librerías (1)

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El P eriodiquit o MIÉRCOLES 14 DE MAYO DE 2014 24 Contenido Librerías, de Jorge Carrión MAIKEL RAMÍREZ A Alberto Hernández y a Manuel Cabesa “La mano de Montag se cerró como una boca, aplastó el libro con fiera devoción, con fiera inconsciencia, contra su pecho” (Ray Bradbury: Fahrenheit 451) C onsideremos dos expre- siones metafóricas usa- das para designar a una persona ávida por la lectura: ‘bookworm’ (gusano de libro), en la lengua inglesa, y ‘ratón de biblioteca’ , en la lengua española. Antes de continuar, hay que ha- cer notar que ambas expresiones son posibles porque se derivan de otra metáfora: entender es alimentarse. De allí que ‘digira- mos’ una idea, que una idea nos nutra, que no nos traguemos una explicación o que un libro sea sabroso. Como quiera que sea, para la idea que será desarrolla- da, convengamos en apropiar- nos de la metáfora del ratón de biblioteca, no sólo porque sea parte de nuestra lengua mater- na, sino porque hace hincapié en un animal activo y viajero que se encuentra en plena conformidad con la actitud de todo amante de libros y, sobre todo, la del escri- tor español Jorge Carrión, quien dedica 342 páginas a uno de los ensayos más ambiciosos y cauti- vantes que se hayan escrito, Li- brerías, obra finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2013. El ensayo de Carrión se com- pone de 14 capítulos, repletos de citas de otras piezas literarias que versan sobre libros, ilustraciones y fotos de librerías alrededor del mundo. Como buen roedor me- tafórico, el joven autor español relata un impresionante periplo por distintos países del mundo, donde recala en las más inimagi- nables librerías, algunas visitadas en más de una ocasión. Aunque, a decir verdad, sería más atinado hablar de visitas a mundos con- céntricos, ya que, según Carrión, las librerías pueden reclamar su condición de nación autónoma: “cada librería condensa un mun- do. No es una ruta aérea, sino un pasillo entre anaqueles lo que une tu país y sus idiomas con re- giones extensas en que se hablan otras lenguas. No es una frontera internacional sino un paso-un simple paso- lo que debe atrave- sarse para cambiar de topografía y por tanto de toponimia y por tanto de tiempo… ” Librerías deslumbra por una prosa precisa y sostenida que logra reducir a un pequeño vo- lumen lo que pudiese ser trata- do en varias entregas de libros. Y vaya que Carrión no elabora su tópico con simpleza ni este se arrincona en la mera descripción de la infraestructura o lo funcio- nal de las librerías. Entre tantas cosas, este ensayo indaga en el nacimiento y el desarrollo histó- rico de las bibliotecas, los libreros y los vendedores de libros ambu- lantes, el papel, el libro, y hasta se permite unas palabras acerca del libro digital. El ensayo de Carrión es tan ambicioso que hasta repasa la presencia de los libros en dis- tintas obras literarias y cinema- tográficas. Para poner un par ejemplos, el capítulo 8 hace refe- rencia a las librerías visitadas por García Madero en Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, y más adelante, el escritor español reseña Funny Face, filme donde Audrey Hepburn desempeña el papel de una librera cuya belle- za será descubierta por el héroe (Fred Astaire) y se convertirá en una modelo de éxito en París. Asi- mismo, Carrión nos habla acerca de algunas librerías y sus ilustres visitantes, como la parisina Sha- kespeare & company, en cuyo catálogo se leen los nombres Er- nest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, André Gide y James Joyce. Este ensayo, por igual, re- salta la importancia de las libre- rías en la publicación y difusión de obras que, por diversas razo- nes, no consiguieron el apoyo de las editoriales, como ocurrió con el poemario Howl, de Allen Gins- berg, libro incluso defendido por City lights, propiedad del poeta Lawrence Farlinghetti. Por lo demás, las librerías también pueden ser lugares de resistencia, como queda ejem- plificado con el caso de La libre- ría del pensativo de Guatemala, lugar de reunión aún durante el desenfreno de la violencia que ganaba terreno en el país centro- americano. A propósito de esto, en Librerías, no falta un aparta- do para quienes han odiado los libros de la manera más intesti- nal: “Cuando conquistó el poder, Stalin desarrolló un alambicado sistema de control de los textos, gracias en parte a esas experien- cias personales que le habían permitido comprobar que toda censura tiene sus puntos débi- les” . Mención aparte merece las repercusiones de la publicación de Los versos Satánicos, de Sal- man Rushdie. Por fortuna, para un lado tan sombrío puede ha- ber un contrapunto. Su nombre concreto fue Georges Whitman, hombre que cumplió con la uto- pía de rentar una cama y alquilar libros a quien no pudiera com- prarlos, lo que hacía acompañar de una comida caliente para que el inquilino-lector se resguardara de la gélida noche parisina. Leo Librerías e inevitable- mente pienso en tantas perso- nas que escriben, que leen, que concurren a librerías con tan religioso fervor. Pienso en gente que lleva a cabo una labor no- ble y anónima, como el librero de seriedad pétrea de la librería Universitaria, los vendedores de libros de los pasillos del Pe- dagógico de Maracay y aquel hombre afable que ofrecía sus libros entre la avenida Miranda y la calle López Aveledo. Para todos ellos, Librerías es el más conmovedor tributo.

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Jorge Carrión

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  • El PeriodiquitoMIRCOLES 14 dE MAYO dE 201424 Contenido

    Libreras, de Jorge CarrinMAIKEL RAMREZ

    A Alberto Hernndez y a Manuel Cabesa

    La mano de Montag se cerr como una boca, aplast

    el libro con era devocin, con era inconsciencia,

    contra su pecho(Ray Bradbury: Fahrenheit 451)

    Consideremos dos expre-siones metafricas usa-das para designar a una persona vida por la lectura: bookworm (gusano de libro), en la lengua inglesa, y ratn de biblioteca, en la lengua espaola. Antes de continuar, hay que ha-cer notar que ambas expresiones son posibles porque se derivan de otra metfora: entender es alimentarse. De all que digira-mos una idea, que una idea nos nutra, que no nos traguemos una explicacin o que un libro sea sabroso. Como quiera que sea, para la idea que ser desarrolla-da, convengamos en apropiar-nos de la metfora del ratn de biblioteca, no slo porque sea parte de nuestra lengua mater-na, sino porque hace hincapi en un animal activo y viajero que se encuentra en plena conformidad con la actitud de todo amante de libros y, sobre todo, la del escri-tor espaol Jorge Carrin, quien dedica 342 pginas a uno de los ensayos ms ambiciosos y cauti-vantes que se hayan escrito, Li-breras, obra nalista del Premio Anagrama de Ensayo 2013.

    El ensayo de Carrin se com-pone de 14 captulos, repletos de citas de otras piezas literarias que versan sobre libros, ilustraciones y fotos de libreras alrededor del mundo. Como buen roedor me-tafrico, el joven autor espaol relata un impresionante periplo por distintos pases del mundo, donde recala en las ms inimagi-nables libreras, algunas visitadas en ms de una ocasin. Aunque, a decir verdad, sera ms atinado hablar de visitas a mundos con-cntricos, ya que, segn Carrin,

    las libreras pueden reclamar su condicin de nacin autnoma: cada librera condensa un mun-do. No es una ruta area, sino un pasillo entre anaqueles lo que une tu pas y sus idiomas con re-giones extensas en que se hablan otras lenguas. No es una frontera internacional sino un paso-un simple paso- lo que debe atrave-sarse para cambiar de topografa y por tanto de toponimia y por tanto de tiempo

    Libreras deslumbra por una prosa precisa y sostenida que logra reducir a un pequeo vo-lumen lo que pudiese ser trata-do en varias entregas de libros. Y vaya que Carrin no elabora su tpico con simpleza ni este se arrincona en la mera descripcin de la infraestructura o lo funcio-nal de las libreras. Entre tantas cosas, este ensayo indaga en el nacimiento y el desarrollo hist-rico de las bibliotecas, los libreros y los vendedores de libros ambu-lantes, el papel, el libro, y hasta se

    permite unas palabras acerca del libro digital.

    El ensayo de Carrin es tan ambicioso que hasta repasa la presencia de los libros en dis-tintas obras literarias y cinema-togr cas. Para poner un par ejemplos, el captulo 8 hace refe-rencia a las libreras visitadas por Garca Madero en Los detectives salvajes, de Roberto Bolao, y ms adelante, el escritor espaol resea Funny Face, lme donde Audrey Hepburn desempea el papel de una librera cuya belle-za ser descubierta por el hroe (Fred Astaire) y se convertir en una modelo de xito en Pars. Asi-mismo, Carrin nos habla acerca de algunas libreras y sus ilustres visitantes, como la parisina Sha-kespeare & company, en cuyo catlogo se leen los nombres Er-nest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, Andr Gide y James Joyce. Este ensayo, por igual, re-salta la importancia de las libre-ras en la publicacin y difusin

    de obras que, por diversas razo-nes, no consiguieron el apoyo de las editoriales, como ocurri con el poemario Howl, de Allen Gins-berg, libro incluso defendido por City lights, propiedad del poeta Lawrence Farlinghetti.

    Por lo dems, las libreras tambin pueden ser lugares de resistencia, como queda ejem-pli cado con el caso de La libre-ra del pensativo de Guatemala, lugar de reunin an durante el desenfreno de la violencia que ganaba terreno en el pas centro-americano. A propsito de esto, en Libreras, no falta un aparta-do para quienes han odiado los libros de la manera ms intesti-nal: Cuando conquist el poder, Stalin desarroll un alambicado sistema de control de los textos, gracias en parte a esas experien-cias personales que le haban permitido comprobar que toda censura tiene sus puntos dbi-les. Mencin aparte merece las repercusiones de la publicacin

    de Los versos Satnicos, de Sal-man Rushdie. Por fortuna, para un lado tan sombro puede ha-ber un contrapunto. Su nombre concreto fue Georges Whitman, hombre que cumpli con la uto-pa de rentar una cama y alquilar libros a quien no pudiera com-prarlos, lo que haca acompaar de una comida caliente para que el inquilino-lector se resguardara de la glida noche parisina.

    Leo Libreras e inevitable-mente pienso en tantas perso-nas que escriben, que leen, que concurren a libreras con tan religioso fervor. Pienso en gente que lleva a cabo una labor no-ble y annima, como el librero de seriedad ptrea de la librera Universitaria, los vendedores de libros de los pasillos del Pe-daggico de Maracay y aquel hombre afable que ofreca sus libros entre la avenida Miranda y la calle Lpez Aveledo. Para todos ellos, Libreras es el ms conmovedor tributo.