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FRANCISCO LEIRO (1957) El gallego Francisco Leiro (1957) reparte su vida entre su comarca natal de Cambados y la ciudad de Nueva York desde 1988. El escultor se relacionó desde chico con la talla de la madera. Su abuelo paterno tenía un taller de ebanistería para producir muebles a particulares y tallas para las iglesias. A mediados de los años setenta, el joven Leiro evocaba en sus obras algunos elementos del surrealismo, en el momento en que España, luego de la muerte de Franco, comenzaba su transición hacia la democracia. Pero ese mismo proceso político y social también se tradujo en un proceso artístico, en el que los artistas regionales (catalanes, vascos, gallegos) se perfilaban en relación con sus particularidades. Después el escultor termina de formarse en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. Y a comienzos de los ochenta su obra combina el lenguaje contemporáneo con la tradición románica gallega. De manera que la crítica lo coloca como un nexo entre las tradiciones populares y las vanguardias. A medida que su trabajo comienza a hacerse conocido internacionalmente y a participar de exposiciones fuera de España, Leiro decide, a fines de la década del ochenta, trasladarse a Nueva York y alternar sus días entre su pueblo natal y el ambiente neoyorquino. Si por un lado su trabajo ha sido encasillado desde la crítica de los años ochenta en una perspectiva narrativa, expresionista y figurativa que conecta con una cierta y vaga idea de tradición modernizada, por otro sus obras ponen en cuestión, rigurosamente y de manera sistemática, los principios tanto de la tradición figurativa como los de la abstracción y de la modernidad. Perteneciente al grupo de artistas que protagonizó un cambio de dirección en el arte español a principios de la década de los ochenta, como García Sevilla, Juan Muñoz, Juan Uslé o Barceló, en sus obras se aprecian ideas de la transvanguardia italiana y el neoexpresionismo alemán, junto a relaciones con el surrealismo, el manierismo gallego, la escultura romántica o la tradición policromática. El primer impacto que ofrecen las esculturas es el tamaño y su planteo antropomórfico. Esculturas en madera, talladas de un modo en que alternan la vastedad y la sutileza. Entre el humor, la tragedia y la tensión, tanto temática como formal.

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FRANCISCO LEIRO (1957)

El gallego Francisco Leiro (1957) reparte su vida entre su comarca natal de Cambados y la ciudad de Nueva York desde 1988. El escultor se relacionó desde chico con la talla de la madera. Su abuelo paterno tenía un taller de ebanistería para producir muebles a particulares y tallas para las iglesias.A mediados de los años setenta, el joven Leiro evocaba en sus obras algunos elementos del surrealismo, en el momento en que España, luego de la muerte de Franco, comenzaba su transición hacia la democracia. Pero ese mismo proceso político y social también se tradujo en un proceso artístico, en el que los artistas regionales (catalanes, vascos, gallegos) se perfilaban en relación con sus particularidades.Después el escultor termina de formarse en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. Y a comienzos de los ochenta su obra combina el lenguaje contemporáneo con la tradición románica gallega. De manera que la crítica lo coloca como un nexo entre las tradiciones populares y las vanguardias.A medida que su trabajo comienza a hacerse conocido internacionalmente y a participar de exposiciones fuera de España, Leiro decide, a fines de la década del ochenta, trasladarse a Nueva York y alternar sus días entre su pueblo natal y el ambiente neoyorquino.

Si por un lado su trabajo ha sido encasillado desde la crítica de los años ochenta en una perspectiva narrativa, expresionista y figurativa que conecta con una cierta y vaga idea de tradición modernizada, por otro sus obras ponen en cuestión, rigurosamente y de manera sistemática, los principios tanto de la tradición figurativa como los de la abstracción y de la modernidad.Perteneciente al grupo de artistas que protagonizó un cambio de dirección en el arte español a principios de la década de los ochenta, como García Sevilla, Juan Muñoz, Juan Uslé o Barceló, en sus obras se aprecian ideas de la transvanguardia italiana y el neoexpresionismo alemán, junto a relaciones con el surrealismo, el manierismo gallego, la escultura romántica o la tradición policromática.

El primer impacto que ofrecen las esculturas es el tamaño y su planteo antropomórfico. Esculturas en madera, talladas de un modo en que alternan la vastedad y la sutileza. Entre el humor, la tragedia y la tensión, tanto temática como formal.La escultura siempre constituye una reflexión en torno del volumen, la forma, el espacio y la relación de estos elementos con el cuerpo humano. Hay una cuestión de escala que Leiro maneja en una equilibrada dosis entre el humor y el acecho. Y de ese efecto de equilibrio podría decirse que casi rige toda su obra.Tomando el equilibrio (y su opuesto) en todas sus dimensiones y acepciones, pero especialmente como un equilibrio entre tensión física y material con el tema que se trata, su efecto más inmediato puede causar sorpresa y gracia en buena parte de sus obras; u horror y desgarramiento si se toma en cuenta toda una serie de obras en relación con el dolor y la muerte.De modo que, en ese sistema de equilibrios y tensiones, también hay un costado político en la obra de Leiro. Y esa politización, en sentido más amplio, sucede cuando el artista debe realizar obras monumentales de arte público por encargoEl artista, más allá de cualquier índice cronológico o línea de tiempo, establece series y parentescos en su producción, de manera que pueden ir trazándose agrupamientos provisorios de piezas que guardan gran familiaridad entre sí.

Utiliza todo. Por lo general, a la hora de producir sus esculturas se inspira en la vida diaria, en lo que le sucede. A veces empieza a trabajar a partir de dibujos que realizó con anterioridad. Un asunto distinto son los encargos de arte público: tienes que adaptarte a un espacio y a un tema... ahora bien, cuando más disfruta de la escultura es haciéndola de una manera totalmente libre: poder idear una escultura a partir de un drama, de un chiste, de un placer, de lo que sea. A veces es un regodeo, un trazo, un dibujo, un gesto...

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RECOLECTORAS I, II, III, IV (2003)

Madera policromada y materiales industriales

Cuando el artista dice que lo utiliza todo, que se inspira en la vida diaria y en lo que le sucede, por supuesto que también incluye en ese “todo” las grandes tragedias que le suceden en tanto ciudadano del mundo. Como el desastre del petrolero “Prestige”, cuando contaminó gravemente la costa gallega. El artista realizó obras que aluden de manera más o menos directa a esta y otras catástrofes. Pero esta es en particular una obra que denuncia una historia, una situación de pasado, presente y futuro.

Su gusto por los materiales recuperados lo vemos, en esta ocasión, en las botas de goma, las palas, los banastos de goma… todos estos elementos reales que quien más y quien menos ha tenido que tomar en alguna ocasión, la más cercana hace tres años, para combatir las mareas de destrucción y desaliento que la incompetencia de los gobernantes no son capaces de evitar. Todos estos elementos reales nos incluyen en la escultura, nos implican, nos homenajean también a nosotros en cierto modo, nos plantean la realidad que representan como algo más nuestro, más real… lo más real de todo es que ha pasado y todos lo hemos vivido.Emplea pues los materiales como un lenguaje. Son materiales que, por sí mismos, ya tienen una carga simbólica importante.También el color busca su significado. Claramente el color empleado busca aproximación a la realidad… Pero también muestra dramáticamente, al igual que pasó en la realidad, el contraste entre la marea negra y la blanca de voluntarios, el cromatismo oscuro de las figuras enfrentado al blanco brillante de las máscaras.

Si hay una constante en Leiro, artista que huye deliberadamente de modas, es la figuración expresionista y referencias al arte tradicional gallego y a las formas arcaicas de la escultura.Estas figuras muestran pues estos rasgos a una escala aproximadamente real, a pesar de la deformación de las proporciones en estas figuras achaparradas y de aspecto tosco, casi como de cuento.

La dimensión humana de las figuras, así como su posición al mismo nivel que el espectador, sin peana ni elemento intermedio, enfrenta escultura y espectador en un diálogo mudo, como un diálogo frente al espejo de sus sentimientos. Situándote frente a una de las figuras te enfrentas a lo que has sentido como individuo o como elemento de una comunidad: el cansancio, la desesperanza, la rabia…

La composición en grupo está basada en la obra de Los recolectores de Miel de Brueghel. Pero en esta ocasión la comunidad no se reúne con motivo de fiesta, sino de emergencia, de catástrofe… Y la organización en grupo muestra el sentimiento de comunidad, que al igual que se une para celebrar una recolección, lo hace para enfrentarse a las crisis.El permitir al espectador incluirse en este grupo, el moverse entre ellos y observar las distintas actitudes y gestos es permitirle al fin y al cabo llegar a comprenderse a si mismo y a los que junto a él pasaron por lo mismo.

Y finalmente, para el que no ha sido partícipe de la catástrofe, supongo que el tener la oportunidad de contemplar esta obra le brinda el poder meterse en la piel del grupo por unos instantes, el poder aproximarse a centímetros del dolor de los demás, el tenerlos cara a cara y entender por un momento lo que sintieron esas personas que mezclaron sus lágrimas de rabia, de pena, de indignación… con el chapapote del Prestige, del Mar Egeo, … y de los que vendrán.