lechner, obras escogidas

14

Upload: hans-flores

Post on 01-Feb-2016

232 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Excelente

TRANSCRIPT

Page 1: Lechner, obras escogidas
Page 2: Lechner, obras escogidas

Obras escogidas 1 / Norbert Lechner

A cargo de la edición:Paulina Gutiérrez y Tomás Moulian

Page 3: Lechner, obras escogidas

5

Índice general

Prólogo 7La crisis del Estado en América Latina 13

Una retrospectiva introductoria: El Estado como problema 17 I.La crisis del Estado en América Latina 33 II.La cuestión del Estado en el capitalismo dependiente 79III.Derecho y Estado en América Latina 121

La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado 139Agradecimientos 143Una conversación preliminar 145 I. Especificando la política 161 II. Poder y orden. La estrategia de la minoría consistente 185III. Información y política: dos formas de comunicación 251IV. La lucha por el orden 275 V. ¿Revolución o ruptura pactada? 295VI. El consenso como estrategia y como utopia 309

Los patios interiores de la democracia 337Presentación 341 I. De la revolución a la democracia 347 II. Estudiar la vida cotidiana 363III. El realismo político: una cuestión de tiempo 379 IV. Hay gente que muere de miedo 399 V. La democratización en el contexto de una cultura posmoderna 411

Page 4: Lechner, obras escogidas

6

VI. ¿Responde la democracia a la búsqueda de certidumbre? 423VII. Ese desencanto llamado posmoderno 449Agradecimientos 469

Las sombras del mañana. La dimensión subjetiva de la política 471Introducción 475 I. La naturalización de lo social 483 II. La erosión de los mapas mentales 491III. Nuestros miedos 509IV. La construcción social de las memorias colectivas 525 V.Orden y memoria 545

VI. ¿Cómo reconstruimos un Nosotros? 559Indicaciones bibliográficas 583Bibliografía 585

Page 5: Lechner, obras escogidas

399

IV. Hay gente que muere de miedo

79 Esta contribución se apoya en una conferencia dictada en el seminario sobre CulturasUrbanas, organizado por Jordi Borja, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y elAyuntamiento de Barcelona (España), septiembre, 1985. La primera versión fue publica-da en La Vanguardia, Barcelona, 26.11.1985.

Los miedos como problema político¿Quién tiene miedo y de qué? Entendiendo por miedo la percepción de una

amenaza, real o imaginaria, propongo explorar los miedos bajo el autoritarismoen las sociedades latinoamericanas del Cono Sur79. Hay, por cierto, percepcionesespecíficas a los distintos grupos sociales, pero existen ciertos «peligros mortales»que les son comunes. ¿Qué percibe la gente como una amenaza vital? En primerlugar, desde luego, toda amenaza a la integridad física (asesinato, tortura, asalto).En segundo lugar, lo que pone en peligro las condiciones materiales de vida(pobreza, desocupación, inflación, etcétera). No obstante, siendo la seguridad físi-co-material el interés vital más inmediato, él no explica por sí solo el sentimientogeneralizado de temor. Junto a los miedos visibles existen miedos ocultos, apenasverbalizados. El miedo por la integridad física y por la seguridad económicadestaca como la punta de un iceberg por lo demás invisible. Una angustia, esemiedo difuso sin objeto determinado, corroe todo; se desmoronan las esperanzas,se desvanecen las emociones, se apaga la vitalidad. Nos invade el frío; nos parali-zamos. Se dice que la vida no vivida es una enfermedad de la cual se puede morir.Pues bien, corremos peligro de muerte. Un modo de morir antes de la muerte esel miedo. La gente muere de miedo.

El autoritarismo genera una «cultura de miedo». El término, acuñado porGuillermo O’Donnell para Argentina, da cuenta de las violaciones de los derechos

Page 6: Lechner, obras escogidas

400

Los patios interiores de la democracia / Norbert Lechner

humanos como una experiencia masiva y diaria. Vivimos la impronta delautoritarismo bajo la forma de una cultura del miedo. Y esta herencia persistirá,aunque desaparezca el régimen autoritario.

Quiero llamar la atención sobre un efecto paradójico: la dictadura agudiza unademanda de seguridad que a su vez nutre el deseo de una «mano dura». Veamos elcaso chileno. A fines de 1986, en pleno estado de sitio, la población santiaguina teníamuchísimo más miedo al aumento de la delincuencia y del uso de drogas que a unaumento de la represión. La criminalidad es percibida como una amenaza inclusomayor que la desocupación o la inflación, siendo que la situación económica esnombrada como el principal problema del país80. El lugar destacado que ocupan ladelincuencia y las drogas es llamativo, pero también plausible: la población puedeatribuir a una causa concreta, tal vez vivida en carne propia, el origen de su angustia.Circunscribiendo el peligro de un objeto visible, claramente identificable y oficial-mente sancionado como «mal», el temor se vuelve controlable. La operación essimple y conocida. Las diferencias son transformadas en «desviación» y «subver-sión» y sometidas a un proceso de «normalización». Siendo imposible abolir lasdiferencias, éstas son tratadas como transgresiones a la norma, cuya validez es asegu-rada precisamente instituyendo y, a la vez, castigando tales transgresiones. En la altavisibilidad otorgada a la criminalidad veo el intento de objetivar el horror inconfe-sable, proyectándolo sobre una minoría y así confirmar la fe en el orden existente. Sifuese así, si hubiese certeza acerca de las normas básicas de la convivencia social,entonces la inseguridad ciudadana podría ser abordada como un asunto técnico-administrativo: un control policial que garantice el cumplimiento de las leyes. Puesbien, yo presumo que tal enfoque escamotea el problema de fondo.

Para entrever el fondo del problema propongo: 1) distinguir entre la crimina-lidad, definida como la transgresión (violenta o no) de las leyes establecidas y laviolencia en tanto violación (criminal o no) de un orden determinado81; y 2)

80 En una encuesta realizada por FLACSO en Santiago a fines de 1986, en pleno estado desitio, de los 1.200 entrevistados un 82% declaró tener mucho miedo al aumento de ladelincuencia y al uso de drogas. Un 77% tenía mucho miedo al aumento de la inflación;61% al aumento de la desocupación, y un 64% al aumento de la represión. En la mismaencuesta, un 62% de los entrevistados opinó que la sociedad chilena requiere cambiosimportantes o radicales, siendo los aspectos económicos los más urgentes.

81 A mi saber, sólo en Brasil existe una investigación más sistemática de la violencia urba-na. La mencionada distinción es de Benevides, María Victoria: No fio da navalha; o debatesobre a violencia urbana. CEDEC, Sao Paulo, s.f.

Page 7: Lechner, obras escogidas

401

Los patios interiores de la democracia / Norbert Lechner

referir los miedos fundamentales a un orden violentado. Visto así, el miedo explí-cito a la delincuencia no es más que un modo inofensivo de concebir y expresarotros miedos silenciados: miedo no sólo a la muerte y a la miseria, sino también yprobablemente ante todo miedo a una vida sin sentido, despojada de raíces, des-provista de futuro. Es sobre este tipo de miedos ocultos, que cada uno tuvo quepagar para seguir viviendo, que se asienta el ejercicio del poder autoritario82.

No basta pues denunciar las violaciones de los derechos humanos y el desqui-cio que ellas provocan. La cultura del miedo es no sólo el producto del autoritaris-mo, sino, simultáneamente, la condición de su perpetuación. Al producir la pér-dida de los referentes colectivos, la desestructuración de los horizontes de futuro,la erosión de los criterios sociales acerca de lo normal, lo posible y lo deseable, elautoritarismo agudiza la necesidad vital de orden y se presenta a sí mismo comola única solución. En resumen, lo que plantean los miedos y, particularmente, ese«miedo a los miedos» es, en definitiva, la cuestión del orden y ésta es la cuestiónpolítica por excelencia.

La demanda del ordenLa sociedad norteamericana tiene una capacidad de elaborar pluralidad que

la sociedad latinoamericana nunca tuvo. En ésta toda diferenciación rápidamentedeviene rebelión, fragmentación y disgregación. En realidad, no puede haberpluralidad sin referencia a un orden colectivo y éste no es concebido en AméricaLatina como una construcción. Predomina, desde la época colonial, una concep-ción «holista» de la sociedad como un orden orgánico, jerárquicamente estruc-turado83. Esta idea fuerte de comunidad sobrevive incluso a las revolucionesindependentistas, subordinando el universalismo republicano a la nación. Lasjóvenes repúblicas latinoamericanas se apoyan más en la idea del Estado Nacional(y, por tanto, una noción de comunidad como unidad preconstituida) que en los

82 Llama poderosamente la atención la similitud que pareciera existir entre las situacionesde miedo aquí descritas y las reflexiones sobre la condición posmoderna. Ver, porejemplo, Lyotard, Jean-Francois: «Une ligne de résistence» en Traversas 33-34, París, 1985y Jameson, Frederic: «Posmodernismo y sociedad de consumo», en Hal Foster (editor):La posmodernidad, Editorial Kairós, Barcelona, 1985.

83 Ver Morse, Richard: El espejo de Próspero. Siglo XXI, México, 1982.

Page 8: Lechner, obras escogidas

402

Los patios interiores de la democracia / Norbert Lechner

procedimientos democráticos. No se plantea pues el orden como un problemapolítico, o sea, como una obra colectiva y conflictiva.

Esta visión cuasiontológica del orden y de la política se encuentra cuestionada,por cierto, desde los inicios por la exclusión de amplios sectores sociales. Al dis-curso del orden se contrapone desde siempre una historia de invasiones: invasiónde conquistadores y terratenientes como de indios, campesinos y las sucesivasformas de «marginados». Podría narrarse la historia de América Latina comouna continua y recíproca «ocupación del terreno». No hay una demarcaciónestable, reconocida por todos. Ninguna frontera física y ningún límite socialotorgan seguridad. Así nace y se interioriza de generación en generación unmiedo ancestral al invasor, al otro, al diferente, venga «de arriba» o «de abajo».Miedo a ser expropiado por un latifundista o un banco, a sufrir alguna «ocupa-ción militar». Y, por otra parte, miedo a ser asaltado por bárbaros: el indio, elinmigrante, en fin, las clases peligrosas. La lucha por la tierra propia, en el sentidoliteral, se extiende al terreno simbólico. Todos viven atemorizados de que lapureza de lo propio sea contagiada por lo ajeno84. Y este peligro de contamina-ción, este temor generalizado a estar acorralado e infiltrado, conduce a una re-tracción corporativista, cuando no privatista.

Más grande es el miedo al intruso (es decir, a lo diferente) y más altas serán lasbarreras defensivas que levanta cada grupo social. Este contexto ayuda a com-prender las situaciones de encierro corporativo, de veto y bloqueo recíprocos quecaracterizan la política en América Latina.

No existe en América Latina esa cohesión social e ideología igualitaria queTocqueville descubrió en la base de la democracia norteamericana. El desarro-llo del capitalismo, tanto la mercantilización de las relaciones sociales y la indus-trialización como el consiguiente desarrollo de un Welfare State incipiente, almenos en el Cono Sur, sólo profundiza la heterogeneidad estructural volvién-dola más compleja. Recalco: en ausencia de un referente colectivo por mediodel cual la sociedad pueda reconocerse a «sí misma» en tanto orden colectivo, ladiversidad social no logra ser asumida como pluralidad, sino que es vivida

84 Recuerdo las reflexiones de Douglas, Mary: Purity and Danger, Routledge & Kegan Paul,Londres, 1966. Respecto a la histórica tensión entre la ciudad real y la ciudad simbólicaver de Rama, Ángel: «La ciudad letrada», en Morse y Hardoy (editores): Cultura urbanalatinamericana. CLACSO, Buenos Aires, 1985.

Page 9: Lechner, obras escogidas

403

Los patios interiores de la democracia / Norbert Lechner

como una desintegración cada vez más insoportable. De ahí nacen el recelo a lodiferente, la sospecha y aun el odio al otro. Perdida la certidumbre que ofrecenlos referentes colectivos, la diferenciación social sólo puede ser percibida comoamenaza a la propia identidad. Esta pareciera poder ser afirmada únicamentepor negación del otro; la defensa vital de lo propio se identifica con la destruc-ción de lo ajeno.

A tal clima de incertidumbre total responde el autoritarismo encarnando eldeseo de orden frente a la amenaza de caos. Interpretando la realidad social como uncombate a vida o muerte —orden versus caos—, la dictadura se presenta y llega aser apoyada en tanto defensa de la comunidad y garante de su sobrevivencia.Solicita legitimación popular a cambio de «poner orden», de imponer el orden:restablecer límites claros y fijos, expulsar al extraño, impedir toda contaminacióny asegurar una unidad jerárquica que otorgue a cada cual su lugar «natural». Elresultado es una sociedad vigilada, finalmente encarcelada.

Las dictaduras prometen eliminar el miedo. En realidad, sin embargo, generannuevos miedos. Las dictaduras trastornan profundamente las rutinas y los hábitossociales volviendo imprevisible incluso la vida cotidiana. En la medida en quedesaparece la normalidad, aumenta el sentimiento de impotencia. Aun el entornodiario es visto como una fuerza ajena y hostil. Al aprender que no influye sobre suscondiciones de vida, el individuo tampoco se hace responsable de ellas; surge unaapatía moral. Pero ante todo, se expande el aburrimiento. La vida bajo la dictaduraes tan gris porque ya nada logra entusiasmar. Al no comprometerse con nada y connadie, la gente pierde su arraigo social. Este desarraigo se muestra en la desconfian-za que reina en las relaciones sociales. Tiene lugar un proceso de privatización querestringe drásticamente el campo de experiencia social. En un contexto ya atomizado,tal ensimismamiento reduce todavía más las capacidades de aprendizaje. Y elloprovoca una alteración en el sentido de realidad. El individuo aislado tiene dificulta-des de verificar su subjetividad, confrontándolo con experiencias diferentes. Sediluyen entonces los límites entre lo real y lo fantástico, lo posible y lo deseado. Entales condiciones difícilmente se podrá elaborar una visión realista. Y esa falta derealismo político, o sea, la incapacidad por determinar los cambios posibles, terminapor fortalecer el poder fáctico de lo establecido. El descontento con el estado de cosasexistente deviene narcisista, autocomplaciente y, en definitiva, autodestructor.

Page 10: Lechner, obras escogidas

483

I. La naturalización de lo social

Nuestra experiencia cotidiana parece cada vez más restringida a un ámbi-to estrecho e inmediato. Por cierto, compramos productos importados y es-cuchamos música norteamericana; usamos a diario la internet y nos informa-mos a través de CNN de los eventos mundiales. En fin, nos sabemos insertosen la globalización. Aun más, la hemos interiorizado como “realidad nacio-nal”. Y, no obstante, la vivimos como un proceso lejano. Al hablar del “mode-lo” o sistema económico, aunque sea de modo esquemático, estamos expre-sando lo extraño que se ha vuelto la realidad social. Más allá del ámbito micro-social, nos enfrentamos a la sociedad como un hecho lejano y hostil, sustraídoa cualquier intervención deliberada de los hombres. Conocemos el procesode enajenación propio al desarrollo capitalista; sin embargo, globalizaciónmediante, la brecha entre persona y sociedad parece aumentar hoy en día. Enlo que sigue, propongo una breve reflexión sobre esa “naturalización de losocial”, entendida como la transfiguración del orden social en un aparenteorden natural.

Quiero señalar de manera muy apretada, algunos nexos que guarda dichoproceso con el desarrollo de la teoría social. El argumento parte de una premisa:la teoría social es un producto cultural. Presumo que la teoría social representaun relato que narra la sociedad acerca de sí misma. De ser así, enfocar las formasde elaboración teórica permitiría visualizar las razones que han llevado a pen-sar lo social al modo de una naturaleza sustraída a la voluntad humana. Miargumentación, apoyada en Giesen (1991) y Hinkelammert (1996), presentará,primero, dos fenómenos históricos propios al avance de las ciencias sociales: lades-subjetivación de la reflexión y la des-materialización de lo social. Después,

Page 11: Lechner, obras escogidas

484

Las sombras del mañana / Norbert Lechner

siguiendo a Alexander (2000), trataré la forma en que determinada construc-ción teórica contribuye a la naturalización de lo social.

La des-subjetivación de la reflexiónLa narrativa acerca de la realidad social tiene un trasfondo histórico que con-

viene recordar. Ella toma cuerpo en el siglo 18 cuando se comienza a concebir lanaturaleza como algo eterno e inmutable. Desplazando a la metafísica, la entroni-zación de la naturaleza como el referente objetivo de la acción humana da inicioa las ciencias modernas. Ellas tienen por objetivo deducir las leyes de la naturalezamediante la observación de los hechos. A partir de los hechos, el método inductivoy la cuantificación de los fenómenos permitirían establecer relaciones causales.Trabajando sobre esas relaciones de causalidad, la ciencia adquiere una caracte-rística nueva: su utilidad. Desde entonces será tarea del análisis social traducir lascausalidades observadas en una acción instrumental medio-fin.

Este proceso crea no solo la distinción por todos conocida entre la naturale-za y el ámbito de la acción social. Además, termina por asimilar la sociedad a lanaturaleza. La antigua idea de un orden social, evaluado según normas mora-les, es sustituida por la concepción de un sistema abstracto e impersonal. Losocial es concebido como una estructura objetiva que sería la premisa (no nece-sariamente consciente) de la acción humana. Se consolida así la escisión entreobjeto y sujeto, entre estructura y acción, entre sistema y mundos de vida. Laconsecuencia es de gran alcance: la subjetividad de las personas, sus valores yemociones, son expulsados de la reflexión científica. La investigación social espuesta bajo el imperativo metodológico de un acto neutral en relación a losvalores. En resumidas cuentas, tiene lugar una objetivación de lo social a la vezque una des-subjetivación de la reflexión.

Resultado de lo anterior, ocurre una absolutización de la razón instrumen-tal. Verdad y valor se vuelven ámbitos separados. La verdad, referida a la vali-dez de una teoría, sería algo distinta al valor, derivado de una interpretación delmundo. En términos científicos vale exclusivamente el juicio sobre hechos ypor hechos se entienden los fenómenos que pueden ser medidos en su eficien-cia causal medio-fin. Franz Hinkelammert destaca una doble reducción: a) dela “objetividad” a los juicios de hecho y b) de los juicios de hecho a la eficienciamedio-fin. Resultado de esa operación, la racionalidad queda restringida a la

Page 12: Lechner, obras escogidas

485

Las sombras del mañana / Norbert Lechner

racionalidad instrumental. Sería racional solo la acción que responda a loscriterios de eficiencia medio-fin. Tal definición de lo racional hace abstracciónde los fines de la acción y, por ende, de los eventuales efectos. Hinkelammertilustra tal reduccionismo mediante un pequeño ejemplo. ¿Qué pensar de lapersona que corta la rama del árbol de manera eficiente, pero sin considerarque ella está sentada precisamente sobre esa rama? La eficiencia de la poda nadadice acerca de la racionalidad del actor.

La teoría neoclásica realiza similar abstracción en el pensamiento económico.En nombre de la objetividad científica, admite solo juicios de hecho y reducetales juicios a la relación medio-fin. Los demás juicios carecerían de legitimi-dad científica. Por consiguiente, quedan excluidas las consecuencias destructorasde empleo o del medio-ambiente que suele tener la eficiencia medio-fin delmercado. La teoría económica trata esos hechos como “efectos externos”no-intencionales que no atañen la racionalidad formal del proceso.

De lo anterior se desprende una conclusión: existe una restricción larvadade las posibles alternativas al orden establecido. Ya fue señalado el primer paso:definir como racional solo aquella propuesta que cumpla la eficiencia medio-fin. El segundo paso consiste en transformar la decisión, acaso una opcióncumple tales criterios de eficiencia, en un juicio objetivo. Ello se logra definién-dola como una decisión técnica, puesto que no estaría valorando los fines de esaalternativa. Vale decir, a) las eventuales alternativas sociales son reducidas alprincipio de eficiencia, y b) se toma dicha operación por un hecho impersonal,porque no involucraría un juicio de valor. Aparecen viables y legítimas solo lasopciones que sean juzgadas racionales. Y serían racionales solo aquellas querepresentan un medio eficiente para alcanzar un fin dado.

En suma, postular un enfoque que reduce lo social a una eficiencia medio-fin,significa negar a los hombres la decisión acerca de los fines de su acción. Significa,en definitiva, negar la política en tanto construcción deliberada del orden social.

La des-materialización de lo socialEl proceso de abstracción tiene lugar en los diversos ámbitos. En la estética,

por ejemplo, el ideal de una representación fiel de la realidad es abandonado enfavor de una auto-reflexión sobre el color (impresionismo), las formas (cubis-

Page 13: Lechner, obras escogidas

486

Las sombras del mañana / Norbert Lechner

mo) y la interioridad del artista (expresionismo). El arte tiende a autonomizarsecomo un ámbito específico de la misma manera que la economía se independizadel valor de uso de los bienes y que el derecho formal hace abstracción de lasnociones de justicia. Parecería que, en la actualidad, lo social tiende adesmaterializarse en el sentido de que se abandona la pretensión de una repre-sentación “objetiva” de la realidad social. Lo real ya no sería un asunto de cono-cimiento, sino de interpretación. Y la interpretación de la realidad social estaríasujeta a una multiplicidad de códigos que compiten entre sí.

En el siglo veinte, la distinción entre individuo y sociedad, teoría y realidadempírica, naturaleza e historia, toma un nuevo giro. La subjetividad individual yla acción social, la causalidad y el progreso dejan de ser referentes firmes e indis-cutibles de la reflexión. Trasunta la sospecha de que ni el sujeto individual ni lasociedad representarían aquellas “unidades básicas” que, similar a los elementosde la Física decimonónica, fundan un orden. En la actualidad, prevalece laopinión de que la creciente diferenciación social y funcional ha vuelto difícildeterminar la “unidad” de la sociedad. “Economía, cultura, Estado y solidaridadpueden ser pensados solo como “códigos” diferentes, con los cuales evaluar yconstruir las acciones y las oportunidades de acción. Dinero, derecho, solidaridady verdad conforman tales códigos o medios de interacción. Ellos ya no delimitanentre sí a grupos sociales, organizaciones o sociedades, sino que determinan elsentido funcional de determinado contexto social” (Giesen 1991, 134).

La diferenciación y multiplicación de los códigos interpretativos de la reali-dad social facilita cierto retorno a la teoría de Darwin. Así como en las cienciasnaturales la preeminencia pasa de la Física a la Biología, en las ciencias sociales elempirismo y el funcionalismo son desplazados por una teoría evolucionista delos sistemas. Retomando la perspectiva darwinista, ella enfoca la evolución dedeterminado sistema con relación a su entorno. La evolución interesa no tantopor el cambio como por la capacidad de perdurar. La duración de un sistemaestaría regulada mediante una “selección natural” que depende del mayor o me-nor grado de adaptación al entorno. Aplicando esta mirada neodarwinista alproceso social, la evolución de la “especie” –la sociedad– dependería de la perma-nente adaptación a las condiciones externas.

Aquí se manifiesta la llamada “naturalización de lo social”. Puesto que loscódigos no corresponden a determinados grupos sociales, su evolución puede

Page 14: Lechner, obras escogidas

487

Las sombras del mañana / Norbert Lechner

aparecer como una “selección natural”. Sería “natural” que sobreviva soloaquel sistema capaz de la mejor adaptación al contexto. De esta manera, eldesarrollo de la sociedad es identificado con la auto-reproducción del sistema.Y esa misma selección natural regularía la “lucha de las especies por lasobrevivencia”. Dicho en breve, las personas mejor adaptadas desplazan a laspersonas menos adaptadas.

Este proceso de reproducción “natural” (en el sentido de una autorregulaciónautomática) excluye al sujeto y a la acción intencional. El proceso social no respon-dería a ninguna intencionalidad. No tendría dirección ni eje central. Subordina-da a la dinámica espontánea de la auto-regulación, la estructura social no seríasino una secuencia de constelaciones provisorias. Pero dicho proceso es difícil desoportar. Es sabido que no hay vida social si la convivencia carece de cierto gradode duración. Una estructura social que aparece frágil, provisoria e incluso caóticaimpide la interacción. Las personas sólo se relacionan en la medida en que perci-ban su situación como algo normal, evidente y calculable. Esto es precisamente loque ofrece la naturalización del proceso social: un orden seguro e intocable. Lanecesidad de estabilizar una realidad que parece inasible en su mutación conti-nua, opera entonces como la premisa necesaria de la interacción. Habría que fijarun orden “como si” fuese inamovible y auto-regulado para facilitar a las personasdesarrollar relaciones firmes y previsibles entre sí. Parece repetirse un viejomecanismo: los hombres proyectan al firmamento de las leyes naturales, lasnormas que rigen sus relaciones sociales.

La teoría social como producción culturalLa teoría de la sociedad es una construcción social. Tal elaboración descansa

no solo sobre los conocimientos acumulados sino que incluye asimismo creen-cias, miedos y anhelos. Con frecuencia suele perderse de vista que la teoríasocial es un hecho moral; implica un juicio que valora el presente con relacióna su pasado y un futuro deseado. Y es un sistema simbólico que interpreta larealidad, pero también le otorga significado y sentido. Convierte a lo real en unobjeto de temor o de deseo. Como destaca Jeffrey Alexander (2000, 65), “lateoría social debe considerarse no solo como un programa de investigación,sino también como un discurso generalizado, del cual una parte muy impor-tante es ideología. Como estructura de significado, como forma de verdad