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P RIVIERE

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Vicente Zito LemaEDICIONESCINCOEnrique Pichn RivireVICENTE ZITO LEMACONVERSACIONES CON ENRIQUE PICHN RIVIERESOBRE EL ARTE Y LA LOCURAEDICIONES CINCONDICEEncuentros I. LA FAMILIA. LOS PRIMEROS AOS Diseo de tapa: Regine Bergmeijer IMPRESO EN LA REPBLICA ARGENTINA PRINTED IN ARGENTINA. Primera edicin: Segunda edicin: Tercera edicin: Cuarta edicin: Quinta edicin: Sexta edicin: Sptima edicin: Octava edicin: 1976 - Timerman Editores 1976 - Timerman Editores 1985 - Ediciones Cinco 1986 - Ediciones Cinco 1988 - Ediciones Cinco 1990 - Ediciones Cinco 1991 - Ediciones Cinco 1992 - Ediciones Cinco "fk II. LAUTREAMONT. LO SINIESTRO III. BUENOS AIRES. AFECTOS. TRISTEZAS 15 43 57i j*-iIV. DESCUBRIMIENTO DE FREUD. LA PROFESIN DE PSIQUIATRA. IMPUGNACIN Y DEFENSA. LOS HOSPICIOS V. LA PRACTICA ANALTICA. SUS LIMITES69 911VI. LA PSICOLOGA SOCIAL. SUS FUNDAMENTOS. EL ESQUEMA CONCEPTUAL, REFERENCIAL Y OPERATIVO 103 VIL LA CURACIN DEL PSICOTICO. TCNICAS DE CHOQUE: EL ELECTROSHOCK 115 VIII. LA AMPLITUD CREATIVA. MECANISMOS INTERNOS. ARTE Y LOCURA. EL POETA ANTONIN ARTAUD. UNA PEQUEA VERDAD 125 Despedida demorada 167 1993 by Ediciones Cinco Florida 165 - 5S pise , of. 505 1333 Buenos Aires, Repblica Argentina Queda hecho el depsito que marca la ley 11723 I.S.B.N. 950-9693-05-7."!V''M1 !*% "" ,17EncuentrosUna maana, tendra yo once o doce aos, me pele, por motivos que ya no recuerdo bien, con un muchachito de mi edad. De pronto logr ponerle las manos en el cuello y apret, muy fuerte. Dej de oponer resistencia. Cre que lo haba matado; desesperado, me arrodill en medio de la calle y me puse" a rezar. Pero lo suyo slo era un desmayo pasafero o una triquiuela, ya que, sbitamente, me dio un golpe en la cabeza y se fue corriendo. Das despus me enter de que la madre de "mi enemigo" se haba ahorcado. En el barrio se comentaba en voz baja el suceso, con ms miedo que dolor o respeto. Yo no me anim a averiguar los detalles. Pero quise ir al velatorio, algo que prcticamente desconoca (tera apenas el recuerdo de la muerte de mi bisabuela, a la que no mir, y de unos fotgrafos con cmaras enormes apuntndonos mientras el cajn apareca por la puerta). Fui a la casa de la ahorcada --as comenz a ser llamada--; una casa de chapas rojas edificada sobre una pequea barranca frente a las vas del tren lechero. Nadie respondi a mis llamados. Unos vecinos me dijeron que haban llevado la muerta a Mrmol o a City Bell, pueblo cercano a La Plata. Cuando encontr el lugar estaba ya cansado, asustado. No tengo una imagen muy precisa de cmo era aquello. Es ms bien una sensacin de penumbra y de ahogo... Y en el medio de la pieza, eso s, ntido, el cajn sin cruz, y mi amigo, solo, sentado en el suelo, cerca de su madre. Me puse a su lado, me abraz y me dijo: "Haca aos que estaba loca." Permanec hasta el amanecer, sin entender cabalmente qu me haba dicho y qu haca yo all. Conoc a Pichn Rivire en el taller del pintor Juan Batlle Planas. Seran las tres o cuatro de la tarde de un da sbado, en el invierno de 1964, cuando apareci por uno de los pasillos un hombre muy delgado, de nariz fuerte, vestido con ropas 9oscuras. Nos pusimos a conversar. El tema fue Isidoro Ducasse: su poesa, su familia, su tragedia. Poco a poco cobr vida en m una impresin que corroborara numerosas veces: a pesar de su exaltacin. Pichn irradiaba una extraa paz; a pesar de su fragilidad, fortaleza; a pesar de su distancianento, una inmensa bondad. Tengo de l, en esa tarde, una imagen traslcida: la de un poderoso gallo de ria dispuesto, a medida que pasaban las horas, a lanzarse con el pico y las alas abiertas contra la oscuridad. Al cumplirse, en 1970, cien aos de a muerte del conde de Lautramont, organizamos con Aldo Pellegrini un acto de homenaje. La noche de la celebracin, al salir de una galera, vi en medio de a avenida Crdoba a Pichn Rmire. Haban pasado aos desde nuestro primer encuentro, y ahora estaba l, caminando vacilante, mientras Jos coches se acercaban a toda velocidad. Corr, logr tomarlo del brazo y arrastrarlo hasta la vereda. Pareci no extraarle mi actitud; me reconoci, me salud con afecto y se puso a Jiablar de sus estudios sobre la locura y lo siniestro en la poesa de Lautramont. A fines de 1971 muere Jacobo Fijman en el liospicio. Me cost volver all. Cuando lo hice fue para descubrir parte de una realidad que haba mantenido relegada. Hasta ese momento mi visin del manicomio era la de un sitio trgico, s, pero donde era posible la existencia de un pensamiento original. El delirio, a brillantez, la poesa carnal de Fijman, lo superaban todo. Mi libro sobre nuestras conversaciones trata de rescatar, precisamente, esas verdaderas rfagas salvajes que eran su pensamiento. Muerto l, empec a descubrir que lo cotidiano, lo que prevaleca en aquel sitio, era la sordidez, la soledad, el hambre; la prdida continua de la identidad. Y que Fijman haba sido un caso excepcional, uno de los muy pocos con fortaleza para salvarse del mayor naufragio. Me puse entonces a trabajar en el hospicio. Registr y recopil, sin privilegiar, las distintas formas con que los internos se expresaban. Simultneamente, inici mis investigaciones sobre el funcionamiento de los mecanismos creativos. Para todo ello recurr a la gua y al apoyo de Pichn: tambin en ese terreno del conocimiento haba sido un lcido adelantado. 10 mediados de 1974 Enrique Pichn Rivire es llevado, gravemente enfermo, al Hospital de Clnicas. Logra sobreponerse; ello permite que, an internado, reiniciemos nuestras discusiones sobre el arte y la locura: un tema que nos apasiona y nos une a pesar de ciertas discrepancias. En la necesidad de profundizarlo, de saber mas sobre Pichn, y de m, nace la idea de este libro, que se concretara meses despus. A Pichn, su participacin, entiendo que le signific un desafo. El, hombre amante de la aventura, no poda dejar de aceptarlo. Estas conversaciones se convirtieron en una forma creativa de luchar contra su enfermedad y de enfrentar, posiblemente una vez ms y no la ltima, a sus fantasmas. Que conoce y domina, pero que siguen --lo ha presentido-- acosndolo. (Cmo entender, si no. esos sbitos silencios de Pichn, ese llamado tcito a que no franqueramos ciertas zonas, de pronto su decaimiento o su tristeza y, de pronto, su exaltacin.. .) Pero debo reconocer que, as como l call algunas veces, tampoco yo pude franquear ciertas barreras. De all que preguntas aue silenciamos frente al grabador afloraron en el momento de despedimos, como si hubiramos decidido mantener una zona en comn secreto. La mecnica de trabajo, en general, fue la siguiente: nos reunimos durante el otoo y el invierno de 1975, una o dos veces por semana, en sesiones (grabacin, comentario de grabaciones anteriores, bsqueda y lectura de libros y documentos) que nos llevaban, a veces, exactamente cincuenta minutos; otras, especialmente los sbados, hasta cinco y seis horas. Estos encuentros adquirieron, paulatinamente, un esquema invariable, casi de ritual. Yo concurra a su domicilio, que es a la vez su consultorio. Su enfermera me haca pasar; en seguida apareca Pichn, nos abrazbamos. Despus nos sentbamos frente a frente, yo de espaldas a su divn de psicoanalista (marrn, con extraas manchas que nacen a partir del desgaste del cuero y que, si son observadas, permiten descubrir un rostro casi perfecto de leopardo y junto a l un torso de mujer). Tambin hay en esa pieza varios cuadros. Uno es de Casimiro Domingo, a quien Pichn conoci en el hospicio; destaco esta obra porque simboliza, acaso como ninguna otra. 11ese sentido de la vida y del conocimiento en espiral por el que continuamente clama Pichn. Otro elemento significativo en aquel recinto son los libros y carpetas con papeles: sobre el escritorio, en el piso, cayendo de los placares, cubriendo, incluso, las sillas. Ello despierta una sensacin de caos total, que cobra su unidad, sin embargo, cuando Pichn busca, sin equivocarse, alguno de esos librps o papeles. Ya acomodados, Pichn me preguntaba, invariablemente: Cmo estamos nosotros dos, cmo est la calle? Le comentaba yo los hechos del da, casi todos dramticos. Despus hablaba de m, muy poco, pero, aun elpticamente, nunca dejaba de plantear algn problema que me angustiaba. Lo discutamos. Llegaba el turno de Pichn: poco a poco, se iba penetrando, dejndose al desnudo. Yo tena la sensacin de que me estaba trasmitiendo un mensaje cifrado y que, al hablar de s mismo, tambin lo haca de m. Ello me agotaba: me vea transformado en un espejo. Era cuando Pichn me deca, a veces riendo, a veces mirndome muy fijamente, que era, para l, como un padre. Pasado todo ese tiempo que, en funcin del libro, puedo llamar de "precalentamiento", pona en marcha l grabador. Aclaro que el primer da nos fijamos un plan, no muy estricto, por supuesto, de lo que seran nuestras bases de conversacin o gua. Despus, ya en el curso del trabajo, ante la dinmica espontnea que tomaba el mismo, y que superaba nuestro propsito de enfrentar los temas con un mayor orden, tomamos como mtodo que yo leyera la desgrabacin de la charla anterior. A partir de all, en su caso, aclarbamos o completbamos los distintos temas. O bien enfocbamos otros que, previstos o no en el plan original, entendamos en ese momento que eran necesarios. Dbamos por terminada la conversacin del da (salvo el caso de que hubiramos fijado de antemano la duracin) cuando alguno de los dos se cansaba. Y nos cansbamos por distintas razones o quiz por la misma razn. A veces Pichn desfalleca fsicamente, o tocbamos alguna zona que lo entristeca mucho (especialmente algunos recuerdos de amor). Entonces cerraba los ojos y se acariciaba lentamente, muy lentamente el rostro.12Era la seal. Otras veces, yo senta que enfrentaba una carga muy pesada, que mi capacidad de percibir estaba colmada; incluso, hubo momentos en que sent miedo, un miedo extrao que no puedo descifrar. O desconcierto. Me interrogaba: "Qu estoy haciendo realmente aqu?" Y, sin respuesta, tena ganas de salir corriendo. Era cuando Pichn me miraba con extrema dureza, como enojado por mi flojedad, para cambiar rpidamente y palmearme con suavidad, la espalda. De cualquier manera, originada la suspensin de la charla por m o por l, yo tomaba una copa de vino, l fumaba su nico cigarrillo del da y me acompaaba hasta la puerta del departamento. Convenamos el nuevo encuentro y nos despedamos con un abrazo, no obstante lo cual nos demorbamos, y sos eran los momentos en que, deshilvanadamente (ya lo he sealado), tocbamos temas que frente al grabador, por distintas circunstancias, habamos omitido o no profundizado. Me permito de alguna manera revelarlo: giraban siempre en torno de la muerte. Algo ms sobre nuestro mtodo de trabajo: debido a las dificultades fsicas de Pichn, que tornan su voz poco audible (en todo caso, no registrable fcilmente por el grabador), a medida que l contestaba mis preguntas, o me repreguntaba, yo iba repitiendo y sintetizando, con la mayor fidelidad que pude, sus palabras. Aclaro tambin que Pichn, cuando tocamos algunos temas sobre los que ya ha escrito, para evitarse mayor fatiga y en pos de precisin, se vali en sus respuestas de esos documentos. Una vez que estuvo enteramente desgrabado el material, y hecho por m el trabajo de ajuste, tratando de evitar ciertas imprecisiones propias de toda conversacin (que en este caso fueron ms de lenguaje que de conceptos), le el texto a Pichn. El me hizo entonces sugerencias y comentarios; propuso incluso modificaciones. Volv a trabajar en el texto y obtuve el acuerdo definitivo. La nueva lectura que, a solas, hago esta noche de las pruebas de imprenta, me trae recuerdos (algunos que ya se desvanecan) y motiva reflexiones que acaso no buscan ms que sacar a luz, el encadenamiento inexorable al que responden mis encuentros con Enrique Pichn Rivire. Cierro un pequeo crculo.VICENTEZrro LEMA 13.'-fasm""'A DISCEPOLCMr>--. W T . W V "SColiage de Pichn RivireILa familia. Los primeros aosma--Usted siempre sostuvo que existe una relacin muy ntima entre sus concepciones tericas y la vida que le toc vivir. Por eso, sin duda no est fuera de lugar empezar nuestras conversaciones sobre la locura, la salud' mental y los problemas de la creacin artstica y el llamado "arte patolgico" con un punto de partida muy preciso: su infancia. --Le anticipo que ha estado rodeada de acontecimientos muy extraos... Por ejemplo, yo nac en Ginebra, y ello motiv mi profundo inters por Lenn, mi deseo de haberlo conocido. Lenn jugaba siempre con los chicos de una plaza de esa ciudad, a la que yo despus concurr, tambin de nio... Y as se gener un vnculo, una ansiedad de conocer anterior a la apreciacin intelectual o de tipo ideolgico. --Quines fueron sus padres? --Los dos eran franceses: Alfonso Pichn y Josefina de la Rivire. l comenz la carrera militar, en la academia de Saint-Cyr, pero fue expulsado al poco tiempo por sus ideas polticas y su relacin con el intendente de la ciudad, Herriot, uno de los principales dirigentes socialistas. Entonces es enviado por su famina a Manchester, donde estudia el proceso de la fabricacin de tejidos. Ya por entonces tena la idea de criar gusanos de seda. Sus planes eran radicar una industria textil en el norte de Inglaterra. Por eso, para m siempre 15sera un misterio nuestro largo viaje y que finalmente furamos a dar al Chaco, en plena selva. --Pero usted nace en Ginebra... --S, el 25 de junio de 1907. Aunque mi nacimiento en ese lugar debe verse como algo totalmente accidental. Y vine a la Argentina cuando tena tres aos, en pleno Centenario. De Ginebra solo recuerdo con precisin un auto, un gran auto negro con una bocina en forma de vbora, en el que a veces viajbamos con mis padres y mis hermanos. Despus vino el gran peregrinaje del otro lado del mar; de eso slo tengo sensaciones, sensaciones de un movimiento continuo y ascendente... En Buenos Aires nos quedamos muy poco tiempo, mi padre hace distintos tipos de gestiones y en seguida nos vamos al Chaco. Insisto en que nunca entendera la verdadera razn de ese hecho. Ya en el Chaco, mi padre consigue una concesin de tierras del Estado, tierras fiscales, y se pone a trabajar. Esta concesin estipulaba un trmino, y los aos fueron desastrosos... por la langosta, la inundacin, las lluvias, hasta que al fin se perdi todo. --Qu trabajo encara su padre? --Planta algodn, pero, como ya le dije, pese al esfuerzo, fracasa. La naturaleza no lo ayud. Al extremo de que una manga de langostas se comi hasta el techo de paja del bungalow donde vivamos. Y nos quedamos a la intemperie, de un da para el otro. Nunca olvidar que en el momento en que desaparece el techo, mi padre exclama: "Qu hermoso, qu azul es este cielo!" --Cunto tiempo permanecen en el Chaco? --Unos cuatro aos; nos fuimos cuando yo tena ocho. Por ese entonces, aquello era un territorio totalmente despoblado. --A dnde van? --Pasamos a Corrientes. Y all otra vez mi padre insiste en trabajar la tierra, en-plantar algodn y tabaco, y otra vez sin suerte. Siempre le ira mal en todos sus trabajos. 16--Cuntos hermanos tuvo? -- ramos seis hermanos, dos mujeres y cuatro hombres. Soy el menor. Pero, ya est aqu el primer conflicto: mi padre se cas con su cuada. Es decir, muere su primera esposa y se casa con la hermana de ella. Del primer matrimonio nacen cinco hijos y del segundo solo yo. --Esta relacin determin alguna vez situaciones violentas? -- No; sin embargo siempre estuvo presente como una sombra. Perpetuamente vag entre nosotros el conflicto familiar. --Cundo se entera de esa realidad o, como suele decirse, del "secreto de familia"? --A los seis... siete aos. Hasta entonces crea que ramos todos hijos del mismo padre y de la misma madre. --Cmo eran sus hermanos con usted? --Muy buenos, muy afectuosos, nunca hubo entre nosotros la menor ostentacin o diferencia; al contrario; y acaso por ser el menor, siempre tuvieron hacia m una profunda dedicacin. --De qu manera caracterizara a esa familia? --Bsicamente como fuerte, unida, y muy luchadora. Trataba de transformar la realidad. Jams aceptaba pasivamente las desgracias. No reculaba ante el desafo.--Se suele dar importancia a la casa donde uno pasa la infancia. Qu recuerdos tiene usted de ese primer bungalow? --Era una construccin muy austera, siempre extremadamente limpia y muy acogedora. Pero estaba hecha totalmente de paja y por ello exista el peligro de un incendio. Tambin estbamos expuestos al ataque de los malones, por entonces muy frecuentes. Eran indios guaranes, muy aguerridos, y se lanzaban sobre las pequeas poblaciones y sobre las casas aisladas en el campo. --Alguna vez esas amenazas se concretaron? Me refiero al incendio o al ataque de los indios contra su amilia. 17--No, y en alguna medida era peor, ya que la fantasa aumentaba la rea! medida del peligro y el estado de tensin se haca permanente. Ahora bien, la amenaza de los indios se daba cuando stos se juntaban en malones, ya que, individualmente, eran gente muy trabajadora; si uno conoca el idioma, poda relacionarse con ellos sin mayor dificultad. No puedo precisar las circunstancias, pero no olvido que he estado con esos indios, que los he conocido, que hemos hablado... --Le impresionaron por algo en especial? -- Siempre me impact la manera que tenan de hachar. Volteaban esos grandes rboles, los quebrachos, con una habilidad increble. --Imagino que se contaran en la zona hechos graves o algn tipo de leyenda sangrienta protagonizada por los guaranes... -- S, y eso, naturalmente, aumentaba el miedo colectivo. Siempre eran sucesos ligados on raptos de menores y violaciones de mujeres. -- O sea, la clsica exteriorizacin de un prejuicio racial. --Con toda su compleja gama de lazos e interrelaciones; era, por lo tanto, una situacin criticable, y no por ello menos vigente y actuante. --Qu es lo que haba realmente detrs? A qu obedecen, en general, los prejuicios? --Detrs de un prejuicio se encuentra siempre la envidia. Ya sea por la laboriosidad, la belleza, la visin del futuro o la manera de encarar el mundo que tienen los seres objetos del rechazo. Puede haber (de hecho, hay) un trasfondo ideolgico y tambin religioso, pero el ncleo de este sentimiento est formado por la competencia, la rivalidad y, reitero, esencialmente la envidia. En cuanto a las fantasas sobre violaciones, hay all una proyeccin de los propios deseos en el de afuera, en el extrao, en el "otro", y ello vuelve al emisor convertido en "realidad". 18Hay un grupo de hombres que considera que tiene la propiedad de las mujeres tradicionalmente ligadas a ese grupo, y rechazan que alguien pueda discutir esa propiedad. Por ello, la base del prejuicio, aun en este caso, es la rivalidad, y exterioriza un concepto ms econmico que sexual. -- De qu forma vivi esos hechos atribuidos a los guaranes? Como una leyenda o como una historia real? -- Es una diferencia difcil de precisar en este caso. Aunque estimo que, preponderantemente, los recib como leyenda. En ltima instancia los autores ya haban desaparecido. Sin embargo, quedaban algunas personas en el pueblo a las que sealaban como hijos de esos encuentros, no s si obligados o no, en todo caso furtivos, entre indios y "blancas". -- A esa gente se la miraba o trataba de alguna manera especial? -- No creo que hubiera ningn signo de rechazo. Ms aun, como experiencia social fue riqusima para m; no es frecuente encontrar un grupo humano sin profundas diferencias. Mi familia, en ese aspecto, tena una postura muy clara, muy abierta. En particular mi padre, que senta especial simpata por los aborgenes. l, ya en su infancia, haba tenido fuertes fantasas ligadas a la vida salvaje.- So muchas veces con vivir en el frica, acaso porque amaba profundamente a Rimbaud, tanto por su poesa como por su largo exilio de la civilizacin europea. Todo esto incidi para que nunca tuviera miedo de los indios y no tomara recaudos especiales de proteccin, ni aun en esos largos viajes que emprenda solo y a caballo.