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u) X CED/O GEflERRl DE POBlACIOn Y VIVienDfl 1980 Comisión Nacional de Difusión Censal Los Censos y Padrones de los Siglos XVI XIX Dra. Alejandra Moreno Tose ano

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X CED/O GEflERRl DE POBlACIOn Y VIVienDfl

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Comisión Nacional

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Los Censos y

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Dra. Alejandra

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La historia común es uno de los elementos

que permiten la cohesión y unidad de los

pueblos; en el pasado se encuentran valiosas

experiencias que permiten verificar los hilos

conductores de la historia de un país, extraer

las experiencias y preparar el porvenir.

México tiene una tradición censal que arranca

de la época prehispánica; no se interrumpe en

la Colonia, y se transforma en una valiosa

herramientas de trabajo en la etapa

contemporánea.

La Comisión Nacional de Difusión Censal ha

recogido en el Archivo General de la Nación

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La historia común es uno de los elementos

que permiten la cohesión y unidad de los

pueblos; en el pasado se encuentran valiosas

experiencias que permiten verificar los hilos

conductores de la historia de un país, extraer

las experiencias y preparar el porvenir.

México tiene una tradición censal que arranca

de la época prehispánica; no se interrumpe en

la Colonia, y se transforma en una valiosa

herramientas de trabajo en la etapa

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La Comisión Nacional de Difusión Censal ha

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valiosos documentos de nuestra tradición

censal, parte de cuyas ilustraciones publica

ahora en ocasión del levantamiento del X

Censo Nacional de Población y Vivienda. Esta

colección de carteles, ilustrados con las

portadas e imágenes originales de los censos

prehispánicos y coloniales, y el texto de la

conferencia "Los Censos y Padrones de los

Siglos XVI y XIX , sustentada por la doctora

Alejandra Moreno Toscano, directora del

Archivo General de la Nación, de la

Secretaría de Gobernación, quiere contribuir

a complementar las labores de difusión que

demandó el Censo en 1980.

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censal, parte de cuyas ilustraciones publica

ahora en ocasión del levantamiento del X

Censo Nacional de Población y Vivienda. Esta

colección de carteles, ilustrados con las

portadas e imágenes originales de los censos

prehispánicos y coloniales, y el texto de la

conferencia "Los Censos y Padrones de los

Siglos XVI y XIX", sustentada por la doctora

Alejandra Moreno Toscano, directora del

Archivo General de la Nación, de la

Secretaría de Gobernación, quiere contribuir

a complementar las labores de difusión que

demandó el Censo en 1980.

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Los Censos y Padrones de los

Siglos XVI — XIX

Alejandra Moreno Toscano

Primero la Triple Alianza, el Imperio español después y el Estado Nacional más tarde, todas las formas de organización política han requeri- do de información socioeconómica que les per- mita organizar y controlar su territorio. De ahí que cada época haya empleado diversas formas para recolectar informaciones que respon- dieran, en su momento, a las preguntas: ¿cuántos? ¿cómo? ¿dónde? La información que asi se produjo se convirtió más tarde, con el paso del tiempo, en las fuentes fundamentales de las que se deriva nuestro conocimiento histórico.

Las investigaciones recientes sobre la historia económica y social de México han señalado cla- ramente las diferencias que separan, por su for- ma y contenido, a los censos estadísticos moder- nos de las formas anteriores, menos sistemáti- cas, de recolección de información socio económica y demográfica. Esas diferencias han servido para separar metodológicamente dos épocas: la "estadística ', que se sustenta en cues tionarios precisos, cerrados, objetivos, y la "pro- toestadística", fundada en cuestionarios abier- tos, en los cuales la opinión del informante se mezcla a menudo con la realidad que describe.

En México, la utilización de estadísticas mo- dernas se inicia con el primer censo nacional de

1895. Cubre menos de cien años de nuestra his- toria con informaciones seriadas v sistemáticas.

La época "protoestadística" abarca los 400 años restantes que nos separan de la conquista es- pañola. Por ello es importante para nosotros co- nocer y analizar esas informaciones. Por ello los historiadores las han estudiado, sometiéndo- las a todos los medios técnicos a su alcance, incluida, por supuesto, la computadora.

No nos referiremos aquí a los registros prehispánicos de carácter genealógico que se han conservado para las zonas náhuatl y mixte- ca, aun cuando registran los matrimonios, naci- mientos y muertes de los miembros de las fami- lias gobernantes; ni a documentos como la Matrícula de Tributos y el Códice Mendocino, aunque estos hayan permitido conocer de manera indirecta, por la relación entre carga tributada y población tributaria , la dimen sión y localización de la población indígena prehispánica. Dentro del esquema adoptado es- tos documentos corresponderían a una época "pre estadística". Nos referiremos exclusiva- mente a documentos seriados, de origen hispá- nico, que responden a un cuestionario específi- co y en los cuales una parte de las respuestas de- be darse en forma numérica.

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La información continua, sistemática, proce- dente de las localidades mismas,era vital para el sostenimiento del imperio español en América. La primera dominación colonial de los tiempos modernos produjo también innovaciones técni- cas en las formas de recabar informaciones so- cioeconómicas. A partir de entonces comienza a ejercitarse la sistematización de datos de carácter cuantitativo. En ese sentido, los infor- mes que se conocen para la América del siglo XVI son, sin duda, mucho más modernos que sus equivalentes europeos.

Ese esfuerzo por conocer la naturaleza de los pueblos conquistados y las posibilidades económicas que ofrecían los nuevos territorios, dio lugar al levantamiento de una serie de en- cuestas periódicas que nos han permitido elabo- rar con visiones generales de la situación de la población y del territorio novohispano.

1. Las Relaciones Geográficas

Entre 1569 y 1573 se definió, como resultado de numerosos ensayos anteriores, la "técnica" de "observación de campo" que sería aplicada para conocer la realidad americana durante los siglos coloniales. Juan López de Velasco, el pri- mer cosmógrafo cronista del Consejo de Indias preparó, por aquellos años, un cuestionario de

50 preguntas que comenzó a circular entre las posesiones americanas de la corona española hacia 1577. En 1583, según un inventario del Consejo, se habían recibido 136 "Relaciones" y mapas que respondían a ese cuestionario. Fue ese el origen de una de las fuentes más ricas con las que cuenta el estudioso del siglo XVI ameri- cano y que se conoce con el nombre genérico de "Relaciones Geográficas".

El interés de los redactores del cuestionario y los resultados prácticos para los que se concibió la encuesta se manifiestan en la estructura y el texto del cuestionario mismo. En primer lugar, se buscaba reunir datos para elaborar una car- tografía americana que permitiera ubicar físi- camente a las posesiones de América en el mun- do entonces conocido. Por ello el cuestionario incluye varias preguntas relacionadas con la lo- calización de los poblados, las distancias que mediaban entre los pueblos y sus cabeceras, su relación con los accidentes topográficos y con los principales ríos. Por ello se pide también expresamente que las respuestas vayan atom panadas con sus respectivos mapas.

Además del interés cartográfico el cuestiona- rio revela la preocupación de la Corona es pañola por conocer cuál era la población, tanto

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indígena como española, que residía en las colo- nias. Hacia 1577 la disminución de la población indígena era ya un fenómeno alarmante. De ahí las preguntas que se dedican a averiguar el número de habitantes actuales y pasados de ca- da pueblo. Se pregunta cuántos vecinos funda- ron los pueblos de españoles y cuántos habita- ban en ellos al momento de recibir el cuestiona- rio. Se inquiere por el número de indígenas que tenía cada comarca "antes de la llegada de los españoles y cuántos habitaban en ella "al pre- sente . Se pide que se especifiquen las causas a las que podía atribuirse la disminución de la población. El interés demográfico de la corona española surge cuando ocurre la mayor crisis demográfica que se haya conocido en los tiem- pos modernos. Nosotros conocemos ahora la di- mensión y las consecuencias de esa crisis: de aproximadamente 25 millones de habitantes en 1519 (para el México central), en 1548 queda- ban solamente 2.6 millones, y la disminución proseguiría hasta alcanzar sólo un millón en 1605.

Además de esa preocupación demográfica había el interés por conocer la situación económica de los poblados, sus posibilidades de desarrollo y su capacidad defensiva frente a las

acechanzas de otros imperios europeos. Hay el deseo explícito de la Corona de utilizar los cono- cimientos que se derivaran de esa encuesta co- mo base de las políticas que definiría en el futu- ro.

La estructura del cuestionario revela el cono- cimiento de la complejidad de la organización poli tico-territorial de las colonias americanas. Las preguntas se dividen en grandes grupos según si deben ser respondidas por pueblos es- pañoles, por pueblos de indios o por ambos in- distintamente.

En los pueblos de españoles se preguntan los datos necesarios para facilitar la construcción cartográfica y éstos sirven como puntos de refe- rencia para ubicar al resto de los asentamientos. Además, se piden datos acerca de la fundación del poblado, su evolución demográfica y una descripción detallada de sus calles, plazas y mo- nasterios.

Las preguntas que se refieren a los pueblos de indios, aunque también solicitan datos acerca de su localización geográfica, demandan más datos acerca de su formación histórica. Se pre- gunta sobre la relación de dependencia o de do- minio que tenía cada pueblo con sus vecinos an- tes de la llegada de los españoles. Se solicitan datos acerca de su antigua forma de gobierno,

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su manera de hacer la guerra, sus ritos, cos- tumbres e indumentaria. Se indica también que deberán hacerse comparaciones con la situación presente.

En todos los poblados se inquiere sobre la si- tuación económica, los recursos naturales y sus posibilidades de aprovechamiento y se pide que se enumeren los cultivos agrícolas, las explota- ciones madereras y ganaderas, así como las mi- nas, canteras y salinas. Se pregunta cómo vive la población, cómo y de qué materiales están hechas las casas, con qué productos comercian, cuánto y qué tributan. Otro grupo de preguntas se dirige especialmente a los puertos, pidiendo indicaciones acerca de la capacidad de las bahías, la fuerza de los vientos y las mareas.

Las demás preguntas se refieren a los pobla- dos abandonados, pidiendo que se expliquen las causas del despoblamiento. La última pregunta deja abierto el cuestionario a todo lo que sea "digno de ser sabido". Deja a criterio del infor mante la ampliación de las informaciones.

Esta "técnica" de encuesta incluye, como se ha dicho, preguntas que exigen respuestas en pasado y presente, preguntas en las que se soli- citan opiniones, preguntas que incluyen en sí mismas una selección de las respuestas posibles,

preguntas cruzadas que permiten verificar in- formaciones. Es decir, como técnica de encues- tamiento, las preguntas de las relaciones resul- tan sorprendentemente "modernas".

Las Relaciones Geográficas de 1580 no fueron el único cuestionario de su tipo. Otra se- rie de Relaciones se demandó en 1604-12, con un cuestionario de 355 preguntas, al que sólo respondieron 12 provincias americanas. Otra serie de Relaciones, la conocida con el nombre de Relaciones Topográficas de 1777-78 incluyó 132 preguntas. A este cuestionario respondieron algunas parroquias ubicadas en regiones poco documentadas, como la zona Huichol-Cora. Es- tas relaciones abarcan el centro y noroeste de México, Oaxaca y Nayarit. De las Relaciones Topográficas de 1789-92, con 23 preguntas, sólo han sobrevivido las descripciones de 26 par tidos de Yucatán.

2. Los registros fiscales

Otra importante serie de informaciones de carácter cuantitativo y seriado responde direc- tamente a necesidades fiscales de la administra- ción colonial. Por la composición de la sociedad novohispana, que dividía a la población en gru- pos diferenciados de acuerdo a sus "calidades" étnicas, otorgando a cada grupo prerrogativas y

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obligaciones especiales, estos recuentos tienen casi siempre un carácter sectorial.

Con relación a la población indígena, el in- terés era conocer con precisión la población tri- butaria y su actividad productiva. La política de encomiendas exigió el conocimiento detalla- do del número de individuos que quedaban en- comendados y del monto del tributo que debían cubrir al encomendero. Cuando la recaudación de tributos pasó a manos de oficiales reales o cuando la tributación en especie fue conmutada en pago monetario, los listados fueron corregi- dos, manteniéndose más o menos al día, con vi- sitas a las localidades y recuentos periódicos.

Las Matrículas y Cuentas de tributarios a las que esta política dio origen, informan acerca del número de indígenas y su estado matrimo- nial. Esta información se explica porque los ca- sados se consideraban tributarios completos y los solteros pagaban solamente la mitad del tri- buto. exigencia que produjo, indirectamente, que la población indígena rehuyera el matrimo- nio formal.

Para analizar estos materiales se requiere en- tonces tener un conocimiento preciso del siste- ma tributario colonial y de los cambios que se hicieron al sistema de clasificaciones. En efecto, según las regiones, variaba el número de excep-

tuados; además, las reformas borbónicas de me- diados del siglo XVIII, liberaron a las mujeres no propietarias del pago del tributo. El cambio mayor del sistema de tributación se registra en 1786, cuando se establece que todos los indíge- nas de sexo masculino, entre 18 y 50 años, casa- dos o solteros, se considerarían tributarios completos.

Existen dos tabulaciones completas que resu- men los datos acerca de los tributos que paga- ban los indígenas en todo el territorio de Nueva España. Una es de 1794 y la segunda de 1805. El Estado General de 1805 distingue entre indígenas tributarios pertenecientes a comuni- dades, tributarios laboríos y vagos, negros y mu- latos libres. Proporciona datos acerca de los ca- ciques y gobernadores, número de ausentes y re- servados, viudas y solteras, niños y niñas. Indica el número de indios tributarios casados con indígenas (sus iguales) y aquellos casados con miembros de otras castas. Los totales de pobla- ción tributaria que establece indican que para entonces, en todas las provincias de Nueva Es- paña, había 3.265.720 indígenas. Es decir, en 1805 apenas se vuelve a alcanzar la cifra de población indígena registrada en 1548. Los efectos de la crisis demográfica del siglo XVI se

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siguen manifestando a principios del siglo XIX. Asociado a estas Matrículas y Cuentas de tri-

butarios encontramos otro grupo de informa- ciones denominadas "Sumas de Visitas' . Estas resumían la información recogida en cada pueblo después de una visita hecha para deter- minar su capacidad para cubrir los tributos asignados. Estas y los Libros de tasaciones que comprenden las listas de tributos recabados en cada localidad, en valor monetario, son fuentes

complementarias de gran utilidad para las in- vestigaciones en demografía histórica.

3. Censos y Padrones Desde mediados del siglo XVIII, cuando co- mienza también en Europa la sistematización de la información que dará origen al periodo "estadístico", los recuentos novohispanos co- mienzan a perfeccionarse. Por lo general res- ponden a un cuestionario breve y uniforme, cubren todo el territorio, son levantados por personal autorizado y en un intervalo de tiempo definido previamente. Aunque todavía no se puede hablar de censos, en el sentido moderno del término, estos recuentos han recibido tradi- cionalmente ese nombre.

El levantamiento de la información se hacía a partir de padrones locales que se concebían co- mo elementos constitutivos de un "Padrón Ge-

neral". Se trata de listados de viviendas, especi- ficando sus características materiales, dentro de las cuales se registra a las familias, detallando para cada persona su sexo, edad, estado matri- monial, calidad étnica y ocupación.

En 1742, cuando llega a México el virrey Conde de Fuenclara, se ordena el levantamien- to de uno de estos primeros censos generales. Las preguntas incluidas abarcaban los aspectos siguientes: número de familias en cada jurisdic- ción, grupos raciales e informes sobre el estado de la minería, agricultura, ganadería e in- dustria. Los informes comenzaron a reunirse en 1743 y el virrey pidió a José Antonio de Villa- señor y Sánchez elaborar un resumen cuyos re- sultados fueron publicados en 1746-48 bajo el título de Theatro Americano.

En 1962 Peter Gerhard publicó sus estima- ciones de la población total de México en 1742, basándose en ese resumen y agregando informa- ciones de otras encuestas que abarcan las pro- vincias de Texas, Sinaloa, California y Duran go. Según sus estimaciones, que algunos investi- gadores han puesto en duda sin ofrecer aún cifras alternativas, el territorio de las audiencias de México y Guadalajara sumaba entonces 1 638 980 km 2 y tenía 3 336 090 habitantes

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(2.04 habitantes por km 2). En 1777-78 se realizó otro censo general. Este

se dirigió a las parroquias y curatos, pidiendo que se registrara el número de hogares y que se elaboraran tablas de los matrimonios, defun- ciones y nacimientos registrados en cada parro- quia en los dos o tres años anteriores. La coinci- dencia de contar con información acerca de la población existente en una localidad y con la proporción de nacimientos y muertes resulta su- mamente útil para los investigadores interesa- dos en la historia de la demografía.

Entre 1791 y 1794 se levanta la información que conocemos como Censo de Revillagigedo. Esta consiste en las respuestas a tres cuestiona- rios reunidas por los intendentes en las provin- cias y distritos que les correspondían. El primer cuestionario se refiere al número de indios tri- butarios y a los grupos de población mezclada que pagaban tributo (mulatos, morenos, par- dos). Este cuestionario, por sus características, prolonga y complementa la información de las matrículas a que ya nos hemos referido.

El segundo cuestionario tenía fines militares, pero su información rebasa esa limitación. Se trata de uno de los recuentos más amplios que conocemos acerca de la población y las carac-

terísticas de las viviendas de finales del periodo colonial.

El tercer cuestionario pide compendios gene- rales que sumen la población según sus diversas categorías y ocupaciones. Esos resúmenes fueron utilizados por Alejandro de Humboldt para hacer sus estimaciones acerca de la pobla- ción y la estructura social de Nueva España.

El examen de esos resúmenes descubre algu- nas características de la población colonial que han permitido a los investigadores hacer com- paraciones con situaciones posteriores. El censo de Revillagigedo indica que la población menor de 15 años representaba el 34% del total, mientras que la población que tenía entre 15 y 65 años representaba el 66%. Esta estructura de población adulta mayoritaria contrasta fuerte- mente con la situación que conocemos después de 1920.

Por la irregularidad —para nosotros— con que aparecen agrupadas las edades en ese censo 0-7 años, 8-16, 17-25, 26-40, 41-50 y 50 y más (que responde a criterios diferentes de defini- ción de las edades, como sería la edad de la con- firmación religiosa y otros menos discemibles), resulta complicado intentar comparaciones con grupos de edad divididos en los intervalos quin- quenales de las informaciones modernas. Esa li-

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mitación disminuye al analizar otras carac- terísticas. Tenemos unos ejemplos de lo que su- cedía entonces en la ciudad de México. De sus 104,755 habitantes, el censo informa que el 36% tenía alguna ocupación. De la población que tenía entre 17-60 años, el 12% se registra como eclesiásticos, religiosos y enclaustrados; el 2.8% como doctores, abogados, médicos, empleados o militares, y el 40% como labrado- res, mineros, comerciantes, artesanos, jornale- ros o tributarios. El censo revela también va- riaciones en el estado matrimonial de los indivi-

duos de acuerdo con su calidad étnica. Ese ac- ceso diferencial al matrimonio indica que esa institución estaba generalizada entre los grupos

propietarios (quienes tenían algo que heredar legalmente a sus hijos) y que era sumamente débil entre los grupos de la población más

pobre. A conclusiones semejantes nos conduce el análisis de la información acerca del número de hijos por familia. Las familias más numero-

sas eran las más ricas: 3.5 hijos en promedio entre los españoles peninsulares, mientras que los mestizos apenas registraban 1.5 hijos por fa-

milia. Otro dato de interés son los que se re- fieren a la edad promedio de la población feme- nina al contraer matrimonio: el 50% contraía

matrimonio entre los 20-25 años. Esta carac- terística de matrimonio tardío ha sido registra- da también entre las sociedades preindustriales europeas. En Nueva España, el matrimonio tardío sumado a un promedio de edad a la muerte de 34 años (para la ciudad de México), muestra claramente las razones de la lenta recu- peración demográfica a que ya nos hemos refe- rido.

El siglo XIX es un siglo de transición hacia las formas modernas de recolección de informa- ción estadística, como lo es también de transi- ción hacia formas diferentes de organización so- cial. Rechaza y combina formas tradicionales, al mismo tiempo que se esfuerza por implantar procedimientos y formas modernas. En la infor- mación demográfica como en muchos otros campos, el siglo XIX está marcado por las visci- citudes políticas. Cuando se implantaba el siste- ma político centralista, se recuperaban los anti- guos procedimientos de información y encues- tamiento coloniales, dirigidos a distritos o parroquias. Cuando se establecía un régimen federal, el recuento de datos se dejaba a los go- biernos locales.

Si a estos cambios sumamos los años de conflicto armado, de intervenciones extranje- ras, guerra civil y pugnas entre la iglesia y el es-

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tado, comprenderemos mejor porqué la prime- ra mitad del siglo XIX es más escasa en series

continuas y generales de información que los fi- nales del siglo XVIII. Durante la primera mitad del siglo XIX se amplía la brecha que separa a las técnicas de sistematización y recuentos de población aplicadas en otros países, con las for- mas menos científicas que seguían prevalecien- do en México.

La Constitución de 1824 volvió obligatorio el levantamiento periódico de censos de pobla- ción, pero esto no pudo materializarse. La cre- ación de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1833) como una sociedad científica de patrocinio gubernamental, dedicada a contribuir al conocimiento de las condiciones sociales y económicas del país, facilitó que se llevaran a cabo algunos recuentos de población en los estados de la República. Esto se hizo, sin embargo, en forma tan irregular y variada, que no permite contar con visiones generales completas, que puedan compararse con las ya descritas para los siglos anteriores. La mayoría de esos informes se publicaron en los Boletines de la Sociedad de Geografía y Estadística o en las Memorias de los estados correspondientes.

No faltaron circulares del gobierno remitien-

do algún cuestionario sobre población, vivienda y actividades económicas, pero pocos fueron respondidos. En 1829 la Secretaría de Rela- ciones Interiores y Exteriores redactó un cues- tionario pidiendo informes acerca de los asenta- mientos, el clima, la producción agrícola, la in- dustria, el comercio y los caminos. En 1833 la Secretaría de Guerra solicitó información a los jefes políticos locales acerca de las familias e in- dividuos, con su edad, sexo, estado matrimo- nial, ocupación y el listado de las causas de muerte que se consideraran más comunes. Esta última pregunta se explica por la situación críti- ca provocada por la epidemia del cólera. A pe- sar de que las respuestas al cuestionario de 1833 siguieron siendo tan irregulares como las ante- riores, la información resumida fue publicada bajo el título de Noticias de los Estados y Terri- torios en 1836.

En 1853, al establecerse el Ministerio de Fo- mento, se le encomendó la tarea de formar la Estadística General de la República; sin embar- go hacia 1857 los trabajos respectivos todavía no se habían iniciado.

El estado de guerra civil entre 1857 y 1867 in- terrumpió la acción administrativa, pero no borró el entusiasmo de algunos individuos. De esas fechas datan los estudios de Lerdo de Teja-

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da sobre el comercio exterior y la Estadística General de la República Mexicana de José María Pérez Hernández.

Restaurada la República se insistió en la ne- cesidad de crear una entidad específica que se encardara de recolectar la información es- tadística. En 1867 se creó una sección especial en el Ministerio de Hacienda para formar las es- tadísticas fiscales. Por esos mismos años el Mi- nisterio de Gobernación pidió por circular — que se le proporcionaran datos sobre el movi miento de la población y el estado civil de Jas personas. Fue también por esos años cuando Antonio García Cubas comienza a reunir sus cuadros generales para la elaboración de un censo nacional. A pesar de esos esfuerzos se avanzó más en la sistematización de la informa- ción fiscal que la de carácter demográfico y so- cioeconómico.

En 1882 se crea la Dirección General de Es- tadística con oficinas en todos los estados. Su reglamento se expide en 1883. En él se establece que esa Dirección deberá levantar, cada diez años, un censo general de los habitantes, clasifi- cados conforme a sexos, edades, razas, medios de vida y estado de cultura. Los trabajos de la

Dirección comenzaron a publicarse en boletines semestrales hasta 1892 y a partir de entonces en la forma de Anuario Estadístico de la República Mexicana.

Los nuevos procedimientos y mecanismos que se establecieron para levantar las encuestas re- dujeron el formato del cuestionario a los aspec- tos demográficos, separando en censos distintos las informaciones sobre agricultura y estableci- mientos industriales. Ello permitió uniformar las instrucciones y que el cuestionario del censo alcanzara regiones nunca antes cubiertas. Faci- litó también la realización de la encuesta en un momento censal preciso.

En 1892 se realizó, en la ciudad de México el censo piloto — el que conocemos como censo de Peñafiel- con los resultados de ese censo se afi- naron algunas preguntas, se suprimieron otras, y quedó lista la base para realizar el primer es- fuerzo estadístico de carácter nacional en 1895. De ahí en adelante, ya en plena época "es- tadística", contamos con informaciones sis- temáticas y regulares que facilitan el conoci- miento de las condiciones de vida de la pobla- ción mexicana.

* Por razones de espacio se omitió la publicación del anexo bibliográfico.

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