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LEONARDO BOFF : "ANTE LA CRISIS, CAMBIO DE RUMBO". (Conferencia en Sevilla, 21 de mayo) Mar, 29/05/2007 - 12:26 — amfuente LEONARDO BOFF EN SEVILLA (Presentación) Esteban Tabares Leonardo Boff es una de las voces más limpias y robustas de la teología latinoamericana de la liberación. Es uno de los teólogos que más ha contribuido a su formulación coherente y sistemática, que él extiende a los problemas relacionados con el medio ambiente y fundamenta en prácticas solidarias de liberación. Leonardo nació en 1938 en Concordia (Brasil). A los 12 años entra en un seminario de franciscanos alemanes. A los 27 años termina sus estudios en Petrópolis y se ordena de sacerdote dentro de la orden franciscana. Recibió clases de patrística y espiritualidad por Evaristo Arns, cardenal de Sao Paulo. Después, durante cinco años estudió en Munich teología dogmática y exégesis bíblica. En 1970, bajo la dirección del profesor Joseph Ratzinger, entonces amigo suyo y hoy Papa, terminó su doctorado en teología con la tesis “La Iglesia como sacramento”. El mismo Ratzinger le concedió una beca de 13.000 marcos y le ayudó a publicarla. Cuando Boff se encontró por primera vez con el Papa de entonces, fue el mismo Ratzinger quien personalmente lo acercó hasta él, diciendo con orgullo delante de todos: “Éste es el nuevo teólogo latinoamericano”. Pero cuando empezó el proceso judicial, siendo ya

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Page 1: Leonardo Boff

LEONARDO BOFF : "ANTE LA CRISIS, CAMBIO DE

RUMBO". (Conferencia en Sevilla, 21 de mayo)Mar, 29/05/2007 - 12:26 — amfuente

                                                LEONARDO BOFF EN SEVILLA

(Presentación)

                                                                                                                     

Esteban Tabares

                                                                                 

 

Leonardo Boff es una de las voces más limpias y robustas de la teología

latinoamericana de la liberación. Es uno de los teólogos que más ha contribuido a su

formulación coherente y sistemática, que él extiende a los problemas relacionados

con el medio ambiente y fundamenta en prácticas solidarias de liberación.

 

Leonardo nació en 1938 en Concordia (Brasil). A los 12 años entra en un seminario de

franciscanos alemanes. A los 27 años termina sus estudios en Petrópolis y se ordena

de sacerdote dentro de la orden franciscana. Recibió clases de patrística y

espiritualidad por Evaristo Arns, cardenal de Sao Paulo. Después, durante cinco años

estudió en Munich teología dogmática y exégesis bíblica.

 

En 1970, bajo la dirección del profesor Joseph Ratzinger, entonces amigo suyo y hoy

Papa, terminó su doctorado en teología con la tesis “La Iglesia como sacramento”. El

mismo Ratzinger le concedió una beca de 13.000 marcos y le ayudó a publicarla.

Cuando Boff se encontró por primera vez con el Papa de entonces, fue el mismo

Ratzinger quien personalmente lo acercó hasta él, diciendo con orgullo delante de

todos: “Éste es el nuevo teólogo latinoamericano”. Pero cuando empezó el proceso

judicial, siendo ya Ratzinger prefecto del exSanto Oficio, cambió todo.

 

Boff ha sido profesor de teología sistemática en la Facultad de Filosofía y Teología de

Petrópolis y director de la editorial brasileña Vozes. Actualmente es profesor de

espiritualidad, ética y teología en la Universidad de Río de Janeiro. Ha escrito más de

ochenta libros.

 

Roma le impuso un silencio penitencial por tiempo indefinido, debido a los debates

que levantan sus planteamientos teológicos. Hasta que en 1992, después de afrontar

un duro proceso con el Vaticano, da a conocer en una carta pública sus razones  para

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dejar de ser franciscano y sacerdote institucionalmente.

 

También ha trabajado en la promoción humana de los pobres de las “favelas” de

Petrópolis. Ahí conoció a Marcia, su esposa. Ella trabajaba en la promoción de la gente

del gran basurero de la ciudad, donde alrededor de una 200 familias viven de la

basura, seleccionando los plásticos, la madera, las latas... para luego venderlo. Es una

guerra entre cuervos, personas y cerdos, todos mezclados y viviendo de lo mismo. Ahí

crearon una comunidad de base, un preescolar, un centro comunitario, una escuela, e

incluso una fábrica de reciclaje de toda la basura.

 

Cuando le impusieron silencio desde el Vaticano, Pedro Casaldáliga le diría lo

siguiente:

 

LEONARDO BOFF:

TEÓLOGO DE LA GRACIA LIBERADORA

 

¿Qué le diría mi compadre San Francisco

a su hijo Leonardo Boff?

 

Hermano Leonardo,

teólogo de la Gracia Liberadora

por el designio del Padre:

Comparte en profundidad el misterio de los Pobres

que no tienen voz en la Sociedad ni en la Iglesia.

Escucha el grito de los oprimidos

que brota de este continente de la muerte y la Esperanza

y el canto nuevo que ya rompe de las aldeas indias,

de los campos y de las ciudades.

La noche va pasando

y el día se avecina.

El viento libre del mar de Tiberíades

y las aves evangelizadoras del monte de las bienaventuranzas

invadirán, para alegría de los Pobres,

todo el ámbito de la Iglesia de Jesús.

 

___________

Page 3: Leonardo Boff

 

De entre sus más de ochenta libros recordemos algunos títulos:

 

Teología del cautiverio y de la liberación.

El rostro materno de Dios.

Eclesiogénesis.

Jesucristo y la liberación del hombre.

La Trinidad, la sociedad y la liberación.

La nueva evangelización.

Mística y espiritualidad.

Ecología: grito de la Tierra, grito de los pobres.

Brasas bajo cenizas.

El águila y la gallina: una metáfora de la condición humana.

La dignidad de la Tierra.

El despertar del águila.

Ética planetaria desde el Gran Sur.

El cuidado esencial.

Gracia y experiencia humana.

La voz del arco iris. Etc....

 

 -----------------------------------------------------------------------------------

 

Más abajo se adjunta el texto de su conferencia pronunciada el día 21 de mayo en el

salón de actos de la Facultad de Pedagogía de Sevilla ante unas 800 personas

asistentes. En su mayor parte coincide con el texto publicado en la Revista ÉXODO nº

88 de abril-07, que es el que reproducimos. 

 

 

                                     ANTE LA CRISIS, CAMBIO DE RUMBO

 

                                                                                         Leonardo Boff

 

 

Hay que salvar la Tierra

 

La marca registrada de la Iglesia de la liberación, y de su correspondiente reflexión,

consiste en la opción preferencial por los pobres, contra la pobreza y en favor de la

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vida. En los últimos años empezó a percibirse que la misma lógica que explota a las

personas, a otros países y a la naturaleza, explota también a la Tierra como un todo, a

causa del consumo y de la acumulación a nivel planetario. De ahí la urgencia de

incluir en la opción por los pobres al gran pobre que es la Tierra. Hoy lo más

importante no es la opción por el desarrollo -ni aunque fuera sostenible-, ni por los

ecosistemas en sí, sino por la Tierra. Ella es la condición previa para cualquier otra

realidad. Hay que salvar la Tierra.

 

El informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático

(IPCC) que involucró a 2500 científicos de 130 países, reveló dos datos aterradores.

Primero, que el calentamiento planetario es irreversible y que ya estamos dentro de

él; la Tierra está buscando un nuevo equilibrio. Segundo, que el calentamiento es un

fenómeno natural, pero que se aceleró enormemente después de la revolución

industrial debido a las actividades humanas, hasta el punto de que la Tierra ya no

consigue autorregularse.

 

Según James Lovelock, en La venganza de Gaia (2007), anualmente se lanzan a la

atmósfera cerca de 27 mil millones de toneladas de dióxido de carbono que,

condensadas, equivaldrían a una montaña de un kilómetro y medio de altura con una

base de 19 kilómetros de extensión. Es la causa del efecto invernadero que, según el

Grupo, puede elevar todavía la temperatura planetaria en este siglo entre 1’8 y 6’4

grados centígrados. Con las medidas que tal vez se lleguen a tomar, es posible que el

aumento se quede en 3 grados, pero no menos de eso. Las consecuencias serán

incontrolables: los océanos subirán de 18 a 59 cm., inundando ciudades costeras,

como Río de Janeiro; habrá una devastación fantástica de la biodiversidad y millones

de personas correrán peligro de desaparecer.

 

Jacques Chirac, expresidente de Francia, a la vista de estos datos ha dicho con

acierto: "Ha llegado la hora de una revolución en el verdadero sentido de la palabra:

una revolución de las conciencias, de la economía y de la acción política”.

Efectivamente, como no podemos detener la marcha del  calentamiento, podemos por

lo menos desacelerarlo mediante dos estrategias básicas: adaptamos a los cambios -

quien no lo haga, correrá el peligro de morir-; disminuir las consecuencias letales,

permitiendo la supervivencia para Gaia, para los organismos vivos, y, especialmente,

para los humanos.

 

A las tres famosas erres (reducir, reutilizar y reciclar) hay que añadir una cuarta:

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rearborizar todo el planeta, ya que son las plantas quienes capturan el dióxido de

carbono y reducen considerablemente el calentamiento global.

 

Esta cuarta erre es fundamental para la conservación de la Amazonia. Sus selvas

húmedas son las grandes reguladoras del clima terrestre. El desafío es cómo combinar

el desarrollo con el mantenimiento de la selva en pie. No podemos deforestar al nivel

en que lo estábamos haciendo. Pero no somos ni de lejos los campeones de la

deforestación, como recientemente ha revelado E.E. Moraes en su libro “Cuando el

Amazonas desembocaba en el Pacífico” (2007): África mantiene sólo el 7,8% de su

cobertura forestal, Asia el 5,6%, América Central el 9,7%, y Europa, que es la que más

nos acusa, apenas el 0,3%. Brasil aún conserva el 69,4% de sus selvas primitivas y el

80% de la selva amazónica. Esto no disculpa nuestros niveles de deforestación ni es

motivo de orgullo, es un desafío a nuestra responsabilidad mundial para el bien del

clima en todo el Planeta.

 

Vuelta a la casa común: marco para una espiritualidad ecológica.

 

Los datos expuestos nos hacen ver que el momento de la civilización actual presenta

distorsiones y anomalías graves, que deben ser diagnosticadas y curadas con

urgencia si queremos sobrevivir. Hay quien habla de la crisis señalando en ella un

doble aspecto: el estructural y el terminal. Estructural, porque afecta a la totalidad y

terminal porque no parece que el sistema disponga ya de mecanismos internos para

restañar sus contradicciones y superarlas.

 

La alarma, pues, la tenemos encima: está amenazado el patrimonio común de la vida,

crece la pobreza, se degrada el ambiente, progresa el desempleo estructural, nunca

hemos tenido tanta riqueza, pero nunca la hemos tenido tan pésimamente distribuída,

la sociedad se dualiza en ricos cada vez más ricos y en pobres cada vez más pobres,

podemos dañar gravemente la biosfera y destruir las condiciones de vida de los seres

humanos. La Tierra es como un corazón. Gravemente lesionado, el resto de los

organismos vitales se verán afectados, los climas, las aguas potables, la química de

los suelos, los microorganismos, las sociedades humanas. La sustentabilidad del

planeta, tejida por millones de años de trabajo cósmico, puede verse desbaratada.

 

Razones para un cambio de modelo de espiritualidad.

 

Afortunadamente, está surgiendo la conciencia de que nosotros no podemos seguir

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actuando con la mentalidad que hasta ahora nos ha poseído. Nuestra visión

cartesiano-newtoniana de la naturaleza nos ha hecho dualistas, en el sentido de

contraponer el hombre a la tierra. Nosotros estaríamos sobre la tierra y contra la

tierra, como seres extraños y hostiles, mirándola como un conjunto de recursos y

materias primas que se pueden explotar indefinidamente.

 

En este sentido, se nos han venido abajo dos ilusiones, la de creer que la Tierra es

inagotable y la de que nuestro Progreso hacia el futuro es ilimitado. Llevamos así 400

años y el modelo ha hecho quiebra. El objetivo que perseguíamos se ha vuelto contra

nosotros: de dominadores hemos pasado a ser dominados.

 

Sencillamente, estamos descubriendo que, por delante, por encima y por debajo de

todos los hallazgos y laberintos tecnológicos, se halla nuestra casa perdida, nuestro

común hogar olvidado: la Tierra, la Comunidad Humana y Cósmica. Ya no admitimos

que la Tierra sea una simple reserva físico-química de materias primas. Es un

organismo extremadamente complejo y dinámico. Es la gran Madre que nos nutre y

transporta. El destino común exige un cambio de rumbo.

 

Causas, de tipo religioso, de la crisis.

 

Pero, para acertar en este cambio, debemos preguntarnos cómo ha sido posible que

hayamos llegado a esta situación de guerra entre el ser humano y la naturaleza. Ha

habido unas causas. Y, si no damos con las causas, difícilmente podemos dar con el

remedio. Quiero fijarme principalmente en la incidencia que la religión cristiana ha

ejercido en esta crisis.           En la tradición cristiana podemos descubrir dos

orientaciones: una integradora y otra desintegradora.

 

La primera es la que, partiendo de que Dios es el Creador y el Bienhechor, no puede

haber creado algo hostil a la vida y a los sistemas vitales. La revelación de Dios es

positiva y benéfica, profundamente integradora del ser humano con la naturaleza. La

segunda es la que le atribuye una buena responsabilidad en todo este proceso de

distorsión, al haber propiciado la secularización, la falta de veneración a la Tierra y el

resurgir del proyecto de la tecnocracia. Señalo algunos puntos de esta tradición

cristiana de carácter antiecológico.

 

a) Patriarcalismo:

 

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El patriarcalismo se caracteriza porque ensalza los valores masculinos y hace que

ocupen los principales espacios sociales, en tanto que las características femeninas

quedan marginadas. Dios mismo es presentado como Padre y Señor absoluto. Se da

aquí, indudablemente, un reduccionismo que afecta al equilibrio de los sexos y que

condiciona una ruptura de la ecología religiosa con la social.

 

b) Monoteísmo:

 

Existen razones más que suficientes para sustentar el monoteísmo, pero tal como se

formuló psicológica y políticamente supuso una lucha incansable contra el politeísmo

de cualquier signo, negando en él cualquier momento de verdad. La radicalización del

monoteísmo desacralizó el mundo, contraponiéndolo y distinguiéndolo de Dios, separó

excesivamente al mundo de Dios, no supo discernir las energías divinas en el universo

y especialmente en el ser humano.

 

Políticamente se lo invocó para justificar el autoritarismo y la centralización del poder:

un solo Señor en el cielo, un solo Señor en la tierra, un solo jefe religioso, una sola

cabeza ordenadora de la familia. Esta visión destruyó el diálogo, la equidad y la

comunidad universal que supone el ser todos hijos e hijas de Dios. Se afirmó que

únicamente el ser humano ha asumido la representación de Dios en la creación, sólo

él es prolongador del acto creador de Dios. Se relegó al olvido a la gran comunidad

cósmica, portadora del Misterio y por ello reveladora de la Divinidad.

 

                c) Antropocentrismo:

 

El texto bíblico de "Sed fecundos, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad

sobre los peces del mar, las aves del cielo" (Gn 1,28) es una invitación a la demografía

ilimitada y al dominio de la tierra ilimitado. Otros textos (Gn 9,7; 9,2; Sal 8,6-8...)

expresan un claro sentido antiecológico.

 

            d) Ideología tribal:

 

Me refiero a la ideología que ha hecho que hebreos, cristianos y musulmanes se

considerasen pueblos elegidos de Dios, con lo que no supieron eludir el riesgo de la

arrogancia y la lógica de la exclusión. De hecho así ha ocurrido en las guerras de unos

contra otros, en el intento de querer imponer las propias convicciones a los demás en

nombre de Dios, llegando a vivir en una fraternidad del terror contra toda diversidad

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del pensamiento (inquisición, fundamentalismos, guerras de religión).

 

 

La naturaleza caída: La ruptura de la religación universal.

 

La creencia en la naturaleza caída afirma que todo el universo cayó bajo el poder del

demonio debido al pecado original introducido por el ser humano. El universo perdió

su carácter sagrado y pasó a ser materia corrupta, pecaminosa, decadente. Razón por

la cual, la naturaleza y el mundo mismo dejaron de tener aprecio, se produjo un

desinterés religioso por cualquier proyecto histórico, se amargó la vida ya que se puso

bajo una pesada sospecha todo placer y, lo que es más grave, se retardó la

investigación científica.

 

En consecuencia, la Tierra llegó a ser castigada a causa del pecado humano. En

opinión de muchos, este binomio pecado/redención sería una de las mayores

características del cristianismo. Examinado todo esto, el resultado parece ser que

entre el universo y el Creador se producido una ruptura. La tradición judeo-cristiana

llama a esta ruptura pecado original o pecado del mundo. Original porque afectaría al

fundamento y sentido de su propio ser; y pecado porque sería como una subversión

de todas las relaciones en que está inserto el ser humano, una especie de marca

negativa en su misma condición humana.

 

Esta doctrina del pecado original intenta explicar la experiencia fundamental de ese

enigma que acompaña al ser humano entre lo que es y lo que podría ser, de la

disfunción entre los seres humanos y la naturaleza.

 

En nuestro tiempo se da una interpretación sobre ese pecado original, bastante

diferente de la tradicional. La caída no sería sino la misma naturaleza in fieri, en su

devenir, como sistema abierto, pasando de niveles menos complejos a niveles más

complejos. Dios no creó el universo como algo acabado de una vez por todas, sino que

desencadenó un proceso abierto hacia formas cada vez más organizadas de vida y de

conciencia. La imperfección del proceso cosmogénico y evolutivo no traduce el

designio último de Dios, sino un momento de ese inmenso proceso siempre abierto. El

paraíso terrenal, dentro de esta interpretación, significaría la promesa de un futuro

que aún está por llegar. El destino del universo, más que una realidad primera

perdida, está todavía por realizarse.

 

Page 9: Leonardo Boff

Se pueden entender desde esta perspectiva, las palabras de S. Pablo: "La creación

entera gime hasta el momento presente y sufre dolores de parto" (Rom 8,22). La

naturaleza no ha alcanzado aún su madurez, no ha llegado a su hogar definitivo. El ser

humano participa en ese proceso de maduración, también él gime y gime la creación

entera en espera ansiosa de la maduración de los hijos y las hijas de Dios. Sólo

entonces, al término, Dios podrá decir: "Y todo era bueno".

 

El ser humano tiene la capacidad de pilotar todo el proceso. Habitado por el fuego del

deseo es una máquina de fabricar utopías, captar lo que podría ser y aún no es,

organizar su actividad a fin de aproximar el sueño a la realidad. Siempre habrá un

abismo entre el sueño y la realidad. Por eso el ser humano siente el deseo de una vida

sin fin. Y a la vez se da cuenta de que la vida tiene fin y que él muere efectivamente.

Lo que somos y lo que nos gustaría ser.

 

El ser humano puede aceptar su condición de mortalidad o puede rebelarse contra

ella. Si la acepta, puede entregarse en manos de Alguien que pueda realizar su vida

sin fin. Muere, pero pasa a otro tipo de vida, muere para vivir más y mejor, para

resucitar. Si no la acepta, no acepta el designio de Dios, que supone la religación de

todas las cosas y el hecho de que, tras pasar por el tiempo y a través de la muerte,

regresen a su corazón.

 

No sé si el ser humano, al organizardo todo en función de sí mismo, de su propio

interés, sin poder escapar a la muerte, se aparta de la fraternidad y sororidad

universales, se siente acongojado y acaso por ese miedo usa de su poder en contra de

la naturaleza. Por el contrario, la alianza de paz y confraternidad entre el ser humano,

la naturaleza y Dios constituye el horizonte de esperanza imprescindible para

cualquier compromiso ecológico eficaz.

 

Una nueva relación sinergética con la tierra.

 

La teología de la liberación se percató de que la lógica que oprimía y saqueaba a la

naturaleza era la misma que oprimía al pobre. En este contexto, el ser más

amenazado de la creación no son las ballenas, sino los pobres, condenados a morir

prematuramente. La teología de la liberación parte de la ecología social para desde

ella, desde la justicia social, llegar a una nueva alianza de los humanos con los demás

seres. La Tierra también clama bajo la máquina depredadora de nuestro modelo de

sociedad y desarrollo.

Page 10: Leonardo Boff

 

La liberación, para ser operativa, tiene que hacerse desde este marco sociopolítico y

cosmológico. Todos deben ser liberados, pues todos estamos bajo un paradigma que

nos esclaviza, el del maltrato de la tierra, el del consumismo, el de la negación de la

alteridad y del valor intrínseco de cada ser. ¿En qué medida Occidente, con su

tecnociencia y cultura, y con su cristianismo, con su bagaje espiritual garantiza un

futuro colectivo?

 

El reto está en que los humanos se entiendan como una gran familia terrenal junto

con otras especies y redescubra su camino de vuelta a la comunidad de los demás

vivientes, la comunidad planetaria y cósmica. Los seres humanos debemos sentimos

hijos e hijas del arco iris, mediante relaciones nuevas de benevolencia, compasión,

solidaridad cósmica, y profunda veneración por el misterio que cada cual porta y

revela.

 

Cada vez entendemos mejor que la ecología se ha convertido en el contexto de todos

los problemas: de la educación, del proceso industrial, de la urbanización, del derecho

y de la reflexión filosófica y religiosa. A partir de la ecología se está elaborando e

imponiendo un nuevo estado de conciencia en la humanidad que se caracteriza por

más benevolencia, más compasión, más sensibilidad, más enternecimiento, más

solidaridad, más cooperación, más responsabilidad entre los seres humanos hacia la

Tierra y hacia la necesidad de su preservación.

 

En esta perspectiva alimentamos una perspectiva optimista. La Tierra puede y debe

ser salvada. Y será salvada. Ella ya pasó por más de 15 grandes devastaciones. Y

siempre sobrevivió y salvaguardó el principio de vida. Y llegará a superar también el

actual impasse, pero bajo una condición: que cambiemos de rumbo y de óptica. De

esta nueva óptica surgirá una nueva ética de responsabilidad compartida y de

sinergia para con la Tierra. Tratemos de fundamentar este nuestro optimismo.

 

                1- Somos Tierra que piensa, siente y ama.

 

El ser humano, en las diversas culturas y fases históricas, reveló una intuición segura:

pertenecemos a la Tierra; somos hijos e hijas de la Tierra; somos Tierra. De ahí que

hombre venga de “humus”. Venimos de la Tierra y volveremos a la Tierra. La Tierra no

está frente a nosotros como algo distinto de nosotros mismos. Tenemos la Tierra

Page 11: Leonardo Boff

dentro de nosotros. Somos la propia Tierra que en su evolución llegó al estadio de

sentimiento, de comprensión, de voluntad, de responsabilidad y de veneración. En

una palabra: somos la Tierra en su momento de auto-realización y de auto-

consciencia.

 

Inicialmente, pues, no hay distancia entre nosotros y la Tierra. Formamos una misma

realidad compleja, diversa y única. Ha sido lo que han testimoniado los diversos

astronautas: Humanidad y Tierra forman una única realidad espléndida, reluciente,

frágil y llena de vigor. Esta percepción no es ilusoria, es radicalmente verdadera.

 

Dicho en términos de moderna cosmología: estamos formados con las mismas

energías, con los mismos elementos físico-químicos dentro de la misma red de

relaciones de todo con todo que actúan hace 15 billones de años, desde que el

universo, dentro de una inconmensurable inestabilidad (bing bang-inflación y

explosión), emergió en la forma que hoy conocemos. Cinco grandes actos estructuran

el teatro universal del que somos co-actores:          El primero es el cósmico; el

segundo es el químico; el tercero es el biológico.

 

El cuarto es lo humano, subcapítulo de la historia de la vida. El principio de

complejidad y de auto-creación encuentra en los seres humanos inmensas

posibilidades de expansión. La vida humana floreció, cerca de 10 millones de años

atrás. Surgió en África. A partir de ahí, se difundió por todos los continentes hasta

conquistar los confines más remotos de la Tierra. Lo humano mostró gran flexibilidad;

se adaptó a todos los ecosistemas, a los más gélidos de los polos, a los más tórridos

de los trópicos, en el suelo, en el sub-suelo, en el aire y fuera de nuestro Planeta, en

las naves espaciales y en la Luna. Sometió a las demás especies, menos a la mayoría

de los virus y de las bacterias. Es el triunfo peligroso de la especie homo sapiens y

demens.

 

El quinto acto, es el planetario; la humanidad que estaba dispersa, está volviendo a la

casa común, al planeta Tierra. Se descubre como humanidad, con el mismo origen y el

mismo destino de todos los demás seres de la Tierra. Siéntese como la mente

consciente de la Tierra, un sujeto colectivo, por encima de las culturas singulares y de

los Estados-naciones. A través de los medios de comunicación globales, de

interdependencia de todos con todos, está inaugurando una nueva fase de su

evolución, la fase planetaria. A partir de ahora, la historia será la historia de la especie

homo, de la humanidad unificada e interconectada con todo y con todos.

Page 12: Leonardo Boff

 

2. ¿Qué es la dimensión-Tierra en nosotros?

 

¿Pero qué significa concretamente, más allá de nuestra ancestralidad, nuestra

dimensión Tierra? Significa, en primer lugar, que somos parte y parcela de la Tierra.

Vivimos de ella. Somos producto de su actividad evolutiva. Tenemos en el cuerpo, en

la sangre, en el corazón, en la mente y en el espíritu elementos Tierra. De esta

constatación resulta la conciencia de profunda unidad e identificación con la Tierra y

con su inmensa diversidad. No podemos caer en la ilusión racionalista y objetivista de

que nos situamos ante la Tierra como delante de un objeto extraño.

 

En un segundo momento, podemos pensar la Tierra. Y entonces, sí, nos distanciamos

de ella para poder verla mejor. Ese distanciamiento no rompe nuestro cordón

umbilical con ella. Por tanto, este segundo momento no invalida el primero. Tener

olvidada nuestra unión con la Tierra fue el equívoco del racionalismo en todas sus

formas de expresión. El generó la ruptura con la Madre. Dio origen al

antropocentrismo, en la ilusión de que, por el hecho de pensar la tierra, podemos

colocamos sobre ella para dominarla.

 

Por sentir-nos hijos e hijas de la Tierra, por ser la propia Tierra pensante y amante, la

vivimos como Madre. Ella es un principio generativo. Representa a lo Femenino que

concibe, gesta y da a luz. Emerge así el arquetipo de la Tierra como Gran Madre,

Pacha Mama. De la misma manera que todo genera y entrega la vida, ella también

acoge todo y todo lo recoge en su seno. Al morir volvemos a la Madre Tierra.

Regresamos a su útero generoso y fecundo. El Feng-Shui, la filosofía ecológica china

representa un grandioso sentido de la muerte como unión con Tao y con los ritmos de

la naturaleza, de donde todos los seres vienen y a donde todos vuelven. Conservar la

naturaleza es condición también para que puedan nacer nuevos seres humanos y

hagan su recorrido en el tiempo.

 

Sentir que somos Tierra nos hace tener los pies en el suelo. Nos hace percibir todo de

la Tierra, su frío y calor, su fuerza que amenaza tanto como su belleza que encanta.

Sentir la lluvia en la piel, la brisa que refresca, el huracán que avasalla. Sentir la

respiración que nos entra, los olores que nos embriagan o nos repelen. Sentir la Tierra

es captar el espíritu de cada lugar, inserirse en un determinado lugar. Habitando, nos

hacemos en cierta manera prisioneros de un lugar, de una geografía, de un tipo de

clima, del régimen de lluvias y vientos, de una manera de morar y de trabajar y de

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hacer historia. Ser Tierra configura nuestro límite. Pero también significa nuestro sitito

de contemplación de todo, nuestra plataforma para poder alzar vuelo por encima de

este paisaje y de este pedazo de Tierra, rumbo al Todo infinito.

 

Por fin, sentir-se Tierra es percibirse dentro de una compleja humanidad de otros hijos

e hijas de la Tierra. La Tierra no tan sólo nos produce a nosotros seres humanos.

Produce la miríada de microorganismos que componen el 90 % de toda la red de la

vida. Para todos produce las condiciones de subsistencia, de evolución y de

alimentación, en el suelo, en el sub-suelo y en el aire. Tierra es sumergirse en el

mundo de los hermanos y de las hermanas, todos hijos e hijas de la grande y

generosa Madre Tierra, nuestro hogar común. Esta experiencia de que somos Tierra

constituyó la experiencia matriz de la humanidad en el Paleolítico. Ella produjo una

espiritualidad y una política.

 

Primero una espiritualidad: por todas partes, a comenzar por África, especialmente a

partir del Sahara hace algunos millares de años, de 7000-6000 años antes de nuestra

era, cuando era todavía una tierra verde, rica y fértil pasando por toda la cuenca del

Mediterráneo, por la India y por la China predominaban las divinidades femeninas, la

Gran Madre Negra y la Madre-Reina. La espiritualidad era de una profunda unión

cósmica y de una conexión orgánica con todos los elementos como expresión del

Todo.

 

Al Iado de una espiritualidad surgió, en segundo lugar, una política: las instituciones

matriarcales. Las mujeres formaban los ejes organizadores de la sociedad y de la

cultura. Surgieron sociedades sagradas, penetradas de reverencia, de

enternecimiento y de protección a la vida. Hasta hoy arrastramos la memoria de esta

experiencia de la Tierra-Madre, en la forma de arquetipos y de una insaciable

nostalgia por la integración, inscrita en nuestros propios genes. Los arquetipos

continúan  irradiando en nuestra vida porque rememoran un pasado histórico real que

quiere ser rescatado y obtener todavía vigencia en la vida actual. El ser humano

precisa rehacer esta experiencia espiritual de fusión orgánica con la Tierra, a fin de

recuperar sus raíces y experimentar su propia identidad radical. Precisa también

resucitar la memoria política del feminismo para que la dimensión de “ánima” entre

en la elaboración de políticas con más equidad entre los sexos y con mayor capacidad

de integración.

 

Esta nueva óptica podrá producir una nueva ética, orientada a la afirmación y el

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cuidado por todo lo que vive. En el nuevo paradigma emergente la Tierra y los hijos e

hijas de la Tierra será la gran centralidad, el nuevo sueño del siglo XXI.

 

 

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Revista ÉXODO, nº 88. Abril-07