se encuentra filtrada por la voz narradora. Es Darman quien se cuestiona

    sobre su propia identidad y sobre la identidad de los dems. Esto hace an ms difcil la

    posibilidad de caracterizar de forma taxativa a cada uno de los personajes. Podemos

    preguntarnos: cmo seran los personajes si el narrador fuera externo al texto?

    Seguramente, sabramos mucho ms de ellos y su descripcin no estara teida de la

    profunda interioridad reflexiva, borrosa e indefinida de Darman. Podemos observar un

    atisbo de esta operacin en una reflexin que el narrador realiza poco despus de iniciar

    el relato: Ahora los rostros y los lugares se modificaban cada minuto en mi

    imaginacin como arrastrados por el agua, y mi memoria era a veces un trmulo

    sistema de espejos comunicantes (40).

    Ahora bien, el planteo de este problema de identidad apela a los emblemas y

    representaciones clsicas del doble, del rostro y la mscara, del nombre nico y los

    nombres falsos, de la fotografa y los espejos (Ferrari, 203). Los dobles se multiplican:

    los dos supuestos traidores: Walter y Andrade; las dos Rebecas: madre e hija; la doble

    identidad del verdadero traidor: Valdivia y Ugarte (Beltenebros); la identificacin del

    mismo Darman con el resto de los personajes. En una de las primeras pginas, una

    reflexin existencial sobre la condicin humana, nos da la clave de interpretacin de

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    esta duplicidad/multiplicidad de las identidades: en cada uno habitaba al menos un

    posible hroe y un posible desertor o traidor. Por eso eran tan hbiles en la ficcin del

    secreto, como actores sin trabajo que ejercen desinteresadamente la mentira (23). La

    mentira, la ficcin, el fingimiento1 se diseminan por toda la novela y generan la

    sensacin de indefinicin y angustia, as como tambin profundizan la complejidad de

    los laberintos que mencionbamos anteriormente.

    Darman, el hroe solitario, lejos de ser modelo de conducta como los hroes picos,

    vive en el lmite de una conciencia disgregada (Cf. Ferrari, 203) que no cesa de

    cuestionarse sobre su identidad, sobre su porvenir, sobre la perniciosa repeticin del

    pasado y de hechos que la memoria le arrebata una y otra vez (Cf. Pope, 118). En

    ocasiones, tiene la certeza de estar habitado por otro que acta en su lugar, hecho que

    acepta con resignacin, casi con indiferencia: Alguien que no era yo me suplantaba y

    decida mis acciones (146). Encontramos aqu una indudable huella borgeana que se

    profundiza cuando el espejo de una cafetera le devuelve la imagen de ese otro, extrao,

    que vive su vida de espionaje y crimen: me pareci la del otro, tal vez quien en verdad

    soy sin saberlo, el doble que viaj a Madrid mientras yo permaneca acogido a la

    penumbra de mi tienda (57).

    Dando un paso ms, las identidades llegan al extremo de la indefinicin cuando se

    diluyen sin ms en el vaco de la inexistencia, repitiendo la frase: no era/soy nadie,

    como en el caso de Darman, Luque o Andrade. Se convierten en fantasmas, en niebla o

    en muertos que pululan por el mundo de los vivos al cual ya no pertenecen: Yo era

    nadie, un muerto prematuro que todava no sabe lo que es, una sombra que cruzaba

    ciudades y ocupaba en los hoteles habitaciones desiertas (52).

    Por ltimo, el laberinto de las subjetividades se entrecruza con los laberintos de

    tiempo y espacio en la escena final de la novela que constituye el nudo de este cruce: un

    pasadizo que une dos espacios: la bote Tab y el Universal Cinema, dos tiempos: los

    aos 40 y los aos 60 y todas las subjetividades duplicadas y simtricas: Walter-

    Andrade, las dos Rebecas, Valdivia-Ugarte, Darman joven y adulto y su identificacin

    con el resto de los personajes. Es el momento en que todas las categoras se encuentran

    1 Es notorio el hecho de que, en muy pocas oportunidades, se utiliza el verbo ser para definir

    espacios, personajes, cosas y con demasiada frecuencia, el narrador usa el verbo parecer y las expresiones

    comparativas como si.

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    y estallan en pedazos que son imposibles de recoger. Termina la novela y hemos

    perdido toda referencia segura y estable. Hemos perdido el hilo de Ariadna que poda

    guiarnos hacia afuera, o cabe preguntarnos alguna vez lo tuvimos? Creamos saber cul

    era el tiempo en el que se desarrollan las acciones, creamos conocer el espacio,

    creamos haber profundizado en la psicologa de los personajes y, sin embargo, de un

    momento a otro y sin darnos cuenta, estamos atrapados en este laberinto que no nos

    permite salir. Termina la novela y no slo descubrimos que no hay salida para ella, sino

    que tampoco la hay para nosotros y para nuestra forma anterior de considerar las

    categoras ms bsicas como el tiempo, el espacio o la propia subjetividad, dndole un

    nuevo sentido a lo que expresa el epgrafe de este trabajo: me alejaba de tierra firme y

    de la certidumbre de volver; el alejamiento es definitivo.

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    BIBLIOGRAFA

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