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LESSING, Laocoonte PINTURA -POESIA Si es cierto que la pintura, para imitar la realidad, se sirve de medios o signos completamente distintos de aquellos de los que se sirve la poesía –a saber, aquélla [la pintura, de figuras y colores distribuidos en el espacio, ésta [la poesia, de sonidos articulados que van sucediéndose a lo largo del tiempo-; si está fuera de toda duda que todo signo tiene necesariamente una relación sencilla y no distorsionada con aquello que significa, entonces signos yuxtapuestos no pueden expresar más que objetos yuxtapuestos, o partes yuxtapuestas de tales objetos, mientras que signos sucesivos no pueden expresar más que objetos sucesivos, o partes sucesivas de estos objetos. Los objetos yuxtapuestos, o las partes yuxtapuestas de ellos, son lo que nosotros llamamos cuerpos. En consecuencia, los cuerpos, y sus propiedades visibles, constituyen el objeto propio de la pintura. Los objetos sucesivos, o sus partes sucesivas, se llaman, en general, acciones. En consecuencia, las acciones son el objeto propio de la poesía. Sin embargo, todos los cuerpos existen no sólo en el espacio, sino también en el tiempo. Duran, (…) puede ser algo así como el centro de una acción. En consecuencia, la pintura puede también imitar acciones, pero sólo de un modo alusivo, por medio de cuerpos. Por otra parte, las acciones no tienen una existencia independiente, sino que son acciones de determinados seres. De este modo, pues, en la medida en que estos seres son cuerpos, o son vistos como tales, la poesía representa también cuerpos, pero sólo de un modo alusivo, por medio de las acciones. BELLEZA MATERIAL La belleza material surge del efecto concorde y armónico de distintas partes que la vista abarca de una vez y en su conjunto. Esta belleza exige, pues, que estas partes se encuentren unas al lado de otras; y dado que las cosas cuyas partes se encuentran unas al lado de otras constituyen el auténtico objeto de la pintura, este arte, y sólo él, puede imitar la belleza material. 1

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LESSING, LaocoontePINTURA -POESIASi es cierto que la pintura, para imitar la realidad, se sirve de medios o signos completamente distintos de aquellos de los que se sirve la poesía –a saber, aquélla [la pintura, de figuras y colores distribuidos en el espacio, ésta [la poesia, de sonidos articulados que van sucediéndose a lo largo del tiempo-; si está fuera de toda duda que todo signo tiene necesariamente una relación sencilla y no distorsionada con aquello que significa, entonces signos yuxtapuestos no pueden expresar más que objetos yuxtapuestos, o partes yuxtapuestas de tales objetos, mientras que signos sucesivos no pueden expresar más que objetos sucesivos, o partes sucesivas de estos objetos.Los objetos yuxtapuestos, o las partes yuxtapuestas de ellos, son lo que nosotros llamamos cuerpos. En consecuencia, los cuerpos, y sus propiedades visibles, constituyen el objeto propio de la pintura.Los objetos sucesivos, o sus partes sucesivas, se llaman, en general, acciones. En consecuencia, las acciones son el objeto propio de la poesía.Sin embargo, todos los cuerpos existen no sólo en el espacio, sino también en el tiempo. Duran, (…) puede ser algo así como el centro de una acción.En consecuencia, la pintura puede también imitar acciones, pero sólo de un modo alusivo, por medio de cuerpos.Por otra parte, las acciones no tienen una existencia independiente, sino que son acciones de determinados seres. De este modo, pues, en la medida en que estos seres son cuerpos, o son vistos como tales, la poesía representa también cuerpos, pero sólo de un modo alusivo, por medio de las acciones.

BELLEZA MATERIALLa belleza material surge del efecto concorde y armónico de distintas partes que la vista abarca de una vez y en su conjunto. Esta belleza exige, pues, que estas partes se encuentren unas al lado de otras; y dado que las cosas cuyas partes se encuentran unas al lado de otras constituyen el auténtico objeto de la pintura, este arte, y sólo él, puede imitar la belleza material.

BURKE, Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello.INTERACCIÓ DOLOR-PLAERPara mover un poco las pasiones de la gente entrada en edad parece, pues, necesario que los objetos designados para tal fin, además de ser nuevos en cierta medida, deberían ser capaces de excitar dolor y placer por otras causas. El dolor y el placer son ideas simples, que no pueden definirse. (...) Muchos opinan que el dolor nace necesariamente de la remoción de algún placer, al igual que creen que el placer nace del cese o disminución de algún dolor (...) (PERÒ)

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La mente humana a menudo se encuentra (...) en un estado que no es de dolor ni de placer, sino en lo que yo llamo un estado de indiferencia. Cuando me transporto de este estado a un estado de verdadero placer, no parece necesario que yo pase por ninguna especie de dolor....Cuando el peligro o el dolor acosan demasiado, no pueden dar ningún deleite, y son sencillamente terribles; pero, a ciertas distancias y con ligeras modificaciones, pueden ser y son deliciosos, como experimentamos todos los días....Experimentamos cierto placer, y no es pequeño, en las verdaderas desgracias y pesares de los demás (...) Ni la prosperidad de un imperio ni la grandeza de un rey pueden afectar tan agradablemente en la lectura, como la ruina del estado de Macedonia, y el pesar por su desdichado príncipe. Semejante catástrofe nos afecta tanto en la historia, como la destrucción de Troya en la fábula....Entonces supongo que nos equivocaremos mucho si atribuimos una parte considerable de nuestra satisfacción en la tragedia a la idea de que la tragedia es un engaño y que no representa la realidad. Cuanto más se acerca a la realidad, y cuanto más nos aleja de la idea de ficción, más perfecto es su poder. (...) Escójase un día para representar la tragedia más sublime (...) nombremos los actores más favoritos; no ahorremos nada para los escenarios y decorados (...) y cuando se haya reunido a los espectadores, justo en el momento en que sus mentes se encuentren predispuestas a la expectación, anunciémosles que un delincuente estatal, de altos vuelos, va a ser ejecutado en la plaza de al lado; en un momento, el vacío del teatro demostraría la comparativa debilidad de las artes imitativas, y proclamaría el triunfo de la compasión real....Para que una cosa sea muy terrible, en general parece que sea necesaria la oscuridad. (...) Todo el mundo estará de acuerdo en considerar cuánto acrecienta la noche nuestro horror, en todos los casos de peligro, y cuánto impresionan las nociones de fantasmas y duendes, de las que nadie puede formarse ideas claras, a aquellas mentes que dan crédito a los cuentos populares concernientes a este tipo de seres.

BELLEZAPor belleza, entiendo aquella cualidad o aquellas cualidades de los cuerpos, por las que éstos causan amor o alguna pasión parecida a él. Limito esta definición a las cualidades meramente sensibles de las cosas (…) Distingo igualmente el amor (por el cual entiendo aquella satisfacción que deriva de la mente al contemplar cualquier cosa bella, sea de la naturaleza que sea) del deseo o la lascivia, que es una energía de la mente que precipita a la posesión de ciertos objetos, que no nos afectan porque sean bellos sino por cosas totalmente diferentes.

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SUBLIMETodo lo que resulta adecuado para excitar las ideas de dolor y peligro, es decir, todo lo que es de algún modo terrible, o se relaciona con objetos terribles, o actúa de manera análoga al terror, es una fuente de lo sublime; esto es, produce la emoción más fuerte que la mente es capaz de sentir. (…) Cuando el peligro o el dolor acosan demasiado, no pueden dar ningún deleite, y son sencillamente terribles; pero, a ciertas distancias y con ligeras modificaciones, pueden ser y son deliciosos, como experimentamos todos los días. …Las pasiones que pertenecen a la autoconservación están en conexión con el dolor y el peligro; son dolorosas simplemente cuando sus causas nos afectan inmediatamente; son deliciosas, cuando tenemos una idea de dolor y peligro, sin hallarnos realmente en tales circunstancias; no he llamado deleite a este placer, porque está relacionado con el dolor, y porque es lo suficientemente diferente a cualquier idea de verdadero placer. Todo lo que excita este deleite, lo llamo sublime. Las pasiones que pertenecen a la autoconservación son las más fuetes de todas. …La pasión causada por lo grande y lo sublime en la naturaleza, cuando aquellas causas operan más poderosamente, es el asombro; y el asombro es aquel estado del alma, en el que todos sus movimientos se suspenden con cierto grado de horror. En este caso, la mente está tan llena de su objeto, que no puede reparar en ninguno más, ni en consecuencia razonar sobre el objeto que la absorbe. De ahí nace el gran poder de lo sublime, que, lejos de ser producido por nuestros razonamientos, los anticipa y nos arrebata mediante una fuerza irresistible. El asombro, como he dicho, es el efecto de lo sublime en su grado más alto; los efectos inferiores son admiración, reverencia y respeto. …Lo sublime es una idea que pertenece a la autoconservación; y que es, por consiguiente, una de las más afectivas que tenemos; que su emoción más fuerte es una sensación de dolor; y que ningún placer derivado de una causa positiva le pertenece. ...Otra fuente de lo sublime es la infinidad (...) tiene una tendencia a llenar la mente con aquella especie de horror delicioso que es el efecto más genuino y la prueba más verdadera de lo sublime....En el Libro de Job hay un pasaje asombrosamente sublime, y esta sublimidad se debe principalmente a la terrible incertidumbre de la cosa descrita: En pensamientos originados por las visiones nocturnas, cuando los hombres se sumen en un profundo sueño, me invadió un miedo que me hizo temblar, sacudiendo todos mis huesos. Entonces pasó un espíritu por delante de mi rostro; se me erizó el pelo. Permaneció inmóvil. Pero no pude percibir su forma: había una

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imagen ante mis ojos, y en medio del silencio oí una voz.- ¿Será el hombre mortal más justo que Dios? (...) Primero nos preparamos con la mayor solemnidad para la visión, y nos asustamos incluso antes de conocer la oscura causa de nuestra emoción (...) ¿Acaso (...) no es más horroroso, más sorprendente y más terrible, de lo que la descripción más viva y la pintura más clara podrían representarlo? Cuando los pintores han intentado darnos representaciones claras de estas ideas fantásticas y terribles que tienen, pienso que casi siempre han fracasado.

BELLO-SUBLIMEHay una gran diferencia entre la admiración y el amor. Lo sublime, que es causa de la primera, siempre trata de objetos grandes y terribles; lo otro, de las cosas pequeñas y placenteras. Nos sometemos a lo que admiramos, pero amamos lo que se nos somete; en un caso nos vemos obligados a condescender y en otro se nos halaga para ello. En resumen, las ideas de lo sublime y de lo bello se apoyan en fundamentos tan diferentes, que es difícil, por no decir imposible, pensar en reconciliarlos en el mismo sujeto, sin disminuir considerablemente el efecto de uno u otro sobre las pasiones. De este modo, atendiendo a su cantidad, los objetos bellos son comparativamente pequeños. …Pues los objetos sublimes son de grandes dimensiones, y los bellos, comparativamente pequeños; la belleza debería ser lisa y pulida; lo grande, áspero y negligente; la belleza debería evitar la línea recta, aunque desviase de ella imperceptiblemente; lo grande en muchos casos ama la línea recta, y cuando se desvía de ésta a menudo hace una fuerte desviación; la belleza no debería ser oscura; lo grande debería ser oscuro y opaco; la belleza debería ser ligera y delicada; lo grande debería ser sólido e incluso macizo. En efecto, son ideas de naturaleza muy diferente, ya que una se funda en el dolor, y la otra en el placer; y por mucho que después varíen con respecto a la naturaleza directa de sus causas, estas causas siguen manteniendo una distinción eterna entre ellas. …Lo sublime y lo bello se basan en principios muy diferentes: lo grande tiene por base el terror; que, cuando es modificado, causa aquella emoción en la mente que he llamado asombro; lo bello se funda en el mero placer positivo, y excita en el alma aquel sentimiento que llamamos amor.

KANT, Crítica de la facultad de juzgar.

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LAS TRES CRÍTICAS (ENLACES) – división de la filosofíaNuestra entera facultad de conocimiento tiene dos dominios, el de los conceptos de la naturaleza y el del concepto de la libertad (…). Entonces, conforme a éstos, divídese la filosofía en teórica y práctica.

La legislación por medio de conceptos de la naturaleza ocurre a través del entendimiento, y es teórica. La legislación por medio del concepto de libertad viene de la razón, y es meramente práctica.

Sólo que en la familia de las facultades superiores del conocimiento hay todavía un miembro intermedio entre el entendimiento y la razón. Es ésta la facultad de juzgar.

Pues todas las facultades del alma, o capacidades, pueden ser reducidas a tres que ya no son derivables de un sentimiento común: la facultad de conocimiento, el sentimiento de placer y displacer y la facultad de desear. Para la facultad del conocimiento sólo el entendimiento es legislativo (…) para la facultad de desear, como facultad superior según el concepto de la libertad, es solamente la razón (…) legislativa a priori. Pues bien; entre la facultad de conocimiento y la de desear está contenido el sentimiento de placer, así como entre el entendimiento y la razón la facultad de juzgar.

FACULTADES FACULTADES DE PRINCIPIOS APLICACIÓNDEL ÁNIMO DE CONOCIMIENTO A PRIORI AFacultad del Entendimiento Conformidad Naturalezaconocimiento a ley

Sentimiento de Facultad de juzgar Conformidad Arteplacer y displacer a fin

Facultad de Razón Fin final Libertaddesear

BELLEZALo bello es aquello que, sin conceptos, es representado como objeto de una complacencia universal.

[El que juzga la belleza le atribuye a otros precisamente la misma complacencia; no juzga sólo para sí, sino para todos, y habla en seguida de la belleza como si fuese una propiedad de las cosas. Dice, por tanto: la cosa es bella; y no cuenta con el acuerdo de otros su

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juicio de complacencia porque los hubiese hallado en varias ocasiones acordes en su juicio, sino que exige de ellos este acuerdo.

Bello es lo que place universalmente sin conceptos.

Belleza es forma de la conformidad a fin de un objeto, en la medida en que ésta sea percibida en éste sin representación de un fin.

Bello es lo que es conocido sin concepto como objeto de una complacencia necesaria. Bello es lo que place en el mero enjuiciamiento (no, por tanto, por medio de la sensación del sentido según un concepto del entendimiento). De aquí se sigue de suyo que deba placer sin interés alguno.

SUBLIMECoinciden lo bello y lo sublime en que ambos placen por sí mismos.

Pero hay también importantes diferencias entre ambos que saltan a la vista. Lo bello de la naturaleza atañe a la forma del objeto, que consiste en limitación; lo sublime, por el contrario, también se hallará en un objeto desprovisto de forma, en la medida que es representada la ilimitación en él o bien a causa de él; de manera que lo bello parece ser tomado por la presentación de un concepto indeterminado del entendimiento y lo sublime, en cambio, de un parecido concepto de la razón. Por lo tanto, allá está enlazada la complacencia a la representación de la cualidad, aquí la de la cantidad. También según el modo esta última complacencia es muy diferente de la primera, pues ésta (lo bello) conlleva directamente un sentimiento de promoción de la vida y es aunable, por eso, con atractivos y con una imaginación lúdrica, y en cambio aquélla (el sentimiento de lo sublime) es un placer que sólo surge indirectamente, a saber, de modo tal que es generado por el sentimiento de un momentáneo impedimento de las fuerzas vitales y de una tanto más fuerte efusión de ésas inmediatamente consecutiva. (…) y desde que el ánimo no es sólo atraído por el objeto, sino alternativamente, una y otra vez repelido también, la complacencia en lo sublime contiene menos un placer positivo que una admiración o respeto, esto es, algo que merece ser denominado placer negativo.El ánimo se siente conmovido en la representación de lo sublime en la naturaleza, mientras en el juicio estético sobre lo bello de ésa está en tranquila contemplación.

Pero la diferencia interna más importante de lo sublime respecto de lo bello es acaso ésta: que cuando, como corresponde, tomamos ante todo en consideración lo sublime en objetos naturales (lo sublime del arte está, por cierto, limitado siempre a las condiciones de la concordancia con la naturaleza), la belleza natural (la independiente)

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conlleva en sí una conformidad a fin en su forma, a través de la cual el objeto parece, por decirlo así, predestinado para nuestra facultad de juzgar y constituye, en sí, de ese modo, un objeto de la complacencia; en lugar de ello, lo que despierta en nosotros, sin raciocinar sutilmente, sólo en la aprehensión, el sentimiento de lo sublime, podrá aparecer ciertamente contrario a fin en su forma para nuestra facultad de juzgar, no conforme a nuestra facultad de presentación y, por decir así, violentador de la imaginación, aunque sólo para ser juzgado como algo tanto más sublime.Pero una división le es necesaria al análisis de lo sublime, de la que no requería el de lo bello; a saber, la división en lo sublime matemático y lo sublime dinámico.

SUBLIME MATEMÁTICOLlamamos sublime a lo que es absolutamente grande.

Sublime es aquello en comparación con lo cual todo lo demás es pequeño.

Nada, pues, que pueda ser objeto de los sentidos, ha de ser llamado sublime, considerado este plano. Pero precisamente porque en nuestra imaginación reside una tendencia a la progresión hacia lo infinito, y en nuestra razón, una pretensión de absoluta totalidad como idea real, esa misma inadecuación de nuestra facultad de estimación de magnitudes de las cosas del mundo sensorial para esta idea es lo que despierta el sentimiento de una facultad suprasensible en nosotros; y es el uso que de modo natural hace la facultad de juzgar de ciertos objetos en pro del último (sentimiento) y no, en cambio, el objeto de los sentidos, lo que es absolutamente grande, y ante él, todo otro uso es pequeño. Por lo tanto, ha de ser llamado sublime el temple del ánimo debido a una cierta representación que da que hacer a la facultad de juzgar reflexionante, y no al objeto.

Sublime es aquello cuyo solo pensamiento da prueba de una facultad del ánimo que excede toda medida de los sentidos.

Pero lo infinito es absolutamente (no sólo comparativamente) grande. Comparado con él todo lo demás (de la misma especie de magnitudes) es pequeño. Pero -y es esto lo más destacado- el poder siquiera pensarlo como un todo indica una potencia del ánimo que excede toda medida de los sentidos.

Sublime es, pues, la naturaleza en aquellos de sus fenómenos cuya intuición conlleva la idea de su infinitud.

SUBLIME DINÁMICOPoderío es una potencia que se sobrepone a grandes obstáculos. El mismo se denomina prepotencia cuando también se sobrepone a la resistencia de aquello que ya tiene poderío. La naturaleza

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considerada en el juicio estético como poderío que no tiene prepotencia sobre nosotros, es sublime dinámicamente. Cuando la naturaleza ha de ser juzgada por nosotros como sublime (en sentido) dinámico, tiene que ser representada como inspiradora de temor.

Rocas que penden atrevidas y como amenazantes; tempestuosas nubes que se acumulan en el cielo y se aproximan con rayos y estruendo; los volcanes con toda su violencia devastadora; los huracanes con la desolación que dejan tras de sí; el océano sin límites, enfurecido; la alta catarata de un río poderoso y otras cosas parecidas, hacen de nuestra potencia para resistirlos, comparada con su poderío, una pequeñez insignificante. Mas su vista se hace tanto más atrayente cuanto más temible es, con tal que nos hallemos seguros; y de buen grado llamamos sublimes a esos objetos, porque elevan la fortaleza del alma por sobre su término medio habitual y permiten descubrir en nosotros una potencia de resistir de especie completamente distinta, que nos da valor para poder medirnos con la aparente omnipotencia de la naturaleza.

La sublimidad (...) no está contenida en ninguna cosa de la naturaleza, sino solamente en nuestro ánimo, en la medida en que podemos llegar a ser conscientes de nuestra superioridad sobre la naturaleza en nosotros y, con ello, también sobre la naturaleza fuera de nosotros (en cuanto que en nosotros influye).

GUSTOGusto es la facultad de juzgar un objeto o un modo de representación por una complacencia o displacencia sin interés alguno. El objeto de tal complacencia se llama bello.

JUICIO DE GUSTO – JUICIO ESTÉTICO (pues el juicio de gusto es estético)Para discernir si algo es bello o no lo es, no referimos la representación por medio del entendimiento al objeto, con fines de conocimiento, sino por medio de la imaginación (quizá unida al entendimiento) al sujeto y al sentimiento de placer o displacer de éste. El juicio de gusto no es, entonces, un juicio de conocimiento y, por consiguiente, tampoco lógico, sino estético; se entiende por éste aquel cuyo fundamento de determinación no puede ser de otro modo sino subjetivo.

El juicio de gusto determina su objeto en vista de la complacencia (como belleza) con una pretensión a la aprobación de cada uno, cual si fuese objetivo.

El juicio de gusto exige de cada cual asentimiento; y quien declara a algo bello quiere que cada uno deba dar su aprobación al objeto allí presente y llamarlo igualmente bello. El deber en el juicio estético es

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expresado, aun según todos los datos requeridos para el enjuiciamiento, únicamente de manera condicionada. Se aspira al asentimiento de cada uno de los otros, porque para ello se tiene un fundamento que es a todos común; y con su asentimiento se podría contar también si sólo se pudiese estar seguro siempre de que el caso fuese correctamente subsumido bajo ese fundamento como regla del asentimiento.

SENTIDO COMÚNSi los juicios de gusto (al igual que los juicios de conocimiento) tuviesen un principio objetivo determinado, quien los emitiese de acuerdo a éstos pretendería que su juicio tuviese necesidad incondicionada.

Si carecieran de todo principio como los del mero gusto de los sentidos, no se llegaría a concebir siquiera [que tuviésemos] necesidad alguna. Deben tener, por consiguiente, un principio subjetivo que determine, solo por sentimiento y no por concepto, y sin embargo, con validez universal, lo que plazca o displazca. Pero un tal principio sólo podría se considerado como un sentido común, que es esencialmente diferente del entendimiento común al que hasta ahora se llama también sentido común (sensus communis); este último, en efecto, no juzga según sentimiento, sino siempre según conceptos. (…) Así pues, sólo bajo el supuesto de que haya un sentido común puede ser emitido el juicio de gusto.

El sentido común es una mera norma ideal, bajo la suposición de la cual se podría con derecho convenir en regla para todos un juicio que concordara con ella y [también] la complacencia en un objeto que aquel juicio exprese; y es que el principio, aunque sea sólo subjetivo y se le asuma, como subjetivo–universal podría, en la unanimidad de diferentes [sujetos] que juzgan, exigir asentimiento universal, al igual que un [principio] objetivo, a condición de que se estuviera seguro de haber hecho una correcta sumisión.

EL GUSTO COMO SENTIDO COMÚNA la facultad de juzgar –cuando, más que su reflexión, es advertible sólo el resultado de ésta– se le da a menudo el nombre de sentido de la verdad, de un sentido para el decoro, la justicia, etc., si bien se sabe –o a lo menos tendría que saberse– que no es un sentido aquello en lo cual estos conceptos pueden tener su sede, y menos que ese sentido pueda tener mínima aptitud para dictar reglas universales, sino que jamás podría venírsenos a las mientes hacernos una representación de esta especie acerca de la verdad, la conveniencia, la belleza o la justicia, si pudiésemos elevarnos por sobre los sentidos hacia facultades de conocimiento más altas. El común entendimiento humano, al que, como entendimiento puramente sano (aún no cultivado), se considera el de menor monta, que ha de esperarse a lo menos de quienquiera aspire al apelativo de hombre, tiene también, por eso, el mortificante honor de recibir el nombre de

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sentimiento común (sensus communis); y, por cierto, de manera tal que bajo la palabra común (…) se entiende lo vulgar que por doquier se encuentra y cuya posesión no es en absoluto merecimiento o ventaja.

Por sensus communis hay que entender, no obstante, la idea de un sentido común a todos, esto es, de una facultad de juzgar que en su reflexión tiene en cuenta, en pensamiento (a priori), el modo representacional de cada uno de los demás, para atener su juicio, por así decirlo, a la entera razón humana y huir así a la ilusión que, nacida de condiciones subjetivas privadas que pudiesen fácilmente ser tenidas por objetivas, tendría una desventajosa influencia sobre el juicio.

Las siguientes máximas del común entendimiento humano no pertenecen, es cierto, acá, como partes de la crítica del gusto, pero pueden servir a la dilucidación de sus principios. Son éstas: 1. pensar por sí mismo; 2. pensar en el lugar de cada uno de los otros; 3. pensar siempre acorde consigo mismo. La primera es la máxima del modo de penar desprejuiciado, la segunda lo es del amplio y la tercera, del consecuente.

GENIOGenio es el talento (don natural), que le da la regla al arte. Dado que el talento, como facultad productiva innata del artita, pertenece, él mismo, a la naturaleza, podría uno entonces expresarse así: genio es la innata disposición del ánimo (ingenium) a través de la cual la naturaleza le da regla al arte.

Las bellas artes tienen que ser consideradas como artes del genio.

El arte bello es sólo posible como producto del genio.

El genio no puede proporcionar más que rico material para productos del arte bello, la elaboración de ése y la forma exigen un talento formado por la academia, para hacer de aquél un uso que pueda sostenerse ante la facultad de juzgar.

El genio consiste, entonces, propiamente, en la feliz relación que ninguna ciencia puede enseñar y ninguna laboriosidad aprender, de descubrir ideas para un concepto dado y, por otra parte, encontrar la expresión para ellas a través de la cual puede ser comunicado a otros el temple subjetivo del ánimo por ese medio efectuado, como acompañamiento de un concepto.

Genio es la originalidad ejemplar del don natural de un sujeto en el uso libre de sus facultades de conocimiento. De tal manera, el producto del genio (...) es un ejemplo, no para imitación (...) sino para la sucesión por otro genio, que a través de aquél es despertado

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al sentimiento de su propia originalidad, para ejercer en el arte una libertad respecto de la coartación de las reglas de modo tal que el arte mismo reciba a ese medio una nueva regla, por la cual se muestre el talento como ejemplar.

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