lle3 nº3, 2011

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Magazine literario de la Universidad Popular de Gandía con los textos de los relatos premiados y accésits del 3º Certamen de relatos breves de la UPG

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Page 1: Lle3 nº3, 2011
Page 2: Lle3 nº3, 2011

MAGAZÍN LITERARI DE LA UPG

Número 3

Gema Hernández Orquín

María José Frasquet Todolí

Araceli Banyuls Martínez

María JoséFrasquet Todolí

María José Frasquet

Todolí

Gema Hernández Orquín

Gema Hernández Orquín

Gema Hernández Orquín

Lola JúdezLópez Gema Hernández Orquín

Blas Cabanilles Folgado

Blas Cabanilles Folgado

Blas

María José Frasquet Todolí

Huída a África

HUÍDA A ÁFRICA

HUÍDA A ÁFRICAÁFRICA EN UN ABRAZO

ÁFRICA EN UN ABRAZO

L'A

MO

RV

IATJ

A A

MB

AV

L'amor viatja Amb avió

L'AMOR VIATJA AMB AVIÓ

La lluna a mig-deure

LA LLUNA A MIG-DEURE

Carles y la rana de madera

Carles y la ranade madera

Adés i ara

Adés i ara

Adés i ara

María JoséFrasquet Todolí

Gem

aH

erná

ndez

Orq

uín

Francisco Escrivá Costa

María José

Escrivá

María José Frasquet TodolíFrasquet Todolí

Araceli

Lola Júdez López

ÁFRICA EN UN ABRAZO

III CertamenRelats Breus

Page 3: Lle3 nº3, 2011

Estes narracions han sigut guanyadores del III Certamen de Relats Breus delTaller de Creació Literària de la UPG, sent jurat: Ana Isabel Llopis,

Maite Sastre, Irene Verdú, Sico Fons i Adriana Serlik.

- Premi: Huida a África

- Accésit: África en un abrazo

- Premi: L’amor viatja en avió

- Accèsit: La lluna a mig-deure

- Premi: Carles y la rana de madera

- Accesit: Ades i ara

Gema Hernández Orquín

Mª José Frasquet Todolí

Francisco Banyuls Martínez

Araceli Banyuls Martínez

Blas Cabanilles

Lola Júdez López

JUNY 2011

Edita: Ajuntament de Gandia / Departament de Cultura / Universitat Popular

Disseny i Maquetació: Jaume Pastor

© Fotografies: Lluis Romero

Imprimeix: Ducal Impressors

© Textos: Els autors

Depòsit legal:

Page 4: Lle3 nº3, 2011

PA R AU L E S P R E L I M I NA R S

La Universitat Popular impulsa, des del Taller de Creació Literària, uns premis als millors relats curts que ara

es presenten en aquest LLE3, magazín literari amb el títol genèric d’”Àfrica”. Ara fa tres anys que va alçar el vol aquesta

interessant activitat creativa que ha tingut una alta participació, un nivell notable i una projecció in crescendo. Però,

amb tot, no són només un grup d’alumnes i exalumnes que escriuen, i escriuen cada dia millor com es pot comprovar

en les pàgines següents, el Taller de Creació Literària conforma també combois humans més enllà de la literatura o, a

mès de la literatura, com poden comprovar amb les activitats de final de curs de la UPG i amb altres iniciatives que

es desenvolupen al llarg del curs. Servisquen com a exemple les lectures poètiques i actuacions musicals que es

presenten amb el nom de “Roda la mola”, ja per la segona edició, o el viatge literari que enguany s’ha fet a la Biblioteca

Valenciana de Sant Miquel dels Reis.

Enhorabona als guanyadors d’aquesta edició: Gema Hernández, Mº José Frasquet, Francisco Escrivà, Araceli

Banyuls, Blas Cavanilles i Lola Júdez; gràcies pel treball ben fet als coordinadors Adriana Serlik i Sico Fons i felicitacions

a tots els alumnes i exalumnes que gràcies a iniciatives com aquesta han descobert el món de la literatura i han decidit

quedar-se a viure en ell.

Lluís Romero

Dtor. UPG

Page 5: Lle3 nº3, 2011

“…jo considere la bellesa com l'àmbit de la poesia, perquè és una regla evident de l'art que els

efectes han de brollar necessàriament de causes directes, que els objectes han de ser aconseguits amb

els mitjans més apropiats per a açò -ja que cap home ha sigut encara bastant neci per a negar que

l'elevació singular que estic tractant es trobe més fàcilment a l'abast de la poesia. En canvi, l'objecte

veritat, o satisfacció de l'intel·lecte, i l'objecte passió, o excitació del cor, són molt més fàcils d'aconseguir

per mitjà de la prosa encara que, en certa mesura, queden també a l'abast de la poesia”.

Edgar Allan Poe

Poesia, prosa?

El fonamental és que ambdues són preses com a elements comunicadors dels mons dels participants

del Taller. I quan poden acariciar aqueixa possibilitat, sense por escènica, sense por del ridícul, jugant

amb les paraules i somiant espais increïbles, s'ha fet el miracle de la creació.

Sis nous escriptors naixen. Benvinguts al món del paper imprés en aquest LLe3 2011.

Adriana Serlik

Page 6: Lle3 nº3, 2011

Nada conseguía traspasar la burbuja de espacio

y tiempo en la que estaban inmersos los dos hermanos:

ni el tráfico, ni el griterío de una fila de escolares que

cruzaban la calle, ni la alarma de un coche aparcado

frente a aquel bar.

Sentados frente a dos cafés, ambos tenían la

mirada perdida, mientras uno asimilaba la noticia y el

otro corroboraba su decisión en silencio.

Fernando rompió el momento — Entonces,

¿estás seguro? ¿lo has pensado bien? Sabes que si

quieres puedes venir a casa un tiempo, María y los niños

estarían encantados de que vivieras con nosotros, hay

sitio de sobra y —Carlos interrumpió.

— Me voy Fernando, lo tengo muy pensado,

necesito cambiar de aires, de trabajo, de casa, de vida.

Se que parece una huída y lo es pero no puedo seguir

viviendo en esa casa, dormir en nuestra cama, pasar

por delante del colegio de Sara, no puedo.

Carlos, era el pequeño pero el más alto y había

sido un hombre de complexión fuerte. Muy deportista,

después de la tragedia había perdido mucho peso,

había empequeñecido.

“Perder a tu mujer y a tu hija en un accidente

de tráfico y salir completamente ileso es demasiado

insoportable y más para un médico de profesión” pensó

Fernando. Le entristeció pero no le sorprendió la

decisión.

— ¿Has pensado dónde vas a ir?

— África.

— ¿Pero dónde exactamente? —Insistió Fernando

— A Lesotho. Mi compañera de planta Ana ha

colaborado con Médicos sin Fronteras durante años. Me

ha contado que el país, pese a ser fronterizo con

Sudáfrica, es de los más pobres, está azotado por el VIH

y la tuberculosis y los pocos médicos locales que hay se

están yendo. Ya tengo el billete, me voy el lunes por la

mañana.

Apuraron el café, salieron del bar y de pie, ante

la puerta, se fundieron en un abrazo tan fuerte como si

éste les ayudara a compartir el dolor.

PRIMER PREMI ALUMNES

CASTELLÀ

HUÍDA A ÁFRICAGema Hernández Orquín

Page 7: Lle3 nº3, 2011

— Cuida de mamá y papá, ellos ya saben lo de mi

marcha y no me han puesto ninguna objeción aunque sé

que están angustiados. En Lesotho no hay guerras tribales

pero hay malaria, tuberculosis y sida. Os prometo que

tendré mucho cuidado. Esto no es un suicidio lento, de

verdad hermano, si quisiera hacerlo lo habría hecho ya.

— Llámame, Carlos, no importa la diferencia

horaria, quiero saber de ti.

Había oscurecido. Los hermanos tomaron rumbos

opuestos.

Fernando volvió a casa, con su familia, a buscar

en Internet todo lo referente al país donde volaba Carlos

en unas horas. “Lesotho, espero que todo esto valga la

pena, quiero recuperar aunque sea un pedazo de lo que

fue mi hermano, quiero volver a jugar un partido de volley

con él” rumió mientras buscaba las llaves de su coche.

Carlos, que desde el accidente no conducía, prefirió

volver a casa caminando. Caminar le relajaba, observar

la vida a su alrededor, una vida en la que el había formado

parte hasta hacía muy poco y con la que ya no se

identificaba. “Los inquilinos entran mañana, tengo que

acabar de bajar las cajas al trastero”. De repente le invadió

una sensación amarga, un profundo sentimiento de culpa.

Desde que preparaba su viaje a África no había

pensado tanto en su mujer y su hija, ni en el accidente, ni

en los desesperados minutos en los que intentó

reanimarlas aquella fatídica mañana. Se sintió mal, muy

mal, quizás era eso a lo que se refería su psiquiatra

cuando le hablaba del proceso que debía atravesar. “Duelo

y cambio de vida, de rutina”. La voz de una mujer joven

que empujaba un carrito de bebé le devolvió a la tierra.

— Me deja pasar, por favor.

— Disculpe, pase, pase. —Contestó Carlos un poco

aturdido.

La observó alejarse.

Cuando llegó a casa no pudo dejar de sentir esa

desolación, estaba vacía, inhóspita, toda su vida anterior

en cajas de mudanza: unas para beneficencia, otras al

trastero y dos maletas junto a la puerta, las que llevaría

consigo en su huída a África. “Hoy tomaré sólo un

tranquimazín, mañana será un día duro y quiero estar

despejado”.

La despedida, que le habían preparado lo

compañeros la noche anterior, había sido larga. Suponía

que iba a ser un café y unos dulces en la sala de descanso

pero al final acabaron en el bar de Miguelón, tomando

unas copas y recordando historias de planta. Todos querían

asegurarse de que Carlos estaba bien y de que sabía lo que

hacía.

Medina, el médico adjunto, le había mostrado su

preocupación. Iba a tener que viajar solo pero le recibirían

en el aeropuerto de Moshoshoe y le llevarían a la capital,

Maseru, a tan sólo veinte kilómetros. Todos se había

pasado la noche dándole consejos: cómo llegar al centro

de la ONG en Maseru, por quién preguntar, costumbres,

protocolos de seguridad para evitar contagios.

En cuánto tomó asiento en aquel gigantesco

jumbo de la South African Airlines cerró los ojos,

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“Me quedan doce horas de vuelo, ocho mil

doscientos kilómetros, necesito descansar un poco”.

Cuando parecía que aún no llevaban ni una

hora de vuelo, aunque habían pasado tres, una belleza

africana de grandes ojos y piel muy negra le despertó:

— Señor, señor, disculpe ¿desea leer algo?

tenemos The Guardian, The Daily Telegraph, Lesotho

News.

Lesotho había sido una colonia británica y se

notaba incluso los olores que había percibido nada más

entrar en el avión, eran evocadoramente british,

mantequilla, fish and chips, lavanda …

— ¿Toda la prensa es en inglés?

— Si, señor. ¿Desea prensa en castellano? —

Contestó la joven.

—No, deme algún periódico local, me pondré

al día, gracias.

Carlos no daba crédito. Noticias como “Un

diamante blanco de 185 quilates ha sido encontrado en

la mina Letseng“ o “El 70 % del agua potable que se

consume en Sudáfrica procede de los recursos naturales

de su país cofronterizo Lesotho”, compartían las

páginas de los periódicos con otras como “ Se prevén

grandes inversiones en el sector agrícola de Lesotho,

fuertemente afectado por la sequía ” o “Thaba Tseka es

uno de los distritos más afectados por el VIH/SIDA de

Lesotho. Los niveles de orfandad se

disparan.”. Incomprensible. Aquellas noticias

tan contradictorias le infringían más dudas sobre lo

que iba a encontrar. Entre pensamientos, dudas, nostalgia

y miedo a lo desconocido se quedó profundamente

dormido.

Un fuerte dolor de oídos le despertó, “Parece

que estamos descendiendo”. El enorme Jumbo de SAA

empezaba su inmersión entre una espesa masa de nubes.

Había leído mucho sobre la tierra a la que volaba

y, sin poder evitarlo, había evocado unas imágenes un

tanto cinematográficas sobre su primera visión de las

tierras africanas pero lo que empezaba a divisar no se

parecía en nada a aquello.

Ni inmensas estepas, ni animales en libertad, ni

enormes baobabs, veía un paisaje rocoso de tierras

oscuras, modestos edificios diseminados y algunas

estribaciones de cadenas montañosas, ¿las Dragensberg

de las que tanto había leído, quizás? Realmente no era

su visión preconcebida de África.

Una vez en tierra y mientras esperaba sus

maletas junto a la cinta transportadora, le pareció divisar

entre el gentío de la recepción a un joven con una

cartulina en la que parecía poner su nombre Doctor

Carlos Carriedo, recogió las maletas y se dirigió hacia él.

—Hi, I´m Dr. Carriedo.

Un joven bantú, extremadamente alto y

delgado cuya única vestimenta era un manta y unas

sandalias, se presentó a Carlos en un perfecto inglés:

— Soy Ntsu, voy a ser su chofer /guía durante

su estancia.

Subieron las maletas a un 4x4 y emprendieron

Page 9: Lle3 nº3, 2011

camino a Maseru mientras Ntsu le contaba a Carlos

sobre el orgullo de su ascendencia bosquimana, de la

labor tan valiosa que estaba haciendo la ONG en su

país y lo orgulloso que estaba de trabajar para MSF.

Carlos le observaba al tiempo que intentaba distinguir

algo entre la polvareda que levantaba aquel viejo Land

Rover.

— Ntsu ¿es que no hay ninguna carretera

asfaltada desde el aeropuerto hasta la capital?

— Es una hora problemática para la entrada a

la capital y este camino de ganado, aunque deteriorado,

es más rápido.

Ntsu dejó de hablar, paró el coche en medio de

la nube de polvo y se volvió a Carlos con una mirada

vidriosa y suplicante. Un pánico atroz invadió a Carlos,

¿y si la acreditación era falsa?, ¿y si aquel joven

pertenecía a una mafia y lo acababan de secuestrar?,¿y

si…?

— ¿Por qué paras? —preguntó.

—Doctor, discúlpeme, sé que le esperan en la

Organización y que esto que voy a hacer es totalmente

anormal pero debo pedirle un favor. Quiero pedirle

—Hi, I´m Dr. Carriedo.

Un joven bantú, extremadamente alto y

delgado cuya única vestimenta era un manta y unas

sandalias, se presentó a Carlos en un perfecto inglés:

— Soy Ntsu, voy a ser su chofer /guía durante

su estancia.

Subieron las maletas a un 4x4 y emprendieron

camino a Maseru mientras Ntsu le contaba a Carlos

sobre el orgullo de su ascendencia bosquimana, de la

labor tan valiosa que estaba haciendo la ONG en su

país y lo orgulloso que estaba de trabajar para MSF.

Carlos le observaba al tiempo que intentaba distinguir

algo entre la polvareda que levantaba aquel viejo Land

Rover.

— Ntsu ¿es que no hay ninguna carretera

asfaltada desde el aeropuerto hasta la capital?

— Es una hora problemática para la entrada a

la capital y este camino de ganado, aunque deteriorado,

es más rápido.

Ntsu dejó de hablar, paró el coche en medio de

la nube de polvo y se volvió a Carlos con una mirada

vidriosa y suplicante. Un pánico atroz invadió a Carlos,

¿y si la acreditación era falsa?, ¿y si aquel joven

pertenecía a una mafia y lo acababan de secuestrar?,¿y

si…?

— ¿Por qué paras? —preguntó.

—Doctor, discúlpeme, sé que le esperan en la

Organización y que esto que voy a hacer es totalmente

anormal pero debo pedirle un favor. Quiero pedirle

que vea a mi niña; hace días que tiene fiebre y mucha

tos, no come, no la puedo llevar a la ciudad porque

pondrán a toda la familia en cuarentena y yo me

quedaré sin trabajo. Por favor, Doctor, haré todo lo que

me pida.

De inmediato Carlos recordó la noche anterior

a su partida, Medina le había puesto sobre aviso “No

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te involucres en los casos, sé todo lo objetivo que

puedas, no recibas obsequios a cambio o estarás

vendido “. Esa, justamente, era la situación a la que

Medina se refería y estaba sucediendo ya, mucho

antes de lo que él esperaba.

—¿Qué hacer? Soy un médico, intento salvar

vidas, cómo no involucrarme en el caso de Ntsu. Es un

desconocido pero va a ser mi sombra durante estos

meses —pensó.

— Está bien, tranquilízate, la veré pero no te

prometo nada, si es necesario habrá que llevarla a un

hospital ¿Dónde está la niña?

— En Tsuang, Doctor, la aldea donde vivo con

mi familia.

Tsuang era un pueblo de pequeñas chozas a

medio camino entre el aeropuerto y Maseru. Cuando

llegaron, un griterío de niños los recibió, pedían algo

que a Carlos le era familiar .

— Si, Doctor, piden chupa-chups, los niños de

la aldea saben que trabajo con médicos españoles y

ellos siempre traen esos caramelos con palo, a los

niños les encanta.

Ntsu detuvo el coche delante de su choza, una

de las más grandes. Llamaba la atención entre tanta

pobreza una enorme antena parabólica en el techo.

Se notaba que aquel joven bantú era un hombre con

suerte al trabajar para la organización.

Carlos empezó a entender las súplicas de Ntsu,

era realmente un privilegiado. Se dirigió al maletero

del 4x4 y cogió su maletín.

Al entrar a la casa de Ntsu, percibió un olor

muy peculiar, penetrante, especiado, eran unas hierbas

que hervían en el fuego, probablemente para la

pequeña. No le gustó lo que vio: la piel de la niña estaba

llena de placas rojizas y parecía que llevaba tiempo en

ese estado.

— Hola pequeña ¿Cómo te llamas?

— Nandi, me llamo Nandi

— Ayer cumplió ocho años — dijo Ntsu

— Sí, ocho —dijo la niña mostrando ocho dedos

de sus pequeñas manos.

“Es justo la edad que cumpliría Sara si no...”

pensó. Se incorporó y dijo a Ntsu:

— La curaremos Ntsu, te doy mi palabra.

Y mirando una pequeña pulsera de hilo de

colores, que lucía en su muñeca y que tiempo atrás le

había regalado su pequeña Sara, repitió:

—Te doy mi palabra Sara, hija, la curaremos.

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Lucía entró en el centro de salud. Nerviosa, con

el pequeño en brazos, se dirigió a la ventanilla de

urgencias. Las palabras le salían atropelladamente, mi

hijo esta mañana ha despertado devolviendo y con

fiebre.

— Nombre por favor, —le cortó la auxiliar con

impaciencia.

Intentó serenarse, estaba asustada, su pequeño

nunca había estado enfermo. La enfermera no tardó

más que un par de minutos en completar el formulario,

sin embargo a ella le pareció una eternidad. Sintió

ganas de llorar. Ni una palabra de aliento, ni un gesto

amable, tan sólo un escueto, “ya le llamarán”. Se sentó

en la sala de espera, y con sumo cuidado acomodó al

niño en sus brazos mientras le susurraba tiernas

palabras.

A medida que pasaba el tiempo, la angustia de

la joven iba creciendo. Miró el reloj, llevaba tres cuartos

de hora sentada con el cuerpo dolorido y los nervios a

flor de piel. Una vez más, dirigió su mirada al mostrador.

En ese momento, la enfermera hablaba animosamente

con una extraña mujer vestida con una túnica

multicolor y un llamativo tocado por el que asomaba el

cabello recogido en trencitas. Cogida de su mano, una

niña de corta edad seguía la conversación muy seria.

Con paso seguro y la cabeza bien alta, entró en

la consulta sin esperar su turno. Una mezcla de

curiosidad e indignación se apoderó de ella. Había

llegado antes, se suponía que aquello era Urgencias y,

por lo que parecía, aquella arrogante no tenía prisa

alguna. “De fuera vendrán que de casa te echarán”,

musitó con sarcasmo.

Al oír el nombre de su hijo salió disparada. La

rabia que había ido acumulando le impidió ver a la

mujer que salía en ese momento. No llegaron a tropezar.

Unas manos la sujetaron con delicadeza. ¿Se encuentra

bien?, oyó que le preguntaban. Abrumada levantó la

cabeza. Unos enormes ojos negros la miraban. Por un

momento no la reconoció. Aquel bello rostro de mirada

serena, aquella dulce sonrisa, nada tenían que ver con

la mujer soberbia que se había colado minutos antes.

Lucía, incapaz de articular palabra, asintió con la cabeza

y entró en la consulta. Ya no estaba enfadada, no

acababa de comprender lo ocurrido pero algo, en su

interior, le decía que ese encuentro tenía mucho que

ver con su repentino cambio de humor. Por primera

vez en toda la mañana, sintió que nada grave le ocurría

a su pequeño.

ACCÉSIT / CASTELLÀ

ÁFRICA EN UN ABRAZOMaría José Frasquet Todolí

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Al salir del hospital la vio. Sentada en un banco,

con los ojos cerrados, parecía disfrutar del sol. y no

resistió el impulso de sentarse a su lado. Como si le

hubiera estado esperando, lentamente abrió los ojos

y le sonrió “me alegro de que los dos estéis bien, tú y

tu hijo”. Acto seguido, como lo más natural del mundo

y en un español bastante correcto, se presentó: —yo

soy Salamatu y ella — señaló a la niña que jugaba con

una muñeca— es Naima.

Hechas las presentaciones, se pusieron a hablar

con la familiaridad de dos buenas amigas. Salamatu

reía ante la insaciable curiosidad de Lucía que no

paraba de hacerle preguntas sobre su vida, su país.

Ella misma reconoció que necesitaba hablar con alguien

sobre los suyos, de su existencia en aquella remota

tierra. Sin darse cuenta, las palabras iban saliendo

por sí mismas, sin esfuerzo alguno.

Al igual que los chamanes de su tribu, Salamatu

empezó a relatar su historia como si de una hermosa

melodía se tratara. Pertenecía a una tribu llamada

peul cuyo campamento se encontraba al sur de Níger,

en un lugar llamado Kougga Zhadyilinam. Su marido

tenía otras dos mujeres, aunque, sonrió con timidez,

hubiera preferido ser la única.

Sus hermosos ojos se iluminaron al mencionar

a sus otros cuatro hijos, tres varones y una niña.

¡Cuánto los echaba de menos! Ella era feliz en su

tierra, con su pobreza. Nunca le importó el duro trabajo

ni las precarias condiciones en que vivían. Era dichosa,

sin más, en plena armonía con la naturaleza. Salamatu

guardó silencio.

Toc, toc, toc, el golpear del palo sobre el mortero

de mijo, resonaba en su corazón. Sintió que estaba en

su hogar, en una de aquellas noches de África, bajo

una increíble bóveda de millones, brillantes y cercanas

estrellas. Se vio, de pronto, sacando agua del pozo,

arremangada su túnica, mientras las niñas reían y

bailaban, un suave carraspeo le devolvió a la realidad.

Con una triste sonrisa tranquilizó a Lucía que le miraba

con preocupación, no te preocupes, estoy bien. Es que

fue muy duro dejar mi país, despedirme de mi familia

sin la certeza de volver a verles pero lo peor fue no

poderme traer a los otros niños.

Ambas guardaron silencio. Seguían sentadas,

sin mirarse.

El tintineo de sus trencitas, alborotadas por

una suave brisa, devolvió a Salamatu su natural alegría

y llena de optimismo reanudó su historia: habían

transcurrido dos años desde aquel día en que su vida

cambió por completo con la llegada al campamento de

una expedición. Eran tres hombres y dos mujeres

dispuestos a estudiar los efectos de la globalización

entre algunos de los pueblos “menos contaminados”.

Desde un principio, se quedaron cautivados por

Page 13: Lle3 nº3, 2011

la amabilidad de aquella gente que con tanta generosidad

les permitían entrar en sus hogares y en sus corazones.

Lamentablemente, pronto descubrieron las numerosas

enfermedades infecciosas que asolaban sin piedad a los

habitantes de aquel árido lugar. Sintiéndose en deuda,

trataron de aliviar el dolor de aquel pueblo que con tanto

cariño les había acogido, sin poder evitar un amargo

sentimiento de impotencia ante esa cruel realidad. A

pesar de sus esfuerzos, muchos acabarían muriendo.

Sin embargo, aquella gente admirable aceptaba la muerte

con naturalidad. Sólo era un paso para poder disfrutar

de una nueva vida en la que renacían con más fuerza y

vigor.

Salamatu creía en ese paraíso del que tantas

veces había oído hablar a sus mayores, pero su pequeña

aún tenía mucho que ofrecer en esta vida. Se negaba a

quedarse de brazos cruzados mientras su pequeña se

apagaba poco a poco.

Fue en uno de aquellos encuentros con la

psicóloga española, mientras conversaban sobre el papel

de la mujer en la tribu, su sexualidad, los hijos, cuando

Salamatu se armó de valor y le pidió ayuda. Estaba

dispuesta a todo por salvar a su hija.

Unas semanas más tarde, Salamatu y Naima

viajaban, junto a la expedición, rumbo a España. La

esperanza de ver a su hija curada aliviaba la congoja

que sentía por todo lo que acababa dejar atrás.

Lucía sobrecogida, no osaba abrir la boca.

Desde un principio, se quedaron cautivados por

la amabilidad de aquella gente que con tanta generosidad

les permitían entrar en sus hogares y en sus corazones.

Lamentablemente, pronto descubrieron las numerosas

enfermedades infecciosas que asolaban sin piedad a los

habitantes de aquel árido lugar. Sintiéndose en deuda,

trataron de aliviar el dolor de aquel pueblo que con tanto

cariño les había acogido, sin poder evitar un amargo

sentimiento de impotencia ante esa cruel realidad. A

pesar de sus esfuerzos, muchos acabarían muriendo.

Sin embargo, aquella gente admirable aceptaba la muerte

con naturalidad. Sólo era un paso para poder disfrutar

de una nueva vida en la que renacían con más fuerza y

vigor.

Salamatu creía en ese paraíso del que tantas

veces había oído hablar a sus mayores, pero su pequeña

aún tenía mucho que ofrecer en esta vida. Se negaba a

quedarse de brazos cruzados mientras su pequeña se

apagaba poco a poco.

Fue en uno de aquellos encuentros con la

psicóloga española, mientras conversaban sobre el papel

de la mujer en la tribu, su sexualidad, los hijos, cuando

Salamatu se armó de valor y le pidió ayuda. Estaba

dispuesta a todo por salvar a su hija.

Unas semanas más tarde, Salamatu y Naima

viajaban, junto a la expedición, rumbo a España. La

esperanza de ver a su hija curada aliviaba la congoja

que sentía por todo lo que acababa dejar atrás.

Lucía sobrecogida, no osaba abrir la boca.

Ahora empezaba a comprender el aire de superioridad.

Page 14: Lle3 nº3, 2011

Su aparente altivez era algo innato en aquella mujer

luchadora y valiente.

Orgullosa por la herencia que había recibido de

sus antepasados, por aquellos valores que se habían

transmitidos intactos desde tiempos inmemoriales, sólo

pretendía honrar a su raza. Allí, sola, en un país

desconocido, había descubierto las nuevas enfermedades

de la civilización: depresión, estrés, prisa, insomnio.

Sin darse cuenta, el tiempo había pasado

volando. Lucía hubiera querido seguir recorriendo aquel

hermoso continente de la mano de su amiga. Sí, su amiga.

Se sentía avergonzada por juzgarla tan

injustamente. Salamatu, de pie, le sonreía:

—Hay tantas cosas que nos dejamos por el

camino, — le dijo acariciando la cabecita de Carlos que

dormía plácidamente —No dejes que las prisas, los

problemas, te impidan disfrutar de un bello atardecer.

Llamó a su hija dispuesta a irse, pero Lucía le

cogió la mano, ¿nos vemos mañana?, casi le imploró.

Por primera vez empezaba a cuestionarse su

vida.Salamatu le había abierto una puerta invitándole

a entrar, insegura, intuía que una vez la franqueara ya

nada sería igual. Mientras le oía hablar de sus

costumbres, sus ritos, las continuas luchas ante las

adversidades, cómo engañaban al hambre con bailes y

fiestas, sentía que había pasado por la vida de puntillas,

apenas sin vivirla.

En aquel apasionante viaje por África había

disfrutado de la libertad, sentido emociones y

sensaciones hasta ahora desconocidas. La dulce voz

de Salamatu interrumpió sus pensamientos, si quieres

nos vemos mañana. Todos los días vengo a la misma

hora. Naíma lleva un control muy estricto.

Lucía se levantó pero no se decidía a

marcharse, ¿cómo lo haces?, ¿nunca dejas de sonreír?

Salamatu, riendo abiertamente, le contestó, —mi

abuela siempre decía que muchas personas se pasan

la vida buscando la felicidad, como si de un tesoro se

tratara, y en su afán por encontrarla, mueren sin

haber vivido, sin comprender que ésta se encuentra

en nosotros mismos. Sólo dando, dándonos a nosotros

mismos, conseguimos ser felices.

Un hombre que paseaba con su perro se quedó

extrañado contemplando aquellas dos mujeres tan

distintas. Lucía, riendo, gritó, ¡llevaba tanto tiempo

sin poder abrazar a mi hermana!

Page 15: Lle3 nº3, 2011

Va girar el cap clavant els seus ulls de pantera

sobre mi. Em veia vindre tal reacció des que vaig veure

passar volant, des del pupitre de darrere, una gran

bola de paper que va impactar en la seua esquena.

Joan es va arraulir per amagar-se, deixant-me tot sol

davant la seua mirada d'enfurida felina. Supose que la

meua cara de panoli no m'ajudava a demostrar la meua

innocència. Vaig amenaçar de mort a Joan, lliscant el

dit sobre la meua gola; ell silenciosament reia. Era el

primer dia de classe i he de reconèixer que em vaig

quedar atordit en veure entrar aquella xiqueta. Tenia

la pell de color xocolate, un cabell rogenc i pompós i

un nom que em tenia intrigat. Segurament, ara

m'odiaria per culpa del graciós de la classe, però d'altra

banda, tenia l'excusa perfecta per parlar amb ella en

el pati, si les estranyes pessigolles que tenia en el meu

interior no m'ho impedien. Amb les cames tremoloses,

vaig donar les pertinents explicacions i vaig delatar,

sense cap remordiment, al verdader llançador del

meteorit. A partir d'aquell matí de setembre, l'Àfrica

i jo vam ser inseparables. Anàvem junts al col·legi,

fèiem els deures, anàvem al parc, als recreatius; però

el que més m'agradava era anar a sa casa. Era com un

museu de caretes ancestrals, llances i milions

d'estatuetes en què, segons contava sa mare, habitaven

esperits.

L'Àfrica havia nascut a París, però prompte

se'n va anar a viure a Barcelona i després d'onze anys

en la Ciutat Comtal, a son pare, pilot d'avions de

passatgers, li van proposar anar a València a treballar.

Tenia un enorme despatx ple de mapes i avions penjats

del sostre per fils fins, donava la sensació que volaven

per l'habitació buscant on aterrar. Sa mare, de la qual

havia heretat el seu cabell, sempre anava amb túniques

de colors vius; ens preparava galetes de sèsam, bevíem

te i ens relatava llegendes d'Àfrica, sobretot ens parlava

de la seua enyorada Kenya. Jo em submergia en un

món de fantasia, d'encara hui sense escapatòria. El

curs em va passar volant, les vacances d'estiu estaven

ja prop, i com cada any la iaia ens esperava en el seu

apartament de la platja de Gandia, per passar amb

ella uns mesos. Aquell any no em venia de gust anar-

hi, volia quedar-me amb la meua amiga, poder baixar

de nit al carrer, escoltar increïbles històries mentre

berenàvem asseguts a l'estora de pell sintètica de tigre.

Que res canviarà, que tot seguirà igual... però

P R E M I A L U M N E S / VA L E NC I À

L'AMOR VIATJA AMB AVIÓFrancisco Escrivá Costa

Page 16: Lle3 nº3, 2011

va ser impossible convèncer els meus pares de quedar-

nos a la ciutat i a principis de juliol ens n'anàrem, no

sense abans dedicar-nos alguna plorera. Vaig descobrir

que m'havia enamorat.

Els dies em passaven lents sense la companyia

d'Àfrica, m'avorria en la platja, feia passejos

melancòlics amb bici, sense cap direcció. Els amics de

tots els estius només pensaven a pintar grafits i jo em

quedava en casa llegint tot el que queia a les meues

mans que parlara del continent que em tenia fascinat.

A mitjan d'agost, vaig decidir actuar i vaig convèncer

els meus pares de convidar-la a passar uns dies amb

nosaltres.

La cride per telèfon i li entusiasme la idea Així,

van arribar els millors dies de tot l'estiu. Ens banyàvem

fins a arrugar-nos, amb la barca inf lable ens

imaginàvem recorrent el Nil rodejats de cocodrils, ens

afartàvem de gelats i rèiem recordant les estranyes

supersticions del Congo que ens contava sa mare. Però

l'última nit, em va donar una notícia terrible de la que

vaig tardar anys a recuperar-me. ¡El pròxim curs

tornava a França! Son pare havia demanat el trasllat,

els seus iaios estaven molt majors, necessitaven de la

seua cura.

Han passat vint anys, treballe per a una ONG

recorrent Àfrica en ajuda humanitària. Fa unes

setmanes em trobava al Caire amb tres companys,

a la Plaça de la Llibertat. Hi havia milers de persones

peró jo només em fixava en una: en la reportera de

la BFM TV que explicava en viu per a tots el

francesos, el que estava succeient en aquella plaça

on la gent no deixava d’acudir en senyal de protesta.

Aquella xica de llargues cames, cabell rogenc i

pompós, em resultava familiar i en acabar la

transmissió, vaig cridar fortament el seu nom. Ella

amb els seus ulls de pantera, em va tornar a mirar!

Escric estes línies mentre sobrevole l’oceà

Atlàntic, m’en vaig a París, m’en vaig de cap a Àfrica.

Page 17: Lle3 nº3, 2011

ACCÉSIT / VALENCIÀ

LA LLUNA A MIG-DEUREAraceli Banyuls Martínez

Avui la lluna és a mig-deure.

Em mostra la seua faç platejada i envoltada

d'una petita boira que l´acompanya.

És de nit, i passege pels carrers del barri on fa

uns mesos que visc. El fred es fa sentir. De sobte una

mirada que se'n fuig, de dintre meu, enfoca aquell solar

tronat i vell.

S´aturen els peus. No em puc moure. Ací hi

havia una casa, no fa molt la vaig veure.

Què m´està passant? Em sent atrapada.

Sorolls de veus emergeixen del fons d'aquell

descampat ple d'herbes i fem.

Un clam esclata en plors, “Ha sigut xiqueta”,

diu algú. Plora amb força, és valenta.

Tot em ve com en una pel·lícula sense cinta.

Rebobine el cervell i s´obrin davant de mi, un

munt d'imatges llunyanes.

Al costat d'esta casa, avui enderroc del temps,

estava la vaqueria. Rasant la vivenda passava la

sequiola. Era com la frontera entre Beniopa i Gandia.

Tindre la sequieta prop era un plaer, mentre

les mares llavaven la roba amb una fusta que era la post

de llavar i sabó de sosa. Les xiquetes i els xiquets ens

divertíem jugant amb l'aigua. Jo cantava, sempre

cantava. Quan em preguntaven què volia ser de major,

deia, cantant i artista. Ho tenia clar.

¡Uns passos s´apropen!

Sent una tremolor al cor i torne a la realitat.

Veig un home i em demana foc.

Cerque l'encenedor en la bossa de mà, l´agafe,

encenc el llum i li veig la cara. És negre i jove. “Gràcies”,

diu el xic. “De res”, li responc.

El fum del cigarret m´encisa de bell nou en els

meus records.

Prop del sequió s´alçava l'escorxador. Quasi

enfront estava el molí de farina.

Uns carrers més enllà teníem el forn de Ramiro.

Era el lloc on es portava tot a coure.

Eixe caliu de la cuina, la gent. Una sensació del

que és autentic, senzillament com era.

M´arriba una fragància de les aromes perdudes.

Alce el cap ensumant l´aire, fa olor de mullader.

Avui soparem a gust, la tomaca, el pebre l'albergínia,

tot del bancal ¡Clar! Vinga, anem a la taula, els veïns

sopant al carrer. El primer mos a la boca i…

La nit s´ha engolit amb permís, la taula, els

Page 18: Lle3 nº3, 2011

queviures i el vi.

Els llums d'un auto em tornen on sóc.

Ja puc menejar-me i camine un poc, faig una

llarga ullada.

Ara veig com el formigó ha tapat els bancals,

han construint cases altes, la sèquia no canta, està

tapada. L´ambulatori està ficat on hi havia

l'escorxador.

Són així les coses, la vida va evolucionat. Molt

ràpidament.

Sempre m´han agradat els elefants, són savis,

humans, familiars, caminen sense pressa, i saben

quan han de tornar al seu lloc per a finalitzar la vida.

Per alguna raó el destí m´ha arrelat a uns metres de

la casa on vaig escoltar aquell crit

l´altra nit, que va esclatar amb una cançó.

Perquè jo sóc la nineta que nasqué fa molts

anys en aquesta parcel·la!

Aquella xiqueta volia ser artista.

I avui, la dona-xiqueta vol dir-te que les nostres

il·lusions s´han complit. Cantem i toquem la guitarra.

Altres coses han quedat pel camí. La música m´ha

donat el millor so per a expressar-me. I encara tinc

deures per finalitzar.

He d'aprendre de la lluna que sempre ompli la

seua tasca.

Per fi la redona esfera reina de l'univers brilla.

La nit s´ha engolit amb permís, la taula, els

queviures i el vi.

Els llums d'un auto em tornen on sóc.

Ja puc menejar-me i camine un poc, faig una

llarga ullada.

Ara veig com el formigó ha tapat els bancals,

han construint cases altes, la sèquia no canta, està

tapada. L´ambulatori està ficat on hi havia

l'escorxador.

Són així les coses, la vida va evolucionat. Molt

ràpidament.

Sempre m´han agradat els elefants, són savis,

humans, familiars, caminen sense pressa, i saben

quan han de tornar al seu lloc per a finalitzar la vida.

Per alguna raó el destí m´ha arrelat a uns metres de

la casa on vaig escoltar aquell crit

l´altra nit, que va esclatar amb una cançó.

Perquè jo sóc la nineta que nasqué fa molts

anys en aquesta parcel·la!

Aquella xiqueta volia ser artista.

I avui, la dona-xiqueta vol dir-te que les nostres

il·lusions s´han complit. Cantem i toquem la guitarra.

Altres coses han quedat pel camí. La música m´ha

donat el millor so per a expressar-me. I encara tinc

deures per finalitzar.

He d'aprendre de la lluna que sempre ompli la

seua tasca.

Per fi la redona esfera reina de l'univers brilla.

Implacablement perfecta.

Un llum encegador m´encén els ulls. Tot em

dóna voltes, forts i pianos.

Page 19: Lle3 nº3, 2011

Alce la mirada i em quede esbalaïda. No ho

entenc.

S´ha produït una transformació. Fa uns minuts,

on hi havia el solar ha aparegut una casa. I en la planta

baixa els neons d'un bar parpellegen. Estic descon-

certada.

Una veu coneguda em demana foc, el mire de

reüll. És el mateix xic de l´altre dia

—Bona nit, Argila. Fa temps que no ens veiem,

—Bona nit, és veritat i hem coincidit en el mateix lloc.

Com saps el meu nom?

—Ens hem vist unes quantes vegades pel barri,

et coneix molta gent, però tu sempre vas absent pensant

en les teues músiques. Jo em dic Abdulà.—

Perdona, Abdulà, però estan succeint coses

estranyes, i estic un poc atabalada.

Tu em vares demanar foc quan la lluna estava

a mig-deure —M´agrada di-ho així—. És a dir, creixent,

en el cel. Avui és plena. Sols ha passat un cicle de lluna.

I aquesta casa era un solar tronat i vell. I de sobte

apareix en uns minuts. No estaré somniant?

—Tens raó, Argila, però tot canvia ràpidament

i l´han feta. Ja ho veus.

A més, avui celebrem l´entrada de la primavera

i li fem un petit homenatge a la cantant del barri. Argila,

vols vindre a la festa amb mi?

Vaig dubtar un poc, em semblava com un

flirteig, amb el del meu naixement. Abdulà va afegir

—Em complau que entres a la inauguració del

local del meu braç.

—Doncs anem, xicon!

Aplaudiments i música s´escolten dins quan

entren els protagonistes de la festa

Abdulà i jo ens mirem als ulls. Un somriure

naix. Sóc feliç i done gracies.

Em diu Abdulà:

—Coneixes el meu país?

—No, mai he estat.

—Doncs és molt prop d'ací.

Somriu.

—El nom del bar i l'Estat d'on vinc són el mateix

més o menys.

— ÀFRICA CAFÉ

Sembla que tot és arrodonit aquesta nit.

Page 20: Lle3 nº3, 2011

La oscuridad le estaba lamiendo el

entendimiento desde hacía varias horas.

Despierto en la nada, Carles daba vueltas y

más vueltas en la cama. Tapado con una única manta

hasta el cuello, mantenía los ojos abiertos e

inexpresivos. Hoy tampoco había ido a clase. Decidió

encender la luz, y ésta se le metió en los ojos como

agujas incandescentes, repletas de vida. No había

dormido en toda la noche, ni había cenado tampoco.

Desde hacía un tiempo carecía de la capacidad de sentir

sueño o hambre, y no le preocupaba.

Se incorporó con un largo suspiro y encendió

el portátil. Su mente estuvo ausente, absorbida por

esa pequeña pantalla, durante un tiempo que nunca

llegaría a calcular por falta de interés, hasta que un

diminuto ruido le sacó de su estupor. Intentó volver a

concentrarse en su inactividad pero el ruido volvió a

sonar con más fuerza y decidió pasear por el piso de

estudiantes donde vivía con sus amigos. En estos

momentos se encontraba solo, así que entró sin

problemas en la habitación más grande y se tumbó en

la cama, pensativo, analizando sus carencias, quizá,

por la comparación con el otro. Echó un vistazo y se

fijó en una rana de madera. Carles se levantó, la cogió

y volvió a tumbarse. Era una de esas extrañas ranas

que si les frotabas la espalda con un palo, imitaban el

ruido del animal. Éste comenzó a frotarla suavemente,

y deseó no estar ahí, deseó huir y explotar. Al instante,

reconoció el mismo ruido que le había llevado hasta

allí y notó como su cuerpo empezaba a aligerarse,

dejando atrás la nitidez de la realidad y noqueándolo

con fuerza en una gravedad inexistente que le arrastró

a desaparecer.

Cuando volvió a tener consciencia de sí mismo,

estaba en medio de una multitud enorme de gente que

pasaba por su lado sin chocarse. El tumulto ascendía

a los cielos y gran cantidad de carteles ininteligibles

se alzaban sobre él amenazantes.

Estaba en Japón. Carles amaba todo lo

relacionado con los videojuegos, los cómics y la cultura

japonesa, así que cuando se recuperó del shock inicial,

fue corriendo a donde sus sueños le permitían. Sus

manos estaban llenas, sus ojos palpitantes y la piel se

le estremecía a cada nueva visión de lo imposible, no

tenía tiempo de pararse a pensar, necesitaba alcanzar

todo lo que hasta ahora era inalcanzable para él.

PREMI EX ALUMNES

CARLES I LA RANA DE MADERABlas Cabanilles Folgado

Page 21: Lle3 nº3, 2011

Finalmente se perdió en las telarañas que su propia mente

le había preparado. Y no fue hasta que la noche cayó

sobre sus hombros, cuando se dio cuenta de que

desconocía las horas que llevaba en ese lejano país.

Cabizbajo caminó sin rumbo por unos verdes paisajes a

las afueras, pensando que realmente no podía saber si

había aprovechado el tiempo o no. Encontró un pequeño

templo y subió hasta él. Se dirigió a un rincón y se sentó

en el suelo, jadeando por el cansancio. ¿Había estado

aprovechando su tiempo? Se miró la mano, y segundos

después sacó la rana de madera de un bolsillo. Desearía

ir a un lugar donde el tiempo no existiera. Inmediatamente

sus dedos empezaron a explotar juguetones como

burbujas, y pronto todo su cuerpo corrió la misma suerte

en un haz de luz azulada.

El sol le cegó por completo cuando vislumbró a

lo lejos un nuevo horizonte. El cielo gobernaba en el lugar

con suprema maestría y los pocos árboles que tenían la

osadía de vivir allí no tenían más remedio que mostrarse

arrinconados en su afán por sobrevivir. Tierra y viento

se mezclaban para cruzar atrevidos entre la ropa de

Carles. Sin duda estaba en la sabana africana. Estaba en

África, pensó. En ese momento se maravilló tanto de la

vista que el mundo le ofrecía, que no reparó en la pequeña

sombra que había aparecido a su espalda. Quizá allí

estuviera mejor. Empezó a caminar hacia delante con

paso lento, disfrutando de las sensaciones que le

impregnaban al unirse en esencia con aquel lugar. Cuando

de pronto algo le tocó la espalda y se giró asustado,

procurando pensar que podría aparecérsele en un sitio

como aquél. Unos ojos como platos le admiraban sin

apartarse ni un milímetro de los suyos. Carles quedó

paralizado y no reaccionó hasta que la niña no estiró su

brazo, ofreciéndole una pequeña muñeca hecha de alguna

especie de sucio tejido. En aquel momento oyó un ruido

que le asustó todavía más y se giró para comprobar que

estaban a salvo, pero cuando volvió la cabeza para buscar

a la niña, esta ya no estaba. Solo la muñeca descansaba

en el suelo como dormida. Carles la cogió y después de

estar un rato acariciándola, pensando en la paz africana,

volvió a escuchar aquel ruido amenazante. Horrorizado

vio como en esta ocasión, sus temores cobraban vida en

forma de león, majestuoso a pocos metros de él. Gritó y

corrió en dirección contraria a la de su perseguidor, pero

sabía que poco iba a conseguir con eso. El león por su

parte, abrió las fauces y se dispuso a saltar encima de su

exótica presa, con las garras por delante. Carles pudo

esquivar el primer salto escondiéndose detrás de un

arbusto, pero tropezó segundos después y empezó a

tambalearse mientras avanzaba hacia delante. En esos

pocos instantes, Carles pudo darse cuenta de muchas

cosas, iba a morir y nunca había hecho nada importante

por nadie en particular. ¿Quién lo recordaría? El león

saltó de nuevo, y en el último tropiezo Carles se percató

del bulto que le asomaba en el bolsillo. Cogió la rana y al

sentir una de las uñas del león en su espalda, logró tocarla,

dejando que su subconsciente decidiera el próximo lugar.

Una explosión de luz hizo retroceder al rey cuando

Page 22: Lle3 nº3, 2011

desapareció, y las próximas imágenes que estallaron en

su cabeza le desconcertaron tanto que se mareó. En su

mente resonaban carcajadas distorsionadas, infantiles.

El calor no había desaparecido pero sentía vida

a su alrededor. Cuando pudo enfocar su alma al exterior

se dio cuenta de que estaba rodeado de niños jugando al

fútbol, arrinconados por calles estrechas llenas de

historias talladas en las grietas. Nadie se sorprendió al

verlo y Carles se quedó observando aquel juego infantil

un rato.

¿Dónde se encontraba? Por la conversación de

las gentes pudo adivinar que en Brasil. Vaya, ¿Por qué

justamente Brasil? Ni siquiera se había planteado viajar

allí nunca. Decidió pasear por la ciudad y no pudo más

que sonreír al ver tanto niño feliz jugando en la calle.

Recordó los momentos de su infancia y no le asombró

descubrir que habían sido los mejores de su vida, nada

que ver con los de ahora, tan desbordantes e

incomprensibles. Depresivos. Se sentó en la acera a tomar

el sol, pensando en el camino que había tomado su vida,

y pensó que quizá ella no era el problema, sino él. Poco

después oyó un llanto que le resquebrajó por dentro.

Buscó con la mirada el lugar de donde podía venir aquel

sonido y enseguida lo encontró, acurrucado en una

esquina cerca de él. Era una niña que escondía la cara

entre sus brazos para que nadie la viera triste. Se miraron

un segundo y apartaron la mirada inmediatamente.

Carles empezó a deslizarse poco a poco para llegar a su

lado sin sobresaltarla, deteniéndose en cuanto

sospechaba que la niña lo estaba vigilando, y cuando por

fin llegó a su lado, se acordó de que la rana no era lo

único que tenía en el bolsillo, y entonces, sacó la muñeca

que se le había caído a aquella misteriosa niña africana

y se la dio, provocando en aquella pequeña una gran

sonrisa. Al dejar de llorar, Carles pudo ver en sus ojos la

inocencia, y en ella encontró algo hermoso y digno de

proteger. Sin previo aviso, y pese a que él no quería dejar

ese lugar tan pronto, la rana empezó a cantar por sí sola

y Carles sintió que le arrancaban el aliento, en una caída

infinita por los límites de la realidad.

Aterrizó ligero como una pluma, y los pulmones

se le llenaron de aire tan deprisa que no pudo evitar un

suspiro al caer sobre la cama. Se incorporó rápidamente,

mareándose por la enorme cantidad de información

acumulada, y cuando por fin recuperó el sentido se dio

cuenta de que tenía la rana de madera al lado. La cogió

y se dirigió a la ventana. Allí enfrente pudo contemplar

un patio de colegio enorme y rebosante de niños. Apretó

los puños y no pudo evitar que se le escapara una lágrima

al comprender lo estúpido que había sido, intentando

evitar lo inevitable, intentando detener el tiempo. Debía

aceptar que estaba creciendo, y que ahora el ya no era

el niño, sino el que debía protegerlo y guiarlo en el futuro,

y para eso, debía existir tal futuro. Sonrió y fue a su

habitación, cogió la mochila olvidada, desconectó el

portátil, y paseo feliz por las calles de Valencia hasta

llegar triunfante a su destino.

Un destino que siempre había estado allí.

Page 23: Lle3 nº3, 2011

ACCÉSIT EX ALUMNES

ADÉS I ARALola Júdez López

Era un home intel·ligent, despert, manyós i

molt popular al seu poble. Exercia com a practicant,

però la llista del seus treballs era infinita: barber,

dentista, llevador, organista, sagristà, electricista...

A sa casa reparava rellotges, planxes i tota classe

d’aparells. S’atrevia amb la reproducció dels nous

invents. Diuen els seus fills que va fer una mena de

ràdio amb la f inalitat de poder escoltar els

esdeveniments de la guerra civil.

Conten que una vegada el cotxe de línia, que

unia el poble amb la capital, va tindre una avaria i no

hi havia forma humana d’engegar-lo. Passava en aquell

moment un veí que, en veure’ls tan sufocats, va

exclamar: “Què feu perdent el temps? Crideu a

Miquel!”.

Així ho van fer. Quan ell va arribar, va alçar el

capot, va maniobrar al seu interior durant una estona

i a l’instant el rum-rum, del motor es va tornar a sentir

i l’autobús es va posar de nou en moviment.

Sembla que tenia una habilitat i un gust especial

per explorar i esbrinar els mecanismes interns de

qualsevol objecte. Muntava i desmuntava tot el que

queia a les seues mans i sempre aconseguia arreglar-

ho. Es per això que el seus veïns confiaven en la seua

destresa.

Ell, que pel seu ofici assistia a les parteres, va

contribuir a l’increment de la natalitat al seu poble,

perquè va tindre set fills, alguns del quals van eixir

d’aquell món menut de relacions properes i durables,

per incorporar-se a un altre món que començava a

despuntar. Era la etapa preindustrial, que expulsava

gent dels pobles a les ciutats, buscant millores i

benestar.

. . .

Era un jove intel·ligent, despert i manyós. Aquell

matí es va despertar amb un gust amarg a la boca. De

què li servia el flamant títol d’enginyer industrial?

Anys d’estudi i vocació dedicats a preparar-se en allò

que més li agradava. A sa casa li deien que era un

“manitas”, que no sabien a qui es podia semblar. Va

ser per això que va elegir aquella carrera, perquè li

agradaven els intestins dels mecanismes, les vàlvules,

els motors d’injecció, les connexions i engranatges de

totes les peces. Va ser becari en una important empresa

automobilística i com van quedar contents de les seues

aptituds, li van fer un contracte per nou mesos amb

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possibilitats de quedar-s'hi com a fix. Van ser els nou

mesos més feliços de la seua vida. Estava en el seu

element, igual que el fill que esperava amb la seua

dona Rosa, que ja anava pel huité mes d’embaràs.

Quan les coses pintaven millor que mai, o això

semblava, els va arribar la notícia: l’empresa anava a

realitzar un expedient de regulació de treball, perquè

hi havia un excés de producció que no trobava eixida

en el mercat. Consegüentment s’hi havia de reduir la

plantilla i ell era un dels que sobraven.

S’havia de buscar la vida, i més amb un fill en

camí. A partir d’eixe moment els diaris es van convertir

en els seus amics. Va ser a les pàgines d’economia on

va trobar entre d’altres, una oferta de treball per a

una companyia petroliera situada al nord d’Àfrica, que

buscava professionals amb la seua titulació. Les proves

de selecció es feien a Madrid. Ell hi va acudir junt a

molts altres i al cap d’unes setmanes, l’amargor va

desaparèixer. El van cridar per a dir-li que estava

admès, però que la feina no corresponia a la seua

titulació, sinó que era de rang inferior. A ell no li va

importar, perquè el que volia era treballar. Va buscar

al mapa i a Google dades sobre el país a on havia de

anar. El seu fill ja havia nascut i marxarien els tres.

Han passat sis mesos i afortunadament han

pogut eixir de Líbia. El que han deixat darrere és la

lluita d’un poble que no vol governants que es facen

rics a càrrec de la misèria dels seus ciutadans. Està

totalment d’acord i ha deixat allí grans amics que

espera que aconseguisquen els seus propòsits.

Ell també és un lluitador. Continuarà com

sempre buscant feina. A sa casa continuen dient-li: ets

un “manitas”! No sabem a qui et sembles, Miquel!

No diu res, perquè coneix la resposta i sap molt

bé a qui estan referint-se. Son pare assenteix amb el

cap i ell pensa en com aquell món xicotet del seu pare,

amb feines properes i durables, s’ha transformat en

un altre món global amb feines curtes i allunyades.