"los buenos libros son para siempre"

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4 Domingo, 8 de junio de 2014 Literatura libro es fácil. Es algo referido a esa alegría que implica que el libro se vuelve libro, porque antes ha sido sueño, proyecto, proceso largo de escritura, de edición, de corrección. Hacer un libro, a veces, toma mucho tiempo”. Usted, precisamente como editora, acompaña ese sueño, ¿cómo es ese proceso, mano a mano, con el escritor? “Libros que ha sido solamente idea y que uno los tome, digamos, tan pequeñitos, he hecho pocos. Uno está más comprometido, sufre más, goza más. En ese sentido, hay dos libros que, curiosamente, son de periodismo, Los escogidos, de Patricia Nieto, y El cartel de Interbolsa, de Alberto, mi hermano. Ahí hay muchas emociones. Hay autores que te entregan el libro casi listo, casi perfecto, porque lo han trabajado, pulido. Hay otros, para quienes sus libros necesitan más trabajo, más corrección, más participación de uno como editor. Uno ahí se tiene que sentar frente al libro y al autor (...). Hay que entrar a dia- logar. En eso soy una editora muy flexible, abierta, y cada libro y autor son diferentes. Importante tener una buena relación con el autor. Si yo no tengo empatía con él, no le hago el libro, porque es como ir donde un médi- co que a uno no le guste. Es una relación muy íntima, en la que tiene que haber algo profundo. No me ha pasado mucho eso de tener que decir que no”. ¿Cuántas veces lee un manuscrito, durante todo este proceso? “La primera lectura que hago de un libro que me intere- saría publicar o que alguien me manda es casi que en la O chenta libros en cinco años. La cifra la repite Lucía Donadío, como si en la repetición estu- viera la clave para creerla. Detrás del número están las anécdotas, los sentimientos, las ficciones y las realidades que ya se cuentan por miles. Lucía Donadío no esperaba crear una editorial cuando se desvinculó de Hombre Nuevo. En ese momento, que- ría escribir. Sin embargo, la vida le tenía preparado otro camino llamado Sílaba Editores. Recuerda que la busca- ron de la Alcaldía de Medellín para que editara un libro sobre Buenos Aires, que necesitaban con urgencia. “Era extenso, había poco tiempo y ellos sabían que yo me le mido a esos proyectos difíciles. Les dije que yo ya no tenía editorial y me respondieron que no importaba. El libro es excelente, se llama Buenos Aires: portón de Medellín, de Orlando Ramírez”. Ese fue el primer libro de Sílaba, el nombre ganador de entre un listado de más de 50. “Encontré su significado, que es juntar, unir; pensé que es lo que uno intenta, jun- tar al autor con el lector. Me pareció bonito y sonoro”. Lo de la editorial no fue nada muy pensado, reconoce y agrega que el “azar en la vida a veces nos pone frente a muchas cosas y uno sin darse cuenta se va enrutando”. La antropóloga, editora y coordinadora de talleres litera- rios en la Biblioteca Pública Piloto y la Universidad Eafit, respondió las preguntas de Generación. En una entrevista previa, usted dijo que el libro era una felicidad. ¿Por qué? “Bueno, el libro final, el libro impreso, es una felicidad. No necesariamente o casi nunca escribirlo y hacer un Lucía Donadío “Los buenos libros son para siempre” Lucía Donadío, fundadora de Sílaba Editores, escritora, tallerista y lectora, integró este año el jurado del Concurso Nacional de Cuento de Generación. I PAOLA A. CARDONA TOBÓN Fotos Edwin Bustamante

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Entrevista a Lucía Donadío en Generación de El Colombiano

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Page 1: "Los buenos libros son para siempre"

4 Domingo, 8 de junio de 2014

Literatura

libro es fácil. Es algo referido a esa alegría que implica que el libro se vuelve libro, porque antes ha sido sueño, proyecto, proceso largo de escritura, de edición, de corrección. Hacer un libro, a veces, toma mucho tiempo”.

Usted, precisamente como editora, acompaña ese sueño, ¿cómo es ese proceso, mano a mano, con el escritor? “Libros que ha sido solamente idea y que uno los tome, digamos, tan pequeñitos, he hecho pocos. Uno está más comprometido, sufre más, goza más. En ese sentido, hay dos libros que, curiosamente, son de periodismo, Los escogidos, de Patricia Nieto, y El cartel de Interbolsa, de Alberto, mi hermano. Ahí hay muchas emociones. Hay autores que te entregan el libro casi listo, casi perfecto, porque lo han trabajado, pulido. Hay otros, para quienes sus libros necesitan más trabajo, más corrección, más participación de uno como editor. Uno ahí se tiene que sentar frente al libro y al autor (...). Hay que entrar a dia-logar. En eso soy una editora muy flexible, abierta, y cada libro y autor son diferentes. Importante tener una buena relación con el autor. Si yo no tengo empatía con él, no le hago el libro, porque es como ir donde un médi-co que a uno no le guste. Es una relación muy íntima, en la que tiene que haber algo profundo. No me ha pasado mucho eso de tener que decir que no”.

¿Cuántas veces lee un manuscrito, durante todo este proceso? “La primera lectura que hago de un libro que me intere-saría publicar o que alguien me manda es casi que en la

Ochenta libros en cinco años. La cifra la repite Lucía Donadío, como si en la repetición estu-viera la clave para creerla. Detrás del número

están las anécdotas, los sentimientos, las ficciones y las realidades que ya se cuentan por miles.

Lucía Donadío no esperaba crear una editorial cuando se desvinculó de Hombre Nuevo. En ese momento, que-ría escribir. Sin embargo, la vida le tenía preparado otro camino llamado Sílaba Editores. Recuerda que la busca-ron de la Alcaldía de Medellín para que editara un libro sobre Buenos Aires, que necesitaban con urgencia. “Era extenso, había poco tiempo y ellos sabían que yo me le mido a esos proyectos difíciles. Les dije que yo ya no tenía editorial y me respondieron que no importaba. El libro es excelente, se llama Buenos Aires: portón de Medellín, de Orlando Ramírez”.

Ese fue el primer libro de Sílaba, el nombre ganador de entre un listado de más de 50. “Encontré su significado, que es juntar, unir; pensé que es lo que uno intenta, jun-tar al autor con el lector. Me pareció bonito y sonoro”.

Lo de la editorial no fue nada muy pensado, reconoce y agrega que el “azar en la vida a veces nos pone frente a muchas cosas y uno sin darse cuenta se va enrutando”. La antropóloga, editora y coordinadora de talleres litera-rios en la Biblioteca Pública Piloto y la Universidad Eafit, respondió las preguntas de Generación. En una entrevista previa, usted dijo que el libro era una felicidad. ¿Por qué? “Bueno, el libro final, el libro impreso, es una felicidad. No necesariamente o casi nunca escribirlo y hacer un

Lucía Donadío

“Los buenos libros son para siempre”Lucía Donadío, fundadora de Sílaba Editores,

escritora, tallerista y lectora, integró este año el jurado del

Concurso Nacional de Cuento de Generación. I PAOLA A. CARDONA TOBÓNFotos Edwin Bustamante

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5GENERACIÓN, una publicación de el COLOMBIANO

hamaca o en el sofá; o sea, como lectora desprevenida, porque si uno empieza desde un principio a mirar el libro como editor, le pierde el gusto. Y el libro tiene un gusto más allá del trabajo de edición. También tengo un equi-po de personas que me ayudan en esa selección. Luego, si se llega a un acuerdo, si se va a hacer el libro, hay una lectura con el ojo más agudo. Imprimo, corrijo, reviso, le paso al autor las pruebas, conversamos, acordamos, cam-biamos... En fin, a veces hay que hacer como un pulso, esto sí, esto no. Pero es normal (...). De todas maneras, los libros son imperfectos, eso es algo que he aprendido en el oficio. Es muy duro encontrar errores y asuntos que a uno se le pasaron, pero es muy humano”.

Ochenta libros es una gran cifra. ¿Cómo ve en retros-pectiva estos años de trabajo de la editorial? “Nunca pensé que esto fuera a crecer tanto. La verdad es que ha sido un proceso que se ha venido dando en el cami-no, a medida que van apareciendo los libros y los proyec-tos. Han resultado propuestas, hemos hecho muchas coe-diciones, con entidades como la Alcaldía; en Bogotá, con el Ministerio de Cultura; en Cali hicimos un libro de adi-vinanzas para niños. Muchas propuestas han venido de otras entidades, han surgido unas muy interesantes o uno ve un proyecto de libro y se entusiasma y se busca al autor, por ejemplo, con Patricia Nieto fue algo así”.

La pregunta viene, además, a propósito de un comen-tario que le hicieron a un librero cuando expresó que quería montar su librería: le dijeron que debía estar loco por abrirla justo en una época como esta.

“Una cosa que yo desde el principio me propuse fue no tener oficinas ni gastos fijos. Trabajar por proyectos, entonces si hay libros trabajamos, si no hay libros, pues leemos o hacemos otras cosas. Pero no tener ese afán de que hay que mantener unos costos fijos altos (...). Las ventas de los libros no son fáciles, pero tampoco imposi-bles. En ferias se vende bien, los libros están en las prin-cipales librerías de todo el país. El otro asunto que pien-so es que nosotros no tenemos best sellers, ni ese afán de que los libros se tienen que vender ya. Yo creo que los buenos libros son para siempre. Entonces si se publica una novela y no se vendió este año, ya lo hará el año entrante o el siguiente. Se va vendiendo. Los buenos libros, a veces, se toman tiempo para encontrar sus lec-tores. Nosotros no hacemos tirajes grandes, mejor, si el libro se acaba se reimprime. Eso ya no es tan difícil como antes, que imprimir era muy costoso. Los proyec-tos que han venido, la gente que hemos ido conociendo en el camino, todo ha ido llegando, poco a poco”.

¿En estos cinco años, cómo ha sido también su rol de escritora? “El segundo libro que publiqué, con las ganancias de la obra de Buenos Aires, sí fue uno de cuentos mío, que se llama Alfabeto de infancia. Ese libro lo tenía engavetado hace tiempo y le propuse a una amiga editora que me hiciera el trabajo de corrección y ella me animó mucho (...). Yo ya había publicado un libro de poemas en Hombre Nuevo y la Universidad del Valle me pidió un libro de cuentos. Quizá habría escrito más si no tuviera este trabajo, pero no me arrepiento. A uno a veces le toca

hacer grandes esfuerzos por un proyecto, pero en este momento siento que tengo un buen equipo de gente”.

Cuéntenos de ese abuelo escribano. ¿De él vendrá ese interés suyo por las letras? “Él era el padre de mi papá. Mi papá nació en Italia, pero se vino para acá a los 16 años y cuando yo fui la primera vez tenía ocho años, y mi abuelo ya había muerto. Siempre oí que el abuelo había sido escriba-no en la alcaldía y que, además, ellos eran de un pue-blito muy pequeño en el sur de Italia y como allí hubo tanta inmigración, mucha gente no sabía leer y escribir, entonces iban a la casa de ellos para que él les leyera las cartas que les había llegado de América. Ellos le dictaban la respuesta: la gente no tenía ni con qué pagarles, pero les llevaban tomates, huevos, flores, gallinas. No sé si ahí habrá algo. Mi papá no fue muy lector ni fue buen estudiante, pero a veces pienso también que la escritura se parece a la carpintería: siempre escribo a mano y luego paso al computador. Me encanta el hecho de la mano, de tener el papel”.

¿Ha pensado en escribir la historia del abuelo? “Sí, tengo un proyecto. No sé si será una novela... son partes que he escrito de esa historia. La historia de mi padre también es una historia larga. Mi mamá era de Cúcuta y cuando vinimos aquí no teníamos familia, en esa época viajar no era fácil ni rápido. Tener la familia lejos también es como una marca. Es la histo-ria familiar que uno va desentrañando cuando escri-be. Tengo cartas de mi abuelo, con una letra pequeña, como unas hormiguitas, porque como las pesaban, no podían tener muchas páginas”.

¿Qué líneas en común encontró en los relatos del Concurso Nacional de Cuento de Generación? “Yo creo que la gente cree que un cuento es una anéc-dota. La anécdota puede ser el tema de un cuento, pero uno lo trabaja, hace un trabajo con el lenguaje. Cuáles temas aparecen mucho: la violencia, la muerte, muchos textos hablan del campo, de la ciudad, de esos dos mundos; hay algunos cuentos fantásticos”.

¿Cuáles son esos elementos fundamentales que no le deben faltar a un cuento? “No es tanto que suceda algo extraordinario, porque a mí me gustan mucho los cuentos que crean sola-mente una atmósfera, pero la saben trabajar. Lo que no le puede faltar a un cuento es un trabajo de escri-tura. Es fundamental. El tema puede ser el más sim-ple. Pero si se trabaja, hay algo en lo que uno se engancha como lector. Hay otro elemento que es esencial: el lazo intenso y profundo con el tema o asunto del cuento, que lleva a explorarlo y desarro-llarlo en una narración. Generalmente, es un asunto obsesivo, que exige cierta urgencia, que acosa y aprieta el alma hasta que se escribe” I