los discípulos en el relato de marcos

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LOS DISCIPULOS EN EL RELATO DE MARCOS J. D. Kingsbury Entrelazado con los relatos sobre Jesús y las autoridades religiosas, está también el relato de Marcos sobre los discípulos 1 . Como las autorida- des, también los discípulos hacen su aparición en la sección central (1,14-8,26), una vez que ha si- do presentado Jesús. Cuando Jesús comienza su ministerio público en Israel, proclama el evange- lio de Dios (1,14-15) y llama a sus primeros dis- cípulos (1,16-20). Exceptuando quizás a Judas, los discípulos no influyen materialmente en la trama o flujo de los acontecimientos del relato de Marcos. En el capítulo anterior hemos visto que el con- flicto principal del relato de Marcos se da entre Jesús e Israel. Puesto que Israel no recibe a Je- sús como agente supremo de Dios y las autorida- des religiosas ven en él una amenaza mortal a ellas mismas y a la nación el conflicto de Jesús con Israel es un conflicto a muerte. En la cruz y resurrección de Jesús, este conflicto llega a su resolución fundamental, del mismo modo que lle- gará a la resolución final en su parusía. Así, pues, junto a Israel, Jesús entra también en con- flicto con los discípulos. Sin embargo el carácter de este conflicto es muy diferente, porque los dis- cípulos no son enemigos de Jesús, sino sus se- guidores. No obstante, el hecho de que este sea diferente no significa que sea trivial. Por el con- trario, se mueve en torno a la notable falta de comprensión de los discípulos y a su rechazo a asumir tanto el objetivo central del ministerio de Jesús como el verdadero significado de ser discí- pulo. Marcos no narra la resolución final de este conflicto, sino que deja al lector imaginar su re- sultado. Pero, para ayudar al lector en esta tarea, le ofrece claves importantes. LLAMADO AL DISCIPULADO E INCOMPRENSION Llamada al discipulado Cuando Marcos presenta a los discípulos al lector en la sección central de su relato, los sitúa bajo una luz positiva. En primer lugar, Jesús llama a los discípulos y les encomienda un minis- terio en Israel. Al comenzar su ministerio público, Jesús lla- ma a sus primeros discípulos, dos parejas de hermanos: Pedro y Andrés (1,16-18) y Santiago y Juan (1,19-20). Es significativo que la llamada de cada pareja de hermanos siga un mismo patrón, a saber: a) al pasar, b) Jesús ve a los hermanos, c) los llama y d) ellos inmediatamente lo siguen. Mediante este patrón, Marcos expone la esencia y el objetivo del discipulado. La esencia del discipulado consiste en unirse a Jesús con entera lealtad. En la descripción de Marcos de la llamada a los discípulos, toda la ini- ciativa está en Jesús: mientras vas siguiendo el camino señalado, Jesús es el que ve y llama. El hecho de que Jesús controle la iniciativa es más sorprendente de lo que parece a primera vista En los círculos rabínicos, por ejemplo, era el candi- dato quien buscaba al maestro con la esperanza de que lo aceptara como discípulo 2 . El subrayar que Jesús tiene la iniciativa es atestiguar la auto- ridad soberana con la que él llama a los discípu- los. En correspondencia, la respuesta de los lla- mados es de aceptación inmediata. Simón y An- drés, dejando las redes, siguen a Jesús pronta- mente, del mismo modo que Santiago y Juan abandonan a su padre y a los asalariados en la barca. La aceptación inmediata indica la absoluta obediencia con ]a que los hermanos reciben la llamada: dejan atrás bienes, familia y profesión para unirse a Jesús. para seguirlo adondequiera que vaya y para ofrecerle su lealtad inquebranta- ble. Pedro lo señalará más tarde: «Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos venido siguien- do» (10,28). La estrecha correspondencia entre las llama- das de Jesús (por ejemplo, «veníos conmigo», 1,17) y la aceptación de los hermanos (por ejem- plo, «e inmediatamente… lo siguieron», 1, 18) re- vela que las expresiones «seguir» y «venir (ir)» tras Jesús, cuando implican un compromiso con é], se emplean en el relato de Marcos como expre- siones técnicas que connotan discipulado. Usa- das como expresiones técnicas, «seguir» e «ir tras» Jesús describen a los que lo acompañan y actúan como sus discípulos 3 . En el relato de Marcos, el discípulo es, en efecto, un seguidor comprometi- do de Jesús. Vale la pena señalar este último punto, porque tiene sus implicaciones. Por una parte, implica que no todo el pueblo que sigue a Jesús ha de ser considerado como discípulo. Por ejemplo, la mul- titud, aunque sigue a Jesús (3,7; 5,24), no ha de ser considerada como una gran muchedumbre de discípulos, porque no está comprometida con Je- sús mediante un lazo de lealtad 4 . Por otra parte, este punto implica también que el discipulado no es un privilegio exclusivamente restringido a los doce. Es cierto que cuando Marcos habla de los «discípulos» de Jesús generalmente se refiere a los doce 5 . No obstante, hay ejemplos de personas que están fuera del círculo de los doce y que, a pesar de ello, han de ser considerados como dis- cípulos de Jesús; tal es el caso de Leví (2 14), de «los que estaban en torno a él» (con los doce)

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Page 1: Los discípulos en el relato de Marcos

LOS DISCIPULOS EN EL RELATO DE MARCOS J. D. Kingsbury•

Entrelazado con los relatos sobre Jesús y las

autoridades religiosas, está también el relato de Marcos sobre los discípulos1. Como las autorida-des, también los discípulos hacen su aparición en la sección central (1,14-8,26), una vez que ha si-do presentado Jesús. Cuando Jesús comienza su ministerio público en Israel, proclama el evange-lio de Dios (1,14-15) y llama a sus primeros dis-cípulos (1,16-20). Exceptuando quizás a Judas, los discípulos no influyen materialmente en la trama o flujo de los acontecimientos del relato de Marcos.

En el capítulo anterior hemos visto que el con-

flicto principal del relato de Marcos se da entre Jesús e Israel. Puesto que Israel no recibe a Je-sús como agente supremo de Dios y las autorida-des religiosas ven en él una amenaza mortal a ellas mismas y a la nación el conflicto de Jesús con Israel es un conflicto a muerte. En la cruz y resurrección de Jesús, este conflicto llega a su resolución fundamental, del mismo modo que lle-gará a la resolución final en su parusía. Así, pues, junto a Israel, Jesús entra también en con-flicto con los discípulos. Sin embargo el carácter de este conflicto es muy diferente, porque los dis-cípulos no son enemigos de Jesús, sino sus se-guidores. No obstante, el hecho de que este sea diferente no significa que sea trivial. Por el con-trario, se mueve en torno a la notable falta de comprensión de los discípulos y a su rechazo a asumir tanto el objetivo central del ministerio de Jesús como el verdadero significado de ser discí-pulo. Marcos no narra la resolución final de este conflicto, sino que deja al lector imaginar su re-sultado. Pero, para ayudar al lector en esta tarea, le ofrece claves importantes.

LLAMADO AL DISCIPULADO E INCOMPRENSION

Llamada al discipulado

Cuando Marcos presenta a los discípulos al

lector en la sección central de su relato, los sitúa bajo una luz positiva. En primer lugar, Jesús llama a los discípulos y les encomienda un minis-terio en Israel.

Al comenzar su ministerio público, Jesús lla-

ma a sus primeros discípulos, dos parejas de hermanos: Pedro y Andrés (1,16-18) y Santiago y Juan (1,19-20). Es significativo que la llamada de cada pareja de hermanos siga un mismo patrón, a saber: a) al pasar, b) Jesús ve a los hermanos, c) los llama y d) ellos inmediatamente lo siguen. Mediante este patrón, Marcos expone la esencia y el objetivo del discipulado.

La esencia del discipulado consiste en unirse a

Jesús con entera lealtad. En la descripción de Marcos de la llamada a los discípulos, toda la ini-ciativa está en Jesús: mientras vas siguiendo el camino señalado, Jesús es el que ve y llama. El hecho de que Jesús controle la iniciativa es más sorprendente de lo que parece a primera vista En los círculos rabínicos, por ejemplo, era el candi-dato quien buscaba al maestro con la esperanza de que lo aceptara como discípulo2. El subrayar que Jesús tiene la iniciativa es atestiguar la auto-ridad soberana con la que él llama a los discípu-los. En correspondencia, la respuesta de los lla-mados es de aceptación inmediata. Simón y An-drés, dejando las redes, siguen a Jesús pronta-mente, del mismo modo que Santiago y Juan abandonan a su padre y a los asalariados en la barca. La aceptación inmediata indica la absoluta obediencia con ]a que los hermanos reciben la llamada: dejan atrás bienes, familia y profesión para unirse a Jesús. para seguirlo adondequiera que vaya y para ofrecerle su lealtad inquebranta-ble. Pedro lo señalará más tarde: «Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos venido siguien-do» (10,28).

La estrecha correspondencia entre las llama-

das de Jesús (por ejemplo, «veníos conmigo», 1,17) y la aceptación de los hermanos (por ejem-plo, «e inmediatamente… lo siguieron», 1, 18) re-vela que las expresiones «seguir» y «venir (ir)» tras Jesús, cuando implican un compromiso con é], se emplean en el relato de Marcos como expre-siones técnicas que connotan discipulado. Usa-das como expresiones técnicas, «seguir» e «ir tras» Jesús describen a los que lo acompañan y actúan como sus discípulos3. En el relato de Marcos, el discípulo es, en efecto, un seguidor comprometi-do de Jesús.

Vale la pena señalar este último punto, porque

tiene sus implicaciones. Por una parte, implica que no todo el pueblo que sigue a Jesús ha de ser considerado como discípulo. Por ejemplo, la mul-titud, aunque sigue a Jesús (3,7; 5,24), no ha de ser considerada como una gran muchedumbre de discípulos, porque no está comprometida con Je-sús mediante un lazo de lealtad4. Por otra parte, este punto implica también que el discipulado no es un privilegio exclusivamente restringido a los doce. Es cierto que cuando Marcos habla de los «discípulos» de Jesús generalmente se refiere a los doce5. No obstante, hay ejemplos de personas que están fuera del círculo de los doce y que, a pesar de ello, han de ser considerados como dis-cípulos de Jesús; tal es el caso de Leví (2 14), de «los que estaban en torno a él» (con los doce)

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(4,1O 34) y de las mujeres que observan la cruci-fixión desde lejos (15,40-41)6. En consecuencia, si los doce son los discípulos más destacados de Jesús, esto no significa que más allá del círculo de los doce Jesús no tenga discípulos.

El objetivo del discipulado es expuesto par Je-

sús en su llamada a Simón y a Andrés: «Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres» (1,17). El discipulado tiene claramente como objetivo una «tarea de misión». Es sorprendente el carác-ter universal de la misión que Jesús considera en este punto del relato de Marcos, Jesús está ape-nas comenzando su ministerio a Israel. No obs-tante, su visión comprende ya no solo la misión prepascual de los discípulos a Israel (6, 7-13), si-no también su misión pospascual a los paganos (13,10; 14,9).

Como primeros discípulos llamados, Pedro,

Andrés, Santiago y Juan se convierten, en diver-sos. grados, en representativos de los doce. Esto vale específicamente de Pedro, que destaca como portavoz7 de los doce y que es representativo8 de ellos tanto en su grandeza como en su debilidad. En una ocasión, Juan hace también de portavoz de los doce (9,38) y en otra Santiago y Juan son representativas de todos (10,35-45). En tres oca-siones, Jesús elige a Pedro, Santiago y Juan para compartir con él una experiencia, como la resu-rrección de la hija de Jairo (5,37), su transfigura-ción (9,2) o su agonía, en Getsemaní (14,33-34); y cuando Jesús pronuncia su discursa escatológi-co, lo hace a petición de Pedro, Santiago, Juan y Andrés (13,3-4). Aunque los primeros discípulos están indudablemente situados en el círculo de los doce, actúan en diversos grados como repre-sentativos de todo el grupo.

La llamada de Leví sigue el mismo patrón que

las llamadas de Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Pasando junto al lago, Jesús ve a Leví, el hijo de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, lo llama y Leví se levanta y sigue a Jesús (2,14). Por eso, en la llamada de Leví, Marcos narra la lla-mada de un verdadero discípulo.

El paralelismo formal entre la llamada de Leví

y la de los primeros discípulos crea la expecta-ción de que el nombre de Leví aparezca también en la lista de los doce (3,16-19). Sorprendente-mente, sin embargo, no es así. Entre los nombres de los doce se encuentra Santiago el hijo de Alfeo (3,18). Pero Marcos no dice palabra de que exista un vínculo entre Santiago y Leví. Puesto que Marcos ofrece pocos datos, es lógico deducir que, aunque Leví es un verdadero discípulo, no es uno de los doce9.

El motivo por el que Marcos destaca la llama-

da de Leví es más oscuro. Leví es un recaudador de impuestos (2,14). Como tal, es miembro de una clase conocida por su inmoralidad y despre-ciada por los mismos judíos10. El narrar la llama-da de un recaudador de impuestos al discipulado

es mostrar que Jesús se hace acompañar no sólo por personas honorables como Pedro, Andrés, Santiago y Juan, sino también por hombres que como Leví, tienen mala reputación. En una oca-sión Jesús dice a los fariseos: «No he venido a in-vitar justos, sino pecadores» (2,17).

Cuando Jesús llama a Leví, ya está envuelto

en el primer ciclo de controversias con los diri-gentes religiosos (2,1-3,6). Al término de este ci-clo, Marcos señala que los fariseos se retiran a conspirar sobre la manera de acabar con Jesús (3,6).Por otra parte, las noticias sobre Jesús se han extendido tan ampliamente que una gran multitud de todas las partes de Palestina y de Ti-ro y Sidón acude a él (3,7-8). Después de curar a muchos enfermos, Jesús se retire al monte y allí constituye a los doce.

Como lugar de la institución de los doce, el

monte es importante en sí mismo (3,13). En el mundo del relato de Marcos, el monte connota cercanía de Dios y por ello es un lugar de comu-nicación y encuentro divino-humano11. En lo alto del monte Jesús ora (6,46), es transfigurado por Dios, y predice el futuro (13,3-5). Así como Dios estableció una vez a Israel desde la cima del mon-te (Ex 19-20), así Jesús, también desde lo alto de un monte, establece el pueblo escatológico de Dios12.

Marcos envuelve su relato sobre la institución

de los doce por Jesús en un patrón similar al que emplea en los relatos de llamada. De este modo, subraya la incomparable autoridad con que Je-sús actúa y la obediencia absoluta con la que es recibida su llamada. Al instituir a los doce, Jesús mismo toma la iniciativa («convocó a los que él quería», 3,13). En respuesta a la llamada de Je-sús, los convocados lo siguen de inmediato («y se acercaron a él», 3,13). Después de elegir a los do-ce Jesús les encomienda una misión. La misión que les confía es doble: los doce han de estar «con él» y ser enviados a «predicar y expulsar demo-nios» (3,14-16). Al estar «con Jesús» viven en la esfera del reinado de Dios que irrumpe y son tes-tigos oculares de su ministerio13. Al predicar y expulsar demonios, reciben poder de Jesús para hacer lo que él ha estado haciendo; su actividad es una prolongación de la de Jesús.

Al citar expresamente los nombres de los doce,

Marcos indica que el círculo de los doce está aho-ra ya completo. Jesús sigue llamando discípulos (8,34; 1O,21), pero el grupo de los doce permane-ce inalterable. Al dar a Simón el sobrenombre «Pedro» y describir a Judas Iscariote como «el mismo que lo entregó», Marcos alerta al lector so-bre el nombre preferido que Simón llevará de ahora en adelante y sobre el papel siniestro que Judas desempeñará después (3,16. 19).

Al narrar la institución de los doce, Marcos ha

puesto ya la base para describir el ministerio en Israel que ellos emprenderán. Pero antes de vol-

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ver a ello, enriquece significativamente su carac-terización de los discípulos de Jesús. En el con-texto del discurso en parábolas, Marcos señala que Jesús dice a «los que estaban en torno a él con los doce»: «A vosotros se os ha comunicado el secreto del reino de Dios; ellos, en cambio, los de fuera, todo eso lo van teniendo en parábolas» (4,1O-11). El contraste que Jesús establece en esta parábola entre «discípulos» y «los de fuera» no podría ser más fuerte: por una parte, Dios otorga a los discípulos iluminación y entendi-miento al secreto de su reinado; por otra, para ]os que están fuera este secreto es un enigma.

En las parábolas que Jesús narra en su dis-

curso14 y explica a sus discípulos (4,34), .indica cómo hay que entender el secreto del reino de Dios15. Este secreto consiste en que el reinado de Dios es una realidad presente, aunque oculta, que avanza hacia su consumación al final de los tiempos. En Jesús, Dios se acerca en su reinado para encontrarse con los hombres16. En concreto, Jesús proclama el evangelio de Dios y convoca a Israel al arrepentimiento, a creer en el evangelio y a vivir en la esfera del reinado de Dios17. Mientras que algunos han oído el mensaje de Jesús (desde luego, con resultados sorprendentes, 4,8), en otros casos ha sonado en oídos sordos (4,3-7). Por ejemplo, las autoridades religiosas han oído el mensaje de Jesús y han presenciado sus obras; sin embargo, en vez de ver en ellas signos de la presencia del reinado de Dios, están con-vencidas de que Jesús es el agente de Satanás (3,22.30). Por eso el reinado de Dios es una reali-dad oculta. Sin embargo, desde comienzos tan insignificantes como el ministerio de Jesús, e] reinado de Dios irá creciendo hasta abarcar al fi-nal de los tiempos, como realidad consumada, el mundo entero (4, 26-29.30-32).

Después del discurso en parábolas, Marcos

habla del viaje de Jesús al otro lado del lago y de su regreso, de dos curaciones y del rechazo de Jesús en Nazaret. Luego describe a Jesús am-pliando su ministerio: al renovar la misión que confió a los doce18, Jesús los envía a Israel con un ministerio propio (6,7-13.30). Cuando Marcos describe la renovación del encargo dado a los do-ce, reaparecen los mismos acentos tan destaca-dos en llamadas anteriores, aun cuando emergen otros nuevos. Así, Jesús tiene otra vez toda la ini-ciativa: convoca a los doce, los envía de dos en dos, les concede poder para que tengan autoridad sobre espíritus impuros y les da instrucciones para el camino. Concretamente, les recomienda no llevar mas que un bastón para defenderse; viajar sólo con sandalias o calzado ligero; no ir cargados de peso llevando más de una túnica; confiar en la hospitalidad de quienes encuentren para las necesidades de alimentación, alojamien-to y otras cosas; estar en una sola casa en un si-tio determinado hasta el momento de abandonar el lugar; y sacudir el polvo de sus sandalias como advertencia de juicio contra los residentes de cualquier lugar que se hayan negado a recibirlos

o a escuchar su mensaje (6,8-11). En una pala-bra: los doce han de viajar ligeros y mantenerse activos cuando ejercen su ministerio, confiando en que Dios cuidará de ellos.

Los doce emprenden con obediencia sincera la

misión que Jesús les confía (6,12-13.30). Su mi-nisterio es, desde luego, una prolongación del de Jesús, porque cuando ellos viajan a través de Is-rael hacen exactamente lo que él hizo: proclaman el mensaje de arrepentimiento19, enseñan20, cu-ran21 y expulsan demonios22. Lo único que ellos hacen y que Marcos no atribuye a Jesús es ungir a los enfermos con aceite, un gesto que simboliza la curación con la que Dios visita a los enfermos (6,13)23. Significativamente, cuando los doce vuelven a Jesús y le cuentan todo lo que han hecho y enseñado, Marcos no se refiere a ellos ni como a los doce ni como a discípulos, sino como «apóstoles» (6,30). En su ministerio a Israel, los doce se presentan como mensajeros o embajado-res de Jesús: recibirlos a ellos equivale a recibir al mismo Jesús (9).

Incomprensión Hasta ahora, el retrato que hace Marcos de los

discípulos no podría ser más favorable. Llamados por Jesús a seguirlo han respondido obedientes a su llamada, dejando atrás su anterior modo de vida y comprometiéndose con la causa de Jesús dándole su adhesión y su lealtad inquebrantable. Sin embargo, la impresión de que todo marcha bien con los discípulos es engañosa, porque ya aparece claramente la perspectiva de conflicto en-tre Jesús y ellos.

El problema principal de los discípulos es su

incomprensión. A primera vista, esto resulta enigmático. Sin embargo la caracterización que hace Marcos de los discípulos es que a pesar de «estar con» Jesús, no comprenden correctamente todavía. Estar con Jesús es aprender de él, «pen-sar según Dios, no al modo humano». Los discí-pulos, sin embargo, se manifiestan propensos a ver la realidad desde un punto de vista humano. Y de ahí su incomprensión.

Desde el punto de vista tanto de Marcos en

cuanto narrador como de Jesús, los discípulos no tienen excusa en su falta de comprensión correc-ta. Como el lector sabe bien, no es que Jesús no los haya iniciado en «tener los pensamientos de Dios». Por el contrario, desde el principio del rela-to de Marcos los discípulos son testigos oculares cuando Jesús enseña, predica, expulsa demonios y cura enfermedades con incomparable autori-dad24. También a través de las parábolas que Je-sús narra y explica (4, 34) se les confía el secreto de que en Jesús, Dios, en su reinado, se ha acer-cado a los hombres y quiere introducirlos en el futuro en su reino glorioso (4,11). Además, al ele-gir a los doce, Jesús les concede igualmente au-toridad divina (3,14-15). En resumen, no hay que

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avanzar mucho en el relato de Marcos para ver que se dan todas las condiciones para que los discípulos vean a Jesús, su ministerio y a sí mismos desde un punto de vista divino. Están en condiciones de comprender que Jesús es el agen-te supremo de Dios (el Mesías Hijo de Dios [1,1]) que ejerce su ministerio con autoridad divina y que les ha concedido autoridad también a ellos. No obstante, debido a su propensión a pensar en términos humanos, en la segunda mitad de la sección central del relato de Marcos los discípu-los manifiestan que no comprenden ni quién es Jesús ni lo que significa confiar en su autoridad o servirse ellos mismos de la autoridad que se les ha dado.

Una primera indicación de la incomprensión

de los discípulos aparece ya en el en que Jesús declare que los discípulos están iluminados por Dios acerca del secreto de su reinado (4,11). Cuando los discípulos preguntan a Jesús por el sentido de sus parábolas, después de haber na-rrado Jesús la parábola del sembrador, él replica: «¿No habéis entendido esa parábola? Entonces, ¿cómo vais a entender ninguna de las otras» (4,13). Es cierto que Jesús explica la parábola del sembrador a los discípulos25, como hace también con otras parábolas (4,34). Sin embargo, espera que ellos comprendan las parábolas, pero no es así. En efecto, para excluir todo malentendido sobre ello, Marcos reproduce después esta esce-na. Cuando en otra ocasión los discípulos pre-guntan a Jesús por el sentido de una parábola, éste responde en tono de reproche: «¿Así que tampoco vosotros sois capaces de entender?» (7,18).

Estas breves escenas reflejan el modelo que

prevalece en la relación de Jesús con los discípu-los en la segunda mitad de la sección central del relato de Marcos: Jesús espera comprensión por parte de los discípulos, pero ellos manifiestan una profunda falta de entendimiento. Como con-secuencia, surge el conflicto entre Jesús y los discípulos, y esto aparece sobre todo en una serie de tres escenas en la barca y de dos milagros de multiplicación, intercalados entre las escenas de la barca.

La primera escena en la barca tiene lugar in-

mediatamente después del discurso de Jesús en parábolas (4,35-41). Antes del discurso, Jesús había ordenado a los discípulos preparar una barca (3,9)26, y desde ella pronunció su discurso (4,1) Terminado éste, Jesús invita a los discípulos a embarcarse hacia la otra orilla del lago de Gali-lea (4,35). Mientras él se retira a popa a dormir, los discípulos se ven sorprendidos por una vio-lenta tempestad. Viendo que las olas golpean la barca y la van llenando de agua, se aterrorizan. Despiertan a Jesús pidiéndole que los salve, y el increpa al viento y apacigua las olas de una ma-nera que evoca sus expulsiones de demonios. La calma subsiguiente permite a los discípulos ter-minar su viaje, pero antes tiene lugar un inter-

cambio entre ellos y Jesús. El les dice: «¿Por qué sois cobardes? ¿Aun no tenéis fe?»27 (4,40); y los discípulos a su vez se preguntan unos a otros: «Pero entonces, ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»

En esta escena, los discípulos manifiestan su

incomprensión al adoptar una visión puramente humana de su situación en la barca. Aunque hasta ahora ya han observado a Jesús realizando actos poderosos en numerosas ocasiones, sin embargo, no tienen fe o confianza en su autori-dad divina al encontrarse en peligro. Además, la pregunta que se hacen acerca de la identidad de Jesús manifiesta que, aunque el ha calmado la tempestad, ellos no ven en este hecho la revela-ción de que él es el Hijo de Dios. El miedo que los atenaza no es signo de reverencia hacia Jesús, sino síntoma de su incomprensión.

Después de una breve estancia en la orilla pa-

gana del lago de Galilea, Jesús y los discípulos vuelven a la orilla judía. Los discípulos continúan siendo testigos del ministerio de Jesús y ellos mismos reciben poder y son enviados a un minis-terio en Israel (5,1-6,30). A su vuelta, Jesús se re-tira con sus discípulos en barca a un lugar de-sierto a fin de que puedan descansar. Sin embar-go, la multitud reconoce a Jesús y a sus discípu-los cuando se van, y corre a su encuentro en tie-rra (6,31-33). Esta es la localización del primer milagro de multiplicación.

La esencia de este milagro esta en que Jesús

alimenta a cinco mil hombres, manifestando con ello no sólo que él es el Hijo que ha recibido auto-ridad de Dios, sino también el rey-pastor de Is-rael (6,34-44). Cuando Jesús ha terminado de enseñar a la multitud y ya se ha hecho tarde, los discípulos se le acercan y le hacen un sugerencia eminentemente práctica: que despida a la multi-tud para que todos puedan comprar algo de co-mer Ignorando la sugerencia de los discípulos, Jesús los reta a dar de comer a la multitud: «Dadles vosotros de comer» (6,37). Para los discí-pulos, la indicación de Jesús significa que él pre-feriría que fueran ellos en vez de la multitud los que se encargaran de ir a comprar alimento nece-sario. Sin embargo, cuando ellos le proponen es-to, Jesús ignora también esta sugerencia. Pre-gunta cuántas provisiones tienen, y cuando le di-cen que tienen cinco panes y dos peces, él se hace dueño de la situación. Bendiciendo los pa-nes y partiendo los dos peces, Jesús hace que los discípulos los distribuyan a la multitud. Después que los cinco mil han comido hasta saciarse, los discípulos recogen siete espuertas de pan y trozos de pescado.

También en este episodio los discípulos mani-

fiestan con claridad su incomprensión. Inmedia-tamente antes de este milagro, Jesús concedió a los discípulos autoridad para ejercer su misión en Israel, y ellos lo hicieron (6,7-13.30). Sobre es-te trasfondo, Jesús reta ahora a sus discípulos a

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dar de comer a los cinco mil. Espera que ellos se sirvan de la autoridad que les ha dada antes y lo hagan. En otras palabras: espera que los discípu-los afronten este reto «pensando según Dios». Sin embargo, los discípulos manifiestan que se han olvidado de todo lo anterior. En consecuencia, afrontan el reto de Jesús «pensando al modo humano». Al captar la situación desde un punto de vista humano, muestran por sus observacio-nes que no comprenden ni que Jesús tiene auto-ridad para alimentar a la multitud, ni que ellos han recibido de él esta misma autoridad.

La segunda escena en la barca tiene lugar

después de que Jesús alimenta a cinco mil per-sonas (6,45-52). Obligando a los discípulos a em-barcar, Jesús les hace ir sin él a Betsaida en la orilla oriental del lago. Hacia el atardecer, cuando él estaba en tierra firme, ve a los discípulos con dificultad, luchando contra un viento contrario. Más tarde, alrededor de la tres de la madrugada, va hacia ellos caminando sobre el agua y tratan-do de pasarlos. Si el «paso» de Jesús alude al te-ma del paso de Dios en el Antiguo Testamento, entonces la intención de Jesús es revelar a los discípulos que el es el Hijo que ha recibido auto-ridad de Dios y que salva28. Sin embargo, los dis-cípulos, al ver a Jesús, creen ver un fantasma y gritan aterrorizados. Inmediatamente Jesús los tranquiliza: «Animo, soy yo, no temáis» (6,50). Después Jesús sube a la barca y el viento cesa. A concluir la escena, el mismo Marcos comenta: «Su estupor era enorme, pues no habían entendi-do cuando lo de los panes, es más, su mente había quedado obcecada» (6,51-52).

La clave para interpretar esta escena está en el comentario de Marcos. En él alude a la alimen-tación milagrosa de los cinco mil. Recordemos que allí Jesús había hecho que los discípulos lo asistieran cuando realizó el milagro. Sin embar-go, Marcos pone de manifiesto que los discípulos, olvidando su participación, son todavía incapaces de ver el milagro en términos divinos y sólo lo ven con ojos humanos: todavía no han comprendido la autoridad divina de Jesús, ni que él se reveló a través del milagro como Hijo de Dios y rey-pastor de Israel; y tampoco comprenden que ellos podrí-an haber hecho lo mismo. Por otra parte, el co-mentario de Marcos indica también que la in-comprensión que invade a los discípulos respecto a la alimentación de los cinco mil los invade tam-bién en esta segunda escena en la barca. Cuando Jesús obliga a los discípulos a embarcarse para Betsaida, en realidad les confía una misión Sin embargo, los discípulos interpretan su viaje o mi-sión en términos puramente humanos: al luchar contra un viento contrario, no recuerdan que Je-sús les ha dada autoridad para llevar a cabo cualquier misión que les encomiende. Y al ver a Jesús caminar sobre el agua, no pueden imagi-nar que su autoridad le permita esto y creen que lo que ven es un fantasma. Una vez más son in-capaces de comprender correctamente la situa-

ción. En vez de confiar, tienen miedo; y además se han endurecido en su incomprensión.

Al final de esta segunda escena en la barca, Jesús y sus discípulos llegan a Genesaret (6, 53), en la orilla occidental del lago. Continuando su ministerio en Galilea, Jesús atraviesa una vez más regiones paganas, en las que tiene lugar el segundo milagro de multiplicación (8,1-1O). Ro-deado por una gran multitud de cuatro mil per-sonas que permanecen con él tres días, Jesús convoca a los discípulos y les dice que tiene com-pasión de la gente porque no tienen nada que comer. los discípulos, confundidos, le preguntan simplemente: «¿Cómo va a poder nadie saciar a éstos de pan aquí en descampado?» (8, 4). Como en la ocasión anterior, Jesús les pregunta cuánto tienen. Cuando ellos responden «siete (panes)», Jesús toma los panes, los bendice, los parte y se los da a los discípulos para que los distribuyan a la gente; del mismo modo, distribuye también unos cuantos pececillos; después de haber ali-mentado hasta la saciedad a cuatro mil personas los discípulos recogieron siete espuertas de peda-zos.

Esencialmente, la interacción entre Jesús y

los discípulos en este milagro es la misma que en el milagro anterior, en el que alimentó a cinco mil judíos. Ante el reto de Jesús a dar de comer a la multitud que sentía hambre, los Discípulos, al parecer indiferentes a sus experiencias anteriores en el lago o con la multitud de cinco mil, se que-dan perplejos y son incapaces de hacer otra cosa que no sea poner de manifiesto su gran perpleji-dad. Una vez más, Jesús habría querido que ellos vieran la situación desde su punto de vista divi-no, pero ellos la ven desde un punto de vista humano. Jesús habría querido que comprendie-ran la naturaleza de su autoridad, que percibie-ran en ella que él es el Hijo de Dios, dotado de poder, y recordaran que él les ha dado autoridad para ejercer su ministerio. En resumen, Jesús habría querido que ellos hicieran el milagro. Pero ellos no entienden nada de esto y, aun cuando asistieron a Jesús cuando él realizó el milagro, siguen sin comprender.

De vuelta en Galilea, los fariseos se acercan a Jesús y a sus discípulos y piden a Jesús que, mediante una señal, les pruebe que Dios actúa en su ministerio. Jesús rechaza esta exigencia, vuelve a la barca con sus discípulos y sale en di-rección nordeste para ir a Betsaida. Este viaje ofrece la localización para la tercera escena en la barca.

Esta escena (8,14-21) se abre con la atención centrada en los discípulos. Dado que olvidaron llevar comida, tienen solamente un pan, y esto les preocupa mucho. Mientras expresan su cons-ternación por ello, Jesús trata en vano de adver-tirlos de la peligrosa influencia de los fariseos y de Herodes. Ante la indiferencia de los discípulos, Jesús se exaspera. En un lenguaje con el que en

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una ocasión caracterizó a «los de fuera» (14,11-12), reprende de manera rotunda a los discípulos: «¿No acabáis de reflexionar ni de entender? ¿Te-néis la mente obcecada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis?» (l8,17-18). Los hechos a los que Jesús se refiere son los dos milagros de multiplicación. Luego concluye con una pregunta final: «¿Todavía no entendéis?» (8,21).

Esta escena en la barca es la que más acentúa

la incomprensión de los discípulos. Al citar los milagros de multiplicación y hablar de temas co-mo falta de percepción, mente obcecada e inca-pacidad para recordar, las palabras de Jesús re-capitulan la esencia de las tres escenas en la barca y de los dos milagros de multiplicación. A pesar de unos comienzos prometedores, al final de esta serie de escenas y milagros los discípulos manifiestan que son como «los de fuera». Del mismo modo que ellos, «piensan al modo humano y no según Dios», y ven la realidad desde un pun-to de vista terreno. Desde luego, a diferencia de «los de fuera», los discípulos siguen a Jesús y es-tán «con él», comprometidos con su causa. En consecuencia, la incomprensión, por una parte, y el compromiso, por otra, son los rasgos caracte-rísticos de los discípulos. La lucha de Jesús con ellos tiene la finalidad de guiarlos a superar su incomprensión para que ésta no mine su com-promiso como él. Este es el tema central de la re-lación de Jesús con los discípulos, y esta tercera escena en la barca lo pone vivamente de mani-fiesto.

Marcos concluye la sección central de su rela-

to (,14-8,26) describiendo un milagro de Jesús a favor de un ciego (8,22-26). Llama la atención el hecho de que la curación tenga lugar en dos fa-ses: después de poner Jesús las manos sobre los ojos del ciego, éste ve a la gente, pero le parecen árboles. Después de ponerle Jesús las manos so-bre sus ojos por segunda vez, el hombre queda completamente curado y lo ve todo con claridad. ¿Es este milagro un paradigma de la lucha de Je-sús con los discípulos? ¿Es el ministerio terreno de Jesús la primera fase, durante la cual tiene que luchar con los discípulos, que están com-prometidos con él, pero a la vez llenos de incom-prensión? ¿Es el tiempo posterior a la Pascua la segunda fase, en la que Jesús habrá guiado a los discípulos, como a este hombre, para que «lo vean todo con claridad»?

Resumiendo, en la sección central de su relato (1,14-8,26) Marcos describe la llamada de los discípulos y luego se concentra en su defecto fundamental: la incomprensión. En la primera mitad de esta sección, Marcos habla de la llama-da de los primeros discípulos, de la institución de los doce y del ministerio de éstos en Israel. Aun-que el número de los discípulos de Jesús es su-perior a doce, los doce recapitulan a los discípu-los. En la llamada a los discípulos, Jesús tiene toda la iniciativa: él ve y él llama. Los que oyen su llamada dejan atrás anteriores modos de vida,

lo siguen, dándole su completa lealtad y están «con él» como testigos presenciales de su ministe-rio. A través de Jesús, los discípulos se convier-ten en miembros del pueblo escatológico de Dios, viven en ]a esfera de su reinado y son iniciados en su secreto. Llamados para una misión, reciben autoridad para ejercerla y son enviados por Jesús a Israel; como Jesús, predican, enseñan, curan y expulsan demonios. Hasta aquí, el retrato que hace Marcos de los discípulos es altamente favo-rable.

En la segunda mitad de esta sección, Marcos

sitúa a los discípulos bajo una luz fundamental-mente negativa. En conexión con parábolas que Jesús expone y en una serie de tres escenas en la barca, intercaladas por dos milagros de alimenta-ción, los discípulos están llenos de incompren-sión. Aunque han sido iluminados por Dios y do-tados de poder por Jesús, no comprenden ni las parábolas de Jesús, ni su identidad, ni la natura-leza de su autoridad o de la que ellos han recibi-do. El resultado de ello es que fallen gravemente en situaciones que exigen comprensión, fe, valor, confesión de fe o acción. El motivo de la incom-prensión de los discípulos se remonta a su modo de interpretar la realidad. Aunque han sido ini-ciados por Jesús en «tener los pensamientos de Dios», «tienen los pensamientos de los hombres». En consecuencia, Jesús tiene que luchar no sólo con Israel, sino también con ellos. En su interior están divididos: aunque están comprometidos con Jesús, parecen incapaces de ver la realidad como la ve él, desde la perspectiva del reinado de Dios que se acerca. La lucha de Jesús consiste en guiarlos para que superen su incomprensión; si no lo consigue, la incomprensión destruirá su compromiso con él y su nueva vida como discípu-los suyos.

DISCIPULADO COMO SERVICIO En la larga sección final de su relato (8,27-

16,8), Marcos habla de Jesús mientras está «en camino» hacia Jerusalén, y de su pasión, muerte y resurrección. Entrelazada con esta línea narra-tiva, está la narración sobre los discípulos, en la que Marcos desarrolla ulteriormente el motivo de su incomprensión.

En general, la incomprensión de los discípulos

se hace más profunda y se relaciona más direc-tamente con el destino de Jesús. En la sección central del relato, la incomprensión de los discí-pulos concierne a las parábolas de Jesús, a su identidad, a la naturaleza tanto de su autoridad como de la que ellos mismos han recibido. Ahora, al final del relato, su incomprensión concierne a la esencia del ministerio de Jesús y por ello tam-bién a la esencia del discipulado. La esencia del ministerio de Jesús está definida en sus predic-ciones de la pasión y se centra en su pasión y muerte (8,31; 9;31; 10,33-34). La esencia del dis-cipulado se define en las llamadas de Jesús a la

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multitud y a los discípulos: «Si uno quiere venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga» (8,34). Por tanto, así como la esencia del ministerio de Jesús es el servicio, también la esencia del discipulado es el servicio. Los discípulos no comprenden, y de hecho no comprenderán, ni la esencia del minis-terio de Jesús ni la del discipulado, porque si-guen «pensando al modo humano, no, según Dios»; no están dispuestos a aprender de Jesús los caminos de Dios. Dado que las barreras cre-cen a medida que el relato avanza, el conflicto en-tre Jesús y los discípulos se hace más intenso. La cuestión que el lector ha de considerar es si Je-sús podrá hacer que los discípulos lleguen a adoptar su punto de vista divino respecto a su destino y al discipulado, y cómo podrá hacerlo.

Por más frío que pueda parecer el relato sobre

los discípulos, sin embargo, no está desprovisto de rasgos positivos. Por ejemplo, hasta el arresto de Jesús, los discípulos continúan siguiendo a Jesús y estando «con él». A pesar de su incom-prensión, también ellos le piden que los instruya y escuchan sus palabras29. De hecho, Pedro, aunque su confesión de fe es insuficiente, afirma correctamente en nombre de los discípulos que Jesús es el Mesías (8,29). En las controversias de Jesús con las autoridades religiosas, los discípu-los manifiestan lealtad para con él permanecien-do a su lado30. Luego, los discípulos también le obedecen cuando en dos ocasiones envía a dos de ellos con encargos importantes: una vez para que consigan el pollino sobre el que él irá montado al entrar en Jerusalén (11,17) y otra vez para que preparen la cena pascual(14,12-16). Cuando Je-sús entra en Jerusalén, los discípulos se unen al parecer a la multitud aclamándolo como hijo de David con gritos de «¡Sálvanos!» (11,9-10). Ade-más, cuando durante la comida Jesús predice que será entregado por uno de ellos, todos (ex-cepto quizás Judas) se sienten sinceramente afli-gidos por sus palabras (14,17-20). Y después de negar a Jesús tres veces, Pedro expresa su re-mordimiento sintiéndose abatido y llorando por su acción (14,72).

Rechazo de la idea de servicio Las predicciones de la pasión de Jesús esta-

blecen el marco para el retrato de los discípulos en la parte final del relato (8,27-16,8). Esto queda claro desde la sección inicial (8,27-10, 45), en la que Marcos desarrolla un modelo que posee los elementos claves: de pasión, predicación, incom-prensión e instrucción. Por tres veces en esta sección, a) Jesús predice su pasión, b) los discí-pulos manifiestan por lo que hacen o dicen que no han comprendido su predicción y c) Jesús ins-truye a los discípulos en «pensar según Dios» respecto al discipulado.

Este modelo aparece por primera vez en la sección 8,27-9,1. La escena que sirve de trasfon-do sobre el que se desarrolla este modelo es la

confesión de Pedro sobre Jesús (8,27-30). Esta escena es sorprendente en sí misma porque los discípulos, que hasta ahora no han comprendido, de pronto, aunque de manera insuficiente, com-prenden la identidad de Jesús.

Cuando Jesús está en las regiones de Cesarea de Filipo, de camino hacia Jerusalén, pregunta bruscamente a los discípulos quién creen los ju-díos que es él. Cuando ellos le responden que la gente cree que es algún profeta, Jesús les pre-gunta quién piensan ellos que es él. En nombre de los discípulos, Pedro declara: «Tú eres el Mesí-as», e inmediatamente Jesús ordena a los discí-pulos guardar silencio sobre ello (8,29-30).

Durante el ministerio de Jesús en Israel, los discípulos han presenciado que Jesús hablaba y actuaba con autoridad divina (1,14-8,26). No obs-tante, han permanecido cerrados a la revelación, comunicada a través de ello, de que Jesús es el Mesías Hijo de Dios (1,1). En efecto, después que Jesús calmó la tempestad en la primera escena en la barca, la única reacción de la que los discí-pulos son capaces es la pregunta suscitada por el miedo «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?» (4,41) Sin embargo, aquí, junto a Cesarea de Filipo, este velo de incomprensión se levanta y los discípulos perciben de pronto que Jesús es el Mesías. Retrospectivamente, esto sig-nifica que lo reconocen como el Ungido de Dios, el Mesías-rey de Israel que, en su enseñanza, predicación, curaciones, expulsiones de demonios y en los milagros de calmar la tempestad, alimen-tar a la multitud, ha estado actuando con autori-dad divina.

Aunque esta percepción es importante, recor-damos, como ya se dijo en el capítulo II, que es todavía insuficiente. Y lo es porque no tiene en cuenta el misterio más profundo de la identidad de Jesús –que es el Hijo de Dios (1,11)– ni el cen-tro de su ministerio: pasión y muerte. Debido a la insuficiencia de esta percepción, Jesús ordena a los discípulos guardar silencio (8,30). Al mismo tiempo utiliza esta percepción como trampolín para abordar por vez primera el tema de su pa-sión.

La primera predicción de la pasión. A raíz de la confesión de Pedro, Jesús hace la primera pre-dicción de su pasión (8, 31). En ella enseña a los discípulos que su destine será la pasión, muerte y resurrección, y que los «actores» principales im-plicados serán Dios, él y las autoridades religio-sas. De inmediato, Pedro manifiesta la incom-prensión que invade a todos los discípulos recha-zando categóricamente la idea de que el destino de Jesús deba ser la muerte (8,32). Fijando su mirada en todos los discípulos, Jesús reprende a Pedro por hacer de representante de Satanás, es decir, por tratar de apartarlo de la meta que Dios le ha señalado y, en consecuencia, «no pensar se-gún Dios, sino al modo humano». Luego, Jesús

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instruye no sólo a los discípulos, sino también a la multitud sobre los valores del discipulado.

En su instrucción (8,34-9,1), Jesús pone de relieve los puntos siguientes; seguirlo como discí-pulo es entregar la propia voluntad («negarse a sí mismo») para adherirse a él y estar dispuesto, si es necesario, incluso a dar la vida por el («cargar con su cruz», 8,34). El tratar de poner a salvo la vida a la manera propia es en último término perderla; perder la propia vida al servicio de Je-sús y del evangelio es en definitiva salvarla (8,35). En último análisis, el discipulado tiene que ver con un bien tan precioso como es la «vida», y aquellos que niegan (o confiesan) a Jesús en esta era pecadora serán negados (o reconocidos) por él al final de los tiempos, cuando vuelva para juzgar (8,36-38). Más aún, los discípulos pueden estar seguros de que, en un futuro cercano, verán el reinado de Dios que llega en poder y majestad (9,1)31.

En las escenas que siguen a estas palabras, el

lector asiste a otros ejemplos de incomprensión e instrucción (9,2-29) En lo alto del monte, Jesús es transfigurado ante Pedro, Santiago y Juan, y Dios declara desde la nube «Este es mi Hijo, el amado: escuchadlo» (9,7) Aquí Dios mismo «com-plementa» la anterior confesión de Pedro afir-mando que Jesús es su único Hijo e intimando a los tres discípulos a que escuchen a Jesús cuan-do les enseña que le espera la pasión, la muerte y la resurrección. Aturdidos de miedo, los tres dis-cípulos no comprenden la revelación que se les hace, y cuando descienden del monte, Jesús les ordena guardar silencio sobre ello hasta después de su resurrección (9,5-6.9). En el relato de Mar-cos, esta orden de Jesús tiene especial importan-cia. Implica que, después de la resurrección, los tres discípulos hablarán de su experiencia en lo alto del monte, lo que significa que comprenderán también la revelación que tuvo lugar allí después de la resurrección, comprenderán correctamente quién es Jesús y el destino que le esperaba. Por ahora, sin embargo, los tres hacen como Jesús acaba de decirles: se mantienen en silencio, aun cuando se preguntan qué significa lo que Jesús ha dicho, «Resucitar de la muerte» (9,10).

Mientras estaban bajando todavía del monte, los tres discípulos preguntan a Jesús por qué los letrados dicen que «Elías tiene que venir primero» (9,11). Esta pregunta proporciona a Jesús la oportunidad de aludir a Juan Bautista como el que realizó la expectativa escatológica asociada con Elías, y señalar que el sufrimiento de Juan, tal como aparece en la Escritura, anticipa su propio sufrimiento (9,11-l3).

Al unirse a los discípulos que habían quedado

abajo, Jesús y los tres que lo acompañan descu-bren que los otros nueve han tratado en vano de expulsar a un espíritu impuro de un ni–o (9,14-29). Aunque cuando Jesús instituyó a los doce y les confió una misión (13,15; 6,7) les dio autori-dad para expulsar demonios, los nueve no confí-

an en que ellos han recibido esa autoridad y, en consecuencia, son incapaces de servirse de ella para realizar el milagro (9,28). La advertencia de Jesús de que un exorcismo como éste sólo puede realizarse mediante «oración» es otra manera de decir que sólo puede llevarse a cabo teniendo confianza en Dios (9, 29). Una vez más los discí-pulos han fracasado debido a su incomprensión a que «no piensan según Dios, sino al modo huma-no».

La segunda predicción de la pasión. En la sec-

ción 9,30-50 se encuentra de nuevo el modelo de predicción de la pasión, incomprensión e instruc-ción. Al predecir su pasión, Jesús afirma por se-gunda vez que él sufrirá, lo matarán y resucitará (9,31). Sin embargo, una vez más, como dice el mismo Marcos, los discípulos no comprenden la predicción de Jesús (9,32). Ellos mismos ponen de manifiesto que la enseñanza de Jesús les res-bala. Apenas les ha hablado de su ministerio –entregar su vida– cuando ellos se ven envueltos en una discusión sobre quién de ellos es el más grande (9,33-34). Jesús, sentándose y adoptando la postura del maestro, los llama y los instruye ampliamente sobre las actitudes del discipulado (9,35-50).

La idea clave que Jesús destaca es paradójica:

el que quiera ser «el primero» (es decir, el más grande) ha de ser «el último de todos», lo que sig-nifica hacerse «servidor de todos» (9,35). Para ejemplificar esto, Jesús toma a un niño –uno que carece de status o poder y necesita absolutamen-te el cuidado de otros– y lo levanta entre sus bra-zos, lo cual es un gesto de alimentación y de ca-riño (9,36). Después, como para interpretar este gesto, Jesús declara que el hecho de prestar ser-vicio otro en su nombre, es decir, por ser discípu-lo suyo, es en efecto prestar un servicio tanto a él como a Dios (9,37). Una vez explicada esta idea, Jesús afirma también mediante una serie de fra-ses que los discípulos (y no sólo ellos, 9 38-41) solamente pueden orientar su vida en íntima re-lación con él (9,41-50). Las acciones realizadas «en su nombre» (es decir por cause de él) no que-darán sin su última recompensa; las acciones que uno haga separado de él serán merecedoras del juicio final. Y, por lo que respecta a los doce, no tienen que enredarse en discusiones envidio-sas sobre quién es el más grande, sino que han de vivir en paz unos con otros (9,50).

Como ocurría en la sección anterior, también

en ésta el modelo de predicción de la pasión, in-comprensión e instrucción va seguido por otras escenas de incomprensión e instrucción (10,1-31). Después de una controversia con los fariseos sobre el divorcio, Jesús instruye a los discípulos diciéndoles que Dios prohibe todo divorcio (10,2-12). Luego, Jesús choca varias veces con ellos. En estos choques aparece un modelo fijo: mien-tras que los discípulos manifiestan repetidamente su incomprensión «pensando al modo humano», Jesús manifiesta su conocimiento de los caminos

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y de la voluntad de su Padre «pensando según Dios».

Por ejemplo, al apartar a los niños que algu-

nos llevan a Jesús para que los toque, los discí-pulos revelan que, en su mentalidad, la gente que cuenta no son los que carecen de privilegio, como los niños, sino las personas de status y poder (10,13)32. Jesús por su parte recibe a los niños y los bendice (1O,14-16). Puesto que también los discípulos comparten la creencia común de que la riqueza es un signo del favor de Dios, quedan horrorizados cuando Jesús asegura que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que no que un rico entre en el reino de Dios (10,23-26). Impresionados por esta afirmación, los discípulos se preguntan: si es imposible para un rico salvarse, entonces ¿quién se salvará? Je-sús replica: la salvación no está sometida al con-trol de ningún hombre, porque el concederla es una prerrogativa de Dios (10,26-27). Finalmente, las palabras de Jesús suscitan la preocupación personal de Pedro; movido por ella, quiere que Jesús les diga qué les tiene reservado el futuro ( 10,28 ), ya que ellos lo han dejado todo para se-guir su llamada. La respuesta de Jesús es que el primero será el último y el último el primero: en esta vida los discípulos forman parte de una nue-va comunidad, pero ésta ha de sufrir persecu-ción; en la vida futura, heredarán la vida eterna (10,9-31).

Tercera predicción de la pasión. Marcos emplea

por tercera vez el esquema de predicción de la pasión, incomprensión de los discípulos e ins-trucción de Jesús en la sección 10,32-45. Toda-vía en camino hacia Jerusalén, Jesús predice de nuevo su pasión (10,32-34). Casi punto por pun-to, cita los acontecimientos principales que ten-drán lugar después en el relato mismo de la pa-sión (capítulos 14-16). Sin embargo, por tercera vez tampoco los discípulos comprenden ni que la predicción de Jesús describe la esencia de su mi-nisterio servicio hasta la muerte ni que lo que él dice de su ministerio tiene importancia para la comprensión del discipulado. La incomprensión de los discípulos queda resumida en la actitud de Santiago y Juan (10,45-51). Cuando Jesús esta hablando todavía de entregar su vida, ellos se le acercan para pedirle un favor. Puesto que ven las cosas desde un punto de vista humano, conciben el viaje de Jesús a Jerusalén como un viaje al re-ino escatológico y glorioso de Dios. El favor que piden a Jesús es que les conceda, cuando esté en su gloria, los puestos de mayor honor. Está claro que las intenciones de Santiago y Juan no son el servicio, sino el engrandecimiento propio. Y cuando los otros diez discípulos se indignan por la petición de los dos hermanos, lo hacen sola-mente porque ellos anhelan los mismos puestos para sí mismos.

Convocando a los discípulos, Jesús no escati-

ma palabras para instruirlos en «pensar según Dios» acerca del discipulado (1O,42-45). Al desear

para sí mismos los. puestos de mayor honor, los discípulos, les dice Jesús, están actuando como los gobernantes paganos. Estos aspiran a tener dominio sobre otros, es decir, a acumular poder para estar en condiciones de controlarlos y domi-narlos. Sin embargo, el camino del poder no es el camino de] reinado de Dios y por eso tampoco es el camino ni de Jesús ni de sus discípulos. En vez de emular a los gobernantes paganos, los dis-cípulos han de emular a Jesús: así como su meta es servir y no ser servido, así también la meta de los discípulos es ser servidores entre sí y «escla-vos» de todos.

En este tono, Marcos redondea su triple em-

pleo del esquema de predicción de la pasión, in-comprensión e instrucción. Mediante este es-quema, Jesús ha luchado con los discípulos «es-tando de camino», desde las regiones de Cesarea de Filipo a Jericó, situado sólo a unas millas de Jerusalén33. Cuando Jesús completa su viaje a Jerusalén y entra en la ciudad, los discípulos se unen a la multitud que lo aclama como hijo de David (11,1-10). Durante su estancia en Jerusa-lén, Jesús imparte otras instrucciones a los dis-cípulos; insiste en el poder de la fe (11, 22-24) y subraya la necesidad de perdonar al prójimo si se quiere mantener la fe activa (11, 25). También les pone el ejemplo de la pobre viuda (12,43-44). En contraste con los letrados, cuyo amor ficticio a Dios es desmentido por su explotación del próji-mo (12,38-40), la viuda ejemplifica el amor com-pleto a Dios: al echar «todos sus medios de vida» en el tesoro del templo, da de hecho «toda su vi-da» a Dios (12,44). Puesto que el único aconteci-miento que queda antes del comienzo de la pa-sión es el discurso escatológico de Jesús (capítulo 13), la viuda aparece como un contraste apropia-do también de los discípulos; ella demuestra lo que es «pensar según Dios», mientras que los dis-cípulos todavía están ocupados «pensando al mo-do humano».

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10 MARCOS. DISCIPULOS

Apostasía En el relato de la pasión, los discípulos son fi-

guras irónicas: debido a su incomprensión, ye-rran gravemente al interpretar la verdadera natu-raleza de las cosas. Creyendo ser sagaces, valero-sos y leales, en realidad son incapaces de com-prender, cobardes e incrédulos. Al comenzar la pasión, todavía siguen a Jesús y están compro-metidos con él. Pero, a medida que se desarrollan los acontecimientos, renunciarán a su compromi-so de palabra o de obra y cometerán apostasía. Como el mismo Jesús dice de ellos, «el espíritu es animoso pero la carne es débil» (14,38).

Son abundantes los ejemplos de los diversos

modos en que se expresa la incomprensión de los discípulos en el relato de la pasión. Así, si se ha de incluir a los discípulos entre los que están en casa de Simón el leproso y se indignan sin ra-zón34, entonces muestran ya en esta escena hasta qué punto están ciegos al verdadero significado de los hechos (14,3-9). En casa de Simón en Be-tania, «algunos» que hay allí se enfadan cuando una mujer se acerca a Jesús y le unge la cabeza con perfume de nardo de mucho precio (14,3-5). Pero, como señala Jesús, lo que estas personas consideran un derroche es de hecho la unción anticipada de su cuerpo para la sepultura (14,6-9). Después, cuando Judas va a los sumos sacer-dotes y les ofrece entregarles a Jesús (14,10-11), él no tiene idea de que su traición favorecerá el plan de salvación de Dios (14,21). Cuando Jesús predice en la última cena que uno de los doce lo entregará, todos ellos, uno tras otro, le pregun-tan. «¿Seré acaso yo?» (14,17-19). En boca tanto de Judas como de los otros once, su pregunta es altamente reveladora. Tal como está formulada en griego, hace esperar una respuesta negativa: «Ciertamente no soy yo, ¿verdad?»? Tal como la expresa Judas la pregunta lo delata como menti-roso, porque él la hace después de haber sellado ya su pacto con los sumos sacerdotes (14,10-11). Tal como la formulan los once, manifiesta su enorme sentido de falsa confianza en sí mismos: todos están seguros de que son incapaces de traición. Y cuando Jesús predice en el Monte de los Olivos que todos los discípulos lo abandona-rán y que Pedro lo negará, Pedro responde dos veces y en ambos casos con grandes frases de falsa convicción (14 26-31). La primera vez Pedro dice: «Aunque todos fallen, yo no» (14,29). La se-gunda afirma: «Aunque tuviese que morir contigo, jamás renegaré de ti» (14,31). Y Marcos añade: «Y todos decían igual» (14,31). Finalmente, en Get-semaní, Pedro, Santiago y Juan demuestran grá-ficamente lo engañados que estaban en realidad: cuando acaban apenas de asegurar que están dispuestos a morir con Jesús antes que renegar de él, ninguno de ellos tiene fuerzas para vigilar con él, ni siquiera por una hora, y se quedan dormidos (14,33.37.40).

El resultado final de la incomprensión de los

discípulos, es la apostasía o defección: Judas en-

trega a Jesús(14,43-46), todos lo abandonan y huyen (14,50); y Pedro lo niega (14,54.66-72). De hecho, al negar a Jesús, Pedro, que antes había prometido morir con él, de pronto se vuelve co-barde: echando una maldición sobre sí mismo, jura: «No se quién es ese hombre que decís» (14,66-72). Con la traición, el abandono y la ne-gación de Jesús, los discípulos han roto sus lazos de lealtad con él. La incomprensión ha pervertido su compromiso.

Reconciliación La última mención de los discípulos en el rela-

to de Marcos la hace un joven que se dirige a las mujeres junto a la tumba vacía. «Marchaos, decid a sus discípulos y, en particular, a Pedro «Va de-lante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os había dicho» (16,7). Acerca de las mujeres, el mismo Marcos comenta en el versículo final de su relato: «Salieron huyendo del sepulcro… y no di-jeron nada a nadie, del miedo que tenían» (16,8).

La pregunta que suscita el final de este relato

es si Marcos quiere que el lector interprete su comentario sobre el silencio de las mujeres como un hecho que frustra la orden del joven de que vayan y digan a los discípulos que Jesús se en-contrará con ellos en Galilea. Si se responde a es-ta pregunta afirmativamente, significa que el lec-tor termina el relato de Marcos entendiendo que los discípulos permanecen para siempre alejados de Jesús: debido al silencio de las mujeres, no tienen noticia de la orden del joven y, por tanto, no ven nunca a Jesús en Galilea, ni se convierten en sus apóstoles pospascuales35. Si se responde a esta pregunta negativamente, significa que el lec-tor termina el relato de Marcos entendiendo que en algún momento se transmite a los discípulos la orden del joven y ellos van a Galilea y ven a Je-sús y, por tanto, se ha de pensar que se reconci-lian con él36.

Marcos invita a pensar que los discípulos se

reconcilian con Jesús después de Pascua. En el mundo del relato de Marcos, Jesús es el Hijo de Dios, el supremo agente divino que «piensa según Dios». Las predicciones y promesas hechas por Jesús son fidedignas y ciertas. Indicaciones ob-vias de ello son, por ejemplo, las predicciones de la pasión, especialmente tercera, que es prácti-camente una descripción de acontecimientos que tendrán lugar después en el relato mismo de la pasión (10,33 -34). Es importante el hecho de que en el mismo momento en que Jesús predice la apostasía de los discípulos les hace también una promesa: «Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea» (14,8). Es esta promesa de Je-sús la que el joven que hay junto a la tumba re-coge explícitamente cuando dice a las mujeres: «Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo» (16,7). Puesto que en el mundo del relato de Marcos la palabra de Jesús es firme y segura,

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el lector es invitado a aceptar que también la promesa de Jesús de ver a sus discípulos en Ga-lilea se realiza. Es cierto que Marcos no narra una escena que describe esta realización. Sin embargo, obliga al lector a imaginarla. Cuando el lector imagina el cumplimiento de la promesa de Jesús, está de hecho imaginando la resolución del conflicto de Jesús con los discípulos.

Si Marcos quiere que el lector imagine ese

cumplimiento y resolución, ¿qué ha de imaginar concretamente el lector? Al parecer, ha de imagi-nar tres cosas, todas ellas profundamente enrai-zadas en el relato de Marcos37.

Primero, debería imaginar que Jesús, al apa-

recerse a los discípulos, los reconcilia con él. Du-rante su pasión, Jesús predijo que Dios heriría al pastor, que el rebaño se dispersaría y que des-pués de su resurrección él iría delante de sus discípulos a Galilea (14,27-28). En consecuencia, mediante a muerte de Jesús, el pastor fue herido, y las ovejas, o discípulos, fueron dispersadas, de-bido a su defección. Sin embargo, al ver a Jesús en Galilea después de la resurrección, los discí-pulos dispersos se reúnen de nuevo con él por la palabra y la promesa de Jesús. «Reunir lo disper-so» es una metáfora para indicar la reconcilia-ción: Jesús reúne a los discípulos dispersos, ven-ciendo su alienación, y los constituye de nuevo como seguidores suyos.

En segundo lugar, el lector debería imaginar

que los discípulos, al ver a Jesús, comprenden fi-nalmente quien es él y cuál sería su destino. En la transfiguración, los tres discípulos vieron a Je-sús envuelto en esplendor celestial, y oyeron la voz de Dios diciendo que Jesús es su hijo amado (9,3.7); Jesús por su parte ordenó a los tres guardar silencio sobre esta revelación hasta des-pués de su resurrección (9,9). En la parábola de los viñadores homicidas, Jesús predijo, para sí mismo la muerte y la resurrección como el Hijo de Dios (12,6-8.10-11) Sobre el trasfondo de es-tos acontecimientos, resulta manifiesto que los discípulos, al ver a Jesús en Galilea después de la resurrección, lo ven rodeado de esplendor ce-leste como el Hijo de Dios resucitado que, sin embargo, lleva en su persona las marcas de la crucifixión. Como el joven dice a las mujeres acerca de Jesús, éste es el que ha sido resucitado por Dios y el que, crucificado en el pasado, sigue siendo el crucificado (ton estauromenon, 16,6). Al ver a Jesús como el Hijo de Dios resucitado, pero también crucificado, los discípulos comprenden finalmente lo que hasta ahora se les había esca-pado: el secreto de la identidad de Jesús como el Hijo de Dios y el objetivo de su ministerio, la muerte en la cruz (1,1; 9,7; 12,6-11; 15,39). Co-mo se indicó en la transfiguración, lo incompren-sible será comprendido después de la resurrec-ción (9,5-7.9).

En tercer lugar, el lector debería suponer que

los discípulos, al ver a Jesús y comprender quién

es él y cuál sería su destino, comprenden tam-bién que la esencia del discipulado es el servicio. En la sección crucial 8,27-1O,45, el hecho de que los discípulos no comprendan que la esencia del discipulado es el servicio, se debe, según Marcos, a su incapacidad para comprender que el servicio es también la esencia del ministerio de Jesús. Los discípulos debido a que no comprenden las pre-dicciones de la pasión de Jesús respecto a la esencia de su ministerio, tampoco comprenden sus instrucciones sobre el discipulado. Sin em-bargo, al ver a Jesús en Galilea comprenden fi-nalmente la verdad de las predicciones de la pa-sión de Jesús: ven a Jesús como al crucificado a quien Dios ha resucitado. En consecuencia, com-prenden también ahora las instrucciones que an-tes les dio Jesús sobre el discipulado por ejemplo ésta: «Si uno quiere venirse conmigo que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga» (8,34). Los discípulos comprenden que la esencia del discipulado es el servicio.

Siendo así, la resolución del conflicto de Jesús

con los discípulos en el relato de Marcos es la re-conciliación, y el lector imagina que los discípulos se convierten en apóstoles pospascuales de Je-sús. Anticipándose a esta eventualidad, Jesús pronuncia para (cuatro de) ellos su discurso es-catológico (capítulo 13). En este discurso predice los acontecimientos que los discípulos vivirán en el tiempo intermedio entre su resurrección y la parusía.

RESUMEN Al comienzo de su relato (1, 1-13), Marcos pre-

senta a Jesús. Después que Jesús comienza su ministerio en la sección central del relato (1,14-8,26), Marcos presenta a los discípulos. En la primera mitad de esta sección, el retrato que hace Marcos de los discípulos es altamente favo-rable. El acento se pone en la llamada de los dis-cípulos, en la institución de los doce, que recapi-tulan a los discípulos de Jesús, y en el ministerio de los doce en Israel. Los elegidos por Jesús para ser sus discípulos le dan su completa lealtad y son llamados para estar con él y comprometerse en su misión. Iluminados por Dios acerca del se-creto de su reinado y dotados de autoridad por Jesús para su ministerio en Israel, los discípulos hacen lo que hace Jesús: predican, enseñan, cu-ran y expulsan demonios.

En la segunda mitad de esta sección, Marcos

hace un retrato de los discípulos con colores ne-gativos. Aunque iluminados por Dios y dotados de autoridad por Jesús, los discípulos manifies-tan que son incapaces de entender. Oyendo las parábolas de Jesús y en tres escenas en la barca, intercaladas por dos milagros de multiplicación, no comprenden ni las parábolas de Jesús, ni su identidad, ni la verdadera naturaleza de su auto-ridad ni de la que ellos han recibido Como conse-cuencia de ello, ante situaciones que exigen ca-

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12 MARCOS. DISCIPULOS

pacidad de comprensión, confianza, coraje, con-fesión de fe y acción, los discípulos fallan misera-blemente. En la raíz de su incomprensión está su manera de ver la realidad: mientras que Jesús ve la realidad a la luz del reinado de Dios y «piensa según el», los discípulos la ven con criterios te-rrenos y «piensan al modo humano». El conflicto de Jesús con los discípulos pretende guiarlos pa-ra que adopten su visión de la realidad.

Este conflicto entre Jesús y los discípulos se

hace crítico al final del relato de Marcos (8,27-16,8). La cuestión que esta en juego es el signifi-cado del ministerio de Jesús y, en consecuencia, también el del discipulado (por ejemplo, 8,31.34-35). En tres ocasiones Jesús predice su pasión, describiendo así la esencia de su ministerio como servicio («aceptación de] sufrimiento y entrega de la propia vida»). En tres ocasiones los discípulos manifiestan por lo que dicen o hacen que ellos no comprenden, ni comprenderán, las predicciones de la pasión de Jesús. En tres ocasiones Jesús los instruye también acerca de que el servicio es igualmente la esencia del discipulado. Puesto que los discípulos no comprenden lo que Jesús dice de su propio ministerio, tampoco comprenden lo que dice del discipulado. Mientras que Jesús «piensa según Dios» los discípulos siguen «pen-sando al modo humano». Repetidamente Jesús choca con ellos porque, en vez de escuchar sus llamadas a que se hagan servidores y esclavos de todos, ellos están deseosos de status, de grande-za, de riqueza, de posiciones de poder, de un por-venir seguro y de una vida sin sufrimiento.

En el relato de la pasión (capítulos 14-16), Marcos señala claramente adónde conduce la in-comprensión de los discípulos. A pesar de que

Jesús les confía una misión, ellos son incapaces tanto de percibirse adecuadamente a sí mismos como de entender los acontecimientos en que se ven implicados. Aunque animosos de espíritu, son débiles en su carne (14,38). El resultado de ello es que son incapaces de permanecer fieles a Jesús, y cometen apostasía: Judas lo traiciona todos lo abandonan y Pedro lo niega. En el relato de la pasión la incomprensión pervierte el com-promiso.

A pesar de ello, Marcos, al final de su relato,

invita al lector a imaginar una impresión conclu-siva de los discípulos. La validez de esta impre-sión se basa en la convicción de que Marcos ha urgido al lector a creer que la palabra de Jesús es fidedigna y cierta. Durante su pasión, Jesús prometió a sus discípulos que, después de resuci-tar, iría delante de ellos a Galilea, donde, como añade el joven, ellos lo verán (14,28; 16, 7). Ima-ginar que los discípulos ven a Jesús en Galilea después de Pascua es imaginar al menos tres co-sas: a) que Jesús reúne a los discípulos dispersos y, por tanto, los reconcilia consigo; b) que los dis-cípulos, al ver a Jesús como el Hijo de Dios resu-citado y crucificado, comprenden finalmente tan-to el secreto de su identidad como el objetivo de su ministerio; c) que, al comprender la esencia del ministerio de Jesús, comprenden también que el servicio es la esencia del discipulado. En con-secuencia, la resolución del conflicto de Jesús con los discípulos en el relato de Marcos no es, en último término, alienación, sino reconcilia-ción. Reconciliados con Jesús y viendo ya la rea-lidad desde su punto de vista, los discípulos ca-minan hacia el futuro que Jesús les. describió en su discurso escatológico del capítulo 13.

• KINGSBURY, J. D., Los discípulos en el relato de Mar-cos, en: Conflicto en Marcos, Almendro, Córdoba 1991, 123-158.

1 Los estudios especializados sobre los discípulos en el evangelio de Marcos son numerosos. Menciono los si-guientes porque representan un buen conjunto de mé-todos de estudio y de interpretaciones: R. P. Meye, Je-sus and the Twelve: Discipleship and Revelation in Mark’s Gospel, (Grand Rapids 1968), K. C. Reploh, Mar-kus-Lehrer der Gemeinde: Eine redaktionsgeschictliche Studie zu den Jüngerperikopen des Markusevangeliums (Stuttgart 1969), R. E. Brown, K. P. Donfried y J. Reu-menn, Peter in the New Testament (Minneapolis y Nueva York 1973), cap. 5; Achtemeier Mark, cap. 11; K. Stock Boten aus dem Mit-Ihm Se¡n: Das Verhältnis zwischen Jesus und den Zwölf nach Markus (AnBib 70; Roma 1975); Dewey, Disciples on the Way; R. C. Tannehill, The Disciples in Mark: The Function of a Narrrative Role: JR 75 (1977) 386-405; Best Following Jesus; Roblins, Je-sus the Teacher; W. H. Kelber, Apostolic Tradition and the Form of the Gospel, en Discipleship in the New Tes-tament (ed. F. F. Segovia, Filadelfia 1985), 24-46. Para una visión general de la investigación reciente sobre el discipulado en el evangelio de Marcos, ver Matera, What Are They Saying About Mark? cap. 3.

2 Ver, por ejemplo, M. Hengel, The Charismatic Lea-

der and His Followers (Nueva York 1981), 50-57. 3 Aparte de 1,18 y 1,20, son claros ejemplos de pa-

sajes en los que «seguir» a Jesús o «ir tras» él connotan el acompañar a Jesús como discípulo: 2,14: 8,34; 10, 21 (en este caso el hombre rechaza la llamada de Jesús a que le acompañe como discípulo suyo); 10,28 y 15,41. En cambio, compárese con estos un pasaje como 14,13 donde «seguir» se emplea en sentido meramente literario para indicar «ir tras una persona en tiempo y lugar» y no puede entenderse como un término que connote acompañamiento como discípulo. Otros pasajes en los que «seguir» a Jesús se emplea, al parecer, también en su sentido literal son: 3,7; 5,24; 10,52 (contra la opi-nión de los expertos, Jesús no hace a Bartimeo discípu-lo suyo, porque la orden que le da de «ir» expresa des-pedida y no significa la llamada al discipulado; Barti-meo «va» unido a la multitud que acompaña a Jesús en su subida a Jerusalén [ver 10,46]; Kingsbury, Christolo-gy of Mark’s Gospel, 104, nota 159); 11,9; 14,54. Otros pasajes en los que no está claro si «seguir» a Jesús con-nota o no el acompañarlo como discípulo son: 2,15; 6,1; 9,38; (.¿los que siguen a Jesús en 10,32 son los compo-nentes de la multitud, como en 10,46?).

4 Esta afirmación no está atenuada por la escena

sobre la verdadera familia de Jesús (3,31-35). En esta escena, en realidad, la multitud aparece de hecho en contraste con la familia natural de Jesús (su madre y

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MARCOS. DISCIPULOS 13

sus hermanos): mientras que la multitud está «sentada alrededor» de Jesús, su familia natural está «fuera» de pie. Sin embargo, las palabras de Jesús a los compo-nentes de la multitud no declaran que sean discípulos suyos o su «verdadera familia», sino que constituyen un reto: «Aquí tenéis a mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es hermano mío y her-mana y madre» (3,34-35). Que estas palabras no han de interpretarse como una afirmación de que los compo-nentes de la multitud son per se discípulos de Jesús puede verse ya en 4,1-12. Aquí Jesús enseña a la multi-tud en parábolas (4,1-2) narrando la parábola del sem-brador (4,3-9). Al terminar la parábola Marcos dice en 4,10-12 que «los que estaban alrededor de él con los do-ce» preguntan a Jesús por el sentido de las parábolas. Nótese que las personas de «alrededor de Jesús» que es-tán con los doce se quedan, según Marcos, «solas», es decir, separadas de la multitud. Es a esas personas de «alrededor de Jesús» y a los doce a quienes Jesús dice: «Vosotros estáis ya en el secreto de lo que es el reinado de Dios; a ellos, en cambio, a los de fuera, todo se les queda en parábolas» (4,11). En otras palabras: es a los discípulos de Jesús a quienes se les confía el secreto (ver también 4,34), y Marcos ha trazado una línea divi-soria entre discípulos y multitud. Resumiendo: en 3,31-35; 4,1-12, Marcos distingue netamente entre: a) la fa-milia natural de Jesús, b) la multitud y c) los discípulos de Jesús. En todo caso, aunque la multitud está favo-rablemente dispuesta para con Jesús (3,32-35) y él la llama al discipulado (8,34), Marcos no la presenta como una gran muchedumbre de discípulos.

5 Comparar, por ejemplo, Mc 6,7 con 6,30-31 y 6,35;

9,31 con 9,33-35; 11,11 con 11,12-14; 14,7 con 14,32. 6 Sobre si las mujeres que asisten a la crucifixión

son discípulos de Jesús, ver Dewey, Disciples of the Way, 131-134.

7 Ver, por ejemplo, Mc 8,29.32-33; 9;5-6, 10,28;

11,14 con 11,21-22; 14,29-31. También Brown-Donfried-Reumenn, Peter in the New Testament, 61.

8 Ver, por ejemplo, Mc 1,36-37; 8,29; 9,5-6; 14,29-

31.37-38. También Brown-Donfried-Reumenn, Peter in the New Testament, 61-62.

9 (9) Para una buena presentación de ]a evidencia

textual relativa a Santiago y Leví ver Best, Following Je-sus, 176-177.

10 Ver J. Donahue, Tax Collectors and Sinners: CBQ

33 (1971) 54,59. 11 Sobre la importancia del «monte» como localiza-

ción en Marcos, ver Malbon, Narrative Space and Mythic Meaning, 84-89.

12 Ibid., 84. 13 En varias ocasiones a lo largo de su relato, Mar-

cos evoca la idea de que los discípulos de Jesús están «con él» (ver, por ejemplo, 3,7; [5,18]; 5,37.40; 8,19; 11,11; 14,17.33.67.

14 En la interpretación del discurso de Jesús en pa-

rábolas de Marcos 4 o de partes de él hay grandes di-vergencias. Como muestra de diversas interpretaciones, ver, por ejemplo, J. R. Donahue, The Gospel in Parable: Metaphor, Narrative, and Theology in the Synoptic Gos-pels (Filadelfila 1988), 28-52, C. E. Carlston, The Para-

bles of the Triple Tradition (Filadelfia 1975) 97-210; W. H. Kelber, The Kingdom in Mark: a New Place and a New Time (Filadelfia 1974), 25-43; Boucher, Misterious Pra-ble, 42-63; 80-84; Marcus, Mystery of the Kingdom of God.

15 El «secreto» o «misterio» del reino de Dios dado a

los discípulos es interpretado por los especialistas de muy distintas maneras. Las siguientes concepciones son representativas de esta diversidad: Achtemeier (Mark, 73) entiende el misterio que los discípulos reci-ben como «compañerismo con Jesús», Kelber (Kingdom in Mark, 37-41) lo ve como algo que apunta al carácter oculto del reino en Jesús y en el presente de Marcos y a su fortuna manifestación gloriosa. S. Brown (The Secret of the Kingdom of God [Mark 4:11]: JBL 92 [1973] 74) afirma que el secreto se refiere a la «instrucción secreta» dada a los doce, que ellos, después de Pascua, transmi-tirán a la comunidad cristiana. Petersen (Literay Criti-cism, 68) sostiene que el secreto es la «Identidad de Je-sús como el hijo de hombre que tiene que morir, resuci-tar y volver». Donahue (Gospel in Parable, 44-46) afirma que el misterio del reino consiste en que «el reino o no poder de Dios se manifiesta ahora en la debilidad de Je-sús en la cruz, en su carácter oculto que será revelado». Via (Ethics of Mark’s Gospel, 188-190) defiende que el misterio del reino y el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús son la misma realidad, y que, pa-radójicamente, este misterio es inagotable y, sin embar-go, está cualificado por el relato de Marcos. Williams (Gospel against Parable, 44) define de modo similar el misterio como el sufrimiento sacrificial del hijo del hombre. J. Marcus, (Mark 4:10-12 and Marcan Episte-mology: JBL 103 [1984] 563-567) afirma que el misterio del reino «está relacionado con el extraño designio de Dios de haer venir su reino en Jesucristo, pero dejando que las fuerzas de las tinieblas cieguen a los hombres para que se opongan a este reino». Finalmente, Rhoads y Michie (Mark as Story, 90-91) opinan que sencillamen-te nunca se ha enunciado de manera completa lo que es el secreto del reino.

Para determinar el significado del «secreto» del reino

conviene no perder de vista esta observación: puesto que, cuando Jesús dice que el secreto del reino de Dios «ha sido dado y ahora ya pertenece» (tiempo perfecto) a los discípulos, lo hace respondiendo a una pregunta so-bre «parábolas», ello invita a examinar las parábolas de Marcos 4 para establecer el sentido del secreto de] re-ino, que es lo que nosotros hemos hecho en el cuerpo de nuestro estudio.

16 Ver Mc 4,3-9.26-29.30-3.2; también 10,13.16. 17 Ver Mc 1,14-15; 4,3.14. 18 (18) Ver Mc 3,14-15. 19 Comparar Mc 6,12 con 1,14-15. 20 Comparar Mc 6,30 con 1,2l-22; 6,6b. 21 Comparar Mc 6,13 con 1,34; 3,10. 22 Comparar Mc 6,1 3 con 1,34.39. 23 Ver, Taylor, St. Mark, 306; y Gnilka, Evangelium

nach Markus, 240-241. 24 Ver Mc 1,21-22.23-28.32-34.38-39; 2,8-12; 3,10-

12.

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14 MARCOS. DISCIPULOS

25 Ver Mc 4,14-20. 26 (26) Sobre la importancia de la «barca» en Marcos,

ver Malbon, Narrative Space and Mythic Meaning, 10O- 1O1.

27 El autor adopta en este caso la traducción de la

New Jerusalem Bible. 28 Para una exposición de este tema, ver J. P. Hill,

Jesus Walking on the Sea: Meaning and Gospel Func-tions of Matt 14:22-23, Mark 6:45-52 and John 6:1b-21: AnBib 87 (Roma 1981), 69-72

29 Ver, por ejemplo, Mc 9,28-29.38-50; 10,10-12.23-

31.42-45; 12,43-44; cap. 13. 30 Ver especialmente 10,2-12; 11,12-12,34. 31 La dificultad de este pasaje está, desde luego, en

que presenta al Jesús de Marcos predicando la consu-mación de los tiempos para un plazo de tiempo inferior al de una generación. Para una breve panorámica de los intentos de explicación de este pasaje, ver Cranfield, St. Mark, 2 85-289; Nineham, St. Mark, 231-232; y Pesch, Markusevangelium, 2, 66-67.

32 Sobre el status social de los niños en la sociedad

judía del siglo I, ver J. Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús (Madrid 1977).

33Situados en el valle del Jordán, Jericó está a unos

28 kilómetros al nordeste de Jerusalén. 34 Así, Cranfield, St. Mark, 415-416. 35Quizá el portavoz más elocuente de esta posición

es Kelber (Mark’s Story of Jesus, 75-77, 84-85; y Aposto-lic Tradition and the Form of the Gospel, 37-40).

36 Para una sólida presentación de esta posición, ver

N. Petersen, When Is the End Not the End?: Int 34 (1980) 151-166.

37 Ver Kingsbury, Christology of Mark’s Gospel, 133-

137.