león tolstói sobre cómo el estado nos enajena

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León Tolstói sobre cómo el estado nos enajena (y cómo liberarnos de su influencia) Un ensayo de Tolstói escrito hace más de 100 años permanece en máxima vigencia, llamando a liberar al individuo de la influencia colectiva para afirmar su propia conciencia El novelista ruso León Tolstói no sólo nos legó obras monumentales como Guerra y Paz y Ana Karenina, también aportó innovadores ideas en política, espiritualidad y ecología. La visión expuesta en su ensayo de 1905 El Fin de una Era: Un Ensayo sobre la Incipiente Revolución mantiene completa vigencia en la actualidad. En él Tolstói advierte sobre la importancia de que las personas mantengan autonomía ideológica y desenmascará los intereses del Estado –generalmente corruptos por la ambición. En toda sociedad humana siempre existen hombres ambiciosos sin escrúpulos, quienes, como ya he intentado mostrar, siempre están listos para perpetrar todo tipo de violencia, robo o asesinato para su propio beneficio; y en una sociedad sin Gobierno estas personas serían ladrones, detenidos en sus acciones por la indignación de aquellos lastimados (justicia auto-instituida, linchamiento) en gran parte a través del arma más poderosa en cuanto a influencia sobre el hombre –la opinión pública. Mientras que en una sociedad dominada por la autoridad coercitiva, estos mismos hombres son aquellos que detentan la autoridad y hacen uso de ella, no sólo sin la restricción de la opinión pública, sino al contrario, apoyados, aclamados y enaltecidos por una opinión pública sobornada y artificialmente sostenida. Tolstói luego ahonda en cómo es que el Estado logra influir en la opinión pública y ejercer su autoridad sobre el pueblo, con la ilusión nacionalista de ser parte de no sólo de un mismo grupo sino de un mismo interés: La esencia de esta superstición es esta: que hombres de diferentes localidades, hábitos e intereses son persuadidos a creer que componen un todo ya que la misma violencia es aplicada a todos ellos, y estos hombres creen esto, y están orgullosos de pertenecer a la conversación. Por esto es vital el indivdualismo. En tiempos de Tolstói, el Estado era el legislador de las ideas, de cómo debíamos de pensar y que era lo que debíamos de hacer. Hoy el Estado se ha diluido y diversificado en las empresas y la política se ha

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Page 1: León Tolstói Sobre Cómo El Estado Nos Enajena

León Tolstói sobre cómo el estado nos enajena (y cómo liberarnos de su influencia)

Un ensayo de Tolstói escrito hace más de 100 años permanece en máxima vigencia, llamando a liberar al individuo de la influencia colectiva para afirmar su propia conciencia

El novelista ruso León Tolstói no sólo nos legó obras monumentales como Guerra y Paz y Ana Karenina, también aportó innovadores ideas en política, espiritualidad y ecología. La visión expuesta en su ensayo de 1905 El Fin de una Era: Un Ensayo sobre la Incipiente Revolución mantiene completa vigencia en la actualidad. En él Tolstói advierte sobre la importancia de que las personas mantengan autonomía ideológica y desenmascará los intereses del Estado –generalmente corruptos por la ambición.

En toda sociedad humana siempre existen hombres ambiciosos sin escrúpulos, quienes, como ya he intentado mostrar, siempre están listos para perpetrar todo tipo de violencia, robo o asesinato para su propio beneficio; y en una sociedad sin Gobierno estas personas serían ladrones, detenidos en sus acciones por la indignación de aquellos lastimados (justicia auto-instituida, linchamiento) en gran parte a través del arma más poderosa en cuanto a influencia sobre el hombre –la opinión pública. Mientras que en una sociedad dominada por la autoridad coercitiva, estos mismos hombres son aquellos que detentan la autoridad y hacen uso de ella, no sólo sin la restricción de la opinión pública, sino al contrario, apoyados, aclamados y enaltecidos por una opinión pública sobornada y artificialmente sostenida.

Tolstói luego ahonda en cómo es que el Estado logra influir en la opinión pública y ejercer su autoridad sobre el pueblo, con la ilusión nacionalista de ser parte de no sólo de un mismo grupo sino de un mismo interés:

La esencia de esta superstición es esta: que hombres de diferentes localidades, hábitos e intereses son persuadidos a creer que componen un todo ya que la misma violencia es aplicada a todos ellos, y estos hombres creen esto, y están orgullosos de pertenecer a la conversación.

Por esto es vital el indivdualismo. En tiempos de Tolstói, el Estado era el legislador de las ideas, de cómo debíamos de pensar y que era lo que debíamos de hacer. Hoy el Estado se ha diluido y diversificado en las empresas  y la política se ha difuminado en el marketing y en la publicidad –la religión es más secular, pero de cualquier forma ofrece y hasta inyecta viralmente dogmas usando el aparato de los medios masivos de comunicación  (el consumo como llave de la felicidad, la necesidad de ajustarse a los paradigmas sociales, son algunos de estos dogmas) que tienden a alienar a las personas.  Tolstói enfatiza sobre la importancia de que cada quien sea uno mismo y siga su propia conciencia:

En un tiempo tan crítico como el presente, es importante sobre todas las cosas que no vivamos siguiendo la experiencia de otros, no desde de los pensamientos o ideas de los otros, no desde de las varias democracias sociales, constituciones, expropiaciones,

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burocracias, delegados, candidaturas y mandatos, sino que pensamos con nuestra propia mente, que vivamos nuestra propia vida, construyendo desde nuestro pasado, desde nuestras propias fundaciones espirituales nuevas formas de vida apropiadas para con este pasado y estas fundaciones.

¿por qué las sustancias psicoactivas son tan peligrosas para el establishment?

La ironía de nuestro mundo estriba en lo siguiente: las armas nucleares son utilizadas con fines políticos mientras que las herramientas de exploración de conciencia son ilegalizadas y proscritas por su potencial subversivo.

El movimiento hippie de los años 60 quedó como una viñeta desgastada o vynil viejo de una época de utopías, amor libre y comunión universal. Pero su perspectiva sobre las relaciones personales y la integración de sustancias psicodélicas a su vida cotidiana no amenazaba –como parecen querer decir las políticas restrictivas al respecto– los cuerpos de los hippies: se trata de una amenaza política contra el control ontológico de la gente, así como del potencial subversivo que estas formas de vida implican para el orden establecido.

DMT, psilocibina, mescalina: ¿qué tienen en común estas sustancias además de ser ilegales? Que son psicoactivos, drogas de conciencia que producen acciones alternativas de la psique; sus efectos en el cuerpo son potentísimos, pero a diferencia de drogas adictivas como los opioides y las benzodiacepinas, totalmente pasajeros y no adictivos.

Alan Moore, creador de comics como V for Vendetta, Watchmen y libros como Voice of the fire además de antiguo entusiasta de los psicodélicos, decía que los alucinógenos son como un teléfono con línea directa hacia Dios: una vez que te contesta, no tiene sentido seguir llamando.

Y es que la experimentación con sustancias psicodélicas, si va inscrita en un viaje personal de autoconocimiento y cuestionamiento de la realidad, puede ser un aliado para flexibilizar la mente de preconceptos adquiridos y nociones limitantes sobre nosotros mismos y sobre el mundo.

Es por ello que las sociedades originarias y ritos chamánicos desde Siberia hasta Brasil utilizaron por siglos los alucinógenos como puertas a explicaciones de otra naturaleza sobre la naturaleza misma de lo real –nunca como un estado continuo de uso.

Nosotros utilizamos vitaminas con más frecuencia de lo que los chamanes utilizan peyote, por ejemplo.

El potencial subversivo de lo que puede hallarse en este tipo de sustancias es peligroso para el establishment político y social porque plantea serias preguntas acerca de la “normalidad” de la realidad, preguntas que no permitirían que el aparato de control predijera o tuviera información suficiente sobre las tendencias de acción de la población. 

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La ilegalidad de las drogas y la marginalidad del pensamiento filosófico y humanístico son potencialmente nocivos con los efectos que el establishment desea producir a través del condicionamiento ideológico de los medios masivos de comunicación; la única idea de libertad en nuestros días es la libertad de consumir: variedades de marcas de un mismo producto nos dan la sensación de competencia y gratificación, pero limitan el espectro de nuestra acción sobre el mundo –nos limitan en el sentido en que un ratón de laboratorio puede elegir entre dos puertas para salir de un mismo laberinto.

Las sustancias alucinógenas sin duda no son la única via para cuestionar el aparato de control, pero son una que al menos el sistema puede limitar a través de las leyes. Prohibir este tipo de sustancias en realidad prohibe una exploración de tipo filosófico sobre el mundo, una percepción desarrollada sobre la naturaleza de la realidad –en fin, una búsqueda, del mismo modo que si las fronteras de un país estuvieran cerradas por obra del gobierno.

Esto no es ninguna teoría de conspiración: la propaganda antidrogas que siguió a los años 60 ilegalizó las drogas de conciencia, sustancias que habían sido legales hasta entonces porque simplemente no se les conocía (o como en el caso del LSD-25, porque su popularización surgió de investigaciones farmacéuticas).

Para todo fin práctico, los hippies perdieron la guerra. No podía haber sido de otro modo: la guerra está planteada en los términos del sistema. En vez de una sociedad de paz, amor libre y comunión tenemos el aparato de seguridad y control más grande que la humanidad haya visto. El poder expresarlo “libremente” en Internet y no ser fusilado por ello sólo muestra la sofisticación del sistema mismo, en cuanto que permite neutralizar la protesta a través de la “libertad” de expresión.

Estamos a muchos años de la crisis de los misiles, Bahía de Cochinos y Vietnam, pero tenemos nuestra propia crisis de los misiles con las tensiones entre las dos Coreas. La ironía es que el Estado moderno considere mucho más peligrosa la exploración de la conciencia al grado de ilegalizarla que la amenaza global que implican las armas de destrucción masiva.