lo que realmente pensamos los hombres pero jamas diremos a las mujeres

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    Lo que realmente pensamos los hombrespero jam‡s diremos a las mujeres

    MANDELROT

    Toda la informaci—n actualizadasobre este y otros trabajos del autor,

    as’ como diversos contenidos multimedia,

    disponibles en su web: mandelrot.com

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    © Mandelrot 2012

    Portada:Fotograf’a, dise–o y gesti—n digital: Alexis çlamo

    Estilo: Stephanie von SchšnfeldAgradecimiento especial para Heike Grosse

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    êNDICE

    5 Nota de Mandelrot

    7 Un consejo para las lectoras

    9 Primera parte: entre hombres

    11 Los hombres no existen

    12 Por quŽ los hombres somos como somos

    16 Los hombres en la vida cotidianaRetos y obst‡culos

    El grupoLos que presumen y lo que todos piensan de ellos

    21 Segunda parte: hombres y mujeres

    23 Las tres reglas de oroPrimera regla: a los hombres no nos gustan los PROBLEMAS

    La experiencia es un grado"Los hombres las prefieren tontas"

    Segunda regla: el f’sico tiene su importanciaTercera regla: el sexo cuentaLos hombres tambiŽn amamos

    29 La mentiraPor quŽ mentimos a las mujeresNo eres tan buena amante como crees

    (Incluye: por quŽ casi todos los hombres son malos en la cama)  Lo que sea antes que destruirla

    Las mentiras de ellasEl universo paralelo

    Las mentiras hacia los hombresLa presi—n de la educaci—nNo mientas

    38 Dos grandes errores de las mujeresEl showLos admiradores

    47 El rechazoRechazando a un hombre que no te interesaƒl te ha rechazado o abandonado, y su explicaci—n no te convence

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    51 Los hombres y el sexoLos hombres no pensamos siempre en sexoQuŽ es en realidad la impotenciaC—mo ser la mejor amante del mundo para tu hombre

    59 Los hombres y la pareja"No te implicas"Actividades juntos y actividades por separado

    70 ƒl tiene una aventura

    73 El abandonoPor quŽ un hombre deja a su mujer

    77 C—mo evitar el finC—mo evitar que tenga una aventuraC—mo evitar que te deje por otraC—mo evitar que te deje para estar solo

    83 Tercera parte: algunos consejos

    85 El Žxito en tus relacionesAtrayendo al hombre que te interesaÀEs realmente el hombre para ti?C—mo hacer que siga interesado en ti despuŽs de la primera cita

    C—mo llegar a ser pareja, y que dure

    97 Conclusi—n

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    NOTA DE MANDELROT

    "Como se te ocurra publicar esto nos vas a meter en m‡s de un

    problema a todos; lo sabes, Àno?". Antes de publicar este libro dejŽleer el primer borrador a un grupo de hombres que conozco, dedistintos c’rculos sociales cada uno, para escuchar sus opiniones yestar seguro de que lo que cuento aqu’ es la verdad. Comentarioscomo este fueron los que m‡s recib’, lo que lejos de hacer que mearrepintiera me animaron a seguir adelante.

    Lo cierto es que al decirme eso ten’an raz—n: si hay muchas cosasque normalmente los hombres pensamos pero no decimos a lasmujeres es por algo y yo me estoy saltando todas las reglas, lo cual sŽque molestar‡ a bastantes personas -tambiŽn cercanas a m’- cuandodescubran cosas que hasta ahora no sab’an y quiz‡ destruyan mitos"convenientes" que hab’an mantenido hasta ahora.

    En este caso me ha pasado como en uno de mis anteriores libros,"Lo que nadie te dice cuando te han dejado". Todo empez— con unasimple entrada en mi blog (mandelrot.com), que sorprendentementedesencaden— una enorme avalancha de reacciones: existen inclusovarios foros para hablar no ya sobre el tema en general, sino sobre lo

    que yo escrib’ sobre el asunto. Muchos lectores me pidieron quedesarrollara el tema m‡s profundamente y as’ lo hice con el libro quehoy se puede encontrar en mi web.

    Con "Lo que realmente pensamos los hombres" ha sucedido lomismo. Escrib’ una entrada sobre un tema relacionado sin esperarseguir con ello, pero recib’ muchas respuestas y de tres tipos muyconcretos: hombres diciŽndome "enhorabuena, lo has clavado", muje-res haciŽndome algunas preguntas sobre casos concretos en los que nopod’an descifrar por quŽ un hombre que conoc’an actuaba como lo

    hac’a, y de todos el comentario repetido de "alguien deber’a escribir unlibro sobre el tema". Bien, aqu’ est‡.

    Es necesario hacer una aclaraci—n: muchas de las afirmaciones queleer‡s en este libro son igualmente aplicables a ambos sexos, otendr’an una respuesta equivalente desde el punto de vista femenino.Est‡ claro, todos tenemos virtudes y defectos, aunque ya que el temaque trataremos es el de la manera en que piensa un hombre mecentrarŽ solo en esto porque creo que es lo que te interesa conocer.

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    Este es el libro que a m’ me gustar’a leer si fuera mujer. Contiene loque alguna vez tanto yo como muchos hombres hemos ocultado a lasmujeres con las que nos hemos relacionado, por diferentes razonesque tambiŽn explicarŽ, durante nuestras vidas. Es el tipo de

    informaci—n que, cuando alguien comenta en un grupo solo dehombres, suscita el asentimiento general y respuestas como "yasabemos c—mo son estas cosas"; te hablarŽ de ellas con la claridad y lasinceridad con las que me expreso con cualquiera de mis amigos y nome guardarŽ nada.

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    UN CONSEJO PARA LAS LECTORAS

    Sorprendentemente, a pesar de que nos pasamos la vida juntos, la

    gran mayor’a de mujeres no conoce a los hombres; incluso las quecreen tener mucha experiencia y estar de vuelta de todo, descubrir‡ndetalles aqu’ que les sorprender‡n. Y claro, cuando uno tiene unasideas en su cabeza que no son correctas y las aplica a la realidad,l—gicamente el resultado que obtiene no es el que esperaba: por esohay tantas mujeres desconcertadas o frustradas en sus relaciones conlos hombres.

    De ah’ vienen despuŽs los comentarios despectivos hacia ellos,privadamente entre amigas o pœblicamente por ejemplo los que unopuede encontrar en las redes sociales; es evidente que lo que est‡nhaciendo es exteriorizar su frustraci—n ech‡ndole la culpa a otros, enlugar de plantearse que a lo mejor las cosas no les han ido bien porqueellas tomaron decisiones basadas en supuestos equivocados y espe-raban de ellos respuestas que deber’an haber sabido que nunca lesdar’an. Como es imposible corregir un problema si antes no te hasdado cuenta de que lo tienes, el ciclo se repite constantemente y todoslos d’as hay mujeres llev‡ndose disgustos que podr’an haberseevitado.

    Por otra parte este es un problema que tambiŽn nos afecta a loshombres, y pondrŽ un ejemplo personal elocuente: aunque en mi vidahe tenido experiencias de convivencia en pareja durante a–os, hace yamucho me di cuenta de que prefiero vivir solo y, sea estando soltero oteniendo a alguien, llevo muchos a–os as’. Pues bien, casi todos loshombres que conozco -y que viven con sus compa–eras- me han dichoalguna vez que me envidian; y sin embargo jam‡s ninguna de lasmujeres de mi c’rculo social lo ha hecho. Est‡ claro que aqu’ hay algoque no funciona, en mi opini—n por ambas partes.

    Con este libro voy a tratar de poner mi granito de arena parasolucionar todo esto, hablando desde el lado que conozco bien yaclarando informaci—n que no ten’as o que no hab’as valorado en laimportancia que realmente tiene. Lo harŽ de manera descriptiva, sinentrar en quiŽn tiene raz—n en cada situaci—n (cada afirmaci—n de estelibro tiene su respuesta desde el punto de vista femenino, y bienfundada) ni pensar en tŽrminos de buenos y malos; es inœtil quejarsede que la Tierra es redonda, las cosas son como son y lo mejor quepodemos hacer es conocer la realidad para sacar el mejor partido

    posible de ella.

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    Mi consejo es que leas este libro con ‡nimo de aprender, y conactitud abierta y autocr’tica sobre tus posibles errores pasados para novolver a cometerlos de ahora en adelante. Analiza esta informaci—n,util’zala para tener m‡s Žxito en tu vida, consigue m‡s eficazmente lo

    que est‡ a tu alcance administrando bien tus recursos, y no vuelvas afrustrarte por esperar cosas que al final no vas a tener. Como he dichoantes, todo esto es lo que yo querr’a saber si fuera una mujer; tœtienes esta oportunidad, aprovŽchala.

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    PRIMERA PARTE: ENTRE HOMBRES

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    LOS HOMBRES NO EXISTEN

    A cualquier hombre del mundo que lea este libro le pasar‡ lo

    mismo: en unas cosas no se sentir‡ identificado con lo que va leyendo,en otras pensar‡ "no es mi caso concreto pero comprendoperfectamente a quŽ se refiere el autor" y en otras dir‡ "lo haclavado". De hecho lo mismo me pasa a m’ al escribirlo, porque no heintentado explicar c—mo soy yo o c—mo puede ser una personaconcreta sino hablar de un prototipo al que m‡s o menos nosadecuamos todos cada uno con nuestras variantes. Est‡ claro, no haydos personas iguales y decir "los hombres" es una generalizaci—n queya de por s’ debe ser entendida en su contexto.

    Pero en general la imagen que describo es correcta, y a partir deella puede haber casos concretos en que un individuo o un grupohayan tenido condicionantes espec’ficos que les den rasgos concretosdiferentes (educaci—n, experiencias traum‡ticas, cualquier cosa). As’ que no esperes un "manual de uso" espec’fico para el hombre concretoque te interesa, sino un punto de partida bastante acertado desde elcual ser‡ trabajo de los dos conocerse mutuamente como realmentesois.

    Eso s’, yo me refiero a hombres adultos y sanos del siglo XXI comopueden ser muchos de los que te cruzas por la calle en tu ciudad;sobre casos de enfermedades mentales, problemas psicol—gicos gravesu otras situaciones, lo conveniente ser’a consultar con un especialistaen la materia correspondiente.

    Tampoco voy a detenerme a analizar el comportamiento dehombres con deficiencias sociales o atraso cultural evidente, y pondrŽun ejemplo: en mis a–os de universidad me sucedi— una vez queencontrŽ en los ba–os de la facultad una pintada que dec’a literalmente

    "la mujer, de la cocina a la cama y por el pasillo a hostias". Meimpresion— tanto que veinte a–os despuŽs no lo he olvidado, no solopor lo desagradable de la frase en s’ sino por el hecho de que noest‡bamos hablando de una guarrada que escribe el t’o Ambrosio en lataberna del pueblo sino que lo hab’a hecho Áun universitario! Unhombre te—ricamente joven y culto, parte de lo que deber’a ser la Žlitede nuestra sociedad. Hay hombres as’ -como tambiŽn hay mujeresatrasadas- y se les reconoce muy f‡cilmente; a m’ realmente me daigual lo que este tipo de persona marginal piense o deje de pensar, yfrancamente si tœ est‡s interesada en alguien como Ambrosio quiz‡

    este libro no te sea de utilidad. M‡s adelante describirŽ algœn caso de

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    alguien un poco parecido a este individuo y ver‡s lo que la mayor’a delos hombres piensa de la gente como Žl.

    Solo harŽ por el momento una menci—n a dos tipos masculinos muy

    concretos, porque creo que cualquier mujer en su sano juicio deber’areconocerlos cuanto antes para escapar de ellos como sea: eldominante enfermizo, que anula la identidad de su compa–era(normalmente una mujer de personalidad dŽbil) para convertirla en lasombra de Žl; y el par‡sito, que hoy te da un poquito y ma–ana te loquita, pasado te llama, luego desaparece dos semanas, regresa de lanada y te trata como a una diosa por un momento pero sabiendo queen cualquier momento te har‡ sufrir de nuevo... Vamos, el que tevuelve loca y hace que lo que sientas por Žl en realidad no sea amorsino adicci—n. Esto se puede reconocer muy f‡cilmente desde fuera,porque el amor es una sensaci—n positiva que te hace sentir la personam‡s afortunada del mundo, y la adicci—n es saber que algo te destruyey ni siquiera te hace feliz; ese hombre te est‡ matando pero aœn as’ nolo puedes dejar. En fin, si en cualquier momento tienes la sospecha deque tu hombre puede ser de estos, habla con varias personas (sinrelaci—n con Žl) y conf’a en lo que te digan m‡s que en ti mismaporque probablemente ellas ver‡n lo que tœ desde donde est‡s nopuedes ver.

    POR QUƒ LOS HOMBRES SOMOS COMO SOMOS

    El origen del problema de que cada sexo no conozca al otro est‡ enque la educaci—n y el proceso de socializaci—n de cada uno es muydiferente; si no entiendes esto los otros siempre ser‡n un misterio parati. Nadie nos da un libro de "reglas para vivir", las vamos deduciendo alo largo de nuestra vida a partir de nuestras experiencias, y como esas

    experiencias no son iguales y tœ no has vivido las que vivieron ellostienes que hacer un esfuerzo de imaginaci—n para comprenderlas y apartir de ah’ comprenderles.

    Resumiendo el proceso a muy grandes rasgos (la experiencia decada uno puede ser totalmente diferente, claro), cuando eres un ni–otu padre te regala una camiseta de su equipo de fœtbol, juega contigo a juegos en los que alguien gana, y te dice cosas como "venga,campe—n", "muy bien, machote, sin llorar" o si haces algo y triunfas"este es mi hijo"; la t’a Juana te ve en la cena de Navidad y te dice

    "pero cu‡nto has crecido, est‡s hecho todo un hombre" y en general te

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    pasas la infancia recibiendo por esa parte est’mulos a tu "hombr’a", atu masculinidad. Con los amigos hay un matiz algo distinto: tambiŽn juegas al fœtbol y vas a tirarle piedras al gato del vecino, pero no tantorecibes premios por tus detalles "de hombre" como castigos si se te

    ocurre sacar un detalle "de poco hombre"; un ejemplo muy claro puedeser mostrar una debilidad. Ni que decir tiene que si un d’a se te ocurreecharte a llorar porque est‡s triste o enfadado te van a crucificar.

    Y claro, como desde el d’a que viniste al mundo te has criadorecibiendo constantemente mensajes en el mismo sentido, en tucabeza has llegado a deducir reglas que relacionan competir con sermejor (el mejor) y tambiŽn que "fuerte es bueno, dŽbil es malo". Peroes que hay m‡s: no es que las muestras de debilidad -o de "nofortaleza"- sean negativas: es que lo que recibes no es solo un rechazode los dem‡s, sino que te pueden decir "Àeres marica o quŽ?" "vayanena est‡s hecho" y cosas as’. Atenci—n al matiz: no se te dice "sihaces esto eres malo", sino "si haces esto eres menos hombre". Esdecir, no es que se te censure o se te critique, sino que se te niega unaparte de tu propia identidad -en este caso la sexual-. Las ni–as tienenotros problemas, claro, pero este en concreto no lo sufren as’: si hacenalgo no aceptado por su entorno se las reprime, se las reconduce o loque sea, pero no se les niega una parte de quiŽnes son. Lo digosimplemente para que entiendas que el proceso de modelado de los

    hombres tambiŽn tiene sus partes duras, y a veces cambiar de mayores muy dif’cil porque es tu propia esencia, tu identidad, la que se hamoldeado as’.

    Este proceso se va reforzando detallito a detallito, d’a a d’a, hastagrabarse bien claro en la cabeza de cualquier joven. Por eso cuandoest‡s en tu grupo fanfarroneas y exageras para dar una imagen a losotros m‡s masculina de lo que realmente eres, por supuesto todos tusamigos hacen lo mismo, y el "list—n de la masculinidad" del grupo secoloca a un nivel que en realidad ninguno alcanza.

    Como nadie habla de esto, la consecuencia es que tanto tœ comotus amigos tienen una referencia irreal y todos inconscientementepiensan "soy un fraude, aparento ser como los dem‡s pero no lo soy"(sin saber que todos los otros sienten lo mismo, claro) lo quecontribuye en un c’rculo vicioso a que m‡s trates de obligarte a ser "loque deber’as ser", aunque sea artificialmente, para llegar a ser comoesa imagen que entre todos han contribuido a formar. Si cuando erasun ni–o y fu’steis a tirarle piedras al gato del vecino a ti se te ocurri—por ejemplo decir "no me gusta hacerle da–o al pobre animal, esto es

    cruel" y te cay— una buena, habr‡s aprendido la lecci—n y cuando

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    aparezca el siguiente gato -metaf—ricamente hablando- tœ le tirar‡s lapiedra m‡s grande y te convencer‡s de que eso es lo que realmentequieres hacer. Y si uno en tu grupo se sale de la norma lo machacar‡s,claro, que no se diga que eres un nenaza.

    Al hacerte hombre todo esto no desaparece por arte de magia y teconviertes en una persona libre del pasado: evidentemente tus reglasde vida siguen ah’, adaptadas al mundo de los adultos, y -lo que no esmenos importante- los dem‡s tienen tambiŽn sus reglas que vanaproximadamente en la misma direcci—n. Inconscientemente todo elmundo sabe lo que se espera de un hombre y el tipo de actitudes quese consideran muy masculinas, ese mensaje lo has ido interiorizandotanto que ya es el tuyo propio y esto se manifiesta en todas y cada unade las situaciones a las que te enfrentas.

    As’ que, si por ejemplo est‡s con tu familia y hay que cargar unasbolsas, tœ llevas m‡s de lo que normalmente podr’as y cuando tumujer te dice "pero eso es mucho peso" tœ aguantas y dices "no pasanada, puedo bien" a pesar de que te estŽs haciendo da–o; si tienesproblemas y te sientes mal tiendes a no exteriorizar tus sentimientos ydebilidades y si ella te pregunta le quitas importancia y no quiereshablar de ello (ahora, querida lectora, sabes por quŽ lo hacemos); opor supuesto ni se te pasa por la cabeza decirle a tu compa–era "mira,

    no tengo ganas" cuando surge una situaci—n sexual. Tœ siempre tienesganas, Áeres un hombre! Sobre esto œltimo volverŽ m‡s adelante, y depaso explicarŽ por quŽ muchos hombres sufren de impotencia.

    La mayor’a de los hombres conviven para siempre con algunavariante de este "s’ndrome de Superm‡n" en diferentes facetas de suvida. Nos las arreglamos para salir adelante m‡s o menos bien, perorealmente es un problema porque es muy dif’cil para un hombre darsecuenta de que Superm‡n no existe; y vivir con un est‡ndar irrealpensando en lo m‡s profundo de tu alma que no eres suficiente, que

    no est‡s a la altura a la que para ti est‡ el list—n de la identidadmasculina, es una carga pesada que en casos ya serios puede traerconflictos internos y crisis personales que te har‡n sufrir a ti y proba-blemente a los que te rodean.

    Para terminar con este apartado voy a poner dos peque–osejemplos personales. Uno es una anŽcdota que me pas— hace a–os, und’a en el que un amigo y yo pase‡bamos con nuestras motos. Hac’abuena temperatura e ’bamos con los cascos abiertos, pero comollev‡bamos velocidad de carretera el viento me molestaba en los ojos y

    bajŽ el cristal de la visera; mi amigo lo vio, y cuando paramos me dijo

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    con actitud de macho: "quŽ, Àte bajaste el cristal por un poco deaire?". Yo respond’ tranquilamente: "me molestaba en los ojos" y,como tengo una personalidad muy fuerte y no era lo que Žl esperabade m’, notŽ que se qued— completamente descolocado y sin saber quŽ

    responder. Yo acababa de romper "la regla del hombre" y me dabaigual.

    El otro caso personal parte del hecho de que a m’ me gustan lasmujeres con muy poco pecho, cuanto menos mejor, y desde luego nome gustan nada las que tienen mucho. Ni se pueden imaginar lacantidad de veces en mi vida que me han llamado maric—n, que hanhecho alguna broma a costa de mi sexualidad o que en general hetenido que o’r comentarios que de ser otro tipo de persona socavar’anmi identidad sexual; vuelvo de nuevo al matiz, no estamos hablandode como le dir’an a una mujer "pero quŽ gusto tienes, c—mo te puedenatraer as’", "quŽ rara eres" u otras cosas por el estilo, sino que loscomentarios de mi entorno social -que es perfectamente normal- hanido casi siempre a negar autom‡ticamente una parte de quien soy.

    A–ado a este segundo ejemplo un hecho curioso que me pas— hacetiempo. Una vez me topŽ en Internet con una p‡gina que mesorprendi— mucho, porque result— ser una especie de foro en el que losusuarios -an—nimos- compart’an fotos de modelos con poco o casi nada

    de pecho. Yo siempre defiendo que el porcentaje de hombres a los queles gustan estas mujeres es much’simo mayor de lo que se dice enpœblico -la mayor’a jam‡s lo confesar‡, por lo que acabo de contar-, yde todo lo que le’ en ese foro me llam— especialmente la atenci—n uncomentario que dec’a algo como: "me alegro much’simo de haberencontrado esta web y a gente como yo, ya sabŽis lo que es decir quete gustan las chicas as’". Una de las respuestas fue "bienvenido algrupo, y ya sabes: tœ por ah’ dices lo que quieren o’r y aqu’ comentaslo que quieras sin cortarte". En un primer momento me hizo graciatoda aquella clandestinidad, pero m‡s tarde al pensarlo mejor me di

    cuenta de que de verdad hay muchas personas que no se atreven amostrarse ante los dem‡s como son y, aunque sea en un detalle comoeste, siempre es un atentado grave contra nuestra libertad y nuestraidentidad.

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    LOS HOMBRES EN LA VIDA COTIDIANA

    Si todos los hombres hubiŽramos tenido experiencias similares y

    estuviŽramos hechos por el mismo patr—n ser’amos m‡s o menosiguales, y esto evidentemente no es as’. Como he dicho antes cadapersona es un mundo y tœ tendr‡s que descubrir por ti misma c—mo esconcretamente el hombre que te interesa.

    Pero s’ hay tendencias m‡s o menos claras, y voy a poner un casoque adem‡s me sirve para reforzar la idea de que es fundamentalentender c—mo se educa y se socializa un ni–o para comprenderlecuando es hombre.

    Yo me relaciono en mi vida diaria con personas de toda Europa, y eltrato continuo me ha hecho percibir patrones clar’simos de conductaentre los hombres de cada zona o de cada pa’s. Se nota mucho, porejemplo, c—mo cuanto m‡s avanzada es una sociedad menoscompetitivos y agresivos se muestran ellos; en sus lugares de origense ha trabajado mucho sobre esto, aunque tambiŽn es verdad que detanto insistir algunas l’neas han quedado algo desdibujadas y yo heo’do a menudo la "queja" de mujeres del norte de que sus hombrescarec’an de un toque m‡s masculino (segœn su opini—n) que s’ 

    encontraban en los hombres de pa’ses del sur. Esto pod’a ser m‡s omenos atractivo para ellas, pero la cuesti—n es que identificabandeterminados rasgos no ya con diferentes manifestaciones de lapersonalidad de los hombres, sino con tener m‡s hombr’a.

    Retos y obst‡culos

    Un rasgo m‡s o menos general del sexo masculino es queinconscientemente hacemos una gran distinci—n entre los "problemas

    positivos", los obst‡culos que uno tiene que vencer para conseguir unameta y que son parte del camino mismo que lleva hasta ella, y los"problemas negativos" que vienen a ser las cosas malas que nos pasany que no hay m‡s remedio que solucionar para que podamos seguirtranquilamente con nuestra vida feliz.

    Luego hablarŽ de estos œltimos, llam‡ndolos en mayœsculasPROBLEMAS. Sobre el primer tipo, normalmente esos obst‡culos enrealidad nos gustan y de una forma indirecta satisfacen nuestranecesidad de agresividad y competitividad -aunque estemos compi-

    tiendo contra nosotros mismos-. Desde el jugador de videojuegos que

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    sufre para llegar a acabarse el juego hasta el tipo tranquilo que tiene elhobby de construir castillos con palillos de dientes, pasando por elarquitecto que se plantea c—mo construir un edificio que encaje conunos condicionantes muy espec’ficos o el levantador de pesas que se

    mata por a–adir un kilo m‡s, todo lo que estŽ entre el hombre y lo quequiere conseguir y que a la vez sea un paso necesario para cumplir eseobjetivo es percibido como algo positivo. M‡s adelante hablarŽ dec—mo puede utilizar una mujer esta informaci—n para conseguir m‡sf‡cilmente cosas de su hombre.

    El grupo

    Hay una diferencia de concepto entre hombres y mujeres a la horade integrarse en la sociedad, partiendo de la idea de grupo. Una mujerse siente parte de su grupo y de alguna forma "fusiona" su identidadcon el todo, mientras que los hombres tienden a ser m‡s bienindividuos que se unen a otros individuos para determinadas cosas.Esto no quita para que uno pueda estar plenamente identificado con elequipo deportivo de su ciudad -deportes: objetivo y obst‡culos- o concualquier otro colectivo suprapersonal como la patria o su partidopol’tico, pero en general cuando se entra en la vida adulta la tendenciaes ser m‡s independientes y en todo caso a pertenecer a grupos con

    los que se compartes cosas concretas pero no son "tu vida", tœ eresalgo m‡s que un miembro de esos grupos.

    Esta gran diferencia se nota especialmente en el grupo m‡sabsorbente de todos, el que por naturaleza tiende a anular laindividualidad: la familia. Para las mujeres pertenecer a una familia conel rol que ello les supone es m‡s natural, pero para un hombre esto vacontra su "programaci—n". El enfoque que yo he o’do un mill—n deveces de casi todos los que tengo cerca es siempre el mismo: primerome dicen que quŽ suerte tengo de estar solo y llevar una vida

    independiente tomando mis decisiones pensando solo en m’ mismo, yoles respondo algo como "tœ tienes la vida que has elegido, Àno?" y ah’ comienza el argumento de "s’, tiene muchas cosas incre’bles y es unpaso en la evoluci—n personal, no me arrepiento, no lo cambiar’a pornada, blablabl‡... Pero vamos, que te envidio".

    Si cualquier persona se quiere ir de un sitio se va y si no se va esporque no quiere; si el balance global entre lo que a todos ellos lessupone seguir su vida en familia o romper con todo y vivir como yofuera favorable a lo segundo no tengo ni la m‡s m’nima duda de que

    ya se habr’an marchado, porque los hombres tomamos este tipo de

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    decisiones haciendo cuentas casi matem‡ticas. En todas las veces quehe tenido conversaciones como esta mis interlocutores no estabanpensando en dejar a sus parejas ni a sus familias, simplementedejaban translucir que como te he contado antes su vida no es la que

    llevar’an si la decisi—n hubiera sido tomada en fr’o pensando solo ensus preferencias personales. Una mujer es parte de su familia y entodo caso se desconecta ocasionalmente para ser ella misma duranteuna actividad o un tiempo concretos, un hombre piensa "por defecto"en s’ mismo y los per’odos de conexi—n al grupo familiar son laexcepci—n. Si se ve forzado a estar constantemente conectado, omentalmente buscar‡ cualquier ocasi—n para evadirse o acabar‡sacando la presi—n con algo -o alguien- que le ayude a hacerlo fueradel grupo (muchos se vuelcan con el trabajo, porque al ser algo"obligatorio" no es tan f‡cil que sus mujeres se quejen de que setoman tiempo para ellos mientras ellas cargan con todo).

    Los que presumen y lo que todos piensan de ellos

    Mi intenci—n con este libro es crear un texto breve, directo y f‡cil deleer; para eso no me puedo detener en cada detallito de cada faceta dela personalidad masculina, pero he escogido este aspecto en concretoporque creo que te ayudar‡ mucho a formarte una correcta imagen

    mental sobre c—mo somos realmente los hombres de paso acabandocon t—picos muy extendidos pero casi siempre falsos.

    Voy a recurrir a un ejemplo sucedido muy poco tiempo antes deescribir estas palabras. Es el de una mujer que est‡ en la direcci—n deuna empresa l’der en su sector y muy prestigiosa; es una persona joven y de buena presencia, de car‡cter agradable y totalmenteentregada a su trabajo hasta l’mites que incluso superan m‡s de lorazonable. Es soltera y no tiene ningœn tipo de ataduras.

    Yo la conozco pero adem‡s tengo un amigo que trabaja con ella, yhablando con Žl me cont— algo que hab’a pasado recientemente: apartir de una fiesta de la empresa, y en medio del ambiente distendidoy algunas copas de m‡s, la chica tuvo un encuentro con uno de suscompa–eros que acab— en que pasaron la noche juntos. Esto en s’ noera ningœn secreto porque en la fiesta hab’a mucha gente y no seescond’an de nadie; pero la cuesti—n es que a partir del d’a siguiente Žlempez— a contar intimidades de la vida y las costumbres sexuales deella, cosas tan privadas que jam‡s a alguien con dos dedos de frentese le pasar’a siquiera por la cabeza divulgar.

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    Entre hombres

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    La noticia que me cont— mi amigo no fue "mira lo que le gusta aFulanita", sino "mira lo que ha hecho uno de los que trabaja connosotros". Segœn me iba enterando de lo que hab’a pasado yo cadavez estaba m‡s entre estupefacto e indignado, porque adem‡s resulta

    que esta mujer es el tipo de persona que no se mete con nadie y sededica simplemente a matarse a trabajar lo mejor posible para que lascosas salgan bien. Por otra parte, aparte de autom‡ticamenteformarme la peor opini—n posible del imbŽcil que hab’a hablado dem‡s, tampoco me sorprendi— mucho enterarme posteriormente de queel chisme hab’a corrido como la p—lvora por toda la empresa...B‡sicamente por un grupo de mujeres que trabajan all’.

    ComentŽ con tres hombres este suceso (me refiero a lo que hizo Žl,no a las intimidades de ella). Todos reaccionaron como yo, uno de elloslo primero que dijo fue "a ese hijo de su madre habr’a que hacerlesaltar los dientes para que aprendiera a cerrar la boca". Adem‡s otrome cont— inmediatamente un hecho relacionado que le hab’a sucedidoa Žl, de un conocido suyo que hizo un comentario ’ntimo muy desagra-dable sobre su novia -justo cuando acababa de despedirse de ella conun beso, para unirse al grupo de hombres- y que a mi amigo le sent—tan mal como a cualquier persona normal.

    Con todo esto quiero decirte dos cosas: que gentuza como el

    Ambrosio que hizo la pintada en los ba–os de mi universidad existe entodas partes y probablemente nunca nos libraremos del todo de ellos,y que la gran mayor’a de los hombres desprecia profundamente lasactitudes como esa. Al menos desde luego el tipo de hombre adulto,moderno y m’nimamente inteligente que supongo que es el que a ti teinteresa y por el que est‡s leyendo este libro.

    El prototipo de hombre triunfador en la vida y espec’ficamente conlas mujeres es por supuesto admirado y hasta envididado, por esoquienes tienen personalidades algo dŽbiles e inmaduras buscan el

    reconocimiento de los dem‡s tratando de hacerse parecer como estetipo de ganador que est‡ por encima de sus admiradoras (por ciertoque esto œltimo es exactamente lo que hacen tambiŽn muchas mujeresy las dem‡s no las censuran, luego me referirŽ a ello m‡s exten-samente).

    Pero en contra de lo que ellos creen no enga–an a nadie, la genteno es idiota y sabe distinguir perfectamente a un l’der de un gallitotratando de darse importancia. La mayor’a al encontrarse con gente as’ prefiere no buscarse peleas innecesarias y deja correr el asunto sin

    poner al bocazas en su sitio, pero eso no significa que lo apruebe y

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    desde luego la opini—n masculina en general es que esta es una actitudde poco hombre. ÀC—mo puede saber una chica si el que le interesa esun gallito? No hace falta que nadie se lo diga, en realidad lo sabeperfectamente; pero es m‡s f‡cil echarle la culpa a lo malo que es Žl

    que admitir que fue ella la que cometi— un error por ignorar a prop—sitocon quiŽn se estaba enredando. Estamos demasiado acostumbrados ano querer asumir nuestras responsabilidades.

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    SEGUNDA PARTE: HOMBRES Y MUJERES

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    LAS TRES REGLAS DE ORO

    Si una mujer tuviera lo que voy a decir a continuaci—n TAN claro

    como lo tenemos la mayor’a de los hombres se ahorrar’a proba-blemente muchos disgustos y enfados, porque sabr’a exactamentec—mo manejar su relaci—n en general y muchas situaciones cotidianasen particular. Desgraciadamente la mayor’a de ellas lo que hacen esintentar cambiarnos (y frustrarse cuando no lo consiguen, claro) osimplemente ignorar que esto es as’ para despuŽs sufrir conconsecuencias no deseadas en el futuro.

    Primera regla: a los hombres no nos gustan los PROBLEMAS

    De todo lo que hay en este libro probablemente esto es lo m‡simportante con mucha diferencia. Los PROBLEMAS son una de lasprincipales causas por las que un hombre deja a su mujer, y enmuchos casos la œnica raz—n por la que no lo hace es porque la rupturale traer’a m‡s PROBLEMAS que los que le evitar’a.

    Antes te hablaba de los obst‡culos para conseguir objetivos, que enla mente masculina se suelen considerar positivos. Ahora me estoy

    refiriendo a esas situaciones casi siempre imprevistas que para unhombre significan "el tipo de asunto desagradable que me saca de mipl‡cida vida". Evidentemente a nadie le gustan estas sorpresasnegativas, pero en el caso de los hombres habr’a que sumar a esto suparticular concepci—n del grupo como hemos visto antes. Inconscien-temente en la mente masculina hay una importante diferencia entre losproblemas que a uno se le presentan como individuo (me ha llegadouna multa porque un d’a aparquŽ en un lugar prohibido) y losPROBLEMAS que le vienen por culpa de estar en un grupo llamado"pareja". Hay que aclarar aqu’ que, si esta pareja tiene hijos pero la

    que le habla de los asuntos negativos referentes a ellos es su mujerinst‡ndole a implicarse para solucionarlos, en la cabeza del marido losPROBLEMAS vienen de ella.

    Una vez m‡s insisto en que no entro a juzgar quiŽn tiene raz—n ocu‡l es la manera ideal de enfrentarse a las dificultades de la vida; melimito a describir la manera masculina de interpretar la realidad. Lasmujeres se identifican mucho m‡s con el grupo y tienden m‡s a ver losproblemas de su pareja/familia como los suyos propios, por eso est‡nm‡s motivadas y se implican m‡s para resolverlos (y se quejan cuando

    a los hombres hay que decirnos las cosas para que las hagamos y ese

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    impulso no nos sale por nosotros mismos); y como adem‡s ellas notienen una concepci—n tan negativa del hecho de ponerse a resolverasuntos desagradables, se enfadan o se frustran cuando ven que sushombres no participan de lo que deber’a ser una parte m‡s de su

    relaci—n.

    As’ que muchas veces los roces se producen porque cada uno ve lascosas a su manera. Cuando una mujer va a buscar a su hombre porquecree que hay algo de lo que hay que ocuparse, lo hace pensando "sisolucionamos todo lo que est‡ mal nuestra vida ser‡ mejor, as’ quevamos a ello"; cuando Žl est‡ tranquilamente haciendo lo que sea y veque ella entra en la habitaci—n con cara de "tenemos que hablar", loque piensa es: "PROBLEMAS".

    La experiencia es un grado

    Llegados a este punto quiero hacer un comentario sobre unavivencia personal que en su momento me pareci— bastantesorprendente. Yo he tenido algunas relaciones con mujeresmayores que yo (me refiero no solo a un par de a–os, sino a queno eran de mi generaci—n y adem‡s ya hab’an pasado por algœnmatrimonio), y con todas ellas siempre me llam— mucho laatenci—n que parec’an querer evitar los PROBLEMAS a toda costa

    a diferencia de lo que siempre hab’an hecho otras parejas m‡sde mi edad. Al hablar del tema en todos los casos me encontrŽ lamisma respuesta: ellas no siempre hab’an sido as’, pero con losa–os y la experiencia hab’an aprendido que lo importante eradisfrutar del tiempo y las cosas positivas que ten’an con suhombre, no complicarse la existencia con discusiones si pod’anevitarse y solo discutir PROBLEMAS si no hab’a m‡s remedio...Es decir, la vida les hab’a llevado a pensar m‡s como desde elprincipio pensamos nosotros.

    "Los hombres las prefieren tontas"

    Durante mi vida he conocido a bastantes mujeres problem‡ticasque por supuesto hab’an ido encadenando sucesivas malasexperiencias amorosas, y que recurr’an habitualmente al mantrade "los hombres no soportan que una mujer sea inteligente ytenga personalidad, las prefieren bobas y dŽbiles".

    Al o’r este tipo de falacias yo nunca les he llevado la contrariaporque no me voy a meter en un PROBLEMA discutiendo para

    nada (aunque aqu’ tenemos un buen ejemplo de los que voy a

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    tener cuando publique este libro), pero es m‡s que evidente queesto es echarle la culpa a los dem‡s de lo que te pasa en lugarde tratar de comprender la situaci—n y adaptarte para que lascosas te vayan mejor. Claro que hay hombres que efectivamente

    buscan mujeres menos brillantes que ellos, b‡sicamente los quetienen complejos o dudas sobre su autoestima; pero si te ocurrerepetidamente y esta es tu excusa general te est‡s enga–ando ati misma.

    Lo cierto es que la mayor’a de los hombres puntuamos muy altoque nuestra mujer sea fuerte e inteligente; lo que pasa es quenuestro concepto de la fuerza y la inteligencia son distintos."Fuerte" para nosotros quiere decir "me presento a te ti comorealmente soy, no como la sociedad dice que deber’a ser" ytambiŽn "soy un ser humano, tengo mis derechos y me hagorespetar, y no admito que me pisen ni me humillen"; e"inteligente" quiere decir "en lugar de estrellarme tratando deconseguir imposibles, estudio la situaci—n de manera realista yme adapto a ella para conseguir los mejores resultados dentrode las posibilidades ciertas". Desde luego ninguno de estos dosconceptos incluye los PROBLEMAS, como sab’an mis parejasmayores que yo del ejemplo anterior (todas por cierto mujeresextremadamente fuertes y curtidas por la experiencia, adem‡s

    de intelectualmente muy brillantes).En fin, por supuesto ningœn hombre va a enga–ar a su mujer o adejarla por otra porque un d’a tuvieron un PROBLEMA; peroinconscientemente todos los hombres tendr‡n este aspecto en lacabeza si un d’a se les plantea una circunstancia vital en la quetenga que tomar decisiones que les supongan un cambio en suvida sentimental. Recordemos que, a diferencia de las mujeres,a largo plazo los hombres no pensamos tanto en quiŽn esnuestra pareja (cu‡l es su posici—n social, quŽ cualidades tiene)

    como en c—mo es nuestra vida con ella: no es lo que tienes engeneral, es lo que me das a m’.

    Segunda regla: el f’sico tiene su importancia

    Decir "a todos los hombres solo les importa el f’sico" es una gene-ralizaci—n tan estœpida como decir "a todas las mujeres solo lesimporta el dinero", y seguro que nos entendemos. Es evidente queestas cosas tienen su influencia y ser’a estœpido negarlo: los hombres

    con dinero no triunfan con mujeres igual que los pobres, y las mujeres

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    de cuerpos esculturales no atraen al mismo nœmero de hombres quelas poco agraciadas.

    Centr‡ndonos ahora en el caso de los hombres hay que puntualizar

    que, aunque un buen f’sico es un punto muy positivo, para cualquierrelaci—n m‡s all‡ de un contacto sexual no solo no es nuestra prioridadnœmero uno sino que est‡ lejos de lo realmente importante. La pruebade que tiene su peso es que normalmente con una mujer muy atractivapero que tenga otros PROBLEMAS puedes aguantar algo m‡s que enlas mismas condiciones si encima ya no te atrae; pero a su vez laprueba de que no lo es todo es que si al final los aspectos negativos seagrandan lo suficiente la acabas dejando, y por eso sucede constan-temente que mujeres preciosas son abandonadas.

    L—gicamente la importancia de este aspecto est‡ muy relacionadacon la duraci—n de la relaci—n: para un contacto de una noche unhombre lo tendr‡ much’simo m‡s en cuenta que para elegir a la mujerde su vida. Lo que pasa es que uno no suele plantearse estas cosasdesde el primer d’a que conoces a una chica; las cosas vanevolucionando y cuando te das cuenta vas en serio, as’ que la regla delf’sico en realidad juega a favor de las mujeres. Una vez una amiga mehizo el comentario t—pico de "los hombres ven unas curvas y ya nopiensan en nada m‡s"; yo le respond’ "deber’as estar agradecida por

    ese fallo nuestro, gracias a Žl hay muchas mujeres que no se muerensolas". Otra persona me dijo una vez que "los hombres dan cari–o paraconseguir sexo y las mujeres dan sexo para conseguir cari–o"; estoyde acuerdo, en cualquier caso lo importante es que al final todosconsigan las dos cosas.

    Tercera regla: el sexo cuenta

    Esto se refiere tanto a la cantidad como a la calidad ("yo eso no lo

    hago"). Realmente esto nunca llega a ser tan decisivo a la hora demantener o romper una relaci—n como los PROBLEMAS, pero a nadie legusta estar a dieta perpetua y l—gicamente cuanta m‡s hambre tengasm‡s te tentar‡n otras ofertas. No quiero decir ni mucho menos quetodos los hombres cuyas vidas sexuales con sus parejas no son deltodo satisfactorias tengan contactos fuera de la relaci—n, pero s’ que sien algœn momento la oportunidad se presenta (y a lo largo de una vidase va a presentar m‡s de una vez) esta ser‡ una de las cosas queinconscientemente tirar‡n de Žl o contribuir‡n a empujarle hacia laotra mujer. A partir de ah’ es de suponer que habr‡ otras que influyan,

    as’ que cada persona actuar‡ a su propia manera; pero vamos, que al

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    menos la idea habr‡ estado m‡s de una vez en su cabeza est‡clar’simo.

    ÀY por quŽ esto es importante? No solo porque tu hombre pueda

    tener un contacto puntual en algœn momento concreto de su relaci—npero que sea algo que nunca llegue a m‡s ni se repita, sino porque laœnica manera de estar segura de que no haya un segundo paso (unarelaci—n paralela que pueda acabar con la tuya) es que no exista unaprimera vez. Nadie se levanta por la ma–ana pensando "hoy voy ainiciar una relaci—n paralela a la de mi pareja": la aventura empiezacon un momento en que pasa algo entre el/la infiel y su amante, y apartir de ah’ la cosa puede crecer o quedarse ah’. Cuanto m‡s calientetengas la cabeza menos te lo pensar‡s en ese momento, esto esevidente y quien quiera ignorar la realidad probablemente un d’a sellevar‡ una desagradable sorpresa.

    El error de la mayor’a de mujeres sobre esto es pensar que lacabeza de su hombre funciona igual que la suya. Ellas tienen amantestanto como ellos, y desgraciadamente sobre esto prefiero no citarejemplos pero tengo algunos demoledores; lo que pasa es que elaspecto sexual pesa menos, en ellas hay mucho m‡s un componentede infelicidad y de estar frustradas con su relaci—n en el terrenoafectivo (porque ellas relacionan mucho m‡s el sexo y el amor). Si una

    mujer es realmente feliz con su compa–ero y est‡ enamorada es muy,pero muy dif’cil que tenga una aventura aunque Žl no sea un amantemuy bueno; un hombre puede querer mucho a su pareja y a la veztener sexo por fuera, siempre entender‡ que son dos aspectos de suvida totalmente separados y (al menos al principio, ya sabemos c—mofuncionan estas cosas) solo ser‡ sexo y tendr‡ clar’simo que sucoraz—n est‡ en otra parte.

    As’ que una mujer entiende que si su pareja tiene una familia engeneral feliz, una compa–era que le quiere y le apoya y hay otros

    elementos que tocan al coraz—n, ese hombre tender‡ a no "buscarse aotra" porque tiene todo lo que necesita; y sus esfuerzos por mantenera su hombre satisfecho ir‡n principalmente por la parte del coraz—n.Todo eso est‡ bien y siempre cuenta, pero para que comprendas a quŽme refiero es como cuando un hombre cree que con trabajar mucho ytraer dinero a casa ya sus responsabilidades est‡n cumplidas; y suargumento ante las demandas de ella es decir "me paso todo el d’adeslom‡ndome por esta familia, ÀquŽ m‡s quieres?". No puedes darpor hecho que tu pareja piensa como tœ y tiene œnica y exclusivamentelas mismas necesidades que tendr’as tœ en su lugar: tienes que

    conocerla y preguntarte si quiz‡ hay algo m‡s que para la otra persona

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    es tambiŽn importante. Tienes primero que conocer esa necesidad paraa partir de ah’ ser capaz de llenarla.

    Los hombres tambiŽn amamos

    DespuŽs de hablar de estas tres reglas de oro (PROBLEMAS, f’sico ysexo) podr’as tender a pensar que los hombres somos seressuperficiales y hedonistas. No es cierto en absoluto: para la inmensamayor’a de nosotros no hay nada m‡s enriquecedor que compartirnuestras vidas con alguien que nos quiere, nos respeta y nos apreciapor lo que somos, y nos hace felices sentirnos œtiles y valiosos paranuestra familia. Todos mis amigos que tienen hijos hablan de ellos contremendo orgullo, los sienten como parte de s’ mismos y dar’ancualquier cosa por ellos; y aunque puedan envidiar las comodidades yla libertad de la vida de soltero yo no conozco a ninguno que realmentefuera m‡s feliz de haber vivido una vida en solitario.

    La mayor’a de las personas queremos ser felices y disfrutar de lavida con nuestras parejas, sin complicarnos la existencia. Queremosamar y ser amados, sentirnos satisfechos en nuestra vida en comœn(cada uno con sus propias cosas importantes, aqu’ est‡ la clave) yestar siempre tan enamorados que nunca se nos ocurra siquiera que

    puedan existir otras personas.Y cuando llegan los momentos malos los hombres sufrimos por

    amor, tanto como las mujeres. Desde que escrib’ Lo que nadie te dicecuando te han dejado  han sido innumerables los mensajes, emails,comentarios y todo tipo de contactos que he recibido de lectores deambos sexos; los de ellos igualmente desgarradores que los de ellas.En cuanto a lo personal en el libro cuento mi propia larga y dif’cilexperiencia, y muchas otras veces he tenido cerca a hombres que lohan pasado realmente mal por una mujer. Los hombres tambiŽn

    amamos.

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    LA MENTIRA

    Por quŽ mentimos a las mujeres

    Empecemos por dejar una cosa clara: mentir es peor que decir laverdad. Me refiero a que ocultar la realidad o deformarla paraconvertirla en otra cosa es un trabajo, es una presi—n por tener quemantener la coherencia de la mentira, y es un riesgo porque si enalgœn momento se descubriera el efecto ser’a doble (por la realidad ypor haber mentido).

    As’ que para que una persona -sana- mienta tiene que haber unaraz—n que lo justifique, nadie se complica la vida ni se mete en riesgosgratis por gusto. Creo que hasta aqu’ no hay dudas.

    Todos los seres humanos mentimos por lo mismo, es decir por dosrazones b‡sicas: para conseguir algo que queremos, y para evitarconsecuencias negativas -de cualquier tipo- que tendr’a decir laverdad. En una entrada de mi blog analicŽ esto hace ya tiempo,comentando adem‡s una experiencia bastante reveladora: yo tengouna mentalidad muy abierta en el sentido de no juzgar a los dem‡spersonalmente (aunque no estŽ de acuerdo con sus opiniones o sus

    actos), y constantemente personas cercanas me conf’an secretos queocultan a otros que en teor’a deber’an conocerlos antes que yo. Laraz—n es que saben que no me voy a enfadar, ni voy a pensar mal deellos, ni voy a censurarles por lo que me cuenten sea lo que sea, ni seva a montar un esc‡ndalo ni nada parecido; cosas que s’ podr’ansuceder si en lugar de a m’ les revelaran esa informaci—n a susparejas, por ejemplo. ÀPor quŽ s’ a m’ y no a otros? Porque si necesitasaliviar esa presi—n de mentir y no quieres sufrir las consecuenciasmalas, recurres a la persona a la que sabes que se lo puedes contar .

    En toda mentira hay tres elementos: la persona que tiene la infor-maci—n, la informaci—n en s’, y la persona que recibe esa informaci—n.Cuando uno le dice una verdad a alguien pero le miente a otro esevidente que los dos primeros elementos son iguales y lo œnico quecambia es el tercero (el receptor), as’ que ah’ est‡ la clave de contarlos hechos como son o decidir falsearlos u ocultarlos. En mi entrada enmandelrot.com, que se llamaba "ÀPor quŽ me has mentido?" laconclusi—n a la que llegaba era a que, ya que los hechos son los queson, cuanto m‡s intolerante seas o peores sean las consecuencias decontarte algo m‡s f‡cil es que los dem‡s decidan mentirte sobre cosas

    que a lo mejor s’ contar‡n a otras personas que las recibir‡n mejor; as’ 

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    que si a ti te mienten pero con otros se pueden sincerar quiere decirque la causa de que esa mentira exista eres tœ.

    ÀPor quŽ mentimos los hombres a las mujeres? DespuŽs de todo lo

    que he venido cont‡ndote hasta ahora las respuestas son l—gicas: paraconseguir algo -en muchos casos sexo, pero puede haber cualquierotro objetivo- o para evitar PROBLEMAS.

    Ya sabemos lo que para un hombre pueden ser PROBLEMAS: nosolo que la informaci—n cierta traiga conflictos en la pareja o te metaen dificultades directamente a ti, sino tambiŽn que afecte a tucompa–era y la haga sufrir o sentir mal a ella (cosa que ningœn hombreen circunstancias normales querr’a, por amor o ego’stamente porquepiensa que al final eso va a tener tambiŽn consecuencias negativaspara Žl).

    Esto incluye desde el viejo chiste del hombre viendo tranquilamentela televisi—n con su cerveza en la mano que pone cara de alarmacuando escucha desde el dormitorio las palabras "cari–o, Àcrees que heengordado?", hasta el gran error que cometen casi todas las mujeres ycasi ningœn hombre: hablar de otra persona potencial "admiradora"sabiendo que a su pareja le podr’a molestar. Luego hablarŽ de esto enconcreto porque es m‡s grave de lo que parece -incluyendo

    consecuencias para la relaci—n- y todos los d’as hay gente que de estaforma se perjudica a s’ misma sin saberlo.

    Un amigo m’o ten’a una frase muy elocuente sobre el hecho dementir a tu pareja: "m‡s vale cenar dos veces que dar explicaciones".En muchos casos sabes que no habr’a nada malo en decir la verdad,pero est‡s tratando con alguien que tienes clar’simo que ya te va aconvertir algo simple en una mala cara o en tenerte un rato deinterrogatorio. ÀSoluci—n? Recordemos la primera regla de oro.

    Nunca podrŽ insistir suficientemente en la enorme importancia quepara un hombre tiene ahorrarse PROBLEMAS: hablando de un casobastante t’pico, cuando est‡s agobiado por cualquier asunto que tepreocupa y tu pareja se queja de que no quieres hablar de ello y tea’slas. En tu cabeza el razonamiento es: "como no tengo ya suficientespreocupaciones encima voy a a–adir otra haciendo que ella tambiŽn sesienta mal"; las mujeres se implican emocionalmente mucho m‡s entodo lo que le pase a su grupo, y en la mente masculina uno sabe queno solo no va a arreglar nada hablando de sus propios problemas sinoque encima va a crearse PROBLEMAS extra por las caracter’sticas

    particulares de la persona -mujer- con la que podr’a compartirlos. Para

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    eso est‡n los amigos (hombres, que ya sabemos c—mo conciben elpertenecer a un grupo): puedes hablarles de lo que te preocupa y tedar‡n su interŽs, apoyo y cari–o sin el coste de la responsabilidad quete supone saber que donde antes hab’a una persona agobiada ahora

    hay dos.

    No eres tan buena amante como crees

    De los bastantes hombres con los que he hablado de esto, noconozco a ninguno que no haya mentido a una, varias o todas susparejas sexuales diciŽndoles que eran mejores de lo que eran; yomismo lo he hecho con casi todas, y me he encontrado con autŽnticoslagartos  que dec’an ser de lo mejor... Y la prueba era lo que susantiguos amantes les hab’an dicho. Ni que decir tiene que yo porsupuesto no solo respond’a que ten’an toda la raz—n sino que a–ad’aque se quedaban cortos, cada chica era la mejor del universo y yo nocre’a poder encontrar nada igual en el resto de mi vida.

    Por lo que yo me he encontrado, he hablado y he conocido indirec-tamente a lo largo de mi experiencia, creo que la realidad se resumeen dos claves fundamentales: primero, los gustos de cada personapueden ser diametralmente opuestos y no hay realmente buenos o

    malos amantes, sino personas m‡s o menos compatibles (tœ puedesser perfecta para lo que me gusta a m’ pero pŽsima para lo que legusta a otro); y dicho esto y aunque parezca una paradoja, la granmayor’a tanto de hombres como de mujeres son muy malos amantes.

    Para que no parezca que hablo solo de defectos femeninos voy ahacer un inciso para explicar algo que cualquier mujer que lea estosabe ya: por quŽ casi todos los hombres son malos en la cama. Haytres razones fundamentales:

    !  Porque piensan que con la penetraci—n sin m‡s ya vale. Bienporque tengan el pene grande y den por hecho que eso ya es unregalo para cualquier mujer y no hay que trabaj‡rselo m‡s, obien porque su educaci—n sexual se ha basado en el porno yrealmente no han tenido a una o varias compa–eras que leshayan puesto las cosas en su sitio. Esto siempre ha sucedido ylamentablemente en la actualidad parece que las cosas apenashan mejorado.

    ! Porque creen que las mujeres son como robots que se encienden

    con apretar una serie de botones. Yo era de estos cuando joven:

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    bienintencionado pero sin idea de c—mo funciona la sexualidadfemenina, pensaba que "haciendo esto, tocando aqu’ y besandoall‡" era como se consegu’a que una mujer se excitara(afortunadamente tuve compa–eras fuertes y experimentadas

    que me ense–aron muchas cosas, como por ejemplo que elprincipal —rgano sexual de la mujer es la mente). En este grupoest‡n tambiŽn los que preguntan a su pareja o hablan de si es elmomento de hacer el amor, como si el deseo fuera una cosa quese puede negociar.

    Sobre esto tengo una anŽcdota divertida que contar. Yo me hededicado muchos a–os al masaje profesional, y tuve durante unaŽpoca a un cliente con cuya familia siempre mantuve unarelaci—n muy cordial. Una vez estaba preparando mis cosascuando apareci— uno de sus hijos, un chico de unos veintipocosa–os, que aprovechando el momento de soledad se me acerc— yme dijo esto: "oye, quer’a hacerte una pregunta... Tœ que eresmasajista, he pensado que a lo mejor conoces algœn puntoespecial de las mujeres que uno pueda tocarles para excitarlas.ÀHay algo as’?".

    Aqu’ yo comet’ un error, que fue pensar que deb’a hablar enbroma porque no hay nadie tan estœpido como para creer de

    verdad que hay algœn punto m‡gico que al apretarlo convierte ala mujer en una esclava sexual; le respond’ que no pod’a hablarde ello porque era algo muy poderoso y guardar el secreto eraparte del juramento legal que hacemos los profesionales, y parami sorpresa (ah’ me di cuenta de que lo dec’a en serio) se locrey— y desde ese d’a me mir— como a un dios. No tuve valorpara dejarle por idiota sac‡ndole de su error.

    La anŽcdota ya es tremenda y m‡s en una persona joven yte—ricamente educada en un ambiente moderno y abierto, pero

    lo verdaderamente grave es que aunque no lleguen a esteextremo hay infinidad de hombres que siguen pensando as’ einfinidad de mujeres que por las razones que sean no les ayudancorrectamente a mejorar (porque sus indicaciones se basan enpensar que nosotros entendemos las cosas como ellas, no seadaptan a un lenguaje que podamos comprender).

    ! Y la tercera raz—n es la de que hay hombres que ni se planteanel posible placer de ellas. Y hay dos causas principales para esto:o tienen algœn complejo, debilidad o frustraci—n personal y en el

    fondo prefieren evitar la cuesti—n antes que enfrentarse a la

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    posibilidad de realmente no ser capaces de dar placer a supareja, as’ que ignoran el problema como si no existiera; o bienson hombres atrasados, incultos (en cuanto a su cultura sexual),poco o mal desarrollados en este aspecto, o inmaduros.

    Pero hay que decir tambiŽn que muchas mujeres contribuyen aque muchos hombres sigan as’ y no aprendan. Si tœ concibes lasrelaciones con t—picos sociales como "a los hombres no hay quedarles lo que quieren desde el principio", si "te haces valer", siactœas como si tœ fueras una "se–ora" y las mujeres fueran unaespecie de ninfas virginales que est‡n en su para’so saltando ycorreteando entre florecillas y animalitos, y luego aparecieranunos seres sucios y b‡rbaros que solo piensan en una cosadesagradable llamada sexo... Si tœ eres de las much’simasmujeres que hacen ese show  para quedar bien  y dices cosascomo "no sŽ c—mo hemos podido llegar hasta aqu’", "jam‡s lohubiera pensado", "eres el segundo" y cosas as’, luego no tequejes si tu amante solo se preocupa por s’ mismo. Si a ti no tegusta el sexo y has llegado hasta ah’ poco menos que a la fuerzao enga–ada, Àpor quŽ deber’a Žl pensar que tœ tambiŽn disfrutasy que entre los dos podr’an buscar el m‡ximo placer paraambos?

    As’ que, siguiendo con el tema de "no eres tan buena amante comocrees", Ásorpresa! Muchas mujeres fingen placer por sus razonesespec’ficas, y tambiŽn muchos hombres fingimos y mentimos para quesu pareja tenga mejor opini—n de s’ misma y as’ conseguir lo quequeremos o evitar lo que no deseamos. Ellas caen en la mentira igualque nosotros, y el enga–o es f‡cil cuando al otro le conviene y se deja.

    Ahora bien, Àc—mo saber si eres una buena amante? La œnicarespuesta cierta es que no puedes saberlo con absoluta seguridad, yque no vale la pena amargarse por esta incertidumbre. SŽ tœ misma,

    intenta aprender de Žl y ayœdale para que aprenda de ti, hablad lo quesea necesario (recordando que cada uno maneja un idioma mentaldistinto) e intentad mostraros abiertos y tolerantes para que el otro nopiense que por decir lo que realmente cree va a tener PROBLEMAS nigrandes ni peque–os. Recuerda, los hechos ser‡n los mismos losconozcas tœ o no; si quieres ignorarlos es tu derecho, si quieres serconsciente de lo que realmente ocurre la diferencia est‡ en ti.

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    Lo que sea antes que destruirla

    Yo jam‡s le he dicho a ninguna mujer otra cosa que no sea que"eres una amante incre’ble", fuera cierto o no; es m‡s, en una ocasi—n

    me pas— que tuve que romper una relaci—n con una compa–era a laque amaba profundamente porque me vi en un problema relacionadocon esto, y te voy a contar el caso para que comprendas mejor c—mofunciona la mente de un hombre.

    Ella solo pod’a tener orgasmos placenteros al m‡ximo en unaposici—n que a m’ me hac’a mucho da–o, lo cual a m’ en principio nome importaba porque pod’a aguantar fingiendo y me hac’a enor-memente feliz verla disfrutar; despuŽs me quedaba siempre unpeque–o hematoma en el mismo punto, pero por supuesto tras delsexo no te pones a examinar a tu pareja y no me era dif’cil ocultarlo.

    Al principio no nos ve’amos mucho, pero poco a poco la relaci—n fueevolucionando y nos acerc‡bamos m‡s. Esto era genial... Exceptoporque ya no me daba tiempo a que el peque–o hematoma que mequedaba despuŽs de cada encuentro se me curara del todo antes delsiguiente, con lo cual el peque–o moret—n empez— a no ser tanpeque–o y el dolor fue aumentando hasta solo a duras penas podersoportarlo. Lleg— un momento en que me di cuenta que ten’a que

    elegir: o hablaba con ella y le explicaba lo que estaba pasandosabiendo que desde ese momento le estaba estropeando los momentosde cl’max y ya nunca en su vida se lo quitar’a de la cabeza cada vezque llegara al siguiente, o segu’a hasta que tuviera ya un problemaserio de salud y al final se descubriera el pastel de todas formas, oromp’a con ella sin decirle la verdad para que, aunque sufriera lo quetuviera que sufrir a corto plazo, a largo plazo pudiera rehacer su vidacon otra persona habiendo mantenido intacta su sexualidad. Ni quedecir tiene que optŽ por esta œltima opci—n y le destrocŽ el coraz—n aella y de paso a m’ mismo tambiŽn.

    Cuando m‡s adelante comentŽ esta historia con algunas amigas, susoluci—n siempre fue la muy frecuente femenina del universo paralelo:hablar, "explorar otras posibilidades juntos" y dem‡s; todo muyrom‡ntico y muy bonito, pero en la pr‡ctica la cosa era arruinarle losorgasmos como a ella le gustaban, conmigo y quiz‡ con otros si enotras relaciones de su vida ya iba a estar con la misma preocupaci—n.Cuando lo hablŽ con hombres su respuesta fue un‡nime: dejŽmonosde fantas’as florales, hay que ser pr‡cticos y en esa situaci—n hay queelegir entre lo malo y lo peor. No hab’a otra opci—n.

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    En el proceso de conocerse en pareja y evolucionar juntos, apartede cr’ticas constructivas y guiarse mutuamente para crecer ambos,llegando al extremo a nadie con dos dedos de frente se le ocurrir’adecirle a la otra persona algo tan devastador como que sexualmente es

    una nulidad si no es por alguna de estas dos razones: o porquerealmente no la ama y quiere hacerle un da–o irreparable, o porquequiere bajarle su autoestima (o subirse la suya) por razones diversascomo en casos de personas dominantes e inseguras que necesitantener poder o temen que sus parejas les abandonen si descubren quepodr’an tener a otros. "ÀQuiŽn te va a querer a ti que no sea yo?".

    En cualquier caso, todos los hombres saben que cualquier cosa queuno le pueda decir a su pareja que no sea "eres la mejor amante deluniverso" le va a traer m‡s PROBLEMAS de los que le ahorra fingir, as’ que por unas razones o por otras tanto ellos como ellas mienten y as’ todo el mundo piensa que es mejor amante que la mayor’a y todo elmundo sabe que la mayor’a son muy malos... Los otros s’ pero yo no,claro; a m’ siempre me han dicho que soy de lo mejor.

    Las mentiras de ellas

    He escrito este libro para hablar de hombres y no me voy a

    extender en este apartado m‡s que lo imprescindible; pero hayalgunas cosas fundamentales que las mujeres deber’an saber porque,como he apuntado antes, las peque–as mentirijillas de hoy puedencontribuir a que ma–ana se produzcan consecuencias graves (tambiŽnpara ellas) sin saber que aquello que sucedi— hace tiempo ha influidoen el sufrimiento que tienen hoy.

    Los hombres somos, en nuestras construcciones mentales, m‡spr‡cticos y apegados a la realidad que las mujeres; asumimos c—moson las cosas de verdad, hacemos lo posible por conseguir nuestros

    objetivos y no nos construimos quimeras. Por eso nos frustramosmenos que ellas y nos llevamos menos decepciones por esperar de lavida y de los dem‡s cosas que deber’amos saber que no nos iban adar.

    El universo paralelo

    Si a muchas mujeres montarse su propio cuento de hadas en lacabeza les hace m‡s felices, en principio no deber’a tener nada de

    malo o al menos es problema solo suyo si luego las cosas no les salen

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    como quieren; y si se mienten entre ellas para colaborar con loscuentos de hadas de las dem‡s -y que ellas colaboren a su vez con elsuyo cuando les toque- pues all‡ cada uno con su vida.

    Ahora bien, cuando una mujer dice algo que es evidentemente falsoy encima se niega a reconocerlo, desde decirle a su amiga horrible quees preciosa (algo que jam‡s har’a un hombre, salvo que quisiera algode ella) hasta por ejemplo participar del show   que he mencionadoantes, los ejemplos son infinitos, en la cabeza de un Žl instant‡-neamente se forma la idea de que no se puede confiar del todo en unapersona en cuya manera de ser entra la mentira habitual aunque lo justifique como quiera; y si ves que tu pareja es as’ ya sabes que supalabra vale un poquito menos, y que su valor personal ya bajaaunque solo sea un escaloncito. Una persona fuerte, valiosa y confiableno hace eso.

    Las mentiras hacia los hombres

    Algunos hombres en realidad quieren que les mientan, consciente oinconscientemente; suelen ser personas dŽbiles, acomplejadas o conotros conflictos internos, que no son capaces de enfrentarse a loshechos con madurez y entereza. Recuerdo el caso de una chica a la

    que su novio, un tipo dominante -igual a inseguro-, la estuvopresionando para que le contara sobre sus experiencias sentimentalesde antes de haberse conocido. Una mujer con una m’nima inteligenciay respeto por s’ misma habr’a visto inmediatamente que el tipo ten’aun problema, pero ella demostr— tener poca personalidad y cedi—... Lecont— que hab’a tenido algœn novio antes que Žl y por supuesto lecost— muy caro. Ese hombre prefer’a vivir en su universo, no solo noestaba preparado para conocer la verdad sino que estaba pidiendo agritos que le mintieran para poder quedarse tranquilo. Aunque yo estoym‡s que convencido de que de todas formas nunca lo estar’a del todo,

    claro: las personas como Žl est‡n enfermas y si aceptas mantener unarelaci—n con alguien as’ est‡s firmando el certificado de que admites loque te caiga despuŽs.

    Pero la mayor’a de los hombres maduros, inteligentes y con almenos una m’nima cultura afectiva (que supongo que son los que teinteresan a ti, si est‡s leyendo este libro) no solo no quieren que lesmientan sino que en su valoraci—n personal sobre una mujer estocuenta para calibrar hasta d—nde se puede confiar en ella. Lo —ptimoser’a pensar que tu pareja es alguien fuerte, segura y con los pies en el

    suelo, que no participa de shows ni flota con las dem‡s en ese cuento

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    de hadas, pero lo habitual es que cuando la vas conociendo le tengasque poner la etiqueta de que "al fin y al cabo es una mujer, ya sabe-mos c—mo son". L‡stima.

    La presi—n de la educaci—n

    Voy a hacer un breve inciso para salirme del tema de este libro yhablar por un momento de un aspecto de la formaci—n de lapersonalidad femenina. Antes he descrito algunos ejemplos de c—mo alhombre desde su infancia se le va haciendo encajar en el modelo demasculinidad; las mujeres por supuesto tienen tambiŽn sus propiosproblemas, uno de ellos es que -por razones que no vienen ahora alcaso- se las educa desde siempre para valorarse a s’ mismas enfunci—n de lo que los dem‡s piensan de ellas.

    Esto existe tambiŽn en muchos hombres (la bœsqueda dereconocimiento) pero en menor medida, y suele afectar algo menos ala autoestima; la gran mayor’a de mujeres, por el contrario, no solo ledan m‡s importancia a lo que los dem‡s piensen -y sientan- haciaellas, sino que su propio concepto personal llega a verse bastanteinfluido por este reflejo en los dem‡s.

    Esta es la principal explicaci—n a por una parte las mentiraspiadosas a los dem‡s ("pero m’rate, est‡s preciosa", "vas a ser el m‡sguapo de la fiesta", "te veo muy bien", "pero c—mo has adelgazado,est‡s hecha una modelo" y dem‡s barbaridades); y por otra actuarcomo una persona que no eres realmente (por ejemplo haciŽndote ladif’cil o retrasando las cosas con un hombre que te gusta, simplementepor lo que pueda pensar).

    Pero claro, igual que pasaba con el gallito haciŽndose pasar porl’der, los dem‡s no son idiotas: las otras mujeres, como tambiŽn est‡n

    viviendo en ese universo paralelo personal en el que esperan tambiŽnrecibir el mismo trato que dan, participar‡n de la funci—n y negar‡n jurando y perjurando lo que haga falta que todo eso no seaabsolutamente real; y los hombres, sea porque quieren conseguir algoo para evitarse PROBLEMAS, fingir‡n que se lo tragan aunque entrenosotros el comentario ser‡ "otra como todas".

    Antes he explicado que los hombres solemos puntuar la inteligenciay la fortaleza de personalidad en los dem‡s (otros hombres o mujeres,da igual). Cuando una mujer est‡ en estos juegos y miente como si

    nadie lo supiera, manteniendo adem‡s la mentira cuando se la descu-

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    bre e incluso enfad‡ndose como reacci—n desesperada ante un argu-mento m’nimamente v‡lido, lo que los hombres pensamos inme-diatamente es que esta mujer es poco inteligente y sobre todo dŽbil:no es ella misma, es la imagen que cree que debe ser para que los

    dem‡s la valoren.

    No mientas

    SŽ que es muy dif’cil reprogramarse la personalidad, pero si quieresque tu hombre te respete y te valore al m‡ximo olvida lo que hasvivido hasta ahora, sŽ tœ misma y no mientas. Si tu amiga horriblecuelga una foto en Internet dile quiz‡ que ha salido "natural", pero nole digas que est‡ arrebatadora y supersexy porque no es cierto; dile atu hijo que le quieres con tu vida o lo que se te ocurra, pero no que esel m‡s guapo y listo del colegio porque no es cierto; cuando metes lapata y sufras consecuencias negativas no le eches la culpa a nadie m‡sporque no es cierto. Encuentra puntos positivos y habla de ellos, y sino tienes nada positivo que decir no digas nada. Haz un esfuerzo paramadurar y no necesitar mentir, rompe esa costumbre, y entre otrascosas cuando le digas a tu marido por ejemplo "cari–o, ha sido genial"te creer‡ y no solo fingir‡ hacerlo pensando "muy bien, pero de todasformas es un comentario de mujer".

    Aunque todas las mentiras te hagan perder credibilidad y hacen quelos dem‡s conf’en menos en tus palabras (una frase que me dijeronuna vez: "te pregunto a ti porque sŽ que mi madre me va a decir loque quiero o’r"), hay algunos t—picos que son ya tan, pero tanabsurdos, que los hombres privadamente hacemos chistes sobre ellos:"no sŽ c—mo hemos llegado hasta aqu’", "esto es una locura" y dem‡s.Son parte de uno de los peores errores que puede cometer una mujercuando conoce a un hombre que le gusta: el show .

    DOS GRANDES ERRORES DE LAS MUJERES

    El show

    El show  es la amarga consecuencia de mucho, much’simo tiempo enque las mujeres se han ido contaminando de estupideces, cliclŽs eideas como "a los hombres no hay que d‡rselo todo demasiado f‡cil",

    "que se lo trabaje un poco", "si hago esto o aquello -que en realidad es

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    lo que quiero hacer- va a pensar esto o aquello de m’", "los hombressiempre piensan en lo mismo", "esa es una guarra, se va concualquiera", "ni que fuera una puta" e innumerables m‡s. Si a todoesto unimos que, como he apuntado antes, la presi—n social contra las

    mujeres hace que no se valoren por quienes son realmente sino porc—mo las valoren los dem‡s (debilidad), actuar no como realmentequieren sin pensar en el quŽ dir‡n sino con arreglo a este lavado decerebro constante es desgraciadamente lo m‡s generalizado.

    As’ que constantemente los hombres se tragan desprecios, desaires,faltas de consideraci—n y de respeto y humillaciones por parte de lasmujeres que les gustan y que "se hacen valer". O eso es lo que ellascreen, porque si oyeran los comentarios que los hombres se hacenentre ellos cuando hablan de una mujer as’ se lo pensar’an dos vecesantes de tardar cuatro d’as para contestar a un mensaje, o darteplant—n sin siquiera una excusa, o flirtear con otros descaradamentemientras est‡n hablando contigo, o simplemente retrasar el encuentrosexual "para que no piense que soy f‡cil", o cualquiera de los millonesde ejemplos que me vienen a la mente en el momento de escribir estaspalabras y que, cuando alguien comenta entre amigos que le hasucedido, todos los dem‡s responden con un gesto de "otra idiota".

    No estoy hablando del derecho que tenemos todos a rechazar a

    alguien que no nos interesa en cualquier momento (con el mismorespeto y consideraci—n que le gustar’a recibir) o de que tengamos queser quienes no somos simplemente para gustarle a nadie o serpopular; todo lo contrario, la mejor forma de que un hombre tenga elmejor concepto de ti es mostr‡ndote como eres de verdad sincondicionantes sociales que solo transmiten la idea de que no sabespensar por ti misma.

    Hablo de cuando a una mujer le gusta un hombre, Žl se muestrainteresado y ella, aunque en su cabeza quiere seguir adelante, se pone

    a dar rodeos absurdos y a complicar lo que deber’a ser sencillo porquele preocupa su imagen m‡s que lo que le dice su coraz—n. Y espe-cialmente hablo de aquellas mujeres que no solo dejan pasar oportu-nidades que en realidad desean por no hacer nada para tomar lainiciativa (debilidad) sino que, cuando Žl es quien da todos los pasos,encima le responden con desplantes, le faltan al respeto a prop—sitosimplemente "para ver hasta cu‡nto est‡ dispuesto a sacrificarse porm’" o que en general y de cualquier manera le hagan pasarlo mal sinninguna necesidad solo para subir su autoestima o darse importancia.

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    Yo la verdad es que hace mucho tiempo que no vivo estassituaciones tan desagradables, porque ya hace bastantes a–os quetomŽ la decisi—n de no salir con personas que demuestran tal falta deinteligencia y no aguantar faltas de respeto de nadie; y a la m’nima

    situaci—n de este tipo que me encuentro desconecto inmediatamente ysigo con mi vida sin mirar atr‡s. No soy el œnico: hablando de estostemas con una amiga me cont— dos experiencias suyas en las que, porhacer caso a su madre que le dec’a eso de "a los hombres hay queponŽrselo dif’cil", perdi— uno tras otro a los dos chicos que le gustaban.Afortunadamente para ella parece que a la segunda aprendi— la lecci—npara siempre y no le volvi— a ocurrir.

    Es que hay que tener en cuenta un punto que deber’a ser evidentepero que parece que muchas olvidan: cuanto mejor sea el hombremenos va a aguantar, porque sabe que le ser‡ m‡s f‡cil encontrar aotra que le trate mejor que tœ; as’ que cuanto m‡s se deje pisaralguien es porque es consciente de que tiene menos alternativas, y losbuenos de verdad no van a aguantarte nada. Y recuerda: los hombresno nos fijamos tanto en quiŽn es la mujer sino en quŽ nos da, en c—moes el tiempo que pasamos con ella. Si tœ le haces el "test" de hacerte laestirada y ma–ana lo ves con otra no pienses "ÀquŽ tendr‡ esa que notenga yo?", sino "Àle tratar‡ ella mejor que yo?".

    Todo esto no quiere decir que aceptes cosas que no quieres, o quetengas que decir "s’" cuando realmente en tu coraz—n hay un "no"simplemente por no perder a alguien; no solo tienes el derecho sino eldeber de mantenerte fiel a ti misma con todas las consecuencias. Perovoy a dar dos ejemplos personales, uno negativo y otro positivo:

    ! Primer ejemplo: una vez, despuŽs de haber salido a tomar algocon un grupo de amigos, uno de ellos me dio el telŽfono de unachica que tambiŽn estaba all’ -y a la que conoc’ en esemomento- para que la llamara porque le hab’a gustado. Por

    supuesto me alegr— mucho encontrar a alguien que sab’a lo quequer’a y no se andaba con jueguitos adolescentes (pod’aentender que en lugar de llamarme directamente lo hicieramediante un tercero, al fin y al cabo no es m‡s que una formade evitar afrontar directamente un posible rechazo); en fin, lallamŽ y efectivamente salimos.

    La noche iba estupendamente hasta un momento en quemencionŽ pasar por su casa -que estaba muy cerca-; ella merespondi— con expresi—n elocuente "no, lo de mi casa mejor otro

    d’a", y en mi cabeza ya me vi como tantas veces antes todo el

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    viejo show   de "tœ quieres algo de m’, pero vas a tener queesperar hasta que yo lo decida" como si yo viniera a robarle algoy esto no fuera simplemente dos personas que se gustaban yque quer’an compartir cosas juntos.

    Instant‡neamente todo cambi—: no cortŽ la velada poreducaci—n, pero en mi cabeza ya solo estaba acabar cuantoantes e irme tranquilamente a mi casa a descansar; con elconsiguiente reflejo en mi actitud, que pas— de ser cari–osa a lafamiliaridad campechana que tienes con el t’o Paco que viene delpueblo y te vas con Žl a tomarte unas cervezas. Ella estabal—gicamente desconcertada (esperaba que el show   continuarapero uno de los actores se estaba bajando del escenario) y m‡scuando yo le dije que era una chica maravillosa, yo estabadisfrutando mucho y blablabl‡, pero que no pensaba repetir.

    Al final, cuando est‡bamos frente a su portal y yo me iba adespedir para irme a dormir, de repente me cort— invit‡ndome asubir a conocer a su gato (literal): fin del show . Pasamos unosmeses juntos creo que buenos para ambos, y cuando finalmentecada uno sigui— su camino fue por causas que no ten’an nadaque ver con este primer d’a.

    !  

    Segundo ejemplo: una vez conoc’ a una turista extranjera quehab’a venido a pasar unos d’as en la zona donde yo vivo. Eraevidente que nos hab’amos gustado y la invitŽ a salir, as’ quenos fuimos a tomar algo y de paso tuvimos una interesant’simaconversaci—n sobre su pa’s con la que disfrutŽ y aprend’ mucho.

    Cuando llegamos a su apartamento ya nos hab’amos besado y latodo parec’a fluir de manera natural, pero ya en la entrada medijo: "mira, tengo que decirte algo... Me gustas mucho pero hacemucho que no salgo con un hombre, para m’ no es f‡cil por

    razones personales y no estoy preparada para esto. ÀPuedesdarme un poco de tiempo y vemos quŽ pasa?".

    As’ s’. Ella me estaba tratando con respeto y consideraci—n,como un adulto trata a otro adulto, y yo le respond’ -como har’acualquier hombre normal- que lo comprend’a perfectamente, queno hab’a ningœn problema y que tampoco quer’a que se sintieraobligada a nada por el hecho de seguir viŽndonos; si surg’a algom‡s estupendo, si no simplemente pasar’amos buenos momen-tos juntos como amigos. A m’, como a cualquier hombre sano,

    me gusta que mi mujer se encuentre bien y que me desee

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    libremente; si por cualquier raz—n ella no se siente c—moda odispuesta tiene todo el derecho del mundo a negarse, y si mehabla con claridad y me trata como a un ser humano no solo locomprenderŽ sino que mi opini—n sobre ella autom‡ticamente

    ser‡ m‡s alta. Si pudiera hablar directamente a todas esasmujeres problem‡ticas les dir’a ahora: "esto, amigas, es lo queun hombre entiende por una mujer inteligente y conpersonalidad".

    He hablado del show  desde el punto de vista de la mujer, pero aœnno he dicho lo que piensa un hombre en estos casos y c—mo tiende aactuar en consecuencia. Cuando una mujer se hace valer , ves queevidentemente le gustas pero te trata como si fueras un arrastrado, undesesperado, un pobre desgraciado que solo si se porta bien conse-guir‡ "el premio" que ella graciosamente le va a otorgar; cuando secomporta contigo como si fueras a aprovecharte de ella y no acompartir algo juntos, como si esto fuera cosa tuya pero por supuestoella no est‡ realmente interesada y vas a tener que trabaj‡rtelo paraconvencerla... En estos casos lo primero que piensa un hombre maduroes "otra idiota, esta como mucho me valdr‡ para el sexo y en cuantome aparezca otra posibilidad adi—s".

    Si este hombre habla con otro hombre que le pregunta c—mo le va

    con esa chica pasar‡ lo que he visto un mill—n de veces: estoypensando en un ejemplo concreto que es el prototipo, un amigo mepregunt— c—mo me iba con una chica que hab’a conocido gracias a Žl (yal que ella le hab’a confirmado que quer’a conocerme) y, cuando hiceun gesto de "nada, otra" y le mencionŽ su manera de actuar mene— lacabeza y dijo: "Àpor quŽ no me extra–a?". En fin, como he dicho antesyo hace ya mucho que no acepto este tipo de cosas y la eliminŽ a laprimera; la actuaci—n de un hombre normal que no puede elegir ser’atragar mientras no tenga otra cosa -y mientras el coste del sexotampoco se le haga mucho, el aguante humano tiene un l’mite-, y a la

    m‡s m’nima posibilidad de alguien mejor olvidarse tambiŽn de ella.

    Por supuesto, si ya se han acostado la mujer pensar’a: "loshombres solo piensan en lo mismo, en cuanto consiguen el sexodesaparecen" y si no lo han hecho el razonamiento ser’a "menos malque no llegamos a nada, ya sab’a yo que era otro como todos". Peropor supuesto, si un d’a se enterara de que ese hombre que no quisoseguir saliendo con ella s’ est‡ saliendo con otra, no se le ocurrir’apensar "Àpor quŽ con ella s’ va en serio y conmigo no?", para llegar ala conclusi—n de que a lo mejor el problema no era simplemente de Žl.

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    Eso de que los hombres solo van por el sexo es la t’pica justificaci—nde quien prefiere echarle la culpa de sus fracasos sentimentales a losdem‡s y no asumir su parte de responsabilidad. Es evidente que elt—pico es falso porque el mismo hombre que prefiri— olvidarse de ti

    (antes o despuŽs del sexo) al final con otra s’ tendr‡ una relaci—n seria,as’ que el razonamiento completo deber’a ser "los hombres solo vanconmigo por el sexo". Si est‡s en este caso pregœntate por quŽ a cadauno de esos hombres tœ solo les interesaste por tu cuerpo pero hahabido otras con las que s’ han formalizado una relaci—n. Y no, larespuesta no es "porque ellas son unas guarras".

    Yo jam‡s he o’do decir a un hombre "ahora que ya he ligado voy adesaparecer"; lo que s’ he visto incontables veces es a un hombretragando cosas dif’ciles de aguantar, pero fingiendo por alguna de lasrazones que ya conocemos y que cuando es preguntado c—mo le vacon esa mujer dice algo como "nada, lo normal; a ver si al menos sacoalgo o me aparece otra para pasar de esta".

    Si una persona te gusta y tœ le gustas a ella, te trata bien, te hacesentir bien cuando tœ has dado un paso y ella otro, no te daPROBLEMAS, no hace shows, se comporta como una adulta madura yuna mujer inteligente y con personalidad, lo pasan bien juntos y engeneral todo es f‡cil y positivo, Àpor quŽ no vas a querer verla de

    nuevo? Los hombres no somos idiotas, en el peor de los casos si solote quisiera para sexo y nada m‡s Àpor quŽ no va a querer verte denuevo para otro encuentro sexual?

    Si despuŽs de estar juntos -o en cualquier momento- desaparecesin una explicaci—n clara, l—gica y contundente es porque hay algo queno te ha querido decir, eso puedes tenerlo muy claro. El d’a de ma–anasaldr‡ en serio con alguna mujer, es evidente que por la raz—n que seaella s’ le convenci— y tœ no; el resto son excusas que te pones tœmisma o que se ha inventado Žl para no decirte algo que te podr’a

    hacer da–o o para ahorrarse PROBLEMAS. ÀY c—mo saber cu‡ndo teest‡ poniendo una excusa? No hace falta que yo te lo diga: en el fondode tu coraz—n lo sabes, otra cosa es que no quieras admitirlo.

    Por otra parte, claro que hay hombres que piensan que "haymujeres para sexo y mujeres para casarse". Cualquiera de estos podr’ahaber sido Ambrosio el que escribi— la pintada en los ba–os de mifacultad, y si te interesan las personas as’ de nuevo te recomiendodejar este libro y buscar algo m‡s adecuado para ti.

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    Pero la inmensa mayor’a de los hombres, probablemente el 99% delos que hoy te vas a cruzar p