los 50 libros que todo peruano debe leer

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    Pontificia Unversidad Catlica del Per

    ILUSTRACION PERUANA

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    n pas es, en buena cuenta, su conciencia reflexiva. Lo que unpas es y puede ser se define por el carcter crtico de las

    preguntas que se han hecho a lo largo de la historia. Encelebracin de los cincuenta aos de CARETAS, Agenda PER ha

    querido recorrer ese camino pautado que los peruanos hemosdelineado a travs de dcadas de preguntarnos qu, por qu y,

    sobre todo, para qu. Siempre que nos preguntamos por nuestraidentidad y nuestro destino, una multitud de voces nos interpela, nos

    reclama y nos obliga. Conocer qu somos es la clave de nuestrasrespuestas.

    El meditar sobre el Per republicano tiene una larga tradicin.Hombres y mujeres han participado en esta inquietud como nuestroscoetneos, nuestros antecesores y nuestros maestros. Ese dilogo no es posible lo ha

    recordado Manuel Burga en un clima de crtica acrrima o de alabanza desmedida.No podemos seguir el trnsito hacia nuestro futuro sin participar en l. Conocer nuestrahistoria es, pues, un deber cvico, una obligacin moral con los intereses de nuestrapatria y la herencia de pas para nuestros hijos. CARETAS y Agenda PER han queridoreunir las voces de meditacin sobre nosotros en un compendio de sus palabras msfuertes y ms sabias. Y, aunque se ha preferido escoger sobre todo autores nacionales,la densidad del trabajo intelectual y su alcance internacional nos ha sugerido tambinincluir algunos autores extranjeros.

    La tarea que nos hemos impuesto es extremadamente difcil. La cantidad deautores, la diversidad de ngulos y las diferentes posiciones complican la seleccin.Sabemos que hemos dejado de considerar autores, textos y posiciones importantes. Esimposible hacer una seleccin justa y completa. Hemos puesto el nfasis en autorescontemporneos tratando, eso s, de escoger un material representativo de losdiferentes puntos de vista evitando en lo posible nuestras preferencias personales. Loscincuenta aos de CARETAS se inscribieron dentro de este esfuerzo de concienciareflexiva del Per. Celebrar su aniversario de ese modo fu tambin un homenajea sus desvelos.

    Cincuenta y dos ReflexionesSobre el Per

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    Nota preliminar

    a idea de preparar una seleccin de textos que todo peruano debera conocersurgi desde el inicio de los trabajos de Agenda PER en 1993. Las primerasconsultas que realizamos en diversas partes del pas, muchas de ellas con jve-nes y estudiantes, nos hicieron notar que exista una falta de informacin sobre

    las contribuciones de intelectuales para comprender mejor al Per. La crisis de laindustria editorial, lo precario de las bibliotecas y el alto costo de los libros han pues-

    to fuera del alcance de la gran mayora de peruanos los textos necesarios para enten-der de dnde venimos, interpretar lo que nos pasa y saber hacia dnde vamos.

    La idea inicial fue seleccionar ensayos, libros y artculos sobre la realidadnacional y publicar una serie de libros de bajo costo. Tenamos presente el gran

    esfuerzo desplegado hace casi medio siglo a travs de las ediciones populares de JuanMeja Baca, el primero en este esfuerzo y seguido ms tarde por los populibros de la Munici-palidad de Lima con los cuales nuestra generacin tuvo acceso a muchos autores nacionales.Pronto vimos que una empresa de esta naturaleza rebasaba los propsitos de Agenda PER ydecidimos explorar otras opciones. As, llegamos a la conclusin de que un conjunto de extrac-tos, publicados en un solo volumen como suplemento periodstico, sera la mejor manera de

    Francisco Sagasti, Max Hernndez y Cristbal Aljovn, en su agotadora tareade seleccionar los libros que, acaso ms profundamente, han tocado el temaPer en sus ms diversas etapas.

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    Un proyecto conjunto deAgenda PER y CARETAS

    Francisco Sagasti / Max HernndezDirectores de Agenda PER

    familiarizar a los lectores con las ideas que consideramos necesarias para entender al Per deprincipios del siglo XXI.

    Desde el primer momento, decidimos limitar la seleccin excluyendo autores de obras li-terarias. An as, escoger los textos ha sido una ardua tarea. La primera tentacin fue seleccio-nar a los autores que conocamos bien, bajo el narcisista supuesto de que todos deberan leerlo que he ledo yo. Descartamos esto inmediatamente y decidimos realizar un trabajo ms sis-

    temtico. La colaboracin de Augusto Alvarez Rodrich y Pilar Dvila, de APOYO Comunica-ciones, nos permiti realizar una encuesta entre los lectores de la revista DEBATE, que amplila lista de autores a ms de doscientos y complic an ms la seleccin. Adems, esta encues-ta nos hizo ver que en algunos casos era necesario partir de un tema para luego elegir auto-res, en vez de centrar el proceso de seleccin slo en ellos.

    La incorporacin de Cristbal Aljovn al equipo de trabajo de Agenda PER y la colabo-racin de Jorge Chvez Granadino dieron un gran impulso a este proyecto. La seleccin de au-tores y textos se hizo ms rigurosa, y las discusiones sobre a quin incluir o excluir se hicieronms difciles, sobre todo porque decidimos limitar el nmero de autores a unas pocas decenas.

    El apoyo de la Fundacin Internacional para los Sistemas Electorales (IFES) a travs de su re-presentante en el Per, Mariela Lpez, nos permiti asegurar que esta seleccin de textos sal-dra publicada.

    Lo que era una idea de alcance limitado se convirti en un proyecto viable y de granamplitud gracias al inters y el compromiso de Enrique Zileri, director de CARETAS. Deci-dimos unir esfuerzos y publicar la seleccin limitndola a 50 autores para celebrar los 50aos de la revista.

    Por ms rigurosa y sistemtica que haya sido la seleccin, toda lista refleja, en ltima ins-tancia, las preferencias e idiosincrasias de los compiladores. Por esta razn, como todos los tra-

    bajos de Agenda PER, esta seleccin debe ser vista como un pretexto en el doble sentidode la palabra. Un pretexto para conversar, discutir y debatir sobre quines deben estar o noen la lista de autores que todos los peruanos deberamos conocer y es tambin un pretexto, enel sentido que esperamos se revise continuamente y que cada lector modifique la lista de acuer-do a su criterio. Esperamos que este pretexto cumpla su doble propsito.

    Lima, octubre del 2000

    Agradecemos los comentarios,crticas y sugerencias de muchas

    personas que han tomado enserio la idea de que esta

    seleccin que publica CARETASes un pretexto. Entre lascrticas mas acertadas est

    aquella que nos hizo notar laausencia de mujeres entre

    los autores cuyos textos fueron

    seleccionados.Los dos textos adicionales de

    Flora Tristn y de MercedesCabello de Carbonera pretendensubsanar, en alguna medida, el

    sesgo en los cincuentatextos iniciales.

    Lima, febrero del 2002

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    Captulo I:EL PER ACTUAL Y EL MUNDO PREHISPNICO .................................... 11Los dioses de Chavn, Luis Lumbreras ................................................... 13El Tawantinsuyu, los Andes y su historia, Franklin Pease ........................... 17Formaciones econmicas y polticas del mundo andino,John Murra .......... 21Historia del Tahuantinsuyu,Mara Rostworowski de Diez Canseco.................. 25

    Captulo II:

    EL LEGADO COLONIAL: LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO ..................... 31Explicaciones sobre la cada del Imperio Inca, Waldemar Espinoza Soriano ... 33El nombre del Per, Ral Porras Barrenechea ........................................... 37La desestructuracin del mundo andino, Nathan Wachtel ........................ 40Vida intelectual del virreinato del Per, Felipe Barreda Laos ....................... 45La herencia colonial,Julio Cotler.......................................................... 48Virrey, corte y asedio criollo, Hugo Neira.............................................. 51

    Captulo III:QU ES LA REPBLICA?................................................................... 55Para qu se fund la Repblica?,Jorge Basadre ..................................... 57

    Un pas monocrtico, Luis Alberto Snchez ............................................. 62Para qu la independencia?,Jos Agustn de La Puente Candamo ................. 65La primera Repblica, Pablo Macera ................................................. 68

    Captulo IV:LA JOVEN REPBLICA DE LA INDEPENDENCIA A LA GUERRA CON CHILE . 73Discurso quinto: leyes fundamentales, que convienen al Per,Manuel Lorenzo de Vidaurre .................................................................. 75Siervo mo eres tu Israel: no te olvides de m, Bartolom Herrera ............... 79Importancia y utilidad de las asociaciones, Francisco de Paula Gonzlez Vigil... 82El baile de La Victoria, Ricardo Palma ................................................... 87Mensaje presidencial,Manuel Pardo y Lavalle ..................................................... 92

    Captulo V:POR QU PERDIMOS LA GUERRA? A DNDE VAMOS?DE LA GUERRA CON CHILE HASTA LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL....... 95Discurso del Politeama,Manuel Gonzlez Prada ...................................... 97El porvenir, Francisco Garca Caldern..................................................... 99Paisajes peruanos,Jos de la Riva Agero ................................................102El problema primario del Per y el Problema del Indio,Jos Carlos Maritegui...... 106Discurso de Acho 1931, Vctor Ral Haya de la Torre.................................110El absolutismo presidencial y sus remedios, Vctor Andrs Belaunde.............. 115

    Indice

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    Captulo VI:LA IMPRONTA INDGENA ................................................................. 119Tempestad en los Andes, Luis E. Valcrcel...............................................121El nuevo indio, Uriel Garca............................................................... 126No soy un indio aculturado,Jos Mara Arguedas ....................................128

    Captulo VII:DEMOCRACIA Y RADICALISMO ......................................................... 131Intelectuales y polticos en el Per del siglo XX, Sinesio Lpez ................... 133

    Historia de las ideas en el Per contemporneo,Augusto Salazar Bondy................. 138El problema de la Democracia,Jos Luis Bustamante y Rivero...................... 141La conquista del Per por los peruanos, Fernando Belaunde Terry................. 144Humanismo y revolucin, Francisco Mir Quesada ...................................148El ser humano, agente de su propio destino, Gustavo Gutirrez .................. 154Discurso de la Reforma Agraria,Juan Velasco Alvarado ...............................157

    Captulo VIII:INFORMALIDAD, VIOLENCIA Y GOBERNABILIDAD ................................163La Universidad, factor decisivo, Carlos Ivn Degregori...............................165Utopa Andina,Alberto Flores Galindo ....................................................170

    Desborde popular y crisis del Estado: un nuevo rostro del Peren la dcada de 1980,Jos Matos Mar.................................................174El otro sendero: la revolucin informal, Hernando de Soto ........................ 179El rol constitucional de las Fuerzas Armadas hacia el siglo XXI,Francisco Morales-Bermdez Cerrutti........................................................ 183

    Captulo IX:QU SOMOS? CULTURA Y SOCIEDAD ...............................................187El concho telrico de acometividad, Hctor Velarde .................................189Lima la horrible, Sebastin Salazar Bondy...............................................192El arribismo en el Per, Carlos Delgado .................................................195El cholo: cultura de transicin,Anbal Quijano ........................................198

    Mestizaje, transculturacin, heterogeneidad,Antonio Cornejo Polar...................... 200Captulo X:VISIONES DE DESARROLLO: EL MERCADO Y LA RACIONALIDAD ANDINA . 203Geografa del Per,Javier Pulgar Vidal....................................................205Privatizacin de facto, Richard Webb ....................................................209Poltica cientfica y tecnolgica, Francisco Sagasti.................................... 213Las reglas del juego en la reciprocidad andina, Enrique Mayer.................. 217La racionalidad de la organizacin andina,Jrgen Golte........................... 220Peregrinaciones de una Paria, Flora Tristn .............................................222Mujer, Educacin y Literatura,Mercedes Cabello de Carbonera ................... 226

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    n abismo se abre entre nosotros y el denso misterio del cual elImperio de los incas es slo un pequeo fragmento. El Tahuantinsuyo

    debe haber existido unos 170 aos. Es, apenas, la punta de un icebergque debe proyectarse en milenios de expansiones y guerras,

    civilizaciones perdidas en una memoria avasalladora y desdeosa deltiempo. Nuestra visin del pasado prehispnico ha estado y est muy

    influida por nuestra visin del Incario. La obra pionera de Julio C. Tello,nos hizo ver cmo cientos de dcadas se resumen en el legado de

    los 170 aos imperiales.

    Como ha insistido Franklin Pease, la civilizacin andina haimpuesto su marca en nuestra Historia. Antroplogos y

    etnohistoriadores reconocen que muchas de las costumbres, de las formassimblicas y de los valores de los hombres de los Andes tienen racesprecolombinas. Esto es muy cierto, pero es la memoria histrica de conjunto queproviene de las interpretaciones poshispnicas de los incas la que fija y precisa larelevancia y el alcance de esos valores, y lo que estos significan en nuestraidentidad actual. De este modo, entender el mundo prehispnico terminasirvindonos para comprender nuestro presente, nuestra cultura

    y nuestros problemas.

    1 Luis Lumbreras. Los orgenes de lacivilizacin en el Per(Lima: MillaBatres, 1983 1972). Pgs. 53-62.

    2 Franklin Pease. Per, hombre ehistoria. Entre el siglo XVI y el XVIII(Lima: Edubanco, 1992, t. II).Pgs. 1-8.

    3John Murra. Formacin econmicay poltica del mundo andino (Lima:IEP, 1994). Pgs. 59-61, 62-70.

    4 Mara Rostworowski de DiezCanseco. Historia del Tahuantinsuyu,(Lima: IEP, 1992). Pgs. 259, 262-265, 267-269, 276-277.

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    El Per actualy el mundo

    prehispnico

    Captulo I:

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    uando se ingresa al templo de Chavn, setiene la sensacin de entrar en un mau-soleo lleno de fantasmas feroces. El si-lencio es total, pues ni siquiera se escu-cha el ruido del viento exterior, del queuno est separado por gruesas murallas y

    un slido techo de piedra. Las galeras sonangostas, altas, fras; es fcil perderse en

    ellas; forman un laberinto cruel para el nefito.Al centro, en medio de una granizada

    de piedras, hay un cuchillo gigantesco, ta-llado en piedra, como cado del cielo y clava-

    do en lo profundo de la tierra; le llaman el Lanzn,tiene ms de cuatro metros. Pero no es simplementela figura de un cuchillo, es ms bien la terrible ima-gen de un dios humanizado, que vido de sangremuestra las fauces con filudos colmillos curvos. Tienela mano derecha en alto y las uas son garras y loscabellos son serpientes. Es impresionante la figurade este dios perdido hoy en el laberinto de un templodestruido por los siglos.

    Chavn est en medio de la sierra, en un lugar endonde comienza a formarse el Callejn de Conchucos,entre las montaas, al pie de un ro. Las montaasestn al oriente de la Cordillera Blanca, aquella delHuascarn y el ro se llama Mosna.

    Es ste un lugar que sirve de testimonio de lo queocurri en el pas hace ms de tres mil aos, cuandounos hombres construyeron una nueva forma de vi-da. Ya no eran ms, los habitantes andinos, trashu-mantes cazadores-recolectores, ya no eran ms lossemidesnudos salvajes de los primeros tiempos, pueslas cuevas y los abrigos naturales haban sido aban-donados gracias a la nueva tcnica de construccin;todo era diferente, los instrumentos, las costumbres.

    El nuevo rgimen permiti un ascenso de la im-portancia de los ncleos de vida en las aldeas, de ma-

    nera tal que ellas fueron creciendo en nmero y ta-mao.

    El avance de la tecnologa agraria haba creado lanecesidad de nuevos tipos de personas, a manera deespecialistas dedicados al estudio de los movimientosdel Sol, las estrellas y la Luna y al mismo tiempo tc-nicos en la distribucin de las aguas para la amplia-cin y servicio de los campos de cultivo; estos especia-listas vivan en aldeas y a medida que avanzaban susconocimientos aumentaban su prestigio y su poder

    Los dioses de

    Chavn

    Arquelogo ayacuchano, profesor de laUniversidad Mayor de San Marcos. Destacapor ofrecer una visin global de la historiaandina prehispnica.

    Los orgenes de la civilizacin en el Per(Lima: Milla Batres, 1983 1972). Extractosseleccionados, pgs. 52-62.

    Luis Lumbreras

    CARETAS 2002

    Luis Lumbreras

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    Los dioses de Chavn

    social; ms bien que cientficos en posesin de cono-cimientos derivados del estudio, ellos eran poseedo-res del don sobrenatural de controlar las lluvias ylos cursos del agua, por lo tanto estaban ligados alos dioses; eran sacerdotes de los dioses.

    Las aldeas en donde tales especialistas vivan,crecieron inusitadamente, tanto por el hecho de quelos campesinos los favorecan con gran parte de susexcedentes de produccin agropecuaria, cuanto por-que los mismos sacerdotes decidieron montar supropio sistema de vida, que condujo a la institucio-nalizacin de los templos y a la formulacin de loque se llama la iglesia o sea una organizacin alservicio de la religin.

    Algunas aldeas devinieron, pues, centros cere-moniales, que para ser tales requirieron de nuevostipos de especialistas y otros servidores. En efecto,los sacerdotes, ms bien tcnicos hidrulicos, for-maron en torno a los templos que ellos mismos co-menzaron a edificar, una lite de servidores atiempo completo deslizados del campo, principal-mente constituida por artesanos. Los ceramistasms destacados de la comunidad, los mejores teje-dores, los picapedreros fueron asimilados al serviciode los templos, donde los sacerdotes adivinabanlos perodos de sequa, de lluvia, etc. Los artesanosfabricaban los objetos litrgicos que acompaabanlas ceremonias de los sacerdotes.

    Tres mil aos antes de nosotros...

    Es as como se fue gestando un nuevo tipo de so-ciedad. Hacia el ao 1000 antes de nuestra era, esdecir hace unos tres mil aos, todo este proceso de-sembocaba en una revolucin social, que marc elpunto de partida de la nueva sociedad.

    Los campesinos, a cambio de los servicios que

    reciban de los sacerdotes, les entregaban una par-te de su produccin, los excedentes, de modo talque todos aquellos que vivan en torno a los tem-plos vivan de los servicios religiosos, sin interve-nir directamente en la produccin de alimentos.Pero, en la medida en que los habitantes de talescentros religiosos aumentaban, la cantidad de ex-cedentes requerida era tambin ascendente; el pe-ligro de una sequa, de una plaga o cualquier even-tual prdida en la produccin campesina afectabaa los sacerdotes y sus allegados en forma igual o

    ms bien mayor que a los campesinos; por eso, eramenester crear un sistema que asegurase la sub-sistencia de un nuevo gnero de personas desliga-das de la comunidad agraria: el sistema lo dio lamisma religin.

    La alternativa de poder negarse a entregar unaparte de la produccin, que debi poseer la comuni-dad campesina en los comienzos de este proceso, de-bi ser clausurada para evitar el peligro que ellosignificaba para los habitantes de los templos y susalrededores. Para eso fue indispensable crear un r-gimen de obligaciones imprescriptibles, sanciona-das por los dioses, en tanto que ellos, los dioses,eran en ltima instancia quienes deban ser retri-buidos por los campesinos, por los servicios que atravs de los sacerdotes ellos ofrecan. La tarea decrear tales dioses fue seguramente larga y difcil,aun cuando cada fuerza natural era una divinidad.Los sacerdotes fusionaron sus conocimientos con lahabilidad de los artesanos y ambos, en santa alian-za, edificaron en piedra, en barro, en hueso o en te-las un olimpo tangible de dioses severos, ms bienferoces, represivos, dueos de todos los poderes yacreedores de todos los hombres y su trabajo. Se es-tableci as la Teocracia.

    Pero la Teocracia, que es el gobierno de los dio-ses a travs de sus representantes, no fue, natu-ralmente, establecida sin resistencia; ella es el ini-cio de la explotacin del hombre por el hombre, esel origen de la sociedad de clases, es el origen delEstado,... y todo esto surgi como producto de unarevolucin en la que las comunidades campesinasfueron sometidas por los habitantes de los centrosceremoniales emergentes.

    Tal proceso fue desigual en los Andes; en unaspartes se produjo antes y en otras despus... quiztambin tuvo causas distintas en otras regiones.

    Hacia el ao 1000, unos siglos antes quiz, antes denuestra era, los sacerdotes haban ganado y tenanel control de la sociedad.

    Los sacerdotes y artesanos de Chavn

    Como toda revolucin social, tuvo sta una se-cuela explosiva de desarrollo econmico y tecnolgi-co. Los sacerdotes interesados en mantener su po-der estimularon, al mximo, la produccin artesa-

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    Luis Lumbreras

    nal y permitieron el descubrimiento de nuevos re-cursos tecnolgicos, tales como el trabajo de los me-tales (inicialmente el oro y ms tarde el cobre y laplata). Al mismo tiempo, el intercambio de produc-tos entre extensas zonas se intensific a tal gradoque el territorio de los Andes pudo entrar en contac-to con Centro Amrica y con la selva amaznica; lasierra y la costa se unieron por el intercambio de ali-mentos y productos manufacturados y los objetoshechos por los artesanos de los centros ceremonialesrecorrieron longitudinalmente la costa y la sierra.

    El intercambio provoc situaciones novedosas enla economa y en la cultura; productos de origen se-rrano y selvtico fueron ambientados a la costa y enla sierra se fundieron las tradiciones selvticas ycosteas; la agricultura se hizo, pues, entonces, di-versificada y ampli sus posibilidades en todo senti-do, gracias a la hidrulica, a la experimentacin, lavariedad de cultivos, etc. la poblacin aument jun-to con la bonanza y los centros ceremoniales, con sussacerdotes y artesanos, se hicieron ms poderosos yfastuosos.

    En algn lugar, quiz en varios, los dioses fueronfigurados como demonios represivos y esta imagende lo sobrenatural debi haber tenido el xito desea-do; por eso, cuando un da entre los das en aquel lu-gar en medio de la sierra, que hoy llamamos Chavn,se consolid la existencia de un centro ceremonialimponente, y los sacerdotes reunieron a los dioses ylos grabaron en las piedras, ese lugar alcanz un re-nombre de primera magnitud.

    Pero, en verdad, los dioses no fueron labrados enChavn simplemente por azar o por la buena dispo-sicin de los sacerdotes; es que en Chavn se edificalgo ms que un simple centro ceremonial. No estbien claro an el proceso, pero es del todo evidenteque en un momento dado del ascenso de todo el nue-

    vo sistema, una regin al centro de la selva, la sie-rra y la costa, como es Chavn, se convirti en un nu-do de caminos importantes, de modo tal que, proba-blemente, los costeos que requeran productos dela selva podan encontrarlos en Chavn sin necesi-dad de ir hasta la selva misma y viceversa; y as, pa-ra los hombres de toda la tierra. Los sacerdotes y ar-tesanos de Chavn se beneficiaron con esto; por eso,en su templo se encuentra ofrendas de todas par-tes... se convirti en el centro ceremonial ms impor-tante de los Andes y eso permiti exportar sus dio-

    ses en todas direcciones y con ellos seguramentetambin parte de sus manufacturas. Chavn se con-virti en el centro del mundo.

    El templo de los dioses feroces

    Cuando, en aquel tiempo, se llegaba a Chavn, laimagen del mundo era realmente muy pequea cosafrente al ms all. Los edificios mandados cons-truir por los tecratas estaban hechos con piedrasinmensas, talladas y ordenadas simtricamente,formando terrazas descomunales; quienes los venan tienen dificultad en imaginar la forma en cmopudieron ser construidos tales edificios. Pero no s-lo es el aspecto megaltico de ellos lo que sobrecoge,es, sobre todo, el espectculo fantasmal de las im-genes que aparecen talladas en las piedras. Adheri-das a los muros, aparecan unas cabezas, de distin-ta forma y figuracin, todas ellas dispuestas comosaliendo de los templos, con gigantescos colmillos,con los cabellos convertidos en serpientes, con losojos desorbitados. La talla es extraordinaria, genial;los artistas fueron extraordinarios y geniales, perolos dioses y los seres que sus manos engendraron,son la imagen del terror, de la agona. Nadie es ca-paz de luchar contra tales dioses, no deben ser ofen-didos. Para ellos lo mejor de nosotros.

    Las piedras de Chavn fueron pues los fieles ins-trumentos represivos de esta nueva gestacin; conellas los sacerdotes vieron asegurado su poder y, enconsecuencia, su subsistencia. Las piedras fueronlos celosos guardianes del Estado incipiente, los me-dios de dominacin.

    Por eso, cuando los sacerdotes de otras latitudespudieron copiar a los dioses grabados en las piedrasde Chavn, lograron consolidar su poder; por eso, losdioses de las piedras se difundieron rpidamente portoda la tierra y de ello las generaciones futuras guar-

    daron larga memoria, tanta que todava en el sigloXVI , es decir, cuando los espaoles ya haban llega-do al Per, es decir dos mil aos despus que todo es-to haba ya pasado, cuenta el cronista Vsquez de Es-pinoza quejunto a este pueblo de Chavn hay un granedificio de piedras muy labradas de notable grandeza;era Guaca y Santuario de los ms famosos de los gen-tiles; como entre nosotros Roma y Jerusaln adondevenan los indios a ofrecer, y hacer sus sacrificios; por-que el demonio de este lugar les declaraba muchosorculos, y as acudan de todo el Reyno...

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    Los dioses de Chavn

    El mensaje de las piedras

    El olimpo ltico de Chavn revela, por cierto, algoms que el origen poltico de sus dioses; revela laconcepcin del mundo de quienes tallaron las pie-dras y, en consecuencia, la imagen impuesta a todoel pueblo. Pero tambin indica el alto nivel tecnol-gico que alcanzaron los artesanos de Chavn y su ca-pacidad creadora y esttica.

    Los dioses iniciales revelan el poder y la fuerza enforma sencilla, pero el tiempo los hace complejos, in-comprensibles. En la primera poca, el dios Lanznde Chavn, es un personaje antropomorfo con garrasen las manos y en los pies, con serpientes en vez de ca-bellos y un rostro felnico en actitud agresiva; pero esfcilmente comprensible su estructura antropomorfa;ms adelante, un monstruo reemplaza o complemen-ta al dios del Lanzn, es una especie de dragn quecontiene en su cuerpo todos los elementos del mundonatural, las plantas y los animales, pero al mismotiempo devora a las aves, los felinos, los peces y tienecolmillos inmensos, capaces de destruir todo; es unadivinidad dual, en unos casos femenina y en otrosmasculina; en un obelisco monumental, ambas for-

    mas del dios estn esculpidas, figuradas. La historiadel dios, sus poderes, sus facultades estn escritas ensu cuerpo; debi ser complejo el mito que le dio origen.

    Ms tarde las divinidades se rodearon de smbo-los ornamentales en tal medida que sus imgenesadquirieron un aspecto barroco.

    Pero no son los dioses todos iguales, los hay dedistinto tamao, de distinto nivel, de varia impor-tancia; hay cientos de ellos y todos estn grabadosen las piedras; por cierto, todos ellos tienen algo to-mado de la naturaleza, bien sabemos que todo loque crea el hombre slo puede ser una recreacin apartir de ella, por eso, los dioses son areos comolos halcones y los cndores, feroces como los felinos,espeluznantes como las serpientes; por eso los dio-ses tienen los atributos de los hombres y cuandoson como los hombres, para ser dioses tienen losatributos de los animales.

    As fue como surgi la civilizacin en los Andes,bajo la garra del mito, que obligando al pueblo aproducir excedentes, permiti la aparicin de lasclases sociales y el Estado.

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    Franklin Pease

    os especialistas en arqueologa andi-na han llegado a la conclusin deque cien aos antes de la invasin es-

    paola se organiz un centro de poderen el Cuzco, que logr expandirse enbreve plazo y alcanz a controlar un am-

    plio territorio que iba desde Pasto en Co-lombia hasta la regin central de Chile, in-

    cluyendo por cierto la regin al-toandina, prolongada hasta el Tu-

    cumn argentino. Adase a ello laCosta ubicada al Occidente de los Andes

    y se tendr un vasto territorio ocupado por un amplioconjunto de poblaciones, grupos tnicos articulados dediversa manera en torno a una numerosa y variada ga-

    ma de relaciones. El Tawantinsuyu, las cuatro partesdel mundo en una, la unidad de las cuatro, es decir to-do el mundo, como precisan los diccionarios quechuasde los siglos XVI y XVII se consolid sobre la base de unsistema de captacin de mano de obra sustentada porlas relaciones de parentesco (tan slido y tan precariocomo stas) y con la contrapartida de un muy difundi-do rgimen redistributivo. Junto a ello hallbase unaserie de vinculaciones religiosas, a la vez sustento yjustificacin de las relaciones establecidas entre los di-versos componentes de aquello que los espaoles lla-maron el imperio de los incas, en una frase feliz per-

    durable que reflejaba la idea imperial de los tiempos deCarlos V, y que hallaba su explicacin histrica en elejemplo fecundo de Roma.

    Pero el Tawantinsuyu de los incas fue una organiza-cin poltica mucho menos centralista y autoritaria delo que pensaron los cronistas del siglo XVI. Estos con-sideraban que el Tawantinsuyu se haba organizado co-mo una monarqua blica que haba logrado dominarun amplio territorio poblado, gracias a una poderosamaquinaria militar, cuyos ejrcitos controlaron la re-gin andina y aplastaron toda posible oposicin o rebel-da. Ello fue as mal interpretado desde el punto de vis-ta de los propios espaoles que proyectaban su idea im-perial, as como los criterios de conquista desarrolladosen la duradera guerra contra los musulmanes en lapropia Espaa y, en los ms recientes tiempos postco-lombinos en Amrica. Adjudicaron as al Tawantinsuyuuna poltica conquistadora que exclua las relacionesintertnicas, y supona que las unidades tnicas desa-parecan dentro del Estado totalitario diseado por loscronistas. La investigacin contempornea desvirtatales afirmaciones, y permite avizorar la complejidadde las relaciones existentes entre las propias unidades

    El Tawantinsuyu,los Andes y

    su historia

    Fue catedrtico de la Universidad Catlicay uno de los iniciadores de la etnohistoriaen el Per.

    Per, hombre e historia. Entre el siglo XVIy el XVIII (Lima: Edubanco, 1992, t. II).Extractos seleccionados, pgs. 1-8.

    Franklin Pease(Lima, 1939-1999)

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    tnicas, y entre ellas y los incas del Cuzco.

    Creci el Tawantinsuyu sobre una amplia expe-

    riencia andina, suma y concurso con toda ella en susmltiples tiempos y formas. No se explican los incassin la presencia anterior de otros proyectos de orga-nizacin multitnica, entre los que destacan sus in-mediatos antecesores, Wari y Tiawanacu (ambos enla sierra sur), ni tampoco sin la presencia simultneay conflictiva del Chimor, desarrollado sobre una tra-dicin cultural relativamente autnoma en la Costanorte del Per (entiendo esta suerte de autonomadentro de un universo andino relacionado entre s);como se sabe, hasta el Chimor lleg la influencia Wa-ri proveniente del sur. Pero a la vez, tampoco se pue-de explicar el Tawantinsuyu sin considerar la pre-sencia de numerosos grupos tnicos que, a lo menosen el sur andino, constituan una integridad coheren-te en gran parte, donde se haban desarrollado carac-teres comunes y bsicos de organizacin social y eco-nmica, al lado de un conjunto coherente de creen-cias que un universo mitolgico nos ha transmitido.Ciertamente, la mayor coherencia de la informa-cin conservada sobre la regin sur de los Andes, seproyecta sobre las sociedades existentes en dicha re-gin; hay, por ejemplo, mayor precisin acerca de lasrelaciones intertnicas de la zona. De otro lado, la do-cumentacin colonial ofrece una ms clara imagen deestas relaciones, as ocurre con las visitas realizadasantes y durante el gobierno del virrey Francisco deToledo en la dcada de 1570.

    Mucho se ha especulado acerca de las distincioneslingsticas andinas, especialmente sobre las exis-tentes entre los dos grandes idiomas del rea: el ru-nasimi y el aymara. Si bien en los ltimos aos seprecisan sus individualidades, hay, visiblemente, ca-tegoras comunes que responden a una experienciahistrica tambin comn. Durante mucho tiempo seespecul sobre que el Tawantinsuyu impuso su len-gua, el runasimi, llamado quechua por los espaoles,a travs de sus conquistas, y bajo la forma de una lin-gua franca generalizada a lo largo de su coherentepoltica de colonizacin. Recientes estudios revivie-ron la tesis de Manuel Gonzlez de la Rosa (sigloXIX), quien pensaba que el quechua era una lenguaoriginada en la Costa central, expandida por los An-des mucho antes que el Tawantinsuyu existiera. Po-siblemente podra entenderse la expansin del que-chua en medio de las zonas aymaras del altiplano,por ejemplo, como una consecuencia de los regmenes

    ancestrales de colonizacin, generalizadas por los in-cas a travs de mittani o mitmaqkuna, nombres quesindican dos modalidades de migracin poblacional

    destinadas a obtener productos en zonas alejadas delhbitat natural de la poblacin.

    Despus de la poca de predominio Wari y Tia-wuanacu (...) puede hablarse de a lo menos sietereas diferenciables: a) la regin del Cuzco, b) el alti-plano del lago Titicaca y sus regiones aledaas, c) laSierra central del Per actual, d) la Sierra norte, e)las regiones del sur del altiplano del Titicaca, f) lasregiones perifricas ubicadas al Este de los Andes y alo largo de los mismos, g) las zonas al norte de la l-nea ecuatorial (...). La investigacin de los ltimosaos ha revaluado la vigencia de estas grandes regio-nes, aunque ms se ha incidido en la delimitacin delas unidades tnicas organizadas en ellas.

    La nocin de unidad tnica sigue siendo proble-mtica, sin embargo. En los inicios de la Colonia seprecis una confusin casi natural en un contextocolonial. Los corregimientos, creados como unidadesadministrativas en 1565, proporcionaron un ele-mento definidor que ha hecho que muchas veces seidentifique con ellos a las unidades previas al Ta-wantinsuyu y sobrevivientes a la invasin espaola.Pero aun antes de la existencia de los corregimien-tos, los espaoles sentaron las bases de la confu-sin, puesto que en las cdulas reales que otorgabanlas encomiendas andinas se delimit o defini a lapoblacin con criterios discutibles.

    Como los espaoles encomendaban a la gente atravs de sus curacas, y suponan que estos tenanuna jurisdiccin no slo poblacional sino territorial(en el sentido de un territorio estable), no pudieronmantener las situaciones derivadas de los criteriosandinos de utilizacin del territorio, entre los cualessobresala la dispersin controlada de la poblacinpara producir en diferentes mbitos, gobernados porlas diferencias ecolgicas. Los mittani y los mitmaq-kuna respondan a estas necesidades.

    No pudieron comprender los espaoles del sigloXVI que la dependencia de un curaca con respecto aotro no significaba, automticamente, una situacinsimilar a la existente entre dos seores feudales eu-ropeos de diferente categora, o entre aquellos quehaban establecido determinados tipos de depen-dencia. Supusieron, por ello, que el inicio de la colo-

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    Franklin Pease

    nizacin cancelaba dichas dependencias, as enten-didas, y devolva a los curacas andinos su condicinnatural de reconocer un nuevo tipo deseoro ba-sado en el derecho hispnico de la conquista, que loscolocaba como sujetos de una encomienda.

    Medio ambiente y cultura andina

    Despus de transcurrido un largo periodo de tiem-po desde la aparicin de la agricultura en los Andesy sobre la base de su experiencia en la regin, la po-blacin desarroll nueva conciencia de la ecologa, yde cmo un uso racional de la misma permita la ob-tencin de una variedad de productos. Por ello la his-toria de la adecuacin al medio ambiente es particu-larmente importante para comprender mejor el desa-rrollo de las sociedades andinas.

    El mbito en el cual se desarrollaron stas es par-ticularmente variado, y ha sido normalmente incom-prendido por los observadores europeos, para quie-nes la altura era un serio problema que debanaprender a solucionar dentro de su proceso de acli-matacin. Tempranas descripciones de cronistas delsiglo XVI dieron cuenta de las dificultades que sopor-taban los viajeros europeos en los Andes, cuando de-ban transitar por las zonas altas a travs de las cua-les se extenda elcapac an o camino incaico. Elso-roche afect seriamente a los viajeros desprevenidosy no habituados a las tierras altas, en las cuales no-taban rpidamente el enrarecimiento del aire, y de-moraron un tiempo en aprender que la aclimatacinrequera siempre de meticulosos procedimientos ycambios en la velocidad de desplazamiento. Los pro-blemas ocasionados por la altura debieron ser apre-ciados, asimismo, en las dificultades para aclimatarel ganado europeo, que durante un tiempo al menosdemoraba en reproducirse en forma normal.

    La presencia de los Andes mismos explica la mul-tiplicidad ecolgica sumamente variada. Hace aosen la dcada de 1930, estudios precursores del gegra-fo alemn Carl Troll, seguidos despus por los de sucolega peruano Javier Pulgar Vidal, dieron cuenta dela multiplicidad ecolgica existente, tan obvia a losojos de los observadores y, por cierto de los pobladoresandinos (...). Por cierto que, ya en el siglo XVI, nume-rosos espaoles haban cado en la cuenta de su exis-tencia y su importancia para la vida andina.

    La comprobacin de la multiplicidad ecolgicaderivada de la altura y la lejana del ecuador terres-tre, reviste asimismo una importancia esencial. Ca-da 200 metros por encima de los 2,000 m. sobre elnivel del mar cambian las condiciones ecolgicas, ycon ellas los cultivos posibles y se modifica la ubica-cin del ganado y sus pastos. Igual cosa ocurre entrminos de la latitud, a cada grado que nos aleja-mos del ecuador. Al plantear este problema, CarlTroll no precis otras variantes que pueden hallar-se en la costa, donde el factor altura podra resultarpoco relevante, y donde la misma no condiciona losmicroclimas, sino que stos estn determinados porotras variantes menos espectaculares: desierto, lo-mas, oasis, etc.

    De otro lado, Javier Pulgar Vidal plante la exis-tencia de ocho regiones naturales, basadas asimismoen la altura sobre el nivel del mar. Cada una de ellasconstituye mbitos concretos, en los cuales existencaractersticas ecolgicas y, por cierto, zoolgicas ypecuarias diferentes, gracias a las cuales es posiblelograr una complementaria variedad de recursos.Las ocho zonas son las siguientes:chala: del nivel delmar hasta los 500 m. de altura;yunga: desde los 500hasta 2,300 m.; quechua: de 2,300 a 3,500 m., suni:de 3,500 a 4,100 m.,puna: de 4,100 a 4,800 m.,jan-ca: la zona de las altas cumbres nevadas, rupa-rupa:la selva alta, yomagua: la selva baja.

    El mbito puna se inicia al sur de Cajamarca, al-go ms al Sur de los 7 grados de latitud austral, y seextiende hasta los 18 grados, descendiendo despusdel altiplano Per-boliviano, siempre en direccinSur. Al Norte de Cajamarca ya no hay puna; las tie-rras altas del Ecuador y Colombia ingresan dentro dela denominacin de pramo y sus caractersticas eco-lgicas son muy diferentes. La puna corre paralela ala costa hasta la altitud de Arica, ms al Sur de allse va alejando de ella; asimismo va amplindose de

    Norte a Sur, alcanzando su mayor amplitud entre laregin del lago Titicaca y la del lago Poop.

    Es conocido que la regin de puna se encuentra n-timamente relacionada con el cultivo de los tubrcu-los y con los camlidos, dos elementos fundamentalesde la economa de los Andes Centrales. Los tubrcu-los, por ejemplo, fueron en los Andes la base centralde la alimentacin, y el hombre andino logr una am-plsima gama que bordea las 5,000 variedades; elmaz en cambio fue en los Andes casi un objeto sun-

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    tuario y ritual, y su cultivo exigi muchas veces unamayor infraestructura (riego, por ejemplo, en la Sie-rra...), aparte de que no era cultivable en la altura. Laimportancia de los tubrculos, y especficamente delos de puna, es tan grande y visible, que autores con-temporneos (como John V. Murra) no vacilan en di-ferenciar en los Andes las zonas relacionadas con laeconoma delchuu de aquellas que no lo estn.

    Puede decirse, asimismo, que las regiones vincula-das con la puna albergaron poblaciones ms densas;recientes clculos de Noble David Cook se refieren ala poblacin de la Sierra central y sur, que en conjun-to puede llegar a casi tres millones de habitantes, su-perando a otras regiones del mbito del Tawantinsu-yu. Como el estudio de Cook se limita al rea actual-mente peruana, la poblacin pudo ser mucho mayor sise considera dentro del Sur peruano al territorio al-toandino de la Audiencia de Charcas, hoy Bolivia.

    La multiplicidad de la ecologa es hoy da amplia-mente reconocida. Se ha propuesto que mucho antesde los incas, en los tiempos del predominio de Tiawa-naku, los pobladores de esta regin altiplnica utiliza-ron mbitos lejanos, ubicados en la Costa sur del Per

    y Norte de Chile, para obtener productos que comple-mentaran la alimentacin de la poblacin de altura.Ello bien pudo deberse a una experiencia ms antigua,(...), originada en los momentos en que la transhuman-cia se alternaba con cultivos ocasionales. Entre Tiawa-naku y el Tawantinsuyu parece entonces haberse de-sarrollado una utilizacin multiecolgica (...) clara-mente demostrada desde el siglo XV d.C.

    Dentro de este contexto multiecolgico, histri-camente experimentado y aprovechado, debe com-prenderse a la sociedad andina antes, durante ydespus del Tawantinsuyu de los incas. Muchotiempo antes de que el Cuzco fuera el gran centroexpansivo que los cronistas del siglo XVI muestranlas poblaciones andinas aprendieron a utilizar y ex-plotar en su favor un medioambiente (...) marcadopor la altura y la temperatura extremas de la Sie-rra, pero tambin por el desierto en la Costa y porla aparente impenetrabilidad de la Selva amazni-ca. La presencia del desierto hizo florecer los oasiscosteos, pero no slo en ellos se instal la gente;grupos humanos haban explotado desde tiemposremotos los recursos marinos y siguieron hacindo-lo en una larga duracin.

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    Formacioneseconmicas y polticas

    del mundo andino

    Antroplogo rumano-norteamericano. Estudiel doctorado en la Universidad de Chicago.Como profesor en la universidad de Cornellfue uno de los impulsores de los estudios deetnohistoria andina.

    Formaciones econmicas y polticas delmundo andino. Lima: IEP, 1975. Extractosseleccionados, pgs. 62-71.

    John Murra

    a percepcin y el conocimiento que elhombre andino adquiri de sus ml-tiples ambientes naturales a travsde milenios le permiti combinar tal

    increble variedad en un solo macrosistema econmico.

    Ya en 1967 era evidente que el control simul-tneo de tales archipilagos verti-cales era un ideal andino compar-

    tido por etnas muy distantes geo-grficamente entre s, y muy distintas

    en cuanto a la complejidad de su organizacin econmi-ca y poltica. Por ejemplo, lo compartan los yacha que-chua hablantes de Chaupiwaranqa, que conformabanmenos de mil unidades domsticas, pero tambin loslupaqa aymara hablantes del Titicaca, que segn unkhipu que presentaron a Garc Diez haban sido veintemil hogares antes de la invasin europea.

    Compartir un ideal cuando se trata de socieda-des tan contrastadas implica inevitablemente formasinstitucionales igualmente contrastadas. Podemosdecir ya, por ejemplo, que en una sociedad de clasescomo el reino lupaqa la llamada verticalidad tenaproyecciones y alcances que no se daban entre loschupaychu. Mas, al ser aplicado el mismo patrn deorganizacin territorial por los tiwanaku, los wari olos inka a etnias que sumaban millones de poblado-res, las funciones de las islas verticales en el archi-pilago y el status de sus colonizadores deben habersufrido procesos de cambio poltico, econmico, socialque merecen un estudio detallado.

    En este ensayo ofrezco cinco casos de control si-multneo de pisos e islas ecolgicas bajo condicio-nes muy distintas entre s, en un esfuerzo por preci-sar los alcances, pero tambin los lmites, del mode-lo. No pretendo con los cinco agotar todas las formasy variedades que hubo.

    Primer caso: etnias pequeas que habitaban Chau-piwaranqa, en la zona ms alta del Maran y delHuallaga.

    A pesar de que loschupaychu o yacha no consti-tuan sino unos cuantos miles de unidades domsticas,controlaban a travs de colonias permanentes variosrecursos alejados de sus centros de mayor poblacin. Elcarcter permanente de estos asentamientos nos ha si-do revelado por la informacin contenida en las visitas:

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    Formaciones econmicas y polticas del mundo andino

    no se trata ni de migraciones estacionales, ni de comer-cio, ni de transhumancia. La poblacin haca un esfuer-zo continuo para asegurarse el acceso a islas de recur-sos, colonizndolas con su propia gente, a pesar de lasdistancias que las separaban de sus ncleos principalesde asentamiento y poder.

    Aunque no tenemos todava una lista completa delos asentamientos perifricos de losyacha o chupay-chu, sabemos que a tres das de camino hacia arriba,saliendo de ncleos serranos como Ichu, Marcaguasio Paucar, pastaban sus rebaos y explotaban sali-nas. A dos, tres o cuatro das camino abajo de losmismos centros de poder tenan sus cocales, bosqueso algodonales, todo esto sin ejercer mayor soberanaen los territorios intermedios:

    Preguntado si los yndios que estn en la coca sonnaturales de la tierra... y de donde son naturales[Xulca Condor, seor de todos los quero] dijo quelos tres yndios que estan en la coca de Pichoma-chay son el uno del pueblo Pecta otro de Atcor yotro de Guacar y que estan puestos all del tiem-po del ynga y que estos se mudan cuando se mue-re la muger o cuando ellos se mueren ponen otroen su lugar y que en la coca de Chinchao hay otrosdos yndios uno es del pueblo Rondo y otro de Chu-micho... (Iigo Ortiz 1967: 43-44).

    Pero ya 13 aos antes, en 1549, cuando con la captu-ra de su lder Illa Tupa, siete aos antes, haba acabadola resistencia en la zona y haba sido establecida la ca-pital colonial de Len de Hunuco, los visitadores envia-dos por La Gasca y coordinados por Domingo de SantoToms informaban que:

    Este mismo dia visitamos en un pueblo... que sellama Pichomachi [sic] siete yndios coca camayosson de todas las parcialidades de Chinchao Pomao de Marca Pare...

    Este mismo dia visitamos... en un pueblo que sellama Chinchao 33 yndios que son coca camayosde todas las parcialidades de los chupachos loscuales veinte de estos estan ya visitados en susmismos pueblos donde son naturales... (Ortiz1967: 303-04).

    Vemos por lo declarado tanto en 1549, como en 1562,que el control de los cocales se ejerca a travs de repre-sentantes provenientes de pueblos y grupos tnicos se-rranos, de todas las parcialidades de los chupachos, es-

    tablecidos permanentemente con sus familias en la cejade selva. Arriba del ncleo, en las punas de Chinchay-cocha, pastaban sus rebaos; en Yanacachi excavaban lasal. Todas estas actividades, ejercidas por colonos per-manentes, ya visitados en sus mismos pueblos dondeson naturales, aseguraban a las comunidades y a losseoresyacha, huamalli ochupaychu el acceso a recur-sos que no se daban en la zona nuclear, donde quedabael grueso de la poblacin y el mando poltico.

    El visitador no se limit a entrevistar a los seorestnicos en la capital regional. El 6 de febrero Iigo Or-tiz sali de Hunuco y empez la inspeccin ocular, pue-blo por pueblo y casa por casa, segn la instruccin or-denada por Felipe II en Gante, 1559. El 23 de febrerollegaba con su intrprete griego a Rondo (uno de los pue-blos mencionados arriba por Xulca Condor), en tierra delos quero. Aseguraban stos que en poca del IncaHuascar haban sido separados de su natural yacha eincluidos en una waranqa de loschupaychu. Al visitar-se la casa 176, Iigo Ortiz encontr un hogar poliginio;adems de los hijos menores de las dos seoras, Yali, elmarido albergaba a

    un primo hermano que se llama Juan Mysari de12 aos hijo de Caruacapcha muy viejo que esten las salinas de Yanacache y est solo...

    Veinte casas despus, Ortiz encontr vaca la 196. Ledijeron que

    esta en las salinas de Yanacachi un yndio sinel viejo que esta dicho que se llama Cori no escristiano de treinta amancebado con un india.tiene de ella un hijo pequeo que se llama Ti-quillamacori este indio no hace otra cosa msde hacer sal.

    La casa 181 perteneca a otra pareja ausente: estnguardando el ganado de todo el pueblo, unas 58 alpacas

    y llamas. Al inspeccionar la casa 187 nos enteramos delnombre delkamayoq arriba mencionado como residenteen Chinchao, cuidando el cocal de toda la gente de Ron-do: era Santiago Condor con su esposa Barbora Llacxa-guato, personajes mencionados tambin, sin nombrar-los, en la p. 44 del primer tomo.

    Me he concentrado en estos datos de Rondo, no por-que sean excepcionales o muy representativos, sino por-que de la dicha zona de los quero tenemos la informacinms detallada, recopilada en tres ocasiones distintas:

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    1) en 1549, durante la primera visita general; infor-mante, el seor de los quero,Xulca Condor;

    2) el 26 de enero 1562, testimonio del que ya era donCristbal Xulca Condor, siempre seor de los quero.En aquella fecha se hizo presente en Len de Hu-nuco y contest las preguntas que le formul el visi-tador, contenidas en dos cuestionarios.

    3) el 23 de febrero 1562, informacin recopilada en lainspeccin ocular de Rondo, hecha por Ortiz.

    Abase de la informacin proporcionada en los dos to-mos de la visita, ofrecemos aqu una sntesis de cmofuncionaba en Hunuco el control vertical de los pisosecolgicos.

    Este conjunto de nichos y pisos podra definirse co-mo la variante local del modelo panandino de archipi-lagos verticales. El conocimiento que en 1972 tenemosde esta variante es inadecuado, ya que la informacinetnohistrica ofrecida por la visita no ha sido cotejadasuficientemente con mtodos arqueolgicos. No hay ra-zn para suponer que la lista de pisos que sigue estcompleta.

    1. Ms all del deseo de abarcar un mximo deislas en lo vertical, haba siempre un ncleo de densapoblacin, sede del mando poltico. El patrn de asen-tamiento preferido para los ncleos de Chaupiwaranqalos ubicaba generalmente de manera tal que sus habi-tantes podan regresar el mismo da de su maizal, deba-jo del pueblo, o delmanay del ao en curso, situado arri-ba de la poblacin. Tal yuxtaposicin de los dos comple-jos agrcolas claves no es frecuente en la regin andina:los manay rotativos, donde se cultivaban los tubrculosbase de la alimentacin, hasta hoy se encuentran confrecuencia separados por grandes distancias de los mai-zales. En el caso de Paucar, una de las dos capitalesyacha, o el de Ichu, sede de los dos seoreschupaychu,

    el habitante del ncleo poda ir y regresar de sus faenasen un solo da. No as elyacha residente en Cauri, laotra capitalyacha: sus maizales se encontraban a day medio de camino del pueblo.

    2 y 3. Como ya indicamos, arriba del ncleo habapor lo menos dos pisos donde funcionaban poblacionesyacha o chupaychu: las salinas de Yanacachi y los pas-tos en los alrededores de la laguna de Chinchaycocha.En el ensayo de 1967 he tratado de precisar la propor-cin de la poblacin que se dedicaba a tales tareas. Aqu

    no har sino reiterar una de las caractersticas impre-vistas de tales colonias: tanto la sal como los pastoserancompartidos con salineros, pastores y rebaos deotrosgrupos tnicos, algunos procedentes de distancias mu-cho mayores de sus respectivos ncleos que losyacha oloschupaychu.

    Este carcter multi-tnico de las colonias margina-les merece investigacin arqueolgica: una excavacincuidadosa en los alrededores de las salinas de Yanaca-chi nos permitira establecer el radio de accin del con-trol vertical y sus variaciones a travs de los siglos, enuna zona donde no hubo grandes reinos sino pequeasetnias de 5, 10 15 mil habitantes. Es tentador prede-cir que tal control vertical de un mximo de pisos eco-lgicos no se refiere simplemente a una sola etnia, sinoa una red de contradictorios reclamos, ajustes tempora-les, tensiones, lucha y treguas entre varios ncleos re-gionales que compartan un mismo ideal en una etapapreparatoria a los horizontes del arquelogo.

    4. Debajo de los maizales, losyacha y loschupaychucontrolaban algodonales y chacras de uchu: la gente deAchinga

    tienen tierras abajo en el valle de Cayra y allitienen tierras para algodonales

    Los de Atcor, tan serranos como Rondo o Achinga,declararon que en Cayra

    se dan algodn trigo y maz y aj y man y zapa-llos y camotes y cachcoa [sic] y frijoles y alli tie-nen muchas tierras.

    Igual que las salinas o los cocales, las chacras de al-godn o aj eran multi-tnicas y necesitaban gente resi-dente para cuidar los intereses de cada grupo que com-parta los recursos. Pero aparece una diferencia: dondelos rebaos o los bosques requieren de unidades doms-

    ticas completas y permanentes, los algodonales, quizspor su proximidad a los ncleos de los quero, reciban elcuidado de viudas. Las casas 315 y 316 del pueblo Ox-pa estaban vacas el da que las inspeccion Iigo Ortiz.Las viejas de quienes eran se encontraban en los algo-donales: Violante Mallao Chumbi, casa 316, est en ladicha Cayra guardando las chacras. Notemos que noera una vieja cualquiera sino la madre del dicho prin-cipal [Yacolca, casa 292] y de otro su hermano.

    5. Ms abajo de los algodonales, llegamos a la ce-

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    ja de selva. La ocupacin de esta zona era la que mos-traba mayor diversificacin tnica y social. En Poma-guaci, cultivaban representantes de tres de las cuatro

    waranqa de loschupaychu:estan cinco yndios los dos de Paucar Guamn ylos dos de Marca Pare y uno de Chinchao [Po-ma]....

    En Uras

    seis yndios los dos son de la parcialidad de Pau-car Guamn y otros dos de Chinchao [Poma]...son coca camayos....

    Aparte de estoschupaychu y de losyacha enumera-

    dos arriba por Xulca Condor, haba en la zona cocales ykuka kamayoq de otros grupos tnicos ms distantes,como losyarush, cuyos ncleos quedaban en lo que hoyes Pasco:

    Pachancha que es de mitimaes yaros de don Anto-nio [de Garay] son coca camayos... tiene 16 casas y enellas 12 yndios de los yaros de don Antonio y unos masde [Rodrigo] Tinaco y otros de Garcia Sanchez yachaque son tambin coca camayos y sirven a sus caciquesdonde son naturales....

    Anteriormente, en las salinas y pastos, ya haba-mos notado este carcter multi-tnico de las zonas pe-rifricas, pero en los cocales del Huallaga tal organi-zacin territorial se refleja en casi todos los asenta-mientos. Su verificacin arqueolgica ser ms difcilque en los pisos de altura. Pero aun en zona boscosano debemos descuidar las excavaciones, ya que mu-chas veces nos ofrecen datos inaccesibles a travs delas fuentes escritas.

    6. Los bosques. El control de las fuentes de made-ra y de otros productos de la selva, como la miel, puedehaber dependido de un rgimen semejante a los ante-riores, aunque la escasa informacin de la visita de1562 no lo permite afirmar. Los pocos detalles que te-nemos provienen de la visita de 1549, en la cual los co-cales y las explotaciones de madera parecen muy cerca-nas. Es probable que en la etno-ecologa de la poca,mis categoras 5 y 6 no formaran sino una sola. Las heseparado, ya que en el presente estado de nuestro cono-cimiento me parece un error de menor cuanta estable-cer numerosas categoras que confundir lo que separa-ba la etno-taxonoma de los moradores.

    En un solo da, el 5 de agosto 1549, Juan de Mori ysus acompaantes afirman haber visitado no slo los co-cales de Pomaguaci sino tambin Conaguara.

    que es de carpinteros de la parcialidad de Chin-chao Poma y de Marca Pare tiene 16 casas y enellas 14 yndios.

    Carpinteros era una traduccin muy literal yburda de un trmino andino que designaba a los arte-sanos residentes en la selva, los cuales cortaban rbo-les y confeccionaban platos, vasos y dems objetos demadera. Hablando de un casero que visitaron el 21de julio, es evidente que los inspectores se dabancuenta de las diferencias:

    tiene 16 casas y en ellas 10 yndios con un mandonque se llama Naopa y mas dos viudas son querocama-yos de todas las parcialidades de la banda del ro dePaucar Guaman son carpinteros

    En resumen, el primer caso de control vertical nosofrece la informacin siguiente:

    1) Se trata de sociedades demogrfica y polticamen-te pequeas -de 500 a 3,000 unidades domsticas, de3,000 a un mximo de 18,000 a 20,000 almas;

    2) Los ncleos de poblacin y poder, que a la vez erancentros de produccin de los alimentos bsicos, se ubi-caban en Chaupiwaranqa y en el alto Huallaga, por de-bajo de los 3,200 metros. Ncleos como Cauri, a 3,700metros, en el alto Maran, eran excepcionales en terri-torioyacha ochupaychu;

    3) Sus zonasperifricas estaban pobladas de ma-nera permanente por asentamientos ubicados tantopor encima como por debajo del ncleo (lo que da elcalificativo de verticalidad al modelo). Estas colo-nias perifricas:

    a) no se aventuraban ms all de tres o cuatro dasde camino del ncleo;b) eran pequeas, algunas veces simplemente tres

    o cuatro hogares por cada parcialidad, en cada pisoocupado;

    c) sus moradores conservaban sus casas y demsderechos en su ncleo y etnias de Origen;

    d) los asentamientos perifricos eransiempre mul-titnicos.

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    os modelos econmicos

    Cuando hablamos de modelos eco-nmicos en el Per prehispnico

    es necesario tomar en considera-cin que se trata de economas que

    desconocieron el uso del dinero y queadems no estaban organizadas por la ins-

    titucin del mercado.

    El modelo econmico inca se hacalificado de redistributivo debido a

    las funciones que cumpla el propio gobierno. Estosignifica que gran parte de la produccin del pasera acaparada por el Estado, el cual a su vez la dis-tribua segn sus intereses.

    Valensi (1974) da una definicin del principiode la redistribucin que presupone un modelo decentralismo institucional. Las sociedades domina-das por la redistribucin, la produccin y la repar-ticin de bienes se organizan en funcin de un cen-tro se trate de un jefe, un seor, un templo o undspota, el mismo que rene los productos, losacumula y los redistribuye para retribuir a susagentes, asegurarse el mantenimiento y la defensade los servicios comunes y para conservar el ordensocial y poltico como por ejemplo durante las cele-

    braciones de fiestas pblicas. Este principio es fa-vorecido por el modelo institucional de la simetraen la organizacin social. La reciprocidad intervie-ne en la produccin, las prestaciones de servicios,la distribucin peridica de las tierras, as como enla reparticin de los productos, en la prctica delos dones y contradones, y otras.

    Polanyi admite que la redistribucin puede jugarun papel en sociedades muy diversas, en las homo-gneas y en las estratificadas. Reciprocidad y redis-tribucin pueden combinarse en la misma sociedad,

    la primera corresponde entonces a la forma horizon-tal del intercambio a escala, la segunda a la formavertical entre unidades locales y la autoridad cen-tral. Con la formacin del Estado inca se produceun desarrollo de las fuerzas productivas y un creci-miento econmico dinamizado.

    Por muchos aos se alab y consider la organi-zacin inca como la materializacin de una utopaadmirada por los europeos. Se crea que el almace-namiento de productos de toda ndole tena por ob-

    Historia delTahuantinsuyu

    Historiadora peruana de origen polaco. Esconsiderada una de las mximas conocedorasde la historia del Imperio Incaico.

    Historia del Tahuantinsuyu (Lima, IEP, 1992),pp. 259, 262-265, 267-269, 276-277.

    Mara Rostworowskide Diez Canseco

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    Historia del Tahuantinsuyu

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    jetivo fines humanitarios, como socorrer a la pobla-cin en caso de desastres naturales. Esta aprecia-cin slo demuestra una incomprensin de los me-canismos econmicos de ese Estado.

    Gran parte de la redistribucin era consumidapor el sistema de la reciprocidad, por el cual el Es-tado se vea obligado constantemente a renovargrandes donativos a los diversos seores tnicos, alos jefes militares, a las huacas, etc. Para cumplirtales necesidades se cre, como se vio en el captuloanterior, un gran nmero de depsitos estatalesporque el gobierno tena que disponer de cuantiososbienes acumulados pues los objetos almacenados re-presentaban poder en el Tahuantinsuyu.

    El modelo econmico serrano: La sierra sur

    La economa surea del Tahuantinsuyu ha sidoestudiada especialmente por John Murra (1964,1967, 1972), seguido por numerosos investigadores.Para obtener productos de diversas ecologas los na-turales se valan del sistema de enclaves, llamadospor Murra archipilagos verticales, cuyo ncleoserrano controlaba, por medio de colonias multit-nicas, zonas diferentes situadas en microclimas dis-tantes unos de otros.

    Subrayamos la palabra distante para indicar quelos varios microclimas se hallaban a ms de un dade camino. Los enclaves del altiplano son a la fechalos modelos andinos clsicos como forma de conse-guir productos diferentes a los existentes en el n-cleo de origen. Estos enclaves se hallaban en la cos-ta y en la regin selvtica a varias semanas de mar-cha, y este punto es importante ya que marca las di-ferencias entre los dos modelos, el de la sierra sur yel de la regin central.

    Murra ha investigado con sumo detalle la ma-

    croetnia de los lupacas, y se ha comprobado que lomismo suceda con los otros seoros de la mesetadel Collao, como los pacajes, los hatun collas, losazngaros, que tambin gozaban de enclaves en zo-nas diferentes a las de su propio hbitat.

    Un problema surge en torno al inicio de los en-claves, es decir si se originaron con una conquista.Existe informacin valiosa en un documento del Ar-chivo Arzobispal de Lima que describe cmo el gru-po serrano de los yauyos ech a los yunga de Calan-

    go, de unas tierras que posean en Callaguaya, einstalaron miembros de varios ayllus serranos.

    Faltan an mayores investigaciones sobre losgrupos costeos de la zona sur, y saber cmo fuerondominados por los serranos del altiplano. Es posibleque en el litoral no haya existido una hegemona depoder yunga que hubiese podido defenderse delavance serrano. La regin comprendida entre Ca-man hasta Tarapac se llam el Colesuyu, un su-yu diferente a los cuatrosuyu clsicos del Estado in-ca y cuya poblacin costea estaba compuesta poragricultores y por pescadores. Los habitantes de es-ta regin se dividan en gran nmero de curacazgos,y el suyu debi ser una definicin del espacio msque una demarcacin poltica.

    Si bien la Visita de Garci Diez de San Miguelde 1567 (1964) junta con la Visita de Ortiz de Zi-ga a Hunuco de 1567 (1967 y 1970) son ejemplosclsicos de los enclaves serranos. en ambos docu-mentos aparecen los rescates de ganado, lana y ro-pa. Estas repetidas manifestaciones indican que enalguna poca del ao se efectuaban ciertos inter-cambios.

    La sierra central

    Una situacin muy diferente a la del altiplano ya la de la sierra en general exista en la CordilleraMartima de la regin central del antiguo Per. Lascondiciones geogrficas especiales hicieron que losnaturales adoptaran un modelo propio, adaptado alas condiciones topogrficas imperantes en la re-gin. Es un hecho importante demostrar cmo undeterminado modelo poda variar si las condicionescambiaban.

    Esta distinta aplicacin del patrn de la vertica-lidad demuestra que no era un sistema rgido, sino

    que se transformaba segn las circunstancias. Talinformacin surge de las Visitas realizadas a Cantaen 1549 y en 1553; ambos testimonios tempranos,anteriores a las reformas toledanas, dan una visinde situaciones especiales para la zona.

    La regin de Canta tiene un terreno abruptoque a relativa corta distancia goza de climas dife-rentes lo cual le permite producir recursos varia-dos. Explicaremos en pocas palabras su organiza-cin econmica bastante original y que ofrece un

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    aspecto nuevo al problema: El Seoro de Cantacomprenda ocho ayllus, y para atender cultivos si-tuados a diversos niveles ecolgicos, distantes unosde otros por un da o dos de camino, idearon un tra-bajo comunal de los ocho ayllus, rotativo y de tem-porada. Cuando cumplan faenas comunales se mu-daban de un lugar a otro con el objeto de realizardeterminadas faenas agrcolas. Esta trashumancialimitada los llev a poseer, adems de sus pueblospermanentes, unas aldeas comunes habitadas tem-poralmente mientras cumplan sus labores en lazona, por ejemplo cuando se dirigan a la puna asembrar y cosechar una planta de gran altura lla-mada maca (Lepidium meyenil), o a realizar la es-quila de sus rebaos de camlidos. En otra pocadel ao bajaban a la regin clida delchaupi yun-ga a las plantaciones de cocales o de maz. No sloen sus chacras, sino tambin para la confeccin deobjetos o de productos necesarios para la comuni-dad emplearon el sistema rotativo, por ejemplo lostejidos, la elaboracin de cermica, la fabricacinde ojotas (calzado andino) o la preparacin delcharqui.

    A causa de las cortas distancias entre los variosclimas y recursos, los naturales de Canta no preci-saron de enclaves multitnicos que recin fueron in-troducidos con el dominio inca y la aparicin de los

    mitmaq.

    El modelo econmico costeo:La especializacin laboral

    Dado que la organizacin de la economa serranaguardaba una necesaria relacin con el medio am-biente, propio de las quebradas andinas y de la me-seta del altiplano es comprensible que la diferentegeografa de la costa propiciase un modelo econmi-co tambin distinto.

    Es importante notar que la regin yunga a pesarde sus dilatados desiertos, era una regin rica en re-cursos naturales renovables. Su mayor fuente debienestar provena del mar, un mar que era extraor-dinariamente abundante en su fauna ictiolgica.

    A diferencia de otros lugares del mundo, en losinicios de la civilizacin del antiguo Per no hubonecesidad de la agricultura para la formacin de po-blaciones numerosas ni para la creacin de centrosceremoniales destacados. Estas primeras manifes-

    taciones culturales se desarrollaron gracias a la ex-plotacin de los recursos del mar, marcando as elposterior desenvolvimiento costeo.

    Desde tiempos tempranos se estableci en lacosta dos actividades diferentes, la pesca y la agri-cultura. Se formaron grupos separados con jefespropios y se estableci entre ellos un intercambiode productos. Sin embargo los pescadores, limita-dos a sus playas y caletas, permanecieron subordi-nados a los seores de las macroetnias de agricul-tores yungas.

    La primera informacin sobre la presencia enun curacazgo de estas divisiones nos la dio la Rela-cin de Chincha, nombrada por nosotros como Avi-so. En efecto, una poblacin de treinta mil tribu-tarios se divida en diez mil pescadores, doce milcultivadores y seis mil mercaderes. Estas cifrasindican una divisin laboral entre sus habitantes,distinta a lo que hasta entonces se conoca en elmundo andino.

    La importancia del trabajo artesanal se vio con-firmada en las mismas Ordenanzas, pues prohibana los curacas a obligar a los artfices a cumplir lamita campesina o a servir en la casa de sus enco-menderos.

    De acuerdo con el sistema de la especializacinmuchos trabajos que no se consideran como artesa-nales figuraban como tales, y se prohiba el ejerciciode cualquier otra labor aparte de la indicada.

    Un ejemplo muy ilustrativo de las costumbresyungas era la de los chicheros o fabricantes de bebi-das, especialidad reservada a los hombres. En lasierra las mujeres preparaban en sus hogares la be-bida para la familia. Cuando se necesitaban gran-des cantidades para el culto o para las ceremonias

    del Inca, las mamacona eran las encargadas de pre-pararlas. En cambio, en la costa se trataba de unoficio masculino a dedicacin exclusiva.

    El intercambio costeo

    En las sociedades arcaicas predominaba, segnPolanyi (1957), el modelo redistributivo a pesar deexistir en algunos lugares el hbito del intercambio.Este fue el proceso seguido en los curacazgos coste-os y marc su diferencia con los seoros serranos.

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    La reciprocidad como una integracin tuvo ma-yor poder en la costa al emplearse tanto la redistri-bucin como el trueque, que se basaba en equivalen-cias establecidas y compensaba la falta de algn ti-po de producto local. Un estudio emprico de la eco-noma llamada primitiva comprende en sus princi-pales cuadros la reciprocidad, la redistribucin y eltrueque.

    Para entender el intercambio en las sociedadescosteas del antiguo Per tenemos que aclarar quese realizaba a dos niveles muy distintos. El prime-ro se efectuaba entre la gente del comn para con-seguir lo necesario para la vida diaria y posiblemen-te las equivalencias eran establecidas y aceptadaspor todos. El segundo se llevaba a cabo entre lasclases altas de la sociedad.

    Tenemos noticias de dos lugares distintos y sepa-rados que nos ofrecen una visin de la situacin im-perante en las tierras yungas: En Chincha, como yalo mencionamos, el intercambio se realizaba a largadistancia, siendo efectuado por mercaderes reco-nocidos como tales. En el norte slo tenemos pocasnoticias de seores en cuyas manos se desarrollabael trueque, tanto suntuario como de recursos ali-menticios. A continuacin veremos ms ampliamen-te estas dos situaciones.

    El trueque local

    La especializacin del trabajo en la costa obligal establecimiento de un trueque local entre sus ha-bitantes para obtener las subsistencias y los objetosque cada cual no produca. En pginas anterioresmencionamos la dedicacin exclusiva del trabajo,que traa como consecuencia un intercambio cons-tante, un ejemplo de esta situacin lo hallamos enla Visita realizada por Juan de Hoces en 1574 a laregin de Trujillo. El visitador se vio en la necesi-

    dad de reglamentar las equivalencias entre el mazremitido por los cultivadores y los fabricantes dechicha que preparaban las bebidas, adems seallos montos de chaquira, lana y otros objetos queotras personas pudiesen trocar.

    Los oficiales chicheros quedaban liberados decualquier otro trabajo y no podan ser obligados aacudir a la mita del encomendero, del cacique o delos principales. Slo deban prestar ayuda en la re-paracin de la acequia principal del repartimiento,

    hecho que demuestra a su vez la importancia quetena en la costa toda obra de emergencia relaciona-da con el sistema hidrulico del valle. Aunque lasmedidas adoptadas por el visitador fueron dadas entiempos coloniales, ellas son un reflejo de los hbi-tos yungas.

    En las sociedades arcaicas exista un rechazo alos beneficios en las transacciones que involucrabana los alimentos: se limitaban a mantener las equi-valencias. El trueque a nivel local en un valle coste-o no era materia de ganancia, sino de un acomodonecesario al sistema de trabajo especializado impe-rante en la sociedad.

    Intercambio a larga distancia de losmercaderes chinchanos

    Si bien en pginas anteriores, al tratar de lasclases sociales y de las jerarquas en el Tahuantin-suyu se habl de los mercaderes, an falta men-cionar sus viajes y lo que representaban en el con-texto andino.

    Los chinchanos se dirigan al norte en balsas, cu-yo nmero es mencionado por el propio Atahualpaen un dilogo con Pizarro cuando ste le preguntsobre el motivo de la presencia del seor de Chin-cha, nico curaca llevado en andas en el squito delInca en aquel aciago encuentro de Cajamarca. Eraun hecho resaltante el honor de usar litera, cuandotantos otros nobles participaban a pie en la jornada.Atahualpa respondi que el seor chinchano era suamigo, y seor mayor de los llanos, adems de po-seer cien mil balsas en la mar. Naturalmente, es-to no significa que ese nmero correspondiese con larealidad, y es probable que algunas de dichas balsasfueran de troncos de rboles, y otras de grandes ma-zos de totora unidos entre s a las que se les daba di-reccin con las guare-tablas de madera colocadas

    entre los troncos, que hundan o levantaban a vo-luntad para formar timn y quilla.

    La importancia del sistema hidrulico

    El acceso al agua y por ende al riego fue tan im-portante en el mbito andino como el acceso a la tie-rra. Los mitos y leyendas narran episodios sobre elinicio de los canales hidrulicos en un tiempo mgi-co, cuando los animales hablaban. Las fuentes opuquio surgieron por rivalidades entre clebres

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    huacas que se retaron para medir sus poderes, y ori-naron en varios lugares dando lugar a que brotasenmanantiales. El mar, los lagos, las fuentes fueronvenerados por pacarina o lugares de origen de nu-merosos grupos tnicos. Las lagunas eran conside-radas como manifestaciones del mar y origen delagua en general.

    Para la realizacin de una agricultura intensiva,conocida y practicada en los Andes, era preciso te-ner conocimientos hidrulicos y proceder a irrigarlas tierras para aumentar los cultivos. En las tie-rras de secano se sembraban tubrculos, pero elmaz necesitaba de riego y quiz su introduccin enel agro foment y dio lugar al desarrollo de los sis-temas hidrulicos. No slo se practicaron en las di-versas etapas del desarrollo andino complejas y so-fisticadas redes hidrulicas para conducir el agua ymejorar la produccin agraria, sino que los santua-rios, como Pachacamac, gozaban de canales quetraan agua a los templos desde lugares alejados.En el Cuzco, los dos pequeos ros, el Tulumayo y elHuatanay discurran por sus lechos encauzados yempedrados.

    La arqueologa ha reconocido los sistemas y mode-los empleados en la hidrulica andina, sobre todo enla costa, donde el riego fue siempre una necesidad ine-ludible. El anlisis de la situacin hdrica de cada va-lle costeo ofrece interesante informacin acerca deldesarrollo de los centros de poder, que podan fluctuara travs del tiempo en sus interrelaciones costa-sie-rra. Las diversas circunstancias en las cuales se de-senvolvieron los modelos hidrulicos en cada valleyunga son expresin de su pasado y de sus relacionescon sus inmediatos vecinos de las tierras altas.

    La informacin que se obtenga para una deter-minada cuenca fluvial no permite aplicarla a otrosvalles, a menos que las fuentes documentales loconfirmen. De hecho, la experiencia demuestra laexistencia de distintas situaciones, fluctuaciones ycambios en las relaciones costa-sierra en el tiempo,no slo entre diversos lugares geogrficos, sino enun mismo valle. Para ilustrar nuestro decir, bastasealar y comparar el fuerte control ejercido por losserranos del altiplano sobre la costa sur durante elIntermedio Tardo con lo que suceda en el Chimoren la misma poca.

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    esde el traumtico ingreso de Europa en las guerras de

    conquista hasta el fin liberal del Virreinato, la historia del Per

    como reino integrante del Imperio Hispnico forj la

    estructura bsica de nuestra autocomprensin como

    sociedad, dndonos acceso a las ms elementales de

    nuestras herramientas culturales y, con toda certeza, tambin

    a nuestros ms pesados lastres. La obra de Guillermo Lohmann

    nos previene acerca de la complejidad del virreinato peruano y

    del peligro de encasillarnos en interpretaciones fciles y simplistas.

    De igual modo, la obra de Scarlett OPhelan nos llama la atencin de las

    complejas relaciones entre los indios, mestizos y los criollos a fines de la

    Colonia. La deuda con esos largos trescientos aos de integracin con el imperio

    de Espaa es un hecho gravitante en nuestra identidad nacional.

    Una larga tradicin republicana nos ha hecho volver las espaldas tanto al

    peso como al significado del perodo virreinal. Es comn exagerar sus aspectos

    negativos y traumticos, asignando al extenso periodo de los virreyes la fuentede algunos de nuestros males culturales, cierta dosis de racismo o la falta

    de virtudes republicanas. Pero, an asumiendo que la herencia de esos

    problemas es un fenmeno real de nuestra vida republicana, hay historiadores

    que han subrayado tambin que el sistema virreinal es la fuente de muchos de

    los valores ms preciados de nuestro pas, la religin catlica, el idioma espaol

    y nuestra pertenencia al tronco de la civilizacin occidental.

    5 Waldemar Espinoza. La destruc-cin del imperio de los incas (Li-ma: Amaru, 1990). Pgs. 13-22.

    6 Ral Porras El nombre del Per. EnAntologa Ral Porras,Jorge Puccinellicom. (Lima: P.L Villanueva S.A., 1951).Pgs. 27-30.

    7 Nathan Wachtel. Sociedad e ideolo-ga: ensayos de historia y antropologaandinas (Lima: IEP, 1973). Pgs. 81-85,120-128.

    8 Felipe Barreda Laos. Vida Intelectualdel Virreinato del Per, (Buenos Aires:UNMSM, 1937), Pgs. 28-32, 34-35.

    9Julio Cotler. Clases, Estado y Nacin,(Lima: IEP, 1992). Pgs. 28-31, 46, 68-70.

    10 Hugo Neira. Virrey. Corte y AsedioCriollo. En Hacia la tercera mitad: PerXVI-XX. Ensayos de relectura hertica.(Lima: Fondo Editorial Sidea, 1996).Pgs. 178-181.

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    El legado colonial:la Conquista

    y el Virreinato

    Captulo II:

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    n 1955, cuando el autor era alumno del doctorRal Porras Barrenechea, historiador y maes-tro insigne, entre los trabajos prcticos de in-terpretacin de textos y de investigacin hist-

    rica que el gran maestro peda, presentamos unotituladoLos auxiliares indgenas de Cajamarca enla Conquista espaola. Fue un estudio de cuarenta

    y dos pginas, escrito a base de unos informesinditos de los siglos XVI y XVII, que pudimosencontrar en el archivo de Cajamarca. Desdeentonces, nos qued la idea de poder hallar do-

    cumentos similares en distintos repositoriosacerca de otros grupos tnicos del rea andina. Elmismo doctor Porras, en 1957, nos dio muchas pau-tas para su ubicacin, estudio y publicacin. Cuan-do una vez antes de viajar a Sevilla en setiembrede 1958, le manifestamos nuestro deseo de ver yleer las Informaciones de los curacas don FelipeGuacrapucar y don Francisco Cusichaca, que lmencionaba en tres notas a su brillante estudio so-bre Jauja, Capital mtica, Porras nos dijo: eso ymucho ms hallar usted en Sevilla. Y as fue, por-que a fines del mismo ao, en noviembre, logramosubicar las dosInformaciones que, en forma patti-ca, demuestran y aclaran cmo y por qu los espa-oles pudieron apoderarse de un Imperio tan vastoen un tiempo tan breve. Son, pues, dos documentosde carcter informativo, a los cuales muy bien les

    podramos llamar Las Crnicas de Jauja, o quizmejor Las Crnicas de los Huancas. Dos Informa-ciones notabilsimas, porque gracias a ellas pode-mos ahora comprender, con gran facilidad, la com-pleja problemtica de la cada del Imperio de los In-cas.

    Para el caso concreto de nuestro pas, la visinde que 160 espaoles y 60 caballos, sin ayuda denadie, pudieron conquistar el Imperio Andino, com-puesto de varios miles de soldados y de millones depobladores, en un tiempo relativamente muy corto,

    ha hecho meditar a muchos investigadores. Cmoexplicarse que un puado de invasores espaoleshayan derrotado a miles de soldados andinos, y lue-go subyugar a millones de peruanos? Cmo pudoun grupillo de aventureros aplastar a un Imperiotan poderoso? Cmo explicar el avasallamiento delTahuantinsuyu en uno o dos aos a lo ms?

    Hasta cuatro han sido las respuestas, pero dosde ellas las ms difundidas: 1) La ayuda divina de-rramada sobre los espaoles; 2) La superioridad ra-

    Historiador cajamarquino. Es uno de losgrandes especialistas de la poca inca y laConquista.

    La destruccin del imperio de los incas. Lima:Amaru Editores,1990. Extractos seleccionadospgs. 13-18.

    Explicacionessobre la cada

    del Imperio Inca

    Waldemar Espinoza Soriano

    Waldemar Espinoza Soriano

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    CARETAS 2002

    Explicaciones sobre la cada del Imperio Inca

    cial y cultural de los conquistadores, y su secuela deresultados: ventaja armamentista, estratgica, po-ltica, etc.; 3) El absolutismo exagerado del EstadoInca, que haba convertido en autmatas a los tri-butarios andinos, al extremo de que cada la cabezadirigente el inca se vino todo abajo; y 4) La situa-cin social y poltica de los reinos seoriales con-quistados por los emperadores del Cuzco.

    Uno de los historiadores ms sagaces que hanestudiado este ltimo problema es Alejandro Lips-chutz. En su estudio publicado en 1963 da tantaimportancia a este asunto que lo analiza casi ente-ramente en la Tercera Parte de su libro. As, porprimera vez, hace resaltar el colaboracionismo delos seores tnicos, quienes lo hicieron para ven-garse de antiguas rivalidades interseoriales ytambin para salvaguardar el status socio-econmi-co en que se desarrollaron dentro de las estructurasandinas, y asimismo por la oposicin que reinabadentro de las clases sociales dominantes. Dicha co-laboracin seorial fue muy dura en Chile y Para-guay por ejemplo. En stos, la resistencia delcampesino libre contra el seorialismo intruso, endefensa de su terruo, de sus costumbres, de su len-gua y de sus dioses [fue] capaz de desarrollar en es-ta su lucha, [un] valor grande e inquebrantable.

    El providencialismo surgi el ao mismo de lamuerte de Atahualpa. Los espaoles justificaron lacada del Imperio Inca con argumentos carismti-cos. En tal sentido, no algunos sino todos los con-quistadores pensaron que Dios lo haba determina-do as, para poner fin al despotismo dictatorial delos incas. En todas las crnicas de la conquista, ytambin en las posteriores, se hallan dichas medi-taciones. Tal sucede en las de Jerez, Sancho, Cieza,Pedro Pizarro y hasta en la del culto Acosta. Paralos conquistadores, fue la ayuda de la Virgen y deSantiago Apstol la que determin la cada del Im-

    perio Inca. Acosta, por ejemplo, cree que el Imperiose desplom vctima de sus pecados nefastos, yaque Huscar fue el fruto del incesto entre dos her-manos, es decir, de una unin ilcita, contra la leynatural. El Imperio acab, pues, por orden de Diospara terminar con la idolatra e implantar la reli-gin catlica.

    La superioridad racial del europeo, esgrimidacomo argumento para revitalizar la leyenda de lafcil conquista, brot tambin en el siglo XVI. Pero

    fue en el XVIII y ms todava en el XIX cuando co-br verdadero valor. Morton, por ejemplo, en 1829public un libro titulado Crania Americana (Fila-delfia), donde sostiene que las cabezas de los ind-genas comunes del Per acusan un claro ndice deestupidez, salvo las testas de los incas (!). De stosdice: los crneos de la raza de los incas presentanuna decidida superioridad en las facultades intelec-tuales con otras razas del pueblo comn del Per.Y lo curioso es que su criterio an rega en 1870.Como consecuencia de esa teora, otros explicaronel fin del Imperio negando y desvirtuando el valordel indgena. Los imaginaron como a guerreros pu-silnimes y acomplejados frente al invasor armadovenido de Espaa. Pero el complejo de la superiori-dad racial qued desvanecido, ms tarde, con las in-vestigaciones serias de la antropologa cientfica.Qued demostrado que no pasa de ser sino una delas muchas y ftiles vanaglorias de los conquistado-res y de los europeos en general. Qued aclarado,pues, que cualquier razonamiento invocando el feti-chismo, la supersticin o la inferioridad racial y cul-tural del peruano es tan falso como las baladrona-das de los espaoles, quienes crean en la ayuda ce-lestial.

    Uno de los abanderados de la tesis de la inferio-ridad racial y cultural de los peruanos, como factor

    primordial para la ruina de su Imperio, es el nor-teamericano Ch. F. Lummis. Para este escritor, elsolo hecho de haber estado el Per poblado por in-dios es ya una prueba palmaria de su inferioridadtotal. Los vio imposibles de crear un reino y peoruna repblica como la actual de Estados Unidos,porque la vida andina dice fue sencillamente tri-bal. No vale la pena seguir comentando las atrabi-liarias y prepotentes teoras de Lummis, propias desu mentalidad segregacionista e imperialista, por-que la arqueologa y la etnohistoria las han destrui-do. Sin embargo, hay que anotar que para Lummis

    la poblacin andina fue de las ms inferiores y em-brutecidas del mundo, por la sencilla razn segnl de no ser ms que indios. Niega la existenciade incas y de curacas, y despectivamente a todos loshabitantes no los vio sino como a una tribu de in-dios.

    Otro de los argumentos, muy mentados y estu-diados, para demostrar la fcil destruccin del Im-perio, fue la divisin existente entre el ejrcito y laclase dirigente en dos bandos: los de Huscar y los

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  • 7/21/2019 Los 50 Libros Que Todo Peruano Debe Leer

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    Waldemar Espinoza Soriano

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    CARETAS 2002

    de Atahualpa, que vale decir entre anan y urin cuz-cos. Desunin que llev consigo una cruel y largaguerra civil, de la que se aprovech Pizarro, ayu-dando al uno contra el otro, y viceversa, hasta ha-cer desaparecer a los dos y quedarse l como nicogobernador de todo el territorio. No cabe duda quede las teoras hasta ahora en boga, sta ha sido laaceptada como la ms lgica y natural de todas.

    Pero tambin hubo hombres que se preguntaroncmo es que los araucanos, los chichimecas y otrastribus de cultura marginal no pudieron ser conquis-tadas con la misma sencillez que el Per y Mxico?Esto ya se interrogaron Cieza en 1553 y Acosta en1590. Y, en realidad, su estudio es fundamental pa-ra comprender la cada del Imperio Andino. No hayque olvidar que los araucanos recin fueron venci-dos entre 1860 y 1870.

    Autores tan antiguos como Cieza y Acosta, y otrotan moderno como es Lipschutz, sostienen que losaraucanos no fueron subyugados fcilmente, nofueron conquistados nunca por los espaoles, por-que no haban formado seoros. No haban tenidoreyes a quienes obedecer, porque jams haban es-tado sometidos a dominio extranjero. Era una gen-te libre. Su rgimen socio-poltico-econmico de no-madismo les incit a combatir y esto les posibilit laresistencia. Si hubieran estado estructurados enseoros, como s lo estuvieron los de Mxico y elPer, se habran derrumbado rpidamente; porqueentreg