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L IMINAR Inventar la contemporaneidad Alan Pauls M ás de un cuarto de siglo después de publicado, El beso de la mujer araña sigue siendo un libro ilegible. Quiero decir: un libro que, como el duelista encarnizado de Conrad, como el Michael Kohlhaas de Kleist, aún espera satisfacción, vive esperándola, vive de esperarla, puesto que sabe –es la extraña arrogancia de Puig, su inocencia de niño sabihondo y pre- coz– que esa satisfacción es imposible. Quién lo diría, ¿no? ¿Y si el problema fuera otro? ¿Y si el problema fuera que este libro sigue sin darnos satisfacción? ¿Que, emblemático de una época que todavía nos es ciega, acribillado por dos décadas de lecturas, traducido, incluso, al esperanto confortable del cine, esta suerte de diálogo socrático entre un militante obcecado y una loca démodée se empecina todavía en traicionar todos nuestros afanes de sentido? Tal vez el problema sea otro y el mismo; secreto de una economía imposible, es el proble- ma de la deuda y del don: la deuda que contraemos con lo que El beso… nos da, lo que le damos para saldarla (deudores paranoicos) o, acaso, para doble- gar esa espera insoportable en la que nos tiene presos: para invertir los térmi- nos (acreedores sádicos), convertir El beso… en nuestro deudor. Si el problema está lejos de recibir satisfacción es porque, exterior al libro mismo, en la medida en que afecta a su destino a través del tiempo, a su histo- ria, a las fuerzas que se apoderaron y siguen apoderándose de él, a la vez es completa, radicalmente interior al libro; lo constituye, lo habita y lo trabaja, al punto tal de que, leído con veinte años de diferencia (¿veinte años más? ¿vein- te años menos?; pero, ¿cuántos años tenía el libro cuando lo leímos por prime- ra vez, y cuántos nuestra lectura «original»?), pareciera que El beso… no hace otra cosa que girar alrededor del don, de la deuda y de ese trabajo impo-

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  • LI M I NAR

    Inventar la contemporaneidad

    Alan Pauls

    M s de un cuarto de siglo despus de publicado, El beso de la mujeraraa sigue siendo un libro ilegible. Quiero decir: un libro que, comoel duelista encarnizado de Conrad, como el Michael Kohlhaas deKleist, an espera satisfaccin, vive esperndola, vive de esperarla, puesto quesabe es la extraa arrogancia de Puig, su inocencia de nio sabihondo y pre-coz que esa satisfaccin es imposible. Quin lo dira, no? Y si el problemafuera otro? Y si el problema fuera que este libro sigue sin darnos satisfaccin?Que, emblemtico de una poca que todava nos es ciega, acribillado por dosdcadas de lecturas, traducido, incluso, al esperanto confortable del cine, estasuerte de dilogo socrtico entre un militante obcecado y una loca dmode seempecina todava en traicionar todos nuestros afanes de sentido? Tal vez elproblema sea otro y el mismo; secreto de una economa imposible, es el proble-ma de la deuda y del don: la deuda que contraemos con lo que El beso nosda, lo que le damos para saldarla (deudores paranoicos) o, acaso, para doble-gar esa espera insoportable en la que nos tiene presos: para invertir los trmi-nos (acreedores sdicos), convertir El beso en nuestro deudor.

    Si el problema est lejos de recibir satisfaccin es porque, exterior al libromismo, en la medida en que afecta a su destino a travs del tiempo, a su histo-ria, a las fuerzas que se apoderaron y siguen apoderndose de l, a la vez escompleta, radicalmente interior al libro; lo constituye, lo habita y lo trabaja, alpunto tal de que, ledo con veinte aos de diferencia (veinte aos ms? vein-te aos menos?; pero, cuntos aos tena el libro cuando lo lemos por prime-ra vez, y cuntos nuestra lectura original?), pareciera que El beso nohace otra cosa que girar alrededor del don, de la deuda y de ese trabajo impo-

  • sible, infinitamente diferido, que es la reciprocidad. Pero hay, adems, otraposible razn, y es que este problema (que, yo, puesto a clnico literario, llama-ra el problema Puig, y que nos ronda como un espectro cada vez que un libroviejo de Puig, bajo la forma espectral de una reedicin, vuelve a visitarnosdesde el ms all) es por definicin el vrtigo extrao en el que zozobranEl beso de la mujer araa, toda la literatura de Puig, la literatura a secas ylas lecturas de la literatura: es el vrtigo de la contemporaneidad.

    El beso de la mujer araa es la gran novela argentina contemporneasobre la contemporaneidad. Hace falta alguna razn adicional para explicarsu resistencia, su desubicacin, su carcter esquivo, desconcertante y hastamalogrado, como de injerto que nunca termina de prender? Todo en ella parececondenado a la peor de las suertes la suerte de lo fechado y todo brilla, sinembargo, con el fulgor de lo que an no ha sucedido. La persecucin poltica yla represin sexual, el estado de las subjetividades y el estado de la teora (ah,las famosas notas al pie de El beso!), la economa de las identidades y losdeseos, la poltica del mestizaje y el hbrido: todas las perspicacias que algunavez alimentaron la actualidad de este libro seran hoy rastros histricos,meros documentos de archivo, si Puig no las hubiera trabajado con la preguntaclave que siempre defini las condiciones de su prctica: qu es la contempora-neidad? Gran parte de la literatura argentina contempornea de Puig creypoder responderla sin formulrsela, como si, en efecto, la contemporaneidadfuera algo de hecho, algo dado. Puig, en cambio (otra vez el don), supo quehaba que inventarla, y El beso de la mujer araa no es otra cosa que el rela-to de esa invencin. Es el costado experimental de la novela, su perspectivaun poco desquiciada, como de pelcula de ciencia-ficcin low budget: encerrara la loca y al militante en una misma celda para observar qu puede pasarentre ambos, para seguir el rastro de una mutacin, para acechar, por fin, eladvenimiento de una contemporaneidad. Pero tambin es la tentativa puiguia-na por excelencia de construir las frgiles, milagrosas sincronicidades dondeun relato oral se encuentra con el film perdido que relata, una conversacincon los monlogos interiores que la socavan, un espacio clausurado (el de lacelda) con el exterior que lo acorrala (la maquinacin poltico-policial), unabanda de ficcin (como se dice, en el cine, una banda de imagen y otra desonido) con una banda de teora.

    Que la contemporaneidad sea el problema Puig explica, entre otras cosas,que no haya entre sus libros ninguna jerarqua histrica, que El beso de lamujer araa, por ejemplo, sea hoy una novela tan contempornea como la pri-mera, La traicin de Rita Hayworth, o como la ltima, Cae la noche tropi-cal. Y explica, tambin, la posicin central que en la literatura de Puig verda-dera literatura-corte ocupa la cuestin del suspenso. Si El beso de la mujeraraa es un gran tratado de suspenso literario, no es slo porque lo que nos da

    XVI Introduccin

  • a leer en cada pgina, clsicamente, es ese tiempo virtual en el que su intrigahace coexistir los diferentes posibles narrativos con los que nos amenaza; es,ms bien, por la incertidumbre que plantea, que plante en 1976 y que veinti-cinco aos despus, con la deuda y el don an en carne viva, sigue acosndo-nos: llegaremos a ser contemporneos?

    Alan Pauls XVII