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· Los Cuadernos de Arte
REPETICION Y DIFERENCIA EN LA OBRA DE MANOLO CALVO
Santiago Amón
E. n 1967 Manolo Calvo decidió alumbrar el
«Artilugio» (y entiendo el verbo alumbrar en el doble sentido de iluminar y parir). ¿Qué es un artilugio? El diccio
nario asigna a dicha voz un matiz claramente despectivo: aparato o mecanismo artificioso, pero de poca importancia o duración. Ignoro en qué criterios funda el diccionario la supuesta menor importancia del artilugio ni en qué cálculo basa la presunta exigua duración de sus efectos. Del de Manolo Calvo diré, intrínseca relevancia al margen, que duró mucho, y más hubiera durado si su autor no hubiese decidido arrinconarlo cuando aún andaba en buena función y no mal uso o manejo.
Muchas vueltas y revueltas dio Manolo Calvo a su proyecto de «Artilugio» hasta instalarlo o acomodarlo en su taller de la madrileña calle de Alcántara. A partir de aquel día, quien quisiera valerse de. sus efectos no tenía más que acudir al sobredicho taller, pulsar los botones de mando y acusar en sus pupilas el guiño palpitante del nuevo convecino al tiempo que el oído se recreaba en la respuesta mecánico-vital que venía del diafragma (y a veces de más abajo). Entrada, salida y experiencia eran absolutamente gratuitas; que rara vez se lucró Manolo Calvo de cualquiera de sus in-vendones sin cuento. is.
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El adicto a la sola escucha podía incluso ahorrarse el viaje. Manolo Calvo había establecido comunicación telefónica entre su artilugio y el exterior, que en principio es de todos. El anuncio (lo recuerdo como si lo viera) había aparecido en los papeles. Cualquier ciudadano (y cualquiera que fuere su dolencia) tenía libre acceso al «Artilugio» con sólo servirse del teléfono. Manolo Calvo acababa de instituir un sistema de urgencia ciudadana sin otro fin que la respuesta indescifrable (como debe ser toda buena respuesta) a quien lo solicitara a esta o aquella hora del día y todas las de la noche.
«Hacía tiempo -confesaba Manolo Calvo en 1967- que me rondaba la idea. ¡ Qué monótonos son esos aparatos de luces intermitentes que se mueven y al poco rato, después de habernos enseñado unos destellos o unas sombras, empiezan otra vez con 1� misma historia! ¡Tampoco hay tanta diferencia entre esos cacharros y la Venus de Milo!». La apostilla de nuestro hombre iba en derechura contra el empeño de la vanguardia en erradicar las normas inmutables del arte del pasado para imponer otras no menos académicas de cara a un hipotético futuro y en aras del arrogante grito supuestamente revolucionario.
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¿Cómo llegó Manolo Calvo a la fórmula heterodoxa de su cívico «Artilugio»? Con un motor usado que encontró en el Rastro. Para el resto le bastaron unas lámparas de colores, cable eléctrico, esparadrapo, papel celo, papel espejo, espejos diminutos, «macarrón» de plástico y dos pulsadores. ¿Algo más? Talento incipiente, concomitante y consecuente... y un ánimo decidido de ofrecer respuestas y más respuestas (millones de respuestas) a quien de día o de noche las hubiere menester. Respuestas tan aparentemente iguales y realmente diferentes como las horas, las luces, las sombras y los matices del día.
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«El quid de la cuestión -apunta nuestro inventor- era muy simple: el juego de luces nunca se repite». La verdad (y lo digo como quien lo vio) es que la «repetición» se producía, pero al compás de una infinita e insensible «diferencia». Y en ello estaba dando, justamente, Manolo Calvo con el quid mismo, no ya del artilugio, sino de todo su arte y también de la vida. Los dos extremos ( «repetición» y «diferencia») de que Deleuze se vale para entender el suceso del vivir eran los mismos que nuestro hombre dejó impresos en el «Artilugio», como impresos quedaban en una etapa-precedente e impresos quedarían en otras subsiguientes.
En su concepto global la vida entraña sistemática repetición de sí misma, resultando esencialmente distintos los sucesivos instantes de su propio acontecer. De sol a sol -dijo el clásico- se prodice la vida del hombre. El cómputo diario es igual, sistemáticamente homologable, eminentemente repetitivo. Lo que varía es cada uno de sus instantes, cada una de las horas, las luces, las sombras y matices que describen el paso ineludible de un sol a otro sol. El día que pasó es esencialmente cotejable con el que volverá, resultando cada uno de sus momentos esencialmente dispar, emocionantemente distinto.
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Un repaso metódico de la época «normativa» de Manolo Calvo (iniciada allá, a finales de los años cincuenta), le lleva a uno a encuadrarla (y a encuadrarle) en los términos precisos de «repetición» y «diferencia». Por encima del parentesco (que él reconoce) con el danés Mortensen y más allá, también, de la afinidad (que tampoco niega) con los hombres del Equipo 57, en sus obras «normativas» (de admirable lucidez geométrica) prima y resplandece el concepto de «repetición» incesantemente respaldado (e incluso contradicho) pór el ir y venir de una «diferencia» más genética que formal.
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No, no es que cada cuadro «normativo» mantuviera un ritmo repetitivo (matizado por infinita diferencia) en relación con los otros y otros que integraban la serie. Cada cuadro, considerado en sí mismo, contenía, conformaba y desplegaba una serie aparentemente repetitiva y realmente diferenciada punto por punto de su génesis, de su propio proceso. Cualquiera, por ejemplo, de las series que bajo el título genérico de «Roldes» dio a la luz Manolo Calvo en 1964 constituye un ejercicio asombroso de sistemática repetición e incesante diferencia en el hacerse y deshacerse, alejarse y acercarse del círculo y el cuadrado.
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¿ Otro ejemplo? Responderé a la pregunta con otra pregunta que no es sino el nombre de las siete exposiciones que en 1978 presentó simultáneamente en otras tantas galerías madrileñas. «¿Personas, animales o cosas?», rezaba el título interrogativo de aquella multípara muestra antropomorfa, zoomorfa y geomorfa. A través de incontables idas y venidas, expansiones y contracciones, músculos, cabelleras, meandros y orgasmos, un embrión se engendraba a sí mismo en convulsión glorificante y abundosa creación de la propia creación. Corrían las formas a su «disolución» como ríos que van a la mar sin que la mar por ello crezca.
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La contemplación inmediata de aquellas figuras (¿personas, animales o cosas?) nos inducía a chocar frontalmente con una suerte de repetición identificadora, en tanto la modulación de cada uno de sus instantes genésicos nos mostraba una diferencia paulatina y sin fin. Se veía a su vez, acrecida la diferencia por la variedad del material: esculturas en madera, bronce, aluminio, pasta de papel; serigrafías, dibujos, acrílicos, tinta china y óleos de los años 1969, 70 y 71. El hecho, en fin, de ocupar aquellas figuras repetitivas siete galerías diferentes significaba otra forma de diferencia.
Y «El mundo para quien lo transforme». Sí, se trata de otro título puesto por Manolo Calvo a otra de sus multíparas exposiciones (y que no había de cuadrarle cual a él mismo o a su probado empeño transformador). Tuvo lugar la exposición que digo en Lisboa (1977) y consistió en un montaje llevado a cabo con 340 reproducciones en offsset y 129 xerocopias de la serie titulada, según apunté, «El mundo para quien lo transforme». Una nueva versión de su incesante proponer los eternos extremos de «repetición» y «diferencia», y una posibilidad, al alcance del ciudadano, de trasformar, si no el mundo, su imagen.
El tinglado que en Lisboa montó Manolo Calvo se basaba en las infinitas posibilidades combinatorias (practicables por cualquiera) de un módulo «único» debido a su mano. Adquiría este módulo la forma del cartel o del adhesivo (de la tan traída y llevada «pegatina») y ocupaba en sus mil variantes el interior y el exterior de la galería para luego cruzar la calle y desplegarse a la redonda con la amable amenaza .de invadir de punta a cabo la ciudad de Lisboa. Una especie de «slogan» agobiante que en todas sus modulaciones (y con todas sus diferencias) proponía los signos de una gran convocatoria.
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Una convocatoria, ¿a qué? La gran concentración de los «hombrecitos» (universal familia que Manolo Calvo trajera al mundo años antes) iguales a sí mismos y al otro y al otro ... y a cuantos transitan por la ciudad con sus esperanzas, sus proyectos y su úlcera. Todo un despliegue de carteles (cuadrados y redondos) y de pegatinas (rojas y negras) a modo de insistentes espejos que reflejan, al paso de los dóciles «hombrecitos», el suceso diario, siempre igual a sí mismo y siempre cambiante: la pauta intransigente de la «repeti-
- ción» y el indicio de la «diferencia», con el buenpropósito de modificar lo común de la mirada.
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,� He elegido tres momentos, tres etapas, del
quehacer de Manolo Calvo con la intención de mostrar su patente disparidad expresiva en la obstinada lucidez de un planteamiento único. Lúcido y obstinado es nuestro artista en sus propuestas formales y en sus declaraciones verbales; que donde hay blanco, en él suele dar Manolo, y donde ve negro (cosa no poco frecuente) dice negro con todas sus señales y sin pelo alguno en la lengua. Hace ya mucho que se propuso transformar, ya que no el mundo, su imagen, mostrando en la «repetición» del suceso diario la esencial «diferencia», punto por punto, del propio suceder.
¿ Y el artilugio? ¿ Qué fue del · «Artilugio»? Lo dejamos en su estudio de la madrileña calle de Alcántara recibiendo tal cual visita y acusando infinitas llamadas telefónicas. En marzo de 1968 se traslada a la galería Seiquer con mejora de espacio y de medios, y con la grabación, también, del relato sentimental de una señora de ochenta años, amiga del artista, según confesión pública del propio artista. Vuelve a reaparecer, diez años después, en el «Studio Leví» de Madrid para a seguido participar allí mismo en un sentido homenaje a Pasolini, sin que la obstinación de su mensaje sufriera mengua alguna.
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La verdad es que luego le perdí la pista. Sólorecuerdo que su autor criticó con acritud la crítica(manifiestamente elogiosa) que de una exposiciónsuya hice yo en un diario independiente de lamañana (esto es, que se independizaba, al parecer, de la mañana). Lo que realmente deplorabaManolo, como después se supo, es que no le hubiera telefoneado previamente. Y fue entoncescuando el «Artilugio» volvió a mi memoria. Sumensaje era esta vez claro de luz y sonido a la parque colmado de intenciones: «El mundo paraquien lo transforme».
¿ Transformar el mundo? Sí, convertir las realidades presentes (eso que los socio-políticos llaman « statu qua») en mitos reveladores o simplemente orientadores. No conozco caso semejante al de Manolo Calvo por lo que de universal tiene su propósito y de intransigente su trato (y el que tenga quejas que se dirija al «Artilugio»). Todo su empeño ha consistido (¡y lo que te rondaré, morena!) en transformar las cosas, los animales y las personas para dar, a través de su propia «vis repetitiva», con la entraña de su identidad; que donde los más ven igualdad, descu- � brirá Manolo Calvo pertinaz y abismal ·� diferencia. �
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TIEMPO DE
. - · SUMARIO Invierno 84
�51,-e j_-, Presentación
Ruuell-Einatein: treinta añoa después anif1es10 contra la guerra nuclear B Aussell v A Emstem
t Carrera a tumba abierta Kent Coates 1Presoden111 de le B Rus,ell Peace F 1
2
4 8
12 24 v-1 Hac,a el salto tecnol6g1co Enrique Gomanz Moraga
Misiles de alcance medio en Europa El fracaso de las negoc1ac1ones sobre armamento Frank Blakaby (O,rei::tor del SIPRtl
34 36 42 Una doble decisión (m1htar y polft1ca) V1c1or Mate
'• El pacifismo espaí"lol levanta el vuelo. Inmaculada de la Fuente 50
A Los pacifistas del Este piden la palabra Condiciones para un diálogo pacifista entre el Este y el Oeste. J. HaJek
No basta gritar en Occidente. J. Pehkan Un verde en la plaza roja. Conversación con M. Horacek
Entrevista con Carlos Fernández Espeso. (Director general para asuntos
60 62 65 67
internacionales de Seguridad y Desarme). Fernando Valenzuela 70
La reconversión ecológica de la economía. Artemio Precioso 74
•.Pacifismo y feminismo en Espaf\a: Primera apróximación. Reg,na Rodriguez 82
Sondeos de opinión: Los porcentajes del Miedo. Peru Erroteta y Jaime M1quel 88
Notas Proposiciones paclfütas de un miHtlr. E. Gomariz. 98. Entre Grenad• V 97
Nicaragua. A. Callas. 99 •. Al Ettt del Averno. F'edro Pardo. 101. L, lglesi, y ef "'9imen mflitar chileno. Mario Boero. 102.
Culturu, Libros, Artes 105 Violencia y guerra en ei pensamiento de Serte. Celia Amoros 106
Tres minutos pera la media noche. (Bibliografla indicativa). Carlos Alonso Zald1var 118 lmlgenes. Soledad Sevilla. Boston. 1981 124
Crónica. Carlos F. García 133
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