los cuadernos del pensamiento · mente planificado hasta en sus más mínimos de talles y que...
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Los Cuadernos del Pensamiento
PENSAMIENTO DEBIL
O DEBILIDAD DE
PENSAMIENTO
Manuel Fernández Lorenzo
Se ha editado por fin en español el libro de G. Vattimo y otros, El Pensamiento Débil (ed. Cátedra, Madrid 1988), cinco años después de la l.' edición italiana
de este singular best-seller filosófico de moda, con el que los nuevos «condottieri» del saber tratan de reconquistar un papel dirigente en la cultura europea, justamente cuando empiezan a flaquear por agotamiento la intelligentsia francesa postestructuralista, uniéndose con los últimos estertores de una filosofía analítica esclerotizada y de una hermenéutica habermasiana francamente a la defensiva.
Por supuesto que esta versión llega un poco tarde, cuando ya se han traducido otras obras y artículos del «capo» Vattimo (véase por ejemplo el n.º 36 de Los Cuadernos del Norte, donde se encuentra traducido el artículo de G. Vattimo, «Dialéctica, diferencia, pensamiento débil», que constituye su contribución, junto a una Advertencia preliminar en colaboración con Rovatti, el best-seller en cuestión. En el mismo número puede leerse con provecho una primera valoración, fuertemente crítica, de esta nueva moda cultural por Alberto Cardín en su abigarrado y barroco artículo, «Mejor lábil que débil»). Por ello nuestra intención al reseñar tal evento editorial será, ante todo, aprovechar la ocasión para medir el alcance filosófico de algo que, en principio, renuncia al título de Filosofía por el de Pensamiento.
Renuncia que deja de ser una cuestión de palabras cuando se contempla la situación de la filosofía en el contexto del continente europeo en los últimos años (Unico contexto en el que la Filosofía merece tal nombre pues las «filosofías» norteamericana o soviética, siguiendo la división establecida por Sartre, no la son propiamente, sino más bien formas metacientíficas o ideológicas). Tal contexto se puede caracterizar rápidamente por el freno que supuso, para la extensión de la Revolución soviética, la llamada «coexistencia pacífica» entre los dos grandes bloques, produciéndose un fenómeno de alianza tácita entre la burguesía y el proletariado de los · países más industrializados, frente al peligro que representaba la Revolución China, de carácter claramente preindustrial, más analizable quizás en términos del modo de producción asiático que del capitalismo industrial. La consecuencia de esta alianza contra-natura, en cuya necesidad no entramos, nos trajo este híbrido que consti-
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tuyen las sociedades de consumo, comunes a los dos bloques, y en las que predominan las llamadas clases-medias, cuyos miembros propiamente ya no son ni burgueses ni proletarios. Las nuevas formas de conciencia de esta situación no tardarían en producirse con las llamadas modas culturales europeas, que tienen su comienzo en el Estructuralismo de los años 60.
Es precisamente entonces cuando se declara la muerte de la Filosofía por parte, por ejemplo, de Jean Piaget (Ilussions et sagesse de la Philosophie. 1965) o de Levi-Strauss: la filosofía reducida a ideología de la etnia occidental. Con ello se rechaza la gran filosofía académica de la 1. ª mitad del siglo: Husserl, Max Scheler, Heidegger, Hartmann o Sartre. Frente a ella se proponía como alternativa las nuevas Ciencias Humanas. El tardo-estructuralismo de los años 70 que inicia Foucault y continúan Derrida y Deleuze, se apercibe de la estupidez que conlleva dictar la sentencia de la muerte de la Filosofía sin ser consciente de que se hace desde una filosofía vergonzante que no puede desterrar las Ideas de Todo y Parte: la Filosofía es una parte que se suma a la totalidad de las culturas. Derrida inicia entonces, con gran éxito, el juego del simulacro y del engaño: para matar (engañar) al filósofo (Kant, Hegel, Husserl, ... ) es preciso simular que se habla su mismo discurso filosófico, pero sin serlo. El que finge fingir, engaña de verdad. Estrategia de doble juego con la que se gana un tiempo maravilloso de la atención del lector ávido de la Filosofía para, a la vez, y ante sus narices, deconstruir, desarticular y desarmar la vieja máquina de guerra filosófica, tratando como a «perro muerto» aquella Dialéctica capaz de romper la falsa conciencia y disipar la niebla que impide ver el terrible exterior de la sociedad de consumo: el eufemísticamente denominado Tercer Mundo.
Pero esta estrategia se ha mostrado impotente porque la Filosofía no solo no caía asesinada sino que arrastraba a un miembro destacado del tardo-estructuralismo, Gilles Deleuze, hacia los intrincados abismos ontológicos de su Différence et répétition (1968).
El Pensamiento Débil de los años 80 renuncia a declarar la muerte de la filosofía o a intentar su ejecución camuflada a través de medios más o menos sofisticados. Para él, lo único que hamuerto es la Metafísica, al reencarnarse en laTécnica, según diagnóstico heideggeriano. LaFilosofía subsiste como una enfermedad que yaremite y declina (verwindert). Por eso sólo puede tomar la forma de un Pensamiento débil. Pero la debilidad del pensamiento comienza ahímismo, al interpretar tal detención como virtud.El Pensamiento Débil admite que es necesariauna filosofía dialéctica, pero acto seguido la entiende en su forma mutilada, como una dialéctica de los contrarios que no conlleve una superación (Aufhebung), sino sólo un meditar no resolutivo, fluctuante, entre conciencia y mundo.
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Por ello, sus representantes cultivan la debilidad conceptual y adolecen de un escepticismo, fruto de una actitud perezosa, que les impide emitir juicios, siendo incapaces de elevarse al plano filosófico.
El Pensamiento Débil renuncia a tal superación y, aunque admite la negación, la crítica, trata únicamente de aplicarla como una especie de antiraciocinio. Umberto Eco, que, como no podía ser menos, colabora en el libro, relaciona la debilidad de tal pensamiento con la debilidad de un luchador oriental que se apropia del ímpetu del adversario y se inclina a ceder ante él, para luego poder vencerle. Una actitud puramente negativa, defensiva. Pero, lde quién se defienden? De la Razón científico-técnica encarnada ahora no sólo en los procesos de producción sino incluso en los de distribución y consumo. Nada que objetar a la necesidad de la defensa. Ahora bien, la Filosofía como producto occidental que es desde su origen griego no tiene porqué recurrir al pensamiento oriental, precisamente porque debería sospechar que los japoneses nos venden la tecnología con la forma de
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conciencia más adecuada para su consumo acrítico (la «filosofía» de las artes marciales por ejemplo). Mejor sería entonces seguir la máxima occidental de que la mejor defensa es un buen ataque, un ataque, a poder ser, concienzudamente planificado hasta en sus más mínimos detalles y que alcance directamente al cerebro y, si acaso, al corazón del monstruo tecnológico. Este ataque, que no podía ser realizado más que desde una posición filosófica fuertemente establecida, exige la edificación de nuevos fundamentos filosóficos o, al menos, la remoción de los establecidos desde, por los menos, los tiempos de Kant. Para el Pensiero Debole el Fundamento es un fantasma que recorre la cultura occidental, como para la burguesía de la Restauración el Comunismo era un fantasma que recorría Europa. Porque fantasmas le parecen los que no renuncian a la tarea titánica de construir una nueva conceptualización y crítica juiciosa del saber contemporáneo, aunque para estos, son todavía más ingenuos aquellos que piensan sostenerse en el aire tirándose de sus propios cabellos. De hecho, lo que estos últimos hacen es
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debilitar con sus cantos de sirena (la Filosofia es una Retórica según Vattimo) a los otros que verdaderamente tratan de construir unos nuevos fundamentos filosóficos a la altura del desarrollo actual de unas ciencias que han desbordado ya por dos veces (de Kant a Hegel), y de Husserl a Heidegger) los fundamentos filosóficos anteriores.
Precisamente una de las mayores debilidades filosóficas del Pensamiento Débil es no haber generado internamente una Filosofía de las Ciencias propia (porque la Técnica actual no se entiende al margen de las ciencias), viéndose obligados a tomarla de entre las que ofrece el supermercado post-popperiano. Y por ello, no resulta extraño ver al 2.º Wittgenstein tratado en el libro que reseñamos-criticamos, por Diego Marconi.
Asimismo se acogen al padronazgo iluminador de Heidegger (la Lichtung de la que habla Leonardo Amoroso) para tratar de disolver en una dirección nihilista la alternativa entre el marxismo althusseriano (fundamentalismo) y filosofía de la Diferencia (individualismo estructural). Con ello heredan, consciente o inconscientemente, las secuelas gnósticas del heideggerianismo cuando promueve la disolución de las Ideas y juicios filosóficos por medio de una inflacción del anti-raciocinio (la Destruktion de Heidegger), que conduce a un asistematismo encubridor de múltiples contradicciones. A la vez su oscurantismo escolástico-lingüístico, como un lenguaje en que todas las palabras son pardas, sirve para escurrir todo contenido contra el que se argumenta.
Estos pensadores débiles nos parecen en consecuencia, una especie de heideggerianos de izquierda (al menos por su origen), en la línea de Marcuse, como sospecha Alberto Cardín, y que, como hicieron los gnósticos hegelianos del pasado siglo, creen que después del Maestro viene el Fin de la Filosofía, aunque esta vez sea un fin con remisión: la piedad por el Pasado como filtro teórico. Es cierto que con Heidegger, pero también con N. Hartmann y a nuestro juicio, sobre todo con Sartre, se cierra el brillante ciclo de la Filosofía iniciado con Husserl. Pero no por ello debe acabar la Filosofía. La sensación de «ausencia de fundamento» que atribuye a Franco Crespi, en su contribución que cierra el libro, a la sociedad postmoderna no es enteramente diferente de la crisis de fundamentos que sacudió al pasado «fin de siecle». Lo difícil no es ver las semejanzas sino captar entre éstas las diferencias. Pero más difícil todavía es captarlas partiendo de la identidad de una estructura que, más que declinar o remitir, se modula dialécticamente con renovadas fuerzas. No es ninguna casualidad que este Pensiero Debole se proponga, ya en la Advertencia Preliminar por boca de Vattimo y Rovatti, como un hipotético dique de contención frente a un futuro «pensa- emiento fuerte», verdadera y titánica ta-rea de nuestro tiempo.
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