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Los Cuadernos de Literatura LA POESIA RELIGIOSA DE A. E. HOUSMAN cardo Derges A led Edward Housman (1895-1936) e uno de los poetas más populares de su tiempo. Uno de sus críticos, lan Scott- Kilvert, ha escrito, tal vez sin hacerle la debida justicia, que Housman e un poeta me- nor elevado por su ma al rango de un gran poeta. La erza y la pureza de su expresión son la razón esencial de este extraño destino. En Housman se nden el vigor y la concisión de la raíz anglosajona de su idioma con la percción de la lengua y del estilo de los poetas de la anti- güedad, que él conoció tan bien, como reconoci- do maestro de la filología clásica europea. Sus modelos son las baladas medievales, las cancio- nes de Shakespeare, los poemas de Reine, la Bi- blia, y, «last but not least», las composiciones de la Antología Griega. De tales entes le viene a Housman su estilo sorpresivo, directo, su con- cepción esencialmente musical del poema, su prerencia por el epigrama y la canción sobre la poesía «construida» y desarrollada intelectual- mente, la que arranca de Browning y Eliot. Los temas son algo convencionales: la natura- leza y el amor, con su radical insuficiencia; los poemas de velada exaltación de lo masculino (el soldado, el atleta); composiciones «astronómi- cas», con origen, sin duda, en la Antología Grie- ga; baladas sobre la impotencia del hombre en- te al destino. Esta topicidad de los asuntos, uni- da a la nitidez y al impacto directo de la expre- sión, influyó sin duda en la popularidad de sus versos. Su aversión a la poesía intelectual expli- ca en parte el despego y relativo olvido en que ha caído. Deseamos en estas breves páginas poner de relieve los poemas religiosos de Housman, so- bre los cuales, que sepamos, no se ha fijado la crítica con especial atención. Son para nosotros lo más duradero de su obra. Y existe para ello una razón de tipo expresivo: sus prerencias e influencias lingüísticas, que antes hemos enu- merado (el epigrama griego, la poesía bíblica, la canción medieval o shakespeariana) ponen en su pluma un instrumento especialmente apto para fijar lo más interesante de su mundo inte- rior: su conciso estoicismo, su radical desilusión ante la vida, su sentido del misterio que nos en- vuelve, en una palabra, lo más hondo de su per- sonalidad, y, en general, del ser humano. 87 HIMNOS RELIGIOSOS No son muchos los poemas de Housman de carácter apropiadamente religioso. Dos de ellos son, en sentido estricto, himnos. Veamos pri- mero el poema «Para mi neral», compuesto por Housman en 1925, y que sus colegas y ami- gos entonaron con el servicio religioso celebra- do en la capilla de Trinity College, de Cambrig- de, después de la muerte del poeta, el 30 de abril de 1936. Hemos tratado de realizar una versión de esta composición del más intraducible de los poetas (esencialmente intraducible por su concepción del poema como canción pura). PARA MI FUNERAL Oh Tú, que desde tu morada envías a tus hijos para vagar por tiempo y por espacio, y los reclamas al hogar de nuevo, para que hombres, y tribus, y naciones, y cuanto hizo tu mano, se cobije del sol bajo tu sombra eterna, devolvemos a la paz y a la noche, a la tierra y a Ti, este ser que has creado, y no saldrá de ti ya más. («More Poems», XLVII) Con la reserva antedicha sobre lo intraducible del original inglés, destacamos en este poema la visión de nuestra vida como un corto viaje del ser humano, enviado por Dios desde sí mismo «para vagar por tiempo y por espacio», y recla- mado por Dios para que vuelva a cobijarse en El, «bo su sombra eterna». El misterio de Dios se identifica con el enigma de la muerte, y la existencia separada del hombre es un breve via- je de la criatura era de su Creador, para regre- sar, llamada por El, a ndirse de nuevo en El, ya para siempre. La visión es a la vez lúcida y so- brecogedora. Una mística casi panteísta identifi- ca a Dios con la muerte. La se atiene estricta- mente a lo que le dicen al hombre sus sentidos. El dios de Housman está escondido en el miste- rio de nuestra tumba, y no de otro modo le pue- de conocer nuestra en este mundo. La lívida luz del poema es la lucidez misma de la poesía auténtica. Lo que antecede no significa, naturalmente, que Dios sea nuestra muerte, sino que, si existe,

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Los Cuadernos de Literatura

LA POESIA

RELIGIOSA DE A. E.

HOUSMAN

Ricardo Defarges

A lfred Edward Housman (1895-1936) fue uno de los poetas más populares de su tiempo. Uno de sus críticos, lan Scott­Kilvert, ha escrito, tal vez sin hacerle la

debida justicia, que Housman fue un poeta me­nor elevado por su fama al rango de un gran poeta. La fuerza y la pureza de su expresión son la razón esencial de este extraño destino. En Housman se funden el vigor y la concisión de la raíz anglosajona de su idioma con la perfección de la lengua y del estilo de los poetas de la anti­güedad, que él conoció tan bien, como reconoci­do maestro de la filología clásica europea. Sus modelos son las baladas medievales, las cancio­nes de Shakespeare, los poemas de Reine, la Bi­blia, y, «last but not least», las composiciones de la Antología Griega. De tales fuentes le viene a Housman su estilo sorpresivo, directo, su con­cepción esencialmente musical del poema, su preferencia por el epigrama y la canción sobre la poesía «construida» y desarrollada intelectual­mente, la que arranca de Browning y Eliot.

Los temas son algo convencionales: la natura­leza y el amor, con su radical insuficiencia; los poemas de velada exaltación de lo masculino ( el soldado, el atleta); composiciones «astronómi­cas», con origen, sin duda, en la Antología Grie­ga; baladas sobre la impotencia del hombre fren­te al destino. Esta topicidad de los asuntos, uni­da a la nitidez y al impacto directo de la expre­sión, influyó sin duda en la popularidad de sus versos. Su aversión a la poesía intelectual expli­ca en parte el despego y relativo olvido en que ha caído.

Deseamos en estas breves páginas poner de relieve los poemas religiosos de Housman, so­bre los cuales, que sepamos, no se ha fijado la crítica con especial atención. Son para nosotros lo más duradero de su obra. Y existe para ello una razón de tipo expresivo: sus preferencias e influencias lingüísticas, que antes hemos enu­merado ( el epigrama griego, la poesía bíblica, la canción medieval o shakespeariana) ponen en su pluma un instrumento especialmente apto para fijar lo más interesante de su mundo inte­rior: su conciso estoicismo, su radical desilusión ante la vida, su sentido del misterio que nos en­vuelve, en una palabra, lo más hondo de su per­sonalidad, y, en general, del ser humano.

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HIMNOS RELIGIOSOS

No son muchos los poemas de Housman de carácter apropiadamente religioso. Dos de ellos son, en sentido estricto, himnos. Veamos pri­mero el poema «Para mi funeral», compuesto por Housman en 1925, y que sus colegas y ami­gos entonaron con el servicio religioso celebra­do en la capilla de Trinity College, de Cambrig­de, después de la muerte del poeta, el 30 de abril de 1936.

Hemos tratado de realizar una versión de esta composición del más intraducible de los poetas ( esencialmente intraducible por su concepción del poema como canción pura).

PARA MI FUNERAL

Oh Tú, que desde tu morada envías a tus hijos para vagar por tiempo y por espacio, y los reclamas al hogar de nuevo,

para que hombres, y tribus, y naciones, y cuanto hizo tu mano, se cobije del sol bajo tu sombra eterna,

devolvemos a la paz y a la noche, a la tierra y a Ti, este ser que has creado, y no saldrá de ti ya más.

(«More Poems», XLVII)

Con la reserva antedicha sobre lo intraducible del original inglés, destacamos en este poema la visión de nuestra vida como un corto viaje del ser humano, enviado por Dios desde sí mismo «para vagar por tiempo y por espacio», y recla­mado por Dios para que vuelva a cobijarse en El, «bajo su sombra eterna». El misterio de Dios se identifica con el enigma de la muerte, y la existencia separada del hombre es un breve via­je de la criatura fuera de su Creador, para regre­sar, llamada por El, a fundirse de nuevo en El, ya para siempre. La visión es a la vez lúcida y so­brecogedora. Una mística casi panteísta identifi­ca a Dios con la muerte. La fe se atiene estricta­mente a lo que le dicen al hombre sus sentidos. El dios de Housman está escondido en el miste­rio de nuestra tumba, y no de otro modo le pue­de conocer nuestra fe en este mundo. La lívida luz del poema es la lucidez misma de la poesía auténtica.

Lo que antecede no significa, naturalmente, que Dios sea nuestra muerte, sino que, si existe,

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será en nuestro fin donde le encontraremos. La muerte es nuestro temor y nuestra fe; Dios, nuestra vida, está en nuestra tumba, ya que sólo allí le veremos. «Devolvemos a la paz y a la no­che, a la tierra y a Ti, este ser que has creado», nos dice Housman en su himno. Son, efectiva­mente, los cuatro nombres de nuestra muerte. La tierra de la tumba y Dios: en esta última y es­tremecedora identidad se resume todo nuestro destino. Y es así como, mientras vivimos, nues­tra fe se tiñe de muerte, y nuestra muerte, a la inversa, es el lugar adonde mira la fe. Extraña mezcla de la visión protestante de nuestro fin con la de los líricos griegos, reticente y serena. Toda la poesía metafísica de Housman mana de estas dos fuentes.

Otro poema religioso es también un himno: «Easter Hymn». Intentemos traducirlo.

HIMNO DE PASCUA

Si en aquel jardín sirio, borradas las edades, reposas, y no sabes que vanamente has muerto, y ni siquiera en sueños ves cuán oscuro y claro asciende en humo y fuego, día y noche, el odio no apagado, aventado a tu muerte, duerme sin conocer el alba, Hijo del hombre.

Pero si, desplazada la losa de la tumba, velas a la derecha de tu Padre en lo alto, y aún allí tus lágrimas recuerdas, y tu agonía y tu sudor de sangre, tu pasión y tu cruz y la vida que diste, asoma desde el cielo, y mira, y sálvanos.

(«More Poems», I)

Es este un ejemplo claro de estrofas paralelís­ticas, tan frecuentes en la Biblia. El paralelismo es aquí utilizado, no para reforzar el sentido, si­no para establecer una antítesis, o mejor (en es­te caso), para plantear un enigma. Para Hous­man, el misterio de la resurrección divina no de­semboca en una afirmación de fe, sino en una angustiosa alternativa: Cristo puede haber muerto definitivamente, y, en tal caso, su sacri­ficio ha sido vano; o bien ha resucitado, y, si es así, el poeta le exhorta a que dirija su mirada al mundo, para salvarlo. De una forma o de otra, triunfan el odio y la corrupción del hombre. Aun en el supuesto de que Cristo realmente haya resucitado, es necesario sacarle de nuevo de su sueño con nuestra plegaria. El misterio no es aquí el de nuestra sepultura, sino el de la tumba de Cristo. El mundo, por contraste, es trágica certeza.

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PROTAGONISMO DE LA MUERTE

Veamos ahora el conmovedor poema escrito con ocasión de la muerte de su madre («Parta quies» ).

GANADO REPOSO

Buenas noches, un seguro descanso, una imperecedera paz, dalos por tuyos, mientras te sobreviven tierra y mar, es firme el fundamento del planeta, perdura el firmamento.

Cuando la base de la tierra falle, y el campo, el mar o el cielo no se encuentren ya más, no te afectes, déjales consumirse: no es ello asunto tuyo; prosigue tu hondo sueño.

(«More Poems», XLVIII)

Nuevo ejemplo de poema de dos estrofas pa­ralelísticas y antitéticas. El pesimismo es en este caso total: la muerte es la exclusión del mundo de los vivos, hasta el punto de que, cuando éste a su vez desaparezca, el sueño de quien murió primero no queda perturbado. El individuo y el universo mueren inadvertidos, e indiferentes sueñan su muerte.

Esta idea de la muerte como aniquilación apunta en otros poemas. En «El cementerio», «God'acre» en su vigoroso título inglés («Addi­tional Poems», XI), hallamos estos dos versos estremecedores:

Al este y al oeste vemos campos vacíos, pero el campo de Dios es el más yermo siempre.

En «Un epitafio» («Additional Poems», XII), se dice:

Detente si algo escuchas, siguiendo tu camino; mas se acerca la noche; mejor no detenerse. No suspiro o me sonrojo, ya no se arruga mi

frente,] no me duelo al recordar con qué males me hizo

Dios.] Aquí, con receta útil para calmar muchas fie­

bres,] sano de un antiguo mal, duermo con un hondo

sueño.]

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En definitiva, la tumba es la única certidum­bre, tanto de los hombres como de Cristo. Nuestro encuentro con Cristo en el más allá, o (para Cristo), el encuentro con su Padre, son meras posibilidades, no esperanzas. Si llega a brotar el diálogo con Dios ( como en el himno «Para mi funeral»), la visión del Creador se ase­meja a una imagen de la muerte. En nuestra mortal certidumbre, la fe perdura como mera­mente posible. Sin que se la excluya, parece también muerta, no menos que la vida que se apaga. (Más aun tras esta fe mortecina, adivinamos los rescoldos del amor por la figura de Cristo).

La inercia frente al destino (también percepti­ble cuando Housman nos habla de su vida, no de su fin), la duda suprema que nuestro poeta se limita a constatar, sin queja ni rebeldía de nin­gún tipo, nos ha deparado algunos de los poe­mas metafísicos más bellos de la lengua inglesa. La extraña fusión de la expresión bíblica con el

epigrama griego se presta admirablemente a pre­sentar la certeza de la muerte, y, latente en ella, la mera posibilidad de la vida futura, que pre­sentimos y aceptamos como tal, en sus justos y precisos límites. No obstante, el efecto último de tales planteamientos es, inevitablemente, una secreta angustia, una esencial tristeza. En ningún caso podemos limitamos a constatar ob­jetivamente un destino como el nuestro. La ex­posición metafísica en sordina desemboca en una queja tanto más dramática cuanto mayor es, en apariencia, su silenciosa aceptación.

Las baladas con la muerte como único prota­gonista son, pues, también poesía religiosa. Re­cordemos la razón: no es otra que la esencial identidad, para el hombre, de Dios y de la muer­te, ésta como destino cierto, aquél como salva-

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ción meramente posible. El lugar del encuentro, si lo va a haber, será nuestra tumba.

Citemos esta hermosa balada, cuya traducción también hemos intentado:

Suave, entre mar y tierra, es esta arena de oro, donde juegan los humanos en los días del estío.

El niño aquí levanta su fortaleza efímera, y el joven deja escritos dos nombres en la orilla.

Aquí, en la llana arena, entre campos y mar, lqué muros o palabras alzaré ante la noche?

Tal vez grabe versos míticos que afronten el oleaje, o sepa erigir bastionesque puedan sobrevivirme.

lDaré a Troya, acaso a Roma, murallas contra la espuma, o perdurará mi nombrecuando parta sin retorno?

Nada: siempre alcanzándonos, arrasando la arena, borrando en un instante ciudad que no tenía que nacer, o conjuros en vano imaginados,rompe la mar, que todo lo confunde.

Pese a la certeza del fin, simbolizada en esas olas que borran las frágiles construcciones del hombre ( con las que pretende prolongar su vida misma), no falta aquí la visión antitética, tan ca­racterística de nuestro poeta. El hombre duda entre la acción o el pensamiento como caminos para sobrevivirse (brevemente, ilusoriamente ). El océano, tras nuestro fin, borra en un instante las huellas que pretendemos dejar, de cualquier clase que sean. La muerte aparece de nuevo en los versos del poeta, esta vez con matices nue­vos. Esta omnipresencia de la muerte en la obra de Housman podría señalarse en otros muchos poemas, pero siempre advertimos que el poeta se limita a mostrarla y a cantarla en sus versos, con la sordina admirable de los líricos griegos. El desgarrón metafísico, la estridencia en el la­mento no aparecen nunca en él.

LA REBELION DE LA NATURALEZA

Sólo existe un caso en que se hace patente en Housman un cierto acento de desafío religioso. Ello ocurre cuando Housman contempla a Dios como legislador, cuyas leyes rechaza, como ex­trañas, al igual que las de los hombres. No es

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difícil adivinar a qué leyes alude en concreto el poeta: se trata de aquéllas que en lo más hondo de su naturaleza no le es posible cumplir. El poeta nos dice, en un poema revelador:

Las leyes de Dios, y las del hombre, cúmplalas quien pueda y quiera; pero no yo: que Dios y el hombre legislen, mas no para mí.

No obstante, la vida en sociedad tiene exigen­cias ineludibles, y el poeta concluye sagazmente:

Siento temor y extrañeza en un mundo que no he hecho. Ellos serán sus señores, ambos locos, pero fuertes. Y pues, alma, no es posible partir hacia otros planetas, guardaremos, si podemos, aunque ajenas las sintamos, las leyes de Dios y el hombre.

(«Last Poems», XII)

En un tono parecido, podemos citar el poema que empieza:

Oh, lquién es ese joven pecador esposado, y qué ha hecho, que todos le amenazan y afren­

tan? ... ]

(«Additional Poems», XVIII)

composición que alude en forma transparente al proceso que destruyó a Osear Wilde. Sólo la re­belión de las zonas· más oscuras de su naturaleza (y esto es lo que nos interesa destacar) se mani­fiesta en Housman como rebelión de tipo reli­gioso. Nuestro poeta acepta lúdicamente su des­tino mortal, común con el de los demás hom­bres, y esta lucidez se hace en él tranquila pre­gunta y sereno lirismo. Es la diferencia, lo ex­cepcional que siente en sus más hondas raíces, lo único que provoca en él la nota estridente, in­cluso contra Dios. Claro que, teniendo en cuen­ta la concepción que Housman tiene de Dios co­mo meramente posible, el desafío va dirigido en realidad contra los hombres que se hacen intér­pretes de su ley.

EL POETA METAFISICO

En definitiva, Housman nos muestra la vida como cansancio, la muerte como reposo, en el sentido de sueño total, próximo a la aniquila­ción; y, confundida con la inexorable realidad de la muerte, apunta la posibilidad de Dios. Las raí­ces de su tranquilo lirismo, antes mencionadas,

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tan heterogéneas y a la vez tan admirablemente conciliadas, hacen de Housman uno de los más delicados entre los poetas ingleses de tradición metafísica.

Terminemos con un último poema en que, una vez más, el poeta nos muestra la desilusión de la vida y la certeza del fin en una de sus típi­cas antítesis, en que la contraposición es en el fondo fusión e identidad.

No interrumpas tu marcha por la taberna del camino. De la sed que te deja reseco y agrietado sólo quedará un polvo leve, y se apagará tu deseo.

No malgastes palabras, suplicando que llegue el blando sueño a tu lecho. No merece la pena perseguirle. Muerto estarás muy pronto, y en vez del sueño, servirá la muerte.

(«Additional Poems», XIII)

Nuestra extinción es el alivio natural del de­seo y la angustia que nos agitan mientras existi­mos. Como en otros poemas de Housman, sen­timos a Dios escondido en la muerte de que nos habla el poeta, y esencialmente idéntico a ella.

NOTA

Transcribiremos ahora el texto inglés de los poemas de Housman cuya traducción, íntegra o parcial, hemos incluido en estas páginas. Nos parece de todo punto imprescindible citar los originales de los poemas, por la razón, antes apuntada de que Housman siempre concibió el poema como canción pura, por lo que ( en sus propias palabras), «el sentido sólo puede ser del intelecto», y la poesía se basa, no en las ideas embrionarias que contiene, sino en la sugestión y misterio del verso. Recordemos a Mallarmé:

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«los poemas no se escriben con ideas, sino con palabras». Esta consideración hace a nuestro jui­cio inexcusable, al estudiar un poeta de otra len­gua, citar sus poemas en el idioma en que fue­ron creados. Y tal necesidad es máxima en el ca­so concreto de Alfred Edward Housman por lasrazones antes indicadas. '

La cita de los poemas originales, después de traducidos, nos lleva de la mano a algunas consi­deraciones sobre el sistema de traducción utili­zado. De las distintas posibilidades existentes (rima, ritmo regular, ritmo irregular, verso libre, prosa), hemos elegido el ritmo irregular, esto es, el verso medido, pero sin utilizar necesariamen­te el mismo número de sílabas a lo largo de cada poema. Los otros sistemas, o conducen inexora­blemente a adulterar el sentido, si se desea ob­tener un nivel de calidad mínimo (por ejemplo la rima), o son inadecuados para el tipo de poe� sía al que aspiró Housman, que exige en todo caso alguna musicalidad en el poema (así, la tra­ducción en prosa). El procedimiento de ritmo irregular, por su propia índole, conlleva una ver­sión parcialmente libre. Hemos procurado res­petar en todo caso lo esencial del sentido y pro­ceder a alteraciones o supresiones de p�labras sólo cuando, de no hacerlo, se hubiera produci­d�_la destruc�ión del ritmo de la pieza. Como ya d1J1mos, la dificultad de traducir a un poeta de las características de Housman es desde luego máxima. ' '

Damos a continuación el texto, total o parcial de los originales ingleses, en el mismo orden e� que hemos incluido sus versiones.

POR MY FUNERAL

O thou that from thy mansion through time and place to roam, dost send abroad thy children, and then dost call them home,

that men and tribes and nations and all thy han hath made may shelter them from sunshine in thine eternal shade:

we now to peace and darkness and earth and thee restare thy creatura that thou madest and wilt cast forth no more.

(«More Poems», XLVII)

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EASTER HYMN

If in that Syrian Garden, ages slain, you sleep, and know not you are dead in vain nor even in dreams behold how dark and bright ascends in smoke and fire by day and night the bate you died to quench and could but fansleep well and see no morning, son of man.'

But if, the grave rent and the stone rolled by at the right hand of majesty on high 'you sit, and sitting so remember yet your tears, your agony and bloody sweat, your cross and passion and the life you gavebow hither out of heaven and see and save.'

(«More Poems», I)

�$�

PARTA QUIES

Good-night; ensured release, imperishable peace, have these for yours, while sea abides, and land, and earth's foundations stand, and heaven endures.

When earth's foundations flee, nor sky nor land nor sea at all is found, content you, let them bum: it is not your concern; sleep on, sleep sound.

(«More Poems», XLVIII)

::u==,l#§l=,1=,l=,l=,l=,l=,l=,l#Jl

There's empty acres west and east but aye 'tit God's that bears the l�ast:

tDe «God's Acre», «Additional Poems», XI)

AN EPITAPH

Stay, if you list, O passer by the way· yet night approaches; better ot to stay. Y never sigh, nor flush, nor knit the brow nor grieve to think how il1 God made me, no�. Here, with one balm for many fevers foundwhole of an ancient evil, I sleep sound. '

(«Additional Poems», XII)

, ......................................... .

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Smooth between sea and land is laid the yellow sand, and there through summer days the seed of Adam plays.

Here the child comes to found his unremaining mound, and the grown lad to score two names upon the shore.

Here, on the level sand, between the sea and land, what shall I build or write against the fall of night?

Tell me of runes to grave that hold the bursting wave, or bastions to design for longer date than mine.

Shall it be Troy or Rome I fence against the foam, or my own name, to stay when I depart for aye?

Nothing: too near at hand, planing the figured sand, eff acing clean and fast cities not built to last and charms devised in vain, pours the confounding main.

(«More Poems», XLV)

The laws of God, the laws of man, he may keep that will and can; not 1: let God and man decree laes for themselves and not for me;

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1, a stranger and afraid in a world I never made. They will be master, right or wrong; though both are foolish, both are strong. And since, my soul, we cannot fly to Saturn nor to Mercury, keep we must, if keep we can, these foreign laws of God and man.

(De «Last Poems», XII)

Oh who is that young sinner with the handcuffs on his wrists? And what has he been after that they groan and shake their fists?

(De «Additional Poems», XVIII)

Oh turn not in from marching to taverns on the way. The drought and thirst and parching a little dust will lay, and take desire away.

Oh waste no words a-wooing the soft sleep to your bed; she is not worth pursuing, you will so soon be dead; and death will serve instead.

(«Additional Poems», XIII) e