leyendas

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El Viento Zonda Gilanco era un indio fuerte. El más fuerte y ágil de su tribu. Arriesgado y hábil para la caza como ninguno. Sus vigorosas piernas trepaban los cerros y su torso desnudo brillaba como cobre bruñido al sol. Sabía saltar, sigiloso como el puma, para atrapar la presa; esconderse en los montes y disparar las flechas sin fallar jamás. Sí, Gilanco reunía los mejores atributos físicos de su raza. Los dioses habían sido muy generosos con él. Todos lo admiraban y le seguían en sus correrías porque era el mejor de todos los cazadores, y eso le daba la autoridad de un verdadero cacique, aunque en realidad no lo fuese. Cuando Gilanco quería distraerse trepaba las montañas, llegaba a las más altas cumbres, recorría los desfiladeros y no había un solo animal que se salvara a su paso, ¡ni siquiera las crías, que todos los indios respetaban! Las alpacas, las vicuñas, las aves, los pumas; todos huían cuando lo divisaban, pues sabían que no tenía piedad. Corría tras los animales como el viento tras las hojas secas. Y, como el viento, arrasaba con todo a su paso. Eso disgustaba mucho a Yastay, sobre todo porque Gilanco mataba y cazaba, no por necesidad, sino por el gusto de divertirse. Un día, después de exterminar a una familia entera de guanacos, se acostó a dormir la siesta debajo de un algarrobo. Ya estaba en el primer sueño cuando su fino oído escuchó un leve rumor de pasos. - ¿Quien anda ahí? - gritó irritado-. ¿Quién interrumpe mi siesta? Nadie contestó. De pronto sintió un ruido secó y brusco. - ¡Yastay!..., solo él se anuncia de esa manera. Gilanco, el soberbio Gilanco; el valiente y cruel Gilanco que mata sin miedo y sin piedad, se estremece. Yastay está frente a él. En el rostro del dios. Hondos surcos indican que está muy enojado. Lo mira fijamente y su mirada es dura y directa como las flechas de Gilanco. Y, por primera vez en su vida, tiene miedo. Quiere huir, pero no puede. Quiere gritar y su lengua se paraliza. Tiembla, de la misma manera que tiemblan los indefensos animales cuando él se acerca. Sabe que Yastay es implacable cuando castiga. Entonces el dios habla: “Escucha, Gilanco: he de hablarte una sola vez. Pachamama no aprueba lo que haces. Pachamama está muy dolida y enojada. ¡Deja a mis aves en paz o recibirás un gran castigo! Utiliza tu destreza y habilidad para el bien de tu tribu. Yastay ha hablado” Y así diciendo, desapareció. Gilanco se asustó un poco porque sabía que Pachamama era de temer cuando castigaba. Pero poco le duró el susto. Pronto volvió a las andadas y con más crueldad que nunca perseguía y mataba a los animales. No había pasado mucho tiempo cuando la misma Pachamama se le apareció. La flecha que acababa de disparar quedó suspendida en el aire, y una voz de trueno hizo temblar toda la montaña. Miró para todos lados: ¿Dónde estás?, ¿Dónde estás? - preguntaba desesperado.

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Page 1: LEYENDAS

El Viento Zonda

Gilanco era un indio fuerte. El más fuerte y ágil de su tribu. Arriesgado y hábil para la caza como ninguno. Sus vigorosas piernas trepaban los cerros y su torso desnudo brillaba como cobre bruñido al sol. Sabía saltar, sigiloso como el puma, para atrapar la presa; esconderse en los montes y disparar las flechas sin fallar jamás. Sí, Gilanco reunía los mejores atributos físicos de su raza.

Los dioses habían sido muy generosos con él.Todos lo admiraban y le seguían en sus correrías porque era el mejor de

todos los cazadores, y eso le daba la autoridad de un verdadero cacique, aunque en realidad no lo fuese.

Cuando Gilanco quería distraerse trepaba las montañas, llegaba a las más altas cumbres, recorría los desfiladeros y no había un solo animal que se salvara a su paso, ¡ni siquiera las crías, que todos los indios respetaban! Las alpacas, las vicuñas, las aves, los pumas; todos huían cuando lo divisaban, pues sabían que no tenía piedad.

Corría tras los animales como el viento tras las hojas secas. Y, como el viento, arrasaba con todo a su paso.

Eso disgustaba mucho a Yastay, sobre todo porque Gilanco mataba y cazaba, no por necesidad, sino por el gusto de divertirse.

Un día, después de exterminar a una familia entera de guanacos, se acostó a dormir la siesta debajo de un algarrobo. Ya estaba en el primer sueño cuando su fino oído escuchó un leve rumor de pasos.

- ¿Quien anda ahí? - gritó irritado-. ¿Quién interrumpe mi siesta? Nadie contestó. De pronto sintió un ruido secó y brusco.

- ¡Yastay!..., solo él se anuncia de esa manera. Gilanco, el soberbio Gilanco; el valiente y cruel Gilanco que mata sin miedo y sin piedad, se estremece. Yastay está frente a él. En el rostro del dios. Hondos surcos indican que está muy enojado. Lo mira fijamente y su mirada es dura y directa como las flechas de Gilanco. Y, por primera vez en su vida, tiene miedo. Quiere huir, pero no puede. Quiere gritar y su lengua se paraliza. Tiembla, de la misma manera que tiemblan los indefensos animales cuando él se acerca. Sabe que Yastay es implacable cuando castiga.

Entonces el dios habla:“Escucha, Gilanco: he de hablarte una sola vez. Pachamama no aprueba lo

que haces. Pachamama está muy dolida y enojada. ¡Deja a mis aves en paz o recibirás un gran castigo! Utiliza tu destreza y habilidad para el bien de tu tribu. Yastay ha hablado”

Y así diciendo, desapareció.Gilanco se asustó un poco porque sabía que Pachamama era de temer

cuando castigaba. Pero poco le duró el susto. Pronto volvió a las andadas y con más crueldad que nunca perseguía y mataba a los animales. No había pasado mucho tiempo cuando la misma Pachamama se le apareció. La flecha que acababa de disparar quedó suspendida en el aire, y una voz de trueno hizo temblar toda la montaña. Miró para todos lados:

¿Dónde estás?, ¿Dónde estás? - preguntaba desesperado.No podía verla porque enormes nubarrones de polvo arenoso empezaron a

surgir de pronto como brotados del mismo fondo de la tierra.Sólo escuchó su voz:“¡Gilanco! Tuviste tu oportunidad. Has sido muy cruel. Quienes sigan tus

pasos recibirán el mismo castigo”.La polvareda empezó a girar en un remolino asfixiante. Los compañeros de

Gilanco se escondieron aterrados, pero Gilanco quedó encerrado en el remolino.-¡Gilanco! ¡Gilanco! - le gritaban- La polvareda arenosa se había convertido

en un viento furioso que lo envolvía y lo arrastraba con fuerza incontenible. -¡Gilanco! ¡Gilanco!

Gilanco ya no estaba. A lo lejos se oía su voz como un silbido largo y quejumbroso, atravesando distancias, haciendo temblar los ranchos. Había nacido el viento Zonda.

Page 2: LEYENDAS

La India Mariana

Cuenta la leyenda que la india Mariana vivió hace dos o tres siglos pero aún se mantiene vivo su recuerdo. Dicen que la hermosa india aparecía de vez en cuando en el pueblo, pero nadie sabía bien desde dónde venía. De la misma manera, desaparecía sin dejar rastro y sin que nadie pudiese adivinar hacia donde iba.

Todos comentaban que llegaba desde las altas sierras de San Juan y traía pepitas de oro para vender en los negocios del pueblo. Pero Mariana casi nunca hablaba con nadie. Se decía que la habían visto conversar animadamente con los animales del lugar. Sin embargo, una vez un vecino se animó a hablarle y le preguntó:

- ¿De dónde traes el oro?- De un pocito - respondió la India, y apuró su paso hasta desaparecer.Cuentan que siempre elegía el mismo árbol para descansar. Se recostaba

bajo la sombra de su frondosa copa y se dormía profundamente. Cuando despertaba, se alimentaba apenas con algunas frutas y fumaba unos gruesos cigarros de chala. Como para los habitantes del pueblo la figura de

Mariana era muy enigmática, intentaron por todos los medios averiguar quién era y, sobre todo, de dónde obtenía el oro. Pero era muy difícil acercarse a ella. Hasta que una noche, un grupo de bandidos que la estaba vigilando desde hacía tiempo se acercó al árbol donde dormía la joven y decidió robarle.

- Yo la vi cuando traía el oro - dijo el más malvado de todos. – Sí, lo tiene debajo de las mantas.

Es una bolsa enorme - continuó otro de los bandidos. - Vamos. Aprovechemos ahora que está dormida - opinó un tercero, y desenfundó un arma. A partir de ese momento, la historia se forma confusa.

Algunos contaron que de repente, desde la oscuridad más absoluta, un feroz animal, tal vez un perro, apareció de la nada. De sus enormes ojos amarillos salía fuego, y de su boca, un ladrido terrible y ronco que sonaba como un estruendo interminable. Pero los bandidos huyeron.

Hubo otros episodios interesantes que se contaban en el pueblo, como el de unos viejos buscadores de oro que se internaron en las minas para encontrar el sitio de donde la india Mariana sacaba el oro. Pero nunca lo hallaron.

El secreto del origen del oro se perdió con la misteriosa desaparición de la bella India. Sin embargo, su recuerdo se mantiene intacto a través de los siglos, gracias a la memoria popular.

En la provincia de San Juan, hay un departamento que se llama Pocito. La gente de allí dice que el nombre tuvo origen en la respuesta misteriosa de Mariana.

(”Leyenda popular Sanjuanina”)

Page 3: LEYENDAS

El Duende Sanjuanino, la Pericana.

En estos días en que vuelven las tardecitas calurosas comenzamos a recordar las siestas sanjuaninas que tienen ese no sé que... Que invitan a dormir a los adultos y a organizar travesuras a los más chicos de la casa.

Por esta razón, los padres han ideado miles de excusas para que los niños duerman. Se ha hablado de la aparición de duendes, Brujas y hasta de La Pericana...

Una noche sin luna, reunidos en el patio tierroso del rancho, nosotros los visitantes comenzamos a escuchar largas historias que fueron erizando cada vez más nuestra piel y fuimos acurrucándonos como cachorros sin madre.

Don Agustín, hombre ducho en las tareas de campo y conocedor de la vida comenzó a decir:

- “según mis mayores, la Pericana, era una mujer alta y delgada, de una belleza y dulzura tan especial que atraía a los niños. Siempre se aparecía a la siesta para hallarlos solitos”

-Pero... Si era una mujer buena... ¿qué problema había?- Dicen que luego de tenerlos a su alcance su rostro se volvía horroroso,

sus orejas se hacían grandes y puntiagudas y sus ojos adquirían un fuerte color amarillo.

-Agregó don lucio - Cuentan, que una vez que tenía a un niño cerca, se transformaba en un enorme matuasto y se comía a su presa.

-Dicen que a la siestita, por los parrales y callejones, solían andar los niños buscando ¿qué hacer? para matar el aburrimiento. Un día, Lucio y Agustín salieron a divertirse un rato.

Llevaban una buena provisión de azúcar en terrones, higos y nueces...Cruzaron la acequia y sintieron el primer ruido a sus espaldas. Enseguida

se percataron que la tranquera había quedado abierta y desde allí no se veía ni un alma.

Los cachorros que hacían de guardianes los seguían moviendo la cola. De pronto una sombra cruzó por las hileras, miraron hacia el cielo y descubrieron un ave negra que oleaba el horizonte.

En ese momento, como salida de la nada vieron a una hermosa mujer vistiendo ropas de luto que caminaba hacia ellos.

- Es la Pericana - gritó Agustín.- No seas pavo - argumentó lucio mostrándose valiente cuando en

realidad tenía ganas de salir corriendo.- Corramos hasta la tranquera...- Callate que viene.Y la mujer silenciosa iba acercándose cada vez más y diez... nueve, ochos

pasos los separaban... Agustín empezó a correr sin mirar atrás... siete, seis,... Ya estaría lejos para poder mirar.

Cinco..., cuatro… paró para darse vuelta, tres,... dos... Pretendió mirar pero vio a su amigo en el suelo y ningún otro ser a la redonda.

Volvió corriendo casi sin respirar. Lucio apenas... balbuceó unas palabras “era... La... Perica...” en ese momento un matuasto se escabulló entre los yuyos

Cuando los encontraron sin sentido, dijeron que era la insolación lo que hizo a los amigos imaginar visiones nunca nadie supo lo que pasó esta tarde, pero algunos más conocedores piensan que pudo haber sido, La Pericana...

Page 4: LEYENDAS

Pismanta, Lágrimas de un Cacique.

Cuando vienen los días de invierno, en algunas personas, El frío se empieza a sentir en los huesos como dice la gente.

Nunca falta quien nos diga ¿por qué no te vas unos días a Pismanta? Las aguas termales son lo mejor para los huesos”.

Y ese nombre que suena en nuestros oídos desde que tenemos memoria era el nombre de un gran cacique huarpe.

Se cuenta que Pismanta, el cacique más recordado por su Bondad, nunca pudo aceptar la llegada al valle de tulum de los conquistadores.

Pismanta, no tenía espíritu guerrero, pasaba largas horas a orilla del río, pescando para alimentar a los suyos o simplemente mirando la grandeza de la montaña, alabando a la Pachamama.

Un día los dioses le anunciaron lo que ocurriría en ésta, su Tierra. Sintió que esos extranjeros se quedarían para siempre y... que terminarían con su raza. Su dolor fue incalculable y el valiente, dio libertad a sus distintos bravíos pues no podía soportar la idea de ver su tierra y a su raza pisoteada por el español.

Una y otra vez se enfrentó a los soldados castellanos cuyos pechos parecían reflejar el sol cuando venían en frente de batalla.

Pero también, una y otra vez vio diezmadas sus tropas y muertos a sus propios amigo.

Luego, esos mismos soldados contra quienes luchaba, no solo se apoderaron de la tierra sino que también lograron conquistar a algunos de los suyos. Para ese entonces, el cacique Angaco, se les había unido. En ese momento, Pismanta, tomó la decisión que daría origen a la leyenda.

Para no seguir siendo humillado por los conquistadores, para que los usurpadores no osaran rozar su figura de Señor huarpe y verdadero dueño de las tierras y mucho menos que menoscabaran su condición de cacique, se retiró hasta un lugar llamado Angualasto. Allí, en cueva que casi nadie conocía, se encerró con toda su familia a esperar la muerte.

Dicen, los antiguos del lugar, que luego de unos días escuchó un fuerte temblor acompañado de un estruendo. Una gran grieta se abrió en la roca que sellaba la caverna y por ella comenzó a fluir un hilo de agua caliente.Narran alguno, que esas aguas que brotan, son lágrimas del cacique. Calientes porque brotan del corazón mismo de la tierra (la pachamama) que acogió en su seno a tan ardiente defensor de su raza. Además son continuas como una queja silenciosa y constante que nos recuerda que allí quedó un valiente que prefirió dar la vida antes que traicionar sus ideales.

Page 5: LEYENDAS

Sol y Dar

Hace mucho tiempo, en estas mismas tierras, había un cacique llamado Sol que vivía con su esposa Dar.

Sol era muy egoísta. Sólo pensaba en él y no le preocupaba ayudar a nadie. Quería ser el rey indio más rico y poderoso y brillar más que nadie. Dar, en cambio, era muy humilde, compartía su ternura con todos y vivía ideando nuevas formas de ayuda.

Quería ser una buena persona y no le interesaba ser superior a nadie.Sol y Dar eran muy diferentes. Sol vivía pidiendo más y más y Dar vivía

dando más y más. Él quería ser rico en oro, joyas y tierras, y ella quería ser rica de corazón; él buscaba rodearse de cosas materiales y acumular posesiones y ella buscaba otras almas buenas con quienes compartir la vida. Sol quería brillar por lo que tenía, que lo recordaran como el cacique más poderoso de la Tierra y ella, en cambio quería brillar por su buen corazón, que la recordaran por su ternura.

Un día el rey se enfermó y por más que suplicó, los dioses no le concedieron una mejoría.

Su salud empeoraba cada día y ningún médico, ni curandero, ni brujo, ni hechicera sabía cómo curarlo. Toda la fortuna de Sol, no alcanzaba para devolverle la salud.

Dar estaba muy preocupada, y todas las noches rogaba a los dioses que acompañarán a su marido en la enfermedad y que lo ayudarán a recuperarse apiadándose de él. La tribu entera levantaba súplicas y ruegos pidiendo por su jefe.

Una noche, durante uno de sus afiebrados sueños. Sol tuvo la visita de un ángel que le habló diciendo:

“Sol: yo sé lo que te pasa y puedo curarte, pero para eso debés aprender cuál es la verdadera riqueza. Estás enfermo de una enfermedad muy grave, que se llama egoísmo, y solo se cura desde el corazón.” Y se fue, dejando a Sol solo y pensativo.

Al día siguiente, despertó ante la mirada asombrada de su esposa, y le contó el sueño.

“¿Que me quiso decir el ángel durante el sueño, mi querida Dar? ¿Cuál es la verdadera riqueza? ¿Cómo es que el egoísmo se cura desde el corazón?”

Y dar le explicó todo lo que ella había aprendido durante su vida, la alegría inmensa que se siente cuando ayudamos a otro más necesitado y lo felices que somos cuando alguien nos ayuda, le contó también lo que significaba la palara compartir y cómo es posible vivir compartiendo cada día. Sol escuchaba atentamente a su sabia esposa, aprendiendo la lección más importante de su vida.

Al otro día, comenzó su recuperación como por arte de magia, se transformó en el cacique más bueno de la Tierra, ayudando a todos en los problemas y regalando sus riquezas a los que menos tenían, cada día que pasaba, ayudaba más y más y su salud mejoraba más y más. Su corazón se iba haciendo fuerte a medida que su fortuna se transformaba en amor y agradecimiento.

El Ángel, muy feliz, observó el cambio de Sol y decidió premiarlo más regalándoles a los hombres lo que el cacique Sol había aprendido: el don de la Solidaridad. De ahí que su nombre nos recuerde a la pareja india: Sol y Dar.

Page 6: LEYENDAS

Leyenda del Picaflor

Dicen que hace muchísimos años, en una región poblada por diversas tribus indígenas vivió una hermosa india guaraní llamado Potí. En su idioma su nombre significa “flor”. Así bella y alegre como las flores silvestres del bosque, era Potí.

En aquel tiempo, los guaraníes peleaban contra tribus. A una de ellas pertenecía Guanumby, un indio joven y valiente.

Cierto día, Guanumby vio por primera vez a la indiecita. En ese momento quedó cautivado por su hermosura. Lo mismo le ocurrió a Potí.

A pesar de que sus tribus eran enemigas, Potí y Guanumby se enamoraron intensamente. Sabían que su amor estaba prohibido y podía ser castigado. Pero el sentimiento que los unía era tan intenso que, desafiando los peligros, se veían a escondidas en el bosque.

Pero sucedió que, una tarde, otra joven de la tribu de Potí descubrió el secreto. Envidiosa y malvada, se apresuró a contárselo al jefe guaraní. Este se enfureció al escuchar la noticia y ordenó encerrar a Potí para evitar que se escapara.

En vano Guanumby acudía cada atardecer al bosque, Potí no llegaba.La Luna, viendo la enorme pena del indio enamorado, le dijo una noche:- Ayer la vi a Potí. Lloraba amargamente, pues la querían obligar a

casarse con un indio de su tribu.Desesperada, ella imploró a Tupá, su dios, que hiciera cualquier cosa

para impedir esa boda. Y me ha contado el Viento que Tupá escuchó sus súplicas: la transformó en una flor. Guanumby bajó la cabeza tristemente y luego miró a la luna.

- Dime, ¿en qué clase de flor ha sido convertida mi novia?La luna respondió acongojada, que no lo sabían ni ella ni el viento.Entonces Guanumby extendió sus brazos al cielo y pidió con todas

fuerzas:-¡Tupá, Tupá! Yo sé que en los pétalos de Potí reconoceré el sabor de sus

besos. Yo sé que la he de encontrar. ¡Ayúdame a encontrarla, tú que todo lo puedes!

Inmediatamente, ante la mirada asombrada de la Luna, el cuerpo de Guanumby comenzó a disminuir hasta quedar convertido en un pequeñísimo y delicado pájaro multicolor, de pico largo y arqueado, que salió volando apresuradamente hacia la flor más cercana.

El joven se había convertido en un picaflor, esa maravillosa avecilla que algunos indios llaman Guanumby.

Desde aquella noche, el novio convertido en pájaro, inquieto y tembloroso, ha pasado sus días besando los labios de las flores para encontrar alguna vez a su flor.Y cuenta la leyenda que aunque la ha buscado incansablemente, todavía no la ha podido hallar.

Page 7: LEYENDAS

Las Manchas del Sapo

Dicen que los sapos eran verdes y lisitos.Que un día hubo una gran fiesta en el cielo y todas las aves de la tierra

fueron invitadas.El águila, que era cantora y guitarrera, preparó su instrumento para

asistir a la fiesta.Cuando el sapo se enteró, muchas ganas de ir y pensó:- “Voy a meterme en la caja de la guitarra y el águila me llevará sin darse

cuenta”, y así el sapo llegó a la fiesta, que estuvo muy divertida.Al momento de regresar, el sapo disimuladamente se metió otra vez en la

guitarra.El águila se la colgó de un ala y emprendió el viaje. En pleno vuelo hacia

la tierra, sin darse cuenta, se le dio vuelta y el sapo cayó desde lo alto, gritando:

-¡Pongan colchones! ¿Saquen las piedras ! ¡Pobre mi pellejo!El pobre cayó sobre las piedras y se llenó de heridas, pero enseguida

sanaron y en su lugar quedaron unas manchas iguales que tienen todos los sapos de estos tiempos.

Page 8: LEYENDAS

La Leyenda del Ombú.

Hace muchísimo años, en la llanura pampeana los hombres de la tribu eran los encargados de cuidar el cultivo del maíz. Este era el principal alimento de toda la población. Pero, un día todos los hombres tuvieron que alejarse para defender sus dominios frente a una tribu enemiga. Sólo quedaron los ancianos, algunas mujeres y los niños, por lo que el cacique le encargó a su esposa Ombí el cuidado de la pequeña siembra de maíz.

Pasaron muchos días hasta que las plantas comenzaron a dar sus primeros tallos verdes y tiernos. Pero ocurrió una gran sequía que azotó a la región.

Los ancianos de la tribu invocaron a los dioses protectores para que enviaran un poco de lluvia, pero no aparecía ni una pequeña nube en el cielo. Las plantas se secaban unas tras otras y no había manera de protegerlas, El calor era tan ardiente que la tierra era como una enorme hoguera. El suelo se agrietaba y estaba cubierto por un polvo reseco.

Un día, Ombí se acercó a la siembra y comprobó que quedaba una sola planta. Para no perderla, se arrodilló a su lado y la cubrió con su cuerpo para protegerla del sol. La Tristeza se había apoderado de Ombí, y sus lágrimas comenzaron a humedecer la tierra agrietada y caliente.Después de varios días, la gente de la tribu comenzó a preocuparse porque Ombí no había regresado y decidieron salir a buscarla. En el lugar de la siembra encontraron una hierba gigante. Para recordar a la india, llamaron “ombú” a aquella planta.

Page 9: LEYENDAS

La Furia de las Aguas

Hace miles y miles de años, cuando la nación toba era fuerte y poderosa, el dios Tupá la había favorecido con buena caza y buena pesca.

Pero el territorio toba cada vez era más grande, ya que habían crecido haciéndose temer por sus vecinos.

Tupá no solo les proporcionaba la seguridad de contar con alimento abundante, sino que también les dio leyes que el pueblo debía cumplir. Las leyes incluían derechos y obligaciones. Tupá les había dicho que eran dueños de cazar y pescar cuanto quisieran para alimentarse, pero no por diversión, ya que tenían que cuidar lo que les daba la naturaleza. Además les había prohibido algo: que tocaran a Pirayú (nombre que le da en guaraní al pez llamado dorado), el padre de las aguas, cuando éste se refugiaba a descansar a la sombra de un palo borracho.

Un día, el cacique de los tobas regresó con sus hombres del río. Venían de luchar con una tribu y habían conseguido tomar sus tierras y así agrandando su territorio.

Llegaban soberbios, sintiéndose invencibles y dueños del mundo. Cuando, de pronto, vieron en el río un resplandor dorado. Pirayú estaba allí. Los hombres prepararon sus lanzas para cazarlo, pero Pirayú fue más rápido y huyó. El cacique, que quería divertirse y demostrar que no sólo guerreando era el mejor, sino que pescando era también superior, olvidó toda recomendación de Tupá y comenzó a perseguir al pez. Este, al llegar a un gran palo borracho florecido, se hundió en su tronco creyéndose a salvo. Pero el cacique, enceguecido de orgullo, levantó su brazo y con una lanza lo mató.

En ese instante, el cielo se oscureció, el río abrió su boca marrón y de las aguas surgió un quejido ensordecedor. El río creció. El cauce se desbordó arrastrándolo todo... Tupá estaba castigando la desobediencia.La inundación duró tres meses. Cuando el río bajó, poco quedaba del poderío toba. Ya han pasado siglos desde entonces, apero cuando el palo borracho se cubre de flores, los vecinos de Paraná saben que está por llegar la época en que la furia de las aguas se levanta para recordar a todos el castigo impuesto por Tupá.

Page 10: LEYENDAS

El Hornero

Frente a la entrada de su choza el indio transformaba el barro en hermosas vasijas y pulidos platos. No en vano era el mejor alfarero de su pueblo.

Su alegría era grande, al día siguiente debía casarse con la joven más hermosa de la tribu, también alfarera. Pero esa noche el hechicero presagió grandes desgracias derivadas de aquel matrimonio. Bajo tal influencia el cacique prohibió su realización. Los enamorados convinieron fugarse a la selva donde establecerían su hogar.

A la noche siguiente huyeron, pero los indios los persiguieron lanzando sus flechas, cuyas agudas puntas envenenadas mataron a los jóvenes enamorados.

Cuenta la leyenda que la pareja no desapareció de la tierra de sus mayores; ambos se transformaron en esas hermosas y simpáticas avecillas que empleando sus habilidad para modelar hacen, cantando, su nido de barro. Y así nació el hornero, pájaro laborioso de los campos argentinos.

Page 11: LEYENDAS

La Guitarra

Pedro, era un gaucho humilde y honesto que vivía sólo en su rancho, alejado del caserío. Él soñaba con un gran amor en quien apoyarse y con quien compartir todo los suyo.

Un cierto día, una melodiosa música llegó a sus oídos, esas melodías anunciaban que en el pueblo había una fiesta criolla. Pedro se puso sus mejores galas y llenando de galas a su zaino, se dirigió al baile.

El destino quiso que todo lo que el gaucho había soñado, en esa noche se cumpliera.

Margarita, la moza más linda y graciosa en “la tierra”, se cruzó en su camino... y entre gatos y cuecas cuyanas, ese rancho solitario que desde hacía años esperaba las manos de una mujer.

El tiempo fue pasando y Pedro se enamoraba cada vez más de su mujer, quien lo atendía con todo su amor de criolla, con toda su belleza y lo emborrachaba con su canto de zorzal que cruzaba el aire como un ave cantora.

Maiquen, era un indio manso, su tribu estaba cerca del poblado por que éste llegaba constantemente en busca de algunas provisiones. El indio, estaba enamorado de Margarita, pero vivía ese amor desde la distancia de sus razas; no imaginó nunca que un día esa moza se iría con otro hombre.

Enterado de su amor por un gaucho, Maiquen se enfermó de ira, de celos y salió en busca de la prenda. El indio como un animal en celo llegó hasta las cercanías del rancho de Pedro y esperó que éste saliera a hacer sus habituales tareas en el campo. Cuando esto sucedió, asaltó el rancho y al mejor estilo de su raza, tomó por la fuerza a la mujer, aprovechando la rapidez de su caballo, puso prontamente distancia con aquel nido de amor que quedó vacío y silencioso.

Al caer la tarde, hombre, que había terminado su faena, buscó el amor de su china... en el calor de su rancho pero... algo llamó su atención desde la distancia. El humo característico de la cocina no surcaba y al estar más cerca tampoco escuchó el canto de Margarita.

Todo esto, más las marcas dejadas por el caballo sacado a todo galope, hicieron que entendiera lo que había ocurrido. Rápidamente montó su animal para seguir las huellas dejadas por el usurpador.

Se acercaba la noche pero no desalentó al gaucho, quien pudo divisar a lo lejos el resplandor de un fuego donde acampaba al indio con su amada. Desde unos arbustos pudo ver a Margarita con manos y pies atados frente a un salvaje que la insultaba con su mirada. Un fuego enceguecedor se desató en su pecho, entonces lleno de valor y con su amor como escudo, Pedro saltó frente a Maiquen para trabarse en lucha. La habilidad del gaucho en el manejo del facón dejó pronto fuera de combate al indio quien allí conoció a la muerte.

Luego de limpiar su facón en los pastos, el gaucho buscó los brazos de mujer, pero tristemente descubrió que estaba muerta; las boleadoras del indio que durante el combate él había esquivado habían dado en la cabeza de la mujer provocándole la muerte instantánea.

El gaucho tomó en sus brazos el cuerpo inerte de su esposa, lloró infinitamente y junto a un árbol.

En un abrazo eterno decidió esperar la muerte.El sueño lo venció al hombre y allí, mientras él dormía, Dios premiando

aquel amor criollo, el coraje del gaucho y la fidelidad de aquella mujer, la transformó en una caja sonora.

Es así que al despertar Pedro, encontró sobre sí y entre sus brazos una GUITARRA que era su Margarita que quería seguir acompañando a sus gauchos para siempre.