libre pensamiento, nº 62, verano 2009

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    Consejo EditorialFlix Garca, Antonio Rivera, Jacinto Ceacero,

    Jos Luis Arantegui, Antonio Carretero,ngel Luis Garca, David Arstegui,

    Roberto Blanco, Paco Marcelln y Pablo Marn

    Director-CoordinadorChema Berro

    Coordinacin tcnicaGoio Gonzlez y Mikel Gal

    ProduccinSecretara de Comunicacin de la CGT

    Diseo e impresinTextos i Imatges, S.A.

    RedaccinCalle Sagunto, 15. 28010 Madrid

    Tel. 902 19 33 98. Fax. 914 45 31 32e-mail: [email protected]

    web: www.rojoynegro.info

    Depsito Legal: V-1735-1991I.S.S.N: 1138-1124

    P A P E L E S D E R E F L E X I N Y D E B A T E

    CONFEDERACIN GENERAL DEL TRABAJO (CGT)

    N 62 VERANO 2009

    A.R.C.E.(Asociacin de Revistas Culturales de Espaa)

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    PBLICO/PRIVADOLAS TRANSFORMACIONES DE LO PRIVADO Y LO PBLICO.1.Daniel InnerarityLOS GRADOS DE LA DEMOCRACIA.2.Ral MailloPROPIEDAD INTELECTUAL.3.

    Igor SdabaPROUDHON: LA PROPIEDAD ES EL ROBO.4.Juan Carlos Girbau GarcaPARTICIPAR, COMPARTIR, AUTOGESTIONAR.5.Antonio Carretero

    CUATRO NOTAS SOBRE LA ECONOMA DE AMRICA LATINA Y EL CARIBE.Javier M Iguiz

    ESTEBAN IKEDA: FRENTE AL CIERRE, AUTOGESTIN.

    LOS NUEVOS CDIGOS DE LA DOMINACIN Y DE LAS LUCHAS.Toms Ibez

    MURRAY BOOKCHIN: COMUNALISMO, NATURALEZA Y LIBERTAD.Alfonso Lpez Rojo

    LO POPULAR Y LO MASIVO COMO MODOS DE COMUNICACIN SOCIAL.Pablo Marn.

    NEOCONS CONTRA PUEBLOS INDIOS.Comisin internacional SUD Educacin

    FRANZ KAFKA, UNA METFORA DEL SIGLO XX.Ral Calvo Trenador y Juan Kalvellido

    ndice

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    1LPLP

    EDITORIAL 1

    edito

    rial

    Si en los inicios de la crisis pensamos, sin duda ingenuamente, que stapoda cuestionar el actual estado de cosas, hoy sabemos que no est siendoas, que no va a ser as. La realidad ya lo sabamos, aunque en ese momentoquisiramos ignorarlo es mucho ms resistente, mucho ms slida, mucho

    ms ptrea y acabada.

    El debate sobre la propuesta de incremento de los impuestos planteadatimorata y provisionalmente, y siendo leve hasta la ridiculez da la medidade cmo estn las cosas, de en qu sociedad nos desenvolvemos y de cmoestamos nosotros.

    Una sociedad que se puso inmediatamente de acuerdo en destinar sin con-trapartidas billones de euros a pagar la crisis de los bancos y entidades finan-cieras, que en el ao 2008, en plena crisis, aumenta los gastos militares yarmamentsticos, que considera la participacin en la guerra de Afganistn (unmilln de euros diarios nos cuesta) como una obligacin inexcusable y provecho-

    sa, que promueve planes renove para incitarnos a consumos innecesarios enbeneficio de la industria, esa misma sociedad considera un despilfarro destinarcuatrocientos euros mensuales, por seis meses improrrogables y sin que sirvade precedente, a una persona sin otro recurso ni posibilidad remota de accedera un trabajo, e inaceptable el que ese gasto suponga un incremento mnimo deimpuestos por parte de otros que tienen ms.

    Vivimos en un sistema absurdo y, sobre todo, perverso en el que la razn dela competitividad impera sin atenuantes ni alternativa. El incremento de los be-neficios del capital tiene que ser continuamente creciente, sin posible pausa nilmite. Naturalmente, esos beneficios slo pueden crecer detrayndose de aque-

    llo que se asimile a reparto, a bienestar social o a igualdad. La competitividad esuna mquina generadora de desigualdad que se cuela, impregna y estructura elconjunto de la sociedad, cada da ms verticalmente piramidal, sin espacios parala normalidad. Despidos, EREs, externalizaciones, deslocalizaciones, flexibilidad ydeterioro de las condiciones laborales, recorte de los gastos sociales y serviciospblicos..., todo tiene que estar sometido al incremento de los beneficios, elnico motor que hace funcionar la maquinaria econmica.

    Es dentro de esta sacralizacin de la competitividad, que no es otra cosa queel crecimiento del beneficio, donde se debate la propuesta de incremento deimpuestos, tras dcadas en las que su disminucin ha sido propuesta estrella detodo programa electoral, lo que ha venido a suponer una regresin impositivaque ha conducido a que el 75% de los ingresos fiscales salgan de las rentas detrabajo, teniendo adems en cuenta que tiene un tope del que se beneficianlos salario de ms de 60.000 euros anuales (300.000 asalariaditos), mientrashan decrecido los impuestos sobre rentas de capital mobiliario e inmobiliario, ytambin los de sociedades, beneficios y patrimoniales. Esa merma de impuestos

    y de su carcter progresivo y redistributivo hace que hoy parezca anatema unapropuesta de crecimiento para sustentar el inctremento de 17.000 millones deeuros para prestaciones sociales.

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    Pblico/Privado

    LAS TRANSFORMACIONES DE LO PRIVADO Y LO PBLICO. DANIEL INNERARITY

    LOS GRADOS DE LA DEMOCRACIA. RAL MAILLO

    PROPIEDAD INTELECTUAL. IGOR SDABA

    PROUDHON: LA PROPIEDAD ES EL ROBO. JUAN CARLOS GIRBAU GARCA

    PARTICIPAR, COMPARTIR, AUTOGESTIONAR. ANTONIO CARRETERO

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    Las transformaciones de

    lo privado y lo pblico.

    D A N I E L I N N E R A R I T Y

    DOSSIER

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    DOSSIER

    Trazar las fronteras entre lo pblico y lo privado ha si-do una preocupacin desde la antigedad clsica; uno yotro concepto han servido como categoras claves parala organizacin y el anlisis poltico y social, para la ju-risprudencia y la praxis jurdica, en los debates morales

    y polticos. El mundo moderno codific esta distincin deuna manera que ha sido puesta en cuestin tanto por las

    transformaciones de la vida poltica como debido a loscambios en la vida privada. De hecho, la mayor parte denuestras discusiones tienen que ver con redefinicionescontrovertidas acerca de qu ha de entenderse como co-mn o de qu modo articular lo particular.

    Una de las cosas que reclaman ser correctamente in-terpretadas para entender el tiempo presente es el he-cho de que las cuestiones relacionadas con la identidadimpregnan casi todos los aspectos de la vida contem-pornea. Si se trata de algo que debe ser interpretadoes porque para el liberalismo clsico la identidad no

    perteneca a la escena poltica. El ciudadano era, comoel sujeto moderno, alguien abstracto y sin cuerpo. Susasuntos personales e identitarios no eran relevantes pa-ra su actuacin pblica. Esta situacin ha cambiado no-tablemente. Hay una especie de irrupcin de lo privado,de lo personal, en los escenarios pblicos, un fenmenoque tal vez tenga su primera condicin de posibilidad enel vaciamiento del espacio pblico, banalizado y ritual,

    incapaz por tanto de ofrecer significaciones comunescon las que puedan identificarse los sujetos.

    Nos encontramos ante un fenmeno de correlativa pri-vatizacin de lo pblico y politizacin de lo privado, queda lugar a una situacin de indiferenciacin entre las dosesferas, de falta de tensin entre lo pblico y lo privado,generando algo que bien podramos entender como una

    esfera ntima total que, por ser total no es ntima en elsentido tradicional, y que por estar tan fuertemente per-sonalizada no configura un espacio propiamente pblico.Esta viene a ser la tesis que sostienen Arendt, Sennet,Aris y Duby, cuando afirman, con argumentos muy simi-lares, que la intimidad se ha hecho con el espacio comn,que la muerte del espacio pblico se corresponde con unasobrecarga emocional de la vida ntima, lo que Rousseau

    ya haba previsto al afirmar que los asuntos domsticoslo invadiran todo. Se ha producido una modificacin delmarco de condiciones a partir del cual los temas eran

    identificados y tratados como privados o pblicos. El es-pacio ntimo ya no est rodeado por un mundo pblicoque pudiera representar un cierto contrapeso frente a laintimidad. Valores privados, creencias, exigencias, emo-ciones, sentimientos e identidades adquieren preeminen-cia sobre cualquier otra consideracin en el compromisopblico de los ciudadanos. Con ello no slo se modifica elespacio pblico mismo; tambin desaparece propiamentealgo as como la esfera autnticamente privada. La intimi-dad es impregnada por la poltica, sin que sea fcil deter-minar quin invade a quin, si lo privado a lo pblico o lopblico a lo privado.

    As pues, tenemos unaprivatizacin de lo pblico, poruna parte. Aqu podramos mencionar diversos fenme-nos que convierten lo ms ntimo en espectculo me-ditico. Lo privado irrumpe y es cultivado como tal enel espacio pblico. Esto vale tanto para los prominentesque dan a conocer su vida privada, como para la gentecorriente que se confiesa pblicamente en determina-dos programas televisivos. Otro efecto de este procesoes la personalizacin de lo poltico, es decir, el hecho deque las personas sobresalgan por encima de los temas o

    DOSSIER

    HAYUNAESPECIEDEIRRUPCINDELOPRIVADO, DELOPERSONAL, ENLOSESCENARIOSPBLICOS, UNFENMENOQUETAL

    VEZTENGASUPRIMERACONDICINDEPOSIBILIDADENELVACIAMIENTODELESPACIOPBLICO, BANALIZADOYRITUAL,

    INCAPAZPORTANTODEOFRECERSIGNIFICACIONESCOMUNESCONLASQUEPUEDANIDENTIFICARSELOSSUJETOS

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    estos sean tratados como cuestiones personales. La com-plejidad de la poltica y el hecho de que los medios giren

    en torno a las imgenes conduce a la personificacin delos acontecimientos. El lado humano de las cuestionespolticas (su carcter, estilo, simpata, talante, popula-ridad, credibilidad, confianza) adquiere primaca sobresu competencia. Los temas polticos se transforman enasuntos de imagen, sentimientos y dramas personales; elprincipal instrumento de la accin poltica es la emocin,la simulacin de autenticidad, los sentimientos persona-les que comunica quien tiene autoridad.

    La otra cara de este proceso podra denominarse la po-litizacin de lo privado, algo que resulta bien patente si ad-

    vertimos que los grandes problemas pblicos son actual-mente problemas vinculados a la vida privada. Como haadvertido Giddens, vivimos en un tiempo en que la misma

    experiencia privada de tener una identidad personal se haconvertido en una fuerza poltica de grandes dimensiones.

    Asuntos que en otras pocas se inscriban ms bien en elmbito privado, que incluso se clausuraban en la intimi-dad, como el gnero, la condicin sexual, las identidadeso la experiencia religiosa, irrumpen en la escena pblicacon toda su fuerza e inmediatez. El feminismo ha sido unode los movimientos que ms han impulsado esta politi-zacin de lo privado y personal, en su afn de cuestionaruna codificacin de la diferencia de gnero tras la que seesconde una concepcin represiva de la privacidad.

    Tiene lugar as lo que J. B. Elshtain ha denominado eldesplazamiento de la poltica, un proceso visible en las

    transformaciones ideolgicas que han tenido lugar enlos ltimos aos y que parecen combinar de una maneraindita las preferencias ideolgicas. Con determinadas

    NOSENCONTRAMOSANTEUNFENMENODECORRELATIVAPRIVATIZACINDELOPBLICOYPOLITIZACINDELO

    PRIVADO, QUEDALUGARAUNASITUACINDEINDIFERENCIACINENTRELASDOSESFERAS, DEFALTADETENSIN

    ENTRELOPBLICOYLOPRIVADO

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    salvedades y excepciones, durante mucho tiempo pareca

    haberse consolidado la preferencia de la izquierda por lopblico y universal, mientras que la derecha enfatizabael valor de lo privado. Pues bien, estas afinidades puedenestar cambiando, lo que tiene grandes implicaciones enel significado poltico y moral que otorgamos a lo pblico

    y a lo privado. Esta modificacin se ha generado funda-mentalmente en torno a las polticas de la identidad y elfeminismo. Aunque forma parte de la tradicin de la iz-quierda una preferencia hacia lo pblico frente a lo priva-do en asuntos de economa y poltica social, tambin tien-de a privilegiar lo privado en asuntos de conciencia o delibertad de expresin. Paralelamente los conservadoresfavorecen en principio la decisin privada, pero no en ma-teria de aborto, como tampoco les convence la idea de lareligin como un asunto meramente privado. Con estono se trata de acusar a ambas de oportunismo o incohe-rencia. Considero ms bien que estos desplazamientosson indicativos de por qu es tan difcil establecer exac-tamente en dnde comienzo lo pblico y dnde terminalo privado. No se trata de que la derecha y la izquierdatengan una atencin selectiva hacia los problemas (que latienen), sino que esta distincin naufraga cuando inten-tamos aplicarla a reas relativamente nuevas de la polti-

    ca y nos ponen delante de nuestras limitaciones a la horaesperar que la distincin entre lo pblico y lo privado nosproporcione respuestas claras a nuestros dilemas mora-les y polticos. Los ejemplos mencionados ilustran hastaqu punto son inciertas las fronteras entre esos mbitos

    y por qu no deberamos creer en la supremaca incondi-cional de uno de ellos en todos los casos. Lo que esta cir-cunstancia sugiere es que tanto la libertad privada comoel orden social, tanto la diferencia como lo comn, sonasuntos importantes que deben ser complementados y nodefendidos uno contra otro.

    En cualquier caso, la irrupcin de lo personal en la po-ltica no est exenta de dilemas y ambigedades, que exi-gen formular esa presencia de un modo que no supongala destruccin del espacio pblico. Tomemos, por ejemplo,el eslogan feminista: lo personal es poltico. Su reivindi-cacin no consiste en advertir que lo personal y lo polticoestn en gran medida interrelacionados de unos modosque la ideologa y la prctica sexista trata de ocultar, nique lo personal y lo poltico se configuren como sedes depoder y privilegio, sino que lo personal es poltico. Lo quese afirma es la identidad de ambos, el colapso de uno en

    otro. En ninguno de ambos polos hay nada protegido fren-

    te al otro: ni un espacio de intimidad frente a la traspa-rencia que ha de regir en el espacio pblico, ni un criteriocomn que trascienda lo privado.

    Podemos tomar otro ejemplo en una determinada ma-nera de entender la identidad que tiene su base en lo queElshtain denomina una ontologa politizada, cuando lapropia identidad se convierte en el nico determinantedel bien y el mal polticos. En ese caso, aquellos que estnen desacuerdo con nuestra poltica, estn en contra denuestra identidad. Una poltica de ciudadana y equidaddefiende que los homosexuales o los catlicos, por ejem-

    plo, tienen un derecho a ser protegidos de la intrusin y elacoso, a no ser discriminados en materia de empleo o edu-cacin. Pero nadie tiene el derecho a la aprobacin pbli-ca de las propias actividades, preferencias o valores. Serpblicamente legitimado no es un derecho porque nadieest obligado a poner la totalidad de su propia vida a ple-na disposicin intersubjetiva, en una completa publicidad.El primer derecho es no estar obligado a gustar a todos.Los derechos de la persona no pueden hacerse valer si nohay un mbito protegido de la exigencia de justificacinpor los dems, lo que supone una esfera de privacidad queno es propiamente poltica. En nuestras sociedades se re-

    claman con frecuencia demandas que van ms all de labsqueda de la justicia social y econmica; lo que se exigecomo derechopoltico es la felicidad personal, la gratifica-cin sexual o la salvacin del alma. Pero esto es algo queno tiene ningn sentido demandar y que adems no es ne-

    VALORESPRIVADOS, CREENCIAS, EXIGENCIAS, EMOCIONES, SENTIMIENTOSEIDENTIDADESADQUIERENPREEMINENCIA

    SOBRECUALQUIEROTRACONSIDERACINENELCOMPROMISOPBLICODELOSCIUDADANOS

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    cesario para el pleno desarrollo de la propia identidad. Enpleno movimiento por los derechos civiles, Martin LutherKing afirmaba: no pedimos que nos queris. Slo os pedi-mos que dejis de fastidiarnos. Formulaba as una idea derespeto igualitario que supona el reconocimiento de quela accin pblica y la intimidad privada tienen diferentesrequerimientos. El concepto de espacio pblico introdu-ce una distincin entre vida pblica y experiencia privadaque es actualmente oscurecido por el lenguaje teraputi-co (plagado de referencias a sentimientos compartidoso a la autoestima) y el lenguaje de la protesta (donde

    cualquier cosa se convierte en ocasin para una divisinmaniquea entre el bien y el mal). Tal vez esta confusin sedeba a la dificultad de diferenciar los principios del espa-cio privado y las exigencias del mundo comn. Un espaciopblico bien articulado requiere que haya unas cuestionessociales que son puestas en el mbito de la deliberacinpblica y otras que son protegidas del escrutinio pblico.La poltica slo puede existir en el espacio abierto por lacoreografa de tales categoras.

    Igualmente conviene recordar que las reglas que rigenen las relaciones privadas como la intimidad, la fide-

    lidad, el reconocimiento o la sinceridad no son trans-feribles inmediatamente a las relaciones pblicas, dondevalen criterios en buena parte distintos. Necesitamos te-

    nerlo en cuenta si queremos evitar los desastres de unainmediatez y familiarizacin de la poltica. En las socie-dades pluralistas y diferenciadas no existe concepcionesvinculantes del bien o identidades colectivas esencialesen donde todas las diferencias quedaran subsumidas. Elindividuo y lo comn no se solapan perfectamente. Poreso es necesario proteger la integridad de la identidadindividual frente a las identidades colectivas o lo conside-rado como verdaderamente general. En sociedades en lasque el individuo no pertenece completamente a una nicacomunidad omniabarcante ni se agota en la realizacin

    de una funcin social, la accin y la decisin individual re-sultan decisivas para la configuracin de la propia vida. Elhecho de que los individuos realicen su identidad a partirde una pluralidad de funciones, pertenencias y vincula-ciones exige que esas posibilidades de realizacin seanespecialmente protegidas, aun cuando se lleven a caboen espacios de interaccin comunicativa. La esfera pri-vada podra definirse como aquello que es especialmenteprotegido cuando se exonera a cada uno de la obligacinde justificar en todo momento las propias acciones, nide asumir como propias las razones dominantes o, des-

    de otra perspectiva, que la interferencia sobre la propiaidentidad (desde el estado o la comunidad) sea la quedeba ser justificada. Esto significa que hay un mbito enel cual carece de relevancia si los motivos de las propiasdecisiones pueden o no ser compartidos por otros.

    Hay una crtica feminista a la distincin tradicionalentre lo privado y lo pblico que es interesante porqueindica muchas de sus ambivalencias y los elementos re-presivos que tal distincin contiene. La historia de lavida privada se cuenta de otra manera, desde la pers-pectiva de lo que en las mujeres se hace invisible, como

    injusticia y emancipacin. La distincin entre corazn yentendimiento, mujeres y hombres, vida privada y vidapblica, pertenecen al inventario tradicional de la auto-descripcin de las sociedades burguesas, sociedades quese basan en una separacin de la esfera pre-poltica queno tiene nada que ver con lo que sucede en el espaciopblico y una esfera poltica que no articula las diferen-cias en pie de igualdad. El feminismo ha criticado esa di-cotoma o ha llamado la atencin sobre su artificialidad.Pero tambin se da el caso de que algunas polticas dela identidad pretenden eliminar la distincin entre lopblico y lo privado colapsando lo personal en lo poltico.

    LAINTIMIDADESIMPREGNADAPORLAPOLTICA, SINQUESEAFCILDETERMINARQUININVADEAQUIN, SI

    LOPRIVADOALOPBLICOOLOPBLICOALOPRIVADO

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    Una cosa es que sea insostenible la distincin clsica, li-beral, de lo pblico y lo privado, y otra que esa diferencia

    haya de ser radicalmente suprimida. Lo privado no es unespacio obsoleto, algo que slo tiene sentido en orden ala discriminacin de la mujer. De hecho, buena parte dela reflexin feminista ya desde hace tiempo se opone aeliminar por principio la distincin entre pblico y pri-vado, mientras elabora una nueva teora de la intimidad.Se trata pues de una distincin que ha de pensarse conmayor complejidad, no suprimirse.

    Es cierto que la deslimitacin de los mbitos tradicio-nales hace cada vez ms complejo distinguir entre las di-mensiones pblicas y privadas de la vida, entre lo que las

    personas, de acuerdo con sus convicciones y aspiraciones,consideran correcto y lo que se exige de ellas en tantoque ciudadanos con identidad pblica, por utilizar la ex-presin de Rawls. Qu haya de valer como pblico y priva-do es un asunto sometido a cambios histricos y decididopolticamente, as como la correspondiente asignacinarbitraria de funciones y las desigualdades estructuralesque de este modo se generan. Estamos ante una diferen-cia que nunca es completamente estable ni natural, sinoambigua y variable, controvertida y en continua revisin.Desde una perspectiva histrica es fcil advertir que se

    trata de un lmite fluido y negociable, que exige una con-tinua redefinicin. No existe una clara distincin entre lo

    pblico y lo privado sino ms bien una serie de contrapo-siciones que se solapan. En cualquier caso, no deberamosperder de vista la convencionalidad y funcionalidad de es-ta delimitacin, el difcil equilibrio que ha de mantenerseentre el principio de respeto a la privacidad y la preven-cin frente a la posibilidad de que la proteccin de lo pri-vado pueda estar protegiendo relaciones de poder que notienen nada que ver con el contenido normativo de la pri-vacidad. Ningn modelo dicotmico, o que suprima dichadistincin, est en condiciones de capturar la complejidadinstitucional y cultural de las sociedades modernas.

    TANTOLALIBERTADPRIVADACOMOELORDEN

    SOCIAL, TANTOLADIFERENCIACOMOLO

    COMN, SONASUNTOSIMPORTANTESQUE

    DEBENSERCOMPLEMENTADOSYNODEFENDIDOS

    UNOCONTRAOTRO

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    Los grados de la democracia

    R A L M A L L O

    ABOGADO

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    rase una vez el pas en que se viva, camino de aca-bar el ao 2009, y lo cierto es que de l no se puededecir, con un mnimo de rigor en el anlisis, que nos en-contremos en la misma situacin en cuanto a derechos ylibertades en que se encontraba el pas en el tardofran-quismo o en plena dictadura.

    Siempre habr quienes sostendrn que nos encontramosante una misma realidad, que nada ha cambiado o recogien-do expresiones ajenas: que todo est atado y bien atado.

    Con carcter general, los derechos y libertades bsicosque constituyen un estado democrtico formal estn re-conocidos y plenamente vigentes. No cabe duda que conlmites y con determinadas peculiaridades o regulacionesen cuanto a su ejercicio efectivo, pero lo cierto es que lospartidos polticos estn legalizados, el derecho de asocia-cin reconocido, el derecho de huelga es un derecho funda-

    mental, el derecho de reunin est amparado, los sindica-tos reconocidos y permitidos y, en definitiva, todos aquellosque defendemos un cambio radical de las cosas no tenemosque reunirnos en la clandestinidad ni somos los enemigospblicos partcipes de conjuras judeomasnicas.

    Sin embargo, cuando se declara que nos encontramosante un estado democrtico y de derecho, debemos re-cuperar el anlisis de la veracidad y el alcance de dichosderechos y libertades, para poder concluir o no con talafirmacin, as como, examinar la calidad real de la referidademocracia a la luz del ejercicio efectivo de esos derechos

    y libertades fundamentales que configuran los elementoscentrales de un estado democrtico formal moderno.

    Una primera cuestin en la que uno piensa es esa cons-titucin en negativo formada por los comportamientostipificados penalmente. No cabe duda, que tenemos uncdigo penal denominado de la democracia, por habersedictado en un perodo de democracia formal, el cual tipifi-ca determinados comportamientos puramente polticos,tales como la persecucin en su da de la oposicin al ser-vicio militar (insumisin, de una u otra manera), as comola ocupacin de bienes inmuebles en desuso, tipificadacomo delito de usurpacin de bienes inmuebles.

    Si a esto aadimos la huida hacia el derecho penal pararesolver cualquier conflicto social, obviando el principiode mnima intervencin penal y reforzando el carcterrepresivo, con la existencia de delitos tales como ultra-

    jes a Espaa, la prctica judicial criminalizadora aplica-da a mltiples conflictos de carcter sindical y poltico,mediante la tipificacin de delitos como los desrdenespblicos, la persecucin de los miembros de los piquetesmediante la consideracin del ataque a la libertad y elderecho a acudir al trabajo, no podemos concluir que nosencontremos con un panorama especialmente garantista

    del reconocimiento efectivo de derechos y libertades encuanto a nuestra regulacin penal.

    En el mismo sentido, todos aquellos que son activistassociales y que participan habitualmente en movilizaciones,

    CUANDOSEDECLARAQUENOSENCONTRAMOSANTEUNESTADODEMOCRTICOYDEDERECHO, DEBEMOSRECUPERAR

    ELANLISISDELAVERACIDADYELALCANCEDEDICHOSDERECHOSYLIBERTADES

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    actos de protesta y manifestaciones, tendrn en su memo-ria cantidad de damnificados penalmente por haber par-ticipado en ellos, que afrontan condenas por resistencia oatentado a la autoridad o por desrdenes pblicos u otrasactuaciones plenamente encuadradas en lo que se podradenominar como accin directa no violenta y que, sin em-bargo, son habitualmente reprimidas con penas entre lasque se encuentran incluso las privativas de libertad.

    Igualmente, se han abandonado prcticas bsicas decontrol democrtico por la poblacin, como el control delas actuaciones de los cuerpos y fuerzas de seguridaddel estado o los servicios de inteligencia, prdidas decontrol agravadas actualmente por la carencia de exi-gencia social como por el desarrollo acrtico de los con-troles en los nuevas tecnologas de la comunicacin, yde cuerpos y tcnicas sin amparo normativo concreto,loque nos lleva a encontrarnos muy lejos de una verdaderaciudadana que vigila los vigilantes1.

    Especial mencin requiere el derecho de reunin y ma-nifestacin, que pese a estar reconocido con carcterabsoluto y estar sometido nicamente a un mero rgimende comunicacin previa, que no autorizacin en realidad,dicha comunicacin se ha convertido en una necesidad deautorizacin por parte de la autoridad gubernativa, encon-trndose cada vez ms reducido en su contenido y su ejer-cicio concreto, por cuestiones tales como la circulacin envehculo privado, la existencia de medios de comunicacinde masas o la reconduccin a lugares alejados de los centrosde poder y del objeto de la manifestacin o concentracin.

    Tambin debe valorarse la situacin de los derechosde las mujeres en una perspectiva de gnero, es decir, laconstruccin jurdica de los derechos de las mujeres es-pecialmente en cuanto a la situacin real de las igualda-des proclamadas formalmente, y en cuanto a la libertadnegada previamente por un derecho de matriz machista

    y patriarcal, en cuestiones tales como la violencia contrala mujer, las tcnicas reproductivas, la interrupcin vo-luntaria del embarazo o la libertad sexual, en las que pesea los avances producidos, nos encontramos muy lejos delempoderamiento reclamado y de la equiparacin no ya

    real entre gneros, sino incluso formal a niveles discursi-vos y jurdicos sobre el propio cuerpo de las mujeres y supropia libertad.

    Otra de las materias y ms al estar escrito este tex-to en una revista ligada a un sindicato que participa de

    forma activa en unos planteamientos alternativos y quecuestionan el sindicalismo de consenso es el reconoci-miento de los derechos en el mbito laboral. El derecholaboral supuestamente regula una situacin desigualentre trabajo y capital, debiendo amparar la parte msdbil de la relacin, es decir, el factor trabajo, para tratarde equiparar una relacin desequilibrada en la realidad.Esa es la configuracin terica y simblica del derecholaboral, sin embargo, quienes participan de la actividadsindical pueden comprobar como el derecho laboral per-mite la completa sumisin en la regulacin legal, del fac-tor trabajo a las necesidades del capital.

    SEDAUNAHUIDAHACIAELDERECHOPENALPARA

    RESOLVERCUALQUIERCONFLICTOSOCIAL, OBVIANDO

    ELPRINCIPIODEMNIMAINTERVENCINPENALYREFORZANDOELCARCTERREPRESIVO

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    As, se permite la suscripcin de pactos individualesentre empresa y trabajador al inicio de la relacin laboral(momento especialmente desigual, ms an en contextoscomo el actual, con el nmero de desempleados existente

    y la dificultad de acceder a formas de obtencin de ren-ta), con los desequilibrios que genera para el transcurso

    futuro de toda la relacin laboral.

    Igualmente, se permiten todo tipo de modificaciones delo pactado contractualmente (pese al evidente desequili-brio en las posiciones entre la gerencia empresarial y eltrabajador, tanto de forma individual como colectiva) some-tido a las exigencias de competitividad, que es trasladadaal factor trabajo, debiendo someterse as los trabajadores,bien de forma individual o colectiva, a cambios en su hora-rio, jornada, funciones, etc con la nica necesidad de queexista causa de justificacin y la nica opcin de asumiresas imposiciones a lo pactado o la rescisin contractual.

    Por ltimo, debemos recordar la construccin jurdica dela extincin de la relacin laboral, que unido a la mnima pro-teccin social existente y a la carencia de otro tipo de fuen-tes de obtencin de rentas, suponen un momento de gran

    violencia contra el trabajador individualmente consideradoy contra las clases asalariadas, y que, pese a los distintostipos de despido y los diferentes tipos de indemnizacin,en ltima instancia permite el despido sin causa alguna, esdecir, est legalizada la ruptura del vnculo contractual dela nica fuente de renta de un trabajador, sin causa alguna

    y pudiendo elegir quien rompe el vnculo contractual, el em-presario, la consecuencia de dicho incumplimiento unilate-ral, bien la readmisin, bien la indemnizacin.

    A lo anterior, debemos aadir la dificultad real de prac-ticar sindicalismo efectivo, desde un mero anlisis del

    marco legal reconocido: la dificultad de realizar asam-bleas tal y como estn reguladas en el Estatuto de losTrabajadores, la dificultad de poder ejercitar el derechode huelga con una incidencia real bien por las posibili-dades actuales de enjugar la carencia de produccin o latraslacin de la misma, la habitual prctica de establecerservicios mnimos abusivos y que vulneran el derecho dehuelga, pero que, en el mejor supuesto, son reconocidoscomo abusivos judicialmente mucho tiempo despus dehaberse dictado y sin una proteccin efectiva para prxi-mos supuestos, o la carencia del reconocimiento del de-recho de huelga de mbito europeo o trasnacional en un

    marco de libre circulacin de capitales y trabajadores.

    Por ltimo, respecto a lo regulado en cuanto a los de-rechos de trabajadores y trabajadoras en el marco de lasrelaciones laborales individuales y de la actuacin colec-tiva, no podemos concluir su anlisis sin recordar esa con-figuracin jurdica en la que el empresario es definidor delos derechos, teniendo inmediata efectividad su decisin,ligada al poder de direccin y al derecho de ius variandiempresarial, mientras que los trabajadores deben acudira la reclamacin judicial para exigir el reconocimiento dederechos o impedir la vulneracin de los mismos, en una

    ACTUACIONESPLENAMENTEENCUADRADASENLO

    QUESEPODRADENOMINARCOMOACCINDIRECTA

    NOVIOLENTA, SINEMBARGO, SONHABITUALMENTEREPRIMIDASCONPENASENTRELASQUESE

    ENCUENTRANINCLUSOLASPRIVATIVASDELIBERTAD

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    situacin de clara y grave desventaja y dificultad. As, re-sultan especialmente descriptivos los supuestos de impa-go por parte del empresario, en los que el trabajador debecontinuar cumpliendo su parte del contrato de trabajomientras que el empresario incumple su deber fundamen-tal, debiendo acudir a instancias judiciales y necesitandosu intervencin para poder actuar en consecuencia.

    En este momento, debemos igualmente analizar la re-gulacin legal de aquellos que pertenecen a ese colecti-vo de personas migrantes provenientes de pases que nopertenecen a la Unin Europea. Pese a que la regulacinlegal debera ser la misma para quienes han accedido alEstado espaol, debiendo gozar de los mismos derechos ylibertades que cualquier otro ciudadano, cada vez se va

    configurando en mayor medida una situacin excepcionalen cuanto a sus derechos y libertades.

    As, la prxima regulacin de la ley de extranjera esta-blece un claro criterio criminalizador de la inmigracin,un endurecimiento del rgimen sancionador, prioriza lasancin frente a la integracin, y amplia el perodo de

    internamiento de 40 a 60 das, privando de libertad porhaber cometido nicamente una irregularidad adminis-trativa en el acceso al Estado espaol.

    Si a esto aadimos las tensiones efectivas en el recono-cimiento del ejercicio de derechos tales como el de huelgao de asociacin, la falta de proteccin de los menores noacompaados, las limitaciones en el acceso a la sanidad o

    SEHANABANDONADOPRCTICASBSICASDECONTROLDEMOCRTICOPORLAPOBLACIN

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    la educacin, o las limitaciones establecidas respecto a

    posibles cambios en cuanto a la actividad laboral o el lu-

    gar en que la ejercen, nos encontramos con un sector de

    la sociedad sometido a un derecho excepcional por razn

    de su origen, recordando el derecho diferenciado entre los

    verdaderos ciudadanos del Imperio y aquellos brbaros o

    extranjeros sin verdaderos derechos de ciudadana.

    Debemos tambin realizar una mencin, pero que al

    entender de quien suscribe, no es cualitativa ni cuantita-

    tivamente el ms importante, respecto de la excepcional

    situacin en cuanto al reconocimiento y ejercicio de dere-

    chos y libertades relacionado con la expresin poltica de

    la izquierda abertzale, y la reduccin de derechos y liberta-

    des con la excusa de la lucha armada y con la configuracin

    jurdica y jurisprudencial de la tesis del entorno terrorista,

    que constituye una negacin de derechos polticos bsicos

    para aquellos que con o sin una vinculacin ideolgica con

    la denominada izquierda abertzale, y sin desvinculacin ex-

    presa de la lucha armada, ven negados derechos como el de

    la libertad de expresin o los de manifestacin y reunin.

    Para concluir, y dado el momento en que nos encontra-

    mos en este rase una vez el lugar en el que vivo y la si-

    tuacin de los derechos y libertades en el mismo, debemos

    hacer referencia al denominado como modelo espaol de

    impunidad en relacin con los crmenes de la guerra civil y

    el franquismo y la ausencia de persecucin de los referidos

    crmenes. As, se ha frenado desde mltiples instancias la

    aplicacin del derecho penal internacional y de la configu-

    racin jurdica establecida en el derecho penal internacio-

    nal respecto a los crmenes de guerra y de lesa humanidad,

    se ha reforzado el reconocimiento nicamente moral, que

    no jurdico, de las vctimas del franquismo por medio dela denominada como Ley de la Memoria, configurando un

    panorama basado en una Constitucin sin asamblea cons-

    tituyente, una ley de amnista convertida en ley de punto

    final y un cierre de la posibilidad de persecucin penal de

    los referidos hechos, as como una continuacin de la ale-

    galidad franquista, sin ruptura ni poltica ni jurdica.

    Por todo ello, cuando uno habla de que se encuentra

    en un estado de derecho, al menos en lo formal, debe re-

    visar al menos el carcter y el alcance de tal declaracin,

    sin que ello configure una situacin idntica a tiempos

    pretritos preconstitucionales, pero sin que suponga una

    mera referencia vaca carente de contenidos reales.

    Tambin cuando se habla de democracias de gran tra-dicin, como por ejemplo los Estados Unidos de Amrica(al margen de cuestiones tales como su configuracin

    como estado, y la relacin con sus territorios y pobla-dores originales, o sus actuaciones fuera de sus fronte-

    ras) se deben valorar elementos tales como el que hayaexistido la prohibicin de la bandera roja, la persecucin

    generalizada del movimiento anarquista con montajesjudiciales como el de Sacco y Vanzetti, la persecucin de

    los opositores polticos desde el denominado macarthis-mo, actuaciones de contrainteligencia interior contra

    movimientos sociales como COINTELPRO, o situaciones jurdicas obviadas por la narrativa liberal tales como la

    situacin y el reconocimiento de los derechos de las mu-jeres o el reconocimiento de igualdad de derechos racial2,

    lo que no conlleva a identificar con carcter genrico alos EEUU con cualquiera de las dictaduras sudamericanas

    de los aos setenta del siglo XX.

    Debemos, por tanto, ser conscientes de nuestra con-creta situacin, conocer en qu momento nos encontra-

    mos y, pese a saber que el derecho es una construccinsocial de clase, avanzar en la exigencia del respeto de

    los derechos y libertades fundamentales, conquistar losderechos y libertades socioeconmicos y dotar en nues-tra prctica cotidiana de contenido real a los derechos

    formales, mientras tratamos de construir entre todos ytodas una nueva sociedad.

    1. En este sentido podemos invocar cuerpos como Europol, o sistemasde archivo e intercambio de datos estatales e internacionales, o loscontroles e intervenciones de las comunicaciones tanto telefnicascomo telemticas, as como la permisividad social y jurisprudencial antedichas prcticas y organismos.

    2. Podemos citar como ejemplo de lmites reales a la supuesta situacin dedemocracia formal, la legalidad de figuras como las racially restrictiveconvenats, clusulas contractuales por las cuales el comprador deun inmueble se compromete a no venderlo o alquilarlo a personas decolor u otra minora racial, generalizadas en EEUU, que provoc clarassegregaciones raciales en la distribucin espacial en las ciudades, unaumento de los precios para las minoras raciales y que estuvieronvigentes y fueron consideradas constitucionales hasta la dcada de loscincuenta. (Revista Informacin y debate, Jueces para la Democracia,n 62, Julio 2008.

    Notas

    ELDERECHOLABORALSUPUESTAMENTEREGULAUNASITUACINDESIGUALENTRETRABAJOYCAPITAL, DEBIENDO

    AMPARARLA PARTEMSDBILDELA RELACIN, SINEMBARGO, PERMITELA COMPLETASUMISINENLA

    REGULACINLEGAL, DELFACTORTRABAJOALASNECESIDADESDELCAPITAL

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    Propiedad intelectual

    I G O R S A D A B A

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    LP19

    Sabas que la PI est en todas partes? Los estudiantes

    como t estn siempre rodeados de PI, desde la ropa que

    usan a los libros que llevan en la mochila, pasando por la

    msica que escuchan. Lo que probablemente no sepas es

    que la PI est siempre presente en la vida [ ] Est presente

    todos los das, de la maana a la noche, en la escuela y en la

    universidad, cuando salimos con los amigos y hasta cuando

    dormimos.

    (Cita recogida de un panfleto para estudiantes que edi-

    ta la Organizacin Mundial de la Propiedad Intelectual

    (OMPI))

    Un fantasma recorre el mundo, es el fantasma de la Pro-

    piedad Intelectual (PI); o, al menos, eso se desprende de unalectura atenta de la aterradora cita de la OMPI que encabeza

    este artculo. Hemos aprendido, a golpes de fusta de la SGAE,

    mediante tenebrosas campaas publicitarias del Ministeriode Cultura y a travs de rimbombantes tratados de comercio

    internacional que la regulacin econmica del conocimien-to (cultura, informacin, ciencia, tecnologa, etc.) se realiza

    mediante un sofisticado sistema de proteccin de lo inma-terial (copia, reproduccin, plagio, descarga, etc.) que, con la

    intencin de compensar e incentivar la combustin neuro-nal (la creacin o la innovacin), se ha instaurado como otra

    propiedad privada ms de las grandes corporaciones. Esto

    es, la ensima frmula mercantilizadora, una fbula econ-mica que cimenta la nocin de propiedad privada, esta vez

    sobre el espacio cognitivo. Un modelo radiante y florecientedonde los haya, que frecuenta tanto las agendas institucio-

    nales (polticas, leyes, acuerdos, tratados, etc.) y mediticas

    (un consenso generalizado en los grandes media) como laspropias de los movimientos sociales que han respondido a

    la vuelta de tuerca privatista con movimientos o proyectossui gneris. El ciclo de luchas post-antiglobalizacin viene

    muy marcado por la hoja de ruta de los derechos de autory las patentes. Las propiedades intelectuales estn en alza,

    en boga y en boca de propios y extraos. Es nuestra inten-cin resear unos pocos cambios cualitativos que se vienen

    produciendo en el escenario de los conflictos vinculados a laposesin de lo intelectual (sea cual sea su variedad), no tanto

    como una crtica despiadada a los sistemas o vas ensayadasen torno al conocimiento libre o conocimiento abierto

    sino como un inventario de flashes y problemas pendientes;un intento de situar algunas piezas no colocadas.

    Propiedad intelectual en expansin

    En primer lugar, nuestra flamante recin estrenadacrisis mundial 2.0 ( 3.0, vaya usted a saber a estas al-

    turas) tambin viene acompaada de novedadesprt--

    porteren la pasarela de las propiedades intelectuales. Elva crucis de los ajustes econmicos tiene su eco de igual

    forma en este campo. Las apropiaciones inmateriales nose han mantenido fijas y monolticas sino que, como todo

    bicho viviente, se ha visto sacudida por las turbulenciasdel capitalismo planetario. Igual que la PI ayud a par-

    chear la crisis de los 70s y viene pujando fuerte desdeese momento, tiene actualmente tambin su papel en las

    fuerzas globalizadoras en recesin permanente, jinetesdel apocalipsis financiero y del batacazo econmico del

    DOSSIERDOS

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    que somos testigos. Por ejemplo, en pleno tropezn delPIB, los tres sectores que ms divisas generan en EEUUse basan en algn tipo de proteccin o propiedad inte-

    lectual: el sector qumico, el del entretenimiento y el delsoftware. Pero, a la vez, segn un estudio del StandishGroup titulado Trends in Open Source, que dur 5 aos,el open source, como un todo, sera econmicamente equi-valente a la compaa ms grande del mundo, con bene-ficios superiores a los de Microsoft, Oracle y ComputerAssociates juntos. Todo ello apunta a que la PI supone hoypor hoy, para algunos pases, un baln de oxgeno y unsalvavidas econmico de primera magnitud.

    Ms an, si fijamos la lupa en los protagonistas actua-les de estos conflictos, observaremos que las entidadesde gestin, los benevolentes obsesos de mercadeo in-ternacional, las grandes multinacionales de los sectoresinvolucrados, etc., estn tejiendo un modelo de gestinmercantil del saber y la informacin algo ms sutil y si-lencioso que los precedentes. Las ramificaciones de la PIvan permeando casi todo lo conocido, ms all de discos

    superventas, best-sellers fotocopiados, top mantas perse-guidas y descargas masivas. Los tentculos de las propie-dades inmateriales se van bifurcando y extendiendo por

    los lugares centrales y los puntos neurlgicos del nuevocapital internacional: mega corporaciones farmacuticas(la suiza Roche y la patente del Tamifl, nico antiviral co-nocido para la gripe H1N1), las punteras empresas biotec-nolgicas (todas ellas pendientes de patentar especies

    y mtodos para manejar clulas), la genmica industrial(ya con miras a la produccin de vida artificial, especial-mente tras la patente concedida en EEUU a Craig Venterpor Sintia, la primera bacteria totalmente sinttica), laquimioinformtica (encargada de descifrar los entresijosde lo natural), etc. Es decir, nuevas puertas se abren a laPI, que va penetrando de lleno en el mundo de la vida,

    convirtiendo la biologa clsica de bata y laboratorio enun sofisticado conjunto de tcnicas informticas gestio-nadas por abogados mercantiles.

    En segundo lugar, los mastodontes financieros delespacio TIC le han visto las orejas al lobo y nuevas opor-

    LASAPROPIACIONESINMATERIALESNOSEHANMANTENIDOFIJASYMONOLTICASSINOQUE, COMOTODOBICHOVI-

    VIENTE, SEHAVISTOSACUDIDAPORLASTURBULENCIASDELCAPITALISMOPLANETARIO

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    tunidades de negocio incluso bajo formatos abiertos,de manera que se han decidido a salir del armario y aaprender a usar la careta del copyleft como traje de

    presentacin. Por arte de magia asistimos a esforzadosintentos de Microsoft y familia, diarios de gran tirada,discogrficas reunidas S.A, etc., por distribuir en abier-to algunos de sus contenidos, mostrando sus patas decordero temporalmente. De este modo, ya no tenemosenfrentados dos modelos distantes y antagnicos sinoque existen cientos de matices grises intermedios yestrategias empresariales que han sabido exprimirle el

    jugo a la produccin cooperativa. As, mediante la inten-sificacin ramificada de la PI (cuyas prolongaciones lle-gan hasta las ciencias de la vida) y a travs de frmulasintermedias y libertades de medio pelo, el sector em-

    presarial est capeando el temporal del cdigo abierto.Por tanto, la vigencia y presencia de los conflictos de

    PI han pasado de las bibliotecas y del canon a la economade la alimentacin y la crisis agrcola (semillas), desde elcaso Napster a las biotecnologas y patentes sobre mate-

    ria viva, desde las violaciones del copyright en las teleco-municaciones digitales al proceso de Bolonia (e, incluso, lasmarchas por el academic pride en Francia durante 2008).

    Un ejemplo apabullante de esta nueva versin de la PI pro-viene de la interminable sangra que ha dado en llamarseguerra de Iraq. Antes de la transferencia de poder enJunio de 2.004, Paul Bremer (representante de EEUU en elpas) promulg un centenar de rdenes con fuerza de ley,reorientando la economa para la reconstruccin del Iraqdevastado. De entre las rdenes dictadas la que aqu nosocupa es la nmero 81 sobre Patentes, Diseo Industrial,Informacin Confidencial, Circuitos Integrados y Varie-dades de Plantas. Segn esta orden, slo est permitidoplantar variedades protegidas, que curiosamente son lasintroducidas en el pas por las grandes corporaciones delsector (Monsanto, Sygenta, Bayer y Dow Chemichal). Algotan fundamental como erigir desde las ruinas humeantescasi toda una nacin requera de un pilar fundamental, unaley de patentes que asegurara que Iraq iba a cumplir conlos requisitos del mundo civilizado.

    LASENTIDADESDEGESTINESTNTEJIENDOUNMODELODEGESTINMERCANTILDELSABERYLAINFORMACINALGO

    MSSUTILYSILENCIOSOQUELOSPRECEDENTES

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    Los movimientos de conocimiento libre

    Como tercer punto y dando un giro de casi 180 grados,el difuso y cada vez ms extenso opositor oficial a los em-bistes de la PI, el rea del conocimiento libre o abierto, haalcanzado una madurez que comporta, como todo, aciertos

    y errores; mejor dicho, una crisis de adolescencia que vienemarcada por la retahla de avances y tics molestos que vanproducindose. A la cabeza de los deslices, el conglomeradoanti-propietario ha sufrido en carne propia la obstinada ob-

    sesin por seguir ciegamente a los iconos revolucionariosdel copyleft (Linux, Wikipedia, P2P, Mozilla, OpenOffice, etc.), esdecir, a los modelos exitosos o cuya visibilidad resulta msalta. Sin embargo, la incapacidad para pensar el mundo co-operativo ms all de estos top-ten de las libertades puedeser un lastre peligroso. Resulta que esos referentes triun-fantes, convertidos en celebridades, han servido de farosgua que orientaban al resto de proyectos. Pero la realidad,como de costumbre, no es amiga de las simplificaciones ylas posibilidades de generalizar las condiciones de un ncleode Linux o de una enciclopedia libre no siempre se dan. Ex-

    trapolar las circunstancias de los famosos y eficientes gue-rreros de la cognicin comunal, asimilados ya como figurasde adoracin, ha supuesto, en ocasiones, varios pasos haciaatrs; al menos, en cuanto al reguero de proyectos muertoso fracasados por intentar imitar a estas vanguardias. Bajoqu condiciones o en qu espacios o con qu ayudas o su-puestos podemos sostener los proyectos de conocimientolibre o abierto? Es cierto que el radio de la cultura libre esten expansin y aumenta da a da, pero tambin es innegableque hay aspiraciones que no han evolucionado o prosperado

    y que existe una especie de gradiente de xito insalvable.Probablemente la consolidacin de la colaboracin coordi-

    nada depende ms de algunas caractersticas del medio enque se mueven, del objeto concreto producido, del tamaodel grupo que lo distribuye (factores demogrficos), etc. quede ciertas cuestiones naturales humanas (somos altruistaspor naturaleza divina, como aseguran algunos). Los casos demayor xito operan como horizontes utpicos y nicos, loque conlleva el riesgo de idealizarlos y desactivar la reflexinsobre sus lmites. Las probabilidades de extender y genera-lizar el intercambio cooperativo ms all de las puras redestelemticas entre informticos expertos no son siempre n-

    tidas. En definitiva, trascender el modelo del software libre ode las participaciones telemticas enciclopdicas fuera desu mbito de actuacin constituye todava una asignaturapendiente para los movimientos sociales. La idealizacin delprogramador linuxero como figura extendida y universal,garante de la toma del palacio de invierno del capitalismocognitivo, ha contribuido poco a pensar las cuestiones deconocimiento libre de una manera adecuada.

    Tirando de este hilo emerge un cuarto punto: numero-sos militantes de los movimientos en favor de un conoci-miento libre o abierto alertan ante el problema de la re-

    muneracin o salarizacin del trabajador intelectual. Hayque distinguir entre las retribuciones en la industria delocio y del entretenimiento y los sueldos en los trabajado-res intelectuales del mundo del software. El gratis total hasido una moda que no da cuenta real de la economa delconocimiento en ciernes. La gratuidad no es lo mismo quela libertad y la posibilidad de liberar informacin y saberest limitada a determinados espacios productivos o cog-nitivos. De este modo, no resultan comparables los traba-

    jos intelectuales que puedan estar contenidos en compilaruna aplicacin de software, una adaptacin teatral o unasecuenciacin de un genoma.

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    Igualmente, a modo de quinto punto, hay que regis-trar en el excesivamente amplio espectro de la ideologaabierta y el copyleft una suerte de confusin entre unliberalismo cuasi-conservador y una prctica poltica deizquierda transformadora. Asistimos con estupor a pos-turas semi-liberales, afines a un individualismo posesivo,que parecen justificar el open source en trminos nicosde libertades (propiedades) individuales. Pareciera quelo nico interesante de la pelcula es que uno tenga esasemi-libertad vigilada de descargarse porno, pero usan-

    do software libre sin siquiera recapacitar un poco sobrelos usos concretos. Nos estamos refiriendo a una impor-tacin directa y arriesgada de discursos anglosajones ynorteamericanos de corte liberal que circulan sin des-canso. Esta degeneracin poltica viene escoltada porotras suculentas aportaciones: gran parte del espacio delconocimiento libre vive absorto ante los fuegos artificia-les de la ciencia y la tecnologa, boquiabiertos ante lasinnovaciones digitales de manera que no pueden siquieracuestionar las dinmicas de poder que las atraviesan. Laideologa de la eficacia y positivismo ingenuo han genera-do ros de tinta en el universo del conocimiento abierto.

    Una sexta pincelada para este cuadro apresurado: partede la batalla se ha jugado en el mbito formal de la legali-dad. Uno de los buques insignia del movimiento pro conoci-miento libre han sido las licencias libres (GNU GPL, CreativeCommons, FDL, LGPL, etc.), producto de la creacin de un

    derecho alternativo, un conjunto de innovaciones legalesde profundas consecuencias polticas. La economa delcompartir o el dominio pblico se han consolidado en losltimos aos porque se han construido jurdicamente, algoque no ha hecho casi ningn movimiento poltico anterior.Dejando de lado los recelos que nos puedan suscitar lassagradas leyes, curiosamente el valor de las comunidadesque comparten se ha fundamentado en un entramado le-gal complejo. Alrededor de la cultura, la ciencia o la tecno-loga, se est lidiando mucho en el terreno jurdico, en el

    cual los renglones torcidos que picapleitos y legisladoresescriben se han transformado en un autntico campo deoperaciones poltico. La PI, se ha llegado a decir, representala victoria de los abogados sobre los economistas. sta esuna de las singularidades que frena o acta de tope a vecesa los movimientos sociales en este espacio de luchas y quedebe ser superada con la creatividad que les caracteriza.

    Recapitulemos, el panorama aparenta ser desoladorpero seguramente no es para tanto. Hemos abusado delos malos presagios para poder enfrentar el futuro conprecaucin. Haciendo acopio de los lastres y obstculos

    en el camino evitaremos que las luchas por un conoci-miento como bien comn y pblico se aplaquen o decai-gan. Si el capitalismo se reinventa una y otra vez constru-

    yendo ficciones tiles, nuestra tarea es desmontarlas lasmismas veces y, como en las mil y una noches, escucharsus cuentos y cantos de sirena pero para no crernoslos.

    LOSTENTCULOSDELASPROPIEDADESINMATERIALESSEVANBIFURCANDOYEXTENDIENDOPORLOSLUGARES

    CENTRALESYLOSPUNTOSNEURLGICOSDELNUEVOCAPITALINTERNACIONAL

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    Proudhon: La propiedad es el robo

    J U A N C A R L O S G I R B A U G A R C A

    HA SIDO PROFESOR EN LA UNIVERSIDAD DEL PAS VASCO.

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    El hijo de una familia humilde que tuvo que aban-

    donar sus estudios secundarios a los dieciocho aospara trabajar como aprendiz de tipgrafo y que a losveintisiete inicia una aventura empresarial junto conunos amigos1. El estudiante que supera su examen debachiller con veintinueve aos y que presenta a la Aca-demia de Besanon su candidatura a una beca pensio-nada que le fue concedida2. El becario que llega a Parsa primeros de noviembre de 1839 para continuar susestudios de letras y que, mediatizado por sus persis-tentes problemas econmicos, se interesa por la eco-noma poltica como instrumento para la mejora social,sigue los cursos impartidos por economistas de todas

    las escuelas, desde los clsicos y liberales hasta los

    socialistas, estudia y crtica sus teoras y comienza supropia reflexin terica.

    La propiedad es el robo es probablemente la fra-se por la que casi todos conocemos al contradictorioPierre-Joseph Proudhon. Un demcrata convencido queexpone los ms crticos y contrarios argumentos contrael sufragio universal. Un defensor del ideal de la justiciaque afirma y ensalza, como nadie lo ha hecho, el derechoa la fuerza. Un ser profundamente individualista que

    manifiesta vigorosamente su oposicin a la libertaden economa y su horror a la competencia. Un adoradorde la Revolucin Francesa que desprecia y censura du-ramente a los revolucionarios. Un socialista que ponetoda su capacidad expresiva, toda su capacidad lgicaen derribar y arruinar todos y cada uno de los sistemassocialistas de su poca.

    PROUDHONLLEGAALASIGUIENTECONCLUSIN:

    PARAUN ORDEN SOCIALJUSTO IMPORTAM S

    LA DISTRIBUCIN DE LA RIQUEZA QUE LA

    REPRESENTACINPOLTICA

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    Proudhon observa cmo lospolticos liberales fundamentanla soberana nacional en la su-perior capacidad y formacinde los propietarios, y analiza laaplicacin del sufragio censita-rio quien posee vota para elegira alguien que posee ms que elen un pas confrontado entre laproclamacin revolucionaria delderecho inalienable y sagrado ala propiedad individual y la rea-lidad del pauperismo, la realidadde la miseria sufrida por una ma-

    yora de ciudadanos franceses.

    Proudhon aprecia la contra-diccin existente entre la es-

    peranza de alcanzar un ordensocial justo y la existencia de underecho civil protector de los in-tereses particulares. Llega as ala siguiente conclusin: para unorden social justo importa msla distribucin de la riqueza quela representacin poltica.

    Por ello, considerando abso-lutamente vana la idea de que larevolucin poltica lleve a la revo-

    lucin econmica, juzga tambinvanos los esfuerzos de quienesoptan por la ampliacin del de-recho al sufragio como solucindel problema de la desigualdadsocial, y trata de encontrar untermino medio entre la apro-piacin exclusiva de los bienespor los particulares (la propie-dad privada) y la apropiacin yla distribucin igualitaria de los

    CONSIDERANDOABSOLUTAMENTEVANALAIDEADEQUELAREVOLUCINPOLTICALLEVEALAREVOLUCIN

    ECONMICA, TRATADEENCONTRARUNTERMINOMEDIOENTRELAAPROPIACINEXCLUSIVADELOSBIENESPORLOS

    PARTICULARES (LAPROPIEDADPRIVADA) YLAAPROPIACINYLADISTRIBUCINIGUALITARIADELOSBIENESDELOS

    PARTICULARESPORELESTADO (ELCOMUNISMO).

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    bienes de los particulares por el Estado (el comunismo).Fruto de este proceso son sus tres famosas memorias so-bre la propiedad que publicar de 1840 a 1842.

    La primera, Quest-ce que la proprit? ou Recherchessur le principe du droit et du gouvernement(J.F. Brocard,Pars 1840), orientar definitivamente el destino deProudhon como economista y filosofo social. En adelan-te, Proudhon concebir su obra como una crtica socialapoyada en la ciencia econmica y destinada a extraer

    de los hechos observados una filosofa que justifique lassoluciones prcticas y las posteriores reformas. Tam-bin es una obra que marcar el final de las huecas pro-clamas humanitarias del reformismo social y el inicio delas respuestas positivas y de la discusin cientfica quedesembocarn en el socialismo marxista3.

    Esta primera memoria es un original anlisis de la pro-piedad que, en palabras del propio autor, constituye elprincipio mismo de nuestro gobierno y de nuestras ins-tituciones4 a pesar de que la propiedad y la autoridadestn amenazadas de ruina desde el principio del mundo,

    por lo que as como el hombre busca la justicia en la igual-dad, la sociedad aspira al orden en la anarqua5.

    Proudhon sostiene adems la tesis de que ni el trabajoni la ley son causas o fundamento de la propiedad y, ha-ciendo gala de su radicalismo, escandaliza a los filsofosafirmando que la propiedad es un efecto sin causa, a loseconomistas y juristas negando las bases de la propiedad

    y, como remate final, horroriza a burgueses y propietariosformulando su blasfemia:La propiedad es el robo, y propo-niendo una solucin a su bsqueda de un trmino medioentre la propiedad privada y el comunismo, una tercera

    forma de sociedad, sntesis de la comunidad y de la pro-piedad: la asociacin libre, la libertad en el trabajo y en laeconoma y la posesin reemplazando a la propiedad.

    El libro provoc una indignada reaccin entre los aca-dmicos de Besanon, suavizada al escuchar a A. Blanqui,famoso publicista y economista, afirmar que esta primeramemoria de Proudhon tena un valor cientfico innegable.

    Este apoyo explica el ttulo de la segunda memoria so-bre la propiedad,Lett re M. Blanqui, professeur dconomie

    politique au Conservatoire des arts et mt iers, sur la propri-

    t; Deuxime mmoire (Pars, 1841). Esta segunda Memoria

    es una apologa de la primera, en la que Proudhon desa-rrolla nuevos puntos de vista y llega a afirmar que todas lacausas de la desigualdad social se reducen a la apropiacingratuita de las fuerzas colectivas, la desigualdad en los

    intercambios y el derecho de lucro. Esta triple forma deusurpacin de los bienes de otros es fundamentalmenteel mbito de actuacin de la propiedad y por ello, afirmaProudhon, niega su legitimidad y la califica como un robo.

    La tercera,Avertissement aux propritaires, ou Lettre M. Considerant , rdacteur de La Phalange, sur una dfense

    de la proprit(Pars, 1842), no es una memoria sino unpanfleto en el que Proudhon, en un prembulo y dos par-tes (una teora de la propiedad y una respuesta a las acu-saciones recibidas por la segunda Memoria), apostrofa alos falansterianos, maltrata a los furieristas y ataca vio-

    lentamente al peridicoLe National. En la parte terica,Proudhon sostiene sus tesis igualitarias y, apoyndoseen Adam Smith y sus primeros comentaristas franceses,afirma que toda propiedad es un monopolio y que slo eslegitima por el trabajo.

    Si sus dos provocativas memorias sobre la propiedadhaban inquietado al Gobierno, este violento panfleto leproporcion a la Fiscala de Besanon los motivos para de-nunciarle por atacar a la Propiedad, excitar el odio contrael Gobierno y contra algunas clases de ciudadanos y, final-mente, ofender a la Religin. Proudhon fue absuelto y el jui-

    AS COMOEL HOMBREBUSCALA JUSTICIAEN

    LA IGUALDAD, LA SOCIEDADASPIRAALORDEN

    ENLAANARQUA

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    cio represent una victoria personal ya que l mismo habaejercido su propia defensa, dando lectura a un texto en el

    que, entre otros muchos argumentos, lleg a afirmar:En toda mi vida no he escrito mas que una cosa, Se-

    ores del JuradoLa propiedad es el robo. Sabis a queconclusin he llegado? A que para abolir esta especie derobo es necesario universalizar la propiedad. Soy, comoveis Seores del Jurado, tan conservador como vosotros

    y quien diga lo contrario, probar solo por esto que noha entendido nada de mis libros, digo ms, nada de lascosas de este mundo6.

    Pero, como siempre, el mtodo especulativo proudho-niano, a travs de la antinomia, nos situar en terrenos

    contrarios. En 1862 Proudhon escribe una cuarta Memo-ria, Thorie de la proprit7.

    En esta ltima memoria, Proudhon plantea un enfren-tamiento entre la Propiedad y el Estado tomando partidopor la Propiedad, que llega a considerar como la fuerzams grande que puede oponerse al poder relegando laposesin, que en su primera memoria deba reemplazar ala propiedad, a una solucin moral pero incapaz de equili-brar el poder del Estado porque en tal sistema el Estadoest de un lado y todos los ciudadanos junto a l generanun absolutismo gubernamental.

    Por ello la funcin de la propiedad tiene que ser lade equilibrar el poder del Estado, porque para que los

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    ciudadanos sean algo en un Estado no basta con la li-bertad personal. Esta libertad personal tiene que estarapoyada en algo material que el ciudadano tiene que po-

    seer soberanamente, al igual que el Estado ostenta unasoberana sobre el dominio pblico.

    Propiedad y Estado se transforman de esta forma en

    fuerzas en equilibrio con tendencia al absoluto. Paraevitarlo ser precisa la existencia de garantas contra

    s mismas: contra la Propiedad, el crdito mutual y gra-

    tuito, los seguros y los impuestos; contra el Estado, laseparacin y distribucin de poderes, la igualdad antela Ley, la libertad de prensa, el control pblico y la orga-

    nizacin federal.

    Resulta muy difcil no anotar la matizacin que esta

    obra pstuma aade a la fraseLa propiedad es un robo.Es un robo la propiedad que da derecho a las rentas, los

    alquileres, los altos salarios, etc., porque recibe algo acambio de nada. Pero si fuera posible su eliminacin

    progresiva, sera nulo el efecto de la propiedad, y stasera aquella libertad que equilibra la libertad indivi-

    dual y el Estado.

    Con todo, no debemos olvidar que el objeto central de

    la crtica proudhoniana es la nocin de propiedad quesurge del propsito de repartir los bienes materiales;

    que para el reparto se aplic el derecho del ms fuertey que de tal derecho surgieron la servidumbre, la usura,

    el tributo y toda la larga serie de impuestos, tasas, ga-belas; en una palabra, la propiedad privada.

    Tampoco debemos olvidar que al derecho del ms fuer-te le sucedi el del ms astuto; el msculo sustituido por

    el ingenio. As surgieron las ganancias de la industria, el

    comercio y la banca; los fraudes mercantiles; las preten-siones de lo que se denomina talento y genio y que,

    como ha quedado demostrado en la actual crisis econ-mica, tendra que denominarse engao.

    Por ello cabe preguntarse: Estn an vigentes las ideas

    de Proudhon a los doscientos aos de su nacimiento?

    Ciertamente, su propuesta de crdito gratuito resul-t y an resulta ciertamente impracticable sin el con-sentimiento de toda la sociedad. Sin embargo, no lo es

    menos que la supresin de la intermediacin financie-ra disminuira el coste y la dificultad de obtencin del

    crdito. Esa supresin es posible, como lo demuestra laconcesin de microcrditos por el Grameen Bank crea-

    do por el Profesor y Premio Nobel Muhammad Yunus. Yacaso esta respuesta solidaria no es deudora de aque-

    lla realidad proudhoniana que en 1848-1849 se llam elBanco del Pueblo?

    1. Una pequea imprenta en Besanon, Lambert y Cia., que slo editar dosttulos (Element os primitivos de las lenguasde Bergier, con un estudio an-nimo del impresor-editor tituladoEnsayo de Gramt ica General. El annimoeditor era, por supuesto, Proudhon) y que, tras el suicidio de Lambert, seliquidar en 1838 por la gravedad de su situacin financiera.

    2. La beca Suard por un importe anual de 1.500 francos se conceda cadatres aos a un joven pobre del Franco-Condado para seguir estudios deletras, ciencias, derecho o medicina.

    3. Esta obra fue elogiada por Marx en sendos artculos publicados en 1842en elRheinische Zeitungy en su obra de 1843La Sagrada Familia. En 1846

    Proudhon publicar los dos volmenes de su Systme des contradictionsconomiques ou Philosophie de la misre, que provocar las crticas deMarx, en adelante enemistado con Proudhon, manifestadas en su obraMiseria de la Filosofa.

    4. Qu es la propiedad? Traduccin de Rafael Garca Ormaechea. EdicionesOrbis, Barcelona 1983, pg. 29

    5. Proudhon define la anarqua como ausencia de seor, de soberano y for-ma de gobierno a la que ms se aproxima la sociedad de da en da

    6.Explications prsentes au Ministre Public sur le droit de proprit. CourdAssises du Dpartement du Doubs. Sance du 3 fvrier 1842. In OeuvresCompltes, Ed. Marcel Rivire, Paris 1938.

    7. Proudhon no quiso que se publicar en vida y slo la encontraremos entresus Oeuvres posthumes (Vol. I: Thorie de la proprit. Projet dexpositionperptuelle ...), A. Lacroix: Verboeckhoven et Cie, Paris, 1866-1875). Teo-ra de la propiedad, Librera de Victoriano Surez (Obras pstumas de P.J.Proudhon), Madrid 1873, 258 pgs. Traduccin de Gabino Lizrraga.

    Notas

    AFIRMANDOQUELAPROPIEDADESUNEFECTO

    SIN CAUSAHORRORIZAABURGUESESY

    PROPIETARIOSFORMULANDOSUBLASFEMIA:

    LAPROPIEDADESELROBO

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    A N T O N I O C A R R E T E R O

    Participar, compartir, autogestionar

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    Preguntas bsicamente complicadas: por qu parti-cipar? para qu? en qu? cmo? participar siempre,sin descanso? en lo que me concierne slo o en lo queafecta al conjunto? y... si no participo? estoy obligadoa participar necesariamente?... y qu tiene que ver es-to con la autogestin? y con lo pblico y lo privado? y

    con el poder de los poderosos-? y con las relaciones depoder de los pudientes ? participar para poder o pa-ra contra-poder? Y una afirmacin cansina por repetida:es que la mayora no participa...

    Demasiadas preguntas, seguro, pero es lo que tieneun verbo tan elstico y comodn como es el de parti-cipar. Y sin embargo, en su elasticidad sensible al con-texto est probablemente su mayor virtud, del mismomodo que en su carcter de comodn (adverbial y ca-lificativo) est la mayor de sus ruinas. Si nos ponemos ala moda ideolgica de la democracia participativa, o

    de los presupuestos participativos o de una gestinparticipativa... malo, malo, hay que sospechar rpida-mente que algo no funciona sase la democracia, lospresupuestos o la gestin como debiera o quizs fun-ciona sin cumplir funcin real (social) alguna. Si obser-vamos otras realidades en las que el participar se dasobreentendido, o incluso como en el zapatismo se tornaen metfora, en poesa descriptiva (los de abajo, el malgobierno, mandar obedeciendo, ....), cuando la realidad alescribirse se describe y evoca... entonces, slo entonces,participar es ese algo vivo que no necesita ser explici-tado, slo descrito, slo sugerido.

    Participar, a fin de cuentas no es ms que ser parte,formar parte, tomar una parte y recibir una parte

    y por extensin tambin es dar una parte; es lo quetiene que ver con compartir un algo con un alguien,tener en comn lo que se parte y se reparte; suponetomar partido por esto o aquello, por este o aquel; y,por ltimo, y no menos fundamental, participar es darparte, comunicar el parte, hacerse entender por la otraparte, por los otros que son parte, y estn de mi parte ocontra mi parte. Vayamos, pues, por partes.

    Formamos parte por que s, o no?

    Es una obviedad, seguro que s: somos parte, trocitode un algo ms grande, siempre. No queda ms remedio,del mismo modo que por nuestra inscrita finitud, dejamosde ser parte, o nos convertimos en otra parte o partes

    de otro algo, siempre siendo parte de algo. Pero es unaobviedad altamente problemtica: por que no somos par-tes sin ms eso quisieran los tecncratas y los patronosque calculan sus beneficios quitando y poniendo personascomo partes de su engranaje productivo. No, no somosabstractas o concretas partes de una artilugio mecnico,de un sistema cerrado, de una construccin matemtica,ms bien somos parte por que los dems tambin son par-te, parte de m, y ni ellos ni yo podemos evitar que unos yotros seamos parte de otros y de unos.

    Participamos necesariamente de tradiciones, historia,

    lenguaje, valores, creencias heredadas, caldo de palabras ycadveres, de ruinas y construcciones... Esto s que s queno lo decidimos, as es de inevitable. Y cada grupo humano,

    SOMOSPARTE, ESUNAOBVIEDADALTAMENTEPROBLEMTICA: PORQUE NOSOMOSPARTESSINMS , NOSOMOS

    ABSTRACTASOCONCRETASPARTESDEUNAARTILUGIOMECNICO, DEUNSISTEMACERRADO, MSBIENSOMOSPARTE

    PORQUELOSDEMSTAMBINSONPARTE, PARTEDEM, YNIELLOSNIYOPODEMOSEVITARQUEUNOSYOTROSSEAMOSPARTEDEOTROSYDEUNOS

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    pues somos humanos o humanes como deca uno por evitarsesgos de gnero, se constituye y construye histricamen-te con sus particulares concepciones sobre la naturaleza,la vida en comn, y la muerte individual de cada cual. Es-te es sin duda nuestro primer participar, un participarimperativo, impuesto, educativo, socializado, nunca inevi-table, pero s insoslayable. No podemos sustraernos a suinfluencia, estamos anclados a tal participar, aunque spodemos y debemos ponerlo en cuestin, responderlo, de-batirlo e incluso deconstruirlo. Podemos imaginar, y crear,otra historia, otro lenguaje, otros valores y creencias, sinduda, pero sern siempre en relacin con este nuestro pri-mer participar insoslayable y no participativo.

    Vemos, pues, que se participa sin ms, como sin querer,participando de lo dado, lo tenido, lo mamado, lo vivido, yno exige casi ningn esfuerzo, ms que dejarse llevar porlos vaivenes de la fortuna. Y quin dice que sto no esparticipar? Dira que es el participar primigenio, un par-ticipar por antonomasia, y ello es as, por que a pesar deser recibido, aprendido e interiorizado, es el que en pri-

    mera instancia nos constituye como humanos. De la tra-dicin, de la herencia, de la memoria parte el discurso y laaccin, y esto tambin es insoslayable. Accin y discursoque, sin embargo, no sin esfuerzo y conflicto, modifican,alteran y cambian a veces transforman lo dado, lo he-redado, lo instituido (la propiedad privada por ejemplo).No hay que minusvalorar nunca este primer participar,pues es condicin de lo humano, y condicin de su pensar.Cualquier otro participar no procede si no de este otroprimero y primitivo: una sopa, ms o menos homogneahace unos siglos y bastante ms fragmentaria ahora, de laque surge arte, literatura, tiranas, guerras y luchas.

    Compartimos lo que es de comn-parte

    Participar es compartir, sea lo que sea lo que se com-

    parta: propiedades, bienes, inmuebles, servicios, materiasprimas, agua, aire, bonos del tesoro, o participaciones enbolsa. As de dura es la vida: quien ms participa es quienms tiene, quien ms tiene es quien ms comparte consus iguales que tambin tienen de ms-, quien ms com-parte intereses similares ms participa. As es la vidade dura: el resto, quien poco tiene o tiene nada, poco onada tienen que compartir y, por lo tanto, en nada o pocoparticipan, pues la miseria no es parte comn que se com-parta, la miseria sencillamente se sobrelleva, se soporta,se subvive, pero ni es materia o parte que pueda compar-tirse ni mucho menos participarse. Y esto para desgraciade quienes com-partimos una visin igualitario-libertariadel mundo, bien lo saben quienes s comparten el poderconsigo-mismos y en su beneficio.

    Compartir visin, ideas, valores, material intangible delafecto y del discurso, no es igual que compartir cosas eco-nmico-jurdicas, que se acumulan, se disfrutan, se ense-an con orgullo, se compran y se venden. En absoluto soniguales, y adems son disjuntos. El capitalista es pluralis-ta por necesidad: que ayune en el Ramadn, que celebrela pascua, la fiesta de la luz, o la navidad, poco importa,

    siempre y cuando lo compartido tenga el acuerdo de serintercambiado, especulado, producido, vendido, compra-do. Los humanos capitalistas no comparten ideas ni viso-nes profundas del mundo, cada cual puede acomodarse ala que considere, pues ello no es materia compartida niparticipada. Lo que s comparten los humanos capitalis-ta es saber, tecnologa, ciencia, ingeniera, judicatura ycualquier otro conocimiento susceptible de producir acu-mulacin y beneficios. Que el petrleo se acaba, se pro-mueve el biodisel, que ste no da suficientes dividendos,las pilas de litio parece que pueden darlo... Funcionan deun modo simple pero muy efectivo.

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    Mientras, el resto de los humanos a penas nos quedaqu compartir, ms all de sueos, ilusiones, teleseries,algo de sexo y coches. No hay nada tangible ni concreto,ms all de cosificarnos en fuerza de trabajo o en ener-ga de consumo, apenas partculas subsociales para que

    los que lo tienen todo o mucho puedan seguir generandosu riqueza. Pues es su riqueza, y eso es lo que compar-ten, y hasta que no se consiga arrebatrsela no podremoshablar de compartir y participar de la riqueza comn, detodos los humanos.

    Entonces, por qu tanto empeo en que participe-mos?, quin me manda a mi ponerme a participar y aconvencer a otros para que participen?. No es acaso unejercicio ftil y banal? Pues no, no lo es, por que partici-par es en realidad lo nico que podemos hacer para poderllegar a compartir lo que slo ellos tienen: su riqueza me-

    drada y arrebatada al resto de seres humanos y a la Tierratoda. Y adems podemos y debemos participar por queser de la nica manera que consigamos recuperar parael comn sus riquezas, despojarles de sus bienes, desnu-darles de sus transacciones, ser altamente improductivos,

    desmercadear nuestra vidas y relaciones, y descosificar-nos de ser mano de obra o torso desempleado o cabezapublicitaria o consumista cuerpo compulsivo.

    De hecho, la sociedad capitalista globalizada est con-siguiendo algo prodigioso: que en todo el orbe la mayora

    humana podamos anhelar una nica y misma cosa, lo queprecisamente no-com-partimos por que no es comn-parte, si no privada-parte-comn de unos pocos. Esto sig-nifica tomar partido.

    Tomar partido para re-partir

    Ante todo no confundir tomar partido con partidopoltico o partido de ftbol, aunque los tres compartansentido etimolgico, y los tres tengan en comn lo partido,

    lo que est dividido en partes para que el conjunto sea mane-jable, o manipulable o jugable. Tomar partido en este sentidohace referencia a jugar una partida y a realizar una par-tida para localizar y detener al forajido. Es asumir reglas de

    juego compartidas, para poder iniciar una partida.

    PARTICIPAMOSNECESARIAMENTEDETRADICIONES, HISTORIA, LENGUAJE, VALORES, CREENCIASHEREDADAS, CALDO

    DEPALABRASYCADVERES, DERUINASYCONSTRUCCIONES. ESTEESSINDUDANUESTROPRIMER PARTICIPAR

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    Pongamos por caso una partida de mus, en el que se

    reparten la cartas de la baraja llamada espaola, a partesiguales entre cuatro jugadores, emparejados-compar-tiendo juego quienes estn frente a frente, contra losque estn a sus lados que igualmente comparten juegocontra los primeros, y se juegan un nmero determinadode piedras o amarracos. En el mus ciertos gestos yalguna mmica es la comunicacin bsica entre las parejasque se enfrentan, y suele ganar quien combina osada conprudencia, y de los fules saca piedras para s del total queest puesto sobre la mesa. Pero adems, en el mus, anteun rdago la pareja que lo recibe debe tomar partidoen funcin de las piedras que quedan en la mesa, de las

    cartas que se hayan visto y de las que tienen en comn yse han sabido comunicar, para compartir y tomar la deci-sin acertada, para ganar y no perder el rdago, que es eltodo o nada de la partida. En fin, no pretendo asemejar larevolucin social a una partida de mus, pero s aprenderdel mus y no slo del ajedrez o de los juegos de estrategiapara hacer la futurible revolucin social.

    Si de tomar partido se trata, no hay mejor enseanzaque el de las muchas derrotas acumuladas en la historiarebelde. De rdagos imprudentes, o echados a destiempo,o aceptados sin reflexin suficiente, o sin la participacin

    de todos los jugadores, estn llenas las derrotas de lasclases populares. Por que tomar partido significa que to-das las partes no propietarias de nada abrumadora ma-

    yora formen parte de la misma lucha (con diversas caras

    y matices, prismtica), compartir poder para repartirlopor igual entre quienes padecen y luchan. Tomar partidoes repartir poder, el verdadero poder de decir y hacer, deactuar contra quienes detentan el poder de sus riquezas,de sus estados, de sus ejrcitos.

    Re-partir es la clave de cualquier participar desdeabajo, desde el horizonte des-posedo y explotado. Tomarpartido para repartir el poder de decisin primero, pararepartir la riqueza despus, para decidir lo que es comn

    y com-partido y lo que es bien comn para bien vivir. Esoes tomar partido, que todos y todas digan y piensen en

    alto para acordar lo comn, no la miseria que tenemos,si no la riqueza que no tenemos, no la obediencia ni elautoritarismo, si no el poder decir y hacer arrebatado aquienes lo detentan para su provecho y el de sus amos.

    Sin embargo, tomar partido es siempre lo ms com-plicado, lo ms cansado, lo menos claro, por que implicasiempre una tica del tesn, de la responsabilidad, de labsqueda constante de la coherencia. No hay disemina-cin de la participacin si no hay constancia en la lucha,ni transparencia en los medios, ni claridad en los fines.El nico partido susceptible de aglutinar fuerzas socia-

    les que tambaleen el sistema es el de la coherencia entremedios y fines, lo que no significa anclarse improductiva-mente en un programa de mximos, sino todo lo contra-

    DELATRADICIN, DELAHERENCIA, DELAMEMORIAPARTEELDISCURSOYLAACCIN. ACCINYDISCURSOQUE,

    SIN EMBARGO, NOSINESFUERZOYCONFLICTO, MODIFICAN, ALTERANYCAMBIAN AVECESTRANSFORMAN LO

    DADO, LOHEREDADO, LOINSTITUIDO

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    rio, hacer que toda propuesta sea una programa de m-nimos, concretos, tangibles, materiales, contra el estadoactual de las cosas, empezando por cada uno de nosotros.Convertir lo mnimo en paradigma de lo mximo, hacerque cada debate en el bar del barrio sea un parlamentode altura, hasta conseguir que la sociedad entera, todaslas sociedades hablen entre s en mltiples esferas y forosde lo realmente importante: la vida, la creatividad, el biencomn y el bien vivir en el planeta tierra.

    Dar parte es autogestin

    Comunicar es algo ms que mero decir, es dar una partede ti a los dems, la parte que cada cual puede generosa-mente ofrecer de si por s mismo: su saber y su saber ha-cer, que no es suyo, que es de todos quienes le ensean y

    ensearon. Dar parte para que los dems sepan, y sabiendopoder deliberar y decidir. Dar parte de las responsabilidadesasumidas, dar parte de lo que se solicita dar parte. Es trans-parencia comunicativa, creatividad y creacin libre. Culturasin restricciones ni ideolgicas ni de mercado. Construccinindividual y colectiva. Es autogestin, por que la autogestines en primera instancia comunicacin, y en ltima instanciacreacin colectiva. Dar parte es dar cuenta de lo comn. Y enla autogestin sobra participar, y sobra el verbo, pues eso participar est tan en la dinmica propia del proyecto auto-gestionario, que est de ms el mencionarlo. La autogestinpresupone la participacin y no al contrario-, por que sino simplemente no sera autogestin. Es ms, cada modeloautogestionario se distingue precisamente por cmo se arti-cula la participacin de las personas implicadas e interesadasen ese proyecto. An ms, todo proyecto de autogestin essiempre un proyecto avanzado de participacin.

    Pero no cualquier forma de participacin es autoges-tionaria, ni tiene por qu serlo adems. Participar en s,slo implica compartir, pero ni lo que se comparte ni c-mo se comparte, indica que tenga que ser autogestiona-do. Participar es compartir de una comn-parte, y por esola autogestin lo presupone. Pero se participa de formas

    diversas de cosas distintas. Quien tiene el afn por apa-recer en la televisin, puede participar de varios tiposde programas para ello, segn sean sus complejos, susapetencias y saberes. Y no por ello est implicado en laautogestin de la emisora o productora de televisin, nidelibera ni decide sobre la naturaleza, metodologa y rea-lizacin del programa, al cual slo desea participar.

    Lo que s tiene que ver y mucho con la autogestin, es elhecho de dar parte, ofrecerse uno todo a los dems en lamisma medida que los dems, pues se comparte un proyec-to, que se tiene como comn-parte a proteger y repartir.

    Este ser un proyecto es la nota distintiva de lo que es laautogestin. Exige una planificacin, unos objetivos, unaevaluacin de su recorrido, una modificacin del proyecto

    en algn punto o en el conjunto. Y ello no deliberado ni de-cidido uno a uno, o por uno slo, o por una lite profesionalde gerentes y encargados, si no muchas personas con mu-chas personas, en distintas esferas y niveles, dependiendode la dimensin del proyecto compartido.

    Lo comn, lo que contribuye a la igualdad y a la justiciade las clases desposedas, es susceptible de ser organizado

    y proyectado autogestionariamente. En marcar las polti-cas de lo comn, se participa poco pero se participa sinembargo en el modelo de democracia parlamentaria quetan buenos servicios est dando al capitalismo globalizado,

    se participa con el voto, se participa si tus intereses y dine-ros te lo permiten en agrupaciones corporativas o empre-sariales, se participa incluso si tienes la fortuna de ser unperiodista oficial de renombre. Participamos del engranajemeditico, de la mecnica electoral, pero no practicamos nireivindicamos ni difundimos la autogestin como alterna-tiva. Para ello, para promover una participacin activa en locomn, y para dar credibilidad a la autogestin como pro-

    yecto hay que generar movimiento, propaganda, conflicto,e ideas susceptibles de ser tenidas en cuenta por sectorescada vez ms amplios de la sociedad.

    Es necesario dar parte de lo que es y puede ser laautogestin, para generar prcticas y debates que abrancaminos a otros modos de producir, de subsistir y de vivir,a otras formas de organizar lo comn, los servicios, losderechos, y la riqueza; a otras manera de trabajar y rela-cionarnos. Hasta que no asumamos la tarea de plantear-nos cmo se podra autogestionar un servicio pblicoconcreto en un contexto social dado, no estaremos msque dando tmidos pasos en las prerrogativas de las ideas,pero sin creacin de alternativas que hagan pensar a losde abajo que hay formas ms justas, igualitarias y parti-cipativas de ser libres y de vivir dignamente.

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    Cuatro notas sobre la economa

    de amrica latina y el caribe

    J A V I E R M A . I G U I Z E C H E V E R R A

    INGENIERO ELECTRICISTA Y DOCTOR EN ECONOMA. PROFESOR DEL DEPARTAMENTO DE ECONOMA DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATLICA DEL PER EN LIMA.

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    El objetivo de estas pginas es proveer alguna infor-macin para sustentar cuatro planteamientos sobre la si-tuacin y evolucin econmica de las familias y los paseslatinoamericanos. Hoy, en plena crisis econmica, un ries-go importante es considerar que todo tiempo pasado fuemejor y que de lo que se trata es de retornar al pasado.Sera un grave error.

    En lo que sigue nos concentramos en cuatro temas queson afines pero no los mismos: pobreza, remuneraciones,desigualdad interna y desigualdad internacional econmi-cas. Son, las primeras sobre todo, variables directamenteasociadas a la cotidianeidad popular, pero tambin las l-timas tienen relacin con ella pues las diferencias inter-nas estn asociadas a las actitudes de la poblacin haciala economa y las externas a los proyectos migratorios tancomunes en bastantes pases.

    La economa de Amrica Latina se ha caracterizado porlas grandes crisis de hace dos dcadas y, en los ltimos lus-tros, por su escaso dinamismo a pesar de estar saliendo derecesiones. Tras la dcada perdida de los aos 1980 enque las tasas de crecimiento fueron en casi todos los pa-ses negativas, en los aos 1990 el crecimiento fue muy lento(1.1% per cpita anual) (CEPAL, Panorama social de AmricaLat