literatura - tesis.udea.edu.cotesis.udea.edu.co/bitstream/10495/334/1/cosasunicodejamos.pdfes signo...
TRANSCRIPT
Literatura
TODAS LAS COSAS ES LO ÚNICO QUE DEJAMOS
ORLANDO GALLO ISAZA
© Orlando Gallo Isaza
“Todas las cosas es lo único que dejamos”
EDUARDO ESCOBAR
“Pero después llegó la extraña vida, la insaciable,
la insólita, pendiente de un hilo,
convirtiendo en pasión toda cosa”.
ENRIQUE MOLINA
CARRUSEL
Como el intrincado y oscuro engranaje
periódicamente lubricado
en el centro del carrusel.
Pero también como sus unicornios
y sus multicolores pegasos
en los que cabalga ese tiempo de la infancia,
la poesía.
YARUMO BLANCO
I
Sus semillas dormantes
guardadas en los finos cristales
de la ultima glaciación
llegaron hasta aquí desde América de Norte.
Es preciso por ello
para cultivarlos en cautiverio
rodearlos de frío y humedad.
He observado que tus manos,
tras regar ese pequeño que crece al descampado
han acariciado delicadamente sus hojas,
y que les has hablado además,
tierna y paciente.
Las dudas sobre lo perdurable de este amor
han comenzado a disiparse.
II
La otra tarde pasé por el vivero.
Frente al burdo anuncia
pintado sobre una tabla
siguen ofreciéndose yarumos blancos
y hay cierto descuento por docena.
Los tres hijos del jardinero han crecido
con el negocio
y sus manos son definitivamente torpes
para los cuadernos
(qué hábiles sin embargo
para las hojas secas).
Su esposa,
preñada de cuatro o cinco meses,
los riega y les habla
de modo rutinario
(Ah, pero a los hijos
cada inflexión de voz los nombra).
Allí el yarumo blanco
es signo del amor
y el amor,
otra cosa.
DOMINGO
Para ese entonces
ni anónima amiga de las mañanas
precediéndome en su súbito ateísmo
del que aún me duelo
no había regresado a aquella banca común
al lado izquierdo de la nave central
en la iglesia de Buenos Aires.
Pero estaba el partido de fútbol en la cancha de Miraflores
Ferretería J. C. contra Boca Junior 2.000 por ejemplo,
un programa al aire libre que incluía mesada extra
y mucho mango biche con sal y limón
y los gritos cargados de palabrotas
de los entrenadores borrachos todavía
y los hermosos traseros de las fans
sobre las gradas de cemento.
Y estaban las tardes para no hacer nada,
si acaso reordenar la pobre biblioteca de Colcultura
(los libritos de cinco pesos
que nos alfabetizaron(,
esas tardes que el creador puso en el ida
sólo como antesala
de las ocho y diez de la noche:
Hora en que empezaba el programa de jazz en Radio Colibrí
y papá y mamá conversaban en la cocina
mientras ella lavaba los platos
y mis hermanos empacaban sus cuadernos
y la semana confluía en un vértice único
de comunión con las cosas
y yo amaba esa familia
de la que David Cooper y compañía
me habían distanciado el resto del tiempo.
Momento de breve intensidad
que me devolvía renovado a la rutina
momento que todavía hoy
cuando ya ni Radio Colibrí existe
me frecuenta infalible y puntual donde quiera que esté.
AUSENCIA
Esta vigilia mía en que al solo precedes
y anuncias
(Ah, tu blanco cuerpo,
calor y luz
que mi noche abrasan)
está llena de ti.
La calle en que no estás
tiene una esquina impredecible.
Tu cuerpo cabe
en el pedazo de aire que acaricio.
RECREO
La oxidada navaja
cuyo mango de carey enmendara la cojera de su pupitre
y le confería un siniestro prestigio
no nos dejaba pensar en otra cosa
que no fuera
su quieta acechanza.
La monocorde parla del maestro
apenas si era
un modo de llenar el tiempo que faltaba
para el temido recreo.
Desaparecida entonces toda norma
el bullicioso patio se volvía su feudo,
ese lugar donde aprendíamos
la extorsión, el chantaje
y el más desamparado miedo
junto a las primeras letras.
LA MOTO DE PAPA
Negra,
rutilante,
con sus mil centímetros cúbicos,
su parabrisas alto y su cocinera de lujo,
la Harley Davidson
a la que los años han dado en el álbum familiar
un ajeno tinte aristocrático,
es allí, en esas fotos,
al lado de mamá
(grácil y desconcertadamente sensual)
un rastro de ese tiempo
febril e irresponsable,
previo a los compromisos,
previo al primogénito
por el que una desventajosa permuta
habría de dar con la fastuosa nave
en los patios de algún agiotista:
Todo por la cuota inicial de una casa,
una casa para mí.
LA PELOTA DE CAUCHO
Por sobre el caprichoso entramado de las tejas
apenas azul, apenas entrevista
desde el vagón del metro
la pelota de caucho.
¿Qué murió en es patio?
CANTAR EN LA COCINA
Tan sólo el ruido del agua arrastrando por el sumidero la suciedad de los platos interrumpe su cuidado
canto.
Esa silvestre voz de mezzosoprano, mucho más exigente consigo de lo que merecería tan pobre auditorio, ha
resultado para mí, por encima de cualquier propósito y mas bien como algo que se me impone desde la
incondicional abismación del hijo, mi más reiterada sensación frente a la factura del poema.
TEXTO
Este viento de los textos.
Su soplo precario
inflándole la falda
-lanceoladas luces sobre la lluvia
y el asfalto-.
Una noche así:
La historia de un libro
vertida sobre ella,
carne anónima que beso
tacto que adivina sus senos
mientras la sombra de mi mano
dibuja su sombra
en el envés de la pagina.
THE NIGHMARE
Frente al abismo de la noche
al que hoy opongo
mis dos o tres axiomas
y Cosmos, de Carl Sagan,
mi abuela esgrimía
una espléndida camándula fosforescente
cuyas cuentas yo veía desfilar en la penumbra
entre sus temblorosas manos
hasta que el sueño me vencía.
También ella sinembargo
despertaba febril
tocada acaso su piel
por las crines de la yegua de la noche.
TRADUCCIONES
Para Antonio Urrello
Como los mínimos sucesos locales
de una pequeña ciudad lejana:
San Salvador, Algeciras,
Punta del Este,
escuchamos en la onda corta,
la noticia de Antonio Machado
en los versos de Raymond Carver.
También a altas horas
ese inesperado encuentro
en que el borracho de Oregon
me presenta al “hombrecillo mayor que se vuelve a enamorar”
rescatándolo así del anaquel
al cual yo lo tenía confinado
junto a otras lecturas forzosas del bachillerato.
MERCADO LIBRE
Sobre la caja de cartón desbaratada
la mercancía:
peines rayados,
muñecas a las que falta un brazo,
pequeñas alcancías de plástico.
Frente a ella
contando unas monedas que no alcanzan
cierto rostro desolado.
CAMIONERO
He atravesado la noche
con mi reluciente tractomula niquelada,
intacto
a pesar de la muy desfavorable
posición de los astros.
Ahora
la mañana comienza a cocinarse
sobre el asfalto sinuano
(al final de las interminables rectas
casi puede ya distinguirse el humo).
Por un instante,
con el acelerador a fondo,
he visto a la pareja
bajo la sombra de un pisquín
balbuciéndose un adiós,
la lujuria, el sentido de la traición,
el furtivo coito
y el marido inocente
arriando una manada de toretes
me han sido revelados en detalle
por los kilómetros siguientes.
El viaje demora veintitrés y media horas.
ESCRIBIR POESÍA
I
Por aquel entonces
la abstracción nombrada plenamente al mundo.
En los poemas,
en las deshilvanadas líneas que se cortaban al arbitrio
estaban las primas desnudándose frente al espejo
y las fatigosas discusiones con el padre,
pero todo designado de otro modo,
con vocablos grandilocuentes que apenas sopesábamos.
No se mentía,
tampoco mucho se revelaba,
palabras como vida, muerte, tempestad, ternura
eran apenas la cortina de humo que nos camuflaba
la dosis de autocomplacencia necesaria
para dar un paso más.
La vida, la lectura,
Pound,
nos revelarían luego ciertos trucos,
la eficacia del texto
que incluye el pan y los periódicos
para comunicar el desamor,
el desperdicio y la dignidad del gimoteo,
la vacuidad del discurso:
Una opción, en fin, frente a otras.
Ahora sentimos nostalgia de esos idas
pues a la torpe manipulación de los conceptos
se unía la mirada ingenua que creí en ellos.
II
Hace ya tiempo que no escribo.
Sinembargo
en las mañanas
aferrado a la destartalada baranda de un bus,
recién bañado y vestido
con el traje que elegí improvisando
una salmodia absolutamente pagana y feliz
sé, a conciencia,
que ese extraño vigor
con el que me desplazo
hacia la más gris de las rutinas,
esa suerte de hipnosis
que me permite caminar
sobre las sucias aguas del día,
no proviene de fuente distinta
de un saber cierto:
en cualquier momento podría volver a hacerlo.
TU VOZ EN LA MAÑANA
Tu voz en la mañana
mientras te paseas del joyero al tocador
y alisas la falda que te pondrás,
como un regazo de lo soñado,
como un guiño de tu alma,
deshoja para mí,
muy lentamente,
tus pesares y tus dichas,
tus amores y tus odios,
eso que hace tus idas.
Podrás decir que olvido,
que no presto atención a cuanto refieres,
pero jamás
que su música misma no me sea imprescindible.
SOLTERONA
En la misma de las seis de la mañana
o en el rosario de las cinco y media de la tarde,
en la iglesia de San Judas
o en la de Nuestra Señora,
frente a la esperma derramada
por la fila de veladoras,
en ese momento en que el sol,
filtrado por los vitrales,
le da pleno en el rostro transfigurado,
acaso hincada
ante la mirada cómplice de San Antonio,
en esta banca que da a la calle de los menesterosos,
o en aquella de la nave central
donde el murmullo de la plegaria acompasada
se parece al lento jadeo del amor,
aquí o allá
éste o aquel ida,
súbito,
el milagro.
ELECCIÓN
Qué hermosa imagen
la de la muchacha en su bicicleta.
Inventado hace tres siglos
y con la levedad que Platón reclamaba a la poesía
nadie garantizaría sinembargo
la pervivencia del artefacto
en el bosque del sentido.
Para no resultar oscuro
a ese hipotético lector
que mañana abordará estos versos
pondré a la doncella a caminar por la vereda,
bajo la lluvia,
esa cosa inmemorial.
NOVICIO
Bellos la fiesta,
el vino,
las muchachas en sus trajes vaporosos,
y el cuerpo al desgaire
en medio de la danza.
Más bello sinembargo
este momento de la joven noche
en que ofrendo a Dios,
sin culpa alguna,
la alegría de esta tarde.
EL ODIO
Frente al espejo
mientras te afeitas
imaginas ese acto
ayer
(entonces también rutina)
en el hombre que hoy enterrarán.
Puedes casi oír
la frase del sujeto gordo en la penumbra,
ver la mano en el gatillo
y los billetes asomados
al bolsillo de una chaqueta.
(También las imágenes familiares
pasadas por la televisión
donde jugaba confiadamente con sus hijos)
Al salir de casa
no puedes evitar sentir ensangrentadas
las manos con que abrazas a tu hija
por ese odio que se ha despertado en tí
y sobre todo por el deber que tienes ahora de avivarlo.
DIVORCIADA
Sorprendida todavía
de tu firmeza
frente a la sentenciosa jerga
del juez que,
agitando sus manos de prelado
y en acatamiento de la ley,
intentaba
sin énfasis alguno
“preservar la unidad de la familia”
entras al ascensor
como a una nube.
En la calle
el desamparo de no ser de nadie al fin
te sobrecoge
y tiemblan bajo la falta de satín
intactas tus rodillas.
Mientras decides
cuál cafetería escoger
cuál autobús tomar
esculcas en tu bolso
buscando el lápiz de labios
que se oculta
tras esa edicioncita rústica
de Madame Bovary.
POÉTICA
Regresábamos en silencio de la finca
la tarde de ese domingo.
Poco recursivo
el cielo insistía en los tonos naranja
y azul pálido,
y un olor a eucalipto quemado inundaba la vereda.
Papá, al cambiar la emisora en la radio,
me decía de pronto:
“póngale cuidado a esa canción”.
Algo en el tono de su voz de entonces
me revela ahora
que no era sentimiento
lo que pretendía inculcarme.
Me enseñaba Lenguaje.
UN CUENTO
En esa ciudad en que aun las sombras
parecen bellas por ser lo primero que se topa
le buscábamos mi hermano y yo
un posible titulo
a ese tosco producto de tres paginas
e iluminado él exclamaba
“Nadie y como siempre”
para que maquinalmente lo anotáramos
y algo parecido a la felicidad
vibrara en las teclas de la vetusta Remington
con su incomodo salto en las letras a y q.
NOCTURNO
Por sobre el estruendo aroma del jazmín
riñendo con los grillos
por el dominio de la noche,
las agrias disputas de los amantes.
EL RATÓN PÉREZ
Ha caído por primera vez un diente tuyo.
Piadoso
el mundo ha acudido en tu exilio
con una sencilla mentira
modelada con regalos y misterio.
La fábula ha sido pues
consuelo frente a ese inicial despojo
pero también
el modo de inscribirlo para siempre
en tu pequeño corazón.
LA OTRA
Recuerdo en especial
sus medias resueltamente blancas
contra los zapatos corona recién embetunados
y un aroma tenue de pino silvestre
impregnando esa cosa viscosa que eran las tardes de domingo.
Ya las voces discrepantes
se habían acallado
y mamá,
dispuesta a no llorar
por nada en el mundo,
tarareaba en cambio con rencorosa lentitud
un tango de Falgás.
El desacostumbrado portazo
venía después
quebrando ese silencio
que nosotros,
sus hijos,
usualmente bulliciosos,
añadíamos como aventajados sacristanes
a ese ritual de peligro
en el que flotaba algún nombre de mujer,
impreciso... posible.
ESTANCIA
Mientras retozo de nuevo en la cama con su madre,
cuyo nombre apenas su recuerdo,
el muchacho lava mi camión
(domesticada por una larga canoa de guadua partida,
el agua del páramo,
impetuosa,
arrastra consigo la gruesa capa de polvo).
Tras el amor y la siesta interrumpida
por el sabroso olor que llega desde la cocina,
cuando me dispongo a echarle un vistazo
al aceite de motor
y al líquido de frenos,
me entrega las llaves.
Sorprendo entonces en él
casi imperceptible
un gesto tal vez mío.
EN EL SUEÑO
En el sueño
tenía la chaqueta café de su ultimo viaje
y fumaba.
La barba de tres idas
era su único rasgo un tanto sombrío
pero la voz con que se llamaba “Tere”,
entre frase y frase,
sonaba natural,
sin eco alguno,
sin penumbra,
como de alguien vivo,
como de él.
“Tere -me dijo-
en esa curva cerrada
después del repecho,
donde me sacaron de entre las latas,
debe haber cuatro o cinco piedras y una cruz
y mi nombre en mayúsculas”.
PLATICA
Nadie pensaría al observar
sus rudos ademanes
a los que la cantina presta
una viril capa de humo
y el choque de las copas
sellando negocios
o ultimando crímenes
que allí es bien diversa
la materia que se traen
pues en medio de ese tosco decorado
y robándole un poco de tiempo
y a la tarde
se musitan imposibles
y prohibidas palabras de amor.
ORACIÓN PROFANA
Para doña Cecilia
No hay otra vida sino ésta
y a la inimitable sombra proyectada por las cosas
vano es agregar
complejidad alguna
Ruego pues porque no falten la flor al jarrón
ni el brillo al piso
ni el agradecido perro olfateándome la falda
no me falte la razón que he cultivado
casi con mística
ni el nieto al cual amonestar
mientras descifro en sus rasgos
“un largo dédalo de amores”
Y sobre todo
no me falte conmigo la piedad
cuando el cuerpo
cansado
se equivoque
TUGURIO
A medianoche
bajo techos de zinc
golpeados por la lluvia
como una iridiscente joya
el deseo.
FLIRT
Recuerdo claramente
el tapete y lampara.
No así su rostro.
BIOGRAFÍA
Lo único que legó al publico
fueron sus pesadillas
que,
como él diría,
a pesar de estar escritas
eran poemas perfectos.
JAIME ESPINEL
No el balde publicistas
para ellos el amigo era el primer tema literario.
Sabían que así
recíprocamente
lograrían la dosis de inmortalidad correspondiente
a cada cual.
Por eso también todos anhelaban
ser el primer muerto
pensando en las elegías.
Ese perfil que de “cachifo” hizo Eduardito
para la revista Acuarimántima
o el que equis escribió de Jotamario
“ese payaso de Dios”,
son poemas que hablan muy bien del alma de estos hombres
espaciosa y confortable para los amigos.
Luego la “correspondencia violada”
revelaría una cotidiana y sincera preocupación
por el cuerpo y el espíritu del “compa”
(por Elmo en Cali sin un peso,
por Daríolemos en la arteria envenenada
o por Gonzalo flirteando con la corte).
Eso los hizo grupo,
camarilla, concilio,
por encima de la literatura.
Con qué derecho, pues, yo
que daba mis primeros pasos
cuando ellos daban ya los más malos
pretendo ahora retratar a “Barquillo”,
el más difícil,
por lo del beri beri,
para las fotos,
el de mejores pulmones
para la marihuana
y las prosas de largo aliento,
ese gourmet de nuestra labia
que ha nombrado a Medellín
con amorosa unción.
No.
Esa tarea me supera.
Bástame decir simplemente
que ahora cuando paso
por los escenarios de sus cuentos,
el café Pilsen, por ejemplo,
les hago una sentida reverencia:
Junta a los sitios que mi padre frecuentaba
son hoy mis santuarios.
CHEERS, JACK
Para Carlos Patiño
y Omar Castillo
Siempre el mundo
mediatizado por un cristal:
el del parabrisas del Plymouth amarillo
rumbo a Denver,
o el de algún vaso grande de Jack Daniels
con soda,
o el de esa suerte de espejos tridimensionales
y ruidosos,
los amigos:
Sammy, Allen, Neal,
Gary, John, Carolyn,
esos indeseables
que hacían maldecir a Mémere
en un francés antiguo... aristocrático.
Oscuro e inútil ciudadano de Lowell,
Massachusetts,
destinado a nombrar
esa fuerza amorfa llamada América
teniendo mas presente a Whitman
que a Franklin Delano Roosevelt,
en una prosa mucho mas “bop”
que “dixie”,
mucho mas Charlie Parker que Glenn Miller,
y para completar,
sin emoción alguna de triunfador
y mas bien con una perpleja tristeza
frente al desembarco en Normandía.
Si lo que hacías era mecanografía
y no literatura,
como anotó Capote,
fuiste talvez
el mas hábil y sincero mecanógrafo
de esos tiempos
y al volante de tu Underwood
recorriste mas kilómetros
en tu efímera e intensa vida
que la Greyhound Company
en toda su historia.
Con Han Shan y Basho,
vía Gary Snyder,
entendiste que “el camino”
era “la carretera”,
como ya lo habías intuído
y con Henry Miller,
quien celebró On the road,
que “a quien no sabe para dónde va,
todos los caminos le llevan”.
En 1958,
sin un ápice de grasa,
bronceado y con un cerebro en plena ebullición,
parecías una maquina perfecta
para combatir la estupidez media norteamericana,
una especie de agente secreto del Espíritu.
Pero la Gran Bestia
no te perdonaría
tu esquivez a las marquesinas,
tu renuencia a dejar que tus novelas
fueran vueltas un insípido bagazo
por Hollywood
y su recua de tontos.
Y cuando te sentiste cercado,
estaba Mémere,
la Virgen Madre
que te daba refugio y culpa,
alternativamente.
Y estaba Lowell,
ese pueblito de pequeños industriales,
donde había muerto Gerard,
el hermano mayor, el perfecto;
un tuero al cual regresar
y descansar para siempre.
Pero a tu vida viajera
le faltaba una ultima mudanza:
Vendida la correspondencia con Ginsberg,
comprar el bungalow en St. Petersburg,
Florida,
un lugar, ahí sí,
en el cual verter toda tu nobilísima
sangre bretona
aquel martes 21 de octubre de 1969,
para que los buenos chicos de Harvard
a los que tanto despreciaste
dijeran sinembargo
en el Harvard Crimsom:
“Deberíamos rezar una oración por él
Dios, danos fuerza para estar tan vivos como lo estuvo Kerouac.
Envíanos mas como él para hacer arder la mentira”.
INSTRUCCIONES QUE OMITIÓ KENETH KOCH
No es muy recomendable
ingerir pastelillos
cerca a los hospitales
pese a que las frutas
sean peladas por tí mismo
pueden presentar también algún riesgo
por lo que es preferible comprarlas en otro lado
no es sólo un asunto de salubridad
todo en ese ambiente
sugiere muerte, enfermedad, dolor
y comer bajo esa sombra
puede perturbarte
yendo más allá,
Borges sugiere
de esa manera suya tan sutil y socarrona
en el “Informe de Brodie”
que comer debería ser un acto sumamente privado,
una especie de oración intima y solemne
y nada tan ajeno a ese ideal
como un comedor publico
es todo lo que recuerdo
de una lectura adolescente de ese cuento,
y mi referencia es tan poco rigurosa
que me niego a caminar cuatro pasos
para confrontarla
no hagas tú lo mismo
muchos malentendidos entre vecinos
y acaso algunas guerras
podrían evitarse
mediante un mayor respeto por la fuentes
que incluye una especial atención
a lo que tu mujer te dice en la mañana
mientras desayunan juntos
y a lo que tu hijo farfulla a los tres años
los niños
son mas actuales que nosotros
por lo que es probable que sean portadores
de las ultimas noticias
son además
y conforme al budismo zen
turistas recién desempacados
a los que debes atender
y no sojuzgar
la vida podría írsenos en ello,
en atenderlos y escucharlos,
pero también necesitamos tiempo
para nuestras cosas de adultos
como hacer el amor
las manchas de tinta en las camisas
pueden ser desprendidas
inmediatamente
sin el pedazo de tela es introducido
en un poco de leche hirviendo
(en general, muchos desastres
en apariencia irremediables
pueden ser obviados
si se obra de un modo súbito y sereno)
de todas maneras
es más seguro
no cargar tu bolígrafo de tinta húmeda
en el bolsillo de la camisa
(por esto y por la incomodidad
en los abrazos)
el nacimiento de un niño ciego
suele suscitar la mayor angustia en derredor
salvo si sucede en casa de mendigos
y un pensamiento como éste
puede darle un gran sosiego a tu espíritu
cuando te sientes impotente para cambiar las cosas,
como el que a mí me dió
el poema Algunas Instrucciones Generales
de Keneth Koch
en la tarde del 3 de septiembre de 1980
cuando lo leí en la traducción de Manrique Ardila,
gracias, Keneth.