lo que la iglesia debe decir a los políticos

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Lo que la Iglesia debe decir a los políticos: Justicia, misericordia y fidelidad 02.03.16 | 23:26. Archivado en Iglesia Instituciones, Justicia, Nuevo Testamento, Amigos, la voz de los o o o Se está celebrando en el Parlamento de Madrid (1- 2.3.16) el debate de Investidura del Presidente de Gobierno y los portavoces de los partidos exponen con mayor o mejor claridad y acierto sus posturas y razones. Varios obispos han hablado estos días sobre la situación creada en este

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Articulo de Xabier Pikaza

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Lo que la Iglesia debe decir a los políticos: Justicia, misericordia y fidelidad02.03.16 | 23:26. Archivado en Iglesia Instituciones, Justicia, Nuevo Testamento, Amigos, la voz de los

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Se está celebrando en el Parlamento de Madrid (1-2.3.16) el debate de Investidura del Presidente de Gobierno y los

portavoces de los partidos exponen con mayor o mejor claridad y acierto sus posturas y razones.Varios obispos han hablado estos días sobre la situación creada en este campo, con la división de opiniones y la dispersión de partidos, mostrándose perplejos, y ofreciendo poco más que buenos consejos, como éstos:

‒ Que los partidos olviden sus partidismos y sean generosos buscando el bien común de España.‒ Que de enfrentarse entre sí y que busquen la unidad más alta, al servicio del bien común.

No son malos de esos y de otros consejos, pero me parecen retóricos, e inútiles… y no responden a lo que una Iglesia de Jesús debería aportar y decir, no sólo a los políticos creyentes, sino a todos los ciudadanos, insistiendo en los valores que derivan de la justicia.Mientras no haga eso, ella no tendrá legitimidad, ni podrá ofrecer su aportación, de ejemplo y de palabra, no sólo en este campo, sino en otros, como el de su misma vida interna.

Pero esta Iglesia viene guardando un largo silencio de complicidad y miedo o de respeto e ignorancia cristiana ante los partidos de gobierno y los

gobiernos, tanto de populares como de socialistas.Y, sin embargo, ella tendría (y tiene) algo muy importante que decir, apelando a los textos fundacionales del evangelio, entre los que hoy quiero citar el de Mt 23, 23-24, proclamado en una situación que se parece a la nuestra, frente a grupos o partidos sociales (cristianos, judíos…) que discutían sobre temas secundarios (¡el diezmo de la menta y del comino…!) y olvidaban los problemas esenciales, que eran (y son) la justicia, la misericordia la fiabilidad/fidelidad.

De eso tendría que hablar la iglesia, elevando su voz más alta, no sólo frente los políticos de turno, sino también frente a todos aquellos (cristianos o no cristianos) que discuten sobre nimiedades pero olvidan los tres valores esenciales de la vida.

Esos valores de los que, según el evangelio, debería hablar la Iglesia (justicia, misericordia, fiabilidad) no son cristianos en línea confesional, sino humanos, en el sentido más profundo del término.Con ellos no se trata de defender iglesias/edificios, ni posibles privilegios sociales, ni siquiera de la fe confesional (del credo) ni de los sacramentos, sino de algo anterior: de la vida humana, que sólo tiene sentido si hay justicia, misericordia y fidelidad/fiabilidad.

Texto tase: Mt 23, 23-24:‒ ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino,‒ pero descuidáis los aspectos de más peso de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello.‒ ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! (Mt 23, 23).Introducción:

Mateo expresa bien la dinámica de cierto legalismo (judío o cristiano, político o social), que puede convertirse en religión de un diezmo secundario, como si debiéramos pagar a Dios algo medido con minuciosidad perturbadora, con granos de las pequeñas plantas medicinales y digestivas (menta/anís, eneldo/hierbabuena, comino), pero descuidamos los temas de más peso (barytera) de la Ley humana, que son la justicia, misericordia, fidelidad (23, 23).Esta diferencia de actitud (obsesión por temas menores, descuido ante las cosas sustanciales) puede provenir del hecho de que lo importante (justicia, misericordia, fidelidad) resulta a veces más difícil de cuantificar y de exigir por ley, a diferencia del diezmo del comino (es decir, de temas mucho menos importantes, incluida quizá la independencia o no independencia de una determinada nación o nacionalidad ahora incluida en el Reino de España).Desde el punto de vista radical cristiano, la independencia o no independencia de una parte del país ahora español es absolutamente secundaria. Los bienes cristianos, los que se deben resguardar siempre (con o sin independencia nacional de un grupo) son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Sólo esas “virtudes” importantes definen la raíz del cristianismo según Mateo.

‒ Lo primero es la justicia (en griego krisis).Quizá tanto como justicia (que se suele decir dikaiosyne, y que en Mt. 3, 15; 5, 20 tiene un espectro más amplio de significados, krisis significa “juicio”, en el sentido bíblico (hebreo) de mishpat, hacer justicia y ayudar a los necesitados, para así lograr un orden básico de igualdad (es decir, de equilibrio) entre los hombres.Todo el proyecto mesiánico de Jesús se funda en esta exigencia de justicia social que responde al juicio de Dios, como decía Mt 12, 18-20 (¡anunciará el juicio a las naciones) y que ratificará Mt 25, 31-46. Lo que importa no es un tipo particular de Ley, ni una forma de organización del Estado, sino la Justicia: ¡Que los pobres coman, que los extranjeros sean acogidos, que se ofrezca presencia y ayuda a los enfermos y encarcelados.Hay un tipo de orden económico y político que hace muy difícil que se extienda y se practique esta justicia de Dios, según Jesús. Pues bien, es eso lo que la Iglesia ha de decir a los políticos: Que haya ante todo justicia, que se ayude a los más débiles.Algunos jerarcas católicos, igual que los miembros de otras religiones organizadas de un modo legal, olvidan a veces que todas las empresas del mundo, con el capital y mercado vinculado a ellas, han de estar al servicio de la justicia/juicio de Dios, para que este mundo sea

básico de justicia: que todos los hombres coman, que sean acogidos, respetados y ayudados.‒ Misericordia (en hebreo hesed, en griego eleos).Como afirmaba ya de un modo tajante el libro del Éxodo (34, 6-7), la justicia resulta inseparable de la misericordia y en el fondo se identifica con ella. Eso significa que la justicia está al servicio de la misericordia y viceversa: Que hombres y mujeres se puedan perdonar y se perdonen y que los menos favorecidos (cojos y mancos, enfermos y ancianos, extranjeros y mujeres en riesgo…) sean los más protegidos por la ley y por la vida del conjunto de la sociedad.En esta línea avanza la aportación básica de Jesús en el evangelio de Mateo donde la misericordia se identifica con el juicio o, mejor dicho, deriva del juicio, expresando de esa forma su sentido más profundo. Dios no juzga para vengarse de los hombres, ni para imponerles su poder, sino para expresar y realizar en ellos su misericordia. De igual forma, el Estado ha de ser justo para ser misericordioso con los menos afortunados de la vida, no sólo promoviendo la justicia del perdón, sino realizando sus obras al servicio de todos, y de un modo especial de los más débiles.Ésta ha sido y sigue siendo la experiencia radical del evangelio, el mensaje central de la Iglesia, que el Papa Francisco está recuperando.

No se trata de una misericordia intimista, sino de una misericordia que brota de la justicia y que se expresa en la ayuda a los más débiles, a los que son víctimas de otros. No se trata de una misericordia exclusiva de los cristianos (de una nota interior de la Iglesia), sino de un gesto de amor abierto a todos los seres humanos (con fe explícita en Dios o sin fe explícita).La iglesia no defiende aquí ningún privilegio suyo, sino el valor de los hombres y mujeres, de todos, en espacial de los más necesitados.‒ Fidelidad/fiabilidad (hebreo ‘emet, griego pistis).Ésta es la tercera y más honda tarea de la Iglesia (y en nuestro caso del mismo Estado): Hacer que los hombres y mujeres puedan vivir en fidelidad (esto es, en verdad), sin engañarse unos a otros, sin mentirse, manteniendo la palabra dada, siendo así fiables. Se ha dicho que la política es el arte de la mentira. En contra de eso, Jesús quiere que los hombres (y en este caso los políticos) sean fiables, de forma que se pueda confiar (tener fe) en ellos..Con esta fiabilidad/fidelidad culmina la tríada de notas o manifestaciones básicas de la vida humana, según Jesús, partiendo de la afirmación original de Ex 34, 6, donde Dios es rahum y hannun (entrañable y gratificante), siendo rico en misericordia y en verdad (hesed y ‘emuna). En esa línea, la tradición de la Biblia Griega que los LXX

dice que Dios es poly-eleos kai alêthinos, multi-fiel y verdadero (tema que en latín se lleno de misericordia et verdad). Eso significa que los hombres han de ser fiables entre sí, reconociendo y practicando el valor supremo de la fidelidad.No se trata aquí de la fe en Dios, como virtud separada, de tipo “teológico” (que en los catecismos se vincula con la esperanza y caridad), sino de la fe humana: ¡Que los hombres puedan confiar unos en otros, confiando en el Estado que les representa!. Según Jesús, esta fidelidad mutua resulta inseparable de la justicia y de la misericordia.Pequeña conclusión:La Revolución Francesa condesó su ideal humano (ideal de Estado) en una tríada famosa:libertad, igualdad, fraternidad. Esa tríada sigue siendo uno de los faros que alumbran (deberían alumbrar) la historia humana de la modernidad. Pues bien, antes que esos ideales ha propuesta Jesús (Mt 23, 23) las tres grandes virtudes o actitudes que definan la historia humana: Justicia, misericordia, fidelidad.

Desde ese fondo deberían hablar nuestros obispos, como representantes del Evangelio de Jesús y de una Iglesia donde los ideales básicos son la justicia, la misericordia y al fidelidad (y no el diezmo de la menta y del comino).Es aquí donde se sitúa la advertencia final de Jesús: ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! (Mt

23, 23). Sin duda, esos guías ciegos pueden ser los políticos que están hablando ahora en el parlamento de Madrid, pero también pueden ser los obispos de España (Jesús pensaba más en los obispos que en los parlamentarios).Pues bien, cumpliendo esos valores (¡las cosas más importantes de la Ley que son la justicia, la misericordia y la fidelidad!) los obispos católicos de España podrían y deberían elevar su voz gritando, no a favor de sus posible beneficios (su menta, su comino, sus mosquitos…), sino a favor de la justicia, la misericordia y la fidelidad, el gran “camello” del evangelio

(El texto está tomado de J. A. Pagola y X. Pikaza, Dios entrañable. Las obras de misericordia, VD, Estella 2016).