locomotora antigua. oleo. rocío riesco mi oroya

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RELATOS ESCRITOS POR HOMBRES Y MUJERES DEL TALLER DE LOS ESCRIBIDORES, MAYORES DE 60 AÑOS, VECINOS DE MIRAFLORES. [email protected] ew2021-59 ESCRIBIDORES Historia publicada en el “la gazeta de los escribidores”, Cuarto número, agosto 2021. Escribidora: ROCÍO RIESCO ( 55) La Oroya, 19 Mi Oroya Me alejé como el agüita del río que la corriente lleva. La vida me arrastró hacia el mar. Te dejé lento, porque no quería irme, dejar mi montaña, ni las margaritas blancas, ni las dalias amarillas que mamá cuidaba en el jardín. Ni siquiera quería dejar el humo que se escondía travieso en mi garganta haciéndome toser. Atrás quedaron los trenes que hacían bailar las piedras al ritmo de su paso y el lamento en el que se convirtió su voz. Dejé atrás los hielos que vestían de novias las montañas y el cielo turquesa que se volvía negro para llorar la partida. Atrás quedó la cadencia dulce de las palabras, los guardapolvos de cuadritos y las monteras blancas con luto alrededor. Quedaron los ríos que eternamente se encontraban como dos enamorados para andar su ruta tomados de la mano. Quedaron los pinos y los queshuares entre el río y el camino, y el sol jugando con la sombra que tomaba diferentes formas cuando me acompañaba a la escuela corriendo adherida a la pared de la montaña. Se quedaron las manos oscuras de redondos dedos, uñas curvas y palmas rosadas que me daban la avena del desayuno, cuando el tiempo apremiaba. Atrás dejé los cascos rojos, verdes y azules de los trabajadores que cruzando con paso rápido el puente Cascabel volvían a casa a las cinco, cuando también papá subía a la camioneta en que mamá lo recogía del trabajo. En el mercado se quedó el olor a caldo de carnero, las papas y los choclos; en las veredas los niños corriendo tras los aros y las mamitas hilando. Dejé mis lágrimas sobre el cascajo que imitaba al río cuando los carros recorrían la pista frente a la casa con chimenea, que junto a los muebles de cuero, el tendal y el columpio me vieron partir. Quedó atrás la niña Rocío sentada en una carpeta junto al estante, admirando la sonrisa y la sabiduría de la señorita Tula en su Jumper azul y su blusa verde. El mar me recibió con brazos fríos, me abrazó para consolarme; pero no lo consiguió. Vuelvo a ti ansiosa a recoger todo de nuevo… Y ya no está. Has de haberme extrañado como yo a ti, mi Oroya. LOCOMOTORA ANTIGUA. OLEO. ROCíO RIESCO

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RELATOS ESCRITOS POR HOMBRES Y MUJERES DEL TALLER DE LOS ESCRIBIDORES,MAYORES DE 60 AÑOS, VECINOS DE MIRAFLORES. [email protected]

ew2021-59

ESCRIBIDORES

Historia publicada en el “la gazeta de los escribidores”, Cuarto número, agosto 2021.

Escribidora:ROCÍO RIESCO( 55)La Oroya, 19

Mi Oroya

Me alejé como el agüita del río que la corriente lleva.La vida me arrastró hacia el mar.

Te dejé lento, porque no quería irme, dejar mi montaña,ni las margaritas blancas, ni las dalias amarillasque mamá cuidaba en el jardín.

Ni siquiera quería dejar el humoque se escondía travieso en mi gargantahaciéndome toser.

Atrás quedaron los trenesque hacían bailar las piedras al ritmo de su pasoy el lamento en el que se convirtió su voz.

Dejé atrás los hielosque vestían de novias las montañasy el cielo turquesa que se volvía negro para llorar la partida.

Atrás quedó la cadencia dulce de las palabras,los guardapolvos de cuadritosy las monteras blancas con luto alrededor.

Quedaron los ríosque eternamente se encontraban como dos enamoradospara andar su ruta tomados de la mano.

Quedaron los pinos y los queshuaresentre el río y el camino, y el soljugando con la sombraque tomaba diferentes formas cuando me acompañaba a la escuelacorriendo adherida a la pared de la montaña.

Se quedaron las manos oscurasde redondos dedos, uñas curvas y palmas rosadasque me daban la avena del desayuno, cuando el tiempo apremiaba.

Atrás dejé los cascosrojos, verdes y azules de los trabajadoresque cruzando con paso rápido el puente Cascabel volvían a casa a las cinco,cuando también papá subía a la camioneta en que mamá lo recogía del trabajo.

En el mercado se quedó el olora caldo de carnero,las papas y los choclos;en las veredas los niños corriendo tras los aros y las mamitas hilando.

Dejé mis lágrimas sobre el cascajoque imitaba al río cuando los carros recorrían la pistafrente a la casa con chimenea,que junto a los muebles de cuero,el tendal y el columpio me vieron partir.

Quedó atrás la niña Rocíosentada en una carpeta junto al estante,admirando la sonrisa y la sabiduría de la señorita Tulaen su Jumper azul y su blusa verde.

El mar me recibió con brazos fríos,me abrazó para consolarme; pero no lo consiguió.Vuelvo a ti ansiosa a recoger todo de nuevo…Y ya no está.

Has de haberme extrañado como yo a ti, mi Oroya.

LOCOMOTORA ANTIGUA. OLEO. ROCíO RIESCO