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EMILIO LAGUNA LUMBRERAS Doctor en Ciencias Biológicas RAFAEL CEBRIÁN GIMENO Escritor de temas de naturaleza FRANCISCO GALIANA GALÁN Profesor de la Universidad Politécnica de Valencia LOS ÁRBOLES DE LA ILUSTRACIÓN EN EL PAISAJE FORESTAL Publicaciones de la REAL SOCIEDAD ECONÓMICA DE AMIGOS DEL PAÍS Valencia, 2002

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EMILIO LAGUNA LUMBRERASDoctor en Ciencias Biológicas

RAFAEL CEBRIÁN GIMENOEscritor de temas de naturaleza

FRANCISCO GALIANA GALÁNProfesor de la Universidad Politécnica de Valencia

LOS ÁRBOLES DE LA ILUSTRACIÓNEN EL PAISAJE FORESTAL

Publicaciones de laREAL SOCIEDAD ECONÓMICA

DE AMIGOS DEL PAÍSValencia, 2002

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EMILIO LAGUNA LUMBRERASJefe del Servicio de Conservación y Gestión de la Biodiversidad

Conselleria de Medi Ambient, Generalitat Valenciana

LOS ÁRBOLES SINGULARES EN ELMEDIO NATURAL VALENCIANO

DURANTE LA ILUSTRACIÓN

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INTRODUCCIÓN

D ENOMINAMOS habitualmente como “singulares” a aquellos ejemplares deárboles o grandes arbustos que resaltan sobre el resto de los de su espe-

cie, como resultado de su extraordinaria longevidad o dimensiones, su formaexcepcional, o, en su caso, por ejemplificar una determinada simbología cultu-ral, social o histórica. En las culturas atlánticas y del centro y norte de Europa,el factor cultural alcanza especial relieve, al identificarse a menudo a determi-nados especímenes arbóreos con hechos históricos relevantes, hasta el puntode que tales árboles llegan a constituir el símbolo de una sociedad, como ocu-rre en Euskadi con el conocido “árbol de Gernika”. Las culturas mediterrá-neas no suelen mostrar ejemplos tan patentes de singularidad socioculturalasociada a especímenes concretos de árboles, y a menudo el concepto de árbolsingular se restringe casi por completo al de “árbol monumental”, es decir, alos pies arbóreos de mayor talla dentro de cada especie.

Lejos de lo que pueda imaginarse, los árboles monumentales no son tanfáciles de ver en nuestro medio natural; por el contrario, la mayoría de estosejemplares están claramente ligados a actividades humanas presentes o pasa-das, y sus dimensiones son el resultado de haber crecido durante décadas osiglos en un ambiente de falta de competencia intra e interespecífica, al tiempoque han sido especialmente beneficiados de prácticas como el abonado, laspodas de formación, etc. Es por ello que la gran mayoría de nuestros árbolesmonumentales se distribuyen en tres tipos de enclaves antrópicos bien defini-dos: 1) árboles de ermitas y plazas de pueblo –en especial olmos, que sustituíanen las regiones secas a los Populus (chopos y álamos) o “árboles del pueblo”cuyas plantaciones fomentó la civilización romana–; muchos de estos árboleshan desaparecido en las dos últimas décadas como resultado del avance de lagrafiosis, enfermedad que ataca especialmente al olmo menor (Ulmus minor);2) árboles agrarios y de era, situados en las inmediaciones de masías, a los quese podaba para obtener portes abiertos, que proyectaran gran superficie desombra para resguardar a los agricultores y las caballerías, o en su caso para

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favorecer la producción de fruto; y 3) árboles de descansadero o cruce de víaspecuarias, situados a menudo junto a fuentes, abrevaderos o apriscos de lasprincipales rutas de transhumancia. Muchos de los árboles monumentalesactualmente localizados en el seno de zonas forestales de la Comunidad Valen-ciana pertenecen al último tipo, estando claramente ligados a azagadores ycañadas ganaderas; el hecho de que hoy en día se encuentren integrados en lavegetación arbórea se debe, en la mayoría de ocasiones, al desarrollo posteriorde los hábitats periféricos, que han recolonizado zonas otrora desnudas dearbolado; no se trata por tanto, salvo raras excepciones, de residuos o testigosvivientes de antiguos bosques formados por árboles de grandes dimensiones.Existe, no obstante, una cierta cantidad de los llamados “árboles padre”, ejem-plares nacidos y crecidos en los montes sin intervención ni favores especialesde la actividad humana, que en muchos casos parecen corresponder a supervi-vientes de uno o varios incendios sucesivos, habiendo alcanzado tallas tan ele-vadas que resulta difícil que sean alcanzados por las llamas en fuegos posterio-res” siempre que éstos no posean excesiva intensidad (obs. pers.).

Aunque no existen censos precisos, y si excluimos los grandes árboles queforman parte de jardines urbanos públicos y privados, podemos indicar que laComunidad Valenciana posee un patrimonio no inferior a 500 ejemplares deárboles calificables como monumentales, atendiendo a los límites de enverga-duras y edades habitualmente considerados por los especialistas en estas mate-rias (v. A.E.P.J.P., 1999; Cardells & Salvador, 2000); no pocos de ellos sonespecies agrarias como olivos o algarrobos, excluidos del ámbito de esta diser-tación. En todo caso, si retrocedemos en el tiempo, la información se diluyeextraordinariamente, con la única salvedad de las excelentes descripciones bio-geográficas de los ilustrados que nacieron o vivieron en tierras valencianas, oque las visitaron como parte de su actividad profesional.

FUENTES DE ESTUDIO

La Ilustración constituyó una corriente de pensamiento cuya expresiónmás patente se desarrolló desde mediados del siglo XVIII hasta la primera mitaddel XIX. Este período se caracterizó en la Comunidad Valenciana por una rápi-da sucesión de cambios paisajísticos ligados a la degradación cualitativa ycuantitativa de la cubierta vegetal autóctona, incidiendo muy especialmente enlas especies arbóreas, que vieron desplazados sus dominios a favor de la agri-cultura que ahora llamamos marginal, habitualmente practicada en bancales ensecano (E. Laguna, 1997).

El paisaje del territorio valenciano, y en particular su riqueza forestal y lasinterrelaciones entre la sociedad de la época ilustrada y los montes, fueron des-critos por nuestros más importantes biogeógrafos de la época, entre los quedestaca con especial relieve la figura de Antonio José de Cavanilles, nacido enValencia en 1745 y fallecido en Madrid en 1804. El abad Cavanilles, de vuelta a

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España tras una dilatada estancia en Francia, en la que contactó con las másrelevantes figuras de la Ilustración y se inició en el estudio de la Botánica, reco-rre por orden de Carlos IV los montes, campos, ciudades y pueblos valencia-nos entre 1791 y 1793 –v. López Piñero & Navarro (1995), Mateu (1986,1995), Rosselló (1987)–, plasmando sus impresiones en un diario inédito; unextracto de sus numerosas anotaciones y dibujos de campo verá la luz a travésde la más conocida e inmortal de sus obras, las Observaciones sobre la Histo-ria Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia(Cavanilles, 1795-1797), editado por la Imprenta Real. Algunos años antes,hacia 1781 y 1782, Pedro de Villanueva había realizado el primer censo fores-tal de los montes valencianos, indicando el número de pies arbóreos que po-seía cada término municipal de la época (v. De la Croix, 1801; Currás, 2001;Reyna & Fernández Guijarro, 2001); no se trataba de un estudio guiado por elinterés botánico, sino de un censo detallado del arbolado valenciano, con el finde que el Estado, y en especial la Marina, pudieran acometer las cortas demadera necesarias para mantener la costosa y maltrecha flota de guerra espa-ñola (v. Aranda, 1990, 1992), así como para planificar y llevar a cabo políticasde plantación obligatoria de árboles a las que se sometía a los agricultores delas poblaciones cercanas a la costa o a los ríos que más tarde servirían paratransportar los troncos.

Poco después de las Observaciones de Cavanilles, verá la luz la memoriaLos Montes del Reyno de Valencia de Joaquín De la Croix y Vidal, premiada enJunta Pública de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valenciael 9 de diciembre de 1800, y editada en 1801 (v. De la Croix, 1801; Cardells,2001); De la Croix –o simplemente Delacroix, como lo citan algunos autores–dibuja con extrema precisión el proceso de deterioro al que habían llegado losmontes valencianos y apunta numerosas soluciones que aún hoy en día estánen muchos casos por abordar (Currás, op. cit.; Cardells, op. cit.). Por aquellamisma época iniciará también su andadura botánica uno de los más importan-tes naturalistas españoles del XIX, Simón de Rojas Clemente y Rubio, naturalde Titaguas, que dejó en varios de sus artículos y libros excelentes descripcio-nes biogeográficas del Alto Turia valenciano del primer cuarto de aquel siglo, y en especial en la inédita “Historia civil, natural y eclesiástica de Titaguas” (v. Martín Polo & Tello, 2000).

El segundo cuarto de la centuria, en medio de un marcado ambiente derepresión política y oscurantismo cultural, apenas si pueden encontrarse refe-rencias escritas que permitan seguir las pistas de la evolución de los montes,aunque algunos trabajos enciclopédicos como el Diccionario geográfico-esta-dístico-histórico de España de Pascual Madoz aportan datos sustanciales (v. Ma-doz, 1845-1850); sin embargo, los cambios del paisaje y sus consecuencias, enespecial a partir del vasto proceso deforestador que acompañó a las desamorti-zaciones de tierras del Estado y de la Iglesia, en parte propiciadas por el pro-pio Madoz, serán reflejados más tarde en dos obras cruciales, fruto de dos delos más insignes componentes de las primeras promociones de la ingeniería

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forestal en España (v. Casals, 1996): la Memoria sobre la Inundación del Júcaren 1864, presentada al Ministerio de Fomento por Miguel Bosch y Juliá, eimpresa en 1866 (v. Bosch, 1866; González Escrig, 2002), y los Resúmenes delos trabajos verificados por la Comisión de la Flora Forestal Española de MáximoLaguna, publicados en varios tomos (v. M. Laguna, 1868 y 1870; Gómez Men-doza, 1995), antecedente de la conocida obra enciclopédica Flora ForestalEspañola (v. M. Laguna & De Ávila, 1883-1890; González Escrig, 2002; Gon-zález Escrig & Fernández Ruiz, 1997).

Junto a todas las obras anteriores, debe destacarse la existencia de una lar-ga lista de aproximaciones más puntuales a la descripción geográfica y natura-lística de las tierras valencianas que pasa por nombres destacados de la épocailustrada y su prolongación durante el siglo XIX, desde Antonio Ponz hastaFrancisco Mira, u obras como el célebre Diccionario de Bergnes (1831-1834).

ESTADO DEL TERRITORIO VALENCIANO EN LA ÉPOCA ILUSTRADA

Las obras precitadas, muy especialmente la de Cavanilles y en menor escalaterritorial las de Bosch y Clemente, permiten dibujar con una buena aproxima-ción el estado de los montes valencianos por aquellos tiempos. Sometidosdurante siglos al efecto implacable de las guerras, el fuego, la roturación y elsobrepastoreo, habían gozado de un período de resurgimiento durante buenaparte del siglo XVII, debido al abandono de amplias zonas rurales como resulta-do de la expulsión de los moriscos; las cartas pueblas de repoblación favorecie-ron la colonización de gentes de territorios más norteños, provinientes de cli-mas más lluviosos, y acostumbrados por tanto al uso del fuego para generarnuevos pastizales, al pastoreo intensivo y a la extracción de la madera sin ex-cesivos riesgos de sobreexplotación o erosión en sus regiones de origen; enconsecuencia, se tendió sin duda a la aplicación de prácticas tradicionalescompatibles con los parámetros ambientales de sus zonas de origen, peroinsostenibles para los montes mediterráneos de inviernos secos como los delárea valenciana. Aragoneses, catalanes y mallorquines constituyeron el gruesode esta población, implantada de modo desigual, hasta el punto de que, comose ha transmitido hasta la actualidad, algunos territorios de las zonas interioresmás montañosas apenas si llegaron nunca a ser colonizados, permitiendo eldesarrollo de importantes masas forestales; por el contrario, el resto del territo-rio quedó sometido a prácticas incompatibles con la conservación a largo plazode la vegetación, extendiéndose por muchos de los montes valencianos la cos-tumbre de la roturación para el cultivo del cereal, a la que sucedía en pocosaños el abandono del cultivo, una vez agotados los nutrientes superficiales delsuelo (v. Cavanilles, op. cit.; Urteaga, 1984 y 1987); se alcanza así un estadoque desde Cavanilles hasta Bosch y Juliá fue sistemáticamente tachado de“lamentable”, y que de hecho venía a culminar un largo proceso ya denun-ciado con antelación por otros ilustrados a escala nacional –Bernardo Ward,

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Antonio Ponz, Mariano Lagasca, Melchor Gaspar de Jovellanos, José MaríaNieva, etc.–. En apenas un siglo, un importante porcentaje del territorio fores-tal valenciano quedó transformado en áreas abancaladas de agricultura demontaña, o deforestado hasta su reducción al estado de suelo mineral. Ladegradación de los montes alcanzó tal intensidad que la necesidad de su férreadefensa y restauración constituyó una filosofía ampliamente extendida y siste-máticamente promovida por las Sociedades Económicas de Amigos del País(v. Nieva, 1865).

La mayoría de masas forestales bien desarrolladas descritas por Cavanillesparecen conservarse en la actualidad en un estado parecido, sin merma dehaber sufrido, en muchos casos, uno o más incendios catastróficos de grandesdimensiones en los últimos dos siglos. Estas zonas coinciden en gran medidacon las de mayor número de árboles atendiendo a los censos de Pedro de Villa-nueva. Sin embargo, la comparación con los datos actuales ha demostrado undescenso de pies mayores de las principales especies de quercíneas –carrascas,quejigos, melojos y alcornoques–, al tiempo que, globalmente, se ha multiplica-do por 4 el número de pies arbóreos, siendo especialmente patente este incre-mento en las especies del género Pinus (v. C.A.M.A., 1996; Reyna & FernándezGuijarro, 1998 y 2001; Currás, 2001). Son pocos los casos en que Villanueva oCavanilles dan datos de zonas forestales más arboladas que en la actualidad–p.ej., el término de Llíria y su entorno–; a lo sumo da la impresión de que losbosques de ribera eran mucho más abundantes y continuos que los presentes,aunque en paralelo soportaban a menudo una intensa agricultura de terrazafluvial bajo la sombra de las especies arbóreas dominantes, o con mezcla deespecies introducidas idóneas para tales hábitats, como moreras y nogales (E.Laguna, 1997). Atendiendo a Cavanilles y Madoz, los conos aluviales de losgrandes ríos valencianos estaban formados por enormes bosques artificiales demoreras, algunas de grandes dimensiones, que conforme a las indicaciones deBosch cayeron en el más absoluto abandono a partir de mediados del XIX, sus-tituyéndose por los naranjales (v. Bosch, 1866); para hacerse una idea de laentidad de estos pseudobosques plantados durante siglos para proporcionaralimento al gusano de la seda, baste recordar que, conforme a los datos deBosch, el término de Carcaixent poseía 80.000 moreras, a pesar de su escasasuperficie.

Tanto en las Observaciones cavanillesianas como en los censos de Villanue-va, parece patente que el número de árboles era inferior al actual, pero que lassuperficies de terreno natural, los “montes” en sentido amplio, eran de igualo superior tamaño a la de nuestros días. Simultáneamente, los dibujos y des-cripciones de la obra de Cavanilles, y los datos de densidad extraíbles de loscensos de Villanueva, llevan a considerar que el paisaje debía tener en granparte del territorio un aspecto de dehesa o bosque abierto (E. Laguna, op. cit.),sometida sistemáticamente al pastoreo, carboneo, desrame y podas abusivas, ya la extracción de gran parte de la biomasa arbustiva; veamos así las palabrasdel ingeniero Bosch y Juliá (op. cit.): “Los montes, en rigor, no merecen este

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nombre. Raras veces los árboles constituyen verdaderos rodales. Median entreellos distancias muy grandes...”. Si bien el número de árboles era inferior alactual, también es probable que la talla media de tales ejemplares fuera algosuperior; es evidente que el mantenimiento a largo plazo de estas estructurasadehesadas o de bosque-parque da lugar a masas forestales monumentales,como ocurre hoy en día en el quejigar del Barranc dels Horts (Ares del Maes-tre), o como probablemente ocurrió para generar el impresionante alcornocaldel Valle de la Mosquera, entre Azuébar y Almedíjar; de haber evolucionadoen este sentido, nuestras masas de pino carrasco habrían alcanzado el aspectoque ahora poseen los rodales relictuales de esta especie en Sierra Mágina, en laprovincia de Jaén (obs. pers.).

LOS ÁRBOLES MONUMENTALES EN LA ÉPOCA ILUSTRADA VALENCIANA

Las prácticas ganaderas y forestales precitadas conllevaban a la larga unaselección paisajística favorable a los grandes ejemplares pero, superadas deter-minadas tallas, los pies arbóreos pasaban a ser objeto de la codicia estatal, cuyamaquinaria de guerra exigía incesantemente la corta de los mayores árboles delpaís, siempre que éstos pertenecieran a determinadas especies óptimas y nopresentaran excesivas malformaciones. En consecuencia, poco futuro restaba alos árboles rectos de tallas más elevadas, sobre todo si se encontraban en encla-ves accesibles, ya que pronto eran marcados para ser derribados y formar partede mástiles y traviesas. Así pues, el arbolado forestal valenciano de la Ilustra-ción sería menos denso que en la actualidad, aunque de pies arbóreos másvoluminosos, pero éstos raramente alcanzarían el carácter de monumentales; asu vez, los árboles que se salvaran del hacha del Estado serían más fácilmentepresa de la del agricultor.

Debe tenerse en cuenta que algunas de las especies que ahora exhibenmayor abundancia de ejemplares monumentales, como los almeces, o hastaépoca reciente los olmos, raramente alcanzaban un porte arbóreo bien desarro-llado, al ser objeto de prácticas específicas para aprovechar sus ramas. Así, lasvaras de los fresnos de flor, y sobre todo las del almez y el olmo acorchado ocampestre, sirvieron durante siglos para fabricar aperos y bastones en el Vallede Ayora y Cofrentes, Segorbe, Agres y otros enclaves del interior valenciano(v. Bosch, op. cit.; Cavanilles, op. cit.). Las ramas de los sauces proveían el mim-bre para fabricar cestas y útiles para la caza y la pesca, y la madera de ramas ytroncos de hiedra, convenientemente molida, constituía la yesca que se usabapara encender el fuego (E. Laguna, 1998). Así pues, poco podemos esperarque estas especies exhibieran en aquella época grandes ejemplares. En todocaso, los troncos de cualquier árbol de gran porte, y en especial los de las coní-feras, constituían un elemento insustituible para la construcción de edificios, alser el principal componente de vigas, artesonados y elementos exteriores de lasviviendas.

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Sin duda la mejor obra de referencia para sondear el estado de los árbolessingulares valencianos en la época ilustrada son las Observaciones de Cavani-lles, por cuanto el “abate” recorrió la inmensa mayoría de las poblaciones, uti-lizando sin duda para ello la red de vías pecuarias, que constituían en aquellaépoca los principales caminos y carreterras, y cuya estructura –que no su esta-do de conservación– se ha transferido prácticamente intacta hasta la actuali-dad. Dada su condición de religioso, sus principales informadores locales fue-ron siempre monjes, clérigos y párrocos, como el propio Cavanilles manifiestaen numerosos puntos de su obra; en consecuencia los árboles de las plazas,habitualmente situados junto a las iglesias principales, tampoco pudieron esca-par a su vista.

Cavanilles nos habla en muchas ocasiones de bosques maduros, formadospor ejemplares de respetables dimensiones, casi siempre correspondientes aespecies que hoy en día siguen siendo dominantes en los mismos enclaves; noscita así las carrascas de Vallivana y la Font Roja de Alcoi, los tilos de Vilafran-ca, los alcornoques de Espadán, o los sabinares albares de la confluencia deValencia, Cuenca y Teruel; sin embargo, no destaca ejemplares especialmentesobresalientes, y sus referencias son, en la gran mayoría de los casos, a gruposcompletos de especímenes que califica con apelativos como “grandes”, “robus-tos”, “enormes”, etc. Los únicos árboles que, en grupos o aislados, son tildadosde “monstruosos”, epíteto que podríamos considerar más próximo a nuestroconcepto de “monumental”, son casi siempre los nogales, en especial en lascomarcas interiores y formando parte, las más de las veces, de vegetaciones desotos y valles junto a las riberas, en régimen de semicultivo; habla así con admi-ración de estos ejemplares en sus descripciones de Forcall o de Castielfabib; ensu referencia introductoria al Rincón de Ademuz dice: “vense con freqüencianogales monstruosos, y no pocas veces como bosques de ellos”. Si otro adjeti-vo puede aproximarse a este concepto de árbol monumental es el de “corpu-lento”, que Cavanilles reserva a menudo para los algarrobos, además de paralos propios nogales, o más raramente para especies netamente forestales comocarrascas, quejigos, alcornoques o pinos. Bosch hará referencia a rodales dealgarrobos de grandes dimensiones en la Valldigna o en Tous, pero siempresometidos a los cuidados del cultivo agrario; de los de la Valldigna dijo Cavani-lles: “...les es tan favorable el suelo, y son tan corpulentos, que muchos danhasta 30 arrobas de fruto...”.

La mayoría de enclaves actualmente ricos en árboles singulares pasaronampliamente desapercibidos para Cavanilles; cabe preguntarse si no llegó averlos aun existiendo en tales zonas, si no les dio la importancia que hoy lesdamos o si, simplemente, muchos de esos ejemplares ahora monumentalesposeían aún un porte reducido. Parece evidente que no visitó algunas zonas,ante lo intrincado de la orografía o la falta de seguridad para el viajero; sinduda no llegó a recorrer realmente el camino de la Puebla de San Miguel alCerro Calderón, pues de haberlo hecho habría descrito no pocas especies nue-vas para la Botánica, y dedicado una o más páginas de las Observaciones a la

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descripción de tal recorrido; de ahí que sus referencias a grandes sabinas alba-res se ciñan a lo que ahora es, muy probablemente, el sabinar de Losilla deAras o sus inmediaciones, en vez de a las célebres sabinas de Sesga, o al impre-sionante grupo de las “Blancas” de la Puebla de San Miguel, que podríansuperar los 1.000 años de edad. También es cierto que no pasó por zonasactualmente valencianas y ricas en árboles singulares, pero que entonces for-maban parte de regiones colindantes, como ocurre con la Plana de Utiel-Requena. Sin embargo, Cavanilles atravesó inequívocamente muchos caminosque bien podrían promocionarse en la actualidad como rutas turísticas deárboles y arboledas singulares. Baste indicar su referencia al arbolado de lostérminos de Benasal y Culla: “hay en este distrito muchas carrascas y roures demediana corpulencia”; recordemos que la célebre carrasca de Culla está consi-derada como una de las mayores encinas españolas, si no la mayor de todas, yque en su entorno, como en el camino que une más tarde las dos poblacionescitadas, se localizan hoy en día docenas de portentosos ejemplares sobresalien-tes de carrascas y quejigos. Ni siquiera el conocido “Roure de Cavanilles” deSerra d’En Garceran, aquel del que el botánico valenciano extrajera la mues-tra que le permitió describir el Quercus valentina Cav., mereció ser menciona-do en las Observaciones; ¿quizá se trataba de un árbol de baja o mediana tallaen aquella época? Más bien, por el contrario, nos encontrábamos en el margende territorio que la Marina se reservaba para expropiar a bajo precio y cortartodo árbol que fuera de su interés (v. Aranda, 1990), actuación que merecióamplias críticas de los naturalistas e intelectuales ilustrados, incluidos los aquícitados; se trataba de una distancia variable, pero que al menos abarcaba las 25millas terrestres desde la costa, y que se extendía a las tierras interiores a travésde las riberas de los principales ríos navegables de la época (v. Aranda, 1992;Bauer, 1991). En estos perímetros, la administración estatal no sólo extraía elarbolado preexistente, sino que obligaba a los agricultores a plantar un núme-ro determinado de árboles de especies de su interés, comprándoselos más tar-de a un precio ridículo, como criticaría el propio Cavanilles en su descripciónde las tierras del norte de Castellón. Se lamentaba así el abad de que, obligadoslos agricultores a plantar nogales, y una vez que éstos alcanzaban suficienteporte para producir nueces, la Marina obligara a cortarlos y los pagara a unprecio muy inferior al del beneficio que extraerían por la venta del fruto seco.Curiosamente, la Marina parecía indultar a los nogales de grandes tallas, queacostumbran a tener troncos y ramas huecas en la zona valenciana (obs. pers.),y que como más tarde indicaría Clemente (Martín Polo & Tello, 2000), no te-nían mayor fin que servir para hacer tablones con los que fabricar las cajaspara fusiles.

Puede decirse que Cavanilles no describe prácticamente ningún árbolmonumental sobresaliente netamente forestal en su obra. Las referencias aárboles con “nombre propio”, que constituyan hitos geográficos, son escasísi-mas, como ocurre con la “Carrasca de la Legua” situada en la solana de la sie-rra del Carrascal de la Font Roja, bajando desde el Menejador hacia La Sarga.

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De hecho, el abad ni siquiera da referencias de ejemplares sobresalientes en loscascos urbanos, ermitas y monasterios; el lector de las Observaciones se sentiráintrigado ante la falta de mención al Olmo de Navajas, al de Aras de losOlmos, o a los ya desaparecidos de Sant Joan de Penyagolosa o la Mare de Déudel Llosar de Vilafranca. Cavanilles cita numerosos topónimos relacionadoscon árboles, en particular cuando habla de fuentes y ermitas, pero no destacani describe grandes especímenes que justifiquen las denominaciones. Tampococita de hecho nuestros más célebres árboles de descansadero de vía pecuaria,como el “Xop” de Bocairent o el “Abuelo” de Cortes de Arenoso, a pesar deque tal ejemplar supera a 600 años de edad. La citada Carrasca de la Legua esprobablemente un árbol de este grupo, pero Cavanilles la cita como un merohito geográfico, sin dar la menor descripción.

Sin duda, la inmensa mayoría de nuestros actuales árboles monumentales,aun siendo por aquella época ejemplares de gran talla para sus respectivasespecies, no sobresalían notablemente sobre el resto, y de haberlo hechohubieran sucumbido tempranamente al furor del hacha y la sierra. 200 añosson ciertamente suficientes para que la carrasca de Culla y la de Xixona, elpino de Onil y otros tantos y tantos árboles con nombre propio, no fueran poraquel entonces tan espectaculares; incluso muchos grandes pinos albares ynegrales ahora muertos, como el “Pi del Comú” de Vilafranca o el de la Marede Déu de la Font de Castellfort, debieron reservarse y lucir sus legendariosportes y tallas tras la entrada del siglo XX. También son muchos años para quelos árboles que verdaderamente sorprendieron a Cavanilles, aquellos nogalesde Forcall y Castielfabib, hayan desaparecido arrasados por la codicia humana,o simplemente barridos por el peso de la edad. Esperemos, pues, que la heren-cia que hemos recibido, esos centenares de árboles sobresalientes que enmuchos casos contemplaron el paso de Cavanilles, De la Croix, Clemente yotros tantos ilustrados, sobrevivan durante los próximos siglos, y quién sabe sien algunos casos hasta el próximo milenio.

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RAFAEL CEBRIÁN GIMENOEscritor y naturalista

Valencia

LOS ÁRBOLES DE LA ILUSTRACIÓNEN EL PAISAJE FORESTAL

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A NTE todo, quiero agradecer a Francisco Cardells su amable invitación aparticipar en este ciclo por él organizado, con cuyo contenido y objetivos

me siento profundamente identificado, por mi procedencia del mundo excur-sionista: soy miembro antiguo del Centro Excursionista de Valencia, entidaddecana en nuestra comunidad, con más de medio siglo de existencia. Es, preci-samente, desde esta óptica y desde la perspectiva del íntimo contacto con lanaturaleza y de la preocupación por su conservación por donde va mi interven-ción en este interesante ciclo. Una intervención desde la visión idealizada delmedio natural como espacio de desenvolvimiento excursionista y de la armóni-ca integración de los bosques y de los árboles monumentales como patrimoniobotánico y componentes estéticos del paisaje.

El excursionismo a pie permite aproximarse íntimamente a la realidad geo-gráfica, social y cultural del país y, muy directamente, a los espacios naturales,todo ello paso a paso, de manera sosegada, sin la velocidad deformadora ycompetitiva que define objetivos mayoritarios de nuestra sociedad. Esta activi-dad incorpora un conocimiento amplio del mundo de las montañas, predo-minante en el relieve del interior valenciano, desde la perspectiva de nuestracultura, de una cultura eminentemente urbana que introduce una visión respe-tuosa y enriquecedora del paisaje.

Mi intervención y el contenido de estas reflexiones no proceden del cono-cimiento académico de la materia. No soy experto en botánica, sino un obser-vador, lo más atento posible, de la naturaleza. No estoy capacitado para haceruna valoración, en esta disciplina, de la singularidad de muchos árboles y delos bosques, solamente deseo expresar los sentimientos y sensaciones de cara ala naturaleza, la preocupación por su conservación, por las razones íntimas yestéticas antedichas y por las consecuencias ambientales de deterioro ecológicoque se derivan de su mal uso, sobreexplotación o destrucción irreversible.

El excursionismo, entendido de esta forma, tiene sus raíces en la revolucióncultural, del pensamiento y de la nueva dimensión del hombre que propició laIlustración. Y la investigación científica ilustrada que iba desvelando los secre-tos de la Naturaleza y primando la razón sobre el ocultismo y las interpreta-

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ciones esotéricas, más o menos interesadas, de los fenómenos naturales. Elmovimiento renovador de la Ilustración prefigura la visión idealizada y desinte-resada de la Naturaleza que se afirma en el Romanticismo. Este innovador cam-bio conceptual en la relación del hombre con el medio, da contenido al ideariodel excursionismo, del alpinismo, de la aventura geográfica y del interés por elpasado histórico y las tradiciones, junto a otros destacados movimientos cultu-rales acuñados en el siglo XIX que aportan la puesta en valor del medio natural,como bien cultural y patrimonial, perteneciente al colectivo social, comoherencia a conservar y trasmitir a nuestros descendientes.

Por todo ello quiero recordar el interesante ciclo celebrado recientementepor la Real Sociedad, en este mismo lugar, sobre la Ilustración Europea y, almismo tiempo, situar, dentro del contexto intelectual de Las Luces, a nuestroCavanilles como botánico de la Ilustración. Sin intentar, ni mucho menos, enaras de la obligada brevedad de esta mesa redonda, tratar en profundidad tanimportante figura; únicamente quiero apuntar, a trazos rápidos, lo que su obray su ejemplo significan para nuestro excursionismo.

La lección recibida de nuestro ilustre botánico y viajero es la de una Geo-grafía vivida por el maestro, sobre la realidad constatada paso a paso ante sumirada atenta. Un párrafo de introducción a las Observaciones expresa lahonestidad de este propósito que, de forma tan certera, cumplió como cronistay observador del país que exploraba. Cito textualmente: Hablaré de lo que hevisto...; y prosigue: pero quedará aun mucho que añadirán otros más instruidos,contentándome con haber tirado las primeras líneas del quadro.

Sus escritos reflejan las emociones del naturalista con un estilo líricamentesencillo y sensible que expresa su admiración por las manifestaciones de lanaturaleza, y sus observaciones sobre la relación de los seres vivos con el medioen que se desarrollaban, le acreditan como un verdadero precursor de la Eco-logía.

Todas estas razones, no las únicas, han hecho de Cavanilles el santo laico yel origen conceptual de nuestro excursionismo, un excursionismo comprome-tido con la defensa del patrimonio natural y humano, en una permanente refe-rencia y evocación del maestro geógrafo, botánico e incansable viajero querecorrió la totalidad de las tierras del Antiguo Reino de Valencia, cuyo legadoha quedado inmortalizado como Las Observaciones.

Retomando el tema central de los árboles: nuestros bosques, en su mayorextensión, son de hoja perenne, como adaptación a un clima nada benévolo ensus dones, de lluvias escasas y desiguales en sus precipitaciones, acompañadasde largos períodos de sequía. Pero esta monotonía cromática no es totaliza-dora, y así tenemos representadas muchas especies forestales, aun de formaresidual, de transición o pertenecientes al clima húmedo. Como testigos delbosque secular, sobreviven en nuestras montañas árboles monumentales, sin-gulares por su longevidad y de grandes valores botánicos y paisajísticos. Vamosa ver algunos de estos ejemplares a través de las siguientes diapositivas.

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PROYECCIÓN DE DIAPOSITIVAS COMENTADAS

Roble de Cavanilles, en Serra d’en Garceran, protegido por unas vallas coloca-das por iniciativa del Colegio de Farmacéuticos de Castellón. Se suponeque sirvió a Cavanilles para su estudio e identificación como especie valen-ciana.

Robles del Mas de la Roca. Morella. Magníficos ejemplares bien conservados.Sabinas: La sabina de Alcotillas. Sabinas de la sierra de El Toro. Sabinas rastre-

ras y paisaje continental de las sierras de El Toro. Sabinas milenarias –Tra-vinas de La Yesa–, ejemplares de propiedad privada.

El Roure Gran, término de Ares del Maestre. Características. Otras diapositi-vas de diversos ejemplares de la zona, algunos caídos, en torno al Mas delsHorts, demostración de la existencia de un bosque anterior del cual el Rou-re Gran no era un ejemplar aislado.

Carrasca de Culla: sus características monumentales; belleza del laberinto ycorpulencia de la enramada. Propiedad privada.

Alcornoques de Espadán, barranco de Cabrera (Alfondeguilla) y del Hembraren Chóvar.

Pino Pablo. Ejemplar de Pino Negro en Los Serranos. Pino silvestre en los altos de El Calderón.Arces del Maestrat.Choperas de Salvassoria.La Fagera del Retaule. Faig Pare y Pi Gros en La Tinença de Benifassà, uno de

los hayedos más meridionales de Europa.

Muchos de los árboles monumentales tienen nombre propio, denominacio-nes populares que, en algunos casos, han pasado a ser topónimos, prueba de sulongevidad y la significación que han tenido en el paisaje como necesaria refe-rencia en la relación del hombre y el territorio.

En las imágenes que he pasado no están, ni mucho menos, todos los árbo-les singulares de los bosques valencianos merecedores de tal significación, nitampoco todas las especies y subespecies con las que contamos. Tendríamosque incorporar: enebros, madroños, acebos, bojes... También deberíamos añadirlos árboles de las plazas de los pueblos, generalmente olmos centenarios,muchos de ellos en trance de desaparición por la grafiosis. Igualmente losárboles de los santuarios, los cipreses jalonando los calvarios; los de las eras, lasque sombreaban el descanso del duro trabajo de la trilla; los de las vías pecua-rias. Los árboles de cultivo, algunos excepcionales por su longevidad. Recordarel sagrado olivo: hay varios ejemplares milenarios en nuestros campos. Losárboles que formaban parte de la economía doméstica cuyas ramas se aprove-chaban para construir herramientas: el tejo, el almez, el chopo... Unir su presen-cia asociada a la del hombre, inseparable desde el descubrimiento del fuego enlas sociedades primitivas hasta nuestros días.

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Los árboles no forman parte tan fundamental de nuestras tradiciones esoté-ricas al modo que lo han sido para los vascos, poseedores de una rica mitologíaasociada a los bosques y a los árboles seculares, integrados en las creencias delas sociedades primitivas sostenidas por la tradición oral. La memoria de lasacralización de muchos árboles en las culturas clásicas mediterráneas ha sidoborrada por la acumulación cultural y la religión.

En esta breve proyección está el intento de traer algunos gigantes, ances-tros del bosque que nos trasladan en el tiempo, incluso más allá de la propiaIlustración. También está la intención de destacar su singularidad patrimonial,por encima de sus excepcionales dimensiones, como supervivientes de los,otrora, bosques seculares y de gran porte que la desmedida explotación hadegradado. Testimonios históricos en muchas ocasiones, de bosques extingui-dos por talas exhaustivas, sin reforestación que garantizara su supervivencia yque nos muestra cuál era el paisaje forestal destruido por una explotación nadasostenible.

Todos estos árboles conforman un corpus patrimonial, por su belleza y porsu intervención en los procesos ecológicos. Constituyen motivos de interésbotánico, cumplen una función educativa, como símbolos de concienciaciónsobre el deseable desarrollo sostenible. De interés excursionista, han sido moti-vo en nuestra sociedad, el Centro Excursionista, de visitas específicas y deciclos dedicados a los bosques. Son, igualmente, interesantes recursos para lapropuesta de un turismo cultural. Suponen, en suma, un legado de gran mag-nitud que debemos conservar y transmitir a nuestros descendientes; una llama-da para un compromiso moral de preservación de estas reliquias forestales queimpliquen a la sociedad civil y a las instituciones. Los cambios culturales denuestra sociedad, más sensible a la conservación de los espacios naturales y asu incorporación patrimonial, han inducido a la consideración de nuestrosbosques más por su función ecológica que como elementos meramente made-rables.

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FRANCISCO GALIANA GALÁN Doctor Ingeniero de Montes

Universidad Politécnica, Valencia

LA ILUSTRACIÓNY LA CONSERVACIÓN DE LOS

MONTES VALENCIANOS

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INTRODUCCIÓN

Q UISIERA al comienzo de la disertación no pasar por alto mi especial agra-decimiento a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valen-

cia por la invitación a la participación en esta mesa redonda sobre “Los árbolesde la Ilustración en el paisaje forestal”, así como mi consideración hacia loscontertulios y moderador, quienes representan bien aquel espíritu ilustradoque distingue tan favorablemente dicha época del pensamiento.

El afán de conocimiento y de la transformación de una realidad acantonadaen su tiempo por un largo periodo fundamentado en la tradición y la religión,distingue la actitud emprendedora de los ilustrados, que ha marcado notable-mente la senda del proceder humano hasta la sociedad tecnológica actual.

Una vez más, con riesgo de caer en el tópico, se debe pensar en la impor-tancia de la conservación de nuestros montes y por tanto de la vigencia y opor-tunidad de este ciclo acerca de los montes valencianos. Son entes vivos quenecesitan de la consideración y cuidado constante de la sociedad que no siem-pre los valora en su justa medida, por cuanto no se llega a la apreciación de susvalores intangibles o externalidades ambientales. Ésta es de las peores amena-zas ambientales en las que se puede caer, por la que se obvia los riesgos natura-les hasta que se convierten en catástrofes.

El objetivo aquí es, por tanto, la aportación de algunos comentarios, sinánimo de ser exhaustivo, sobre la importancia del movimiento de las ideas ilus-tradas en el conocimiento de la naturaleza y en consecuencia hacia su conser-vación, y cómo pienso que impregnó el origen de la gestión forestal cuyos pri-meros movimientos pusieron un contrapunto a una tendencia del uso ydisfrute sin límites de los recursos forestales españoles. Uno de sus hitos llegahasta nosotros como figura sintética de conservación y que configura el Catálo-go de Montes de Utilidad Pública, cuyo reciente bicentenario no deberíapasarse por alto.

Se trae a la memoria algunas pinceladas en pro de los montes valencianos yespañoles reseñando algunos de los aspectos más positivos fruto del pensa-

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miento ilustrado que ha llevado más allá de lo cotidiano el desarrollo del país.La situación paupérrima del país ha llevado frecuentemente en nuestra historiaal uso de sus recursos forestales no más que como un capital que debía amorti-zarse para financiar su funcionamiento y las diversas políticas del estado.

LA PROBLEMÁTICA DEL PAISAJE FORESTAL DE LOS SIGLOS XVIII Y XIX

La idea imprescindible de la gestión del monte ha sido la de constituir unafuente de recursos renovables y que éstos han jugado un papel más o menosestratégico en el desarrollo de la economía del país. Sin embargo, el manteni-miento de su ciclo vital y de la garantía de la renovación de los productos noha sido el punto fuerte de dicha gestión. El desarrollo poblacional de la épocailustrada precisó de una fuerte demanda de materias primas forestales confinalidad energética y para la construcción en la vivienda y la construcciónnaval, mucho más dinámica en dicho periodo. Esto no trajo más que un incre-mento de presión en los montes ya supeditados a la expansión secular de laagricultura y ganadería que arrebataba las mejores tierras. Por tanto, los mon-tes se enfrentan a una cierta capacidad de transformación y la necesidad deuna pérdida de su espacio por el cambio de los usos.

La legislación en materia de protección de los bosques no había sido muysignificativa y en todo caso muy parcial hasta el momento. La situación domi-nante era la legislación de ordenanzas de la Marina que aplicaban en susdemarcaciones. 1 Eran muy poco populares por el carácter punitivo y limitadorde los usos del monte por parte de las comunidades, pueblos y particulares yfueron denunciadas por los ilustrados por basarse en principios poco raciona-les (Casal Costa, 1996). Si bien la Marina emprendió iniciativas legales parael fomento de la repoblación de los bosques, éstas no tuvieron gran trascen-dencia. 2

Sin embargo, las ideas liberales supusieron también un fuerte contraste enla función y organización del estado. La función pública carecía de iniciativa yno podría fundamentar un verdadero cambio económico. Las ideas liberalesinglesas importadas sobre que el estado y cualquier entidad política no son losmás aptos para la gestión de una empresa económica, se trasladó en contra dela gestión forestal pública (Bauer, 1980).

La riqueza forestal nacional sufre en consecuencia una política desamorti-zadora que afectó directamente a la propiedad forestal del clero y de las enti-dades públicas, mediante ventas a particulares, con el supuesto fin de la mejora

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1 Ordenanzas para la conservación y aumento de los montes de la Marina de 1748. Tenían efectosobre los montes de jurisdicción de la Marina y estaban ejecutadas por un cuerpo especial de fun-cionarios.

2 Real ordenanza para el aumento y conservación de los montes y plantíos de 1748 y las Ordenan-zas para los montes de la Marina (1803) de carácter liberalizador, pero que no llegó a aplicarse.

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económica del terreno transformando al cultivo agrícola y al pastoreo. Lasprincipales consecuencias forestales se concretaron en una abusiva tala de losvuelos y por tanto una aceleración de los procesos de la destrucción de los bos-ques, al no poder mantener los principios de la sostenibilidad y de la persisten-cia; pérdidas económicas efectivas y potenciales, al carecer de reservas foresta-les, y una aceleración de desequilibrios ambientales, lo que acabó acarreandolos fenómenos de las erosiones e inundaciones.

INFLUENCIAS DE LAS IDEAS ILUSTRADAS EN LA HISTORIA FORESTAL

La Ilustración trajo por sí misma un cambio de actitud en el desarrollo delconocimiento y de las ciencias naturales, también respecto del medio ambientey su manejo, con la concertación de numerosos estudios y expediciones cientí-ficas y de carácter económico-social que han permitido tener una buena infor-mación de su tiempo. El mundo forestal no fue ajeno y se nutrió de la informa-ción de los naturalistas cuyas obras son un verdadero testimonio de la vida ydel estado natural.

A la vista de estas aportaciones en lo forestal se debería mencionar almenos las realizadas por Antonio Ponz. Eclesiástico, pintor y naturalista, queescribe la obra Viaje de España donde a lo largo de sus 18 tomos trata del arte,naturaleza y del paisaje y es de destacar las descripciones de bosques y las pro-puestas de su mantenimiento y conservación con medidas selvícolas. No menosimportante es la contribución del naturalista Antonio José Cavanilles, tambiéneclesiástico valenciano y célebre botánico. Su obra más conocida es Observa-ciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del rei-no de Valencia, tan enriquecedora del conocimiento de los montes valencianos.

El testimonio de los naturalistas ilustrados trajo consigo una verdadera crí-tica a la legislación en materia de montes y en concreto a las ordenanzas de laMarina dada su ineficacia para la conservación y mejora de los vuelos. Cavani-lles (1795; Mateu Bellés, 1995) refleja en su obra la problemática residual de lapolítica del ministerio de la Marina y que experimentó frecuentemente en susviajes. Pero este criterio se afianzó en quienes propusieron y llevaron a cabo lapolítica de desamortización de los montes españoles. 3 La crítica ilustrada a lasordenanzas quería señalar el obstáculo legal que representaban para la universa-lización de la propiedad privada y como elemento desincentivador de la producti-vidad agraria y en segundo lugar mostrar su ineficacia para garantizar la consecu-ción de su objetivo proclamado de “mayor aumento y conservación de los montes”(Casal Costa, 1996).

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3 El propio Gaspar Melchor de Jovellanos (1795) presenta una fuerte crítica, en el Informesobre la Ley Agraria en la Sociedad Económica de Amigos del País, hacia las ordenanzas de montesde la Marina.

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Uno de los aspectos más relevantes de la Ilustración es la promoción delsaber y la divulgación en general mediante las Sociedades Económicas de Ami-gos del País. Estas sociedades económicas nacieron para promover la agricultu-ra, el estudio de las ciencias naturales, la economía, el comercio y el arte. Suorigen fue centroeuropeo a mediados del siglo XVIII y se extendieron inmedia-tamente a España. El fomento del conocimiento de los aspectos forestales fueentre otras una de las principales tareas que se propusieron los Amigos delPaís, mediante la promoción de publicaciones, premios y conferencias.

En 1800 la Asociación Económica de Amigos de Valencia premió la memo-ria de uno de sus miembros, Joaquín De La Croix y Vidal (1981), titulada Losmontes del Reyno de Valencia; clase, calidad, uso y abundancia o escasez de susmaderas; ríos y carreteras que facilitan su extracción; causas de la decadencia delos bosques de este Reyno, medios de evitarla y de asegurar su permanencia.Entre sus conclusiones no sólo se lamenta del mal estado de los montes osubraya la importancia del bosque para el clima y la protección del medioambiente, sino que propone varios medios para fomentar la selvicultura.

De la Croix planteaba la necesidad de una gestión forestal en todas susacepciones. La necesidad de una administración forestal cuando expresa laesperanza de que en Valencia se pudiese establecer la primera Inspección deMontes en España, “capaz de producir los mejores efectos con relación al Estadoy a la felicidad de sus naturales” y las bases para la conservación de los montesen España que resume en la concurrencia de dos requisitos indispensables(Bauer, 1980): una sistemática investigación, racional organización y técnica acargo de personal especializado en ciencia forestal; y que los ciudadanos supieranque los bosques son necesarios para el bien común y que, por tanto, deben cuidar-los y explotarlos subordinando su propio interés al más alto y primordial de lanación, llegando a formar una verdadera conciencia forestal nacional.

El desarrollo de la ciencia forestal tuvo su inicio entre los jardineros a tra-vés de la arboricultura aplicada a jardines y en los jardines botánicos. Una delas aportaciones del periodo ilustrado fue la de pasar de la simple arboriculturaa la más elaborada selvicultura, donde la fundamentación botánica y la experi-mentación ya desempeñaban un papel destacado (Casal Costa, 1996). Los jar-dineros mayores 4 relacionados con los estudios agronómicos con finalidadesprácticas marcaron una sensibilidad, ya generalizada entre los ilustrados, enfavor de la necesidad de la conservación de los montes, ya sobreexplotados, yde la intervención pública en la gestión forestal.

El pilar básico para la formalización de una ciencia y tecnología forestal yen favor de un cambio de rumbo en la defensa de los montes fue la fundaciónde la Escuela Especial de Ingenieros de Montes en Villaviciosa de Odón

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4 Los jardineros mayores del Jardín botánico de Madrid como Claudio Boutelou (1799) oAntonio Sandalio de Arias (1814), profesores de agricultura que introdujeron las primeras ense-ñanzas en relación con la arboricultura y selvicultura, influenciados por autores franceses a quieneshabían llegado los principios de la Dasonomía o ciencia de los montes desde Alemania.

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(Madrid) en 1847. La Dasonomía, ciencia de los montes, había sido establecidaa principios del XIX por Jorge Luis Hartig y Enrique Cotta, 5 quienes estable-cieron los fundamentos de su cuerpo teórico y conceptual, independizándolade las ciencias agronómicas. En 1835 se había planteado por primera vez lacreación de una escuela forestal que se pretendió identificar como de ingenie-ros de bosques. Después de una estancia en la escuela Tharandt que dirigíaCotta, donde se formaron algunos de los primeros profesores, fue fundada porD. Agustín Pascual González, quien ejerció de profesor de selvicultura durantemuchos años, y por D. Bernardo de la Torre Rojas que la dirigiría en primertérmino (García-Escudero y Fernández de Urrutia, 1948).

En el mismo sentido y en pro del establecimiento de la actividad de la ges-tión forestal, es de trascendental relevancia la creación del Cuerpo de Ingenie-ros de Montes en 1854. Hay que destacar en este foro de Valencia de Amigosdel País, a Juan Navarro Reverter (nacido en Valencia en 1844) que desempe-ñó una gran actividad económica y política, llegando a ser ministro de Hacien-da, presidente del Consejo de Estado y Embajador en el Vaticano. Este inge-niero de montes terminó la carrera en la Escuela de Villaviciosa de Odón en1866 (14ª promoción) y fue nombrado profesor de la misma, desempeñandolas cátedras de Mecánica, Química y Geodesia.

Respecto a la conservación de los montes, la culminación de la EscuelaSuperior y el Cuerpo de Ingenieros de Montes fueron un contrapunto en lapolítica general desamortizadora de la segunda mitad del siglo XIX. Por unReal Decreto de 22 de enero de 1862 se encomendó al Cuerpo de Ingenierosde Montes la confección, por provincias, de un Catálogo de los Montes Públi-cos exceptuados de la desamortización. El catálogo y sus implicaciones legalesfueron configurándose con un largo camino de reveses y avances de la políticade desamortización de los montes españoles en los que los principales actoresfueron los ministerios de Fomento y de Hacienda. Finalmente, se sobrepusolos intereses conservacionistas del patrimonio forestal al constituirse despuésde varias revisiones el definitivo catálogo según el Real Decreto de 1 de febrerode 1901, en el que se consolidó una cabida de los montes que abarcaba casi 5millones de hectáreas. Este Catálogo de Montes de Utilidad Pública que seexceptuaban de la enajenación, tiene un fuerte significado al ser un primer yprincipal instrumento de conservación de los montes y de las masas forestales,que históricamente ha sido la mejor protección del territorio hecha nunca enEspaña (Mangas, 2001; Reyna & Fernández Guijarro, 2001).

La inercia ilustrada hacia una verdadera concienciación de la protección delos montes no sólo ocupó los ambientes técnicos y científicos sino que intentóque calara en toda la sociedad con el afán de sensibilizar a las jóvenes genera-ciones. Una de sus principales expresiones fue la fiesta del árbol, cuya finalidad

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5 Enrique Cotta es considerado el padre de la Dasonomía. Dirigió la Escuela Alemana de Tha-randt en la que se formaron los primeros profesores de la Ingeniería de Montes, entre ellos D. Agustín Pascual, introductor de la ciencia de los montes en España.

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principal era pedagógica y la inculcación de afición por la conservación de losbosques. Surge en Barcelona a instancias de Rafael Puig y Valls (1898) a imita-ción de alguna fiesta del árbol estadounidense con el objeto de inspirar a lasnuevas generaciones respeto y amor por el árbol. Se efectuó mediante activida-des educativas en las escuelas que premiaban la redacción de las mejores carti-llas forestales con finalidad pedagógica y también se instaba a los maestros a lacelebración anual de la Fiesta del árbol. En pocos años este tipo de fiestas seextendieron por España y en 1911 se constituye en Madrid la Sociedad Espa-ñola de Amigos del Árbol, cuyo principal animador y cofundador fue el fores-tal Ricardo Codorniu y Stárico. Se ha remarcado el significado del proyectopedagógico en cuanto a experiencia avanzada, probablemente la primera, deeducación ambiental (Casal Costa, 1996).

SITUACIÓN ACTUAL DEL PAISAJE FORESTAL EN LOS MONTES VALENCIANOS

La influencia histórica de las ideas ilustradas y las consecuencias comenta-das en este contexto y ámbito forestal, tienen trascendencia respecto de lasituación ambiental actual.

En primer lugar, recientes comparaciones de las existencias forestalesactuales 6 de los montes valencianos respecto a la situación descrita por Joa-quín De La Croix y Vidal (1801) en el siglo XVIII señalan una composición dela cubierta arbórea no muy distinta e incluso menos extensa que las existenciasde los montes valencianos actuales (Reyna & Fernández Guijarro, 1998). Estosautores estiman que el número de árboles se ha doblado en los dos últimossiglos, fundamentalmente por el aumento de las superficies arboladas. Tampo-co la composición de las especies ha variado de forma importante, existiendoen ambos inventarios un fuerte predominio del pino carrasco sobre el resto delas especies. Esta especie y el alcornoque, en las zonas silíceas, han incrementa-do notablemente su presencia en la práctica totalidad de su superficie estudia-da. Sin embargo, el pino rodeno y la encina han sido las especies con mayorreducción en número de pies, si bien esta última mantiene una expansión enlas últimas décadas.

La comparación del Catálogo de Montes de Utilidad Pública y sus poste-riores revisiones para el caso de la provincia de Valencia concluye el importan-te avance del pino carrasco en detrimento de las otras especies de pinos muchomás higrófilas y nemorales. Hemos de destacar que al menos en esta provincia noha habido un cambio significativo de su cubierta vegetal en los últimos 150 años,ésta se ha incrementado al restar extensión al matorral (Gordo y Gil, 1990).

En segundo lugar, en la Comunidad Valenciana se ha de entender una eta-

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6 Establecidas por el 2º Inventario Forestal Nacional de los Montes Valencianos (MAPA,1995) en las mismas demarcaciones en las que ejercía el dominio la Marina, las gobernaciones deValencia, Alcira, Castellón y Peñíscola.

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pa semejante a la de la fundación de la Primera Escuela de Ingenieros de Mon-tes y la institución de su Cuerpo Profesional. En los veinte últimos años, elmarco autonómico ha permitido una expansión de las escuelas de IngenieríaTécnica Forestal y de Montes, y estos estudios han sido ya implantados recien-temente.

La Comunidad Valenciana cuenta actualmente con ambas titulaciones aúnen fase de adaptación. En el curso 1993-94 se implanta en la Escuela Politécni-ca Superior de Gandía la titulación de Ingeniero Técnico Forestal, especiali-dad en Explotaciones Forestales, 7 que incluye una estructura de tres intensifi-caciones, Recursos Forestales, y otras dos con un marcado carácter medioam-biental, Estructura y Dinámica de Ecosistemas y Técnicas Medioambientales. Enla actualidad se imparte también el tercer curso de la titulación de Ingenierode Montes 8 (en la E.T.S. de Ingenieros Agrónomos) que pretende desarrollarinicialmente dos especialidades o intensificaciones: la de Ingeniería del MedioNatural y la de Gestión del Medio Natural. Una tercera posibilidad sobre laindustria de la transformación de la madera y mueble ha quedado un tanto con-gelada, por el momento.

La situación y la presión social sobre los montes son hoy muy distintas delas amenazas desamortizadoras de antaño. La actitud hacia el monte y en con-creto hacia el bosque ha cambiado con los últimos tiempos, pero la amenazade la pérdida de la masa forestal sigue persistiendo en el momento actual, aun-que por causas distintas. El monte sigue acotado por las conversiones agrícolasexpansivas que si bien puntual, va sumando lentamente una transformacióndel entorno físico del monte; las amenazas de los grandes incendios e inunda-ciones que acapara gran parte de la política ambiental, o bien un desaforadocambio de usos por la demanda actual de vivienda que ha ahogado algunos delos ambientes forestales ya de por sí muy limitados, como el litoral de la Comu-nidad. La franja litoral está sometida a una conurbación espacial marcada porlas segundas residencias donde tan sólo cabe la protección de espacios de valorecológico alto, pero que en su resultado ha supuesto una constante pérdida delas masas arboladas.

La situación no es alarmante si nos atenemos a las comparaciones vistasrespecto al informe de De La Croix, sin embargo no era tampoco una situaciónde excelencia la descrita por su informe. Se espera que el afán emprendedor yel espíritu conservacionista que caracterizó al pensamiento ilustrado, que llevóa una política de defensa del monte presente en el comienzo de la escuela y delos primeros ingenieros forestales españoles, se impregne también en las futu-ras generaciones de ingenieros forestales valencianos. Las ideas y actitudes ilus-

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7 La Universidad Politécnica de Valencia estableció el Plan de Estudios de Ingeniero TécnicoForestal, que se publicó en el BOE de 2 de marzo de 1995.

8 El plan de estudios fue aprobado por la Resolución de 6 de octubre de 1999 (BOE de 26 deoctubre).

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tradas respecto al estudio y el entendimiento de los ecosistemas forestales y lapreservación de los recursos deben ser emuladas.

La imagen de los árboles centenarios llegados a nuestros días a través de lasdescripciones de naturalistas valencianos y que hoy reconocemos, muestra unaesperanza de preservación de los valores culturales de los arbolados de nues-tros montes. Se debe reivindicar el carácter protector y conservacionista de latarea realizada en los montes gracias a la cual han llegado a nosotros en unbuen grado de conservación. La protección del paisaje forestal ha estado vin-culada a la conservación de los montes, con sus actividades y usos tradicionalescompatibles con la persistencia del bosque, que ha supuesto la verdaderadimensión de su desarrollo sostenido.

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