libre pensamiento, nº 61, primavera 2009

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    Consejo EditorialFlix Garca, Antonio Rivera, Jacinto Ceacero

    Jos Luis Arantegui, Antonio Carretero,ngel Luis Garca, David Arstegui,

    Roberto Blanco, Paco Marcelln y Pablo Marn

    Director-CoordinadorChema Berro

    Coordinacin tcnicaGoio Gonzlez y Mikel Gal

    ProduccinSecretara de Comunicacin de la CGT

    Diseo e impresinTextos i Imatges, S.A.

    RedaccinCalle Sagunto, 15. 28010 Madrid

    Tel. 902 19 33 98. Fax. 914 45 31 32e-mail: [email protected]

    web: www.rojoynegro.info

    Depsito Legal: V-1735-1991I.S.S.N: 1138-1124

    P A P E L E S D E R E F L E X I N Y D E B A T E

    CONFEDERACIN GENERAL DEL TRABAJO (CGT

    N 61 PRIMAVERA 2009

    A.R.C.E.(Asociacin de Revistas Culturales de Espaa

    CREATIVE COMMONS

    Licencia Creative Commons: Autora. No derivados. No comercial 1

    Autora-Atribucin: deber respetarse la autora de todos

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    visite http//creativecommons.org/licenses/by-nd-nc/1.0

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    MOVIMIENTOS SOCIALES Y REPRESIN

    Reflexiones al hilo de libro Crnicas del 6, de David Fernndez. Ed. Virus

    1. RESEA. Antn Corpas2. ENTREVISTA A DAVID FERNNDEZ. Jordi Mart Font3. REGALARNOS PARA LUCHAR, NO PARA LA REPRESIN.

    M. Gabriela Serra

    DECRECIMIENTO1. DOCE PREGUNTAS SOBRE EL DECRECIMIENTO. Carlos Taibo2. ECOSOCIALISMO Y DECRECIMIENTO. Jaime Pastor3. LA PRCTICA DEL DECRECIMIENTO. Luis Gonzlez Reyes4. HACIA UN SINDICALISMO ECOSOCIAL (Y LIBERTARIO).

    Antonio Carretero

    LA UNIVERSIDAD A DEBATE1. NI CON BOLONIA NI SIN BOLONIA TIENEN MIS MALES REMEDIO.

    Paco Marcelln y Pablo Marn2. OTRA BOLONIA ES POSIBLE. Colectivo PERCAL.

    LA ESCUCHA DE LO SOCIAL.Emilio Puchol

    RICOS DE TODOS LOS PASES, ENRIQUECEOS!.Mohssen Massarrat

    SINDICALISMO EN EL SECTOR DE LA INFORMTICA.David Aristegui

    MASACRE EN GAZA.Rafael Escudero Alday

    DE LIBROS1. LA PENA DE MUERTE EN ESPAA. DE PEDRO OLIVER. Antonio Rivera

    2. CAMINO SE HACE AL ANDAR. De JOS LUIS ESCORIHUELA.Julio Rubio

    ndice

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    1LPLP

    EDITORIAL 1

    edito

    rial

    Seguramente todo lo que venimos haciendo en nuestra actuacin sindical ysocial es vlido y tenemos que defenderlo con tanto ahnco como esfuerzo nos hacostado levantarlo. Sin embargo, no parece suficiente. Hemos vivido tiempos dur-simos, en los que el capital ha desarrollado una irrefrenable capacidad de domina-

    cin desde la que ha impuesto una cascada inagotable de exigencias en todos losterrenos laborales y sociales, y todas las resistencias que, desde nuestra reducidapresencia, hemos logrado oponerle han sido encomiables. Sin embargo, tampocoparecen suficientes, aunque hayamos hecho ms all de lo que nuestras fuerzashacan suponer. Ese no llegar debe ser nuestro acicate y nuestra obsesin.

    Durante los ltimos aos el poder econmico no slo ha impuesto sus exi-gencias sino que ha hecho prevalecer como racionalidad y posibilidad nica unalgica absolutamente antisocial: que el rico se enriqueciera era la condicin paraacceder a cualquier logro, incluidos los sociales. Toda alternativa al permanenteincremento de los beneficios del capital era camino seguro al empobrecimiento

    y, por tanto, alejamiento de cualquier logro social; primero crear riqueza y luego-slo luego y siempre luego: es decir, nunca- repartirla. No slo era una realidadimpuesta en el plano de las ideas, sino que tambin se converta en real en la prc-tica: el mundo funcionaba as y no de otra forma. No era slo el discurso lo que nosimpusieron, sino una sociedad y un mundo en el que las lgicas de ese discursoimperaban y se plasmaban en hechos inexorables: la realidad vena a ponerse deacuerdo con los enunciados y a darles la razn.

    Pero la crisis ha venido a poner en cuestin todo, esos postulados y el modelosocial que con ellos se ha construido. Ni social ni ecolgicamente puede aguan-tarse ms all de un corto periodo de tiempo. Cualquier salida a la crisis que no

    cambie el proyecto est abocada a nuevas futuras crisis, que se desarrollarn enplazos de tiempo cada vez ms cortos y en formas cada vez ms duras y caticas.Sin embargo, todas las medidas que hasta ahora se han propuesto, y las queprevisiblemente se nos seguirn proponiendo, van en la direccin de mantener elmodelo, aumentando el gasto para que el negocio aumente o dando directamentea los ricos el dinero pblico, el dinero de todos. Una salida que va dejando en lacuneta a un sector cada vez mayor de la poblacin, ya que slo puede sostenerseincrementando las desigualdades.

    Socialmente, la crisis no admite otra salida que el reparto, igual que ecolgica-mente requiere el freno al desarrollismo ilimitado y a los incrementos de necesi-dades y consumos individuales.

    El problema es que esa dinmica social desarrollista, competitiva y desiguali-taria, adems de impuesta, ha sido asumida y ha calado en todo el entramado dela relaciones y los comportamiento colectivos e individuales. La sociedad dura,insegura, competitiva, individualista y antisocial que nos han propuesto impositi-vamente, ha sido adoptada, a causa del miedo en unos casos y del inters en otros,por una mayora social. Tambin por el sindicalismo dominante.

    Esa mayora social -que, aunque pagando un alto precio en otros indicadores,se ve beneficiada o es capaz de sobrenadar en lo econmico- es la que constituye

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    LP2

    LPEDITORIAL

    la base del actual sindicalismo, que tambin ha quedado atrapado en la aceptacindel modelo. Los que quedan fuera de esa mayora social, los que estn en peorsituacin, las mujeres y jvenes en precariedad extrema, las personas mayorescon pensiones raquticas, los y las inmigrantes condenados a realizar los trabajos

    ms duros y peor pagados (con la amenaza de la no renovacin de sus permisos),tambin quedan fuera del sindicalismo y de cualquier forma de expresin, visibi-lizacin y presencia social.

    Si la crisis debiera suponer una llamada de atencin y una oportunidad paracorregir el rumbo y variar las dinmicas y el modelo, no parece que el sindicalismoest en condiciones de impulsar ese cambio. Tampoco parece predispuesto a ello;ms bien al contrario.

    Somos una sociedad rica. Una sociedad rica, aunque con un buen nmero depobres. Una sociedad que puede permitirse que en plena crisis se mantengaun pacto social tcito o explcito. El silencio y la desmovilizacin del sindicalismo

    mayoritario, cuando ya soportamos un cmulo de consecuencias negativas para lostrabajadores y de medidas antisociales, indican que su apuesta es ese pacto, del quelos paganos sern, precisamente, los y las trabajadoras ms desfavorecidas y peorposicionados. Un pacto que puede mantener o medio mantener el poder adquisitivode los sectores asalariados ms establecidos (los de empleo fijo, los que conservanalgunos derechos y capacidad sindical y negociadora), siempre supeditado a laproductividad y al incremento de los beneficios empresariales: endureciendo lascondiciones laborales de esos mismos trabajadores e incrementando la flexibilidad,la desregulacin, la externalizacin y el subempleo de que seran vctimas esos otrossectores de trabajadoras y trabajadores peor posicionados.

    La crisis, en cuanto situacin y oportunidad de freno al modelo desarrollista ycompetitivo, alcanza al sindicalismo en ese mal momento en que venimos estan-do atrapados, y difcilmente seremos factor de cambio del modelo social si nointroducimos previamente modificaciones en nuestra propia actuacin. Queremosreparto del trabajo y de los recursos, queremos una sociedad ms garantista, nosomos reivindicativos individualistas ni vamos a la nuestra al margen de los queestn peor que nosotros, estamos dispuestos a repartir de lo nuestro si en justicianos corresponde, queremos trabajar menos y vivir mejor, lo que nos define y nosana no son nuestros intereses sino nuestras aspiraciones...

    La reivindicacin de que la crisis la paguen los ricos es legtima; la de que no lapaguen los ms pobres es imprescindible, de justicia. La una puede servirnos decoartada para defender, para seguir protegiendo el nivel de consumo de los msestablecidos; la segunda nos exige arriesgar ms, poniendo slo en un segundoplano la defensa de nuestro poder adquisitivo.

    Eso no significa que retrocedamos a conformarnos con una especie de repartointerno, caritativo y acomodado, no beligerante, que no trate de modificar el actualestado de cosas. Todo lo contrario. Tiene que significar un rearme, una recupera-cin de la capacidad de movilizacin y presin; la predisposicin a repartir tieneque redoblar nuestra exigencia de reparto. Vivimos en una sociedad y en un mundo

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    terriblemente injusto. Los queconformamos esa mayorasocial ocupamos una situacinintermedia entre las vctimas

    y los victimarios; no queremosdefender esa nuestra situacinintermedia sino acabar con lainjusticia. En lo laboral, hoy eso,ms que en la defensa de lossalarios, se juega en la defensade las condiciones laborales, enla reduccin de la jornada, en launificacin en las modalidadesde contratacin y condiciones

    de trabajo, en el recorte de losabanicos salariales... En lo social,el plano de combate est enla defensa de las prestacionesbsicas con carcter universal yen la conquista de otras nuevasque resultan imprescindibles: elderecho efectivo de acceso auna vivienda y a una renta bsicaindividual suficiente para man-tener una vida no aminorada y

    para no estar abocadas a aceptarcualquier trabajo por muy degra-dadas que sean sus condiciones.

    Poner en el centro de nues-tros objetivos la universalidadde los logros, el reparto quealcance de modo preferente aquienes tienen menos, requie-re un sindicalismo ms tenaz yfirme, ms nacido de nuestra

    propia conviccin, de nuestraimplicacin y toma de posturapersonal, que abra nuevas for-mas de actuacin y de lucha. Unsindicalismo que, seguramente,no est hoy en condiciones dealcanzar mayoras, aunque tam-poco debe resignarse a la mar-ginalidad y al testimonialismo.

    LPEDITORIAL 3

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    Reflexiones al hilo de libro Crnicas del 6,

    de David Fernndez. Ed. Virus

    Movimientos Sociales y Represin

    4LP

    Resea: Crnicas del 6. Cosas que podran no haber sido dichasANTN CORPAS

    Los verdaderos protagonistas son las y los activistas que han resistidoJORDI MART FONT

    Regalarnos para luchar, no para la represinM. GABRIELA SERRA

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    Escribir la historia desde la militancia, desde la cerca-na y desde la inmediatez es bastante complicado. Es tancierta la capacidad que tiene la urgencia para achicarleespacios a la reflexin, como que el activismo a menudose convierte en el pretexto para la pereza intelectual.Por eso, escribir a lomos del tiempo y los acontecimien-tos, puede marcar la diferencia de cmo y cunto se lle-ga a entender una poca.

    El mbito de la represin es ms complicado todavaen este sentido. El miedo en el cuerpo, el temor a las

    represalias, la falta de un colchn social y, por qu nodecirlo, tambin el exceso de paranoia, pueden impe-dir que la informacin circule, que la gente comunique

    y se comunique los nombres, los sitios y las formas delterror. Crnicas del 6 y otros trapos sucios de la cloacapolicial, publicado originalmente en cataln en el ao

    2006, es posible porque rompe con algunos de estoscondicionantes, y precisamente porque se desarrolla enun contexto, el de la sociedad civil y la cultura militantecatalana, que permite que circule la informacin.

    Por una parte, David Fernndez supera tanto loscondicionantes de la inmediatez como la pereza inte-lectual del activismo puro y duro. El autor forma partedel conflicto y del acontecimiento, puede vrsele, en eldibujo mental que se construye al leer un relato, comoparte de la escena. Pero salvo necesidad expresa no es

    el protagonista, establece una distancia suficiente co-mo para que el libro no se lea como testimonio ni auto-biografa, sino como lo que es: un trabajo periodsticoescrito desde el lugar mismo de los hechos y desde unaclara toma de partido.

    5LP

    Resea: Crnicas del 6

    Cosas que podran no haber sido dichas

    A N T N C O R P A SCO-REDACTOR DE MASALA (PERIDICO DE INFORMACIN, DENUNCIA Y CRTICA SOCIAL DE CIUTAT VELLA, BARCELONA)

    ESTANCIERTALACAPACIDADQUETIENELAURGENCIAPARAACHICARLEESPACIOSALAREFLEXIN, COMOQUE

    ELACTIVISMOAMENUDOSECONVIERTEENELPRETEXTOPARALAPEREZAINTELECTUAL

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    Guardando las distancias histricas y de gnero lite-rario, David Fernndez no es George Orwell, pero s con-sigue, como ste, darle coherencia a un pasado que es

    tan reciente como difcil de pensar y de historiar. Orwellrelataba enHomenaje a Catalunya la experiencia de laguerra y de la represin stalinista apenas unos mesesdespus de haber cruzado la frontera huyendo de la per-secucin contra el POUM. En este caso, y sin emparentarni los autores ni las pocas, slo asimilando el arte de laescritura y la urgencia, David Fernndez documenta yescribe aquello que perfectamente podra haber queda-do sepultado por la velocidad y el silencio.

    Pero este libro no sera sin el contexto que lo rodea.Crnicas del 6es posible por una tradicin poltica, unacapacidad crtica y una cultura militante, que existaantes de que fuera escrito, que seguir existiendo des-pus, y a la que Crnicas ofrece un nuevo pilar en el queapoyarse. Eso de lo que hablamos es todo lo contrarioal denominado oasis cataln, que es el nombre delconsenso y de la correccin poltica, de la paz social y

    del modelo pactista y transaccional del pujolismo y delpostpujolismo tripartito. La capacidad crtica de los mo-vimientos sociales catalanes, que el propio Jordi Pujoldenomin con desprecio como la cultura de la protes-ta, est precisamente en la capacidad de visualizar yreproducir el conflicto. As ha podido comprobarlo laizquierda institucional, tanto ERC como IC-V, en los dife-rentes frentes abiertos con el proceso anti Bolonia.

    Dicho esto, como en toda crtica, tambin es necesariosealar algunos defectos. El primero, de forma; ya que,en algunas partes, el lenguaje y la dialctica es excesi-

    vamente efectista, y la virtud que hace el libro ameno ytrepidante, puede llevar a olvidar que estamos leyendorealidad. La otra, de fondo. Quizs Crnicas del 6podraser ms spero y menos cmplice con el lector, sobretodo con el que ha vivido de cerca esos mismos acon-tecimientos o que puede identificarse con una realidadsimilar. A veces da un poco de miedo y de reparo que losmilitantes aparezcan casi como superhroes novelados.La empata y la cercana a veces puede deshumanizar yes posible que a Crnicas le falte una crnica de debilida-des, necesaria tambin para entender la represin.

    En cualquier caso, Crnicas del 6establece un baremopara estos tiempos de hiperproduccin editorial. Unade las medidas para calificar de necesario un libro, esporque dice cosas que perfectamente podran no haberquedado ni dichas ni escritas. ste lo hace.

    6LP

    DAVIDFERNNDEZDOCUMENTAYESCRIBEAQUELLO

    QUE PERFECTAMENTE PODRA HABER QUEDADO

    SEPULTADOPORLAVELOCIDADYELSILENCIO

    CRNICASDEL 6 ESPOSIBLEPORUNATRADICINPOLTICA, UNACAPACIDADCRTICAYUNACULTURAMILITANTE,

    QUEEXISTAANTESDEQUEFUERAESCRITOYQUESEGUIREXISTIENDODESPUS

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    Crnicas del 6 y otros trapos sucios de la cloaca po-licial es un libro del periodista y activista cataln de laVila de Grcia David Fernndez. En sus pginas, siguien-do una tcnica narrativa basada en la acumulacin defragmentos repletos de potica a pesar del tema, elautor pone nombres, fechas y caras a los episodios derepresin acaecidos en parte de los Pasos Catalans enlos ltimos decenios. El libro, publicado hace dos aos encataln, llega ahora a las libreras en su versin castella-na. ste es el motivo de esta entrevista, lo cual tambinnos tendra que llevar a recapacitar sobre lenguas, es-tado y espacio cultural ms all de la lectura, tema quedejaremos para otra ocasin.

    Crnicas narra la historia de la guerra contra losmovimientos sociales catalanes desarrollada desde elGrupo 6 de la Polica Nacional, especializado en estos me-nesteres. Pero el libro es mucho ms ya que a partir delpormenorizado relato David consigue iluminar muchosde los espacios de la vida poltica catalana desconocidospara los no implicados en ellos mismos, los espacios delos que han resistido a la represin. Si alguien desconocequ ha pasado en Catalunya en los ltimos decenios debeleer Crnicas. Si alguien quiere saborear una prosa ricai estimulante como es la de David, debe leer Crnicas.Si alguien quiere conocer los entresijos precisamente dela cloaca policial, debe leer Crnicas. Si alguien quierecomprender para coger impulso, debe leer Crnicas.

    ESELRELATOALTERNOPARAACERCARNOSALASENTRAASDELCONTROLSOCIAL, AMSDE 2.000 DETENCIONESEN

    10 AOS, UNAVEINTENADEENCARCELAMIENTOSYCAMPAASDECRIMINALIZACINMEDITICA

    Los verdaderos protagonistas son

    las y los activistas que han resistido

    J O R D I M A R T F O N T

    Entrevista a David Fernndez, act ivista social, periodista

    y autor de Crnicas del 6 y otros t rapos sucios de la

    cloaca policial, publicado por Virus Editorial

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    -Crnicas del 6 es un libro de visiones fragmentarias

    de un gran relato. Podras explicarlo a los lectores de for-

    ma resumida?

    Es un relato colectivo, son 10 aos de procesos socialesde autoorganizacin, autonoma y autogestin social en

    base a la desobediencia (insumisin, ocupacin, contrain-formacin, altermundismo), del que han participado milesde personas, fundamentalmente en el rea metropolitanade Barcelona. Los retazos de esa historia son la factura re-presiva y el variopinto arsenal utilizado por el Poder paraevitar que esos espacios sociales de disidencia crecieran:policas, medios de comunicacin y, en ltima y primerainstancia, decisiones polticas. A partir de ah, es el relatoalterno para acercarnos a las entraas del control social,a ms de 2.000 detenciones en 10 aos, una veintena deencarcelamientos y campaas de criminalizacin mediti-ca. Un intento por abrir con frceps el cuarto oscuro de la

    represin, para saber como funciona la maquinaria.

    -En este cuento, quines son los protagonist as princi-

    pales y quines hacen slo de comparsa?

    En el cuento, puede parecer que los protagonistasprincipales son los miembros del Grupo VI de la BrigadaProvincial de Informacin, integrada por 60 agentes yespecializada en la disidencia poltica y social, que dispu-so de todos las herramientas represivas que el poder leotorg. Sus actuaciones son el hilo conductor del libro,aunque para m los verdaderos protagonistas son las ylos activistas que han resistido, desde la solidaridad y elapoyo mutuo, a esa enloquecida carrera represiva que hahecho aicos derechos civiles y libertades fundamenta-les. De comparsa, seguro, determinados periodistas quehan demostrado tener ms porra que pluma, una clasepoltica cundo menos altamente nociva y una concien-cia social escasa de lo que sucede en las bambalinas de lacloaca del Estado, en un mundo donde Guantnamo era lametfora andante.

    -Valdecasas fue el emblema de una poca con ot ros

    responsables mayores o realmente fue ella la ideloga de

    la represin organizada contra los movimientos sociales

    en Catalunya?

    Valdecasas no es nadams que el smbolo de unapoca de aplicacin drs-tica del aznarismo en lascalles y de amplios retro-cesos. Pero es slo un sm-bolo, la cara visible: msall de su verbigracia re-presiva, los tutanos de larepresin y la criminaliza-cin estn instalados en elEstado. No son el caprichode una sola persona. Es unacorriente de fondo, quenace hace tres dcadas, yque combina a su albur lastres doctrinas penales ms

    regresivas: la toleranciacero, la seguridad nacional(el enemigo est en casa)

    y el derecho penal de ene-migo de inspiracin sch-mitiana. Adems, la derivarepresiva no es ni muchomenos patrimonio del PP;el PSOE tiene una densa,acumulada y dilatadsimatrayectoria. Lo que cambiaes el modo de gestin de larepresin. El PP lo hizo conruido meditico y propa-ganda. El PSOE desde el si-lencio, mucho ms efectiva

    y perverso.

    -Pero tu libro permite, adems, conocer los entresijos

    de esos movimientos sociales. Cmo ves el panorama aho-

    ra mismo?

    Complejo, que no complicado. En lo positivo, decenas depersonas y multitud de colectivos que, a pesar de los golpes

    recibidos, siguen negndose a bajar la cabeza y entrar en elcircuito de la obediencia debida: la buena confitura esten el bote pequeo, que decimos en cataln. En lo antirre-presivo, tambin positivamente, ha cuajado una amplia coa-licin social, aun no descodificada, que ha aunado esfuerzosante los desmanes policiales, legales y penitenciarios. Esared es nuestra joya y ana movimientos sociales de base,mbitos profesionales acadmicos y jurdicos, entidades so-ciales, movimiento vecinal y cristianos de base. No es poco:32 organizaciones recurriendo la patriot-act urbana de lasOrdenanzas del Civismo en Barcelona, 48 entidades dandolarga vida a la Coordinadora para la Prevencin de la Tortu-

    LOS VERDADEROS PROTAGONISTAS SON LAS Y

    LO S ACTIVISTAS QUE HAN RESISTIDO, DESDE

    LA SOLIDARIDAD Y EL APOYO MUTUO, A ES A

    ENLOQUECIDACARRERAREPRESIVAQUEHAHECHO

    AICOSDERECHOSCIVILESYLIBERTADES

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    ra y mucho ms. En lo negativo, constatable y sin drama-tizar, que la estrategia represiva tambin ha funcionado:sin los grados de tensin, provocacin y aislamiento que seconcretaron contra los movimientos sociales, los espaciosde compromiso y disidencia seran hoy ms grandes. Peroese amplio remanente que ha quedado, ha incorporado a

    una nueva generacin de activistas a la lucha social. Per-sonas que han llegado al punto de no retorno brechtiano:saben que la lucha es cada da y que la coherencia se ganao se pierde cotidianamente en cada gesto. Como escuela delibertad, no est nada mal.

    -Y pasado el perodo del PP en el poder, cmo se ha pro-

    ducido la t ransicin del poder policial de la Policia Nacio-

    nal a los Mossos dEsquadra?

    Hemos pasado de un modelo reactivo, cerrado e inten-sivo en coercin, propio de la Polica Nacional, a un modelopreventivo, intensivo en informacin y de proximidad, que

    caracteriza a los Mossos. El modelo, genticamente, no hacambiado, pero se ha perfeccionado. La calle se ha milita-rizado mucho ms. Dejando a parte las tensiones surgidasentre cuerpos durante el despliegue, el modelo de controlsocial respecto a los movimientos sociales se ha profun-dizado, tecnologizado y ampliado. En apenas tres aos, he-

    mos visto con los Mossos cosas nunca vistas secuestro demanifestaciones, armas ilegales como el kubotan, manualespara disfrazarse de periodistas en movilizaciones y la Divi-si dInformaci se nutre de la misma obsesin atvica queequipara disidencia con terrorismo.

    -Qu caractersticas t iene el cuerpo de los Mossos que

    hagan que se le relacione con tant a cantidad de agresio-

    nes y violencias varias?

    Desde la Coordinadora para la Prevencin de la Tor-tura y el tejido social siempre hemos insistido en que elmayor nmero de denuncias y su mayor difusin es di-

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    rectamente proporcional al grado de conciencia social,de compromiso civil y de existencia de redes comunes.Que haya ms denuncias no refiere ms brutalidad queen otros casos: constata ms movilizacin social. El de-mrito, por supuesto, es para unos Mossos que creenen una impunidad deificada. Pero el nico mrito es altrabajo colectivo, annimo y silencioso para visualizar

    esa realidad. Puede haber otros factores coyunturales,que han sido mediticamente explotados: tratarse deuna nueva polica, que sera la nuestra catalana desdeuna lectura nacionalista o bien la guerra al triparti-to utilizando la polica como ariete. Tambin factoresreales: el final del despliegue se hizo tan rpido e im-provisado que en las ltimas promociones de Mossosha entrado de todo. Pero an as, ha sido la denunciasocial y el trabajo de entidades y decenas de personashartas del abuso policial impune las que, tras dcadasde trabajo, han solidificado esa conciencia social con-tra los abusos. Y eso da un nivel de autodefensa colec-

    tiva nada despreciable.

    -E ICV? Cul crees que es su papel en esta obra? Real-

    mente Saura es el jefe de la polica en Catalunya?

    Ufff. Lo de ICV roza el sainete esquizofrnico. Por su-puesto que Saura reina pero no gobierna en los Mossos.La estructura jerrquica de mandos viene definida ha-ce tiempo y quien define el modelo de seguridad pbli-ca cataln es Joan Delort, peso pesado con CiU, con el

    PSC y con ICV-EUiA. Los gobiernos cambian y la policapermanece, que dira Costa-Gravas. Con todo, fue Sau-ra quin tom personalmente la decisin de comandarInterior, tras las ltimas elecciones y tras demandar ICVuna nueva consejera motivada por su ascenso electoralque garantizaba la reedicin del tripartito. El espejismoes que an se crean que pueden modular a la polica,tan sensiblemente estratgica y tan razn de estado,en estos tiempos de gobernabilidad autoritaria via cul-tura del miedo y obsesin securitaria. Al fin y al cabo,la ltima crisis respecto a las brutales cargas contra elmovimiento estudiantil se ha cerrado con la impunidaddecretada por el propio Saura (ninguna investigacin,ninguna depuracin) y con el refuerzo de los que man-dan: todo el Poder para Delort. Esa es la paradoja de lademocracia autoritaria de mercado: que son los ecoso-

    cialistas los que formalmente comandan la represin.Ellos sabrn porqu.

    -Crnicas del 6, a parte de todo lo que hemos explica-

    do, es un libro bello porque relata tambin la esperanza.

    Qu decir a los que leyndolo piensen que no hay nada

    que hacer?

    Pues que en el fondo, casi sin darnos cuenta, hemoshecho mucho. Y que queda muchsimo ms por hacer.Y que la coherencia y la desobediencia y la solidaridaddan sus frutos. Aunque cueste, no hay que perder la pa-

    ciencia. La ltima crnica de Crnicas del 6 se escribihace slo un mes. El inspector Martin Pujal, alias Jordi,mximo responsable del Grupo 6, ya est en la crcel.Paradjicamente, por asociacin ilcita, su acusacinpreferida contra los movimientos sociales. El mximoresponsable de la represin contra la disidencia fue de-tenido con cocana, 45 pasaportes y joyas robadas en sutaquilla personal en una trama de sobornos, corrupcinpolicial y proxenetismo donde estaba vinculado con unalto dirigente del PP cataln. Bueno. El tiempo da yquita razones. Aunque 13 aos despus, eso si. Sntoma

    que la lucha es larga. Y al mismo tiempo, constatacinde la fertilidad del compromiso, de la gran alternativaque es la memoria y de que ningn gesto es intil nun-ca. Cualquier gesto suma, y acaba agregndose y multi-plicando la esperanza, en el tajo por la transformacinsocial y la emancipacin colectiva. Y la revolucin til esesa: la cotidiana. Creo que eso es lo que hemos aprendi-do modestamente esta generacin nacida en la demo-cracia de la amnesia, que ha encontrado en la memoria yla coherencia su mejor arma. Muy a pesar del Grupo VI ylos que les mandan.

    LADENUNCIASOCIALYELTRABAJODEENTIDADES

    Y DECENAS DE PERSONAS HARTAS DEL ABUSO

    POLICIAL IMPUNE, TRASDCADASDETRABAJO,

    HANSOLIDIFICADOESACONCIENCIASOCIALCONTRA

    LOSABUSOS. Y ESODAUNNIVELDEAUTODEFENSA

    COLECTIVANADADESPRECIABLE

    LADERIVAREPRESIVANOESNIMUCHOMENOS

    PATRIMONIODEL PP; EL PSOE TIENEUNADENSA,

    ACUMULADAYDILATADSIMATRAYECTORIA. LOQUE

    CAMBIAESELMODODEGESTINDELAREPRESIN

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    Se me pide, ms o menos, que escriba algunas re-flexiones sobre cmo los movimientos sociales afron-tan los procesos represivos. Y la proposicin me pareceinteresante y pertinente en los tiempos que corren. So-bre todo porque, bajo mi punto de vista, hay una res-puesta rpida: los nuevos movimientos sociales afron-tan la represin tarde, mal y expost, es decir, una vez yahan sido represaliados.

    Obviamente, entiendo que no sera de recibo lanzaresa sentencia as, sin ms. Pero sinceramente, son ya de-masiados aos sabiendo de acciones irreflexivas y pocoponderadas que se convierten en un boomerang desmovi-lizador y de compartir escuchando, de los propios prota-gonistas, agridulces autocrticas. Aos constatando la fal-

    ta de preparacin, la generalizada carencia del necesarioconocimiento sobre las leyes represivas, sus aplicaciones,sus finalidades, sus hbiles mtodos interrogantes, quedira Montalbn. Mucho tiempo confirmando en demasaque si logrramos prever ms, quizs pagaramos bastan-te menos. Aos, en sntesis, de verificar lagunas de cohe-rencia entre las afirmaciones y proclamas polticas y lassupuestas prcticas subsiguientes.

    Permtanme, a propsito de lo requerido, evocar apren-dizajes de mi pasado reciente. Hace slo veinte aos tu-ve el privilegio de vivir dos en Guatemala como miembrode las Brigadas de Paz Internacionales, una organizacinde filosofa claramente gandhiana que se caracteriza pormantener una presencia no violenta activa en zonas de

    M . G A B R I E L A S E R R A

    11LP

    Regalarnos para luchar, no para la represin

    La violencia ejercida por el poder

    siempre se ha justificado por la

    necesidad de evitar o reprimir

    otras violencias, defender la

    convivencia civil y asegurar las

    libertades de los ciudadanos,

    pero en realidad lo que se

    asegura es la continuidad de

    un sistema de injusticias

    Gilberto Paganini

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    conflicto, a partir de la instalacin de equipos de gentesvoluntarias. Aunque en absoluto me satisface el ejemplo,podramos decir que su membresa actuaba como escudoshumanos con personas amenazadas de muerte y/o pre-sencia en locales de organizaciones represaliadas, por de-fender los derechos humanos de nueva generacin. Ademsofreca talleres de tcnicas de resolucin de conflictos porla va no violenta como negociacin, mediacin, fortaleci-miento asociativo, metodologa de anlisis de la realidad y,coherentemente, herramientas para prevenir y afrontar lasconsecuencias de la represin poltica. Es una psima snte-sis, pero el tema que nos ocupa justifica el breve apunte.

    Bien, fue en esa Guatemala en guerra interna desde ha-

    cia ms de veinte aos, con una poltica contrainsurgenteprofunda, cruel y lamentablemente eficiente, eso s, en unmarco de democracia bananera donde por primera vez

    en mi vida o, de boca de un lder indgena al que acom-paaba, la afirmacin exponerse s, pero sin regalarse.Inmediatamente retroced en el tiempo y me ubiqu en laltima fase de la dictadura, en la que opt por vivir mili-tantemente y en la que, como tanta otra, gente fui objetode la sutileza represiva del franquismo.

    Record (volv a pasar por el corazn, como dira Eduar-do Galeano) esas sesiones de discusin, de anlisis de co-

    yuntura, de prever cmo y por dnde podran derivarselos acontecimientos polticos y represivos a partir denuestras acciones clandestinas rpidas, concretas y pre-cisas, pero tambin como consecuencia de las que reali-zaban abierta y constantemente nuestras gentes militan-

    tes en los movimientos los viejos movimientos obrero,vecinal, estudiantil, antifranquista ms tarde vendranotros pero ya en la transicin: feminista, ecologista,

    12

    LP

    SILOGRRAMOSPREVERMS, QUIZSPAGARAMOSBASTANTEMENOS

    AUTODEFENSANOARMADADEFUERZA, SINODOTADADERAZN, DEANLISIS, DECONOCIMIENTO

    DELASLEGALIDADESYLASESTRATEGIASQUELARIGEN

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    antimilitarista... Tampoco queramos regalarnos. Peroquizs tanto en aquella Espaa -una, grande y libre-, comoen la repblica bananera de Guatemala de mediados de losochenta, el Estado represivo era contundente y evidente:dictaduras lisa y llanamente. Quienes optbamos por la

    disidencia, resistencia e incidencia no podamos obviar elpeligro y el coste de nuestra opcin.

    Se pag mucho, demasiado, vista la escuchimizada de-mocracia votativa que nos determina hoy a nuevas oposi-ciones. Y sabamos, tambin, que la finalidad de la represinpoltica no se cebaba nicamente con las individualidadessubversivas sino que, substancialmente, pretenda erra-dicar sobre todo a amplias colectividades (partidos, gruposobreros, vecinales, disidencias y resistencias varias). Y noconclua ah su objetivo, sino que, nuestro entorno familiar,personal y amical, era tambin un foco al que orientar y di-

    rigir flagelos varios. Y cunto dolor y cunta impotencia ylo peor, cunta culpabilidad nos provocaba. No, obviamenteno podamos regalarnos.

    Y, entonces, qu hay detrs de ese generoso trmi-no regalarnos?. Pues simplemente esa imprescindiblebsqueda de coherencia entre aquello que denuncia-mos y con lo que disentimos, su poder, su estructurarepresiva y nuestro accionar y nuestra capacidad deautodefensa. Autodefensa no armada de fuerza, sinodotada de razn, de anlisis, de conocimiento de laslegalidades y estrategias que rigen y en las que las que

    se amparan y actan - con cada vez mayor impunidad-las fuerzas represivas defensoras del orden estableci-do. No olvidar nunca las palabras del colega Brecht: alos que atacan en las calles se les ven las manos, perolos que atacan de verdad las ocultan.

    Y sigo, armarnos de conexin sensata entre el riesgoa asumir y la finalidad a conseguir; armarnos de sen-satez y no de ertica de la accin contundente por smisma sin mayor proyeccin colectiva; armarnos delsuficiente sentido comn para no mezclar ni alegar le-gtima ira o rabia puntual con injustificables acciones

    de imprevisibles, o lo que es peor, desconocidas con-secuencias; armarnos de confianzas que nos permitansocializar los miedos y las inseguridades para colecti-vamente abordar mecanismos de control y superacinde ambos, y si a pesar de todo erramos o, mejor dicho,

    ellos aciertan, armarnos con tcnicas que nos haganms soportables las detenciones, los malos tratos, losprocesos vividos como castigos; armarnos de compli-cidades estructuradas en grupos de apoyo que nos ha-gan saber que no estamos ni solos ni aisladas en lasmazmorras, que alguien en libertad sabe de nuestrasituacin y piensa y acta aportndonos esperanza,dndonos confianza y por tanto algo de serenidad . Esotambin se aprende en los rigores del directo: apoyomutuo y solidaridad como nica alternativa.

    S, no hay que regalarse, entonces, habr que prepa-

    rarse. Diseminar qu, quin, cundo, cmo y dnde. Y so-cializarlo. Un ltimo comentario: si sabemos y denuncia-mos que la represin es sistmica, es estructural, que elneoliberalismo, pese a su crisis actual, seguir mantenien-do toda su estructura aumentada desde los atentadosdel 11 S- por qu seguimos sin una constancia paralelaen relacin a la defensa de nuestra resistencia? por quseguimos atomizndonos en respuestas concretas y pun-tuales?...es tanto el esfuerzo que nos reclama cada una delas campaas de apoyo, denuncias y resistencias antire-presivas que debiramos ser capaces de una vez por todas

    de entender que la represin sigue siendo una, grande eimpune, y que, ante ella, a quienes luchamos por un mun-do globalmente justo y equitativo no nos queda otra quedotarnos de mayores dosis de constancia, estabilidad yconocimientos de nuestras estructuras antirepresivas.La improvisacin puede ser necesaria cuando la represinnos sorprende, tambin la atomizacin transitoria cuan-do no hemos trabajado la confluencia y la sinergia. peronunca hay que hacer de la necesidad virtud. La represinno es espontnea, no se improvisa, es un autntico siste-ma articulado. Entonces, porqu no afrontar de una vezpor todas el reto de no regalarnos?.

    13

    LP

    ARMARNOSDECONEXINSENSATAENTREELRIESGOAASUMIRYLAFINALIDADACONSEGUIR, ARMARNOSDESENSATEZ

    YNODEERTICADELAACCINCONTUNDENTEPORSMISMA, ARMARNOSDELSUFICIENTESENTIDOCOMNPARANO

    MEZCLARNIALEGARLEGTIMAIRAORABIAPUNTUAL, ARMARNOSDECONFIANZASQUENOSPERMITANSOCIALIZARLOS

    MIEDOSYLASINSEGURIDADES

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    LPDOSSIER Decrecimiento

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    LPDOSSIER

    dossier

    DOCE PREGUNTAS SOBRE EL DECRECIMIENTO

    ECOSOCIALISMO Y DECRECIMIENTO

    LA PRCTICA DEL DECRECIMIENTO

    HACIA UN SINDICALISMO ECOSOCIAL (Y LIBERTARIO)

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    LPDOSSIER

    C A R L O S T A I B O

    Doce preguntas sobre el decrecimiento

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    1. En el moment o presente, es inequvocamente saludable

    el crecimiento econmico?

    La visin dominante en las sociedades opulentas sugie-re que el crecimiento econmico es la panacea que re-suelve todos los males. A su amparo -se nos dice- la cohe-sin social se asienta, los servicios pblicos se mantienen,

    y el desempleo y la desigualdad no ganan terreno.

    Sobran las razones para recelar, sin embargo, de to-do lo anterior. El crecimiento econmico no genera -ono genera necesariamente- cohesin social, provoca

    agresiones medioambientales en muchos casos irrever-sibles, propicia el agotamiento de recursos escasos queno estarn a disposicin de las generaciones venideras

    y, en fin, permite el asentamiento de un modo de vidaesclavo que invita a pensar que seremos ms felicescuantas ms horas trabajemos, ms dinero ganemos y,sobre todo, ms bienes acertemos a consumir. Frente aesto se impone la certeza de que, dejado atrs un nivelelemental de consumo, el acrecentamiento irracional deeste ltimo es antes un indicador de infelicidad que unamuestra de lo contrario. Es razonable adelantar, por lo

    dems, que la crisis general por la que atravesamos estllamada a permitir que la conciencia en lo que respectaa estos sinsentidos se asiente en una parte significadade la ciudadana.

    2. Cules son los pilares en los que se asientan los sinsen-

    tidos del crecimiento?

    Son tres los pilares en los que se sustenta tanta irra-cionalidad. El primero es la publicidad, que nos obliga acomprar lo que no necesitamos y, llegado el caso, exige

    que adquirimos, incluso, lo que nos repugna. El segundoes el crdito, que histricamente ha permitido allegar eldinero que permita preservar el consumo aun en ausen-cia de recursos. El tercero es la caducidad de los bienesproducidos, claramente programados para que en un pe-rodo de tiempo breve dejen de funcionar, de tal suerteque nos veamos en la obligacin de comprar otros nue-vos. Por detrs de todo ello despunta, en palabras de Z.Bauman, la certeza de que una sociedad de consumo slopuede ser una sociedad de exceso y prodigalidad y, porende, de redundancia y despilfarro.

    LPDOSSIER

    DEJADOATRSUNNIVELELEMENTALDECONSUMO, ELACRECENTAMIENTOIRRACIONALDEESTELTIMOES

    ANTESUNINDICADORDEINFELICIDADQUEUNAMUESTRADELOCONTRARIO

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    3. Debemos fiarnos de los indicadores econmicos que hoy

    empleamos?

    Los indicadores econmicos que nos vemos obligados autilizar -as, el producto interior bruto (PIB) y afines- hanpermitido afianzar, en palabras de J.K. Galbraith, una delas formas de mentira social ms extendidas. Pensemosque si un pas retribuye al 10% de sus habitantes por des-truir bienes, hacer socavones en las carreteras, daar losvehculos..., y a otro 10% por reparar esas carreteras yvehculos, tendr el mismo PIB que un pas en el que el20% de los empleos se consagre a mejorar la esperanza

    de vida, la salud, la educacin y el ocio.Y es que la mayora de esos indicadores contabiliza

    como crecimiento y cabe suponer tambin que comobienestar todo lo que es produccin y gasto, incluidaslas agresiones medioambientales, los accidentes de trfi-co, la fabricacin de cigarrillos, los frmacos y las drogas,o el gasto militar. Esos mismos indicadores apenas nadanos dicen, en cambio, del trabajo domstico, en virtud deun cdigo a menudo impregnado de machismo, de la pre-servacin objetiva del medio ambiente -un bosque con-vertido en papel acrecienta el PIB, en tanto ese mismo

    bosque indemne, decisivo para garantizar la vida, no com-

    puta como riqueza-, de la calidad de los sistemas educa-tivo y sanitario -y en general de las actividades que gene-ran bienestar aunque no impliquen produccin y gasto-, odel incremento del tiempo libre.

    De resultas puede afirmarse que la ciencia econmica

    dominante slo presta atencin a las mercancas -lo quese tiene o no se tiene-, y no a los bienes que hacen quealguien sea algo (F. Flahault), en un escenario en el quelas ideas rectoras de la modernidad son ms, mayor, msdeprisa, ms lejos (M. Linz).

    4. No son muchas las razones para contest ar el progreso,

    ms aparente que real, que han protagonizado nuestras

    sociedades durante decenios?

    Son muchas, s. Hay que preguntarse, por ejemplo, si noes cierto que en la mayora de las sociedades occidentales

    se viva mejor en el decenio de 1960 que ahora: el nmerode desempleados era sensiblemente menor, la criminalidadmucho ms baja, las hospitalizaciones por enfermedadesmentales se hallaban a aos luz de las actuales, los suici-dios eran infrecuentes y el consumo de drogas escaso. EnEE.UU., donde la renta per cpita se ha triplicado desde elfinal de la segunda guerra mundial, desde 1960 se reduce,sin embargo, el porcentaje de ciudadanos que declaran sen-tirse satisfechos. En 2005 un 49% de los norteamericanosestimaba que la felicidad se hallaba en retroceso, frente aun 26% que consideraba lo contrario.

    Son muchos los expertos que concluyen, en suma, que elcrecimiento en la esperanza de vida al nacer registrado enlos ltimos decenios bien puede estar tocando a su fin en unescenario lastrado por la extensin de la obesidad, el estrs,la aparicin de nuevas enfermedades y la contaminacin.

    5. Por qu hay que decrecer?

    En los pases ricos hay que reducir la produccin y elconsumo porque vivimos por encima de nuestras posibi-lidades, porque es urgente cortar emisiones que daan

    peligrosamente el medio y porque empiezan a faltar ma-terias primas vitales. El nico programa que necesita-

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    LPDOSSIER

    ENLAMAYORADELASSOCIEDADESOCCIDENTALESSEVIVAMEJORENELDECENIODE 1960 QUEAHORA:

    EL NMERO DE DESEMPLEADOS ERA SENSIBLEMENTE MENOR, LA CRIMINALIDAD MUCHO MS BAJA, LAS

    HOSPITALIZACIONESPORENFERMEDADESMENTALESSEHALLABANAAOSLUZDELASACTUALES, LOSSUICIDIOS

    ERANINFRECUENTESYELCONSUMODEDROGASESCASO

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    mos se resume en una palabra: menos. Menos trabajo,menos energa, menos materias primas (B. Grillo).

    Por detrs de esos imperativos despunta un proble-ma central: el de los lmites medioambientales y de re-cursos del planeta. Si es evidente que, en caso de que un

    individuo extraiga de su capital, y no de sus ingresos, lamayora de los recursos que emplea, ello conducir a laquiebra, parece sorprendente que no se emplee el mismorazonamiento a la hora de sopesar lo que las sociedadesoccidentales estn haciendo con los recursos naturales.Aunque nos movemos -si as se quiere- en un barco que seencamina directamente hacia un acantilado, lo nico quehemos hecho en los ltimos aos ha sido reducir un pocola velocidad sin modificar, en cambio, el rumbo.

    Para calibrar la hondura del problema, el mejor indi-cador es la huella ecolgica, que mide la superficie del

    planeta, terrestre como martima, que precisamos paramantener las actividades econmicas. Si en 2004 esa hue-lla lo era de 1,25 planetas Tierra, segn muchos pronsti-cos alcanzar dos Tierras -si ello es imaginable- en 2050.La huella ecolgica igual la biocapacidad del planeta entorno a 1980, y se ha triplicado entre 1960 y 2003. En pa-ralelo, no est de ms que recordemos que en 2000 seestimaban en 41 los aos de reservas de petrleo, 70 losde gas y 55 los de uranio.

    6. Cul es la actitud que ante lo anterior exhiben nuestros

    dirigentes polticos?

    Los dirigentes polticos, marcados por un irrefrenablecortoplacismo electoral, prefieren dar la espalda a todosestos problemas. De resultas, y en palabras de C. Castoria-dis, quienes preconizan un cambio radical de la estruc-tura poltica y social pasan por ser incorregibles utopis-tas, mientras que los que no son capaces de razonar a dosaos vista son, naturalmente, realistas. Todo pensamien-to radical y contestatario es tildado inmediatamente deextremista y violento, adems de patolgico.

    La idea, supersticiosa, de que nuestros gobernantestienen soluciones de recambio se completa con la que su-giere que la ciencia resolver de manera mgica, antes odespus, todos estos problemas. No parecera lgico, sinembargo, construir un rascacielos sin escaleras ni ascen-sores sobre la base de la esperanza de que un da triunfa-remos sobre la ley de la gravedad (M. Bonaiuti). Ms ra-zonable resultara actuar como lo hara unpater familiasdiligens, que se dice a s mismo: ya que los problemas sonenormes, e incluso en el caso de que las probabilidadessean escasas, procedo con la mayor prudencia, y no co-mo si nada sucediese (C. Castoriadis). No es sta una ca-

    rencia que afecte en exclusiva a los polticos. Alcanza delleno, antes bien, a los ciudadanos, circunstancia que dacrdito a la afirmacin realizada por un antiguo ministrodel Medio Ambiente francs: La crisis ecolgica suscitauna comprensin difusa, cognitivamente poco influyente,polticamente marginal, electoralmente insignificante.

    7. Basta, sin ms, con reducir determinadas act ividades

    econmicas?

    A buen seguro que no es suficiente con acometer re-ducciones en los niveles de produccin y de consumo. Espreciso reorganizar en paralelo nuestras sociedades sobrela base de otros valores que reclamen el triunfo de la vidasocial, del altruismo y de la redistribucin de los recursosfrente a la propiedad y al consumo ilimitado. Los verbosque hoy rigen nuestra vida cotidiana son tener-hacer-ser:si tengo esto o aquello, entonces haresto y serfeliz. Hayque reivindicar, en paralelo, el ocio frente al trabajo obse-sivo. O, lo que es casi lo mismo, frente al ms deprisa, mslejos, ms a menudo y menos caro hay que contraponer

    el ms despacio, menos lejos, menos a menudo y ms ca-ro (Y. Cochet). Debe apostarse, tambin, por el reparto deltrabajo, una vieja prctica sindical que, por desgracia, fuecayendo en el olvido con el paso del tiempo.

    Otras exigencias ineludibles nos hablan de la necesidadde reducir las dimensiones de muchas de las infraestruc-turas productivas, de las organizaciones administrativas

    y de los sistemas de transporte. Lo local, por aadidura,debe adquirir una rotunda primaca frente a lo global enun escenario marcado, en suma, por la sobriedad y la sim-plicidad voluntaria. Entre las razones que dan cuenta de

    la opcin por esta ltima estn la psima situacin econ-mica, la ausencia de tiempo para llevar una vida saludable,la necesidad de mantener una relacin equilibrada con elmedio, la certeza de que el consumo no deja espacio para

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    LPDOSSIER

    ELNICOPROGRAMAQUENECESITAMOSSERESUME

    ENUNAPALABRA: MENOS. MENOSTRABAJO, MENOS

    ENERGA

    ,MENOS

    MATERIAS

    PRIMAS

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    un desarrollo personal diferente o, en fin, la concienciade las diferencias alarmantes que existen entre quienesconsumen en exceso y quienes carecen de lo esencial.

    S. Latouche ha resumido el sentido de fondo de esos

    valores de la mano de ocho re: reevaluar(revisar los va-lores), reconceptualizar, reestructurar(adaptar produccio-nes y relaciones sociales al cambio de valores), relocalizar,redistribuir(repartir la riqueza y el acceso al patrimonionatural), reducir(rebajar el impacto de la produccin y elconsumo), reutilizar(en vez de desprenderse de un sinfnde dispositivos) y reciclar.

    8. Esos valores, son realment e ajenos a la organizacin de

    las sociedades humanas?

    Los valores que acabamos de resear no faltan, en mo-do alguno, en la organizacin de las sociedades humanas.As lo demuestran, al menos, cuatro ejemplos importan-tes. Si el primero nos recuerda que las prcticas corres-pondientes tienen una honda presencia en muchas de lastradiciones del movimiento obrero -y en particular, bienes cierto, en las vinculadas con el mundo libertario-, la se-gunda subraya que en una institucin central en muchassociedades, la familia, impera antes la lgica del don y dela reciprocidad que la de la mercanca.

    Pero lo social est a menudo presente, tambin, en lo

    que despectivamente hemos dado en llamareconoma infor-mal. En muchos casos el objetivo de la produccin informalno es la acumulacin ilimitada, la produccin por la produc-cin. El ahorro, cuando existe, no se destina a la inversinpara facilitar una reproduccin ampliada, recuerda S. La-touche. Y est presente en la experiencia histrica de mu-chas sociedades que no estiman que su felicidad deba vin-cularse con la acumulacin de bienes, y que adaptaron sumodo de vida a un entorno natural duradero. No se olvide alrespecto a los campesinos que, en la Europa mediterrnea,plantaban olivos e higueras cuyos frutos nunca llegaran aver, pensando, con claridad, en las generaciones venideras.

    Tampoco debe olvidarse que muchas sociedades que tende-mos a describir comoprimitivasy atrasadas pueden darnosmuchas lecciones en lo que atae a la forma de llevar a laprctica los valores de los que hemos hecho mencin.

    9. Qu supondra el decrecimiento en las sociedadesopulentas?

    Hablando en plata, lo primero que las sociedades opu-lentas deben tomar en consideracin es la convenienciade cerrar -o al menos de reducir sensiblemente la acti-vidad correspondiente- muchos de los complejos fabrileshoy existentes. Estamos pensando, cmo no, en la indus-tria militar, en la automovilstica, en la de la aviacin o enbuena parte de la de la construccin.

    Los millones de trabajadores que, de resultas, perderansus empleos deberan encontrar acomodo a travs de dosgrandes cauces. Si el primero lo aportara el desarrollo in-gente de actividades en los mbitos relacionados con la sa-tisfaccin de las necesidades sociales y medioambientales,el segundo llegara de la mano del reparto del trabajo en lossectores econmicos tradicionales que sobreviviran. Im-porta subrayar que en este caso la reduccin de la jornadalaboral bien podra llevar aparejada, por qu no, reduccio-nes salariales, siempre y cuando stas, claro, no lo fueranen provecho de los beneficios empresariales. Al fin y al ca-bo, la ganancia de nivel de vida que se derivara de trabajarmenos, y de disfrutar de mejores servicios sociales y de un

    entorno ms limpio y menos agresivo, se sumara a la deri-vada de la asuncin plena de la conveniencia de consumir,tambin, menos, con la consiguiente reduccin de necesi-dades en lo que a ingresos se refiere. No es preciso agregar-parece- que las reducciones salariales que nos ocupan noafectaran, naturalmente, a quienes menos tienen.

    10. Es el decrecimiento un proyecto que augura, sin ms,

    la infelicidad a los seres humanos?

    Parece evidente que el decrecimiento no implica en modoalguno, para la mayora de los habitantes, un entorno de

    deterioro de sus condiciones de vida. Antes bien, debe aca-rrear mejoras sustanciales como las vinculadas con la re-distribucin de los recursos; la creacin de nuevos sectoresque atiendan las necesidades insatisfechas; la preservacindel medio ambiente, el bienestar de las generaciones futu-ras, la salud de los ciudadanos y las condiciones del trabajoasalariado, o el crecimiento relacional en sociedades en lasque el tiempo de trabajo se reducir sensiblemente.

    Al margen de lo anterior, conviene subrayar que en elmundo rico se hacen valer elementos -as, la presencia deinfraestructuras en muchos mbitos, la satisfaccin denecesidades elementales o el propio decrecimiento de la

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    LPDOSSIER

    AUNQUENOSMOVEMOSENUNBARCOQUESE

    ENCAMINADIRECTAMENTEHACIAUNACANTILADO,

    LONICOQUEHEMOSHECHOENLOSLTIMOSAOSHASIDOREDUCIRUNPOCOLAVELOCIDADSIN

    MODIFICAR, ENCAMBIO, ELRUMBO

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    poblacin- que facilitaran el trnsito a una sociedad dis-tinta. Hay que partir de la certeza de que, si no decrece-mos voluntaria y racionalmente, tendremos que hacerloobligados de resultas del hundimiento, antes o despus,del capitalismo global que padecemos.

    11. Qu argumentos se han formulado para cuestionar la

    idoneidad del decrecimiento?

    Los argumentos vertidos contra el decrecimiento pa-recen poco relevantes. Se ha sealado, por ejemplo, ycontra toda razn, que la propuesta se emite desde elNorte para que sean los pases del Sur los que decrezcanmaterialmente. Tambin se ha sugerido que el decreci-miento es antidemocrtico, en franco olvido de que losregmenes que se ha dado en describir como totalita-rios nunca han buscado, por razones obvias, reducir sus

    capacidades militar-industriales. Ms bien parece que,muy al contrario, el decrecimiento, de la mano de la au-tosuficiencia y de la simplicidad voluntaria, bebe de unafilosofa no violenta y antiautoritaria. La propuesta quenos interesa no remite, por otra parte, a una posturareligiosa que reclama una renuncia a los placeres de lavida: reivindica, antes bien, una clara recuperacin destos en un escenario marcado, eso s, por el rechazo delos oropeles del consumo irracional.

    El proyecto de decrecimiento nada tiene, en suma, deecologismo tontorrn y asocial: se asienta en el firme de-

    signio de combinar el ecologismo fuerte con las luchassociales de siempre. En esta ltima dimensin tiene pornecesidad que contestar la lgica del capitalismo con eldoble propsito de salvar el planeta y salvar la especiehumana. No hay decrecimiento plausible, en otras pala-bras, si no se contestan en paralelo el orden capitalista ysu dimensin de explotacin, injusticia y desigualdad. Esatarea no parece difcil: La ecologa es subversiva porquepone en cuestin el imaginario capitalista que domina elplaneta. Rechaza el motivo central, segn el cual nuestrodestino estriba en acrecentar sin cesar la produccin y

    el consumo. Muestra el impacto catastrfico de la lgicacapitalista sobre el medio natural y sobre la vida de losseres humanos (C. Castoriadis).

    12. Tambin deben decrecer los pases pobres?

    Aunque, con certeza, el debate sobre el decrecimientotiene un sentido distinto en los pases pobres -est fuera delugar reclamar reducciones en la produccin y el consumoen una sociedad que cuenta con una renta per cpita trein-ta veces inferior a la nuestra-, parece claro que aqullos nodeben repetir lo hecho por los pases del Norte. No se olvide,

    en paralelo, que una apuesta planetaria por el decrecimien-to, que acarreara por necesidad un ambicioso programa deredistribucin, no tendra, por lo dems, efectos notables entrminos de consumo convencional en el Sur.

    Para esos pases se impone, en la percepcin de S.Latouche, un listado diferente de re: rompercon la de-pendencia econmica y cultural con respecto al Norte,reanudarel hilo de una historia interrumpida por la co-lonizacin, el desarrollo y la globalizacin, reencontrarlaidentidad propia, reapropiarsta, recuperarlas tcnicas ysaberes tradicionales, conseguir el reembolso de la deudaecolgica y restituirel honor perdido.

    LOS DIRIGENTES POLTICOS, MARCADOS POR UN

    IRREFRENABLECORTOPLACISMOELECTORAL, PREFIEREN

    DAR LAESPALDAATODOSESTOSPROBLEMAS. LA

    CRISISECOLGICASUSCITAUNACOMPRENSINDIFUSA,

    COGNITIVAMENTEPOCOINFLUYENTE, POLTICAMENTE

    MARGINAL, ELECTORALMENTEINSIGNIFICANTE

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    Ecosocialismo y Decrecimiento

    J A I M E P A S T O R

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    El subttulo de uno de los trabajos de Serge Latouche-La apuesta por el decrecimiento- contiene una preguntamuy acertada y de gran calado Cmo salir del imagi-nario dominante?- a la que el autor mismo respondecon el nuevo paradigma del decrecimiento. Hay quereconocer que el mrito de los defensores de esta fr-mula entre quienes Latouche es uno de los ms rele-vantes- est en haber suscitado un debate que pone enprimer plano la necesidad de responder a esa pregunta

    y, con ella, de cuestionar abierta y radicalmente unsentido comn que se ha ido conformando histrica-mente desde el capitalismo occidental hegemnico y hallegado a colonizar las conciencias de la gran mayora dela poblacin mundial: el de que hay que aspirar a un cre-cimiento constante no slo de la produccin sino tam-bin del consumo y sin lmite alguno; algo que, adems,pese al cambio climtico que ha suscitado y a que nos

    encontremos en medio de lo que ya se define como laGran Recesin, se est convirtiendo en una obsesindel gran capital. El problema est en si la respuesta quenos ofrece esta corriente a la religin del crecimientobasado en el PIB y a la crisis actual es la adecuada.

    Qu decrecimiento?

    Pero antes de opinar sobre esta propuesta convieneprecisar a qu definicin de la misma nos vamos a refe-

    rir. Paco Fernndez Buey la ha resumido en la necesidad

    de una economa sana, basada en una disminucinen el momento y la situacin actuales del consumo demateria y energa, o sea, principalmente, de lo que sellama Producto Interior Bruto. Esa disminucin deberaconducir, siguiendo el autor a Bonaiuti, a desplazar losacentos hacia los bienes relacionales (atenciones, cui-dados, conocimientos, participacin, nuevos espacios delibertad y de espiritualidad, etc.) y hacia una economasolidaria (2007/8: 61). Por su parte, Serge Latouche laconsidera un proyecto poltico, que consiste en la cons-truccin, tanto en el Norte como en el Sur, de sociedadesconvivenciales autnomas y ahorrativas (2008: 140).

    Ms recientemente y recogiendo las tesis de los pro-motores de esa frmula, Carlos Taibo la ha definido comoreducir la produccin y el consumo porque vivimos porencima de nuestras posibilidades, porque es urgentecortar emisiones que daan peligrosamente el medio yporque empiezan a faltar materias primas vitales (2008:71). Y la ha resumido en 6 pilares: sobriedad y simplicidad;defensa del ocio frente al trabajo obsesivo y, con ella, delreparto del trabajo; el triunfo de la vida social frente a lalgica de la propiedad y del consumo ilimitado; la reduc-cin de las dimensiones de muchas de las infraestructu-ras productivas, de las organizaciones administrativas

    y de los sistemas de transporte; la rotunda primacade lo local sobre lo global; y, en fin, polticas activas deredistribucin de los recursos en provecho de los desfa-vorecidos y en franca contestacin del orden capitalista

    imperante (2008: 74-78).

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    Desde un punto de vista ecosocialista radical y frentea la amenaza del cambio climtico y la crisis energtica,no puedo ms que estar de acuerdo con la constatacinde la necesidad de generar un nuevo sentido comnfrente al dominante del crecimiento econmico, ascomo sobre la urgencia de un nuevo rumbo que recojala prctica totalidad de lo sintetizado por Taibo. Puedehaber no obstante diferencias ms o menos relevantesque no puedo desarrollar en este artculo: por ejem-plo, respecto a la solidez cientfica de la aplicacin delsegundo principio de la termodinmica, como proponeNicolas Georgescu-Roegen, a la biosfera; o sobre cmoevitar que las propuestas de sobriedad y simplicidad enel comportamiento individual dejen en segundo planola denuncia de la responsabilidad del capitalismo y laexigencia, por tanto, de cambiar de sistema; o, en fin,respecto a las sugerencias procedentes de algunos delos animadores de ese movimiento para que aumentenlos precios o impuestos indirectos relacionados conel consumo de determinados productos e incluso de

    reduccin indiscriminada de salarios- en unas sociedadesdesiguales como las nuestras. En resumen, sobre cmoarticular ms concretamente el antiproductivismo conel anticapitalismo. Porque, no lo olvidemos, ambos debenir asociados si no queremos que el primero quede des-virtuado por el capitalismo verde o que el segundo selimite a predicar la continuacin del mismo modelo decrecimiento econmico, como ocurri en el mal llamadosocialismo real.

    Pero, dejando ahora estas cuestiones aparte, misdivergencias estaran, ms bien, con la idoneidad del tr-

    mino decrecimiento para tratar de salir del imaginariodominante por dos razones fundamentales: la primeratiene que ver con su difcil adecuacin pedaggica a lahora de dirigirse a los pueblos empobrecidos del Sur(entendido ste no en trminos geogrficos sino globa-les, como sostiene el zapatismo), mientras que la segun-da afecta a su carga negativa y generalizada.

    La primera es reconocida por el propio Latouchecuando se ve obligado a matizar que las 8 R queplantea como tareas (reevaluar, reconceptualizar, rees-tructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar,

    reciclar) slo son aplicables al Norte, mientras que enel Sur (entendidos ambos, en su caso, en trminos geo-grficos) reconoce que el decrecimiento de la huellaecolgica (e incluso del PIB) no es ni necesario ni desea-ble, pero no por eso hemos de concluir que es necesarioconstruir una sociedad de crecimiento (2008: 224).Una precisin similar se encuentra en Joaquim Sem-pere cuando reconoce que seguramente el bienestarde sectores muy numerosos de la humanidad requierecrecimiento de algunas dimensiones de la economaen beneficio de los ms desfavorecidos: produccinde alimentos, de viviendas dignas, de electricidad, deinfraestructuras hidrolgicas, etc. Pero esto no es enteora incompatible con el decrecimiento econmico a

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    CUESTIONARABIERTAYRADICALMENTEEL SENTIDOCOMN DE QUEHAYQUEASPIRARAUNCRECIMIENTO

    CONSTANTENOSLODELAPRODUCCINSINOTAMBINDELCONSUMOYSINLMITEALGUNO

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    escala mundial, que supondr un sacrificio compensato-rio del consumo de los privilegiados y una sustitucin defuentes de energa y de procesos tcnicos que redujerala huella ecolgica de la humanidad (2008: 36). En unsentido parecido se pronuncia tambin Taibo.

    Cabe responder entonces que si cada vez que se pro-pone esa alternativa, es imprescindible hacer precisionespara evitar que se entienda como algo que ha de aplicar-

    se mecnicamente en el Sur, nos encontramos con unaobjecin nada secundaria. Por ese motivo coincido conAlbert Recio cuando sostiene: Cualquier avance haciauna sostenibilidad mundial requiere un profundo reequi-librio que traera como consecuencia el crecimiento de

    algunas zonas del planeta y el decrecimiento de otras.Insistir unilateralmente en el decrecimiento pareceintil porque en la prctica es decirles a los habitantesde los pases pobres que se conformen con su miseria(2008: 28). Se puede aducir que esta ltima parte de sucrtica ridiculiza la propuesta pero, en todo caso, existeese riesgo de interpretacin.

    En cuanto a la segunda objecin, tambin el propio

    Latouche reconoce que ese trmino no es el ms apro-piado y acepta que con todo rigor, convendra mshablar de acrecimiento o, empleando una expresin eningls, decreasing growth (crecimiento decreciente)(2008: 23). De esta forma se reconoce que tampoco en elNorte se puede emplear esa frmula de manera general

    ya que deberan decrecer determinados sectores de laeconoma mientras que, por el contrario, otros tendranque conocer un crecimiento significativo: aqullosprecisamente destinados a satisfacer las necesidades ycapacidades bsicas de los seres humanos y de la biosferaplanetaria, incluyendo entre ellos los destinados a socia-lizar los trabajos de cuidados. Con mayor razn cuando,como he adelantado ms arriba, no podemos ignorarque el Sur tambin existe dentro del Norte: las enormesdesigualdades de riqueza son ya transversales, especial-mente en el marco del proceso de urbanizacin mundial

    y de la configuracin de lo que Mike Davis ha definidocomo planeta de ciudades-miseria, en donde hay unacreciente demanda de bienes y servicios bsicos paramiles de millones de personas condenadas por el sistemaa ser residuales o excedentes y que ahora no cesande aumentar con la crisis.

    Se me dir que problemas semejantes surgen conotros trminos cuyo significado es tambin confuso(socialismo, comunismo...) y a los que sin embargo nocabe renunciar sino que tenemos que seguir esforzn-donos por darles un contenido emancipatorio. Pero eneste caso el problema est en el mismo trmino en s

    y no en su tergiversacin histrica. Entramos ademsahora en otra razn para expresar reticencias al mismo:la que tiene que ver con la crisis sistmica en la que nosencontramos y en la que ya se apunta una fase de estan-camiento o incluso de decrecimiento capitalista y, muy

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    SOBRIEDADYSIMPLICIDAD, OCIOFRENTEALTRABAJOOBSESIVO, VIDASOCIALFRENTEALALGICADELAPROPIEDAD

    YDELCONSUMOILIMITADO, LAREDUCCINDELASDIMENSIONESYDELOSSISTEMASDETRANSPORTE, LAROTUNDA

    PRIMACA

    DE

    LO

    LOCAL

    SOBRE

    LO

    GLOBAL

    Y

    ,EN

    FIN

    ,POLTICAS

    ACTIVAS

    DE

    REDISTRIBUCIN

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    probablemente catico. Justamente en una coyunturacomo la actual la utilidad pedaggica del trmino se vems cuestionada porque muchos y muchas personasafectadas por la crisis social asocian el mismo con ese

    estancamiento y, sobre todo, con sus mayores secuelasde paro, precarizacin y agravacin de la crisis de los cui-dados. Con lo cual habra que aadirle calificativos comosostenible y selectivo, por ejemplo.

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    En qu sectores y mbitos decrecer?

    Esto no impide reconocer que, como sostiene desdeun marxismo ecolgico Daniel Tanuro en dilogo con losdecrecentistas, en los pases capitalistas avanzados la

    medida prioritaria para proteger el clima no es desarro-llar nuevas tecnologas verdes sino disminuir radicalmen-te el consumo de energa, y esta disminucin implica undecrecimiento de los intercambios de materias entre lahumanidad y la naturaleza (2009: 235). Por consiguien-te, la reduccin del consumo energtico y, por tanto,de la produccin es algo sobre lo que debera haber unconsenso generalizado.

    Partiendo de esa coincidencia fundamental, se trata-ra de ir concretando en qu aspectos se podra propo-ner un decrecimiento en Europa. Ese es el esfuerzo que

    estn empezando a hacer algunas redes con vocacin detransversalidad como el movimiento Europe-dcrois-sance (www.objecteursdecroissance.org) cuando, en unapropuesta programtica reciente ante las eleccioneseuropeas de junio de este ao, postula el decrecimien-to de las desigualdades, del transporte de mercancasa travs del planeta, del gigantismo (por una sociedad,una economa y unas ciudades de escala humana), dela velocidad, de la tirana de las finanzas, de la gestinirresponsable de la tcnica y la ciencia, del control delpoder econmico sobre los medios de comunicacin o dela publicidad. Quizs por esa va ser ms fcil el dilogo

    y la convergencia en la accin entre partidarios, contra-rios y reticentes al empleo de esa frmula de manerageneralizada, al menos entre quienes nos encontramosen el mismo lado de la barricada en tantas luchas.

    Por eso mismo, para que esa nueva conversacinpueda dar sus frutos sera deseable tambin aceptar queno hay palabras mgicas capaces de sintetizar todo loque nos gustara expresar en ellas para as concentrarlos esfuerzos en buscar acuerdos sobre contenidos ymedidas concretas que sirvan para ofrecer alternativasal crecimiento, a una situacin de emergencia eco-

    social global como la actual y, en fin, a un capitalismoglobal injusto y que ha demostrado ya suficientementeque no funciona.

    Adems, habr que conocer mejor otras frmulasdiferentes que han ido surgiendo tambin desde elmovimiento ecologista, el movimiento feminista olos pueblos indgenas en los ltimos tiempos. Desdeel primero se ha venido defendiendo la necesidad deuna Cultura de la Sostenibilidad o de la Suficiencia conun contenido ms integrador; desde el feminismo sepropugna la bsqueda de una nueva relacin entre el

    cuidado de la vida y el de la naturaleza (Bosch, Carras-co y Grau: 2005) ms complejo y completo que todavano ha penetrado con todas sus consecuencias en estedebate sobre el decrecimiento; desde los ltimos seha reivindicado el ideal del Buen Vivir entre los sereshumanos y la Tierra y as ha sido recogido por movi-mientos como el zapatismo e incluso la Asamblea deMovimientos Sociales que se reuni en el Foro SocialMundial de Belm en enero de 2009. La hibridacinentre estas distintas miradas y conceptos que surgendesde los movimientos sociales reales es sin duda unatarea que tenemos todava por delante y que no debe-ramos cerrar precipitadamente creando confusaspolarizaciones.

    Referencias

    Bosch, Anna, Carrasco, Cristina y Grau, Elena (2005).Verde que te quiero violeta. Encuentros y desencuen-tros entre feminismo y ecologismo, en E. Tello,La Histo-ria cuenta, Barcelona, El viejo topo

    Fernndez Buey, Paco (2008). Es el decrecimientouna utopa realizable?, en Papeles de relaciones ecosocia-les y cambio global, 100, pp. 53-61.

    Latouche, Serge (2008).La apuesta por el decrecimien-to. Barcelona: Icaria

    Recio, Albert (2008). Apuntes sobre la economa y la pol-tica del decrecimiento, enEcologa Poltica, 35, pp. 25-34

    Sempere, Joaquim (2008). Decrecimiento y autocon-tencin, enEcologa Poltica, 35, pp. 35-44

    Taibo, Carlos (2009). En defensa del decrecimiento.Sobre capitalismo, crisis y barbarie. Madrid: Los libros dela catarata

    Tanuro, Daniel (2009). Capitalismo, decrecimiento yecosocialismo, en Viento Sur, 100, pp. 231-238.

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    EVITARQUE LAS PROPUESTASDE SOBRIEDAD Y

    SIMPLICIDADENELCOMPORTAMIENTOINDIVIDUAL

    DEJENENSEGUNDOPLANOLADENUNCIADELA

    RESPONSABILIDADDELCAPITALISMOYLAEXIGENCIA,

    PORTANTO, DECAMBIARDESISTEMA

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    DOSSIERLP 2

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    La prctica del decrecimiento

    L U I S G O N Z L E Z R E Y E S

    MIEMBRO DE ECOLOGISTAS EN ACCIN

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    El decrecimiento, ante todo, es un camino, no unameta. El objetivo no es decrecer continuamente nuestroconsumo de energa y materia, sino hacerlo hasta unosritmos que se acoplen a los ciclos naturales (lleven lavelocidad de la naturaleza de gestin de residuos y pro-duccin de recursos) y permitan que todas las personascubramos nuestras necesidades bsicas. Por lo tanto, alhablar de cmo llevar a la prctica el decrecimiento, lotenemos que hacer con la mirada puesta en el objetivofinal: la sostenibilidad.

    Pero, qu es la sostenibilidad? Ante tanto ejerciciode retrica y tanta confusin reinante con el trmino,es imprescindible aclarar la propuesta de definicin desostenibilidad.

    Para la consecucin de la sostenibilidad resulta claveentender que el aumento de la calidad de vida no est

    directamente ligado al continuo incremento del consumode recursos naturales. Se trata fundamentalmente deconseguir un mayor bienestar con menor degradacinambiental y uso de recursos naturales. O, como dice ellema de Ecologistas en Accin: menos para vivir mejor.Por lo tanto, la sostenibilidad no es slo una cuestin deecoeficiencia, sino fundamentalmente de suficiencia,de cunto es suficiente, que nos lleve al respeto de loslmites ambientales.

    La disociacin entre el aumento de calidad de vida ydegradacin ambiental pasa por un cambio radical enlos modelos de produccin y consumo. Un cambio radi-cal que abandone la premisa de incremento constantede la acumulacin individual en la que se basa nuestrosistema econmico.

    Lo que s est ntimamente ligado a la calidad de vidaes la satisfaccin de las necesidades humanas. ManfredMax-Neef1 afirma que en todas las sociedades y pocaslas necesidades humanas son muy parecidas y que pue-den agruparse en 9 grupos fundamentales: subsisten-cia, proteccin, afecto, entendimiento, identidad, liber-tad, ocio, participacin y creacin. Los satisfactoresson las formas de cubrir las necesidades y varan entrelas distintas sociedades y pocas. Ante la necesidad demantener la temperatura corporal, la calefaccin esuno de los satisfactores posibles. Una manta y ropa deabrigo seran otro.

    De este modo, una lnea bsica de trabajo en el caminohacia la sostenibilidad parte de preguntarnos culesson nuestras necesidades reales, tanto materiales comoinmateriales?, necesitamos agua caliente para fregarlos platos?, necesitamos cinco pantalones de pana eninvierno?, necesitamos un coche? Nuestras necesidadesmateriales pueden verse satisfechas con mucho menos

    consumo de recursos. Las inmateriales, simplemente, nose cubren desde lo material. Cuntas horas semanales

    dedicamos a ver la televisin?, y a salir al campo?, y ajugar con nuestr@s hij@s o sobrin@s?, y a conocer anuestr@s vecin@s?

    Atendiendo a esto, una sociedad sostenible ser aque-lla que cubra las necesidades (reales, no ficticias) de todala poblacin presente y futura mediante una relacinarmnica con el entorno. En este sentido, el conceptode sostenibilidad tiene tres patas. La econmica, parasatisfacer las necesidades; es la menor de todas. Lasocial, para que esa satisfaccin sea universal; controla ala pata social y la pone a su servicio. Y la ambiental, para

    que nuestros actos no se realicen a costa de un planetadel que dependemos, y teniendo en cuenta que no somosla nica especie que tenemos derecho a vivir en l.

    O, dicho de otra forma, el empobrecimiento de laspoblaciones y la degradacin ambiental son dos carasde una misma insostenibilidad. La sostenibilidad suponeuna mejora en la calidad de vida de las generacionesactuales y futuras.

    Desde esta perspectiva, los problemas ambientalesson, en realidad, socioecolgicos: la sociedad no con-seguir solucionar grandes cuestiones como el cambio

    climtico, la prdida de biodiversidad, o la contaminacin

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    ELDECRECIMIENTOESUNCAMINO, NOUNAMETA

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    qumica limitndose a buscar soluciones que mejoren elentorno, sino que slo podr hacerlo a travs de polticasque tengan en cuenta a la vez las implicaciones sociales,econmicas y ecolgicas de nuestros actos.

    Biommesis

    A la hora de elegir los satisfactores ms adecuadospara cubrir las necesidades de manera sostenible, unconcepto fundamental es la biommesis2 (imitar a laNaturaleza), ya que la Naturaleza ha sabido encontrar,a lo largo de la evolucin, las mejores soluciones a lasnecesidades de los seres vivos y de los ecosistemas.Pero no slo eso, sino que tambin ha sido capaz deevolucionar hacia estadios cada vez ms complejos y

    ricos. Adems, la biommesis implica que el entorno noes parte de la economa, sino al revs: la economa es unsubsistema del ambiente.

    Partiendo de la propuesta de Jorge Riechmann, la bio-mmesis supone cerrar los ciclos de materia, consumir enfuncin de los ciclos naturales, minimizar el transporte,obtener la energa del sol, potenciar una alta interco-nexin biolgica y humana, no producir compuestostxicos para el entorno (xenobiticos), acoplar nuestravelocidad a la de los sistemas naturales, actuar desde locolectivo y acogernos al principio de precaucin. Unos

    principios que sustituiran necesariamente al de maximi-zacin del beneficio individual imperante.

    Cerrar los ciclos de la mat eria

    En la naturaleza la basura no existe, todo es ali-mento, de manera que los residuos de unos seres sonel sustento de otros y los ciclos estn cerrados. Losmodos de produccin humanos, en contraposicin a loanterior, son lineales y, partiendo del petrleo, llegamosa un montn de plsticos tirados en un vertedero. Porlo tanto se hace necesario un encaje armnico de los

    sistemas humanos en los naturales, cerrando los ciclos

    mediante el reciclaje.Esto se traduce en adecuar las sociedades y sus acti-

    vidades a la capacidad del planeta para asimilar los con-taminantes y residuos de forma sostenida en el tiempo,es decir, evitar los txicos y materiales que la naturalezano puede degradar/asimilar y frenar la produccin deresiduos hasta alcanzar un ritmo menor al ritmo naturalde asimilacin/degradacin.

    En ese aspecto, la naturaleza no se preocupa excesiva-mente por su eficiencia3: no le importa desperdigar milesde semillas para que nazca un rbol, ni poner cientos de

    huevos para que slo sobrevivan unas decenas de peces.Sin embargo, s tiene mucho cuidado en que toda suproduccin se integre en ciclos en los que la basura seconvierta en comida.

    Obviamente reciclaje es la palabra clave de este prin-cipio, no slo del vidrio y dems, sobre todo de la materiaorgnica (que es nuestra principal produccin de basura

    y la ms valiosa). Por qu no poner un compostero en lacocina? No huele, aunque no te lo creas.

    Para bajar esto a lo concreto a nivel industrial estara-mos hablando de pensar la produccin en red. La interco-

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    ELAUMENTODELACALIDADDEVIDANOEST

    DIRECTAMENTELIGADOALCONTINUOINCREMENTO

    DELCONSUMODERECURSOSNATURALES. SETRATADECONSEGUIRUNMAYORBIENESTARCONMENOR

    DEGRADACINAMBIENTALYUSODERECURSOSNATURALES

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    nexin de distintas fbricas ya se est dando, por ejemplo

    en Namibia, Tanzania, China o Fiji en algunas fbricasde cervezas el residuo fibroso de la cebada se usa comoalimento de setas y championes. El desperdicio de laproduccin de las setas se usa como pienso de alta calidadpara el ganado vacuno. Pero es ms, el residuo proticode la cebada se usa para criar lombrices, con las que sealimentan gallinas. Los excremenos de los animales se usanpara producir biogs (metano). Finalmente, los lodos de lametanizacin de los excrementos animales se usan comofermeto de plantas en cultivos hidropnicos que incorpo-ran peces tambin. Todo ello generando cuatro veces msempleo que una fbrica de cervezas aislada, con sienteveces ms eficiencia y centrando la economa en lo local.

    Eliminar la liberacin de xenobiticos

    Es necesario que los compuestos txicos no se viertanal entorno. Para ello, la actuacin podra discurrir poruna doble va: la reduccin o eliminacin de la gran mayo-ra, y la integracin del resto en ciclos cerrados estancosque no se mezclasen con el resto de la naturaleza.

    En nuestra vida cotidiana esto implica replantear-nos nuestro concepto de limpieza y los materiales que

    usamos. La limpieza la queremos (adems de por razo-nes estticas) por la bsqueda de higiene y esta tienemucho ms que ver con ecosistemas diversos y equili-brados que con la imposibilidad de eliminar todos losgrmenes. As la apuesta por limpiadores ecolgicos ycaseros es bsica: agua+alcohol+jabn como limpiadoruniversal, cera de abeja para los suelos de madera, vina-gre contra grasa, limn como antioxidante y limpiador,alcohol para desinfectar...

    En la actualidad en la UE, de las ms de 100.000 sus-tancias que se comercializan, no llegan a 20 las que tie-nen un expediente de seguridad completo, es decir, de lasque sabemos qu implicaciones tienen en nuestra salud

    y el entorno. Evitar los contaminantes pasa por consumirproductos de origen natural frente a los sintticos.

    Disminuir drst icamente el consumo en los pases

    sobredesarrollados

    Este criterio, bsico en la propuesta del decrecimien-to, est ntimamente relacionado con los conceptosde lmite y justicia; con entender que vivimos en unplaneta de recursos limitados cuyos mrgenes hemosrebasado hace dcadas y, por lo tanto, nuestra activi-dad tiene que acogerse a ese marco. Es decir, debemosautolimitarnos con un modelo de vida ms austero. Slouna disminucin drstica del consumo en los pases

    sobredesarrollados permitir el moderado, pero nece-sario, aumento en los empobrecidos.

    La disminucin del consumo tambin implica obteneren primer lugar las materias primas y la energa del reci-claje de los bienes en desuso y, en segundo trmino, defuentes renovables. Es decir: reducir, reutilizar y reciclarpor este orden.

    Las aplicaciones en la vida cotidiana son mltiples yvariables, pero todas pasan por la austeridad. Pero nouna austeridad triste, sino una feliz y creativa. Necesita-mos menos para vivir mejor.

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    UNASOCIEDADSOSTENIBLESERAQUELLA

    QUECUBRALASNECESIDADES (REALES, NO

    FICTICIAS) DETODALAPOBLACINPRESENTEYFUTURAMEDIANTEUNARELACINARMNICA

    CONELENTORNO

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    Cent rar la produccin y el consumo en lo local

    Es necesaria una minimizacin del transporte, puestoque en la naturaleza su mayor parte es vertical4 (inter-cambio de materia entre el reino vegetal y la atmsfera

    y el suelo). El transporte horizontal slo lo realizan losanimales, que suponen muy poca biomasa respecto a losvegetales (el 99% de la biomasa) y que adems slo sedesplazan a cortas distancias. El transporte horizontala largas distancias, como es el caso de las migracionesanimales, es una rareza en la naturaleza.

    Lo que llamamos contaminacin consiste, generalmen-te, en una enfermedad del transporte de los ecosistemas.En unos casos transportamos minerales desde las entra-as de la tierra, los procesamos, y acabamos dispersandolos productos y los residuos por el medio, envenenndolo.En otros, extraemos productos o sustancias que estndispersas en la naturaleza, las transportamos hasta algnsitio, y provocamos acumulaciones que la naturaleza nopuede soportar. Adems, invariablemente, para hacertodo eso acumulamos cemento, acero y asfalto en gran-des infraestructuras que fraccionan los ecosistemas,

    tras envenenarlos, y nunca ms pueden funcionar delmodo en que estaban organizados para hacerlo5.

    El crecimiento tambin est ntimamente relacio-nado con el transporte. El proceso de globalizacincapitalista ha maximizado esta faceta. Por eso hablarde decrecimiento es, en gran parte, hablar de reduccindel transporte.

    Esta idea supone una tendencia paulatina hacia laautosuficiencia desde lo local. Este principio, minimizael transporte de recursos y bienes, facilita la gestin del

    sistema econmico, los recursos y los residuos, y favore-ce las actividades econmicas adaptadas a las caracters-ticas del entorno.

    Esto significara un funcionamiento confederal de losdistintos territorios con un alto grado de autonoma,pero con una importante interconexin entre ellos. Algoas, siguiendo el smil natural, como distintos ecosiste-mas interconectados entre s.

    La propuesta en movilidad es apostar por caminar e iren bici y, en su defecto, por el transporte pblico. Aunqueparezca mentira en numerosas ciudades, gracias a la pre-

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    sin popular (y la psima calidad del aire) se est ponien-do coto al coche: reduccin de coches por eliminacinaparcamientos y fomento transporte pblico (Mnich,Copenhague), restriccin del acceso de coches al centro(Atenas, Roma), prohibicin de centros comerciales en lasafueras (Noruega, Finlandia), peajes para acceder a lasciudades (Londres, Estocolmo, msterdam), barrios sincoches (Berln, Friburgo, Edimburgo).

    Es necesaria la reconversin de la industria del auto-mvil en industria del transporte pblico, de la bicicletao la recolocacin de l@s trabajadores/as en un mediorural vivo. Cosas parecidas ya se han llevado a cabo, porejemplo en Santana Motor.

    Los grupos de consumo agroecolgico autogestinadosson un ejemplo muy exitoso de cmo aplicar este criterio.No slo permiten la obtencin de alimentos de primera

    calidad a precios de supermercado, sino que suponen lacreacin de un tejido social donde los valores dominantesson los del apoyo mutuo.

    Basar la obtencin de energa en el sol

    El sistema energtico debe estar centrado en el usode la energa solar en sus distintas manifestaciones(sol, viento, minihidrulica, biomasa...). En general, setrata de obtener la energa de fuentes renovables, esdecir, de aquellas que explotemos a un ritmo que per-mita su regeneracin.

    El modelo del futuro no deberan ser los grandes par-ques solares y elicos controlados por multinacionales(aunque ahora puedan resultar necesarios como elemen-tos de transicin en un escenario de cambio climticoacuciante). El modelo es la produccin descentralizadade energa de manera autogestionada. La construccinbioclimtica (que se adapta a las caractersticas deentorno y usa energa limpia) no slo consigue reducirdrsticamente el consumo energtico y hacerlo 100%renovable, sino que puede incluso generar ms energade la necesaria. S, la construccin bioclimtica es ms

    cara, pero recupera la inversin con creces. La clave esten buscar medios de financiacin colectivos para poderhacer frente a las inversiones, como podra ser COOP-57.

    Potenciar una alta diversidad e interconexin

    biolgica y humana

    La vida ha evolucionado, desde el principio, haciagrados de mayor diversidad y complejidad, lo que noslo ha permitido alcanzar mayores niveles de con-

    ciencia, sino tambin adaptarse a los retos y desafosque se ha venido encontrando. La mayor estrategiapara aumentar la seguridad y la supervivencia de lavida ha sido hacerla ms diversa, cambiante y moldea-ble. Justo lo contrario de aquello para lo que trabajala Unin Europea, con sus directivas contra la inmigra-cin o la tendencia del mercado a homogeneizar losgustos de la poblacin.

    La alta diversidad y la interconexin naturales tienenun correlato en el plano social, que es la vida conjuntade muchas personas diversas y con muchas redes de

    intercambio y comunicacin entre ellas como salva-guarda de la variedad cultural.

    Adems hay que sealar que la evolucin de la vidaes hacia la mxima complejidad, no hacia el mximocrecimiento. Los bosques o las personas pasamos unaprimera etapa de nuestra vida en la que ponemos ener-ga en crecer, pero luego esa energa la desviamos haciael aumento de la complejidad. Nuestra sociedad estanclada continuamente en esa etapa primitiva de cre-cimiento de la que es incapaz de salir. Quin proponevolver a las cavernas realmente? Desde esa perspectiva

    tambin cobra especial importancia el decrecimiento.Por ltimo, una caracterstica fundamental de la

    complejidad es que permite que se produzca autoorga-nizacin de forma espontnea.

    La diversidad tiene mucho con ver con la agroecolo-ga, con el cambio de paradigma en nuestra forma decultivar la tierra, ya que la agroecologa tiene como unode sus principios bsicos potenciar la diversidad. Y, con-tra lo que la mitologa empresarial afirma, la produccinagroecolgica es capaz de satisfacer las necesidadesalimentarias de la humanidad con creces (y con garan-

    ta de futuro, cosa que la agroindustrial no es capaz),como lo avalan numerosos estudios. Todo ello es bsicopara alcanzar una soberana alimentaria.

    ENLANATURALEZALABASURANOEXISTE, TODOESALIMENTO, DEMANERAQUELOSRESIDUOSDEUNOSSERESSON

    ELSUSTENTODEOTROSYLOSCICLOSESTNCERRADOS

  • 8/3/2019 Libre Pensamiento, n 61, primavera 2009

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    LPDOSSIER

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    Acoplar nuest ra velocidad a la de los ecosistemas

    Muchos de los problemas ambientales que se estnproduciendo tienen m