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Carlos Reynoso – Relativismo lingüístico [Borrador] 1 Lenguaje y pensamiento: Tácticas y estrategias del relativismo lingüístico Carlos Reynoso Universidad de Buenos Aires http://carlosreynoso.com.ar Versión 13.04.04 – Abril de 2013 1 – Introducción ........................................................................................................ 2 2 – El Relativismo Lingüístico antes de Whorf ........................................................ 19 3 – Hitos fundacionales de la Hipótesis del Relativismo Lingüístico........................ 54 Franz Boas – Lingüística y antropología .............................................................. 57 Edward Sapir – Lengua y lenguaje ...................................................................... 62 Benjamin Lee Whorf – Lenguaje y pensamiento.................................................. 69 4 – Desarrollos antropológicos: Los whorfianos epigonales ..................................... 89 5 – Formas fuertes y débiles: Retóricas de la victimización ................................... 104 6 – Campos, estilos y técnicas de la refutación ...................................................... 121 7 – Percepción y nomenclatura del color – Especulaciones evolucionistas ............. 149 8 – Antropología del color – El pasaje de la arbitrariedad a la evolución ............... 160 9 – El fraude de la nieve esquimal ......................................................................... 183 10 – Relativismo lingüístico: Las nuevas generaciones .......................................... 203 Alfred Bloom y los contrafácticos en China....................................................... 209 La generación de los 90 ..................................................................................... 220 Lera Boroditsky: El espacio y el género............................................................. 230 11 – De la diferencia a la desigualdad: El caso Pirahã ........................................... 242 12 – Las metamorfosis de Stephen C. Levinson, de la pragmática a la diversidad.. 288 13 – Conclusiones ................................................................................................. 328 14 – Referencias bibliográficas.............................................................................. 347 Apéndice I – Nombres para la nieve en el suelo..................................................... 411 Apéndice II – Tipos de Nieve entre los Inuktitut.................................................... 413 Apéndice III – Los nombres para la nieve de Phil James ....................................... 414

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  • Carlos Reynoso Relativismo lingstico [Borrador]

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    Lenguaje y pensamiento: Tcticas y estrategias del relativismo lingstico

    Carlos Reynoso Universidad de Buenos Aires

    http://carlosreynoso.com.ar Versin 13.04.04 Abril de 2013

    1 Introduccin ........................................................................................................2

    2 El Relativismo Lingstico antes de Whorf........................................................ 19

    3 Hitos fundacionales de la Hiptesis del Relativismo Lingstico........................ 54

    Franz Boas Lingstica y antropologa.............................................................. 57

    Edward Sapir Lengua y lenguaje ...................................................................... 62 Benjamin Lee Whorf Lenguaje y pensamiento.................................................. 69

    4 Desarrollos antropolgicos: Los whorfianos epigonales..................................... 89

    5 Formas fuertes y dbiles: Retricas de la victimizacin ................................... 104

    6 Campos, estilos y tcnicas de la refutacin ...................................................... 121

    7 Percepcin y nomenclatura del color Especulaciones evolucionistas ............. 149

    8 Antropologa del color El pasaje de la arbitrariedad a la evolucin ............... 160 9 El fraude de la nieve esquimal ......................................................................... 183

    10 Relativismo lingstico: Las nuevas generaciones.......................................... 203

    Alfred Bloom y los contrafcticos en China....................................................... 209

    La generacin de los 90..................................................................................... 220

    Lera Boroditsky: El espacio y el gnero............................................................. 230

    11 De la diferencia a la desigualdad: El caso Pirah ........................................... 242

    12 Las metamorfosis de Stephen C. Levinson, de la pragmtica a la diversidad.. 288

    13 Conclusiones ................................................................................................. 328

    14 Referencias bibliogrficas.............................................................................. 347

    Apndice I Nombres para la nieve en el suelo..................................................... 411

    Apndice II Tipos de Nieve entre los Inuktitut.................................................... 413

    Apndice III Los nombres para la nieve de Phil James ....................................... 414

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    1 Introduccin1

    El hombre no existe con anterioridad al lenguaje, ni como especie ni como individuo.

    Roland Barthes (1972: 135)

    Admirable proprit de la parole, de montrer ainsi lhomme tout entier!

    Antoine de Rivarol (1784: 18)

    Dado que no hay nada ms convocante y digno de simpata que una heterodoxia, no son pocos los que piensan que el relativismo lingstico es la manifestacin culminante del respeto por la alteridad en antropologa, la encarnacin de una postura transgresora que privilegia los valores de la diversidad y un conocimiento iluminador que alcanzara para justificar, por s solo, haber escogido una ciencia social como vocacin. Una proporcin elevada de los estudiantes de lingstica y de ciencias antropolgicas (as como un gran nmero de profesionales de orientacin humanstica que sostienen credos tericos dis-cordantes) manifiesta una animada fascinacin por esta clase de hiptesis, que habla de diferencias irreductibles entre las culturas, de significados incomunicables a travs de las lenguas y de visiones del mundo contradictorias o imposibles de armonizar.

    Aunque no se hace entera justicia a su programa si se lo expresa en una sola frase, no es impropio decir que el relativismo lingstico consiste en la idea de que las diferentes lenguas ocasionan (o canalizan, inducen, determinan o sugieren) diferentes percepcio-nes de la realidad o concepciones del mundo. En la medida en que hablan lenguas dispa-res afirman los relativistas las sociedades conformadas por los hablantes de los diver-sos idiomas piensan, perciben y actan distinto. La postura rompe, a veces explcita-mente (p. ej. Everett 2005; Evans y Levinson 2009a; 2009b), con el argumento antropo-lgico fundacional, que no puede ser otro que el de la unidad e identidad absoluta de la mente humana y de sus capacidades fundamentales.

    Saliendo al cruce de ideas como esas, el propsito inicial de este libro es dejar en claro que la llamada Hiptesis de Sapir-Whorf (HSW), la formulacin ms clsica y poderosa de la relatividad lingstica (HRL), no ha podido probarse verdadera y hace mucho ha sido merecidamente puesta en tela de juicio, incluso en sus manifestaciones ms dbi-

    1 Algunos aspectos metodolgicos de este trabajo se elaboraron el contexto de la investigacin sobre Re-

    des y Complejidad: Hacia un anlisis integrado en Antropologa, UBACYT 20020100100705 (Universi-dad de Buenos Aires, Programacin cientfica 2011-2014).

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    les, y sobre todo en esas formas ms sutiles y por ello ms insidiosas, as como en una mayora significativa de los ejemplos que proporciona, de las dudas que instila o de las conclusiones que infiere no slo sobre el lenguaje sino sobre la cultura o la naturaleza humana. Todava subsisten algunos malentendidos que sugieren lo contrario, pero las ltimas dos manifestaciones de lo que muchos se obstinaron en interpretar como sendos retornos triunfales de la HSW son declaradamente anti-whorfiana la primera (Everett 2005: 623, 634, 638) y por completo carente de la ms leve referencia a Whorf la segun-da (Evans y Levinson 2009a; vase Leavitt 2006 versus Darnell 2006). Sobre los signos vitales de Dios (despus de Nietzsche) podra discutirse largo rato; pero en lo que a Whorf respecta y aunque pocos se atrevan a decirlo en voz alta hace tiempo se admite que est muerto o se ha tornado aceptable actuar como si lo estuviese.

    Aunque al afirmar lo que estoy a punto de decir deba probar lo que afirmo, gane infini-dad de enemigos y quede en minora, dir que no es lstima que as sea, en absoluto. Los percances del relativismo, lejos de constituir una prdida, definen una base de cono-cimiento de carcter igualitario que de ningn modo niega la diversidad y que es, a mi juicio, cientficamente ms productiva e ideolgicamente ms sana de lo que habra re-sultado la hiptesis en caso de haber sido probada alguna vez. Las contrarrplicas al whorfianismo tampoco demuestran que el lenguaje no tiene ninguna incidencia en el pensamiento, en la percepcin, en la cultura o en la prctica, sino que establecen que de-bemos reformular primero buena parte de nuestro aparato conceptual, describir ms claramente los hechos que adoptamos como premisas y resignarnos luego a que la cosa sea bastante ms compleja y diversa de lo que puede llegar a reflejar un simple modelo causal o correlacional entre entidades antropomorfizadas, esencialistas y malamente definidas.

    Si hemos de ser estrictos, el mero hecho de predicar la influencia del lenguaje sobre el pensamiento contradice los principios ms bsicos del relativismo, dado que la natura-leza de esos dos objetos refleja formas abstractas y esencialistas de conceptualizacin, sustancias y atracciones que el propio Whorf considera ligadas a la forma en que construyen sus mundos determinadas familias de lenguas en particular (Whorf 1956: 269-270; 1971: 301; Astington y Baird 2005). Pese a que hay mucho en l que convendra corregir, un universalismo reflexivo y tem-plado en la polmica puede que contribuya a moderar el conformismo ingenuo de quie-nes imaginan que las diferencias que median entre las lenguas opondrn una resistencia invencible contra las fuerzas homogeneizadoras de la globalizacin, tal que las lenguas in-comparables que sobrevivan al cabo de la hecatombe neoliberal o posmoderna que est devastando el paisaje cultural del planeta constituirn en s mismas una utopa rea-lizada de diversidad suficiente, un factor que impedir que las sociedades pierdan su perfil identitario, un motivo para que quede tranquila la conciencia del profesional y una garanta de que no todo el mundo estar constreido a pensar lo mismo.

    Para decirlo con la amargura que el tema reclama, hoy parece evidente que la diferencia que pueda mediar entre las lenguas (o el mero hecho de contar con el patrimonio de un nmero elevado de lenguas distintas) no posee la fuerza suficiente para preservar la in-

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    tegridad de las culturas, las identidades e incluso las propias lenguas contra las amena-zas que se ciernen sobre ellas. Por ms que una comprensin adecuada de la diversidad lingstica resulte conveniente o iluminadora y por ms que sea auspicioso que los cien-tficos tomen partido por las buenas causas, en todo caso es a la accin poltica y no tanto a la HSW o al universalismo, a la prctica antes que a las teoras, a lo que habr que recurrir para su resguardo.

    El tema, en fin, es demasiado delicado como para tratarlo a fuerza de consignas. En ma-teria de lingstica aplicada la prdica a favor de la preservacin de las lenguas en peli-gro debera examinarse caso por caso, puesto que en ocasiones ha demostrado ser ms para reclamo de jurisdiccin doctrinaria y usufructo inmediato de investigadores, insti-tuciones evanglicas y ONGs que para beneficio de sus hablantes en el largo plazo. Aunque cueste creerlo, y por ms que casi todos estemos de acuerdo en que la diversi-dad es una cosa buena, la polmica entre los cruzados y militantes de la conservacin y sus detractores se ha vuelto harto ms cida y violenta que la discusin entre los meros relativistas y los universalistas (cf. Mhlhusler 1996; Crystal 2000: 54; Corbett 2001; Hill 2002; Errington 2003; UNESCO 2003; Nathan 2004; Dirksmeyer 2005; Epps 2005; May 2005; Wolgemuth y Dirksmeyer 2005; Duchne y Heller 2007; Harrison 2007; Moseley 2007; Dobrin, Austin y Nathan 2009). Una explicacin posible de este desaguisado es que muchas veces el llamamiento a fa-vor del respeto a la diversidad no ha sido ms que la cara pblica de los nacionalismos ms ultramontanos (cf. Zabaltza 2006). No siempre son tampoco los nativos, pueblos originarios o como se los llame ahora los que promueven la diversidad lingstica y de-dican parte de sus vidas a bregar por ella, los que ven con los mejores ojos que sus len-guas sean documentadas y expuestas como piezas de museo o como patrimonio pertene-ciente a la humanidad en su conjunto, o los que patrocinan el uso de tablas de assess-ment para calcular el riesgo de extincin de una lengua y solicitar la financiacin corres-pondiente.2 Tampoco ha faltado ocasin en que la posesin de una lengua nativa en ple-nitud se constituya (como en el publicitado caso de los Mashpee Wampanoag) en un re-quisito impuesto por las autoridades de turno para el reconocimiento de la identidad tri-bal o comunitaria, dando por sentado que si se pierde la lengua se pierde la identidad y que una concepcin del mundo requiere una lengua especfica para manifestarse, e igno-rando que stas son precisamente las hiptesis que cabe discutir (Clifford 1995; Erring-ton 2003). Todo ponderado, sostengo aqu que aunque las estructuras peculiares de una lengua ten-gan poco que ver con formas distintivas de pensamiento, aunque resulte difcil probar que algunas lenguas son tan raras como se requiere y aunque el estudio diferenciador de

    2 Estas tablas basadas en nueve parmetros, en efecto, se recomiendan explcitamente para calcular el

    puntaje de riesgo de desaparicin de una lengua y estimar la probabilidad de financiamiento de un pro-yecto de documentacin y salvataje. Vase UNESCO Ad Hoc Expert Group on Endangered Languages (2003, en lnea) y el reporte de Dobrin, Austin y Nathan (2009, en lnea) expresivamente intitulado Dying to be counted: The commodification of endangered languages in documentary linguistics.

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    cada uno de los siete mil idiomas existentes agregue muy poco al conocimiento cien-tfico del lenguaje en general, vale la pena respaldar la iniciativa de que una lengua con-serve su lugar bajo el sol si y slo si es voluntad de sus hablantes que as sea. Cuales-quiera fuesen las consecuencias teorticas de estas decisiones eso es por completo otra cuestin.

    Debera quedar claro, en este sentido, que ni los relativistas ostentan el monopolio de la defensa de las lenguas en riesgo, ni stas tendrn ms oportunidad de sobrevivencia si se confiere al relativismo una mayor tajada, ni el peligro de extincin que amenaza a tantas lenguas es proporcional o concomitante a la gravedad de las crisis peridicas que afectan a la HRL. La perspectiva relativista, despus de todo, se origina, desarrolla e im-pone como tpico de reflexin dcadas antes de que se comenzara a hablar de lenguas en peligro, un tema que se encuentra en avance expansivo y que es uno de los que mere-cen los subsidios de investigacin ms generosos y expeditivos, mientras que el whor-fianismo tal como se lo conceba histricamente ha detenido su crecimiento hace mu-cho, est en franca retraccin o ha sido sustituido por otras ideas que apenas se le pa-recen. Volver sobre este asunto espinoso algo ms adelante.

    Antes de desviarme hacia la problemtica de las lenguas que se extinguen estaba di-ciendo que el movimiento relativista no est pasando precisamente por su momento ms fecundo. En lo personal, insisto, creo que se ha agotado hace ya mucho, un par de dca-das atrs o tal vez antes. Ahora bien, debido a que ninguna idea es tan extremadamente mala, fea o intil como para que nunca resucite, la HSW, aun desacreditada y vapuleada de mil formas distintas, encontrar seguramente el modo de retornar, tal como ya lo hizo en otras ocasiones. Eso es relativamente positivo, conjeturo, porque siempre conviene que los conocimientos afronten resistencia y que sus manifestaciones contrapuestas se alternen en el ejercicio del poder y en la formulacin de los desafos. En ltimo anlisis, siempre ser mejor que haya dos (o ms) bandos en pugna, y no que el que tal vez sea marginalmente preferible concentre todo el poder.

    Aunque el estado del conocimiento todava diste de ser satisfactorio y aunque unas cuantas premisas resulten hoy menos convincentes de lo que parecan hace un tiempo, hasta el momento las discusiones en torno de la HSW y sus derivaciones epigonales han servido a quienes adoptan una posicin neutral o moderada para reflexionar cada vez con filo ms agudo (y siempre sobre la base de un saber contestado) en torno a los atri-butos constantes de las lenguas, a lo que distingue a cada una de las dems y a la forma en que la diversidad de las lenguas se manifiesta en un conjunto de posibilidades mucho ms amplio de lo que se crea pero tan sistemticamente articulado como las lenguas mismas (cf. Haspelmath et al 2001; Croft 2002; Mairal y Gil 2006; Talmy 2008; Sie-mund 2011). Si estos saberes no fueran inherentemente polmicos y si no se los hubiera discutido con tanta dureza, es seguro que hoy se conocera a este respecto mucho menos que lo que se conoce. Muchas veces, claro est, las discusiones sucumben a la rutina y se tornan fatigosas y predecibles; en este preciso momento se encuentran en un nivel particularmente poco feliz; pero casi siempre mutan, se adaptan, se reformulan y en-cuentran la forma de mantenerse ms o menos decorosamente en el mercado de ideas.

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    Huelga decir que en este libro no se dilapidarn esfuerzos en demostrar que las lenguas no difieren en absoluto o que lo hacen en una medida escasa; por supuesto que s difie-ren, lo mismo que difieren los estilos musicales, las cosmovisiones o las estrategias de conocimiento emprico a travs de las culturas. Ms aun, me atrevera a asegurar que el impacto de las lenguas sobre el pensamiento y la conducta puede que difiera tambin de una lengua o de una sociedad a otra (o de una manifestacin cognitiva a otra), variante argumentativa que slo uno entre todos los relativistas (Dell Hymes) lleg a sugerir pero que nadie se preocup en investigar. El problema con las diferencias entre las len-guas es que en el imaginario colectivo ( y con frecuencia creciente, en el uso acadmico) la estimacin de su variancia suele venir adherida a juicios de valor difciles de mante-ner bajo control. Conviene entonces ser cautelosos. Unas cuantas veces se creer encon-trar que una u otra lengua se presenta ms apta que otras para determinados fines, aun-que las razones que llevan a pensar de ese modo sean ms contingentes que estructura-les. Un texto reciente discretamente encolumnado en un relativismo profundo, por ejem-plo, comienza de este modo:

    Hay cuatro lenguas dignas de que el mundo las use, dice el Talmud: Griego para la cancin, latn para la guerra, sirio para la lamentacin y hebreo para el uso ordinario. O-tras autoridades han sido no menos decididas en sus juicios sobre aquello para lo cual las diferentes lenguas resultan buenas. El Sacro Emperador Romano Carlos V, rey de Espa-a, archiduque de Austria y hablante de varias lenguas europeas, profesaba hablar en Es-paol a Dios, en Italiano a las mujeres, en Francs a los hombres, y en Alemn a mi ca-ballo (Deutscher 2010: 1).

    Tambin el polglota George Steiner afirmaba pensar en francs para la vida cotidiana, en ingls para el trabajo tcnico y en alemn para la filosofa. Uno de los fundadores del relativismo, Johann David Michaelis, pensaba que el griego era la lengua adecuada para la comunicacin cientfica y que el alemn era inepto para el intercambio erudito. Jean-Jacques Rousseau (1788: 222) sostena con curiosa autocrtica que para que cualquier expresin sonara inmodesta alcanzaba con traducirla al francs. Sin comulgar con la doctrina relativista, la psicolingista Susan Ervin-Tripp (1964) haba demostrado tiem-po atrs que sujetos bilinges de francs e ingls a quienes se peda que narraran histo-rias derivadas de la visin de imgenes elicitaban diferentes perfiles de personalidad en cada una de las lenguas que hablaban. As como Woody Allen afirmaba que despus de escuchar Wagner le venan ganas de invadir Polonia, la neo-whorfiana Lera Boroditsky, quien se dice bilinge, revel hace poco ( y lo dijo en serio) que cuando habla u oye hablar en ruso le vienen a la cabeza ideas colectivistas. El propio Benjamin Lee Whorf crea que el Hopi era ms apto que las lenguas occidentales para expresar conceptos de la fsica moderna. No son pocos los especialistas que sostienen que el Aymara es parti-cularmente adecuado para pensar en trminos de lgica trivaluada o de aritmtica y l-gebra de mdulo 3 (Arpasi 1996). Diversas lenguas indgenas americanas (Navaho, Choctaw, Lakota, Meskwaki, Comanche, Cherokee) se usaron como medios de comuni-cacin secreta en la Segunda Guerra, alimentando la leyenda de su inmunidad al desci-framiento criptogrfico y concediendo crdito a la idea de que existe una diferencia a-bismal entre algunas lenguas y algunas otras (Aaseng 1992). En su reciente y desafiante

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    libro sobre el lenguaje como herramienta cultural Dan Everett (2012: 270-271) asevera que los Pirah utilizan su capacidad nica de percepcin tonal requerida por su lengua para desarrollar opciones de comunicacin que no estn disponibles para los hablantes de la mayor parte de los idiomas europeos. Para esta concepcin excedida en narrativi-dad la diversidad es la regla, el exotismo es el valor supremo, las ancdotas suplantan a los datos y los mitos urbanos se tornan tan respetables como los testimonios fidedignos. Parecera, en fin, que en este esquema diferencial inclinado a resaltar lo distinto y lo extrao como si la antropologa consistiera en eso, algunas lenguas especficas hasta pueden servir a fines tanto o ms interesantes que el de meramente hablar.

    Hay veces en que uno mismo se puede ver tentado a razonar en esos trminos, sin dete-nerse a calcular (cuando se exalta la maleabilidad o la excelencia de una lengua) cul es el riesgo que se corre de denigrar o subestimar a alguna otra que se estructura conforme a otros cnones y que por ello nos puede parecer, segn sea el caso, ms rgida, ms pobre o ms imprctica. En este contexto, la observacin de Whorf sobre las virtudes del Hopi no ha sido nica pero pertenece a un estilo que slo se ve de tarde en tarde: tras dos o tres siglos de perseguir y recolectar diferencias ( y en ausencia de un metalen-guaje comparativo neutro y universal), un porcentaje abrumador de los experimentos re-lativistas se ha dedicado a mostrar lo que los hablantes de otras lenguas no pueden ha-cer, decir o pensar, tanto ms taxativamente cuanto ms distintas son las lenguas que ellos hablan de la que se habla en casa.

    Si la lengua legisla sobre el pensamiento como sostienen los relativistas todo constre-imiento a hablar de cierta forma involucra un impedimento a pensar de otra manera. Olvidando lo que la antropologa del conocimiento aprendi alguna vez sobre la ade-cuacin cultural y la validez ecolgica de los experimentos, o sobre la influencia de la escolarizacin y los schemata culturales, y adoptando una posicin que presume de mo-derada, escriben por ejemplo John Gumperz y Stephen Levinson (1996: 26): Un ha-blante de esa lengua [el Tzeltal] no puede recordar un conjunto de objetos de la misma forma que usted o yo. A lo que Levinson agrega: Las culturas que favorecen marcos de referencia absolutos pueden construir ambientes culturales que poseen constancias que pueden ser invisibles para nuestra clase de descripcin cultural (1996a: 373). Y ms adelante insistir en que el uso de un sistema lingstico [] fuerza de hecho al hablante a realizar computaciones que de otra manera no podra hacer (Pederson y o-tros 1998: 586; Levinson 1996b: 115).3 El segundo objetivo principal de este libro, en consecuencia, se consagra a demostrar que aseveraciones de este gnero nunca debieron pronunciarse, tanto por ser tcnica y formalmente imposibles de probar como por resultar aberrantes de todo punto de vista,

    3 Salvo por la referencia a la computacin todas estas aseveraciones podran haber sido formuladas por

    Hiob Ludolf [1624-1704] hace un tercio de milenio cuando procuraba explicar la imposibilidad que expe-rimentaban los Etopes para comprender el Misterio de la Sagrada Trinidad por causa de la lengua que ha-blaban. Vase ms adelante, pgina 28. Como sea, los relativistas han encontrado la forma de predicar si-multneamente (a) que la lengua es una herramienta polimorfa de maleabilidad infinita y (b) que sus es-tructuras impiden pensar ciertas clases de ideas.

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    dado que no se cumplimentan (por ser igualmente impracticables) los requisitos de esta-blecer ya sea que las lenguas son sistemas cerrados, que en todo pensamiento el conteni-do es subsidiario a la forma, que lo que no puede ser dicho no puede ser pensado y (so-bre todo) que es concebible que existan ideas que algunos pueden pensar pero otros no, o que haya conocimientos que no todos pueden adquirir.

    No es imposible que a algunas lenguas, en razn de su historia contingente y de sus constreimientos estructurales, ciertos matices de significacin se le hagan intrincados, difciles u onerosos; pero en lo que al pensamiento compete, mi idea es ms bien que las lenguas no son compartimentos estancos, que las culturas son constitutivamente porosas y sus elementos difundibles, que un mismo pensamiento puede ser pensado por cual-quiera, que todo el mundo es fundamentalmente igual a uno y que, como reza la can-cin, die Gedanken sind frei. Este es el punto en que conviene advertir al lector sobre la hipocresa alimentada por muchos y consistente en el supuesto de que el relativismo acaba siendo igualitario por cuanto la presunta demostracin de que algunas culturas no pueden pensar o hacer cosas que nosotros s podemos se compensara con el sealamiento de capacidades que los otros han desenvuelto y que a nosotros nos son inaprensibles. No es posible adherir a semejante gnero de aserciones por cuanto es evidente que lo que se nos reputa capaces de hacer (p. ej. elaborar una ciencia como la de Occidente) califica como una habilidad aprendida y especficamente humana, mientras que lo que en la literatura relativista se califica como algo que slo est al alcance de algunos otros (p. ej. orientarse en el espacio con el virtuosismo con que lo hacen los Guugu) concierne primordialmente a capacidades cableadas en el cuerpo (de muy dudosa raigambre lingstica) que petreles, pinginos y golondrinas suelen ejecutar igual de bien o tal vez mejor.4 A pesar del imperativo al que me atengo no intentar afirmar que todas las lenguas son de igual capacidad expresiva en todas las reas funcionales o exactamente idnticas en su complejidad gramatical. Por supuesto es verdad que entre dos manifestaciones cultu-rales humanas es posible sealar las diferencias que a cada quien se le ocurra encontrar; pero segn nos ha enseado Nelson Goodman (1972) tanto la afirmacin relativista que aduce que dichas diferencias son enormes como el principio universalista que afirma que todas las lenguas son variantes apenas distintas de un mismo plan de diseo son a su modo verdad. Para los chomskyanos el chino, el !X, el Ting-Vit, el Waray-Wa-ray, el Selknam y el ingls poseen exactamente la misma clase de estructuras profundas y encarnan la misma Gramtica Universal; para Jorge Luis Borges dos frases idnticas de Cervantes y de Pierre Menard pueden resultar la mar de diferentes, la primera en sin-crona con su poca y la segunda atiborrada de arcasmos.

    4 Naturalmente, me estoy refiriendo al concepto de ciencia sostenido por los relativistas. Tambin es pro-

    pia del relativismo la distincin entre los otros y nosotros que ellos articulan explcita o implcitamente cuando hablan de las lenguas SAE, las sociedades WEIRD y otros conceptos ms contrastivos que anal-ticos (cf. Needham 1954, 2: 199; Graham 1971: 55; Levinson 2003a: 217; Boroditsky 2012).

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    Hasta los relativistas recalcitrantes ( y sobre todo ellos) saben o deberan saber por ende que es imposible consensuar con un grado de acuerdo absoluto si dos cosas son muy pa-recidas o muy dismiles: aunque son concebibles muchos otros modelos comparativos aparte de la mera enumeracin de las disimilitudes, una comparacin en el rango que va del parecido estrecho a la incomensurabilidad absoluta slo puede realizarse con refe-rencia a una escala y a criterios de diferenciacin y semejanza que cada quien es dueo de administrar y evaluar con total libertad (cf. Shweder 1991: 93). Cualquiera sea la cir-cunstancia, el consenso que pueda suscitarse en torno a los discernimientos de contras-tacin depender entonces menos de la lgica que de la retrica. Y bastante retrica ha habido alrededor de la HRL para que venga yo a agregar ms todava.

    La reyerta acerca de la similitud o la inconmensurabilidad de las lenguas humanas es, por lo tanto, una disputa bizantina. No es sta la clave de la cuestin y (en un momento en que las fuentes de financiacin para la investigacin cientfica se han resecado y sus gestores se han puesto imposiblemente quisquillosos) es discutible que valga la pena di-lapidar esfuerzo en querer cerrar un asunto que es inconcluyente por naturaleza y que, cualquiera sea su valor filosfico o su urgencia poltica, es dudoso que est entre los que detentan la ms alta prioridad. Esto no ha sido bice, por desdicha, para que buena parte de la discusin en los ltimos tres o cuatro aos se haya precipitado precisamente en ese atolladero, conduciendo a todo el campo de la HRL hacia un descriptivismo, un particu-larismo y una supresin del trabajo de construccin terica que ni siquiera Franz Boas se atrevi a demandar.

    Habindose sacado de encima el incordio de tener que demostrar la influencia del idio-ma sobre el pensamiento, el trabajo relativista es ahora ms asequible y cmodo de lo que nunca lo ha sido, pues todo lo que hay que hacer es inventariar lo que las otras len-guas no poseen: con encontrar que hay idiomas que slo tienen treinta verbos, o que se las arreglan con apenas seis consonantes, o que carecen de marcadores temporales, pro-nombres, embebimiento sintctico, fonemas especficos, aoristo, pluscuamperfecto, nombres para los dedos del pie o los puntos cardinales o trminos de parentesco para los biznietos de los concuados alcanza para proclamar que el imperativo del da es repu-diar la lingstica cientfica, armar una lista cien por cien programtica de lo que habra que hacer y estar atentos para sumarse al squito de una doctrina superior en cuanto al-gn pensador carismtico vislumbre la forma de llevarla a cabo o se autoproclame como el lder a seguir (v. gr. Evans y Levinson 2009a; 2009b). Ante esta coyuntura y en lnea con la mirada distante que aqu se propone, el libro que sigue adopta una metodologa que difiere en unos cuantos respectos de la que ha sido comn en la tradicin dominante en torno a estas polmicas. En primer lugar, se trata de una investigacin que se sale de los cauces disciplinarios cannicos incorporando ele-mentos de juicio recientemente desarrollados en modelado de complejidad, as como en ciencia cognitiva, etologa cognitiva, biolingstica y neurociencia social (Cacioppo y otros 2002; Pulvermller 2002; Anderson y Lightfoot 2004; Horton 2008; Stemmer y Whitaker 2008; Giraud y Poeppel 2012). Esto implica disponer de modelos ms varia-dos que los que habitualmente se despliegan en la corriente relativista o en el conjunto

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    de la antropologa lingstica cuando se trata de aquilatar, por ejemplo, alguna propuesta experimental ligada al reconocimiento verbal de colores u orientada a medir las capaci-dades diferenciales de los hablantes de alguna lengua en materia de la conceptualizacin del nmero, la magnitud, el tiempo o la orientacin en el espacio. Las teoras y las tcni-cas de las que hoy se dispone no se asemejan a las que haba hace quince o veinte aos o a las que aprendimos quienes hoy enseamos cuando ramos estudiantes; pero lo fun-damental es que los marcos descriptivos, los corpora, los hechos y los datos tampoco si-guen siendo los mismos.

    Mucho de lo que se ha aprendido en los ltimos veinte aos en el conjunto de las cien-cias procede de nuevas experiencias en diseo modlico que han complementado (me-diante metaheursticas, sistemas adaptativos emergentes, modelos reticulares y tcnicas de simulacin) los criterios y exigencias convencionales de adecuacin explicativa in-troduciendo otras clases de adecuacin y otras formas de entendimiento (cf. Reynoso 2006; 2010: 237-260). La pregunta sobre la influencia del lenguaje en el pensamiento no puede seguir supeditada, entonces, a la misma arquitectura conceptual mono- o a lo sumo bi-disciplinar que posea en los tiempos de Whorf.

    En lo que al lenguaje concierne, donde antes haba slo fragmentos de gramtica y piezas de vocabulario ahora hay un repertorio de representaciones y algortmicas que conciben su objeto en trminos de redes, grafos, lgebras, topologas y combinatorias; en lo que atae al pensamiento hoy se dispone de un nmero cada vez mayor de mode-los de redes neuronales, Inteligencia Artificial hbrida, mapas cognitivos, atractores di-nmicos y neurociencia computacional (Glezerman y Balkoski 2002; Rizzolatti y Arbib 2002; Ito e Imaoka 2003; Feng 2004; Tomasello y Slobin 2005; Mihalcea 2005; Mihal-cea y Radev 2006; Hudson 2006; Mildner 2008; Wang, Gu y Shen 2008; Reynoso 2010: 237-260). Todo esto sita a los modelos convencionales en otra perspectiva, los desnaturaliza y los ilumina con una nueva vislumbre que ha permitido poner en relieve la estrechez, el carcter esttico y la monotona argumentativa de un nmero de estudios que hasta hace poco pasaban por arquetpicos pero que ya no representan el lmite de lo que es posible pensar. Si la ejecucin de experimentos de inferencia estadstica clsica por parte de ambas facciones en conflicto no puede ms que estancarse en un eterno pendular de re-sultados inconcluyentes o contradictorios que caern por tierra la semana siguiente, qui-z ya sea hora, sostengo, de concebir otras modalidades ms imaginativas de lgica, modelado, reflexividad y representacin (v. gr. Hutchins 1996; Deacon 1997; Anderson y Lightfoot 2004; Milo y otros 2004; Changizi y otros 2006; Hurford 2007; Mendvil Gir 2010). Tanto o ms importante que los aportes metodolgicos, sin embargo, hay todo un vene-ro de hechos empricos que se han incorporado al campo transdisciplinario y que hacen que nuestras ciencias actuales ya no puedan fundarse en los mismos elementos de juicio y en los mismos encuadres que alguna vez se juzgaron aceptables. Los avances en etolo-ga cognitiva o en psicologa evolucionaria, por ejemplo, deberan tomarse seriamente en consideracin para establecer nuevos umbrales en la definicin de lo humano. Esta

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    ampliacin del horizonte hermenutico ocasiona tambin que en el libro que sigue no se acepte bajo ningn concepto la alegacin de que alguna otra especie viviente supere a los actores de una sociedad humana en algn rubro del desempeo intelectual, que es lo que no pocos estudiosos relativistas han llegado a sugerir en el siglo que corre (cf. Pep-perberg 1998 vs Gordon 2004; 2010; Everett 2005; C. Everett y Madora 2012). Contra este oscurantismo no siempre clandestino se sostiene aqu que los formidables desarrollos de las diversas formas de cultura humana, de la corteza cerebral y de las dis-ciplinas que se ocupan de ambas introducen (como dira Bateson) una diferencia que ha-ce una diferencia: que otras especies vuelen ms alto, naden ms hondo o corran ms r-pido, s; que piensen mejor que nosotros, no, bajo ninguna circunstancia, en ningn res-pecto, en ningn momento de la evolucin humana y en ningn estado de conciencia, sea la lengua que nos haya tocado en la vida ingls, griego, Ynomam o Pirah.

    En tal sentido me parece importante distinguir cuidadosamente entre cultura y cognicin (o cultura y pensamiento) acompaando as la refinada elaboracin de Maurice Bloch plasmada en un ensayo incluido en una compilacin de los aos noventa maravillosa-mente titulada How we think they think. Bloch dice all que es necesaria

    [] la elaboracin de una crtica de la propuesta de que cultura y cognicin pueden ser consideradas como equivalentes, algo que he argumentado se encuentra afirmado implci-tamente en gran parte de la antropologa. En lugar de eso, sostengo que aquello de lo que los antroplogos afirman que representa una determinada cultura usualmente se basa slo en lo que es explcito, ya sea porque as lo dicen los informantes o porque se lo deduce a partir de lo que se pone en acto en un ritual. Tal material es insuficiente para decirnos al-go sobre la comprensin del mundo de un pueblo. No diferenciar la cultura y la cognicin es engaoso porque presenta lo que es un tipo particular de representaciones como si fue-ran las representaciones colectivas, [] las categoras del entendimiento que han sido por siglos preocupacin de los filsofos.

    Este error tambin ha sido daino de otra manera, porque la imagen de la cultura as pro-ducida ha exagerado groseramente la impresin de variabilidad cultural [] que existe en diferentes sociedades humanas (Bloch 1999: vii).

    Al lado de los recursos metodolgicos y los hechos empricos referidos, estas distin-ciones distan de ser triviales en vista de la propensin de unos cuantos relativistas tem-pranos y tardos por infiltrar, reinstaurar o dar por sentadas teoras del dficit lingstico y cultural, sustentndolas en modelos y pautas discursivas que en otras disciplinas se ha aprendido que son inadmisibles (Lee 1949; 1950; Bloom 1981; Everett 2005). As como la psicologa general y la psicometra se han extraviado en prcticas frecuentemente et-nocntricas, la exaltacin de las disimilitudes (particularmente cuando se la engrana en un esquema evolucionario) ha degenerado en la homologacin de una lingstica dife-rencial que casi siempre acaba siendo discriminatoria (vase p. ej. Herrnstein y Murray 1994; Boroditsky 2001; 2008; Everett 2007a; 2007b; 2009a; 2009b; 2012; Evans y Levinson 2009a; 2009b). En segundo lugar, este ensayo no versa sobre la HRL o la HSW en tanto tales, dando cuenta detallada de sus propuestas metodolgicas, catalogando sus recursos categoria-les, narrando las vicisitudes de sus celebridades o describiendo cada uno de sus miles de

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    estudios de casos, sino que pone el foco en aquellas inflexiones que tornan distintivas sus posturas tericas cambiantes y que implican un enfrentamiento con la concepcin universalista sobre la relacin entre pensamiento, percepcin, cultura y lenguaje. No toca aqu tampoco definir de manera precisa cada una de estas criaturas conceptua-les por cuanto no se trata tanto de ofrecer una alternativa terica a las que ya existen, o de exhibir una terminologa ms inteligente, sino apenas de describir y evaluar las ba-tallas en las que ambas partes se han ensarzado y los recursos discursivos, epistemolgi-cos, cientficos e ideolgicos que se han desplegado en su ejecucin. Que no exista ni un solo libro creble que resee la vida y obra de Benjamin Lee Whorf o que elabore el manual de campo del buen relativista raya en lo inslito y es lamentable; pero el que si-gue no es un texto que haya venido a llenar ese vaco.

    En tercer lugar, la incorporacin de nociones algo ms severas de lo acostumbrado so-bre la epistemologa del modelado estadstico y complejo contribuir a deslindar las comprobaciones de carcter causal (el lenguaje canaliza o determina el pensamiento) de las meras correlaciones cuantitativas que en estas disciplinas acostumbran ser mdi-cas, marginales y en extremo sensibles al diseo y a las condiciones de la experimenta-cin. Mientras que en la literatura usual se da por sentada la aceptabilidad de los su-puestos de normalidad, de los procedimientos de muestreo y de los modelos de estads-tica paramtrica, frecuentista y no robusta en que reposa la totalidad de la experimenta-cin relativista de los ltimos treinta aos, este libro se funda en la conviccin de la in-consistencia y la impropiedad (o por lo menos en el carcter incierto) de esa clase de ideas (cf. Reynoso 2011). Por aadidura, ya hace mucho que se ha probado que es trivialmente fcil demostrar co-rrelaciones entre los factores que se quieran u organizar los datos para trasuntar ya sea una correlacin o la contraria ( Huff 1954; Bakan 1966; Meehl 1967; McCloskey 1985; Spirer, Spirer y Jaffe 1998). Si la falta de impacto del lenguaje sobre el pensamiento o la conducta se redefine como la hiptesis nula de una indagacin operada en trminos de inferencia estadstica convencional, tendremos que es casi imposible incumplir el objeti-vo de probar la hiptesis alternativa que se necesite. Interrogando estos efectos perver-sos de la estadstica yo mismo he escrito hace unos meses:

    Husmeando un poco en la bibliografa se encuentra que ya Paul Meehl (1967: 109) haba demostrado de cualquier variable correlaciona con cualquier otra. Trabajando con datos de 55.000 estudiantes de Minnesota encontr relaciones estadsticamente significantes en el 91% de las asociaciones entre una congerie de pares de 45 variables miscelneas ta-les como sexo, orden de nacimiento, preferencia religiosa, nmero de herman@s, elec-cin vocacional, pertenencia a clubes, eleccin de colegios, educacin de la madre, danza, inters en la talla en madera, gusto por ir a la escuela, etctera. Esto no es ms que un efecto matemtico trivial que se deriva del valor de los parmetros usados en el clculo. Despus de todo, el error estndar por ejemplo se calcula como (s2/N)1/2, lo cual hace que si la muestra es suficientemente amplia cualquier cosa diferir de cualquier otra: la inversa de la raz cuadrada de un nmero muy grande es a fin de cuentas un valor muy pequeo (McCloskey 1985: 202). Esto quiere decir que cualquier cientfico social con muestras de tamao muy modesto tiene todas las probabilidades a su favor para demostrar lo que se le ocurra, sea ello (glosando a Guthery) una opinin trivial relativa a la impor-

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    tancia del agua en la navegacin o (reivindicando a Arbuthnott) la hiptesis que afirma la existencia de Dios (Reynoso 2011: 46).

    En cuarto lugar, este libro se escribe enfatizando deliberadamente el relativismo antes que la relatividad nsita en la idea de la HRL. No han sido pocos los relativistas lin-gsticos que proclamaron que la relatividad de Sapir-Whorf estaba en armona con la de Albert Einstein o hasta con la teora cuntica, como si estas ltimas fueran ms o me-nos lo mismo (Markins 1962: 566; Pgase 1973; Rollins 1980; Alford 1981; Heynick 1983; Koerner 2000: 17). Basndose en lecturas presurosas de literatura de divulgacin, algunos exaltados hasta quisieron entronizar a Whorf como un visionario que teosofa mediante haba profetizado varios descubrimientos ulteriores de las ciencias duras, o-freciendo (simultneamente) elementos conceptuales para poner en jaque la unanimi-dad de la ciencia y la tecnologa dominantes (Rollins 1980; 2008). Respecto de la con-cordancia con las ideas de Einstein, concretamente, unos pocos hermeneutas sostuvieron que era plausible que ella existiese, mientras la mayora de los estudiosos del relativis-mo no se expidi al respecto y un puado de entendidos mantuvo la creencia contraria (Feuer 1953: 96). Si aqu distingo entre ambos trminos es porque distan de significar lo mismo: nada hay en los textos de Einstein que sustente un relativismo conceptual, cultural o metodol-gico en el sentido whorfiano. Relatividad no es, asimismo, despus de Einstein, un vocablo vacante ni un concepto opuesto a universalidad. La expresin E=mc2 se apli-ca cualquiera sea la circunstancia y el parmetro c es una constante universal. Las leyes de la fsica, en otras palabras, son las mismas para todos los observadores en movimien-to uniforme relativo entre unos y otros: esto es lo que se conoce como principio de rela-tividad. Si bien dos observadores diferirn en el resultado de medidas concretas del tiempo y del espacio, las ecuaciones que relacionan las magnitudes fsicas tienen la mis-ma forma con independencia del estado de movimiento. Esto es lo que se denomina principio de covariancia, un concepto fundante que est en la base de la relatividad ge-neral, que oblig a reformular las ecuaciones esenciales (la segunda ley de Newton, las ecuaciones de Poisson para los casos gravitatorio y electromagntico, la fuerza de Lo-rentz, etctera) y que no tiene correspondencia con ningn elemento de juicio y con ninguna estructura o pattern conceptual en ninguna de las variantes de la HRL (cf. Eins-tein 1920 [1916], en lnea; Einstein y Minkowski 1920, dem). Tampoco hay paralelis-mo alguno entre la teora especial y la teora general de la relatividad einsteiniana y el relativismo lingstico dbil y fuerte, respectivamente, que es lo que sugieren Peter Ro-llins (1980) y Danny Alford (1981) en dos de las lecturas de ambas ciencias ms forza-das, presuntuosas y plagadas de lugares comunes de las que tengo memoria.

    En un terreno en el que cada pequeo signo de lucidez resulta invalorable se impone tambin calibrar y justipreciar un conjunto significativo de efectos de perspectiva y de impedimentos estructurales. Reconozco y admiro sin ambages la creatividad de Whorf y su honestidad intelectual; pero una vez que se comprueba que l crea verdaderamente en el mito de la Atlntida, as como en las relaciones entre los Atlantes, el poblamiento de Amrica precolombina y las tradiciones plasmadas en la lectura teosfica de los tex-

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    tos snskritos como elementos fundantes de una ciencia alternativa a la misma altura que la lgica formal o que los datos recabados en el trabajo de campo, sostener que el fondo filosfico de los estudios whorfianos se atiene todo el tiempo a un rigor compara-ble al de la teora de la relatividad o a la lingstica o la antropologa contempornea de excelencia es una tesis que no se debe esperar que yo defienda. Interrogar con el mxi-mo respeto el valor de cada argumento tcnico whorfiano es una cosa; equiparar mono-ltica e indiscriminadamente relatividad y relativismo es a mi juicio al menos algo muy distinto: anticipaciones y chispas de genio s, todas las que quieran y mal que le pe-se a unas cuantas ideas que yo mismo sostengo; pero milagros no.

    Alcanza con asomarse a la lectura de las obras de Einstein para comprender adems que el empirismo, el exceso de un sentido comn que no siempre es buen sentido y el bajo vuelo epistemolgico del relativismo lingstico, derivados de las premisas boasianas de la descripcin completa, la elicitacin meticulosa de las singularidades, la represin de los razonamientos explicativos y la fijacin en el detalle, no son estrategias adecua-das para componer una teora en el debido nivel de abstraccin. Escriba Einstein:

    No existe un mtodo inductivo que pueda llevarnos a los conceptos fundamentales de la fsica. Su incapacidad para comprender esto constituy el error filosfico bsico de mu-chos investigadores del siglo XIX. [] Hoy nos damos cuenta con especial claridad de lo equivocados que estn aquellos teorizantes que creen que la teora proviene inductiva-mente de la experiencia (Einstein 1936: 365, 366).

    Quien pretenda aducir que estoy juzgando a una ciencia blanda con los parmetros de las ciencias duras har bien en pensarlo dos veces. Las distinciones que he sealado na-da tienen que ver con la presunta blandura de las disciplinas propias o con las durezas de las ajenas. Por ms que su relativismo distara de ser idntico a la relatividad, nadie menos que el propio Whorf, como veremos luego (pg. 52), pensaba exactamente de la misma forma que yo en lo atinente a la dureza y la exactitud de la lingstica como dis-ciplina y de la misma forma que Einstein no en cuanto a la relatividad, por cierto, pero s en cuanto a la precedencia de los conceptos por encima de los datos en bruto.

    En quinto lugar, la definicin de relativismo lingstico que aqu hemos adoptado no implica en modo alguno abrir juicio o tomar partido sobre las problemticas inherentes a otras categoras de relativismo, tales como el relativismo epistemolgico, el relativis-mo tico o el relativismo cultural (Spiro 1984; Bartolom 2008: 109-114; Brown 2008). Mucho menos buscar establecer afinidades o desavenencias entre esas otras instancias del trmino y el relativismo lingstico propiamente dicho. No se trata de que esas dis-yunciones, paralelismos o cruzamientos no sean importantes, pues s lo son; pero aqu he optado por centrar la mirada en las tcticas y las estrategias que tienen ms que ver con la epistemologa y la teorizacin, difiriendo para una prxima ocasin esos otros a-suntos de orden definidamente ideolgico y particularmente difciles de consensuar.

    En sexto orden, finalmente, en este trabajo se ha considerado una amplsima proporcin de la bibliografa relevante producida en las principales disciplinas involucradas, inclu-yendo exploraciones de primera agua en las fuentes tempranas y en los papeles publica-dos e inditos de los autores de referencia en antropologa, psicologa y lingstica. A

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    diferencia de lo que ha sido el caso en el trabajo intelectual hasta fines del siglo pasado, en nuestra universidad pblica y a travs de la Web disponemos hoy de la virtual tota-lidad de la bibliografa esencial en una multitud de lenguas (clsicos fuera de imprenta inclusive) en tiempo real y en la mera punta de los dedos. La afluencia de autores y rela-ciones as consideradas y el rgimen de percolacin que se establece permiten observar transiciones, desplazamientos y contrastes que resultaran invisibles o incomprobables si nos basramos en un muestreo de menor intensidad.

    Con este recurso a la mano es posible primero que nada poner en duda que los neowhor-fianos que son predominantes en el relativismo contemporneo sean representativos de las ideas y las metodologas sustentadas alguna vez por Whorf. Comprobaremos aqu que en el arco de tiempo que va desde los tiempos de Whorf hasta nuestros das se han manifestado dos hondas mutaciones epistmicas que (sin anuncio previo ni justificacin a posteriori) fueron acompaadas por el abandono del trabajo de campo, de la etnografa de inmersin y de todo residuo de antropologa. Nunca registradas por ningn historia-dor, esas bruscas transiciones de fase han sido: (1) a partir de la dcada de 1980, el pa-saje desde el empirismo de talante cualitativo, descriptivo y hermenutico a la induccin estadstica experimental (p. ej. Bloom 1981; Boroditsky 2001; 2008; cf. ms adelante, cap. 10); y (2) en los ltimos aos, la sustitucin de los modelos estadsticos de la relati-vidad por surveys de escritorio y campaas de recoleccin de piezas argumentativas que no se dedican ya a ilustrar el influjo del lenguaje sobre el pensamiento sino, meramente, a constatar una diversidad lingstica observable a primera vista (p. ej. Everett 2005; Evans y Levinson 2009a; 2009b; cf. ms adelante, caps. 11 y 12). Complementariamente, con tanta bibliografa al alcance de la memoria tampoco sern viables ahora las atribuciones de originalidad a personajes que no han hecho sino reci-clar una y otra vez las frmulas de la ms rancia ortodoxia como si fueran innovaciones insignes. Las figuras de paja, las ideas arrancadas de contexto, las afirmaciones sin res-paldo documental y las referencias de segunda o tercera mano tampoco sern ya ni tc-nicamente inevitables ni susceptibles de excusarse en el plano intelectual.5

    En esta tesitura, el primer mito que seguramente caer por el suelo es el que asegura que Whorf es un autor incomprendido, que no ha dicho lo que por lo comn se le atribuye o que ha sido (por culpa inexorable de quienes le interpretan) blanco sistemtico de malas interpretaciones. El trabajo de la interpretacin seguir siendo, como lo ha sido hasta ahora, ms arte que ciencia; siempre habr margen para la abduccin imprevista y para el insight creativo, y tambin para la lectura desatinada, la incertidumbre, la prevarica-cin y el malentendido; pero ahora es posible exponer la hermenutica en pblico mu-cho ms luminosamente para que se purguen unos cuantos equvocos en torno suyo y para poner en foco con mayor exactitud y en tiempo real, inter- e hipertextualmente, qu es en concreto lo que est siendo objeto de interpretacin.

    5 Las principales fuentes de textos antiguos y de dominio pblico en la Web son Internet Archive

    (http://www.archive.org/details/texts) y Open Library (http://openlibrary.org/). He incluido los punteros a las versiones en lnea de las obras alojadas en dichos portales en el hipertexto bibliogrfico de este libro.

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    Como anticip, el segundo mito que conviene desterrar es el que afirma que los relati-vistas son los estudiosos ms comprometidos en el rescate y resguardo de las lenguas en trance de desaparicin. En primer lugar, muchas de las tcnicas de elicitacin y de an-lisis replicable de las lenguas fueron elaboradas en el seno de las lingsticas conductis-tas, bloomfieldianas, pos-bloomfieldianas, distribucionalistas, funcionalistas, generati-vas, optimales, descriptivas o afines, las cuales han sido universalistas sin culpa, por de-fecto o por definicin; en ellas se han librado batallas y operaciones de salvataje desde medio siglo antes que se tomara conciencia institucional del asunto, que los whorfianos pensaran siquiera en lenguas amenazadas o que la Endangered Language Fund o los poscolonialistas culposos radicados en Harvard o en Stanford se sumaran a la iniciativa. La postura que sostengo a este respecto es que ha de ser mediante la confrontacin te-rica que el relativismo y el universalismo debern librar sus batallas conceptuales, y no mediante el uso de las lenguas en peligro como escudo humano para resguardo de teo-ras o disciplinas al filo del colapso.6

    En segundo orden, el relativismo ha sido conspicuo en la ideologa de numerosas insti-tuciones (el Instituto Lingstico de Verano en primer lugar) cuyo trabajo evanglico ha sido tanto o ms nefasto para lenguas, identidades y culturas de lo que pudieron haber sido el deterioro ambiental, las polticas estatales, el despojo territorial, la tecnocracia, la globalizacin o la explotacin corporativa (cf. Everett 2007b). Esto se viene arrastrando desde hace medio siglo. En un documento que merece ser mejor conocido el Grupo de Barbados ha llegado a afirmar:

    El Instituto Lingstico de Verano, en relacin a las lenguas en s, opera con dos objetivos polticos claros.

    6 Ver http://www.endangeredlanguagefund.org/ (visitado en abril de 2012). Tambin es imperdible el sitio

    en http://internetlinguistics.blogspot.com.ar/2008/11/documentary-and-descriptive-linguistics.html (visi-tado en diciembre de 2012). En otro orden de cosas, tanto el imaginario popular como el pensamiento acadmico tienden hoy a interpretar la desaparicin de lenguas en base a metforas de vida y muerte y en trminos apasionadamente whorfianos. Si se busca la expresin encomillada every time a language dies en cualquier buscador de la Web se encontrarn decenas de miles de enunciados en ese sentido: Every ti-me a language dies, unique and irrecoverable knowledge is lost; Every time a language dies we lose an-other way of seeing the world; we lose part of the picture of what our brains can do; the world loses irreplaceable scientific knowledge as well as cultural richness; it takes along with it the cultural traditions and local knowledge it contains; it takes with it unique ideas and concepts that do not exist in any of the other major languages; you lose a culture, intellectual wealth, a work of art; its like burning down a little library (Jorge Luis Borges); it is as if the world had many faces and one of them was to vanish forever; it takes with it a repository of knowledge medicinal, bota-nical, scientific, existential to say the least; we lose data which can inform us on the interactions between cognitive constraints and culture; a whole culture, way of thinking & way of expressing those thoughts dies with it; we lose part of the picture of what our brains can do. En los documen-tos anexos a la Segunda Reunin de Barbados se ha llegado a afirmar que [u]n pueblo que haya perdido su lengua tiene grandes dificultades para definir su ser y su proyecto histrico y que [e]n la mayora de los casos, la prdida del idioma indgena en las nuevas generaciones significa el comienzo de la muerte del grupo (Grupo de Barbados 1979: 397, 398). Ni siquiera las ideologas que impugnan este sentimiento general dejan de ser whorfianas, como cuando el comentarista etnocntrico y neoliberal John Miller escri-be en el Wall Street Journal que Every time a language dies it is time to celebrate because another pri-mitive tribe has joined the modern world (Miller 2002, en lnea).

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    a) presenta un cuadro de extremada fragmentacin dialectal y lingstica, tratando de de-mostrar la inviabilidad de la formacin de las unidades lingisticas estandarizadas, esen-ciales para el despegue de proyectos polticos de liberacin de los pueblos indios, y

    b) sustentar la ideologa del carcter ahistrico, esttico y regresivo de las lenguas indge-nas, segn la cual stas seran incapaces de absorber dinmicamente las nuevas experien-cias colectivas que confrontan los pueblos oprimidos. En otros trminos, se les niega la posibilidad de una interpretacin propia tanto conceptual como lingstica, de la dinmica social y de la naturaleza (Grupo de Barbados 1979: 399)

    En tercer y ltimo lugar, la problemtica de la conservacin de las lenguas indgenas es ms seria y complicada de lo que parece y poco ha tenido que ver, histricamente, con premisas contrapuestas de diferencia o de universalidad: ni son las sociedades que ha-yan perdido sus lenguas las que debern resignarse y acallar sus reclamos polticos, te-rritoriales e identitarios, ni son las lenguas en mayor peligro las que ms difieren de las normas ureas del indoeuropeo, ni son las de mayor grado de exotismo, rareza o poten-cial cientfico (si eso pudiera dirimirse de algn modo) las que mereceran salvarse pri-mero en un escenario de decisiones imperiosas y recursos decrecientes (cf. Krauss 1996; Corbett 2001; UNESCO 2003; Whiteley 2003). En el presente libro se opta, en conse-cuencia, por poner el foco sobre las cuestiones metodolgicas esenciales suscitadas por el relativismo, difiriendo la discusin de su potencial para impartir justicia o de sus he-chos heroicos en defensa de las lenguas humilladas para mejor oportunidad. El objetivo de recuperar y compartir en tiempo real las fuentes originales ayuda tambin a la causa de la desintoxicacin de los elementos de juicio, expulsando los lugares co-munes, los estereotipos y los excesos que en tiempos de baja productividad terica y emprica tienden a constituirse en la columna vertebral de los saberes disciplinares. La antropologa del conocimiento en general y el estudio de los factores lingsticos en par-ticular han sido propensos a la desmesura, a la derivacin de conclusiones colosales a partir de indicios diminutos, a sospechar que en una clasificacin de (digamos) las en-fermedades infecciosas, los parientes cercanos, los pronombres o las patatas que se dife-renciara apenas un poco de lo esperado podra esconderse una clave cardinal del pensa-miento, la cultura, la humanidad o el lenguaje. No ha sido inusual que se tomara un dato puntual y anecdtico registrado entre los Bongo-Bongo (como deca en tren de pulla Mary Douglas) o documentado entre los Pirah (como postulan seriamente Daniel Eve-rett o Stephen C. Levinson) como elemento de juicio inapelable que invita a reformular la imagen que se tiene de la naturaleza humana o que obliga a redefinir todo lo que creamos saber sobre el pensamiento y el lenguaje. Mi conviccin es que habra sido bueno que se procediera ms despacio, se operara so-bre seguro y se moderara la escala de las aspiraciones. Una vieja y olvidada ponencia cientfica me viene a la mente como expresin de la idea. En el mismo libro en el que Harry Hoijer (1954) acu la frase hiptesis de Sapir-Whorf, el recordado lingista Charles Hockett [1916-2000] escriba que el abordaje del problema de la relatividad lingstica se debe estudiar en base al lenguaje hablado y sobre materiales relativos a a-suntos triviales, tales como danzas folklricas o sistemas de parentesco porque no so-mos capaces todava de atacar el problema de las palabras del pensamiento (p. 247).

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    Hockett analiza las implicaciones conceptuales de un puado de lexemas para acabar di-ciendo que rechazaba toda nocin de que estoy tratando de obtener una visin china del mundo con esto. Estoy hablando de cosas que estn a un nivel mucho ms bajo (p. 253). No considerara que una diferencia particular entre el chino y el ingls hace una diferencia en el patrn de conducta de los dos pueblos. Dira ms bien que la diferencia [de la que me ocupo] es una diferencia digna de consideracin por derecho propio (p. 250). Con esto en mente, se dira que el pecado de origen de la tradicin relativista no finca tanto en su propensin al error o en sus vaguedades discursivas como en la prdida de conciencia de su pomposidad, en la ingenuidad de sostener que su objeto de estudio es una Weltanschauung que emerge de la suma algebraica de las diferencias de lxico y gramtica entre nuestra lengua y alguna otra, y en el positivismo encubierto de imaginar que existen relaciones causales mayormente deterministas entre dos entidades ( lengua-je y pensamiento) que son cada una de ellas, a ojos vista, ms heterogneas, multifor-mes, proteicas, diversas y difciles de coordinar en trminos de variaciones concomitan-tes de lo que podran llegar a serlo dos lenguas cualesquiera.

    Hockett supo ser un escritor rido y prosaico algunas veces; pero de hecho su adverten-cia result proftica. Despus de que ambas partes en disputa ensayaran sin xito ambi-ciosas reclamaciones sobre dominios enteros de la cognicin (el tiempo, el espacio, la percepcin, el nmero, la visin del mundo en su conjunto) hoy en da se percibe que la investigacin se contrae hacia el mbito de indagaciones atomizadas y circunscriptas que exploran un pequeo escenario a la vez: un posible nuevo foco de color en el idio-ma ruso, una indistincin intrigante en Yl Dnye, un sonido casi indescriptible de la lengua Chapakura que nadie ha sabido decir si es un fonema o no pero que complica una regin remota de la taxonoma, una tarea especfica de reconocimiento que se revela universal o bien local segn cual sea el hemisferio cerebral al cual afecte, una expresin verbal rara vez oda pero que nos obliga a repensar algn esquema de tipificacin que antes pensbamos que era parte inmutable de la naturaleza.

    Se trata ciertamente de indicios muy leves sobre aspectos de hondura y amplitud muy exiguas. En un asunto de ese calibre, por ms ruido que haga a favor o en contra de lo que fuere y por ms respaldo institucional del que goce, con su desciframiento el autor no devendr ni un Darwin ni un Coprnico. A fin de cuentas result que Hockett tena razn, al menos en este punto. Por eso es que cuando de la metodologa se trata, una conciencia reflexiva como la suya (inesperada en un escritor de militancia conductista) es signo de un valor acaso el ms importante que valdra la pena recuperar.

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    2 El Relativismo Lingstico antes de Whorf

    Quelle est linfluence rciproque des opinions du peuple sur le language et du language sur les opinions?

    Academia de Berln, Competencia de Ensayos de 1757

    Tentativamente podra organizarse el desenvolvimiento histrico del relativismo lin-gstico como si hubiera sobrevenido en etapas, o (ms exactamente) a caballo de olea-das cuya ritmicidad casi nunca responde a factores internos a la teora relativista (o a la antropologa, o a la lingstica) sino que son correlativas a eventos mayores del proceso contencioso de las grandes corrientes intelectuales y de las ciencias en general. Estimo que siempre ha sido de este modo aunque en el seno del movimiento este hecho no lle-gue a ganar conciencia reflexiva y los ecos de las contiendas globales nunca afecten a-biertamente los asuntos especializados que se discuten en su interior.

    Por ms que en este libro se mantendr fija la mirada en la dinmica interna de una po-lmica en particular, no creo que las fases de auge y decadencia de una idea importante slo tengan que ver con la lgica del conocimiento y el poder dentro de una sola institu-cin profesional o (mucho menos) de una sola lnea terica en el seno de dicha institu-cin. Si bien en algn momento las batallas en torno de la HRL pueden parecer un episodio perifrico en la red de eventos que conforma el desarrollo de las disciplinas, ellas no son ms que indicadores de la dialctica que atraviesa las ciencias sociales y que concierne a la tensin entre la bsqueda de universales y la recoleccin de excep-cionalidades, entre la generalidad que requieren las visiones sistemticas y las singulari-dades a las que se consagran los estudios de casos, entre el racionalismo y el empirismo, entre lo abstracto y lo concreto, entre las dificultades del descubrimiento de estructuras y los placeres de la descripcin densa, entre los constreimientos tediosos que impone la teora y los infinitos grados de libertad que parecen gozar los hechos observables.

    Si hubiera habido una antropologa lingstica marxista estas dualidades se habran tipi-ficado sin duda como sus Hauptwiderspruchen y figuraran en el primer rengln de la a-genda. El hecho es que la zona de friccin entre el relativismo y lo que sea que est fue-ra de l se puede entender como una muestra que encapsula los rasgos esenciales de la contradiccin principal que atraviesa la epistemologa en las ciencias humanas. A nadie le importa un pice, despus de todo, si tal o cual rasgo puntual de la cultura, la percep-cin o el pensamiento se encuentra o no probablemente condicionado, afectado o mati-zado por el lenguaje o por la configuracin gramatical de algn idioma. No hay nada de minimalista ni en el relativismo ni en el universalismo y nadie malgasta su carrera en

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    algo tan pequeo: aqu como en casi todas partes lo que siempre est en cuestin es (cientfica y polticamente) mucho ms que eso. Dependiendo de si esto se tiene en cuenta o si se pasa por alto, la historizacin de la HRL puede servir para aclarar los hechos o para legitimar un acto de propaganda doctri-naria, que es lo que con frecuencia acaba sucediendo. En la mayora de los casos, efecti-vamente, se encuentra que los cronistas han puesto el acento mucho menos en los acon-teceres que ellos refieren que en las perspectivas desde las cuales los contemplan (Lucy 1992a; 1992b; Gumperz y Levinson 1996; Lee 1996; Niemeier y Dirven 2000; Ptz y Vespoor 2000; Stroiska 2001; Gentner y Goldin-Meadow 2003; Malt y Wolff 2010; Leavitt 2011, etctera). La historia se convierte entonces en un pre-texto y en un marco de referencia (literalmente) que slo sirven para enaltecer el rol protagnico del historia-dor y para encumbrar y dar anclaje a su metarrelato. Procurar no replicar aqu este gnero de simulacros minimizando la autorreferencia y reprimiendo la tentacin de auspiciar alternativas superadoras, pues no es se el punto. En el libro que aqu empieza tampoco interesa la historia como tal sino las lecciones que ella arroja sobre cules han sido los perfiles de las obsesiones recurrentes, de las pre-guntas sin respuesta, los callejones sin salida, los progresos y las prdidas, las mudanzas de sentido y las constantes ideolgicas que puntean la batalla, partiendo de la base de que la historia de la HRL no constituye una secuencia lineal de episodios, sino ms bien una dialgica bajtiniana, un juego de suma cero en el que todo avance se realiza siempre en detrimento de una idea contraria. Toda afirmacin es respuesta a alguna pregunta precedente y tambin es pregunta para alguna afirmacin que vendr. Por eso es que en el campo que nos motiva se habla ms de un estado de la discusin que de un estado del conocimiento, como si en el desarrollo de las ciencias humanas que valen la pena no hu-biera un solo suceso significativo que no sea parte de una confrontacin.

    Todo ponderado y pese a que hay sin duda infinidad de formas de organizar los datos histricos disponibles, se dira que las oleadas de florecimiento del relativismo lings-tico fueron estas seis:

    El relativismo romntico y anti-iluminista, sentando las bases del relativismo neokantiano en la lnea de Marburgo. Los autores representativos han sido Jo-hann Gottlieb Herder, Johann David Michaelis, Johann Georg Hamann, Antoine de Rivarol y en particular Wilhelm von Humboldt y (muy en sordina) Georg Runze. En esta fase es donde se fijan los rudimentos de la hiptesis del relativis-mo lingstico que habra de ser retomada por la corriente relativista europea (cf. Cloeren 1988). No pocos rasgos de este relativismo romntico proceden, parad-jicamente, del manantial iluminista (Politzer 1963a; 1963b; Christmann 1967; 1981; Heinz 1969; Ricken 1994). Por esta y por otras razones que habrn de ver-se habr que repensar la aventura de la HRL como la experiencia intrnsecamen-te norteamericana que alguna vez se pens que era. Pese a que Edward Sapir (1907) escribi su tesis de maestra sobre el Tratado sobre los Orgenes del Lenguaje de Herder, la tradicin boasiana no engloba ni aglutina la totalidad de la historia: al menos una lnea humboldtiana lleg de Europa a Amrica antes

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    que lo hiciera Boas y sin que ni siquiera Sapir registrara el acontecimiento. Ms tarde la lnea se quebr, al punto que Whorf malgast sus aos tempranos le-yendo a Fabre dOlivet (1815) y acab muriendo joven sin haber ledo a Hum-boldt. Las huellas son tenues, las fuentes corruptas, las trayectorias indiscerni-bles. Hoy en da no est claro si el surgimiento de la HRL en Amrica se debi a una continuidad rutinaria, a una recreacin parcial o a una invencin paralela (p. ej. Bunzl 1996); pero mientras mejor se conoce esta fase temprana mejor se comprenden los logros, las mutaciones y las desmemorias que vinieron despus.

    La corriente neo-humboldtiana europea, dividida entre las teoras urdidas en ( y funcionales a) la Alemania nazi (Leo Weisgerber, Jost Trier, Walter Porzig, Fritz Stroh, Georg Schmidt-Rohr) y la versin ideolgicamente sana pero cada vez ms indecisa y envejecida del neokantiano Ernst Cassirer (1923; 1944). Junto con las doctrinas del sovitico Nikola Marr y las lecturas a que han dado lugar las teoras del cdigo restringido, las primeras se encuentran entre las formula-ciones ms desagradables que han surgido en el seno de la lingstica. Al igual que en otros campos lo han hecho tantas otras tendencias, el relativismo siempre procur minimizar, negar o ignorar estos hechos polticamente vergonzantes, ca-si exactamente contemporneos a la codificacin de la HSW en Amrica (p. ej. Gipper 1964; Martnez 2003); pero los testimonios comprometedores estn sa-liendo a la luz y las pruebas existentes son tan apabullantes como pocas veces lo ha sido una evidencia en alguna polmica cientfica substancial.

    La formulacin de la HSW propiamente dicha a manos de Franz Boas, Edward Sapir y Benjamin Lee Whorf, con los dos primeros al menos tomando posicin en contra de la lingstica dominada por el formalismo y por la aspiracin a constituirse en ciencia exacta. Whorf difiere de sus maestros sobre el particular pero ninguno de sus aclitos parece haberlo tomado en serio a este respecto. La primera Edad de Oro de la hiptesis se consolid con la realizacin de las prime-ras conferencias en gran escala sobre la HRL (Hoijer 1954) y con la edicin ps-tuma de John Carroll de las obras selectas de Whorf (1956) el mismo ao exacto en el que Noam Chomsky (1956) inaugura el captulo lingstico de la revolu-cin cognitiva.

    El relativismo epigonal de los 1950s y 1960s, interrumpido bruscamente por el estudio de los antroplogos Brent Berlin y Paul Kay (1969, en lo sucesivo BK69) sobre los trminos bsicos para los colores (BCT) y por el primer apogeo de la ciencia cognitiva con Eleanor Rosch como la universalista ms destacada. Antes que sobreviniera el quiebre los relativistas esenciales del perodo haban sido quiz Dorothy Lee y Harry Hoijer. Los primeros tres cuartos de los aos 70 fueron un tiempo de baja en el inters hacia Whorf con slo dos encuentros ma-sivos contra cuatro que tuvieron lugar en slo tres aos de la dcada de 1950 (Koerner 1992: 182; McCormack y Wurm 1977; Pinxten 1976). A mediados y fines de los setenta hubo un pico moderado de florecimiento whorfiano en va-riantes que recorrieron el abanico que va desde la hibridacin hasta el fundamen-

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    talismo (Hymes 1974; Alford 1978; Friedrich 1979; Silverstein 1979); as y to-do, el fin de los 70s y el comienzo de los 80s sealan quiz el punto ms bajo en la popularidad de la HSW a lo largo de su historia (Hymes y Fought 1981).

    La cuarta generacin relativista, acompaando desde mediados de los 80s y prin-cipios de los 90s el auge del movimiento interpretativo, el posmodernismo y los estudios culturales pero sin dejarse cooptar por ellos. Los estudiosos ms repre-sentativos son Joshua Fishman (con su propuesta un tanto anacrnica de whor-fianismo del tercer tipo), el segundo Stephen C. Levinson, John Gumperz, John A. Lucy, Richard Shweder, Alfred Bloom. Como se ver detenidamente en el curso de este estudio, a excepcin de un puado de manifestaciones promovidas por unos pocos intransigentes particularmente inclinados al estereotipo (Hill, Mannheim, Povinelli, Saunders, Schulz), el sacudn del posmodernismo y de sus rplicas ssmicas pas por el costado de la corriente principal promotora de la HRL. A la fecha no se registra todava ningn texto cardinal allegado a esta hiptesis escrito en dialecto lacaniano o cuya redaccin pudiera atribuirse pon-gamos a un Homi Bhabha. No creo que vaya a intentarse un posmodernismo relativista en el futuro o que la escritura del movimiento se salga de los moldes clsicos caractersticos de la modernidad. Despus de publicados al menos nue-ve ensayos que se preguntan en sus ttulos qu fue el posmodernismo sera embarazoso resucitar una idea que ha sufrido tanto desgaste y que nunca aport a una hiptesis que le era tan afn ninguna inspiracin digna de memoria (cf. Ol-sen 1988; Spanos 1990; Frow 1991; Foster 1993; Rosenthal 1993; Hassan 2000; McHale 2004; Wandler 2009; John 2011).

    Reaccionando contra los formidables avances de los modelos formales y de la re-materializacin implicada en los estudios neurocientficos del lenguaje, se destacan los intentos de revivificacin del modelo whorfiano en el episodio Pi-rah y en otras manifestaciones de las teoras del dficit, cuya parbola se inici en teora a mediados de los 80s pero arranc con fuerza a partir del 2004 (Boro-ditsky 2001; Gordon 2004; Everet 2005). En los ltimos aos la HRL es sustitui-da por la idea de diversidad, anticipada tempranamente por Joshua Fishman (1982) pero sin encontrar mucho respaldo en ese entonces. Pese a que argumen-tativamente est en bancarrota, en la actualidad la postura relativista neo-whor-fiana de ltima generacin es por amplio margen dominante en la opinin pbli-ca. La explicacin quiz radique en la facilidad con que puede llevarse a cabo: los textos de la nueva lingstica de la diversidad pueden lucir bibliogrficamen-te abrumadores, pero no hay en ellos ninguna elaboracin ms contundente que la que un estudiante avispado podra armar en una noche de Google, JSTOR y Wikipedia. A las pruebas me remito: quiz ya nadie se atreva a afirmar que los esquimales tienen cientos de palabras para la nieve, que los griegos de la poca homrica no podan distinguir el color azul, que los nios Hopi de cinco aos consideran elementales las teoras de Einstein o (como el antroplogo Marshall Sahlins [1977: 174, 179] lleg a insinuar) que los pueblos que hablan lenguas que slo singularizan dos nombres de color slo pueden ver dos colores; pero

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    todava hay quien asevera que existen aborgenes que no saben contar ni hasta 2, a los que no se les puede ensear a que nombren ningn nmero ms all de ese lmite o a dibujar una lnea recta, y cuya lengua es tan menesterosa que ni si-quiera les es posible aprender alguna otra; o que los chinos ( justamente), cuyo paradigma de conjugacin verbal carece de modo subjuntivo, son prcticamente incapaces de hacer suposiciones, de pensar en una disyuntiva imaginaria y de formular planes a futuro.

    Lo primero que llama la atencin al cabo de la simple enumeracin de las corrientes y autores es la proporcin desmesurada de anti-iluministas, reaccionarios monrquicos, ultranacionalistas, irracionalistas, anticientficos, oscurantistas, creacionistas, pastores fundamentalistas y hasta simpatizantes documentados del nazismo que se encuentran en las filas del movimiento relativista y en sus derivaciones tempranas. Si bien los posmo-dernos relativistas que mencion ms arriba han hecho alarde de comunin con el multi-culturalismo y el poscolonialismo crtico, se precian de subversivos, se han apropiado de las jergas emancipadoras y han repudiado ciertos hallazgos experimentales aducien-do que no existe un discurso privilegiado en el cual la verdad sea independiente de nuestras elecciones, temores y esperanzas (Saunders y van Brakel 1995: 170), no hay que llamarse a engao: los progresistas que en esta contienda han abrazado el relativis-mo son muy pocos y en materia de poltica acaso ninguno (excepto Franz Boas y Harry Hoijer) est a la altura del universalista Noam Chomsky en su combatividad y su com-promiso, ni pueda jactarse de figurar al lado suyo en los prontuarios y las listas negras del Tea Party, de la Mossad o de las oficinas gubernamentales de contrainsurgencia.7

    En otras palabras, y a pesar que en los ltimos aos el evangelizador Dan Everett con-fes su atesmo y Stephen C. Levinson se hizo evolucionista, no existe ni es probable que llegue a existir un relativismo de izquierda, o aunque ms no fuese un relativismo anti-anti-materialista que se arriesgue siquiera a seguir el ejemplo de Clifford Geertz (1984) y su anti-anti-relativismo. Tras una historia tan turbia tampoco ha habido jams un sinceramiento de los culpables, una autocrtica de los cmplices o una demarcacin de los disidentes; floreciendo primordialmente en los Estados Unidos el relativismo en

    7 Chomsky ha sido, incidentalmente, miembro del Board of Directors de la Endangered Language Fund

    desde su fundacin, ha abordado el tema de la diversidad lingstica desde antes que lo hicieran los relati-vistas y ha pronunciado al menos una resonante conferencia en defensa de las lenguas en peligro. Tras anunciarse en el rgano de la institucin, el Endangered Language Fund e-Newsletter de mayo de 2006 (http://www.endangeredlanguagefund.org/lib/pdf/ELF-Newsletter_5-2006.pdf), la conferencia se dict el 15 de noviembre. Desde entonces se difunde desde la Home Page de la fundacin y se la puede escuchar aqu: http://www.endangeredlanguagefund.org/chomsky.php. La disertacin (muy atpica en un campo en el que muy pocos se preocupan por explicar algo) se titula, significativamente, Why are there so many languages: Diversification from an underlying unity (Chomsky 2006b). En cuanto la militancia izquier-dista de Franz Boas que muchos se empecinan en ignorar vase el insoportablemente tendencioso pero bien documentado estudio de Gary Bullert (2009) y la bibliografa all citada. Los legajos de Boas en el FBI mantenidos entre 1936 y 1950 (61-7759-7483), el Memorandum exculpatorio de J. Edgar Hoover sobre Boas y la correspondencia privada y profesional de ste son hoy de dominio pblico (cf. Krook 1989; 1993). Sobre el perfil poltico de Harry Hoijer vase ms abajo, pgs. 89 y ss.

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    general siempre difiri tratar estos hechos de su propia historia o los silenci sin ms trmite.

    Por ms que en nuestra disciplina nos llenemos la boca denunciando la construccin so-cial de los saberes cientficos y la relatividad contextual del conocimiento, ningn histo-riador antropolgico del relativismo que me haya precedido se molest en referir los he-chos que he sealado y que seguir consignando a pesar que son evidentes hasta la nu-sea. En este campo ha prevalecido un doble estndar: mientras que el posmodernismo, el poscolonialismo y los estudios culturales se hartaron de poner en cuestin a la antro-pologa cientfica rememorando sus complicidades con el proyecto colonial, subrayando las asimetras inherentes a la autora etnogrfica o haciendo pblicas las bajezas huma-nas de Bronisaw Malinowski, nadie que yo conozca (ni siquiera Ferruccio Rossi-Landi) ha levantado mociones de sospecha por la proporcin desmesurada de evangelizadores, telogos, hermeneutas bblicos de lnea intransigente, promotores de cruzadas contra la barbarie o propagandistas de la integracin forzada, negadores del holocausto Mura y hasta supremacistas de la arianidad que se encuentran en las filas del relativismo en las etapas que toca investigar en este captulo y que subsisten, aluvional o capilarmente, hasta los tiempos que corren.

    Sinteticemos los hechos para que no quepan dudas, pues la evidencia acumulada en el rbol genealgico del relativismo es ms que elocuente: Johann David Michaelis propi-ci una utopa de erradicacin a los trpicos como solucin al problema judo, prefi-gurando el Apartheid; Antoine de Rivarol fue (por decir lo menos) un ferviente monr-quico que aborreca todo pensamiento revolucionario y que pregonaba la superioridad de la lengua y del pensamiento francs; Johann Georg Hamann y Johann Gottfried Her-der ( y todo el Sturm und Drang con ellos) se oponan vehementemente a los ideales de-mocrticos e igualitarios de la Ilustracin; Hamann, en particular, crtico de la Razn, alcanz fama como uno de los germanfilos/francfobos ms vehementes de todos los tiempos; Lazarus Geiger sostena que las razas superiores que hablaban lenguas arias (o-riginadas en Alemania arga, no en Asia Central haban desarrollado ms la vista que el olfato, un sentido repulsivo que todava prevalece en las razas humanas inferio-res; el humboldtiano Daniel Brinton aseguraba que existan diferencias en la capacidad cerebral de las razas blanca, amarilla, roja y negra (en orden descendente de centimetra-je cbico), mientras que su noble rival, Franz Boas, admita no poder asegurar que no existieran; Benjamin Lee Whorf estuvo vinculado a la teosofa (Atlntida, jerarqua brahmnica y tipificaciones raciales incluidas) y era opuesto a las teoras evolucionarias que hoy ciertos relativistas se apresuran a abrazar; Leo Weisgerber estuvo asociado a movimientos ultranacionalistas, a la derecha celta y al nazismo en crudo; Jost Trier es-cribi docenas de ensayos celebratorios de la raza aria, la Muttersprache y la superiori-dad moral de los alemanes; Georg Schmidt-Rohr tambin consider a la lengua como arma e instrumento del pueblo germnico, saludando a Hitler como paladn de ese pro-yecto de poltica cultural; Walter Porzig fue miembro documentado del partido nazi (NSDAP, n 3397875) y de la Liga Nacionalsocialista de Maestros (NSLB, n 324430); Richard Shweder (1991), conservador reconocido y confeso, celebr el espritu romnti-co de rebelin contra los ideales de la Razn iluminista; el sociolingista britnico Basil

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    Bernstein (1975: 122-123; 1989: 16, 36, 172, 176-177), basndose en Whorf, sostena que el uso habitual de cdigos restringidos o elaborados implicaba habilidades cogni-tivas diferenciales; Geoffrey Sampson, enemigo declarado de Steven Pinker y del inna-tismo, escribi un malhadado panfleto titulado No hay nada malo con el racismo (ex-cepto el nombre) en el que afirma que existen diferencias bien documentadas en las ca-pacidades intelectuales de las diferentes razas (Sampson 2002); Dorothy Lee (1949), Al-fred Bloom (1981) y ya ms cerca nuestro Peter Gordon y el ex-pastor del ILV Daniel Everett (2005) han resucitado ideologas del dficit lingstico y del cdigo restringido que nadie creera aun viables en nuestras disciplinas (cf. Danzig 1995); los dos ltimos han construido su celebridad adjudicando limitaciones cognitivas y lagunas culturales que aducen emanadas del lenguaje a un pueblo que ha sufrido dos de los ms atroces et-nocidios de la historia, sobre los cuales ningn relativista de los que se congratulan por las rarezas e imposibilidades presuntas de algunas lenguas, desde Michaelis hasta Le-vinson, pronunci jams una palabra de condena, o aunque ms no fuere una palabra.8 Por aadidura, las veces que en el pasado se ha exaltado la diversidad ha sido para man-tener domesticadas a las ciencias humanas que podran tentarse en la bsqueda de uni-versales, para promulgar la imposibilidad de toda visin sistemtica, para priorizar men-sajes sobre la disparidad de las lenguas en detrimento de la promocin de su igualdad, para multiplicar las traducciones de la Biblia al sinnmero de lenguas existentes sin que nadie se subleve en defensa de la diversidad religiosa y para promover opciones que van desde un reclamo nacionalista para los propios (Weisgerber) hasta un Apartheid como utopa a imponer a los extraos (Michaelis). No por nada el espaol Xabier Zabaltza (2006: 176, 236), en un estudio titulado Una Historia de las Lenguas y los Nacionalis-mos, referido a un pas donde ste es un problema polticamente agudo, ha denunciado que la HSW ha servido de coartada intelectual a todos los nacionalismos lingsticos.

    Mientras este libro est siendo escrito sin encontrar todava su formato definitivo este gnero de constataciones despierta sentimientos encontrados; sera a todas luces injusto generalizar este sustrato irreductible (que alimenta tanto la glorificacin del Volksgeist germnico como el tratamiento peyorativo de la mentalidad Pirah) insinuando que con-tamina a la totalidad del movimiento; pero tampoco parece razonable censurar las refe-rencias a las notas de racismo, de pensamiento reaccionario e irracionalismo que bullen en la escritura de un nmero crecido de los autores involucrados, por lo que no dudar en sealarlo cuando resulte a la vez indudable y relevante. Mediante esta tctica espero asimismo echar un poco de luz sobre las ideologas admitidas o inconfesas con las que las unas cuantas estrategias del relativismo se sienten en armona, por ms que los man-datos doctrinarios o los frecuentes llamados al salvataje de lenguas en peligro parezcan estar comprometidos con el respeto al Otro y la promocin de la diversidad.

    8 Sobre los etnocidios sufridos por los Mura/Pirah vase Wilkens (1819); Nimuendaj (1948: 266-267);

    Moreira Neto (1988); Treece (2000); Pantoja Caldas (2006: 9); Harris (2010: 82, 148-154); Boga (2011). Abordaremos estos asuntos en detalle ms adelante, pg. 264 y ss.

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    En la actualidad, despus de todo, la mala imagen de la HRL que prevalece en el exte-rior de la antropologa lingstica se encuentra tan acendrada que antroplogos que nada tenemos que ver con el relativismo a veces debemos salir a dar explicaciones por algo que dijo alguien que de puertas para adentro es un adversario cientfico. En una moder-na enciclopedia sobre cerebro y neurociencia escriben por ejemplo los psiclogos John Kihlstrom y Lillian Park:

    La investigacin futura de la hiptesis de Sapir-Whorf debera reposar menos en las dife-rencias entre lenguas exticas y no exticas, un foco paradigmtico que a veces im-plica que los hablantes de las lenguas exticas son cognitivamente deficientes (Kihlstrom y Park 2002: 850).

    As como Whorf (1956: 209) alega que una raza que slo viera el color azul probable-mente no formulara una regla que lo especificase, del mismo modo los antroplogos quiz no percibamos los signos de etnocentrismo que hormiguean en nuestros propios textos, ni advirtamos que las teoras que deberan sustentar determinadas conjeturas que creemos robustas no estn ni siquiera esbozadas o son de carcter espurio. Convencidos con justicia o sin ella de la importancia de nuestra disciplina, de su inherente correccin poltica y de la preeminencia de los asuntos que en ella se dirimen, muchas veces hemos dejado hacer y no siempre hemos estado alertas ante las monstruosidades que se han pronunciado en nuestro nombre.

    Vista desde fuera de nuestra caja de zapatos la imagen que los dems tienen de la antro-pologa lingstica quiz difiera mucho de la que nos devuelve el espejo. En otro raro libro (dedicado a examinar las retricas de la Revolucin Cultural china) la comunic-loga Lucy Xing Lu de la Universidad DePaul en Chicago dice:

    Las limitaciones de la Hiptesis de Sapir-Whorf tambin se revelan en la orientacin in-vestigativa demostrada por Boas, Sapir y Whorf. Sus comparaciones de lenguas europeas y tribales (Boas y Sapir las llamaban lenguas primitivas) puede sugerir un sesgo etno-cntrico y un sentido de superioridad de las lenguas occidentales. Ms aun, las discusio-nes de los estudiosos mayormente se centran en torno de los aspectos formales del len-guaje (estructurales y gramaticales); ellos tampoco sistematizan una teora con respecto al lenguaje y el pensamiento, ni proporcionan evidencia suficiente para soportar sus hipte-sis (Lu 2004: 30).

    Visto esto y ya encaminados en la articulacin narrativa de los hechos histricos, el pri-mer dilema que surge es (contrariando el carcter sincrnico del principio epistmico de Michel Foucault) que el eventual cronista es libre de remontar los orgenes de la idea de lo relativo y lo diverso (o de la idea que fuere) hasta un momento tan alejado en el tiem-po como se quiera. Por ms que los antecedentes de cualquier nocin cientfica se pue-dan rastrear cmodamente hasta la poca de los presocrticos, la India antigua o el Auri-acense, a la luz de la naturaleza decididamente moderna de sus hiptesis encuentro a-ceptable comenzar la crnica de las teoras relativistas analizando un puado de ideas poco conocidas engendradas en un raro episodio de la sociologa del lenguaje.

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    El hecho es que en 1759 la Academia de Berln lanz un concurso de ensayos cuyo te-ma era Cul es la influencia recproca de las opiniones de la gente sobr