liobani yo cuento. tú me escuchas

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Liobaní


Yo cuento. Y tú, ¿me escuchas?

LIOBANÍ

YO CUENTO. Y TÚ, ¿ME ESCUCHAS?

Aclaraciones espirituales,

relato verdadero de nuestra hermana divina LIOBANÍ del Reino de Dios

Un libro para niños,

desde el primer día de vida hasta los 6 años

- ¡Y también para adultos! -


© VIDA UNIVERSAL LIOBANÍ Yo cuento. Y tú, ¿me escuchas? Título Original: “Ich erzähle-hörst Du zu? Traducido del alemán Escrito No S 114 Sp Primera edición: Enero 1989 I.S.B.N.: 84-86636-05-1 Reservados todos los derechos


La palabra de Dios La palabra de Dios La palabra de Dios La palabra de Dios para nosotros,para nosotros,para nosotros,para nosotros,

manifestada por Liobaní, nuestra hermana divina

del Reino de Dios.

Dada por la profetisa del Señor Gabriele, Würzburg


¿Un nuevo cuento para niños? No.

No es ningún cuento ni nada. ¡Sino verdad! Una verdad de la verdad eterna. Contada por un ser angelical

“El ángel del Señor dijo…”. ¿Acaso no conocemos todos esta aclaración?

También aquí nos habla un ángel del Señor. Nos habla a través de una persona, la profetisa de Dios en nuestros tiempos, mediante

la cual el Señor ha regalado y regala a la humanidad revelaciones

de una plenitud raras veces concedidas por el Espíritu de Dios.

Esta mensajera de Dios es la que ha captado lo que el ser angelical, Liobaní, del Reino de Luz divino, quiere decir

a todos los niños y también a todos los adultos.

¡Un libro realmente original!

Despierta en el hombre un saber que desde tiempos remotos duerme en su alma.

Liobaní nos dice, con palabras bondadosas y comprensivas, cómo podemos llegar nuevamente a una vida consciente en y con Dios.

Una vida orientada hacia Dios, que transforma nuestra vida cotidiana y nos convierte en personas felices,

pacíficas e internamente satisfechas.

¿No tienen ustedes, queridos lectores, la misma meta?


Índice

Prólogo ………………………………………………………………………...……. 7

Para los padres ………………………………………………………………...…..... 9

Para el niño desde su primer día de vida hasta los 3 años ……………………………………………………...….... 13

Para el niño a partir de los 3 años ……..……………………………………….... 27

La actuación del Espíritu de Dios a través de Su profetisa en la Vida Universal …………………………….…….. 70

Información general …………………….…………………………………………. 74


PRÓLOGO

LIOBANÍ, un ser espiritual de los Cielos puros, les cuenta a sus pequeños hermanos encarnados en la Tierra sobre el Hogar Eterno, sobre el Padre Celestial, que es el amor, cuyo Espíritu traspasa todas las formas de existencia y, que por lo tanto, también está cerca de ellos en cada piedra, planta, animal y en cada hombre.

Amorosamente instruye a los pequeños sobre cómo pueden tomar

conscientemente contacto con las fuerzas divino espirituales, sobre cómo llegan a entrar en una vida verdaderamente espiritual de plenitud en medio del mundo material a través de un mirar, sentir, pensar y actuar correctos.

Generalmente, en el niño vemos sobre todo al hombre inacabado, al

principio todavía indefenso y aparentemente sin capacidad de compresión.

Sin embargo, aunque sólo tenga pocos días, su alma despierta percibe

a través de la vibración, a través de la sensación, todo lo que se piensa, se habla y se hace en su entorno.

El alma alberga al ser luminoso y divino, a la elevada conciencia de su

origen espiritual. Las palabras manifestadas con su sentido entrañable, hacen vibrar en el niño las cuerdas en lo más profundo del alma. Recuerda, ve, percibe y experimenta conscientemente la vida y actuación espiritual.

Los padres se sorprenderán a menudo, ya que habrá más de un niño

que podrá aportar detalles por sí mismo referentes a las descripción de las realidades espirituales, que no son visibles al ojo físico humano. En los niños muy pequeños muchas cosas están vivas todavía, lo que a los adultos nos puede quizás parecer un cuento de hadas. Los niños están más cerca de esta realidad que nosotros. Ellos viven conscientemente al mismo tiempo aquí y allá si no les imponemos nuestro programa de lo únicamente humano.

Nuestro hijo siempre toma de los bienes espirituales, de las

aclaraciones e instrucciones espirituales, aquello que el alma y el hombre necesita en ese momento.

Deberíamos hablar con él sobre lo que ha escuchado, con el fin de

tener en consideración lo que inquiete a nuestro niño. Deberíamos prestar atención a su mundo de experiencias, sobre el cual recibimos indicaciones a través de sus comentarios y preguntas.


Si repetidas veces le leemos las descripciones del Reino espiritual, siempre se le vuelven a abrir otros aspectos de la plenitud de la existencia divina que traspasa la realidad material.

De lo ofrecido, el niño toma cada vez otro alimento, otros impulsos

para su crecimiento psíquico-espiritual. El Cielo no está lejos de nosotros. Está dentro y alrededor de nosotros.

Nuestros niños no tienen por qué recuperar y adquirir de nuevo con esfuerzo la vida espiritual, si en sus primeros años no les turbamos y cerramos la visión para lo verdadero y esencial. Así pueden entrar con naturalidad en la vida universal, en la unidad mantenedora del amor con toda existencia.

También para aquellos de entre nosotros que hace ya muchos años

que están encarnados, es decir para los adultos, esta manifestación del ángel LIOBANÍ a través de la profetisa del Señor redundará en alegría y beneficio espiritual.

Los Amigos de Cristo Würzburg, en enero de 1988


LIOBANÍ

YO CUENTO. Y TÚ, ¿ME ESCUCHAS?

PARA LOS PADRES Los niños en la Vida Universal serán conscientes hijos cósmicos que

viven en paz y unidad con todos los hombres, seres y formas de vida. Con esta manifestación, vuestra hermana divina Liobaní, un ser

espiritual de los Cielos, da a los padres y a los niños de este mundo aclaraciones acerca del verdadero Hogar y acerca de la vida cósmica, sobre la sabiduría y la actuación universal de Dios.

Al mismo tiempo, esta revelación es también un verdadero relato del

Reino de la paz y del amor para los padres e hijos. Liobaní, nuestra hermana de los Cielos, manifestó: Queridos padres: Educad a vuestros hijos en la conciencia de que Dios es la vida.

Instruid a vuestros hijos que Dios lo es todo en todo, que sin Dios nada puede haber, que Dios, la vida, actúa en todo.

El que piense y viva así, ese vivirá en la conciencia universal. Educad a vuestros hijos de forma universal, no con el pensar

aparcelado del mío y tuyo, sino en la conciencia de todo aquel que realiza las leyes, el amor, tiene parte de la plenitud de Dios, que no tiene que pasar ni hambre ni necesidad. El Espíritu, Dios, ha regalado a Sus hijos, por Él creados, todo lo que Él mismo posee: la unidad universal de la totalidad.

Queridos padres, instruid a vuestros pequeños a cerca de la vida

universal: que también los animales, plantas y piedras viven y sienten conscientemente. Para que al hombre le vuelve a ser consciente su origen, enseño, tanto a los mayores, los adultos, como también a los pequeños y niños.

Todo lo que vive proviene del origen, Dios. Por lo tanto, tiene lo divino

en sí. Así que la vida es divina.


La vida es sonido, melodía. Todo lo que vive, hombres, animales, plantas y piedras suenan. Según su desarrollo y madurez espiritual será también la melodía, el sonido que les caracteriza y que al fin y al cabo son.

Un sonido armonioso puro es un tono en la gran orquesta universal,

Dios. El Espíritu, Dios, es la ley universal. La ley es energía fluyente. Dios

es la vida. La vida es melodía. Así que Dios, la ley eterna, es sonido y melodía.

La ley, Dios, es la música de las esferas del infinito. Dios es el infinito. El infinito es sonido, es la orquesta del amor y de la

Sabiduría de Dios. Dios es. Por lo tanto Dios, la ley, la vida, es melodía y sonido en todas las formas de vida.

Cada forma de vida es espíritu de Su Espíritu y un tono en la orquesta

de Dios. El hombre no es otra cosa que energía, un haz de energía que emite

sonidos de acuerdo con su forma de pensar y actuar. Los sentimientos, las sensaciones, los pensamientos, las palabras y tendencias del hombre son el fluido de Su irradiación, son Su sonido.

Las melodías divinas, cada sonido divino, es un todo o una melodía en

la orquesta universal, Dios. Los tonos impuros, los sonidos disonantes que hace surgir el ego

humano, el ego humano, el querer, las ambiciones y deseos del hombre, no son acogidos por la orquesta, Dios. Los tonos impuros se quedan adheridos a la ley de causa y efecto (lo que siembres, cosecharás). Allí se incrementan cuanto más siente y piensa el hombre cosas iguales y parecidas.

Los sonidos disonantes, que crea el hombre, su propio fluido, giran

como satélites alrededor de él, y con cada ocasión que se le presenta – cuando se acerca mentalmente al satélite, al sonido disonante, o cuando uno de sus semejantes le advierte algo negativo – intenta incrementar el sonido disonante en él.

También los órganos de los sentidos pueden reforzar una y otra vez

los satélites, los sonidos disonantes. Si, por ejemplo, la mirada cae sobre un cuadro o un hombre, y si el que lo mira queda absorto por él, entonces es posible que las analogías*** todavía presentes en él, los sonidos disonantes sean reforzados por los pensamientos, produciendo una cadena de pensamientos.


******************************************************************************

NotaNotaNotaNota*** La Ley de la Analogía*** La Ley de la Analogía*** La Ley de la Analogía*** La Ley de la Analogía, o la ley del reconocimiento, es una ley cósmica que nuestro Padre eterno, Dios, dio a sus hijos caídos -que antaño fueron seres espiritualmente puros, que se apartaron del Hogar Eterno y que se rebelaron contra Su ley universal- para que reflexionen y se reconozcan a sí mismos, con la ayuda y la fuerza redentora de Cristo que está en nosotros. Todo lo que me molesta de mi prójimo, lo que me intranquiliza, lo que incluso me hace enfadar, se encuentra de forma parecida o igual en mí. La cuerda de un instrumento musical comienza a vibrar cuando le llega una vibración que corresponde a su frecuencia vibratoria. Yo soy el instrumento: Si algo me altera, si algo llega a tener resonancia en mí, esto sólo es posible porque tengo una "cuerda" análoga (parecida o semejante) en mí. En este punto mi prójimo es análogo, parecido o semejante en mí, y yo a él. De modo que la "cuerda" es una analogía o semejanza. . A primera vista esto parece desagradable, pero mirándolo más de cerca, el enfado ofrece una ayuda inmensa, pues siempre que algo llegue a desencadenar un movimiento desagradable en mí, sé que...: ¡Cuidado, querido amigo, hay algo en ti que no está claro! ¡Míralo, acepta el impulso y no pierdas una oportunidad de aprender!

De modo que el prójimo es mi espejo en el que me puedo reconocer; si miro en él. Si estoy alerta, cada día me ofrece la oportunidad de reconocerme. Una analogía superada se transforma en recuerdo (experiencia). ************************************************************************************

Lo mismo vale en el sentido positivo: Si la mirada del hombre cae sobre un cuadro hermoso equilibrado y armonioso, como por ejemplo, sobre un paisaje, o si el hombre afirma lo divino en su prójimo, entonces incita las sinfonías divinas dentro de sí, que le estimulan y le armonizan.

En la existencia cósmica sólo los seres caídos y cargados son impuros.

Son las almas, los hombres y los demonios. Por el contrario, los seres de la naturaleza, los animales, las plantas y las piedras, no están cargados. Son puros. Por lo tanto, también su sonido, la melodía de conciencia, es puro.

Cada tono puro pertenece a la gran orquesta de la naturaleza. Los sonidos de los reinos de la naturaleza, por su parte, son

universales. Pertenecen a la orquesta universal, Dios, que reúne a todos los tonos puros: los de los seres espirituales puros, de los seres de la naturaleza, de los animales, plantas, piedras y estrellas.

Cada gota de agua tiene su sonido especial. La composición de las

formas de vida en él es diversa, por lo que también el sonido de cada gota es distinto.

Todas las formas no cargadas de la vida son, por lo tanto, sonido

puro. Lo puro es absoluto. Todo en todo es la melodía primaria, Dios, la música de las esferas.


Todas las formas de vida, por lo tanto, son vibración. Todo lo que vibra tiene su ritmo especial. El ritmo vuelve a ser melodía. Tanto los animales como las plantas y piedras son cuerpos de

sensación y percepción. Ellos sienten las fuerzas del universo. Las perciben y viven en su ritmo. Las formas de vida materiales, sin embargo, también registran las

vibraciones de los hombres. Registran su forma de pensar, hablar y actuar.

Si el hombre está unido a la naturaleza, entonces ésta – los árboles,

arbustos y flores, también los animales – emiten suaves vibraciones hacia los hombres que mentalmente están en armonía con los reinos de la naturaleza. Estas finas vibraciones de todas las formas de vida son fuerzas divinas que, a través del aura de un amigo de la naturaleza, refortalecen su cuerpo y alma y elevan su vibración, en tanto que éste lleve una vida ordenada según la voluntad de Dios en sus pensamientos y actos.

Mi alegría es grande por poder instruir a los más pequeños y a los

pequeños de este mundo, los jóvenes habitantes de esta Tierra, mediante aclaraciones y relatos verdaderos.


PARA EL NIÑO DESDE SU PRIMER DÍA

DE VIDA HASTA LOS 3 AÑOS Aunque tú, querido niño de la Tierra, aún eres joven en años quizás

has cumplido sólo un día o ya tienes varios días o meses, quizás ya 3 años – vas a conocer tu verdadero Hogar a través de tu madre, tu padre, o a través de tus hermanos mayores o abuelos.

Te hablo a través de la manifestación. Esto sucede cuando un hombre

oye la voz de Dios. Dios denomina a esta persona Su profetisa. A través de esta hermana tuya. Llamada profetisa por Dios, te transmito con la palabra, querido niño, y también a tus padres, mediante aclaraciones y relatos, descripciones del verdadero Hogar de aquellos que en vestido terrenal pasan por esta Tierra.

Tu familia, que te ama, te leerá estas aclaraciones y verdaderos

relatos. No eres tú – el habitante de la Tierra que quizás sólo tiene un día, una semana, uno o varios meses, o que ya hace uno, dos o tres años que ves la luz de este mundo – el que puede captar y comprender las aclaraciones y relatos, sino sólo tu alma que se ha encarnado en tu pequeña persona. Ella me puede comprender y así recibe una intuición de que no es de este mundo.

El alma, o sea, tú, el cuerpo espiritual en tu cuerpo, eres un habitante

de los Cielos. Antaño saliste del paraíso de la existencia pura del Hogar Eterno,

habiendo cargado tu hermoso y radiante cuerpo espiritual. Sí, tú lo has ensuciado, actuando en contra de las leyes del Reino

eterno. Tú te has dejado seducir por sensaciones negativas, o has pasado por los reinos del alma como ser puro hacia la encarnación, es decir, a un cuerpo humano, para ayudar y servir a tus hermanos y hermanas. Allí, en la materia, entonces te has cargado y has ensombrecido tu alma. Has pensado de forma parecida a los hombres que están en contra de Dios, y con ello has tapado tu cuerpo de irradiación.

Querido niño, no quiero hablarte con detalle sobre las cargas y cómo

se produjeron. Yo quiero animarte a cumplir las leyes de Dios para que puedas volver a mirar y caminar hacia el Cielo.

Yo, tu hermana espiritual Liobaní, quiero darte aclaraciones por medio

de tus familiares terrenales y quiero contarte que eres un niño de nuestro eterno y amoroso Padre Celestial; que Dios, nuestro Padre quiere volver a tener a todas las almas consigo en el Reino del amor, en el Cielo. Pues allí nos corresponde estar a todos, también a ti.


Tú eres, por lo tanto, un hijo de Dios y has sido creado por Dios, tu

Padre, puro, luminoso, radiante y perfecto, es decir, inmaculado, sin faltas.

Acerca de las faltas que ha cometido el niño espiritual – por lo que ha

ensombrecido el cuerpo de irradiación – teniendo que vivir, por lo tanto, en zonas menos luminosas, hablaremos más tarde.

Tú ahora debes saber que, como ser puro y divino, un día volverás a

estar allí en tu Hogar, de donde partiste. ¡Ten paciencia! Lo que está adherido a ti y no corresponde al orden

celestial – aquella forma errónea de pensar y vivir – puedes volver a sacarlo por la misericordia de nuestro Padre todopoderoso en Cristo, tu Redentor. Y a través de Él, Cristo, que es la gloria de tu alma, puedes volver a la Casa del Padre, al Hogar Eterno.

Querido niño: Los seres puros de los Cielos son también llamados ángeles por los hombres. La palabra “ángel” significa pureza, paz y amor.

En los cuadros, los ángeles de los Cielos a menudo son representados

con alas por los hombres. Las alas significan rapidez. Si hay un ángel como guardián de los hombres, o sea un espíritu

protector, entonces las alas también significan protección para el alma y el hombre. Con esta fuerza, las alas que son la irradiación del ángel, el ángel protector envuelve amorosamente a su protegido y le saca de peligros que le amenazan cuando sin culpa entra en tales situaciones.

Querido niño: También tú fuiste una vez un ángel. Y volverás a serlo

cuando tu alma, el cuerpo espiritual que vive en ti, haya vuelto a ser puro e inmaculado.

Por lo tanto, tú estás encarnado aquí en la Tierra para sacar en los

años terrenales las sombras todavía existentes que se han colocado alrededor de tu hermoso y radiante cuerpo espiritual.

Querida alma que te encuentras en el bebé o el niño pequeño: Una vez

fuiste un ángel y volverás a ser un ángel. Tú has venido de los Cielos puros y según la carga ya has adoptado

varias veces una forma humana, un cuerpo humano. En los años terrenales te has ensombrecido en mayor o en menor

medida, según cómo hayas pensado y actuado.


El alma y el hombre tienen que sobreponerse a estos ensombrecimientos mediante la fuerza de amor de nuestro Padre y volverse así de nuevo luminosos y claros.

Como ángel has abandonado los Cielos y has entrado en zonas menos

luminosas. Desde el momento en que abandonaste los Cielos fue colocado a tu

lado un mensajero de luz. También, cuando eres hombre, permanece unido a ti en lo invisible. Si tú, o sea, tu alma se encarna, es decir, si tomas la forma humana, entonces el ser espiritual, tu espíritu guardián, sigue a tu lado.

El espíritu protector no se aparta de tu lado. Él se esfuerza por servirte

y ayudarte. Él realiza aquello que Dios, nuestro Padre, le ha confiado a su corazón divino: el protegerte de desgracias y pesares, el advertirte a tiempo cuando actúas en contra del amor de tu Padre, para así guiarte hacia el camino correcto y mantenerte en él.

El espíritu protector se esfuerza por ayudarte para que te conviertas

en un habitante útil de esta Tierra, que ame a los hombres, animales, plantas y piedras, todo lo que la Tierra lleva de vida.

Tu ángel protector respeta, sin embargo, la ley del Padre, que dice que

tú tienes el libre albedrío. Te tocará amorosamente y, a través de la conciencia, te dirá: “¡Niño,

piensa amorosamente! ¡Sé bueno con tus hermanos! ¡Sé amable con todos aquellos con los que te encuentras!”.

Si dentro de algunos años – cuando la persona pueda diferenciar,

cuando tu cuerpo humano pueda formar palabras y comprender acciones – no haces caso a tu conciencia, entonces ensombreces todavía más tu cuerpo espiritual. Tu espíritu guardián, que ha estado muy junto a ti, se apartará porque desde tu interior resuenan tonos disonantes, sensaciones desagradables que entonces se convierten en palabras y actos, que no son divinos, que no se dicen y hacen en el Cielo.

Tu espíritu guardián no acepta los tonos disonantes, las palabras

desagradables y las acciones poco amorosas; él se aparta para no acogerlas en su cuerpo espiritual. Tú has oído que el espíritu protector es puro y que no acepta nada impuro.

Querido niño, tú estás, por lo tanto, en la Tierra para apartar los tonos

disonantes y las actuaciones contrarias y para poner ahora tonos de amor y de paz en lugar de los tonos y acciones desagradables, para que pronto camines sobre la vía de la vida divina y sintonices con la gran orquesta, que da testimonio del amor y de la sabiduría de Dios.


Querido niño, así le hablo a tu alma, pues ésta me entiende. Tu envoltura terrenal todavía no ha madurado lo suficiente como para

comprender el sentido de las palabras, pero tú, el alma, coges el sentido, es decir, la melodía, el tono o sonido. Tú te rodeas de ello y así sientes que no eres de este mundo, que a través de las melodías que te llegan en palabras como eco, te digo que estás en la Tierra para disolver las sombras, para sentir, pensar y vivir de forma luminosa y pura.

Querida alma, así estás en la envoltura terrenal de un bebé o niño

pequeño, todavía sin habilidad; pero tú comprendes lo que te digo. Estando encarnado te han puesto hombres a tu lado que, igual que tú,

tienen un espíritu protector que desea ayudarles y servirles. Los más próximos son tus padres, que han engendrado tu pequeña envoltura terrenal y que así te han hecho posible tener una casa de carne y hueso.

Con el nacimiento de tu envoltura terrenal la habitarás poco a poco, y

ella será tu vivienda hasta que seas llamado por el Eterno, por Dios, tu Padre, a abandonar la Tierra. Entonces volverás a vivir como alma en otros mundos que en su irradiación son más finos que la Tierra, o volverás como ángel al Reino de Dios, de sonde has venido.

Querida alma en el niño, como hombre te llaman María o Pedro. Sea

como sea que te llamen tus padres, quiero dirigirme a ti con tu nombre actual.

Pero también es posible que tu alma se haya encarnado ahora por

primera vez y, por lo tanto, hayas venido directamente de los Cielos. Si vienes directamente de los Cielos, si no has estado ya antes

encarnado y si por ello no te has ensombrecido, entonces tu cuerpo espiritual en tu cuerpo terrenal todavía no está cargado. Tu luz sólo está tapada. Tu cuerpo espiritual sólo muestra las huellas de la peregrinación que ha hecho a través de los reinos del alma para ir a la encarnación.

¿Qué es una encarnación? Una encarnación se da cundo el alma se

une con un cuerpo humano. En este peregrinaje desde los Cielos hasta la encarnación, poco a poco

has ido tapando tu luz del Hogar. La has dejado en la existencia pura, en el Hogar Eterno, en el muro de luz*** que rodea a los Cielos. Esto también has tenido que hacerlo en el camino hacia la encarnación para poder vivir en el plano de vibración de este mundo, es decir, sobre la Tierra, en el cuerpo humano.


************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************ NotaNotaNotaNota*** *** *** *** El muro de luz es un muro de irradiación que separa los mundos celestiales puros (los Cielos eternos) de los mundos de la Caída (los mundos astrales donde habitan las almas desencarnadas en purificación y el universo material o mundos materiales incluida la Tierra). En el muro de luz está la luz que dejaron allí los seres espirituales al abandonar los Cielos puros. A través del muro de luz sólo pasan a lo Absoluto aquellos que reconocen a Cristo como Corregente de los Cielos; pues nadie llega al Padre si no es a través de Él. ****************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************

Si entonces vienes directamente de los Cielos y no de los ámbitos de

las almas, desde donde éstas vuelven a ir a la encarnación, entonces verás a tu ángel guardián y a tus padres en su irradiación correspondiente.

Hombres que aman a sus semejantes, que no hacen daño a los

animales, que respetan las plantas y las piedras porque también en ellos reconocen la vida, tienen cuerpos terrenales radiantes. Estos hombres que dan amor serán amados por sus semejantes. Su luz radiante vuelve a atraer a almas luminosas que viven en la Tierra o en otros ámbitos del universo y que están unidos a aquellos que esparcen amor y mucha luz.

Querido niño, ahora vuelvo a dirigirme a tu alma, que aún está activa

en tu cuerpo y que necesita tiempo para penetrar por completo con su irradiación en los órganos y células.

Tú, querida alma, ves a tu espíritu protector si eres luminosa y clara.

Mira, es tu hermano espiritual que te acompaña en tu paso por la Tierra. Alégrate y acepta al mensajero celestial a tu lado y reconócelo como una parte de ti mismo, pues, él es tal como tú, un ser lleno de luz y de amor.

Tu ángel guardián ha sido puesto a tu lado por Dios, tu Padre. Tu

Padre desea que hagas que tu alma luminosa se vuelva aún más luminosa y que la fuerza de tu alma fluya al mundo.

Llegarán los años terrenales en que podrás llevar esta luz

desinteresada, que es amor, a aquellos que también tienen añoranza de esta hermosa luz radiante, que también quieren volverse luminosos y claros para volver al Padre del amor, al Hogar de la luz.

Si aclaras tu cuerpo de luz e incrementas la luz, también darás mucha

alegría a tus padres terrenales. Ellos han engendrado tu cuerpo terrenal y quieren protegerlo y amarlo. Cuanto más ames a tus padres, tanta más paz y alegría habrá en la familia terrenal donde has nacido.

Si entonces tu alma está luminosa, observa y cree en lo que ves.


Tú aún miras hacia el Cielo y también ves a los ángeles guardianes

que están al lado de tus padres. Son los mensajeros del Reino de Dios que, a través del mundo de sensaciones y pensamientos, también les dicen a tus padres cómo deben pensar y actuar para volver a ser igual que tú, parecidos a los ángeles.

Mira, querido hermanito en cuerpo terrenal, tú no sólo te has

encarnado en una familia terrenal, sino también en una espiritual, pues los seres espirituales, los ángeles que están contigo y con tus padres y hermanos, también pertenecen a vuestra familia terrenal. Están unidos con vosotros los encarnados porque se han encargado de vuestra protección.

Sabes, tal como el Sol envía sus rayos hacia esta Tierra, de una forma

parecida también los seres espirituales, los ángeles protectores, están unidos con los hombres por una fina cinta de rayos. A través de esta cinta de rayos los ángeles de la guarda perciben todo lo que sus protegidos, los hombres que quieren proteger, piensan y hablan.

Tu espíritu protector, por ejemplo, acoge con precisión tus sensaciones

anímicas también cuando aún no puedes expresarte a través de tu pequeño cuerpo terrenal.

El ángel de la guarda te ayuda a ti, que como alma estás en un cuerpo

humano, a través de la cinta de rayos. Él te envía a través de esta cinta de luz sus sensaciones de amor y de paz.

A través de esta cinta de luz también le hablará más tarde a tu

conciencia diciendo: “Querido niño, ¡no hagas esto; no ensombrezcas tu alma! ¡Actúa amorosamente! ¡Perdona! ¡Deja que el animalito se vaya, no lo tortures!”.

Él dice: “Ama a tus hermanos aunque en estos momentos no sean

cariñosos, y ama en especial a tus padres, que te dan tanto amor. Y si hoy tus padres no son demasiado cariñosos contigo, entonces sé tú tanto más cariñoso con ellos. Entonces papá y mamá pronto volverán a sonreír y la cara de ambos volverá a estar luminosa y cariñosa.”

Querida María o Pedro – o como sea que te llamen tus padres, así

también me quiero dirigir a ti – mira, tu alma encarnada ahora tiene primero la tarea de habituarse a su pequeño cuerpo terrenal.

Querida alma, así me dirijo ahora a ti, tú aprendes a dominar poco a

poco tu cuerpo. A través de tu alma fluye el Espíritu, el hálito de nuestro Padre Celestial, entrando cada vez más en tu cuerpo terrenal.


Si la persona, tu pequeño cuerpo llora, entonces al mismo tiempo aprende a expresarse a través de éste. Tú, el alma, a través de los sentidos humanos tomas cada vez más contacto con los órganos. Tú experimentas el corazón de tu cuerpo terrenal, como late, y así te acostumbras a este ritmo.

Cuando te encarnaste, tuviste que experimentar que el primer contacto

directo con tu cuerpo terrenal produjo un fuerte oleaje vibratorio. Tú diste un grito. Por la unión directa de tu alma con tu cuerpo terrenal se originó el primer sonido fuerte, un grito.

Ahora has reconocido que los efectos de este enlace directo entre alma

y hombre mediante la encarnación produjeron el primer grito. Por lo tanto, produjiste el primer sonido fuerte en el cuerpo terrenal.

Las vibraciones de tu alma hasta entonces habían sido sonidos

suaves. Carecían de ruido. Eran melodías. Pero ahora, de repente, es un sonido fuerte, pues ahora utilizas las cuerdas vocales de tu cuerpo terrenal.

Tú te has comunicado como ser perfecto, como ángel, a través de

sensaciones muy finas, a través de maravillosas melodías que son el lenguaje de los ángeles. Pero ahora te vas a comunicar a través de tu cuerpo terrenal mediante sonidos fuertes que son símbolos.

El hombre denomina a los sonidos fuertes, a los símbolos, su lenguaje.

Todavía te extrañas de los sonidos que sacas de tu cuerpo terrenal. Mira, se van a refinar cuando te hayas habituado a tu cuerpo y cuando éste aumente en fuerza e inteligencia.

Querido hermanito encarnado, tú ahora te has convertido en hombre y

tienes que habituarte a tu cuerpo terrenal. En tu envoltura corporal aprendes a conocer las vibraciones y reacciones de tu cuerpo. Aprendes a percibir las melodías de tus órganos y de esta forma experimentas que tu cuerpo es todo sonido.

En tu envoltura terrenal experimentas ahora que los órganos de tu

cuerpo se mueven y se hacen notar, indicando lo que necesitan para volverse y seguir fuertes y sanos. De esta forma tomas cuidadosamente contacto con todo tu organismo. Así aprendes a conocer a tu persona, su estructura y cómo funciona.

También aprendes a conocer el dolor de tu cuerpo. Cuando un órgano

no acoge enseguida la energía de tu alma o incluso la rechaza, entonces sientes que la vibración de tu órgano se reduce y quizás duela. Al no funcionar todavía suficientemente bien uno o varios órganos, rechazas el alimento que tu cuerpo, sin embargo, necesita para fortalecerse, crecer y así madurar.


Si, por lo tanto, un órgano de tu cuerpo o incluso varios órganos,

todavía no acogen la fuerza del alma y el alimento físico, entonces cambia el potencial de fuerza, también llamado grado vibratorio de tu cuerpo. El órgano o los órganos afectados sufren y dan señales de dolor. Se contraen y señalizan que todavía no reciben suficientes energías.

Los cambios de tu organismo los registras en tu alma. Ahora intentas

regalar fuerza a tu cuerpo. Pero éste quizás necesite ayuda desde el exterior, ayuda de tus hermanos encarnados.

O sea, que tú, el alma, pides ayuda: Las señales que emites son

gritos. Las sensaciones que produce tu alma resultan en un grito o varios gritos a través de las cuerdas vocales. Los gritos, en su conjunto, son entonces el llorar.

Entonces viene tu madre, tu padre, tus hermanos o tus abuelos y

quieren ayudarte, servirte. Son ángeles de la guarda en envoltura terrenal para su pequeño ángel, para ti.

Si te haces notar a través de los primeros sonidos, los primeros gritos,

cuando baja la vibración corporal – porque ahora la envoltura del alma, tu cuerpo terrenal, necesita alimento o porque sientes dolores o quieres que te limpien lo que el cuerpo expulsa – entonces también te vuelven a ayudar los ángeles en envoltura terrenal, tus padres, tus hermanos o quizás también tus abuelos, los padres de tus padres.

¿Cómo quieres recompensar su amor desinteresado, querido

hermanito encarnado? No importa cómo te llames, María o Pedro, piensas que todavía no te

sería posible dar las gracias por el amor desinteresado por no tener todavía habilidad en tu pequeño cuerpo. Sientes que dependes de la ayuda de tus hermanos terrenales que ahora son tus padres o abuelos.

Querido hermanito, la naturaleza se ha cuidado de que después de un

cierto tiempo terrenal puedas dar gracias a tus queridos hermanos encarnados, a través de la primera pequeña sonrisa.

Te preguntarás: “¿Sonrisa, qué es eso: sonrisa?”¡Sí, querida alma,

mediante la sonrisa! Comprende: Cuando te alegras como alma y quieres expresar la

alegría a través del cuerpo terrenal, cuando quieres enviar la alegría y gratitud a tus padres terrenales o abuelos, entonces tus sensaciones anímicas de alegría, de amor y de gratitud se expresarán como vibraciones en tu cuerpo.


Vibraciones de amor de tu alma se exteriorizan en vibración a través de los sentidos del cuerpo. Tu cara se ilumina, la pequeña boquita irradia y muestra así la primera sonrisa. El oleaje de sensaciones de gratitud, de alegría y amor influye sobre tu mundo de sentimientos, que está subordinado a los cinco sentidos del hombre: Tu cara se ilumina, la boca cambia, el cuerpo entra en vibración de alegría, y tú sonríes.

Debes saber, querido hermanito en envoltura terrenal, que tus padres

se alegran y están muy felices por la primera reacción, por tu sonrisa. Acepta tú también la alegría de tus padres terrenales por tu sonrisa. Ellos se alegran de que estés aquí y están felices de tener un niño.

¡Querida alma en envoltura terrenal, querido hermanito, mira a tu

alrededor! Si tu alma no está demasiado cargada, es decir, ensombrecida, entonces en tu alma y también alrededor de tu cuerpo hay luminosidad. Entonces también verás a los amigos de la naturaleza como compañeros de juego, cariñosos y simpáticos, que te emiten sus suaves y finas sensaciones de amor y respeto, pues tú eres un hijo de Dios.

Los amigos de la naturaleza, las flores, hierbas, árboles, arbustos y

también los animales, sin dejar de mencionar los pequeños seres de la naturaleza que la cuidan, se acercan a ti cariñosamente como los rayos del Sol.

Tú eres un hijo de Dios. Aquellos que acabo de enumerar todavía se

encuentran en el desarrollo espiritual. Ellos serán también algún día ángeles puros de luz, que el Padre eterno ha elevado a la filiación y que entonces son ángeles en el Cielo.

Los amigos de la naturaleza tienen respeto ante ti, el niño de luz que

ya es un ser espiritual. Quieren emitirte amor, alegrarte con sus colores y formas. Las brillantes flores, la hierba verde, los árboles y arbustos en flor quieren servirte, darte alegría, adornar tu entorno.

Los seres de la naturaleza tienen pequeñas formas parecidas a los

hombres. Parecen grandes muñecos. Querido hermanito, yo ahora me dirijo a ti como alma: Mira alrededor

de ti y verás a los seres de la naturaleza, que también están junto a tu camita, que quizás estén sentados sobre el armario de la habitación, sobre una silla o sobre la repisa de la ventana.


Los pequeños hijos de la naturaleza también son denominados hadas

y enanitos por los hombres. Ellos quieren traerte a ti, al nuevo habitante de la Tierra, su amor, y saludarte como hijo de Dios.

Ellos ofrecen a ser tus compañeros de juego. Mira, querido hermanito encarnado, uno de los seres de la naturaleza

lleva una flor en la mano, otro un querido animalito que en estos momentos necesita el cuidado y la atención de un hada o de un enanito, es decir, de un ser de la naturaleza.

Mira, el hada te sonríe y te emite paz y armonía. Te saluda, como

saluda el Sol a la Tierra con sus rayos. Otro simpático ser de la naturaleza, un hada, se dirige primero hacia

un enanito y luego hacia otra hada. Los tres se cogen de la mano. Mira, forman un pequeño corro. Bailan y cantan. Te ofrecen la canción del amor.

Mira, te ofrecen estar contigo, jugar contigo e intercambiar sensaciones

de paz contigo, para que a través de tu vida terrenal reconozcas a la naturaleza como una parte de ti.

O sea, que debes experimentar que los reinos de la naturaleza viven,

que los animales, las plantas, las piedras, el aire y el agua son la naturaleza. Los seres de la naturaleza, hadas, gnomos y enanitos son los cuidadores y protectores de la naturaleza.


Mira querida alma, querido hermanito encarnado, y alégrate por la luz que ellos irradian. Con su luz, tan parecida a la del Sol, te irradian y quieren decirte que participes en la vida universal en la gran vida divina.

Mira querido hermanito, querida María o Pedro, como sea que te

llames: Allí están sentados los seres de la naturaleza, como muñecos vivos. Quieren jugar contigo, quieren estar alrededor de ti. Ellos se cogen de las manos, saltan alrededor de tu camita y te cantan una canción de cuna. Igual que el Sol declina sus rayos sobre la Tierra, ellos te irradian a ti y te animan a participar en la medida en que te sea posible en tu cuerpo terrenal, en tu camita.

Mira, ellos tiene muchos juegos con los que darte alegría. Dos se cogen

de repente de las manos, cantan y bailan. Uno te trae un lucecita para que te alegres con ella. El otro te trae una hermosa piedra radiante.


Seguro que es una valiosa y radiante piedra preciosa que se asemeja a tu ser. Tú te alegras.

Ahora se mueven tus brazos y piernas y tu madre dice: “El pequeño

mueve las piernecitas, se alegra”. Tú, sin embargo, observas sin poder decir nada a los amigos invisibles que te rodean, que son tus compañeros de juego.

Mira, ellos te enseñan cómo se deben tratar a las flores, árboles,

arbustos y piedras, cómo estando encarnado puedes hacerte amigo de los seres de la naturaleza y cómo debes sentir con la naturaleza para que vuelvas a reconocer la creación y al Creador que es tu Padre.

Los amigos, los enanitos y gnomos, ahora te toman de las manitas terrenales y dicen: “¡Despierta, despierta en la envoltura terrenal! Cuando ahora puedas gatear y correr, te pondremos en medio y tendrás los mejores compañeros de juego que existen, a nosotros, a los seres de la naturaleza.”

Querido hermanito, tú puedes reconocerlos como tus verdaderos compañeros de juego, que te quieren y desean ser tus amigos.

Ahora querido hermanito, quiero dirigir algunas palabras a tus

padres: Queridos padres, ahora me dirijo a vosotros. Ayudad a que vuestro niñito también se lleve a su posterior vida en la

Tierra lo que experimenta en los primeros días, semanas y años. Si el hombre vive con la naturaleza y si sus pensamientos y sensaciones son amorosas, porque de bebé y de niño fue instruido por los mensajeros del amor y porque ha aceptado las enseñanzas, entonces le es posible al niño que va creciendo y al adulto a estar en contacto con las fuerzas de la naturaleza. Con ello el hombre se ahorra mucho sufrimiento y golpes del destino.

¡Queridos padres, afirmad los invisibles mensajeros de luz y seres de

la naturaleza! Afirmad y aceptad las diversas formas de vida, que llevan en sí lo divino, como pequeños cuerpos de energía y sensaciones: las piedras, plantas y animales.

Todo lo que vive tiene un cuerpo de luz que siente de forma parecida al

hombre. Todo lo puro surge del amor de Dios. El que mantiene su corazón puro, a ese también le sirve lo puro.


El que en todo momento ve la actuación de Dios y siente el amor hacia todas las formas de vida, ese vive conscientemente en este mundo y vive en y con Dios. Las fuerzas de la naturaleza le sirven al alma y al hombre.

El que ama la vida de Dios de todo corazón, ese es amado. Los reinos de la naturaleza le regalan fuerza al alma y al hombre. O sea, que aquel que está unido con las fuerzas cósmicas llega a una

vibración superior. Mucho de lo que hay como carga en el alma, entonces ya no tiene que ser experimentado o sufrido. El Eterno lo saca antes de que llegue a su efecto.

Si el hombre tiene que llevar parte de su carga, puede estar seguro de

que a aquel que está con la vida divina, que ennoblece sus sentidos, que lleva una vida según la voluntad de Dios, le será sacado mucho y muchas cosas serán reducidas. Las fuerzas divinas sirven y ayudan a aquel que eleva sus pensamientos hacia lo divino.

Queridos padres, yo os pido que cambiéis vuestra forma de pensar. No

lo que el hombre ve es la realidad, sino aquello que sus ojos terrenales no ven, lo divino, que actúa en todas las formas de vida y que se manifiesta y se da a conocer a aquel que mira hacia el Cielo y siente de forma divina.

Cuando los hombres viven en armonía con los reinos de la naturaleza

– con los animales, plantas, piedras, con el aire y el agua – entonces reciben también fuerzas de la naturaleza, por lo que ya no tienen que traspasar aquellos ámbitos de vibración que les traerían sufrimientos o pesares.

El que está con la naturaleza también es apoyado en fuerza por ésta y

muchas cosas no las tiene que sufrir y experimentar. Los niños de la Vida Universal serán niños cósmicos, que viven en

unidad y paz con todas las formas de vida. Dios es la sabiduría universal, Dios actúa de forma universal. Él es paz, amor y armonía. Dios está con aquel que está con Dios. En mi manifestación quiero hablarles una y otra vez a los padres y

rogarles que dejen experimentar a sus hijos la vida universal que actúa en todas las formas de vida, en todo lo que vive. Es el Espíritu de nuestro Padre, es el tono y el sonido de los Cielos.

Dios es universal. Él, el gran Espíritu, nos ha creado a todos y nos ha

regalado todo lo que ha creado.


Todo lo que vive, hombres, animales, plantas y piedras, es sonido. Cada sonido es un tono en la gran orquesta, Dios. Dios es Espíritu. El Espíritu lo es todo en todo. Dios es, por lo tanto,

melodía. Dios es la orquesta universal. Cada forma de vida es espíritu de Su Espíritu y tono en la orquesta de

Dios. Los animales, las plantas y piedras no están cargados. Por eso los tonos que emiten son puros.

Queridos padres, si podéis aceptar mi descripción y si creéis en lo que

se realiza detrás de la materia, entonces le contaréis al pequeño habitante de la Tierra, vuestro hijito, acerca de la vida de la naturaleza, de los animales, árboles, arbustos y flores. Vuestro hijo experimentará que las formas puras de vida son verdaderos amigos que regalan alegría y fuerza al hombre y le hacen participar de la vida universal porque también ellos son conscientemente una parte de la gran totalidad.

De esta forma experimenta vuestro hijo que su alma es un

microcosmos en el macrocosmos, que contiene en sí la esencia del infinito. Conversaciones bondadosas con el hijito – llevadas por los padres, hermanos o abuelos y que informan sobre el profundo amor hacia todas las formas de vida – producen que el pequeño habitante de la Tierra aprenda a valorar los reinos de la naturaleza y que como adulto también actúe correspondientemente.

Por estos bondadosos y verdaderos relatos también el alma cargada

se acuerda entonces de que es un microcosmos en el macrocosmos, en el gran acontecimiento de Dios, y que lleva en sí la esencia de la gran totalidad, la vida del infinito.


PARA EL NIÑO A PARTIR

DE LOS TRES AÑOS Una hermana de la luz, Liobaní, se dirige con algunas palabras a los

padres de este mundo: Queridos padres, vosotros podéis dar mucha alegría a vuestro hijo y a

su alma, leyéndole en voz alta las aclaraciones divinas y verdaderos relatos del Reino de Dios y enseñándole, con vuestro ejemplo altruista, cómo el hombre debe vivir para volverse noble y bueno.

El país de origen de cada alma es el Reino de Dios, es el Hogar en la

luz. Si en un hombre está viva la conciencia de su hogar espiritual, entonces encontrará la verdadera existencia dentro de sí y verá lo divino en todo lo que existe.

Así, él vive en la amplia realidad espiritual, experimenta la plenitud

divina y recibe las fuerzas divinas. Él encuentra el camino hacia su ser original; dominará su existencia humana e irradiará la luz divina que florece en él.

Ahora me dirijo a mi hermanito encarnado en la Tierra que ahora ha

aprendido a andar y hablar: Todavía miras despreocupado a este mundo que para ti, como hombre,

se ha convertido en tu hogar. Tú te sientes albergado en el regazo de tu madre y protegido en los brazos de tu padre.

Aún eres joven en años y necesitas con razón la protección de un

padre y una madre terrenales. Bien protegido por ambos caminas de su mano, caminas hacia tu propia vida.

Todavía no ves los peligros. Todavía no conoces la vida terrenal. Tú

vives porque tus padres te han engendrado y, aún así, tienes tu vida personal, tus principios. El pro y el contra poco a poco se hacen visibles. Tú ahora te conviertes en una persona con todas sus sensaciones y deseos.

En ti, querido niño, ahora empiezan a ser poco a poco eficaces las

fuerzas. Lo positivo lucha con lo negativo, con aquello que tu alma ha traído como sombras de un mundo lejano de nuevo hacia esta Tierra. Ira y rabia quieren dominarte. Quieren mostrarte el camino hacia un pensar y hacer maligno.

Mi hermanito, ahora estate alerta y escucha a tus amorosos padres,

que tienen buenas intenciones contigo. Aquí y allá aparece ahora un ser


de la naturaleza. Te sonríe, coloca su dedito sobre la boca y quiere decirte: “¡Cállate y vuelve a estar pacífico!”

También el espíritu protector, tu ángel de la guarda, se comunica

contigo a través de tu mundo de sensaciones que despierta más y más y te dice: “¡Querido niño, sé pacífico! ¿Qué te ha enojado?

Ve hacia tus padres y cuéntalo. Tus padres han adquirido en su vida

muchas experiencias, han tenido que pasar sufrimientos y han podido experimentar la alegría. Ellos han madurado y conocen los lados de luz y sombra de la vida. Tus padres se esforzarán en protegerte de muchos peligros y en hablar contigo sobre lo que te preocupa en el momento, sobre lo que te ha excitado tanto que ha emergido de ti ira y rabia: Tu cuerpo se contrae, tiembla; lloras, gritas y das patadas. Ve, ve hacia tu madre y dile por qué es así.”

Tu amorosa madre te dirá: “Ahora cuéntame; ven, siéntate sobre mi

falda. ¿Qué ha sucedido?” Y tú le cuentas ahora a tu madre, y quizás al ser de la naturaleza que está ante ti y te sonríe, el por qué te has excitado tanto.

La amorosa madre dirá: “Bueno, hijo mío, muchas cosas las tiene que

investigar y experimentar el hombre para poder hacerlas mejor. También tú, como niño de la Tierra, tienes que ver la vida correctamente y aceptarla tal como te es dada.

Querido niño, tú estás en la Tierra para cumplir la voluntad del Padre

Celestial. Es la voluntad de Dios que aprendas a amar a todos los hombres,

animales y plantas. Con ello tu alma se vuelve pura, clara y luminosa, y miras cada vez más hacia el Cielo.

Con el amor hacia los hombres, animales y plantas también

reconocerás a los astros, a las estrellas luminosas del universo, como una parte de tu alma, pues tu alma tiene en sí los innumerables rayos del Sol y de los planetas como luz y fuerza.

El amor hacia todo lo que vive hace que te vuelvas pacífico y modesto. El que se encuentra en la luz de Dios está unido a todo lo que vive. Él

no sólo ve este mundo, sino que contempla lo que sucede detrás de las cosas de este mundo, es decir, la actuación de Dios.

Él ve los seres espirituales, los ángeles protectores, y ve la luz que

lleva en sí cada animalito, cada planta y cada piedra. Es la luz, Dios. Es la fuerza de nuestro Padre Celestial.


De este modo experimentas tu verdadero hogar y lo vuelves a conocer. De este modo se desarrolla también la confianza y la fe en Dios, pues con Dios dominarás en tu presente vida terrenal todo lo que te suceda.

Querido niño, con razón preguntas por qué estás en la Tierra y no en

el Cielo, por qué eres hombre y no ángel. A los más pequeños, que no sólo están encarnados hace tan solo un

día o unos días, o unas semanas o meses, ya les he dicho por qué están ahora en la Tierra. Pídeles a tus padres que te lean mi mensaje de los Cielos, para que también tú conozcas la actividad de los ángeles de Dios en la Tierra.

Como indicación todavía deseo decir brevemente: Tú estás en la Tierra

para volver a ser como un ángel. En varias peregrinaciones por la Tierra has cargado tu cuerpo

espiritual, es decir, que no has pensado y actuado amorosa y desinteresadamente y con ello has colocado muchas pequeñas y mayores manchas oscuras en tu hermoso y radiante cuerpo espiritual. Con ello lo has oscurecido.

Tu alma ahora ha aceptado la misión de sacar estas pequeñas y

mayores manchas, las sombras de tu cuerpo espiritual, para volver a ser como un ángel. Por eso tu alma se encarnó.

Para que vuelvas a ser como un ángel te ayuda sobre todo Dios, tu

Padre en el Cielo, cuyo hálito vive en ti. Nosotros denominamos respiración de Dios al hálito. El hálito es el Espíritu de Dios, la vida.

Tú eres, por lo tanto, la vivienda del Espíritu de Dios, del hálito de tu

Padre. Esta vivienda la denomino también el templo del Espíritu Santo, el templo en el que vive la omnisciencia y la sabiduría universal de tu Padre que está en el Cielo.

Ahora, como hombre, tienes la misión de purificar este templo, de

sacar todas las sombras, estas mayores y menores manchas oscuras de tu cuerpo espiritual.

A ello te ayuda el Espíritu de Dios, el amor del Padre en tu templo. También te ayuda el ángel guardián que ha sido puesto a tu lado y

tus padres, que te aman. Ellos han engendrado tu cuerpo terrenal para que tu cuerpo espiritual pudiese encarnarse, es decir, vivir en él.

¿Y qué significa haber engendrado?


Tienes que saber, querido niño, que cuando dos personas adultas, mujer y hombre, se aman mucho, entonces se abrazan de forma intima y desean un hijo. El hombre regala a la mujer de su fuerza vital, en la que se encuentra el impulso para una nueva vida. De ello surge entonces un cuerpo humano.

Tú te preguntas cómo debe suceder esto: Las personas que, por lo tanto, se aman mucho, son recipientes. La

mujer abre su templo y el hombre se regala en la mujer. Así fluyen las fuerzas que entonces se unen para convertirse en una fuerza formante.

El hombre ha dejado su fuerza en el templo de la mujer, en la que se

encuentra un germen para nueva vida. El germen es alcanzado por la fuerza del amor del hombre y comienza a crecer en el templo de la mujer. De esta manera se forma entonces un pequeño cuerpo terrenal. También tú has venido de esta manera al mundo.

Tus padres han engendrado tu cuerpo para que un alma – también

podemos llamarla “ser espiritual” – pudiese entrar en ese pequeño cuerpo. El entrar en el cuerpo lo denominamos también encarnación.

Tus padres te quieren. El amor de tus padres, el amor de tu Padre

Celestial y el amor del espíritu protector quieren protegerte de todos los peligros, sufrimientos y pesares. Pero tú, naturalmente, tienes que quererlo y caminar fiel y amorosamente de la mano de tus padres y de tu espíritu protector.

A menudo sientes que no deberías actuar como acabas de hacerlo, que

no deberías hacer lo que estás haciendo, pero aún así lo haces. Cuando lo haces, a pesar de la advertencia interna, a pesar de la

sensación. “Yo no debería hacer esto”, entonces harás surgir un peligro que te puede traer sufrimiento.

Acepta la protección de tus amorosos padres, del espíritu protector y

sobre todo de tu Padre Celestial. Alégrate de que te sea dado tanto amor y ayuda.

Tus padres te protegen y te instruyen para que te conviertas en un

hombre de provecho y para que seas justo con todos tus semejantes. Tu ángel guardián te instruye sobre los lazos del amor para que

aprendas a amar a todas las formas de vida como, por ejemplo, los animales, plantas y piedras. Y también te advierte que ames a todos los hombres, ya que todos ellos pasan por la Tierra para volver a ser como ángeles. Cuando les amas, les das fuerza para volver a ser también aquello que tú has reconocido que eres: un ángel de los Cielos.


Querido niño, seguramente amarás uno o varios animales en especial;

quizás un gato, un perro, un periquito u otro pequeño animal, o los animales en general.

Piensa ahora qué animal te ha llegado al corazón en especial, cuál

amas en especial. El animalito que amas en especial lo proteges y deseas que no le suceda nada.

También tus animalitos de peluche, que amas, a menudo los estrechas

fuertemente contra tu corazón porque simplemente sientes que deben ser amados, que les va bien tu amor, que los estreches contra tu corazón. El amor y el cuidado que sientes por los animales o por los pequeños animales de peluche es el amor de corazón. Es el amor del Padre eterno.


Dios es, por lo tanto, el Espíritu del amor que vive en ti, en el templo del Espíritu de Dios. También el amor del espíritu protector te demuestra que en todo está la actuación de Dios, de Su fuerza.

Ahora echa un vistazo a tu habitación. Ya sea el conejito de peluche, el

pequeño elefante o la pequeña muñequita que está sentada junto a la ventana o sobre una estantería, seguro que los quieres. Todos ellos quieren decirte algo, aunque sean animales de peluche.

Con tus pensamientos has introducido amor en la muñeca o en los

animales de peluche y estos pensamientos de amor hacen que los animales de peluche estén vivos. Tus buenos pensamientos, que has introducido en ellos, que partieron de tu corazón hacia la muñeca y hacia los animales, vuelven a irradiar hacia ti y te dicen que los animales están vivos, que los animales aman, que los animales quieren estar allí para todos los hombres.

Pero también la pequeña muñequita te dice que te quiere porque tú la

quieres. Así también sienten los hombres. Cuando amas a los hombres y no les dices nada malo, si simplemente les amas, no importa lo que digan – también cuando no dicen nada bueno – serás amado por el alma del hombre.

Si, por lo tanto, amas a tus animales de peluche y éstos por su parte

te aman, entonces también sientes que los animales del campo, del agua y del aire quieren ser amados por los hombres.

Los animales también aman a los hombres cuando no son amados por

ellos. ¿Por qué? Porque sólo sienten puramente e irradian luz pura. Tú has oído que pensamientos de amor y palabras amorosas alcanzan

al hombre en su interior, de modo que también sus almas vuelven a sentir y a devolver su irradiación.

Sin embargo, también has oído que cuando emites pensamientos de

amor hacia tus animales y muñecos de peluche o los estrechas muy fuerte contra tu corazón, cuando acaricias el pelo de la muñeca, la vistes cariñosamente y acaricias el pelo de los animales y los mimas, entonces tanto la muñeca como también los animales perciben estos sentimientos que parten de ti.

Tu amor queda entonces adherido a la muñeca y a los animales. Este

amor hace que los animales y el muñeco de peluche estén vivos y tú sientes que te quieren tanto como los animales que ves aquí y allá, tanto en el bosque como en el campo, el agua y en el aire.

Verdaderos pensamientos de amor cariñoso, caricias, alegría y paz

hacen que todo esté vivo; también los animales de peluche y tu muñeca.


Ahora, querido niño, no sólo debes amar los animales de peluche que

están sentados en tu estantería o junto a la ventana o que están acostados en tu camita. No debes amar sólo a los animales que están alrededor de ti o a los domésticos, el gato y el perro. Tú debes amar a todos los animales, también cuando no están cerca de ti, cuando no son animales domésticos que puedas tocar, acariciar y amar, que no puedas estrechar contra ti. ¡Ámalos aún así, pues ellos también te aman!

Querido niño, tú te esfuerzas para que no les suceda nada a tus

animalitos de peluche o a tu muñeca. Tú colocas la muñequita en la camita, la tapas para que esté caliente y no tenga frío, para que pueda dormir y descansar.

Mira, el amor que sientes por tus muñecas es el amor de Dios, del

Padre Celestial en ti, cuyo Espíritu –o cuyo hálito, dicho de otra manera –vive en ti. Es el amor que ahora sientes, y también el amor de tu espíritu protector – llamado también ángel de la guarda – que te acompaña y que siempre te vuelve a advertir: “Sé amoroso”, pues el amor es el verdadero ser, es la expresión de tu cuerpo irradiante, que en el Hogar, en el Reino de Dios, está inmaculado, es decir, sin pequeñas y grandes manchas oscuras. Tal como tú amas, así y mucho más te ama por lo tanto el Padre Celestial.

Tú oyes hablar de los animales de peluche, de los animales en el

campo, en el agua y en el aire, tú oyes hablar de las muñecas favoritas y sientes que los quieres a todos. Este querer es el amor. Tú dices “Me


gustan, los quiero.” Y este gustar y querer es una parte del gran amor de tu Padre en el Cielo.

Cuando amas, entonces purificas tu cuerpo espiritual en ti. Las

pequeñas y mayores manchas oscuras que se encuentran en tu cuerpo espiritual se vuelven claras. Y cada vez puedes amar más y al final amas todo aquello que te rodea y lo que está muy lejos de ti.

Así también puedes entonces amar a una persona. Tú no preguntas

qué aspecto tiene, lo que piensa. Lo amas igual que amas a tus compañeros de juego, aunque hayan tirado tus juguetes en un rincón y estén enfadados contigo porque no has querido hacer lo que te pedían.

El que ama a todos los hombres, también a sus compañeros de juego,

ese no toma el enfado tan enserio. Ese entonces dirá: “¡Ven, toma la muñeca o este animal de peluche y quiérelo!” Y también si el compañero de juego los tira a ambos, a la muñeca y al animal de peluche en un rincón, vuelve a recogerlos y quiérelos.

De este modo le das un gran ejemplo a aquel que está enfadado. Y

aquel que se ha enfadado o que aún lo está, entonces pensará acerca de cuán desinteresada y amorosamente has actuado. Él, entonces, también se volverá amoroso para con las muñecas y los animales de peluche, y con los animales vivos del campo y del bosque, del agua y del aire, y también con los animales domésticos que viven con los hombres.

Querido niño, yo ahora quiero plantearte la pregunta: ¿Por qué aman

los niños, sobre todo, sólo a los animales que están cerca de ellos, que se encuentran en la casa o alrededor de ella o dentro de una jaula?

Piensa por qué amas especialmente estos animales que están cerca de

ti. Piensa en ello. Habla de esta pregunta con tus padres o con la persona que te lee este libro.

Quizás ahora des la siguiente respuesta: Tú los amas porque están

contigo o porque te los han regalado y crees que te pertenecen. Cuando pienses en los animales y muñecas de peluche y te preguntes:

“¿Por qué amo ahora a mi muñeca y a los animales de peluche?”, entonces quizás digas: “Porque me los han regalado papá o mamá, el abuelo o la abuela, porque la muñeca y el animal de peluche se van a dormir conmigo, porque siempre están alrededor de mí.”

Sí, querido niño, tú los conoces porque están en tu habitación y viven

contigo. Están sentados aquí y allá y te miran cariñosamente. Tú los amas por lo tanto porque están tan cerca de ti, porque, como dices, te pertenecen.


Ahora te pregunto: ¿Qué o a quién más quieres? Tú responderás: “Yo quiero a mis padres y a mis hermanos. Yo quiero

al abuelo y a la abuela.” Oh sí, querido niño, eso es correcto y está muy bien. A los padres los

debes querer mucho, pues ellos hacen muchas cosas buenas para su hijo. Lo cuidan, lo amparan y quieren protegerlo de peligros.

Pero tú también has oído que cada hombre, también aquellos que no

conoces, son viviendas del Espíritu de Dios, que cada hombre es el templo del amor del Padre que vive en el Cielo. Así, también tu madre, tu padre, tus hermanos, tus abuelos y todos los hombres son templos de este gran amor de Dios.

El Espíritu del Padre en el hombre es la luz. Es el calor, es amor, y es

irradiación solar. Esta luz envuelve a todos los hombres, animales y piedras.

Si los hombres son de buena voluntad, si se aman entre ellos,

entonces irradia a través de ellos la luz del Padre eterno. Ella les protege y conduce porque son amorosos entre ellos.

Estos hombres, que se aman entre ellos, que mantienen la paz entre

ellos, también aman a todos los animales. También aquellos que no están cerca de ellos, que no pertenecen a la casa y a su alrededor.

Dios ama a todos los hombres, a todos los ángeles, a todos los

animales, piedras y plantas. Él ama a cada una de las estrellas. Si eres un hijo del Padre, entonces también amarás poco a poco todo lo que te encuentres, hombres, animales, plantas y piedras.

A los animales, plantas y piedras los denomino formas de vida. Todas

las formas de vida, también los hombres y los ángeles, poseen en sí la luz interna, la luz de nuestro Padre Celestial.

Querido niño, tú debes rezar cada mañana a esta luz interna. Tú

preguntarás, qué es rezar correctamente. Rezar correctamente es amar profundamente, amar de todo corazón. Cuando amas de todo corazón a tus padres, a tus hermanos, a tus

abuelos, a todos los hombres, a los compañeros de juego, también a los animales, plantas y piedras, sí, cuando hayas acogido en tu corazón a cada florecita, entonces le rezas a la gran luz que, como has oído, vive en todo. Entonces, querido niño, rezas correctamente.


El amor de corazón a corazón, sin muchas palabras, es rezar correctamente.

Apréndelo, hijo mío. El rezar correctamente te hace estar libre y alegre. Tú puedes

practicarlo con tus padres, hermanos o abuelos. También el tío o la tía se esforzarán por rezar contigo de tal forma que te vuelvas libre y alegre.

El rezar correctamente es, por lo tanto, amar correctamente. El

verdadero amor, que fluye de un corazón a otro, te protege de muchos peligros.

Querido niño, tú ahora has oído que la luz del Padre Celestial también

está en ti. El Padre Celestial, que nos ama a todos, me ha enviado a los niños para contar una y otra vez acerca de Su amor infinito, para que los hombres reconozcan que no están solos y abandonados, que el Padre eterno los ha creado y que algún día volverán al Hogar Eterno, donde está el verdadero Hogar.

Tú ahora preguntarás por qué no puedes verme, por qué tus padres o

tus amigos te leen este verdadero relato. Mira querido niño, tampoco puedes ver a los angelitos de la guarda a

menos que hayas sacado las pequeñas y grandes manchas de tu cuerpo espiritual, de tu cuerpo interno.

Querido niño, ahora te voy a contar acerca de nuestro Padre Celestial,

del poderoso Creador, que lo ha creado todo, también a nosotros. Nuestro Padre Celestial creó el Sol, la Luna y las muchas estrellas. Él

regaló a Sus hijos humanos la Tierra con los muchos animales, con las innumerables flores, plantas, arbustos y árboles y con las muchas piedras grandes y pequeñas. Los animales, las plantas y las piedras tienen todos una forma distinta y, por lo tanto, también una misión correspondiente en el gran plan de Dios.

Todo lo que observáis y lo que vive pertenece a nuestro Padre

Celestial, cuya luz habita en todos los hombres y en todo lo que vive. El gran amor de nuestro Padre nos ha regalado todo lo que le

pertenece a Él, al gran Dios. Así podemos acoger y cuidar amorosamente todo porque también nos pertenece a nosotros.

No sólo te pertenece tu muñeca, tu cochecito de muñecas o tu osito

junto a la ventana; no sólo los animales de peluche o los animales domésticos, sino que todo lo que existe lo debes cuidar amorosamente porque también es un regalo del Padre para ti.


Sin embargo, no vamos a poseer a los animales y a las plantas, sino

que podemos reconocerlos como una parte de nuestro amor, pues, tal como amamos, así se dirigen hacia nosotros los animales y las plantas. Ellas irradian a nuestro corazón y nos dicen que son parte de nosotros. También cuando, por ejemplo, el pájaro vuela y está lejos. Él irradia a nuestro corazón y dice: “Yo te amo”. También cuando el animal está en el bosque, lejos de tu casa o de tu vivienda, te irradia y dice: “Yo te amo.” Y, cuanto más amas a los animales, a todos los hombres, a todos los seres, plantas y piedras, tanto más cerca están de ti, porque te irradian y te dicen: “A ti, querido niño humano, te amamos.”

¡Querido niño, es bonito ser amado por todos! Pero esto sólo es posible

si tú lo amas todo. Amar significa no hacer daño a los animales. Amar significa alegrarse por sus bonitos colores o formas. Amar significa alegrarse cuando vuela el pájaro, cuando cantan los

gorriones, cuando los peces en el agua hacen cabriolas, cuando el cervatillo salta en el bosque y la liebre corre por el campo, cuando el periquito canta y el gato maúlla, cuando el perro ladra fuerte y el grillo canta alegremente; eso es amor.

Si te alegras por las flores que brillan en la luz del Sol, por las ramas

que se mueven con el viento, por las muchas formas de las piedras que permanecen inmóviles y que aún así viven, querido niño, eso es amor.

Seguramente ya habrás oído hablar de los seres de la naturaleza que

el hombre no ve con los ojos humanos. Los hombres denominan a los seres de la naturaleza enanitos, gnomos, o también hadas.

Casi siempre, sólo los más pequeños pueden ver a los seres de la

naturaleza, hasta los tres años. Pero si tienes mucho amor en tu corazón y si eres amoroso con todos los hombres, con tus compañeros de juego, con todos los animales, plantas y piedras, entonces también tú puedes ver a los seres de la naturaleza.

Los seres de la naturaleza, los enanitos, gnomos y hadas, sólo se

muestran a los hombres que son claros y luminosos, a los hombres que han iluminado las sombras de su alma. Todo lo puro es luz. También los seres de la naturaleza, al ser puros, son luz.

Si, por lo tanto, tu alma está sin grandes y oscuras manchas, si

entonces las pequeñas y grandes manchas de tu alma se han vuelto más claras, entonces eres luminoso y verás todo lo que es puro. Por lo tanto


verás la luz, a Dios, en todas las formas de vida y te alegrarás de cuán grande es el amor de tu Padre.

Querido niño, igual que en la Tierra hay niños que son protegidos por

sus padres, en el Reino de nuestro Padre, que es nuestro Hogar, también hay pequeños ángeles. Son los niños en el Reino de Dios, en el que hay paz y alegría, en el que sólo fluye amor.

Querido niño, con razón harás la pregunta de si allá en el Cielo

también hay padres. Bueno, pues así tiene que ser, ya que si hay niños, también tienen que

haber padres. Los padres celestiales son los denominados “duales”. Dúo significa

dos. Los hombres dicen mujer y hombre. Como sabes, los duales – mujer y hombre – son seres angelicales.

También son los denominados seres espirituales. Por la fuerza del Padre Celestial, que también denominados el Dios

Padre-Madre, nos son regaladas las dos fuerzas: la fortaleciente y donante fuerza del padre y el amor receptivo de la madre.

El padre es la parte donante. Él es protector y guarda de la familia. La

madre es la receptora que lleva el amor del padre y su amor a la familia, que cuida y que lleva a la casa con amor

Querido niño, así debe ser también en la Tierra, en las familias. ¿Y cómo es en el Cielo, donde está tu Hogar eterno? Los duales espirituales, ambos, el padre y la madre, se regalan su

amor puro. El dual espiritual – nosotros llamaríamos al positivo, al principio donante “padre” – envuelve a su mujer, el femenino receptor, con su ternura, con su amor y dicha, que es igual al amor del Padre Celestial, del Dios Padre-Madre.

El dual espiritual, la mujer, la receptora, se entrega por completo a la

irradiación sagrada de su dual espiritual, de su marido, es decir, a lo masculino.

Con su irradiación de amor se rodean y se funden en el solo deseo de

regalar un hijo a Dios, nuestro Padre eterno. El deseo se vuelve realidad. En su irradiación de amor, en la fusión de los duales, se incorpora entonces un ser de la naturaleza.


El ser de la naturaleza viene de los ámbitos espirituales de desarrollo. Allí había vivido en reservas, con las plantas y los animales. Tú puedes imaginarte las reservas como grandes ámbitos de luz, algo parecido a los grandes jardines. Ya has escuchado que, en la Tierra, los seres de la naturaleza son denominados enanitos, gnomos o hadas.

Así, el ser de la naturaleza en el Cielo que es atraído por el rayo de

una pareja dual recibe de ambos, del dual espiritual masculino y del femenino, la sagrada vibración de amor que los dos se regalaban y por lo cual ambos se fundieron.

El deseo de regalar a Dios un niño irradia hacia un ser de la

naturaleza. Con ello se transforman los rasgos todavía burdos del ser de la naturaleza que aún presentan huellas del desarrollo de piedras, minerales, plantas, arbustos, árboles y animales. El ser de la naturaleza adopta poco a poco rasgos infantiles. La cara y el cuerpo se vuelven cada vez más finos.

El ser de la naturaleza se empieza a parecer a un ángel. El cuerpo se

vuelve por lo tanto radiante y fino. El amor de los duales penetra en el ser de la naturaleza hasta que éste se convierte en un pequeño ser espiritual, un niño espiritual, un ángel niño.


La irradiación que los padres han regalado a su hijo son las fuerzas de nuestro Padre Celestial: Su paciencia, amor y misericordia. Estas tres fuerzas básicas de nuestro Padre eterno originan que el ser de la naturaleza se convierta en un ángel niño.

Querido niño, también tu estuviste una vez en los Cielos puros, en la

vía del desarrollo hasta llegar a ser un ser de la naturaleza. Unos amorosos padres espirituales te acogieron entonces en su irradiación y tú te convertiste primero en un ángel niño y con el posterior desarrollo en un ser espiritual maduro. Por lo tanto, tú también perteneces a una familia espiritual que te espera en el Cielo. Si has pasado con éxito tu vida en la Tierra, si has iluminado y disuelto las sombras en tu alma mediante la fuerza del amor de Cristo, entonces volverás allí de donde partiste, a los Cielos,

Si has desarrollo el amor hacia los hombres, animales, plantas y

piedras, hacia todas las formas de vida – o sea, si puedes amar todo lo que te encuentras – entonces poco a poco vuelves a ser como un ángel.

Si, por lo tanto, te has vuelto como un ángel, entonces volverás a vivir

como ángel entre ángeles, como ser espiritual entre los seres espirituales. En el Reino divino no existen distancias. Los seres espirituales son

más rápidos que los rayos del Sol y de los planetas. Ellos abren dentro se sí enormes esclusas de luz que los transportan de un lugar a otro a una velocidad que no se puede expresar con palabras.

Cuando el hombre emite un pensamiento, esto es un proceso lento

para nosotros, aunque el hombre cree que el pensamiento es rápido porque hay tantos pensamientos que pasan a la vez por la cabeza.

Pero el pensamiento es muy lento en comparación con el movimiento

rápido de los seres espirituales hacia otros sistemas solares y planos celestiales.

También nuestro lenguaje, el lenguaje de los seres espirituales, que es

la sensación primaria, se mueve a una rapidez que no conoce limites. O sea, que no tenemos que permanecer en un lugar celestial para intercambiar con los seres espirituales la sensación primaria, nuestro lenguaje.

De modo parecido a como lo hacen los seres espirituales en el Cielo –

ya que pueden estar en todas partes a una velocidad increíble, o verlo, experimentarlo y alcanzarlo todo en sí mismos por su irradiación – también lo hacen con los hombres. El ángel guardián, por ejemplo, no tiene que estar constantemente a tu lado y no tiene que ir contigo, sino que puede estar en el Cielo. Con una cinta de rayos, que va de él a ti y de ti a él, está, sin embargo, unido a ti.


A través de esta cinta de rayos te puede ver y oír a ti, querido niño: o

sea, que aquello que piensas y hablas, el cómo actúas y vives, lo registra todo a través de esta cinta de rayos.

Si hay peligro, y si éste puede ser apartado de ti según la ley de causa

y efecto, entonces el ángel guardián te hace llegar la ayuda mediante fuerza incrementada que te llega a través de la cinta de rayos para que te apartes rápidamente de la zona de peligro. O si no, el ángel guardián viene a través de la cinta de rayos hacia ti y está fielmente a tu lado, protegiéndote y envolviéndote con sus rayos.

La cinta de rayos que lo une a ti es al mismo tiempo la vía de luz sobre

la que se mueve el espíritu guardián para estar a tu lado. Igual que el ángel guardián está unido a ti, de forma parecida están

unidos los seres celestiales, los seres espirituales, con todos los hombres que aman mucho a Dios, nuestro Padre.

Los hombres que aman mucho a Dios también amarán a sus

semejantes, a su prójimo, porque saben que en cada hombre vive Dios, el amor.

Si, por lo tanto, amas a tus semejantes y a todo lo que Dios ha

regalado a los hombres – los animales, plantas y piedras, y también el Sol, la Luna y las muchas estrellas –entonces piensas de forma celestial.

El Cielo está allí donde vive el amor del Padre. O sea, que el Cielo está

en ti y en todos los hombres, en todas las almas, en todos los seres espirituales. El Cielo es la luz interna en todo, la vida, el amor.

Si por lo tanto amas cada vez más, entonces el amor, la luz interna en

ti, se vuelve cada vez más grande y luminosa. Entonces sientes cada vez más el Cielo en ti y a tu alrededor. Él brilla en ti y tú eres feliz. Y también irradia a través de ti hacia fuera.

Los hombres que piensan hacia el Cielo, sienten hacia dentro, hacia la

luz interna, el amor, que arde en sus corazones. Así la luz interna se vuelve cada vez más grande e irradia al alma y al

hombre. El hombre empieza a resplandecer. El resplandor aparece en el amor hacia todos los hombres, animales, plantas y piedras.

El que así resplandece estará también unido con el Hogar Eterno. Éste puede entonces ver y experimentar en sí mismo, igual que

nosotros los seres espirituales, todo lo que sucede en el Cielo y también en la Tierra entre los hombres.


Él, por lo tanto, aún estando en la Tierra está en el Cielo, porque su

alma está traspasada por la luz, es decir, es celestial. Los pequeños ángeles niños – igual que los seres espirituales maduros

– se esfuerzan por entrar en contacto con los hombres que aman a Dios, nuestro Padre, sobre todas las cosas y que cumplen Sus mandamientos.

El amor de Dios es el amor desinteresado. ¿Qué es el amor

desinteresado? El hombre no quiere tener algo para sí mismo. Él regala amor en

sensaciones, pensamientos, palabras y obras. Esto es amor desinteresado.

Con esta cinta de amor desinteresado los hombres amorosos y

altruistas están unidos a los seres espirituales de los Cielos y al Padre, que es la luz en nosotros.

También los pequeños seres angelicales, los niños de los Cielos, se

esfuerzan por lo tanto en entrar en contacto con sus hermanos encarnados que aman desinteresadamente, que viven en paz con sus semejantes y que no destruyen deliberadamente la vida de los animales y plantas.

O sea que, quien vive hacia el Cielo, a éste le viene el Cielo, que está

en él y alrededor de él. El que ha encontrado el Cielo dentro y alrededor de sí nunca está ni se siente solo y abandonado. Él siente los mensajeros luminosos y sabe que están con él. Sus pensamientos luminosos y desinteresados, pensamientos de amor, son por lo tanto la comunicación, es decir, el intercambio de pensamientos y palabras con los ángeles, los seres espirituales de los Cielos.

Repito: Quien, por lo tanto, hace nacer y crecer el Reino de amor en su

corazón, quien ama a los animales, plantas y piedras, todo lo que vive, y en especial a los padres, los hermanos, los abuelos y a todos los hombres, ese será cada vez más luminoso y verá el Reino de Dios, la luz, que vive en él.

Querido niño, tú has oído que no sólo debes amar a los animales

domésticos o a tu osito de felpa, la muñeca y los animales de peluche, que no sólo debes amar a tus padres hermanos y abuelos, sino todo lo que vive: a todos los hombres, animales, plantas y piedras; también a las estrellas en el firmamento. Si puedes amar así, entonces eres como un ángel y estás unido como los ángeles de los Cielos.

Le ley de nuestro Padre dice: A quien regala amor desinteresado le es

dado también amor.


Debes saber, querido niño, que si amas a todos los hombres y también

a los animales, plantas, y piedras, entonces también serás amado por los hombres, animales, plantas y piedras.

Aunque no te amen en seguida los hombres, porque no te comprendan,

vendrá el tiempo en que ellos o sus almas te comprenderán y amarán. Por eso, ama y no preguntes si tu compañero de juego ya te ama

ahora. Dar amor y recibir amor es lo más bonito. El amor regala fuerza y envuelve al hombre. Le protege de muchos

peligros. Si amas a los animales, entonces éstos también te servirán y te

ayudarán. Los animales tienen un fino sentimiento. El hombre denomina instinto

al mundo de sensaciones de los animales. Con su instinto frecuentemente presienten el peligro antes de que el hombre empiece a pensar y a sospechar. Ellos se esfuerzan entonces por hacer entender a un hombre amoroso que le acecha un peligro. Con muchos trucos – que el hombre toma por comportamiento extraño del animal – éste quiere advertir al hombre sobre el peligro y sacarlo de dicho lugar.

El instinto, del que habla el hombre, es la conciencia del animal. Animales más grandes y maduros tienen un alma parcial. Esta alma

parcial es la conciencia del animal. Por lo tanto, es una parte de la gran conciencia “Dios” que le es concedida al animal de acuerdo con su desarrollo y que siente y actúa dentro del mismo.

La conciencia del animal es pura. Esto significa que su alma parcial es

pura y por ello puede registrar los peligros y también las alegrías y cosas desagradables y transmitirlas a un hombre amoroso orientado hacia la luz interna.

El perro, por ejemplo, quiere ayudarte. El ladra y juega contigo e

intenta sacarte del lugar en el que acecha un peligro. Su luz interna, su conciencia, ha tomado contacto con tu luz interna y te ha guiado y dirigido de tal modo que sigues al perro para jugar con él. De esta forma te has escapado del peligro.

Mira, también así actúa el espíritu protector. Él también te puede

proteger de peligros a través de tu perro o de tu animal favorito.


Otro ejemplo: Un pájaro trina y canta una hermosa canción. Tú le escuchas porque la melodía del pájaro te toca en tu interior, en tu

luz. Tú te pones a buscar al pájaro. Te diriges hacia uno u otro árbol y miras dónde está el pequeño músico. De esta forma te pueden ayudar la luz interna y el espíritu protector.

También un pájaro puede ser alcanzado incrementadamente por el

Espíritu de nuestro Padre Celestial. Dios incita el mundo de sensaciones del pájaro y también te alcanza a ti de forma que el pájaro canta y tú, el hijo del Padre, empiezas a escuchar. Nuestro Padre o el espíritu protector te dan así un impulso.

Un impulso es una fuerza que incita a determinadas células cerebrales

y las hace vibrar. El impulso entonces te incita a mirar donde está el pájaro. Vas de un árbol a otro hasta que lo vez posado y cantando entre las ramas.

De esta forma te ayuda Dios, nuestro Padre, y tu ángel de la guarda.

A través del pajarito te sacan de un lugar donde quizás te amenazaba un peligro de forma que permaneces protegido. La conducción por el Espíritu de nuestro Padre Celestial y por el ángel de la guarda mediante animales, plantas, y piedras sólo es posible cuando los hombres aman a los animales, plantas y piedras.

Sabemos que el Espíritu de nuestro Padre Celestial está en todas las

formas de vida, también en las flores. Así, una bonita flor te puede irradiar. Te gusta. Te acercas a ella para jugar con ella, para admirar el color y para olerla, para aspirar su fragancia.

Querido niño, también la flor puede atraerte hacia ella para que te

apartes de otro lugar en el que quizás amenace un peligro. Así, el mundo de la naturaleza protege al hombre que la ama. Un animal que parece peligroso para muchos hombres raras veces

hará daño a alguien que ama a los animales y a las plantas y que no tiene miedo.

Los animales sienten el amor del hombre, pero también su falta de

amor. Si el hombre tiene miedo de los animales, si le parecen amenazadores

y peligrosos, entonces el animal aparentemente peligroso siente que es superior al hombre, es decir, que posee el dominio sobre la persona asustada. Esto frecuentemente le incita a atacar y a hacer daño al hombre.


Pero también es posible que el hombre haya hecho daño a un animal o a un género de animales en esta o en otra existencia. El animal o el género acogen esto dentro de sí y actúan correspondientemente cuando el hombre se acerca a ellos y entran en contacto con su irradiación.

Un campo genético es un campo energético que irradia a muchos

animales que todavía no tienen un alma parcial. Un alma parcial es una parte de un alma completamente desarrollada. Los animales que tienen alma parcial acogen conscientemente en ésta

tanto la alegría y el dolor. Si entonces se les acerca el hombre que una vez le ha pegado, lo reconocen por su irradiación y se defienden. Ésta es la reacción de protección de los animales y no de su carga. Los animales no pueden cargarse. Ellos sienten según la ley de nuestro Padre Celestial, que es el Dios creador de los reinos de la naturaleza.

Los hombres, sin embargo, pueden cargar a los animales al tratarlos

con falta de amor y con brutalidad. Con ello implantan recelo y temor en el animal. A causa de esta carga, que parte del hombre, el animal ataca.

Querido niño, el Padre de todos nosotros, que nos ama infinitamente y

a quien podemos rezar cada día, os dice a través de mí, vuestra hermana Liobaní: Amad a todos los animales, plantas y piedras, amad a cada hombre; entonces también seréis amados.

Los hombres que aman también pueden apaciguar a los animales

salvajes y tenerlos como amigos. Ahora habéis oído tanto del amor que siempre volvéis a preguntar: “¿Qué es entonces amor?” Amor es simplemente ser bueno. Amor es ser dulce. Amor es ser cariñoso. Amor es ser bondadoso, humilde. El amor no conoce el rencor, ni la envidia ni la ira. El amor divino también cura, ayuda, protege y libera. Con amor en el corazón todo nos sale mejor. Es como un sol en

nosotros, claro y caliente.


El amor divino nos hace estar contentos, alegres y felices. Todo es amor. Por el contrario: Rencor, ira, envidia, celos, odio y maldad son lo

contrario del amor divino. Querido niño, ¿cómo actúan los niños faltos de amor, que caminan sin

cuidado por bosques y campos, que sólo aman a sus animales domésticos o a sus animales de peluche?

Éstos que sólo se aman a sí mismos y a su entorno más próximo van

por campos y por el bosque sin pensar que Dios lo ama todo y que somos divinos, es decir, que así mismo debemos amarlo todo.

Ellos ven aquí y allá un escarabajo u otro animal, quizás una

hacendosa hormiga. Los niños ignorantes y faltos de amor maltratan a estos animales. A menudo los pisan deliberadamente y torturan así a una hormiga o a un escarabajo.

Tú debes saber que cada animalito siente dolor, igual que también tú

lo sientes cuando pisan, te pegan o te insultan. Cuando un hombre falto de amor se acerca a ti, te pisa, y te pega,

entonces sufres y estás triste. Te hace daño. A menudo incluso lloras de dolor. Vas a tus padres y te quejas.

De forma parecida sucede con los animales y plantas. Los animales,

por ejemplo, sienten dolor como tú. El animalito sufre, por lo tanto, por falta de amor de los hombres.

Ahora te hago la pregunta: ¿qué piensas tú sobre esto? Háblalo con

tus padres, con la persona que te lee este relato verdadero. Piensa también alguna vez, cuando torturas a un animal o le pegas y

sientes este dolor, ¿cómo te sientes cuando te pega tu compañero de clase o te sucede lo mismo o algo parecido?

¿Cómo piensas sobre ello? Háblalo también con tu madre, con tu padre, con tus hermanos o con

tus abuelos. También ellos pueden contarte cómo pensaban y sentían en su juventud, cómo actuaban a veces y entonces se ponían tristes porque habían reconocido que sucedía algo que no estaba en orden.

También ellos sentían cómo se hacía notar la conciencia que, como

sabes ahora, es incitada por nuestro Padre Celestial o por el espíritu


protector para que el hombre reconozca que tal o cual cosa no se ha hecho según la voluntad de nuestro Padre Celestial.

Los animales y las plantas piden a menudo. Sufren en silencio. Los animales se ponen muy tristes con frecuencia, cuando el hombre

no les ama y los rechaza. Querido niño, mira en los ojos de un animal, en especial de un animal doméstico que ha sido rechazado, que no ha sido acogido por los miembros de la casa. Mira que ojos tan tristes tiene. A menudo te mira triste y suplicante y te pide con sus ojos: ¡Ámame!

También, cuando torturas a un animal o le pegas, te pide callado con

los ojos: “¡No lo hagas, me hace daño!” También te pregunta calladamente con los ojos “¿Por qué me pegas o me torturas?”

Los animales también quieren decirte que te aman y que quieren ser

tus compañeros de juego. Tú debes alegrarte por ellos. También están para eso, para que el hombre se alegre con el mundo de los animales.

Querido niño, la luz que habita en los animales, plantas y piedras es

una con la gran irradiación del Espíritu, que ha creado los reinos de la naturaleza.

Aunque el hombre tortura y mata deliberadamente a los animales,

éstos lo aman, porque ellos mismos no pueden cargarse. Su luz interna se queda igual de grande y es una con la gran luz creadora.

También las plantas, flores, hierbas, arbustos y árboles son fuerzas

creativas de nuestro Padre que aman desinteresadamente, que también sienten, pero que no devuelven los golpes, sino que soportan y que al soportar aman al hombre, tanto si les pega o les ama.

También las piedras son una clase parecida de fuerzas de

sensaciones que llevan vida en sí. La vida es amor. Tampoco la piedra puede cargarse. Sólo el hombre se carga cuando

actúa sin amor contra los animales, plantas y piedras y en especial contra su prójimo, contra su hermano, su hermana, es decir, contra sus semejantes.

El gran amor desinteresado de la naturaleza no riñe al hombre falto

de amor. Él no devuelve los golpes. Sin embargo, siente y soporta el dolor.

Los animales torturados y pegados miran dignos de compasión y

piden comprensión calladamente.


La plantita que han roto deliberadamente siente dolor porque no puede relucir con todas las demás tal como le ha sido encomendado por el Dios creador.

Callados, los animales, las plantas y piedras piden al Dios creador

que les dé la bendición a los hombres, para que comprendan que también ellos, los animales, plantas y piedras, viven y sienten tanto la alegría como el dolor. Silenciosos, piden que los hombres reciban incrementadamente la luz de la Divinidad y que alcancen la comprensión para los reinos de la naturaleza mediante la fuerza de la luz.

Querido niño, cuando los hombres actúan con falta de amor para con

sus semejantes, los animales, las plantas y piedras, entonces disminuye la luz de Dios, el Espíritu en ellos. La amante y luminosa llama en nosotros se vuelve más pequeña. Con ello aumentan las sombras dentro y alrededor del hombre. En su cuerpo espiritual se forman manchas grandes y pequeñas que tapan la luz y que vuelven hacia el exterior sus cinco sentidos.

Tú seguramente te preguntarás: ¿Qué son los cinco sentidos del

hombre? Habla sobre ello con tu madre, tu padre, tus hermanos o tu cuidadora

y pídeles que te lo expliquen con detalle. Tú ahora has oído lo que son los cinco sentidos. Si, por lo tanto, sólo miras al mundo, si sólo escuchas al mundo, si

sólo percibes los olores externos del mundo, si vives sólo como un glotón y sólo quieres tocar cosas externas y cogerlo todo y acaparar todo lo que ves, entonces irradia cada vez menos luz en tu cuerpo, en la envoltura del alma.

Con ello, el hombre penetra en zonas cada vez más peligrosas. Los peligros le acechan y le quieren causar daño y todo aquello que

sienten tantos+ hombres porque ya no escuchan a la luz y al espíritu guardián. Ya no prestan atención a la conciencia, por la que les inspira el espíritu protector, ya no prestan atención a lo bueno. Ya sólo se aman a sí mismos y no a su prójimo y tampoco a los animales, plantas y piedras.

De esta forma la luz interna empieza a brillar cada vez menos.

Empieza a titilar. El hombre se vuelve inquieto y así atrae los peligros que él ha creado por el amor propio, por los pensamientos feos, por disputas y peleas, por la ira y muchas cosas más.


La falta de amor que parte del hombre vuelve a recaer sobre él y repercute en y alrededor de él. Se vuelve inquieto, tropieza, se cae, se hace daño en la rodilla o se lesiona de otra forma.

También es posible que un órgano en el hombre reciba poca luz y por

ello enferme. Así al hombre le sobrevienen cada vez más golpes del destino o cosas desagradables que tiene que soportar porque no escucha la voz de la conciencia ni la conducción de la luz interna.

Querido niño, mira el mundo a tu alrededor. Hay tantos hombres

enfermos, cargados de preocupaciones y dolor. Esto no tendría porqué ser así, si el hombre fuese amoroso, si respetase a sus semejantes, si les ayudase y sirviese, si afirmase la vida en todo, la aceptase y amase en los animales, plantas y piedras.

Los golpes del destino, como enfermedades, pesares, preocupaciones,

torturas, dolores accidentes, todo lo que el hombre tiene que soportar, proceden de él mismo. Él una vez los causó y no se arrepintió o aún no ha hecho penitencia, es decir, que no ha devuelto lo que había quitado a sus semejantes. Esto sucede porque sólo se ama a sí mismo y no ha acogido en su corazón a todos los hombres, ni tampoco a los animales, plantas y piedras.

El que quiera ser guiado y protegido por la luz interna y por su espíritu

protector debería desarrollar el amor desinteresado. Él debería pensar cada vez menos en su pequeño ego inferior.

“Yo” – “sólo para mí”, así dicen algunos hombres. Sin embargo, el hombre debería pensar con más amor en su prójimo,

hacerle, si es necesario, el bien, y ofrecer amor y respeto a cada escarabajo, a cada hormiga, a los animales grandes y pequeños, pues también ellos sienten alegría y dolor.

Ahora habéis oído que en todo lo que vive arde la luz de Dios, el amor

de nuestro Padre Celestial. El que, por lo tanto, ama desinteresadamente volverá a recibir amor y

también será protegido por este gran amor. El que ame se volverá lleno de luz en su interior. Esta luz, por su

parte, volverá a irradiar a este mundo y a alumbrar la oscuridad para que cada vez más hombres se conviertan en amor.

Querido niño, tú ahora has escuchado lo que es amor y que el amor

correcto, desinteresado, puede hacer florecer muchas cosas.


El amor desinteresado no sólo te proporciona felicidad a ti, sino también a todos tus semejantes, a los que das amor, comprensión y bondad.

Amor desinteresado significa no pensar sólo en uno mismo, no mirar

sólo el bienestar propio, no concederse sólo los deseos propios, sino pensar más en el prójimo: lo que necesita, cómo vive, cómo siente, para luego ayudarle tal como te sea posible y sea bueno para él. Eso es amor desinteresado.

¿Qué es lo contrario del amor desinteresado, que es comprensivo,

benevolente y protector, que libera, que ayuda y que desea proteger a todos los hombres de peligros, pesares y enfermedades, que proporciona felicidad y satisfacción?

Los hombres ignorantes y faltos de amor sólo piensan en sí mismos.

Intentan con todas sus fuerzas proporcionarse aquello que desean. No se detienen ni ante los hombres, ni ante los animales ni ante el reino vegetal. Tienen envidia de los bienes y posesiones del hombre que aparentemente posee más bienes terrenales que ellos mismos. Los hombres ignorantes a veces son odiosos y lo expresan con palabras y acciones feas y faltas de amor.

Los niños y adultos faltos de amor, que sólo piensan en sí mismos,

luchan con pensamientos, palabras y obras con todos y contra todos los que no son de su opinión o no hacen lo que ellos quieren.

Ya que sólo piensan en sí mismos, no respetan la vida de los

animales, plantas y piedras. Igual que se comportan para con sus semejantes, también destruyen deliberadamente la naturaleza y torturan y matan animales.

Niños y adultos ignorantes van por los campos y prados. Sin pensar

que todo vive y siente, con un palo golpean deliberadamente la hierba crecida destruyendo así flores y matando animales. También los árboles y arbustos son tratados a menudo con falta de amor. Arrancan las flores con su raíz. Cogen un puñado de hierba; sin pensarlo la arrancan del suelo y la tiran a un lado. También el trigo, que está madurando y que es el pan para los hombres, es tratado sin reflexionar; las espigas son golpeadas con el palo y cortadas de las pajas.

Querido niño, ahora has oído que todo vive. Y lo que vive, aquello

siente. Y lo que siente, aquello percibe el amor o el dolor. Querido niño, estas crueldades y otras parecidas sólo las cometen

niños y adultos ignorantes que no saben acerca de la luz sagrada en el alma del hombre y en los animales, plantas y piedras.


Sin embargo, el hombre sabio, que ama al Padre Celestial, reconocerá la luz de Dios en la hierba, en las flores y arbustos, en cada animalito, en todo lo que vive.

Tú sabes ahora que cuando el hombre deliberadamente pisa, tortura y

pega a los animales, cuando deliberadamente destruye árboles y arbustos y arranca flores, entonces sopla continuamente a su propia luz interna. Con ello, la propia luz se vuelve cada vez más pequeña porque el hombre crea cada vez más causas que se convierten en manchas en su vestido del alma. El desarrolla fuerzas contrarias que le traen sufrimiento y preocupaciones, precisamente el sufrimiento y las preocupaciones que él ha causado a otros.

Lo que haces a los hombres, seres, plantas y piedras, eso vuelve a

recaer sobre ti. Por lo tanto, si haces daño a tu prójimo, si le insultas y pegas, entonces esto son causas.

Tú has causado algo que a tu alma se adhiere como pequeña o gran

sombra. Tú mismo experimentarás el sufrimiento y los golpes que has causado a otros. Esto es entonces el efecto a lo que has causado.

Querido niño, si con actuar falto de corazón y amor tu luz se vuelve

cada vez más pequeña, también se tiene que volver más oscura en el hombre. Lo que has causado un día puede caer sobre ti como efecto porque la luz en tu alma se ha vuelto tan pequeña y débil que ya no apoya a tu cuerpo. Por ejemplo, te caes y te haces daño. Te haces daño la rodilla que sangra, o sangras por la nariz, o tienes un gran chichón en la cabeza.

Cuando sucede algo así tienes que preguntarte por qué ha sucedido: ¿Qué has hecho o pensado que tales efectos te hayan hecho caer? ¿Quizás has estado falto de amor? ¿Has pegado a tus compañeros de

juego? ¿Les has insultado o no fuiste bueno con tus padres? ¿Qué has hecho para que sucediese así?

Por lo tanto, tú reconoces que tu Padre Celestial no te ha tirado al

suelo a ti, Su querido hijo. Fue la causa que tú mismo has creado antes. Quizás has empujado deliberadamente a tu compañero de juego de forma que se cayó y se dañó la rodilla o se hizo un chichón en la cabeza. ¿O tuviste falta de amor para con los animales, plantas y piedras?

Querido niño, por lo tanto, debes reconocer que por tales causas has

vuelto a soplar a tu llama interna. Quizás se ha vuelto pequeña y le ha faltado la fuerza para sostener tu cuerpo.


Por eso te has caído. O sea, que tuviste que sufrir los dolores que antes habías causado a tu prójimo, a personas o también a animales, plantas o piedras. Si sangra tu rodilla y tiene que ser vendada, podrás experimentar cuánto tarda en cesar tal dolor y hasta que la herida se haya curado.

Querido niño, los hombres también se vuelven culpables con respecto

a las plantas y animales: El que tortura deliberadamente animales o viola la naturaleza arrancando y tirando flores o cortando árboles o arbustos en flor, el que saca su raíz y mata así la vida, ese causa sensaciones dolorosas a la naturaleza.

Así, hay hombres que son injustos con los animales. El que tortura a

los animales, les pega y los maltrata, éste les causa dolor. Los animales sufren y están tristes porque sus mejores amigos, los

hombres, no les aceptan como compañeros. Lo que el hombre causa deliberadamente, no arrepintiéndose de ello,

eso lo tiene que sufrir. Los animales grandes y pequeños reparan algunas cosas que le

hombre ha originado en el jardín de la naturaleza. Por el comportamiento erróneo de los hombres se acumulan muchas fuerzas negativas, por ejemplo, en el bosque y en el campo, en el agua y el aire.

Sin que el hombre lo note le ayudan los animales. Transforman más

de una fuerza inferior; por ejemplo, los pájaros con el golpear de sus alas o los caballos con su poderoso galopar a través de los bosques, prados y montes. Los minúsculos animalitos, los diminutos habitantes de la tierra que apenas percibimos, actúan invisibles de día y de noche para liberar trozos de tierra ensuciada por aquello que no tiene que haber. Estos limpiadores de la naturaleza vuelven a construir lo que es necesario para el terruño, para que el suelo se mantenga fértil o vuelva a serlo, para que en él pueda crecer lo que los hombres necesitan para vivir.

Si no hubiese animales, los buenos amigos, pronto le iría mal al

planeta Tierra, que alberga a los hombres. Agradecido debería estar el hombre por la existencia de tantos innumerables animales. Los animales, plantas y piedras sirven, por lo tanto, al hombre sin preguntar lo que van a recibir en recompensa.

Querido niño, el insultar deliberadamente a los hombres, torturar

animales y violar al reino de las plantas significa hacer algo a propósito. Tú, por lo tanto, lo haces conscientemente, aunque tu conciencia te diga: “¡Tú causas dolor a los animales y sensaciones de pena a las plantas.”


Deliberadamente significa, por lo tanto: Tú quieres arrancar flores, tú quieres torturar y pisar animales, tú quieres golpear a árboles y arbustos con un palo u otro objeto para que se muevan y se caigan las hojas tiernas.

Si, por lo tanto, veo flores y animales y pongo mi pie sobre ellos y

pisoteo así a mis compañeros de la naturaleza para que ya no puedan respirar, entonces lo hago conscientemente, lo hago deliberadamente.

Querido niño, imagínate: Un gigante grande se acerca a ti levanta su

pierna y pisa con su pie sobre tu cuerpo hasta que ya no respiras, hasta que tu cuerpo terrenal esté muerto. ¿Cuántos dolores y sufrimientos de corazón tienes que experimentar tú mismo con ello y cuán grande es la tristeza de tus padres y parientes?

O sea, lo que no quieras que te hagan a ti tampoco se lo hagas a

ninguno de tus semejantes, ni a los animales, plantas y piedras. Tampoco debes dar deliberadamente patadas a las piedras. Si sucede

inconscientemente, entonces la piedra no sentirá una sensación de tristeza demasiado grande, ya que quiere servirte. Y te sirve para que puedas poner tu pie en ella. Pero no desea que la apartes a un lado conscientemente con el pie o que la levantes y la tires lejos de ti con desprecio, brutalidad y falta de amor, sin saber que también ella vive.

Las formas de naturaleza sienten cómo las tratas, si lo haces lleno de

amor y con respeto y tú también lo sientes. Presta atención a tus sensaciones.

Querido niño, piensa también en los padres de los animales. Cuando

uno de sus hijos es pisado o cuando los hombres le hacen daño o incluso los apartan de sus padres para matarlos, ¡cuán grande tiene que ser el dolor de los padres y del joven animal!

De forma parecida a los animales sienten también las hierbas,

árboles, arbustos, flores y también las llamadas malas hierbas, cuando los hombres violan la vida e interfieren conscientemente en ella para arrancar las flores, cuando cortan y arrancan de raíz arbustos y árboles en plena vida.

Todo lo que sucede día a día a sabiendas o sin saber, frecuentemente

hace parecer la vida en la Tierra como una tortura y tampoco es bonito para los animales, plantas y piedras.

Querido niño, has vuelto a oír algo sobre la vida, que los animales y

las plantas también sienten de forma parecida al hombre. El cuerpo humano es aún mucho más sensitivo, es decir, más sensible que los cuerpos de nuestros amigos de la naturaleza. Los nervios del hombre


reaccionan ante cada palabra bonita y fea y ante cada sonido fuerte y desarmonioso.

Si los nervios del hombre están tensos, entonces éste se vuelve

agresivo. Esta agresividad la denomino desarmonía. Si el hombre, por lo tanto, está en desarmonía no puede estar en armonía, es decir, equilibrado, amoroso y amable.

El hombre desarmonioso, el hombre agresivo, es el hombre destructor

que quiere aniquilar todo lo que no corresponde a sus ideas y opiniones. Él quiere dominar y recibir admiración y confirmación de sus semejantes.

El hombre armonioso es el hombre relajado cuyos nervios están

tranquilos y equilibrados. Él es amoroso, comprensivo, paciente y misericordioso. Es el hombre en el camino hacia el Reino de Dios, nuestro Hogar Eterno.

Es que está equilibrado, el que tiene los nervios relajados, el que, por

lo tanto, está armonioso, ese es pacífico y feliz. Él también puede hacer feliz a su prójimo, amar a sus padres, respetar y apreciar a sus semejantes y también darles amor.

Las personas equilibradas y armoniosas son sensitivas, es decir, que

sienten que los animales, plantas y también piedras viven. Esta sensación despierta en ellos respeto ante la vida, de modo que tratan cuidadosamente a los animales, plantas y piedras, y consideran a la naturaleza como una amiga que les quiere bien y que les acoge.

Tú ahora has oído que los animales, plantas y piedras viven. Y lo que

vive siente. Si también eres amoroso con tu subprójimo – nosotros denominamos a

los animales, plantas y piedras, nuestros subprójimos -, si reconoces en ellos la vida y no algo muerto, si respetas la vida, sin golpearla, arrancarla, tirarla o incluso empujarla, entonces serás feliz y también seguirás siéndolo.

Si amas la vida en tu prójimo y en tu subprójimo, en todo lo que hay

alrededor de ti, en lo que ves y no puedes ver, entonces serás amado por todas las formas de vida.

Yo te planteo ahora una pregunta: Siempre vuelvo a ver cuando los amigos juegan juntos que a menudo

discuten y se pelean. ¿Por qué lo hacen? Contéstatela a ti mismo y también a la buena persona que te lee este

verdadero cuento.


Piensa también que cuando hay disputas y peleas es porque uno

quiere que otro haga lo que él mismo quiere. Las disputas y peleas resultan de que cada uno desea otra cosa: es decir, sólo aquello que él mismo quiere.

Deja que tu compañero de juego tenga libre albedrío y respeta su

voluntad. Si desea hacer lo que quiere, no le molestes. Deja que lo haga. Si reconoces que lo que hace no está en orden, entonces se lo puedes

advertir, pero nunca imponiéndole tu voluntad. Pues todo hombre ha recibido de Dios, nuestro Padre, el libre albedrío y a menudo tiene que ser conducido a través de la voluntad propia que también puede acarrear consigo sufrimiento y penas.

Tú puedes decir, por ejemplo, a tu compañero de juego: “Yo no puedo

confirmar tu voluntad. Yo lo veo de otra forma y lo quiero hacer de este modo, quiero jugar tal como lo siento desde dentro; pero quiero vivir en paz contigo.”

Ejercitaos en la ley del libre albedrío, entonces os ejercitáis en el

altruismo. Si tu compañero de juego quiere que hagas su voluntad, entonces

hazle la siguiente pregunta: “¡Por qué quieres que ahora haga tú voluntad? Yo tampoco quiero que hagas la mía. Juguemos juntos cada uno como le parezca bien.”

Querido niño, cuando dos hombres discuten y se pelean liberan

entonces pensamientos y palabras feas, que emiten a su entorno y que un día vuelven a atraer. Es decir, que les llega aquello que han emitido en pensamientos, palabras y actos: lo positivo, lo bonito, y también lo negativo y feo.

Al mismo tiempo le soplas a la luz interna, a la llama sagrada del

Padre en ti. Así, la llamita se vuelve inquieta. A menudo ya no puede iluminar por completo a un hombre. Lo que sucede a causa de ello ya te lo he contado.

Por pensamientos y palabras feas, por disputas y peleas, ya no

alimentas la luz interna, sino que la llama se debilita. Así que ya sabéis lo que sucede cuando la llama en el alma se vuelve

más pequeña, cuando se vuelve más oscuro en el hombre. Habéis escuchado: Siempre que el hombre vuelva a achicar la luz

interna con expresiones externas feas, le sucederá aquello que ha sembrado en pensamientos, palabras y obras.


Lo que el hombre siembra, eso no lo introduce en el alma de su prójimo

– palabras y hechos – eso vuelve a fluir a su propia alma. Por lo tanto, lo que el hombre siembre lo cosechará él y no el prójimo. En él mismo crece tanto la buena siembra como la mala.

Los buenos hechos traen luz y paz. Los malos hechos traen

sufrimientos, pesares, enfermedades, hambre, accidentes y todo lo que hay en el mundo.

Eso es la siembra de cada uno. No es el prójimo quien lo ha sembrado

en ti, sino tú mismo. Si estás enfermo, o cuando te caes al suelo o te das un golpe, eso, que

no es agradable, no viene de tu prójimo. Eres tú mismo el que lo ha causado. Cuando tu prójimo te tira al suelo, entonces seguramente has causado algo igual o parecido y ahora lo tienes que sufrir para llegar al reconocimiento que de algo igual o parecido ya no lo debes hacer.

El sufrimiento sólo lo tiene que padecer aquel que ha causado

sufrimiento a otros. El dolor sólo tiene que sufrir aquel que ha causado algo parecido. Enfermedades sólo las tiene que sufrir aquel que ha causado algo

parecido. El que, por lo tanto, sopla constantemente a la luz interna pensando y

hablando cosas feas sobre su amigo, sobre sus padres o sobre otras personas, alguna vez tiene que sentir por sí mismo lo que pasa, para ser más bueno.

El sentir pena y dolor no es bonito. Ya un pequeño azote de papá o

mamá nos hace llorar. ¿Por qué? Porque el azote duele un momento. Eso no es bonito.

Si, por lo tanto, pones cosas feas en el mundo, cuando no piensas y

hablas amorosamente sobre tu prójimo, entonces lo experimentarás en ti mismo; tú mismo vivirás lo feo en ti.

El Señor dijo: “Lo que siembres cosecharás”. Él no dijo: “Lo que

siembres lo cosechará otro.” Por lo tanto, si siembras amor, volverás a cosechar amor. Cuando

siembras odio, cuando discutes con tus compañeros de juego, con tus amigos, entonces tú mismo cosecharás lo que has sembrado en palabras y pensamientos.


Piensa sobre esto, querido niño y háblalo con tus padres. El gran Padre, cuyo Espíritu, cuya luz vive en cada uno de nosotros, es

el Dios del amor ilimitado. Ilimitado significa: Nuestro Padre Celestial ama a todos Sus hijos por igual, sin excepción, tanto si un hombre es pecador grande o pequeño.

El pecador más grande puede recibir menos luz de Dios, ya que él

mismo la disminuye por una forma de actuar errónea. El pecador más pequeño está más cerca de la luz interna. Por eso también brilla más clara en él. Esto significa que el uno recibe más y el otro menos energía vital de acuerdo con la forma de penar y vivir de cada uno.

El amor ilimitado, Dios, ama por lo tanto a todos los hombres y a todos

los seres espirituales por igual. Los animales, plantas, piedras y estrellas, todo lo que vive, es amado por Dios sin excepción.

El amor eterno, nuestro Padre Celestial, desea que todos vuelvan a

estar bajo Su protección. Él desea volver a estrecharos entre Sus brazos y regalaros la gran paz en la que no hay peleas, odio, ninguna palabra fea y mala, sólo sensaciones luminosas, pacíficas y sagradas, o sea, amor, paz y amparo.

Seguramente te preguntarás: “¿Qué significa estar amparado?” Significa acurrucarse en los brazos de la madre o del padre y sentirse

amado. De forma parecida, un niño que ama y adora a Dios, su Padre

Celestial, también desea acurrucarse en los brazos del Padre eterno, sabiendo que Él, el gran Espíritu, desea protegerlo, cobijarlo y amarlo.

Sin embargo, esto sólo le es posible a aquel que cumple las leyes del

amor y que ama más a Dios que a este mundo. Esto significa que, en vez de odio, emite amor, que, en vez de envidia hace fluir amor, que, en lugar de pensamientos malos, coloca pensamientos de amor.

Amor correcto es el amor desinteresado, que no piensa en sí mismo,

que ama a todos los hombres, también al subprójimo, los animales, plantas y piedras; sí, toda la vida.

Ahora habéis escuchado que en todo lo que vive está la luz , Dios, el

amor. El que no ama a su prójimo, el que desprecia los animales, plantas,

piedras y también las estrellas, es decir, el que no los ama, ese tampoco puede amar a Dios, ya que Dios está en todo – Dios, la luz.


Dios está en tu hermano, en tu compañero de juego, en tu hermana, en tus padres, en tus abuelos, en todos los hombres y en todo lo que vive.

Para aprender a amar a Dios, nuestro Padre Celestial, hay que

regalarle confianza. Sólo ganarás confianza si sabes: Dios, el amor, es omnipresente. Él está presente, sí está muy cerca de ti: Es la luz en ti, en cada

hombre, en cada animal, en cada planta, en cada piedra, en cada sol, en cada estrella.

En todo lo que vive está el amor. El amor es la fuerza que mueve tus dedos, que hace que andes, que

hace que hables, que hace que comas. Cada movimiento es la luz, es Dios, el amor, la fuerza en ti. Querido niño, también en la piedrecita más pequeña e insignificante

hay vida, está la luz del Padre Celestial, está la fuerza que mantiene la piedra, que la hace brillar.

Todo lo que ves brillar, y todo lo que brilla es vida. La vida, por lo tanto, es energía, es luz. La vida también es melodía y sonido. Así, cada piedrecita tiene su propia melodía: uno o varios sonidos que

vibran en la armonía, Dios, el amor. No levantéis una piedra para volver a tirarla o para apuntar a un

objeto. Levantadla y observadla. También ella lleva en sí el amor del Padre

Celestial. Ella vive. Y lo que vive, siente y vibra, es melodía, es sonido. Así, también la piedra siente amor o falta de amor, pues aquello que

vive siente. La piedra no puede dirigirse a ti. Por lo tanto, no puede comunicarse ya que todavía no está tan desarrollada como tú.

Ella vive en la gran conciencia de evolución, en la que se desarrollan

piedras y minerales y se convierten en plantas, animales y seres de la naturaleza.

El desarrollo, en su totalidad, lo denominamos conciencia de

evolución. Aunque las piedras no puedan hablar, registran sutilmente tus


pensamientos, tus palabras buenas y desinteresadas o tu mal comportamiento.

Los hombres caminan sin prestar atención, cargados de

preocupaciones, no se dan cuenta de la vida sutil, de la irradiación, de la luz de las formas de vida de los minerales, plantas y animales. Sólo aquellos que aman la luz, Dios, y que afirman la fuerza en todo y también la respetan, sienten que también las piedras viven.

Las piedras todavía están atadas al lugar en que se encuentran. No

pueden moverse porque todavía no tienen el gran campo de conciencia como tú, que alberga en sí como en una sola luz las muchas fuerzas del infinito, las muchas luces.

La esencia de la piedra es, por lo tanto, una luz en tu gran campo de

conciencia; es decir, una lucecita que pertenece a la gran luz de tu alma. Querido niño, lo que observas en la Tierra, lo que vive – plantas,

animales, piedras – eso también existe en el gran infinito, muy, muy lejos, más allá de las estrellas que ves en la noche.

Sí, allí hay grandes, infinitamente grandes mundos luminosos. Allí

viven innumerables seres espirituales, que también denominas ángeles. En estos grandes Reinos de los Cielos viven también muchos animales. Además hay maravillosos cristales que están libres de peso. Tú dirás simplemente: piedras que no tienen peso.

También hay allí los más hermosos árboles, flores, arbustos. Todo

está inundado por una clara luz sagrada que tiene colores celestiales. Las muchas formas de vida que ves en la Tierra también existen en

forma modificada en el Reino divino: libres de peso y traslúcidas, es decir, sin sombras.

También tienes que saber que tu Hogar Eterno – al que volverás

cuando hayas superado las sombras de tu alma – no hay viento como en la Tierra, sino sólo un suave susurro de la brisa.

Es el Espíritu del Padre, que todo lo mueve y traspasa suavemente.

Este viento también lo denominamos el hálito de nuestro Padre Celestial. En los mundos celestiales, en tu Hogar Eterno, no hay discordia ni

envidia. No hay ni odio ni enemistad ni desavenencias. En nuestro Hogar Eterno todo es pacífico y todo está en armonía porque cada ser espiritual ama desinteresadamente al otro, y así es libre y está abierto para todas las formas de vida.


Los mundos celestiales están muy cerca de ti, porque son la pura, la divina ley eterna. Los mundos celestiales, la ley, Dios, vive y actúa en ti. Es la luz del Padre, Su Espíritu.

Allí, en los Cielos eternos, también hay grandes y maravillosas casas.

También las podemos denominar edificios del Espíritu de Dios. El estilo de construcción de estos edificios espirituales es muy distinto al de esta Tierra.

Las viviendas del hogar eterno están libres de peso. Tienen

maravillosas formas. Sin esquinas ni cantos. Son traspasadas por la fuerza primaria eterna, por la luz de nuestro Padre. Por eso, en el Hogar Eterno no hay sombras; sólo hay luz de Su luz.

En los edificios espirituales viven los seres celestiales. Tú has oído que también los denominados seres espirituales o

ángeles. Ellos viven en grandes familias y se sienten unidos con todos los seres espirituales, los ángeles, ya que entre ellos se aman mucho.

Los seres puros, los ángeles, viven unos con otros en unidad. Se aman

entre ellos tal como Dios, nuestro Padre, ama a todos Sus hijos, pura y divinamente. Todos los seres del amor aman el Reino de Dios, su Hogar, que Dios, nuestro Padre, ha creado para todos.

Nuestro eterno Padre Celestial esparce el gran y poderoso amor Su

ley, y nos regala a todos Su fuerza y Su paz.


El amor de nuestro Padre traspasa todas las estrellas, irradia a cada hijo, a todos los hombres, así también a tus padres, a tus abuelos, a tus hermanos, a tus compañeros de juego y amigos.

La gran luz, el amor de nuestro Padre eterno, traspasa también a

todos los animales, plantas y piedras. El poderoso amor de nuestro Padre Celestial no conoce límites, él lo

traspasa todo. El amor de Dios es el universo, es el infinito. En el infinito, en el amor de Dios, estamos todos albergados porque

todos hemos surgido del amor de nuestro Padre. Tú te preguntas: ¿De qué consta el amor? El amor de nuestro Padre Celestial es la ley. En la ley del amor está el

Orden, la Voluntad, la Sabiduría, la valerosa Seriedad que advierte y que invoca a los hombres a penetrar en su interior.

En la ley del amor también está la Paciencia y Misericordia infinitas de

nuestro Padre eterno, que Él tiene contigo, con todos los hombres. Mediante éstas, todos los hombres vuelven a encontrar el camino a Casa, al Reino de Dios.

La ley no destruye. Es amor. Por eso es constructiva; guía y vivifica. También la Misericordia está en la gran ley del amor. La Misericordia

es la mansedumbre y humildad de los seres de Dios. La Misericordia sirve y ama; soporta, protege y ampara. Seguramente

ya habréis oído que Jesucristo, el Redentor de la humanidad, bajó hacia los hombres desde el rayo divino de la ley de la Misericordia. Querido niño, alégrate de que también tú seas un niño de este gran amor y que algún día volverás al amor eterno, a la paz eterna del Padre. También debes saber que cada respiro que das es el Amor de Dios.

Los muchos ángeles, los seres espirituales puros, respiran así mismo

la gran corriente. La denominamos también el hálito del amor. Todos los seres puros, llamados ángeles o seres espirituales, son

felices, alegres y satisfechos, porque se abastecen conscientemente de esta fuerza eterna, Dios. Ya que constantemente hacen la voluntad de nuestro Padre Celestial, también pueden amar a todos los hombres, tanto a los malos como a los buenos. También a tu amigo o a tu amiga, que quizás están ahora peleando y discutiendo, los pueden amar, porque resulta que ven, tanto en ti como también en el amigo o la amiga que se pelea, el amor del Padre.


Vuelve tú también a ser un ángel. Ama a tu hermano, a tu hermana. Ama a todos los hombres; también a aquellos que no te aman. Entonces volverás a ser como un ángel.

Esfuérzate alguna vez en amar a los compañeros de juego que no te

aman. Ámalos de todo corazón y, de repente, sentirás cómo te vuelves libre, feliz, alegre, y satisfecho.

Querido niño, la felicidad, la alegría y la satisfacción de los ángeles se

traspasa también a los animales en el Hogar Eterno. Ya que todo vive en el amor radiante, los ángeles van hacia los

animales y los animales van hacia los ángeles, los seres espirituales. Los animales no son recelosos. Van con los seres espirituales o pasan

por su lado. También de ellos fluye amor, paz y alegría. Esto es bonito, ¿no te parece? Querido niño, tu Hogar Eterno está en la luz. Allí sólo hay amor. Allí todos los seres espirituales se tratan con benevolencia, alegría y

amabilidad. Con razón dices: “Yo soy un hombre y no puedo imaginarme que allí

viva en otro cuerpo.” Sí, querido niño, en tu pequeño cuerpo hay otro cuerpo maravilloso. Lo

denominamos el cuerpo de luz o cuerpo espiritual. Si tienes pensamientos y palabras luminosas con respecto a tus

semejantes, si vives en paz con todos los hombres, si no eres cascarrabias ni te peleas, si por lo tanto no utilizas palabras feas y malas, entonces se volverá cada vez más claro y luminoso en ti y pronto notarás que no eres de este mundo, que tu Hogar está en la luz con nuestro Padre Celestial.

Sin embargo, aún eres hombre y debes esforzarte por volver a tener tu

cuerpo interno completamente claro y luminoso para ir algún día allí donde estoy yo, a nuestro Hogar Eterno.

Querido niño, con razón preguntas: “¿Qué son pensamientos

luminosos y palabras luminosas?” Un pensamiento de luz es, por ejemplo, cuando amas a tus padres de

corazón o cuando observas una flor y la sientes bonita y le dices de corazón: “También en ti está la luz. Yo no te voy a arrancar. Yo te admiro.


Eres bonita. En ti está la luz. En mí está la luz. Somos uno en la luz de Dios.”

Querido niño, cuando tienes pensamientos desinteresados o dices

tales palabras, entonces la luz en ti se vuelve más clara, y la luz en tus padres o la luz en la flor se dirige a ti con finas vibraciones. Irradia, por lo tanto, en tu propia luz.

También una acción amorosa, un gesto desinteresado, hace que la luz

en ti irradie con más claridad y que tú te vuelvas más luminoso y brillante.

Una acción desinteresada es, por ejemplo, cuando estás dispuesto, sí,

contento de abrir la puerta para dejar salir al gatito que maúlla, o para sacar al jardín al perrito que ladra. O cuando desinteresada y alegremente les vas a buscar las zapatillas a tus padres que acaban de llegar a casa y cuando les haces algún que otro servicio de amor. Esto es ayuda desinteresada, una acción amorosa.

Querido niño, tú tienes muchas posibilidades de hablar con hombres,

animales, plantas y piedras, para enviarles amor, para sentir, pensar, hablar y también actuar de forma desinteresada.

Cuando observas una flor y no la cortas ni la arrancas, si te alegras

de que crezca y florezca, entonces Dios, tu Padre Celestial se alegra mucho por ti. Si así actúas amorosamente, entonces crece en ti la luz interna. Se vuelve más clara y luminosa en ti.

Por lo tanto, puedes hablar con los animales del bosque, del campo y

con los animales del aire y del agua, no importa qué animales sean. Ya sean los animales domésticos o los muchos pequeños y diminutos animales en el jardín o en el campo, en el bosque o en el aire. Todos ellos sienten tus pensamientos y palabras.

Tus pensamientos y palabras son vibraciones. Estas finas vibraciones

de amor, también llamadas rayos, penetran en los finos cuerpos de los animales, plantas y piedras. Se unen con la luz de éstos y se convirtieron en una gran llama, que también crece en ti.

Así que háblales a los animales y plantas también cuando piensas

que no te oyen. Ellos, que a menudo son silenciosos siervos de los hombres, se alegran de los pensamientos y palabras amorosas. Como has oído, ellos emiten finas vibraciones que irradian a tu luz y la aumentan.

Querido niño, en el Hogar Eterno ningún animal caza a otro. Viven en

paz juntos y con los seres espirituales.


Con razón harás ahora la pregunta: “¿Por qué se cazan entonces los animales de la Tierra y a menudo son muy malos los unos con los otros?”

Querido niño, también los animales sienten y perciben si los hombres

tienen buenas o malas intenciones con ellos. Esto lo denominamos la percepción de los animales.

Cuando los hombres cazan y matan a los animales, entonces éstos

sienten un gran temor ante los hombres. Por la percepción y por el temor los animales también acogen agresiones de los hombres y en el transcurso del tiempo actúan de forma parecida a ellos. Se cazan mutuamente y también se devoran entre ellos igual que los hombres matan y devoran animales. También el miedo del hombre repercute en el animal.

El miedo de los animales ante los hombres produce en ellos

agresiones, un fuerte deseo de atacar. Con ello también se atacan entre ellos o huyen unos de otros, igual que muchos animales también huyen de los hombres.

Querido niño, si los hombres reconocen que también los animales

sienten y perciben, entonces los hombres verán a los animales como amigos y volverán a ser buenos y amorosos con ellos y los tratarán de igual manera.

Lo mismo vale para el reino vegetal. También las plantas son capaces

de sentir y registran tanto lo bueno como lo malo en el hombre y sus intenciones.

Por lo tanto, si los hombres se vuelven más bondadosos y amorosos

entre ellos y también para con los animales y plantas, y si no destruyen ni matan deliberadamente, entonces también los animales se volverán más pacíficos y confiados y encontrarán de nuevo paz entre ellos. También el reino vegetal emitirá más fuerzas positivas, que el hombre que piensa amorosamente acoge y con las que se refortalece y mantiene su cuerpo sano.

Querido niño, igual que los hombres se orientan hacia lo bueno o hacia

lo malo, así también se comporta el reino animal y vegetal. Querido niño, cuando Dios, nuestro Padre eterno, creó la Tierra, en

ésta aún no había hombres, pero sí unos animales muy grandes. Los hombres denominan a estos animales, entre otros, dinosaurios y reptiles. Estos animales tenían gargantas y dientes enormes.

El alimento de estos grandes animales en los primeros tiempos de su

vida terrenal no era la carne. Es decir, que no se devoraban los unos a los otros. Se alimentaban predominantemente de raíces y de poca hierba


que crecía. Con sus dientes afilados tampoco arrancaban las raíces de la hierba. Tampoco se lanzaban sobre arbustos y árboles para destruirlos. Con sus dientes afilados cortaban la hierba o algunas ramas de arbustos y árboles. Si las raíces estaban al descubierto las cortaban con sus dientes y tomaban lo que se les presentaba. No eran agresivos ni temerosos, sino animales pacíficos.

Los primeros animales vivían, por lo tanto, de hierbas y plantas. Igual que la naturaleza se regala a los hombres y animales, así

también se regalaba en aquel entonces, cuando existían estos animales enormes.

Los seres espirituales caídos – como ya sabes, éstos son seres de luz

ensombrecidos – poco a poco adoptaron forma humana. Esto significa que sus cuerpos angelicales se condensaron cada vez más. Su ensombrecimiento aumentó y se convirtió al final en un cuerpo humano. El hombre denomina a su cuerpo también la carne o el cuerpo de carne y hueso.

Pero como sabes, también la carne y el hueso son una forma

condensada que consta de rayos de aquello que lleva el alma, luz o sombras.

Si la irradiación es clara y luminosa entonces el hombre tiene

pensamientos amorosos, desinteresados y pacíficos. Y así también habla y actúa. Si la irradiación es oscura, si el hombre está ensombrecido, entonces sus pensamientos están llenos de odio y envidia. Él no piensa nada bueno, habla también correspondientemente y actúa tal y como piensa y habla.

Por la sobreestimación del hombre, que sólo pensaba en sí mismo y

que así ensombreció su alma, empezó a cazar, a matar y devorar animales. A causa de ello los animales se asustaron. Se apartaron de los hombres y finalmente cazaban a aquellos hombres de los que sentían que tenían gran temor de ellos, de los animales grandes.

Cuando el hombre se apartaba cada vez más de los animales y no

vivía con la naturaleza, sino que además subyugaba a los animales, los mataba y utilizaba la carne para su alimentación, el animal empezó a desconfiar de los hombres.

Cuando los hombres se enemistaban y también combatían

mutuamente, traspasaban sus agresiones a los animales. Entonces los animales empezaron a cazarse y devorarse mutuamente. Se volvieron carnívoros.


Querido niño, no existen animales que se hayan vuelto malos por ellos mismos. Ellos querían servir a los hombres en paz.

Cuando en la Tierra vuelva a haber paz entre los hombres, entonces

también los animales volverán a ser pacíficos y entre los hombres y entre los animales será tal como te he contado sobre el Hogar Celestial.

Querido niño, muchas cosas no las has podido comprender, pero tu

madre, tu padre, tus abuelos o tus hermanos te han leído este verdadero relato. Lo que has recordado y lo que no has podido comprender, ellos seguramente te lo pueden explicar. Por lo tanto, pregúntales lo que aún no has podido comprender. Habla con tus padres sobre ello. Entonces muchas cosas se te aclararán y alcanzarás mucha comprensión para la Gran Vida.

Querido niño, escucha varias veces este verdadero relato. Entonces

serás más consciente de sus detalles y experimentarás en tu corazón que también tú eres un ser angelical.

También les puedes pedir a tus padres que siempre te vuelvan a leer

trozos de este verdadero relato y que hablen contigo sobre ellos. Entonces sabrás más cosas, pues tus padres también están en el camino hacia el Padre Celestial y pueden ayudarte contestando a tus preguntas, ya que seguramente tienen conocimientos espirituales.

Cuando te hayas vuelto mayor y más maduro, aún comprenderás más

de lo que te he contado aquí sobre la vida que ha creado nuestro Padre Celestial, cuyo Espíritu es la vida.

Guarda en tu corazón la declaración esencial: Nuestro Padre Celestial

nos ama a todos por igual. Él ama también a las plantas y a los animalitos. Recuerda también: Todo lo que vive siente y registra alegría y dolor. Querido niño, esfuérzate por amar todo lo que vive. Entonces sentirás

el amor de tu Padre Celestial en ti mismo. Sentirás alegría, paz y armonía. Permanecerás sano y feliz porque Dios, nuestro Padre Celestial, está muy cerca de ti en las sensaciones desinteresadas y amorosas de la alegría, de la paz y de la armonía.

Si amas tal como el Padre Celestial te ama, entonces vivirás en paz

con tus padres, hermanos, abuelos, amigos y compañeros de juego, con los animales del bosque, del campo, de las aguas y del aire.

Entonces serás tal como ya te he dicho: la luz se volverá cada vez más

grande y tú te volverás cada vez más claro y amoroso. Tu cuerpo interno,


tu cuerpo de luz, sobre el que te he contado, se volverá más puro y claro, es decir, lleno de luz celestial.

Cuando hayan pasado los años y tu cuerpo se haya marchitado,

cuando, por lo tanto, tu cuerpo muestre la madurez de la vida, cuando tu piel ya no sea tersa, sino marchita como una flor a finales de tu verano, entonces vendrá el tiempo en que tu cuerpo interno, tu cuerpo espiritual, abandonará la envoltura externa, la humana. Abandonar significa: El cuerpo marchito se muere, es dado a la tierra y el alma luminosa vuelve a la Casa del Padre.

Cuando lo más interno – tú has oído que lo más interno es el cuerpo de

luz – ya no presente sombras, sino que sólo sea luz, entonces verá tu cuerpo de luz, que eres tú mismo, las grandes vías de luz, que parecen grandes calles de luz que conducen hacia el Hogar Eterno, hacia Dios, nuestro Padre Celestial, y hacia los seres espirituales que pertenecen a nosotros, que nos aman, que habitan en los Cielos. Estas calles de luz, llamadas también vías de luz, conducen a través de las estrellas hasta entrar en el gran Reino eterno de luz, que está mucho más allá de las estrellas que puedes ver en el cielo de la noche.

Querido niño, entonces volverás a estar en las maravillosas casas, en

los edificios celestiales y en los hermosos jardines donde siempre hay luz y claridad, donde reinan el amor, la paz y la armonía.

Allí, en el Hogar Eterno, en el Cielo, estarás entonces con seres

luminosos y amorosos, con tus hermanos y hermanas, también llamados ángeles, y con los hermanos animales, con la naturaleza luminosa y con los maravillosos cristales.

Entonces también volverás a saber y a comprender en tu interior que

sólo el amor desinteresado y eterno de nuestro Padre puede existir eternamente, que sólo el amor del Padre y el amor hacia todos los hombres, seres, animales, plantas y piedras forma una unidad, que es la luz, Dios, nuestro Padre. Es la unidad con lo divino.

Tú sabrás que las grandes calles de luz hacia el Hogar Eterno, hacia

el Reino infinitamente grande y eterno del amor y de la paz sólo las puede tomar el alma que esté traspasada por la luz divina, que en el cuerpo humano haya vivido amorosa, alegre y armoniosamente, sólo el alma que haya amado a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismo, que haya amado a los animales, plantas y piedras y que haya reconocido en ello la actuación de nuestro Padre eterno.

Por esta gran vía de luz sólo puede caminar el cuerpo interno y no el

hombre. Y esto sólo es posible si cuando encarnado como hombre has sido amoroso y desinteresado, si como hombre lo amabas todo de corazón, si ya no decías palabras malas y ya no habías tenido


pensamientos oscuros. Entonces, algún día, tu alma verá las grandes vías de luz y caminará por ellas.

Tú, por lo tanto, has oído que el cuerpo interno sólo puede volver a

convertirse en este maravilloso y resplandeciente cuerpo de luz – que ve las vías de luz y camina hacia el Hogar Eterno – cuando vuelva a ser puro, es decir, inmaculado, sin sombras.

Recuerda bien, querido niño: Sólo será claro en ti cuando ames a tus

semejantes, cuando acojas a tus enemigos en tu corazón y disuelvas con amor todo lo que dicen o hacen.

Disolver con amor significa perdonarles y ver en ellos también lo

bueno, pues cada hombre tiene también algo bueno en sí. Si no vas con el palo por bosques y campos, ni pegas a los árboles, ni

cortas la cabeza a las flores, si no matas deliberadamente a los animales, sino que vives en unidad con todo, si lo amas todo y ves en cada uno la luz del Padre Celestial, entonces también volverás al Reino de Dios, a tu Hogar.

Querido niño, ahora te he explicado algunas cosas de la vida eterna.

Aún habría mucho que decir, aún habría mucho que contar. Sin embargo, hoy no lo puedes comprender todo. Más adelante, cuando seas mayor, podrás comprender y acoger más cosas en ti, pues la sabiduría de Dios es infinita y lo abarca todo. Cuando seas mayor, entonces seguramente tu madre, tu padre o tus abuelos te instruirán sobre verdades divinas aún más profundas y te dejarán escuchar más relatos verdaderos para que aprendas a amar sobre todas las cosas a tu Padre eterno, que vive en el Cielo y cuya luz está en ti.

Querido niño, yo ahora me voy otra vez por la vía de luz para llegar a

los mundos celestiales eternamente luminosos, pues yo no tengo un cuerpo terrenal.

Mi cuerpo es el cuerpo perfecto de luz que tú algún día también

volverás a tener. A través de un cuerpo terrenal, través de la profetisa del Señor (Gabriele), te he hablado porque mi lenguaje es la luz, el amor. Por lo tanto, necesito un instrumento para que puedas comprenderme, pues yo no hablo tu lenguaje, el lenguaje de este mundo.

Para que pudieses comprender tomé un instrumento, una persona que

Dios llama Su profetisa, que es el canal de voz del Infinito. He hablado por medio de la profetisa del Señor y lo he hecho con tus

palabras para que pudieses comprenderme.


Ahora voy por la vía de luz. Camino a través de estrellas y vías lácteas hasta el Reino eternamente luminoso que está lleno de amor y paz. Allí está todo en armonía; allí está mi Hogar.

Ahora me despido de ti, querido niño. Otro día volveré a contar acerca del gran Reino de luz, acerca de

nuestro Padre Celestial, al que amamos tanto y que nos ama sobre todas las cosas.

Cuando seas mayor, entonces también hablaré sobre la llamada

muerte, sobre el hecho de que la muerte en realidad no existe, sino sólo un sacarse el vestido externo que también denominamos hombre. Esto no puedes comprenderlo todavía. Pero más tarde, cuando seas mayor, te será más consciente, es decir, más claro; tú, entonces, tendrás más comprensión para ello.

Yo pido a la luz eterna en todos nosotros que bendiga a los niños de la

Tierra, a todos los hombres y a los muchos, muchos animales y plantas en su diversidad, y que también cada piedrecita sea bendecida.

En especial le pido a Dios, la luz eterna en nosotros, que te bendiga a

ti, a mi hermano o hermana que me has escuchado, para que también tú realices lo que Dios, nuestro Padre, te ha manifestado a través de mí, Liobaní.

Con profundo amor y unidad me despido, sin embargo, sólo con la

palabra. En el amor de Dios permanecemos unidos. Te saludo en nombre de Dios, mi querido niño. ¡Mi hermanito, sé valiente! Tú eres un habitante del Reino universal, que es el Reino de Dios. Paz.

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LA ACTUACIÓN DEL ESPÍRITU DE DIOS A TRAVÉS DE SU PROFETISA

EN LA VIDA UNIVERSAL El inmensurable universo espiritual, que incluye nuestro nivel de existencia

material, está soportado y lleno del único Espíritu universal que lo ha hecho surgir todo, de la conciencia universal, absoluta y más elevada, Dios.

Dios, la ley, es el amor eternamente fluyente. Nosotros, que ahora somos hombres,

nos hemos aislado de la corriente de la vida, paralizándonos en el egocentrismo y en la ambición humano-material. En esta limitación, en el presidio de lo humano inferior, estamos ahora atados, al fin y al cabo infelices, faltos de paz y desconcertados.

En estos tiempos, Dios, el Señor, llama poderosamente a nuestras almas con la

palabra profética para que se quiten las ligaduras y vuelvan a Casa. Su palabra es verdad, es fuerza, fuerza para la evolución espiritual de todos aquellos que se dejan captar.

La fuerza, el “Hágase” divino, se vuelve ahora más eficaz en el ámbito de la

materia; por de pronto en el hombre mismo que, orientado hacia Dios, vuelve a desarrollar más y más las fuerzas divinas de la vida interna. A través de un hombre espiritualizado, que realiza y cumple los elevados principios de la vida en sus sentimientos, pensamientos y actos, actúa entonces Dios.

Así se forma la Vida Universal, tanto en lo interno como en lo externo. Es el Reino

de Dios en la Tierra, el Reino de paz de Cristo que aparece en lo visible. Para que en la Tierra pueda ser como en el Cielo, la voluntad propia humana no

debe buscar y hacer surgir lo suyo. Para que en nosotros, para nosotros y a través de nosotros se pueda realizar la voluntad de Dios. Él manifiesta Su verdad, Su sabiduría e indicaciones a través de la conciencia de la profetisa de Dios, Su profeta actual (Gabriele de Würzburg).

A través de la palabra profética nos alcanza Cristo en el plano de comunicación del

lenguaje humano. Él nos toca y despierta en nosotros la conciencia de nuestro origen cósmico divino. Él despierta el anhelo por la vida espiritual en pureza, perfección, armonía y unidad. Él nos enseña el camino de cómo podemos volver a alcanzarla en nosotros.

En numerosas manifestaciones nos regala el Señor todo lo que necesitamos para

reconocernos a nosotros mismos, para desarrollarnos y para volvernos pacíficos, libres y amorosos, para que entonces pueda haber paz, libertad y unidad en la Tierra. Muchas cosas tienen que suceder para que cada vez más hombres despierten de la ignorancia y ceguera, para ser maestros de su vida y para transformar este mundo.


El Espíritu da aclaraciones, enseña e instruye. Él advierte, llama, anima y enciende

la luz del interior en más de uno de nosotros, la fuerza radiante de nuestro eterno ser divino. La formación, la estructura y cada acción en la Vida Universal se realizan según el consejo, del deseo y la voluntad del Señor. El gran Espíritu, Dios, da indicaciones e instrucciones detalladas a través de la palabra profética; Él planea y cuida. Los amigos de Cristo lo transforman en lo visible mediante la aplicación de las fuerzas que por su parte nos regala Dios, nuestro Padre eterno, por medios que Él pone a nuestra disposición, por Su conducción en cada caso.

Dios está con nosotros. La Vida Universal es Su obra; está impregnada, llena y

soportada por Su Espíritu. Él soporta, apoya y fomenta lo que corresponde a Su voluntad, a Su ley. Su ley es el amor. Así la Vida Universal está determinada por el acercamiento consciente al Principio supremo, al amor desinteresado, en el que se encuentra todo poder y fuerza, la existencia divina consciente.

La condición para la actuación poderosa del Espíritu de Dios en la Vida Universal

es que Él se puede servir de un instrumento poderoso que transforma la corriente del Espíritu Santo en palabras que son perceptibles al oído humano. En la profetisa (Gabriele) los impulsos divinos de luz se transforman en lenguaje humano. Para que el hombre pueda recibir la luz, su interior tiene que ser luminoso. El Señor desarrolló en años de intensiva enseñanza espiritual la conciencia de la profetisa hasta la cumbre de perfección mística. Desde entonces están a disposición del Señor todas las fuerzas de la vida interna en ella. Dios se manifiesta a través de toda la escala de Sus cualidades y virtudes con la palabra directa por boca suya, ya que ella ha desarrollado en sí todos los ámbitos de conciencia.

La profetisa es el canal a través del cual llega a nosotros la palabra del Señor: en

manifestaciones dadas verbalmente y en textos transmitidos por escrito que son publicados en escritos, cuadernos y libros. Nosotros recibimos un amplio y profundo conocimiento espiritual directamente de la fuente de la verdad, también sobre la situación y el futuro de nuestro planeta.

Jesucristo y Su siervo, el Querubín de la Sabiduría divina, el hermano Emanuel

(uno de los siete ángeles de la Ley de Dios, que no está en vestido terrenal y que ampara a Gabriele), también nos instruyen acerca del correcto pensar y sobre cómo podemos alcanzar la armonía con las fuerzas de la vida que nos regalan salud, dinamismo y alegría. Mediante la revelación nos es enseñado el camino místico-crístico con todos sus pasos y etapas, de forma directa, completa y accesible a cualquiera.

En vista de la diversidad y amplitud de aquello que manifiestan Dios Padre, Dios

Hijo y el guarda de la ley de la Sabiduría divina, el hermano Emanuel, a través de la profetisa, ya se puede medir en parte la amplitud, la grandeza de su conciencia, pues el Espíritu de Dios no puede dar a través de ella nada de lo que antes no hay abierto en su mayor parte en sí mediante la purificación de estos ámbitos.

La riqueza de sabiduría de la que se abastece nuestra hermana Gabriele se le

vuelve completamente consciente a aquel que está presente cuando ella enseña en los cursos y conversaciones espirituales, abasteciéndose de la conciencia más elevada; así


como cuando expone la ley divina o, resumiendo, cuando expone y aclara la verdad en muchas facetas.

Aquel que se encuentra por primera vez con Gabriele y la ve reservada y amable

apenas sospechará qué capacidad del espíritu tiene ante sí. Sus declaraciones son de la más elevada competencia. Su verdadera profundidad y amplia validez se le muestra conscientemente a más de uno cuando más tarde vuelve sobre ello o cuando lo aplica.

La profetisa capta en un momento el nivel de conciencia de su prójimo, ve lo que

éste piensa y siente, no importa lo que diga y lo que quiera expresar en lo externo. Ella conoce sus problemas, también aquellos que todavía le están ocultos al hombre mismo.

También conoce sus causas y, por lo tanto, sabe por qué los tiene. Por este profundo reconocimiento de su prójimo le es posible aconsejarle y

ayudarle eficazmente, desde el punto de vista espiritual, a que viva según las leyes del Eterno. Nuestra hermana Gabriele le da de la Sabiduría divina justo lo que en ese momento puede asimilar y soportar, ni más ni menos. A menudo la ayuda consta de ideas y preguntas que le sirven al prójimo, que quiere trabajar en sí mismo y desarrollarse, para autorreconocerse. Nuestra hermana da de su conciencia, que es igual a la del ser espiritual en ella, explicaciones y aclaraciones de la ley, aplicadas a la pregunta correspondiente, a la situación correspondiente y a lo que requiera el momento.

Así actúa Dios, el Señor, a través de Su profetisa, no sólo transmitiéndonos así Su

palabra, sino también actuando a través de su conciencia, llena de la más alta vibración y fuerza, de la fuerza del Espíritu Santo omnipresente y omnisciente cuyos impulsos fluyen y son expresados a través de ella.

Esta preparación e instrucción espiritual, única, directa, amplia y con la constante

relación viva para con aquello que se presenta de apariciones, cambios y desarrollos en el ámbito humano, nos es dada por el Padre Celestial y hecho posible por la profetisa instructora de los tiempos finales.

La vida de la profetisa es un servir desinteresado. Está conscientemente unida a la

conciencia absoluta y perfecta, Dios. Al mismo tiempo sirve y está cerca de sus hermanos y hermanas todavía

ensombrecidos, cargados y marcados por causa y efecto (lo que el hombre siembre en pensamientos, sensaciones, palabras y actos lo volverá a recibir o cosechar, sea bueno o malo, en algún momento de su vida terrenal o espiritual).

Por lo tanto, la profetisa del Señor es una con Dios, el Espíritu de nuestro Padre

Celestial – por su conciencia – y por eso también se mueve en el plano vibratorio puramente espiritual del Hogar Eterno. Sin embargo, a raíz de su misión de enseñanza espiritual es también al mismo tiempo su deber de dirigirse hacia todo aquello que todavía no es puro, que todavía no es de alta vibración y perfecto. Aquel que considere que ella, además, está constantemente expuesta a los ataques ocultos y abiertos de aquellos que luchan contra la palabra profética y contra el cristianismo primitivo


resurgido, puede intuir cuán duras tienen que ser las tensiones dentro del campo de fuerzas en el que tiene que vivir esta mujer. Sin ella tampoco recibiríamos descripciones manifestadas del Hogar eterno, como las enseñanzas dadas aquí para nuestros niños por el ángel instructor Liobaní.

Sin la enorme corriente de fuerza divina que fluye hacia todos aquellos que han

tomado el Camino Interno, el camino de la lucha con el propio ego inferior, el Reino de Dios en la Tierra no podría ser construido. Por la sola fuerza de los hombres nada divino podría manifestarse en lo material.

Aquellos entre nosotros que han reconocido al Espíritu del Cristo de Dios en la

palabra profética, y que han percibido Su llamada “¡Sígueme!”, se esfuerzan por purificar y ennoblecer su forma de sentir, pensar y actuar. En esta lucha constante tienen a Cristo a su lado.

La comunidad de los hermanos que siguen a Cristo con sus esfuerzos en el Camino

Interno y en la acción, se convierte en la gran unidad de la Vida Universal, en la que Él, el Todopoderoso, actúa sensiblemente como fuerza unificante, dinámica, fomentadora y elevadora.

Si Dios es nuestra meta, nuestro camino y nuestra vida, entonces nosotros

crecemos, irradiamos, y nuestro hacer es alegría. El servir al Único Bueno, el dedicarle las horas y días, eso es vida en plenitud.

La Vida Universal es la Obra de Dios en esta Tierra: de Él, con Él, para la gran

unidad de todos con Él.

Los amigos de Cristo.


Vida Universal

Vivimos en una época de grandes transformaciones. Muchos nombres

espiritualmente abiertos sienten que estamos directamente ante una fase decisiva de la historia de la humanidad. El no haber respetado las leyes divinas, los Diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña durante miles de años tendrá sus efectos. Guerras, catástrofes de la naturaleza y el caos están anunciados.

Cristo desea liberarnos de lo más grave. Cristo no abandona a los Suyos. Con la

Vida Universal ha construido una obra, a través de la que Él, el Hijo del Altísimo, quiere guiar a todos los hombres: ¡Él nos ofrece Su mano, Su conducción personal!

En la Vida Universal, el Señor realiza lo que dijo hace 2000 años a los Suyos:

“Todavía podría deciros muchas cosas, pero ahora aún no las podéis comprender. Pero cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él os conducirá a toda la Verdad.” (Juan, 16, 12)

Cristo no sólo nos regala hoy una vista de las preparaciones para la Nueva Era, el

tiempo del Espíritu, a través de Su profetisa, la Era cuya venida fue anunciada a través de muchos profetas de los siglos pasados; Él quiere también conducirnos seguros a estos tiempos. Él quiere sacarnos de la noche espiritual, de nuestro egocentrismo, a la libertad del reconocimiento profundo espiritual, el que alcanzamos por la realización y el cumplimiento de las leyes divinas. Esta libertad nos trae el amor desinteresado, la Verdad, la sabiduría y la fuerza radiante de la acción dinámica cristiana.

Del cumplimiento de las leyes espirituales nacerá el hombre de la Nueva Era. Este

hombre, apacible, misericordioso y lleno de fuerza, vivirá en el Reino de Dios en la Tierra, en el Estado de Cristo, el que se manifestará a nivel mundial también externamente después del cambio de eras.

Ahora ya se han puesto los fundamentos para el Estado de Cristo, según las

indicaciones del Espíritu. A través de hombres que han desarrollado el Reino de Dios en sí mismos y lo desarrollan, va a ser construido el Reino de la Paz. Estos hombres recorren conscientemente el Camino Interno, el que Cristo y Su Servidor, el Querubín de la Sabiduría divina, el hermano Emanuel, enseñan ahora en la Vida Universal.

Lo que se está acumulando ahora como nubes oscuras en el horizonte del tiempo, es

la cosecha de la siembra humana. A través de esta cosecha nos conducirá el Hijo de Dios, sanos y salvos. ¡Él es el Camino! ¡Para aquel que lo acepta como camino no existe la aniquilación, sino la victoria de la Nueva Era!

¡Para esto desea preparar el Señor a los Suyos, a cada hombre! Para eso el Espíritu de Dios en Cristo y Su Servidor, el Querubín de la Sabiduría

divina, nos regaló y regala manifestaciones sobre las leyes de la Creación. Cristo nos da aclaraciones y nos exhorta a cumplir las leyes divinas. Para eso el Padre, el Creador de todo el Ser, nos regaló y regala Su poderosa palabra original.


El futuro ya ha empezado en la Vida Universal: Libertad, Unidad, y Fraternidad. De esto nace el dinamismo cristiano para la Nueva Era.

Los Amigos de Cristo en Vida Universal.


Libros recomendados

Liobaní: Yo aclaro. Y tú, ¿practicas?

Un libro dedicado a los jóvenes de 12 a 18 años

Volvemos nuevamente a la energía del día, tu buen amigo. Cada día el hombre es conducido o manipulado de un modo distinto, según el grado de madurez de su alma.

También los profesores están bajo la influencia de las fuerzas del día. Cuando el maestro enseña no

valores la materia de enseñanza, si te interesa, o si hoy la quieres oír o no. Tampoco juzgues a tu maestro si hoy no está tan libre y radiante como tal vez lo estuvo el día anterior.

Estáte tranquilo, tal como lo divino está tranquilo en ti. Acoge lo que te dicen y estáte dispuesto a

experimentar en ti la respuesta legítima.

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Esta es Mi Palabra - Alfa y Omega El Evangelio de Jesús

La manifestación de Cristo que ya conocen los verdaderos cristianos en todo el mundo

Cada vez más personas preguntan: ¿Qué enseñó realmente Jesús de Nazaret hace 2000 años? ¿Y

cómo fue Su vida? ¿Qué ha significado para la humanidad Su sacrificio en el Gólgota y su Resurrección? ¿Cómo es posible que la Biblia no contenga nada sobre su relación con la naturaleza y los animales? ¿Por qué no interviene Dios ante tantas injusticias y miserias de este mundo?

Mucho de lo que en la Biblia se ha omitido o ha sido transmitido erróneamente, es explicado,

rectificado y profundizado por Cristo en Esta es Mi Palabra. Usted descubrirá que: Jesús no trajo a la humanidad una religión externa, Jesús intervino en favor de los animales y de

toda la naturaleza, Jesús explicó la ley de causa y efecto, y muchas cosas más.

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El Espíritu Universal, Dios, habla en nuestra época a través

de Su profetisa Dios no deja solos a Sus hijos los hombres. Él vuelve a alzar Su voz a través de la palabra profética. En la actualidad es una mujer, Gabriele, Su profetisa, a través de quien habla y da respuestas a cuestiones básicas de la vida, especialmente sobre las correlaciones espirituales que no se encuentran en la Biblia: sobre el sentido y la finalidad de la vida en la Tierra, la libertad que es propia de cada ser, las causas y sus efectos, el alma inmortal y la reencarnación, el acto redentor de Cristo y muchas cosas más. Del gran tesoro que son estas manifestaciones han sido escogidas 40, para ser publicadas en un maravilloso libro, dividido en tres tomos; que también pueden ser adquiridas en forma de cassette con traducción simultánea al español del original en alemán.

Tomo 1 Tomo 2 Tomo 3

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Puedes visitar la Pág. web de Radio Santec y escuch ar los programas en vivo de Vida Universal: www.radio-santec.com/es Emisor de televisión Nueva Jerusalén www.neu-jerusalem.de/cms/es.html La Fundación Gabriele

www.fundacion-gabriele.org/es/

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La Fuerza de la Oración: http://la-fuerza-de-la-oracion.blogspot.com/

Un mensaje dado desde el infinito http://manifestacion1.blogspot.com/

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La vida después de la muerte – el viaje del alma: http://la-vida-despues-de-la-muerte.blogspot.com/

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