los inicios de la teorÍa de las relaciones internacionales el primer debate

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  • 8/14/2019 Los Inicios de La Teora de Las Relaciones Internacionales El Primer Debate

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    PACHECO, Antonio. Los inicios de la teora de las relaciones internacionales. el primerdebate. Politeia, jul. 2001, vol.24, no.27, p.123-154. ISSN 0303-9757.

    Formato Documento Electrnico (ISO)PACHECO, Antonio. Los inicios de la teora de las relaciones internacionales. el primerdebate. Politeia. [online]. jul. 2001, vol.24, no.27 [citado 06 Octubre 2008], p.123-154.Disponible en la World Wide Web:

    . ISSN 0303-9757.

    LOS INICIOS DE LA TEORA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES.EL PRIMER DEBATE *

    Antonio Pacheco

    Resumen

    La Gran Guerra 1914-1918 se cerr con la derrota de Alemania, la desaparicin de lamonarqua en ese pas, el Tratado de Versalles y luego la Liga de las Naciones. ParaCarr, esta organizacin internacional y su famoso Covenantsignificaron una verdaderafbrica de errores internacionales, cuyo fundamento ltimo era lo que Carr denomina elutopismo y cuyo producto final y trgico fue la Segunda Guerra Mundial 1939-1945.Ante el fracaso del utopismo en las relaciones internacionales, Carr propone el realismo.

    La antinomia entre utopismo y realismo, que en materia de asuntos de Estado,nacionales o internacionales, se manifiesta en la antinomia entrepoltica y tica,resuelta por Machiavelli, en el fondo no es otra cosa que la vieja antinomia filosficaentre idealismo y empirismo, entre libertady determinismo. Se trata de un problema noresuelto, si se opta por uno de los dos extremos con prescindencia del otro, es decir, lasolucin tiene que tener en cuenta los sealamientos de una y otra tesis. Carr ha visto

    bien esta cuestin y por eso su realismo se presenta con las debidas reservas.

    Palabras clave: Realismo; Utopismo; Opinin pblica; Armona de intereses.

    Abstract

    The Great War (1914-1918) ended with the defeat of Germany, the abolishment ofmonarchy in that country, the Versailles Treaty and then the League of Nations.Carrsees this international organization and its renowned Covenantas a true factory ofinternational errors, ultimately based on what Carr deems utopism and tragically endingin World War II, 1939-1945. In response to the failure in international relations broughtabout by utopism, Carr proposes realism. The antinomy between utopism and realism,which in regards to matters of the state, nation or international community are expressedin the antinomy betweenpolitics and ethics, solved by Machiavelli, is truly none otherthan the old philosophical antinomy between idealism and empiricism, between libertyand determinism. This entails an unsolved problem should one of the two sides be

    adopted while disregarding the other. In other words, the solution must take into account

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    the aspects of both theses. Carr has clearly addressed this issue; therefore, his realism ispresented bearing certain prudence.

    Key words: Realism; Utopism; Public opinion; Harmony of interests.

    EL OBJETO DE ESTE ENSAYO

    Para quien no viene del campo de las relaciones internacionales, sino del de laFilosofay delDerecho, un ensayo como el que aqu presentamos, un informe final de un perodolectivo de diecisis semanas, tiene necesariamente que ser muy limitado en su contenidoy alcance. Estas limitaciones se constrien an ms por el marco establecido por lactedra para el desarrollo del trabajo, a saber, veinte pginas (que en algo excedimos,sin embargo). Decimos esto en estricto apego a la verdad, sin buscar en lo absoluto conello una captatio benevolentiae del lector. Adems, la lectura detenida de la primera ysegunda parte de la obra de Carr, que son a las que se refiere nuestro ensayo, nos hanhecho ver que slo un lector desprevenido y apresurado podra creer que una obra como

    sta puede analizarse a fondo en unas pocas semanas.1 Tan slo el anlisis del Covenantde la Liga de las Naciones, organizacin mundial que constituye una pieza central en lacrtica de Carr, requerira bastante tiempo, sin contar con la profusa bibliografasecundaria citada por Carr. Pretendemos, pues, en nuestro ensayo mostrar tan slo, hastadonde nos sea posible, luego de haber asistido a este interesante y docto seminario,dirigido por el doctor Carlos A. Romero, la comprensin que hayamos podido lograr,tanto del importante problema de lo que E.H. Carr denomina utopa en las relacionesinternacionales, planteado en su obra The Twenty Years Crisis. 1919-1939,2 salida delas prensas en Inglaterra en un mes y ao crticos para la paz en Europa y en el mundo,septiembre de 1939; como tambin de las razones por l alegadas a favor de su tesisalternativa, el realismo, que Carr por lo dems no considera como solucin excluyentede la utopa, sino complementaria de sta.3 Por eso, pues, queriendo acercarnos a estascuestiones controvertidas por el comienzo mismo de la discusin, elegimos estudiar,

    para nuestro ensayo o informe de fin de perodo lectivo, el denominado por la doctrinaprimer debate o debate iniciativo, que se plante precisamente a partir de Carr, acercadel futuro de las relaciones internacionales, si es que stas deban dejar de ser sloelucubraciones acadmicas de intelectuales, as fueran stos hombres de Estado, o biendeban adquirir un estatus de verdadera ciencia, que permitiera encontrar y proponersoluciones viables y confiables a los conflictos internacionales. Se trata del debate entrequienes sostenan elparadigma idealista, excluyente de todo realismo, vigente dicho

    paradigma sin discusin hasta la fecha en que Carr inicia su actividad acadmica en la

    ctedra de Teora de las relaciones internacionales en la Gran Bretaa y publica en1939 su obra The Twenty Years Crisis. 1919-1939, y quienes como l propusieron comoalternativa un nuevo paradigma, no excluyente del anterior pero necesariamentecomplementario de l, a considerar en el estudio de la Teora de las RelacionesInternacionales, elparadigma realista.4 La fecha en la que Carr prologa la primeraedicin de su obra es significativa: septiembre de 1939, momento histrico en el queHitler invade a Polonia y desata la Segunda Guerra Mundial; no lo es menos la fecha enla que prologa la segunda edicin: noviembre de 1945, fin de la Segunda GuerraMundial en Europa y en el Pacfico, e inicio paulatino de laguerra fra. La obra de Carres una meditacin concienzuda de las causas que hicieron fracasar elparadigmaidealista, cuya concrecin inoperante, despus de la Primera Guerra Mundial, fue la

    Liga de las Naciones, en buena medida hija sta de las ilusiones idealistas del presidenteamericano Woodrow Wilson. Carr afirmar, al final de su obra, que un Nuevo Orden

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    Internacional deber conjugar el elemento realista delpodercon el elemento idealista dela moralidad, y que sa ser la tarea del poder o poderes en ascenso.5 Dado que Carrejemplifica como concrecin paradigmtica del pensamiento utopista ese constructointernacional que fue la Liga de las Naciones, cuya sede fue Ginebra, en el que tanto loslderes europeos como los americanos pusieron la ilusin de que sera el instrumento

    para lograr la paz mundial definitiva, intentamos documentarnos al respecto. En elvolumen 13 de laEncyclopaedia Britnica6 encontramos un excelente escrito acerca dela Liga de las Naciones. El escrito contiene, adems, el texto de los 26 artculos deCovenanty una abundante bibliografa publicada para la poca de la edicin citada de laEnciclopedia. Le hemos dado una ojeada a todo ello; pero, de nuevo hay que decirlo, noes posible para nuestro modesto ensayo un examen profundo de lo que signific la Ligade las Naciones.7 De la lectura de la obra de Carr, de las citas all recogidas del

    presidente Wilson, de Lord Cecil y de otros lderes mundiales de la poca, el lector sehace una muy mala impresin de lo que fue esta organizacin internacional; no obstanteresulta asombroso, si se ha de creer a Carr al pie de la letra, que la Liga de las Nacionesse haya basado en la ms ingenua candidez, en la cual resalta conspicuamente el que los

    lderes mundiales hubieran realmente credo, por ejemplo, que "la opinin pblica" eraun disuasivo para la guerra. Si esto fue realmente as, y las citas que Carr ofrece en sulibro son contundentes, entonces no cabe duda alguna que el alegato de Carr por el

    paradigma realista,concretamente por la necesidad de incorporar en las relacionesinternacionales el elemento delpoder(aunque no slo este elemento como el mismoCarr seala,8 ya lo hemos dicho) fue un aporte esencial a la discusin y por ms que selo acompae de otros componentes, pensamos que ese elemento ser inseparable en elfuturo de cualquier paradigma que pretenda regir las relaciones internacionales. Por talrazn no logramos entender cmo fue posible que, de acuerdo con Carr, este elementodelpoder, tan antiguo en la doctrina poltica, al menos desde Maquiavelo, hubiera sidodeliberadamente puesto fuera de las previsiones dela Liga de las Naciones.9

    EL ORIGEN DE LA CIENCIA DE LA POLTICA INTERNACIONAL.

    LA ANTINOMIA ENTRE UTOPA Y REALIDAD

    El origen de la ciencia de la poltica internacional

    La preocupacin generalizada en los pases de habla inglesa por la polticainternacional, "la popularizacin de la poltica internacional", dice Carr, fue la que dioorigen a una ciencia de la poltica internacional. Se trataba de dar respuesta a una

    demanda popular. Despus de concluida la guerra europea 1914-1918, que afecttrgicamente a millones de personas, la guerra dej de ser vista como algoexclusivamente militar que afectaba slo a soldados profesionales y las relaciones entrelas naciones como competencia exclusiva de diplomticos especializados. El origen dela cuestin consisti en que las gentes comenzaron a preguntarse por las causas de laguerra y se pens, infundadamente, dice Carr, que los tratados secretos entre losgobiernos eran los causantes de los problemas. Se impona, entonces, encontrar unarespuesta cientfica al problema de las relaciones entre las naciones y de cmo lograr la

    paz permanente entre ellas. Carr muestra cmo en las ciencias de la naturaleza esposible separar el propsito con el cual se realiza una investigacin cientfica de losdatos que se manejan en ella. Los datos que se analizan en una investigacin cientfica

    tienen una objetividad que no puede ser influida por el propsito que mueve alinvestigador a investigar. Pero en las ciencias de la conducta, la situacin es muy

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    distinta. En stas el propsito forma parte de los datos a considerar, ya que puede llegara modificar las conductas que se estudian, si un nmero suficiente de personas se

    persuaden de la bondad de aqul y actan en consecuencia. As ocurre con la cienciapoltica, cuyo propsito es curar el cuerpo poltico, de modo que la ciencia poltica es laciencia no slo de lo que es sino de lo que debe ser.10

    Sucede, afirma Carr, que cuando la mente humana comienza a preocuparse porcuestiones novedosas, el propsito que la anima predomina sobre la objetividad de loshechos y de los medios, y el anlisis de unos y otros tienden a ser dbil o inexistentefrente a la fortaleza del propsito. As ocurri, por ejemplo, en el medievo con aquellosalquimistas que buscaban transmutar en oro otros metales; el propsito perseguido hizominimizar la realidad de los hechos, obviar el anlisis serio de las diferentes

    propiedades de los metales. El resultado fue el fracaso total. En el campo de las cienciashumanas hay tambin ejemplos de estos errores. Esta actitud de la mente humana, quehace prevalecer el propsito sobre la realidad de los hechos, constituye la utopa.11

    El error del pensamiento utpico en materia de ciencias humanas consiste, pues, en lapostulacin de una serie de generalizaciones o suposiciones artificiales, condicionesimaginarias, no verificadas, del comportamiento humano con prescindencia de larealidad objetiva de los hechos. La utopa no es el producto del anlisis, sino del deseode algo a lo que se aspira. En la utopa el elemento teleolgico predomina sobre elanlisis.12

    En la ciencia de la poltica internacional el elemento teleolgico estuvo presente desdeel comienzo. Surgi de la desastrosa guerra de 1914-1918: lagran guerra. Los pionerosde esta ciencia se vieron dominados por el avasallante propsito de impedir que tal cosa

    pudiera volver a ocurrir. El fin pareca tan importante que en l se concentr toda laatencin; y el anlisis crtico de los medios propuestos para alcanzarlo fue calificado dedestructivo e intil. Esta actitud se revela en la respuesta dada por el presidente Wilson,cuando se diriga a la Conferencia de Paz, a la pregunta que le fue hecha por algunos desus consejeros, de si crea que su plan para la Liga de las Naciones funcionara. Surespuesta fue que si no funcionaba, habra que hacerlo funcionar.13

    La etapa en la cual una ciencia merece realmente tal nombre, dice Carr, ocurre cuandoadquiere conciencia de la diferencia entre lo que es y lo que debiera ser. Esta distincin,sin embargo, no es absoluta en las ciencias polticas, de all que es difcil suemancipacin total del utopismo y que el cientfico poltico permanezca un tiempo ms

    largo que el cientfico fsico en la etapa utpica del desarrollo. En efecto, mientras elpropsito de transmutar plomo en oro, por ms apasionado que sea, no har variar laimposibilidad de lograr el fin propuesto, es innegable que si todo el mundo quisierarealmente un "estado mundial" o "seguridad colectiva", y designara lo mismo por esostrminos, esos fines se alcanzaran fcilmente. Se comprende entonces que, en una etapainicial de la ciencia poltica, se piense que de lo que se trata es de lograr unconvencimiento generalizado acerca de los fines propuestos. Pero el tiempo muestra que

    por esta va de la utopa poltica no se progresa. No todos quieren esos fines, y quieneslos quieren los entienden de modo diferente. As que se concluye que por s solo el

    propsito es estril y la realidad se impone como un elemento esencial del estudio de laciencia poltica. El impacto del pensamiento sobre el deseo, que sucede a los primeros

    proyectos visionarios y constituye el colapso del perodo especficamente utpico, sedenomina realismo.14

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    Como reaccin contra el utopismo, en el campo del pensamiento, el realismo enfatiza laaceptacin de los hechos y del anlisis de sus causas y consecuencias. Tiende adespreciar el rol del propsito y mantener, explcita o implcitamente, que la funcin del

    pensamiento es estudiar una secuencia de eventos que no pueden influenciarse oalterarse. En el campo de la accin, el realismo enfatiza la fortaleza de las fuerzas

    existentes y el carcter inevitable de las tendencias existentes; y sostiene que la mximasabidura consiste en aceptar y adaptarse a estas fuerzas y tendencias.15

    La tesis del realismo, aunque se presenta en nombre del pensamiento objetivo, puedeconducir, si es extremada, a la esterilizacin del pensamiento y a la negacin de laaccin. Pero hay una etapa en la cual el realismo es el correctivo necesario a laexuberancia del utopismo; de la misma manera como en otros perodos debe invocarseel utopismo para contrarrestar la esterilidad del realismo. Carr afirma que el

    pensamiento inmaduro est puesto predominantemente al servicio de un propsito y esutpico. Por el contrario, el pensamiento que rechaza totalmente el propsito es el

    pensamiento caduco. El pensamiento maduro, en cambio, combina propsito con

    observacin y anlisis. Utopa y realidadson, pues, las dos facetas de la cienciapoltica. Slo cuando ambas ocupen su lugar se darn el pensamiento y la vida polticasensatos.16

    La antinomia entre utopa y realidad

    La anttesis entre utopa y realidades fundamental y se muestra en los dos diferentesmtodos de aproximarse los problemas polticos. La inclinacin a ignorar lo que fue y loque es atendiendo slo a lo que debe ser, es la utopa. La inclinacin a deducir lo quedebe ser de lo que fue y lo que es, es el realismo. Los utpicos piensan que el mundodebe adecuarse a sus polticas. Los realistas piensan que sus polticas deben adecuarse alas realidades del mundo.17

    La anttesis entre utopa y realidadpuede apreciarse al considerar diversos mbitos dela existencia que constituyen parejas de contrarios, con los cuales utopa y realidad

    presentan alguna similitud, tales como libertady determinismo; teora yprctica;intelectualidady burocracia; y en materia poltica, izquierda y derecha.18

    Si se consideran utopa y realidaddesde el punto de vista de la libertady eldeterminismo, el utpico se sita del lado de la voluntad libre, es voluntarista, cree en la

    posibilidad mayor o menor de rechazar la realidad y de sustituirla por un acto de

    voluntad. El realista analiza un cursopredeterminado de desarrollo que l es incapaz decambiar. El utpico, fijando sus ojos en el futuro, piensa en trminos de espontaneidadcreativa. El realista, enraizado en el pasado, lo hace en trminos de causalidad. Carrafirma que ninguna de estas dos posiciones extremas es conveniente. Toda accin y todo

    pensamiento humanos provechosos deben establecer un balance entre utopa y realidad,entre voluntad libre y determinismo. De lo contrario, el realista cabal, que aceptaincondicionalmente la secuencia causal de los eventos, se priva de la posibilidad decambiar la realidad; y el utpico cabal, al rechazar la secuencia causal, se priva de la

    posibilidad de entender, tanto la realidad que busca cambiar como el proceso por el cualpuede ser cambiada. El utpico padece del vicio de la ingenuidad, el realista del de laesterilidad.19

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    Con relacin a la teora y laprctica, el utpico hace de la teora poltica una norma a lacual la prctica poltica debe conformarse. El realista considera la teora poltica unasuerte de codificacin de prctica poltica. La relacin entre teora y prctica, dice Carr,ha sido reconocida en aos recientes20 como uno de los problemas centrales del

    pensamiento poltico. Ahora bien, tanto el utpico como el realista distorsionan esta

    relacin. El utpico, pretendiendo reconocer la interdependencia entre propsito yrealidad, trata el propsito como si fuera el nico hecho relevante y lo afirma como sifuera una realidad. As, por ejemplo, la Declaracin Americana de Independencia afirmacomo realidad, siendo as que no lo es, que "todos los hombres son creados iguales". Seha afirmado tambin que "la paz es indivisible" y que "la divisin biolgica de lahumanidad en estados independientes en guerra es un absurdo". Proposiciones comostas, afirma Carr, son slo tems en un programa poltico disfrazados de afirmacionesde hecho. El realista percibe estas proposiciones utpicas no como hechos sino comoaspiraciones, y como tales para l no son proposiciones a priori, 21 sino que estnenraizadas en el mundo de la realidad [son proposiciones a posteriori, habra quedecir, para continuar usando el lenguaje de Kant]deuna manera tal que el

    utpico fracasa completamente en entender. El realista, en cambio, entiende estasproposiciones como provenientes de situaciones reales. As, la igualdad del hombre espara el realista la ideologa de los subprivilegiados, que buscan elevarse al nivel de losprivilegiados; la indivisibilidad de la paz es la ideologa de los estados que, estandoparticularmente expuestos a ataque, estn deseosos por establecer el principio de que unataque a ellos es materia de preocupacin para otros estados ms afortunadamentesituados; el absurdo de los estados soberanos es la ideologa de potencias predominantesque encuentran en la soberana de otros estados una barrera al disfrute de su propia

    posicin predominante. Para Carr, la exposicin que hace el realista de las fundacionesocultas de la teora utpica es un preliminar necesario para cualquier ciencia polticaseria. Sin embargo, dice Carr, el realista, al negar cualquier cualidad a priori a las teoras

    polticas, y al probar que ellas estn enraizadas en la realidad [son proposicionesa posteriori], cae fcilmente en un determinismo, es decir, la teora, no siendoms que una racionalizacin de un propsito condicionado y predeterminado, es una

    pura excrecencia impotente para alterar el curso de los eventos. As, pues, mientras elutpico trata el propsito como el solo y ltimo hecho, el realista corre el riesgo detratar el propsito nicamente como el producto de otros hechos.22

    La conclusin de Carr en este apartado, theory and practice, es una exhortacin a laconciliacin entre teora yprctica. Para Carr, el proceso poltico no consiste, comosostiene el realista, en una pura sucesin de fenmenos gobernados por leyes mecnicas

    de causalidad; pero tampoco consiste, como afirma el utpico, en la pura aplicacin a laprctica de ciertas verdades tericas desarrolladas a partir de su conciencia interna porpersonas sabias y visionarias. La ciencia poltica, dice Carr, debe basarse en elreconocimiento de la interdependencia de teora yprctica, la cual slo puedealcanzarse mediante una combinacin de utopa y realidad.23 En el fondo, lo que est

    planteado es el viejo problema filosfico de la antinomia entre el idealismo deraigambre platnica y el realismo de raigambre aristotlica. Y aunque de algn modosus respectivas versiones modernas fueron el racionalismo o dogmatismo continentalesy el empirismo insular britnico (que Kant intent conciliar en su Crtica de la razn

    pura).

    Una expresin concreta de la anttesis entre teora yprctica en poltica es la oposicinentre el intelectualy el burcrata. El intelectual est entrenado para pensar

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    principalmente de acuerdo con lineamientos a priori, mientras que el burcrata lo hacesobre una base emprica. 24

    El intelectual trata de lograr que la prctica est en conformidad con la teora, ya que losintelectuales son particularmente renuentes a reconocer que sus ideas estn

    condicionadas por fuerzas externas a ellas mismas. Se estiman a s mismos como lderescuyas teoras proveen la fuerza motivadora a los llamados hombres de accin. Ms an,la totalidad del punto de vista intelectual de los ltimos doscientos aos ha sidofuertemente influido por las ciencias matemticas y naturales. La mayora de losintelectuales ha admitido que la base necesaria y el punto de partida de cualquier cienciaconsiste en establecer un principio general y ensayar lo particular a la luz de ese

    principio. A este respecto puede decirse que el utopismo, con su insistencia en unprincipio general, representa el caracterstico enfoque intelectual de la poltica.Woodrow Wilson es un excelente ejemplo del intelectual en poltica. Su mtodo polticoconsista en basar su exhortacin en principios amplios y simples, evitandocomprometerse con medidas especficas. Supuestos principios generales, tales, como

    "autodeterminacin nacional", "libre comercio" o "seguridad colectiva", no son para elrealista sino expresiones concretas de intereses y condiciones particulares. Carr afirmaque en los tiempos modernos los intelectuales han sido los lderes de cada uno de losmovimientos utpicos; y que el servicio que el utopismo ha prestado a la poltica sedebe en gran parte a ellos. Sin embargo, agrega, la debilidad caracterstica del utopismoes tambin la debilidad caracterstica del poltico intelectual: el fracaso en entender larealidad existente y el modo como sus propias generalizaciones estn enraizadas enella.25

    El burcrata, por su parte, tiene un enfoque fundamentalmente emprico de la poltica.El burcrata pretende manejar cada problema particular "con base en sus mritos",evitar la formulacin de principios y estar guiado en el curso correcto por algn procesointuitivo nacido de una larga experiencia y no de un razonamiento consciente. Para el

    burcrata no hay casos generales, sino casos especficos. Rechaza la teora y en esto seasemeja al hombre de accin. Retrocede frente a las constituciones escritas y los pactossolemnes, y se deja guiar por el precedente, por instinto, por el sentimiento de lo que escorrecto. El burcrata est estrechamente asociado con el orden existente, con elmantenimiento de la tradicin y con la aceptacin del precedente como criterio segurode accin. La consecuencia de todo esto, dice Carr, es que la burocracia fcilmentedegenera en un rgido y vaco formalismo, y reclama un esotrico entendimiento de

    procedimientos apropiados, que no es accesible incluso al ms inteligente no iniciado.

    De all los dichos: "Experiencia vale ms que ciencia" y "Logros en aprendizaje y enciencia contribuyen poco a hacer sabio al hombre en poltica". Por eso, cuando unburcrata quiere condenar un propsito lo llama "acadmico". Prctica, no teora;entrenamiento burocrtico, no brillo intelectual, es la escuela de la sabidura poltica. El

    burcrata tiende a hacer de la poltica un fin en s misma. Es conveniente recordar, diceCarr, que Machiavelli y Bacon fueron burcratas.26

    La oposicin entre el intelectual y el burcrata, dice Carr, fue particularmenteimportante en Gran Bretaa durante los veinte aos entre las dos guerras en el campo delos asuntos exteriores. Durante la Primera Guerra Mundial, la Unin de ControlDemocrtico, una organizacin de intelectuales utpicos, luch por popularizar el punto

    de vista de que la guerra era debida con mucho al control de los asuntos exteriores entodos los pases por diplomticos profesionales.27

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    El presidente americano Woodrow Wilson, poltico intelectual, crea que la paz estaraasegurada si los asuntos internacionales eran resueltos no por diplomticos o polticoscada uno vido de servir a sus propios intereses, sino por desapasionados cientficos-gegrafos, etnlogos, economistas- que hubieran hecho estudios de los problemasconcernidos. Burcratas, y especialmente diplomticos, fueron largamente considerados

    con suspicacia en los crculos de la Liga de las Naciones. Se consideraba que la Ligacontribuira grandemente a la solucin de los problemas internacionales, sacndolos delas manos reaccionarias de las oficinas de asuntos exteriores. En este sentido, al

    presentar el borrador del Covenanta la sesin plenaria de la Conferencia de Paz, Wilsonsostuvo que para que no se repitieran los errores que en el pasado se haban cometido, laLiga de las Naciones no deba ser meramente un cuerpo de representantes oficiales delos diversos gobiernos. Por su parte Lord Cecil critic en la Cmara de los Comunes, en

    julio de 1919, una tendencia que exista en las clases oficiales a pensar que lo que es, eslo correcto.28 Y en la Segunda Asamblea invoc, contra las "clases oficiales", el apoyode la "opinin pblica", que se supona representaba la Liga. Tales alegatos, dice Carr,fueron frecuentemente escuchados durante los siguientes diez aos.29

    El burcrata, por su parte, desconfiaba por igual del celo misionero de los entusiastasintelectuales por la seguridad colectiva, el orden mundial y el desarme, esquemas que le

    parecan ser el producto de la pura teora divorciada de la experiencia prctica. Lacuestin del desarme ilustr bien este punto de vista divergente. Para el intelectual, el

    principio general era simple y directo: las dificultades alegadas para su aplicacin erandebidas a la obstruccin por los "expertos". Para el experto, el principio general eracarente de sentido y utpico; si los armamentos podan ser reducidos, y si era as cules,era una cuestin "prctica" a ser decidida en cada caso "en base a sus mritos".30

    La anttesis entre utopa y realidad, teora yprctica, se reproduce, dice Carr, en la quese da entre el radicaly el conservador, de derecha e izquierda, aunque los partidos asetiquetados no siempre representan las respectivas tendencias. El radical es utpico y elconservador es realista. El intelectual, el terico, tender hacia la izquierda y el

    burcrata, el prctico, lo har hacia la derecha. Para Carr, un buen ejemplo del polticoconservador, realista, prctico era Neville Chamberlain [aunque es bien sabidoque de poco le sirvi a ste su realismo prctico con Hitler y la cinematografa haguardado para la historia la triste escena con la figura de este iluso ministro britnicoagitando como un triunfo, al pie del avin a su regreso de Munich, en los alboresmismos del inicio de la Segunda Guerra Mundial, el papel firmado por elFhrerquesupuestamente garantizaba la paz en Europa]. Chamberlain sostuvo en la Cmara

    de los Comunes, ante la oposicin laborista, y luego en su libro The Struggle for Peaceque tener una poltica significaba determinar el curso de accin conveniente a seguirante una situacin particular; y siendo as que las situaciones y condiciones en losasuntos exteriores cambian continuamente, no es posible establecer ninguna poltica deuna vez y para siempre.31

    La anttesis entre utopa y realidadse manifiesta del modo ms fundamental posible enel criterio discrepante que acerca de la relacin entre tica ypoltica tienen el utpico yel realista. El utpico establece un patrn tico que pretende que sea independiente de la

    poltica, y busca que sta se adecue a aqul. El realista no acepta ningn patrn de valorque no sea fctico. Para el realista el patrn absoluto del utpico est condicionado y

    dictado por el orden social, y por consiguiente es poltico. La tica es relativa, nouniversal y debe ser interpretada en trminos de poltica. La bsqueda de una norma

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    tica fuera de la poltica est condenada al fracaso. Para el realista no hay otro bien quela aceptacin de la realidad.32

    LA CRISIS INTERNACIONAL. EL FRACASO DEL UTOPISMOPREDOMINANTE EN LA LIGA DE LAS NACIONES. LA CRTICA DEL

    REALISMO

    Los antecedentes del utopismo

    Carr afirma que los orgenes de lo que l denomina la moderna escuela del pensamientopoltico utpico se remontan a la quiebra del sistema medieval, que presupona unsistema tico y un sistema poltico universales basado en la autoridad divina. Losrealistas del Renacimiento hicieron de la tica un instrumento de la poltica, de modoque la autoridad del Estado sustituy a la autoridad de la Iglesia como rbitro demoralidad. La respuesta de la escuela utpica33 consisti en recurrir a la antiguadoctrina, de raigambre griega, del derecho natural, cuya fuente ltima era la razn

    humana individual. Para los griegos el derecho natural haba consistido en una intuicinacerca de lo que era moralmente correcto. Los estoicos, y ms tarde los escolsticos,identificaron el derecho natural con la razn. En los siglos XVII y XVIII se pretendique as como en la ciencia la leyes de la naturaleza podan deducirse por un proceso derazonamiento, a partir de hechos observados relativos a la naturaleza de la materia, astambin podan establecerse cientficamente la ley moral de la naturaleza. La deduccinracional a partir de supuestos hechos de la naturaleza humana ocup el lugar de larevelacin o de la intuicin como fuente de la moralidad. La razn poda determinar queran las leyes morales universalmente vlidas; y se admiti que una vez que sedeterminaran estas leyes, los seres humanos actuaran en conformidad con ellas, talcomo la materia lo hace en conformidad con las leyes de la naturaleza.34

    Ya para el siglo XVIII, dice Carr, las lneas principales del pensamiento poltico utpicoestaban firmemente establecidas. Era esencialmente individualista, en tanto haca de laconciencia humana la instancia suprema en cuestiones morales. Y era esencialmenteracionalista, en tanto identificaba la conciencia humana con la voz de la razn. EnFrancia se lo asoci a una tradicin secular y en Inglaterra a una evanglica. Pero fueJeremy Bentham quien dio al utopismo del siglo XIX su forma caracterstica. Bentham

    parti del postulado de que "la caracterstica fundamental de la naturaleza humana esbuscar el placer y evitar el dolor". De all dedujo que el bien consista en "la mayorfelicidad para el mayor nmero", a la vez que rechaz como "anrquico" el punto de

    vista de que haba tantos patrones cuantos hombres de correcto e incorrecto. La mayorfelicidad del mayor nmero fue la definicin del contenido del derecho natural en elsiglo XIX, dice Carr.35 Advierte, sin embargo, que el individualismo y el racionalismono son elementos necesarios del pensamiento utpico. En efecto, dice, utopismos comoel fascismo, el leninismo, y hasta el marxismo, contienen elementos antiindividualistase irracionales.36

    La importancia de la contribucin de Bentham tuvo un doble aspecto, dice Carr. Enprimer lugar, al identificar el bien con la felicidad, provey una confirmacin razonablea la suposicin "cientfica" de los racionalistas del siglo XVIII, de que el hombre seconformara infaliblemente a la ley moral de la naturaleza, una vez que su contenido

    hubiera sido razonablemente determinado. En segundo lugar, preservando el aspectoracionalista e individualista de la doctrina, tuvo xito en darle una base ms amplia. La

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    doctrina de la razn del siglo XVIII era intelectual y aristocrtica: se supona que slolos filsofos tenan la capacidad de raciocinio para descubrir el bien. Pero ahora que lafelicidad era el criterio, lo nico que se requera era que el individuo entendiera dndeyaca su felicidad. De all surgi la teora de la salvacin por medio de la opinin

    pblica. Un discpulo de Bentham, James Mill fue quien la formul. Postul que,

    aunque algunos pudieran equivocarse, la mayora juzgara correctamente ante laevidencia de una determinada conclusin racionalmente presentada.37

    La creencia en que la opinin pblica juzgara correctamente acerca de cualquiercuestin a ella presentada racionalmente, combinada con la suposicin de que ellaactuara de acuerdo con este juicio correcto, era una base fundamental del credo liberal,dice Carr. El optimismo del siglo XIX se basaba en una triple conviccin: en que la

    bsqueda del bien era materia de razonamiento correcto; en que la difusin delconocimiento hara pronto posible para cada uno razonar correctamente acerca de esteimportante asunto; y por ltimo, que cualquiera que razonara correctamente acerca deello necesariamente actuara correctamente.38

    Estos principios fueron aplicados en lneas generales a los asuntos internacionales. Selleg a pensar que la opinin pblica sera suficiente para prevenir la guerra. En EuropaOccidental se admiti cada vez ms la doctrina racionalista de que la posesin decreencias morales correctas y el resultado de las acciones correctas poda ser aseguradomediante un proceso de razonamiento. Fue una poca en que se proclam sin reserva lasupremaca del intelecto. Comte sostuvo, en su Cours de Philosophie Positive, que es laevolucin intelectual la que determina esencialmente el curso de los fenmenossociales; Buckle, en suHistory of Civilisation, afirm que el disgusto por la guerra es

    propio de la persona intelectual; y Sir Norman Angell pretendi demostrar, en TheGreat Illusion y otros libros, que la guerra no fue nunca provechosa para nadie. Se

    pens que la razn poda demostrar lo absurdo de la anarqua internacional y que, con elincremento del conocimiento, suficiente nmero de personas se convenceran de talabsurdo y de este modo se le pondra fin.39

    Despus de 1900, ya nadie sostena en Gran Bretaa ni otros pases europeos lassuposiciones del racionalismo de Bentham. Sin embargo, dice Carr, estas suposicionesreaparecieron en la segunda y tercera dcadas del siglo XX, en el campo especial de la

    poltica internacional, y establecieron las fundaciones de un nuevo edificio utpico. Elfactor decisivo para la reaparicin del benthamismo fue la influencia del presidenteamericano Woodrow Wilson. La democracia liberal del siglo XIX haba funcionado

    exitosamente en algunos pases, gracias a que sus presupuestos coincidieron con elestado de desarrollo de dichos pases. Al mismo tiempo, el utilitarismo y el laissez-fairesirvieron y dirigieron en ellos el curso de la expansin industrial y comercial. Fue estaconjuncin de factores la que se perdi de vista. No se tuvo en cuenta, dice Carr, que lademocracia liberal del siglo XIX estaba basada en un balance de fuerzas peculiares aldesarrollo econmico del perodo y de los pases concernidos y no en ciertos principiosracionales a priorique pudieran ser aplicados en otros contextos y producir resultadossimilares. La generalizacin de tal aplicacin era esencialmente utpica. Ahora bien, fueeste punto de vista utpico el que, bajo la inspiracin de Wilson, domin el mundodespus de la Primera Guerra Mundial.40

    La ms importante de las instituciones afectadas por este intelectualismo unilateral depoltica internacional, dice Carr, fue la Liga de las Naciones, que fue el intento de

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    aplicar los principios del liberalismo de Locke a la construccin de una maquinaria quepermitiera lograr el orden internacional.41 Con el Covenantse quiso llevar a los asuntosmundiales el punto de vista de una sociedad liberal democrtica. Pero este trasplante denacionalismo democrtico de la esfera nacional a la internacional estaba llena dedificultades imprevistas. Cualquier orden social implica una gran estandarizacin, y por

    consiguiente de abstraccin; no puede haber una regla diferente para cada miembro dela comunidad. La estandarizacin es relativamente fcil, afirma Carr, para comunidadesde no muchos millones de habitantes conformados ms o menos cercanamente a tiposreconocidos. Pero cuando se trata de gran nmero de estados, que difieren en tamao,

    poder y en desarrollo poltico, econmico y cultural, se presentan infinitascomplicaciones. La Liga de las Naciones, que fue el primer intento en gran escala paraestandarizar problemas polticos internacionales sobre una base racional, fue

    particularmente susceptible a tales complicaciones.42

    Los fundadores de la Liga, algunos de los cuales eran hombres de experiencia ysensatez polticas, dice Carr, haban reconocido ciertamente los peligros de la perfeccin

    abstracta. Pero, desafortunadamente, los ms influyentes polticos europeos descuidaronla Liga durante sus crticos aos formativos. El racionalismo abstracto gan la ventaja, ya partir de 1922 la corriente utpica se estableci con fuerza en Ginebra. La crticagrafic esta situacin diciendo que, tanto en Ginebra como en los despachos deRelaciones Exteriores, exista una suerte de ndice de sucesos o situaciones,clasificados, aplicables a cualquier caso concreto de la realidad que se presentara, lo que

    permita disponer siempre de la solucin adecuada correspondiente.43

    Carr afirma que incluso el lenguaje corriente de la poca en la Liga de las Nacionesmostraba la tendencia a evitar lo concreto a favor de las generalizaciones abstractas, eldivorcio entre teora y prctica. Un hombre de Estado como Winston Churchill y unfilsofo como Bertrand Russell, a mediados de la dcada de los treinta, se daban cuentade esta situacin. Churchill dijo en 1932, no recordar tiempo alguno anterior en el que la

    brecha entre el lenguaje empleado por los estadistas y lo que realmente estabaocurriendo hubiera sido mayor. Russell, por su parte, afirm en 1937, que losmetafsicos de Ginebra encontraban difcil creer que una acumulacin de textosingeniosos que prohiban la guerra no eran una barrera contra la guerra misma.44 Unavez que los actores de la Liga tuvieron la conviccin, dice Carr, de que la salvacinestaba en una suerte de ndice o catlogo de casos, y en que el difcil flujo de la polticainternacional poda ser canalizado mediante frmulas abstractas seguras, inspiradas enlas doctrinas de la democracia liberal del siglo XIX, el final de la Liga como

    instrumento poltico efectivo estuvo a la vista.45Tampoco tuvo mejor fortuna el intento de trasplantar a la esfera internacional la feliberal en la opinin pblica. La creencia del siglo XIX en la opinin pblica consistaen admitir, primero, que sta prevalecera en el largo plazo; segundo, que ella siemprees correcta. Los primeros intentos que invocaron la opinin pblica como una fuerza enel mundo internacional, fueron hechos en Estados Unidos por el presidente Taft hacia1909. Posteriormente el presidente Wilson continu en esta lnea de conviccin. Alentrar Estados Unidos en la guerra, Wilson afirm: Statesmen must follow the clarifiedcommon thought or be broken. Ms tarde, al dirigirse a Pars a la Conferencia de Paz,sostuvo que la Conferencia deba estar preparada para seguir y expresar las opiniones y

    la voluntad del pueblo ms bien que las de los lderes de la Conferencia, si se quera

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    evitar otra ruptura del mundo. Estas ideas de Wilson jugaron un papel importante en eltrabajo de la Conferencia.46

    Cuando la Cmara de los Comunes debati la ratificacin del Tratado de Versalles, enjulio de 1919, Lord Cecil fue el principal expositor del Covenantde la Liga. Dijo en esa

    ocasin que en general no haba intento alguno en depender de nada como un superEstado; no haba intento alguno en depender del uso de la fuerza para llevar a cabo unadecisin el Consejo de la Asamblea de la Liga. Slo se dependa de la opinin pblica.Y afirm que si en eso se erraba, todo estaba errado. Esta misma idea la reiter en 1923al hablar ante la Conferencia Imperial y luego en la Primera Reunin de la Liga de las

    Naciones.47

    El fracaso del utopismo

    El fracaso del utopismo ocurri bastante sbitamente. En septiembre de 1931 LordCecil sostuvo, ante la Asamblea de la Liga de las Naciones, que rara vez haba habido

    antes un perodo de la historia mundial cuando la guerra haba parecido tan pocoprobable como en ese momento. Sin embargo, muy pocos das despus, ese mismo mes,Japn abri su campaa en Manchuria. A partir de este momento, otra serie de hechosmostraron que las premisas que se haban venido sosteniendo acerca del orden mundialestaban divorciadas de la realidad. Especialmente la creencia en "la condena por laopinin pblica internacional" se vio desvirtuada completamente. El que se siguierasosteniendo en Estados Unidos la creencia en la fuerza de la opinin pblica, seinterpret en Europa como un indicio de la renuencia americana a recurrir a armas ms

    poderosas. En 1932 Churchill denunci en la Liga de las Naciones la ingenuidad de estaorganizacin por continuar predicando convicciones ya desgastadas. En 1938, despusque Alemania se anex Austria, el propio Lord Cecil [de regreso de sus tesisanteriores] pregunt indignado si el primer ministro Neville Chamberlainsostena que el uso de la fuerza material era impracticable y si la Liga deba cesar deintentar sanciones y limitar sus esfuerzos a la fuerza moral.48

    El escepticismo se extendi no slo a la premisa de que la opinin pblica ciertamentehaba de prevalecer, sino a que ella ciertamente fuera correcta. En la Conferencia de Pazse observ que los estadistas eran a veces ms razonables y moderados que la opinin

    pblica que se supona que ellos representaban. El prestigio de la opinin pblicadeclin entre quienes apoyaban la Liga de las Naciones. Los intelectuales de los asuntosinternacionales tenan posiciones unnimes acerca de las lneas de accin que deban

    seguirse en materia, poltica y econmica. Pero los gobiernos de muchos pasesactuaron en sentido contrario y fueron respaldados en las urnas electorales por laopinin pblica. Se abri cada vez ms la brecha entre teora y prctica.49

    Carr sostiene que es una evasin sin sentido pretender que lo que ocurri no fue unfracaso de la Liga de las Naciones, sino slo el fracaso de aquellos que rehusaronhacerla funcionar. El colapso de los aos treinta, dice Carr, fue demasiado abrumador

    para ser explicado meramente en trminos de accin o inaccin. El fracaso de la Liga delas Naciones acarre la bancarrota de los postulados en los cuales ella haba sido

    basada. Ahora bien, si las suposiciones del liberalismo del siglo XIX son de hechoinsostenibles, no es sorprendente que la utopa de los tericos internacionales causaran

    tan poca impresin sobre la realidad. Pero si ellas son insostenibles hoy en da

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    [1939], afirma Carr, habr que explicar por qu encontraron tan ampliaaceptacin, e inspiraron tan esplndidos logros en el siglo XIX.50

    La doctrina de la armona de intereses

    En el siglo XIX se admiti, y ello influy en la poltica internacional, la denominadadoctrina de la armona de intereses. Constituye un problema de filosofa poltica, diceCarr, el determinar por qu las personas deben someterse a reglas de conducta, que sonlas que permiten la existencia de cualquier sociedad nacional o internacional. A estainterrogante se dan dos tipos de respuestas. Una de ellas sostiene que la obligacinderiva de una intuicin acerca de lo que es correcto y ello no es demostrable medianteargumentos racionales. Para quienes tal cosa afirman, la tica tiene primaca sobre la

    poltica, lo que significa que es deber del individuo someterse, por consideracin a lacomunidad como totalidad, sacrificando su propio inters al inters de otros, msnumerosos o ms merecedores. La otra respuesta parte de la primaca de la polticasobre la tica. Sostiene que la mayora gobierna porque es ms fuerte y que la minora

    se somete porque es ms dbil. La obligacin deriva as de una suerte de tica espuriaque se basa en reconocer que el poder es lo correcto.51

    El hombre moderno, dice Carr objet ambas respuestas. Por una parte, estuvo renuentea admitir que pudiera haber conflicto entre razn y obligacin. Por otra parte, como amuchos otros hombres en pocas anteriores, no le resultaba satisfactorio el punto devista de que la base racional de la obligacin fuera simplemente el derecho del msfuerte. El utpico de los siglos XVIII y XIX crey resolver ambas dificultadesconjuntamente. Sostuvo, por una parte, que la obligacin del individuo de someterse areglas de conducta tiene un carcter tico que es independiente del derecho del msfuerte. Por otra parte, sostuvo, a diferencia del realista, que el deber del individuo desometerse a reglas hechas en el inters de la comunidad puede ser justificado entrminos de razn; y que el mayor bien del mayor nmero es un fin racional, incluso

    para aquellos que no estn incluidos en el mayor nmero. El utpico logra esta sntesisal mantener que el mayor inters del individuo y el mayor inters de la comunidadcoinciden naturalmente. Al perseguir su propio inters, el individuo persigue el de lacomunidad y al promover el inters de la comunidad, promueve el suyo propio. sta esla famosa doctrina de la armona de intereses, que es un corolario del postulado deacuerdo con el cual las leyes morales pueden ser establecidas por el correctorazonamiento.52

    La doctrina de la armona de intereses fue popularizada, afirma Carr por la escuela deeconoma poltica de Adam Smith53 del laissez-faire. El propsito de esta escuela erapromover la remocin del control del Estado en materias econmicas. La prueba de quese poda confiar en el individuo, sin control externo, para promover los intereses de lacomunidad, porque stos eran idnticos a los de aqul, se ofreci en The Wealth of

    Nations.54 Adam Smith divide la comunidad en tres grandes sectores: los que viven byrent, los que viven by wages, y los que viven by profit. Adam Smith sostiene que losintereses de estos tres grandes sectores estn estricta e inseparablemente conectados conlos intereses generales de la sociedad. La armona es real aunque los concernidos notengan conciencia de ella. El individuo, dice Smith, ni intenta promover el inters

    pblico ni sabe cunto de l est promoviendo. Slo intenta su propia ganancia, y en

    esto, como en muchos otros casos, es conducido poruna mano invisible para promoverun fin que no era parte de su intencin.55

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    La forma que Adam Smith dio a la armona de intereses, dice Carr, era aplicable a laeconoma del siglo XVIII. Presupona una sociedad de pequeos productores ycomerciantes, interesados en la maximizacin de la produccin y el intercambio,infinitamente mvil, adaptable y despreocupada de los problemas de la distribucin del

    bienestar. Estas condiciones se realizaron mientras la produccin no supuso altos grados

    de especializacin e inversin de capital en equipos fijos, y cuando la clase que podaestar interesada en una equitativa distribucin del bienestar ms que en su mximaproduccin era insignificante y sin influencia. Pero la invencin de la mquina de vaporpor Watt en 1776, el mismo ao de la publicacin de The Wealth of Nations, que habade impulsar la revolucin industrial, dara origen a una industria gigantesca, inmvil,altamente especializada, y a un grande y poderoso proletariado ms interesado endistribucin que en produccin. Una vez que el capitalismo y el sistema de clases llega ser la estructura reconocida de la sociedad, afirma Carr, la doctrina de la armona deintereses adquiri una nueva significacin: se convirti en la ideologa de un grupodominante, interesado en mantener su predominio aseverando la identidad de susintereses con los de la comunidad como totalidad.56

    Esta transformacin fue posible, dice Carr, y la doctrina de la armona de intereses nohabra sobrevivido, de no haber sido por la expansin en paralelo de la produccin,

    poblacin y prosperidad, que marcaron los cien aos siguientes a la publicacin de TheWealth of Nations. La expansin de la prosperidad contribuy a la popularidad de ladoctrina de la armona de intereses de tres maneras: atenu la competencia por la

    bsqueda de mercados entre los productores, ya que siempre se hallaban unos nuevos;pospuso la cuestin de las clases, con su insistencia en la importancia primaria endistribucin equitativa, al extender a los miembros de las clases menos prsperas algode la prosperidad general; y cre un sentido de confianza en el bienestar presente yfuturo, animando a los hombres a creer en que el mundo estaba ordenado en un planracional como el de la armona de intereses. La tcita presuposicin de mercadosinfinitamente en expansin fue la fundacin sobre la cual descans la supuesta armonade intereses.57

    Se supuso entonces que lo que era verdad de los individuos lo era tambin de lasnaciones. As como los individuos, persiguiendo su propio bien inconscientementelogran el bien de la comunidad, as las naciones al servirse ellas mismas sirven a lahumanidad. La libertad de comercio universal se justific sobre la base de que elmximo inters de cada nacin estaba identificado con el mximo inters econmico delmundo todo. Se admiti igualmente, por parte de los escritores liberales hasta 1918, que

    el nacionalismo promova la causa del internacionalismo. Wilson y otros constructoresde los tratados de paz vieron en la autodeterminacin la llave para la paz mundial.58

    Excepto Gran Bretaa, dice Carr, ningn pas haba sido lo suficientemente poderosocomercialmente como para creer en la armona internacional de intereses econmicos.Las industrias americanas y alemanas se construyeron con tarifas protectoras y a finalesdel siglo XIX amenazaban el monopolio britnico. Las doctrinas de Marx con influenciade Hegel, promovan una guerra de clases entre grupos de intereses econmicos;surgieron partidos de la clase trabajadora que rehusaron firmemente creer en la armonade intereses entre el capital y el trabajo. Por otra parte, Darwin propugn y populariz ladoctrina biolgica de la evolucin a travs de una lucha perpetua por la vida y la

    eliminacin del no apto. En la ltima mitad del siglo XIX se lleg a admitir que lacompetencia en la esfera econmica, que siempre haba sido encomiada por el laissez-

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    faire, implicaba exactamente lo que Darwin proclamaba como ley biolgica de lanaturaleza, es decir, la supervivencia del ms fuerte a expensas del ms dbil. Ladoctrina de la armona de intereses pas a significar entonces que el bien de lacomunidad (de la especie) era idntico al de sus miembros individuales, pero slo deaquellos individuos que fueran efectivamente competidores en la lucha por la vida.

    Estas ideas fueron trasplantadas a la esfera internacional. La doctrina de la eliminacinde las naciones no aptas pareci un corolario concordante con la de la eliminacin delos individuos no aptos. Fue sta una idea subyacente en el imperialismo de las

    potencias dominantes de fines del siglo XIX, para las cuales la doctrina de la armonade intereses en el plano internacional se entendi como el sacrificio de los no aptosafricanos y asiticos.59

    Esta reinterpretacin de la doctrina de la armona de intereses tuvo repercusiones parala moralidad, dice Carr. Durante ms de cien aos la doctrina haba provisto una baseracional en el mbito moral. Al individuo se le haba requerido servir a la comunidadarguyndosele que el inters de sta era el suyo propio. Pero ahora que la armona

    estaba precedida de una lucha por la vida entre individuos, en que no slo el bien sino lamisma existencia del perdedor se eliminaban, la moralidad de la doctrina perdaatractivo racional para los posibles perdedores. Hacia 1914 slo en Gran Bretaa sesegua defendiendo la doctrina de la libre competencia. Pero ningn pensador serioadmita ya la base filosfica del laissez-faire, que supona sacrificar a los dbiles.60

    Curiosamente, dice Carr, estas doctrinas ya obsoletas u obsolescentes antes de la guerrade 1914, fueron reintroducidas en el perodo de posguerra, en gran medida porinspiracin americana, en el campo de los asuntos internacionales. Esto se vio conevidencia en el caso de la doctrina de la armona de intereses del laissez-faire. EnEstados Unidos, la persistencia de mercados domsticos en expansin, defendidos de lacompetencia externa mediante tarifas protectoras, se mantuvo hasta 1929. La armonanatural de intereses permaneci como parte integral de la idea americana de vida. Lasideas corrientes acerca de la poltica internacional estuvieron fuertemente imbuidas dela tradicin americana. Hubo en especial una razn para la rpida aceptacin de ladoctrina del laissez-faire en la esfera internacional. Se admita sin dificultad que elEstado deba crear armona si no exista la armona natural. Pero en polticainternacional, donde no haba un poder organizado encargado de la tarea de creararmona, se tendi a admitir la existencia de una armona natural. Ahora bien, dice Carr,hacer de la armona de intereses el objetivo del la accin poltica no es lo mismo que

    postular la existencia de una armona natural de intereses. Es este ltimo postulado el

    que ha causado tanta confusin en el pensamiento internacional.61En poltica, afirma Carr, la doctrina de la identidad de intereses ha supuesto, coninfluencia anglosajona, que cada nacin tiene idnticos intereses en la paz, y que cadanacin que desea perturbar la paz es, en consecuencia, tanto irracional como inmoral.Despus de 1918 era fcil convencer a los pases de habla inglesa de que la guerra no

    produca beneficios a nadie. Sin embargo, otros pases que deban su misma existencia alas guerras, como Polonia o Checoslovaquia, o que s haban en el pasado obtenido

    beneficio de ellas, como Francia, que haba reivindicado la Alsacia-Lorena, o comoAlemania, no compartan aquella tesis. Esta ltima atribua los males de la ltima guerraslo al hecho de haberla perdido, no a la guerra misma. Escritores britnicos y

    americanos continuaron suponiendo que la inutilidad de la guerra haba sido demostradapor la experiencia de 1914-1918. La suposicin utpica de que haba un inters mundial

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    en la paz, identificable con el inters de cada nacin individual, ayud a los polticos yescritores polticos en todas partes a evadir el hecho desagradable de una fundamentaldivergencia de intereses entre naciones deseosas de mantener elstatu quo y nacionesdeseosas de cambiarlo. La divergencia de intereses fue ocultada y falseada mediante undiscurso trivial, producto de un deseo general de evitar el conflicto.62

    En materia de relaciones econmicas, dice Carr, la suposicin de una armona generalse hizo, incluso, con mayor confianza, porque aqu haba una reflexin directa sobre laimportante doctrina del laissez-faire econmico. El experto econmico, dominadofundamentalmente por esta doctrina, consideraba el hipottico inters econmico delmundo como una totalidad, y estaba satisfecho al suponer que ste era idntico al intersde cada pas individual. Por su parte, el poltico persegua el inters de su pas ysupona, probablemente, que ste era idntico al inters del mundo considerado comoun todo. En la Conferencia de Expertos Econmicos de la Liga de las Naciones de 1927,se declar que cualquier poltica de nacionalismo estricto era daina no slo para lanacin que la practicara, sino tambin para los dems. Se requera, en consecuencia, que

    cualquier programa de ejecucin incluyera necesariamente, como factor esencial,principios de accinparalela o concertada por las diferentes naciones. La consecuenciade estas recomendaciones fue su unnime inaplicacin. Si se descarta, dice Carr, que los

    principales estadistas del mundo eran criminales o locos, debe sospecharse de la validezde las recomendaciones de la Liga de las Naciones. Por otra parte, agrega, seratemerario suponer que el nacionalismo econmico es necesariamente perjudicial paralos estados que lo practican. De hecho, en el siglo XIX, una poltica de estrictonacionalismo coloc a Estados Unidos y a Alemania en posicin de desafiar el virtualmonopolio mundial del comercio que tena Gran Bretaa. Ninguna conferencia deexpertos econmicos, que se hubiera reunido en 1880, hubiera podido desarrollar un

    plan generalpara una accin paralela o concertada para disminuir las rivalidadeseconmicas del tiempo de modo igualmente ventajoso para Gran Bretaa, Alemania yEstados Unidos. Fue esto lo que ocurri en 1927.63

    La teora econmica, en tanto opuesta a la prctica econmica, estuvo tanpoderosamente dominada por la supuesta armona de intereses en los aos de entreguerras, dice Carr, que es difcil encontrar, en las innumerables discusionesinternacionales de ese perodo, alguna exposicin clara del problema que preocupaba alos estadistas mundiales. En medio de esta situacin, la crtica de los pequeos pases ala doctrina del laissez-faire econmico mundial, propugnado por las grandes potenciasen la Liga de las Naciones, se resuma en sealar, por una parte, que la vida econmica

    y social es demasiado complicada como para permitir una solucin mediante unafrmula nica; era necesario, se arga, encontrar soluciones complicadas que tuvieranen cuenta la diversidad de condiciones geogrficas, polticas, sociales y otras. Por otra

    parte, se deca, era una falacia suponer que, porque Gran Bretaa y Estados Unidostuvieran inters en remover las barreras comerciales, esto interesara tambin a los

    pequeos pases. Carr sostiene que el laissez-faire, as en relaciones internacionalescomo entre capital y trabajo, es el paraso de los econmicamente fuertes. El control delEstado, ya en la forma de legislacin protectora o tarifas protectoras, es el arma deautodefensa invocada por los econmicamente dbiles. El choque de intereses era real einevitable y se distorsionaba toda la naturaleza del problema con un intento porocultarlo.64

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    Por consiguiente, afirma Carr, debe rechazarse como inadecuado y engaoso el intentode basar la moralidad internacional sobre una supuesta armona de intereses, queidentifica el inters de toda la comunidad internacional de naciones con el inters decada miembro individual de ella. Este intento tuvo xito [para Gran Bretaasobre todo, para Alemania y Estados Unidos] durante el siglo XIX, gracias a una

    economa continuamente en expansin, con algunos retrocesos menores. Huboterritorios inexplorados y desocupados, mano de obra barata y pases atrasados que nohaban llegado al nivel de conciencia poltica. Los individuos emprendedores podanresolver sus problemas econmicos con la emigracin y las naciones emprendedorascon la colonizacin. Los mercados en expansin produjeron una poblacin tambin enexpansin, y la poblacin, a su vez, reaccion sobre los mercados. Aquellos que fuerondejados atrs en la carrera pudieron ser considerados como los no aptos. Una armonade intereses entre los aptos, basada sobre la empresa individual y libre competencia,estuvo suficientemente cerca de la realidad para formar una base segura a esta doctrina.Con alguna dificultad la ilusin se mantuvo hasta 1914.65

    La transicin de la aparente armona de intereses al transparente choque de interesespuede ubicarse cerca de la vuelta del siglo, dice Carr. Ocurrieron diversas tensiones enel mundo, especialmente en Europa. De aqu parti una emigracin sin precedenteshacia Estados Unidos. La Primera Guerra Mundial procedi de estas tensiones y lasagrav mucho ms. Despus de la guerra cada pas luch por mantener su produccin.Se invoc el nacionalismo para justificar la lucha. Las clusulas vindicatorias de lostratados de paz, en especial las econmicas, se debieron a que los hombres prcticos yano crean -como lo haban hecho cincuenta o cien aos atrs- en la armona de interesesentre victoriosos y derrotados. El objetivo era ahora eliminar un competidor, elrenacimiento de cuya prosperidad poda amenazar la propia. En Europa se intensific lalucha por la creacin de nuevos estados y nuevas fronteras econmicas. En Asia, India,China y Japn se desarrollaron en gran escala manufacturas que socavaron las europeasen el mercado mundial. Pero lo ms importante de todo, dice Carr, fue que ya no huboms espacios abiertos esperando desarrollo y explotacin baratos y provechosos. Secerraron las amplias avenidas de la emigracin y surgi el problema de los refugiados.El complejo problema del nacionalismo se extendi por el mundo. El carcterfundamental de este choque de intereses, afirma Carr, fue obvio para todos, excepto

    para los confirmados utpicos que dominaban el pensamiento econmico de los pasesde habla inglesa. Fue puesta en evidencia el vaco de la premisa banal de que nadie

    puede beneficiarse del dao de otro. El presupuesto bsico del utopismo [laarmona de intereses] se haba roto, dice Carr.66

    Carr concluye estas importantes reflexiones, afirmando que en ese momento crucial dela historia [1939] a lo que se haba llegado era a una completa bancarrotadel concepto de la moralidad que haba dominado el pensamiento poltico y econmicodurante un siglo y medio:

    What confront us in international politics to-day is, therefore, nothingless than the complete bankruptcy of the conception of morality whichhas dominated political and economic thought for a century and half.Internationally, it is no longer possible to deduce virtue from rightreasoning, because it is no longer seriously possible to believe that every

    state, by pursuing the greatest good of the whole world is pursuing thegreatest good of its own citizens, and vice versa. The synthesis of

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    morality and reason, at any rate in the crude form in which it wasachieved by nineteenth-century liberalism, is untenable. The innermeaning of the modern international crisis is the collapse of the wholestructure of utopianism based on the concept of the harmony of interests.The present generation will have to rebuild from the foundations. But

    before we can do this, before we can ascertain what can be salved fromthe ruins, we must examine the flaws in the structure which led to itscollapse; and we can best do this by analyzing the realist critique of theutopian assumptions.67

    La crtica del realismo

    El realismo constituy una reaccin contra el utopismo. Fue la ruptura del sistemamedieval, dice Carr, la que hizo surgir la divergencia entre teora poltica y prctica

    poltica. Machiavelli68 fue el primer realista poltico importante. Los tres principiosfundamentales de su doctrina son el fundamento de la filosofa realista. En primer lugar,

    la historia es una secuencia de causa y efecto, cuyo curso puede ser analizado yentendido mediante esfuerzo intelectual, pero no (como creen los utpicos) por laimaginacin. Segundo, contrariamente a lo que creen los utpicos, la teora no crea la

    prctica, sino la prctica la teora. Tercero, a diferencia de lo que pretenden los utpicos,la poltica no es funcin de la tica, sino la tica de la poltica. Machiavelli reconoca laimportancia de la moralidad, pero pensaba que sta no poda ser efectiva sin efectivaautoridad. La moralidad es el producto del poder.69

    Los pensadores sucesivos de los siglos siguientes hicieron aportes significativos a lafilosofa poltica realista: Bacon, Bodino, Hobbes, Spinoza, Hegel, Marx, y otros. Perofue Hegel el que concibi la historia como un proceso racional. Marx introdujo lavariable econmica para la interpretacin de la historia y Buckle propuso unainterpretacin geogrfica de ella. Por su parte, Spengler sostena que los eventoshistricos estaban determinados por leyes cuasibiolgicas, las cuales gobernaban elcrecimiento y decaimiento de las civilizaciones. Sin embargo, dice Carr, el logro mssignificativo el moderno realismo ha sido revelar, no meramente el carcter deterministadel proceso histrico, sino el carcter relativo y pragmtico del pensamiento mismo. Enesta lnea de pensamiento, el realista ha podido demostrar que las teoras intelectuales ylas premisas ticas del utopismo, lejos de ser la expresin de principios absolutos y a

    priori, estn condicionadas histricamente, siendo, tanto productos de circunstancias eintereses como armas diseadas para la prosecucin de intereses. Para Bertrand Russell,

    las nociones ticas rara vez son la causa, ms bien son casi siempre un efecto, un mediopara reclamar una autoridad legislativa universal para nuestras propias preferencias; nocomo suele imaginarse la base real de esas preferencias. Para Carr, es ste el ataque msformidable que tiene que encarar el utopismo, porque esta crtica del realismo socava lasfundaciones mismas de sus convicciones.70

    En la poltica contempornea britnica y americana, afirma Carr, la influencia mspoderosa ha provenido de aquellos estadistas utpicos sinceramente convencidos de quela poltica se deduce de principios ticos, no los principios ticos de la poltica. Carrsostiene que el realista est obligado a descubrir la oquedad de esta conviccin.Woodrow Wilson sostuvo, en 1917 ante el Congreso, que "el derecho es ms importante

    que la paz"; y Briand, diez aos ms tarde ante la Liga de las Naciones, que "la pazprecede a todo", que "la paz precede incluso a la justicia". Considerados como

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    principios ticos, dice Carr, estas dos afirmaciones contradictorias de Wilson y Briand,correspondientes a polticas diferentes, no es que hayan sido deducidas de principiosopuestos, sino que tales principios ticos fueron deducidos de esas polticas. Los

    principios meramente reflejan diferentes polticas nacionales, diseadas para enfrentardiferentes condiciones.71

    A partir de este momento, dice Carr, la tarea del realista es echar abajo la estructura decartn del pensamiento utpico, exponiendo la inconsistencia del material del cual estconstruido. El arma de la relatividad del pensamiento debe ser usada para demoler elconcepto utpico de un estndar fijo y absoluto, mediante el cual deben ser juzgadas

    polticas y acciones. Si las teoras se revelan como una reflexin de prcticas yprincipios de necesidades polticas, este descubrimiento se aplicar a las teoras yprincipios fundamentales del credo utpico, y no menos a la doctrina de la armona deintereses, que es su postulado esencial.72

    Las teoras de moralidad social, dice Carr, son siempre el producto de un grupo

    dominante que se identifica a s mismo con la comunidad como un todo y que poseefacilidades, negadas a grupos o individuos subordinados, para imponer su punto de vistaen la comunidad. Las teoras de moralidad internacional son, por las mismas razones yen virtud del mismo proceso, el producto de naciones o grupos de naciones dominantes.Durante los pasados cien aos, dice Carr, especialmente despus de 1918, los pases dehabla inglesa formaron el grupo dominante en el mundo; y las teoras corrientes demoralidad internacional fueron diseadas para perpetuar su supremaca y expresadas ensu idioma propio. De modo que la opinin de que los pases de habla inglesamonopolizan la moralidad internacional y de que son consumados hipcritas, afirmaCarr, se explica por el simple hecho de que los cnones corrientes de virtudinternacional fueron creados por ellos.73

    La crtica realista a la armona de intereses

    La doctrina de la armona de intereses permite un anlisis a la luz de este principio, diceCarr. Ella constituye la suposicin natural de una clase prspera y privilegiada, cuyosmiembros tienen una voz dominante en la comunidad y por consiguiente tienden aidentificar el inters de sta con los suyos propios. La doctrina de la armona deintereses ha servido como un artificio moral ingenioso invocado, con perfectasinceridad, por grupos privilegiados para justificar y mantener su posicin

    predominante.74

    Sin embargo, afirma Carr, debe observarse el siguiente aspecto del problema. Lasupremaca del grupo privilegiado dentro de la comunidad es a veces tan avasallante,que de hecho hay un sentido en el que sus intereses coinciden con los de la comunidad.En efecto, el bienestar del grupo privilegiado acarrea en alguna medida el bienestar deotros miembros de la comunidad, y recprocamente, su colapso implicara el de lacomunidad como totalidad. En el siglo XIX ocurri esto en Gran Bretaa. El

    predominio del industrial y del comerciante era tan grande, que hubo un sentido en elque se poda afirmar que haba identidad entre su prosperidad y la prosperidad britnicaen su conjunto. No obstante, la doctrina de la armona de intereses y de la solidaridadentre las clases debi haber parecido una burla amarga al trabajador no privilegiado,

    cuyo estatus inferior y posicin insignificante en la "prosperidad britnica" estabanconsagrados por aqulla; pronto fue lo suficientemente fuerte como para forzar el

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    abandono del laissez-faire y su sustitucin por el "estado de servicio social", queimplcitamente niega la natural armona de intereses e inicia la creacin de una nuevaarmona por medios artificiales.75

    El mismo anlisis puede hacerse respecto a las relaciones internacionales. Los estadistas

    britnicos del siglo XIX, habiendo descubierto que el libre comercio promova laprosperidad britnica, estaban sinceramente convencidos de que aqul promovatambin la del mundo en su conjunto. Y el inmenso predominio del comercio mundial

    britnico justific el punto de vista de que haba una armona entre los interesesbritnicos y los intereses del mundo. Pero tambin a escala mundial ocurri que lasupuesta armona de intereses resultaba una burla para las naciones no privilegiadas,cuyo estatus inferior e insignificante posicin en el comercio internacional resultabanconsagrados por esa doctrina. Cuando la competencia de todos contra todos reemplazel dominio del mercado mundial por una sola potencia, las concepciones de unamoralidad econmica internacional necesariamente se hicieron caticas.76

    Polticamente, la alegada comunidad de intereses en el mantenimiento de la paz secapitaliza de la misma manera por una nacin o grupo de naciones dominantes, diceCarr. Exactamente como la clase gobernante en una comunidad reza por la pazdomstica, que garantiza su propia seguridad y predominio, y denuncia una guerra declases que puede amenazarlos, as la paz internacional se convierte en un intersespecial creado de las potencias predominantes.77

    La crtica realista del internacionalismo

    El concepto de internacionalismo es una forma especial de la doctrina de la armona deintereses, dice Carr. Permite el mismo anlisis y hay las mismas dificultades enconsiderarlo como un estndar absoluto independiente de los intereses y polticas deaquellos que lo dieron a conocer. As como los argumentos para la "solidaridadnacional" en poltica domstica siempre vienen de un grupo dominante, que puede usaresta solidaridad para fortalecer su propio control sobre la nacin entera, as losargumentos para la "solidaridad internacional" y unin mundial vienen de nacionesdominantes que pueden esperar ejercer control sobre un mundo unificado. De otro lado,los pases que estn luchando para entrar al grupo dominante tienden naturalmente ainvocar nacionalismo contra el internacionalismo de las potencias que tienen el control."Orden internacional" y "solidaridad internacional" sern siempre, dice Carr, eslganesde aquellos que se sienten suficientemente fuertes para imponerse a otros.78

    La exposicin de las bases reales de los principios abstractos admitidos y comnmenteinvocados en poltica internacional, es la mayor condena y la parte ms convincente dela acusacin realista del utopismo, afirma Carr. La naturaleza del cargo esfrecuentemente incomprendida por aquellos que buscan refutarlo. No se trata, dice Carr,que Wilson, quien pensaba que el derecho es ms valioso que la paz; que Briand, quien

    pensaba que la paz vena incluso antes que la justicia; o que Eden, quien crea en laseguridad colectiva, fracasaran ellos mismos o fracasaran en inducir a sus compatriotasa aplicar esos principios consistentemente. Lo que importa [sa es la crticarealista al utopismo] es que esos supuestos principios absolutos y universales noeran tales, sino las inconscientes reflexiones de planes nacionales de gobierno basados

    sobre una particular interpretacin del inters nacional en un tiempo determinado.79

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    La bancarrota del utopismo, dice Carr, no reside en su fracaso en actuar de acuerdo consus principios, sino en su evidente incapacidad de proveer ningn absoluto ydesinteresado estndar para la conducta de los asuntos internacionales. El utpico,enfrentado al colapso de estndares cuyo carcter interesado l ha fallado en penetrar, serefugia en la condenacin de una realidad que rehsa conformarse a esos estndares.80

    Las limitaciones del realismo

    La exposicin por la crtica realista de la oquedad del edificio utpico es la tareaprincipal del pensador poltico, afirma Carr. Slo cuando el engao ha sido demolidopuede haber alguna esperanza de levantar una ms slida estructura en su lugar. PeroCarr no es un realista a ultranza, pues percibe la insuficiencia del realismo. Por esoseala que no puede encontrarse un lugar de descanso slo en realismo. Porque elrealismo, aunque es lgicamente avasallante, no provee los resortes de la accin, queson necesarios, incluso, para la prosecucin del pensamiento. En el realismo, dice,tambin existen condicionamientos. En poltica, la creencia de que ciertos hechos son

    inalterables o ciertas tendencias son irresistibles, comnmente reflejan carencia dedeseo de cambiarlos o resistirlos. Para Carr, la imposibilidad de ser un realistaconsistente y cabal es una de las ms certeras y curiosas lecciones de la ciencia poltica.Carr seala en ese sentido que el realismo consistente excluye cuatro cosas que soningredientes esenciales de todo pensamiento poltico efectivo: un objetivo finito; unatractivo emocional; un derecho a formular un juicio moral; y una base para la accin.La concepcin de la poltica [que se deriva de un realismo puro] como un

    proceso infinito parece a larga no congeniar, ser incomprensible a la mente humana.Todo pensador poltico, afirma Carr, que desee hacer un llamado a sus contemporneos,es conducido consciente o inconscientemente a proponer un objetivo finito.81[Lo que supone entender la poltica, a diferencia del realista, como un procesohistrico finito, o si se quiere, como etapas finitas de un proceso histrico que si bienest inmerso en realidades que condicional al hombre, sujeto de la accin, tambin estfuertemente influido por la voluntad del hombre, por la libertad del hombre. Y esto no

    puede hacerlo el realismo puro, que es esencialmente determinista, negador porconsiguiente de la libertad].

    Carr afirma que la necesidad, reconocida por todos los polticos, tanto en los asuntosdomsticos como en los internacionales, de revestir los intereses con un traje de

    principios morales es en s misma un sntoma de la insuficiencia del realismo. Todapoca reclama el derecho de crear sus propios valores y de juzgar a la luz de ellos.

    Rechaza en consecuencia la implicacin del realismo de que el trmino "debe" carecede sentido. El realismo consistente fracasa sobre todo, dice Carr, porque falla en proveerninguna base para una accin con propsito y sentido. Si la secuencia de causa y efectoes lo suficientemente rgida como para permitir la "prediccin cientfica" de eventos, sinuestro pensamiento est irrevocablemente condicionado por nuestro estatus y nuestrosintereses, entonces, tanto la accin como el pensamiento se hacen carentes de sentido.Pero el que la sola contemplacin pasiva sea todo lo que le queda al individuo, es unaconclusin que repugna a la ms arraigada conviccin del hombre acerca de s mismo,afirma Carr. Que los asuntos humanos puedan ser dirigidos y modificados por la acciny el pensamiento humanos, es un postulado tan fundamental que su rechazo pareceapenas compatible con la existencia de un ser humano. De hecho este postulado no ha

    sido rechazado por aquellos realistas que han dejado su marca en la historia. Todorealista, cualquiera que sea su profesin, dice Carr, finalmente se ve forzado a reconocer

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    no slo que hay algo que el hombre debe pensar y hacer, sino que hay algo que l puedepensar y hacer, y que este pensamiento y accin no son ni mecnicos ni carentes designificado.82

    Se regresa entonces a la conclusin, sostiene Carr, de que cualquier pensamiento

    poltico bien fundado debe estar basado en elementos, tanto de utopa como de realidad.Cuando el utopismo se ha convertido en un engao hueco e intolerable, que sirvemeramente como un disfraz para los intereses de los privilegiados, el realista realiza unservicio indispensable al desenmascararlo. Pero el puro realismo, dice Carr, no puedeofrecer nada, excepto una lucha abierta por el poder que hace imposible cualquier clasede sociedad internacional. Habiendo sido demolida la utopa del tiempo presente con lasarmas del realismo, se requiere construir una nueva utopa, que un da caer ante lasmismas armas. La voluntad humana continuar buscando un escape de lasconsecuencias lgicas del realismo en la visin de un orden internacional que, tan

    pronto como cristaliza en formas polticas concretas, resulta teido con interesespropios e hipocresas, y debe una vez ms ser atacado con los instrumentos del

    realismo.83

    Es sta, concluye Carr, la complejidad, la fascinacin y la tragedia de toda vida poltica.Lapoltica est construida de dos elementos, utopa y realidad, que pertenecen a dos

    planos diferentes que nunca pueden encontrarse. Por esa razn no hay mayor barrerapara un claro pensar poltico que equivocarse en distinguir entre ideales, que son utopa,e instituciones, que son realidad. Cada situacin poltica contiene elementosmutuamente incompatibles de utopa y realidad, de moralidadypoder.84

    CONCLUSIN

    Insistimos en nuestra idea sobre The Twenty Years Crisis 1919-1939. Se trata de unaobra de gran densidad de pensamiento, cuyo anlisis a fondo, junto con el de la

    bibliografa en ella citada por su autor, aun para el especialista, requerira bastantetiempo. Sin embargo, al estudiar su primera y segunda partes creemos habercomprendido el problema planteado por Carr en su momento, en 1939, la vspera mismadel inicio de la Segunda Guerra Mundial: la crtica realista al utopismo de entreguerras.

    La Gran Guerra 1914-1918 se cerr con la derrota de Alemania, la desaparicin de lamonarqua en ese pas, el Tratado de Versalles y luego la Liga de las Naciones. ParaCarr, esta organizacin internacional y su famoso Covenantsignificaron una verdadera

    fbrica de errores internacionales, cuyo fundamento ltimo era lo que Carr denomina elutopismo y cuyo producto final y trgico fue la Segunda Guerra Mundial 1939-1945.Ante el fracaso del utopismo en las relaciones internacionales, Carr propone el realismo.La antinomia entre utopismo y realismo, que en materia de asuntos de Estado,nacionales o internacionales, se manifiesta en la antinomia entrepoltica y tica,resuelta por Machiavelli en la forma que sabemos (la tica es funcin de la poltica), enel fondo no es otra cosa que la vieja antinomia filosfica entre idealismo y empirismo,entre determinismo y libertad. Se trata de un problema no resuelto, falsamente resuelto,si se opta por uno de los dos extremos con prescindencia del otro, es decir, la solucintiene que tener en cuenta los sealamientos de una y otra tesis. Carr ha visto bien estacuestin y por eso su realismo se presenta con las debidas reservas. En el ltimo

    apartado de la segunda parte de su obra que hemos analizado, Las limitaciones delrealismo, aparece con claridad su posicin en el sentido que sealamos. Tesis como la

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    de Bentham, la de la opinin pblica, la de la armona de intereses impulsada por ellaissez-faire, la creencia en que los pactos internacionales y el derecho internacionaleran disuasivos efectivos de posibles guerras, tesis todas ellas que dejaban de lado laconsideracin de las realidades cambiantes del mundo, el armamentismo incontrolado,las desigualdades profundas entre las naciones, no podan ser la solucin de largo plazo.

    Aunque Carr no lo seala, uno de los errores ms graves en que incurri la Liga de lasNaciones en sus sueos de utopa fue el no haber previsto instrumentos eficaces decontrol para impedir que se hubiera dado, como en efecto se dio, el armamentismoalemn impulsado por el nacionalsocialismo.

    La crtica fundamental del realismo al utopismo, Carr lo ha sealado, consisti ensostener, por una parte el determinismo del proceso histrico; por otra parte, y msfundamentalmente, el carcter relativo y pragmtico del pensamiento mismo, negador

    por consiguiente del concepto utpico de un estndar fijo y absoluto mediante el cualdeben ser juzgadas polticas y acciones. De all que las teoras de moralidad social

    pudieran ser consideradas por el realismo, contra el utopismo, como el producto de

    grupos o naciones dominantes. Una crtica similar hizo el realismo a la doctrina de laarmona de intereses. Esta doctrina fue considerada por el realismo como un artificiomoral ingenioso, invocado por grupos privilegiados para justificar y mantener su

    posicin predominante, en lo domstico y en lo internacional. En definitiva, para elrealismo, los supuestos principios fijos, absolutos y universales del utopismo no sonsino las inconscientes reflexiones de planes nacionales de gobierno basados sobre una

    particular interpretacin del inters nacional en un tiempo determinado.

    Ante el fracaso del utopismo la proposicin de Carr en 1939, en los albores mismos dela Segunda Guerra Mundial, es un realismo moderado. Un "realismo consistente", comodice Carr, excluira cuatro elementos que este autor considera necesarios a todo

    pensamiento poltico efectivo: un objetivo finito; un atractivo emocional [que noexiste si al hombre, ante el determinismo de los hechos slo le queda sucontemplacin]; el derecho a formular un juicio moral [de imposiblerealizacin si se admite como en el realismo extremo el determinismo de los procesoshistrico]; una base para la accin [intil ante un determinismohistrico].

    Estas razones llevan a Carr a sostener que cualquier pensamiento poltico bien fundadodebe estar basado en elementos, tanto de utopa como de realidad. Cuando el utopismose convierte en un engao hueco e intolerable, que sirve slo como disfraz de los

    intereses de los privilegiados, el realismo realiza un servicio indispensable aldesenmascararlo. Pero el realismo puro slo ofrece la posibilidad de una lucha abiertapor el poder que hace imposible cualquier clase de sociedad internacional.

    La voluntad humana continuar buscando, dice Carr, un escape de las consecuenciaslgicas del realismo en la visin de un orden internacional que, tan pronto comocristaliza en formas polticas concretas, resulta teido con intereses propios ehipocresas, y debe una vez ms ser atacado con los instrumentos del realismo.

    Antonio J. Pacheco Amitesarove

    Profesor de Introduccin al Derecho de la Facultad de Derecho

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    de la Universidad Catlica Andrs Bello.

    BIBLIOGRAFA

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    3. ENCYCLOPAEDIA BRITANNICA ( 1949): 24 vols. Chicago- London- Toronto:The University of Chicago.

    4. FERRATER MORA, J. (1981).Diccionario de Filosofa. 4 vols. Madrid: Alianza

    Editorial.

    5. KANT, I. (1976): Critique of Pure Reason. Translated by Norman Kemp Smith.London: The Macmillan Press ( First edition 1929. Second impression with corrections1933).

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    7. MILL, J.S. (1962). Utilitarianism. On Liberty and Essay on Bentham. Together withselected writings of Jeremy Bentham and John Austin. Edited with an Introduction byMary Warnock. London- Glasgow: Collin/Fontana.

    8. PEARSON, F.S. y MARTN ROCHESTER, J. (2000).Relaciones internacionales.Situacin global en el siglo XXI. Bogot: McGraw-Hill ( traduccin de la 1 edicin eningls).

    9. ROMERO, C.A. (2001). "Teora de las relaciones internacionales" (Conferencias,ideas y sugerencias propuestas y discutidas en el Seminario del 1er semestre de 2001,marzo-julio 2001). Curso del Doctorado en Ciencias Polticas. Facultad de CienciasJurdicas y Polticas. Centro de Estudios de Postgrado. Universidad Central de

    Venezuela.

    10. SMITH, A. (1974). The Wealth of Nations. Edited by Andrew Skinner. Bungay,Suffolk: Penguin Books. Bungay, Suffolk, (First published 1776. Published in PelicanBooks 1976. Reprinted 1973. Reprinted with revisions 1974).

    NOTAS

    * Anlisis del problema utopismo versus realismo y la crisis en las relacionesinternacionales en la obra de Edward H. Carr. The Twenty Years Crisis. 1919-1939.

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    1 Carr es un pensador profundo, The Twenty Years Crisis. 1919-1939 es unaobra densa, y aun sin pretender que se trate de la Crtica de la razn pura deKant, fuerza es insistir en decir que un breve ensayo como el nuestro nicamente

    puede contener una apreciacin muy provisional de la parte de ella que hemosmeditado. Rastreamos un poco la existencia de otras obras de Carr para

    formarnos una idea de sus lneas de investigacin y encontramos que estndisponibles en libreras, adems de la antes citada, entre otras muchas, stas:The Bolshevik Revolution. 1917-1923 (History ofSoviet Russia).(Variosvolmenes); What is History;Foundations of a Planned Economy, 1926-1929;German-Soviet Relations Between the Two World Wars. 1919-1939; TheComintern and the Spanish Civil War. Se trata, pues, de un autor que hareflexionado seriamente sobre temas polticos y econmicos en la historia de lasrelaciones internacionales. Dentro de ese marco de investigaciones, The TwentyYears Crisis. 1919-1939 constituye un importante punto de inflexin. Es elinicio de la ciencia de las relaciones internacionales. En un viaje a USA amediados del verano de 2001, despus de concluida la redaccin de nuestro

    ensayo, tuvimos oportunidad de adquirir en Cambridge, Massachusetts, dosli