londres, 1939. ada vaughan es una joven y ambiciosa ...negras en relieve: instituto politÉcnico de...

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  • Londres,1939.AdaVaughanesunajovenyambiciosacostureracuyogransueñoesabrir,algúndía,supropiaboutiqueyconvertirseenunaaclamadamodista. Cuando se enamora de Stanislaus von Lieben, un seductoraristócratahúngaro,creeposiblehacerrealidadsussueños.

    Juntos viajan a París, pero el inminente estallido de la segunda guerramundialtruncatodossusplanes…Perdidaysolaenunpaísextranjero,Adahaquedadoatrapadaporlaguerra,ydeberáhacertodoloqueestéensusmanosparasobrevivir.

    Enmediodelhorror,eldondeAdaparacrearbellezayglamouresloúnicoque la mantiene con vida, y pasará sus días confeccionando elegantesvestidospara lasmujeresde losdirigentesde lasSS.Cosióparasalvarse,paraseguiradelantesinmiraratrás.Perocuandopensabaque todohabíaterminadotuvoqueenfrentarsealfinalaverdad:nuncapodríarecuperarloquehabíaperdidoenelcamino.

    Lamodista de Dover Street nos descubre a una heroína inolvidable, AdaVaughan, una mujer enfrentada a su destino que deberá sacrificar sucorazónparasalvarsuvida.

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  • MaryChamberlain

    LamodistadeDoverStreetePubr1.0

    Titivillus03.11.16

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  • Títulooriginal:TheDressmakerofDachauMaryChamberlain,2015Traducción:MaríaJoséDíezPérezFotografíadelacubierta:MalgorzataMaj-Arcangel

    Editordigital:TitivillusePubbaser1.2

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  • Paralospequeños—Aaron,Lola,Cosmo,Trilby—ysuBa

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  • PRÓLOGO

    Elsoldeabrililuminabalosgruesosnudosdesedanegra,convirtiéndolaenunmardeébanoyazabache,plataypizarra.AdamirabaaAnni,quepasabalamanoporlosfinos,tiesosbordesdelachaqueta,siguiendoloshilosexquisitos,cálidos,ytocabalaflorcomosilosdelicadospétalostuviesenvida.

    Llevabalachaquetasobreungruesojerseydelanaysudelantaldecocinera,demodoqueletirabadeloshombros.«No—leentraronganasdedeciraAda—,asíno.No queda bien». Peromantuvo la boca cerrada.A juzgar por la cara deAnni, esachaquetaeralacosamásbonitaquehabíatenidoensuvida.

    Annisostenía la llavede lahabitacióndeAdaenunamanoyunamaletaen laotra.

    —Adiós—sedespidió,tirólallavealsueloy,deunpuntapié,lalanzóhaciaAda.Semarchó,dejandolapuertaabierta.

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  • UNO.LONDRES,ENERODE1939

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  • Adasemiróenelespejorotoquehabíaapoyadoenelaparadordelacocina.Labocaabierta, la lengua inmóvil, empezó a depilarse las cejas con unas pinzas oxidadas.Hizomuecasdedolorylanzóayeshastadejarunfinoarco.Acontinuaciónsediounpoquitodehamamelisconlaesperanzadequeelescozorsecalmara.Despuésmetióelcabelloenaguatibiaylimpia,enelviejofregaderoagrietado,lequitólahumedadconuna toalla y se hizo la raya a la izquierda.Dieciocho años, así parecíamayor.Dedocorazón,peinaryalisar;dedoíndice,ondular.Tresondasalaizquierda,cincoaladerecha, cincovueltas cada trenzadeespigaen la espalda, rizosyunahorquillabienpegadaalacabeza,dejarlosecar.

    Adaseestabatomandosutiempo.Abrióelbolsoysepusoahurgarenélhastaque encontró la polvera, el colorete y el pintalabios. Sin pasarse, para no parecervulgar,perolosuficienteparaqueledieraunaspectolozanoysaludable,comoesasjovencitasdelaLigaFemeninadeSaludyBelleza.LashabíavistoenHydeParkconsuspantaloncitosnegrosysusblusasblancas,ysabíaquepracticabanlossábadosporlatardeenelpatiodelaescuelaHenryFawcett.Quizáseunieraaellas.Estababienserágilydelgada,yeluniformepodíahacérseloellamisma.Despuésdetodoahoraeramodistayganabaunbuendinero.

    Unióloslabiosparaextenderseelcarmín,comprobóquelasondassemanteníanensusitiomientrasselesecabaelpelo,ycogióelespejoylollevóaldormitorio.Lafaldadepatadegallomarrónde tablas invertidasy lablusadecolorcremaconelalfilerdeesmalteenelcuello:resultabaelegante.Yeltweederabueno,unretaldeIsidore, el sastredeHanoverSquare.Ada solo teníaquinceañoscuandoempezóatrabajar allí. Cielos, qué verde estaba entonces; recogía alfileres del suelo y barríarestos de telas, llevaba las zapatillas grises por el jaboncillo y su chaqueta era desegundamanoy tenía lasmangasdemasiado largas.Supadredecíaque la estabanexplotando, que el capitalista gordinflón que llevaba el establecimiento era unnegrero y que debía organizarse y defender sus derechos. Pero Isidore le abrió losojos:leenseñóqueeltejidovivíayrespiraba,queteníasupersonalidadysupropiocarácter.Laseda,decía,era terca;el linón,hosco.Elestambreeraduro; la franela,vaga.Le enseñó a cortar la tela demaneraqueno se frunciera ni se estropeara, lehabló de bieses y de orillos. Le enseñó a sacar patrones y dónde marcar conjaboncilloehilvanar.Leenseñóautilizar lamáquinadecoser, losdistintoshilos,acolocar lasmodernas cremalleras de forma que quedaran ocultas en la costura y acoser ojales y dobladillos. «En espiga, Ada, en espiga». Las mujeres parecíanmaniquís.Eraunmundomágico.Cabellobonitoyvestidosbrillantes.Inclusobragasamedida.Isidoreleenseñóesemundo,yAdaloqueríaparaella.

    Aúnnohabíallegadoallí.Entresumadre,queleexigíaunapartepormantenerla,elautobúsqueteníaquecogerparairatrabajaryeltéquesetomabaenLyonsconlaschicaseldíadepaga,cuandoacababalasemananolequedabagrancosa.

    «Ynotepiensesquepuedesveniraestacasayserladueñayseñora—dijosumadreaAda,levantandoundedomanchado,losnudillosarrugadoscomoungusano

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  • viejo—soloporquepagas».Aunasí,teníaquequitarelpolvoybarrery,ahoraquesabíacómohacerlo,ocuparsetambiéndeconfeccionarlaropadelafamilia.

    Ada sabíaqueesavidadeeconomíasy lendrerasyprendasusadasnoeraparaella.Sehumedecióelíndiceyelpulgar,recogiólasmediasBembergconpunteraytalón y se las puso, subiéndolas poco a poco —«procura no hacerles ningúnenganchón»—demaneraquelacosturalequedarabienrectapordetrás.Lacalidadsenota;lasaparienciassonimportantes.Mientrassumejorropaestuviesebien,nadiepodría tocarla.Los labiosapretados, lacabezaalta,«disculpe».Darseaires,ybien.Adallegaríalejos,losabía,tambiénseríaalguien.

    Apoyóelespejoenlachimeneaysepeinóelpelocastaño.Sepusoelsombrero,uncasquetemarróndefieltroquelehabíaconfeccionadounodelossombrereroseneltrabajo,yseloechóhaciadelanteyhaciaunlado.Acontinuaciónseenfundólosnuevosescarpinesmarronesy, trasponerelespejoenaltoe inclinarlo, se retiróuntantoparaverelresultado:perfecto.Alamoda.Pulcro.

    AdaVaughan salvó de un salto el umbral, aún húmedo de los restregones y elpolvo de minio de esa mañana. El cielo era denso, los cañones de las chimeneaslanzaban bocanadas de hollín al aire. La hilera de casas recorría la calle entera, lacarbonillaadheridaaloscaracterísticosladrillosamarillosyalosvisillosmarrones,quetratabandeescaparporlasventanasabiertasconelvientotrabadodelaciudad.Setapólanarizconlamanoparaquela inmundiciadelTámesisylacenizadelasfábricasdefundicióndegrasasnoselemetieranporlanarizydejaranmocosnegrosenlospañuelosquesehabíahecho,conlasinicialesA.V.bordadasenunaesquina.

    CaminaquetecaminaporTheedStreet,laspuertasdelacalleabiertas,sepodíaverelinterior,unascasasrespetables,limpiascomounapatena,unbuensitio;habíaqueseralguienparapoderarrendarunaviviendaallí,decíasiemprelamadredeAda.Alguien,¡ja!Suspadresnoreconoceríanaunodeesos«alguien»aunquelesdieraunsopapo.QuieneseranalguiennovendíanelDailyWorkera lapuertadeDalton lossábados por la mañana, ni rezaban el rosario hasta hacerse callos en los dedos.Quieneseranalguiennosehablabanagritososepasabandíasenfurruñadossindecirnipío.SiAdatuvieraqueelegirentresumadreysupadre,escogeríasindudarloaél,apesarde sugenioy sus frustraciones.Noqueríaganar el cielo, sino la salvaciónaquí y ahora; un último empujón y el edificio de prejuicios y privilegios sederrumbaríaytodostendríanelmundoqueAdaanhelaba.Lasalvacióndesumadrellegaríatrassumuerteyunavidadesufrimientoydolor.Losdomingos,enlaiglesia,Adasepreguntabacómoalguienpodíahacerdelamiseriaunareligión.

    Caminaquetecaminapordelantedelparquedebomberosydelossacosterrerosparaemergenciasquehabíaapiladosfuera.Pasóporel teatroOldVic,dondehabíavistoNochedeReyesenunasientoparaellasolacuandoteníaonceaños,embelesadacon el lustroso vestuario de terciopelo, el olor de las bombillas y las mondas denaranja.Sabía, lo sabía,queeneseescenario, con sudecoradopintadoy sus lucesartificiales,habíaunmundo tanrealyvastocomoelpropiouniverso.Maquillajey

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  • fantasía.Malvoliolahizofeliz,yaque,aligualqueella,ansiabaseralguien.Siguióadelante, bajando por London Road, dando la vuelta a St.George’s Cross ymetiéndose enBoroughRoad.Supadre decía que iba a haber guerra antes de queacabaraelaño,ysumadrecogíapanfletosylosleíaenalto:«Cuandooigalasirena,mantengalacalma…».

    Caminaquetecamina,Adallegóaledificioylevantólacabezaparaverlasletrasnegras en relieve: INSTITUTOPOLITÉCNICODE BOROUGH. Jugueteó con el sombrero,abrióycerróelbolso,seaseguródequeteníalascosturasrectasysubiólaescalera.Le sudaban las axilas y los muslos, un sudor provocado por los nervios, no lahumedadlimpiadecuandounocorría.

    Lapuertadelahabitación35teníacuatropanelesdecristalenlamitadsuperior.Adamiróporellos:habíanapartadolasmesasaunlado,yseismujeresformabanunsemicírculo en el centro. Estaban de espaldas a la puerta ymiraban a alguien queteníandelante.Adanoveíaaquién.Selimpiólamanoenlafalda,abriólapuertayentróenlasala.

    Unamujerpechugona, conun collar deperlasy el cabellogris recogido enunmoño,saliódelsemicírculoyabriólosbrazos.

    —¿Yustedes…?Adatragósaliva.—AdaVaughan.—¡Desdeeldiafragma!—gritólamujer—.¿Cómosellama?Adanosabíaaquéserefería.—AdaVaughan.—Lavozseleestrellócontralalengua.—¡¿Acasosomosunratón?!Ada se ruborizó.Se sentíapequeña, estúpida.Diomediavueltay echóa andar

    hacialapuerta.—No,no—exclamólaseñora—.Nosevaya.—Adasedisponíaacogerelpomo

    cuandolamujer lepusolamanosobrelasuya—.Quédese,yaquehavenidohastaaquí.

    Teníalamanocalienteyseca,yAdavioquellevabalasuñascuidadasypintadasderosa.Lallevóconlasdemásylasituóenelcentrodelsemicírculo.

    —Soy la señoritaSkinner.—Suspalabras resonaronclaras, comounamelodía,pensóAda,ounapalomadecristal—.¿Yusted?

    LaseñoritaSkinnerestabatiesa,todapechos,aunqueteníalacinturafina.Ladeólacabeza,elmentónadelantado.

    —Dígaloconclaridad.—Sonrió,asintió.Despuésdetodo,surostroeraamable,aunquelavozfueseestricta—.Ar-ti-cu-lan-do.

    —AdaVaughan—repitióella,conconvicción.—Puedequeparezcauncisne—afirmólaseñoritaSkinner,dandounpasoatrás

    —,perosihablacomoungorrión,¿quién la tomaráenserio?Bienvenida, señoritaVaughan.

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  • Sepusolasmanosenlacintura.Adasupoquellevabafaja:ningunamujerdesuedad tenía una figura así sin ayuda. Cogió aire, «mmmmm», tamborileó con losdedosenlacavidadquesecreóbajolascostillasyabriólaboca:

    —Do,re,mi,fa,sol.—Sostuvolaúltimanota,lanzándolacomolachimeneadeun barco hasta que en el aire únicamente quedó un eco.A continuación relajó loshombrosysoltóelrestodelaireconfuerza.

    «Sonlospechos—pensóAda—,seguroqueguardaahíelaire,losinflacomosifuesenglobos».Nadiepodíacogertantoaire,noeranatural.

    —Pónganse rectas.—LaseñoritaSkinnerdiounpasoadelante—.Barbillaalta,traserodentro.—Fuerecorriendoelgrupo,yalllegaraAdalepusounamanoenlosriñones y con la otra le levantó la barbilla—. A menos que estemos rectas —laseñorita Skinner echó los hombros atrás y enderezó el pecho—, no podremosproyectar.—HacíavibrarlaserrescomounosplatillosdelEjércitodeSalvación—.Ysinopodemosproyectar—añadiólaseñoritaSkinner—,nopodremospronunciar.—SevolvióhaciaAda—:SeñoritaVaughan,¿porquédeseaaprenderelocución?

    Adanotóqueelcalor lesubíaporelcuellohasta lasorejas,supoqueseestabaponiendoroja.Abriólaboca,peronopudodecirlo;lalenguaseledobló.«Quieroseralguien».LaseñoritaSkinnerasintiódetodasformas:yahabíavistoachicascomoAda.Ambiciosas.

    —Cuando te vi tan elegante creí que eras una clienta—dijo la honorable señoraBuckley.Quelatomaranporunaclienta.«Vaya».Soloteníadieciochoañoscuandoempezóallí,enseptiembre.Adaaprendíadeprisa.

    La honorable señora Buckley se hacía llamarmadameDuchamps. Caderona yalta, con las uñaspintadasypendientesdiscretos, deslumbraba cuandodecía cosascomo couture y atelier y París, ¡ah! Hojeaba las páginas de la revista Vogue yconfeccionabavestidosdegalaydefiestaconrollosdesedaychenilla,queponíayprendíaconalfileresaesbeltasdebutantesyasuscorpulentascarabinas.

    AdaaprendióeloficiodelamanodeIsidore,yaseraudaz,delaseñoraB.,comolallamabanlasdemáschicas.SiIsidoreerasabio,amable,divertidoygenuino,alaseñora B. la caracterizaban el ingenio y la astucia. Ada estaba segura de que lahonorable señora Buckley no era ni honorable ni señora, y su complexión era tanfalsa como sunombre, pero esono ladetenía.Loque ellano supierade la siluetafemeninaydelacaídadeunatelanomerecíafigurarenningunaparte.

    LaseñoraB.estabaporencimadeIsidore.París:esaeralaciudadqueAdaqueríaconquistar. Llamaría a su casa de modas «Vaughan». Era un nombre sumamenteelegante,comoWorthoChanel,peroconcachébritánico.EsaeraotrapalabraquehabíaaprendidodelaseñoraB.,«caché».Estiloyclaseenuno.

    —¿Dónde aprendió tanto francés, madame?—Las chicas siempre la llamaban«madame».

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  • LaseñoraB.lesdedicóunasonrisasagaz,ladeandolacabezaenellargocuello.—Aquíyallá—repuso—.Aquíyallá.En favor de la señora B. había que decir que supo ver en Ada a una buena

    trabajadorayauna jovenconambicióny talento.Comosudicciónerabuena,Adapasó a tratar con la clientela, la lozana maniquí del establecimiento de madameDuchamps,ylasjóvenesdamasdelaaltasociedadempezaronasolicitarlaparaqueejerciera demodelo de su ropa, en lugar de la señoraB., cuya constitución y talleaumentabandíaadía.

    —Mademoiselle—decíalaseñoraB.—,póngaseelvestidodenoche.—¿Eldesedadouppioni,madame?Negroazuladoconescotehalter.Adacimbreabalascaderasysepaseabaporel

    lugar, se volvía para que la espalda al aire acaparase lasmiradas, y las clientas semaravillabanconlaformaenqueeltejidodibujabasufigura,sinuosa,ydesplegabalacolaenabanico.Adasevolvíadenuevoysonreía.

    —Yahoraeldechiffon.Velos demisterio y forro de tafetán, color hueso y perla y preciosos lustres.A

    Ada leencantabavercómo la transformaba la ropa.Podía ser fuegooagua,aireotierra. Elemental. Veraz. Así era ella. Levantaba los brazos como para abrazar elcielo, y la tela ondeaba con la leve brisa; hacía una reverencia amplia y despuésdesplegaba el cuerpo como una flor al abrirse, cada extremidad un pétalo sensual,ágil.

    Era objeto de adoración, una escultura viva, una obra de arte. Y también unacreadora.Sonreíaydecía:

    —Perosileponeunapinzaaquíounatablaallá,voilà.Conungestodesuslargosydelicadosdedosyesenuevo,expresivo,voilà,Ada

    añadíasutoqueaunodelosmodelosdelaseñoraB.ylohacíamásmoderno,másdeseable.AdasabíaquelaseñoraB.laconsiderabavaliosa,reconocíasutalentoysubuengusto,sucapacidadparaatraeralasclientasyhechizarlasconunaelocuencianatural,graciasalassabiasclasesdelaseñoritaSkinner.

    —Silacortaalbies—decíaAdamientrasleenseñabaaunaclientaellargodelvestidoendiagonal—yavecómocae,comounadiosagriega.

    Lateladetravésporelpecho,unúnicohombroalairesurgiendocomounasirenadeunmardechiffon.

    —Non,non,non—exclamabalaseñoraB.enseñaldedesaprobación,hablandoen francés cuando Ada sobrepasaba los límites de la decencia—. Eso no,mademoiselle.Noesparaelboudoir,sinoparaunbailedeetiqueta.Decoro,decoro.

    Yalaclientaledecía:—AlaseñoritaVaughanaúnlefaltaexperiencia,esalgoingenuaenlosaspectos

    mássutilesdelacorrecciónsocial.Ingenuatalvez,peroAdaerabuenapublicidadparamadameDuchamps,modiste,

    deDoverStreet,yAdaconfiabaenquealgúndíallegaríaasernosolovaliosa,sino

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  • tambiénsociadelnegocio.Sehabíahechoconunaclientelarespetable.Sutalentoladistinguía, la fluidezyelequilibriodesuscreaciones lahacíansobresalir.EvocabaHollywood y el glamuroso mundo de las estrellas, que llevaba a los salonescotidianos. Ada se convirtió en sus creaciones, un reclamo andante de ellas. Elvestido de día de flores, el traje de chaqueta a medida, las uñas cuidadas y lossencillosescarpines,sesabíaobservadacuandosalíadelatiendaybajabasinprisashaciaeloeste,porPiccadilly,pasandodelantedelRitzydeGreenPark.Caminaquetecamina, lacabezaalta,fingiendoquevivíaenKnightsbridgeoKensington,hastaquesesabíaasalvodemiradascuriosas.EntoncessedirigíaalsurporelpuentedeWestminster hasta Lambeth, dejando atrás a los pilluelos que, riendo tontamente,alzabanelmentónylaseguíantambaleándosesobretaconesimaginarios.

    AfinalesdeabrilcaíaaraudalesunalluvianegraquerepiqueteabaenlostejadosdepizarradeDoverStreet.Unalluviatorrencialsalidadelosocéanosyliberadaporloscielosseprecipitabadeformaestrepitosahacia laTierraysecolabapor lasgrietasdeladoquinado,formabaoscurosríosquecorríanporloscanalonesysearremolinabaenhondonadasenlasacerasyenlospatiosdelasaltascasasestucadas.Rebotabaenlosparaguasyenlososcurossombrerosdelostranseúntes,empapabalaspernerasdelospantalonesbajolasgabardinasysemetíaenlapieldeloszapatos.

    Ada echó mano del abrigo, de suave pelo de camello y con un cinturón paraanudarlo,ydelparaguas.Esedíatendríaqueenfrentarsealtoro,giraralaizquierdadeinmediatoycogeralnúmero12enHaymarket.

    —Buenasnoches,madame—ledijoalaseñoraB.Y,trasdetenerseenelumbral,salió a la empapada calle.Caminó hacia Piccadilly, la cabeza baja, esquivando loscharcos.Unaráfagadevientoseapoderódelparaguasylediolavuelta, lelevantólosfaldonesdelabrigoyarrancóempapadostentáculosasupelo.Adasepusoatirardelasvarillasmetálicasquesehabíandoblado.

    —Permítame,porfavor—dijounavozmasculinamientrasungranparaguassesituabasobrelacabezadeAda.

    Al volverse, casi le rozó la cara al hombre, demasiado cerca solo durante uninstante, pero lo suficiente para queAda se diese cuenta. Tenía un rostro delgado,resaltadoporunbigotitorecortado.Lucíaunasgafaspequeñasyredondas,ytrasellashabíaunosojosdulcesyclaros.«Deunsuaveazulverdoso»,pensóAda,lobastanteetéreos para ver a través de ellos. La hicieron estremecer y la conmovieron. Élretrocedió.

    —Lepidodisculpas—añadió—.Solointentabaprotegerla.Tome,sujeteeste.—Lepasósuparaguasmientrascogíaeldeellaconlamanolibre.Sonabacomosifueradel continente, pensó Ada; tenía un dejo sofisticado en el acento. Ada vio cómodevolvía la formaoriginal alparaguas—.Nohaquedadocomonuevo—apuntó—,perohoyleservirá.¿Dóndevive?¿Valejos?

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  • Ella fue a responder, pero las palabras se le enredaron en la lengua. Lambeth.«Lambeth».

    —No—contestó—.Gracias.Cogeréelautobús.—Permítamequelaacompañehastalaparada.Adaqueríaaceptar,peroteníamiedodequeélinsistieraensaberdóndevivía.El

    número12ibaaDulwich.Bien.PodíadecirDulwich,erabastanterespetable.—Duda usted —sonrió—. Su madre le dijo que no se fuera nunca con

    desconocidos.Ellaagradeciólaexcusa.Suacentoeraformal,noeracapazdeidentificarlo.—Tengo una idea mejor —continuó—. Estoy seguro de que a su madre le

    gustaría.—Señaló al otro lado de la carretera—: ¿Querría acompañarme, señorita?UntéenelRitz.Nopodríasermásinglés.

    ¿Qué podía haber de malo en eso? Si sus intenciones no fueran buenas, nomalgastaríadineroenelRitz.Probablementeelsalariodeunasemana.Y,despuésdetodo,estaríanenunsitiopúblico.

    —Esunainvitación—afirmó—.Acéptela,seloruego.Eraeducado,teníamodales.—Yentretantodejarádellover.Adasecentró.—¿Sí?¿Ustedcree?¿Cómolosabe?—Porque yo se lo ordeno —contestó. Y cerró los ojos, alzó el brazo con el

    paraguasycerróyabrióelpuñotresveces—.Ein,zwei,drei.Adanoentendiónada,eranpalabrasextranjeras.—¿Dry?¿Seco?—dijo.—Muybien—laaplaudió—.Megusta.Entonces,¿acepta?Era encantador. Imprevisible. Le agradaba esa palabra; la hacía sentir ligera y

    desenfadada.Eraunapalabradiáfana,comounvelodechiffon.¿Porquéno?Ningunodelosmuchachosa losqueconocía la invitaría jamásal

    Ritz,¡niensueños!—Gracias.Meencantaría.LacogiódelcodoparacruzarlacalleyatravesaronlosarcosiluminadosdelRitz

    hastaelvestíbulo,consusarañasdecristalysus jardinerasdeporcelana.AAdaleentraron ganas de pararse amirar, asimilarlo todo, pero él la llevaba a buen paso.Sentía que sus pies flotabanpor la alfombra roja, dejando atrás inmensas ventanasdrapeadasyengalanadasdeterciopelo,columnasdemármol,yqueseadentrabanenunaestanciadeespejosyfuentesycurvasdoradas.

    Nuncahabíavistonadatanvasto,tanrico,tanbrillante.Sonriócomosifuesealgoqueacostumbraseaveradiario.

    —¿Me permite el abrigo?—le preguntó un camarero con un traje negro y undelantalblanco.

    —Nohacefalta—replicóAda—.Melodejarépuesto.Estáalgohúmedo.

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  • —¿Estásegura?—insistióél.Uncalorpegajosoempezóasubirleporelcuello,yAdasupoquehabíametidola

    pata: en ese mundo uno les daba el abrigo a ayudas de cámara y a lacayos y asirvientas.

    —No—secorrigióatropelladamente—,tienerazón.Porfavor,tome.Gracias.Sesintiótentadadedecirlequenoloperdiera;elhombredelmercadodeBerwick

    Streethabíadichoqueeradepelodecamellodeverdad,aunqueellateníasusdudas.Empezó a quitarse el abrigo, consciente de que el camarero del delantal la estabaayudando,cogiéndolocondelicadeza.Conscientetambiéndequeelmovimientodeloshombroshabíasidolentoyelegante.

    —¿Cómosellama?—lepreguntóeldesconocido.—Ada.AdaVaughan.¿Yusted?—Stanislaus—lerespondió—.StanislausvonLieben.Extranjero. Nunca había conocido a ninguno. Era —pugnó por encontrar la

    palabra—exótico.—Y,dígame,¿dedóndeesesenombre?—De Hungría —afirmó él—. Del Imperio austro-húngaro. Cuando era un

    imperio.Ada solo había oído hablar de dos imperios: el británico, que oprimía a los

    colonizados, y el romano, que mató a Jesucristo. Para ella era una sorpresa queexistieranmás.

    —Nolecuentoamuchagenteesto—añadió,inclinándosehaciaella—,peroenmipaíssoyconde.

    —Santo cielo. —Ada no pudo evitarlo. Conde—. ¿De veras? ¿Con castillo ytodo?—Sediocuentaenseguidadequehabíasonadovulgar.Quizáélnolohubieraadvertido,siendoextranjero.

    —No—sonrió—.Notodosloscondesvivenenuncastillo.Algunosvivimosmásmodestamente.

    Adasabíaquesu trajeeracaro.Lana.Cientoporciento,no leextrañaría.Gris.Bienconfeccionado.Discreto.

    —¿Enquéidiomahahabladoantes,enlacalle?—Enmilenguamaterna—repuso—,alemán.—¿Alemán?—Adatragósaliva.«No todos los alemanes sonmalos», era como si oyese decir a su padre.Rosa

    Luxemburgo;unamártir.YlosqueplantabancaraaHitler.Aunasí,asupadrenolegustaríatenerencasaaungermanoparlante.«Para,Ada».Ibademasiadodeprisa.

    —¿Yusted?—inquirióél—.¿QuéhacíaenDoverStreet?Por unmomentoAda se planteó decir que había ido a ver a sumodista, pero

    cambiódeopinión.—Trabajoallí—admitió.—Quéindependiente—observó—.¿Yenquétrabaja?

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  • Nolegustabadecirqueerasastra,aunquese tratasedeconfeccionesamedida,paradamas,ynopodíaafirmarsermodiste,comomadameDuchamps,todavíano,demaneraquedijolosegundomejor:

    —Adecirverdadsoymaniquí.—«Yartista»,quisoañadir.Élseretrepóenlasilla,yAdafueconscientedequelosojosdeéllerecorríanel

    cuerpocomosifueseunpaisajequeadmiraroenelqueperderse.—Claro—dijo—.Claro.—Se sacó una pitillera de oro del bolsillo interior, la

    abrióyseinclinóhaciaAda—:¿Quiereuncigarrillo?Nofumaba;noeratansofisticada.Ynosabíaquéhacer:noqueríacogerunoy

    acabar tosiendo.Seríademasiadohumillante.Tomarel téenelRitzestaballenodeescollos,llenodeadvertenciasdelcaminoquelequedabaporrecorrer.

    —Ahorano,gracias—respondió.Diounosgolpecitos conel cigarrillo en lapitillera antesdeencenderlo.Ella lo

    oyóinhalaryviocómoexpulsabaelhumoporlanariz.Legustaríapoderhacereso.—¿Ydóndeejercedemaniquí?Adavolvíaahallarseenterrenofirme.—EnMadameDuchamps.—MadameDuchamps.Claro.—¿Laconoce?—Mitíaabuelaeraclientasuya.Fallecióelañopasado.Quizálaconocierausted.—Nollevoallímucho—reconoció—.¿Cómosellamaba?Stanislausserio,yAdareparóenquealgodoradolebrillabadentrodelaboca.—Nosabríadecirle—aseguró—.Secasótantasvecesqueeraincapazdeestaral

    día.—Quizáfueseesoloquelamató—aventuróella—.Tantosmatrimonios.Sin duda, si tomaba por ejemplo a sus padres. Sabía lo que pensarían de

    Stanislausysutíaabuela.«Tienenlamoralidaddeunahiena».AhíteníasloqueeraAlemania.PeroaAdaleintrigabalaidea.Unamujer,unamujerligeradecascos.Eracomo si oliese su cuerpo perfumado, viera la languidez de sus gestosmientras seacercababailandoyronroneababuscandoafecto.

    —Esusteddivertida—alabóStanislaus—.Esomegusta.

    Cuandosalieronyanollovía,perohabíaoscurecido.—Deberíaacompañarlaacasa—dijoél.—Noesnecesario,enserio.—Eslomenosquepuedehaceruncaballero.—Enotraocasión—respondióAda,ycayóenlacuentadeloosadoquesonaba

    —.No quería decir eso.Me refería a que antes tengo que ir a otra parte.No voydirectaacasa.

    Esperabaquenolasiguiera.

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  • —Pues en otra ocasión será —aceptó él—. ¿Le gustan los cócteles, AdaVaughan?PorqueelCaféRoyalestáaquíalladoyesmisitiopreferido.

    Cócteles.Adatragósaliva.Esaseranaguasprofundas,peroaprenderíaanadaryloharíadeprisa.

    —Gracias—dijo—.Ygraciastambiénporelté.—Sédóndetrabaja—replicóél—.Tendránoticiasmías.Entrechocó los tacones, se levantó el sombrero y diomedia vuelta. Ella lo vio

    bajar por Piccadilly. Les diría a sus padres que se había quedado trabajando hastatarde.

    Martinis, damas rosa, julepes dementa.Ada acabó sintiéndose a sus anchas en elCaféRoyaly elSavoy, en elSmith’sy en elRitz.Compró rayónen elmercadoapreciodemayoristay,despuésdetrabajarconlaseñoraB.,sehacíaalgunosvestidos.Cortados al bies, los baratos tejidos sintéticos resurgían como mariposas de unacrisálidayconferíanaAdaunaeleganciavespertina.Guanteslargosyunsombrerodecóctel.Adadestacabaenlosestablecimientosmáselegantesdelaciudad.

    —Letienesorbidoelseso—ledecíalaseñoraB.todoslosviernes,cuandoAdasalía de trabajar y se reunía con Stanislaus. A la señora B. no le gustaba queacudierancaballerosasuestablecimiento,nofueranadarlemalafama,peroveíaqueStanislaus vestía bien y tenía clase, aunque fuera extranjero—. Así que tengacuidado.

    Ada hacía anillos de papel de plata y exhibía lamano izquierda ante el espejocuando nadie miraba. Se veía como la esposa de Stanislaus, Ada von Lieben. ElcondeylacondesaVonLieben.

    —Confío en que sus intenciones sean buenas—decía la señora B.—, porquenuncahevistoenamorarseauncaballerotandeprisa.

    Adasereía.

    —¿Sepuedesaberquiénes?—quisosabersumadre—.Sifueseuntipodecente,nosquerríaconoceratupadreyamí.

    —Llegotarde,mamá—replicóAda.Sumadreestabaenmitaddelpasillo,impidiéndoleelpaso.Llevabaloscalcetines

    viejosdesupadreenrolladosenlostobillosyteníaelandrajosodelantalmanchadopordelante.

    —Ya es bastantemalo que no llegues a casa en condiciones los viernes por lanoche,peroahoratehadadoporsaliramitaddesemana.¿Quéserálosiguiente?

    —¿Porquénoibaasalirporlanoche?—Por lamala fama—contestó lamadredeAda—.Poreso.Serámejorqueno

    intentenada.Ningúnhombrequierecosasusadas.

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  • Apretando la boca con desdén, asintió como si conociera el mundo y suspecaminosascostumbres.

    «Nosabesnada»,pensóAda.—PoramordeDios—espetó—.Élnoesdeesos.—Entonces,¿porquénolotraesacasaydejasqueseamostupadreyyoquienes

    lodecidamos?Éljamáshabríapuestoelpieenunapequeñacasaadosadacondoshabitaciones

    abajoydosmás arriba, quevibraba cuandopasaban los trenes, conuna trascocinaañadida a la parte de atrás y un retrete fuera. No entendería que ella tuviese quedormir en la misma cama con sus hermanas mientras sus hermanos lo hacían encolchones tirados en el suelo, al otro lado de la cortina divisoria que habíaimprovisadosupadre.Nosabríaquéhacercontodosesoscríoscorreteandoportodaspartes.Sumadreteníalacasabastantelimpia,perohabíahollínpegadoalosvisillosy en los muebles, y a veces en verano había tantos bichos que tenían que salir asentarsealacalle.

    Adaeraincapazdeimaginarloallí,deningunamanera.—Tengoqueirme—dijo—.LaseñoraB.medescontarádinerodelapaga.Sumadreresopló.—Sivolvierasaunahoradecente,ahoranoestaríasasí—comentó.Adapasódelantedesumadreysalióalacalle.—¡Esperoquesepasloqueestáshaciendo!—legritó,paraquelaoyerantodos

    losvecinos.

    Tuvoqueircorriendoalaparadadeautobús,cogióelnúmero12porlospelos.Nolehabíadadotiempoadesayunaryledolíalacabeza.LaseñoraB.sepreguntaríaquéhabía pasado. Ada nunca había llegado tarde al trabajo, nunca se había tomadotiempolibre.PasóporPiccadillya lacarrera.Esedíade junioyahacíacalor.Seríaotrodíaabrasador.LaseñoraB.tendríaquecomprarunventilador,refrescarlatiendaparaquenoestuviesenprendiendoalfileresconlasmanossudadas.

    —Díselo,Ada—apuntóunadelaschicas,unabobaodiosallamadaAvril,delomáscorriente—.Estamossudandocomocerdas.

    —Los cerdos sudan —aseveró Ada—. Los caballeros transpiran. Las damasresplandecen.

    —Ya te pillo —repuso Avril, poniéndose un dedo bajo la nariz a modo debigotito.

    Que Avril fuese todo lo maliciosa que quisiera; a Ada le daba lo mismo.Probablemente estuviera celosa. «No te fíes nunca de una mujer», solía decir sumadre. Pues sí, a ese respecto no se equivocaba:Ada nunca había conocido a unamujerdelaquepudieradecirqueerasumejoramiga.

    ElrelojdelosgrandesalmacenesFortnum’sdioelcuartodehora,yAdaechóa

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  • correr,perounafigurasaliódelanadayleimpidióelpaso.—Penséquenoibasallegarnunca.—Stanislausseplantóenlaaceradelantede

    ella,losbrazosabiertoscomounángel—.Estabaapuntodeirme.Ellaprofirióungrito,elgemidodesorpresadeuncachorrito:había idoaverla

    antesdequeentraraatrabajar.Sabíaqueseestabaruborizando,elcalorlecausabaunhormigueo en las mejillas. Se abanicó la cara con la mano, agradeciendo el airefresco.

    —Llegotardealtrabajo—repuso—.Nomepuedopararacharlar.—Penséquepodíascogerteeldíalibre—dijo—.Fingirqueestásenfermaoalgo

    porelestilo.—SilaseñoraB.llegaraaenterarse,perderíamiempleo.—Conseguiríasotro—repusoél,encogiéndosedehombros.Stanislausnohabía

    tenidoquetrabajarnunca,nopodíaentendercuántohabíaluchadoellaparallegaradondeestaba.AdaVaughan,deLambeth,trabajandoconunamodiste,enMayfair—.¿Cómosevaaenterar?—Stanislausdiounpasoadelantey,cogiéndolelabarbilla,lerozóloslabiosconlossuyos.Elgesto,delicadocomounapluma;losdedos,calientesysecosensucara.Sinpoderevitarlo, se inclinóhaciaélcomosi fueseun imányella, susdelicadas limaduras—.Haceundíaprecioso,Ada.Demasiadobuenoparaestarencerrada.Tienesquevivirunpoco.Esloquesiempredigo.—Lasmejillasleolían a aguade colonia, unolor ácido, conun toquede limón—.De todas formasllegastarde.¿Quémásda?

    LaseñoraB. insistíamuchoen lapuntualidad:diezminutos tardeydescontabamediodíadesalario.Adanopodíapermitirseperdertantodinero.JuntoaStanislaus,enlaacera,habíaunacestadepícnic.Lohabíaplaneadotodo.

    —¿Quéteníasenmente?—RichmondPark—repuso—.Pasarallíeldía.Eldíaentero.Solosellosdos.—¿Yquéledigo?—sepreguntóAda.—Lasmuelas del juicio—propusoStanislaus—.Esa excusa siempre es buena.

    PoresohaytantosdentistasenViena.—¿Quétieneesoquever?—Esunmaldegentedepostín.Teníaqueacordarsedeeso: lagentedepostín teníamuelasdel juicio.Losque

    eranalguienteníanmuelasdeljuicio.—Bueno—vaciló—.Vale.Yasehabíaquedadosinmediodíadesalario.Deperdidos,alrío.—EstaesmiAda.—Cogiólacestadepícnicconunamanoypasólaotraporla

    cinturadeAda.

    NuncahabíaestadoenRichmondPark,peronoselopodíadecir.Élerasofisticado,

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  • habíavistomundo.Podía tener a lasmujeresquequisiera: bien educadas, de clasealta,mujerescomolasdebutantesalasqueellavestíayhalagaba,yquemanteníanafloteelnegociodelaseñoraB.Anteellasealzabanlaspuertasdelparque,consusornadaslanzas.Másabajo,elríoserpenteabaporunbosqueverdeexuberantehastadondelaslejanascolinasgrisáceasdeBerkshiresefundíanenbloquesperlayplatarecortadoscontraelcielo.Elsolyaestabaalto,suscálidosrayoslaabrazabancomosifueselaúnicapersonadelmundo,laúnicaqueimportaba.

    Entraronenelparque.Londresseextendíaanteellos,lacatedraldeSanPabloylaCity,elcentrofinanciero,eranvagassiluetas.Elsueloestabaseco; lossenderos,agrietados y desiguales. Vetustos robles con el tronco dañado y castaños concandelillas marchitas se erguían cual fuertes entre las matas de la pradera y losdentadosy lozanoshelechos.Enelaire flotabaunaromadulzón,empalagoso.Adaarrugólanariz.

    —Eselolordelosárboleshaciendoelamor—apuntóStanislaus.Adasellevólamanoalaboca.«Haciendoelamor».Ningunadelaspersonasa

    lasqueconocíahablabadeeso.Quizásumadre tuvieserazón: lahabía llevadoallíporalgo.Erarápido.Serio.

    —No lo sabías, ¿a queno?Los castaños tienen floresmasculinas y femeninas.Supongoquelasquedesprendeneseolorsonlasfemeninas.¿Túquéopinas?

    Adaseencogiódehombros:mejorpasarloporalto.—Me gustan los castaños —continuó—. Castañas calientes en un día frío de

    invierno.Nohaynadamejor.—Sí. —Ahora se hallaba en terreno seguro—. A mí también me gustan. Los

    castañosdeIndias,ydemás.Ydemás.Vulgar.—Esascastañassondistintas—señaló.¿CómoibaasaberloAda?Teníamuchascosasqueaprender.¿Sehabríadadoél

    cuentadeloignorantequeera?Nolodabaaentender,erauncaballero.—Nosquedaremosaquí,juntoalestanque.Dejólacestaenelsuelo,sacóunmantelylosacudió,demaneraquesellenóde

    airecomouncisnequelevantaraelvueloantesdecaerenlahierba.Dehabersabidoquetendríaquesentarseenelsuelo,sehabríapuestoelvestidodeveranoconlafaldade vuelo, que daba de sobra para remeterla y que no enseñara nada. Se sentó,pegandolasrodillasydoblandolaspiernas,ytiródelvestidotantocomopudo.

    —Comounaseñorita—aprobóStanislaus—.Claroqueesoesloqueeres,Ada,todaunaseñorita.—Sirviódosvasosdesodadejengibre,lepasóunoysesentó—.Unabellaseñorita.

    Nadie lehabíadichonuncaqueerabella.Claroquenuncahabíaestadoconunmuchacho.Muchacho.Stanislauseraunhombre.Maduro,experimentado.Pensóquetendríaporlomenostreintaaños.Quizámás.SeinclinóhaciadelanteyleofrecióaAdaunplatoyunaservilleta.¡Unaservilleta!EnTheedStreetnuncautilizabanesa

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  • clasedecosas.Sacópollo«¡menudolujo!»,unostomatesyunsaleroyunpimenterominúsculos.

    —Bonappétit—dijorisueño.Adanosabíacómocomerelpollosinpringarselacaradegrasa.Todoaquelloera

    nuevo para ella. Pícnics. Comió con gran delicadeza, retirando trocitos de carne yllevándoselosalaboca.

    —Mirarte es un placer —observó Stanislaus—. Recatada. Como una de esasmodelosdelVogue.

    Adaempezóa ruborizarsedenuevo.Sepasó lamanopor el cuello, intentandoapaciguarelcolor,confiandoenqueStanislausnosehubiesedadocuenta.

    —Gracias—contestó.—No—continuóél—.Lodigoenserio.Laprimeravezquetevisupequetenías

    clase: tu aspecto, tu formade comportarte, tumaneradevestir.Elegante.Original.Luego,cuandomecontastequeconfeccionabastúmismalaropa…,enfin.Llegaráslejos,Ada,créeme.

    Seapoyóenuncodo,estirólaspiernasycogióunabriznadehierbaycomenzóapasarlaporladesnudapiernadeAda.

    —¿Sabescuálestusitio?—preguntó.Ella negó con la cabeza.La hierba le hacía cosquillas.Deseaba que volviera a

    tocarla,quelepasaraeldedoporlapiel,notarelrocedeunbeso.—Tu sitio está en París. Te imagino allí, paseando por los bulevares, haciendo

    quelagentesevuelvaparaverte.París.¿CómolohabíasabidoStanislaus?CasademodasVaughan.LaseñoraB.

    decíaquemaisonera«casa»enfrancés.MaisonVaughan.—Me gustaría ir a París —aseguró Ada—. Ser una modiste de verdad. Una

    modista.—Bueno, Ada—repuso él—. Me agradan las personas soñadoras. A ver qué

    podemoshacer.Adasemordióellabioyreprimióungritodeentusiasmo.Élsesentóyapoyóloscodosenlasrodillas.Despuéslevantóunbrazoyseñalóla

    espesuradehelechosdeladerecha.—Mira—dijoenvozmuybaja—.Unciervo.Yesgrande.Ada siguió su mirada. Tardó un poco, pero lo divisó, la cabeza alzándose

    orgullosaporencimadeloshelechos,rematadaporunacornamentaenciernes.—Lessaleenprimavera—contó—.Unapuntaporaño.Ese tendráunadocena

    cuandoacabeelverano.—Nolosabía—admitióAda.—Enestaépocadelañoandasolo—prosiguióStanislaus—.Perocuandollegue

    elotoñotendráunharén.Lucharáparaquitarsedeencimaa losotrosmachos,parateneratodaslashembrasparaélsolo.

    —Esonosuenamuybien—afirmóella—.Amínomegustaríacompartirami

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  • esposo.Stanislauslamiródesoslayo,yellasupoqueloquehabíadichoeraunatontería.

    Stanislaus,hombredemundo,consutíacasadamultituddeveces.—Lodemenossonlashembras—puntualizó—.Loimportantesonlosmachos.

    Elmásaptosobrevive,esoesloimportante.Adanosupoquéqueríadecir.

    —Lasmuelasdeljuicio—adujoAda.LaseñoraB.enarcóunacejapintada.—¿Lasmuelasdeljuicio?—repitió—.Nointentedarmegatoporliebre.—Nolohago.—Nonací ayer—dijo la señoraB.—.No fue usted la única que se escabulló.

    Bonitodíadeverano.HepuestodepatitasenlacalleaAvril.Adatragósaliva:nodebiódejarqueStanislauslaconvenciera.LaseñoraB.laiba

    aechar.Sequedaríasintrabajo.¿Cómoselodiríaasumadre?Tendríaqueencontrarotro empleo antes de que acabara el día. «Adivina qué, mamá. He cambiado deempleo.—Mentiría,claroestaba—.LaseñoraB.noteníabastantetrabajo».

    —Sabíaqueibanaentrarencargosimportantes.¿Cómosuponíaustedquemelasibaaarreglar?

    —Lo siento—se disculpóAda. Se puso lamano en lamejilla, como lo habíahecho Stanislaus, recordando la ternura y el frescor de su tacto. «Atente a laexcusa»—.Teníalacarahinchada.Medolíamucho.

    LaseñoraB.carraspeó.—Sihubierasidocualquieradelasotraschicas,ahoramismoestaríaenlacalle.

    Dejaréquesequedesoloporqueesbuenaylanecesito.Adabajólamano.—Gracias—repuso.Serelajó,aliviada—.Losientomucho.Noeramiintención

    defraudarla.Novolveráapasar.—Sivuelveapasar,no tendráunasegundaoportunidad—aseguró laseñoraB.

    —.Yahora,atrabajar.Adayateníalamanoenelpomo,dispuestaasalirdeldespachodelaseñoraB.,

    cuandooyó:—Esustedmuybuena,Ada—dijolaseñoraB.Adasevolvióhaciaella—.Esla

    jovenconmástalentoqueheconocidoenmivida.Nodesperdiciesusoportunidadesporunhombre.

    Ellatragósalivayasintió.—Lapróximaveznoserétantolerante—añadiólaseñoraB.—Gracias—repitióAda,ysonrió.

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  • Alargósusdelicadosdedos,cogióuncigarrilloyselollevóaloslabios.Laspiernascruzadascomoloscabosdeunacuerda.Diounacalada,ladeólacabeza,esbozóunasonrisabeatíficayviocómolesalíaelhumoporlanariz.Seinclinóhaciadelanteycogiósucopademartini.ElGrillRoom.Lujoso,asientosrojos,techosdorados.Miróa los espejos y vio su imagen y la de Stanislaus reflejadas unmillar de veces. Seconvirtieronenotros en la infinidaddel espejo,unhombreconun traje eleganteyunamujerconunvestidohollywoodiensedecolorcereza.

    —Erespreciosa—afirmóél.—¿De veras? —Ada esperaba parecer «circunspecta», otra palabra que había

    aprendidoconlaseñoraB.—Podríasvolverlocoaunhombre.Ella descruzó las piernas, se echó hacia delante y le dio unos golpecitos en la

    rodilla.—Compórtate.Un romance arrollador, así es como lo llamaría la revistaWoman’s Own. Un

    torbellinodeamorencuyafuerzaquedabaatrapada.AdorabaaStanislaus.—Esnuestroaniversario—señalóella.—Ah,¿sí?—Catorcedejulio.Tresmeses.—Adaasintió—.Hacetresmesesqueteconocí,

    aqueldíadeabril,cuandollovíaacántaros.—¿Aniversario? —repitió él. Y sonrió, torciendo el labio. Ada conocía esa

    mirada:estabapensando—.Enesecaso,deberíamosiraalgúnsitio.Paracelebrarlo.Algúnlugarromántico.París.Paree.

    París.Paree.Adadeseaba convehemenciavisitar la ciudadde la luz, nohabíadejadodepensarenellodesdeeldíadeRichmondPark.

    —¿Quéteparece?Nosehabíaplanteadoquelefueraasugerirhacerunviajetanpronto.Noenese

    momento,contodoloquesedecíadeHitlerydelosrefugiosantiaéreos.—¿Novaaestallarunaguerra?—comentó—.Quizádeberíamosesperarunpoco.—¿Guerra?—Élnegócon lacabeza—.Novaahaberguerra.Nosonmásque

    habladurías.Hitlertieneloquequiere.RecuperóloquedeseabadeAlemania.Noescodicioso,créeme.

    Noeraesoloquedecíasupadre,peroStanislauseraunhombreculto.Teníaquesabermás,porfuerza.

    —Dijiste que querías ir —continuó él—. Podrías ver alta costura francesa deverdad.Sacarideas,probarlasdespuésaquí.Notardaríasenhacerteunnombre.

    Adaabrió labocaparadeciralgo,pero la lenguase lequedócomouncojínderulo. Se mordió el labio e hizo un movimiento afirmativo, evaluando deprisa lasituación.Suspadresno ladejarían ir aParís,nocon todo loque sehablabade la

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  • guerra,ymuchomenos ladejarían ir conunhombre.Sabíanque teníanovio,peroella creía que no les haría gracia que fuera extranjero. A ellos les decía que laacompañaba a casa todas las noches, para asegurarse de que llegaba bien. A él lecontóquesuspadreseraninválidosynopodíanrecibirvisitas.Tendríaquefaltaraltrabajoeinventarunaexcusaparamarcharse,yaquedelocontrarioladespedirían.¿QuélediríaalaseñoraB.?

    —¿Tienespasaporte?—lepreguntóStanislaus.Pasaporte.—No—respondió—.¿Quéhacefaltaparaconseguirlo?—Estenoesmipaís.—Stanislaussonreía—.Peromisamigos inglesesmehan

    dichoquehayunaoficinaquelosexpide,enlacallePettyFrance.—Iré mañana —decidió ella—, a la hora del almuerzo. Y me lo haré. ¿Me

    esperarás?Les diría a sus padres que la señora B. la enviaba a París para que viera las

    colecciones, para que comprara telas nuevas. Le preguntaría a la señora B. si ledejaríahacerlo.

    Pero el hombre de Petty France dijo que necesitaba una fotografía y la partida denacimiento.Y,alverqueteníamenosdeveintiúnaños, la informódequesupadreteníaquerellenarelformulario.Lopodíanexpediralcabodeveinticuatrohoras,perosoloencasodeemergencia;delocontrariodeberíaesperarseissemanas.

    —Sin embargo —añadió—, no recomendamos viajar al extranjero en estemomento,señorita.Vaahaberguerra.

    La guerra. Eso era de lo que hablaba todo el mundo. Stanislaus nunca lamencionaba,yaellalegustabaporeso.Hacíaqueselopasarabien.

    —Nosepuedepreocuparunoporloquenoexiste.Elhombre fruncióelceño,dijoquenocon lacabezayarqueóunaceja.Quizá

    estuviesesiendoalgotonta.Peroaunquefueraahaberguerra,todavíafaltabanmeses.Suspiró y se metió los papeles en el bolso. No podía pedirle a su padre que

    rellenara el impreso, ya que ese sería el final de la cuestión. No le había dicho aStanislaus la edad que ella tenía, y él tampoco se lo había preguntado. Pero si seenterabadequeeramenor,talvezcambiaradeopiniónyperdieraelinterésenella.Ada era un espíritu libre, había afirmado él, lo había visto cuando se conocieron.¿Cómoibaellaadecirlelocontrario?

    Seleocurrióunaideaesamismatarde,mientrasveíaalaseñoraB.extenderlafactura a lady MacNeice. El padre de Ada escribía despacio, con cuidado,encadenandolasletrasenunvalsinterminable.AAdasiemprelehabíafascinadosuformade coreografiar laspalabras, ydepequeñahabía intentadocopiarlo.Eraunaletrafácildefalsificar,yelhombredePettyFrancenoseenteraría.Sabíaqueestabamal,pero¿quéotracosapodíahacer?Sesacaríalafotoaldíasiguiente,enlahoradel

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  • almuerzo;habíaunfotógrafoenHaymarket.Latendríaelfindesemana.Elsábadoiríaalabiblioteca,rellenaríaelimpresoylollevaríaenpersonaellunes.Yalcabodeunassemanasestaríatodolisto.

    —Enesecaso tendráqueserelLutetia—dijoStanislaus—.Nopodría serotrohotel.Saint-Germain-des-Prés.—Leapretólamano—.¿Algunavezhasestadoenunbarco?

    —Soloenelrío.—HabíamontadoeneltransbordadordeWoolwich.—Notepreocupes—leaseguró—.Agostoesunbuenmesparanavegar.Nohay

    tormentas.

    Adaloteníatodopensado.Tendríaquecontárseloasuspadres,peroloharíadespuésdehaberseido.LesenviaríaunapostaldesdeParísparaquenollamasenalapolicíaydenunciaran su desaparición. Lo pagaría bien caro cuando volviera, pero paraentonces probablemente Stanislaus y ella estuviesen prometidos. Le diría a laseñora B. que iba de vacaciones a París y le preguntaría si quería que le llevasemuestrasdetejidos,tissus.Lodiríaenfrancés.LaseñoraB.leestaríaagradecida,lediría adónde ir. «Es muy amable por su parte, mademoiselle, renunciar a susvacaciones».LedaríaalgoquehacerenParís,ypodríacogerideas.Mientras,llevaríaaltrabajolasprendasqueteníapensadasparaelviaje,deunaenuna.Avecesllevabasándwiches para el almuerzo en una bolsa. Era verano, y los tejidos de vestidos yfaldaseran ligeros, rayóno lino.Sabíadoblarlosdemaneraquenosearrugaranniocuparandemasiadoespacio.Loesconderíatodoensuarmariodeltrabajo,enelquecolgabaelabrigoeninviernoydondeteníaunoszapatosdemás.Allínadiemiraba.Necesitaríaunamaleta.EneltrasterodelaseñoraB.,quenuncaestabacerradoconllave, había muchas. Tomaría una prestada. Tenía las llaves del establecimiento.Entraría temprano el mismo día que salieran de viaje y haría la maleta deprisa.Cogería el autobús hasta Charing Cross, con tiempo de sobra para reunirse conStanislausbajoelreloj.

    —¿París?—dijolaseñoraB.,elevandolavozcomounclaxon—.¿Losabensuspadres?

    —Naturalmente —mintió Ada. Se encogió de hombros y abrió las manos.Naturalmente.

    —Perovaahaberguerra.—Novaapasarnada—aseveróella,aunquehabíaoídolosinquietantesgemidos

    delassirenasenlossimulacros,comotodoelmundo,yhabíavistocómoconstruíanelrefugioantiaéreoenKenningtonPark—.Nosotrosnoqueremosquehayaguerra.Hitlernoquierequehayaguerra.Losrusosnoquierenquehayaguerra.

    Esoera loquedecíaStanislaus.Yél losabría,¿no?Además,¿quéotraocasióntendríadeiraParís?Supadresosteníaunpuntodevistadistintosobrelaguerra,peroaAdanoleimportabaloquepensara.InclusoseestabaplanteandounirsealaARP,

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  • laorganizaciónencargadadeladefensadelapoblacióncivilencasodeataqueaéreo.«La defensa», repitió, para que Ada no pensara que apoyaba la guerra de losimperialistas.Ahorasupadreinclusoescuchabacuandosumadreleíaenaltoalgúnpanfleto.«Esimportantesaberponerselamáscararápidaydebidamente…».

    —Pero van a evacuar Londres—apuntó la señora B.—. Los niños pequeños.Dentrodeunosdías.Lohandichoenlaradio.

    Tres de sus hermanosmenores se iban, aCornualles nadamenos. Sumadre sehabía pasadodías llorando, y su padre se paseaba por la casa con lasmanos en lacabeza. «¡Bah!», pensaba Ada. Esto pasaría. Todo el mundo era tan pesimista…Deprimente.Estaríandevueltapronto.¿Porquéibaadejarqueesoleecharaaperdersusoportunidades?París.Sumadresecalmaría.Lecompraríaalgobonito.Perfume.Perfumedeverdad,enunfrasco.

    —Volveré—aseguróAda—.Elmartesporlamañanatemprano.—«Prometida».Había estado soñando con la proposición. Stanislaus apoyado sobre una rodilla:«SeñoritaVaughan,¿meharíaelhonorde…?»—.Soloestaremosfueracincodías.

    —Esperoquenoseequivoque—replicólaseñoraB.—.Aunquesifuesemihija,nolaperderíadevista.Laguerraestallaráundíadeestos.—Señalóconlasmanoslasgrandeslunasdelescaparatedelestablecimiento,condostirasdecintaadhesivapuestasenaspaparaprotegerlassielcristalserompía,ylaspersianasparaocultarlasluces—.Ysuamigo—añadió—,¿enquébandoestará?

    Adanosehabíaparadoapensareneso.Habíadadoporsentadoqueestabadesuparte;despuésdetodovivíaenLondres.Perosihablabaalemán,quizálucharaconAlemania,ladejaraallíyvolvieraacasa.Ellaloacompañaría,desdeluego.Siseibanacasar,leseríaleal,permaneceríaasulado,pasaraloquepasase.

    —Claroqueenlaúltimaguerraencerraronalosalemanes,alosqueestabanaquí—prosiguiólaseñoraB.

    —Adecirverdadnoesalemán—puntualizóAda—.Solohablaeseidioma.—¿Yporquéestáaquí?Adaseencogiódehombros.—Legusta.Nunca se lo había preguntado. Como tampoco le había preguntado cómo se

    ganabalavida.Noerapreciso:eraconde.Perosiloencarcelaban,tampocoseríaparatanto:Ada podría ir a verlo y él no tendría que luchar.Nomoriría, y la guerra noduraríaparasiempre.

    —Puedequeseaunespía—apuntólaseñoraB.—yusted,sutapadera.—Desereseelcaso,razóndemásparadivertirme—respondióAda,esperando

    quelavoznoletemblara.—Enfin—dijolaseñoraB.—,sisabeloquehace…—Hizounapausayesbozó

    unasonrisatriste—.Dichoseadepaso,hayunoodossitiosquetalvezquieravisitarenParís.—Sacóunpapeldelcajóndelescritorioysepusoaescribir.

    Adacogiólahoja:«RueDorsel,placeSt.Pierre,boulevardBarbès».

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  • —HacemuchoquenovoyaParís—observó.YensuvozhabíaunamelancolíaqueAdanohabíaoídonunca—.LamayoríadeestossitiosestánenMontmartre,enlaorilladerecha.—StanislauslehabíahabladodelSena—.Asíquetengacuidado.

    Suhotelestabaenlaorillaizquierda,dondevivíanlosartistas.

    LaestacióndeCharingCrosseraunamarañapalpitantedemujeresnerviosasyniñosquejumbrosos, ancianos enojados, hombres preocupados que consultaban el reloj ymuchachosdeuniformeconfundidos.Fuerzasdereserva,supusoAda,oreservistas.Marineros y soldados. Algún que otro voluntario de la ARP que se abría paso acodazos entre lamultitud. «Vayanpor la izquierda».Ahora la gente los tomaba enserio,comosideverdadtuvieranuncometidoquedesempeñar.Seanunciólasalidadeun trenaKent,yel caosavanzóen tropel,unababosahumanagigante.Adasequedó donde estaba, intentando que la multitud no la desplazara, dándole con lamaletaenlaespinillaalagente.

    —Tengacuidado,señorita.Elfrenesídelaescenaeraequiparableasuhumor.¿Ysinoestabaallí?¿Ysino

    loveía?Cayóenlacuentadequenoteníamaneradeponerseencontactoconél.Noteníateléfono.VivíaenBayswater,peroellanosabíaladirección.Pasóasuladounamujerqueibacondosniños,unchicoconpantalonescortosgrisesycamisablanca,yuna chica con un vestido amarillo de frunces.Lo cierto, pensóAda, era que sabíamuypocodeStanislaus.Nisiquierasabíacuántosañostenía.Lehabíaexplicadoqueera hijo único. Sus padres habían muerto, al igual que la tía que se había casadotantasveces.AdadesconocíaporquéhabíaidoaInglaterra.Quizáfueraunespía,alfinyalcabo.

    Aquelloeraunaestupidez.Nodebíair.Apenasloconocía.Sumadreselohabíaadvertido: tratadeblancas.Leclavabana la chicaunalfiler conuna sustanciaquehacía que se desmayara, y después despertaba en un harén. Y toda esa gente.Soldados. Miembros de la ARP. Ciertamente iba a haber guerra. Stanislaus seequivocaba.Quizáfueraunespía.Elenemigo.Nodebíair.

    Entonceslovio.Estabaapoyadoenunacolumna,conunaamericanaazulmarinoy pantalones de pinzas blancos, a sus pies una bolsa de piel. Ada respiró hondo.Todavíanolahabíavisto:podíadarmediavueltaeirseacasa,teníatiempo.

    Peroentonceslavio,sonrió,cogiólabolsayselaechóalhombro.Unespía.AAda le subióunahormigueante sensacióndecalorporel cuello.Vioqueavanzabahacia ella.Nopasaría nada.Todo iría bien.Era un hombre apuesto, a pesar de lasgafas.Unhombrehonesto,estabaclaro.Ytambiénunhombrederecursos.Nohabíadequépreocuparse.Quétonteríaporsuparte.Stanislausesbozóunaampliasonrisa.Apretóelpaso,estabaencantadodeverla.Susueño,París;leestabapasandoaella,AdaVaughan,deTheedStreet,Lambeth,justoalladodelosedificiosPeabody.

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  • EnlaGareduNordreinabaelmismotumultosudorosoqueenCharingCross,salvopor el hecho de que en esa estación hacía más calor y el ambiente estaba máscargado,yelgentíoeramásruidosoyrebelde.Adaestabaparalizada.«¿Porquénoseponenenfila?¿Porquégritan?».Tambiénestabacansadaporelviaje.Lanocheanteriornohabíadormido,yeneltrenaDovernohubomaneradeconseguirasiento.En la travesía se mareó, y nunca pensó que ver cómo retrocedían los acantiladosblancos hasta convertirse en una franja de tierra casi imperceptible pudieraintranquilizarla como lo había hecho. ¿Y si al final estallaba la guerra? ¿Y si sequedabanatrapadosallí?Nopudopasarporaltolosrollosdealambredeespinodelasplayas,listosparaatraparydestrozaralenemigo.Lashambrientasgaviotasquesecernían sobre las rocas desiertas y los pegotes de brea costrosa a la espera de lallegada de carne. Los acorazados del canal. Destructores, los llamó Stanislaus,gigantesdemetalalacecho,grisescomoelagua.

    FueentoncescuandoStanislauslediounanillo.—Esperoqueseadetumedida.—Selopusoeneldedocorazón.Unarodorado.

    Nodeoro,Adalosupoenelacto—.Serámejorquelolleves—aconsejó.Noeraasícomoellaimaginabaquelepropondríamatrimonio,y,además,sabíaqueesanoerauna proposición de matrimonio. El estómago se le revolvió, y se inclinó por uncostadodelbarco—.HereservadolahabitaciónanombredelseñorylaseñoraVonLieben.

    —¿Lahabitación?—Lavozsonódébil.—Porsupuesto.¿Quéotracosapensabas?Adanoeraesaclasedechica.¿Esquenolosabíaél?Queríareservarseparala

    nochedebodas.Delocontrarioélnolarespetaría.Peronopodíasalircorriendo.Noteníadinero,élestabapagando todoaquello,naturalmenteesperaríaalgoacambio.YaloinsinuólaseñoraB.

    Stanislaussereía.—¿Quéocurre?Adasacómediocuerpoporelcostadodelbarcoconlaesperanzadequelabrisa

    sellevaraelpánicoquesehabíaalojadoensucabezacomounabaladecañón.Noestabapreparadaparaaquello.Pensabaqueerauncaballero.Esasmujeresdelaaltasociedad eran todas unas casquivanas. Eso era lo que decía siempre su padre. YStanislauspensabaque eraunade ellas. ¿Esquenoveíaque todo aquello eraunafarsa?Sumaneradevestir,sumaneradehablar.Unafarsa,todo.Respiróhondo,yelairesaladoleirritólospulmones.Stanislauslepasóunbrazoporloshombros.«Unespíritulibre».Laatrajohaciaél,lecogiólacaray,acercándosela,labesó.

    Quizáfueraesoloquehacíafaltaparaserunamujer.

    Elhotelerosedisculpó.Habíatantomovimiento,contodosesosartistasymúsicos,refugiados, «monsieur, madame…». La habitación era pequeña y tenía dos camas

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  • individuales,concolchasfruncidas.Doscamas.Menudoalivio.Ycuartodebañoeneldormitorio,conazulejosblancosynegrosyuninodoroconcisterna.Ytambiénunbalconcitoconvistasalaciudad:AdaveíalatorreEiffel.

    DenocheParíseratanoscuracomoLondres.Dedía,elsolcalentabayelcieloestabadespejado.Pasearonporlosbulevaresylasplazas,yAdatratódenoprestaratenciónalossacosterrerosnialasrisasestridentes,nerviosas,delasterrazasdeloscafés, ni a los jóvenes soldados con sus uniformes marrones y sus correajes. Seenamoródelaciudad;deStanislausyaestabaenamorada.AdaVaughanallí,enParís,depaseonadamenosqueconuncondeextranjero.

    Lallevabacogidadelamano,odelbrazo;ledecíaalmundo:«minovia».Ledijoaella:

    —Soyelhombremásfelizdelmundo.—Yyolamujermásfelizdelmundo.Unbesotierno.Durmieroncadaunoensucama.Orilla izquierda. Orilla derecha. Montmartre. «Rue Dorsel, place St. Pierre,

    boulevardBarbès».Adasellevólassedasalamejilla,sedeleitóconlasuavidaddelcharmeuse ensupielydejómarcasenel terciopeloallípordondepasó losdedos.Stanislauslecomprómuarédeunchispeantecolorverdeclaroqueelmonsieurllamóchartreuse.EsanocheAdasecubrióelpechoylaspiernasconlaseda,ylaafianzócon un lazo en la cintura. Los desnudos omóplatos señalaban los ángulos de sucuerpo,yenelespejodelbañovioqueelojorecorreríasuespaldaysedetendríaenlasuavecurvadelascaderas.

    «Eso es un don», alabó Stanislaus. Y pidió dos cócteles de brandy y licor deChartreuseparacelebrarlo.

    AdamiróconanheloelatelierdeChanel,enlarueCambon.—Esamujereraunaespeciedediamanteenbruto—comentóStanislaus.Aveces

    suingléseratanbuenoqueAdaolvidabaqueeraextranjero—.Saliódelanada.No lodijo conmala intención,y lahistoriaquecontóStanislaus animóaAda:

    unamuchachapobrealaquelefuebien,contratodopronóstico.—Claro que tuvo uno o dos admiradores acaudalados que la ayudaron a

    establecerse—añadió,guiñándoleunojo.«Estilocaracterístico.Unsellodistintivo—pensóAda—,esoes».ComoChanel.

    Unsellodistintivo,algoquehicieradestacaralaCasademodasVaughan.Ytambiénayudadeunadmiradorsierapreciso.

    —Parísestáhechoparamí—ledijoaStanislausmientraspaseabandelbrazoporlosjardinesdeLuxemburgo.

    —En ese caso deberíamos quedarnos —le respondió, y volvió a besarla condelicadeza.Leentraronganasdegritar:«¡Sí,parasiempre!».

    Laúltimamañanalosdespertaronlassirenas.PoruninstanteAdapensóqueestaba

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  • devueltaenLondres.Stanislausselevantódelacama,abriólospostigosdemetalysalióalbalcón.UnhazdeluziluminólamoquetayelextremodelacamadeAda,yestavioporlaspuertasabiertasqueelcieloazulyanoeravigorosoninítido.Debíandehabersequedadodormidos.

    —Estátodomuytranquilo—informóStanislausdesdeelbalcón—.Noesnatural.—Entró—.Quizálaalarmafuerareal.

    —Bueno,nosvamoshoy.Volvían a casa, y Stanislaus no le había propuestomatrimonio, ni tampoco se

    habíaaprovechadodeella.Aunqueesodenadaserviríasiteníaquecontárseloasuspadres.Mentiría.Ya sabía lo que les iba a decir: la señoraB. la habíamandado aParísconunadelaschicas,portrabajo.Habíancompartidohabitación.Elhoteleradelomáslujoso.

    —Levántate —dijo Stanislaus, la voz entrecortada, inquieta. Él ya se estabavistiendo.Adasacólaspiernasdelacama—.Esperaaquí—añadió.

    Adaoyóqueabríalapuertaylacerrabaalsalir.Ellaentróenelcuartodebaño,abriólosgrifosysequedómirandocómocaíalahumeanteaguayformabaremolinosenlabañera,disolviendolassalesquehabíaechado.¿Cómovolveralatinadezincdelacocinadesucasa?¿AlbañosemanalconlapastilladeFairy?

    Pasóunahora.Elaguasehabíaenfriado.Adaseincorporó,creandounasolasquerebosaronporunlateralyfueronapararalaalfombrilladecorchodelsuelo.Saliódelabañera,cogió la toallayseenvolvióen lafelpa,abrazandoelsuavealgodónporúltima vez. París. «Volveré». Aprendería francés. No le llevaría mucho, ya sabíaalgunascosas:merci,s’ilvousplait,aurevoir.

    Entró en la habitación y se puso la combinación y las bragas. Organizaría untrousseauentodareglaparacuandosecasaraconStanislaus.Lotendríaquepagarél,desdeluego.Consusueldoapenassepodíapermitirgastarenbragas.Compraríaunachemise o dos, y una négligée. Solo tres días en París y ya sabía un montón depalabras.Miróelrelojdelamesilladenoche.Stanislausllevabamuchotiempofuera.Abrióelarmario:sepondríaelvestidodelistasalbiesconlasmangasabullonadasyel lazo en el cuello. Se había vuelto loca haciendo cuadrar todas las listas, undespilfarro de tela, pero había valido la pena. Se miró en el espejo. Las franjastransversales, en verde oscuro y blanco, se ondulaban al ritmo de su cuerpo, ágilcomo el de un gato. Puso morritos, así resultaba más seductora. Agradecía queStanislaussalieradelahabitacióncuandoellasevestíaporlamañanaosedesvestíaporlanoche.Uncaballerodepiesacabeza.

    Llamaron suavemente a la puerta —la señal que habían convenido—, peroStanislausirrumpiósinesperaraqueellalerespondiera.

    —Vaahaberguerra.—Estabapálidoyojeroso.Adasequedóhelada;sentíaelcuerpofríoytembloroso,aunqueenlahabitación

    hacíacalor.Sesuponíaquenoibaahaberguerra.—¿Sehadeclarado?

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  • —Todavíano—respondióStanislaus—,perolosoficialesconlosquehehabladoenelhotelmehandichoqueyalosestabanmovilizando:HitlerhainvadidoPolonia.

    HabíaunacrispaciónensuvozqueAdanohabíanotadoantes.Laguerra.Lahabíaahuyentadodelaconversacióncomosifueseunaavispa,pero

    llevaba rondándola desde siempre, y Ada había aprendido a vivir con ese brutalaguijón.Eraelúnicomomentodelañoenelquesupadrelloraba,cadanoviembre,conelsombrerodefieltroyelabrigodelosfunerales,laspalabrasahogándoseconlos gases de lamemoria, el espigado cuerpo encogido. Le cantaba un himno a suhermano,caídoenlaGranGuerra.Lobastantevalienteparamorir,perotodoloquele dieron fue lamedalla alMéritoMilitar, no era lo bastante bueno para recibir lapuñetera cruz. Solo tenía diecisiete años. «Señor, tú has sido nuestro refugiogeneracióntrasgeneración…».

    La guerra. Sumadre rezaba por otros tíos deAda que esta no había llegado aconocer, engullidospor lasvoraces faucesdeYpresodelSomme,desaparecidosydados por muertos, enterrados en el barro de los campos de batalla. Toda unageneracióndehombresjóvenesborradadelmapa.PoresosutíaLilynuncasecasóysu tíaVi semetió amonja. Esa fue la única ocasión en la que sumadre juró.Unmalditodesperdicio.¿Yparaqué?AAdanoseleocurríapeormanerademorirqueahogarseenuncenagal.

    —Tenemosquevolveracasa—afirmó.Elcerebroleibaatodavelocidad,ynotóquelavozselequebraba.Laguerra,degolpeyporrazo,erareal—.Hoy.Tenemosque avisar a mis padres. —Ahora esperaba que no hubiesen recibido su postal;estaríanmuertosdepreocupación.

    —Lesheenviadountelegramacuandoestabaabajo—aseguróStanislaus.—¿Untelegrama?—Lostelegramassolollegabansimoríaalguien.Sevolverían

    locoscuandolovieran.—Soninválidos—alegóél—.Esimportantequesepanqueteencuentrasbien.Selehabíaolvidadosumentira.Claro.—Es todo…—pugnó por dar con la palabra adecuada— todo un detalle.Muy

    considerado.Estabaconmovida: loprimeroen loquehabíapensadoStanislaus,enmediode

    todoaquello,habíasidoenella.Yensuspadres.Ahorasesentíamal.Lehabíadichoquenosepodíanmoverdecasa.Talvezinclusohubieradichoqueestabanpostradosen la cama.Ahora, cuando llegara a casa, se vería en un buen aprieto. Todas esasmentiras…

    —SeloheenviadoalaseñoraB.Eltelegrama.Noteníatudirección.Ellaselodiráatuspadres.Confíoenhaberhechobien—contóStanislaus.Yañadió,antesdequeellapudieseabrirlaboca—:¿Quiénseocupadeellos?Esperoquelosdejarasenbuenasmanos.

    Adaasintió,peroéllamirabaconreproche.

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  • Hicieron lasmaletas en silencio.En el vestíbulo del hotel encontraron oficiales deuniforme azul. También soldados. Ada nunca había visto a tantos. Los otroshuéspedes,amuchosdeloscualesellaconocíadelrestaurante,hablabanengruposoestabanapoyadosenelmostradorderecepción,gesticulandoygritando.Adapercibióeloloraalmizcledeloshombresnerviosos,sulujuriosaadrenalina.

    —Sígueme.—Stanislauslecogiólamaletay,trasabrirsepasoentreelabarrotadovestíbulo,salieronporlapuertagiratoria—.GareduNord—ledijoaunbotones,quediounsilbidoparallamaruntaxi.Lacalleantesdesierta,consuinquietantesilencio,ahoraestaballenaderuidosydegentequecorría,yhabíauntráficoatronador.Noseveíaningúntaxi.Adanosabíaaquédistanciaseencontrabalaestación.Empezabaanotar una opresión en la cabeza. ¿Y si no podían salir de Francia? ¿Si no podíanvolveracasa?Porfinaparecióuntaxi,yelbotonessehizoconél.

    —Nohaspagado—lerecordóaStanislauscuandosealejabandelhotel.—Hesaldadolacuentaantes—aseguró—.Cuandohemandadoeltelegrama.Adacerrólosojos.Unabarrerasólidadegenteinundabalacalle;hombres,mujeresyniños,ancianos

    y jóvenes, soldados,policías.Lamayoría llevabamaletasomochilas, todos ibanalmismositio,alaGareduNord.Lagenteavanzabaensilencio,yloúnicoqueseoíaeran los gimoteos de un niño que iba en una cuna grande atestada de bolsas y losgritosdelapolicía:

    —Attention!Prenezgarde!Nadiepodíamoverse.Parísenterohuía.Tuvieronquerecorrercasitodoelúltimokilómetroapie.Eltaxistaparóelcoche,

    seencogiódehombrosyabriólapuerta:—C’estimpossible.—Es inútil —dijo Ada—. ¿Hay otra forma de llegar? —Ahora la gente se

    arremolinaba tras ellos.Miró deprisa hacia una bocacalle, pero vio que estaba tanllenadegentecomolaavenidaprincipal—.¿Quévamosahacer?

    Stanislausseparóapensarunmomento.—Esperaremos a que pase la gente—decidió—. Están aterrorizados. Ya sabes

    cómo son los latinos. —Intentó sonreír—. Apasionados, se dejan llevar por lossentimientos.

    Utilizandoelequipajedeariete,consiguieronhacerseaunlado.—Tomaremosuncafé—anunció—.Comeremosalgoyprobaremos suertemás

    tarde.Notepreocupes,queridamía.Adahabríapreferidounatazadeté,solo,condoscucharaditasdeazúcar.Elcafé

    estababiensi teníabastante leche,peroAdanosabíasipodríaacostumbrarseaél.Lejosdelaestaciónlamultitudporfindisminuyó.Encontraronunpequeñocafé,enelboulevardBarbès,consillasymesasenlaterraza.

    —Aquíesdondeestuvimoscuandocomprélatela—apuntóAda—.Ahímismo.—Señalóelboulevard.

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  • Stanislaussesentóenelbordedelasilla,sacóloscigarrillosyseencendióunosinofrecerle aAda.Ella sedio cuentadeque estabadistraído, echaba la ceniza alsueloydabacaladasbreves,malhumoradas.Apagóelpitilloyseencendióotrodeinmediato.

    —No pasa nada —dijo Ada para tranquilizarlo—. Saldremos de aquí, no tepreocupes.

    Lepusolamanoenelbrazo,peroélselaapartó.Elcamarerolessirvióelcafé,yStanislausechóelazúcaryloremoviócontanta

    fuerzaquederramócaféenelplato.Ellavioqueteníalamandíbulatensa,queabríaycerrabalabocacomosihablarasolo.

    —¿Enquépiensas?—Teníaquehacerquecambiaradehumor—.Míraloporelladobueno,quizátengamosquequedarnosotrodíaenParís.

    Nosabíaquémásdecir.Noeraesoloquequería,suspadresvolviéndoselocos,laseñoraB.furiosa.Comosilaestuvieraviendo,pensandoendespedirla.Yalohabíahecho con una de las otras chicas, cuando no volvió a tiempo de las vacaciones.«¿Acasocreequedirijounaorganizaciónbenéfica?».Estabanenunbuenapuro,peropor el momento no había nada que pudieran hacer. Ada no tenía a nadie a quienacudir, tan soloStanislaus.El camarero dejó un poco de pan en lamesa, queAdamojóenelcafé,absorbiendosudulzor.

    —¿Hayalguienquepuedaayudarnos?—preguntó.—¿Aqué?—Nolosé.—Seencogiódehombros—.Avolveracasa.Los franceses no lo harían, de eso estaba segura, ya tenían a bastantes de los

    suyosdelosqueocuparse.Stanislausserevolvióenelasiento,apoyóloscodosenlamesayseinclinóhaciaella.Teníalafrentesurcadadearrugasyparecíapreocupado.

    —Lociertoes,Ada,quenopuedovolver—repuso—.Memeteríanenlacárcel.Ella cogió aire. La señora B. había dicho algo así. Se corrigió: la señora B.

    tambiénhabíadichoalgoasí.Nodebíabajarlaguardia,noahora,nofueraaserqueStanislauslaabandonara.«Noereselquecreíqueeras».

    —¿Porqué?—quisosaber—.Noeresalemán.Solohablaslalengua.—Austria,Hungría—respondió—,todossomoselenemigo.Adapuso lasmanosenel regazoyempezóa jugarconelbaratoanillo, arriba,

    abajo, arriba, abajo. Estaba perdida, tendría que volver sola. No estaba segura depoder hacerlo, de encontrar el tren que debía coger. ¿Y si anunciaban algo pormegafonía y ella no lo entendía? En la compañía Southern Railway lo hacíanconstantemente.«Lamentamos tenerque informara lospasajerosqueel trende las9.05delaSouthernRailwaycondestinoaBroadstairsfinalizarásurecorridoen…».Se quedaría varada allí, en medio de un país extranjero, completamente sola, sinhablar francés. Y aunque lograra llegar a Calais, ¿cómo iba a encontrar eltransbordador?¿Ysiyanoefectuabaeserecorrido?Entonces,¿quéharía?

    —¿Quéharás?—Lavozlesalióaguda,ungorgorito.

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  • —Notepreocupespormí—aseguró—.Nomepasaránada.Yaeramediatarde.Elcamarerosalióyseñalósustazas.—Fini?Adanoentendió,asíquenegóconlacabeza,deseandoquelosdejarasolos.—Encore?Nosabíaloquequeríadecir,peroasintió.—Notepuedoabandonar—dijoella—.Mequedaréaquí.Nonospasaránada.—

    Porunmomentolovio,losdoscogidosdelamano,paseandoporlasTullerías.Stanislausvaciló.—Lacosaes,queridamía,quenotengodinero.Yano.Conlaguerra.Nopodré

    recibir giros. —Lo dijo con voz baja y trémula, y por un instante no parecióextranjero,tantosehabíaacostumbradoellaasuacento.

    Adaera incapazde imaginaraStanislaus sindinero.Nunca lehabía faltadounchelínodos,siemprehacíaalardedeello.Sinduda,noseríanpobresmuchotiempo.Y,de todas formas, serpobreenParísconStanislausseríadistintodeserpobreenLambeth.Sintióunamordesbordantehaciaesehombrequelahabíaconquistadoporcompleto,unacálidaygratasensacióndeoptimismo.

    —Nonecesitamosdinero—aseguróella—.Trabajaré.Yocuidarédelosdos.Elcamareroapareciódenuevocondostazasmásdecaféquecolocóenlamesay

    dejólacuentabajoelcenicero.—L’addition—dijo.Yañadió—:Laguerreacommencé.Stanislausalzólacabeza.—¿Quéhadicho?—quisosaberAda.—Algodelaguerra.Guerrees«guerra»enfrancés.Elcamarerosepusofirme.—LaFranceetleRoyaume-Unidéclarentlaguerreàl’Allemagne.—Haempezado—anuncióStanislaus.—¿Estásseguro?—Puesclaroqueestoyseguro.Puedequenosepamuchofrancés,peroesolohe

    entendido.Selevantódesúbitoylamesasetambaleó,elcafésevertióenlosplatos.Sehizo

    aunlado,comosifueraamarcharse,ydespuéssevolvióysesentódenuevo.—¿Te quedarías conmigo? —inquirió—. ¿Aquí, en París? Conseguiríamos

    trabajo,losdos.Noandaríamosfaltosdedineromuchotiempo.PocoantesAdaestabacompletamentesegura,peroahoraelpánicoseinstalóen

    sucabezayelmiedoleatenazóelestómago.Laguerra.¡Laguerra!Queríaestarencasa. Quería sentarse en la cocina, en la parte de atrás, con sus padres y sushermanos. Quería oler el almizcle húmedo que desprendía la colada al secarsealrededordelfogón,oírelaguahirviendoenlascacerolasconlaspatatasparaelté,escucharcómosumadrepasabalascuentasdelrosarioyreírsedesupadrecuandolaimitaba:«Diostesalve,Marx,llenoeresdelucha,larevoluciónescontigo,bendito

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  • túeresentretodoslosobreros…».Peronopodíavolveracasa,noporsucuenta.Demaneraqueasintió.—¿Teimportaríaqueutilizáramostuapellido?—preguntóStanislaus.—¿Porqué?—Elmíoesdemasiadoextranjero.Losfrancesespodríanencerrarme.—Nomeimporta.—Medesharédel pasaporte—hablabadeprisa—.Fingiréque loheperdido.O

    quemelorobaron.Asípodréserquienquiera.—Serio,yelvespertinosolarrancóun destello a su diente de oro. Se sacó del bolsillo unas monedas para pagar alcamareroycogiólasmaletas—.Vamos—dijo.

    —¿Adónde?—Tendremosqueencontrarunsitioparaquedarnos.—Elhotel—propusoella—.Volveremosalhotel.StanislauslarodeóconelbrazoyapoyóelmentónenlacabezadeAda.—Medijeronqueestálleno.Encontraremosotrositio.Unapensiónmodesta.

    La habitación tenía una cama con un armazón de hierro oxidado y un colchónhundidocubiertoconuncutímanchado,unamesita,unasillaconelasiento rotoyunosganchosenlapared.Habíanquitadoelpapeldelapared,peroenlosrinconesyporencimadelzócaloaúnquedabanrestospertinaces,abultadosyonduladosdelosbichosquedormitabandebajo.

    —Yoaquínomepuedoquedar.—Adacogió lamaletayechóaandarhacia lapuerta. Stanislaus no había sido pobre nunca, no entendía cómo habían caído tanbajo.

    —Pues no sé adónde vas a ir —replicó él—. Sin dinero. Los hoteles estaránllenos.Losharequisadoelejército.—Sesentóenlacamayselevantóunapequeñanubedepolvo—.Venaquí.—Suvozeratenue,tentadora—.Serásolohastaquenosrecuperemos.Teloprometo.

    Encontrarían trabajo, prosperarían. Ella ya lo había conseguido antes, podríavolverahacerlo.

    —¿Quépiensashacer?—seinteresóella—.¿Quéclasedeempleovasabuscar?Élseencogiódehombros.—Nolosé.Noestoyacostumbradoatrabajar.—¿Quenoestásacostumbradoatrabajar?—Nuncahetenidoquehacerlo—admitió.AAdaselehabíaolvidado:eraconde.Y,naturalmente,loscondesnotrabajaban.

    Eran como los loresy las ladies.Unospuñeterosparásitos, decía supadre.Que seenriquecíanacostadelospobres.PoruninstanteAdalomiróconotrosojos,comosifuesealguienajeno.Tambiénviootracosa:estabaperdido,nosabíaquéhacer.Éleraelinocenteyella,lapillueladespabilada.Losentíaporél.Locompadecía.Comosi

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  • oyera resoplar a su padre: «¿Compadecerlo? ¿Se compadecerían ellos de ti? ¿Secompadecíaelzardeloscampesinos?Harecibidosupuñeteromerecido».

    Adaselevantó.Aúnllevabaelvestidodelistas.Estabaalgoarrugado,peroseloalisócon lamanoybuscóelpintalabiosenelbolso.Sepusounpocodecarmínyunióloslabios.

    —Ahoravuelvo—anunció.Teníaquehacersecargodelasituación.Sabíaadóndeir.

    Entróenelprimerestablecimientoyconsiguióunempleo.Adanopodíacreerquehubiesetenidotantasuerte.Perosupusoqueesoera:unachicaconsuerte.Elsalarionoeramuyalto,perotrabajohabíaparadaryregalar:monsieurLafitteregentabaunnegociopróspero.Alpormayor,alpormenorysastrería.Eraunhombresimpático,que le recordaba a Isidore. Hablaba francés muy deprisa, pero aflojaba el ritmocuandoestabaconAda, seesforzabaporayudarlaaqueaprendierael idioma.AdaocupólavacantequehabíadejadoelaprendizdemonsieurLafitte,quesealistóenelejército,dejándoloconmás trabajodelquepodíahacer.AunqueAdaansiaba idearnuevosdrapeadosycortes,ydevezencuandosugeríaundetallenuevo—darleungiro a un cuello, una vuelta a un bolsillo—, él fruncía el ceño ymovía un dedo:«non».

    EnelplazodeunasemanaStanislausyellapasarondelasuciahabitaciónaunapequeñabuhardilla,máscercadelestablecimientoyenunazonamejordelboulevardBarbès.GraciasamonsieurLafitteyalaportera,madameBreton,sufrancéspasóaseraceptable,yAdainclusoempezóahablarconlosclientes.

    Ada no terminaba de creer que estuviesen en guerra. Todo estaba demasiadotranquilo,noparecía real,aunqueen lascalles,yen losbaresyen loscafés,habíamás soldados. Se veían sacos terreros apilados en los rincones y se construíanrefugiosenlosparquesyenlasplazas.Hombresymujeresibanconmáscarasdegasalhombro.

    —Hastalasprostitutas—observóStanislaus—.Mepreguntocómoloharánconesopuesto.

    A ellos no les facilitaronmáscaras, pero Stanislaus consiguió dos; se dio unosgolpecitosenlanariz.«Nohagaspreguntas».

    —Mededicoalcomercio.Adaloamaba,consumisterioysuencantoysupeculiaracentoextranjero,que

    ibaoveníaenfuncióndelonerviosoqueestuviera.De vez en cuando ululaba una sirena, pero aquello quedaba en nada, y por la

    nocheelbarrioeranegroeimpenetrable.Latelaescaseaba,almenoslabuena,yAdaempezóacortarlasprendasmásestrechasymáscortas,escatimandoenlascosturas,metiendolojusto.

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  • —¿Quéhacestodoeldíacuandonoestoyyo?StanislausyellasehabíansentadoenelBarduSport.Yallevabandosmesesen

    Parísyerancomodelacasa,sehabíanacostumbradoatomarunacopadevinotintopor la noche antes de cenar allí. No tenía nada que ver con tomar cócteles en elSmith’s, pero Ada se esforzaba por vestirse bien. Monsieur Lafitte le permitíaquedarseconlosrestosylosretales,y,conlanuevamodadeestilossencillosybajosmáscortos,Adasehizo rápidamenteconunvestidode inviernoparasaliryvariasfaldasyblusasmodestas.MonsieurLafitteledioalgunasprendasviejasque,segúndijo,erandeuntíosuyoquehabíafallecido,yAdalasarreglóparaStanislaus.Porsuparte,madameLafitte leregalóunabrigode invierno,alquehizoalgúnarreglo.AStanislaus le haría falta pronto un abrigo, y monsieur Lafitte insinuó que quizápudiera hacerse con un excedente de tejido del ejército. Llegaban a fin demes, yStanislausvolvíaatenerdinero.

    Recuperaronpartedelestilodelosviejostiempos,peroconunadiferencia:ahoraeranmaridoymujer.Nolegalmente,perocomosilofuese.

    —Iréconcuidado—asegurólaprimeravez—.Ymepondréunpreservativo.—¿Unqué?—Unagoma.¿Cómolollamáisvosotros?Adanolosabía.HabíaoídoalgunascosasalaschicasdelaseñoraB.,peronadie

    la había sentado nunca para contarle lo que pasaba la noche de bodas. Su madrehablabadelsacramentodelmatrimonio,yAdaloconsiderabaalgo tansagradoquepensaba que los niños se podían tener de una forma que de no estar casado seríaimposible.Stanislausserio.

    —Estaparteaquíyestaotraahí.Ellasabíaqueestabamal,alnoestarcasados,peroleparecíanaturalpegarseaél

    de manera que su cuerpo se empapaba de aquel olor masculino y su carne seestremecíaysederretíaconsucalor.Sabíaquelepediríamatrimoniocuandoacabaralaguerra,unosmesesmástarde,queharíadeellaunamujerdecente.

    —¿Estás seguradequenoquieres irteacasa?—lepreguntabaStanislaus.Adanegabaconlacabeza.SehallabaenParís,conél,ynoquerríaestarenningúnotrositiodelmundo.Además,nohabía tenidonoticiasdesu familia,aunqueStanislaushabíadichoquehabíaenviadootrotelegrama.«Estamosbien.TrabajandoenParís».Los telegramas costabandinero, ella lo sabía, pero aunasí podríanhabermandadounarespuesta.

    Después de cenar, cuando caía la noche, no había mucho que hacer. Cortaban elsuministroeléctricoylascallessequedabandesiertas,loscafésocultostraspuertascerradasypersianasechadas.Jugabanalrummyyalaveintiuna.Adaintentabaleerenfrancés,perolecostaba.Losperiódicos,porloqueellaentendía,estabanllenosdenoticiassobreAlemaniayRusia,deespeculacionessobre losnorteamericanosyde

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  • quejassobreelcomportamientodelastropasbritánicasenFrancia.Noteníanmuchodeloquehablar.Stanislausdecíaqueellanoentenderíaaquésededicabaél,asíquedejó de preguntar. Y a él no le interesaba el trabajo de Ada. ¿Qué había deemocionante en coger undobladillo y economizar enun corte?En esosmomentosechabademenossucasa,asushermanos.Asumadreyasupadre.InclusoechabademenosalaschicasdelaseñoraB.Almenossehabríanreído.

    EndiciembrelosnegociosdeStanislausempezaronarequerirsupresenciahastadenoche.Dosotresvecesalasemana.Nocheslargas,solitarias,sinnadaquehacer.El viejo radiador de hierro de la habitación chirriaba y goteaba.Ada no conseguíaacostumbrarseaél.Estabaseguradequehabíaentradounintruso,quesepaseabaporallí a la esperadedar el golpe.Nopasabanada cuandoStanislaus estaba conella,perolasnochesqueseausentaba,ellasemetíaenlacamaprontoparanotenerfrío,con una velita al lado, «largo de aquí, no te me acerques», hasta que se quedabadormida.Elradiadornocalentabamuchoyloapagabanalasdiez,demaneraquealamanecerlahabitaciónestabahelada.Aveces,enlajofainaconaguaqueteníanenlamesaseformabaunafinacapadehielo.

    Adaconfiabaenquealgúndíapudieranpermitirseunsitiomejordondealojarse,conunacocinitaparapoderprepararselacomidayasínotenerquecomersiempreenel Bar du Sport. Tendría que aprender a cocinar. Sabía hacer estofado de cordero,pero llevaba cebada perlada, yAda no estaba segura de que pudiera comprarla enParís.Podíaprobarahacerotrosplatos,franceses.Tortilla,porejemplo,ounsuflé.Se imaginaba batiendo los huevos, como había visto hacer al cocinero del Bar duSport.

    Ylacocinatendríauntendedero,demaneraquecuandohicieselacoladapudieracolgarlaparaquesesecase,enlugardeextenderlaporlacama.Quizácontaríanconunsaloncito,unamesaconunmanteldechenilla rojoyunespejo.Tendría lacasabonita y, si podía comprarlas, pondría flores frescas en un tarro demermelada. Susalarionoeraalto,peroconlosdosganandodineropodríanllevarunavidasencilla.

    Sinembargo,algoestabacambiando.—Lacosaes,Ada,quetengoqueestardehumor—aducíaél.Enunprincipioellalorespetó,peroahoranoleparecíabien.Letocabalacara,le

    pasabalosdedosporlanariz,hastallegaralbigote,tamborileabarítmicamenteensuslabios.

    Stanislausleapartabalamano.—No,Ada—decía—.Ahorano.Ellaoíasurespiración,pesadayfuerte,notabaelairequesalíadesuboca.—¿Mequieres?—lepreguntaba.—Déjalo,Ada.Apartaba la colcha y se levantaba. Ada lo oía ponerse los pantalones en la

    oscuridad,maldiciendo los botones, coger de un tirón la camisa del respaldo de lasilla, agarrar los zapatos con unmanotazomalhumorado y salir dando un portazo.

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  • Ellasequedabaenlacama,inmóvil.Notendríaquehaberledichoeso,notendríaquehabersearrojadoasusbrazos.Sumadredecíaqueloshombresnorespetaneso.Aloshombreslesgustallevarlavozcantante.Lediríaquelosentía,yélsetranquilizaría.

    El Stanislaus que conoció en Londres la encandilaba con su conversaciónmeliflua y con sus caricias. Había cambiado. La guerra lo había cambiado, losnegocioslohabíancambiado.Salíanochetrasnoche.Adatendríaqueesforzarsemás,sermásseductora.Comprarseunnuevolápizdelabiossiselopodíapermitir.Parecíajovenpara su edad, lo sabía.Susmejillas conservaban la redondezde la juventud.Trataríadeparecermayor,másmadura.QuizáfueraesoloquequeríaStanislaus,unamujermayor,conexperiencia.Elpelolehabíacrecido:selorecogeríaenunatrenzaqueleenmarcaraelrostro,comoalgunasdelassofisticadasmujeresalasquehabíavistoenParís.Yentonceslaamaría.Nadiehabíadichoqueelmatrimoniofuerafácil.

    PorNavidadlecompróaStanislausunospañuelosyunapipa.EnvolviólosregalosenpapeldeperiódicoylosatóconunlazoquelediomadameLafitte.

    —Gracias,Ada—dijoél,ypusolosregalosenelsuelo,juntoalacama.Porsuparte,leregalóuncalcetíngrisllenodenuecesyunfrasquitodeperfume.

    —L’Aimant—leyóella—.Coty.«Mequiere», pensóAda, lo sabía; solo que él era incapaz de decirlo.Algunos

    hombreseranasí.Sepusounpocodeperfumedetrásde lasorejas.Erademasiadodulceparasugusto,pero legustabaqueStanislaushubierapensadoenella,quesehubiera tomado la molestia de hacer un calcetín, aunque estuviera lleno solo denueces.Ensucasaerasupadreelquehacíaloscalcetines.ColesdeBruselas,lomásprobable, y unas patatas. «Ja, ja, os pillé». Pero se aseguraba de que hubiese unanaranjaenlapuntera,ounapeonza,ysumadresiemprelesregalabaropanuevaporNavidad.

    Adanuncahabíapasadoestafestividadfueradesucasa.Habríadadocualquiercosa por estar en Theed Street ese día. Ir a misa mientras su padre preparaba eldesayuno: tocino,huevoypanfrito.Despuésély loschicos ibanalKing’sArmsatomarunajarradecervezanegramientrasellaysumadreseocupabandelacomida.

    ComerenelBarduSportni leparecióni lesupocomo lacenadeNavidadencasa.Decidieronpermitirseunlujoypidieronunabotelladevino.VinduPays.Eradenso y fuerte, de un rojo rubí oscuro. A Ada le recordó al refresco de grosellaRibena, y no le hizo demasiada gracia, pero Stanislaus se lo bebió como si fuerazumodefruta,yrematóconunpardebrandis.

    DespuéssediounaspalmaditasenelestómagoyleguiñóunojoaAda.—Nohaynadacomounabuenacomida,¿no,Ada?—comentó—.¿Echamosuna

    partiditaderummy?—Meencantaría—repusoella,apartándosedelamesa.En ese momento, su madre estaría sirviendo el pudín de Navidad. De haber

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  • recibidolabonificación,supadrehabríacompradounpocodebrandyenlafarmaciaylohabríaechadoporencimaalpostre.«Apagadlas luces».Leprenderíafuegoalbrandyconunacerillayllevaríaelpudínalamesa,envueltoenunallameantebolaazul.

    —Huelesbien—aprobóStanislauscuandoabriólapuertadesuhabitación,ylaatrajohaciaél.Elalientoleolíaaalcoholrancio.

    —¿Estásachispado,Stanislaus?—Solo alegre, Ada. Alegre—puntualizó—. ¿Por qué no iba a estar alegre un

    hombreenNavidad?Laabrazóylaapretóconfuerza.Quizádeberíahaberutilizadoperfumeantes.Luegolasoltóysedejócaerenlacama,dandounaspalmaditasenelcolchón,a

    su lado.Adasequitóelvestidoy lasmediasy se tumbó juntoaél.Tenía losojoscerrados,sehabíaquedadodormido:expulsabaelaireporlosaterciopeladoslabios,unbrazoporencimadelacabeza.Adalocontemplómientrascaíalanoche.Tendríaque levantarse, echar las cortinas, encender la luz.Pero en lahabitación reinaba elsilencio,laluzcrepusculartenue,yStanislausdormía.Lepasóeldorsodelamanoporlamejilla,acariciandosusuavepiel,laasperezadesubigote.

    Éllecogiólamuñecaylaapretócontalfuerzaqueellachilló.—Déjalo, Ada —espetó—. Ya te lo he dicho. —La miró como si fuese una

    desconocidaydespuéslapusobocaarriba—.¿Esestoloquequieres?Cogióunpreservativoy,trasconseguirponérselocontorpeza,lapenetróyluego

    seapartóbruscamentesindecirnada.Acontinuación,diomediavueltay sequedódormido.

    Ada enterró la cabeza en la almohada. Eso no era amor, las cosas no eran asíantes.

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  • Elinviernodiopasoalaprimavera,salpicandodeverdelosparquesylosárboles.Apesardeltremendofrío,habíaalgoseguroenelinvierno,aresguardobajolalargaygruesamantadeloscortesdeluz.Ahoralastardesmáslargasylosdíasconmásluzeran como un reflector que lo iluminaba todo, yAda pegaba un bote siempre quepasabaunavión.Sobrevolabanmásavionesyhabíamássoldadosporlascallesylosbulevares.Botas,botas.Adacomprabaelperiódicocasi todos losdías,ymonsieurLafittellevabalaradioalestablecimiento.MadameLafittedijoquehabíavistocarrosdecombatebritánicoscercade lafronterabelgacuandofueavisitarasuhermana,monstruospesadosque avanzaban torpementepor las carreteras.Suhermanadecíaque los británicos habían enviado a miles de hombres, de manera que habríaproblemas. Ada era incapaz de hacerse una idea de cuánta gente era esa. Tantoshombresjóvenesdeuniforme.¿Quiénloshabríaconfeccionado?

    Stanislausseencogiódehombros.—Loquetengaqueser,será—observó—.Nopodemosdetenerlo.—Volvíaaser

    eldesiempre,relajado,feliz.Sinembargo,Adaestabapreocupada.Laguerradesfilabaconbotasclaveteadas,

    izquierda, derecha, izquierda, derecha. Las calles próximas al boulevard Barbèsestaban llenas de refugiados, rostros angustiados, andrajosos, que empujabancochecitosdeniñoconsuspertenencias.DabalaimpresióndequeStanislausnoeraconsciente.Nolepreocupabanada.Eradelcontinente,poreso.Loscontinentalessehallaban relajados.Él teníapintadeextranjero, lasorejillaspegadasa lacabeza,elcabellorubiocorto,elbigoterecortadoenelcentrodel labio,unpococomoHitler,pensabaellaamenudo,peroesaeralamodaporaquelentonces.Losojoslechososenmarcadosporlasgafas,quesiemprellevabapuestas.Adanoseimaginabaesacarasinellas.Vivirasí,tanvenidoamenos,debíadeserunahumillaciónparaél.

    —Para usted, madame. —Sacó una caja redonda que llevaba escondida a laespaldayselaofreció.Elladesatóellazoyextrajounsombrero,uncasquetedepajaamarillolimónconunvelonegroconbodoques—.Tutocadodeprimavera,haciendohonoralatradición.

    No le pegaba con la ropa de invierno, y todavía no hacía bastante calor paraponerseelvestidodeverano,peroStanislaussehabíatomadomuchasmolestiasparacomprarlo, cuando Dios sabía que en los tiempos que corrían resultaba difícilconseguiresaclasederafia.

    Selopuso,elvelocubriéndoleelrostro.Unsombrerodeadulta,demujer.—Gracias—dijo.—¿Quieresque,comodicenlosfranceses,faireunepromenade?Ada soltó una risita. Stanislaus rara vez hablaba en francés, almenos con ella.

    Siemprelohacíaeninglés,ysolíaconfundirlavylaw,yeraincapazdepronunciarlath,pormuchoqueellahubieseintentadoenseñárselo.Unasvecesestabadebuen

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  • humor;otras,no.Lehabíadadoporponerlaalmohadaenmitaddelacama:suladoyeldeella.

    Dos semanas después de Semana Santa, Alemania invadió Noruega, la neutralNoruega.Llegaronnoticiasderesistenciaylucha,delenvíodetropasbritánicasparaayudar. En la radio no paraban de hablar de la LíneaMaginot y de qué hacer siAlemaniainvadíaFrancia.Habíaqueinvestigaralosrefugiados.Alossimpatizantesselespegaríauntiro.EldeberdeFranciaeraresistirydefenderse.

    Susvecinosteníanmalacara,ymonsieurymadameLafitteestabandemacradosydébiles.ElairedeParísempezóaimpregnarsedeunolorsingular.Salíadelosporosdelasmujeresydelabocadeniñosllorones,dehombresadultosydelpelodeperrosque orinaban en los faroles. Ada lo notaba en la nariz, en la ropa, en Stanislauscuandosetumbabaasuladoenlacamaporlanoche.Ahoralosabía:eraeloloracebollaranciadelmiedo.

    Se hablaba de racionamiento, y Ada se preguntó si Stanislaus cambiaría deopinión,sipodríaconvencerlodequesemarcharan.Debíanvolveracasa,encontrarlamanerade llegar a Inglaterra.MonsieurLafitte daba a entender que era horadejubilarse, ahora cada vez habíamenos trabajo y no quería empezar a confeccionaruniformesdelejército,noasuedad.¿YsiAdaperdíaelempleo?Entonces,¿qué?

    —Nodeberíaestaraquí—ledijoelhombreundía—.Unajovencomousted.Esdemasiadopeligroso.Váyaseacasamientraspueda.

    Pensóenelbarriodondevivíansuspadres,cercadel río,con losmuellesy lospuertos;ensushermanospequeños,queviviríanDiossabíadóndeenelcampo;ensumadre,queestaríaenloshuesosdebidoalapreocupación;yStanislausnollegabaacasahasta las tantas,demaneraqueAdano teníanadaquehacer salvo rumiar suspreocupacionescomounzorroenunatrampa.

    Una noche de mayo Stanislaus volvió con la nariz ensangrentada y el labio roto,llevabalasgafasretorcidasyladeadasenlanariz.

    —Hazlasmaletas—dijo—.Tenemosqueirnos.