los indicios de lo falso en la psicologia · 2019-06-28 · con la justificación de la coherencia...
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LOS INDICIOS DE LO
FALSO EN LA
PSICOLOGIA
Fernando Hernández
Acercarse al sentido y definición de lo falso implica a la vez establecer límites y recomponer separaciones. Lo que aquí se conviene es que lo falso es so
bre todo una forma de atribución cultural a objetos, hechos y personas cuya característica principal es la de pretender sorprender o confundir mediante la evolución de un referente (el origi·nal, el genuino) que posee la marca de la autenticidad. Desarrollar este sentido de lo falso ocupa la primera parte de este texto. Pero ademásse trata de establecer la conexión de lo falso conla psicología. Tarea que difícilmente un psicólogo estaría dispuesto a realizar, ya que de lo quese trata es de mostrar indicios que evocasen falsedad tras un conjunto de conocimientos y técnicas que le están sirviendo de apoyo a su actividad profesional. Pero al propio tiempo, no seríaposible realizar este acercamiento sin poseer unbagaje suficiente para detectar ese sentido de lofalso en las diversas problemáticas que afectanhoy a las distintas expresiones de la psicología.Se requiere estar en una posición fronteriza quepermita desarrollar un tema que reclama unequilibrio entre el conocimiento disciplinar y lalibertad para encontrar en ella indicios sobre lofalso. A este cometido está dedicada la segundaparte de este artículo.
EL SENTIDO DE PERMANENCIA DE
LO FALSO
Lo falso posee un campo de ubicación específico que no es asimilable ni comparable con otras atribuciones, con otros términos de similar uso como la mentira o el engaño. No existe otra vinculación entre estas denominaciones que la de compartir un mismo campo temático y práctico: la intención de mostrar como auténtica una realidad que no lo es. La distinción más destacada entre estas denominaciones de uso próximo en la cotidianidad es que lo falso está vinculado a una forma de actuación, a una corriente cultural, mientras que la mentira y el engaño entran en los dominios de la ética o de la moral. Por esta razón, lo falso está vinculado a un estado de permanencia, mientras que el engaño, que es ocasional e interesado, está marcado ·por su momentaneidad. Esto hace que lo falso sea sobre todo un atributo o señal de identidad.
Cuando se miente se entra en una secuencia
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de acciones cuyo fin está en las consecuencias que se derivan del descubrimiento de la verdadera intención de la acción. Por el contrario, lo falso no oculta su intención. En todo caso la camufla, haciendo uso de una jesuítica restricción mental. Lo falso no pretende el engaño. Es una forma de apropiarse la realidad, que es comunicable, en la medida en que, por lo general, hace públicas sus reglas. Por esto lo falso carece del rechazo que provoca la desconfianza que se apodera de quien es objeto de engaño y se acepta como un juego del que hay que descubrir sus implícitos y del que puede resultar hasta apasionante descifrar su «secreto».
Aparece así una característica de lo falso evocada por Tierno Galván (1) cuando señala que hay sentidos de lo falso que son más objetivos que lo auténtico ... Desde esta premisa , lo más falso puede llegar a ser pura «objetividad», pues en definitiva, carece de los condicionamientos que puede plantearle lo que le es ajeno, y que siempre afectan a lo auténtico, poniendo en cuestión su propia razón de ser. Como luego se verá, es lo contrario de lo que sucede en las ciencias sociales, en la psicología: su afán máximo es ser objetiva, para con ello mostrarse auténtica.
Apuntalando este sentido definitorio de lo falso, su antónimo no sería lo verdadero, sino lo auténtico. En lo falso se dan grados y una diversidad de apreciaciones que le son otorgadas por qué lo realiza o por quién lo comparte. Pero además este atributo es un valor mutable y en cierta forma caprichoso, que no se presenta tras el signo d� estabilidad y permanencia que posee lo auténtico. Bajo el imperio de la deidad del dinero se multiplica lo falso por ser más económico, más asequible que lo auténtico. Por eso lo falso es popular, mientras que lo auténtico es elitista. Aunque para reconocer ciertas formas de lo falso se requiera dominar el código restringido de lo auténtico.
Lo falso no es una categoría de homogénea atribución. Por eso se difunde sin generar un vacío, ni reclama la presión de mostrar el grado de calidad al que se ve obligado la autenticidad. De esta forma, lo falso ha ido haciéndose patente en todas las manifestaciones humanas: en el arte y en la ciencia, en la comunicación y en la técnica, especialmente porque es expresión de una forma de persuasión: la del contemporáneo deseo de posesión.
Posiblemente fueron los sofistas los introductores de este sentido de lo falso, en el contexto del valor persuasor que otorgaron a la palabra. El dominio y el uso de la palabra se apoya en una retórica que sirve para entablar un intercambio entre quien conoce las técnicas de persuasión y su reconocimiento público. Lo esencial pues de lo falso, es este reclamo que lleva implícito su reconocimiento y con el que deliberadamente pretende confundir o sorprender mediante su habilidad en simular lo auténtico.
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LA PSICOLOGIA COMO FORMA DE
PERSUASION
Esta asociación entre la persuasión y lo falso se ha extendido por las formas culturales contemporáneas mediante no sólo la palabra sino también los objetos, las imágenes y la propia ciencia. Su vinculación con todo lo que aconte-
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ce y preocupa al individuo occidental, resulta el nexo más adecuado para llevar a cabo un acercamiento a los sentidos de lo falso en la disciplina psicológica. Tomando como punto de partida para ello el cómo ha sido presentada a lo largo de este siglo, y de forma especial desde que se la definió como ciencia de la conducta humana.
En la psicología, la persuasión por la palabra se nos aparece como imitación del ejercicio divino de «nombrar» lo nuevo. En este sentido, una de sus funciones ha sido la de rebautizar lo ya existente, mediante un jerga, una práctica, que han ido creando una distancia entre el individuo y sus «intérpretes»; así los deseos se transforman en motivaciones, los sentimientos en emociones ... con lo que se establece una casuística clasificadora que desvirtúa la realidad humana, remitiéndonos a una imagen reconvertida y falseada de lo que acontece en la cotidianidad.
El mosaico de resultados que ha. creado la psicología para describir la naturaleza humana, ha tenido la virtud de mostrarla con un sentido de especularidad que conformado como auténtico.
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A pesar de ello, es posible encontrar en la psicología algunas de las señales definitorias de lo falso. Su identificación es posible realizarla por el camino opuesto al seguido por esta disciplina: sin la intención de presentar un alegato basado en la autenticidad de las pruebas, ni de mostrar una evidencia basada en una sucesión de argumentos. Se trata de <�ugar a la contra» a la obstinada seriedad de la psicología en pos de un rigor, de una cientificidad que no ha emprendido el camino normalizador de la duda o la falsación. Se pretende con ello descubrir la etiqueta de lo falso en algunos de los afanes que componen lo que constituye su denodado empeño: la compartimentación del sujeto de estudio, el camino que ha seguido de la descripción de la conducta a la prescripción de normas de actuación, el valor de los modelos de representación del conocimiento y las promesas de solución a los problemas personales.
LA COMPARTIMENTACION Y
OCULTACION DEL INDIVIDUO
Cuando se mira a la psicología académica tratando de organizar la definición de su objeto de estudio a través de los modelos aplicados o inferidos que ha ido presentado, no se encuentran demasiadas trabas para ver reflejado en su historia un camino hacia la simplificación. Se nos muestra una trayectoria de aislamientos, mediante una actividad prestidigitadora que oculta tras las palabras, los experimentos, las investigaciones, su propia ambigüedad: cada psicología revierte definiciones diferentes sobre objetos de similar denominación. Pero sobre todo ha logrado un distanciamiento de la naturaleza humana, mediante el trastocamiento del individuo, compendio de biología y cultura, en la categoría de «sujeto». Para ello ha constituido un objeto general de estudio: la descripción y explicación de la conducta, con el que ha logrado alejar al individuo (concreto) de su propia identidad.
En esta trayectoria, la psicología, por lo general, ha tratado de mostrar como auténtico lo que se manifiesta con frecuencia tras un lenguaje hermético. La explicación del sentido de la naturaleza humana es proclamada mediante una diversificada y compartimentada sucesión de parcelas, tras una serie de velos, de encubrimientos que hacen que su mensaje sea prototípico de lo falso: pretende mostrar como auténtico, aquello que es sólo su apariencia.
Simula estar revelando un misterio, pero en realidad lo está ocultando; pretende ayudar a los individuos y a la vez reafirmar el poder del psicólogo sobre él; busca aumentar el conocimiento sobre los procesos humanos, pero en unas condiciones de descontextualización, que tienen poca similitud con lo que acontece en la vida diaria. En esta posición la psicología se asemeja a otras disciplinas, sin embargo el impacto social de la influencia de las visiones que
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proyecta tiene un eco mayor, porque hacen referencia a las preocupaciones y necesidades más próximas de las personas.
Para contribuir a crear este entramado, la psicología ha ido ofreciendo una sucesión de visiones predominantes que definen y dan sentido a los segmentos en los que ha compartimentado al individuo. Un movimiento se enfrenta con el precedente y pasa a sucederle. De esta forma el objeto de la psicología, la conducta humana, se ha ido explicando con la referencia de la reflexología, el conductismo en sus distintas variantes y épocas, los avatares psicoanalíticos y en la actualidad bajo la dominancia cognitiva. Todas ellas han reclamado adhesiones y han levantado polémicas. Pero la sucesión aunque cumpla una finalidad narrativa de transmisión académica, no posee en la realidad este carácter de confrontación y exclusión. Cuando éste se muestra lo hace como un atributo de lo falso, ya que al aparecer ante el público bajo la preminencia aparente de un dominio, lo que se logra es ocultar una simultaneidad de preferencias, una variedad de tendencias mediante las que los psicólogos distribuyen el dominio del saber, para abarcar de forma más compartimentada la realidad.
lCómo logra la psicología esta simulación que deviene en lo falso? Mediante la desintegración del sujeto en objetos reducidos, en separaciones que lo alejan de sí mismo y lo diluyen en funciones o procesos metafóricos. No existe el individuo, sino un conjunto de categorías abstractas que lo definen: el aprendizaje, la memoria, la percepción, la motivación, la personalidad ... Los individuos sirven de referencia para realizar generalizaciones, devolviéndoles nuevas imágenes de sí mismos que se encuentran alejadas de las preocupaciones de cada día.
Con ello se logra que el sujeto deje de ser individuo de tener historia propia y se le objetiva con la justificación de la coherencia de los hechos, o la autenticidad de las investigaciones. Por eso quizá la psicología se ha convertido en la disciplina que ha hecho de su razón de ser el simulacro y la ocultación de la realidad, mediante la presentación de una serie de datos y modelos carentes de especificidad, pero desde los que se obstina en mostrar su autenticidad. El todo se muestra así desde la separación y el aislamiento de las partes.
Por eso, cuando los psicólogos mimetizaron «el espíritu científico» derivado de las posiciones y postulados del positivismo y del pragmatismo dieron forma a un objeto disciplinar, la psicología científica, que con la contundencia de la extrapolación aparecía repleta de sombras. Y ello sucedía, tal y como apunta con acierto Bertalanffy, porque la psicología en los Estados Unidos, lo que casi quiere decir, la psicología desde hace casi medio siglo, estuvo dominada por el concepto de «organismo reactivo», por el modelo del «hombre robot», del que ha tardado en despegarse del todo. Lo que definía como
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conducta era lo observable, lo medible, lo que podía ser validado por criterios estadísticos de fiabilidad, y cuyo resultado numérico dotaba a la psicología del valor incuestionable de lo auténtico. Sólo a partir de los años cincuenta, y desde entonces en muy pocas ocasiones, se han planteado los psicólogos que el modelo de realidad del que era reflejo una autenticidad cifrada en la creación de separaciones, podía ser cuestionado.
Esta posición se reafirmaba mediante usos metodológicos basados en lo que Feyerabend denominó «la impresión de estabilidad», y que se fundamentaban en la búsqueda de unos hechos que, se pretendía, no estuvieran sujetos a ninguna clase de cambios. Situación que se sigue manteniendo a pesar de las reconversiones y transformaciones operadas en la psicología bajo el enfoque cognitivo. Ahora no se estila hablar de coeficientes de inteligencia sino de estilos cognitivos, se ha sustituido el discurso del rendimiento efectivo por el de los procesos cognitivos, sin embargo, la tendencia clasificadora permanece.
No existe una reflexión en la psicología similar a la que acontece en las ciencias y las humanidades en la posmodernidad. La perspectiva cognitiva ha dotado a la psicología de nuevas seguridades, saliendo con ello del estado de crisis en que la sumió el conductismo, pero sigue sin afrontar muchos de los problemas que originaron dicho estado de crisis.
Si la finalidad de la psicología fuera, como lo es la de las otras ciencias sociales, lo que en palabras de Wertsch (2) sería encontrar lo específicamente humano, tendría que haber corregido alguna vez su rumbo y aceptar que se había fracasado en muchas de las fases de la empresa de contribuir a la descripción y la explicación holística e integrada de la naturaleza humana. Finalidad que se asemeja a un Dorado, inalcanzable por ahora, pero motor de las mejores búsquedas, si la psicología estuviera dispuesta a romper barreras y dependencias.
DE LA DESCRIPCION A LA
PRESCRIPCION
La psicología ofrece un sistema de aseveraciones que pretende ser coincidente con el sentido de realidad que busca conocer y definir, para con ello describir y explicar el comportamiento humano, siendo sus objetivos últimos predecir y prescribir la conducta. A ello contribuyen afirmaciones del tipo, el aprendizaje sigue las pautas del procesamiento de la información, existe una forma de crear situaciones motivadoras, hay una norma para secuencializar las interacciones con el entorno, que constituyen algunos ejemplos de este reiterado afán de similitud que conforma el deseo de una objetiva autenticidad, pero que sin embargo remite siempre a una metáfora de la realidad, desde la que se prescriben las formas óptimas para adaptarse a ella.
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Esto ha hecho de la psicología una disciplina que se acomoda con facilidad a diversos sistemas de conocimiento disciplinar y que se apropia de otros lenguajes. Lo que no le impide mantenerse constante y fiel a su principio motor: ser científica. Para ello ha adaptado o mimetizado problemas, métodos, tecnologías de las disciplinas que en cada época aparecían como predominantes. Así ocurrió con la fisiología en sus orígenes y pasa ahora con la ciencia cognitiva. Ser científico supone describir o explicar la realidad, pero sobre todo prescribirla a partir de las conclusiones obtenidas. Para ello es necesario tener credibilidad y no mostrar las dificultades que aparecen en la investigación o reflexionar sobre las insuficiencias que pueden derivarse de las propuestas planteadas. Así se suceden publicaciones y congresos en los que se da la sensación de estar en posesión de una teoría a prueba de toda duda. Cuando lo cierto es que tal y como señala Pelechano (3) no es posible articular un modelo teórico que sea justificativo y que abarque a la realidad psicológica en su totalidad.
Con todo ello la psicología se aleja cada vez más del sueño de ser ciencia y sigue en peligro de convertirse en una tecnología, como en su día planteaba Caparrós (4). Lo que significa ir reduciéndose a un amplio conjunto de técnicas para ser aplicadas con un sentido de obligado pragmatismo en problemas de urgencia social, en lugar de replantear los principios básicos de la actividad psicológica (5).
El resultado de este afán de mimesis y de prescriptiva cientificidad ha sido una carencia de unidad, compensada con una potencia institucionalizadora y divulgadora ejemplar, que desborda a la seguida por cualquier otra disciplina. No hay campo de la realidad, problema social, necesidad profesional para el que la psicología no brinde una parcela de su interés y una posibilidad de aplicación. La imagen que la psicología proyecta es la de un calidoscopio de múltiples enfoques, que en la mayor parte de los casos no definen un campo de conocimiento, sino qµe utilizan una serie de usos y técnicas recurrentes con la finalidad de obtener un rendimiento ante la inmediata necesidad de ofrecer solución a los problemas. Pero realizar una prescripción exige tener la seguridad de que se logrará el objetivo perseguido, porque las decisiones tomadas se fundamentan en un sistema de conocimientos que no pretende establecer inferencias sólo desde la descripción o la búsqueda de regularidades. Al no hacerlo así, la psicología muestra sus prescripciones con el sello de la autenticidad, que si no se cumple siempre se obtiene la excusa de que no se han realizado bajo las condiciones exigidas, o se plantea la tregua «de- la falta de tiempo para ver los resultados».
Por esto, la psicología que ha arriesgado todo para ser una ciencia, desde abjurar de sus referencias filosóficas, hasta alejarse de las ciencias
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sociales (ldónde se encuentran las explicaciones sobre la naturaleza humana derivadas de la sociología, la antropología o la biología?), ha pretendido elaborar como se ha dicho, la explicación de la conducta humana, como objeto específico disciplinar. Pero este objeto presenta una evidente «limitación»: aunque resulte susceptible de categorizaciones no lo es de generalizaciones. Cuando éstas se explicitan actúa la hipótesis foucaultiana, de que se ofrece una forma de concebir la realidad que hace que las actividades de los individuos se definan mediante pautas objetivas o esquemas estables de homogeneización. Con ello se logra crear un discurso separador sobre «lo normal», que es utilizado con carácter falsamente integrador, para en la esfera de lo social servir de marginador de toda anomia.
LAS EXPLICACIONES SOBRE LA
REPRESENTACION DEL CONOCIMIENTO
La perspectiva dominante en la actualidad en psicología es la cognitiva. La pregunta que como problema crucial trata de responder está planteada en términos de lcómo el mundo externo se representa en la mente de los individuos? Esto ha focalizado una de las preocupaciones centrales de la psicología contemporánea, que trata de encontrar el modelo que explique cómo se desarrolla y resuelve el problema del conocimiento humano. En esta empresa la psicología no ha estado sola, y quizá por vez primera se vislumbra una preocupación que reclama esfuerzos interdisciplinares. Ciencias como la informática, la filosofía, la lingüística, la antropología y las neurociencias, están aportando modelos, enfoques a una problemática, que si bien no posee una salida unitaria, ha servido para superar algunos de los determinismos creados por el conductismo y por el modelo impulsado por los partidarios de la metáfora de la computadora como explicación del conocimiento humano (6).
Vale la pena detenerse en la evolución de esta temática porque nos brinda uno de los campos en los que la psicología ha llevado a cabo algunos desarrollos que han creado una imagen falseada sobre el conocimiento humano, tal y como señala van der Dusse (7). Imagen que está próxima a la de la psicología del sentido común que cree que la mejor forma de explicar la conducta es a partir de lo que se dice de ella.
La posición denominada «representacional» ha sido hasta ahora la predominante como modelo-respuesta a la pregunta más arriba planteada. Lo que se ha pretendido desde esta postura ha sido entender el lenguaje del procesamiento de la información en términos de operaciones de símbolos. Con ello se busca encontrar los principios que hacen que los estados mentales sufran transformaciones, o establezcan una selección entre inputs y outputs. Estos principios se han denominado acciones cognitivas, y se de-
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finen por las propiedades estructurales de las representaciones mentales, que son de carácter similar a las que se utilizan en una lengua, y que conlleva la aceptación de lo que Eodor ha denominado el «lenguaje del pensamiento» (8). Esto ha supuesto establecer una similitud entre la organización interna del conocimiento y la estructura del lenguaje.
Para adoptar esta posición se ha aceptado la premisa de que los pensamientos son entidades computacionales en las que aparecen operaciones seriales que se representan en un orden específico. El programa natural del pensamiento estaría formado por operaciones lógicas, como el razonamiento inferencia!. Esto supone aceptar que es el enunciado-sentencia el que rige todo tipo de conducta y también la comprensión de la realidad.
El fundamento epistemológico de esta posición, escribe el propio van der Dusse, es la creencia que se puede tener acceso al lenguaje del pensamiento mediante la comprensión reflexiva y el razonamiento puro. Nuestro conocimiento sería por tanto, un conjunto de sentencias que se detectan cuando expresamos nuestras creencias, pensamientos, deseos ... Lo que decimos es la expresión de nuestro pensamiento, y mediante el análisis de nuestros enunciados es posible detectar la estructura de nuestro conocimiento.
Este modelo se ha aplicado a teorías del aprendizaje y de la instrucción, a perspectivas de formación, en trabajos sobre evaluación de contextos, y en general recorre toda la psicología, ofreciendo la imagen de que mediante nuestro lenguaje expresamos nuestro pensamiento, que nuestro mundo interno se refleja en nuestras palabras. Nuestra conducta se encuentra guiada por las sentencias intencionales que explicitan el comportamiento de nuestro conocimiento.
Con ello se ha creado un modo de percibir el mundo y a nosotros mismos que es sólo una apariencia de lo que acontece en la realidad. Pues es una extrapolación de lo que ocurre con los ordenadores y sobre todo con los lenguajes de la inteligencia artificial. Así vuelve a surgir de nuevo el sentido referido de lo falso, como mostración de una apariencia que simula ser la realidad a la que remite.
En la actualidad aunque no ha disminuido la fuerza de esta posición, se están abriendo otros modelos, comprendidos en lo que se ha denominado la posición «conexionista». Esta parece recoger con más fidelidad la complejidad de la representación del conocimiento humano. Su modelo básico ha tomado como referencia las propiedades de las redes superpuestas, que están formadas por unidades no lineales, basando sus investigaciones en lo que se ha denominado procesos de distribución paralela (PDP), que están más próximos al funcionamiento simplificado de una neurona que no de un lenguaje del ordenador. El papel de estas unidades es ir su-
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mando la actividad de emisión y recepción de señales conectadas con las otras unidades y cambiar de estado en función de esta suma. Esto da lugar a lo que se ha denominado «redes conectivas» que son reflejo de los procesos dinámicos del cerebro, junto a los que actúan en paralelo y no en secuencia como propugna la perspectiva representacional. La principal cualidad de las redes conectivas es su capacidad para aprender de forma permanente, es decir, para auto-organizarse.
Esta posición se abre camino frente al tradicional enfoque representacional, entre otras razones porque está vinculada al cuestionamiento del papel del lenguaje. En la actualidad éste es considerado sobre todo como una abstracción de procesos más ricos y generalizados, teniendo en cuenta que es el resultado de una transmisión cultural de esquemas cognitivos que se distribuyen de forma intersubjetiva en los grupos sociales. Esto ha hecho que el reto que en la actualidad tiene planteada la ciencia cognitiva sea superar el dominio de la inteligencia artificial, y preocuparse más por encontrar los principios de la inteligencia natural. En este sentido la perspectiva conexionista está en los inicios de lo que puede ser una prometedora explicación del conocimiento humano.
Sin embargo lo que estas posiciones no ofrecen es una autenticidad incuestionable y por ahora es necesario realizar múltiples concesiones para asumirlas. Por una parte implica aceptar la realidad psicológica de la cognición, es decir que la mente trabaja con una imagen real y verbal del mundo, posición que una postura materialista no compartiría. Supone también creer que es posible poder transmitir el conocimiento verbalizado a otros, dejando de lado los muchos idiosincrásicos del sentido. Implica también dejar abiertas las implicaciones filosóficas e incluso personales que pueden derivarse de estos modelos sobre el conocimiento a nuestro concepto de «persona». Pero sobre todo abre la necesidad de cara al futuro de llevar a cabo un equilibrio entre el desarrollo de sistemas explicativos de carácter holístico y los elementos que puedan ser discriminativos de la cognición.
LA PROMESA DE SOLUCION DE LOS
PROBLEMAS PERSONALES
lPero cómo desde este entramado la psicología ha logrado ejercer la fascinación que ejerce? lDónde reside el mérito de una disciplina que salvo contadas excepciones ha ido separando «su decir científico» del hacer y pensar de la cotidianidad? Posiblemente porque la psicología ofrece la promesa de desvelar el «secreto del otro», y de uno mismo. Porque se ha ido mostrando, sobre todo en su perspectiva más «popular», el psicoanálisis, como guía y camino del conocimiento de sí mismo y del otro. Coloca con ello la ilusión de la adivinación como referencia-
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guía de su actuación, que conecta con la fascinación por lo desconocido, por el conocimiento futurible sobre lo que va a pasar. El gran simulacro, la falsedad de la psicología que constituye su atractivo es que tras su discurso y su práctica se vislumbra la posibilidad de conseguir el secreto de lo que se es o debe ser. Para lograrlo es necesario evitar la duda, y se opta por el camino de biologizar la realidad, computerizarla o en definitiva, psicologizarla.
Una de las consecuencias de esta constante de la psicología ha sido la de encerrarse en la propia disciplina y proseguir haciendo una separación entre «los estudios de psicología individual y los dedicados al entorno cultural en el que viven los individuos» (9). Ha perdido con ello la referencia recogida por Von Wright (10) de que la «racionalidad humana es algo multidimensional y que cuenta con muchos aspectos que no pertenecen a aquellos que han alcanzado su plena madurez en la ciencia occidental». Esto ha llevado sobre todo a que la psicología haya creído que los fenómenos socioculturales pueden ser explicados a partir de procesos psicológicos, con lo que se ha ganado las iras de los culturalistas, los sociólogos, o de cualquier perspectiva que tenga presente el papel del contexto en la conducta, y no la obsesión por la autenticidad basada en una falsa e inexistente objetividad.
Con ello contribuye la psicología a la expresión de la conciencia del personaje persuasor, en una realidad que se define por la con- o ciencia y presencia de lo falso en la cul-tura contemporánea.
NOTAS Y REFERENCIAS
(1) Galván, T. (1980). La ideología fascista en Apollinaire. Triunfo, 894.
(2) Wersch, J. (1988). Vygotsky y la formación social dela mente. Barcelona. Paidós.
(3) Pelechano, V. (1981). Intervención comportamental:una vieja aspiración con un nuevo perfil. En VV. AA. Psicologema. Valencia: Alfaplús.
(4) Caparrós, A. (1982). Psicología diferencial, lcienciao tecnología? Estudios de Psicología, 9, 16-23.
(5) Seoane, J. (1981). Problemas epistemológicos en lapsicología actual. En VV. AA. Psicologema. Valencia: Alfaplús.
(6) Scheerer, E. (1988). Contribución a la historia de lasciencias cognitivas. Revista Internacional de Ciencias Sociales, 115, 7-22.
(7) Van der Dusse, M. (1988). The contribution of cognitive science to the professional development of teachers. Conferencia de la A.T.E.E. Septiembre. Barcelona.
(8) Fodor, J. (1984). El lenguaje del pensamiento. Madrid. Alianza .Psicología (1975).
(9) Ver: Wersch, J. (1988).(10) Von Wright, G:''H. (1988). Ciencia y Razón. Siste
ma, 83, 13-23.