leiber, fritz - fr2, espadas y demonios

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  • 8/13/2019 Leiber, Fritz - FR2, Espadas y Demonios

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    ESP D S YDEMONIOS

    Fafhrd y el Ratonero Gris/1

    Fritz Leiber

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    Ttulo original: Swords and DeviltryTraduccin de Jordi Fibla 1970 by Fritz Leiber

    1985, Ediciones Martnez Roca.Gran va 774 - BarcelonaISBN: 84-270-0959-3Edicin digital de Umbriel.Mayo de 2002.R6 08/02

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    Prlogo del autor

    ste es el primer libro de la saga de Fafhrd y el Ratonero Gris, los dos espadachinesms grandes que jams han existido en ste o en cualquier otro universo real o de ficcin,

    maestros del acero ms hbiles incluso que Cyrano de Bergerac, Scar Gordon, Conan,John Carter, D'Artagnan, Brandoch Dalia y Anra Devadoris. Dos camaradas de la muertey los sombros comediantes para toda la eternidad, vigorosos, pendencieros, buenosbebedores, imaginativos, romnticos, groseros, ladrones, sardnicos, festivos, siemprebuscando aventuras a travs del ancho mundo, condenados a toparse sin cesar con losenemigos ms mortferos, los adversarios ms crueles, las muchachas ms deliciosas ylos brujos ms horrendos, bestias sobrenaturales y otros personajes.

    Una tarde encantada, Harry Otto Fischer cre a Fafhrd y el Ratonero, y su patrocinadorembruja a Ningauble de los Siete Ojos y Sheelba del Rostro Sin Ojos, y con la ayudadel autor la ciudad de Lankhmar. Pero el autor ha hecho y escrito todo el resto, salvolas 10.000 palabras de Los seores de Quarmall, escritas por Fischer.

    A este libro, en el orden exacto de las aventuras, le siguenEspadas contra la muerte, Espadas entre la niebla, Espadas contra la magia (que

    contiene Los seores de Quarmall).Las espadas de Lankhmar y Espadas y magia helada.

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    1 - Introduccin

    Separado de nosotros por abismos de tiempo y extraas dimensiones suea el antiguomundo de Nehwon con sus torres, calaveras y joyas, sus espadas y brujeras. Los reinosconocidos de Nehwon se encuentran en el Mar Interior: al norte la boscosa y salvaje

    Tierra de las Ocho Ciudades, al oeste los jinetes mingol, que habitan las estepas, y eldesierto por donde avanzan lentamente las caravanas de las ricas Tierras Orientales y elro Tilth. Pero hacia el sur, unidos al desierto slo por la Tierra Hundida y defendida msall por el Gran Dique y la Montaa del Hambre, estn los ubrrimos campos de cerealesy las ciudades amuralladas de Lankhmar, las ms antiguas y principales tierras deNehwon. Dominando la Tierra de Lankhmar y agazapada en la desembocadura llena desedimentos del ro Hlal, en un rincn seguro entre los campos de cereales, el GranPantano Salado y el Mar Interior se halla la metrpolis de Lankhmar, de imponentesmurallas y labernticos callejones, rebosante de ladrones y sacerdotes afeitados, magosesculidos y panzudos mercaderes... Lankhmar la Imperecedera, la Ciudad de la TogaNegra.

    Una negra noche, en Lankhmar, si hemos de dar crdito a los libros rnicos de Sheelbadel Rostro Sin Ojos, se encontraron por primera vez estos dos dudosos hroes ycaprichosos bribones, Fafhrd y el Ratonero Gris. Los orgenes de Fafhrd eran fciles depercibir por su altura que superaba los siete pies y su cuerpo esbelto y elstico, susadornos remachados y su enorme y larga espada. Estaba claro que era un brbaroprocedente del Yermo Fro, ms al norte incluso que las Ocho Ciudades y las Montaasde los Duendes. Los antecedentes del Ratonero eran ms crpticos y apenas podandeducirse de su estatura infantil, su atuendo gris, la capucha de piel de ratn bajo la quese embozaba su rostro atezado y chato y su estoque engaosamente delicado. Pero algoen l sugera ciudades y tierras del sur, las calles oscuras y tambin los espaciosinundados de sol. Mientras la pareja se miraba desafiante a travs de la oscura nieblailuminada indirectamente por distantes antorchas, tenan ya una leve conciencia de queeran dos fragmentos que encajaban, separados durante largo tiempo, de un hroe msgrande y que cada uno haba encontrado un camarada que durara ms que un millar debsquedas y toda una vida o un centenar de vidas de aventuras.

    Nadie en aquel momento podra haber adivinado que el Ratonero Gris se llam en otrotiempo Ratonero, o que Fafhrd haba sido recientemente un joven cuya voz era agudamediante entrenamiento, que slo llevaba pieles blancas y que an dorma en la tienda desu madre, aunque tena dieciocho aos.

    2 - Las mujeres de la NieveA mediados del invierno, en Rincn Fro, las mujeres del Clan de la Nieve libraban una

    guerra fra contra los hombres. Caminaban penosamente, enfundadas en sus pielesblancas, casi invisibles contra la nieve recin cada, siempre juntas en grupos femeninos,silenciosas o, como mucho, siseando cual sombras airadas. Evitaban la Sala de losDioses, con sus rboles que servan de columnas, las paredes de cuero trenzado y el altotejado de pinaza.

    Se reunan en la gran Tienda oval de las Mujeres, que montaba guardia ante lastiendas domsticas ms pequeas, donde celebraban sesiones de cnticos y siniestraslamentaciones, as como diversas prcticas silenciosas destinadas a crear poderosos

    encantamientos que ataran los tobillos de sus esposos a Rincn Fro, les paralizaran yles produciran resfriados pertinaces con abundancia de lgrimas y mucosidades,manteniendo en reserva la amenaza de la Gran Tos y la Fiebre Invernal. Todo hombre

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    que fuese tan imprudente de caminar solo de da, corra el riesgo de que le embistieran, lebombardearan con bolas de nieve y, si caa, le pisotearan... por ms que fuera un bardo oun vigoroso cazador.

    Y ser blanco de los no menos blancos proyectiles lanzados por las mujeres del Clan dela Nieve no era cosa de risa. Cierto es que tiraban por lo alto, pero sus msculos estabandotados de gran fuerza, gracias a actividades tales como cortar lea, poda de altas ramas

    y aporreamiento de pellejos, incluido el de la colosal behemot, cuya dureza slo eracomparable a la del hierro. Y en ocasiones congelaban sus bolas de nieve, utilizndolascomo pedruscos de hielo.

    Los hombres fornidos, endurecidos por la intemperie invernal, soportaban todo esto coninmensa dignidad, deambulando como reyes ataviados con sus chillonas pieles deceremonia, negras, bermejas y teidas con todos los colores del arco iris. Beban enabundancia pero con discrecin y traficaban con tanta astucia como los ilthmarts susfragmentos de mbar corriente y gris, sus nveos diamantes slo visibles de noche, susbrillantes pieles de animales y sus hierbas del hielo, a cambio de paos tejidos, especiaspicantes, hierro ailado y bronceado, miel, velas de cera, plvora que resplandecarugiente con mltiples colores y otros productos del sur civilizado. Sin embargo, insistan

    en mantenerse generalmente en grupos, y haba muchos con la nariz goteante entre ellos.Las mujeres no ponan objeciones a este trueque. Sus hombres eran hbiles en este

    oficio y ellas las principales beneficiarias. Lo preferan mucho ms a las ocasionalesincursiones pirticas de sus maridos, que se llevaban a aquellos fuertes hombres muylejos, a las costas orientales del Mar Exterior, fuera del alcance de la supervisinmatriarcal inmediata, e incluso, teman a veces las mujeres, de su potente magiafemenina. Rincn Fro era el punto meridional ms lejano jams alcanzado por todo elClan de la Nieve, cuyos miembros pasaban la mayor parte de sus vidas en el Yermo Froy entre las laderas de las Montaas de los Gigantes, tan altas que sus cumbres no sevean, e incluso ms al norte, en los Huesos de los Antiguos, y, as, aquel campamentoinvernal constitua su nica posibilidad anual de dedicarse a un trueque apacible con losemprendedores mingoles, sarheenmarts, lankhmarts e incluso con algn hombre deldesierto oriental, tocado con un pesado turbante, arropado hasta los ojos, y con enormesguantes y botas.

    Tampoco se oponan las mueres a que empinaran el codo. Sus maridos eran grandestrasegadores de aguamiel y cerveza, en todo momento, e incluso del aguardiente nativode patata blanca de nieve, una bebida ms embriagadora que la mayora de vinos ylicores que los mercaderes dispensaban con optimismo.

    No, lo que las Mujeres de la Nieve detestaban tanto y que todos los aos les llevaba alibrar una guerra fra en la que apenas estaba proscrito ningn material o hechizo mgico,era el espectculo teatral que inevitablemente llegaba temblando al norte junto con los

    mercaderes, sus atrevidos actores con sus rostros agrietados y las piernas llenas desabaones, pero latindoles los corazones por el suave oro norteo y los pblicos fcilesaunque alborotadores..., un espectculo tan blasfemo y obsceno que los hombres seapropiaban en exclusiva de la Sala de los Dioses para su representacin (ya que Dios nose inmutaba) y negaban la entrada a las mujeres y los jvenes; un espectculo cuyosactores, segn las mujeres, no eran ms que viejos sucios y esculidas muchachassureas an ms sucias, de moral tan laxa como las ataduras de sus escasas prendas,cuando iban vestidas. No se les ocurra a las Mujeres de la Nieve, que una chiquilla flaca,sucia y desnuda, la piel azulada y de gallina en el fro de la Sala de los Dioses, con suscorrientes de aire, apenas sera objeto de atraccin ertica, aparte de su riesgopermanente de congelacin generalizada.

    As pues, cada invierno, las Mujeres de la Nieve siseaban, tramaban magias, semovan furtivamente y arrojaban sus duras bolas de nieve a los hombres que se retiraban

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    con ostentacin, y era frecuente que capturasen a un marido viejo, o lisiado, o estpido, ojoven y borracho, y le zurrasen a conciencia.

    Este combate, externamente cmico, tena un trasfondo siniestro. Sobre todo, cuandotrabajaban juntas, las Mujeres de la Nieve tenan la reputacin de ostentar potentesmagias, en especial a travs del elemento del fro y sus consecuencias: tendencia aresbalar, congelacin sbita de la piel, la adherencia de la piel al metal, la fragilidad de los

    objetos, la masa amenazante de los rboles cargados de nieve y la masa mucho mayorde las avalanchas. Y no haba ningn hombre que no sintiera temor del poder hipntico desus ojos azul glido.

    Cada Mujer de la Nieve, en general con la ayuda del resto, trabajaba para mantener undominio absoluto de su hombre, si bien dejndole aparentemente en libertad, y sesusurraba que los maridos recalcitrantes haban sufrido lesiones o incluso haban sidoasesinados, en general mediante algn instrumento relacionado con el fro. Entretanto, lascamarillas brujeriles y las brujas individuales se entregaban a un juego de poder unascontra otras, en el que los hombres, incluso los ms pendencieros y audaces, hasta losjefes y sacerdotes, no eran ms que fichas.

    Durante la quincena de trueques y los dos das del espectculo, brujas y muchachas

    fornidas guardaban la Tienda de las mujeres, de cuyo interior surgan fuertes aromas deperfume, hedores, destellos y brillos intermitentes por la noche, golpes y tintineos,crujidos, siseos de metal incandescente al contacto con el agua y cnticos mgicos ysusurros que nunca cesaban del todo.

    Aquella maana, uno poda imaginar que la brujera de las Mujeres de la Nieve actuabaen todas partes, pues no haba viento y el cielo estaba encapotado, y haba jirones deniebla en el aire hmedo y glido, por lo que se formaban con rapidez cristales de hielo encada arbusto y rama, cada ramita y saliente de cualquier clase, incluyendo las guas delos bigotes masculinos y las orejas de los linces domesticados. Los cristales eran tanazules y brillantes como los ojos de las Mujeres de la Nieve, y una mente imaginativapoda percibir incluso en sus formas las figuras de las Mujeres de la Nieve,encapuchadas, altas, con tnicas blancas, pues muchos de los cristales crecan haciaarriba, como llamas diamantinas.

    Y aquella maana las Mujeres de la Nieve haban capturado, o ms bien tuvieron unaocasin casi segura de atrapar, a una vctima selecta casi inimaginable, pues una de lasmuchachas del espectculo, ya fuera por ignorancia o estpido atrevimiento, y quiztentada por el aire relativamente suave, engendrador de gemas, haba salido a pasear porla nieve apelmazada, lejos de la seguridad que ofrecan las tiendas de los actores, msall de la Sala de los Dioses, por el lado del precipicio, y desde all entre dos bosquecillosde altos rboles de hoja perenne cargados de nieve, hasta salir al puente de roca naturalcubierto de nieve que haba sido el inicio de la Antigua Carretera del sur a Gnampf Nar

    hasta que una parte de su seccin central, con la longitud de unos cinco hombres, sederrumb sesenta aos atrs.Se haba detenido a corta distancia del borde, curvado hacia arriba y peligroso,

    mirando durante largo rato hacia el sur a travs de los jirones de niebla que, a lo lejos, sedisgregaban como largos filamentos de lana. Debajo de ella, en la hendidura deldesfiladero, los pinos cubiertos de nieve del can de los Duendes parecan tan pequeoscomo las tiendas blancas de un ejrcito de gnomos del hielo. La mirada de la muchacharecorri lentamente el can desde sus lejanos inicios en el este hasta donde, alestrecharse, pasaba directamente por debajo de ella y luego, con un ensanchamientogradual, se curvaba hacia el sur, hasta el contrafuerte situado al otro lado, con la seccingemela, saliente, del que fue en otro tiempo puente de piedra y que bloqueaba el

    panorama hacia el sur. Entonces su mirada retrocedi para recorrer la Carretera Nuevadesde donde iniciaba su descenso, ms all de las tiendas de los actores, y se aferraba ala pared lejana del can hasta que, tras muchas subidas, bajas y curvas al contrario

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    que la Carretera Antigua, ms suave y recta se internaba entre los pinos e iba con elloshacia el sur.

    Quien se hubiese fijado en su mirada anhelante, podra haber pensado que la actriz erauna tonta doncella que aoraba su hogar, lamentaba ya la gira por el fro norte ysuspiraba por algn callejn de los actores, caluroso y lleno de moscas, ms all de lasOcho Ciudades y el Mar Interior... pero la serena confianza de sus movimientos, la

    orgullosa prestancia de sus hombros y el lugar peligroso que haba elegido para mirar,sugeran otra cosa, pues aquel sitio no era slo fsicamente peligroso, sino tambin tancercano a la Tienda de las Mujeres como lo estaba de la Sala de los Dioses, y ademsera un lugar tab, porque un jefe y sus hijos se haban precipitado por all, encontrando lamuerte, cuando el centro del puente rocoso cedi sesenta aos atrs, y porque el puentede madera que lo reemplaz cay bajo el peso de la carreta de un comerciante de licores,haca unos cuarenta aos. El hombre venda uno de los aguardientes ms fuertes, y fue lasuya una prdida lo bastante terrible para justificar los ms severos tabes, incluido el queprohiba la reconstruccin del puente.

    Y como si estas tragedias no bastaran para saciar a los celosos dioses y hacer el tababsoluto, solamente dos aos atrs el esquiador ms hbil que haba producido el Clan

    de la Nieve en varias dcadas, un tal Skif, borracho de aguardiente de nieve y con unorgullo glacial, haba intentado saltar sobre la brecha desde el lado del Rincn Fro.Remolcado hasta adquirir velocidad y empujando furiosamente con sus palos, despegcomo un halcn en vuelo planeante, pero no lleg al nevado extremo opuesto por ladistancia de un brazo extendido; las puntas de sus esques golpearon contra la roca, y lmismo se estrell en las rocosas profundidades del can.

    La aturdida actriz llevaba un largo abrigo de piel de zorro castao rojizo, que sujetabacon una ligera cadena de latn revestida de oro. Cristales de hielo se haban formado ensu cabello castao oscuro, recogido en un peinado muy alto.

    Por la estrechez del abrigo, su figura prometa ser flacucha, o al menos pocomusculosa para satisfacer la nocin que las Mujeres de la Nieve tenan de las jugadorasfemeninas, pero meda casi seis pies de altura... lo cual era excesivo para una actriz y unaafrenta ms para las altas Mujeres de la Nieve que ahora se acercaban a ella por detrs,en una silenciosa hilera blanca.

    Una bota de piel blanca, lanzada con excesivo apresuramiento, golpe contra la nievehelada.

    La actriz gir sobre sus talones y sin vacilacin ech a correr por el camino que lahaba llevado hasta all. Sus tres primeros pasos rompieron la costra helada, hacindoleperder tiempo, pero aprendi en seguida el truco de correr deslizndose sobre el hielo.

    Se subi su abrigo rojizo; llevaba negras botas de piel y brillantes medias escarlata.Las Mujeres de la Nieve se deslizaron con rapidez tras ella, lanzndole sus duras bolas

    de nieve, una de las cuales alcanz a la actriz en el hombro. Cometi el error de miraratrs.Tuvo la mala suerte de que dos bolas de nieve le dieran en la mandbula y la frente,

    debajo del labio pintado y sobre una ceja negra arqueada. Entonces se tambale, dio unavuelta completa y una bola de nieve lanzada casi con la fuerza de una piedra de honda lealcanz en el diafragma, hacindole doblarse y cortndole la respiracin.

    Cay al suelo. Las mujeres de blanco se lanzaron hacia adelante, sus ojos azulesbrillantes de furia.

    Un hombre alto, delgado, con negro mostacho, una chaqueta pardusca acolchada yturbante bajo y negro, dej de observar desde el lugar que ocupaba al lado de una de lascolumnas vivientes de la Sala de los Dioses, de spera corteza y llena de cristales de

    hielo, y corri hacia la mujer cada. Sus pisadas rompan la costra helada, pero susfuertes piernas le conducan sin vacilacin.

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    Entonces aminor la marcha, asombrado, porque pas por su lado como unaexhalacin una figura alta, blanca, esbelta, deslizndose con tal rapidez que por unmomento pareci que lo hiciera sobre esques. El hombre del turbante pens que era otraMujer de la Nieve, pero entonces observ que llevaba un jubn corto de piel en vez deuna larga tnica, por lo que presumiblemente era un Hombre o un joven de la Nieve,aunque el hombre del turbante negro nunca haba visto a un varn del Clan de la Nieve

    vestido de blanco.La rpida y extraa figura deslizante sigui avanzando con la cabeza gacha ydesviando la mirada de las Mujeres de la Nieve, como si temiera encontrarse con suairada mirada azul. Entonces, al arrodillarse. con presteza junto a la actriz cada, unalarga cabellera rubia rojiza se desprendi de su capucha. Por ello y por la esbeltez de sufigura, el hombre del turbante negro supo en un instante de temor que la persona recinllegada era una Muchacha de la Nieve muy alta, ansiosa de asestar el primer golpedirecto.

    Pero entonces vio que sobresala del cabello rubio rojizo una mandbula masculina, ytambin un par de macizos brazaletes de plata de la clase que slo se consigue mediantela piratera. Luego el joven recogi a la actriz y se desliz alejndose de las Mujeres de la

    Nieve, que ahora slo podan ver las piernas de su vctima enfundadas en las mediasescarlata. Una andanada de pelotas de nieve golpearon la espalda del rescatador, el cualoscil un poco, pero sigui corriendo con decisin, todava agachando la cabeza.

    La Mujer de la Nieve ms robusta, con el porte de una reina y el rostro ojeroso todavabello, aunque el cabello, que le caa a cada lado, era blanco, dej de correr y grit conuna voz profunda:

    Vuelve, hijo! No me oyes, Fafhrd? Vuelve ahora mismo!El joven mene ligeramente su gacha cabeza, aunque no se detuvo en su huida. Sin

    volver la cabeza, replic en un tono bastante agudo:Volver, venerada Mor, madre ma... Ms tarde.Las dems mujeres se pusieron a gritar: Vuelve en seguida! Algunas de ellas

    aadieron eptetos como Joven disoluto!, Maldicin de tu buena madre Mor! yBuscador de rameras!.

    Mor las hizo callar con un seco ademn de sus manos, las palmas hacia abajo.Esperaremos aqu anunci con autoridad.El hombre del turbante negro se detuvo un poco y luego fue en pos de la pareja

    desaparecida, sin perder de vista, cauteloso, a las Mujeres de la Nieve. Se supona queno atacaban a los mercaderes. Pero con las mujeres brbaras, lo mismo que con loshombres, uno nunca poda estar seguro de nada.

    Fafhrd lleg a las tiendas de los actores, que estaban colocadas en crculo alrededorde una extensin de nieve pisoteada, en el extremo de la Sala de los Dioses donde

    estaba el altar. En el lugar ms alejado del precipicio estaba la alta tienda cnica delMaestro del Espectculo. En medio se alzaba la tienda comn de los actores, de formaalgo ahusada, un tercio para las muchachas y dos tercios para los hombres. En la partems cercana al can de los Duendes haba una tienda de tamao mediano,semicilndrica, sujeta con argollas. De un lado a otro de su parte central, un sicomoro dehoja perenne tenda una grande y pesada rama, equilibrada por dos ramas menores en elextremo opuesto, sembrado de cristales. En la parte delantera semicircular de esta tiendahaba una abertura cerrada con una tela, que a Fafhrd le result difcil abrir, dado que ellargo cuerpo que sostena entre sus brazos segua inconsciente.

    Un viejecito panzudo lleg corriendo hasta l con un bro propio de un muchacho. Lasropas que vesta eran de calidad, con adornos dorados, pero estaban remendadas. Hasta

    su largo mostacho gris y su barba de chivo brillaban con motas de oro por encima ydebajo de su boca provista de sucios dientes. Los ojos, rodeados de grandes bolsas, eranllorosos y estaban enrojecidos en la periferia, pero oscuros y vivos en el centro. Se tocaba

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    con un turbante prpura sobre el que haba una corona dorada con gemas melladas decristal de roca, burda imitacin de diamantes.

    Detrs de l lleg un magro mingol manco, un gordo occidental con una abundantebarba negra que ola a cuerno quemado y dos flacas muchachas que, a pesar de susbostezos y las pesadas mantas en las que se arrebujaban, parecan vigilantes y evasivascomo gatos callejeros.

    Pero qu es esto? pregunt el que mandaba, absorbiendo de una sola miradatodos los detalles de Fafhrd y su carga. Has matado a Vlana? Violada y muerta, eh?Sepas, joven asesino, que pagars caro por tu diversin. Puede que no sepas quin soy,pero ya lo sabrs. Pedir indemnizaciones a tus jefes, vaya que s! Grandesindemnizaciones! Tengo influencia, no lo dudes. Perders esos brazaletes de pirata y esacadena de plata que te asoma por debajo del cuello. Tu familia quedar arruinada, y todostus parientes tambin. En cuanto a lo que te harn...

    T eres Essedinex, Maestro del Espectculo le interrumpi Fafhrd en tonodogmtico, su aguda voz de tenor ahogando como el sonido de una trompeta la spera ycampanuda voz de bartono del otro. Soy Fafhrd, hijo de Mor y de Nalgron elQuebrantaleyendas. Vlana, la bailarina culta, no ha sido violada m est muerta, sino slo

    aturdida por las bolas de nieve. Esta es su tienda. brela.Nosotros cuidaremos de ella, brbaro replic Essedinex, aunque con ms sosiego

    y pareciendo a la vez sorprendido y algo intimidado por la precisin casi pedantesca deljoven al sealar quin era quin y qu era qu. Entrganosla y vete.

    La acostar insisti Fafhrd. Abre la tienda!Essedinex se encogi de hombros e hizo un gesto al mingol, el cual con una sonrisa

    sardnica utiliz su nica mano y codo para desatar y echar a un lado la tela de laentrada. Del interior sali un olor a madera de sndalo y alcanfor. Fafhrd se agach yentr en la tienda, hacia cuyo centro repar en un lecho de pieles y una mesa baja con unespejo de plata apoyado en unos frascos y anchas botellas. Al fondo haba un percherocon trajes.

    Rodeando un brasero del que ascenda un hilillo de humo plido, Fafhrd se arrodillcon cuidado y deposit suavemente su carga sobre el jergn. Luego le tom el pulso aVlana, en el cuello y la mueca, le abri los prpados y examin los ojos, y condelicadeza explor las hinchazones que se formaban en la mandbula y la frente,aquilatndolas con las puntas de los dedos. Luego le pellizc el lbulo de la orejaizquierda y, al ver que no reaccionaba, mene la cabeza y, abrindole el manto bermejo,empez a desabrocharle el vestido.

    Essedinex, que con los otros haba contemplado las acciones del joven con expresinperpleja, exclam:

    Basta ya, joven lascivo!

    Silencio orden Fafhrd, y sigui desabrochando la prenda.Las dos muchachas envueltas en mantas soltaron una risita y luego se llevaron unamano a la boca, dirigiendo divertidas miradas a Essedinex y los dems.

    Apartndose el largo cabello de la oreja derecha, Fafhrd aplic el rostro al pecho deVlana, entre los senos, pequeos como medias granadas, los pezones de una tonalidadbroncnea rosada. El joven mantuvo una expresin seria. Las muchachas rieron de nuevo.Essedinex se aclar la garganta, preparndose para un largo discurso.

    Su espritu no tardar en retornar dijo Fafhrd, incorporndose. Hay que cubrirsus magulladuras con vendajes de nieve, renovndolos cuando empiece a fundirse. Ahorasolicito una copa de vuestro mejor aguardiente.

    Mi mejor aguardiente! exclam Essedinex airado. Esto pasa de castao oscuro.

    Primero te regalas con un lbrico espectculo y luego quieres una bebida fuerte!Mrchate en seguida, joven presuntuoso!

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    Slo estoy buscando... empez a decir Fafhrd en un tono claro y con leve dejoamenazante.

    Su paciente interrumpi la discusin abriendo los ojos, meneando la cabeza, haciendouna mueca de dolor y, finalmente, enderezndose, tras lo cual se puso plida y su miradaoscil. Fafhrd le ayud a tenderse de nuevo y coloc unas almohadas bajo sus pies.Entonces la mir al rostro. La muchacha segua con los ojos abiertos y le miraba con

    curiosidad.l vio un rostro pequeo, de mejillas hundidas, ya no Juvenil, pero con una indudablebelleza felina, a pesar de los moretones. Sus ojos, grandes, de iris marrones y largaspestaas, no estaban anegados en lgrimas. Su expresin era la de un ser solitario, peroreflejaba tambin decisin y reflexiva consideracin de lo que vea.

    Y vea a un guapo joven, de cutis agradable y unos dieciocho inviernos, amplia cabezay larga mandbula, como si no hubiera terminado de crecer. Una suave cabellera dorada yrojiza le caa sobre las mejillas. Tena los ojos verdes, crpticos, y una mirada como la deun gato. Los labios eran anchos, pero algo comprimidos, como si fueran una puerta queencerrara las palabras y se abriera slo a la orden de los crpticos ojos.

    Una de las muchachas haba vertido media copa de aguardiente de una botella que

    estaba sobre la mesa baja. Fafhrd la tom y alz la cabeza de Vlana para que la bebiera asorbos. La otra muchacha lleg con nieve en polvo envuelta en paos de lana.Arrodillndose en el extremo del jergn, la aplic contra los moratones.

    Tras preguntar el nombre de Fafhrd y confirmar que la haba rescatado de las Mujeresde la Nieve, Vlana inquiri:

    Por qu hablas con una voz tan aguda?Estudio con un bardo cantor respondi l. sta es la voz que usan, y son los

    verdaderos bardos, no los rugientes que usan tonos profundos.Qu recompensa esperas por rescatarme? le pregunt ella sin ambages.Ninguna replic Fafhrd.Las dos muchachas volvieron a rer, pero las silenci una rpida mirada de Vlana.Tena la obligacin personal de rescatarte aadi Fafhrd, ya que la gua de las

    Mujeres de la Nieve era mi madre. Debo respetar los deseos de mi madre, pero tambinhe de evitar que cometa acciones equivocadas.

    Comprendo. Por qu actas como un sacerdote o un curandero? Es se uno delos deseos de tu madre?

    No se haba molestado en cubrirse los senos, pero ahora Fafhrd no los miraba. Susojos estaban fijos en los ojos y los labios de la actriz.

    Curar forma parte del arte de los bardos cantores respondi. En cuanto a mimadre, cumplo con mi deber hacia ella, ni ms ni menos.

    Vlana, no es apropiado que hables as con este joven terci Essedinex, ahora en

    tono nervioso. Debe...Calla! exclam Vlana. Entonces su atencin torn a Fafhrd. Por qu vistes deblanco?

    Es un atuendo adecuado para toda la Gente de la Nieve. No sigo la nueva costumbrede los varones que usan pieles oscuras y teidas. Mi padre siempre vesta de blanco.

    Est muerto?S. Muri cuando trepaba por una montaa tab llamada Colmillo Blanco.Y tu madre desea que vistas de blanco, como si fueras tu padre que ha regresado?Fafhrd ni respondi ni frunci el ceo ante aquella astuta pregunta. Cambiando de

    tema, le pregunt:Cuntos lenguajes sabes hablar... aparte de este lankhmars macarrnico?

    Ella sonri por fin.

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    Vaya pregunta! Pues vers, hablo... aunque no muy bien... mingol, kvarchish, alto ybajo lankhmars, quarmalliano, ghouls antiguo, habla del Desierto y tres lenguasorientales.

    Fafhrd asinti.Eso est muy bien.Quieres decirme por qu?

    Porque significa que eres muy civilizada respondi l.Y qu importancia tiene eso? inquiri ella con una risa amarga.Deberas saberlo, pues eres una bailarina culta. En cualquier caso, me interesa la

    civilizacin.Se acerca uno susurr Essedinex desde la entrada. Vlana, este joven debe...No debe!Da la casualidad de que ya debo marcharme dijo Fafhrd, levantndose. Mantn

    colocados los vendajes de nieve y descansa hasta la puesta de sol. Luego toma msaguardiente con sopa caliente.

    Por qu has de irte? pregunt Vlana, alzndose sobre un codo.Hice una promesa a mi madre dijo Fafhrd sin mirar atrs.

    Tu madre!Agachndose ante la entrada, Fafhrd se detuvo al fin para mirar atrs.He de cumplir muchos deberes para con mi madre le dijo. Por ahora, no tengo

    ninguno hacia ti.Vlana, debe marcharse susurr con aspereza Essedinex. Es l.Entretanto empujaba a Fafhrd, pero a pesar de la esbeltez del joven, era como si

    tratase de arrancar a un rbol de sus races.Tienes miedo del que llega? le pregunt Vlana, que ahora se abrochaba el

    vestido.Fafhrd la mir pensativo. Luego, sin responder a su pregunta, se agach, cruz la

    abertura de la entrada y se irgui, esperando la llegada, a travs de la niebla persistente,de un hombre en cuyo rostro iba acumulndose la ira.

    Aquel hombre era tan alto como Fafhrd, bastante ms robusto y deba doblarle enedad. Su vestimenta era de piel de foca marrn y plata tachonada de amatistas, exceptolos dos macizos brazaletes de oro que llevaba en las muecas y la cadena tambin de oroalrededor del cuello, marcas de un jefe pirata.

    Fafhrd sinti cierto temor, no por el hombre que se aproximaba, sino por los cristales dehielo en la tiendas que ahora eran ms densos de lo que recordaba que haban sidocuando entr a Vlana. El elemento sobre el que Mor y sus hermanas brujas tenan mspoder era el fro... ya fuera en la sopa o en los riones de un hombre, o en su espada o sucuerda para trepar, haciendo que se rompieran. El muchacho se preguntaba a menudo si

    era la magia de Mor lo que haba hecho tan fro su propio corazn. Ahora el fro seacercara a la bailarina. Tena que prevenirla, pero era civilizada y se reira de l.El hombretn lleg ante l.Honorable Hringorl le salud en voz baja Fafhrd.A modo de respuesta, el hombre dirigi a Fafhrd un gancho de abajo arriba con el

    revs de la mano. El muchacho lo esquiv con presteza, deslizndose por debajo delbrazo, y se limit a alejarse por el camino que antes haba seguido.

    Respirando pesadamente, Hringorl le dirigi una mirada furiosa durante el tiempo queel corazn da un par de latidos, y luego entr en la tienda semicilndrica.

    Hringorl era sin duda el hombre ms fuerte del Clan de la Nieve, iba pensando Fafhrd,aunque no era uno de sus jefes debido a su carcter matn y sus desafos a las

    costumbres. Las Mujeres de la Nieve le odiaban, pero les resultaba difcil hacerse con l,puesto que su madre haba muerto y nunca haba tomado esposa, contentndose conconcubinas que traa de sus expediciones pirticas.

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    De algn lugar donde haba pasado desapercibido, el hombre del turbante y elmostacho negro se acerc pausadamente a Fafhrd.

    Eso ha estado bien hecho, amigo mo. Y cuando entraste a la bailarina...Eres Vellix el Aventurero dijo Fafhrd impasible.El otro asinti.Traigo aguardiente de Klelg Nar a este mercado. Quieres probar el mejor conmigo?

    Lo siento dijo Fafhrd, pero tengo un compromiso con mi madre.Entonces ser en otra ocasin dijo Vellix sin inmutarse.Fafhrd!Era Hringorl quien llamaba. Ya no haba clera en su voz. Fafhrd se volvi. El

    hombretn, que estaba junto a la tienda, ech a andar al ver que Fafhrd no se mova.Entretanto, Vellix se escabull.

    Lo siento, Fafhrd dijo Hringorl con voz ronca. No saba que le habas salvado lavida a la bailarina. Me has hecho un gran servicio. Toma.

    Se quit de la mueca uno de los pesados brazaletes de oro y se lo ofreci.Fafhrd mantuvo las manos en los costados.No se trata de ningn servicio le dijo. Tan slo evitaba que mi madre cometiera

    una mala accin.Has navegado bajo mis rdenes rugi de sbito Hringorl, al tiempo que le enrojeca

    el rostro, pero conservaba la sonrisa, o al menos lo intentaba. As que aceptars misregalos al igual que mis rdenes.

    Cogi la mano de Fafhrd, deposit en ella el pesado objeto, sobre el que cerr los flojosdedos del muchacho, y retrocedi.

    Fafhrd se arrodill al instante, apresurndose a decir:Lo siento, pero no puedo aceptar lo que no me he ganado como es debido. Y ahora

    he de cumplir un compromiso contrado con mi madre.Dicho esto se irgui rpidamente, dio media vuelta y se alej. Tras l, sobre una firme

    costra de nieve helada, brillaba el brazalete de oro.Oy el gruido de Hringorl y su maldicin reprimida, pero no mir a su alrededor para

    ver si Hringorl recoga su regalo rechazado, aunque le result un poco difcil no avanzaren zigzag o agachar un poco la cabeza, por si a Hringorl le daba por arrojarle el macizobrazalete a la cabeza.

    Pronto lleg al lugar donde su madre estaba sentada entre siete Mujeres de la Nieve,totalizando ocho de ellas. Se detuvo a un vara de distancia.

    Aqu estoy, Mor dijo agachando la cabeza y mirando a un lado.Has tardado mucho coment la mujer. Demasiado.Seis cabezas a su alrededor asintieron lentamente. Slo Fafhrd not, en la borrosa

    periferia de su visin, que la sptima y ms esbelta Mujer de la Nieve se mova en silencio

    hacia atrs.Pero aqu estoy dijo Fafhrd.Has desobedecido mi orden dijo Mor con frialdad. Su rostro ojeroso y otrora bello

    habra parecido muy desdichado si no fuese tan orgulloso y autoritario.Pero ahora la obedezco replic Fafhrd.Observ que la sptima Mujer de la Nieve corra ahora en silencio, su gran manto

    blanco ondeante, entre las tiendas domsticas y hacia el alto y blanco bosque que era ellmite de Rincn Fro en la nica parte en que no lo era el can de los Duendes.

    Muy bien dijo Mor. Y ahora me obedecers siguindome a la tienda del sueopara la purificacin ritual.

    No estoy manchado objet Fafhrd. Adems, yo mismo me purifico a mi modo,

    que tambin es agradable a los dioses.Hubo murmullos de desaprobacin entre el grupo brujeril de Mor. Las palabras deFafhrd haban sido audaces, pero su cabeza segua inclinada, de modo que no vea los

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    rostros m sus ojos engaosos, sino slo sus cuerpos envueltos en los mantos blancos,como un grupo de grandes abedules.

    Mrame a los ojos le orden Mor.Cumplo con los deberes acostumbrados de un hijo adulto dijo Fafhrd, desde

    ganarme el sustento hasta la conservacin de mi espada. Pero por lo que puedodeterminar, mirar a mi madre a los ojos no es uno de esos deberes.

    Tu padre siempre me obedeca dijo Mor en tono amenazante.Cada vez que vea una montaa alta, la escalaba, sin obedecer a nadie salvo a smismo replic Fafhrd.

    S, y muri haciendo eso! grit Mor, dominando con su autoritarismo la afliccin yla ira que senta, pero sin ocultarlas.

    Fafhrd hizo un esfuerzo para decir sus siguientes palabras:De dnde vino el gran fro que rompi su cuerda y su pico en el Colmillo Blanco?En medio de los gritos sofocados de su squito, Mor exclam con su voz ms profunda:Recibe una maldicin de madre, Fafhrd, por tu desobediencia y tus malos

    pensamientos!Fafhrd respondi con extraa impaciencia:

    Acepto obedientemente tu maldicin, madre.Pero no maldigo a tu persona, sino tus malignas imaginaciones.De todas formas, la atesorar para siempre replic Fafhrd. Y ahora,

    obedecindome a m mismo, debo alejarme de ti, hasta que el demonio de la clera tehaya dejado.

    Y con esto, la cabeza todava gacha y desviada, se dirigi con rapidez hacia un puntodel bosque al este de las tiendas domsticas, pero al oeste de la gran lengua de bosqueque se extenda al sur, casi hasta la Sala de los Dioses. Los airados susurros del grupode Mor le siguieron, pero su madre no grit su nombre, ni pronunci palabra alguna.Fafhrd casi habra preferido que lo hiciera.

    Los jvenes se reponen con rapidez de sus heridas superficiales. Cuando Fafhrd seintern en su amado bosque, sin rozar una sola rama cubierta de cristales, sus sentidosestaban despiertos, su cuello flexible y la superficie externa de su ser interior tan limpia ydispuesta a nuevas experiencias como la nieve intacta delante de l. Tom el camino msfcil, evitando los espinos cubiertos de glidos diamantes a la izquierda y los enormessalientes de plido granito que ocultaban los pinos a la derecha.

    Vio huellas de pjaros, ardillas y osos recin nacidos. Los pjaros de la nievehoradaban con sus negros picos las bayas de la nieve. Una peluda serpiente de la nievele silb, y al joven no le habra sorprendido la presencia de un dragn con espinascubiertas de hielo.

    Por ello no se asombr cuando se abri la corteza revocada con nieve de un pino de

    altas ramas y le mostr a su drada, el rostro de una muchacha, alegre, de ojos azules ycabello rubio, que no tendra ms de diecisiete aos. De hecho, el joven haba esperadosemejante aparicin desde que observ la huida de la sptima Mujer de la Nieve.

    Sin embargo, fingi estar asombrado casi durante el tiempo que tarda el corazn enlatir dos veces. Luego dio un salto hacia ella, exclamando:

    Mara, bruja ma!Y con los brazos separ el cuerpo envuelto en el manto blanco del fondo que le serva

    de camuflaje y la abraz. Ambos formaron una sola columna blanca, capucha contracapucha y labios contra labios, por lo menos durante veinte latidos de corazn de la clasems violenta y deliciosa. Luego ella le cogi la mano derecha, la llev a su manto y, atravs de una abertura bajo su larga chaqueta, la apret contra los crespos rizos de su

    bajo vientre.Adivina qu es le susurr, lamindole la oreja.Es parte de una muchacha. Creo que es un...

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    Su tono era alegre, aunque sus pensamientos se lanzaban ya con frenes en unadireccin distinta y horrenda.

    No, idiota, es algo que te pertenece le instruy el hmedo susurro.La horrenda direccin se transform en un salto de agua helada que avanzaba hacia la

    certidumbre. Sin embargo, el joven dijo con valenta:Bien, quisiera creer que no lo has intentado con otros, aunque estaras en tu

    derecho. Debo decir que me siento muy honrado...Estpida bestia! Quiero decir que es algo que nos pertenece.La horrenda direccin era ahora un negro tnel helado que se converta en un pozo. De

    un modo automtico y con el fuerte latido del corazn apropiado al momento, Fafhrd ledijo:

    No...?S! Estoy segura, monstruo. He fallado dos veces.Mejor que en ninguna otra ocasin de su vida, los labios de Fafhrd realizaron su tarea

    de encerrar las palabras. Cuando al fin se abrieron, tanto ellos como la lengua que estabadetrs permanecan bajo el dominio absoluto de los grandes ojos verdes. Las palabrassalieron entonces en alegre cascada:

    Oh, dioses! Qu maravilla! Soy padre! Qu lista has sido, Mara!Muy lista, desde luego admiti la muchacha, para haber formado algo tan

    delicado tras tus rudos manejos. Pero ahora debo hacerte pagar por esa desgraciadaobservacin de si lo he intentado con otros.

    Alzndose la falda por detrs, gui las dos manos del joven bajo su manto hasta unnudo de correas en la base de su espina dorsal. (Las Mujeres de la Nieve llevabancapuchas de piel, botas de piel, una media de piel en cada pierna sujeta a una correa enla cintura, y una o ms chaquetas de piel y mantos... Era un atuendo prctico, parecido alde los hombres excepto por las largas chaquetas.)

    Mientras el muchacho trataba de deshacer el nudo, del que salan tres tensas correas,dijo a su compaera:

    En verdad, Mara, querida ma, no estoy a favor de estos cinturones de castidad. Noson un instrumento civilizado. Adems, deben de impedirte la circulacin de la sangre.

    T y tu mana de la civilizacin! Te querr y me esforzar para librarte de eso. Anda,desata el nudo y asegrate de que t y ningn otro lo at.

    Fafhrd obedeci y hubo de convenir en que era su nudo y no el de ningn otro hombre.La tarea le llev cierto tiempo y Mara goz de ella, a juzgar por sus leves quejidos ygemidos, sus suaves pellizcos y mordiscos. Fafhrd tambin empez a interesarse.Cuando termin la tarea, obtuvo la recompensa de todos los embusteros corteses: Marale am tiernamente porque l le haba dicho las mentiras adecuadas, y ella lo mostraba ensu conducta seductora. Y vasto lleg a ser el inters y la excitacin del joven por la

    muchacha.Tras ciertos toqueteos y otras pruebas de afecto, cayeron sobre la nieve uno al lado delotro, ambos acolchados y totalmente cubiertos por sus blancos mantos de piel y suscapuchas.

    Un transente habra pensado que un montn de nieve haba cobrado vida de un modoconvulso y tal vez estaba dando nacimiento a un hombre de nieve, duende o demonio.

    Al cabo de un rato el montculo de nieve se qued inmvil por completo, y el hipotticopaseante habra tenido que acercarse mucho para percibir las voces que surgan de suinterior.

    MARA: Adivina lo que estoy pensando.FAFHRD: Que eres la Reina de la Felicidad. Aaah!

    MARA: Te devuelvo tu aaah!, junto con un oooh! Y aado que eres el Rey de lasBestias. No, estpido, te lo dir. Pensaba en lo contenta que estoy de que hayas tenidotus aventuras sureas antes del matrimonio. Estoy segura de que has violado o incluso

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    hecho el amor indecente a docenas de mujeres sureas, lo cual quiz explique tuterquedad con respecto a la civilizacin. Pero no me importa lo ms mnimo. Te amarpara que no hayas de recurrir ms a eso.

    FAFHRD: Tienes una mente brillante, Mara, pero de todos modos exageras muchoaquella nica incursin pirata que hice al mando de Hringorl, y sobre todo lasoportunidades que ofreci de aventuras amorosas. En primer lugar, todos los habitantes,

    y especialmente todas las mujeres jvenes de cualquier ciudad costera quesaquebamos, huan a las colinas antes de que hubisemos bajado a tierra. Y si hubierahabido alguna violacin, como yo era el ms joven habra estado al final de la lista devioladores y, por lo tanto, muy poco tentado. La verdad es que las nicas personasinteresantes que conoc en aquella aburrida travesa fueron dos viejos apresados parapedir rescate por ellos, de los que aprend los rudimentos del quarmalliano y el altolankhmars, y un joven flacucho que era el aprendiz de un brujo pobre. Era diestro con ladaga y tena una mente quebrantadora de leyendas, como la ma y la de mi padre.

    MARA: No te aflijas. La vida ser ms excitante para ti despus de que nos casemos.FAFHRD: En eso ests equivocada, queridsima Mara. Espera, djame explicarte!

    Conozco a mi madre. Cuando nos caemos, Mor esperar de ti que te ocupes de cocinar y

    del trabajo!e la tienda. Te tratar como una esclava en las siete octavas partes y, quiz,en una octava como mi concubina.

    MARA: Ja! La verdad es que has de aprender a tratar con tu madre, Fafhrd. Pero nisiquiera has de temer eso, querido. Est claro que no sabes nada de las armas que unaesposa fuerte e incansable tiene contra su suegra. La pondr en su lugar, aun cuandotenga que envenenarla... oh, no quiero decir matarla, sino slo debilitarla lo suficiente.Antes de que hayan transcurrido tres lunas, temblar bajo mi mirada y t te sentirsmucho ms hombre. Ya s que siendo hijo nico, y como tu padre muri joven, ella haadquirido una influencia sobre ti poco natural, pero...

    FAFHRD: En este instante me siento muy hombre, inmoral y envenenadora brujita,tigresa del hielo; y tengo intencin de demostrrtelo sin ms demora. Defindete! Aver...!

    Una vez ms el montculo de nieve se convulsion, como un oso de nieve giganteagonizante. El oso muri cuando sonaba una msica de sistros y tringulos, mientraschocaban y se quebraban los brillantes cristales que haban crecido en cantidad y tamaofuera de lo comn sobre los mantos de Mara y Fafhrd durante su dilogo.

    El breve da avanz hacia la noche, como si incluso los dioses que gobiernan el sol ylas estrellas estuvieran impacientes de ver el espectculo.

    Hringorl conferenci con sus tres principales secuaces, Hor, Harrax y Hrey. Estosfruncieron el ceo y asintieron, y mencionaron el nombre de Fafhrd.

    El marido ms joven del Clan de la Nieve, un gallito vano e irreflexivo, cay en una

    emboscada de una patrulla de jvenes Esposas de la Nieve, que le bombardearon conbolas de nieve hasta dejarlo inconsciente. Las mujeres le haban visto conversar con unamingola, una muchacha de la escena. Con toda seguridad estara fuera de combatedurante los dos das que duraba el espectculo, y su esposa, que haba sido la msentusiasta de las lanzadoras de bolas de nieve, le cuid con ternura pero con lentitud,hasta hacerle volver en s.

    Mara, feliz como una paloma de la nieve, se present en aquel hogar para ayudar. Peromientras contemplaba al marido tan impotente y a la esposa tan tierna, sus sonrisas y sugracia soadora se desvanecieron. Se puso tensa y nerviosa, aunque era una muchachasana y atltica. Por tres veces abri los labios para hablar, luego los frunci y, finalmente,se fue sin decir palabra.

    En la Tienda de las Mujeres, Mor y su grupo de brujas conjuraron a Fafhrd. Fueron doslos encantamientos: uno para que volviera a casa y otro para enfriarle los riones, y luegose pusieron a discutir medidas ms severas contra todos los hijos, maridos y actrices.

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    El segundo encantamiento no caus efecto en Fafhrd, probablemente porque en aquelmomento se estaba dando un bao de nieve, y era un hecho bien conocido que aquellamagia surta poco efecto en quienes ya se estaban infligiendo los mismos resultados queel hechizo trataba de causar. Tras separarse de Mara, se desnud, se zambull en unbanco de nieve y restreg toda superficie, recoveco y hendidura de su cuerpo con elglido material en polvo. A continuacin se sirvi de unas ramas de pino con muchas

    agujas para limpiarse y golpearse a fin de que la sangre volviera a circular. Una vezvestido, sinti el tirn del primer encantamiento, pero se opuso a l y, en secreto, seencamin a la tienda de los dos traficantes mingoles, Zax y Effendrit, que haban sidoamigos de su padre, y all dormit en medio de un montn de pellejos hasta la noche.Ninguno de los hechizos de su madre pudieron alcanzarle donde estaba, ya que, porcostumbre comercial, era una pequea zona del territorio mingol, aunque la tienda de losmingoles empezaba a combarse a causa de un nmero excesivo de cristales de hielo,que los mingoles ms viejos, arrugados y giles como monos, eliminaban ruidosamentecon palos. El sonido penetraba placentero en el sueo de Fafhrd sin despertarle, lo cualhara enojado a su madre de haberlo sabido, pues crea que tanto el placer como eldescanso eran malos para los hombres. Su sueo se centr en Vlana, danzando

    sinuosamente en un vestido confeccionado con una fina red de alambres de plata, decuyas intersecciones colgaban miradas de campanillas de plata, una visin que habraenojado a su madre ms all de lo soportable. Por suerte, en aquel momento la mujer noutilizaba su poder de leer la mente a distancia.

    La misma Vlana dormitaba, mientras una de las muchachas mingolas, a quien la actrizhaba pagado por anticipado medio smerduk, renovaba los vendajes de nieve cuando eranecesario, y cuando parecan secos, humedeca los labios de Vlana con vino dulce,algunas de cuyas gotas se deslizaban por las comisuras de su boca. En la mente deVlana se haba desatado una tormenta de esperanzas y estratagemas, pero cada vez quedespertaba, las acallaba con un conjuro oriental que deca ms o menos: Despacio,duerme, levntate, dormita, pace, susurra; adormcete en la sombra, en el monte, en lafuente, suea en las garras y el fuego de la muerte; sube, desciende, salta sobre losabismos; despacio, duerme. Este hechizo, que en su idioma tena un ritmo y una rimarpidos y martilleantes, lo repeta una y otra vez. Saba que una mujer puede tenerarrugas en la mente tanto como en la piel. Saba tambin que slo una solterona cuida deotra solterona. Y finalmente, saba que una actriz ambulante, lo mismo que un soldado, hade procurar dormir siempre que sea posible.

    Vellix el Aventurero, que pasaba por all deslizndose ociosamente, oy parte de lasmaquinaciones de Hringorl, vio a Fafhrd entrar en su tienda de retiro, observ aEssedinex, que estaba bebiendo ms de la cuenta, y fisgone un rato al Maestro delEspectculo.

    En el tercio de la tienda de los actores ocupada por las muchachas, Essedinex discutacon las dos mingolas, que eran gemelas, y una ilthmarix apenas nbil, acerca de lacantidad de grasa que proponan extender sobre sus cuerpos afeitados para la funcin deaquella noche.

    Por los huesos negros, me vais a arruinar se lamentaba el viejo. Y no parecerisms lascivas que unas masas de manteca.

    Por lo que s de los nrdicos, les gustan las mujeres bien engrasadas dijo una delas mingolas. Y por qu no fuera tanto como dentro?

    Y otra cosaaadi incisivamente su hermana gemela. Si esperas que se noshielen los dedos de los pies y los pechos para complacer a un pblico de viejos hediondosvestidos con pieles de oso, ests mal de la chaveta.

    Note preocupes, Seddy dijo la ilthmarix, dndole unas palmadas en las mejillasruborizadas y en el escaso cabello cano. Siempre doy mi mejor representacin cuando

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    estoy bien untada. Haremos que se suban por las paredes para cazarnos, y nosescaparemos de sus garras como otras tantas pepitas de meln.

    Cazar...? Essedinex cogi a la ilthmanx por su delgado hombro. No provoquesninguna orga esta noche, me oyes? Excitar da buenos resultados, pero las orgas sonotra cosa. La cuestin es...

    Sabemos hasta dnde tenemos que excitar, papato dijo una de las muchachas

    mingolas.Sabemos cmo controlarlos continu su hermana.Y si nosotras no los controlamos, Vlana lo consigue concluy su hermana.Mientras las sombras casi imperceptibles se alargaban y el aire cargado de niebla iba

    oscurecindose, los cristales de hielo omnipresentes parecan crecer con ms rapidez. Lapalabrera de las tiendas de los comerciantes, que la gruesa lengua de nieve separaba delas tiendas domsticas, fue reducindose hasta que ces. El interminable cntico bajo dela Tienda de las Mujeres se hizo ms patente y tambin ms agudo. Soplaba una brisavespertina del norte, que haca tintinear todos los cristales. El cntico se hizo ms spero,y la brisa y el tintineo cesaron como si obedecieran una orden. Llegaron festones deniebla por el este y el oeste, y los cristales crecieron de nuevo. El cntico de las mujeres

    fue desvanecindose hasta convertirse en un murmullo. Con la proximidad de la noche,todo Rincn Fro se volva tenso, expectante y silencioso.

    El da emprendi la huida por el horizonte erizado de colmillos de hielo, como si temierala oscuridad.

    En el estrecho espacio entre las tiendas de los actores y la Sala de los Dioses hubomovimiento, un centelleo, un brillante chisporroteo que dur nueve, diez, once latidos decorazn, luego una fulgurante llamarada, y entonces, primero lentamente y luego concreciente rapidez, se levant un cometa con una larga cola de fuego anaranjado quedesprenda chispas. Muy por encima de los pinos, casi en el borde del cielo veintiuno,veintids, veintitrs, la cola del cometa se desvaneci y estall con estruendo,transformndose en nueve estrellas blancas.

    Era el cohete que sealaba la primera representacin del espectculo.En el interior de la alta y extraa Sala de los Dioses, en forma de largo navo, reinaba

    una helada negrura, porque estaba muy mal iluminada y caldeada por un arco de velas enla proa, que todo el resto del ao era un altar, pero que ahora serva de escenario. Susmstiles eran once pinos vivos que surgan del puente, la popa y los lados de la nave. Susvelas en realidad sus paredes eran pellejos cosidos y atados tensamente a la nave.Por encima, en lugar de cielo, haba una maraa de ramas de pino, cubiertas de nieve,que empezaba por lo menos a la altura de cinco hombres superpuestos sobre la cubierta.

    La proa y el combs de aquella curiosa nave, que se mova slo con los vientos de laimaginacin, estaban abarrotados de Hombres de la Nieve con sus pieles de oscuros

    colores y sentados en tacones y gruesas mantas enrolladas. Beban, rean, charlaban,rezongaban y se gastaban bromas, pero sin levantar demasiado la voz. La reverenciareligiosa y el temor se apoderaban de ellos en cuanto entraban en la Sala de los Dioses o,por denominarla de un modo ms apropiado, la Nave de Dios, a pesar, o msprobablemente a causa del uso profano que le daban aquella noche.

    Se oy un tamborileo rtmico, siniestro como las pisadas de un leopardo de la nieve, yal principio tan suave que nadie podra decir exactamente cundo haba empezado, peroen un momento haba charla y movimiento entre el pblico y al instante siguiente elsilencio era absoluto; las manos se aferraban a las rodillas o reposaban laxas sobre ellas,y los ojos exploraban el escenario iluminado por velas entre dos pantallas pintadas conespirales negras y grises.

    El tamborileo se hizo ms intenso, rpido y complicado, formando arabescos depercusin, y luego volvi a imitar las pisadas de leopardo.

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    Al ritmo del tamborileo apareci en el escenario un delgado felino de piel plateada,cuerpo breve, largas patas y orejas erguidas, largos bigotes y largusimos colmillos. Elcuarto delantero y la grupa se alzaban a cosa de una vara del suelo. Su nico rasgo erauna brillante melena de pelo largo y lacio que le caa sobre la testuz y el cuarto delantero.

    El extrao animal recorri en crculo el escenario por tres veces, agachando la cabeza,husmeando como si percibiera algn aroma especial y emitiendo profundos gruidos

    guturales.Entonces se fij en el pblico y con un grito retrocedi, ponindose en actitud rampantey amenazando a los presentes con las largas y brillantes garras en que terminaban suspatas delanteras.

    Dos miembros del pblico quedaron tan prendidos en la ilusin que sus vecinostuvieron que impedirles que lanzaran un cuchillo o un hacha de mango corto a lo queestaban seguros de que era una bestia verdadera y peligrosa.

    El felino les mir fijamente, abriendo la negra boca para mostrar los colmillos y losdientes ms pequeos. Mientras mova con rapidez el morro de un lado a otro,inspeccionndoles con sus grandes ojos marrones, agit rtmicamente la breve colapeluda.

    Entonces inici una danza leopardesca de vida, amor y muerte, unas veces sobre laspatas traseras pero sobre todo con las cuatro pata:. Se escabulla e investigaba,amenazaba y se encoga, atacaba y hua, maullaba y se retorca lascivamente.

    A pesar del largo pelo negro, al pblico no le resultaba ms fcil pensar en aquellafigura como en una hembra humana vestida con un ceido traje de piel. En primer lugar,sus patas delanteras eran tan largas como las traseras y pareca tener en ellas unaarticulacin ms.

    Algo blanco chirri y apareci aleteando desde detrs de una de las pantallas. El felinoplateado dio un rpido salto y atac con un zarpazo de una pata delantera.

    Todos los presentes en la Sala de los Dioses oyeron el grito de la paloma de nieve y elcrujido de su cuello al romperse.

    Sujetando el pjaro muerto entre sus colmillos, el felino, ahora de pie, lo que mostrabasus lneas femeninas, dirigi al pblico una larga mirada, y luego avanzdespaciosamente hasta ocultarse tras la pantalla ms prxima. Surgi del pblico unsuspiro compuesto de odio y anhelo, de la ansiedad por saber lo que ocurrira despus yel deseo de ver lo que ocurra ahora.

    Pero Fafhrd no suspir. En primer lugar, el ms ligero movimiento habra revelado suescondite. Por otro lado, poda ver claramente todo lo que suceda tras dos pantallasdecoradas con espirales.

    Tena prohibido asistir al espectculo por su juventud, y no digamos por los deseos ybrujeras de Mor, y media hora antes de que empezara la funcin, cuando nadie poda

    verle, haba subido a uno de los troncoscolumnas de la Sala de los Dioses, por el ladodel precipicio. Las fuertes ataduras de las paredes formadas por pellejos cosidos entre sfacilitaban la ascensin. Luego, con cautela, se haba deslizado sobre dos fuertes ramasde pino que crecan hacia adentro, muy juntas, por encima de la sala, poniendo muchocuidado para no desprender ni agujas marrones ni nieve acumulada, hasta que encontrun buen punto de observacin, una abertura hacia el escenario, pero fuera de la vista delpblico. Despus, slo tuvo que mantenerse lo bastante quieto para que no cayeranagujas o nieve que pudieran denunciarle. Confiaba en que cualquiera que alzase la vista atravs de la oscuridad y viese partes de su blanca indumentaria la confundira con lanieve.

    Ahora observ cmo las dos muchachas mingolas quitaban rpidamente las ceidas

    mangas de piel de los brazos de Vlana, junto con las rgidas patas adicionales tambinrecubiertas de piel y terminadas en garra, que la bailarina haba sujetado por dentro.Luego extrajeron las cubiertas de piel de las piernas de Vlana, la cual estaba sentada en

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    un taburete y, tras desprenderse de los colmillos superpuestos a sus dientes, sedesenganch rpidamente la mscara de leopardo y la pieza de los hombros querepresentaba el cuarto delantero del felino.

    Un momento despus, regres al escenario, vestida como una mujer de las cavernas,con un corto sarong de piel plateada y mordisqueando perezosamente el extremo de unhueso largo y grueso. Imit las faenas que llenaban la jornada de una caverncola:

    atender el fuego y los bebs, azotar a los rapaces, mascar el cuero y cosertrabajosamente. Las cosas resultaban algo ms excitantes cuando regresaba su marido,una presencia invisible evidenciada por su mmica.

    El pblico segua el relato con facilidad, sonriendo cuando ella le pregunt a su maridoqu clase de carne haba trado, se mostr insatisfecha por la magra caza y se neg adejarse abrazar. Estallaron en carcajadas cuando trat de golpear al marido con el huesode masticar y el resultado era que caa al suelo espatarrada, los nios retrocediendo a sualrededor.

    Desde aquella posicin se escabull del escenario detrs de la otra pantalla, queocultaba la puerta de los actores (normalmente del Sacerdote de la Nieve) y que tambinocultaba al mingol manco, cuyos giles cinco dedos se encargaban del tamborileo en el

    instrumento que sujetaba entre sus pies. Vlana se quit el resto de sus pieles, cambi lainclinacin de sus ojos y cejas con cuatro diestros toques de maquillaje, aparentementeen un solo movimiento se puso una larga bata gris con capucha y regres al escenariocaracterizada como una mujer mmgola de las estepas.

    Tras otra breve sesin de mmica, se agach grcilmente ante una mesa baja, cubiertade frascos, y empez a maquillarse con minuciosidad el rostro y peinarse, utilizando alpblico como espejo. Retir la bata y la capucha, revelando la prenda ms breve de sedaroja que la piel anterior haba ocultado. Era de lo ms fascinante verla aplicarse losungentos de colores, cosmticos y polvos brillantes a los labios, mejillas y ojos, y verlapeinarse el oscuro cabello en una alta estructura mantenida en su sitio mediante largasagujas cuyas cabezas eran gemas.

    Fue entonces cuando ms a prueba estuvo la compostura de Fafhrd: un gran puadode nieve le golpe en los ojos y se qued all adherido.

    Permaneci perfectamente inmvil durante tres latidos de corazn. Luego cogi unamueca bastante delgada y la arrastr una corta distancia, mientras meneaba consuavidad la cabeza y parpadeaba.

    La mueca atrapada se retorci para liberarse y el puado de nieve cay por el cuellode piel de lobo del abrigo de Hor, el hombre de Hringorl, que estaba sentado debajo. Horemiti un extrao grito bajo y empez a mirar hacia arriba; pero por suerte en aquelmomento Vlana se desprendi del sarong de seda roja y empez a untarse los pezonescon un ungento coralino.

    Fafhrd mir a su alrededor y vio que Mara le sonrea ferozmente desde donde estabatendida sobre las dos ramas al lado de la suya, la cabeza al nivel del hombro delmuchacho.

    Si hubiera sido un gnomo del hielo estaras muerto! le susurr. O si hubieraencargado a mis cuatro hermanos que te cazaran, como debera haber hecho. Tus odosestaban sordos, toda tu mente concentrada en los ojos que miraban embobados a esaflaca ramera. Me he enterado de cmo has desafiado a Hringorl por ella! Y hasrechazado su regalo de un brazalete de oro!

    Admito, querida, que te has deslizado por detrs de m con la mayor habilidad y sigilole dijo Fafhrd en voz baja, al tiempo que pareces tener ojos y odos para todo lo quese rumorea en Rincn Fro, y hasta algunas cosas que no se comentan, pero debo decir,

    Mara...Ah! Ahora me dirs que no debera estar aqu porque soy una mujer. Prerrogativasmasculinas, sacrilegio intersexual y todo eso. Pues bien, tampoco t deberas estar aqu.

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    Fafhrd reflexion gravemente en aquellas palabras.No, creo que todas las mujeres deberan estar aqu. Lo que podran aprender les

    resultara muy interesante y beneficioso.Hacer cabriolas como una gata en celo? Moverse con indolencia como una

    esclava idiota? S, tambin he visto esas actuaciones... mientras t babeabas mudo ysordo! Los hombres os reiris de cualquier cosa, sobre todo cuando una zorra

    desvergonzada que hace un espectculo de su flaca desnudez os despierte la lujuria y osdeje boquiabiertos y sonrojados!Los acalorados susurros de Mara se estaban haciendo peligrosamente fuertes y muy

    bien podran haber atrado la atencin de Hor y otros, pero una vez ms intervino la buenasuerte, puesto que son de nuevo el tamborileo mientras Vlana abandonaba el escenario,y entonces empez una msica briosa, algo ligera pero galopante, pues al mingol mancose le haba unido el pequeo ilthmarix que tocaba una flauta nasal.

    No me he redo, querida susurr Fafhrd con cierta altivez, ni tampoco hebabeado, no me he sonrojado ni se ha acelerado mi respiracin, como estoy seguro quehabrs notado. No, Mara, mi nico propsito al estar aqu es aprender ms de lacivilizacin.

    Ella le dirigi una mirada furibunda, ri irnicamente y luego, de repente, le sonri conternura.

    Sabes? Sinceramente me parece que te crees eso. Eres un nio increble. Suspir, en actitud reflexiva. Concedo que la decadencia llamada civilizacin podrainteresar a cualquiera y que una puta brincadora podra ser capaz de transmitir sumensaje, o ms bien la ausencia de mensaje.

    Ni Fals ni creo, sino que lo s replic Fafhrd, ignorando las dems observacionesde Mara. Hay todo un mundo que nos llama y slo tenemos ojos para Rincn Fro?Mira conmigo, Mara, y obtn sabidura. La actriz interpreta con sus danzas las culturas detodas las tierras y pocas. Ahora es una mujer de las Ocho Ciudades.

    Tal vez Mara estaba persuadida hasta cierto punto. O tal vez fuera que el nuevovestido de Vlana la cubra totalmente mangas, corpio verde, larga falda azul, mediasrojas y zapatos amarillos y que la bailarina cultural jadeaba un poco y mostraba lostendones del cuello a causa de la danza briosa y vertiginosa que estaba interpretando. Encualquier caso, la Muchacha de la Nieve se encogi de hombros, sonri con benevolenciay susurr:

    Bien, debo admitir que todo esto tiene un cierto inters repugnante.Saba que lo comprenderas, querida. Tu mentalidad es dos veces superior a la de

    cualquier mujer de nuestra tribu y, ay!, a la de cualquier hombre.Mientras deca esto, Fafhrd la acarici tierna pero ms bien distradamente, mirando al

    escenario.

    Sucesivamente, siempre haciendo veloces cambios de vestuario, Vlana se convirti enuna hur de las Tierras Orientales, una reina quarmalliana entorpecida por la costumbre,una lnguida concubina del Rey de Reyes y una altiva seora de Lankhmar que llevabauna toga negra. Esto ltimo era una licencia teatral: slo los hombres de Lankhmarllevaban la toga, pero la prenda era el principal smbolo de Lankhmar de un lado a otro delmundo de Nehwon.

    Entretanto Mara hizo cuanto pudo por compartir el excntrico capricho de su futuromarido. Al principio estaba intrigada de verdad y tom mentalmente nota de los estilos devestir de Vlana y los comportamientos que ella tambin podra adoptar en beneficiopropio. Pero entonces se sinti gradualmente abrumada al darse cuenta de lasuperioridad de la otra mujer en adiestramiento, conocimiento y experiencia. La danza y la

    mmica de Vlana eran cosas que, con toda claridad, slo podan aprenderse con muchoaprendizaje y ejercicio. Y cmo, y sobre todo dnde, poda llevar tales ropas una

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    Muchacha de la Nieve? Los sentimientos de inferioridad cedieron el paso a los celos ystos al odio.

    La civilizacin era repugnante, a Vlana habra que echarla de Rincn Fro y Fafhrdnecesitaba una mujer que dirigiera su vida y refrenara su alocada imaginacin. No sumadre, claro aquella terrible e incestuosa devoradora de su propio hijo, sino unahermosa y astuta esposa joven. Ella misma.

    Empez a mirar con fijeza a Fafhrd. No pareca un macho encaprichado, sino fro comoel hielo, pero era evidente que estaba totalmente concentrado en el escenario. Lamuchacha record que pocos hombres eran diestros en la ocultacin de sus verdaderossentimientos.

    Vlana se despoj de su toga y se puso una tnica con finos hilos de plata. En cadacruce de los hilos haba una diminuta campanilla de plata. Reluca y las campanillastintineaban, como un rbol lleno de pajarillos que piaran juntos un himno a su cuerpo.Ahora su esbeltez pareca adolescente, mientras que entre las hebras de su cabellerabrillante sus grandes ojos relucan con misteriosas sugerencias e invitaciones.

    La controlada respiracin de Fafhrd se apresur. As pues, su sueo en la tienda delos mingoles haba sido cierto! Su atencin, que a medias haba estado volcada en las

    tierras y pocas que Vlana evocaba con sus danzas, se centr por entero en ella y seconvirti en deseo.

    Esta vez su compostura se encontr ante una prueba an ms amarga, pues la manode Mara, sin previo aviso, se cerr en su entrepierna.

    Pero el muchacho tuvo poco tiempo para demostrar su compostura. Ella le soltgritando:

    Sucia bestia! Lujurioso!Y al mismo tiempo le golpe en el costado, por debajo de las costillas. El trat de

    cogerle las muecas, mientras segua en sus ramas. Ella no abandon su intento degolpearle. Las ramas de pino crujieron y desprendieron nieve y agujas.

    Al arrojar un puado de nieve contra la oreja de Fafhrd, Mara se balancepeligrosamente, pero mantuvo los pies adheridos a las ramas.

    Que Dios te congele, zorra! gru Fafhrd. Se aferr a su rama ms recia con unamano y con la otra intent coger a Mara por debajo del hombro.

    Aquellos que miraban desde abajo y por entonces ya eran varios, a pesar de la fuerteatraccin del escenario vean dos torsos vestidos de blanco que se agitaban, y unascabezas rubias que asomaban por el tejado de ramas, como si estuvieran a punto deefectuar el salto del ngel. Luego, todava luchando, aus figuras se retiraron hacia arriba.

    Un viejo Hombre de la Nieve se puso a gritar: Sacrilegio! Y un joven: Mirones!Machaqumosles! Podran haberle obedecido, pues ahora una cuarta parte de losHombres de la Nieve estaban en pie, si no hubiese sido porque Essedinex lo observaba

    todo a travs de un agujero en una de las pantallas y conoca muy bien las maneras demanejar a los pblicos difciles. Seal con un dedo al mingol que estaba tras l y luegoalz aquella mano con la palma hacia arriba.

    Brot la msica. Los cmbalos atronaron. Las dos muchachas mingolas y la ilthmarixsalieron al escenario desnudas y empezaron a hacer cabriolas alrededor de Vlana. Elgordo oriental pas pesadamente junto a ellas y prendi fuego a su barba negra. Unasllamas azules ascendieron y vacilaron ante su rostro y alrededor de sus orejas. Noextingui el fuego con una toalla hmeda que llevaba hasta que Essedinex le susurrroncamente desde su puesto de observacin.

    Ya es suficiente. Los tenemos controlados de nuevo.La longitud de la negra barba se haba reducido a la mitad. Los actores hacan grandes

    sacrificios, que los patanes e incluso sus camaradas no solan apreciar.Fafhrd descendi la ltima docena de pies y se pos en el amontonamiento de nieve enel exterior de la Sala de los Dioses, en el mismo instante en que Mara terminaba su

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    descenso. Ambos se miraron, hundidos hasta las pantorrillas en la nieve encostrada, alotro lado de la cual la luna creciente y algo gibosa lanzaba rayos de brillante luz blanca ydejaba en la sombra el espacio entre ellos.

    Dnde has odo esa mentira de que desafi a Hringorl por la actriz, Mara? lepregunt Fafhrd.

    Lascivo infiel! grit ella, golpendole en un ojo, y ech a correr hacia la Tienda de

    las Mueres, sollozando y gritando: Se lo dir a mis hermanos! Ya vers!Fafhrd dio un salto, ahog un grito de dolor, dio tres pasos tras ella, se detuvo, seaplic un puado de nieve al ojo dolorido y, en cuanto ste empez slo a latir, se puso apensar.

    Mir a su alrededor con el otro ojo, no vio a nadie, se dirigi a unos rboles cargadosde nieve en el borde del precipicio, se ocult entre ellos y sigui pensando.

    Sus odos le decan que el espectculo se estaba caldeando en la Sala de los Dioses.Se oan risas y gritos alegres, que a veces ahogaban la msica del tamboril y la flauta.Sus ojos el que haba recibido el golpe volva a funcionar le decan que no habanadie cerca de l. Mir las tiendas de los actores en aquel extremo de la Sala de losDioses ms cercana a la Nueva Carretera del sur, los establos situados ms all de ellas

    y las tiendas de los mercaderes, ms lejos de los establos. Luego su mirada regres a latienda ms cercana: la semicircular de Vlana, revestida de cristales que centelleaban a laluz de la luna y con una gigantesco lombriz de cristal que pareca reptar por su centro, pordebajo de la rama de sicomoro.

    Se acerc a ella con sigilo sobre la nieve encrostada y diamantina. El nudo que una lasataduras de la entrada estaba oculto en sombras y pareca complicado y extrao. Fue a laparte posterior de la tienda, solt un par de ganchos y, arrastrndose sobre el vientre,penetr por la abertura como una serpiente, encontrndose entre los dobladillos de losvestidos colgados de Vlana. Coloc de nuevo los ganchos, de manera que le resultarafcil desengancharlos de nuevo, se levant, se sacudi, dio cuatro pasos y se tendi en eljergn. Haba un brasero que irradiaba un dbil calor. Al cabo de un rato, el joven alargla mano hacia la mesa y se sirvi una copa de aguardiente.

    Por fin oy voces que fueron intensificndose. Mientras alguien desataba las atadurasde la puerta, palp su cuchillo y tambin se prepar para ocultarse bajo una gran alfombrade piel.

    Riendo, pero diciendo no, no, no con decisin, Vlana entr rpidamente de espaldasy sostuvo la puerta cerrada con una mano mientras con la otra apretaba las cuerdas, ymir por encima del hombro.

    Su mirada de sorpresa desapareci casi antes de que Fafhrd se diera cuenta,sustituida por una rpida sonrisa de bienvenida que le arrug cmicamente la nariz. Volvila cabeza, prosigui con minuciosidad la tarea de atar las cuerdas de la puerta y dedic

    algn tiempo a hacer un nudo. Luego se acerc a l y se arrodill a su lado, el cuerpoerecto desde las rodillas. Ahora, mientras le miraba, no sonrea, sino que tena unaenigmtica expresin reflexiva que l trat de imitar. La muchacha llevaba la tnica concapucha de su traje mingol.

    As que has cambiado de idea respecto a una recompensa le dijo en voz baja peroen tono prosaico. Cmo sabes que yo no he cambiado la ma en todo este tiempo?

    Fafhrd mene la cabeza, en respuesta a la primera afirmacin de la actriz. Luego, trasuna pausa, dijo:

    Sin embargo, he descubierto que te deseo.Te vi contemplando el espectculo desde... desde el gallinero. Casi te convertiste en

    la principal atraccin del espectculo. Quin era la muchacha que estaba contigo? O

    era un joven? No he podido estar del todo segura.Fafhrd no respondi a las preguntas, sino que inquiri a su vez:

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    Tambin quisiera preguntarte por tu danza de tan suprema habilidad y... y tuactuacin en solitario.

    Mmica le inform ella.Mmica, s. Y quiero hablar contigo de la civilizacin.Es verdad, esta maana me has preguntado cuntos lenguajes saba.La actriz mir la pared de la tienda, ms all de l. Estaba claro que ella tambin era

    una pensadora. Le quit la copa de aguardiente de la mano, bebi la mitad de lo quequedaba y se la devolvi.Muy bien le dijo, mirndole al fin, pero sin cambiar de expresin. Satisfar tu

    deseo, mi querido muchacho. Pero ahora no es el momento. Primero debo descansar yreunir fuerzas. Vete y regresa cuando se haya puesto la estrella Shadah. Despirtame sime he dormido.

    Eso es una hora antes del alba dijo l, mirndola. Ser una fra espera en lanieve.

    No hagas eso se apresur a decir ella. No quiero que te quedes congelado enlas tres cuartas partes. Ve donde hay calor. Para permanecer despierto, piensa en m. Nobebas demasiado vino. Ahora vete.

    El se levant e hizo ademn de abrazarla. La actriz retrocedi un paso, diciendo:Luego, luego... todo lo que quieras. El muchacho se encamin a la puerta. Ella

    mene la cabeza. Podran verte. Sal por donde has entrado.Al pasar de nuevo por su lado, roz con la cabeza algo duro. Entre los aros que

    apoyaban el centro de la tienda, el pellejo flexible de la tienda se combaba, mientras quelos mismos aros estaban doblados y algo aplastados por el peso que soportaban. Por uninstante el muchacho se contrajo, disponindose a coger a Vlana y saltar hacia cualquierlado, y entonces empez a golpear y despejar metdicamente todos los abultamientos,siempre golpeando hacia afuera. Se oy un estruendo y un intenso tintineo cuando losmacizos cristales, que en el exterior le haban parecido un gigantesco gusano ahoradeba de ser una gigantesca serpiente de nieve se quebr lanzando una lluvia deesquirlas.

    Las Mujeres de la Nieve no te quieren le dijo Fafhrd mientras realizaba aquellatarea. Ni tampoco Mor, mi madre, es amiga tuya.

    Creen que me asustan con cristales de hielo?pregunt Vlana en tonodespectivo. Conozco ardientes sortilegios orientales comparados con los cuales susdbiles magias...

    Pero ahora ests en su territorio, a merced de su elemento, que es ms cruel y sutilque el fuego replic Fafhrd, alisando el ltimo abultamiento, de modo que los arossubieron de nuevo y la piel se extendi casi lisa entre ellos. No subestimes suspoderes.

    Gracias por evitar que mi tienda se derrumbara. Pero ahora mrchate... en seguida.Hablaba como si lo hiciera de cosas triviales, pero su expresin era reflexiva.Poco antes de deslizarse por debajo de la pared posterior, Fafhrd mir por encima del

    hombro. Vlana miraba de nuevo la otra pared, sosteniendo la copa vaca que l le habadado, pero ella percibi su movimiento y, ahora sonriendo tiernamente, le lanz un besosoplando sobre la palma de la mano.

    En el exterior el fro era ms intenso. No obstante, Fafhrd se dirigi al grupo de rboles,se arrebuj en su manto, se ech la capucha sobre la frente, atndola de manera quequedase bien ceida a la cabeza, y se sent de cara a la tienda de Vlana.

    Cuando el fro empez a penetrar entre sus pieles, se puso a pensar en la actriz.De sbito se agazap y sac el cuchillo de su funda. Una figura se aproximaba a la

    tienda de Vlana, mantenindose en las sombras siempre que poda. Pareca ataviada denegro.

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    Fafhrd avanz en silencio. A travs del aire le llegaba el dbil sonido de unas uas querascaban el cuero.

    Hubo un leve destello de luz mortecina cuando se abri la puerta de la tienda, lobastante brillante para mostrar el rostro de Vellix el Aventurero, el cual entr en la tienda.Sigui el sonido de las cuerdas atadas con fuerza..

    Fafhrd se detuvo a diez pasos de la tienda y permaneci inmvil durante unas dos

    docenas de exhalaciones. Entonces avanz con sigilo junto a la tienda, manteniendo lamisma distancia.Haba luz en el umbral de la alta tienda cnica de Essedinex. Ms all, en los establos,

    un caballo relinch dos veces.Fafhrd se agach y mir a travs de la baja abertura iluminada, a tiro de cuchillo de

    distancia. Se movi de un lado a otro. Vio una mesa llena de jarros y copas apoyada en lapared inclinada de la tienda opuesta a la entrada.

    A un lado de la mesa estaba Essedinex y al otro Hringorl.Ojo avizor por si andaban cerca Hor, Harrax o Hrey, Fafhrd rode la tienda,

    aproximndose a ella por el lugar donde la mesa y los dos hombres quedaban dbilmentesiluetados. Haciendo a un lado la capucha y el cabello, aplic la oreja al cuero. Tres

    barras de oro... es lo mximo que ofrezco deca hoscamente Hringorl. El cueroahuecaba su voz.

    Cinco respondi Essedinex, y se oy el ruido de unaboca al tragar vino.Escucha, viejo dijo entonces Hringorl en tono amenazante. No te necesito.

    Puedo apoderarme de la muchacha y no pagarte nada.Oh, no, eso no podr ser, maestro Hringorl. La voz de Essedinex pareca alegre.

    Si lo hicieras, el espectculo no volvera jams a Rincn Fro, y qu diran los hombresde tu tribu? Ni tampoco yo te traera ms muchachas.

    Qu importa? Aunque las palabras quedaron ahogadas por el trago de vino quelas acompa, Fafhrd pudo notar la jactancia en ellas. Tengo mi nave. Puedo degollarteen este instante y llevarme a la chica esta noche.

    Hazlo entonces dijo alegremente Essedinex. Dame slo un momento para echarotro trago.

    Muy bien, viejo miserable. Cuatro barras de oro.Cinco.Hringorl solt una maldicin.Alguna noche, anciano alcahuete, vas a provocarme demasiado. Adems, la mujer

    ya no es una chiquilla.Pero experimentada en el placer. Te he dicho que una vez fue aclita de los Magos

    de Azorkah? Ellos la entrenaron para que llegara a ser concubina del Rey de Reyes y su

    espa en la corte de Horborixen. S, y se zaf de aquellos temibles nigromnticos delmodo ms inteligente cuando obtuvo el conocimiento ertico que deseaba.Hringorl ri con una ligereza forzada.Por qu habra de pagar siquiera una barra de plata por una muchacha que ha sido

    poseda por docenas? El juguete de cualquier hombre.Por centenares le corrigi Essedinex. La habilidad slo se consigue con la

    experiencia, como bien sabes. Y cuanto mayor es la experiencia, tanto mayor la habilidad.No obstante, esta muchacha no es nunca un juguete. Es la instructora, la reveladora;juega con un hombre por el placer de ste, puede hacer que se sienta el rey del universoy quiz, quin sabe?, que lo sea incluso. Qu es imposible para una muchacha queconoce cmo se complacen los mismos dioses... s, y hasta los archidemonios? Y sin

    embargo... no te lo vas a creer, pero es cierto... a su manera sigue siendo virgen, puesningn hombre la ha dominado jams.

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    Eso habr que verlo! Las palabras de Hringorl fueron casi un grito risueo. Se oyel ruido del trasiego de vino. Luego baj el tono de su voz. Muy bien, que sean cincobarras de oro, usurero. La entrega ser despus del espectculo de maana por la noche.Te pagar el oro a cambio de la chica.

    Tres horas despus del espectculo, cuando la muchacha est drogada y todotranquilo. No hay necesidad de despertar los celos de tus compaeros de tribu tan pronto.

    Que sean dos horas, de acuerdo? Y ahora hablemos del ao prximo. Quiero unamuchacha negra, una kleshita de pura sangre. Y no me vengas con ms tratos de cincobarras de oro. No quiero maravillas brujeriles, sino slo juventud y mucha belleza.

    Creme respondi Essedinex, nunca desears a otra mujer, una vez hayasconocido y.., te deseo suerte... dominando a Vlana. Supongo, claro est...

    Fafhrd retrocedi tambalendose, se apart doce pasos de la tienda y se detuvo,sintiendo un extrao vrtigo, o sera embriaguez? Desde el principio haba supuesto quecasi con toda seguridad hablaban de Vlana, pero or pronunciar su nombre le afectmucho ms de lo que haba esperado.

    Las dos revelaciones, tan prximas, le llenaron de una sensacin ambigua que nohaba conocido hasta entonces; una rabia irrefrenable y tambin un deseo de echarse a

    rer a carcajadas. Quera tener una espada lo bastante larga para desgarrar el cielo yarrojar de sus lechos a todos los habitantes del paraso. Quera buscar todos los cohetesdel espectculo y dispararlos en la tienda de Essedinex. Quera derribar la Sala de losDioses con sus pinos y arrastrarla entre las tiendas de los actores. Quera....

    Gir sobre sus talones y se dirigi con rapidez a la tienda del establo. El nico cuidadorroncaba sobre la paja al lado de un jarro vaco y cerca del trineo ligero de Essedinex.Fafhrd observ con una sonrisa maligna que el caballo que, como bien saba, era elmejor, perteneca a Hringorl. Busc una collera de caballo y un largo rollo de cuerda ligeray fuerte. Entonces, emitiendo murmullos entre los labios semicerrados para tranquilizar alanimal, una yegua blanca, lo separ de los dems caballos. El cuidador se limit a roncarms fuerte.

    Fafhrd se fij de nuevo en el trineo ligero. Como posedo por un demonio arriesgado,desat la rgida tela que cubra el espacio para almacenar objetos entre los dos asientos.Debajo, entre otras cosas, estaba la provisin de cohetes para el espectculo. Eligi tresde los mayores con sus gruesas colas de fresno eran tan largos como palos de esquy luego at de nuevo con cuidado la cubierta. Todava senta un furioso deseo dedestruccin, pero ahora poda controlarlo.

    Una vez fuera del establo, coloc la collera a la yegua, atndole con firmeza unextremo de la cuerda. Con el otro extremo form un amplio lazo corredizo. Luego recogiel resto de la cuerda, sujet los cohetes bajo el brazo izquierdo, mont gilmente la yeguay se encamin a las proximidades de la tienda de Essedinex. Las dos tenues siluetas

    seguan sentadas a la mesa, cara a cara.Hizo girar el lazo por encima de su cabeza y lo lanz. La cuerda se enganch en elvrtice de la tienda sin hacer ruido apenas, pues Fafhrd se apresur a correr el nudoantes de que la cuerda rozara con la pared de piel.

    El lazo se tens alrededor del extremo del mstil central. Refrenando su excitacin,dirigi la yegua hacia el bosque a travs de la nieve que brillaba bajo la luna, soltando lacuerda. Cuando slo quedaban cuatro vueltas de sta, azuz a la yegua para que corrieraal paso largo. Se agach por encima de la collera, sujetndola con firmeza, los talonesadheridos a los flancos de la yegua. La cuerda se tens. El animal se esforz paraavanzar y el muchacho oy un satisfactorio crac apagado a sus espaldas. Mir atrs y viola tienda que se arrastraba tras ellos. Observ el fuego y oy gritos de sorpresa y clera.

    Ri de nuevo.Al llegar al borde del bosque sac su cuchillo y cort la cuerda. Desmont de un salto,susurr su aprobacin al odo de la yegua y le dio una palmada en el flanco que la hizo ir

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    a medio galope hacia el establo. Entonces pens en disparar los cohetes contra la tiendacada, pero decidi que no sera apropiado. Con los proyectiles todava bajo el brazo, sedirigi al borde del bosque, a cuyo amparo emprendi el regreso a su hogar. Caminabacon ligereza para minimizar sus huellas, a lo que contribua tambin arrastrando una ramade pino tras l y, cuando poda, caminando sobre las rocas.

    Tanto su buen humor como su rabia haban desaparecido, sustituidos por una negra

    depresin. Ya no odiaba a Vellix, ni siquiera a Vlana, pero la civilizacin le pareca algovergonzoso, indigno de su inters. Se alegraba de lo que haba hecho a Hringorl yEssedinex, pero aqul par eran como cochinillas. l mismo era un espectro solitario,condenado a vagar por el Yermo Fro.

    Pens dirigirse al norte a travs del bosque hasta que encontrara una nueva vida o secongelara, en ir a buscar sus esques y tratar de saltar el abismo tab en el que Skifencontr la muerte, en coger una espada y desafiar a todos los sicarios de Hringorl a lavez, en un centenar de otras acciones igualmente peligrosas.

    Las tiendas del Clan de la Nieve parecan plidos hongos bajo el absurdo resplandorde la luna. Algunas eran conos sobre un cilindro bajo; otras hinchados hemisferios, formasde nabo. Como las setas, no tocaban el suelo en los bordes. Sus suelos de ramas unidas,

    alfrombrados con pellejos y apuntalados con ramas ms fuertes se alzaban sobre gruesospostes, de los cuales extraplomaban, a fin de que el calor de la tienda no convirtiera elterreno helado de abajo en una masa blanda y espesa.

    El enorme tronco plateado de un roble de la nieve muerto, terminado en lo queparecan las uas partidas de un gigante, donde una vez le alcanz un rayo, sealaba ellugar donde se alzaba la tienda de Mor y Fafhrd, y donde estaba tambin la tumba de supadre, bajo la tienda.

    Algunas de las tiendas estaban iluminadas, entre ellas la gran Tienda de las Mujeresque se encontraba ms all, en direccin a la Sala de los Dioses, pero Fafhrd no pudo vera nadie por aquellos parajes. Con un gruido de desaliento se dirigi a su tienda, pero,recordando los cohetes, cambi de rumbo y fue al roble muerto. El rbol tena la superficiesuave, pues la corteza haca mucho que haba desaparecido. Las pocas ramas quequedaban estaban tambin desnudas y rotas, y las ms bajas de ellas estaban fuera dealcance.

    Tras recorrer unos pasos ms, se detuvo para echar otro vistazo a su alrededor. Trasasegurarse de que nadie le vea, corri hacia el roble y, dando un salto vertical ms propiode un leopardo que de un hombre, logr asirse a la rama ms baja con la mano libre y sesubi a ella antes de que cesara su impulso ascensional.

    De pie sobre la rama muerta, tocando el tronco con un dedo, efectu una exploracinfinal en busca de mirones o caminantes tardos, y entonces, presionando con los dedos,abri en la madera gris aparentemente continua una puerta alta como l mismo pero

    apenas la mitad de ancha. Palpando entre esques y palos de esqu, encontr un bultolargo y delgado, un objeto envuelto con tres dobleces en una piel de foca ligeramenteaceitada. Fafhrd lo abri y expuso un arco de aspecto potente y una aliaba de largasflechas. Aadi los cohetes, lo envolvi todo de nuevo con la piel, cerr la extraa puertade su caja fuerte arbrea y descendi a la nieve con un suave salto.

    Al entrar en su tienda, volvi a sentirse como un fantasma e hizo tan poco ruido comosi lo fuera. Los olores del hogar le confortaron de un modo incmodo y contra su voluntad;olores de carne, cocido, humo viejo, pieles, sudor, el orinal, el dbil y agridulce hedor deMor. Cruz el muelle suelo y se tendi sin desvestirse en las pieles que le servan deyacija. Estaba muerto de cansancio. El silencio era profundo. No poda or la respiracinde Mor. Pens en la ltima vez que vio a su padre, azulado y con los ojos cerrados, sus

    miembros rotos enderezados, su mejor espada desnuda a su lado, con los dedos colorpizarra debajo de la tienda, rodo por los gusanos hasta quedar convertido en unesqueleto, la espada negra de orn, los ojos abiertos unas rbitas mirando hacia arriba

  • 8/13/2019 Leiber, Fritz - FR2, Espadas y Demonios

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    a travs del polvo compacto. Record la ltima visin de su padre vivo: un largo mantode piel de lobo que se alejaba a paso vivo, seguido por las advertencias y amenazas deMor. Entonces el esqueleto volvi a su mente. Era una noche apropiada para losespectros.

    Fafhrd? llam su madre desde el otro lado de la tienda.El muchacho se puso rgido y contuvo el aliento. Cuando no pudo ms, empez a

    soltarlo y a aspirar con la boca abierta, sin hacer ruido.Fafhrd? La voz era algo ms alta, aunque an pareca un grito fantasmal. Tehe odo entrar. No ests dormido.

    Er