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1. Planteamientos previos En el curso de la elaboración de nuestra tesis doctoral, orientada a un estudio global del perío- do Calcolítico en la región cantábrica, juzgamos esencial detenernos en el análisis del grupo tipo- lógico más característico del repertorio lítico correspondiente a esa etapa. Éste es, por supues- to, el caracterizado –en un orden de menor a mayor pormenor en su estudio– por el tipo D6 de la lista de Fortea (1973), por el orden de los planos de la analítica de Laplace (1974, 1987) y por el grupo de los foliáceos al que consagra Bago- lini la más detallada sistemática al respecto (1970). En concreto, el que verdaderamente ha centrado el interés de la investigación es el subconjunto específico constituido por las puntas de flecha. Nos ha interesado especialmente indagar acerca de tres aspectos que creemos relevantes desde el punto de vista interpretativo en relación con este grupo industrial. a) Análisis contextual. En primer lugar, y desde un punto de vista más “etnográfico”, parece con- veniente observar la repartición de las puntas ISSN: 0514-7336 LAS PUNTAS LÍTICAS CON RETOQUE PLANO DEL CALCOLÍTICO CANTÁBRICO: ANÁLISIS TECNOTIPOLÓGICO Y CONTEXTUAL Lithic arrowheads from Cantabrian Chalcolithic: techno-typological and contextual analysis Roberto ONTAÑÓN PEREDO Universidad de Cantabria-Departamento de Ciencias Históricas. Edificio Interfacultativo. Avda. de los Cas- tros, s/n. 39005 Santander. Correo-e: [email protected] Fecha de aceptación de la versión definitiva: 30-04-01 BIBLID [0514-7336 (2002) 55; 199-229] RESUMEN: Este artículo intenta una aproximación al conocimiento del grupo más característico del repertorio industrial calcolítico en la región cantábrica, constituido por las puntas líticas con retoque plano. Fundamentado en un estudio de base numérica que incluye la utilización de diversas técnicas esta- dísticas, este acercamiento combina los tres aspectos que creemos más relevantes desde el punto de vista interpretativo en relación con este grupo industrial: un análisis de índole contextual, una consideración morfológico-evolutiva y una aproximación estilística. Finalmente se incluye una serie de consideraciones generales acerca de la dimensión socioeconómica de este tipo de proyectiles en el Calcolítico cantábrico, basadas en la interpretación de la evidencia anterior. Palabras clave: Calcolítico. Región cantábrica. Puntas líticas. Retoque plano. ABSTRACT: This paper constitutes an approach to the knowledge of the more characteristic group among the industries of the Cantabrian Chalcolithic: the lithic projectile points fabricated with the techni- que of the invasive retouch. This attempt is based on a statistical study in which three aspects very signifi- cant for the interpretation of this technological group are involved: a contextual analysis, a morpho-evoluti- ve view and a stylistic examination. At last it is included a series of general considerations on the socio-economic dimension of this type of industries, based on the interpretation of the preceding evidence. Key words: Chalcolithic. Cantabrian region. Lithic arrowheads. Invasive retouch. © Universidad de Salamanca Zephyrvs, 55, 2002, 199-229

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1. Planteamientos previos

En el curso de la elaboración de nuestra tesisdoctoral, orientada a un estudio global del perío-do Calcolítico en la región cantábrica, juzgamosesencial detenernos en el análisis del grupo tipo-lógico más característico del repertorio líticocorrespondiente a esa etapa. Éste es, por supues-to, el caracterizado –en un orden de menor amayor pormenor en su estudio– por el tipo D6de la lista de Fortea (1973), por el orden de losplanos de la analítica de Laplace (1974, 1987) y

por el grupo de los foliáceos al que consagra Bago-lini la más detallada sistemática al respecto (1970).En concreto, el que verdaderamente ha centradoel interés de la investigación es el subconjuntoespecífico constituido por las puntas de flecha.

Nos ha interesado especialmente indagaracerca de tres aspectos que creemos relevantesdesde el punto de vista interpretativo en relacióncon este grupo industrial.

a) Análisis contextual. En primer lugar, y desde unpunto de vista más “etnográfico”, parece con-veniente observar la repartición de las puntas

ISSN: 0514-7336

LAS PUNTAS LÍTICAS CON RETOQUE PLANODEL CALCOLÍTICO CANTÁBRICO:ANÁLISIS TECNOTIPOLÓGICO Y CONTEXTUAL

Lithic arrowheads from Cantabrian Chalcolithic:techno-typological and contextual analysis

Roberto ONTAÑÓN PEREDOUniversidad de Cantabria-Departamento de Ciencias Históricas. Edificio Interfacultativo. Avda. de los Cas-tros, s/n. 39005 Santander. Correo-e: [email protected]

Fecha de aceptación de la versión definitiva: 30-04-01

BIBLID [0514-7336 (2002) 55; 199-229]

RESUMEN: Este artículo intenta una aproximación al conocimiento del grupo más característico delrepertorio industrial calcolítico en la región cantábrica, constituido por las puntas líticas con retoqueplano. Fundamentado en un estudio de base numérica que incluye la utilización de diversas técnicas esta-dísticas, este acercamiento combina los tres aspectos que creemos más relevantes desde el punto de vistainterpretativo en relación con este grupo industrial: un análisis de índole contextual, una consideraciónmorfológico-evolutiva y una aproximación estilística. Finalmente se incluye una serie de consideracionesgenerales acerca de la dimensión socioeconómica de este tipo de proyectiles en el Calcolítico cantábrico,basadas en la interpretación de la evidencia anterior.

Palabras clave: Calcolítico. Región cantábrica. Puntas líticas. Retoque plano.

ABSTRACT: This paper constitutes an approach to the knowledge of the more characteristic groupamong the industries of the Cantabrian Chalcolithic: the lithic projectile points fabricated with the techni-que of the invasive retouch. This attempt is based on a statistical study in which three aspects very signifi-cant for the interpretation of this technological group are involved: a contextual analysis, a morpho-evoluti-ve view and a stylistic examination. At last it is included a series of general considerations on thesocio-economic dimension of this type of industries, based on the interpretation of the preceding evidence.

Key words: Chalcolithic. Cantabrian region. Lithic arrowheads. Invasive retouch.

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de flecha en general, y de los diferentes tipos ysubtipos distinguidos en ellas, entre las distin-tas clases de contextos en que se localizan; o,lo que es lo mismo, determinar la posibilidadde la existencia de particularidades en la distri-bución de las puntas según pautas locacionalesy, de aquí, funcionales, que nos pudieran ser-vir de base para el planteamiento de inferen-cias interpretativas de índole económica ysocial.

b) Evolución morfológica. En segundo lugar, resul-ta del mayor interés, desde un enfoque tecno-lógico y cronocultural, intentar dilucidar lacuestión, aún insatisfactoriamente resuelta,de la evolución morfológica de las puntas deflecha, asunto repetidamente tratado en labibliografía, pero casi siempre de un modopoco riguroso a causa de las insuficienciasexistentes en la fundamentación estratigráficay material de las propuestas planteadas. Pornuestra parte, poco podemos aportar a la pri-mera de estas carencias. Sin embargo, creemoshaber conseguido recopilar en el transcursode nuestro trabajo información cualitativa ycuantitativamente suficiente como para poderafirmar que contamos con una base materialadecuada para el establecimiento de conclu-siones sólidamente fundamentadas.

c) Aproximación estilística. De forma complemen-taria a las dos cuestiones anteriormente plantea-das, aprovechando la riqueza morfo-tipológicacaracterística de los foliáceos1 y explotando labase de datos con que contamos acerca de estegrupo en el Cantábrico, hemos creído apropia-do intentar una aproximación al estudio deesta clase de útiles líticos en la región desde unpunto de vista estilístico. Persigue este aspectodel estudio un doble objetivo:

– Profundizar en la caracterización morfotéc-nica del grupo de las puntas de flecha, con-siderado hasta ahora únicamente en cuantoa la clasificación tipológica de sus efectivos.

– Determinar si existe homogeneidad o, alcontrario, se detecta una variabilidad signi-ficativa de naturaleza estilística en la zonade estudio, intentando poner en relación ladistribución establecida según estos crite-rios con las diferentes agrupaciones defini-das tras el estudio técnico y tipológicogeneral. Ello nos permitirá indagar, conmayor propiedad, sobre la posibilidad de laexistencia de distintos “grupos estilísticos”,y de aquí –si se admite el salto interpretati-vo–, acerca de la presencia de diferentes“grupos culturales” (al menos, obviamente,en relación con la elaboración de este tipoconcreto de útiles).

La base sobre la que asentamos esta explora-ción estilística es la determinación sobre la muestradisponible de una serie de índices morfométri-cos y la observación de su distribución tanto anivel global como en los distintos subtipos, aten-diendo a la detección de variaciones significativasque permitirían establecer agrupamientos dentrode cada uno de ellos. De la determinación detales conglomerados cabría inferir la existenciade ciertos modos específicos de fabricación deesta clase de útiles. Fundamentamos nuestro aná-lisis, así pues, en criterios morfológicos, los quejuzgamos más adecuados, si no los únicos váli-dos, para plantear un acercamiento de esta índo-le a los datos disponibles2.

Los índices tomados en consideración, quetienen una significación morfométrica directa yotra tecnológica derivada de la anterior, se defi-nen como sigue. El índice de alargamiento (IL)equivale a la relación entre longitud y anchuramáxima. El índice de afinamiento (IF) indicala relación entre longitud y espesor máximo; suvalor está relacionado, principalmente, con lamayor o menor solidez de las piezas. El índicede aplastamiento (IA) refleja la relación entrela anchura y el espesor máximos; su considera-ción puede aproximarnos a las cualidades de

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1 Complejidad formal que lo convierte en elgrupo más apropiado para el establecimiento de cues-tiones de esta índole en relación con la industria líti-ca tallada en el ámbito geográfico y cronológico deestudio.

2 Otros criterios de posible definición estilística,como los relacionados con la dirección, amplitud y deli-neación del retoque no nos parecen, tras un primerescrutinio de los datos, suficientemente representativospara la muestra analizada.

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aerodinamismo de las piezas y también a sucapacidad de penetración.

2. Las materias primas líticas

No contamos con estudios analíticos espe-cíficos acerca del aprovisionamiento de mate-rias primas ni de sus fuentes de abastecimientoen el Calcolítico cantábrico, de manera queeste asunto puede ser abordado únicamente deun modo muy genérico. Pueden plantearse, noobstante, ciertas observaciones generales que,si bien no son muy concisas, permiten estable-cer algunas tendencias globales en cuanto aluso de estos recursos líticos, que encuentran suexplicación en la interacción entre factoresnaturales –la disponibilidad de los recursos líti-cos– y antrópicos –el modo en que son apro-vechados–.

Se aprecia, en líneas generales, un aprove-chamiento muy inmediato de las materias pri-mas líticas. La composición del grueso de lasindustrias examinadas manifiesta el empleo derocas accesibles en el entorno próximo de losyacimientos, dentro de un radio máximo deunos pocos kilómetros. Esa propensión a unabastecimiento fácil y rápido encuentra sumáxima expresión en la reutilización de mate-riales procedentes de niveles infrayacentes delos propios depósitos, documentada en algúnyacimiento en cueva y al aire libre (Armenda-riz, 1990: 132)3.

Las pautas seguidas en el aprovisionamientode las materias primas líticas pueden caracteri-zarse, así pues, como verdaderamente “económi-cas”. Sugieren la realización de un esfuerzomínimo en el abastecimiento de las mismas, quese efectúa, casi siempre, en las áreas contiguas alyacimiento: el sílex, en los afloramientos nodula-res erosivos de las calizas y margas cretácicas y

terciarias del litoral4 –excepto en la zona occiden-tal, donde se recurre a variedades de baja calidadincluidas en las calizas paleozoicas–; la cuarcita yla arenisca, en los cantos rodados de terrazas flu-viales y playas; el cuarzo (material relativamenteimportante en algunas colecciones), en cualquie-ra de las variadas rocas en que aparece, en formade cantitos o pequeños filones intrusivos asocia-dos a grietas o fracturas. Otra materia prima líti-ca explotada en esta época, si bien en cantidadesmínimas, es la ofita, documentada en algunascolecciones de Cantabria y el País Vasco, que sebeneficiaría en afloramientos filonianos asocia-dos a formaciones diapíricas, no extrañas a lageomorfología de esas regiones. Se constatan,empero, testimonios que escapan a esa tendenciae indican de forma incontestable su coexistenciacon otra corriente de orientación diametralmen-te opuesta, basada en la importación de materialesdesde otras áreas relativamente alejadas, inclusoforáneas a la región cantábrica. Aparecen, enefecto, dentro de la muestra examinada, clarosexponentes de la utilización de materias primasalóctonas, siempre en relación con útiles líticosmuy elaborados o morfológicamente singulares,normalmente fabricados sobre soportes lamina-res, entre los que destacan, desde luego, las pun-tas con retoque plano.

La utilización de variedades de sílex ajenas ala litología del entorno cercano a los yacimientosse detecta con especial claridad en las coleccionesde los yacimientos al aire libre del oriente asturia-no, lo que no debe extrañar si se tiene en cuentaque se trata de la zona del Cantábrico más pobreen sílex y donde éste es, además, de peor calidad.En estos conjuntos líticos se aprecia una claraselección de los tipos de sílex según las necesida-des de la talla, empleándose sobre todo las varie-dades comarcales (o la cuarcita, muy abundanteen la región) para la fabricación de los grupostipológicos sobre lasca más simples –muescas ydenticulados, piezas astilladas, gran parte de los

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3 Tal vez la tendencia detectada se vea en ciertomodo distorsionada por el elevado peso que tienen enla muestra estudiada los materiales procedentes de yaci-mientos costeros ubicados directamente sobre –o muycerca de– afloramientos de sílex, la materia prima, condiferencia, más utilizada. Así, las variedades autóctonasestarán sin duda sobrerrepresentadas sobre las alóctonas,que, como veremos, también aparecen.

4 La procedencia de las zonas litorales más próxi-mas del sílex documentado en los principales yacimientosanalizados se hace evidente en la identidad petrológicaexistente, por un lado, entre las variedades más frecuentesen las colecciones de yacimientos litorales del centro deCantabria, y, por otro, entre las de los niveles en cuevadel País Vasco.

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raspadores– y dedicándose prioritariamente lossílex aportados, de mejor calidad, para la talla delos útiles más elaborados y, en general, los querequieren un soporte laminar –microlitos, piezascon dorso, perforadores, piezas de hoz y la prácti-ca totalidad de las puntas con retoque plano–.Parece, pues, que la necesidad de sílex de buenacalidad para la talla, imposible de satisfacermediante los recursos locales, se solventa a travésde la importación de variedades alóctonas, bien através de intercambio o comercio, bien a base deexpediciones hasta las fuentes de abastecimientode esa materia prima (Arias, 1990).

En el mismo sentido apuntan las materiasprimas en que están fabricadas ciertas puntas deflecha con retoque plano de otros yacimientos,como una del Rostrío de Ciriego (Santander)elaborada en una excelente variedad de sílex decolor rosáceo, inexistente en los vecinos aflora-mientos nodulares costeros (Fig. 1, n.º 1).

Idéntica situación de convivencia de doscorrientes contrapuestas en el aprovisionamientode las materias primas líticas para la talla se detec-ta en el repertorio industrial de otros yacimientos

al aire libre del Calcolítico cantábrico, como el deSollube (Vizcaya). En ellos se observa la combina-ción de un suministro predominantemente localde los recursos líticos y el empleo de materias pri-mas alóctonas de calidad superior, dedicadasexpresamente a la fabricación de útiles sobresoporte laminar, sobre todo hojas retocadas,microlitos geométricos y piezas con retoque plano(López Quintana, 1996: 181).

Uno de los ejemplos más representativos aeste respecto lo constituye, desde luego, la hojade puñal elaborada mediante retoque plano loca-lizada en el depósito sepulcral hipogeo de LaGarma A (Ribamontán al Monte, Cantabria)(Fig. 1, n.º 2). Está trabajada sobre un soportelaminar de sílex tabular cuya naturaleza obliga adescartar su procedencia de los afloramientosnodulares de esta materia prima conocidos en elentorno regional (Arias, Ontañón, González eIbáñez, 2000). Un caso similar lo constituye lamagnífica punta de flecha de la Cueva de LosAvellanos (Alfoz de Lloredo, Cantabria), elabo-rada sobre una variedad de sílex tabular muyparecida a la del anterior (Fig. 1, n.º 3).

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Mapa de la Cornisa Cantábrica, con indicación de los yacimientos citados en el texto:1. El Cantón I; 2. Sierra Plana de la Borbolla; 3. Los Avellanos; 4. El Castro; 5. Covachos; 6. El Rostrío de Cirie-

go; 7. Bañaperros/El Bocal; 8. La Garma A; 9. Los Gitanos; 10. El Cráneo; 11. Pico Ramos; 12. Ilso Betaio; 13. Ordun-te; 14. Zalama; 15. Irumugarrieta I; 16. Santimamiñe; 17. Iruaxpe I; 18. Urtao II; 19. Pagobakoitza; 20. TrikuaiztiI; 21. Larrarte; 22. Arriaundi II; 23. Amalda; 24. Limurita; 25. Igartza O; 26. Intxusburu; 27. Ausokoi; 28. Baiarra-te; 29. Uelogoena N; 30. Venta de Zárate; 31. Mendizorrotz II; 32. Pozontarriko Lepoa.

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Este aspecto se complica considerablementeante la presencia de otras evidencias que parecenmatizar e incluso contradecir a las anteriores encuanto a la utilización e importación de varieda-des líticas de mejor calidad para la confección deciertos tipos líticos, recordándonos la enormecomplejidad del comportamiento humano y lainconveniencia de planteamientos demasiadoglobales y simplificadores.

Uno de esos testimonios discrepantes se en-cuentra, precisamente, en algunas de las puntas

de flecha de los principales yacimientos al airelibre del oriente de Asturias y el centro de Can-tabria, los de la Sierra Plana de la Borbolla y elRostrío de Ciriego, fabricadas en un sílex deprocedencia comarcal y características realmen-te deficientes. Ello atestigua la fuerte implan-tación del modo de aprovechamiento local,que afecta incluso a las piezas aparentementemás selectas. Este caso constituye una excelen-te muestra de la pervivencia en esa zona deusos constatados ya en el Paleolítico superior

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FIG. 1. 1: Yacimiento al aire libre de El Rostrío de Ciriego (Santander, Cantabria). 2: Cueva de La Garma A (Riba-montán al Monte, Cantabria). 3: Cueva de Los Avellanos (Alfoz de Lloredo, Cantabria).

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(ejemplificados en la talla mediante retoqueplano sobre cuarcita de puntas solutrenses),testimonio del grado de adecuación de lasmanufacturas prehistóricas a circunstancias dedeficiente disponibilidad de buenas materiasprimas líticas. No es ésta, sin embargo, la únicainterpretación posible de tal evidencia. Otraexplicación, igualmente plausible, la relacionaríacon aspectos directamente funcionales asocia-dos al empleo de tales utensilios punzantes; másen concreto, con la no necesidad de disponerde un filo resistente, que hace innecesario dis-poner de un sílex de buena calidad. Excluyen-do de la argumentación los factores socio eideotécnicos (con la venia de Binford y el per-miso de las arqueologías “interpretativas”), elaprovisionamiento –incluso a largas distancias–de materia prima de esa naturaleza se asociaríaentonces a la fabricación de unos tipos líticosconcretos, caracterizados por sus estrictosrequerimientos morfo-funcionales: en definiti-va, todos los tipos elaborados sobre soportelaminar. Sin embargo, englobando en el razo-namiento los factores antes aludidos, no dejade resultar sugestiva la estrecha asociación delas materias primas alóctonas, como soportesde artefactos morfológicamente singulares, conlos contextos sepulcrales.

Un asunto altamente interesante, aunqueinabordable con los datos disponibles, es el desi los objetos fabricados en variedades de sílexexóticas a la región fueron importados –¿oaportados?– como productos manufacturados,o bien se trata de evidencias de introducción dematerias primas exóticas en bruto, o inclusode piezas en un estadio intermedio de elabora-ción, como núcleos ya desbastados y prepara-dos para su postrer y definitiva talla. El puñalcon muescas de La Garma A constituiría, desdeluego, un magnífico testimonio a favor de laprimera hipótesis. En cualquiera de los trescasos, esos objetos constituyen innegables indi-cios de interacción entre la región cantábricay otras áreas foráneas durante el Calcolítico. Laforma que adquirió tal actividad es difícil dedeterminar, y un intento de aproximación a sudefinición excede con creces los límites y pro-pósito de este trabajo.

3. Caracterización tipológica general de laspuntas con retoque plano del Calcolíticocantábrico

En la elaboración de este trabajo hemos cla-sificado las puntas de flecha según la rigurosa yexhaustiva sistemática de Bagolini al nivel estruc-tural que hemos creído más conveniente para sucorrecta realización: el de los subtipos, dado quealcanza un grado de significación suficiente ypermite un tratamiento cómodo de los datos, sinllegar a la complejidad del mucho más detalladonivel estructural de las variantes específicas, cuyoempleo resultaría en este caso farragoso ademásde innecesario.

Un primer examen cuantitativo, previo a losdiferentes análisis a que someteremos a continua-ción los datos recogidos, ofrece los siguientesresultados acerca de la distribución general de laestructura tipológica de este grupo de elementosindustriales. Sobre un total de 206 piezas sufi-cientemente caracterizadas5, 141 pertenecen altipo de las puntas pedunculadas (F1), que seerige, así, en el claramente mayoritario, acumu-lando más de las dos terceras partes (68,44%) delos efectivos analizados. El tipo F2, que repre-senta las puntas con base, engloba sólo 24 ele-mentos, lo que equivale al 11,65%, de maneraque se define como el tipo menos numeroso. Enun escalón intermedio se sitúa el tipo F3 (pun-tas dobles) que, con 41 efectivos, supone el19,90%. Estas proporciones, por sí mismas,resultan ya significativas, teniendo en cuenta quela muestra puede considerarse suficientementerepresentativa de la “población” o totalidad depiezas de este tipo documentadas en la regióncantábrica (al menos, de las accesibles al estu-dio). Se ilustran en el Gráfico 1.

Dentro del tipo predominante, las puntaspedunculadas, se aprecia una neta desproporciónentre los tres subtipos presentes en la muestra.Así, es el F1A (puntas con pedúnculo y aletas)

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5 Esta cantidad corresponde al número de piezasque hemos podido clasificar hasta el nivel aludido y ads-cribir con seguridad a un tipo de contexto. No se inclu-yen otras 60 piezas inventariadas que por su carácterfragmentario o por ser conocidas a través de informa-ción bibliográfica imprecisa no pueden ser conveniente-mente clasificadas.

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el subtipo más numeroso, englobando el 36,89%del total analizado con sus 76 efectivos. Le sigueel F1B (puntas con pedúnculo y hombreras), con39 piezas (el 18,93%), que ocupa la segundaposición entre los subtipos y, por último, el F1C(puntas pedunculadas simples), con 26 elemen-tos y el 12,62%, que ocupa el cuarto.

El segundo tipo se divide, a su vez, en tressubtipos, dos de ellos de presencia casi nula yotro que ocupa la quinta plaza en la ordena-ción a este nivel estructural. El subtipo F2A(puntas con aletas [o con base cóncava]), fre-cuente en el sur y oeste peninsulares, no cuen-ta con ningún representante en nuestraslatitudes, a no ser que sea correcta la noticia dela existencia de una “foliácea de base cóncava”en el yacimiento de Ordunte (Yarritu y Gorro-txategi, 1995). El subtipo F2B (puntas conbase simple) está presente a través de una únicapieza, del nivel B de la Cueva de Urtiaga, demanera que ocupa el último lugar en el cóm-puto general. El subtipo F2C (puntas con baseredondeada), en cambio, suma 23 efectivos quesuponen el 11,16% –es decir, la práctica totali-dad de su tipo–, lo que le vale para ocupar laquinta plaza.

El tercer tipo reparte sus efectivos en dossubtipos, de desigual importancia proporcional.El subtipo F3A (puntas dobles foliáceas) estápresente con 29 elementos, que suponen el14,07% del total y el tercer puesto en la ordena-ción global. El subtipo F3B (puntas dobleslosángicas o romboidales) tiene una frecuenciaabsoluta de 12 y porcentual del 5,82%, quedán-dose en la sexta plaza.

Se aprecia, en conclusión, un neto predo-minio numérico de las puntas pedunculadassobre las demás, que, aun uniendo sus efecti-vos, no llegan a sumar un tercio del total.Incluso matizando un poco esa reparticióngeneral, mediante la segregación dentro del pri-mer tipo de los subtipos más netamente dife-renciados –los de las puntas con pedúnculo yaletas u hombreras (las pedunculadas simplesestán morfológicamente mucho próximas a laspuntas con base o a las dobles)–, el resultadoes que aquéllos agrupan casi la mitad de losefectivos totales, lo que consolida su caracteri-zación como variedades más frecuentes en nues-tra región. Intentaremos explicar esta desigualdistribución más adelante.

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GRÁFICO 1. Distribución general de las puntas de flecha líticas por subtipos (sistemática de Bagolini).

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4. Análisis contextual

Para tratar la primera de las cuestiones antesreferidas, la distribución de los subtipos de pun-tas de flecha por categorías de contextos de loca-lización, hemos dividido éstos, combinando cri-terios locacionales y funcionales, en cuatro grandesconjuntos: yacimientos de habitación al airelibre, de habitación en cueva, sepulcrales encueva y monumentos megalíticos. Hemos procedi-do, entonces, a la asignación de cada pieza, clasifi-cada en el subtipo correspondiente, a su contextode aparición, de donde resultan las magnitudes quese comentan a continuación, esquematizadas asi-mismo en el Cuadro 1.

Tenemos, sobre un total de 206 puntas, 69en estaciones al aire libre (33,49%), 20 en hábi-tats en cueva (9,70%), 47 en contextos sepulcra-les en cueva (22,81%) y 70 en monumentos

megalíticos (33,98%). Se hace evidente portanto, en un primer nivel de análisis, la existen-cia de una neta disimetría de carácter locacio-nal, consistente en una muy elevada frecuenciade aparición de esta clase de útiles en contextosde superficie6 –tanto de habitación como sepul-crales (ambos con proporciones muy simila-res)–, que contrasta con una incidencia bastante

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6 Hay que considerar, a este respecto, una cues-tión que puede afectar en gran medida a la representati-vidad de las diferentes categorías locacionales, cual es la“visibilidad” de estos útiles, que los convierte en la clasede objetos líticos tallados con más probabilidad de serlocalizados en contextos al aire libre. Por otro lado,conocemos imprecisas referencias a la existencia de variasdecenas de puntas más recogidas en contextos al airelibre como Zalama, Ilso Betaio y Ordunte, cuya inclu-sión en los recuentos contribuiría decisivamente a pola-rizarlos hacia los hábitats al aire libre.

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CUADRO 1. Distribución de frecuencias de puntas de flecha líticas del Calcolítico cantábrico por subtipos y categoríascontextuales (sistemática de Bagolini). Clave: HA = hábitat aire libre, HC = hábitat en cueva, CS = cuevasepulcral, MM = monumento megalítico.

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menor de los mismos (prácticamente de la ter-cera parte) en contextos hipogeos y, dentro deéstos, mucho mayor en los funerarios. Otradesigualdad (aunque de menor entidad asimis-mo evidente), ahora de cariz funcional, se cons-tata entre el número de puntas de flechadocumentadas en conjuntos de habitación y lasconstatadas en contextos funerarios, divergen-cia que resulta ligeramente favorable a estasúltimas7.

La diversificación de las puntas en los distin-tos subtipos conlleva una considerable multipli-cación y complicación de los datos, de maneraque hemos creído oportuno tratarlos medianteuna de las técnicas de análisis estadístico másdifundida en la arqueología europea, dada sucomprobada capacidad a efectos interpretativos:el análisis de correspondencias8. El Gráfico 2,obtenido a través de la determinación de doscomponentes (que explican conjuntamente el84,5% de la variación), resulta a este respectoaltamente esclarecedor.

Puede apreciarse con claridad la acusada con-frontación existente, por un lado, entre contex-tos de habitación y sepulcrales y, dentro de estosúltimos, entre las cuevas y los monumentosmegalíticos, no existiendo una discrepancia detal entidad entre los primeros. Pero más interéstiene aún el examen de la relación entre las cate-gorías locacionales y los subtipos de puntas deflecha, que delata la existencia de claras asocia-ciones entre ellos.

Así, el subtipo F1A, a pesar de ser el más fre-cuente en todos los contextos, se muestra espe-cialmente relacionado con los yacimientos dehabitación, en cueva y al aire libre, en menormedida con las cuevas sepulcrales y, muchomenos, con los monumentos megalíticos. El sub-tipo F1B manifiesta una distribución bastantemás homogénea, que lo sitúa en una posiciónaproximadamente equidistante entre las clases decontextos (aunque algo más cercana a las cuevassepulcrales). Un caso muy similar lo constituye elF3B, que presenta la distribución más equilibrada

de todos. El F1C, por contra, ofrece una de lasdistribuciones más anómalas, manteniendo unaasociación positiva similar con los hábitats y losmegalitos y totalmente negativa con las cuevassepulcrales. Los subtipos F2C y F3A, por suparte, delatan una clara correspondencia con loscontextos funerarios, particularmente estrechacon los monumentos megalíticos en el primercaso y más equilibrada con las cuevas sepulcralesen el segundo.

Pueden proponerse por tanto, a la vista delos anteriores resultados, una serie de conclusio-nes estadísticamente fundamentadas acerca de lacorrelación existente entre los diferentes subti-pos de puntas de flecha y las distintas clases decontextos definidas. Es así que ciertos subtipos,como el F1B (puntas con pedúnculo y hombre-ras) y el F3B (puntas dobles losángicas), ofrecenuna distribución aproximadamente aleatoria(menos en el primero), repartiendo sus efectivosen proporciones similares entre las distintas cate-gorías locacionales consideradas. Más relevanteresulta el hecho de que, por el contrario, losotros subtipos se reparten desigualmente, per-mitiendo su puesta en relación con ciertos con-textos específicos. Tenemos, así, el caso del F1A(puntas con pedúnculo y aletas), considerable-mente más asociado a los hábitats y cuevassepulcrales que a los monumentos megalíticos,o el F1C (puntas pedunculadas simples), apro-ximadamente inverso al anterior, esto es, muchomás relacionado con los contextos habitaciona-les y megalíticos que con las cuevas sepulcrales.Finalmente, hay dos subtipos que se caracteri-zan como elementos de clara tendencia funera-ria –esto es, con una frecuencia relativa muchomayor en contextos sepulcrales que de habita-ción–: el F3A (punta doble foliácea), que apareceen proporciones similares en cuevas y megalitos, yel F2C (puntas con base redondeada), que podríacalificarse como la punta de flecha más típicamen-te megalítica.

5. Evolución morfológica

La distribución comentada en las líneas ante-riores no resulta fácil de explicar por sí misma.Pero la consideración de la segunda cuestión

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7 Cfr. nota anterior.8 El subtipo F2B, presente en un único caso (en

cueva de habitación), ha sido eliminado del análisis, pueshubiera supuesto una seria distorsión de sus resultados.

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planteada acerca de las puntas de flecha con reto-que plano, relativa a la investigación de su teóri-ca evolución morfológica, viene a arrojar algo deluz sobre ella.

El “estado de opinión” más extendido enrelación con este asunto se inclina por aceptaruna evolución morfológica de las puntas de fle-cha con retoque plano desde formas elementales,consideradas más sencillas por la simplicidad desu perfil (las puntas propiamente foliáceas, conbase redondeada, dobles o con pedúnculo sim-ple), hasta formas compuestas (de pedúnculoy hombreras o aletas), de perfil más complejo y,

por tanto, supuestamente más evolucionado. Nose propugna, empero, una sustitución de lassegundas por las primeras, constatándose, porcontra, una clara “pervivencia” de éstas en elregistro arqueológico. Esta propuesta se asientaen presupuestos teóricos de cariz evolucionista(perfectamente lógicos, por otro lado), pero ado-lece de una considerable debilidad metodológica,dado que ese hipotético desarrollo formal noencuentra un adecuado refrendo arqueológico.En efecto, la posibilidad de existencia de tal pro-ceso no se ha documentado estratigráficamentemás que en contadas ocasiones, e implicando un

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GRÁFICO 2. Distribución de los subtipos de puntas de flecha líticas por categorías contextuales.

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número demasiado bajo de evidencias como parapermitir generalizaciones. Los mejores ejemplosque conocemos a este respecto, de fiabilidad apa-rentemente contrastada, son las secuencias de lacueva navarra de Abauntz (Utrilla, 1982), el abri-go de La Peña, en la misma provincia (Cava yBeguiristain, 1992) y la galería cubierta de BounMarcou, en Mailhac, Aude (Martin, 1959). Enlas tres se ha documentado la presencia de pun-tas de flecha en niveles superpuestos y perfecta-mente diferenciados, constatándose variacionestipológicas más o menos evidentes entre las pie-zas pertenecientes a los distintos estratos, con-sistentes en la presencia exclusiva o bienmayoritaria de puntas foliáceas en los niveles másprofundos y el predominio de formas con pedún-culo y aletas en los suprayacentes, lo que consti-tuiría un testimonio indudable en favor de lateoría tradicional.

En Abauntz se han documentado dos nivelessepulcrales calcolíticos, el b1 y el b2 –fechadoeste último en el 4240 ± 140 BP (Ly-1963)–,con cerámicas lisas y decoradas, elementos deadorno, industrias óseas y líticas entre las quedestacan las puntas de flecha. Éstas, en númerode 9, reparten sus efectivos entre los dos nivelescitados y uno revuelto, localizándose en el infe-rior (b2) cuatro puntas de perfil foliáceo, en elsuperior (b1) dos con pedúnculo y aletas y enel revuelto dos puntas de la primera clase y una dela segunda. Esto lleva a la directora de la excava-ción a plantear la precedencia de las puntas foliá-ceas respecto a las de pedúnculo y aletas, sinprecisar el lapso de tiempo entre la aparición delas primeras y las segundas (Utrilla, 1982: 244).

La secuencia del abrigo de La Peña incluíaun nivel c, sepulcral, con un ajuar muy escasoconstituido por contados elementos de adorno,indicios de industria ósea y cinco piezas líticasretocadas –entre ellas una punta de flecha doblefoliácea–, y un nivel superpuesto (b), de habi-tación, con restos de fauna y un reducidonúmero (si bien netamente superior al de losrestos del nivel c) de industrias cerámicas, óseasy líticas, entre las que se cuentan tres puntas deflecha –una en proceso de elaboración y doscon pedúnculo y aletas–. Ese nivel b se ha data-do a diferentes profundidades, obteniéndosetres fechas, estratigráficamente coherentes, que

abarcan desde tiempos históricos (75-100 cm:BM-2357: 2840 ± 70 BP), hasta momentosencuadrables entre el Calcolítico y la Edad delBronce (130-160 cm: BM-2359: 3710 ± 60 BP;165-225 cm: BM-2360: 4350 ± 80 BP). Conesta última datación se asociarían las puntas delnivel b, localizadas entre 200 y 170 cm de pro-fundidad (Cava y Beguiristain, 1992: 107).

En Boun Marcou, por último, se diferen-ciaron dos capas separadas por un enlosado depiedras calcáreas. La inferior incluía cuatro pun-tas foliáceas y la superior dos puntas de esaforma y cinco con pedúnculo y aletas, asocia-das a cerámicas campaniformes (Martin Granel,1959: 43).

En nuestra área de estudio, el único caso quepodría utilizarse como apoyo estratigráfico de talhipótesis evolutiva lo encontramos en el depósi-to de la Cueva de Santimamiñe, en Cortézubi,Vizcaya9. Se ha documentado en ella la presen-cia de un total de ocho puntas de flecha, de lascuales tres, de morfología foliácea, son atribuidaspor sus excavadores al nivel III (Aranzadi, Baran-diarán y Eguren, 1931: 179; Aranzadi y Baran-diarán, 1935: 296; Barandiarán, 1976: 427), ylas cinco restantes –una foliácea, una peduncula-da simple, una doble losángica y dos con pedún-culo y aletas– al II, especificando la pertenenciade la primera de ellas –la foliácea– al subnivelIIb, el más profundo (Barandiarán, 1976: 426 yFig. 5, 18). Tendríamos, pues, que admitir lacorrección de las observaciones estratigráficas deJ. M. de Barandiarán, otro ejemplo de prelaciónde las puntas de formas más elementales respec-to a las formas compuestas, que harían su apari-ción con posterioridad conviviendo con lasanteriores.

No hemos encontrado en la Cornisa Cantá-brica ningún otro apoyo estratigráfico seguropara afirmar la existencia de este proceso de evo-lución formal. No lo hallamos en uno de losyacimientos mejor excavados y en teoría másapropiados para el esclarecimiento de esta cues-tión, la Cueva de Pico Ramos –en Músquiz, Viz-caya–, cuyo nivel 3, Calcolítico sepulcral, se

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9 Asumiendo los innegables problemas que rodeanla definición de los niveles de esta secuencia.

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depositó a lo largo de varios cientos de años,coincidiendo aproximadamente con las fechasde inicio y final de la utilización de esta clase deútiles en la región10 (Zapata, 1995), ni tampocoen contextos megalíticos ricos en industrias líti-cas y bien excavados como Trikuaizti o Larrarte–Beasain, Guipúzcoa– (Mujika y Armendariz,1991)11.

Ante las evidentes insuficiencias de la infor-mación estratigráfica, que impiden una com-probación positiva del asunto planteado, hemosoptado por ensayar una aproximación al mismode carácter totalmente diferente que, si bienadolece de cierta inseguridad debido a la varia-ble fiabilidad de las evidencias contextualesmanejadas (aunque hemos desechado, porsupuesto, las decididamente poco fiables, asícomo las procedentes de hallazgos descontex-tualizados), ofrece la indudable ventaja de estarfundamentada sobre una base cuantitativamen-te aceptable, lo que permite la introducción detécnicas estadísticas en el intento de elucidacióndel problema. El procedimiento seguido se resu-me en la determinación de ciertos elementosmateriales a los que cabe atribuir una induda-ble significación cronológica dentro del períodode estudio y el recuento de las puntas de fle-cha, clasificadas en subtipos, que se han docu-mentado en asociación contextual con cada uno

de aquéllos. Se trata de indicadores que apun-tan en dos direcciones, bien hacia una mayorantigüedad o bien a la pertenencia de un con-texto específico a momentos avanzados, aun-que, bien entendido, no discriminan etapassucesivas, sino solapadas en el tiempo. Hemosestablecido, en este sentido, cuatro clases desituaciones contextuales. La primera supone lacoexistencia en un depósito de puntas de flechay microlitos geométricos exclusivamente, sinpresencia de los restantes elementos que se citana continuación; la segunda está definida por laasociación de puntas y cerámica campaniforme;la tercera es la asociación contextual de puntasde flecha con objetos metálicos; la cuarta y últi-ma –y menos significativa– recoge los casos enque las puntas de flecha no aparecen asociadasa ninguno de los materiales anteriores. La tablade contingencia que relaciona estas variables serefleja en el Cuadro 2.

Un vistazo a los datos de la tabla permiteefectuar un primer comentario general acerca dela relación entre las puntas y las diferentes cate-gorías materiales elegidas. Así, y obviando la des-igual representación de los subtipos en elcómputo global, tenemos que algo más de unacuarta parte del total de puntas (25,76%) se rela-ciona con elementos metálicos, un poco menos(23,92%) exclusivamente con microlitos geomé-tricos y sólo un 17,17% con cerámicas campani-formes, mientras la mayor parte de los efectivos(33,12%) se documentan en contextos en queno aparece ninguno de los materiales anteriores.A la vista de estas proporciones se hace evidentela existencia de una correspondencia muy equili-brada entre esta clase de útiles, los objetos metá-licos –considerables indudablemente entre losmás modernos– y los microlitos geométricos–los más “tradicionales”–, siendo mucho menorla conexión existente entre las puntas y el campa-niforme. Sin embargo, el hecho de que la mayorparte de las puntas de flecha no se asocien a nin-guna de tales manufacturas en sus contextos deaparición revela una innegable independencia delgrupo de los foliáceos respecto a aquéllas.

La profundización del análisis de este grupo alnivel de sus diferentes subtipos, y la puesta en rela-ción de éstos con los cuatro casos de contingenciadeterminados ofrece unos resultados altamente

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10 El único indicio que podría servir a este respec-to es la adscripción segura a la base del depósito de dospuntas foliáceas y una con pedúnculo y hombreras, conmás valor como evidencia negativa (ausencia en los pri-meros momentos de utilización de puntas con pedúncu-lo y aletas) que positiva (probaría, quizá, la simultaneidadentre las formas más simples y otras tendentes a una cier-ta complejidad morfológica).

11 Los excavadores de este megalito han sugeridola posibilidad de diferenciar dos etapas en su utilizaciónmortuoria basándose en la dispersión de materiales porel túmulo –fase más antigua– y la cámara sepulcral –fasemás moderna (por la ausencia de geométricos y cuentasde collar)–. Esta hipótesis incluye una discriminacióninterna de las puntas de flecha, dado que el único ejem-plar de pedúnculo y aletas acompaña a los materialesmás recientes (campaniforme, ámbar) en el recintocameral. No obstante, las puntas foliáceas se repartenpor los dos ámbitos, invalidando en cierto modo estapropuesta. Lo que no es descartable es la presencia deun episodio inhumatorio terminal localizado en la cáma-ra, que explicaría la presencia del campaniforme y, quizá,de la punta de morfología compleja.

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significativos en relación con la cuestión arribaexpuesta.

Así, el subtipo F1A aparece estrechamentevinculado al metal y a los contextos en los quelas puntas aparecen de forma exclusiva, con unarepresentación mucho menor en los contextoscon campaniforme (ocupando el último lugar enimportancia relativa entre los documentados) ycon microlitos (en los que se reduce a una pre-sencia porcentual aún menor). El F1B es un sub-tipo, en cambio, que se muestra conectado conlas tres clases de materiales –con un peso relati-vo algo mayor entre los contextos campanifor-mes–, reduciendo radicalmente su presencia enlos conjuntos que cuentan exclusivamente conpuntas. El F1C está relacionado con las cuatro

categorías, si bien en un grado desigual: en loscontextos con campaniforme y los asociadosa microlitos mantiene proporciones de casi eldoble que en los que incluyen el metal o ningu-no de los anteriores elementos. El F2B se docu-menta en un único caso, asociado a un objetode metal. El F2C muestra una distribución bas-tante ponderada entre los casos considerados conexcepción de los contextos con metal, en los quesu contingencia es mínima. El F3A manifiestaun comportamiento muy similar al anterior, aun-que menos extremado, con un peso superior enlos contextos con microlitos geométricos. El F3B,por último, no se ha constatado en contextos cam-paniformes, y reparte sus efectivos de un modobastante equilibrado entre el resto de categorías,

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CUADRO 2. Distribución de frecuencias absolutas de puntas de flecha líticas del Calcolítico cantábrico por subtipos ymateriales significativos asociados (sistemática de Bagolini).

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teniendo una relevancia proporcional algo superioren su relación con los microlitos.

Se constatan, por tanto, ciertas tendenciasparticulares en la correlación de los distintos sub-tipos con los diferentes casos contextuales. Desta-ca, en primer lugar, la neta importancia absolutay relativa de las piezas de morfología compleja(con pedúnculo y aletas u hombreras, subtiposF1A y F1B) en los contextos con objetos metáli-cos, que alcanzan en éstos un porcentaje del71,42% del total de puntas, repartiéndose el restoentre las pedunculadas simples y las foliáceas engeneral. En los contextos con campaniforme laspuntas de forma compuesta son mayoritarias(46,42%), pero sin alcanzar el nivel de predomi-nio del caso anterior, debido a la mayor presen-cia de las pedunculadas simples y las foliáceas conbase redondeada y dobles. En los contextos conmicrolitos, sin embargo, la situación cambia con-siderablemente, invirtiéndose las proporciones.Son preponderantes en ellos las puntas de mor-fología simple, que se alzan con el 48,71% de loscontingentes, elevándose su porcentaje hasta un66,66% si incluimos las pedunculadas simples.Por el contrario, las formas compuestas restrin-gen su presencia al 33,33% del total de efectivos.Finalmente, en los contextos de aparición depuntas de flecha como único elemento significa-tivo, se dan unos índices bastante equilibradosentre ambas clases morfológicas.

El tratamiento estadístico de los datos exa-minados, que hemos efectuado mediante la téc-nica del análisis de correspondencias, hace aúnmás evidente la distribución arriba comentada12.

En el Gráfico 3, resultante de la combinaciónde los dos primeros componentes –que acumu-lan una inercia (equivalente a su capacidad expli-cativa) del 92,4%–, vemos, en primer lugar, laclara contraposición entre las cuatro unidadesestablecidas, esto es, las distintas categorías con-textuales, que se sitúan aisladamente en cada unode los cuadrantes, existiendo, no obstante, mayorproximidad entre los contextos con microlitos ycon campaniforme.

Observando las variables, es decir, los subti-pos, y su asociación con las unidades, lo prime-ro que llama la atención es la neta diferenciacióndel F1A, las puntas con pedúnculo y aletas, quese contraponen claramente al resto, asociándoseen un grado muy similar a los contextos conobjetos metálicos y a los que han proporcionadopuntas aisladas. A estos últimos se aproxima más,asimismo, el subtipo F3B –las puntas dobleslosángicas–. Los subtipos F2C (foliáceas con baseredondeada) y F3A (foliáceas dobles) se sitúan auna distancia similar de esa misma clase de con-textos y de los que cuentan con microlitos geo-métricos como otro elemento tipológicamenterelevante. El F1C, por su parte, manifiesta sumás estrecha asociación con los microlitos y, enuna medida parecida –aunque algo menor–, conlos campaniformes, alejándose mucho del metal.Por último, el subtipo F1B (puntas con pedúncu-lo y hombreras) se relaciona en mayor gradocon los campaniformes, menos intensamente conel metal y los microlitos, y prácticamente nadacon los contextos con puntas aisladas.

Estos resultados, ya suficientemente revela-dores de la existencia de claras tendencias en ladistribución de los distintos subtipos de puntas deflecha, se hacen aún más esclarecedores si eli-minamos del análisis los contextos menos carac-terísticos, esto es, aquellos en los que se handocumentado únicamente útiles de esa tipología,y ponemos en relación los efectivos de las piezasasí clasificadas con las tres categorías restantes.

El producto de este segundo escrutinio serefleja en el Gráfico 4, que representa la combi-nación de los dos primeros componentes, loscuales explican el 100% de la variación total.

En él se observa, de un modo efectivo, laespecificidad de las puntas con pedúnculo y ale-tas (F1A), manifiesta en la existencia de una ínti-ma asociación –al menos estadística– entre ellasy los objetos metálicos, y, al mismo tiempo, deuna correlación totalmente negativa entre aqué-llas y los contextos con microlitos geométricos.Las puntas foliáceas dobles (F3A) ofrecen uncomportamiento diametralmente distinto, ya queestán estrechamente conectadas a los contextoscon microlitos. Las puntas dobles losángicas(F3B), en cambio, se muestran aproximadamen-te equidistantes de ambas clases de contextos, lo

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12 No incluimos en él el subtipo F2B que, dadasu aparición en un único caso, distorsionaría considera-blemente los resultados.

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que impide aproximar para ellas una cronologíadeterminada; más significativa resulta, quizá, sucorrelación totalmente negativa con los campa-niformes, a los que no se asocia en ningún caso.Las puntas con pedúnculo y hombreras (F1B) ypedunculadas simples (F1C) muestran una dis-tribución mucho más equilibrada entre las tresclases de contextos, de manera que resulta impo-sible adscribirlas a momentos más o menos evo-lucionados de la etapa a la que dedicamos nuestrotrabajo. El subtipo restante, las puntas foliáceascon base redondeada (F2C) ofrecen una distribu-ción parecida en relación con el campaniforme

y los microlitos, singularizada, sobre todo, porsu relación mucho más débil con los objetos demetal.

Existen, así pues, dos subtipos que puedenperfectamente aceptarse como característicos deuna fase determinada dentro del desarrollo delperíodo en consideración. Es el caso, desdeluego, de las puntas con pedúnculo y aletas –porotro lado, las más netamente diferenciadas desdeel punto de vista morfológico–, para las cualeses factible proponer su indudable pertenencia acronologías avanzadas, dada su intrínseca rela-ción con objetos metálicos. En el otro extremo

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GRÁFICO 3. Asociación de los subtipos de puntas de flecha líticas con otras categorías materiales.

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temporal pueden ubicarse las puntas foliáceasdobles, que podrían considerarse propias demomentos antiguos, dada su estrecha conexióncon los microlitos geométricos. El resto de lossubtipos no resultan representativos de una cro-nología determinada, lo cual podría explicarsepor su utilización más o menos simultánea yequilibrada a lo largo de toda la etapa analizada.

Las deducciones que hemos podido inferir delos resultados obtenidos mediante este procedi-miento no son, por consiguiente, discordantesrespecto a la teoría generalmente aceptada acercade la evolución de las puntas de flecha. Antes al

contrario, nuestras conclusiones vienen a reforzarindudablemente tal propuesta, prestándole unabase cuantitativa más sólida que se suma, así, a laevidencia estratigráfica existente.

6. Aproximación estilística

Recopiladas todas las mediciones y calcula-dos los índices correspondientes hemos procedi-do, en primer lugar, a la determinación de lasprincipales medidas de tendencia central y dis-persión (media aritmética, desviación estándar y

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GRÁFICO 4. Asociación de los subtipos de puntas de flecha líticas con otras categorías materiales (excluidos los contextosque sólo han proporcionado útiles de esa clase).

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coeficiente de variación) en relación con cadauno de los subtipos y, a partir de éstas, al esta-blecimiento de unas medidas absolutas relativasal conjunto de la muestra analizada. Hemosobtenido, así, una especie de canon morfométri-co global para las puntas de flecha cantábricas,que utilizaremos como módulo estándar al quereferir la variabilidad detectada. En el Cuadro 3se reflejan tales medidas.

Los cálculos efectuados permiten proponeruna caracterización morfométrica de los diferen-tes subtipos, a partir de la comparación entreéstos y de cada uno de ellos con el módulo“ideal” arriba definido.

Así, en cuanto al primero de los índices uti-lizados, tenemos una serie de subtipos que sesitúan por debajo de la media global –o, dichode otro modo, que están caracterizados por unmódulo longitudinal corto– (F1A, F3B y F1B),y otros tantos que superan esa media –dotados,por consiguiente, de un módulo longitudinallargo– (F1C, F2C y F3A), existiendo entre loscasos más extremos (F1A, el más “corto” y F3A,el más “alargado”) una distancia considerable. Ladispersión de los datos en cada uno de los subti-pos muestra asimismo algunas diferencias apre-ciables, pues, aunque es en general bastante baja,permite la división del conjunto en dos gruposclaramente diferenciados. Uno, constituido porlos subtipos F3B, F1A, F1B, que manifiesta una

considerable homogeneidad longitudinal y otro,compuesto por los subtipos F2C y F3A cuyoselevados coeficientes de variación demuestranuna gran dispersión de los índices. El subtipoF1C se sitúa en una posición intermedia entreambos grupos, con un coeficiente de variaciónmuy cercano a la media.

En referencia al segundo de los índicesempleados, se configuran de nuevo dos agrupacio-nes netamente diferenciadas. La primera estáconstituida por los subtipos F3B, F1A y F1B,cuyos valores, muy por debajo de la media,demuestran su elevada solidez (sobre todo, en elprimero de ellos). La segunda agrupa a los otrostres subtipos, F2C, F1C y F3A, destacándoseeste último, con mucho el más afinado y, portanto, el más frágil. La dispersión de los datosresulta mucho menos significativa en este caso,destacando, no obstante, la gran homogeneidadmétrica del subtipo F3B.

El índice de aplastamiento se manifiestacomo una variable morfométrica mucho máshomogénea que las dos anteriores, tanto en susmagnitudes globales como dentro de cada unode los subtipos. Así lo demuestra, por un lado,la menor dispersión de los valores de cada unode los subtipos respecto a la media global, y porotro, el inferior coeficiente de variación global.Solamente un subtipo se distingue en este aspec-to, el F1A, que es el único cuyo valor supera la

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IL IF IAmedia desv. st. coef. var. media desv. st. coef. var. media desv. st. coef. var.

F1A 1,48 0,30 20,72 6,19 2,18 35,25 4,35 1,09 25,09

F1B 2,15 0,45 21,22 6,40 1,35 21,19 3,38 0,78 23,14

F1C 2,25 0,60 27,00 7,89 2,62 33,27 3,39 0,64 19,01

F2C 2,66 1,03 38,81 7,81 2,81 36,02 3,03 0,79 26,05

F3A 3,16 1,48 47,07 9,95 2,50 25,20 3,25 1,00 30,95

F3B 1,63 0,28 17,24 5,73 0,52 9,15 3,40 0,75 22,15

GLOBAL 2,22 0,62 28,31 7,32 1,55 21,25 3,46 0,45 13,12

CUADRO 3. Puntas líticas con retoque plano del Calcolítico cantábrico. Medidas de tendencia central y dispersión de losíndices morfométricos por subtipos y globales (sistemática de Bagolini).

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media, manifestándose considerablemente más“aplanado” que los demás. De todos modos, lossubtipos más “abombados” son, por este orden,el F2C y el F3A, mostrando F1B, F1C y F3Bunos valores casi idénticos.

Resumiendo los resultados obtenidos de esteprimer análisis global, es factible plantear unadivisión de las puntas de flecha en dos conjun-tos netamente diferenciados desde el punto devista morfométrico.

a) El primer grupo lo componen los subtiposF1A, F1B y F3B, caracterizados por unosmenores índices de prolongación y afinamien-to y, el primero de ellos, por un índice deaplastamiento muy superior al resto. Las pie-zas clasificadas en estos subtipos son, pues, engeneral, cortas y sólidas, presentando las inclui-das en el F1A, además, un aplanamiento con-siderable. Puede decirse, globalmente, que lavariación métrica en este conjunto es menorque en el siguiente.

b) El segundo grupo lo constituyen los subtiposF3A, F2C y F1C, que pueden considerarse másalargados y endebles que los anteriores, sobretodo el F3A, cuyos valores despuntan claramen-te de los demás. Ofrecen, además, en líneasgenerales, una mayor variabilidad métrica.

No deja de resultar sugerente, a este respecto,el hecho de que esos dos grupos se correspondan,en líneas generales, con las dos principales clasesde foliáceos diferenciadas en la analítica de Lapla-ce, esto es, la clase de los foliáceos simples y lade los compuestos. En efecto, dentro del primerconjunto se engloban los subtipos que recogenlas morfologías más complejas, mientras losincluidos en el segundo coinciden con las formasmás sencillas. Resulta obvio, por consiguiente,plantear la existencia de una clara correlaciónentre las características morfométricas arriba defi-nidas para cada uno de los conjuntos y las doscategorías morfológicas principales de puntas deflecha.

Tenemos, pues, por un lado, un grupo depuntas de morfologías simples, formas alargadasy bastante frágiles, y, por otro, un conjunto depuntas más cortas y sólidas, alcanzando esta dis-tribución su máxima expresión a través de la

comparación de los dos subtipos más claramenteindividualizados en todos los sentidos: el F3A yel F1A. En efecto, sus índices morfométricosofrecen, en casi todos los casos, los valores másacusados en las dos direcciones indicadas, altiempo que sus formas constituyen los dos extre-mos del espectro de la variabilidad en la com-plejidad morfológica.

Alcanzado este punto resulta inevitable poneren relación la distribución morfométrica detecta-da con los resultados del análisis morfo-evolutivodesarrollado en el apartado anterior. Gracias a élhemos podido constatar de un modo efectivo,sobre una base estadística considerablemente sóli-da, la hipótesis de evolución cronológica de laspuntas de flecha desde las formas más sencillashasta las más complejas, detectándose claramente,al menos, una estrecha asociación de las puntasfoliáceas dobles con los contextos más antiguos yde las puntas con pedúnculo y aletas con los másrecientes. Teniendo en cuenta que esos dos subti-pos son precisamente, como hemos visto, los másnetamente contrastados en cuanto a los índicesconsiderados, creemos factible plantear la existen-cia de una indudable vinculación entre sus respec-tivas características morfométricas y las dos fasesde evolución tecnológica diferenciadas.

1º. Se podría distinguir, así pues, una primeraetapa de fabricación de esta clase de útiles,que comprendería la elaboración de piezasmorfológicamente muy sencillas, considera-blemente alargadas, más lábiles o propensasa la fractura, poco aerodinámicas y, de resul-tas de lo anterior, con una capacidad depenetración limitada. Se caracterizaría estaetapa inicial, asimismo, por un bajo nivel deestandarización, manifiesto en la elevadavariabilidad métrica de las piezas.

2º. El estadio subsiguiente contemplaría lafabricación de piezas morfológicamentesofisticadas, dotadas de un sistema de fija-ción mediante pedúnculo y con aletas uhombreras, las cuales, además de aumentarla estabilidad en el aire, impiden o dificul-tan que las puntas, una vez clavadas, se des-prendan. Sus medidas denotan un mayorequilibrio dimensional entre longitud, anchu-ra y espesor, lo que redunda en una mayor

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solidez, y, en el caso paradigmático de laspuntas con pedúnculo y aletas, un mayoraplanamiento, indicador del grado de perfec-cionamiento alcanzado en la técnica de ela-boración de estas piezas y de la búsqueda deun adelgazamiento de las mismas, con vistas,sin duda, a aumentar sus cualidades aerodi-námicas y su capacidad de penetración. Estenivel de desarrollo técnico se evidencia, asi-mismo, en el bajo grado de variabilidadmétrica detectado, que caracteriza la manu-factura de puntas de flecha “avanzadas” comoun proceso de producción considerablementeestandarizado.

El paso siguiente en este capítulo se orientaa la observación de la distribución de los datosmorfométricos de las puntas de flecha por zonasgeográficas y tipos de yacimientos. Se basa en elsometimiento de los datos obtenidos mediantelos cálculos arriba descritos a un examen cuanti-tativo, que desarrollamos a través de una técnicaclásica en los estudios de clasificación numéricaen arqueología, el análisis de conglomerados. Losresultados del apartado anterior, indicativos denetas diferencias morfométricas entre subtiposexplicables por causas evolutivas, obligan a unaconsideración individualizada de cada uno deellos por separado.

Incluimos en el análisis únicamente las pie-zas completas, que se representan mediante unnúmero y un código que se refiere al tipo decontexto de aparición y a la zona geográfica a lacual pertenecen13.

Comenzamos por uno de los subtipos mássingularizados, el de las puntas con pedúnculo yaletas (F1A).

La primera impresión que se obtiene de laobservación de este dendrograma, que representala combinación de los tres índices morfométri-cos calculados sobre las puntas completas inclui-das en el subtipo F1A, es que no existe ninguna

tendencia significativa en la relación de las carac-terísticas morfométricas de estas piezas con lascategorías contextuales y las zonas geográficas. Elexamen detallado del Gráfico 5 proporcionaindicios más precisos al respecto, así como algu-na matización.

En el máximo nivel de proximidad se detec-tan cuatro agrupaciones distintas. La primerareúne a tres piezas procedentes de contextosmegalíticos guipuzcoanos, los dólmenes de Larrar-te, Pozontarriko Lepoa y Venta de Zárate. Lasegunda engloba cuatro piezas, las dos primerasrecuperadas en el nivel III de la Cueva de Amal-da y el dolmen de Arriaundi II en Guipúzcoa res-pectivamente, y las dos restantes, en el yacimientoal aire libre de El Castro de Hinojedo en Canta-bria. La tercera relaciona sendas piezas del dol-men de Ausokoi y de la cueva sepulcral de UrtaoII en Guipúzcoa. La cuarta, por último, conectados piezas procedentes de otros tantos dólmenesguipuzcoanos, Mendizorrotz II y PozontarrikoLepoa.

En el segundo nivel de similitud se confor-man tres conglomerados claros, que agrupanpuntas de diversas procedencias, quedando dospiezas fuera de toda agrupación y claramenteindividualizadas por sus particularidades morfo-métricas: las puntas del dolmen de Baiarrate, enel Aralar guipuzcoano y la de la cueva sepulcralcántabra de Los Avellanos, ambas de buenasdimensiones y muy planas.

Pero quizá el indicio más claro de la inexis-tencia de marcadas tendencias globales al agrupa-miento por clases de contextos o zonas geográficasesté en la repetida constatación de diferencias cla-ras entre las piezas procedentes de un mismocontexto. Es el caso de Amalda, Pico Ramos yPozontarriko Lepoa, que reparten sus respectivosefectivos en dos agrupaciones, y, además, desegundo nivel. Una excepción a este respecto laconstituye el yacimiento al aire libre de El Castro,cuyas dos puntas de pedúnculo y aletas se relacio-nan estrechamente al nivel máximo de similitudmorfométrica, sugiriendo la posibilidad de que nosencontremos, efectivamente, ante un caso de iden-tidad estilística. Algo parecido cabe proponer enrelación con dos piezas procedentes de los vecinosyacimientos de la Cueva de Los Gitanos y el Crá-neo (Castro Urdiales, Cantabria), que, perdidas,

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13 Los códigos tienen la siguiente leyenda. HA=yacimiento al aire libre, HC= hábitat en cueva, FC=contexto funerario en cueva, FM= contexto funerariomegalítico; O= oeste (Asturias centro-oriental), C= cen-tro (Cantabria y Vizcaya occidental), E= este (centro-este de Vizcaya y Guipúzcoa).

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conocemos únicamente mediante informacióngráfica de muy baja calidad, a pesar de lo cual nocabe duda de la indudable semejanza morfométri-ca existente entre ellas.

Se debe pues concluir que, en líneas generales,no se detectan diferencias globales significativas deíndole estilística por zonas geográficas o clasesde contextos en las puntas con pedúnculo y aletas.Hay que destacar, sin embargo, la excepción que

constituyen los casos de algunas piezas proceden-tes de un mismo yacimiento o de dos muy próxi-mos que, en el último caso, podrían indicar laexistencia de modos de fabricación o grupos esti-lísticos de rango, al menos, comarcal.

El análisis de conglomerados aplicado a losíndices de las piezas completas clasificadas en elsubtipo F1B proporciona el dendrograma queincluimos a continuación (Gráfico 6).

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GRÁFICO 5. Distribución del subtipo F1A en sus índices morfométricos.

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El comentario que merecen los resultadosobtenidos es muy parecido al efectuado en rela-ción al subtipo F1A. Las agrupaciones detecta-das conectan piezas de yacimientos dispares enfuncionalidad y situación geográfica, de modoque carecen de significación geográfica o contex-tual, y se evidencia una clara variabilidad inclusoentre las piezas procedentes de un mismo con-texto (casos de Pico Ramos-3 y Trikuaizti I).

Un comportamiento muy similar ofrece elsubtipo F1C, como se aprecia en el siguientedendrograma (Gráfico 7).

En él se repiten exactamente las circunstan-cias anteriormente descritas: variabilidad dentrode las puntas pertenecientes a un mismo yaci-miento –caso de Trikuaizti I, con sus cuatroefectivos divididos en tres conglomerados dife-rentes (sólo las piezas 11 y 13 se relacionan almás alto nivel de proximidad)– y agrupacionesde piezas de contextos distantes y de diferentefuncionalidad.

Se podría singularizar el caso de las puntas 1y 7, procedentes de sendos yacimientos al airelibre de Asturias y Cantabria (Sierra Plana de laBorbolla y Covachos), agrupadas al primer nivelde similitud, junto a otra del túmulo guipuzcoa-no de Trikuaizti I; también la número 2, del dol-men vizcaíno de Irumugarrieta 1, totalmentediferenciada de las demás.

Los resultados del análisis de conglomeradosaplicado a los índices definidos en las piezascompletas clasificadas en el subtipo F2C mues-tran ciertas diferencias en el comportamiento deéste respecto a los anteriores (Gráfico 8).

Se aprecia en él la coexistencia de dos ten-dencias de signo opuesto: una, de carácter cen-trífugo, que determina un menor grado desimilitud global entre las distintas piezas y otra,centrípeta, que lleva a la conformación de unconglomerado, en el nivel más alto de proximi-dad, que reúne a todas las piezas procedentes deTrikuaizti I –más una de Sierra Plana–. Se trata

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GRÁFICO 6. Distribución del subtipo F1B en sus índices morfométricos.

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GRÁFICO 7. Distribución del subtipo F1C en sus índices morfométricos.

GRÁFICO 8. Distribución del subtipo F2C en sus índices morfométricos.

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de la agrupación a la que con más propiedadpuede atribuirse una significación en el sentidode nuestro análisis, es decir, en el de una ciertaafinidad estilística, aunque ésta se reduzca a laspiezas de un solo yacimiento.

Pero hay que destacar, sobre todo, la detec-ción –si bien en el segundo nivel de similitud–,de dos conglomerados que pueden interpretar-se, efectivamente, como reflejo de la probableexistencia de “grupos estilísticos”, al conectardos pares de puntas procedentes de sendos con-textos, en cueva y megalito, situados muy pró-ximos entre sí en la provincia de Guipúzcoa: laCueva de Iruaxpe I en Aretxabaleta y el túmu-lo de Pagobakoitza en Aizkorri –separados porescasos kilómetros–, y la Cueva de Limurita yel dolmen de Igartza O, ambos en Ataun –máscercanos aún–.

El subtipo F3A se muestra a este respectobastante poco significativo, dado que, si bien se

aprecia en él la existencia de cuatro conglomera-dos al máximo nivel de similitud y de dos alsegundo, las relaciones se establecen, en líneasgenerales, entre piezas procedentes de distintostipos de contextos situados, además, a distanciasconsiderables. Las más cercanas son las puntas delos dólmenes de Pagobakoitza (Aizkorri) e Int-xusburu (Ataun-Burunda), ubicados a menos de20 km en la provincia de Guipúzcoa. Al mismotiempo, las puntas de un mismo contexto se rela-cionan, por separado, con otras antes que entresí (Gráfico 9).

En cuanto al subtipo F3B, contamos sola-mente con datos de cuatro piezas completasque proceden, además, de entornos bastantealejados. Ello, junto a la considerable homoge-neidad de los índices de este subtipo –ya seña-lada en el apartado anterior–, hace innecesario,según nuestro parecer, someter estos datos a unescrutinio estadístico, que resultaría muy poco

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GRÁFICO 9. Distribución del subtipo F3A en sus índices morfométricos.

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significativo. Del examen directo de las cifraspuede no obstante concluirse la existencia deuna estrecha similitud morfométrica entre losejemplares de los yacimientos asturianos del dol-men de El Cantón I y la estación al aire librede Sierra Plana de la Borbolla, que podría inter-pretarse en el sentido que inspira el desarrollode este apartado.

En resumen, del estudio estilístico de laspuntas de flecha cantábricas, basado en un exa-men de sus características morfométricas globa-les y de la distribución de éstas en cada uno delos subtipos considerados, pueden inferirse dosconclusiones principales:

a) La constatación de netas diferencias entre losdiferentes subtipos, especialmente marcadas

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FIG. 2. 1-2: Yacimiento al aire libre de El Castro de Hinojedo (Suances, Cantabria). 3-5: Túmulo de Trikuaizti I(Beasain, Guipúzcoa). 6-8: Yacimiento al aire libre de Bañaperros-El Bocal (Santander, Cantabria). 9-10:Cueva de Los Gitanos y Abrigo del Cráneo (Castro Urdiales, Cantabria) [Sg. Molinero, Arozamena y Bilbao,1985. 10 sin escala en el original].

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entre los dos de rasgos específicos más acusa-dos, el F1A y el F3A, que deben ponerse enrelación con factores cronológico-evolutivos.

b) La inexistencia de tendencias generales devariación en la distribución de las variablesmorfométricas por clases de contextos y zonasgeográficas, detectándose únicamente agrupa-ciones fuertes de rasgos particulares que ata-ñen a varias piezas de un mismo subtipoy yacimiento –como dos F1A de El Castrode Hinojedo (Fig. 2, n.º 1-2), tres F2C deTrikuaizti I (Fig. 2, n.º 3-5) o las tres F2C,rotas, del yacimiento al aire libre de Bañape-rros/El Bocal (Fig. 2, n.º 6-8)–. Por el con-trario, es común la detección de una claravariabilidad entre las piezas procedentes deun mismo contexto, indicio claro de la ante-rior aseveración.

Hay que destacar no obstante, a este respec-to, la existencia de al menos tres conglomeradosespecíficos que ponen en relación piezas pertene-cientes a contextos ubicados en estrecha proximi-dad geográfica, los cuales se podrían interpretarcomo indicios de la presencia de verdaderos “gru-pos estilísticos” de escala comarcal. Son lossiguientes:

– F1A de las cuevas de Los Gitanos y el Crá-neo, en Montealegre (Castro Urdiales, Can-tabria), separadas solamente por unas decenasde metros (Fig. 2, n.º 9-10). Se caracterizanpor un considerable alargamiento que las dis-tingue netamente del resto de las piezas delmismo subtipo, con excepción de la puntade flecha de la Cueva de Los Avellanos (Alfozde Lloredo, Cantabria) –situada, empero, abastantes kilómetros de las anteriores (Fig. 1,n.º 3)–.

– F2C de la Cueva de Iruaxpe I (Aretxabale-ta) (Fig. 3, n.º 1) y el dolmen de Pagoba-koitza (Aizkorri) (Fig. 3, n.º 2), situadosa una distancia inferior a los diez kilóme-tros. F2C de la cueva de Limurita (Fig. 3,n.º 3) y el dolmen de Igartza O (Fig. 3, n.º4), ambos en Ataun y distantes unos sietekilómetros. F3A de los dólmenes de Intxus-buru (Ataun-Burunda) (Fig. 3, n.º 5) y

Pagobakoitza (Aizkorri) (Fig. 3, n.º 6).Todas estas puntas tienen unas característi-cas morfo-técnicas muy similares que lasponen en íntima relación, al tiempo que lasdistinguen claramente de las demás piezasde sus respectivos subtipos. Presentan unaforma general muy alargada y estrecha ygruesas secciones, rasgos comunes que, uni-dos al hecho de la cercanía de sus contextosde aparición, permiten caracterizar a esteconjunto como un auténtico “grupo estilís-tico” en lo relativo a la fabricación de estetipo de útiles.

– Otro grupo, de más acusada personalidad,y sin paralelos estrictos en otros conjuntos–con excepción de una de las puntas deldolmen de Uelogoena N, en el Aralar gui-puzcoano (Fig. 3, n.º 7)–, es el constituidopor varias piezas procedentes de la estaciónde Murumendi, en Guipúzcoa, concreta-mente de las estructuras vecinas de Tri-kuaizti I y Larrarte (Fig. 3, n.º 8-11 y n.º12-14). Se trata de puntas de flecha decaracterísticas morfométricas muy similaresy ciertamente peculiares. De forma aproxi-madamente foliácea, cuentan con minúscu-las hombreras o “aletas incipientes”, algunasde orientación inversa (es decir, con la basehacia el extremo distal), que las dotande un perfil compuesto. Esta morfologíase obtiene mediante la conformación depequeñas escotaduras bilaterales sobre pie-zas de perfil elemental, técnica que, en oca-siones, configura un grueso pedúnculo másancho que la propia hoja de la flecha y, aveces, incluso más largo que aquélla. Talesparticularidades dificultan el ajuste de estaspiezas en las tipologías utilizadas, y el carác-ter fragmentario de muchas de ellas haimpedido su inclusión en el tratamientoestadístico de los datos. No obstante loanterior, la especificidad morfotécnica deeste conjunto de puntas resulta suficiente-mente significativa como para considerarlouno de los más evidentes casos de presenciade un verdadero “grupo estilístico”, aunquelimite su alcance espacial a un núcleo con-creto de yacimientos.

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FIG. 3. 1-2: Cueva de Iruaxpe I (Aretxabaleta, Guipúzcoa) y dolmen de Pagobakoitza (Aizkorri, Guipúzcoa). 3-4:Cueva de Limurita y dolmen de Igaratza O (Ataun, Guipúzcoa) [Sg. Apellániz, 1973]. 5-6: Dolmen de Intxus-buru (Ataun-Burunda, Guipúzcoa) [Sg. Apellániz, 1973] y dolmen de Pagobakoitza (Aizkorri, Guipúzcoa) [Sg.Apellániz, 1973]. 7-14: Dolmen de Uelogoena N (Aralar, Guipúzcoa) [7], túmulo de Trikuaizti I (Beasain,Guipúzcoa) [8-11] y dolmen de Larrarte (Beasain, Guipúzcoa) [12-14].

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7. Consideraciones finales: dimensionessocioeconómicas de las puntas con retoqueplano del Calcolítico cantábrico

Las puntas de flecha fabricadas mediante reto-que plano son los útiles líticos más significativosdel repertorio industrial del Calcolítico cantábri-co. Representan las tendencias más innovadoras ysofisticadas en las técnicas de talla desarrolladasdurante este período de la Prehistoria reciente,materializadas en la reimplantación de ese caracte-rístico modo de retoque por presión que recuperaahora el auge que antes alcanzó, únicamente, entiempos solutrenses. Su aplicación se concentra,casi de manera exclusiva, en la producción de estetipo de piezas, aunque incluye, también, la elabo-ración de hojas de puñal, como atestigua elextraordinario ejemplar de La Garma A. El reto-que plano o paralelo es el único que permitelograr el elevado grado de complejidad y variabili-dad morfológica que estos instrumentos alcanzan,sin parangón en los útiles confeccionados median-te otros modos de retoque. La dedicación de tandifícil y delicado procedimiento de trabajo a laespecífica consecución de unos instrumentos líti-cos concretos parece conferir a éstos un carácter,cuando menos, singular dentro del repertorioindustrial.

Las propiedades cinemáticas de las puntas deflecha con retoque plano son muy superiores alas de otros proyectiles anteriores, como losmicrolitos geométricos, a los que aventajan cla-ramente en aerodinamismo y poder de penetra-ción. Normalmente tienen un peso superior, yestán dotadas, además –sobre todo las varieda-des con aletas u hombreras–, de una excelentecapacidad de sujeción. Propician un aumento dela precisión en el tiro a mayor distancia –evitan-do el inconveniente (y a veces peligroso) acerca-miento a las presas– y una mayor potencia deimpacto. Sus aptitudes cinegéticas pueden califi-carse, así pues, de excelentes, y les capacitan paraenfrentar el abatimiento de piezas superiores enfuerza y tamaño, como los mamíferos de mayortalla (entre ellos el hombre). Que este tipo depiezas fueron utilizadas como armas arrojadizasqueda sobradamente demostrado a través de tes-timonios arqueológicos y etnográficos que noprocede aquí detallar. La hipótesis de tal empleo

se ve refrendada, asimismo, por el estudio de lasmacrohuellas de uso: sin necesidad de utilizar laóptica de aumento pueden verse en muchas delas piezas analizadas las consecuencias de fuertesimpactos en forma de astilladuras, “pseudoburi-les”, o fractura de su extremo apical (que intere-sa en ocasiones a buena parte de la mitad distalde la pieza).

La existencia de un grado tal de especiali-zación en la fabricación de puntas de proyectilinduce a pensar que las actividades venatoriasbasadas en el empleo del arco y la flecha ocu-paron un lugar ciertamente destacado en el sis-tema económico del Calcolítico cantábrico.Sabemos, sin embargo, gracias a la principalfuente de información directa acerca del apro-vechamiento de los recursos animales (losrepertorios faunísticos), del reducido peso dela caza en el marco de las actividades de sub-sistencia (Ontañón, 2000). La solución a esaaparente paradoja podría venir de la considera-ción de otra circunstancia relacionada con estapeculiar clase de útiles líticos, cual es la formaasimétrica que adquiere su distribución porcategorías contextuales/funcionales, inversa-mente proporcional a la de los grupos deno-minados “del sustrato” y responsable de laprincipal ruptura detectada en la estructuratipológica global de las industrias líticas delCalcolítico cantábrico (Ontañón, 2001). Enefecto, el peso relativo del grupo de las puntascon retoque plano sufre un vuelco entre losconjuntos de habitación y los sepulcrales, sien-do claramente minoritario en los primeros, y,por contra, predominante en los segundos. Laestructura tipológica de las colecciones docu-mentadas en sitios de habitación confirmaría,entonces, de una forma diáfana, la limitadaimportancia que la caza tenía en el sistema eco-nómico calcolítico. Al mismo tiempo, el carác-ter dominante de los grupos tipológicosrelacionados con el uso del arco y la flechadentro de las colecciones sepulcrales demues-tra, sin lugar a dudas, la existencia de una aso-ciación estrecha entre aquéllos y los ritualesfunerarios, revelando el significado polisémicode estos útiles venatorios, que trasciende lasactividades de subsistencia para proyectarse ple-namente en el ámbito social.

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En las puntas líticas con retoque plano secombinan, por tanto –quizá como en ningunaotra manufactura calcolítica–, la dimensión fun-cional y simbólica, que vemos asimismo amalga-madas en otros utensilios como las hachaspulimentadas, los punzones en materia ósea ycobre o los correlatos metálicos de estas puntasde proyectil.

Su aparición en forma de ofrenda mortuo-ria se extiende a todas las categorías contextua-les y tipos de enterramientos según el N.M.I.que cabe diferenciar: cuevas y megalitos, sepul-turas individuales y depósitos de enterramientomúltiple. Su distribución entre esas categoríasno es, sin embargo, homogénea. En efecto,como indicamos en el apartado 4, se aprecianconsiderables divergencias en la reparticiónde los diferentes subtipos, quedando algunos deellos estrechamente ligados a ciertas clasesde contextos. Así, mientras los subtipos F1B (pun-tas con pedúnculo y hombreras) y F3B (puntasdobles losángicas) muestran un reparto casi alea-torio, los demás se distribuyen de un modomarcadamente desigual entre las distintas cate-gorías locacionales. El F1A (puntas con pedún-culo y aletas), se muestra considerablementemás próximo a los hábitats y cuevas sepulcralesque a los monumentos megalíticos; el F1C(puntas pedunculadas simples) está mucho másrelacionado con los contextos habitacionales ymegalíticos que con las cuevas sepulcrales. Ade-más hay dos subtipos que pueden definirsecomo elementos de clara tendencia funeraria: elF3A (punta doble foliácea), que aparece en pro-porciones similares en cuevas y megalitos, y elF2C (puntas con base redondeada), que podríacalificarse como una punta de flecha típicamen-te megalítica.

Según vimos anteriormente, la variabilidadmorfológica de este tipo lítico puede explicar-se, al menos en parte, por un proceso evoluti-vo de variación diacrónica, dentro del cual lasformas simples, foliáceas, tienen una neta pre-cedencia respecto a los diseños compuestos,pedunculados y con aletas. Ello resulta claro,desde luego, en el caso de las puntas conpedúnculo y aletas, correspondientes sin dudaa cronologías avanzadas o, en el extremo cro-nológico opuesto, de las puntas foliáceas dobles,

que parecen propias de momentos claramenteantiguos. El resto de los subtipos no parecenrepresentativos de una cronología determinada,lo cual se explicaría por una utilización más omenos indiferenciada a lo largo de toda laetapa analizada. Detallando su vinculación conlos diferentes modos funerarios, parece más queprobable la conexión de las puntas de morfo-logía compuesta –más expresivamente las depedúnculo y aletas– con los rituales de ente-rramiento individualizado. En este sentidoapuntaría su aparente exclusividad en las tum-bas individuales documentadas14. Una interpre-tación similar se seguiría de su vinculación aajuares que corresponden a momentos avanza-dos de la actividad sepulcral desarrollada enconjuntos de enterramiento múltiple como,por ejemplo, el nivel 3 de Pico Ramos, UrtaoII (Armendariz, 1989) o la cámara del dolmende Larrarte. De todos modos, es indudable laparticipación de este tipo de útiles líticos enlas prácticas de inhumación múltiple sucesivadesde momentos tempranos de su desarrollo,como ha podido atestiguarse, fehacientemente,en el repetidamente citado depósito del nivel 3de Pico Ramos (Zapata, 1995).

La relativa asiduidad de las puntas con reto-que plano en los ajuares depositados en esaclase de entornos funerarios permite una some-ra aproximación cuantitativa a la forma queadquiere su distribución entre los destinatariosde tales ofrendas; un acercamiento muy super-ficial a su comportamiento mortuorio y, deaquí, a su significación social. La correlaciónentre el número de puntas de flecha y el núme-ro mínimo de individuos inhumados en loscontextos para los que disponemos de informa-ción suficiente acerca de ambas clases de datos,se resume en los Cuadros 4 y 5.

El resumen estadístico de los principalesparámetros de tendencia central y dispersión dela breve muestra analizada pone de manifiesto,

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14 Aunque la parquedad de la muestra impide laconfirmación de este extremo, no faltan los paralelos depuntas con pedúnculo y aletas en enterramientos indivi-duales del Calcolítico final/Bronce antiguo en regionesvecinas y el occidente europeo en general.

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N.º N.M.I. RELAC.

INDIVIDUAL

C. Cráneo 1 1 1

MÚLTIPLE-CUEVA

Los Avellanos 1 3 0,33

La Castañera-IV 1 4 0,25

Koba Zarra 1 4 0,25

La Garma A 3 5 0,6

Las Cáscaras 1 5 0,2

El Ruso 2 5 0,4

Jentiletxeta I 3 7 0,43

Iruaxpe I 3 15 0,2

Amalda III 4 17 0,23

Urtao II 7 46 0,15

Pico Ramos-3 15 104 0,14

MÚLT.-MEGALITOS

Baiarrate 2 9 0,22

Larrarte 5 12 0,41

Uidui 1 12 0,08

Uelogoena N 5 14 0,35

Pagobakoitza 6 19 0,31

Jentillarri 3 27 0,11

Igaratza S 1 30 0,03

CUADRO 4. Relación entre número de puntas líticas y N.M.I. inhumados en cada depósito por categorías contextuales.

N.º PUNT./CS N.M.I/CS RELAC./CS N.º PUNT./MM N.M.I/MM RELAC./MM

Media 3,72 19,54 0,29 3,28 17,57 0,21

Desv. típica 4,15 30,67 0,14 2,05 8,10 0,14

Coef. var. 111,32 156,93 48,24 62,65 46,10 67,91

CUADRO 5.Resumen estadístico del cuadro anterior. Medidas de tendencia central y dispersión (Clave: CS = cueva sepul-cral, MM = monumento megalítico).

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en primer lugar, un aspecto que se hacía ya evi-dente a una mera observación intuitiva de lasmagnitudes manejadas: el cociente de la relaciónentre el número de puntas y de individuos inhu-mados es siempre –y considerablemente– infe-rior a la unidad (excepto en el único caso deenterramiento individual). Profundizando algomás en el análisis, vemos que las magnitudesrelativas a una y otra categoría sepulcral son muysimilares. En ambas el promedio de puntas depo-sitadas por depósito es de alrededor de 3, aun-que la variación interna es mucho mayor en lascuevas que en los megalitos (el coeficiente devariación de las primeras casi duplica al de lassegundas, debido probablemente al alto númerode piezas del nivel 3 de Pico Ramos). En cuantoa la media de individuos enterrados, es tambiénparecida: algo superior la de las cuevas y, sobretodo, mucho más variable que la de los megali-tos, los cuales demuestran un comportamientomucho más homogéneo o, cuando menos,la inexistencia de variaciones tan acusadas en lacantidad de inhumados (su coeficiente de varia-ción es casi la tercera parte del de las cuevassepulcrales). Los cocientes resultantes de la rela-ción entre el número de puntas y el de individuosenterrados en una y otra categoría contextual son,finalmente, muy parecidos; ligeramente superioren las cuevas –casi de un 0,3– que en los megali-tos –poco más de un 0,2, y con unos valores dedispersión muy próximos–. Puede deducirse de lalectura de estos datos la inexistencia de desigual-dades remarcables en este aspecto del ritual fune-rario entre los entornos hipogeos y los megalíticos.

Parece entonces demostrado que la disposi-ción funeraria de las puntas líticas con retoqueplano no responde a un patrón de reparto igua-litario de las mismas entre los individuos sepul-tados. Muy al contrario, aceptando como unaconstante del comportamiento sepulcral –en elámbito cronocultural de nuestro trabajo– la ads-cripción personal, y no colectiva, de las ofren-das15, parece claro que la presencia de estos útiles

líticos en los contextos mortuorios responde a suvinculación a un número limitado de inhuma-dos –aunque, con los datos disponibles, resultaimposible precisar los detalles de este aspecto delritual fúnebre–. Nos encontramos, entonces, anteun indicio contrastado de variabilidad sepulcralque cabe interpretar como testimonio de la exis-tencia de algún tipo de diferenciación personal(al menos, a la hora de la muerte) en los gruposhumanos que enterraron a sus difuntos según elritual de inhumación múltiple sucesiva. Diferen-ciación post mortem que no parece inapropiadotransponer al mundo de los vivos (los que, endefinitiva, disponen las pautas rituales), y quecabría interpretar como traducción de la vigen-cia de alguna forma de desigualdad social, cual-quiera que sea su forma.

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