los cinco sentidos, de juan javier ortega

1
LOS CINCO SENTIDOS TAXIS Y MIEDO L os quiteños somos confia- dos. Es cierto. Lo admito. Esa inocente credulidad nos está pasando factura. Subimos a cualquier taxi. Mientras sea amarillo ni nos mos- queamos. Hablamos con los choferes. Mal encarados o bonachones. Da igual. Si son de buen verbo le conta- mos nuestras penas o nuestros éxitos. La desconfianza solo aplica para aquellos que no utilizan taxímetro. Pero la realidad del Quito actual, del Quito nocturno va mucho más allá de una superflua discusión por el pago de una carrera. Ahora hay que abrir bien los ojos. Improvisar. Hacer de detectives o guiarnos por nuestra intuición. Subir a un taxi es ahora una tarea arriesgada. Las últimas víctimas de secues- tro exprés corroboran estas líneas. En apenas tres meses, los que llevamos de 2015, 72 pasajeros sufrieron asaltos rá- pidos. La cifra es fría, pero detrás de ese dato hay historias de terror y largas se- cuelas. Mujeres amenazadas de muer- te. Agredidas, manoseadas y, hasta en los casos más violentos, violadas. Hom- bres rociados con gas hasta la ceguera. Todos, hombres y mujeres, temen salir de casa tras ese recorrido infernal. El impacto psicológico es grave. Parecería una mera cuestión de per- cepción, pero en las últimas semanas la inseguridad se ha cebado con los quiteños. Y, frente a esta situación, ya se escuchan los primeros comentarios: quedarse en casa es la mejor opción. Pero esa no es ni de lejos la solución. Es la victoria del miedo. Encerrarnos para sentirnos seguros solo alimentaría la paranoia. Sería la victoria del crimen. Y eso no sería bueno para Quito. Un tiroteo empachó a los comensales E n las mesas quedaron los platos con presas de pollo a medio comer. Ni el cliente más hambriento se atrevió a permanecer en el local después de la ráfaga de tiros que allí se registró. Dos sa- capintas fueron los culpables de la estampida desenfrenada de co- mensales. Los sospechosos, envalentonados con un revólver calibre 38, amedrentaron a una imprudente mujer que retiró USD 5 000 de una sucursal financiera y luego quiso saciar su apetito en el restau- rante. Como pocas veces se ve, un buen samaritano trató de ayudar a la víctima, pero fue amilanado con un disparo en la pierna. Otra bala perdida hirió a un hombre que trataba de abandonar el local. Los dos fueron llevados al hospital Pablo Arturo Suárez, a 10 mi- nutos del local. No fue una buena tarde para los sacapintas ni para los comensales. Los primeros, aparentemente novatos, huyeron del restaurante sin un solo dólar y, los segundos, con la barriga vacía. Carnaval en la bipolar capital F ue un feria- do extraño, inusual. El sur occiden- te de Quito se cubrió de blanco. No por la espuma de carnaval con la que juegan niños y adultos en esta época, sino por la fuerte granizada que cayó en este sector de la ciudad desde las 14:30 hasta las 16:00. Los más pequeños agradecieron el gesto a San Pedro. Al otro extremo de la capital brilló el sol. Son las cosas que tiene esta bipolar ciudad. / Foto: El Comercio Una curva mortal S olo las sirenas de la ambulancia alumbraban la avenida Simón Bo- lívar. Cada vez que la baliza apuntaba a la zona del accidente, pa- ramédicos, testigos y periodistas podían ver detalles del impac- to: un auto pequeño incrustado debajo de un poste, entre la peña y la cuneta; los brazos de una mujer colgando por fuera de la puerta y go- tas de sangre en el piso. Las primeras hipótesis apuntan a que la vícti- ma, de 40 años, pudo haber entrado a la curva a exceso de velocidad. Amor se escribe con H E stás loco. Eso es una aberración gramatical. Un insulto a la ortografía. Un escupitajo en la cara a la Real Acade- mia. ¡Ah, ya sé! ¿Es una chica? ¿Helena, Hanna, Hilda…? Cansado de escucharla, se quitó los cascos y los clavó en sus oídos. Dos, tres minutos pasaron y de pronto hubo silencio. Se dio cuenta que era Hip Hop. CONTRADICCIONES... Tememos a la muerte, pero nuestra vida es una serie de imprudencias para burlarnos de ella. A stuto ladrón entró tro- lebús hora pico abrió- le cartera inocente ofi- cinista tarde diose cuenta malandro bajó parada anterior. LA RUTINA DIARIA CAMBIOS en un PAÍS AJENO A Walter lo conocí a mediados del 2012 en una oficina de la Poli- cía Judicial, en Quito. Cargaba una mochila negra y una carpeta llena de fotos de su hija Carolina. Era la primera vez que pisa- ba suelo ecuatoriano. Han pasado tres años de ese primer encuentro. El martes 17 de marzo del 2015 nos volvimos a ver. Llevaba la misma car- peta color crema bajo el brazo y dos fundas negras con comida. Llegó a la capi- tal el viernes 13. No sabe cuántos viajes ha hecho desde Bo- gotá hasta Quito para buscar a la “china”. Por tercera vez desde el 2012 la Fis- calía y la Policía ac- cedieron a desarro- llar la reconstrucción de las últimas horas de Carolina antes de que desapareciera, el 28 de abril del 2012. La tenacidad de Garzón, tan caracte- rística de los colom- bianos, provocó cam- bios estructurales en el Estado ecuatoriano. Tras la desaparición de su hija se plantó todos los miércoles frente al Palacio de Carondelet, la casa presidencial, para exi- gir que lo escucharan. Las primeras sema- nas llegaba solo a la Plaza Grande. Carga- ba un cartel con la fo- tografía de su hija y un megáfono. Al segun- do mes, Luis Sigcho, otro padre que busca a su hijo, se unió a la causa. “Algún rato nos escucharan; tranqui- lo”, le soltó el colom- biano la primera vez que los dos gritaron los nombres de sus seres queridos frente a la casa del Presidente. Ese mismo año crea- ron la Asociación de Familiares de Personas Desaparecidas en Ecua- dor (Asfadec). Cada se- mana, más parientes de gente extraviada se plan- taba en la Plaza Grande. Llegaban de Loja, ibarra, Ambato, Guayaquil, Ma- chala...Todos querían de vuelta a sus familiares. Esa constancia inicial de Walter le permitió re- unirse con el presidente Rafael Correa en el 2013. El encuentro fue “es- tratégico” porque no solo le habló de Caroli- na, sino de las decenas de familias que buscan a sus parientes. Cuestionó el ineficiente trabajo de policías y fiscales. Enton- ces vinieron los cambios. El Gobierno creó una unidad policial espe- cializada en la búsque- da de desaparecidos y aumentó el número de fiscales que intervienen en estos casos. “Esto que hacen no es una ayu- da, su Constitución les garantiza esto. Yo solo exigí que cumplan la Ley”, repite Garzón para explicar que su empeño no se enmarca dentro de una cualidad heroi- ca ni mucho menos. Pese a esta “victoria”, su vida sigue partida en dos. La “china”, su hija, hoy tendría 25 años. No hay rastro de ella. La han buscado en quebradas, montes, en otras ciudades, pero es como “si se la hu- biese tragado la tierra”. Hay versiones de dos testigos que señalan que la vieron encima de una piedra del Machángara, un río turbio y malo- liente al que nadie quie- re ir. La Fiscalía tomó esos testimonios para validar su teoría: Caro- lina se cayó y se ahogó. A Walter no le con- vence esa teoría. Si fuese así, ¿por qué no aparece su cuerpo?, se pregunta. Él lo tiene claro: no quiere morir sin descu- brir qué ocurrió ese 28 de abril con la “china”... El colombiano Walter Garzón es el responsa- ble de una nueva lógica para buscar a las perso- nas desaparecidas en Ecuador. Los cambios que logró son una victoria a medias. No sabe nada de su hija Carolina desde el 28 de abril del 2012. Foto: Página web de Asfadec.

Upload: centro-de-formacion-en-periodismo-digital

Post on 21-Dec-2015

83 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Trabajo final realizado en el curso Periodismo y Creatividad del Centro de Formación en Periodismo Digital.Universidad de GuadalajaraSistema de Universidad VirtualCentro de Formación en Periodismo Digital Av. de la Paz No. 2453, Col. Arcos Vallarta, Guadalajara, Jalisco. C.P. 44140Tels. 3268-8888 / 3134-2222 ext. 18849Nacional (0133), Internacional (+5233)Larga Distancia, República Mexicana01800 5819 111 Sitio web: http://www.centroperiodismodigital.org/

TRANSCRIPT

Page 1: Los Cinco Sentidos, de Juan Javier Ortega

LOS CINCO SENTIDOSTAXIS Y MIEDO

Los quiteños somos confia-dos. Es cierto. Lo admito. Esa inocente credulidad nos está

pasando factura. Subimos a cualquier taxi. Mientras sea amarillo ni nos mos-queamos. Hablamos con los choferes. Mal encarados o bonachones. Da igual. Si son de buen verbo le conta-mos nuestras penas o nuestros éxitos.

La desconfianza solo aplica para aquellos que no utilizan taxímetro. Pero la realidad del Quito actual, del Quito nocturno va mucho más allá de una superflua discusión por el pago de una carrera. Ahora hay que abrir bien los ojos. Improvisar. Hacer de detectives o guiarnos por nuestra intuición. Subir a un taxi es ahora una tarea arriesgada.

Las últimas víctimas de secues-tro exprés corroboran estas líneas. En apenas tres meses, los que llevamos de

2015, 72 pasajeros sufrieron asaltos rá-pidos. La cifra es fría, pero detrás de ese dato hay historias de terror y largas se-cuelas. Mujeres amenazadas de muer-te. Agredidas, manoseadas y, hasta en los casos más violentos, violadas. Hom-bres rociados con gas hasta la ceguera. Todos, hombres y mujeres, temen salir de casa tras ese recorrido infernal.

El impacto psicológico es grave. Parecería una mera cuestión de per-cepción, pero en las últimas semanas la inseguridad se ha cebado con los quiteños. Y, frente a esta situación, ya se escuchan los primeros comentarios: quedarse en casa es la mejor opción. Pero esa no es ni de lejos la solución. Es la victoria del miedo. Encerrarnos para sentirnos seguros solo alimentaría la paranoia. Sería la victoria del crimen. Y eso no sería bueno para Quito.

Un tiroteo empachó a los comensales

En las mesas quedaron los platos con presas de pollo a medio comer. Ni el cliente más hambriento se atrevió a permanecer

en el local después de la ráfaga de tiros que allí se registró. Dos sa-capintas fueron los culpables de la estampida desenfrenada de co-mensales. Los sospechosos, envalentonados con un revólver calibre 38, amedrentaron a una imprudente mujer que retiró USD 5 000 de una sucursal financiera y luego quiso saciar su apetito en el restau-rante. Como pocas veces se ve, un buen samaritano trató de ayudar a la víctima, pero fue amilanado con un disparo en la pierna. Otra bala perdida hirió a un hombre que trataba de abandonar el local. Los dos fueron llevados al hospital Pablo Arturo Suárez, a 10 mi-nutos del local. No fue una buena tarde para los sacapintas ni para los comensales. Los primeros, aparentemente novatos, huyeron del restaurante sin un solo dólar y, los segundos, con la barriga vacía.

Carnaval en la bipolar capital

Fue un feria-do extraño, inusual. El sur occiden-te de Quito

se cubrió de blanco. No por la espuma de

carnaval con la que juegan niños y adultos en esta época, sino por la fuerte granizada que cayó en este sector de la ciudad desde las 14:30 hasta las 16:00. Los más

pequeños agradecieron el gesto a San Pedro. Al otro extremo de la capital brilló el sol. Son las cosas que tiene esta bipolar ciudad. / Foto: El Comercio

Una curva mortal

Solo las sirenas de la ambulancia alumbraban la avenida Simón Bo-lívar. Cada vez que la baliza apuntaba a la zona del accidente, pa-ramédicos, testigos y periodistas podían ver detalles del impac-

to: un auto pequeño incrustado debajo de un poste, entre la peña y la cuneta; los brazos de una mujer colgando por fuera de la puerta y go-tas de sangre en el piso. Las primeras hipótesis apuntan a que la vícti-ma, de 40 años, pudo haber entrado a la curva a exceso de velocidad.

Amor se escribe con HEstás loco. Eso es una aberración gramatical. Un insulto

a la ortografía. Un escupitajo en la cara a la Real Acade-mia. ¡Ah, ya sé! ¿Es una chica? ¿Helena, Hanna, Hilda…? Cansado de escucharla, se quitó los cascos y los clavó en sus oídos. Dos, tres minutos pasaron y de pronto hubo silencio.

Se dio cuenta que era Hip Hop.

C O N T R A D I C C I O N E S . . .

Tememos a la muerte, pero nuestra vida es una serie de imprudencias para burlarnos de ella.

Astuto ladrón entró tro-lebús hora pico abrió-le cartera inocente ofi-cinista tarde diose

cuenta malandro bajó parada anterior.

LA RUTINA DIARIA

CAMBIOS en un

PAÍS AJENOA Walter lo conocí a mediados del 2012 en una oficina de la Poli-cía Judicial, en Quito. Cargaba una mochila negra y una carpeta llena de fotos de su hija Carolina. Era la primera vez que pisa-ba suelo ecuatoriano.

Han pasado tres años de ese primer encuentro. El martes 17 de marzo del 2015 nos volvimos a ver. Llevaba la misma car-peta color crema bajo el brazo y dos fundas negras con comida.

Llegó a la capi-tal el viernes 13. No sabe cuántos viajes ha hecho desde Bo-gotá hasta Quito para buscar a la “china”.

Por tercera vez desde el 2012 la Fis-calía y la Policía ac-cedieron a desarro-llar la reconstrucción de las últimas horas de Carolina antes de que desapareciera, el 28 de abril del 2012.

La tenacidad de Garzón, tan caracte-rística de los colom-bianos, provocó cam-bios estructurales en el Estado ecuatoriano.

Tras la desaparición de su hija se plantó todos los miércoles frente al Palacio de Carondelet, la casa presidencial, para exi-gir que lo escucharan.

Las primeras sema-nas llegaba solo a la Plaza Grande. Carga-ba un cartel con la fo-tografía de su hija y un megáfono. Al segun-do mes, Luis Sigcho, otro padre que busca a su hijo, se unió a la causa. “Algún rato nos escucharan; tranqui-lo”, le soltó el colom-biano la primera vez que los dos gritaron los nombres de sus seres queridos frente

a la casa del Presidente.Ese mismo año crea-

ron la Asociación de Familiares de Personas Desaparecidas en Ecua-dor (Asfadec). Cada se-mana, más parientes de gente extraviada se plan-taba en la Plaza Grande. Llegaban de Loja, ibarra, Ambato, Guayaquil, Ma-chala...Todos querían de vuelta a sus familiares.

Esa constancia inicial de Walter le permitió re-unirse con el presidente Rafael Correa en el 2013.

El encuentro fue “es-tratégico” porque no solo le habló de Caroli-na, sino de las decenas de familias que buscan a sus parientes. Cuestionó el ineficiente trabajo de policías y fiscales. Enton-ces vinieron los cambios.

El Gobierno creó una unidad policial espe-cializada en la búsque-da de desaparecidos y aumentó el número de fiscales que intervienen en estos casos. “Esto que hacen no es una ayu-da, su Constitución les garantiza esto. Yo solo exigí que cumplan la Ley”, repite Garzón para explicar que su empeño no se enmarca dentro de una cualidad heroi-ca ni mucho menos.

Pese a esta “victoria”, su vida sigue partida en dos. La “china”, su hija, hoy tendría 25 años.

No hay rastro de ella. La han buscado en quebradas, montes, en otras ciudades, pero es como “si se la hu-biese tragado la tierra”.

Hay versiones de dos testigos que señalan que la vieron encima de una piedra del Machángara, un río turbio y malo-liente al que nadie quie-re ir. La Fiscalía tomó esos testimonios para validar su teoría: Caro-lina se cayó y se ahogó.

A Walter no le con-vence esa teoría. Si fuese así, ¿por qué no aparece su cuerpo?, se pregunta.

Él lo tiene claro: no quiere morir sin descu-brir qué ocurrió ese 28 de abril con la “china”...

El colombiano Walter Garzón es el responsa-ble de una nueva lógica para buscar a las perso-nas desaparecidas en Ecuador. Los cambios que logró son una victoria a medias. No sabe nada de su hija Carolina desde el 28 de abril del 2012.

Foto: Página web de Asfadec.