los canoeros de la patagonia meridional población

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LOS CANOEROS DE LA PATAGONIA MERIDIONAL Población histórica y distribución geográfica (siglos XIX y XX) El fin de una etnia Maleo MARTINié B.• El autor trata de establecer, sirviéndose de las observaciones efectuadas en llc 1826 y 1946. la cuantía de la población his1órica de la Patagonia austral, los Kaweskar. El número de habitan1es durante ese periodo ha sido a menudo estimado de manera arbi1raria. El análisis sistemático de 140 testimonios, fuentes dircc1as o indirectas, como presencia de fuegos, toldos o humos, le ha permitido elaborar un documento comple10 sobre el problema demográfico de la regían patagónica meridional. Us 11 canoeros » de '" Patagonie méridionale. Population hisrorique et distribution géogra- phique ( XIX" er siecles). La fin d'une ethnie. L'auteur a voulu établir. en se servant des observations effectuées entre 1 826 et 1946, le nombre d'habitants de la Patagonie méridionale. les Kaweskar. Les précédentes estimations effectuées pour cette époque historique ont été souvenl arbitraircs. L'analyse systématique des 140 documcnts. sourccs direct es ou indirecles comme la présencc de feux, tentes ou fumCes. lui a pennis d'établir un dossier complet sur le probléme démographique de Ja Patagonie austra l e. Thr Conoeros of Sowhern Patagonia. Historical population and geographical distribulion (X!Xth and XXth cenluries). The end of an ethnic group. Using observations made bctwecn 1826 and 1946, the author attempts to establish the population figures for the inhabitants of Southem Patagonia. the Kaweskar. The precedent csti mations during this period have often been arbitrary. A systematic analysis of 140 documents, direct or indi rect sourccs such as thc prcscncc of camp-fires, tcnts or smoke, allows the author to prcscnt a complete record on the demographic problem of Southem Patagonia. • Instituto de ta Patagonia. Univeí$idad de Magallancs, Punta Arenas. J.S.A. 1989. LXXV p. J5 3 61.

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Page 1: LOS CANOEROS DE LA PATAGONIA MERIDIONAL Población

LOS CANOEROS DE LA PATAGONIA MERIDIONAL

Población histórica y distribución geográfica (siglos XIX y XX)

El fin de una etnia

Maleo MARTINié B.•

El autor trata de establecer, sirviéndose de las observaciones efectuadas en llc 1826 y 1946. la cuantía de la población his1órica de la Patagonia austral, los Kaweskar. El número de habitan1es durante ese periodo ha sido a menudo estimado de manera arbi1raria. El análisis sistemático de 140 testimonios, fuentes dircc1as o indirectas, como presencia de fuegos, toldos o humos, le ha permitido elaborar un documento comple10 sobre el problema demográfico de la regían patagónica meridional.

Us 11 canoeros » de '" Patagonie méridionale. Population hisrorique et distribution géogra­phique ( XIX" er xx~ siecles). La fin d'une ethnie.

L'auteur a voulu établir. en se servant des observations effectuées entre 1826 et 1946, le nombre d'habitants de la Patagonie méridionale. les Kaweskar. Les précédentes estimations effectuées pour cette époque historique ont été souvenl arbitraircs. L'analyse systématique des 140 documcnts. sou rccs directes ou indirecles comme la présencc de feux, tentes ou fumCes. lui a pennis d'établir un dossier complet sur le probléme démographique de Ja Patagonie austra le.

Thr Conoeros of Sowhern Patagonia. Historical population and geographical distribulion ( X!Xth and XXth cenluries ) . The end of an ethnic group.

Using observations made bctwecn 1826 and 1946, the author attempts to establish the population figures for the inhabitants of Southem Patagonia. the Kaweskar. The precedent cstimations during this period have often been arbitrary. A systematic analysis of 140 documents, direct or indirect sourccs such as thc prcscncc of camp-fires, tcnts or smoke, allows the author to prcscnt a complete record on the demographic problem of Southem Patagonia.

• Instituto de ta Patagonia. Univeí$idad de Magallancs, Punta Arenas.

J.S.A. 1989. LXXV p. J5 3 61.

Page 2: LOS CANOEROS DE LA PATAGONIA MERIDIONAL Población

36 SOCIÉTÉ DES AMÉRICANISTES

INTRODUCCIÓN

La incógnita que hasta el presente se mantiene acerca de la cuantía de la población histórica de los canoeros de la Patagonia occidenta l austra l - los Kaweskar -, es cosa tan ardua de resolver como lo ha sido la cuestión que deriva de su pertenencia a una o distintas etnias de características fi sico-culturales semejantes.

Las cantidades usadas por los etnólogos van entre 1.500 y 6.000 para los inicios del siglo XIX y 500 a 2.000 o más para los inicios del xx , diferencia que grafica bien las diversas apreciaciones que se han dado entre cuantos se han ocupado de la materia durante el siglo pasado y el presente. Si se considera que las estimaciones hechas con anterioridad a 1900 fueron en su mayoría antojadizas o arbitrarias y los cálculos para la primera mitad del siglo actual, sa lvo excepciones carecieron de base suficiente para su aceptación. cabe concluir que se hace necesario revisar los antecedentes y a través de ellos precisar con cierta aproximación y Ja mayor fidelidad posible la población rea l que pudo existi r en el piélago patagónico en tre 1800 y 1950, con el objeto de brindar una base seria para diversas consideraciones etnohistóricas.

Este es, precisamente, el objeto principal de este trabajo. Con el mismo se podrá disponer del documento completo sobre el conjunto del problema demográfico, cuya falta hacía notar Empcraire hace algo más de tres décadas ( 1963 ,69).

Las obserrnciones demográficas reali::adas efllre 1826 y 1946.

En una revisión de la s fuentes directas e indirectas que informan sobre la materia. que ha buscado ser lo más completa posible, se ha compulsado a partir del testimonio inicia l de los navegantes Philip Parker King y Roberl Fitz Roy, es10 es, desde 1826. hasta mediados del siglo xx (1946). un total de 140 observaciones y registros que dan cuenta numérica sobre presencia ind ígena en alguno o varios lugares de su e,.;tenso territorio 1radicional comprendido entre el golfo de Penas y el sud occiden te de Tierra del Fuego (Tab las 1 y 2).

El año con el que cronológicamente se da comienzo a la compulsa, lejos de ser una elección arbitraria confo rma el principio del período de la prolongada presencia hidrogr3.fica brit3.nica en aguas magallánicas. circunstancia si n preceden­te en el acontecer histórico de la región y que permitió una observación cuasi periódica sobre los indígenas canoeros. extendida entre 1826-30 y 1832-34, lo que otorga una importancia e,.;cepcional a sus numerosos registros, como para funda r a contar de los mismos la consideración analítica sobre la demogralia aborigen

Las observaciones y correspondientes registros comprenden tanto presencia humana directa como evidencias o manjfestaciones materiales de la misma {toldos humos. fuegos, canoas - tripuladas o no - , senderos de porteo, remos, tumbas) De ellos 11 O corresponden al siglo XIX y 30 al siglo xx.

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~~ - !:!IS KAWESKAR

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11 C ... 'IU CONC[ PCO<CAllO IAMA!I

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Page 3: LOS CANOEROS DE LA PATAGONIA MERIDIONAL Población

38 SOCIÉTÉ OES AMÉRICANISTES

TAHLA 1

R EG ISTRO DE O RSERVAC'IONl:S DURANlC EL SIGLO XIX

lugar Ob:wrraJur

Zona I (Golfo J, Ptnas a eanal COllttpdOn)

Hak C"O\"C 1876 Moscley PuC"rto Isla 1830 King-Fiu Roy lbhi;i C'asi:ada 1830 King-Fi1z Roy Ca kta S:nga10 Blanco 1830 King-Fitt Roy

1886 Serrano

Puerco G ray 1876 Mosclcy A ngo~rnra lngksa 1830 King- Filz Roy

1843 Williams 187.3 "°"' Pucno Ed~n 1868 Cunningham 1876 Brasscy

1882 Pissani Bahia Leve! 18)0 King-Fi1z Roy

1843 Williams Puerto G rappkr 1876 Mosdcy

1881 Üll\'Crie

Bahia Spcngkr 1884 Plílddcman

Boca ' "' can:il P1c1on 1879 Coppingcr Puc:no N.S. del Rosario ""' Copp1ng<"r Puerto lknry 1828 Km1

1879 Coppmgcr

Isla Madre de Dios a.d 183~ F11z Roy tcos1a occkknlall

Bahia Ne<'<ham 1828 K1ng Tom lb } 1876 Mo$elcy

1879 Coppingcr

Toldos Toldos Toldos Toldos

Ma1rriu d.> /u ub.rtnu, ·1ó,,

Una canoa con IS ind101 thombrc-~. mu_it-rc-s y niños)

Toldos T oldos reciCn habi 1ado~

Humos: 2 canoas con 12 indigenu ccn una¡ Un1 canoa con 8 indigenas Tokio; una canoa con un• f1nuh1 Una canoa con seis indi¡¡cnas {habiM much0$

mis) Jndigcnas Una canoa • llena de indios ~ Grupo de indiscnu Toldos Toldos : canoas con 40 indigemu apro.\mia·

damcnte Sendero de Cllnoas Una canoa con 23 indígc-nas Do~ tumbas en mchos o abrigos Toldos abandon1dos Nueve toldos: una nnoa con 16 1ndigcnu

Concen1rac1ón de 150 mdigcnas a pro:>.1ma-damcn1c

Dos ca noas con )2 indigcnas Toldos Una canoa con 8 mdigcnas

Zom1 11 fCunuf ConrtpdOn u <ubo Tamar - tst rtdro dt Ma1a/lants)

Angostura G uia 180 Williams Dos toldos 1868 Cunningham Una canoa con S indigcnas

Puc-rto Bueno 1830 King· f iu Roy Una canoa 8 indigcnu

Canal Sm}lh Bahia Por1l1nd Seno l lnión Bahia lsLhmus

Balu:.1 Onic1ó11 Bahia Fortuna Penin~ula Moore

oA . Varas! Fiordo Ebcrhard

<P Consuelo)

1873 Bossi Una canoa con 8 indigcnas 1876 MoKley Toldos 188 1 Oavcric Tndiscnas(8hombres,4mujC'rC$y unNdc«-

1878 Schkssingc-r 1879 Coppingcr 1828 King-Fit7. Roy 1873 Bossi l lH8 S..-hlessin¡¡cr 1879 Corpinger 1868 Cunningh•m 1892 Ebcrhard

1897 Ebc-rhard

n.a de- niños) Una canoa con 14 indiacnu Dos canoas con 27 indigcmu Dos canoas Toldos (8 1 10) TtC$ indigc-nu va rones , con mujC'res y niños Toldos y camino de por1eo Cuatro canou con 60 mdigc-nu Camp•mcn10 : una canoa

O.:ho •·.anou .-on ~.\ mdi1enas. todos honl­b'n

LOS CANOEROS DE LA PATAGONIA MERIDIONA i. 39

Luxar

Seno Ob~Lruo:ión

BahfaSholl

ObJrnudor

IUO King-Fitz Roy 1863 Cunmngham

Malrria dr /u obstHari¡,n

Toldos y canoas Una canoa con l.l indigenas y 6 m1is en

1icrra

Zunu fil ( f:Jtrt<ho ~ Maguffunu 1· .1ws aguas 1n1rr1orrJ. u runa! CU<·kburn J

Pl.K'r1o Mi$Cricordia 1828 King· Fi tz Roy Toldos y algunos md1os Pucrlo Churtu<.'.1 1876 Moscky Told0to Playa Parda 1868 Cunningham ("ampamcnto e indigcnas Bahia Bor:ia 1876 Brassey Fuegos

1879 Vicl Canoa con S 1nd1¡¡cnu Rada Tilly 1880 Coppinger Campamento: una canoa con 7 indigenas :

J>a ro lnglis ( English Rcach)

Puo TorlU OSO SC'no Ne•·•do Punta Indios 11. Ricsco) Bahia Fanny Coita oricn1al l. Ricsco

(frente- l. Engkfield) Cate ta Donkm rucr10 Alta1mrano l'unLa Eulo¡po Punu1 Gruc-u (8. Wil·

liams) Punta Benncu Eiacro B ul~n

Rio Batchelor

Isla Ruppcrl Bahia Forh:S1:ue-Put'rlo

Gallan t

Babia Fo•1cs..· ue· P11crto Galla ne

ll idden llarbour Cabo Holland Bahi1 Woods Bahia San Nico11is Frente Cabo Froward Bahia del Aguila

Puerto del Hambre 18.ahia S. Juan de la POSc$iOn

1876 BrasS<'y

1878 S.:h!essingcr 1850 Waite 1829 King-Fur Ro)' 1898 Ndf 1877 laLorre 18~9 Kmg-Fn z Roy

1829 K1ng·F1tz Roy 1879 S1mpsonyChaigncau 1877 La torrc 1879 S1mpson y Chaignc•u

1877 La torrc 1879 SimpsonyChaigncau 1829 King·F111: Roy 111 .51 Skogman 1879 Latorre 19~9 King-Fi11: Roy

1114.l Wilhams 1846 Mar<:(;iu

1850 Waitc 1869 Cunningham 1873 Boss1 1880 Coppinger 1882 Piuani 1894 BonadC 1849 Bourne 1863 Cunningham 1849 Bourne 11171 C rawíord 1843 Williams 1880 Lambcrt 1828 King- FilZ Roy

1829 King-Fitz Roy

1863 JimCnczdc la Espada 1867 Cunningham

otras dos canon Una canoa con 3 mdigenas

Una canoa con 11 indi3enas lndigcnu c-n cano• Una canoa con S mdigcnas C"ampamen10 hab1t1do !t umos C"11mp111ncn10 : cua1ro canoas : 26 11 28 in·

dígcnas Toldos y 2 mdigcnas Toldos reciCn habi tados Remos Campamcn10 anti¡uo

RCmos Una cano;i con 12 indigenu Una canoii con 14 indigenas Toldos ab:.1ndonados Una t'anoa con 4 mdigcnas C11rnp11mcnto : 12 ~·anoas con 80 indigenas

apro:>.in1ad1men1'° lndigcnu Ca noas ~·o n apro:>.m1adamenlc 6() mdigemu

Toldos . algunas carnoas Toldos : indigcnas Una cano• t'On S mdigcnas Una 01101 con ~ 111digcnas lndigcr1as Cu11ro canon t'on 18 pt'rsonu Gnn can udad de mdigcnas Toldos Toldos dcsicr1os Una canoa con mdigcnas Toldos Una c11noa con 5 mdigena~

Trcs cono.as con .?ti mdigenu (\"imcndo de Bahia Lomas)

Nue•·c canoas con m:ii de 110 ind igenas: campamento

Una canoa con 6 1ndig<'nas Dos canou con 7 indigenas aproximada.

mente

Page 4: LOS CANOEROS DE LA PATAGONIA MERIDIONAL Población

40 SOCIÉTÉ DES AhtERlCANISTES

Año

18 7CI l.oppm1c1 Agua Fruca-Punt:. Santa tll : 6 Km'

Maria lll ~CI K1ng-Fi1 7. Ro) 180 Wiili;uns

Es1rccho de Maga!lanes 18111 (lavcnc a l surdc Pu11taArcnas

Punta Arenas Cos1a NO isla Daw~on

Bahia Wilh~

Scno Brcnton Entre PuC'rto C :i.k:ufa ~·

Calen Pou:ijc <.:abo Ro ... ·ku FiordoParry Fiordo(Bahia)A111sworth

Cakla Warrington Calcla Millar Bahia Hcwcu

Puerto Hope

Boca canal Bir~ra Puerto Espc-r.11nza (lslu

GraflonJ Bahia La1itud

Bahía Aguas Profundas

lll4 l W111ian1s 1!1~11 Km1-F1tz Roy Ul'l .l Williams 1827 Kin¡ 1827 King 1827 King

1827 King 1827 Kmg 11127 King 11182 Saldanha 11128 King-Fin: Roy 18211 King-F1tz Roy 1829 King-Fitz Roy

1827 K111g 11182 Bovc 1830 Kin¡-Fit1. Roy t82CJ King-Fitz Roy

lllZ9 Kmg-F1ti Roy

1829 King-Fi1 i Roy

Zona IV (Canal Coáburn a Sl'IJIJ Nul'ltktd )

Cabo Desolaci6n y aire- l&JO King-Fitz Ro} dedorcs

York Minster 1830 King-Fi1z Roy

1\t1J /rr1adr /uob."" '"'""'

Dos 1..irnou Toldos: dos nno:os ~·on 9 md1gcn:;u

Una e11noa con S indígenas Humos Dos canoas. separadas. con 8 iudigcnas

Humos Toldos: .1 ca noas con 16 rndigcn:u Tres hu111os Toldos Dos canoas con 14 indígenas lndigcn:u en Clln0ill$

Tres canoas con 24 indígenas ToldOI Toldos Toldos : 4 canoas)' nun1crosos indigcnu Toldos: 2 c1inoas con 16 indígenas Campamento : gran cantidad de indigcnas Una canoa ~·011 J indigcnas : mas canon >

sustripulanlescnucrra 14 ó 15 indigcnas Toldos Algunos indigcnu Una canoa

Una i;-11101 oon 16 indigcnas . despuC~ 2{)

indigcm1s Una familia con dos e<1noas

Campamento con l l indígenas. mlis algunm huidos . & canoas con gran canhdad de indigenas (hombres. muj.e res )' 11iños)

Tres canoas"' n::ple1<u de indigenas"

NOTAS : L.a mención •canoa " a secas debe entenderse como embarcación en na\·egación con tnpulantes en cantidad illdctermínada por el observador.

Geográfi.camenie las mi smas se realizaron en 95 lugares distintos. desde cale ta Hale (Hale Cove) en el inicio norte del ('anal Messicr. hasta el islote York Minstcr en el sudoccidcnte fueguino . Su represeniadón cartográfica ha puesto de manifiesto cua tro agru paciones. a modo de dis1ritos. que son las siguientes : zona (, desde el golfo de Penas hasta bahia Salv<1ción {canal Co!ll.:cpción): Zo na 11 . desde b<ihia Salvación hasta el se no Un ión (incluyendo las aguas interiores de Última Esperanza): zona 111 . desde el seno Unión hasta el paso Brecknock . en tre el ocCano Padlico y el sec1or centra l del estrecho de Magalh1nes (.:omprendiendo la s aguas interiores y tributarias de Skyring. Otway y fiordo del Alnm:rntazgo): zona IV. conformada por la sección occidenta l del archipiClago sudfucguino. desde el p.aso Brecknock hasta el litoral oes1e de la isla Hoste.

l.OS C'ANOEROS DE LA PATAGONIA MERIDIOJ'lAI. 41

T ABLA 2

REG ISTRO DE OBSERVACIONES DURANTE EL SIGLO XX•

lugar Año Obsn1·ador

o lnformanrt Mauria tk la obstrvación

Puerlo Edén 1928 Oc Agostini Campamento: 2 o más canoas; JO indígena' aproximadamente

1934 Bird Campamento : 2 todos: J canoas: 17 indige nas aproximadamente

194-0 To= Campamento: canoas: 71 indigenas C•nal MCS$ier 1925 Samsing•• Dos canoas ron 8 indígenas (Dos familias) Puerto Riofrio 1908 Skottsbcrg lndigenas (genlC avistada prcvi.amcn1e en

1908 Grappler)

Pm."rlo Grappkr-lsta Skollsbcrg Campamento: 24 indigenas Saum;ire1

1934 Bird Una canoa con 12 indígenas 1937 Walton Dos canoas con 12 indígenas

Fiordo G~ge 1934 Bird Un 1oldo (ocupación rcdenlC) Angos1ura Guia 1908 Skollsbcrg Una canoa con tres indígenas Puc:rto Bueno 1908 Skottsbcrg Campamcn10; toldo ceremonial: 2 canoas.

Caleta Columbina 1908 Skottsbcrg cantidad de indigenu {¿2Q o JO?)

(l . Newton) Humos, J indígenas

¿Canal Smrlh? 1914 Martinié•• Una canoa con 8 indigcnas Bahia Muñol Gan1ero 1908 Skottsbcrg Algunos indigenas Putrto Ramirt1. 1923 Gusinde Campamento: 40 indígenas approxidamente

Isla Sumer 1928 De Agostini Campamento: JO indigenas aproxidamente 1934 Bird Campamento: 2 1oldos; J canoas; 20 indige-

nas apro11imadamcnte a.d. 1942 Torre Campamento; 34 indígcnu

C;inal VicJ 1908 Skottsbcrg Una canoa con 7 indígenas Putrlo Cuarenta Díaz 1906 Stubcnrauch Cantidad de indigcnu Sel.1or canal1:5 Mayne y 1912 Whitcskle Una canoa

fir-.iy Se-no RiC"SCo 1902 Gajardo Canoas con un nUmero indelCrminado de

ScnuSl.:}ring 1934 indigenas

Bird Cuatro canoas y un bote (¿20.30 indígenas?) l\lin;i Elena (Isla Riesco) 1943-44 Prie10 Dos a tres ca noas con 10 a 20 indígenas

(visilas ocasionales procediendo del canal

Cer~-anias Cuuer Cove 1907 Martinié•• Gajardo)

Toldo; una canoa, cuatro mujeres indigcnas

Bahia For1escue-y un niño

P. Galtant 1908 Skotlsbcrg Campamento: tres canoas y varios indígenas

19!0 Rouch y Gain Un pequeño grupo de indigenu

Riqcon~da Bulncs 1912 Gusinde Oo$ canou ron una vcin1ena de indigenas 1929 Martinié•• Toldo y 2 indigenu 1946 lipschutz y Mostny Un toldo. dos indigcnas y familia mestiza

•Ordenadas geog.ráfic:amenle de norlC a sur. •• Registro ÍOlogr:ifi('o.

Page 5: LOS CANOEROS DE LA PATAGONIA MERIDIONAL Población

42 SOCli:TÉ DES AMÉR ICANISTES

Los resultados del a mi.lisis estadístico de la revisiOn permiten en trega r los siguientes antecedentes :

a) manifestaciones materiales : 52 % de observaciones sobre canoas: 44. 7 •¡, so bre campamen1 os (toldos. humos. fuegos) y 3.3 'Yo sobre otras expresiones.

b) pre.mida l111111tma : 33.4 ~.sobre grupos inferio res a 10 individuos: ~2.2 % sobre gru pos de 11 a 20 personas; 14 % so bre grupos de 21 a 40 personas: 6.9% sobre grupos de mas de 40 personas y 23.6 •;. sobre grupos de cuantía indc1erminada .

Las observaciones de manifcs1aciones ma teriales son pdc1icamcnte identicas en ambos siglo!i. no asi las rnrrc:;po ndientcs a presencia huma na . En et siglo x1x poco rnas de la mitad de los rcgis1ros {55.6%) se refieren a grupos de ha sta 20 individuos y 20.9 % lo so n respecto dt! gru pos m:is numerosos. lo que pcrrnilc infe rir una po blai..:ión m:is dispersa . En cambio. durante la pri mera mi tad del siglo XX los porce ntajes correspondie ntes son 44.5 % y 25.8 %. dat os que inlerprelamos como seña l de menor di spersión y mayor concen tració n grup;d , propia de una población en dism inución.

Por o tra parte. las mayores conce ntraciones obse rvadas fueron las sigmentes :

a) Siglo XIX 1828 32 indigenas Bahia Necsham Zona 1 1829 80 aprox . For1escue-G:11lant 11 1 1829 80 Puerto del Hambre (Bahia Sa n Juan) 111 18.lO gr:m cantidad Cabo Desolación y alrededores IV a.d. l8J2 150 indigenas aprox. M:1dre de Dios " 1 1846 "" Fortescue-Gallant 111 1868 "" Bahia Fortuna 11 1881 40 Puerio Grappler " 1 b) Siglo X.\'

1908 24 indigenas P. Grapplcr· lsla Sauma rez " 1 1908 20/'.\0 Puerto Bueno ¡; 19D 40 Puer10 Ramírez- lsla Summer 11 1928 )0 Puer10 EdCn 1 19J4 ~o JO Seno Skyring 11 1 1940 71 Puer10 EdCn 1942 34 P. Ramire7.·I. Sum mer

Puede notarse que las mayo res concent raciones rcgi struda s histo rica rncnte tu viero n ocurrencia antes de 1832. para dism in uir en grad o apre...·i able posteri or· mente. Los sectores de mayor concentració n pennanent e debieron ser : a) Angosrnra Inglesa- Puerto EdC n-Bahía Level: b) Puerto Grnppler-Tom Ba y (Zono1 1) : e ) Puerto Bueno : d) :i rea N.O. de 1;1 pcninsula M uñoz G:i mero y canales Maync y Gray (Zona 11 ): e) :'t rca Bahía Borja-Pueno del Hambre: 1) área sur del es 1 re~.:ho de Magallancs (zo na 111 ) y g) secto r ocdden ta l del ca nal Beagle (7on;i IV).

Durante el siglo XX y an tes que la poblac.:ión re lictual se agrupara detlnitiva· mente en el área de Puerto Edén. los sectores de mayor concc111 ració n fuero n al parecer este mismo lugar y Puerto Grappler. en la zona 1: Puert o Ra mirez y alrededores. en la 7ona 11 : y el á rea occidenta l del seno Sky ring, en la zona 111 . En

LOS C ANOEROS DE LA PATAGON I A MERIDIONAL 4 )

eslc caso. en la med ida que avanza ba el siglo. no podria excluirse la posibi lidad de que un mismo grupo deam bula ra en ta zona norle ent re Pueno Edén_ y Pueno Grappler. aproximadamente; y un segundo hiciera otro tanto en el a rca de la peninsu la Muño7. Ga mcro, comprendiendo el sector oeste del mar. ~e Skyr! ng. y las vias que los in1ercom unica n. conocida como es su gra n hab1hdad naut1ca y capacidad de desplaza miento a gran distancia .

Poblaciim hi.r10rica probable.

Sobre la base de los a nteceden tes enlregados en el punto anterior procede considerar la cwmt i:i de la po blació n aborige n en tiempos históricos para determinarla en un nUmero razonableme nte ar.:eptablc.

De pa rtió. es preciso anali za r la represe nt atividad de las observaciones sobre indi viduos. esto es. cu;in to de lo registrado pudo co rres ponder porcen tualmente a la realidad numérica de la etn ia en los correspondicn1es momentos, en particu lar antes de 1840.

Joseph Empcraire. que se ocu para de la mate ria hace algunas dCcadas, expuso un argument o que merece tenerse en cuen ta para el objeclo :

u En la h i~toria rccicntr de la exploración de los archipiClagos y en las tradiciones o rales actuales. se hall:in a \'ett5 apreciaciones cifradas. pero habria que preguntarse en qué se fu ndan . Tales ind ica.:iones deben ser siempre acogidas con exccpticismo y es prcíerible buscar en los mismos 1ex1os informac1ones menos precisas. pero m;is signi fica1i vas. Todo numCrico sobre la población de los archipiélago~ sin que haya que poner en duda. sin embargo. la buena fe y la obje1ividad de los narradores carccia de íundamcntos. Cas1 sirm pre se trata sólo de encuen tros de algunas canoas de indios en el l'Urso de algum1 n;ivegación. Las bahias abrigadas en las que andaban los barcos eran 1ambién suios de campamento. e~:ogidos por la s mismas ra7ones por indios y por blancos. Otras \' tt:CS. la presencia insó lita de un buque atraia a indios dispersos en torno al punto de anclaje. Por lo demas. las no11das \·1rcula11 con ra pide1 . aun en los sJt ios mas remotos del mundo, y cualquiera estada mis o menos larga de un ba rco provocaba una reunión de nómades que podian \'enir de niuy lejos. Se ha podido anotar con exaclirud el número de personas así reunidas. \' la~ ci fras ordinariamente no pasan de unas pocas dcc:cnas. que representan la población .mon1ent:inea de un territorio com pletamente inderminado y pueden da r una íalsa impresión de den ~idad . A la inversa. numerosos sitios de campamentos cs1aban situados al margen de tas rutas hab11uales y la importa ncia de su población escapaba, entonces. a los uhscrvadores. En au~ncia de empad ronamientos sisterniticos. y 1ambiCn a consecuencia de que 11 menudo los narradores descuidan 111d1car sus fuentes de documentación. será preciso tener como dudos;1) todas las cifr;is an1icipadas » (1903 :69)

Aunque concordamos con este autor en aquello de « la falsa impresión de densidad >l . dr..:u nslanda que co ndujo a otros a sobrestimar la població n (ver Tabla J) 1

• y rnnvenimos igualmente en que a l m:irgen de las rutas habitua les del paso de los observad o res debieron es1ar si tuados muchos asentamientos. que por tanto esca paro n a su vista. nos afirmamos en una de sus <.:orret:tas apreciaciones •quella referida a la vis1a de un barco fondeado como causa de reunión v és1a motivada lanto por su adverte ncia directa cuanto por la singular rapid.e1 de difusión de las noticias - . para postula r que los di versos registros que co nsigna­ron presencia indigena dC' solamente decenas de individuos debieron corresponder

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44 SOCIÉTÉ DES AMÉRICANISTES

TABLA J

0EMOGRAÁA DE LA ETN IA KAWESKAR •

(Desde principios del siglo x1x hasta 1985)

lllftmnamr tp<K'a para la rtfnr11r1u Ca1111dud

Gu5111dc (l'JSI) Comienzos de 11glo XIX. anlct 6.000 uidiv1duos del con11u;10 con los blanc<K

FtL1 ltoy (IU2) 183:? 1.100 Furlong tl9081 1836 J!'OO o mis Lolhrop (1928 1 ""' J 500/4.000 Bnd~s (1892! 1869 ) 500 4.000 81dgcstl880) 1880 , 000 Wicghard1 lllt%! 1882 soo Lamm1·Empcu1rc t197:!) 18114 949

Uamin¡-Empcn1rc 11972) 188.'i "° Censo Nac1on~ I (1895! l89S "JO í:mpcraircfl%.1) Pri ncipios del siglo XX l .00012.000

2.000/J.OOO Coiau.1(1911 ¡ 1900 soo D~ blx'nc (1902) 1902 200/800 P•rhcco c19Cm 1903 800 Barclay tc1u1do p/Skombcrg) 1904 800 S~ousbtrg (19D) 1908 ""' C1ñu Pm1Khc1 (19 11) 1908 700 Rcn l.i ¡ 1910) 1910 100 Empcrairc (19~¡ 1910 1.000 Coiaz7J 11n41 191J 100 G.upcn (citando a Bndgcsl 19 JJ 100 Coopcr (1911) 1916 200 '400 Gusmdc ( 1079) 1923 1SO G usindc (1925) 1924 245 Lothrop (1 928) 1914-ZS 1'4l O )·ar-1.tin ( 1925) 1925 ,,. Schedl (1940) 1925 12S Ik Agos11n1 (1941) 1928 300 Gusindc (19301 19JQ 80 Guiindc y 01ros (1939) 1939 90 Torre ( 194)) 194) 136 Emperaire (1950) ""

,. Empcraire y Laming ( 1954) 1946 101 Empcrairc (19SS) 1946 1'4l LipJ('hutz y Mosmy (19SOJ 1946 80/ 100 Kahlcr ( 1955) 1946 100 F1Xhlcr· Maukc ll956) 1947 90 Empmiirc ( 19SOJ 1948 88 Empcra1re y Lamin1 l l954l 1948 " Empcrairc (1955) 1948 '°' León-Port illa 0957) 1952 " Empcraire y Laming (19S4) 1953 68

• Elaborado sobre la base de estimacioocs y recuentos de cxploradore1. \Ujcrot. cicn1 iñcos. misioncrM e instiluciones Modificada y aumcnlada de Valory y Ducros.

1.0S CANOEROS DE 1.A PATAGON I A MERIDION Ai.

lnformnntr

F.n1pcrnirc y Lllmmg ( 1954) [)dabordc (1959) fue rza Aérea de Chile (1962) C111ris(l972) Can.bmeros de Chi le (1985)

ipot·a para fo uftunria

1954 19~7

196~

1971 1985

Camidad

" .. .. 47

"

45

•• Cantidad rC" frnda únicamente al grupo pnnc1pal de Puerto Edcn. En csa Cpoca una de«n• dc indigenas v1~·i• o deambulaba cn oLros 1«1orcs (Guarello, Skyring. 01way1.

••• Para entonen \'i nco mdigenas w .. ian 1odavi1 fucr11 de PuC"rto EdCn : dos en Skynng. otros dos en el fiord o Fanny y. adcrn:is. un1 md1a en Pun1a Arenas.

a una ca ntidad represc ntal iva de una població n total mas bien escasa. En efecto, y sólo considerando los registros de mayor número, concluimos en que su repetición en di sti n1a s Cpocas y lu gares no obedeció a un hecho casua l y que mas bien era una señal clara de coi ncidencia con lo afi rmado : el número de habitantes era pequeño. Es más. la ca ntidad elevada de un centena r y medio de ind ígenas mencionada por el lobero Williarn Low para un pa raje del litoral exterio r de la isla Madre de Dios, y recogida por Fitz Roy (1932. 11 1 : 227). que es Ja mayor consignada por un observador. expresa por si misma la excepciona lidad del número. pues se trató de una reunió n o concentración con un especifico fin ci negé1ico. que no rma lmente debia convoca r a la mayor cantidad posi ble de personas .

Es del caso recordar la o pinión de un informa nte fidedigno como el teniente William Geo rge Skyri ng, quien al co nsignar en su Diario su travesía explora to ria por el ca na l Messier y ot ros ca nales de la ruta interior. dejaria consta ncia de que :

.e .•. es notable- que en este paso, no obstante sus 400 o 500 millas de extensión. no nos topiramos ni con veinte seres humanos : muest ra evidenle de que estas regiones est8n muy poco habi tadas. sobre todo SI se considera que nuestro cruttro fue sumamente knio y que nuestros botes recorrieron por diícrcnlcs carnales. un cami no doble. por lo menos que el de la 1ok 1a )1 (Fit z Roy. 11 · 4 J2).

Para valoriza r es1a opinión debe tenerse en cuenta que el canal Messier e ra una especie de luga r de encue ntro ha bitual para los canoeros y que este sector corresponde a una de las zonas más favorec idas natu ra lmente por co nd icio nes de clima y recu rsos del riguroso y bravio ámbi to patagó nico occidenta l.

Esta noción de pobreza poblacional fue compa rt ida por o tros auto res posteriores. co mo Chacón y Fcry ( 1874). al comentar las exploraciones del comandante Richard Mayne que recorrió los ca nales en pro lo ngada misión entre 1867 y 1869: y el naturalista H. N. Mose ley que pasó por el mi smo sector mencionado por Skyring. a bordo de l (( C haUenger >1 en 1876. Es mas. el ca pit<i. n Plüdemann , quien rea lizó faenas hidrográficas en sectores casi desconocidos como los situados en el 3.rea occidental de la parte norlC de los canales (golfo de Penas­CSlrecho Trinidad) co n el crucero <( Albat ross )) no encontró ningUn ser humano. apenas trazas - un ca mino de porteo - durante el tiempo de su perma nencia entre 1882 y 1883 {Pfüt zc 1982). Con estos ejemplos pierde consistencia la afirmación de Empcraire de haber abundante presencia aborigen en lugares si1uados fuera de las rut as habituales de na vegación. como fueron los recorridos por las expediciones científicas e hidrogrificas desa rro lladas duran1e el siglo xix .

Sobre la base de una apreciación obje1iva de e~as evidencia s y de su propia

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46 SOCIÉTE DES AMÉRICANISTES

experiencia , un científico serio como Car! Skonsbcrg pudo aseverar que los canoeros del occiden te patagónico « nunca íueron un pueblo numeroso» (1913 : 59 1-592).

Por tanto. y teniendo a la vista las estimaciones y cá lculos demográficos realizados a lo la rgo del tiempo (Tabla 2). ha de aceptarse el dato proporcionado por Fitz Roy en 1830 de haber a la sazón una pobblación indígena de aproximadamente 1.100 ind ivid uos. como el mas fiable y posiblemente el más cerca no a la rea lidad de la época. Las estimaciones que corren entre 3.000 y 6.000 almas para el mismo tiempo debieran tenerse como e;r;;ageradas y carentes de base.

Es así que. sobre una comprobación semejante. proponemos nuest ra hipótesis : la población kaweskar (vid. infra) en liempos históricos fue numi: ricamente escasa y por tanto de baja densidad en un territorio enorme.

Aceptando pues una cantidad reducida de habitantes. de entre uno y dos millares. es del caso correlaciona rla con la dispo nibil idad de recursos a limen ta rios y con su propria evolución fisiológica para conclui r en que al rededor de esas cifras pudo darse el justo equilibrio ent re población y recursos.

En esta consideración conco rd amos con lo planteado por Piana ( 1984: 95). en cuanto que los ca noeros. como pueblo cazador que era n. debiero n ser sociedades numéricamente casi esta bles. Como eran gra ndes co nsum idores de carne y esta circunstancia obligaba a una prolongada lactancia pum efectos de una comple­mentación dieti:tica. ello a su tiempo habia disrn nciado los alu mbra mientos en las mujeres. Esto, sumado a la elevada mortalidad infantil por razón de va riadas causas, a lo que agregamos la certidumbre de la brevedad del período vi ta l para la et nia. permitiria ca racterizarla como un grupo humano de ritpida re novación y con estabilidad numi:rica, aj uste que pudo darse a lo largo de milenios de eq uilibrada relación entre recursos naturales y consumidores.

Ahora bien, una población originalmente escasa como la que nos ocupa debió comenrn r a sufrir la presión reductiva que derivó de la relación que volun taria o involuntariamente pasó a darse entre los indigenas y los navega ntes que irrumpieron en su pris1ino mu ndo en procu ra de las cotirndas pieles de lobos de dos pelos. La presencia de cazadores - gentricamente foqucros o loberos -norteamericanos e ingleses en los archipiClagos occidenlales y sudoccidenta les de Magallanes. tuvo inicio en los años finales del siglo xv 111 y se mantuvo hasta mediados de la segu nda década. pa ra declinar una vez que se descu brieron los riquísimos apostaderos de pinnípedos en las islas de la pe riferia a n1 ár1ica america na. La carn sostenida virtualmente arrasó las loberías en menos de un lustro de explotación, con lo que entrada la tercera década del siglo x1x rea parecieron los carndores en aguas maga llán icas, prccisamcnle en los territorios tradiciona les de los canoeros (Marti nié 1988).

Es cosa sabida y aceptada desde antiguo que ta l relación derivó en males para los aborígenes. pues de una parte pudieron recibi r - y recibieron - agresione!i bruta les con resultado de muerte: por otra fueron contagiados los ind ios con enfermedades que actuarían como eficaces agen tes reductores de població n -epidemias morta les -; y, por fin, hicieron que éstos se aficio nara n a a rtículos )' consumos característicos de los impropiamen1e llamados civilizados - en particular las bebidas a lcohólicas - , circunstancia que en el tiempo generaría una dependencia que no haría más que agud izar la dismin ución poblacional.

LOS CANOEROS DE LA PATAGONIA MER IDIONAL 47

Como la faena cazadora se mantu vo por largo lapso, oficialmente hasta 1892, y au n de modo clandestino después, prácticamente durante tres cuartos de siglo, a co ntar de 1825, la etnia kaweskar debió soportar de cualquier manera el influjo nega ti vo constante del submundo social que la desarrollaba. Las consecuencias se man ifestaron tem pranamente en un irreversible proceso de extinción del que los periOdicos registros fueron recogiendo señales a través de la dismin ución en el número de observaciones de indígenas y en la cantidad vista en cada oportunidad. Asi se llegó a l fin del siglo con una cifra de medio millar de a lmas, que con seguridad no debía estar muy alejada de la realidad (Wiegardt 1896).

Las parcialidades m;is afectadas fueron las correspondientes a las zonas más australes, que virtualmente habían desaparecido o se encontraban a punto de extinción a l concluir el siglo XIX . La más meridional de ellas, esto es, la que se situaba en el sudoccidente de Tierra del Fuego, reducida tal vez por la relación con los loberos, debió soporta r una epidemia de viruela que se desarrolló entre 1861 y 1863 y que, según a testigua Thomas Bridges, causó gran morta lidad, hasta reducir a la mitad a la población sud-fueguina (Bridges 1987). Quizá tal fenómeno patológico debió ser el golpe de gracia para esa parcialidad, lo que explica toda ause ncia de mención a la misma. a lo menos después de 1850.

En cuanto a la otrora importante - quizá si la mayor de todas - parcialidad del estrecho de Magallancs y canales tributarios, ésta debió sufrir tanto la presión de los loberos, como el castigo consiguiente a la ocurrencia de actos delictuales de los que los indígenas fueron protagonistas (Martinié 1979), circunstancias que a su tiempo indujeron la concen tración de buena parte de sus individuos en la misión sa lesiana de San Rafael (isla Dawson), abierta en 1889. Debe aceptarse así que hasta 1893 gran parte de los a lakalufes que hacían la mayoria de la población indígena asilada en la misión. procedía de esa parcialidad. De esa manera se com prende la progresiva disminución de referencias, en número y cuantía de individuos, a la presencia aborigen sobre toda la zona situada al sur y suroeste de Punla Arenas. hasta la boca occidental del Estrecho y los cana les fueguinos.

Lo,f últimos canoeros.

Se arriba así a l momento histórico final de la etnia kaweskar. esto es, el que cronológicamente se sitúa en la primera mitad del siglo xx, a partir de la cual alca nza la condición de relicto humano, virtualmente aculturado.

De partida, procede con trovertir la población que Emperai rc da para el inicio de este periodo : 2.000 a 3.000 personas en un caso (fide Clairis 1985 : 27), y J .000 a 2.000 en o tro ( 1963: 70). a la que tenemos por eltcesiva e irreal a base de los ª.nteced~n te~ expuestos con anterioridad. De aceptarla como posible, ella deja ría s1~ exphca~1ón lodo el proceso de disminución regislrado a lo largo de los setenta anos anteriores a 1900, a menos que se llegara a tomar como válida la cantidad de G usindc, sobre 6.000 individuos (1979: 155), que, según se ha demostrado, ca rcceria de fiabilidad. Además, y sobre la base cierta de los casi tres centena res de ~n~i.os que según cálculo más prudente y actualirndo del mismo etnólogo vivían al 1n1ciarse los años 20, seria forzoso aceptar que en las dos décadas inmediatamente anteriores se habria producido una verdadera hecatombe humana, con resultado

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de descenso de 2.000 o 1.000 (o más inclusive) a 300. suceso horrendo comparable al genocidio selknam que de cualquier modo habría trascendido a la opinión pública de Punta Arenas, lo que por cierto no pudo darse porque la presunta tragedia no llegó a ocurrir.

Sin ambargo. se han podido registrar situaciones de violencia durante ese lapso que ayudan a explicar la disminución constatada por Gusindc para 1923, al estimar en 250 el total de individuos para la etnia.

Para los primeros años de este siglo era ya un hecho que los alakaluJes iban perdiendo su independencia para quedar, en algunos casos, en situación de virtual vasallaje respecto de loberos y nutrieras, y, en todo caso, en relación de creciente dependencia.

De este trato dejaría constancia RubCn Morales, oficial de la Armada de Chi le, quien escribió al respecto :

« Los únicos pobladores de estas soledades son los indios alacaluícs, quienes frecuentan todos los canoles pr6itimos al mar i acompañan en sus carcías a los loberos, para cuya industria son mui prkticos. verdaderos artistas con sus perros amocstrados z. Hemos podido observar que al parectr estos salvajes se hubieran repartido de mútuo acuerdo el archipiélngo patagónico. pues los indios de Reina Adelaida, con el puerto Ram6n como base, no vienen al norte de la bahía Muñoz Gamero, ni los del puerto Caracciolo i golfo de Trinidad van al sur, etc. Todos. en jeneral, hombres i mujeres son grandes aficionados al alcohol que se procuran mediante el cambio de cueros de nutria i pieles de lobos» (1911 :62).

Puede advertirse, de paso. que Morales deja constancia, por vez primera al parecer. de la sectorización de los alakalufes en dos grupos, uno que deambulaba en la zona norte de los canales patagónicos de Magallanes, desde el golfo de Penas al estrecho de Trinidad. y otro, que lo hacia más al sur teniendo como centro focal el Jitoml occidental de la península Muñoz Gamero. Quedaban, todavía. algunas íamilias e individuos solitarios desperdigados, integrantes del otrora importante grupo del estrecho de Magallanes. pero de ellos Morales no hizo mención alguna.

Ese contacto con gente de otra cultura que por lo común era de la peor ralea, hombres marginados de Ja ley o a punto de estarlo, mantenido a lo largo de décadas y que hubo de intensificarse hacia fines del siglo XIX, debió ir maleando paulatinamente a los indios. Estos, al parecer, poseían una índole más bravia y ar1era que la de otros aborigenes australes y en la historia reciente de la ocupación nacional en las tierras patagónicas y fueguinas abundaban los ejemplos de conducta criminal (Martinié 1979), de allí que aquella relación ciertamente bru1al pudo acent uar tal vez, empeorándolo, ese rasgo de su carácter.

El hecho es que la úllima rase de su hjstoria étnica hubo de quedar señalada por la notoriedad de sucesos delic1uales en los que los a laka lufos aparecían ser los protagonistas.

Se inició así el siglo con el asesinato de Anton Teigelach, un colono alemán asentado en la zona marítima de Última Esperanza, en el que estuvieron involucrados directamente un grupo de indios de esa parcia lidad interior (1906). Ello fue causa de una acción ulterior de tipo policial que culminó con Ja captura de algunos de ellos y su traslado forzado a la misión de Dawson.

Años después. en abril de 1911 , el diario ce El Comercio» de Punta Arenas

LOS CANOEROS DE LA PATAGON IA M ER IDIONAL

informaba que los alaka lufes habían atacado al guardián de la carbonera fiscal establecida en puerto Ramirez (Muñoz Gamcro), de resultas de lo cual habia sido herido de gravedad su hijo, habiendo sido muertos a lgunos animales vacunos de su propiedad.

Ese mismo diario daba cuenta posteriormente, en edición del 12 de setiembre, del arribo a puerto del vapor e< Amadeo », procedente de Última Esperanza, conduciendo un grupo de diez indios. hombres y mujeres, a quienes se acusaba de ser los autores del asesinato de un poblador de nombre José Plaza y del robo de animales en una estancia ubicada en la península Barros Arana, frente al canal Valdés.

1< El Comercio >> describió entonces vividamente la condición en que podia verse a esos desventurados :

1< En un estado miserable que causaba horror y repugnancia desfilaron estos infelices desde el muelle al cuartel de policia seguidos de numeroso pueblo que los contemplaba como animales raros. Scmidesnudos, con asq uerosas y repugnantes enfennedades que les ha llevado el hombre civilizado, iban sin comprender ni darse cuenta en medio de su embrutecimiento de la curiosidad pública de que eran objecto.

En realidad estos infelices causan verdadera liistima, y no puede menos que sentirse un verdadero sentimiento de piedad al contemplar la miseria de estos desgraciados, y la espantosa degradación ha que ha llegado esrn especie de la raza humana que constituye una verdadera vergüenza para ella.

Ya sería tiempo que las autoridades superiores pensaran en adoptar alguna medida tendiente a recogerá estos indígenas y colocarlos en algún lugar donde pudiera vigilárseles. Entre tanto los alacalufes que han llegado ayer quedar.in en el cuartel de policía hasta que se disponga lo conveniente, sobre su traslacion a otra parte, pues no creemos que se piense en tomarles declaraciones o instruirles sumario por cuanto son irresponsables de los actos que hayan podido ejecutar ,..

El sentimiento público respecto de esa lamentable situación en la que los infelices indigenas eran más victimas que criminales, quedó reflejado en el comentario que otro diario de la capital regional, 1c Chile Austral », hiciera en la fecha :

« Habria que escribir mucho sobre el 1riste eslado de esos ~ncidos . Deben mirar el crimen como una cosa natural desde que el criterio de nuestra Moral no les alcanza. Hoy son tris1es vencidos uponentcs de miserias y degeneración.

Es doloroso. La vergucnza no prende rosas de rubor en los rostros de los civilizados, es doloroso ponerse a presencia de esos indígenas. Solo sabemos que ocupamos sus tierras. Nada mas».

También en una carta que publicó c1 El Comercio >> dias después, por la que un tal Juan F. Barrera - in1erpretando sin duda un sentir genera lizado - recla maba sobre aquel estado de cosas :

« No puede pensarse en detenerlos aqui, para siempre. Eso seria matarlos lentomente. El cambio brusco. muy inadecuado para su evolución, les traeria inevitablemente la

muerte y estando en este convencimiento. seria un crimen proceder así. DevuClvaseles pues a donde es para ellos la vida. a sus islas, tómense medidas para evitar

sus fechorias, 16mcnse medidas que los ponga en situoción que. sin apartarse bruscamente de sus costumbres. están más en contacto con la civilización y quien sabe, si alcan7.arán a eltal,._

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50 SOCIÉTÉ OES AMfRICANISTES

La reacción popu lar y quizil la conciencia por parte de la autoridad y la justicia en cuanto a la inutilidad de someter a juicio a los indigcnas por su vi rtual condición de inimputablcs, motivó la detenninación de su devolución al paraje de donde se les había extraído.

Así terminó el asunto y pronto, por largo tiempo, nadie se acordaría de los indígenas de los canales patagónicos.

En su húmedo y bravío ambiente natural debieron tornar a su existencia ajustada a su normas tradicionales, pero cada vez más impotentes para resistir. y menos quizá para librarse. de la maléfica inHucncia de los caz.adores.

Algunos de éstos, como un tal Demófilo Guajardo, verdadero pirata moderno. que se había hecho famoso por sus tropelías y fechorías, llegaron a ejercer un dominio abusivo y perverso sobre los indigenas, en especial sobre el grupo central (de Muñoz Gamero y vecindad), y fueron los agentes directos de su disminución numérica .

(( La situación de ellos » - los alakalufcs - ~e no es para ser envidiada 11,

escribiría más tarde el e1nó logo Martín Gusinde que pudo imponerse directmnenic sobre esa realidad :

« ... pues indefensos, se ven en1regados a Ja explotación y a los criminales abusos de cien os blancos desalmados. Yo. personalmente. tuve sobrada opor1unidad de imponerme durante mi csrnda de más de cuatro meses en esas regiones, de muchos desórdenes, injusticias. crímenes. etc .• que son perpctrd.dos por individuos llamados t1 cris1ianos », quienes se saben muy lejos de las autoridades y del brazo de la justicia criminal. Ellos saben muy bien. ademas. que nadie podr.i. darles caza en Jos laberin1os de tantísimos canales intrincados; pues, realmen1 constituyen esos escondites una verdadera guarida de ladrones. bandidos y sujetos de pésimos anteceden tes, que ahi se han refugiado, o escapado de la justicia o huyendo de una vida normal y bien ordenada.

Scmejan1cs individuos ejercen sobre los indios un verdadero terrorismo : viven a expensas de ellos. les inducen e incitan a robos y asal1os; cometen asesinatos y on os crimcnes, y saben desempeñar su papel con tanta habilidad que, a raiz de cualquier acontecimiento dclic:tuoso, iodo el mundo culpa únicamente a los indios: con manifiesta injusticia por supues10 » (1979: 162· 163).

« La opinión pública. agregarla. desconocedora de los ante«dentes anterionnente expuestos, se ha acostumbrado a hacer responsables a los indios de todos los actos delictuosos que se cometen en esas regiones.

Y. sin embargo. el indio es de un car.i.cter suave y tranquilo. humilde y sencillo. Antiguamen1e han regido en1re ellos los principios de una moral severa y muy buena : la vida y las relaciones mutuas estaban bien ordenadas, cada uno respetaba el honor. la propiedad y la vida del otro. Pero, desde que los indios. desgraciadamen1e. entraron en conlacto con los europeos. - y es1á a la vista qué clase de individuos frecuentaban aquellos cana les - . desde esa época empezaron a decaer las severas cos1umbrcs antiguas y rclajOsc la moral.

Enormes fueron los sacri fi cios y los trabajos de los misioneros salesianos en favor de los Alacaluícs; pero, mientr.1.s suje1os corrompidos e individuos perversos podían seguir ejerciendo su perniciosa influencia sobre los indígenas, cualquier obra benéfica de pane de abnegados após1olcs de la caridad cristiana y de pan e de las autoridades correspondientes quedará frustrada indeícctiblcmente.

Mlis todavia. el indio sigue siendo 1ambién hoy en dia victima de la explotación de ciertos patrones de goletas que salen en caza de lobos y nutrias n ( 1979 : 164-165).

LOS CANOEROS DE LA PATAGONIA MER IDIONÁL 51

G usinde tuvo opo rtu nidad de viajar por la zona de los cana les patagónicos y perma necer la rgo tiempo en ellos conociendo y observando a los indígenas, en puerto Ramírez y ot ros lugares, circunstancia que le permitió imponerse científica­mente sobre sus ca racterísticas raciales, conducta socia l y formas de vida, y sa lvar para la etnografía y la etnología muchos tesoros culturales, tal vez los postreros que pudieron lograrse de ese desgraciado pueblo.

La situación tristísima de la que fuera testigo el sabio sacerdote germano le llevó a denunciarla sin 1apujos ante la autoridad territorial, una vez concluida su misión cien tifica. buscando poner co to de una vez por todas a un prolo ngado estado de abuso social.

(( Las condidiones de los indios alacaluíes son peores todavía», escribió el 19 de marzo de 1924 a l Gobernador de Magallanes en un informe general sobre los indigenas que sobrevivían en el Territorio :

por cuanto ellos no se han. hasta la fecha, familiarizado tanto con la civilización moderna (referencia a los yámarias, 1ra1ados pre1•iamcn1e); pero sí, han tenido con1ac10 con ind ividuos perversos y criminales, y han sido. ademlis. objeto de la ex plo1aci6n más \"ergonzosa de parte de patrones de golc1as y loberos. quienes frecuen tan todo el año el infinito número de los ca nales comprendidos entre el Golfo de Penas y la Península de Brccknock, la verdadera patria de nuestros Alacaluícs.

Salla a la vista que en esos laberintos los indeíensos indios han seguido siendo vic1imas de la codicia y de la perversidad de cuantos blancos les han atropellado impunemente; pues. el proceder de 1alcs individuos desalmados esta lejos de la vigilancia de las autoridades estacionadas en Punta Arenas. A causa del roce frecuente con individuos de dicha índole, los indios mismos han disminuido en número, de modo que ellos forman, hoy en dia, una población de apenas 250 personas; además, ciertas enfenncdadcs y costumbres se han imroducido entre ellos, que corroen el nervio vital de su resistencia fisica. Asi es que entre citos se nota ya cien a disolución de sus serias costumbres amiguas, lo que ha con tribuido a corromper. por parte, el carác1er y la conciencia de un buen numero de esos indios.

No es objeto de discusión insistir en que le corresponde al Supremo Gobierno el 1omar inmediatamente las medidas adecuadas con el fin de librar a esos indígenas de los a1ropellos :i que están expucs1os sin recurso alguno, y de asegurar el bieneslar y la civilización también de esos hijos del pais. Pero, por otra parte. debe confiarse en la generosidad justiciera que el Supremo Gobierno ha maniíestado en la protcccción y civilización de otros indígenas chilenos; por 1al mo1ivo, el que suscribe. se pcnnite presentar a continuación las medidas que estime conveniente adopta r en favor de esos desamparados íueguinos » (1979 :171).

Recomendaba entonces G usinde la captura inmediata de Jos facinerosos que cjcrcian como cazadores en los canales; designar gua rdián del depósito de carbón de M uñoz Gamero a una persona de confianza , recia y honesta, con facultades pa ra a tender las quejas de los indios cont ra las lropclías de los lo beros e intervenir en su solución a modo de justo componedor. Ademas, que semejan le a1ribución se concediera a los comandantes de los barcos de la Armada que navegaban regula rmen te por el occidente magallá nico y, por fin , que se asigna ra a l Vicaria to Apostólico de Magallanes un terreno en las orillas de la bahía Muñoz Gamero para establecer allí una misión destinada a proteger y civilizar a los desamparados indigenas.

La autoridad no se mostró sorda a ese ruego de humanidad expresado por un religioso y cicntifico tan estimable como Gusindc, y algo hubo de hacerse, pero

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debió con seguridad tratarse de instrucciones administrativas de dudosa eficacia prác1ica. Por otra parte , el establecimiento misional propuesto se postergaría sine die debido a ce in salvables dificultades financieras y de personal )>según recordaria más tarde el e:-:plorador Alberto M. De Agostini.

Luego del paso de Gusinde y de la efimera preocupación pública por la si tuación que afectaba a la etnia a\akaluf. nadie pareció recordarse más de ellos y \os desventurados aborigcnes se sumieron en su mundo sombrío y sólo recobraron notoriedad ocasional por razón de sucesos delictualcs.

Así el diario ce El Maga\lancs >1 daba cuenta el 1° de junio de 1925 sobre la denuncia hecha por Juan Soto, encargado de la estancia que la firma Jacobs y Cia . tenia en puerto Dora , fiordo Obstrucción y que expresaba que: t( numerosas canoas con indios y civilizados que cazan nutrias han hecho su aparición annados de carabinas en las estancias ubicada en el Seno Obstrucción y los alrededores de la península Barros Arana ofreciendo peligro a los moradores de los lugares indicados ».

Esta gente había cometido abigeato en su establecimiento llenando de temor a sus habitantes. La denuncia movió a la autoridad a disponer el envío del escampavía 1t Leucolón 1> de la Armada Nacional para recorrer los canales: dar alcance al grupo que capita neaban unos indios nombrados Pedro y Santiago. desarmalos y apresar a los «civilizados 1> que los acompañaban al merodeo delictual.

En junio de 1929 nuevamente la prensa puntarenense ínfonnó sobre un hecho luctuoso en el que según parece anduvieron envueltos los alakalufcs. cometido esta vez en el campamento de la Compañia Industria\ de M:innolcs. en puerto Sweu. isla Cambridge (hoy Diego de Almagro).

Años despuCs el mismo diario daría cuenta. en sus ediciones de los días 4 y 10 de octubre de 1933. del asesinato del infame Demófilo Guajardo perpelrado por el alakaluf Osear Cabra les. en con ivencia con el grupo de JosC Viejo, sus dos mujeres: JosC Chico (hijo) y su mujer. Según la información Cstos y aquCI se dedicaban a 1< raquear 11 naves niufragas y habrían dado muerte al cana lla por venganza. ((El Magallanes » infonnaria. posteriormente. en setiembre de 1937. sobre la muerte de Cabra les. afamado por su habilidad cazadora y ánimo agresivo. en una pendencia con un nutriero.

Estos hechos debieron ser quizá mis frecuentes de lo que llegaba a informarse. siendo seguro que el eco de otros sucesos sangrientos se mejantes se perdiera entre las abruptas paredes de las islas patagónicas. Todavía el 5 de julio de 1950 la prensa de la capita l magallánica informaba sobre el hallazgo de cinco cadiveres (nutrieros y a lakaluíes) en el sector del Paso del Abismo (canal Wide). presumiéndose por su estado que habian muerto mucho tiempo antes y por causa de una de tantas reyertas en que se veian envuehos esos compañeros de malaventuras. Emperaire recogería contemporincamente información del grupo radicado en Puerto EdCn que recordaba diversos actos de violencia cometidos por los blancos y conservados por la tradición indígena.

Tales sucesos, al trascender. debieron mover a la autoridad religiosa de Magallanes a inten1ar no ya un establecimiento permanente entre los. ind.ios. pero sí misiones ambulantes. con el noble propósito de acercar a los supersutcs de la etnia kaweskar a los beneficios de la civilización y la evangelización.

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Se encomendó la responsabilidad de tal tarea al sacerdote sa lesiano Federico Torre y al hermano coadjutor Ernesto Radatto. ambos con experiencia misiona l enlre los grupos tehuelches dispersos en la Patagonia argentina. Fue una acción nobilisima y abnegada, como lodas las emprendidas por Jos misioneros anteriores, ahora en un ambiente natural dificilísimo. pero que resultaria definitivamente tardía .

Para entonces. postrimerias de los años JO. la vieja raza de los canoeros se reducia inexorablemente incapaz como era pa ra soportar el embale agresivo y dominante de una cultura ajena. que virlualmente había dado cuenta ya de la propia y amenazaba con extinguir físicamente a los sobrevivientes que ya bajaban de dos centenares.

Asi. quC mis podia hacerse que t( administrar >) esa miserable existencia. buscando prolongarla lo más posible en condiciones dignas de seres humanos. procurando ent rega r alguna ayuda material y sanitaria, que nunca pareció suficiente. y de paso intentar la crist ianización de los indios en un esfuerzo encaminado a rescatarlos del ambiente de degradación moral en que habían caído por obra del nefasto influjo de loberos y nutrieros •.

Hacia 1940 el grupo mis importante de indígenas se nucleaba en torno a Puerto EdCn. acrecido posiblemente por a lgunos antiguos integrantes de la parcialidad de Muñoz Gamero. cuyo número disminuía visiblemente. En su vecindad estaba situada la Radioestación de Ja Fuerza Aérea de Chjle s y. algo mis distante hacia el norte el íaro San Pedro. habitado por personal de la Marina de Chile. Hacia estos si tio. en especial a l primero. venían confluyendo los indios de modo periódico desde hacia años. en la medida que íueron asumiendo una condición mendicante respecto de los blancos o civilizados. All i. por consecuencia, el Padre Torre pudo ejercer con mayor facilidad su labor misional aprovechando la concentración que de facto se daba.

La circuns1ancia consignada fue cobra ndo un caricter permanente una vez que el gobierno del Presiden te Pedro Aguirre Cerda - quien en su viaje a Magallanes e~ 1939 recaló en Puerto Edén y pudo observar a los indios-. preocupado por la Inste suerte del grupo final . encomendó oficialmente a la Fuerza ACrea de Chile la pro1ección y auxilio de los alaka lu íes.

El proyecto contemplaba entre otros aspectos la construcción de un pabellón P.ara albergar a los naturales. ademas la prestación de asistencia sani1aria, ciertamente urgente pues la morbilidad y la mortalidad atribuidas al contac10 con los. ~l:~ncos estaban diezmando la etnia 6 , También el suministro, ocasional o penod1co. ~e alimen1os y vestuario, todo ello con el fin de obtener la paulatina 1~corporac 1on de los indios a la civilización. según el buen deseo gubernativo. Por cierto. se trató de un plan característico del pensamiento de la época, que no buscaba resca tar lo poco que podia quedar de la cultura tradicional, sino lisa y llanamen1e perseguía con noble pero equivocada motivación la transculturación de los alakaluíes.

El mismo. con todo. ni siquiera se cumplió de acuerdo con lo previsto. El pabellón nunca llegó a construirse y las demás acciones. iniciadas con loable r~gularidad. fueron haciCndose infrecuentes y distanciindosc cada vez más en el 11empo.

Apreciado en perspectiva histórica ese esíuerzo, se ve que fue para peor, pues a

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la natural incomprensió n fruto de Ja desintclige ncia e ntre hombres de culturas opuestas. se agregó el innecesario rigorismo propio de la me ntalidad militar que co ntribuyó a agravar la situación por la que pasaban los indigcnas. Como lamentable resultado final. a la vuelta de pocos años pudo cons tata rse la decadencia a bsolu ta de los sobrevi vientes. man ifestad a en la pCrdida progresiva de sus ú lt imas prácticas culturales. de su lengua y formas de vida lrad icio nal. en un com pleto gra do de depende ncia de sus pro tec tores. que los trnnsformó en mendigos mi serables. objeto de la stimosa com pasió n.

La al· ti vidad misionera se mantuvo durante la nueva cirr.:unslit ncia a unq ue orientada prcfercntcme n1c a la ed ucación de los niños. Para el efcc10 el Padre Torre eligió a aq uellos que parecian m:is despie n os y por tanto más aptos para el apre nd izaje. y los trasladó en ca lidad de a lumnos internos a l ln stiluto Don Bosco de Punta Arenas. Aqu í. no obs tan te su progreso aparente en la ense ñanza. acabaron por sucumbir un o iras otro a l ataque de la tu bercu losis. enfermedad corriente en los archipiC\agos pero tambiCn en el Ma galla nes de la Cpoca. Fracasado tan dolorosa mente el inte nt o. la wrea misional conclu yó antes que lo hicie ra la pri mera mitad del siglo.

Ent re tanto asi fue ocurri end o co n el grupo del norte. veamos (.'uá l fue el desti no de los otros dos postreros nucleamien tos indígenas.

El grupo del sur. otrora tan importante según se ha visto no pudo reponerse del golpe que le significara el traslado de parte de sus com po nentes a la mi sión de Dawso n. El resto de tos indigenas debió disgregarse más de lo que estuviera tra dicionalmen te y pudo ser afectad o con mayo r facilidad po r agente s e.-.:Lernos (loberos. enfermedades. represió n) y por los hiibitos cult urales adq uir idos. Parte de ellos pudo incorporarse al grupo del cent ro y tos Ul!imos optaron por una ex islencia solita ria hasta desa parece r. En 1929 todavia viv ía un anciano alaka lufe en puerto Ga ll an!. co n su fa mil ia compuesta por un hijo pequeilo y su mujer. la que le habia sido a rreba tada po r un rnal sujeto que lo habia atacado ti rándole :i.cido a la c;tra y dej;lndolo ciego 7

• Es de reco rdar que en ese paraje la vida aborigen había ílorecido tal vez durante milenios. En 1946. los investi gatores Grele Mostny y Alejandro Lipschutz pudieron conocer a las que. hasla donde se sabe. era n el resto final del grupo del Est recho : dos mujeres. madre e hija. Cs1a to t<ilrnente transculturada (casada co n un blanco) y aquClla una anciana que procuraba conservar en su soledad vital las costumbres de sus ma yores. Ambas residi:m. habitando hab1iacio ncs sepa radas. rancho y ruca. en Rinconada Bulnes. paraje situado 50 kilómetros al su r de Punla Arenas. en la veci ndad del íuerte homónimo.

En cua nt o al grupo del ce ntro. el de Muñoz Gamero y ;il rededores. rc lat i\'amcn te importa nte antes de los ailos 40. decayó en breve lapso . Así pudo constawrlo el mi sionero Torre quien al regreso de uno de sus viajes pudo decla rar al diario (( El Maga llanes" : u Exislian all í 1rein1a y cua tro ind igenas. que se dedica n ;1 la caza de nut ria s. pero ahora quedan sólo nueve . ya que el resto se ha ido. debido a que son contin uamente host ilizados por nutrieros que se han eswblecido en las isla y han ext remado en los últ imos tiem pos sus a1aques a esas pobres gentes desvalidas » 9 •

La decena de indigenas mencionada por el misionero toda via residía en puerto Ramirez a fi nes de 1946. ocupada en la caza de mustClidos.

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Quedaba entonces un subgrupo. que tanto pudo integrar o riginalmente aquel ma yor o bien conformer un relicto final de la población aborigen que an taño deam bulara por las islas y litora les bañados por las aguas de los mares inte rio res de Skyrin g y Otway. En dich a extensa á rea se les vio a comie nzos de siglo, tambiCn en 1934 y en los años 40 y 50. D ura nte esla Ulu ma Cpoca solian aparecer de tarde en la rde por lugares tales co mo Mina Elena . establecimient o ca rbonero ubicado en el litoral norte de isla Riesco: aserradero Las Coles. so bre la costa firme de Patagonia, ho tel 1< Río Verde» y aserra de ro Gri maldi (estancia Río Ca leta). en la costa occidenta l de la peninsula de Brunswick .

A l fin. definitivamente red ucidos. quedaron aqui tambiCn los infaltables soli tarios. entre ellos los dos hennanos Alessa ndri. va rón y mujer. que se inst;ilaron en la isla Unicornio del mar de Skyri ng, viviendo a llí j unt os has1a entrn dos los 80 y la mujer ha sta 1986. Soli taria a simismo vivió o tra familia ind igena en el fiordo Fann y (isla Riesco) hasta 1986.

En el presente. una ve in1ena de ind ividuos 1otalmente transculturados y a lgunos mes1izos que residen en Puerto EdCn. conforman el refü:to final de la nal'ión kaweskar que señorea ra po r milenios el vastisi rno piClago occidental m;1gall;lnico.

Los nmoeros ,:ww o 1"aria.1· emia.~?

Se :ilirmó a l co mienzo que la pertenencia de los canoeros del occidente magall ;'rn ico a un;1 o m<is etnias conforma una de las cuesti ones que hasla el presen le ha preocupado a los etnógrafos e historiado res. pues no ha sido f:i.ci l ob1cner una concl usión que sa tisfaga por igual a los interesados. So bre es ta materia. el t rabajo presen ta un sintesis del problema y se comen1an las opcio nes que han servido o sirve n para sos tener la s correspondien tes opiniones.

La cueslión surgió en la pnictic;1 desde que los an tiguos navega ntes europeos comenzaron a conocer a los ci.rnoe ros. en distinc tas Cpocas y circunsta ncias. y pasaron a nombr;1rlos de d iversa manera. Así. y sin pretender agol:t r la nómina . éstos llegaron a ser los gen tilicios mas co nocidos y repetidos desde fi nes del siglo XVI hasla nuest ros di as : Enoo. Kemme1es, Karaike. Kenneka (Van Noort 1599): Lt1g11ediche y A1·eg11edid1e (Guilbaudiere 1695): Pecheruis (Noda l 16 19: Bouga in · vi lle 1766): Alikhoolip. H11e11111/(Fit z Roy 183:!): Kt',ruh11e.1·, Falkner 1774) : H11i/h.,~. l 'a11rnh11es o t·a11rn11, gm•iows Fe rru fino. Mon1emayor, M;1scardi de Vea (siglo xvu) : Táijata{es. Calmes. Yeki11m1·eres (Garcia 1768): Chonos (Fi12 Roy 1832 ) : Porkes o Pornkes. Wartekas (Lia ras Sa rnit ier 1967) .

. í:s1as dc~o1ninacion~s tuvieron los orige nes más va ri ados y aun cu ri osos : vocablos repelidos por los natu rales. posibl es referencias area les. apariencias matcnalcs y cul tu ra les. etc .. dadas por lo comUn si n que los posteriores bautizantes - cuando pudieron \.'Onocer los nombres anteriores - reparasen en que si los suje1os de ht 1.ue\'a denominación eran los mismos ya bautizados.

Como un e1cmpl o que bien puede caracterizar la arbitrariedad nominativa tenemos el caso de los Nut·nwlt·s. rnnoeros de los mares de Otway y Skyring asi llamo1do:. por Fit z Roy por el solo hec ho de caza r al ciervo andino (Hippocame/us bfa·11/ms ) - que abundaba en los bosques a ledaños - y usar su piel como cobertor. aunque sin registrar diferencia alguna con otros canoeros conocidos y que meredern significación. Desde ento nces. 1829, nadie cuestionó esa singula r

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nueva parcialidad o raza a la que los etnógrafos le reconocieron un carácter absoluto. Es más, Liarás Samitier. autor que acepta plenamente a los HuemuJcs como iden tidad étnica diferenciada, desecha la posibilidad de que los indios de más al oeste pudieran cazar al ciervo ( 1967: 155), olvidando que tempranamente Cortés de Ojea (1553-54} observó ent re los canoeros de la isla Wellington capas hechas de «pellejos ( ... ) de corzo de los montes» (en Liarás, op. cit. 156). referencia zoológica que debe entenderse hecha al huemul, animal antaño y ogaño presente en los archipiélagos y continente de la Patagonia occidental (al norte del estrecho de Magallancs), a l punto que hoy en día los ejemplares existentes en ese territorio configuran la más importante reserva de la especie. Del modo considerado una realidad zoogeográfica viene a echar por lierra la pretendida individualidad étnica de los Huemules. que no eran sino una parcialidad in terior del gran grupo Kaweskar.

Para aclarar la confusión que de suyo su rge de la nómina entregada, cabe establecer la si nonimia etnográfica. Así, y dejando de lado dos de los nombres aportados por Van Noort que es dificil de identifica r, tenemos :

a) Karaike, Alikhoolip (A lakaluf), para identificar a los indios canoeros del sudoccidcnte fueguino.

b) Enoo (Enooke, Enuke), Laguediche, Aveguediche y Poykes o Poyukes. indígenas del Estrecho y aguas adyacentes.

e) Huemul , parcia lidad de los mares de Otway y Skyring. d) Keyuhues, Huillcs, Gaviotas, Caucahues, Calenes, Calenchcs, Taijatafes.

Yequinaweres, Waytekas, Chonos, referencia a los canoeros del norte del estrecho de Magallancs, hasta el golfo de Penas.

Quien primero intentó una división etnogrifica de los canoeros dando por sentada su diversidad racial. fue Robert Fitz Roy (1832). De acuerdo con sus observaciones los clasificó como A/ikhoo/ip, a los que se encontraban en el sudoccidcnte de la T ierra del Fuego ; Pecherays, a los que frecuentaban las zonas cent ral y occidental del estrecho de Magallanes y aguas adyacentes ; Huemul o Huemules, a los que rccorrian los mares de Otway y Skyring ; e Indios de los Canales o Cho11os, a los que deambulaban desde el norte del Estrecho hasta el golfo de Penas.

Los viajeros posteriores a su tiempo, al pa recer no dieron mayor importancia a esla separación étnica y, en el hecho, tuvieron a los canoeros como un solo pueblo con apenas algunas diferencias loca les de carácter cultural en el vasto territorio marítimo que constituía su dominio. Apropiada expresión de esta noción generalizada la dejaría Skonsberg, quien en 1908 realizó un recorrido a lo largo de Jos canales patagónicos desde el Estrecho hasta el golfo de Penas.

Cuando Martín Gusinde tuvo oportundidad de permanecer por un buen tiempo entre los indígenas del grupo de Muñoz Gamero y desarrollar con ellos su investigación etnológica, pudo establecer la existencia de formas dialecta les que parecian corresponder a la subdivisión para entonces existente entre los grupos del norte, centro y sur, a los que, respectivamente, asignó como limites el golfo de Penas a la isla Cambridge ; isla Cambridge al cabo Tamar ; y desde este cabo hasta el sur del Estrecho. No obstante esta separación lingüística reconoció a sus parlantes como un solo pueblo que nombró alakaluf o Halakwulup - denomina-

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ción que, aseveró. se daban los indígenas a sí mismos - . cuyo solar histórico estuvo confo rmado por la suma de los distritos mencionados (195 1 : 123 y 1979: 157).

Sin embargo del peso que a su opinión daba el prestigio científico universal del eminen te etnólogo alemán, surgió a l promediar el siglo una posición revisionista que controvirtió la pertenencill de los canoeros occidentales a un único gran grupo étnico diferenciado de otros nómades mari nos como los yámanas y los chonos, afirmando en cambio la existencia de varios pueblos etnicamente distintos, hipótesis planteada primero por Daniel Hamerly-Dupuy ( 1947, 1952). quien de ese moso reivindicaba de alguna manera la antigua distinción etnográfica de Fitz Roy. Esta hipótesis novedosa no pareció debilitarse siquiera una vez que se divulgaron los resu ltados de las investigaciones hechas entre los alakalufes por Joseph Emperaire (1946-48. 1951-53) y que corroboran la tesis de Gusi nde o clásica.

Esta hipótesis fue asumida y desarrollada po r el autor argentino Manuel Liarás Samitier ( 1967), quien sobre la base de diversos elementos que a su juicio marcaban diferencias de fondo entre los integrantes del gupo alakaluf. insistió en la multietnicidad de los canoeros. a los que, en consecuencia, dividió en seis grupos diferenciados: A/akalu/propiamcn te ta les, que situó historicamente en el oeste del archipiélago sudfuegu ino; E11ukes o Pecherais, ubicados en la zona central del estrecho de Magallanes, desde aproximadamente la isla Carlos III hacia el oriente ; Poykes, situados en la parte occidental del Estrecho, hacia el Pacifico y el paso Brecknock; Huemules, en el territorio marítimo interior del sistema Otway­Skyring; Caucahues, en las secciones longitudinales central y oriente, y en el sur del sector de canales que transcurre entre el golfo de Penas y el Est recho; y Wayreka (Chonos), en la parte occidental u oceánica del Ul timo distrito, aprox imadamente hasta el estrecho Nclson.

Años después, el reputado investigador Rodolfo Casamiquela se hizo cargo de la hipótesis revisionista (1973). demostrando con sólida argumentación la

~:~~~~s~:n~at!fs s~~s~~~d~~;en~~su~i~d~~o;t:i~s~~ ~~~~~~:~~; =~:::i~~ ~= Magallanes.

E~ contemporaneidad (1972) y desde el punto de vista propiamente lingüístico, otro investigador, Christos Clairis Vasiliades, apoyaba la monoctnicidad de los nOmades marinos, aunque desechando para su denominación el término alakalufy sus variantes, por ser ajeno a la lengua de aq uéllos, y post ulando la renominación de los mismos como Qawashqar (esto es C< los hombres )), <e los del gru po >). (< los que hablan idéntica lengua », indistintamente). voz ya rescatada por Hamerly Dupuy (Kauescar) y por Empera irc. aunque en este caso con la grafia Kaweskar (1963 : 213), que es la fonna que hemos adoptado para referirnos en nuestros trabajos a la iritersante etnia.

Así, parece habar quedado razonablemente resuelta Ja apasionante cuestión surgi~a precisamente de Ja doble circunstancia dada por la escasa población abor!gen y su dispersión sobre un territorio histórico vasto e inextricable, cuyas brav1as características naturales impusieron hace ya mucho tiempo sectorizaciones d~ acomodo ecológico, con la fonnación de las consiguientes modalidades diferenciales que no obstante no llegaron a alterar la unidad étnica kaweskar • .

• Manuscri1 r~u en íCvricr 1989 • .oceptl!i pour publicalion en avri] 1989.

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58 SOCIETÉ DES A.MÍRICANISTliS

NOTAS

l. Como ejemplo de aageración mencionamos el dalo aportado por el capit.in norteamericano Benjamín Morrcll , quien en 1833 estimaba en 20.000 el niimcro de nativos que habitaba cnlrc los 47'" y SO"S, o sea en menos de la mitad de su extenso habilal (En T . Coan 1880). Viene a l caso reproducir lo expresado por el comandante Baklomero Pachcco, en lo 1ocantc a densidad : • ... o bservándose que a menudo a quienes se ha vis10 en el puerto Gallant. se les encuentra en la bahía Fo rtuna o en el canal Mcssicr • (1907 : S4). La5 tres lugares señalados distan entre si cenlcnares de millas.

2. Referencia a la captura de nutrias. mus1éHdos para cuya caz.a el perro es indispcnSilble. J. EdiciOn del IS de setiembre de 191 l. 4. Cfr ... El Magallanes •. ediciones de los dias S. IS, 18 y 22 de octubre de 1940 en que se contienen

extensas entrevistas al misionero Torre. s. Habia sido instalada años atnls como parte de una red de apoyo meteorológico y logistico para el

scrvkio aeropostal ent re Pueno Montt y Punta Arenas, mediante el uso de hidroa~iones . 6. Cfr. To rre (194<1) y Emperaire (!%)). 7. tc El Magal\anes "· edición del 8 de junio de 1929. 8. ~e El Magallanes ,. , cdici6n del 13 de agosto de 1942. La localidad de Pucno Na 1ales constituía

desde hacia mucho 1icmpo el puerto base de gente de variada calaña que se oa:upaba de la caza de animales de piel fina cuyas pieles eran adquiridas por las barracas de Punta Arenas.

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