libertad de expresión y autocensura un periodismo cada vez

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18 AFKAR/IDEAS, OTOÑO DE 2010 L a región de Oriente Medio y Norte de África (MENA) tiene los niveles de libertad de expresión más bajos, y siguen disminuyendo año tras año a medida que los gobiernos buscan nuevas formas de restringir la palabra y castigar la crítica. La intrusión del Estado se extiende al arte y el cine, los libros y los medios de comunicación digitales. Los gobiernos de la región emplean medios legales, políti- cos, económicos y tecnológicos para restringir la libertad de expresión dentro de sus fronteras y, en ocasiones, incluso más allá. La violencia y los ataques contra periodistas en Irak, Irán, Egipto, Argelia, Túnez, Líbano, entre otros, contribuyen a crear una atmósfera de autocensura que erosiona aún más la ya precaria situación de libertad de expresión. Aunque la mayoría de los Estados garantizan este derecho en sus cons- tituciones, las excepciones relativas a la “protección” de las sensibilidades nacionales, culturales o religiosas rebaja ese noble lenguaje. Además, los códigos penales criminalizan la difamación, el libelo, el insulto, la blasfemia y otros discur- sos que limitan la expresión y alimentan la autocensura. Los periodistas independientes y de la oposición son los que más sufren ataques y se ven sometidos a procesos legales. Inclu- so si un tribunal termina revocando las sentencias de cárcel, a menudo mantiene unas elevadas multas que paralizan eco- nómicamente los medios. El golfo Arábigo sigue siendo la zona más represiva, y Arabia Saudí se sitúa a la cola de los principales índices de libertad de prensa, como los de Freedom House y Re- porteros Sin Fronteras. Qatar, sede de Al Yazira, una de las cadenas más libres y profesionales de la región, res- tringe no obstante la capacidad del canal para informar sobre el Estado qatarí de un modo más crítico. La dimi- sión del fundador de Reporteros sin Fronteras, Robert Ménard, como jefe del Centro de Doha para la Libertad de los Medios de Comunicación, junto con tres ejecuti- vos de alto rango, por problemas con la libertad editorial y los recursos, ha reforzado la idea de que Qatar sólo va- lora el debate serio cuando se dirige hacia fuera de sus fronteras. De modo similar, Emiratos Árabes Unidos (EAU), en concreto Dubai y Abu Dhabi, han competido por atraer los medios de difusión, las instalaciones de producción y los programas universitarios hacia sus “zo- nas libres para los medios de comunicación”. Éstas, sin embargo, son zonas libres de las cargas económicas que suponen algunos impuestos y protecciones a los emple- ados, más que zonas de libertad de expresión. En Egipto, el editor independiente Hisham Kassem ha sido encarcelado repetidas veces por su actitud desafian- te, mientras en EAU los medios de comunicación se abs- tenían por completo de cubrir las acusaciones de tortura de un miembro de la familia real, escenas que fueron gra- badas en vídeo y que coparon los titulares en el resto del mundo. Pero incluso en las sociedades más abiertas, co- mo Líbano y Jordania, las restricciones de la libertad de expresión, los requisitos de autorización y las leyes sobre difamación y calumnia sirven para limitar la libertad de los medios con la esperanza de influenciar, o incluso con- trolar, la opinión pública. En países más autoritarios y ce- rrados como Arabia Saudí y Siria, hay estrictas restriccio- nes de la libertad de comunicación y de expresión que permiten duros castigos, entre ellos el encarcelamiento, por transgredir las leyes o las normas de una conducta aceptable. De modo que, en Oriente Medio, los periodis- tas se convierten en una vía de transmisión del poder es- tatal y sus hegemónicos mensajes, a menos que estén dis- puestos a arriesgar su seguridad y libertad personales traspasando las “líneas rojas” del Estado. La blasfemia L as leyes contra la blasfemia son un ámbito en el que Oriente Medio es especialmente duro y res- trictivo. Arabia Saudí, Irán, Egipto, Argelia y casi to- dos los demás países de la región imponen penas cri- minales por las expresiones blasfemas. Las leyes suelen ser vagas y a menudo las usan gobiernos y extremistas para castigar a sus detractores o a musulmanes cuyas opiniones no coinciden con la versión oficial del islam, para restringir los derechos de las minorías religiosas o las sectas musulmanas no mayoritarias, y tienen un efec- to paralizante sobre la libertad de expresión. En Arabia Saudí, por ejemplo, está permitido aplicar la pena de muerte a los culpables de blasfemia. GRAN ANGULAR Libertad de expresión y autocensura Un periodismo cada vez más profesional y el acceso de los ciudadanos a los medios de comunicación contrarrestan las técnicas de censura. Courtney C. Radsch Courtney C. Radsch es periodista y responsable de la campaña por la Libertad de Expresión de Freedom House. 8Radch2.qxp:bernabefr.qxd 6/10/10 12:17 Página 18

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Page 1: Libertad de expresión y autocensura Un periodismo cada vez

18AFKAR/IDEAS, OTOÑO DE 2010

La región de Oriente Medio y Norte de África (MENA)tiene los niveles de libertad de expresión más bajos, ysiguen disminuyendo año tras año a medida que los

gobiernos buscan nuevas formas de restringir la palabra ycastigar la crítica. La intrusión del Estado se extiende al artey el cine, los libros y los medios de comunicación digitales.Los gobiernos de la región emplean medios legales, políti-cos, económicos y tecnológicos para restringir la libertad deexpresión dentro de sus fronteras y, en ocasiones, inclusomás allá. La violencia y los ataques contra periodistas en Irak,Irán, Egipto, Argelia, Túnez, Líbano, entre otros, contribuyena crear una atmósfera de autocensura que erosiona aún másla ya precaria situación de libertad de expresión. Aunque lamayoría de los Estados garantizan este derecho en sus cons-tituciones, las excepciones relativas a la “protección” de lassensibilidades nacionales, culturales o religiosas rebaja esenoble lenguaje. Además, los códigos penales criminalizan ladifamación, el libelo, el insulto, la blasfemia y otros discur-sos que limitan la expresión y alimentan la autocensura. Losperiodistas independientes y de la oposición son los que mássufren ataques y se ven sometidos a procesos legales. Inclu-so si un tribunal termina revocando las sentencias de cárcel,a menudo mantiene unas elevadas multas que paralizan eco-nómicamente los medios.

El golfo Arábigo sigue siendo la zona más represiva, yArabia Saudí se sitúa a la cola de los principales índicesde libertad de prensa, como los de Freedom House y Re-porteros Sin Fronteras. Qatar, sede de Al Yazira, una delas cadenas más libres y profesionales de la región, res-tringe no obstante la capacidad del canal para informarsobre el Estado qatarí de un modo más crítico. La dimi-sión del fundador de Reporteros sin Fronteras, RobertMénard, como jefe del Centro de Doha para la Libertadde los Medios de Comunicación, junto con tres ejecuti-vos de alto rango, por problemas con la libertad editorialy los recursos, ha reforzado la idea de que Qatar sólo va-lora el debate serio cuando se dirige hacia fuera de susfronteras. De modo similar, Emiratos Árabes Unidos(EAU), en concreto Dubai y Abu Dhabi, han competidopor atraer los medios de difusión, las instalaciones deproducción y los programas universitarios hacia sus “zo-

nas libres para los medios de comunicación”. Éstas, sinembargo, son zonas libres de las cargas económicas quesuponen algunos impuestos y protecciones a los emple-ados, más que zonas de libertad de expresión.

En Egipto, el editor independiente Hisham Kassem hasido encarcelado repetidas veces por su actitud desafian-te, mientras en EAU los medios de comunicación se abs-tenían por completo de cubrir las acusaciones de torturade un miembro de la familia real, escenas que fueron gra-badas en vídeo y que coparon los titulares en el resto delmundo. Pero incluso en las sociedades más abiertas, co-mo Líbano y Jordania, las restricciones de la libertad deexpresión, los requisitos de autorización y las leyes sobredifamación y calumnia sirven para limitar la libertad delos medios con la esperanza de influenciar, o incluso con-trolar, la opinión pública. En países más autoritarios y ce-rrados como Arabia Saudí y Siria, hay estrictas restriccio-nes de la libertad de comunicación y de expresión quepermiten duros castigos, entre ellos el encarcelamiento,por transgredir las leyes o las normas de una conductaaceptable. De modo que, en Oriente Medio, los periodis-tas se convierten en una vía de transmisión del poder es-tatal y sus hegemónicos mensajes, a menos que estén dis-puestos a arriesgar su seguridad y libertad personalestraspasando las “líneas rojas” del Estado.

La blasfemia

Las leyes contra la blasfemia son un ámbito en elque Oriente Medio es especialmente duro y res-trictivo. Arabia Saudí, Irán, Egipto, Argelia y casi to-

dos los demás países de la región imponen penas cri-minales por las expresiones blasfemas. Las leyes suelenser vagas y a menudo las usan gobiernos y extremistaspara castigar a sus detractores o a musulmanes cuyasopiniones no coinciden con la versión oficial del islam,para restringir los derechos de las minorías religiosas olas sectas musulmanas no mayoritarias, y tienen un efec-to paralizante sobre la libertad de expresión. En ArabiaSaudí, por ejemplo, está permitido aplicar la pena demuerte a los culpables de blasfemia.

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Libertad de expresión y autocensuraUn periodismo cada vez más profesional y el accesode los ciudadanos a los medios de comunicacióncontrarrestan las técnicas de censura. Courtney C. Radsch

Courtney C. Radsch es periodista y responsable de la campaña por laLibertad de Expresión de Freedom House.

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La crisis de las caricaturas de Mahoma en 2005 es unode los ejemplos más claros de los distintos puntos de vis-ta y protecciones de la libertad de expresión que existenen Oriente Medio y Occidente. Personas de todas las ten-dencias políticas y religiosas de Oriente Medio protesta-ron clamorosamente por la publicación de 12 caricaturasque representaban al profeta Mahoma o símbolos islá-micos en el periódico danés Jyllands-Posten, a pesar deque muchos ni siquiera las habían visto. En todo el mun-do estallaron violentas protestas cuando la publicaciónvio la luz y embajadores de casi una docena de países demayoría musulmana instaron al gobierno danés a tomarmedidas contra los infractores. Pero éste respondió queno tenía ninguna posibilidad de influir en la prensa y quelos ofendidos tendrían que emplear los canales legales pa-ra emprender acciones contra el periódico. En las sema-nas, meses e incluso años siguientes, periódicos de Occi-dente y el resto del mundo volvieron a publicar lascaricaturas en solidaridad con los dibujantes y directoresdaneses, que se vieron sometidos a continuos ataques.

En Oriente Medio, la gente respondió de diversas for-mas, desde las protestas violentas y los ataques contra lasembajadas danesas en varios países, hasta la organiza-ción de un concurso de viñetas sobre el holocausto enIrán, a modo de competencia. Muchas personas, por su-puesto, no hicieron nada, aunque al parecer todo el mun-do ha oído hablar de la controversia y cree que dicha pu-blicación fue un error. La razón que se suele dar es quepublicar esas caricaturas fue una falta de respeto. Pero enningún punto del derecho Internacional ni de las tradi-ciones canónicas occidentales se afirma que el respetosea una condición previa para la libertad de expresión.

Internet amplía la esfera pública

La regulación sobre la comunicación se centra en elconcepto de esfera pública, y desde que Aristóte-les expuso la teoría de que la esfera pública es un

entorno deliberativo para tomar decisiones colectivasbasándose en el libre intercambio de opiniones públi-cas, la esfera pública ha sido un ideal situado en el nú-cleo de la teoría política democrática. Pero también losEstados no democráticos tienen un espacio comunica-tivo público, y son el surgimiento y la arquitectura de laesfera pública los que ayudan a determinar el nivel delibertad de expresión en una sociedad determinada. Losmedios de comunicación por satélite árabes, por ejem-plo, han intentado abrir la esfera pública a los ciudada-nos del mundo árabe mediante programas en los queel público participa a través de llamadas, con más in-formación sobre la gente de a pie en vez de limitarse alos responsables políticos, a través de mensajes de tex-to y con un énfasis general en llevar las voces de los ciu-dadanos árabes a los medios de comunicación. Y, porsupuesto, Internet ha redefinido radicalmente la esferapública para los ciudadanos de Oriente Medio que dis-frutan de un acceso regular a la Red.

Con el surgimiento de las formas directas y sin filtrosde acceso y participación pública que ofrecen Internety los teléfonos inteligentes, los ciudadanos pueden par-ticipar directamente en la esfera pública y expresarse deun modo directo que había sido casi imposible desde lallegada de los medios de comunicación tecnológicos co-merciales. Gracias a canales como blogs y redes socia-les, los ciudadanos están recuperando la posibilidad deldiálogo como componente clave de una esfera públicafuncional a la vez que se comunican directamente conotros interlocutores. Sin embargo, este diálogo suele pro-ducirse a escala supranacional, fuera del alcance de nin-gún Estado concreto. Los blogueros son los más casti-gados por la represión estatal, ya que también suelen seractivistas. En Egipto, Túnez, Bahrein y Arabia Saudí, losgobiernos han puesto en su punto de mira sobre todo alos blogueros, cuyo discurso sin filtros y a menudo sub-versivo ha despertado un especial rencor entre los mo-narcas y presidentes vitalicios. Egipto, Irán, Arabia Sau-dí, Siria y Túnez aparecen sistemáticamente en la listade los mayores “enemigos de Internet” de Reporteros SinFronteras.

Algunos países, como Arabia Saudí y Túnez, filtran to-do el tráfico mediante un único nodo de censura guber-namental, mientras que en Líbano y Egipto, Internet nose censura directamente aunque el gobierno ejerce a ve-ces presión sobre los proveedores privados para bloquearde forma temporal sitios web concretos, como el de losHermanos Musulmanes.

La protección de la moral y los valores sociales, juntocon la seguridad nacional, son excusas que usan con fre-cuencia estos gobiernos para bloquear el acceso a deter-minadas web. Existe un movimiento para bloquear Face-book y las redes sociales en varios países de Oriente Medio,basándose en su supuesta indecencia. Aunque las protes-tas contra los cierres temporales, como el que se produjoen Túnez en 2009, han desatado tanta cólera ciudadanaque el propio presidente tuvo que anular la prohibicióntemporal. La plataforma para compartir fotos Flikr y losservicios de VOIP como Skype están bloqueados en granparte del golfo Arábigo, incluso en las zonas libres para losmedios de comunicación, supuestamente por la preocu-pación ante la pornografía, aunque la prohibición de VOIPpodría tener más que ver con la protección de las empre-sas de telecomunicación estatales. EAU restringe el acce-so al nombre de dominio “.il” de Israel, así como todas lasllamadas a ese código de país.

Las peticiones presentadas por EAU, Arabia Saudí, Tú-nez, Egipto, Líbano y una lista cada vez mayor de paísespara acceder a los flujos de datos codificados enviadosmediante BlackBerry se han centrado en gran medida enasuntos de seguridad nacional. Pero, aunque algunas deestas inquietudes puedan ser válidas, también son pocosinceras. El anuncio de EAU se producía justo unos díasdespués de que un grupo de jóvenes activistas tratase deorganizar mediante BlackBerry Messenger una manifes-tación pacífica contra la subida de los precios del petró-

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leo. Arabia Saudí, que detiene con frecuencia a blogue-ros, periodistas y posibles activistas, siguió sus pasos rá-pidamente. Los mensajes de texto se han convertido enuna herramienta clave para que los activistas digitales or-ganicen, coordinen y den publicidad a sus campañas.Una y otra vez hemos visto la capacidad que tienen losteléfonos inteligentes para conferir poder a los reformis-tas, desde las disputadas elecciones de Irán en 2009 has-ta la Primavera de la reforma de Egipto en 2005, pasan-do por la llamada Revolución de los Cedros de Líbano.

Las elecciones son momentos malos para la libertadde expresión en la región, como han puesto de mani-fiesto los casos de Argelia, Irán y Túnez en 2009. A la pren-sa se le tapa habitualmente la boca en el periodo queprecede a las elecciones e incluso al principio de las mis-mas, que con frecuencia están plagadas de acusacionesde fraude y corrupción. Y ahora que Egipto se preparapara las elecciones en noviembre, la campaña contra lalibertad de prensa ya se ha puesto en marcha. A los blo-gueros se les intercepta cada vez más en el aeropuerto,que parece ser uno de los nuevos escenarios preferidospor el gobierno para intimidar a los ciberdisidentes y ac-tivistas. Se ha impedido que entren o salgan, y sus orde-nadores, teléfonos y documentos han sido confiscadossiguiendo un patrón de detención ilegal y de negaciónde un proceso apropiado.

Ampliar el acceso a Internet y a los teléfonos móvi-les es un imperativo del mundo globalizado del sigloXXI, de modo que, aunque muchos gobiernos regiona-les se esfuercen por restringir lo que sus ciudadanospueden decir o hacer en la Red, admiten no obstanteque deben facilitarles la posibilidad de estar conecta-dos mediante la tecnología de comunicación y de la in-formación más importante de esta era. Y aunque algu-nos han afirmado que la globalización es el prólogo deldeclive del poder estatal, los Estados siguen dominan-do las estructuras legales y reguladoras del sistema delos medios de comunicación y desempeñan una fun-ción desproporcionadamente poderosa en el ámbito fi-nanciero, en una región donde la publicidad es muchomenos sólida que en el resto del mundo.

Publicidad, medio para controlar a la prensa

Oriente Medio gasta en publicidad una fracción delo que gasta Occidente y, dado que muchos secto-res están dominados por el Estado o controlados

por intereses comerciales que simpatizan con los regíme-nes en el poder, el Estado ejerce una influencia económi-ca importante en los medios de comunicación. Los Esta-dos de la región emplean medios económicos parainfluenciar y censurar la prensa, esgrimiendo las subven-ciones estatales y los presupuestos para publicidad del Es-tado con los que disuaden a la prensa de ser crítica. A pe-sar de todo, los gobiernos de la región también tienen queencontrar un equilibrio entre su deseo de control y su in-terés por atraer las inversiones y respaldar el sector de los

medios de comunicación nacionales. La proliferación denuevas “ciudades de los medios de comunicación” en AbuDhabi, Dubai, Egipto y Líbano, y en otros lugares dondeya están previstas, ha obligado a estos gobiernos a decidirqué leyes aplicar a cada tipo de medio de comunicación ycómo hacerlo. Por lo general, se ha otorgado una mayor li-bertad a la televisión por satélite y a los medios de comu-nicación extranjeros que trabajan en estas “ciudades de losmedios”, a la vez que se han mantenido las restriccionesimpuestas a los nacionales y locales.

En el siglo XXI, un mercado de los medios de comuni-cación más competitivo ha obligado a los gobiernos deOriente Medio a enfrentarse a la existencia de puntos devista alternativos a los de los medios terrestres de propie-dad estatal y a las representaciones transnacionales de suspolíticas. Los gobiernos árabes ya no tienen un “públicocautivo”, puesto que las antenas parabólicas y la conexióna Internet han proliferado. Nada menos que el 89% de lasfamilias árabes de Arabia Saudí tiene televisión por satéli-te. La competencia interárabe entre los canales vía satéli-te ha hecho que ahora haya competencia interárabe entrelos inversores en medios de comunicación, así como en-tre los gobiernos que quieren ampliar su influencia en laregión y atraer a públicos fuera de sus territorios. ArabiaSaudí, en particular, ha descubierto que los medios de co-municación son una herramienta útil para ejercer su lide-razgo en la comunidad de los fieles y, por este motivo, esuno de los mayores inversores en nuevas tecnologías de lacomunicación, si no el mayor.

El interés de los gobiernos autoritarios por mantenerel control sobre la opinión pública, la radio y televisióna fin de conservar el apoyo editorial a las políticas res-trictivas también entra en conflicto con los anunciantesque, aparentemente, quieren acceder al público a travésde canales que se consideren legítimos y que interesena los consumidores. Sin embargo, las restricciones quepesan sobre las transmisiones terrestres y la propiedadde los medios de comunicación se consideran un posi-ble factor limitador de los ingresos. Egipto es un ejem-plo ilustrativo de un gobierno que intenta atraer a los in-versores hacia una zona libre para los medios decomunicación proporcionándoles recursos e instala-ciones, pero que luego restringe las transmisiones te-rrestres y la privatización. El Estado no ha estado por lalabor de vender sus canales terrestres o vía satélite, loque conlleva una pérdida de ingresos y posibles benefi-cios para los inversores, motivo por el cual se han echa-do atrás. Hasta que los gobiernos superen su ambiva-lencia hacia el control, será difícil conservar lasinversiones en el sector de los medios de comunicación.Sin embargo, aquellos gobiernos que han renunciado alcontrol con el fin de atraer las inversiones probablementese beneficiarán, en detrimento de sus vecinos más co-medidos, y obtendrán una ventaja competitiva que po-dría tener un efecto dominó para la liberalización re-gional, si los gobiernos ven que les interesa competir porun entorno que sea lo más libre posible para los medios.

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A pesar de todo, el control estatal de laradio y la televisión es algo que tienen encomún todos los países MENA, que hanconstruido sus propios sistemas de tele-visión terrestre y muchos tenían estacio-nes terrestres de enlace con los satélitesa mediados de los años setenta. En Orien-te Medio, los gobiernos se han servido ha-bitualmente de los medios de comunica-ción de propiedad estatal para retratar susregímenes de un modo determinado. Da-do que los regímenes autoritarios y pa-trimoniales dependen de una mezcla decoacción y consentimiento para mante-nerse en el poder, los medios de comuni-cación, especialmente las emisoras de ra-dio y televisión, tratan de fabricar dichoconsentimiento reflejando el programade quienes tienen el poder. Así, en casi to-dos los países de la región, criticar a lasautoridades es ilegal y punible mediantemultas y penas de cárcel. Tampoco hayningún país de Oriente Medio, a excep-ción de Israel, que haya adoptado la li-bertad de información o el acceso a las le-yes sobre información.

Al Yazira, el primer canal de noticias de24 horas panárabe, que empezó a emitiren 1996, alteró indeleblemente el panora-ma de los medios de comunicación enOriente Medio, al desafiar a los gobiernosregionales (con la excepción del de su país,Qatar) y aumentar las expectativas del pú-blico. El periodismo desafiante de la ca-dena, unido a una programación y un es-tilo visual modernos y sofisticados, atrajoa una audiencia aburrida por la mediocreoferta de la televisión estatal. Los perio-distas, a su vez, tuvieron que enfrentarse a una mayorcompetencia, ya que Al Yazira y sus seguidores elevaronel listón. Han surgido cientos de proveedores de entrete-nimiento y noticias vía satélite, cadenas de radio y sitiosde Internet destinados a una audiencia que puede al-canzar los 300 millones de personas, repartidas por 22Estados en los que el avance de la telefonía móvil siguecreciendo exponencialmente, aun cuando el avance deInternet continúa inalterable. El impacto de este cambiode distribución de la libertad de expresión en la regiónMENA pone de relieve la visibilidad, credibilidad e in-mediatez, y no ha hecho más que empezar a medida quelos periodistas siguen excediendo los límites de su pro-fesión.

Un periodismo cada vez más profesional y el acce-so de los ciudadanos a los medios de comunicacióncontrarrestan las técnicas de censura que los agentesestatales y no estatales de la región emplean para res-tringir la libertad de expresión y que contribuyen a la

autocensura y al cierre de las fronteras. Los canales denoticias difunden a través de las ondas imágenes de jó-venes manifestándose, mientras que los relatos multi-media de la brutalidad oficial aparecen en Internet ca-si en el acto. Ante la presión de unos ciudadanos quepueden formarse sus propias opiniones usando la in-formación procedente de una amplia variedad de me-dios de comunicación, los gobiernos de la región ME-NA están perdiendo el férreo control sobre los sistemasde comunicación nacionales del que gozaban antes dela proliferación de la televisión por satélite, Internet ylos teléfonos móviles. La globalización, las presionesen favor de la liberalización y la desregulación, las exi-gencias de cambios políticos y sociales que emanan delaumento de la participación ciudadana en la esfera pú-blica mediante los blogs y la programación interactivade las cadenas vía satélite han contribuido a crear unanueva lógica de competencia que es la antítesis del con-trol y la censura estatales. ■

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Cuartel general de la cadena Al Yazira. Qatar. /JAAFAR/AFP/GETTY IMAGES

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