leyendas

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EL PICAFLOR Y EL TATATAO Hace mucho tiempo, el picaflor y el tatatao eran gente y no pájaros como ahora. Los dos eran hombres aguarunas. Uno Jempué y el otro Yákako. Un día, Jempué y Yákako se fueron a trabajar al monte. Iban a preparar chacras nuevas. Por eso, primero tenían que cortar los árboles. Muchos días se fueron juntos a trabajar. Antes que saliera el sol, salían de sus casas y regresaban casi al anochecer. Yákako regresaba siempre más cansado que Jempué. Pero Yákako no trabajaba. Hacía ruido nomás. Cuando estaba en el monte gritaba, reía, tiraba piedras enormes contra el suelo, golpeaba los árboles con un palo, jugando todo el tiempo. Pero desde lejos se oía el ruido. La gente del pueblo pensaba entonces que Yákako trabajaba mucho. En cambio, Jempué no hacía ruido. No gritaba ni reía todo el tiempo. Calladito iba cortando un árbol tras otro, y después sembraba plátanos, yucas, papayas. Cuando regresaba a su casa, Yákako se metía en tu hamaca. Decía que estaba muy cansado y muy pronto se quedaba dormido. Jempué llegaba cansado, pero trabajaba un poco todavía en su casa. Arreglaba sus flechas, afilaba su machete, ayudaba a su esposa y jugaba un rato con sus hijos. Entonces la gente pensó que no trabajaba mucho y que por eso le sobraban fuerzas. A Yákako todos lo estimaban mucho y lo trataban bien. En cambio a Jempué nadie lo estimaba por creerlo flojo. Pero un día a la gente se le ocurrió ir a ver las chacras y ahí fue la sorpresa. La chacra de Jempué era grande, llena de plantas útiles. Su chacra estaba limpia, bien cuidada. En cambio, Yákako casi no tenía chacra. Había sembrado unas cuantas plantas de yuca y un solo plátano cerca de la orilla, en medio de la maleza. El resto de su terreno estaba lleno de árboles salvajes. Entonces la gente hizo una bonita fiesta para Jempué, su familia se sentía muy orgullosa de él. Su esposa le dio de beber un masato endulzado con la miel de abejas silvestres que él había llevado, y al poco rato Jempué se puso a silbar muy bonito, muy suavecito, y se transformó en picaflor.

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EL PICAFLOR Y EL TATATAOHace mucho tiempo, el picaflor y el tatatao eran gente y no pájaros como ahora. Los dos eran hombres aguarunas. Uno Jempué y el otro Yákako.Un día, Jempué y Yákako se fueron a trabajar al monte. Iban a preparar chacras nuevas. Por eso, primero tenían que cortar los árboles. Muchos días se fueron juntos a trabajar. Antes que saliera el sol, salían de sus casas y regresaban casi al anochecer. Yákako regresaba siempre más cansado que Jempué. Pero Yákako no trabajaba. Hacía ruido nomás. Cuando estaba en el monte gritaba, reía, tiraba piedras enormes contra el suelo, golpeaba los árboles con un palo, jugando todo el tiempo.Pero desde lejos se oía el ruido. La gente del pueblo pensaba entonces que Yákako trabajaba mucho. En cambio, Jempué no hacía ruido. No gritaba ni reía todo el tiempo. Calladito iba cortando un árbol tras otro, y después sembraba plátanos, yucas, papayas.Cuando regresaba a su casa, Yákako se metía en tu hamaca. Decía que estaba muy cansado y muy pronto se quedaba dormido. Jempué llegaba cansado, pero trabajaba un poco todavía en su casa. Arreglaba sus flechas, afilaba su machete, ayudaba a su esposa y jugaba un rato con sus hijos. Entonces la gente pensó que no trabajaba mucho y que por eso le sobraban fuerzas.

A Yákako todos lo estimaban mucho y lo trataban bien. En cambio a Jempué nadie lo estimaba por creerlo flojo.Pero un día a la gente se le ocurrió ir a ver las chacras y ahí fue la sorpresa. La chacra de Jempué era grande, llena de plantas útiles. Su chacra estaba limpia, bien cuidada. En cambio, Yákako casi no tenía chacra. Había sembrado unas cuantas plantas de yuca y un solo plátano cerca de la orilla, en medio de la maleza. El resto de su terreno estaba lleno de árboles salvajes. Entonces la gente hizo una bonita fiesta para Jempué, su familia se sentía muy orgullosa de él. Su esposa le dio de beber un masato endulzado con la miel de abejas silvestres que él había llevado, y al poco rato Jempué se puso a silbar muy bonito, muy suavecito, y se transformó en picaflor.La mujer de Yákako estaba avergonzada de su marido. También estaba enojada porque era mentiroso. Estaba muy pensativa en un rincón y por eso cuando Yákako le pidió masato ella sin darse cuenta se lo sirvió en el vaso que tenía ají. Yákako ya casi se asfixiaba con la tos que le dio.Cuando quiso hablar solo pudo decir ¡Tatatao, tatatao! Y se convirtió en el pájaro que lleva ese nombre, porque así canta.

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EL CONDOR Y LA CAMPESINALa historia cuenta que en un pueblo vivía un padre y su hija……. Ellos vivía en una casita de adobe y rodeada de un jardín lleno de flores.La chica tenía sus animales que cada mañana los llevaba a pastear al campo, en eso se apareció un joven que vestía un sacón negro con una chalina blanca y un sombrero negro.El joven se enamoró de la chica y decidió acercarse a ella como un amigo, todos los días se veían en las mañanas y jugaban a cargarse entre ellos, él chico decidió llevársela, el chico la cargo y le dijo a la chica no abras los ojos y agárrate fuerte de mí .el chico empezó a correr y estiro su brazos y se la llevo a su nido que quedaba en lo más alto de una montaña. La chica al abrir los ojos se dio cuenta que el chico era un cóndor…………………..pasaron días ….meses…..años ……Ahora la chica era la mujer del cóndor y había tenido un hijo del cóndor .la mujer se sentía triste porque hace mucho tiempo que no veía a su padre y lo extrañaba bastante ………un día apareció un colibrí grande casi del porte del cóndor , el colibrí escucho llorando a alguien y fue a ver qué es lo que pasaba ……el colibrí conoció a la chica y empezaron a hablar y la chica le conto toda su historia y le pidió un favor al colibrí ……le dijo: que le ayude a bajar de aquí para que pueda ver a su padre. Y a cambio le daba su jardín lleno de flores.El colibrí bajo a la casa de la chica y le dijo al padre de la chica que sabía dónde se encontraba su hija……el padre le suplico para que le llevara donde su hija para que la pueda ver. El colibrí le dijo que tenía un plan, le dijo que consiguiera un burro flaco y dos sapos uno chico y uno grande. El padre se fue a conseguir todo lo que le pidió el colibrí.Al día siguiente el padre y el colibrí fueron donde estaba la chica dejaron abajo el burro para que el cóndor lo viera y piense que está muerto para que baje y se lo coma mientras que el padre y el colibrí subieran al nido a rescatar a su hija y su nieto …….los sapos que llevo el padre de la chica era para que piense el cóndor que su esposa y su hijo se han convertido en sapos ………..después de tiempo el cóndor averiguo que es lo que avía pasado y descubrió que el colibrí habría ayudado a su esposa para que es carapa . El cóndor de cólera decidió comérselo al colibrí, el colibrí astuto se avía revolcado en ají. Cuando el cóndor se lo comió al botarlo como eses salían colibrís chiquititos….por eso ahora los colibrís son de pequeño tamaño.

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LAS BRUJAS DE SAMA (TACNA)

Ubicado A 100 Km de la ciudad de Tacna, sama las yaras es un pueblo que parece haberse detenido en el tiempo pero que sus casas plazas y hasta su cementerio guardan las historias que atemorizaban a más de uno.

Cuenta Ricardo Alfaro cornejo que a sus 80 años es uno de los pobladores más viejos de sama las yaras en su mente no solo guarda recuerdos de su infancia están imborrables las historias que sobre las brujas se contaban, mujeres que se transformaban en animales o que usaban extrañas sustancias para causar el mal dicho poblador cuenta que en su niñez cuando caía la noche nadie se atrevía a salir al campo, las brujas rondaban en grupo.

Cuenta también la historia de un hombre amigo de su padre:

A este hombre se quejaba mucho de dolores de espalda sus amigos le aconsejaron que por la noche fingiera estar dormido para saber qué es lo que ocurría .El hizo lo aconsejado por sus amigos fingió dormir y su esposa creyendo que dormía le dio a beber un brebaje que lo convirtió en caballo, ella lo montaba; hallando la causa de sus dolencias.

Terminada su historia se despide y temeroso quizás por aquellas historias contadas de su infancia e historias sobre brujas que aún siguen cautivando a propios y extraños y que han hecho de sama las yaras un valle lleno de leyenda.

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EL DISFRAZ DE KON-IRAYA

Hay muchas historias que nos cautivan, pero cuando estas historias son relacionadas con el pasado de nuestra cultura, con nuestras raíces, nos deja un profundo sentimiento de unión hacia nuestros cimientos. Estas son precisamente las leyendas, y hay una muy poco conocida -la cual proviene de la sierra central peruana-, que ahora me complazco en compartirla, y comienza de esta manera:El dios Kon-Iraya (que es el mismo Wiracocha) un día decidió tomar forma humana para probar el corazón del hombre. Gente de todo tipo habitaba la Tierra: ambiciosos y humildes, soberbios y sencillos, embusteros y sinceros… Wiracocha deseaba saber hasta qué punto era capaz de llegar el egoísmo del hombre, y siguiendo este ideal vino aquí a la Tierra; ocultó su divinidad bajo el disfraz de un mendigo despreciable, físicamente abominable, vistiendo harapos y con un saco viejo, tan maltrecho y desgastado como lucía el mismo Wiracocha… ¡Limosna!, exclama el dios, sin embargo, la gente, impávida, continúa su camino. ¡Limosna!, nuevamente, pero los hombres ricos están tan ocupados que incluso sienten molestia por la presencia de semejante piltrafa. Hubo gente sin corazón que, tomando a la mala su aparente frágil cuerpo, lo echaron de la ciudad con insultos y golpes grandemente ofensivos.Allí, en medio del lodo, Wiracocha recordaba con ira a todos los que lo trataron mal, maquinando una sentencia para ellos. De pronto sintió una cálida mano que trataba de incorporarlo, era un labrador, que dejando a un lado sus ovejas, intentaba auxiliarlo. Lo invitó a su casa, a ofrecerle agua para su bascosidad y comida para su hambre. En la mañana, antes que rayara el alba, Wiracocha salió y bendijo sus campos; una sola palabra bastó para ordenar la tierra a su antojo, hizo fructíferos sus suelos, desde ahora sus cultivos serían la envidia del pueblo. Así recompensó Wiracocha a este buen hombre, que bien merecido se lo tenía.Prosiguió su camino, andaba de pueblo en pueblo, bendecía a quien lo recibiera y maldecía quien lo despreciara, más que maldición eran sólo pruebas para que aprendiesen la lección y dejen a un lado su egoísmo.Habiendo terminado todo su recorrido y luego de haber visitado hasta el último lugar de su pueblo, se reveló a los hombres como el dios que realmente era, su hermosura fulguraba, y sus trajes brillaban a la par con su rostro. Allí comprendieron los infieles su falta y se avergonzaron hasta lo sumo, y al unísono veneraron a su dios cubriéndose el rostro y postrándose a tierra, sin poder mostrar aun así su indescriptible sentimiento de desprecio a sí mismos; mientras el resto daba alabanzas a su nombre, todo al final fue regocijo porque su dios fue glorificado.Curioso es saber que la lúcuma, producto propio de nuestro país, y que tenemos el privilegio de ser uno de los únicos productores de este maravilloso fruto, haya trazado su paso en la historia de manera muy semejante a esta pequeña leyenda. Cuando los españoles llegaron al Perú, no se sintieron atraídos por la lúcuma, es más, la llamaban “alimento de indios” de manera despectiva. Sin embargo, en el siglo XX se descubrió su enorme potencial para la repostería, siendo ahora uno de los productos más demandados en el mundo por su sabor, y no sólo por eso, pues también posee propiedades que benefician al cuerpo humano. Sin duda todo un dios que estaba disfrazado de mendigo.

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LEYENDA DE LOS TEMBLORES

Por estas tierras se cuenta que, hace mucho tiempo, hubo una serpiente de colores, brillante y larga.

Era de cascabel y para avanzar arrastraba su cuerpo como una víbora cualquiera. Pero tenía algo que la hacía distinta a las demás: una cola de manantial, una cola de agua transparente.

Sssh sssh... la serpiente avanzaba. Sssh sssh... la serpiente de colores recorría la tierra. Sssh sssh... la serpiente parecía un arcoíris juguetón, cuando sonaba su cola de maraca. Sssh sssh...

Dicen los abuelos que donde quiera que pasara dejaba algún bien, alguna alegría sobre la tierra.

Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos, mojando todo lo que hallaba a su paso. Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos, dándoles de beber a los plantíos, a los árboles y a las flores silvestres. Sssh sssh... ahí iba por el mundo, mojando todo, regando todo, dándole de beber a todo lo que encontraba a su paso.

Hubo un día en el que los hombres pelearon por primera vez. Y la serpiente desapareció. Entonces hubo sequía en la tierra.

Hubo otro día en el que los hombres dejaron de pelear. Y la serpiente volvió a aparecer. Se acabó la sequía, volvió a florecer todo. Del corazón de la tierra salieron frutos y del corazón de los hombres brotaron cantos.

Pero todavía hubo otro día en el que los hombres armaron una discusión grande, que terminó en pelea. Esa pelea duró años y años. Fue entonces cuando la serpiente desapareció para siempre.

Cuenta la leyenda que no desapareció, sino que se fue a vivir al fondo de la tierra y que ahí sigue. Pero, de vez en cuando, sale y se asoma. Al mover su cuerpo sacude la tierra, abre grietas y asoma la cabeza. Como ve que los hombres siguen en su pelea, sssh... ella se va. Sssh sssh... ella regresa al fondo de la tierra. Sssh sssh... ella hace temblar... ella desaparece. Versión de Antonio Ramírez Granados.

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LA LEYENDA DEL SOL Y LA LUNA

Antes de que hubiera día en el mundo, se reunieron los dioses en Teotihuacan. -¿Quién alumbrará al mundo?- preguntaron. Un dios arrogante que se llamaba Tecuciztécatl, dijo:-Yo me encargaré de alumbrar al mundo. Después los dioses preguntaron:-¿Y quién más? -Se miraron unos a otros, y ninguno se atrevía a ofrecerse para aquel oficio. -Sé tú el otro que alumbre -le dijeron a Nanahuatzin, que era un dios feo, humilde y callado. Y él obedeció de buena voluntad. Luego los dos comenzaron a hacer penitencia para llegar puros al sacrificio. Después de cuatro días, los dioses se reunieron alrededor del fuego. Iban a presenciar el sacrificio de Tecuciztécatl y Nanahuatzin. Entonces dijeron: -¡Ea pues, Tecuciztécatl! ¡Entra tú en el fuego! y Él hizo el intento de echarse, pero le dio miedo y no se atrevió.Cuatro veces probó, pero no pudo arrojarseLuego los dioses dijeron:-¡Ea pues Nanahuatzin! ¡Ahora prueba tú! -Y este dios, cerrando los ojos, se arrojó al fuego.Cuando Tecuciztécatl vio que Nanahuatzin se había echado al fuego, se avergonzó de su cobardía y también se aventó. Después los dioses miraron hacia el Este y dijeron:-Por ahí aparecerá Nanahuatzin Hecho Sol-. Y fue cierto. Nadie lo podía mirar porque lastimaba los ojos.Resplandecía y derramaba rayos por dondequiera. Después apareció Tecuciztécatl hecho Luna.En el mismo orden en que entraron en el fuego, los dioses aparecieron por el cielo hechos Sol y Luna

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LA GRAN INUNDACIÓN

Se cuenta entre los Kawéskar, que hace mucho tiempo, un joven salió en busca de una nutria tabú y la mató. Esto lo hizo cuando sus padres estaban ausentes. Ellos habían partido lejos, en la caza de nutrias y aves, para su sustento.

Cuando el joven mató a la nutria, se desató un gran viento y una fuerte tormenta comenzó a rugir.

Una gran marejada cubrió la tierra. El joven que había matado la nutria, logró sobrevivir junto a su mujer y para salvar su vida, huyó a la cima de un cerro. Allí aguardó hasta que la gran marea bajó.

Decidió descender entonces, aprovechando la marea baja, pero se percató que su hermano y sus padres habían muerto ahogados. Más allá, se dio cuenta que todos se habían ahogados y al retirarse el mar, vio animales, orcas y ballenas esparcidos por el bosque.

Se fueron los dos tristes y comenzaron a construir una choza. Como no tenían con que cubrir la choza, lo hicieron con pasto y allí permanecieron hasta el nuevo día.

Con el frío, el joven soñó que veía un coipo; y soñó con comida también. Mientras soñaba que comía, se despertó.-"¿Por qué estaba soñando con un coipo?-Yo mataba al coipo, me lo comía cuando soñaba.- ¿Y con qué fuego?"

Después se quedó dormido nuevamente, se quedó dormido y luego despertó y despertó a su mujer.

-Oye, mira, ve a traer un palo quebrado, pues estaba soñando y sé que va a entrar un coipo y tú lo vas a matar, para comer.-

Se quedó dormido y, nuevamente vio en sueños lo mismo.

Su mujer seguía despierta, cuando, de pronto entró una manada de coipos y ella los iba matando con un garrote uno por uno, con lo que obtuvieron la comida necesaria para sobrevivir.

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LOS MONITOSLeyenda GuaraníNo lejos del lugar en que el Bermejo arroja sus aguas rojizas al Paraguay, el cacique Caburé había establecido sus dominios e instalado allí su aldea indígena.La selva, que muy cerca se extendía tupida e impenetrable, les brindaba frutos exquisitos y animales que utilizaban como alimento, o de los que aprovechaban sus cueros y sus pieles.El cacique Caburé, odiado por sus enemigos y temido por su pueblo, a causa de su carácter violento y sanguinario, era egoísta y desagradecido. Se sentía el amo en toda ocasión y era incapaz de experimentar piedad por nadie.En su egoísmo se creía un ser superior dotado del privilegio de poseer toda clase de derechos sobre los demás.En cierta oportunidad, uno de sus más valientes guerreros, Tayí, perdió su vida por salvar la de un hijo del cacique atacado por un feroz yaguareté.La mujer de Tayí quedó desamparada, enferma y con varios hijos a los que debía mantener.Sintiéndose incapaz de cumplir con esta obligación a causa de su falta de salud, con el más pequeño en brazos, llegó un día al toldo del cacique, dispuesto a pedirle amparo. Ninguna ayuda había conseguido de la tribu. Eran individuos egoístas, duros de corazón y faltos de nobles sentimientos, incapaces de condolerse de la desgracia o de la necesidad ajenas.Con el cacique sería sin duda diferente, pensó la pobre Sañaró. Tayí, su marido, había muerto por salvar al hijo del ruvichá y él sabría reconocerlo.Sin embargo estaba muy equivocada la desgraciada Sañaró. Nada quiso recordar el desgraciado cacique, y a pesar de su afligente situación, la hizo arrojar de su presencia.Estaba visto que los débiles no tenían cabida en ese pueblo de hombres fuertes, audaces y decididos, pero egoístas y desalmados.Criados en ambiente semejante, los niños desde pequeños, adquirían estas mismas costumbres y, como sus mayores, eran perversos y despiadados. Lo que ellos consideraban de su propiedad, no lo entregaban ni a su madre necesitada.El cacique Caburé tenía dos hijos de corta edad, Yapé-a y Mubusú. Egoístas y de bajos sentimientos como su padre, se imponían a los otros niños por la fuerza de su condición de hijos del ruvichá, que aprovechaban para erigirse en pequeños déspotas del grupo de niños con los que diariamente se reunían.Desde muy temprano corrían al bosque donde trepaban a los árboles para comer excelentes y apetitosos frutos, que obtenían a cambio, únicamente, de tomarse la molestia de alcanzarlos.Ágiles y acostumbrados a trepar por troncos y por ramas, muy poco les costaba a los niños indígenas darse el gusto, y diariamente se los podía ver, en franca y rumorosa algazara, recogiendo frutos de guavirá, de ñangapirí o de guaviyú que devoraban glotones.En cierta oportunidad, poco después de mediodía, el grupo de niños llegó como de costumbre al claro del bosque. Era pleno verano y el calor húmedo y sofocante, secaba las gargantas, agotaba las energías y retardaba los movimientos.Los pequeños indígenas, sin embargo, no parecían sentir los efectos de la rigurosa temperatura.Apenas cubiertos por un escaso taparrabo, jugaban y reían, trepaban a los árboles, y bajaban de ellos frutos sabrosos que saboreaban con deleite.Hacía ya rato que se hallaban entregados a tan agradable ocupación cuando vieron que se dirigía hacia ellos una mujer de humilde apariencia, con un niño en brazos.La miraron con curiosidad porque su aspecto era muy diferente al de las mujeres de la tribu que ellos estaban habituados a ver.

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De tez muy blanca y de cabello como el sol, su hermoso rostro expresaba bondad y ternura, que los pequeños salvajes no supieron comprender por ser para ellos sentimientos totalmente desconocidos.El pequeño que llevaba en brazos, blanco y rosado, de cabellos rubios y ojos del color del jacarandá, despertó la curiosidad de los niños que interrumpieron por un momento su estrepitosa algarabía para dedicar su atención a los recién llegados.El niñito rubio lloraba.La madre, con mirada suplicante y tierno acento, se dirigió a los indiecitos:

- Mi hijo tiene sed…por eso llora… Llevamos mucho tiempo caminando y el calor es insoportable. ¿Seríais tan buenos que me dierais uno de los frutos que tenéis al alcance de vuestra mano? Con él calmaría la sed de mi pobre hijito…

Ninguno de ellos se conmovió. La miraron desde la altura de las ramas a las que se hallaban encaramados y luego, haciéndose entre sí señas burlonas, se echaron a reír.Uno de ellos, el más osado, señalando los altos árboles repletos de jugosos frutos la invitó:

- Ahí están los frutos. Si quieres alguno no tienes más que tomarlos, como lo hacemos nosotros.

Festejaron todos ruidosamente la impertinencia salida del insolente muchachito, seguros de que era imposible para la infeliz mujer alcanzar los frutos dada la altura a que se encontraban.El niñito rubio, vencido por el calor y la sed, continuaba llorando.La madre volvió a suplicar y dirigiéndose a Yapé-a, que se hallaba sentado en las ramas de un frondoso ñangapirí saboreando sus jugosos frutos, le pidió:

- Tú, pequeño, hazme el favor…Arrójame un fruto para darle a mi pobre hijito que tiene sed…

El egoísta Yapé-a, incapaz como su padre de prestar ayuda a nadie, y de tan duros sentimientos como él, terminó de saborear las rojas frutas que sostenía en su mano y arrojando a la pobre mujer la piel de todas ellas, que había tenido cuidado de no comer, le gritó:

- Aquí tienes… toma… y otra más. Para que tu hijo pueda calmar la sed.Volvieron sus compañeros a celebrar con risotadas burlonas lo que ellos juzgaron una gracia del grosero Yapé-a y batieron palmas de alegría aplaudiendo su reprobable proceder.Entusiasmados por acción tan vituperable, siguieron el ejemplo del pequeño y malvado egoísta, arrojando todos a la vez, la piel de las frutas que comían con exageradas demostraciones de agrado.Al mismo tiempo, y subrayando el ofrecimiento hecho con tono burlón, con risas contenidas, le ofrecían:

- ¡Toma…! ¡Toma para tu hijo!- ¡Esta es más sabrosa! ¡Tu hijo la preferirá!- ¡Esta es más jugosa! Con ella tu pobre hijito podrá calmar la sed que lo devora! ¡Toma…!

¡Toma…!- ¡Recoge ésta! Supongo que será tan dulce como la pulpa que acabo de comer…

Y sólo la piel de las frutas llegaba hasta la desesperada mujer, cuyo hijito, sin comprender, continuaba llorando inconsolable.Ella miró al grupo compadecida. No, no podía creer que corazones tan niños encerraran tal falta de piedad.Apretó a su hijito contra su corazón y dirigiéndose a los pequeños, con voz suave y apenada les dijo:

- Seres tan egoístas no deben vivir entre los hombres…En ese momento, una luz brillante que rodeó a la madre y al hijo, obligó a los indiecitos a cerrar los ojos, llevando para atrás sus cabezas y sus cuerpos como defendiéndose de algún fenómeno extraordinario.

Page 10: leyendas

Cuando pudieron abrirlos, miraron deslumbrados la maravillosa visión que tenían ante ellos.La mujer que les hablara momentos antes, se había convertido en una bellísima señora, cuyo cuerpo no se hallaba cubierto con ropas humildes y oscuras como antes la vieran, sino por una túnica blanca recubierta con un manto celeste.El niño ya no lloraba. Sonreía con luminosa sonrisa que jugueteaba en la carita adorable.La bella señora levantó su mano hermosa y fina y, señalando a los perversos muchachos, les dijo:

- Desde este momento quedáis convertidos en animalitos que se parecerán a vosotros por su agilidad y por su inclinación a trepar a los árboles; pero que llevarán impreso, en su fealdad, el detestable egoísmo que encierran vuestros corazones. Desde hoy, seréis pequeños caís y no volveréis a vivir entre los hombres. Quedáis condenados a vivir en la selva y a trepar y a saltar a los árboles para conseguir sus frutos, que serán vuestro alimento. Los gritos burlones que hace un momento respondieron a mis súplicas, serán vuestro único lenguaje en el futuro. Éste es el castigo que merecen vuestro egoísmo y vuestra falta de caridad.

La visión luminosa desapareció.Seis eran los niños castigados. Seis fueron los monitos que, gritando y saltando entre las ramas de los árboles, los reemplazaron.La Señora que los castigó era Tupa-oí, la Virgen.Ella y el Niño, en su paso por la tierra, premiaban a los buenos y castigaban a todos aquellos que procedían mal, para que, tomando ejemplo, los hombres se obligaran a vivir según los mandatos de Tupá, el Dios bueno de los guaraníes.

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LA ALGARROBALEYENDA QUICHUAEra en tiempos de los Incas. Los quichuas adoraban con sumo respeto y con las principales honras a Viracocha, señor supremo del reino. También adoraban a Inti, a las estrellas, al trueno y a la tierra.Conocían a esta última con el nombre de Pachamama, que es como decir “Madre Tierra” y a ella acudían para pedir abundantes cosechas, la feliz realización de una empresa, caza numerosa, protección para las enfermedades, para el granizo, para el viento helado, la niebla y para todo lo que podía ser causa de desgracia o sinsabor.Levantaban en su honor altares o monumentos a lo largo de los caminos. Los llamaban apachetas y consistían en una cantidad de piedras amontonadas unas encima de las otras, formando un pequeño montículo.Allí se detenía el indio a orar, a encomendarse a la Pachamama, cuando pasaba por el camino al alejarse del lugar por tiempo indeterminado o simplemente cuando se dirigía al valle llevando sus animales a pastar.Para ponerse bajo la protección de la Pachamama, depositaba en la apacheta, coca, Ilicta, o cualquier alimento que tuviera en gran estima, seguro de conseguir el pedido hecho a la divinidad.Respetuoso de la tradición y de las costumbres, el pueblo quichua jamás había olvidado sus obligaciones hacia los dioses que regían sus vidas. Pero llegó un tiempo de gran abundancia en que los campos sembrados de maíz eran vergeles maravillosos que daban copiosa cosecha, la tierra se prodigaba con exuberancia y la ociosidad fue apoderándose de ese pueblo laborioso que, olvidando sus obligaciones, abandonó poco a poco el trabajo para dedicarse a la holganza, al vicio y a la orgía.Se desperdiciaba el alimento que tan poco costaba conseguir, y con las espigas de maíz, que las plantas entregaban sin tasa, fabricaban chicha con la que llenaban vasijas en cantidades nunca vistas.Fue una época sin precedentes.El vicio dominaba a hombres y mujeres. Ellos, en su inconsciencia, sólo pensaban en entregarse a los placeres bebiendo de continuo y con exceso, comiendo en la misma forma y danzando durante todo el tiempo que no dedicaban al sueño o al descanso.Los depósitos repletos proveían del alimento necesario y nadie pensó que esa fuente que les proporcionaba granos y frutos en abundancia, se agotaría alguna vez.El desenfreno continuaba y nada había que llamara a ese pueblo a la reflexión y a la vida ordenada y normal.Llegó la época en que se hacía imprescindible sembrar, si se pretendía cosechar.Pero nadie pensaba en ello. Inti, entonces, al comprobar que el pueblo desagradecido olvidaba los favores brindados por la Pachamama, queriendo darles su merecido, resolvió castigarlos.Con el calor de sus rayos, que envió a la tierra como dardos de fuego, secó los ríos y lagunas, los lagos y las vertientes, y como consecuencia, la tierra se endureció, las plantas perdieron sus hojas verdes y sus flores, los tallos se doblaron y los troncos y las ramas de los árboles, resecos y polvorientos, parecían brazos retorcidos y sin vida.En los graneros aún quedaban alimentos, y en los cántaros, chicha. ¿Qué importancia tenía, entonces, para esas gentes, que las plantas se secaran y que el río hubiera dejado de correr, y seco y sin vida, mostrara las paredes pedregosas de su lecho?Mientras durara la chicha no podría desaparecer la felicidad ni la alegría. Pero un día llegó en que, con asombro, comprobaron que los graneros no eran inagotables y que para servirse de sus granos y de sus frutos, era necesario depositarlos primero.

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El alimento comenzó a escasear, y con ello las penurias, la miseria y el hambre hicieron su aparición. Recapacitaron entonces los quichuas, decidiendo volver a trabajar los campos y a sembrarlos.Pero el castigo de Inti no había terminado y la tierra, cada vez más reseca y dura, no se dejaba clavar los útiles con que pretendían labrarla y así era imposible poner la semilla.La desolación y la miseria fueron las soberanas de ese pueblo que, en un instante, olvidó las leyes de sus dioses y sus obligaciones con la vida. Los animales, flacos, sin fuerzas, morían en cantidad y parecía mentira que esos campos, que al presente se asemejaban al más desolado de los páramos, hubieran podido ser, alguna vez, praderas alegres cubiertas de hierbas y de árboles o de extensas plantaciones de maíz, en las que los frutos se ofrecían generosos. Los niños, pobres víctimas inocentes de los pecados y de la disipación de los mayores, débiles, flacos, con los rostros macilentos, los ojos grandes y desorbitados, verdaderos exponentes de miseria y de dolor, sólo abrían sus bocas resecas para pedir algo que comer.Los más débiles morían sin que nadie pudiera hacer algo por ellos. El sol caía a plomo. De una de las casas de piedra que se hallaban en los alrededores de la población, una mujer salió, corriendo desesperada.Era Urpila, que, enloquecida porque sus hijos morían de hambre y de sed, arrepentida de las faltas cometidas en los últimos tiempos y enrostrando a todos su vergüenza, su pecado y su olvido de Inti y de la Pachamama, corría a la primera apacheta del camino a pedir protección a la Madre Tierra y a depositar su ofrenda de coca y de Ilicta, últimas porciones que había podido conseguir.Llegó a la apacheta y casi sin fuerzas, comenzó:Pachamama,Madre Tierra,Kusiya... Kusiya...Lloró y se desesperó ante el altar de la diosa, prometiendo enmienda y sacrificios.Extenuada, sin fuerzas para continuar, se sentó en el suelo, apoyando su cuerpo cansado en el tronco de un árbol que crecía a pocos pasos y cuyas ramas secas parecían retorcerse en el espacio. Tan grande era su fatiga, tanta su debilidad, que, vencida, bajó la cabeza y no tardó en quedarse profundamente dormida. Tuvo sueños felices. La Pachamama, valorando su arrepentimiento, llenó su alma de visiones de esperanza y acercándose a ella, con toda la grandeza que como diosa le concernía, le habló generosa:— No te desesperes, mujer. El castigo ha dado sus frutos y el pueblo, arrepentido como tú misma, de su ocio y de su desenfreno, retornará a su existencia anterior, que es la justa, la verdadera. La vida renacerá sobre la tierra que volverá a brindar sus frutos y su belleza.Cuando despiertes, y antes de irte, abre tus brazos y recibe las vainas que ha de regalarte este “Árbol”, desde hoy sagrado. Que las coman tus hijos y los hijos de las otras madres, que con ellas calmarán su hambre y apagarán su sed. Tu humildad y tu arrepentimiento han hecho posible este milagro que Inti realiza para ti.Cuando Urpila despertó creyó morir, tal era su decepción. El aspecto de la tierra en nada había variado y la visión había desaparecido.Se convenció de que su sueño había sido sólo eso: un sueño.Pero, recapacitando, volvieron a su mente las palabras de la Pachamama y recordó al “Árbol”. Levantó entonces sus ojos hacia las ramas que parecían secas, y tal como la diosa lo anunciara, las vainas doradas se ofrecían a su desesperación como una esperanza de vida.Cambió en un instante su estado de ánimo dándole fuerzas extraordinarias. Se levantó ansiosa y cortó los frutos generosos hasta que entre sus brazos no cupieron más.

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Entonces corrió al pueblo, hizo conocer la nueva y todos se lanzaron a buscar las milagrosas vainas color castaño, mientras ella repartía entre sus hijos el tesoro que encerraban sus brazos de madre y que le había concedido la Pachamama... El pueblo volvió a la vida y veneró desde entonces al “Árbol Sagrado” que fue su salvación y que, a partir de ese día, les brindan pan y bebida que ellos reciben como un don.Ese árbol venerado es el algarrobo, que tiene la virtud, además de las nombradas, de ser, en tiempos de grandes sequías, el único alimento de los animales.

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MENÓN - LA LEYENDA DEL TAMPU LEROC (PIURA)

Por los años de 1360 después del diluvio y del tremendo maremoto que azoto las costas étnicas hasta Ferreñafe, llegó al valle con tremendo séquito de "gentiles" (ejército real) luego de haber sometido tras cuenta y larga guerra a los Chimú, el Inca Pachacutec, con tanto estrepito que hubo temor ante el retumbar del Pututo y de los tambores multitudinarios. Se dice que los Curacas étnicos Menón, Melén, Ñapicca, Colpawal, Mecca Amo y otros concentraron a sus súbditos en este antiquísimo pueblo para tomar medidas urgentes en la creencia de que venían en pos de guerra, pero luego se enteraron que era un Rey del Cuzco, poderoso e invencible que lejos de buscar la destrucción, traía un mensaje paternal de ayuda, de enseñanza y de transformación social. Es entonces que los curacas avisaron a los "gentiles" (chasquis) que el pueblo rogaba al Monarca acercarse sin tregua para rendirle homenaje de sometimiento y obediencia. De este modo, estando el Inca entre nosotros, fueron celebradas fiestas con ritos étnicos que duraron hasta días después que el Inca abandonó la comarca prosiguiendo su marcha al norte.De aquí que se atribuye a este Inca y no a Huayna Capac, a su paso por el norte, el haber dado orden para su construcción de un TAMPU LEROCC en nuestros despoblados, porque el existente que conoció a su paso y cuyas ruinas se conocen como el "Tambo Colorado" era de dimensiones estrechas e incómodo para albergar tropas reales. Agrega la tradición que el Inca se hospedo en el Tambo Real que ya existía donde, sobre sus cimientos se construyó siglos después la casa parroquial durante el Virreynato. En este Tambo CELEBRABAN REUNIONES LOS GRANDES CURACAS ETNICOS. Que en el inicio de la conquista Española sirvió también de hospedaje a VACA DE CASTRO y al Pacificador LA GASCA, así como otros grandes personajes de la colonia que tenían hacer jornada obligatoria en Ccatacc Ccaos dado que Piura la actual, no existía por entonces. EL TAMBOLERO COLORADO, llamado así por el color de las arenas que lo circundan, solo era un simple hospicio de los caminantes. Sus dimensiones repito, eran estrechas. Se ubica a tres leguas al este de Sinchao, aproximadamente. Como no convenía para albergue de un ejército real, los estrategas étnicos dispusieron la construcción de lo ordenado, a una legua al norte del primero en el lugar donde, hoy por sus ruinas sirven para el mito del TAMPU LEROCC, fantasía inventada por nuestros aborígenes que perdura a través del tiempo.Y Para bundar algo más en el recuerdo de lo escuche hace más de medio siglo cuando ya había cierto uso de razón era que el TAMPU LEROCC, se edificó bastante suntuoso ante la promesa del Restaurador, que ofreció volver para estrenarlo, circunstancia que no cumplió y que más bien se tuvo noticias que el retorno al Sur lo hizo por las sierras de Huanca Pampa, causando descontento, porque se creyó un desaire el cambio de ruta. Los étnicos fieles a sus costumbres, habían preparado fastuosas fiestas para rendirle honores y agasajos. Incluso depositaron valiosos regalos en el TAMPU LEROCC, tanto de oro, como de plata, para darlos como presente al Inca, los mismos que abandonaron en los depósitos para algún día de una nueva visita que nunca más se produjo, pero que tales obsequios fueron dejados como cosa recibida.Confirma también la tradición citada, el hecho de que entre las muchas doncellas que estuvieron para servir al Inca durante su estadía hubo una bellísima étnica que tuvo el privilegio de ganarse la

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simpatía del Monarca, quien llego hasta cortejarla. Que esta guapa "palla" se consideró atraída por las miradas del Inca, de quien se enamoró inocentemente .Que obsesionada por este amor imposible, se convirtió voluntariamente y ciegamente en permanente custodiadora del tesoro que para su amado Rey se acumuló en el TAMPU LEROCC. Quién tomo el TAMPU LEROCC por domicilio y que allí fue vista hasta envejecer. El ósculo del amor había traspasado su corazón que los males de este sentimiento profundo y vanidoso le alejaron de su gleba para contraerse sólo al sacrificio de vivir alejada de este mundo en pos de una espera imposible e interminable. Allí se dice que murió y que más tarde, con el correr del tiempo, su espíritu salió hecho sombra, para popular sobre sobre los vientos y sobre las dunas, que poco a poco fueron sepultando al TAMPU LEROCC hasta que las generaciones lo convirtieron en mito. Es así que se dice que la "Vieja Capusona" que "espanta" a los caminantes que se "traga" al ganado que se "come"ala gente, que sale al mediodía en pleno sol ardiente sobre las dunas, no es otra cosa que aquella "Palla bellísima" que un día se enamoró nada menos que de un Inca poderoso.

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LA LEYENDA DE LA MUÑECA LLORONA (TUMBES)

“La Quebrada del Nieto”, situada entre el barrio de Pampa Grande y la Loma del Zorro, siempre ha sido objeto de conversaciones entre los vecinos del lugar, sobre apariciones, asaltos y sobre todo de brujerías.Nadie podía pasar por allí a la hora cero, porque seguro que le salía al encuentro una “chancha bruja”, o “el diablo lo silbaba” o veía a la “lechuza”, que conversaba sobre los techos de paja de los asustados vecinos.Pero volvamos a nuestro tema. Se trata que al centro de la quebrada (por donde pasa la carretera a San Juan), a eso de las doce de la noche, ya se encontraba tendida una enorme muñeca de trapo, y todo quien lograra transitar por aquel lugar a la hora cero, se tropezaba con la muñeca que, al ser tocada, lloraba como una niña, quedando el pobre mortal hecho un costal de nervios deshechos. Los abuelos muy versados en relatos de brujerías, dicen que era una bruja que había desobedecido al demonio y condenada a vivir en ese estado por mucho tiempo. Los cierto es que todos los que sufrieron el susto de la muñeca llorona, cuentan que debían darle de puntapiés para que los dejara pasar. Al poco tiempo murió una anciana que vivía nada menos que cerca de la “Quebrada del Nieto” y quienes lograron verla, dicen que tenía la cabeza amarrada. Llegaron a la conclusión de que era la “muñeca llorona”.Desde ese momento no volvió a fastidiar a los inocentes trasnochadores y todos cantaron la copla siguiente:“Qué bonito corre el agua por debajo de las almendras, así corriera mi amor si no hubieran malas lenguas”.

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LEYENDA DEL CEIBO DEL DIABLO (TUMBES)“Cerca del Caserío de Uña de Gato, se encuentra un hermoso y frondoso ceibo (planta muy típica de la región) que se le conoce con el nombre de “Ceibo del diablo”, debido a que en dicho lugar y a las doce de la noche aparece un personaje endemoniado que se lleva al infierno a toda persona que se encuentra vagando por tal sitio.Se afirma que son muchas las personas que han sido víctimas de este maleficio y la credulidad popular es tan arraigada que mucha gente antes de pasar por este sitio, se santigua con todo respeto y recogimiento”.

Leyenda de la Laguna de Salitrillo (Tumbes) “De aquella laguna, cercana al caserío de Pocitos, salía un personaje vestido de blanco que ofrecía ayuda a todo quien se la solicitaba, pero a condición de que la persona favorecida estampara en un cuaderno su nombre escrito con su propia sangre.Esta condición la cumplían todos los vecinos sin reparo, más hubo un poblador apellidado Cavero, muy conocido por su valentía e intrepidez, que después de recibir la ayuda, se negó rotundamente a firmar el diabólico cuaderno y al poco tiempo el fornido hombre cayó enfermo, falleciendo a consecuencia del castigo del personaje de la laguna.Posteriormente, se cuenta que muchas personas conocedoras de estas apariciones diabólicas, optaron por excavar la laguna, presumiendo el hallazgo de un rico tesoro. Pero el esfuerzo fue vano. Se asegura que tal tesoro se hundía más, a medida que se cavaba, terminando al fondo por la ambición desmedida de quiénes lo buscaban”.

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LA CIUDAD ENCANTADA DE HUANCABAMBA

Por las serranías de Piura (al norte del Perú) en alguna fecha del año hay una ciudad que súbitamente aparece, y de pronto por motivos que se desconoce, se oculta ante los asustados ojos de los viajeros que pasan por la zona, quienes la conocen con el nombre de "La ciudad encantada de Huancabamba"Sabido es que el Inca mandó construir en esa región una fortaleza y un templo de las vírgenes escogidas. El nuevo culto que impuso prohibía los sacrificios humanos (Capacocha).Hasta hoy día se puede ver los restos de la ciudad incaica. Las ruinas muestran lo que allí existió: el esplendor olvidado.Vetustos templos cubiertos de maleza, una pucará o fortaleza que se extiende por la lluviosa selva con grandes muros de más de tres metros de altura, además de plazas, palacios...Nada de eso se compara, sin embargo, con lo que, temblando de susto, refieren los que pasan por allí y cuentan los relatos del Negro. (El Negro es el diablo, el andarín, explican las gentes del lugar).Cuando este brujo aparece en Huancabamba causa la intranquilidad entre los indios, quienes siguen sus pasos en pos de algún extraño acontecimiento. La ciudad mágica surge en la imaginación de los pobladores como una fuente, como un torbellino, como el arco iris... y el miedo se convierte en alegría.Un día el negro desaparece por las cuevas en el cerro Pariaqaqa para reaparecer un año después al lado del cerro Chite.-"Hay pocos lugares como éste", dijo, cuando, acosado de preguntas el Negro relata su hallazgo: ¡Mírenla! Estaba paseando en la ciudad incaica de Huancabamba, encantada en el cerro Pariaqaqa. Había recorrido imponentes edificios de piedra, templos de Sol, palacio del Inca, todo reluciente de oro; una bella laguna con balsas y canoas y la ciudad rodeada de hermosa campiña y tierras fértiles...El negro contó que el encantamiento de la ciudad se efectuó cuando llegó el Rey Blanco que se posesionó de la cima de Guitiligún. Cayó una flecha en el corazón del Inca y al clamar éste venganza al Sol, arrancó de su cuerpo la flecha y la tiró sobre su pueblo, quedando así cautiva Huancabamba en el cerro Pariaqaqa...-... El Rey Blanco quedó convertido en la laguna invisible del cerro Guitiligún y sus soldados se transformaron en peces (terminó de contar el Negro, enseguida hizo el siguiente comentario):-Quizá esta ciudad se hace invisible debido a la codicia de ciertos hombres que causaron mucho daño a los indios del lugar...Al escuchar los relatos del Negro las gentes creen oír el canto de las sirenas de la laguna encantada. Algunos curiosos comentan: - ¡Me gustaría ver las sirenas!

-No quisieras verlas amigo -replica el Negro con malicia en la mirada-, sus voces nos llaman con palabras tan dulces y no tienes fuerza para dejar de oírlas...¡Podrían encantarte! y si eso sucediera te llevarían a vivir en sus pukarás y templos de oro y nunca más volverían a verte...

Diciendo esto el Negro echó a andar y desapareció. ¿Hasta cuándo será? Nadie lo sabe.