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Liderazgo Juvenil: lucha entre generaciones y conquista de
los espacios de participación.
Por: Edilberto Romero Sociólogo
Introducción.
El presente ensayo constituye una primera aproximación al análisis del liderazgo
juvenil desde la perspectiva de la división social de generaciones y los papeles
sociales de esta división. Este análisis parte de un análisis sociológico y
antropológico de la juventud como una condición construida socialmente con la
finalidad de controlar por un lado la formación del ser social acorde con la
estructura social imperante, y por otra parte como contraparte de la generación de
adultos en el conflicto por la conquista de los elementos de carácter simbólico que
constituyen la vida social en relación con la educación, la situación económica, la
condición de clase, etc.
Este análisis parte de un acercamiento a una noción sociológica de juventud como
condición social y como base para el desarrollo de los individuos, para
posteriormente analizar el conflicto existente entre generaciones de jóvenes y
adultos dentro de los campos sociales donde se desenvuelven ambos grupos
etarios; para finalmente analizar el liderazgo juvenil como factor necesario para la
conquista de cuotas de poder en estos espacios sociales en los que accionan los
jóvenes como miembros de las sociedades actuales.
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Liderazgo Juvenil: lucha entre generaciones y conquista de
los espacios de participación.
Para poder hacer un análisis sobre el liderazgo juvenil es necesario partir de la
lucha por el poder existente entre los dos grupos etarios involucrados, por un lado
los jóvenes como generación menor en edad en proceso de formación tanto social
como económica, y por otro lado los adultos quienes irónicamente engendran a
aquellos que habrán de remplazarlos, la cuestión es que los adultos y los jóvenes
mantienen un conflicto que antropológicamente se fundamenta en la barrera
generacional que los divide ya que los jóvenes tratan de ser adultos con los
beneficios que esto acarrea (tanto sociales como económicos) mientras que los
adultos evitan ser desplazados a la vejez y luchan por mantener a los jóvenes
como jóvenes el mayor tiempo que se pueda. Esta vejez a la que los adultos
rehúyen tanto, es percibida en las sociedades modernas como la decadencia no
solamente del cuerpo biológico sino también del estado social que les permite el
control de los medios de producción, el liderazgo de la familia nuclear y la
autoridad sobre los jóvenes en sí. Esta pugna por el poder, existente entre las
generaciones de jóvenes y adultos se remonta al inicio de la vida tribal y goza hoy
en día de una gran vigencia debido a la estructura conformada en las sociedades
actuales en donde el dominio de las estructuras políticas, económicas y sociales
se encuentran bajo la dirección de la generación adulta. Cabe esclarecer que
dicha disputa por el poder es una lucha simbólica por la conquista de medios
traducibles como capital social, el cual le confiere a aquella generación que lo
posea los factores que constituyen un determinado estatus que a la vez se
relaciona con el dominio de los capitales económicos y culturales.
La juventud es comprendida como una fase de la vida que de manera individual es
experimentada por los individuos entre la etapa biológica de la pubertad fisiológica
y el reconocimiento de carácter social del estatus de adulto; y que sin embargo y
pese a su experiencia individual es una fase del desarrollo humano presente en
todo lugar y momento de la historia humana. Desde la teoría social es difícil fechar
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el momento en que la juventud intervino en la ciencia como una categoría propia
del estudio de las ciencias sociales, sin embargo en tanto que es comprendida
como una condición social inherente a todas las sociedades y todas las clases
sociales, puede decirse que esta tiene su periodo de auge en el siglo XX.
La construcción cultural que constituye a la juventud es relativa en el tiempo y el
espacio. Las sociedades organizan de manera distinta según sus patrones
culturales el periodo que transición de la infancia a la vida adulta, dicha transición
se estructura según los patrones culturales de cada sociedad ya que cada
sociedad tendrá un significado y una finalidad diferente para dicha transición en
especial con aquellos factores presentes en el contexto social y cultural de cada
sociedad (como elementos que facilitan la transición) que facilitan el ingreso de los
individuos a la llamada etapa adulta.
“Los contenidos que se atribuyen a la juventud dependen de los
valores asociados a este grupo de edad y de los ritos que marcan
sus límites. Ello explica que no todas las sociedades reconozcan
un estadio nítidamente diferenciado entre la dependencia infantil y
la autonomía adulta. Para que exista la juventud, deben existir, por
una parte, una serie de condiciones sociales como normas,
comportamientos e instituciones que los distingan de otros grupos
de edad y, por otra parte, una serie de imágenes culturales como
ser valores, atributos y ritos asociados específicamente a los
jóvenes”.(Feixa, pp.18)
La transición de las sociedades rurales en sociedades industriales y
posteriormente posindustriales, ha contribuido a la construcción de la imagen de
juventud como un factor social a ser encausado. Si el joven de las sociedades
modernas es aquel individuo en el que nace el “rebelde sin causa” es obligación
de las respectivas sociedades interiorizar en el imaginario de la sociedad la
“causa” como tal, a razón de formar el ser social, el adulto. Esto lo hizo en la
comunidad primitiva los patrones culturales de los comportamientos tribales que
permitían a instituciones culturales como la caza y los rituales de paso, el otorgar
la integración a la vida adulta donde la distribución del trabajo desde jóvenes ha
preparado el camino a una integración exitosa a la vida tribal adulta. Se ha
mantenido al joven al margen de las actividades de ocio que puedan apartarlo de
la vida en comunidad, no es posible contemplar aquello fuera del canon social y de
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los deberes, valores y responsabilidades que esto implica para el individuo, sea
este joven o adulto. Ese periodo de libertad que experimenta la juventud en la
sociedad contemporánea, encuentra su fin en la adultez, donde la dependencia
económica y familiar resurge como parte del papel social del adulto.
En las sociedades industriales tras la revolución se visualizo a la juventud como el
periodo en el que se debe profundizar la preparación para la vida adulta, las
instituciones como los talleres anteceden a las escuelas en la formación de los
jóvenes en las habilidades así como en los comportamientos que permitan dicha
integración; con el surgimiento del modelo moderno de escuela y educación, en
las sociedades pos industriales, así como el surgimiento del modelo de juventud
despolitizada y despreocupada económicamente posterior a la segunda guerra
mundial, permitirían replantear el enfoque que la sociedades debían tener ante la
juventud y su preparación para la vida adulta.
El proceso social y cultural de transición entre adolescencia y adultez tuvo un giro
(que se revertiría más tarde en otra dirección) hacia la formación del ser social,
político y económico moderno cuya finalidad debía ser por un lado la participación
social de un tipo de ciudadano comprometido con los valores de la democracia
capitalista y cuya participación política se enfoca en el derecho al sufragio como
manifestación de la ciudadanía misma; lo anterior como respuesta de la ideología
conservadora ante las posibilidades que la sociedad moderna abre ante los
jóvenes. Ante esto Carles Feixa argumenta:
“Las mayores posibilidades educativas y de ocio, la seguridad social,
la ampliación de los servicios a la juventud, la transferencia de
recursos de los padres a los hijos revierten en la consolidación de la
base social de la juventud”. (Feixa, pp.36)
Las décadas de los 60´s y 70´s abrieron el nuevo despertar de la participación
política juvenil, donde las oposiciones a la guerra de Vietnam en E.E.U.U y las
manifestaciones estudiantiles en Chile y Argentina para mencionar algunos casos
donde la visión del rebelde sin causa fue sustituida por el joven beligerante
motivado por los progresos del sistema educativo y la incomodidad con los
sistemas conservadores y opresores no solo de la condición de juventud sino de
todo el contenido social y cultural que este implica.
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“La reaparición del activismo político y el compromiso social
durante los años sesenta parecía haber acabado de golpe con la
dependencia social de los jóvenes: en diversos países se rebajo la
edad del voto, los muros entre escuela y sociedad fueron rotos y
en todas partes los jóvenes reclamaban los derechos y deberes de
la adultez”. (Feixa, pp.44)
En Honduras, cuyo contexto se caracteriza por la desigualdad en la distribución de
la riqueza y el constante proceso de inserción de patrones culturales occidentales
por medio de los medios de comunicación masiva, la transición entre adolescencia
y adultez ese periodo de juventud, se encuentra estrechamente relacionado con el
contexto político económico y social. Los estratos medios y medios bajos de las
áreas urbanizadas reducen el periodo de juventud de sus individuos para
integrarse a más temprana edad como fuerza laboral productiva, el periodo de
educación suele limitarse al nivel secundario o con estudios paulatinos a nivel
universitario que se alternan con el trabajo y lindar con la composición temprana
de la vida familiar.
Mientras que en el área rural, cual posee aun un gran porcentaje de la población
del país, la juventud como construcción cultural y estado social de la preparación
de los individuos para la vida adulta es prácticamente imperceptible dada las
condiciones económicas que limitan el estudio de niños y que los integra a
temprana edad en el trabajo agrícola y el imperante machismo de la sociedad que
ata a las niñas al trabajo domestico, estructura social que desintegra la juventud
con embarazos adolescentes y la conformación temprana de hogares. Estas
infancias robadas por las condiciones sociales y económicas limitan el periodo de
niñez y adolescencia, suprime el periodo de juventud como proceso de
construcción social del adulto; de ese ser social que a través del proceso de
formación social a interiorizado los valores y el imaginario social que le permite
desenvolverse como parte de la sociedad, como ciudadano con derechos y
deberes los cuales se manifiestan de manera concreta en el accionar de la
participación ciudadana a favor del fortalecimiento del sistema social.
“Los sistemas de edades sirven a menudo para legitimar un desigual
acceso a los recursos, a las tareas productivas, al mercado
matrimonial, a los cargos políticos, Podríamos interpretarlos como
categorías de transito muy formalizadas, equivalente estructuralmente
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a nuestra juventud, ritualizadas mediante las ceremonias de
iniciación, cuya función es legitimar la jerarquización social entre las
edades, inhibiendo el desarrollo de un conflicto abierto (pues los
jóvenes acaban siendo adultos) y asegurando la sujeción de los
menores a las pautas sociales establecidas”. (Feixa, pp.25-26)
Esta separación de individuos en grupos generacionales al igual que la separación
en clases sociales conlleva implícito el proceso de segregación de aquellos en los
segmentos etarios más jóvenes, Durkheim planteo en algún momento de su
análisis del sistema educativo que ante la inevitable existencia en las sociedades
de una generación de adultos y una generación de jóvenes siempre existiría
acción ejercida de los primeros sobre los segundos, en espacios relativos a los
educativo, lo religioso y lo moral la acción social de los adultos sobre los jóvenes
es coercitiva, y más cuando la juventud es considerada como un grupo que no ha
alcanzado el grado madurez necesario para la vida social; grado de madurez
definido arbitrariamente por la generación adulta y que en su debido momento los
jóvenes al transformarse en adultos impondrán a las futuras generaciones de
jóvenes reproduciendo el esquema de división generacional.
La división entre edades recae en la arbitrariedad una y otra vez, los adultos
siempre resaltaran la inmadurez de la edad temprana cuando vean sus intereses
amenazados, la resaltaran y limitaran el accionar de jóvenes en la medida en que
estos traten de conquistar cuotas de poder que no les son otorgadas aun. Si
tomamos como ejemplo los movimientos populares, donde los jóvenes militantes
son vistos con pantalones jeans, pelo largo y barba y con títulos de educación
superior serán siempre aletargados por los adultos que con diplomas de
bachillerato y décadas de experiencia han forjado los movimientos y que perciben
a estos jóvenes como cuadros potenciales que en su debido momento los
remplazaran inevitablemente pero no aun.
La lógica de otros campos también es similar; la academia, las artes, la moda e
incluso el deporte encuentran las reglas de envejecimiento tanto de sus
contenidos simbólicos como de los individuos, eventualmente todos caducan y se
ven remplazados ya que los capitales simbólicos también se renuevan.
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Sin embargo debemos tener claro que la juventud es no solo un dato biológico
sino también cultural y social; en el área rural de Honduras la juventud desaparece
en muchos casos antes de aparecer ya que la estructura cultural no solo
promueve sino que comprende comúnmente en su dinámica cultural la
conformación de hogares no solo entre jóvenes sino también entre adolescentes;
transición social que conlleva responsabilidades intrínsecas al estado social de la
adultez.
La lucha por las conquista del estatus social de adulto no se limita a un entramado
de lucha por el poder y lograr imponerse ante las figuras paternas y otras figuras
adultas, las relaciones sociales con el sexo opuesto y las limitantes de la clase
social primigenia conllevan en varios casos al deseo de abandono de la carente de
responsabilidades condición de juventud. Mientras jóvenes de clases medias y
populares abandonan sus estudios porque desean acceder al mercado laborar
para gozar de estabilidad económica que surta un estatus ante sus congéneres y
pares; jóvenes de clases alta, encuentran un equilibrio entre la preparación
académica y la practica laboral que les permita un día tomar el mando de
empresas familiares y sustituir a sus progenitores en la directriz de los mismos,
ímpetu que los padres tratan de limitar mediante la medida coactiva del estudio
antes que permitir la conquista de algo que aun no es otorgado por la dinámica de
las barreras generacionales y el patrón cultural adulto-céntrico. Lo patriarcal y la
matriarcal no es solo un esquema familiar que define que el hogar y la sociedad
sea regida por el padre o la madre, semióticamente implica que sea cual sea de
los progenitores que este al mando es un adulto y no un joven el que tiene el papel
decisivo en la vida social de los grupos.
Lo anterior es ampliamente valido para otros campos como por ejemplo el campo
político, ya que ninguno de los modelos históricos de democracia, el comunismo o
las dictaduras otorgan mayor participación o protagonismo a los jóvenes del que
los adultos decidan en dicho contexto otorgarles. Han existido niños y jóvenes
emperadores que detrás de ellos poseen figuras adultas que a manera de
“consejeros” instruyen de “buena fe” a los prematuros gobernantes; durante la
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revolución rusa existieron niños y jóvenes que formaron parte del ejército rojo solo
porque los adultos eran insuficientes para el contexto no porque gozaran de una
mejor posición ante los adultos, perdían su niñez y juventud a manos de un fusil
pero nunca ganaron el título de adultos por más que lo buscaran ya sea en la
batalla o en las industrias, hasta alcanzar la edad que se los permitiera.
Sobre ese envite de trascender al campo social de los
adultos, Bourdieu expone: “Es consabido el caso del hijo de
minero que desea descender a la mina lo antes posible, porque es
entrar en el mundo de los adultos (aun hoy en día una de las
razones por las que los adolescentes de clases populares quieren
abandonar la escuela y entrar al trabajo muy pronto es el deseo de
acceder lo antes posible al estatuto de adulto y a las posibilidades
económicas a él asociadas: tener dinero es muy importante para
afirmarse ante los colegas, ante las chicas, para poder salir con los
colegas y con las chicas , es decir, para ser reconocido y
reconocerse como un “hombre””. (Bourdieu, pp.146)
Una de las principales causas de la conflictividad entre adultos y jóvenes lo
constituye el progreso que la estructura económica y social ha sufrido con el paso
de los años donde la sociedad ha establecido un mecanismo enmascarado de
protección que al mismo tiempo tiene como finalidad marcar el ritmo de progreso
que los jóvenes obtienen; esta esfera de protección económica social permitió el
acceso a mayores niveles de educación para los jóvenes, como ser la educación
universitaria, que por consecuencia incrementa el acceso a puestos laborales
superiores con mejores ingresos que incrementan el nivel adquisitivo de los
jóvenes, cosa que hace cuarenta años fue más difícil incluso imposible para las
actuales generaciones de adultos. Esto hace reacio el nivel permisión que los
adultos permiten a los jóvenes en ciertos campos; eso evidencia que las
categorías de jóvenes y adultos sean versátiles en su definición puesto que para
los adultos los jóvenes que gradualmente se acercan a la adultez jamás son lo
suficientemente adultos, lo suficientemente maduros y nunca tendrán la suficiente
experiencia ya que para los adultos enfrentarse a la vejes es entrar en un declive
de su función social y ceder eventualmente el control de los campos a las
subsiguientes generaciones; tanto como para los jóvenes será difícil aceptar las
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migas de reconocimiento que en estos aspectos los adultos les cedan. Tal como lo
dice Bourdieu:
“Estos conflictos se evitan cuando los viejo consiguen
regular el ritmo de la ascensión de los más jóvenes,
cuando consiguen regular las carreras laborales y
universitarias, controlar las velocidades de los trayectos
en las carreras, frenar a los que no saben frenarse, a los
ambiciosos que queman etapas, que se abren camino”.
(Bourdieu, pp.153)
Y esta lucha entre jóvenes por lograr un reconocimiento en el mundo de los adultos
conlleva la génesis de los racismos generacionales principalmente el anti-juvenil el
cual trasciende no solo el marco generacional de los llamados adultos sino también
el de la vejez, este sentido de racismo generacional contra los jóvenes se respalda
con actitudes censura contra los contenidos culturales asociados a la juventud
como ser las expresiones artísticas propias de los jóvenes, sus agrupaciones
culturales y las elecciones académicas orientadas a las ciencias sociales y
humanas que puedan generar pensamientos de disidencia de los patrones de
valores morales imperantes en la sociedad. Los adultos suelen oponerse a los
cambios que puedan ser generados en los campos en que ellos se mueven
socialmente ya que la sensación de estabilidad en muchos sentidos es parte
esencial de lo que social y culturalmente comprende el ser adulto.
Es en este sentido, que el liderazgo juvenil constituye en primera instancia una
lucha generacional por la conquista de espacios y cuotas de poder en ámbitos que
por antonomasia han sido dominados por los adultos aun cuando concierna a la
juventud y los contenidos asociados a ellos. Ese ímpetu de los jóvenes en desafiar
la figura paterna, la figura adulta y conquistar cuotas de poder que les permita tener
vos y voto sobre aquellos aspectos de la vida social que les compete ya sea de
forma directa o indirectamente y en los cuales históricamente no han podido
decidir.
Antes de proseguir en el desarrollo de este análisis sobre el liderazgo juvenil es
prioridad hacer una diferenciación entre dos vocablos que tienden a confundirse
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aun cuando estos estén estrechamente relacionados y que una es condición para
lo otra, con esto nos referimos a “liderazgo juvenil” y “protagonismo juvenil”. Ante
esta situación es importante aclara que se comprende por liderazgo juvenil como la
conquista de posiciones de toma de decisiones en espacios sociales competentes
a la vida social de los jóvenes mismos, el liderazgo juvenil comprende la guía de
movimientos juveniles en torno a temas específicos y que conlleva el
reconocimiento de las esferas generacionales de los adultos de la capacidad de
dirigencia que los jóvenes tengan sobre los movimientos así como el
posicionamientos que mantengan sobre temas y espacios en los que normalmente
no han gozado de apertura.
De otra manera se entiende protagonismo juvenil como el papel en los niveles de
participación e involucramiento que los jóvenes mantienen en ciertos espacios
sociales, sin embargo el protagonismo juvenil se encuentra bajo la coordinación
adulta, en este sentido existe una palpable tendencia de protagonismo sin
liderazgo; esto queda evidenciado en la medida en que las organizaciones de
sociedad civil en Honduras que trabajan con jóvenes no cuentan con presencia
alguna de los mismos en las direcciones o coordinaciones, aun cuando estos
constituyen la población meta de las mismas. Otro ejemplo práctico lo constituyen
las organizaciones populares que agrupan ramas juveniles donde estos cuentan ya
sea con un protagonismo racionado en cuanto a su participación y los liderazgos se
encuentran condicionados y mediados a la aprobación de los adultos. Ante esta
diferenciación cabe acentuar y a manera de conclusión que puede existir (fuera del
idealismo sobre cómo debe ser el fenómeno como tal) un protagonismo sin
liderazgo al contrario de que no es posible la existencia de un liderazgo sin
protagonismo.
El liderazgo juvenil constituye el elemento clave de la reformulación de las
estructuras sociales de las sociedades en la medida que los jóvenes constituyen
altos porcentajes de la población en general (49% de población de Honduras es
menor de 20 años según datos del INE) y que visualizan para el periodo
comprendido entre el 2035 y el 2050 un llamado bono demográfico superior al babi
boom tras la segunda guerra mundial. En este sentido el liderazgo juvenil forma
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parte de los elementos que permiten adelantar los relevos generacionales de las
estructuras propiciar las revoluciones culturales que permiten que las sociedades
modernas superen discursos insertados en los imaginarios de las sociedades,
discursos tales como el machismo, los discursos políticos conservadores, la
xenofobia y discriminación a la diversidad sexual entre otros.
Iniciativas de liderazgo juvenil facilitaron grandes cambios sociales como las
reformas educativas de Chile, la reforma de la seguridad social de Francia, la
liberación sexual de la mujer que tuvo lugar en Estados Unidos en la década de los
70 iniciada en Castro, California; la lucha por los derechos políticos de las mujeres
en muchos países del mundo, así como las distintas revoluciones culturales de los
últimos 50 años (incluso más atrás en el tiempo) como el nacimiento de la música
rock.
Claro que en resumen de todo lo dicho anteriormente, no podemos dar el liderazgo
juvenil como algo dado y que sucede como un fenómeno aislado y natural. Este
tiene su origen bajo las motivaciones que se presentan en el contexto social en que
se desarrollan los individuos y se encuentra estrechamente relacionado con la
ontología del ser social.
Los individuos se encuentran estrechamente relacionados con su ambiente social,
las estructuras políticas y económicas en relación con la clase social contribuye a la
construcción de un imaginario social enfocado a la condición de clase y los
objetivos como tal, la condición social de la juventud no se encuentra aislada de
tales estructuras aun cuando la juventud de ciertos estratos cuente con cierta
seguridad y se aliene de esas realidades económicas y políticas circundantes. De
esta forma los jóvenes utilizan los ambientes como base para la construcción de
sus intereses colectivos no solo en relación a su condición social de clase sino
también a la condición social de juventud en oposición de una descualificación
estructural de la generación.
Más que en oposición, el liderazgo juvenil responde a estos intereses
generacionales y permite enfocar los objetivos de las luchas sociales en este
sentido, si tomamos como ejemplo el contexto social del golpe de estado en
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Honduras de junio de 2009 vemos que la coyuntura política impulso la movilización
de los sectores populares los cuales se organizaron como frente, ante la situación
de las manifestaciones populares los jóvenes no solo tuvieron una participación
activa sino que también construyeron un protagonismo que les permitió en aras de
la estructuración de un frente de resistencia popular, estructurar un frente de
juventudes integrado por jóvenes de los diferentes sectores populares.
La conformación de este frente de juventudes no tenía como finalidad
contraponerse a la estructura conformada por la generación adulta del movimiento
popular, sino por el contrario permitir la lucha por la conquista de cuotas de poder
en espacios del recién organizado movimiento popular en resistencia, así como
también permitir ante la evolución del frente en un partido político la conquista de
mayores cuotas participación política nunca antes vistas en otros comicios,
fenómeno que obligo a los partidos tradicionales a renovar cuadros políticos
integrando jóvenes candidatos a sus filas generando en menor escala el mismo
cambio de estructura en diferentes facciones de la clase política.
Esta nueva estructura generacional de la participación política logro tras dos años
de lucha organizada un cambio significativo en la estructura política del país y puso
en el mapa vocablos como protagonismo juvenil y más aun el de liderazgo juvenil
como una manifestación de la organización de los jóvenes en luchas que por
excelencia les ha competido como miembros de la sociedad.
Ahora si bien, la construcción de ese liderazgo juvenil es un proceso que se da de
la noche a la mañana, sino que lo constituye la acumulación de generación tras
generación de jóvenes y de sus luchas quienes de la mano con las
transformaciones sociales y culturales han conformado sus objetivos como grupo
etario. La luchas e los jóvenes en este sentido van en dos sentidos, primero a
enfocar ante la estructura social de los adultos una construcción social de juventud
como miembros de una sociedad en reclamo de sus derechos de participación y
toma de decisiones y segundo a legitimar los contenidos culturales asociados a la
juventud como elementos propios de un cambio social a ser llevado de la mano de
otras transformaciones en la estructura social nacional como el sistema político y
económico.
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Ahora si bien existen estructuras sociales y contextos que favorecen la
configuración de un liderazgo juvenil, este depende en gran medida de las
manifestaciones que los individuos presenten del mismo; el liderazgo como acción
social racionalizada en base al fin de lograr un fin especifico constituye por sí
mismo una esfera de lo social concretizado en la movilización de los individuos
motivados por el discurso interiorizado a nivel heurístico, en este caso los jóvenes,
enfocados a objetivos específicos que el grupo etario ha configurado
históricamente en torno a su condición social de juventud.
Finalmente, debemos comprender que el liderazgo juvenil no constituye una
cualidad generalizada en los individuos; en el sentido weberiano, el liderazgo
constituye una manifestación social de la personalidad que los individuos
construyen en parte mediante la interacción con otros individuos. Los cambios
sociales son guiados por movimientos organizados y estos a la vez poseen una
dirigencia, sin embargo un movimiento necesita tanto lideres como seguidores en la
medida que el balance entre la interiorización del discurso y la motivación permite
entablar una relación directa con la figura de un líder. Por lo tanto estos líderes se
constituye como tales en relación directa en como utilizan las herramientas de la
motivación social contenida en el discurso del movimiento en sí. De esta forma
estas herramientas del discurso, heurística y hermenéutica, constituyen el carácter
social interiorizado del movimiento, de los objetivos del movimiento en sí, ya que el
discurso interiorizado constituye significados y objetivos en torno al movimiento y
constituyen la base en que los individuos construyen la forma en que perciben los
caracteres de líder en un individuo, ya que ven concretizada en él la representación
de la condición social que los identifica en todas sus esferas, en este caso la
condición social de la juventud.
El liderazgo juvenil es en este caso el factor que permite que las luchas de los
jóvenes, por lograr mayores cuotas de participación y protagonismo en los espacios
sociales y ante los adultos, tengan una base constituida sobre el perfil de líder
carismático como forma legitimada de autoridad.
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Conclusiones.
La juventud constituye un estado social que va más allá de las
consideraciones intrínsecas a la etapa biológica, ya que consta de
significaciones sociales que repercuten directamente sobre la vida social de
los individuos agrupados dentro de esta división generacional.
Existe una lucha simbólica entre jóvenes y adultos por la conquista de los
capitales culturales y económicos, capitales que la sociedad interpreta como
capital simbólico para la construcción del estatus.
La construcción del liderazgo juvenil constituye un proceso que se nutre de
los valores interiorizados en procesos educativos y de interacción en
espacios como la familia, la comunidad o el lugar de trabajo así como de la
condición de clase y el contexto político y económico en que se
desenvuelven los individuos.
El liderazgo juvenil constituye la conquista de cuotas de poder y espacios de
toma de decisiones que les permiten tomar posición en torno a temáticas de
la vida social que les compete ya sea directamente como jóvenes o como
miembros de la sociedad.
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